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UN PATIO Con la tarde se cansaron los dos o tres colores del patio.

Esta noche, la luna, el claro crculo, no domina su espacio. Patio, cielo encauzado. El patio es el declive por el cual se derrama el cielo de la casa. Serena, la eternidad espera en la encrucijada de estrellas. Grato es vivir en la amistad oscura de un zagun, de una parra y de un aljibe.
Fervor de Buenos Aires, J. L. Borges (1923).

EL CAUTIVO En Junn o en Tapalqun refieren la historia. Un chico desapareci despus de un maln; se dijo que lo haban robado los indios. Sus padres lo buscaron intilmente; al cabo de los aos, un soldado que vena de tierra adentro les habl de un indio de ojos celestes que bien poda ser su hijo. Dieron al fin con l (la crnica ha perdido las circunstancias y no quiero inventar lo que no s) y creyeron reconocerlo. El hombre, trabajado por el desierto y por la vida brbara, ya no saba or las palabras de la lengua natal, pero se dej conducir, indiferente y dcil, hasta la casa. Ah se detuvo, tal vez porque los otros se detuvieron. Mir la puerta, como sin entenderla. De pronto baj la cabeza, grit, atraves corriendo el zagun y los dos largos patios y se meti en la cocina. Sin vacilar, hundi el brazo en la ennegrecida campana y sac el cuchillito de mango de asta que haba escondido ah, cuando chico. Los ojos le brillaron de alegra y los padres lloraron porque haban encontrado al hijo. Acaso a este recuerdo siguieron otros, pero el indio no poda vivir entre paredes y un da fue a buscar su desierto. Yo querra saber qu sinti en aquel instante de vrtigo en que el pasado y el presente se confundieron; yo querra saber si el hijo perdido renaci y muri en aquel xtasis o si alcanz a reconocer, siquiera como una criatura o un perro, los padres y la casa.
El Hacedor, J. L. Borges (1960).

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