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"Muy bien gracias!"


Por Angela Marulanda, Educadora Familiar
La respuesta automática que damos cada vez que nos saludan
con el consabido "Cómo estás?" es usualmente "Muy bien
gracias", así nos sintamos un tanto mal.

Lo grave es que en esta misma forma a menudo asumimos las


circunstancias de nuestra vida: pretendiendo que estamos muy
bien cuando en realidad estamos apenas regular. La mayoría
vivimos más inconformes de lo que nos atrevemos a reconocerlo.
Pero creemos que estamos bien porque no estamos del todo mal,
es decir, porque ninguno de los miembros de la familia tiene una
enfermedad mortal (aunque todos tienen problemas de salud),
no estamos en la quiebra (pero vivimos "saltando matones"), no
andamos desempleados (pero a como van las cosas pronto
estaremos), ninguno de los hijos está en problemas graves (pero
todos viven malgeniados e inconformes), no nos estamos
divorciando (aunque quisiéramos hacerlo), y así sucesivamente.

No se trata de que andemos por la vida lamentándonos de todas


nuestras dificultades. Pero sí es importante que dejemos de
seguir diciéndonos que todo está bien, mientras que vivimos
insatisfechos, criticando a todo el mundo y renegando contra el
país, el alcalde, el tráfico, el clima, los niños, la suegra o el costo
de la vida. Y con dolencias constantes porque nuestro cuerpo se
resiente ante el malestar que nos invade. Así, seguimos de mal
en peor, culpando a todo y a todos de nuestra inconformidad, y
convencidos de que si los demás cambian, las cosas mejorarán.

Lo malo es que si los problemas no se enfrentan y se tratan, no


desaparecen sino que empeoran. No somos títeres de las
circunstancias, pues lo que nos hace sentirnos desdichados no es
lo que ocurre fuera de nosotros sino lo que tenemos dentro.
Muchos venimos de hogares "disfuncionales" (según las
estadísticas más de un 90%) a dónde, además de querernos y
cuidarnos, a menudo nos abusaron o rechazaron, pero como no
se nos permitía expresar lo que sentíamos, aprendimos a callar y
simular que todo estaba bien. Estas experiencias dejaron una
herida, dormida pero viva, que con el tiempo se traduce en un
resentimiento o descontento casi crónico.

José Saramago sabiamente dijo que "la vida no cambia si no nos


decidimos a cambiar la vida!". Dejemos de vivir centrados en los
problemas para centrarnos en las soluciones. Es más fácil
echarle la culpa a los demás que mirar a ver qué pasa con
nosotros, y por miedo a revisarnos para averiguar cómo estamos
contribuyendo a los problemas que tenemos, sufrimos las
consecuencias de no comprometernos a superarlos. Somos los
arquitectos de nuestro destino, puesto que son nuestras
actitudes las que nos construyen o nos destruyen, y éstas
dependen de nosotros, no de las circunstancias ni tampoco de los
demás!.

www.angelamarulanda.com
angela@angelamarulanda.com

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