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El ser humano tiene la inmensa fortuna de estar edificado sobre un

esqueleto óseo tan sólido o más que el hormigón armado. Nuestros


206 huesos, además de soportar el cuerpo y proteger los órganos
internos, proporcionan un armazón sobre el cual actúan los
músculos, unos poderosos paquetes fibrosos contráctiles que
posibilitan los movimientos.

Despojados de esqueleto y musculatura, nos transformaríamos en


unas criaturas rechonchas e indefensas que viviríamos aplastadas
contra el suelo compitiendo con las babosas. Pero no es así.
Integrado por huesos, músculos, tendones, ligamentos y otros
componentes de las articulaciones, el sistema musculoesquelético
constituye el más completo ingenio mecánico creado por la
naturaleza, capaz de ejecutar cualquier orden emitida por el
cerebro.

El hueso posee una deslumbrante resistencia a la tensión y la


compresión. Esta virtud nace de su propia arquitectura interna. En
efecto, la parte rígida periférica de cada pieza esquelética está
compuesta, en su mavoría, por una recia matriz orgánica y un
componente inorgánico. La primera aparece formada por fibras de
colágeno inmersas en la llamada sustancia fundamental, un medio
gelatinoso que consta de un componente rico en glúcidos compuesto
por sialoproteínas y proteoglucanos, principalmente
condroitinsulfato y, en menor cantidad, ácido hialurónico. El otro
ingrediente fundamental del hueso son las sales cristalinas que se
depositan en la matriz en forma de hidroxiapatita, unos cristalitos
con forma de bandeja larga y plana constituidos por calcio, fósforo y
otros minerales.

El conjunto de huesos del cuerpo humano forman el esqueleto.


Las funciones del esqueleto son múltiples:
Sostiene al organismo y protege a los órganos delicados como el
cerebro, el corazón o los pulmones, a la vez que sirve de punto de
inserción a los tendones de los músculos,
Hay varios tipos de huesos :
Largos, como los del brazo o la pierna
Cortos, como los de la muñeca o las vértebras
Planos, como los de la cabeza

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