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SIETE CONSEJOS PARA UN BUEN LECTOR.

1. Leer las lecturas antes. Si puede ser, en voz alta y un par de veces. Leerla para
entender bien el sentido, y para ver qué entonación hay que dar a cada frase,
cuáles son las que hay que resaltar, dónde están los puntos y las comas, en qué
palabras podríamos equivocarnos, etc.
2. Al estar delante del ambón, vigilar la posición del cuerpo. No se trata de adoptar
posturas hieráticas y rígidas, pero tampoco se debe leer, por ejemplo, con las
manos en los bolsillos, con el cuerpo echado sobre un pie o el cuello torcido.
3. Situarse a distancia adecuada del micrófono para que se oiga bien. A veces por
causas de la separación se oye mal. No empezar, pues, hasta que el micrófono
está a la medida (y cuál es la medida correcta se ha de haber aprendido antes: a
un palmo de la boca acostumbra a ser la colocación adecuada: mas que no
parezca que te comes el micro, como hacen algunos cantantes).
4. Leer lentamente. El principal defecto de los lectores, en una sociedad de nervios
y de nula educación para la actuación pública, es precisamente éste: el leer
deprisa. Si se lee velozmente, los oyentes quizás sí conseguirán entendernos,
pero lo que leamos no penetrará. Hay que desterrar, pues, el estilo del lector que
sube y comienza la lectura sin mirar a la gente, y marcha más de prisa aún. Y no
es eso: hay que llegar al ambón, respirar antes de empezar, leer haciendo las
pausas en las comas y haciendo una respiración completa en cada punto, dejar
una pausa antes de decir “Palabra de Dios”, escuchar desde el ambón la
respuesta del pueblo, y luego volver hacia el sitio. Aprender a leer sin prisas, con
aplomo y seguridad, ciertamente cuesta: por ello es importante hacer tantos
ensayos y pruebas como sean necesarias.
5. Vocalizar. Esto es: remarcar cada sílaba, mover los labios y la boca, no
atropellarse, no bajar el tono en los finales de frase. Sin afectación ni comedia,
pero recordando que se está actuando en público y que el público tiene que
entender bien. Y una actuación en público es diferente a una conversación en la
calle.
6. Mirar a la gente. Los ojos no han de estar fijos todo el tiempo en el libro, sino
que de vez en cuando (no muchas veces) hay que levantarlos y dirigirlos con
tranquilidad a los que nos escuchan. Eso crea el clima de comunicación
necesario para una buena lectura. Y precisamente, ayuda a remarcar las frases
más importantes: mirar a la gente en una frase importante la hace penetrar más.
Además ayuda al clima de lectura lenta que hemos dicho. Dos cosas a evitar: a)
decir frases muy largas sin “sacarlas” del libro, como si la palabra fuera tuya, y
no recibida, b) bajar y subir mucho y rápidamente la cabeza (así hacen los
pollitos de la granja cuando beben agua).
7. Leer con la cabeza alta. La voz resulta más clara y el tono más elevado. También
así se puede mirar más fácilmente a la asamblea. Si es necesario, se puede coger
el libro levantándolo, para no tener que bajar la cabeza.

(Reproducido de: Información pastoral CEFAC)

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