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Este artículo describe el marco de desarrollo de la salud en el ciclo de vida, el cual fue creado para
explicar cómo las trayectorias de salud se desarrollan a lo largo de la vida de un individuo y cómo
este conocimiento puede guiar nuevos enfoques para la política y la investigación. Usando recientes
investigaciones de los campos de la salud pública, medicina, desarrollo humano, y ciencias sociales,
este marco muestra que:
ü
ü La salud es una consecuencia de determinantes múltiples que operan en nidos genéticos,
biológicos, de comportamiento, según contextos sociales y económicos que cambian de acuerdo
al desarrollo de la persona.
ü
ü El desarrollo de la salud es un proceso adaptativo compuesto de transacciones múltiples entre
estos contextos y los sistemas regulatorios de comportamiento que definen las funciones
humanas.
ü
ü Diferentes trayectorias de salud son el producto de riesgos acumulativos y factores protectivos y
otras influencias que son programadas en sistemas regulatorios de comportamiento durante
períodos críticos y sensibles.
ü
ü El momento y la secuencia de eventos y experiencias biológicas, psicológicas, culturales e
históricas tienen su influencia sobre la salud y el desarrollo de individuos y poblaciones.
En décadas recientes nuestra comprensión de la salud humana ha cambiado. En los ‘70, viejas
definiciones biomédicas de salud, basadas en la “ausencia de enfermedad”, fueron criticadas como
reduccionistas y limitadas en su alcance (Evans y Stoddart, 1990), y los investigadores clínicos
comenzaron a definir la salud como un fenómeno biopsicosocial, multifactorial, dinámico que
influencia el funcionamiento físico, psicológico y social (Engle 1977; Evans 1994; Singer y Ryff
2001). En salud pública, “modelos de campo” fueron usados para rendir cuentas sobre una amplia
gama de cuestiones que afectan la salud (gobierno canadiense 1974) y para guiar el desarrollo de la
investigación en salud, mediciones y política.(Dur ch, Bailey, and Stoto 1997; Evans y Stoddart
1990; Halfon et al. 2000; Kindig 1997). Los modelos de campo conectan los determinantes de
varios dominios (campos) –incluyendo los factores globales (físico, ambiental, socioeconómico),
factores de nivel medio (cuidado de la salud, intervenciones de comportamiento), e individual,
pequeño grupo, y factores comunitarios- para explicar los orígenes de la enfermedad, salud y
bienestar (Evans y Stoddart 1990), como los esfuerzos clínicos para reconceptualizar la salud en
términos biopsicosocial.
Hoy en día, comienzos del siglo XXI, nuestro concepto de salud se ha ampliado. Por ejemplo, una
nueva definición de salud recientemente sugerida por la región europea de la Organización Mundial
de la Salud dice:
“Salud es le grado en que un individuo o grupo es, por un lado, capaz de realizar sus aspiraciones y
satisfacer sus necesidades, y, por el otro, de cambiar y hacerle frente al medio. La salud es vista,
entonces, como un recurso para la vida cotidiana, no el objetivo de la vida; es un concepto positivo
que enfatiza los recursos sociales y personales, como así también las capacidades físicas.” (citado
en Young 1998, 1)
Nuestra visión sobre la causas de la enfermedad y los caminos previos a ella también se han
ampliado, ya que se ha vuelto claro que los riesgos en salud son creados y mantenidos por los
sistemas sociales y que la magnitud de esos riesgos es en gran manera una función de disparidades
socioeconómicas y gradientes psicosociales (Ben-Shlomo and Kuh 2002; Brunner y Marmot 1999;
Hertzman 1994; Hertzman et al. 2001; Singer y Ryff 2001). Por consiguiente, nuestros esfuerzos
para reducir las disparidades en salud no puedne más ser confinadas solamente a proveer mejor
acceso y más recursos para hacer frente a las necesidades de los que lo necesiten. Ahora
comprendemos que debemos hacerle frente a los factores sociales subyacentes que determinan estas
disparidades en salud, incluyendo las diferencias en ingresos, beneficios de empleo, e inclusive la
calidad de las relaciones sociales y familiares.
Las disparidades en los resultados de salud y en los factores psicosociales que contribuyen con ellos
están presentes en la vida y son expresados y compuestos durante la vida de una persona (Keating y
Hertzman 1999; Wadsworth 1999). Los factores de riesgo están insertos en la constitución biológica
de una persona, manifestados en las disparidades en la salud de la población, y mantenidas por
fuerzas sociales, culturales y económicas (Hertzman 2000). Para entender los orígenes y efectos de
estas disparidades en salud, confiamos en un análisis del medio biológico, psicológico,
socioeconómico, cultural y físico y su impacto en la salud de los individuos y las poblaciones
(Blaine 1999; Boyce et al. 1998; Bronfennbrenner 1979; Hertzman 2000; Lerner 1992). Ya que los
estudios sobre las disparidades en salud han demostrado puntos sensibles, necesitamos un modelo
conceptual integrado para traducir la evidencia en políticas, prácticas y sistemas de salud.
El campo de la ciencia del desarrollo soporta una relevancia desvalorizada por la ciencia de la salud
y las políticas en salud (Cains, Elder y Costello 1996). Algunos de los primeros desarrollistas
visualizaban el desarrollo humano como el despliegue de un proceso de maduración predeterminado
genéticamente y de acuerdo a esto le atribuían menos influencia a factores ambientales. Teorías del
desarrollo más recientes ponen mayor énfasis en el rol de una transacción genético-ambiental
dinámica y sobre los mecanismos a través de los cuales contextos sociales inducen cambios en
funciones biológicas y psicológicas (Gottieb 1996; Magnusson and Caims 1996; Sameroff y Fiese
2000). Los modelos de desarrollo contextual dinámicos más recientes combinan transacciones
genéticas, cambios en el contexto social, y factores biológicos y ambientales para seguir la pista del
efecto de la coordinación de los eventos del desarrollo sobre sus trayectorias. (Dawson, Ashman, y
Carver 2000; Meaney 2001). Esto es decir, cómo los genes son expresados está determinado por el
ambiente físico, psicológico y social de una persona en particular (Kandel 1998). En consecuencia,
las relaciones sociales pueden influenciar la expresión de ADN a través de la vida de una persona
(Sameroff y Fiese 2000; Worthman 1999). Estos conocimientos tienen implicancias poderosas en
políticas de salud.
