La vida terrenal, tal y como la conocemos, est llena de sufrimientos e injusticias a
las que estamos sujetos sin poder hacer aparentemente nada. El intento del corazn del hombre es malo desde su juventud (Gnesis 8:21) y con nuestras acciones, alejamos a Dios de nuestras vidas haciendo ejercicio de nuestra libertad, buscando respuestas por nuestra cuenta e intentado ser efectivos por nosotros mismos. Curiosamente, la sociedad en la actualidad busca establecer principios que nos lleven a una convivencia infalible, en donde todos podamos estar en acuerdo unos con otros, bajo principios mismos que Dios nos ha planteado ya en su palabra. El mundo se limita a culpar a Dios sobre lo que hemos hecho, atribuirle nuestras atrocidades, cuando l lo nico que ha hecho, es permitir las consecuencias de nuestros actos dejndonos a nuestra propia voluntad si as lo queremos. Sera tan fcil para Dios despojarnos de nuestra libertad y hacernos autmatas seguidores del bien dejando de lado toda condenacin para la humanidad. Pero Dios no quiere eso de nosotros. Dios quiere que estemos junto a l quienes queramos estar junto a l. An con nuestra corrupcin y decisin de seguir el mal, Dios se manifiesta para con nosotros a travs de todo lo que nos rodea y nos muestra sus maravillas y bendiciones inmerecidas da tras da. l nos llama a ser salvos a todos por igual. He ah su misericordia, en ofrecer su salvacin a un mundo que constantemente se aleja de l y no lo reconoce como Dios Todopoderoso. Sin embargo, somos llamados a una libertad en Cristo para ya no vivir en pecado (Glatas 5:13), libertad comprensible para el hombre nicamente cuando la obtiene al aceptar a Cristo en su corazn. Y una vez que acudimos al llamamiento divino, Dios nos escoge para servirle. Muchos son llamados, y pocos escogidos (Mateo 22:14). Si nos hemos acercado a l y ahora podemos decir que hemos sido escogidos, al decidir seguir a Cristo, tendremos que esperar y seguir firmes y separados en santidad para su segunda venida. Seguiremos viendo injusticias terrenales, seremos minora en el mundo, y el mundo no nos conocer, porque no le conoci a l (1ra Juan 3:1); ms sabemos que ante las injusticias, uno ms alto esta sobre nosotros (Eclesiasts 5:8), quien todo lo ve y para quien nada hay encubierto que no haya de ser manifestado (Mateo 10:26). Acudamos a la salvacin a la que Dios nos llama, y busquemos ser escogidos y justificados por la sangre de Cristo (Romanos 5:9), apartndonos de todo mal en santidad para su regreso.