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En Comala comprend.

Me resista. Yo crea en la resistencia, en una resistencia pacfica, casi piadosa, con la que sostenerme. Crea tambin en otras resistencias, pero sta no es la historia de mis convencimientos. Es la de mis principios, la de mis finales y la de todo lo que recog en el hondo foso que separaba ambos extremos; porque, como dice J. L. Panero, aqu tuve todo y no tuve nada. Hoy no recojo los muchos trastos que atiborran mi habitacin de dos por cuatro, pero intento poner orden. Haca semanas que no me paraba a imaginarte, a pensaros, a olvidarme. Haca meses que no se me erizaba la piel al repasar viejos papeles y colgar de la silla una bolsa para el contenedor azul. Ha sido un curso raro. Y yo tengo una inexcusable tendencia a amar lo excntrico. Cuando se enciendan las luces, cuando suene la cancin de aquella pelcula que al final no vimos, cuando amarilleen las fotos de un inslito comienzo; s que no quedar ni la mitad de lo que me propuse. Supongo que es difcil sobrevivir al fin de fiesta, que a todos nos duele la resaca -y no en forma de jaqueca-, que para lo cmodo siempre hay aliados. Y que no son esos pseudo-incondicionales de los que quiero acordarme cuando me sobren distancias y se difuminen los lmites entre lo que fue y lo que nunca ocurri. Que me basta con lo puesto porque, pese a todas las "prdidas", tras alguna vulgar desercin y por encima de las renuncias voluntarias, me llevo mucho ms de lo que traje. Al fin y al cabo, no puedo firmar este eplogo con nostalgia y orgullo; pero s con la satisfaccin de quien se erige entre las ruinas y est dispuesto a volver a construir sin pasar por alto las reliquias del viejo edificio, de aqul que sabe que ningn precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo, de ese personaje tan secundario como intrpido, que no sabe adnde va y, sin embargo, tiene claro adnde no va a ir.

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