Nuestro actual conocimiento científico de la salud y el desarrollo humano converge alrededor de
varios puntos clave, los cuales se resumen y elaboran a continuación.
ü
ü La importancia de la inclusión: inclusión es el proceso por el cual las experiencias son
programadas en la estructura y funcionamiento de los sistemas biológicos y de conducta
(Hertzman 1999).
ü
ü El rol de los factores de riesgo y protectores: los investigadores en salud y desarrollo humano
concuerdan que el balance entre el desarrollo y la salud gana y crece contra el deterioro y la
pérdida, un balance que involucra interacciones entre factores protectivos y de riesgo (Baltes y
Graf 1996; Breslow 1999).
ü
ü La significancia de marcos temporales extendidos: el conocimiento actual del desarrollo de la
salud y la enfermedad pone de relieve cómo la experiencia al comienzo de la vida se relaciona
con resultados funcionales en el transcurso y final de la vida (Ben-Shlomo and Kuth 2002;
Hertzman 1994; Meaney 2001; Singer y Ryff 2001; Wadsworth 1999). Una perspectiva de
desarrollo del curso de vida se dirige a la secuencia de eventos a lo largo de una vida comple ta
y también rinde cuenta de las influencias intergeneracionales.
ü
ü La complejidad de los determinantes de los resultados de salud: la salud y la ciencia del
desarrollo reconocen la multidimensionalidad y complejidad de causas, incluyendo cómo los
sistemas biológicos, psicológicos, sociales y ambientales interactúan para influenciar los
resultados de salud y desarrollo (Lerner y Benson 2002; Boyce et al. 1998).
ü
ü Representación del desarrollo de la salud como trayectorias funcionales: la salud y la
ciencia del desarrollo presentan cambios en el estado funcional sobre el tiempo en términos de
trayectorias de desarrollo.
Conceptos y principios
Aunque los procesos básicos del desarrollo humano están genéticamente programados, la
expresión del gen se modifica por el medio ambiente pasado y presente.
Contexto Temporal de Desarrollo Humano
Ejemplos
1.- Etapas del ciclo de vida Prenatal- Infancia-Niñez-Adolescencia-Adultez- Mediana Edad -Vejez
2.-Transiciones y puntos de cambio Familia Preescolar Escuela Lugar de Trabajo Jubilación
En cualquier contexto ambiental particular, uno o dos factores (por ejemplo: acceso a la
alimentación, nivel de estrés psicosocial, contaminación ambiental) pueden ser especialmente
importantes para resultados específicos de salud (ej.: crecimiento, adaptación psicológica,
exacerbación de asma), pero es probablemente raro que un solo factor ambiental no esté
correlacionado con otros factores influyentes del mismo ambiente. Además, estos nidos ambientales
múltiples son dinámicos, y durante diferentes etapas de la vida, su influencia relativa cambia
(Nordio 1978). Por ejemplo, el medio familiar tiene un efecto relativamente mayor en el desarrollo
de la salud en la niñez, donde el vecindario y los comportamientos individuales se tornan más
importantes a medida que crecen (Wadsworth 1999). La influencia de los pares predomina al
modelar el desarrollo de la salud en adolescentes, donde las redes sociales y los sistemas de servicio
específicos por edad son la principal influencia en las adaptaciones compensatorias a la pérdida
funcional en personas de mayor edad.
Para comprender cómo los nidos ambientales múltiples afectan el desarrollo individual, los
sociólogos del curso de vida han creado el concepto de “trayectorias de vida ”. El concepto de
trayectoria de vida contrasta con la visión anterior de ciclo de vida como una simple trayectoria
lineal, dividida por edades y etapas ligado a la finitud de la muerte (Bury 1998; Featherstone y
Hepworth 1998). Una investigación de Elder y sus colegas definieron la trayectoria de vida desde la
niñez en adelante como influenciada por el ambiente prevalente histórico, social, económico y
cultural. Describieron cómo las familias usaron para el bienestar de sus hijos sus roles adaptativos y
sus capacidades para minimizar el efecto de la Gran Depresió n de los 30. También observaron
cómo otros eventos históricos mayores tuvieron lugar durante momentos sensibles dando forma a
sus ciclos de vida. (Elder 1974; Elder 1998a, 1998b; Elder, Liker, y Cross 1984; Elder, Van
Nguyen, y Caspi 1985). Una enorme investigación del ciclo de vida describe trayectorias de
desarrollo ambientales (trayectorias de vida) de acuerdo con la secuencia, impacto, e influencia
acumulativa de eventos en un rango de resultados desde el nacimiento, la transición y la salida de la
etapa laboral.
Aún si los ambientes sociales y las experiencias influencian el desarrollo de la salud en todas las
etapas, se cree que aquellas condiciones en la vida temprana tienen un efecto poderoso en la
morbilidad, en gran manera debido a los persistentes atributos de bioconductas que se necesitan en
los primeros años de vida (Friedman et al. 1993; Haan, Millsap, y Hartka 1986; Schwartz et al.
