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Los hijos no deben ser arma de venganza


Por Angela Marulanda, Autora y Educadora Familiar

Cuenta una historia que cuando dos mujeres que fueron llevadas
ante el rey Salomón porque ambas reclamaban a un mismo bebé
como su hijo y peleaban sin lograr ningún acuerdo, el sabio
monarca ordenó que la criatura fuera partida en dos y se le
entregara la mitad a cada una. En vista de la decisión del rey
una de las ellas le suplicó que no despedazaran al niño y se lo
entregara intacto a la otra mujer. Su generoso gesto le permitió
al rey determinar que ella era la madre verdadera y quien lo
merecía.

Las peleas por los hijos son hoy pan de cada día entre las
parejas separadas que se disputan, entre otras, quién es el
"dueño" de los hijos. Lo cruel es que en estos conflictos muchos
padres sin saberlo "parten en dos" a los hijos con tal de
perjudicar al otro. Así, los hijos son utilizados como munición
para herir a quien fue su cónyuge, ignorando que en ese proceso
destrozan a quienes "más aman" en la vida.

Lo usual en las separaciones matrimoniales es que el papá utilice


el dinero como arma de venganza, y no dé lo que le corresponde
aportar para el mantenimiento de sus hijos. Con ello lo que se
logra es que sus hijos queden aún más abandonados porque no
solo ya no tienen a su papá a su lado, sino que además una
mamá agobiada por sus problemas económicos no podrá
ofrecerles la presencia emocional que les urge más que nunca.

Las mamás, a su vez, por lo general se vengan impidiendo que


los papás estén con sus hijos, desconociendo que ver y estar con
ellos no es un privilegio sino un derecho que tienen tanto el
papá como los niños. En esta forma convierten a los hijos en un
bien cuya compañía se alquila por un precio. Y además, al
utilizarlos como chantaje para que el papá cumpla con sus pagos
los están involucrando en una pelea que no es de ellos y que por
lo mismo los menores no pueden solucionar.

Lo más grave es que estos conflictos destrozan a los hijos.


Destrozan su fe en los demás seres humanos porque será difícil
confiar en alguien cuando las personas que más los aman no
tienen reparo en herirlos con tal de saciar su sed de venganza.
Destrozan sus ilusiones sobre lo maravilloso que puede ser
casarse porque para ellos ha sido una experiencia en que cada
uno aporta su odio para acabar con el otro y no su amor para el
bien del otro. Destrozan su esperanza en un mañana mejor
porque cuando se crece en un hogar cargado de resentimiento
como ha sido el suyo va a ser difícil poder esperar que en el
mundo exterior las cosas sean distintas.

Con mucha frecuencia aseguramos que hacemos las cosas "por el


bien de los hijos". Si del bien de los hijos se trata ayudémoslos a
recuperar su fe en sus padres, dejando de contraatacar a
nuestro excónyuge mientras que nos justificamos alegando que
todo es su culpa. Revisemos a ver qué podemos y debemos
cambiar nosotros para calmar los ánimos. Que la historia del rey
Salomón nos sirva para darnos cuenta de que al jugarnos el todo
para salvar el bienestar de los hijos estamos impidiendo ser
parte de un proceso que destroza a los seres que más amamos
en la vida.

www.angelamarulanda.com
angela@angelamarulanda.com

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