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‘LUCIEN FEBVRE ariel LUCIEN FEBVRE COMBATES POR LA HISTORIA traduccion caatetlana de FRANCISCO J. FERNANDEZ BUEY yu ENRIQUE ARGULLOL $ i oe, /V/es EDITORIAL ARIEL BARCELONA - CARACAS - MEXICO Del titulo original. Combats pour Uhistaire, s6lo se reproducen en la jresente ediridn quince ensayos ils eatoree primeras 5 el tiltimo! Cubierta: Alberto Corazon Le edicion: mavo de 1970 24 edict: octubre de 1971 S2edicion: enero de 1974 48 edicidn: diciensbre de 1974 Sat ediciGus uray le 1982 @ 1953, 1965; Librairie Armand Colin, Paris ©1970 1982 de los derechos exclasivas de la traduc ion castellana recersados para tode el mundo Aviel So AC Tunibor dle! Bric. 10 Sant fran Despi Beacelomi Deposiro legal: B. 9.405 - 1982 ISBN: 84 344 0685 3 Tmpreso ew Fxparia lat — 1G. Sein y Barra Hos. 8 A. Carrerera de Cornella, 134. Esplugues de Llobregat ‘Barcelona: Dunganis palce rir eva pubscaemn, imduide el absent de La cubieta, puede ser reprodia ia sleeve oa ei pitied, ee riarera alpen ni por niinggin media. va sea eldearices junc Puesaaisce sapien wa prabanida re ale Gricw pia, sie pevimises pevier abel edit PROLOGO Si a Ja hora de reunir estos articulos elegidos entre tantos otros hubiera pensado en erigirme algin monu- mento habria titulado el compendio de otra manera. Puesto que a lo largo de mi vida he fabricado, y pienso seguir fabricando todavja, unos cuantos muebles séli- dos, de los que amueblan la historia — que habran de servir, al menos provisionalmente, para guarnecer cier- tas paredes desnudas del palacio de Clio—, deberia llamar Mis virutas a estos restos de madera que al pasar el cepillo han quedado amontonados al pie del banco. Pero si los he recogido, no ha sido en absoluto para recrearme en esas obras cotidianas, sino para prestar algunos servicios a mis compafieros, principalmente a los mas jévenes. En consecuencia, el titulo que he escogido recordara lo que siempre hubo de militante en mi vida. No ser Mis combates, claro que no; nunca he Iuchado en favor mio ni tampoco contra tal o cual persona determinada. Sera Combates por ia historia, ya que por ella he luchado toda mi vida. Por lejos que me remonte en mis recuerdos me veo como historiador por guste y por deseo, por no decir de corazén y de vocacién. Soy hijo de un padre al que alejaron de la historia — sin que nunca se desinteresara de ella— elf prestigio de Henri Weil, el helenista de Ja Facultad de Letras de Besangon y mds tarde de la Escuela Normal Superior, y el prestigio, tan grande entonces, de Thurat, ¢! filésofo de la gramética; sobrino 5 de un tio que enseiié historia toda sn vida y que ensefid a amarla desde la mds ticrna infancia. Al husmear on Ja biblioteca paterna, encontraba debajo de los fasciculos de Deremberg, et Saglio, que se sucedian regularmente, esas dos volliimenes qne representan con todo realismo las grandes Histoires des Grecs et des Romains de Vic- ter Duray, obras maestras de ja casa editora Hachette, de magnifica factura; Loda la antigiiedad entonces ccno- cida, templos, bustos, dioses, vasijas, ilustradas por los mejores dibujantes, Devoraba principalmente con una pasién nunca satisfecha los tomos cL la gran cdicién Heizel de la Histoire de France de Michelet, ilustrada por Daniel Vierge, visionario alucinante, con laminas tan bicu adaptadas a ciertos textos del gran vidente que todavia hoy me siento molesto si tengo que releerlos en ja triste edicién que la gente ha dado en catlificar de “definitiva”. Con tales consejos por alimento, la riqueza de esas lecturas y tos suefias que hacian nacer en mi, qcémo no iba a ser historiador? Ahi estan mis maestros, mis verdaderos maestros. A Jos que mas tarde, entre los dieciséis y los venstiin aiios, habra que afiadir; Elisée Reclas y ta profunda humanidad de su Geografia Universal; Burckhardt y su Renacimiento en alia: Courajod y sus lecciones en la escuela del Louvre sobre el renacimiento borgofién_y francés a partir de 1$10, cl Jaurés de la Historia del socialismo, tan rica en intuiciones econédmicas y socia: Jes: y, por Gltimo, Stendhal, sobre todo el Stendhal de Roma, Népoles y Florencia, de la Historia del arte en Italia, de las Memoriay de un turista, de la Correspon- dencia: “invitaciones a la historia psicologica y senti- mental”, que durante afios estuvieron sobre mi mesita de noche, Las descubri casi por azar, en aquellos le- janas tiempos, malvendidas por Cclomb e impresas por Calmann en papel de envolver. con viejos tipos... Esa fue “mi alma de papel”. Junto a ella, mi alma campestre y ritstica: la Tierra fue para mi la otra maes- 6 utiles st tra de historia. Los veinte primeros afios de mi vida transcurrieron en Nancy; y alli en mis recorridos por la espesa arboleda de los bosques de Haye, descubriendo uno tras otro, claramente perfilados, los horizontes de las costas y de los Nanos de Lorena, reuni un pufiado de recuerdos e impresiones que no me abandonar4n nunea, Pero jcon qué delicia volvia cada aiio al Franco Condado, mi verdadera patria! En primer término el dulce valle del Saona, la suave majestad del pueblo de Gray dominande esa pradera que devolvié la felicidad a Proudhon; y atin mas: el viejo y bravio Jura, sus ribazos y sus abetos, sus verdes aguas y sus gargantas dominadas por grandes bancos