1995). El Estudio de Seguimiento de la Cohorte de Nacidos en Inglaterra de 1946 proporcionó
evidencia extensiva del efecto de la experiencias de los primeros años de vida en las funciones
cognitivas (Richards et al. 1999, 2001), las trayectorias en el crecimiento físico (Montgomery,
Bartley, y Wilkinson 1997), la menopausia (Hardy y Kuh 1999; Kuh, Wadsworth, y Hardy 1997),
presión sanguínea (Wadsworth et al. 1985), enfermedades psicóticas (Jones et al. 1994), salud
respiratoria (Mann, Wadsworth, y Coley 1992), y otras enfermedades serias (DeStavola et al. 2000;
Pless et al. 1989). Otros estudios demo straron una relación de “dosis respuesta” entre la exposición
al abuso o disfunción familiar durante la niñez y la prevalencia, severidad, y la edad del inicio de la
enfermada adulta (Felitti et al. 1998). Varios estudios recientes conectaron la relación entre la niñez
y el medio social y la frecuencia de la salud y el resultado de la salud mental (Instituto de Medicina
2001; Repetti, Taylor, y Seeman 2002; Singer y Ryff 2001). Estudios recientes de adolescentes en
la ciudad de Chicago también identificaron cómo ciertas redes sociales pueden determinar los
estados de riesgo y la capacidad de recuperación e influenciar en las trayectorias del curso de vida
(Sampson y Laub 1993, 1996; Sampson, Raudenbush, y Earls 1997).
La trayectoria de vida del desarrollo de la salud está definida por el patrón acumulado de
experiencias de individuos y poblaciones en muchos contextos, reflejando la importancia de
transiciones en el desarrollo, cambios, y trayectorias (Moen y Wethington 1999). Insultos del medio
pueden causar daño de manera gradual e independiente o pueden agruparse en patrones de
comportamiento social (Ben Shlomo y Kuh 2002). Por ejemplo, un niño que vive en un ambiente
carenciado puede ser más probable que sea testigo de violencia interpersonal y subsista de una dieta
pobre y esté expuesto a toxinas ambientales. Con el tiempo, este mismo niño puede ser menos
probable que asista a preescolar, tenga asistencia educacional en la casa, o vaya a la escuela que le
facilite las relaciones con pares más aventajados. Los efectos de estas experiencias y medio
ambiente se agravan a medida que el niño atraviesa cada transición y cada giro a lo largo de su vida
(Blaine 1999). Pequeños efectos iniciales, tales como la reducción de su disposición escolar puede
multiplicarse a medida que sus logros escolares disminuyen con respecto a otros niños y pueden
verse reforzadas con menor disposición en el lugar de trabajo más tarde en su vida (Phillips, Crouse,
y Ralph 1998).
Debido a que cada sistema provee de un contexto operacional para los otros, cada uno también
ofrece oportunidades e impone limitaciones en el funcionamiento de los otros. El gráfico 2 muestro
como las trayectorias pueden conectar los distintos sistemas funcionales, permitiendo de esta
manera mayores niveles de integración y funcionamiento. En este esquema simplificado, el cerebro
traduce la información emocional y cognitiva que recibe y la transforma en funciones inmunes y
endocrinas, y el sistema inmune, a través del hipotálamo, le pasa información sensorial al sistema
nervioso acerca de la naturaleza y magnitud de una infección.
Por ejemplo, a través de la modulación del metabolismo, el sistema endocrino juega un rol central
en la asignación diaria de recursos fisiológicos. Mediatiza la interface entre el individuo y su medio
ambiente mediante la regulación de respuestas a tensiones y desafíos por medio de un rango de
ajustes facilitadores, el grado de crecimiento y transiciones de desarrollo temporales como la
pubertad y la menopausia (Worthman 1999). El sistema endocrino ha sido comparado con una
computadora sofisticada, con la capacidad de entrar y salir de sus programas de aplicación. Puede
marcar el ritmo del crecimiento y también asignar recursos a otros sistemas somáticos. Incluso
puede controlar el crecimiento a través del tiempo, usar recursos corrientes selectivamente para
hacerle frente a demandas adaptativas inmediatas de tal manera que limiten o aumenten su
disponibilidad futura.
ESTÍMULOS ESTÍMULOS
NO-COGNITIVOS COGNITIVOS
(Tumor, virus, bacteria, etc.) (Físicos, emocionales, etc.)
Citocinas
Estimulación
Neuroendocrina
Endorfinas
Hormonas de células
del órgano diana
El caso de desnutrición fetal constituye un ejemplo de cómo las trayectorias funcionales del sistema
endocrino pueden ser modificadas en respuesta al estrés ambiental. Niños mal nutridos manifiestan
una respuesta lerda del factor de crecimiento de insulina al crecimiento hormonal y una
hipercorrespondencia al factor de descarga de hormonas del crecimiento. Este patrón es indicativo
de resistencia del receptor (Barker 1992). Como resultado de estos cambios, los niños mal
alimentados crean un nuevo punto de metabolismo de glucosa. Estos cambios fisiológicos revelan la
trayectoria de desarrollo que pueden dar cuenta de la asociación observada entre la desnutrición
temprana y la baja tolerancia de glucosa en el adulto y un riesgo mayor de contraer diabetes. (Baker
1992; Worthman 1999).
Aunque el sistema endocrino de cada persona tiene el mismo diseño básico y arquitectura funcional,
cada función de alguna manera diferente debido a la variación genética y las influencias del medio
ambiente, resultando en niveles hormonales que varían tanto como un quíntuplo entre individuos
(Worthman 1999). Los antropólogos como Worthman han comenzado a explorar como diferentes
ecologías humanas podrían estimarse por las variaciones en funciones endocrinas modificando
umbrales, modulando la intensidad de las interacciones funcionales entre los sistemas endocrino,
inmune, y nervioso; transformando cambios de desarrollo específicos por edad; e influenciando las
funciones regulatorias (Worthman 1999). Otros sistemas de comportamiento han evolucionado de
una manera parecida, con características de diseño únicas que tienen influencias en como están
programadas y cómo controlan los cambios en la capacidad funcional durante el curso de la vida.
