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Otoño entrega sus frutos, muchas plantas muestran ahora su cosecha anual;

En racimos, umbelas, pedúnculos, vainas, capsulas, enclaustradas en duros


contenedores o envueltas en golosos almíbares.

Frutos del lentisco.

La inmensidad de estos frutos alimentará a un ejército animal de pelo,


plumas y élitros. Otras sucumbirán bajo el manto verdoso de hongos o
mohos.
Algunas semillas en un porcentaje minúsculo, inferior a la milésima,
consiguen su propósito final de germinar. Pero esta cifra sigue acumulando
bajas tras ser devorados o sucumbir a causa de los rigores climáticos.
El final de todo es la renovación, la demostración e insistencia de la vida.

Frutos de la retama.
Otoño es pues, una época para el recolector y para los viverista que no
dejan pasar la oportunidad de usar a su favor esta bonanza vegetal.
Tambien para el que por su cuenta y riesgo decide que es mejor reverdecer
con semillas, plantones y esquejes los campos escasos, paupérrimos de
vegetación.
Ese es nuestro intento, sabemos del abigarrado funcionamiento de la
naturaleza y vemos que la diversidad botánica crea y conforma una igual
riqueza y diversidad animal.
Optamos por querer devolver color y sonidos a paisajes yermos y aun
conociendo nuestras remotas posibilidades no cejamos en el empeño.

Fruto de la encina.

Recolectamos semillas de quejigos y encinas, de arces, madroños y


enebros. De pinos, fresnos, espantalobos o un sin fin de especies que creen
diversidad allí donde se planten. Tambien recolectamos esquejes; de
lentiscos y cornicabras, de zumaques, madreselvas, álamos, adelfillas o
aladiernos. Y mas variedades, y con ilusión en que arraiguen.

Todo para conocer, experimentar, disfrutar y dar un regalo al campo,


merecedor de nuestras atenciones.

Buen provecho

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