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Discurso ante la Asamblea Plenaria del PLN en ocasión de los 58 años de su


fundación y de la ratificación de los candidatos a la Vicepresidencia de la
República

San José, 12 de octubre de 2009.

Laura Chinchilla

Compañeros y compañeras liberacionistas, distinguidos invitados e invitadas,


costarricenses:

Venimos hoy aquí a emprender una nueva caminata.

En los próximos cuatro meses llegaremos a cada rincón de Costa Rica, de mar a
mar y de norte a sur, para pregonar esperanza.

Daremos cada paso con igual optimismo con el que hoy hace 58 años un grupo de
visionarios levantó por vez primera el estandarte verde, blanco y verde que
todavía hoy, quince campañas después, nos sigue cobijando.

Mucho podemos debatir sobre la extraordinaria travesía de Liberación Nacional,


pero hay algo que no admite discusiones: ningún partido político que llega a
cumplir 58 años bajo una misma bandera y siendo el partido más grande del país
lo hace por error.

Eso sólo es posible si es capaz de interpretar sueños muy arraigados en nuestro


pueblo, si es capaz de entregar logros de bienestar para la mayoría y, sobre todo,
si es capaz de mirar hacia delante, siempre hacia adelante.

De eso se trataba hace 58 años y de eso se trata ahora: de abrazar los tiempos
venideros, con valor para enfrentar los retos que nos plantea el futuro.

El mundo es hoy un lugar muy distinto al que presenció el nacimiento de


Liberación Nacional hace casi seis décadas.

La especie humana tiene hoy en sus manos la posibilidad cierta de erradicar del
planeta la pobreza material, pero también la opción de aniquilar, por codicia o por
indiferencia, millones de años de prodigiosa evolución natural.

Nos toca enfrentar una transformación científica y tecnológica sin precedentes, tan
capaz de eliminar las distancias entre los seres humanos como de aumentar las
desigualdades entre ellos.
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Nos toca enfrentar amenazas globales como el cambio climático, el crimen


organizado, el terrorismo internacional y la proliferación descontrolada de las
armas nucleares.

Nos toca presenciar el nacimiento de un nuevo equilibrio de poder, en el que la


emergencia irresistible de nuevas potencias está dejando atrás las certidumbres
de la Guerra Fría o del mundo unipolar.

Es este un mundo más balanceado, más democrático quizá, pero casi con
seguridad más inestable. Nos toca transitar una época que entre caídas de muros
y caídas de bolsas ha derrotado la cómoda simplicidad de los mapas ideológicos
que durante mucho tiempo guiaron nuestras disputas políticas.

De ninguno de estos formidables cambios y dilemas podemos escapar. Queramos


o no, vivimos tiempos desafiantes, que exigen lo mejor de cada uno: y por eso
vamos a dar lo mejor de nosotros.

En medio del alumbramiento de esta nueva época, preñada de oportunidades y


peligros, de milagros y dolores, queremos rescatar las certezas que nos pueden
dar un sentido de dirección.

La primera de ellas es la convicción en la grandeza de Costa Rica, en la riqueza


de su tierra y en la creatividad de su gente, capaz, una y otra vez, de desafiar al
destino y sorprender al mundo.

Cada vez que uno de nosotros baje los brazos y se deje llevar por la deriva de la
negatividad, debe recordar que, al abolir el ejército, este país le declaró la paz al
mundo primero que ninguno otro; que eliminó la pena de muerte y universalizó la
educación primaria cuando eso no era más que una quimera en naciones mucho
más avanzadas.

Este país, hace 20 años, puso el peso de su prestigio y su liderazgo visionario al


servicio de la paz en Centroamérica.

Este país sigue innovando todos los días con esquemas de protección ambiental
que el mundo ha terminado por adoptar.

Este país continúa siendo la democracia más duradera y consolidada de toda


América Latina.

El futuro no está escrito, es una tierra incógnita que aguarda ser conquistada, es
una página en blanco en la que Costa Rica estampará sus mejores logros con la
tinta de la esperanza y no de la negatividad; con la tinta de la generosidad y no de
la envidia; con la tinta de la alegría y no del resentimiento.
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En el fondo esta elección es una escogencia entre quienes están cundidos de


pequeñez y quienes somos capaces de pensar en grande; entre quienes
permanecen anclados en el pasado y quienes miramos y caminamos hacia
adelante.

Las opciones están ahí y son claras.

El PAC habla de una “tierra prometida” que no es más que la tierra prometida del
ayer. Se niega a aceptar que el mundo cambió, prefiere volver la espalda a la
historia antes que asumir el reto de los tiempos y porfiadamente continúa negando
la integración del mundo y considerándola como una traición a la patria.

En esa "tierra prometida" del PAC se regresa al proteccionismo comercial, se


miran con desprecio la contribución de las exportaciones y la inversión extranjera.