Dos ejemplos ayudan a ilustrar como las microvías desarrollan y funcionan en respuesta a las
influencias contextuales que dan forma al desarrollo humano (Holt y Sly 2000).
Investigaciones sobre el inicio, evolución e impacto del asma infantil ha proporcionado evidencia
de cómo los sistemas nervioso, respiratorio e inmune interactúa n para determinar la trayectoria del
inicio del asma y la morbilidad (Holt, Sly y Bjorksten 1997; Klinnert et al. 2001; Leung 1997;
Martinez y Holt 1999). Eventos en la vida temprana influencian el desarrollo de los pulmones y la
receptividad del sistema inmune, como así también la susceptibilidad de la persona a infección y los
desafíos alergénicos y tóxicos a las vías aéreas (Holt y Sly 1997). Los períodos críticos y las vías
por las cuales estas tempranas influencias operan sobre el asma ahora incluyen patrones claves de
respuesta a la exposición pre y postnatal (Holt y Sly 1997; Leung 1997). Además, enfermedades
infecciosas tempranas y exposición a antígenos pueden provocar o desviar y amplificar
genéticamente respuestas inmunes programadas (Holt y Sly 1997; Martínez y Holt 1999). La
programación temprana de estos patrones de respuesta tienen una influencia significante en la
trayectoria de la función del pulmón adulto (Strachan 1997). Por ejemplo, mediciones a lo largo de
la vida del volumen respiratorio forzado demuestran que menores trayectorias de función en el
tiempo están asociados no sólo a la discapacidad prematura y la enfermedad, sino también a la
disminución acelerada del estado funcional de la salud y una temprana expresión de enfermedad en
adultos (Kerstjens et al. 1997; Weiss 1995).
Otro ejemplo de psicopatología ambiental demuestra que los efectos a corto y largo plazo de
relaciones tempranas debilitadas en el desarrollo de niños a largo plazo (Cicchetti y Aber 1998). Un
buen ejemplo de este fenómeno es el efecto de la depresión maternal en el desarrollo del infante.
Relativo a las madres, aquellas que están depresivas expresan afectos más negativos, son menos
atentas y están menos comprometidas con sus niños, y, cuando están atentas, son más intrusivas y
controladoras y fallan al responder a las señales emocionales de sus hijos (Dawson, Hessel, y Frey
1994). Sus hijos tienen lapsos de atención más cortos, menos motivación a realizar sus tareas,
elevado ritmo cardíaco, elevado nivel de cortisol, y actividad de electroencefalograma reducida en
la corteza frontal derecha, todo esto se correlaciona con la experiencia de afectos negativos en
adultos (Dawson, Hessel, y Frey 1994). Datos longitudinales de niños de madres depresivas indican
que el ritmo cardíaco elevado y nivel de cortisol pueden persistir y representar una programación
funcional del umbral automático del niño. Si fuese cierto, esto podría explicar en parte el hallazgo
de Coghill y sus colegas (1986) que luego de controlar el estatus de depresión materno cuando el
niño tenía cuatro años, la depresión materna durante el primer año de vida del niño era predecible
de la habilidad cognitiva a esa edad.
Mecanismos que dan cuenta de la variación en las trayectorias del desarrollo de la salud
El desarrollo de la salud puede ser entendida como la interacción entre mecanismos programados y
acumulativos, los cuales están controlados por los genes, experiencias, y respuestas de adaptación
pasadas (Powers y Hertzman 1997). Influencias similares, o mecanismos, son conocidos por
diferentes nombres en otros campos; por ejemplo, en la neurobiología del desarrollo sináptico, los
mecanismos acumulativos son descriptos como “experiencia dependiente” y los mecanismos
programados como “experiencia expectante” (Greenough, Black, y Wallace 1987)
Mecanismos acumulativos se refieren a los efectos que son en gran parte independientes de un
estado de desarrollo particular y/o tiempo de exposición pero en cambio son dependientes en dosis
de exposición. El conocimiento de salud pública tradicional de enfermedades crónicas confía
implícitamente en vías de enfermedad acumulativas. Modelos acumulativos de enfermedad están
basados en la relación entre el número de factores de riesgo social que un niño experimenta y su
éxito intelectual (Sameroff et al. 1987; Sameroff et al. 1993), o en los efectos acumulativos de
varios resultados de una exposición prolongada a un factor de riesgo específico como el humo del
cigarrillo (Elford, Whincup, y Shaper 1991). Además, numerosos estudios han examinado el
impacto acumulativo de factores de riesgo, por ejemplo, para enfermedades coronarias, incluyendo
la obesidad, hipertensión, colesterol, y tabaquismo (epstein 1996; Kuh y Davey Smith 1997;
Kromhout, Menotti, y Blackburn 1994). Be n-Shlomo y Kuh han pulido la clasificación de
mecanismos acumulativos para definir los patrones de grupos de riesgo y “cadenas de riesgo” donde
una exposición beneficial o adversa tiende a conducir a otra (Ben.Shlomo y Kuh 2002).
Estos modelos acumulativos y de programación revelan la naturaleza del desarrollo de la salud, los
cuales explorarán más completamente cuando consideremos las implicancias de LCHD para las
políticas de salud. Los modelos de programación muestran cómo y por qué experiencias tempranas
importan para resultados posteriores. Períodos sensibles, aprendizaje temprano, inducen el
desarrollo, y la programación de sistemas somáticos para décadas de función – todas tienen
significación para el envejecimiento y debilitamiento. Además, estos efectos potenciales a largo
plazo producen preguntas importantes de política acerca del valor potencial de concentración de
recursos en el mejoramiento y optimización de estados de desarrollo iniciales versus concentración
de la reducción de riesgos y la promoción de resultados positivos para las personas ya expuestas a
condiciones iniciales menos óptimas (Smith 1999; Wadsworth 1999).