caleéreos, plasmadas por el épico pincel de Gustave Courbet. Asi es el Franco Condado, que recorri en todas direeciones desde mis primeros afios en las viejas diligencias de carroza ama- rilla de Messageries Bouvet: recuerdo el tufo del cuero viejo, el acre olor de los caballos sudados, el alegre tin- tinco de los cascabeles y el chasquido de latige a la entrada de los pueblos. También el Franco Condado tiene, como Lorena, sus altos lugares solitarios y sagra- dos: la Haute-Pierre de Mouthier, cl Poupet de Salins que envia su saludo al Mont Blane por encima de las crestas; mas lejos, le Dole, esa cumbre literaria, y tantas otras menos notorias; lugares saludables donde el espi- ritu sopla con el viento y que proporcionan la necesidad de descubrir, de respirar infinitos horizontes para toda la vida. Los del Franeo Condado no somos conformistas en_absoluto. Courbet apenas lo era cuando pintaba L’Enterrement & Ornans o L’Atelier. Tampoco Pasteur, cuando las academias conjuradas daban gritos de muer- te contra su verdad, Ni Proudhon, el hijo del tonelero, cuando afirmé en homenaje a los acomodados burgueses de Besangon “la ropiedad es un robo”. Proudhon hu- biera dado, sin dude la mejor definici6n de los hijos del Franco Condado (“Anarquistas.,. pero con gobier- no”) si Michelet no nos hubiera calificado con estas 7 palabras: “Siempre han sabido dos cosas; saber hacer y saber detenerse”. Asi es como, al reunirse en mi la doble aspereza, “eritica, polémica y guerrera”, del Franco Condado y de Lorena, no acepté de buen grado la historia de los vencidas de 1870, sus temblorosas prudencias, sus re- muncias ante toda sintesis, su culto por el “hecho”, la- borioso pero intelectualmente perezoso y ese gusto casi exclusivo por la historia diplomatica (“|Si la hubiéramos aprendidg mejor no seguiria preocupandonos!”), obse- sién de Ios hombres que nos adoctrinaban entre 1895 y 1902, desde Albert Sorel (ese semidids) hasta Emile Bourgeois (esa décima de dios). A ese doble rigor se debe también el que yo haya reaccionado casi instin- tivamente y sin apoyo en el campo de los historiadores (entre mis amigos se encontraban lingitistas y orientalis- tas, psicélogos y médicos, gedgrafos y germanistas, desde Jules Bloch hasta Henri Wallon, Charles Blondel, Jules Sion, Marce] Ray, mientras que los menos conformistas de mis hermanos historiadores, con algunas raras exccp- ciones entre las cuales hay que sefialar Ja de Augus- tin Renaudet, se alineaban sin mds, creyéndose osados, hajo el ambiguo estandarte de Charles Seignobos); y que me inscribiera inmediatamente entre los fieles de Ja Re- vue de Synthése Historique y de su creador, Henri Berr: nada tiene de extrafio una aventura tal. A no ser el hecho de que califica una época: ni mis atrevimientos ni mis ingemiosidades fueron suficientes para levantar en contra mia aquellos valientes corazones que me que- rian bien y que me Jo demostraban en cada ocasién; pienso en Gabriel Monod, en Christian Pfister, en Ca- mille Julian y también en Gustave Bloch y en Vidal de Ja Blache (aunque é1 ya habia hecho su propia revo- lucién para si y para sus sucesores). La alta universi- dad de aquel tiempo era aristécrata de corazén al me- nos. Y entre los grandes reinaba una benevolencia ope- rante, una fraternidad, 8 Asi pues, solo en la liza, trabajé Io mejor que supe. Algunas de las cosas que en estos cincuenta afios he po- dido decir, y que parecian ayenturadas cuando las for- mulaba por vez primera, son ya un lugar comin, Otras siguen siendo discutidas. La suerte del pionero es en- gafiosa: o bien su generacién le da razén casi inmedia- tamente y absorbe en un gran esfuerzo colectivo su es- fuerzo de investigador aislado; o bien su generacién re- siste y deja que la generacién siguiente haga germinar la semilla prematuramente lanzada en los surcos, Ahi esté Ia causa de que el éxito prolongado de ciertos li- bros, de ciertos articulos, sorprenda a su autor: no en- contraron su verdadero publico hasta diez o quince afios despuds de su publicacign, cuando les Ilegaron ayudas externas. Hablando de ayudas, he de decir que me dio una gran seguridad el descubrimiento de Henri Pirenne, a partir de 1910, cuando me sumergia en su pequefio vo- lumen de la coleecién Flammarion, Les anciennes dé- mocraties des Pays-Bas y después en los primeros tomos de Ja Historia de Bélgica, en espera de Jas espléndidas memorias que fueron su canto del cisne (Los periodos de la historia social del capitalismo, 1914, Mahoma y Garlomagno, 1922; Merovingies y carolingios, 1923; y or ultimo esa joya que es el librito Las ciudades de la Edad Media, 1927). Me dio seguridad, primero, y, después, jubilo persona] saber que un hombre fuerte recorria, con paso constante y dominador, los campos histéricos de la Bélgica amiga. Jubilo que experimenté de nuevo cuando Mare Bloch, joven historiador, con ocho afios menos que yo, orientado por s{ mismo de una forma ligeramente distinta, vino a respaldarme frater- nalmente, a continuar y prolongar mi esfuerzo en su campo de medievalista. En 1929 fundamos juntos los Annales, ayudados desde el primer numero por la &- delidad de Leuilliot y mds que por el beneplacito de Henri Pirenne por su magnifica colaboracién. jPero 9

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