El PAC erige a la envidia como principio rector de la política pública, denuncia


airadamente a quien ha tenido éxito en vez de preguntarse cómo hacer posible el
éxito de quienes se han quedado rezagados.

El PAC convierte a la corrupción de algunos funcionarios públicos en el único


problema del Estado para no tener que pensar seriamente en cómo reformar
nuestras instituciones.

En la Costa Rica que quiere Ottón Solis se vale desconocer la derrota electoral y
poner en duda la integridad de cualquier institución que tome una decisión que no
se comparta, desde el Tribunal Supremo de Elecciones hasta la Sala
Constitucional.

Como vemos, tiene razón el PAC: otra Costa Rica es posible. Es una Costa Rica
con la proa hacia el pasado, el motor en reversa, el resentimiento social a flor de
piel y el irrespeto a las instituciones democráticas del país.

Por el otro lado, la opción que propone el Movimiento Libertario, es la de una


Costa Rica que nos devuelve al siglo XIX, en la que no se reconoce el papel
esencial que ha jugado el sector público en la modernización del país, en el
crecimiento de la economía y en el desarrollo solidario de los y las costarricenses.

Es una Costa Rica individualista que asume el “sálvese quien pueda” como
filosofía política; que no cree en el valor de la igualdad, ni en el de la solidaridad.

En el mundo de los libertarios se ignora que las instituciones públicas de bienestar


son uno de los pilares de nuestro éxito como nación y una expresión de la
voluntad ética costarricense. Se defiende a capa y espada la misma ruta que llevó
al colapso al sistema financiero mundial: la ruta de la confianza ciega en un
mercado sin más regulación que los poderes mágicos de una mano invisible.
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El gran proyecto nacional de Otto Guevara, es convertir al país en una gran zona
franca. A mí me luce más como un lugar donde se juega con dados cargados
contra la mayoría, donde ganan mucho unos pocos y pierden mucho, muchísimo
casi todos.

Que don Otto la llame como quiera, pero lo que nos ofrecen los libertarios no es
más que una gran sala de juegos de azar, no es más que hacer de Costa Rica un
gran casino.

Frente a esas dos propuestas, tan anacrónicas como indeseables, existe otra, que
es la que vamos a hacer posible.

Es la Costa Rica socialdemócrata, progresista, que produce con libertad y


distribuye con justicia; la que no acepta dicotomías falsas entre estado y mercado,
pues sabe que necesita mucho de ambos; la que convierte la búsqueda del mayor
bienestar para el mayor número en el norte de toda la acción pública; la que
defiende la democracia y el estado de derecho como los únicos instrumentos que
permiten labrar una sociedad en la que vale la pena vivir.

Es la Costa Rica próspera y segura que confía en el poder transformador de sus


dos grandes riquezas: su naturaleza y su gente. Es la Costa Rica que entiende
que sólo tenemos un camino. ¡Es la Costa Rica que va hacia adelante!

Quiero que entre todos construyamos una Costa Rica próspera, pero no de
cualquier manera.

La ruta hacia la prosperidad debe ser testimonio de nuestro apego a los valores
que han hecho grande a nuestra nación: la creatividad, el amor a la naturaleza y la
solidaridad.

La prosperidad que buscamos es una prosperidad inteligente, construida a partir


del desarrollo del talento y las destrezas de nuestra gente.

Para ello vamos a continuar el proceso de dignificación de nuestros docentes así


como el esfuerzo de modernización de la educación académica y técnica.

Vamos a poner un énfasis especial en el perfeccionamiento de la educación


bilingüe, en la universalización del acceso a Internet, y en el fortalecimiento del
pensamiento lógico, condiciones esenciales para nuestra incorporación exitosa en
el mundo.

Esta es apenas la punta de lanza de una estrategia de desarrollo que privilegia el


conocimiento y la innovación como instrumentos para aumentar la productividad
nacional.
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Esta es la única ruta abierta a un país pequeño como Costa Rica para que pueda
ser económicamente viable en el siglo XXI.

Es hora de intensificar aquellos esfuerzos pioneros en los que el país ha sido


exitoso y de abrir el camino a nuevas industrias de avanzada.

A los conglomerados de industrias de alta tecnología, debemos sumar la atracción


de inversiones en investigación, servicios y producción de insumos dirigidos a la
industria aeroespacial.

Aún más, es hora de desplegar el asombroso potencial del país para el desarrollo
de energías limpias. Costa Rica ya tiene un pie en las actividades económicas del
porvenir. Avancemos el otro pie para que todo el país se beneficie de los tiempos
venideros. Hagamos el esfuerzo de manera conjunta entre el Estado, la empresa
privada y los centros de conocimiento.

La prosperidad que queremos es, también una prosperidad ecológica.