Períodos críticos y sensibles durante una vida. Aún a comienzos del siglo XX, se creía que las
experiencias de los niños determinaban y predecían la salud del adulto y la mortalidad (Bloom
1964; Draper 1924). Pero no fue hasta los años 80 y principio de los 90 que las investigaciones
fueron capaces de demostrar cómo las experiencias en la niñez temprana conducían a enfermedades
crónicas en individuos y poblaciones a través de procesos sociales y biológicos dependientes del
tiempo específico (Davey Smith y Kuh 2001; Gottlieb 1996; Kuh y Ben-Shlomo 1997; Sameroff et
al. 1987; Sroufe 1997). Durante estas dos décadas, los estudios epidemiológicos han encontrado un
efecto predecible independiente para la enfermedad en el adulto y la incapacidad de los factores
prenatales y de la niñez temprana tales como el peso al nacer, aumento de peso durante la infancia,
y grado de crecimiento y altura; las circunstancias socioeconómicas maternas y apego al niño; el
éxito educativo del niño; y el abandono del tabaquismo por parte de los padres (Barker 1998;
Hertzman 1994; Powers y Hertzman 1997; Rodgers 1994; Wadsworth 1991). Algunas de estas
exposiciones ejercen su influencia por varios años, donde otras influencias sólo lo hacen en marcos
de desarrollo limitados.
El desarrollo del sistema nervioso demuestra la importancia de períodos críticos durante los cuales
una persona debe sobrepasar experiencias normativas revolucionarias y sus actividades neuronales
asociadas de tal manera que creen un patrón adulto óptimo de conexiones neuronales (Carlson y
Earls 1997; Penn y Shatz 1999). Por ejemplo, los estudios de la estructura y función del área visual
de la corteza cerebral en primates muestra que el establecimiento de conexiones neuronales y sus
subsecuentes interrupciones (pruning) dependen del tipo de estimulación visual provista por el
medio ambiente (Hubel y Wiesel 1965; Hubel, Wiesel, y Levay 1977). Asimismo, la complejidad y
la rapidez del desarrollo neuronal crea un período crítico de vulnerabilidad neuronal que se extiende
desde el final del segundo trimestre de gestación hasta bien entrada la primera década de la niñez
(Huttenlocher 1990; Huttenlocher y Dabholkar 1997; Penn y Shatz 1999). La diferencia entre
déficit ambientales idénticos que ocurren entre períodos críticos y no críticos se ejemplifica en la
discapacidad visual y el desarrollo de ambliopía en humanos. Cataratas en un niño menor de 18
meses que no ha sido tratado con prontitud pueden conducir a la pérdida de gran parte de su visión,
mientras que las cataratas en una persona de alrededor de 60 años no tiene consecuencia adversa en
la organización cortical debido a la relativa estabilidad de conexiones neuronales maduras.
El funcionamiento del cerebro y la conectividad neuronal básica son modeladas por la experiencia
(Einsenberg 1995, 1999; Penn y Shatz 1999). La trayectoria y tiempo de desarrollo del cerebro y el
crecimiento de la conectividad neuronal son dependientes del interjuego entre el programa genético
y una variedad de eventos externos y experiencias. Los genes determinan la trayectoria básica de
conexiones neuronales y las actividades neuronales de la experiencia dependiente y la experiencia
expectante comparten los detalles (H Greenough, Black y Wallace 1987)
Las respuestas neuronales durante los períodos críticos son la “experiencia expectante”. Esto es,
células nerviosas programadas toman la ventaja de la experiencia y los estímulos que están
normalmente disponibles a las especies para guiar el desarrollo de atributos específicos de
individuos de esas especies. En otras palabras, las células nerviosas están genéticamente
estructuradas para usar sus entradas esperadas de los estímulos sensoriales para programar sus
funciones de desarrollo. El sistema visual y auditivo cuentan con la presencia esperada de los
medios visuales y auditivos sobre los cuales los humanos evolucionan. La plasticidad de la
“experiencia dependiente” es la habilidad del cerebro para aprender de sus experiencias
acumulativas y únicas y funcionar y responder a claves ambientales específicas. Por ejemplo, la
capacidad humana de aprender una lengua es experiencia expectante, programada por la exposición
a cualquier lengua, mientras que el aprendizaje del inglés en vez de japonés es experiencia
dependiente. Estos constructos son los equivalente sinápticos, de los mecanismos acumulativos y
programados recién descriptos respectivamente.
Las experiencias específicas de la edad dan forma a los atributos funcionales y estructurales del
sistema nervioso en desarrollo. Los estudios de Suomi (1999) en monos con cruce de crianza y los
estudios de Meaney (2001) del mismo tipo pero con ratas muestran dramáticamente cómo el cambio
de los ambientes de crianza de manera temprana puede transformar la expresión de la producción de
neurotransmisores programados genéticamente y los resultados en sus comportamiento. Aunque se
han realizado estudios a nivel celular de neuromaduración no análogos en humanos, los estudios
epidemiológicos sugieren que la función cerebral más adelante en la vida pueden también ser
influenciada por experiencias dela vida temprana, con diferencias en el éxito educativo que cuentan
en un cuarto de diferencia en el riesgo de demencia tipo mal de Alzheimer (D’arcy 1994). La
noción de períodos críticos y sensibles ha sido también usada para considerar el tiempo óptimo de
alteración de la trayectoria de una enfermedad, tal es el caso del período crítico hipotetizado cuando
drogas anti- inflamatorias no esteroidales pueden influencias en el riesgo de la enfermedad de
Alzheimer (Breitner y Zandi 2001).
