El fenómeno es de tal magnitud, que hoy se calcula un centenar de pandillas como
La Brigada, Los Amalios, La Nueva Amenaza, Los Kpos, La Firma, Alianza y La Cúpula, entre otros. Visten jean y camiseta, se movilizan en lujosas camionetas o automóviles y ya cuentan con líderes visibles por su popularidad y don de mando. Todo ese poder y esa fama se trasladaron a Internet, donde elaboran páginas virtuales diseñadas con lenguaje mafioso que estimula la violencia. A través de ellas publican fotos exhibiendo armas, ofrecen drogas, enganchan adeptos, declaran sitios vedados, censuran amigos y convocan peleas como las de El Limonar.
Ciertamente la violencia juvenil urbana no es un fenómeno para tratar con pañitos
de agua tibia. El mismo ha sido común a muchas sociedades del mundo y en todo se coincide una problemática mucho más compleja. Detrás de el surgimiento de la pandilla juvenil se puede leer la fragmentación del proyecto escolar que pierde su rol de cohesionador del proceso formativo del muchacho, la desunión familiar que causa muchachos solitarios que, incluso si lo tienen todo, se sienten solose ignorados por sus padres y por el mundo adulto en general, la ausencia de un Estado que solo se hace presente con la represión.
Seguramente con estos eventos que anunciamos a veces de manera tan
amarillista y registramos como simples problemas de orden público, se encuentra el grito de los muchachos que piden una atención que va más allá de la represión. Los espacios participativos con la ciudadanía, el compromiso de los gobiernos locales y nacionales, todo eso, seguramente crearía que problemas como este terminen de la mejor forma.