No nos podemos permitir desarrollar en paralelo una política ambiental de


avanzada y una política económica depredadora o siquiera indiferente ante los
equilibrios ecológicos.

Es preciso impulsar un modelo de desarrollo que desde su fundamento sea


ambientalmente sostenible.

La Costa Rica que nos interesa es un país verde que otra vez tome al mundo por
sorpresa convirtiéndose en el primer país carbono neutral.

Para ello incentivaremos la instalación de industrias no contaminantes, la


incorporación de altos estándares ambientales en el sector agropecuario, el
turismo ecológico y, como lo dije antes, el desarrollo de fuentes de energía
renovables.

La prosperidad que queremos es, sobre todo, una prosperidad compartida.

Para ser exitosa, la integración de Costa Rica o cualquier país a la globalización


debe ser asumida como un proyecto nacional.

Si no hemos de resignarnos a una economía dual o a una sociedad segmentada,


urge mejorar drásticamente los mecanismos de capacitación de nuestra fuerza
laboral y dar el apoyo más decidido posible a las pequeñas y medianas empresas.

Que no se nos olvide: la única prosperidad por la que vale la pena luchar es
aquella fundada sobre la creación de empleos de calidad y adecuadamente
remunerados. En eso no podemos equivocarnos y, en particular, no vamos a
fallarles a las futuras generaciones.
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Una visión de prosperidad no es, sin embargo, suficiente.

Además de una Costa Rica próspera quiero que entre todos construyamos una
Costa Rica segura. Eso empieza por una política social robusta.

Un país donde el empleo es precario y la política social endeble es un país que


condena a su gente a vivir en una insoportable incertidumbre.

La Costa Rica que queremos es una en la que cada persona tenga la seguridad
de que cuenta con una red de apoyo institucional que dé acceso a las
oportunidades y permita enfrentar el infortunio, acceder al bienestar y, en última
instancia, desarrollar su proyecto de vida.

Esa seguridad supone el fortalecimiento de los servicios públicos y universales de


educación y salud. La mejor contribución que podemos hacer a la tranquilidad de
los costarricenses es preservar y mejorar los servicios de la Caja Costarricense
del Seguro Social, la institución que mejor simboliza el abrazo solidario que nos
hace ser parte de una comunidad de iguales.

Pero además del mejoramiento de los grandes servicios universales, que son por
definición las herramientas de integración social, debemos continuar con el
enorme empeño desplegado en materia de políticas sociales dirigidas a los grupos
más vulnerables, particularmente el Programa Avancemos y la recuperación de las
pensiones del régimen no contributivo.

Esos esfuerzos focalizados deben ser complementados con un programa pionero


que será una de las más altas prioridades de la política social de mi
administración: la creación de una red nacional de cuido, que cubra, por un lado, a
los niños y niñas menores de 5 años con programas de estimulación temprana, y,
por otro, los servicios de atención diurna para los adultos mayores.

Dejo para el final la más importante tarea que tenemos si hemos de labrar una
sociedad segura: la de combatir efectivamente la delincuencia y el narcotráfico.

Quiero una Costa Rica donde no reinen el temor ni la impunidad; donde haya
menos rejas y más parques.

Debemos recuperar la seguridad en cada ciudad y en cada pueblo de Costa Rica.

Quienes conocen mi trayectoria saben que ningún tema es más cercano a mi


corazón, que ninguno ha ocupado tanto tiempo de mi trabajo y mi reflexión y que
ninguno me preocupa tanto como este.
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Vamos a pelear contra la inseguridad a dos manos: una mano firme contra los
delincuentes y una mano solidaria contra la marginación social en la que prolifera
la violencia.

Haremos todo eso y más, pero hay algo que no estamos dispuestos a hacer: no
engañaremos a los costarricenses diciendo que hay soluciones fáciles al problema
de la delincuencia, ni cederemos a los cantos de sirena del populismo represivo.

Se requiere seriedad, estudio, firmeza y responsabilidad. Eso es lo que ofrezco


para que Costa Rica recupere la seguridad.

Ese es el camino que les propongo. Es el único que nos va a conducirnos a un


futuro con prosperidad y con seguridad.

Amigas y amigos:

Con humildad reconozco que no me bastaré a mi misma para enfrentar los


desafíos que nos hemos propuesto. Necesito de todas las personas de buena fe.

Hace unas pocas semanas integramos el equipo que habrá de ayudarnos a


emprender grandes luchas desde la trinchera legislativa, hoy anunciamos el
equipo que me acompañará en la Presidencia a orientar esas luchas y a dirigir el
gobierno de este país.

Ellos son dos grandes personas, que han logrado conjugar una exitosa trayectoria
profesional o empresarial con el compromiso frente a causas de trascendencia
social.