Escalas temporales múltiples. Una tercera característica crítica del desarrollo humano es el rol de
las escalas temporales múltiples y los contextos cronológicos cuyas relaciones de cambio son
responsables por las variaciones importantes en las trayectorias de desarrollo de la salud. El
desarrollo social, cognitivo, psicológico y biológico ocurre en diferentes escalas temporales, cada
cual con su propios giros y puntos de transición significativos. Por ejemplo, los procesos biológicos
están regulados por el “reloj biológico” de un organismo, el cual está genéticamente programado e
influenciado por varios mecanismos de retroalimentación fisiológica. El reloj biológico determina el
comienzo de la pubertad y la emergencia de la capacidad reproductiva para machos y hembras, pero
también está influenciada por los cambios culturales y sociales, como evidencia de los cambios en
el comienzo de la pubertad y los cambios en la menarca (Worthman 1999).
Los marcos temporales psicológicos se reflejan en las etapas particulares de desarrollo psicológico
y están influenciadas por transacciones entre el proceso de desarrollo neuronal y las experiencias
sociales. Freud, Erickson, Piaget, Levenson, y otros psicólogos del desarrollo ilustraron cómo estos
procesos psicológicos pueden ser construidos y cómo funcionan. A nivel cultural, estadios definidos
socialmente como “niñez mediana” y “adolescencia” y las expectativas sociales basadas en la edad
cronológica y la apariencia exterior representan marcos temporales adicionales.
Una característica clave de estas escalas temporales culturales, psicológicas, y biológicas diferentes
es el hecho por el cual eventos de desarrollo críticos pueden ocurrir en la variación de relaciones de
uno a otro en la misma persona. Por ejemplo, los adolescentes pueden entrar a la secundaria a la
misma edad cronológica pero funcionar a niveles de maduración emocional y desarrollo psicológico
diferentes. La sincronización de estas escalas temporales diferentes, las cuales han sido modeladas
por las fuerzas de la evolución, permite procesos sociales, culturales y biológicos para interactuar
armoniosamente. Durante períodos de rápidos cambios históricos, sociales y culturales, estas
escalas temporales pueden empujarse o retenerse entre sí, conduciendo a interacciones incoherentes.
Por ejemplo, los adolescentes ahora logran la maduración reproductiva a más temprana edad,
mientras que el mismo tiempo la adolescencia se ha extendido hasta bien entrados los veinte, sin la
necesidad de casarse o comenzar a trabajar entre los 16 y los 20, lo cual era norma hace un siglo.
Para muchos adolescentes la presión social sobre su autonomía psicosexual directamente choca con
su dependencia familiar prolongada. Ahora que las familias han logrado movilidad residencial sin
precedentes históricos, muchas personas de edad avanzada se han convertido en sujetos aislados,
descuidados y propensos a la depresión. Estos cambios sutiles en las relaciones entre diferentes
escalas temporales de desarrollo específicas pueden tener profundas consecuencias para la respuesta
adaptativa de aquellos sistemas regulatorios que determinan el desarrollo de la salud (Worthman
1999).
Reconceptualizar las mediciones en salud. Los principios de este marco ofrece una
conceptualización diferente de los individuos y el cuidado de la salud en los Estados Unidos.
Actualmente, la salud de los individuos y las poblaciones se mide de acuerdo a los resultados en
salud – enfermedad, discapacidad, disfunción, y mortalidad (Haggerty 1983; Young 1998). Las
mediciones mas corrientemente usadas están basadas en déficits, usando niveles de deterioro en las
definiciones del estatus de la salud (Patrick y Erickson 1993). Ni siquiera medidas relativamente
integradoras se focalizan en el grado de deterioro desde el estado hipotético de salud total (Patrick y
Erickson 1993). En contraste, la salud evolutiva se dirige a la salud potencial no expresada de
individuos y poblaciones (Hertzman 1999).
De acuerdo a este marco, las diferencias en las trayectorias de salud explican probablemente
muchas de las variaciones en la naturaleza y valoración de deterioros en salud posteriores. Un
enfoque informado de este marco no sólo mide el déficit individual sino también calcula sus
ventajas en salud, como inversores valorar las ventajas y responsabilidades para determinar sus
posiciones financieras actuales. La medición de ventajas en la evolución de la salud apoya las
políticas basadas en la construcción de ventajas individuales y comunitarias. Un concepto ya usado
en el campo del desarrollo comunitario (McKnight 1999), y anima a usar los constructos de
medición de salud que identifican la salud positiva y el bienestar y no sólo la enfermedad y sus
deficits (andrews y Ben-Arieh 1999; Breslow 1999, Lerner y Benson 2002).
Estos pasos podrían monitorear mejor la salud de los individuos y poblaciones. Usando un enfoque
más integrado, una comunidad podría determinar sus éxitos y déficit en salud, crear una base para
pronósticos a largo plazo, y promover resultados positivos en el desarrollo de la salud para la
comunidad en su conjunto (Chrvala y Bulger 1999; Halfon et al. 2000).
Monitoreo de la salud individual. Este marco también puede ser usado para identificar marcadores
biológicos de estrés del desarrollo en la niñez que no sólo identifica exposiciones actuales sino
también puede programar al niño para superar riesgos en el futuro. Usando este enfoque, las
estrategias de medición podrían conectarse más a través de sistemas fisiológicos y marcos
temporales evolutivos. Por ejemplo, para entender la relación del temperamento de una persona,
competencia social, y actividad cortical adrenal, nuevas estrategias podrían recolectar datos de estos
dominios a través del tiempo (Gunnar et al. 1997). Una mejor comprensión de estos factores
mediatizadores y mejores estrategias de mediciones podrían conducir a una mejor definición de las
vías evolutivas que influencian las trayectorias y el potencial de nuevos biomarcadores para juzgar
la función y mutabilidad de cualquier trayectoria dad (Boyce et al. 2001; Dawson, Ashman y Carver
2000).
