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El oro refinado es suave y maleable, est libre de corrosin y de otras sustancias.

Cuando
el oro est mezclado con otros metales (cobre, hierro, nquel, etc.). se vuelve duro, menos
maleable, y ms corrosivo. Esta mezcla se llama aleacin. Cuanto mayor es el
porcentaje de metales extraos, ms duro es el oro. Por el contrario, cuanto menor es el
porcentaje de aleacin, ms suave y maleable es el oro.
Inmediatamente vemos el paralelo: un corazn puro es como el oro puro (suave,
maleable, manejable). Hebreos 3:13 dice que los corazones son endurecidos por el
engao del pecado. Son como sustancias agregadas que endurecen nuestros corazones de
la misma manera que una aleacin endurece el oro. Ello reduce o quita por completo la
imagen de Dios en nosotros, produciendo una prdida de la sensibilidad. Nuestra
capacidad de escuchar la voz Dios se ve obstruida. Nuestra agudeza visual espiritual
disminuye. Es un escenario perfecto para el engao.
El primer paso para refinar el oro es molerlo hasta hacerlo polvo y mezclarlo con una
sustancia llamada fundente. Luego, la mezcla se coloca en un horno donde se derrite a
fuego intenso. Las aleaciones e impurezas son captadas por el fundente y suben a la
superficie. El oro, ms pesado, permanece en el fondo. Entonces se quitan las impurezas,
o escorias (es decir, el cobre, hierro o zinc, combinado con el fundente) con lo cual el
metal precioso queda puro.
Observemos lo que dice Dios: He aqu te he purificado, y no como a plata; te he
escogido en horno de afliccin (Isaas 48:10). Tambin dijo: En lo cual
vosotros os alegris, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario,
tengis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba
vuestra fe, mucho ms preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se
prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea
manifestado Jesucristo, (1 Pedro 1:6-7).
Dios nos purifica o refina con aflicciones, pruebas y tribulaciones, cuyo calor aparta
impurezas tales como la falta de perdn, la contienda, la amargura, el enojo, la envidia, y
otras similares, del carcter de Dios en nuestras vidas.
El pecado se esconde fcilmente cuando no est al calor de las pruebas y las aflicciones.
En tiempos de prosperidad y xito, aun un hombre malvado parece amable y generoso.
Pero bajo el fuego de las pruebas, las impurezas salen a la superficie.

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