Dos personas que acumulan experiencia, solidez, entrega y honorabilidad. Dos


personas dispuestas hoy a dejar atrás sendas carreras de éxito con el único
objetivo de servirle a Costa Rica.

Dos personas que, al aceptar este reto, nos renuevan la fe en esta lucha que
hemos emprendido y honran nuestra causa.

La primera de ellas se ha forjado en el riguroso campo de las ciencias y ha


dedicado su vida profesional a la noble tarea de la enseñanza y a la conservación
de uno de nuestros más grandes tesoros: la biodiversidad.

Se graduó como Doctor en fisiología animal de la Universidad de Milán, Italia. Su


amplia trayectoria docente empezó en la Universidad de Costa Rica donde
cofundó y fue el primer Director de la Escuela de Zootecnia. Fue también
confundador de la Escuela de Ganadería de Atenas y de la Escuela de Veterinaria
de la Universidad Nacional; de esta última también fue su director. Contribuyó a
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la fundación de la Universidad Nacional y fue su segundo Rector por dos períodos


consecutivos.

Fue miembro fundador de CONARE desde donde luchó por modificar la


Constitución para garantizar el financiamiento de la educación superior
universitaria.

Su compromiso con la ciencia y la tecnología, lo llevó a presidir durante dos


administraciones el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Tecnológicas (CONICIT). Su trabajo pionero en la lucha por la conservación de la
biodiversidad, lo ha desarrollado desde hace veinte años y como parte del equipo
de una de las instituciones más prestigiosas en su campo a nivel internacional: el
INBio.

Junto a sus compañeros del INBio recibió el Premio Príncipe de Asturias en


Ciencia y Tecnología en 1995.

Ha sido un defensor del Sistema Nacional de Áreas protegidas y ha promovido


diversa legislación en materia ambiental.

En reconocimiento a su trayectoria, recientemente fue nombrado profesor emérito


de la Universidad Nacional.

Es para mí un honor presentar ante ustedes al Dr. Alfio Piva.

El segundo de ellos, ha abrigado con pasión e intensidad las ciencias económicas


y las ha puesto al servicio público, de la docencia y de la modernización de
nuestro sistema financiero.

Se graduó como Doctor en economía de la Universidad de Illinois, en donde


también se desempeñó como profesor. Cuenta con una amplia trayectoria en el
campo de la enseñanza, habiéndose desempeñado durante veinticinco años como
profesor de economía en la Universidad de Costa Rica.

Dio sus primeros pasos como profesional en el sector público de nuestro país. Su
experiencia incluye el haberse desempeñado en los años setentas como asesor
de la Presidencia de la República, Asesor de la Oficina Nacional de Planificación y
Viceministro de Hacienda. Posteriormente fue miembro de la Junta Directiva del
ICE y Vicepresidente de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz.

Fundó la Corporación Internacional de Finanzas, una pequeña empresa con


apenas 3 empleados, que llegó a convertirse en el Banco Interfin, en el cual se
desempeñó como Gerente General y Vicepresidente de su Junta Directiva hasta
transformarlo en uno de las instituciones financieras más sólidas e importantes del
país y que finalmente se convirtió en el Scotiabank de Costa Rica.
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Su éxito como empresario fue siempre acompañado de una gran conciencia sobre
su responsabilidad social. Impulsó diversas iniciativas como la reforestación de La
Sabana con especies de la zona, políticas para promover a las mujeres en
puestos de alta gerencia, infraestructura escolar en sectores marginales, y apoyo
a programas para proteger a niños y niñas en zonas de alta incidencia de
drogadicción y violencia.

Su experiencia como docente y empresario, la combinó también con asesorías a


organismos y empresas internacionales, acreditándole una amplia visión de los
fenómenos de la economía internacional.

Es también para mi un honor presentarles a uno de los más connotados


economistas de nuestro país. A un profesional que no cejará en su esfuerzo por
garantizar que Costa Rica recupere su crecimiento económico, los empleos
perdidos y que las familias costarricenses cuenten con la seguridad de una vida
digna y tranquila.

Es para mi un honor presentarles al doctor Luis Liberman.

Costarricenses:

Iniciamos hoy una nueva etapa en la larga travesía de Liberación Nacional desde
el corazón de nuestro pueblo. Emprendemos este camino con las manos llenas:
tenemos las metas claras, las ideas listas y el equipo completo.

Sólo nos faltan los votos: hay que ir a cosecharlos con convicción, con entusiasmo
y con optimismo.

Es tiempo de levantar una vez más nuestra bandera y salir a caminar hasta que
nos duelan los pies, hasta que toquemos cada puerta del país.

Tenemos muchos logros que defender y sueños nuevos que tejer.

Lo haremos en la única forma en que sabe hacerlo nuestro Partido, con trazo firme
y hacia delante, siempre hacia delante.

Muchas gracias, que Dios les bendiga.

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