La evidencia de las investigaciones indican que las trayectorias evolutivas pueden ser redirigidas
por estrategias basadas en la población que transforman las experiencias de la vida temprana de las
personas. Este concepto fue usado en tales intervenciones bien conocidas como Elmira New York
Home Visitation Study, el Abecederian Projecto, y el Perry Pre-School Project (Campbell y Ramey
1995;Olds et al. 1997; Ramey et al. 1992; Weikart, Kamil, y Radin 1994). Estos estudios mostraron
que cuando los niños y fa milias en riesgo reciben intervenciones globales que transforman los
contextos básicos y relaciones por medio de, por ejemplo, educación a los padres y enriquecer el
ámbito del preescolar, su trayectoria evolutiva puede ser significativamente alterada, comparada
con las de otros chicos que no recibieron tales intervenciones (Karoly at al. 1997).Ni siquiera
cuando los cambios en el coeficiente intelectual (IQ) no fuesen significativos o sostenidos, estos
programas de intervención temprana aumentan sustancia lmente las habilidades no cognitivas y el
éxito social (Heckman 1999). Los estudios han demostrado que el éxito es posible con la
participación de una amplia gama de institutos y organizaciones comunitarios, incluyendo escurlas
y agencias de servicio socia l (Keating y Hertzman 1999). Los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, y
Australia están actualmente implementando estrategias globales para mejorar los resultados en el
desarrollo de los niños basados en la información de estos estudios de intervenciones (Halfon y
McLearn 2002).
Lo que proponemos es más que una reformulación de lo que Alpert, Charney y Starfield definieron
como cuidado primario de buena calidad (Starfield 1998). Aunque hay importantes similitudes en
forma y función, creemos que el nivel de integración propuesto dentro y a través del sistema de
salud es cualitativa y cuantitativamente mayor que “buen cuidado primario”. El tipo de integración
propuesto requeriría cambios en los sistemas que apoyan y mantienen el reparto de servicios de
salud, como así también en los otros sistemas relacionados al cuidado de la salud, tales como
educación primaria, cuidado de la gente con discapacidades de desarrollo, bienestar del niño y la
familia. También requerirá de cambios programáticos y políticos en la práctica, sistema del cuidado
de la salud, comunidad, y niveles políticos.
Para que las organizaciones y sistemas de salud se integren más longitudinalmente, necesitaremos
desarrollar sistemas informáticos de salud, redefinir las vías de gestión de salud, y proveer de
incentivos fiscales a las organizaciones que promocionen la salud a largo plazo. Hemos sugerido
también que combinando vertical, horizontal y longitudinalmente estrategias de integración
permitiría la construcción de una llamada Organización de Desarrollo de la Salud (HDO), un
sistema global que diferiría de HMO por su enfoque en el desarrollo de la salud y su conexión
horizontal de la salud, educación, y servicios sociales a nivel comunitario (Halfon, Inkelas, y
Hochstein 2000).
Existen varias maneras posibles de lograr el tipo de integración vertical, horizontal, y longitudinal
contemplada en el HDO:
• Medicare y Medicaid podría comenzar a incorporar los principios del marco LCHD en sus
métodos de pago y marcos regulatorios. Por ejemplo, ellos podrían pagar por la
coordinación e integración del cuidado a través del tiempo como parte de una vía de gestión
de la enfermedad y la salud o pagar por servicios específicos que dirigen mecanismos
adaptativos durante períodos críticos y sensibles. Si este enfoque tiene éxito en mejorar los
resultados, otros compradores de cuidado de la salud pueden tener una buena razón para
demandar mayor responsabilidad de la que hay que rendir cuenta a través de HEDIS (Health
Plan Employer Data and Information Set) u otros sistemas de responsabilidad.
• Para enmarcar y vender los principios LCHD, el gobierno federal podría crear una cámara
de compensación para información sobre los asuntos LCHD. Esta cámara sería responsable
por la compilación de la mejor información clínica sobre el marco, el cual incluiría
investigación sobre el desarrollo y efectividad de los biomarcadores por la carga alostática o
la efectividad por las intervenciones tempranas familiares para mejorar el desarrollo de los
niños.
• Finalmente, el gobierno federal podría ofrecer incentivos, particularmente en cuidado
pediátrico, que favorecen aquellos servicios que habían demostrado éxito en salud
preventiva y del desarrollo, como así también como aseguradoras de crédito y proveedores
que hicieron más para aumentar los logros en la salud de individuos y comunidades.
Financiamiento del cuidado de la salud
El porcentaje creciente de productos domésticos dedicados al cuidado de la salud subrayan su
importancia en la economía nacional de cómo exactamente los Estados Unidos “producen salud”
(Evans 1994). El sistema de salud norteamericano no gasta dinero de una manera que sea probable
optimizar la salud de la población, porque su política actual de financiamiento es ampliamente
diseñada para responder a la enfermedad y el cuidado se paga como una pérdida. Como nación
debemos decidir cómo los servicios del cuidado de la salud son financiados. Se ha teorizado
bastante que la optimización de la salud de la población requiere de un mayor énfasis en la
inversión (Mushkin 1962). Los retornos sociales y económicos desproporcionados están disponibles
de las inversiones durante la infancia, niñez, y adolescencia (Heckman 1999) porque inversiones
tempranas aumentan la productividad por décadas en el futuro (Grossman 1972) y porque, ya que la
evidencia de este marco sugiere, que tales inversiones pueden retrazar e incluso eliminar futuros
costos en salud. Sin embargo, nosotros seremos capaces de solucionar la crisis fiscal por el cuidado
de la salud o proveer de los incentivos apropiados para transformar la organización y reparto de
servicios de salud por el simple gasto más en servicios preventivos llamándolo inversión,
especialmente cuando los diseñadores de políticas y pagadoras están buscando reducir las
erogaciones. Debido a nuestro énfasis generalizado en las políticas de recorte de gastos, la
consideración de nuevas y creativas formas de invertir en salud, no sólo a través de la prevención,
sino a través de estrategias probadas de desarrollo de salud a largo plazo serán difíciles de vender a
los diseñadores de políticas.
El sistema de salud americano tiene problemas en considerar las erogaciones en salud como
inversión y continúa gastando la mayor parte del dinero en salud al final de la vida, cuando la
trayectoria de salud está en relativa disminución (Cutler y Meara 1999). Aunque este gasto tiene
metas humanitarias esenciales, también asegura que las erogaciones permanecerá altas y enfocadas
en la consumición antes que la inversión, y garantiza que la salud futura y el estatus funcional de las
ganancias será mínima y las erogaciones continuarán siendo concentradas en el último año de vida.
Debido a cómo la salud ha sido enmarcada en los Estados Unidos, los gastos de rutina están basados
en estrategias de financiamiento a corto plazo y utilizan los seguros de salud diseñados para cubrir
episodios de enfermedades severas o daños importantes. Los econo mistas clasifican todos los gastos
médicos como consumos, y los mecanismos de pagos están estructurados para compensar las
pérdidas a proveedores. No hay un mecanismo actual para grabar los gastos de cuidado de la salud
como “inversiones” cuyo valor futuro será medido y cuyo rendimiento relativo puede ser
comparado con aquél o inversiones alternativas. Sin una conceptualización fundamental del gasto
en salud como inversiones o la habilidad de medir inversiones que son encarnadas en personas y
distinguirlas de consumos, las herramientas financieras disponibles actualmente (seguros de salud)
probablemente continuarán fallando en apoyar la optimización del desarrollo de la salud. El marco
LCHD sugiere que los beneficios de inversiones a largo plazo en salud que comienzan temprano en
la vida y continua a lo largo de ella. La única política que está comenzando a dar ímpetu a un
nuevo enfoque proactivo es la revolución genética en cuidado médico. El gran aumento en los
costos de cuidado de la salud son probablemente acompañados en genoma y su promesa de servir
como nuevo incentivo que ayuda a pensar mas ampliamente sobre inversiones. Con el enfoque
puesto en el riesgo genético que se manifiesta a través de décadas, mayores inversiones serán
necesarias para modificar los riesgos.
Ya que el valor del cambio en el énfasis en el gasto de salud en la niñez parece bien establecido, no
deberíamos necesitar esperar 50 años para estas inversiones. Por ejemplo, cambiando los gastos de
enfermedades coronarias atrás 10 a 20 años con la promoción de estilos de vida más saludables o un
tratamiento más agresivo de los factores de riesgo cardíaco a mediana edad podría demostrar mucho
del valor de la inversión potencial en la prevención para hacer de estos gastos que se justifiquen
política y económicamente que tratar de mover inmediatamente para prevenir CHD por la
modificación del comportamiento adolescente y adulto o dieta.
Las mayores oportunidades de invertir ocurren durante los primeros 20 años de vida. Varios
análisis recie ntes de políticas de USA y Canadá muestran cómo los gastos en salud servicios
humanos, particularmente para niños, podrían ser mejor usados para maximizar el retorno de la
inversión (Karoly et al. 1997; Keating y Hertzman 1999; McCain y Mustard 1999).
Desafortunadamente, el patrón prevalente de gasto social y familiar en salud no toma completas
ventajas de estas oportunidades de inversiones. Cuando los individuos comienzan una familia, están
comenzando recién su ciclo de vida productivo, y tienen menos recursos para invertir en salud
(Becker 1993; Brown 1989). Una mayor inversión pública en salud es justificable. Sin embargo, las
inversiones en salud como gasto público está más adelante complicada por el hecho que las
organizaciones de cuidado y seguros de salud están más interesadas en curar enfermedades en
adultos que promover salud a largo plazo en niños. El resultado es que aunque las familias, distritos
escolares, comunidades, aseguradores de salud, y MCO todos claman estar actuando a favor del
joven, el patrón existente de gastos e inversiones no combinan con este patrón de desarrollo
humano.
Conclusiones
El marco LCHD ofrece un nuevo enfoque para medir la salud, diseñar sistemas de salud, e
inversiones a largo plazo en el desarrollo de la salud y también sugieren nuevas direcciones para la
Investigación. Tal vez las implicaciones más importantes del marco LCHD es la necesidad de tratar
el desarrollo de la salud como una inversión a largo plazo. Con las inversiones en la temprana
niñez, el marco LCHD muestra cómo la salud de los ancianos está conectada a la salud del joven.
Promoviendo la salud desde el comienzo de la vida, antes que tratando simplemente las
consecuencias del deterioro en la vejez, mejora la salud y el bienestar en edad mediana mientras que
al mismo tiempo reducen el costo del tratamiento de las enfermedades degenerativas. En este
momento que comienza la revolución del genoma, el modelo LCHD provee de una guía orientada a
la inversión en salud, política de salud, e investigación en salud.
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Acknowledgments: The authors wish to thank Robert Brook, Arleen Leibowitz, Bernard Guyer, Philip Lee, Leon Eisenberg, Edward Schor, Peter V. Long,
Frank Oberklaid, and Richard M. Lerner for their helpful comments on earlier versions of this article and to Phinney Ahn for her invaluable research assistance.
Support for this work was provided by the federal Maternal and Child Health Bureau for the National Center for Infant and Early Childhood Health Policy,
grant #5U93MC00099.
Address correspondence to: Neal Halfon, M.D., M.P.H., UCLA School of Public Health, Box 951772, Los Angeles, CA90095-1772 (e-mail:
nhalfon@ucla.edu).
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