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Wolfgang Harich gCOMUNISMO SIN CRECIMIENTO? Babeuf y el Club de Roma Presentacion de Manuel Sacristén Editorial Materiales Barcelona La edicién original alemana fue publicads por Rowohit Veriag GmbH, de Reinbek bei Hamburg, con el vt: Komemunisinus ohne Waschstum? © Rowohlt Verlag, 1975. Cubierts de Alberto Corazon Traduccién da Gustau Muro “Traduecién do Europa, ef comunisms espaol actual y la revelucitn ecolbgica-social y a amujer en ef Apocalipsis de Antoni Doménech © do a edicion castelana: Materiales, S. A. de Estudios Publicaciones. Todos los derechos reservados Impresa ei: Gralicas ALOGRAN - Murcia, 26-28 - Barcelona ISBN: 84-55361-08-2 Dep. Legal BZ70u78 INDICE En la edicién castellane del libro de Wolfgang Harich «¢Comunismo sin crecimiento?», por Manuel Sacristén Materialismo dialéctico y Ecologia. . . 2. se ¢Marx + Malthus? . See Los Comunistas ante el Club de Roma. Sobre e! caracter de clase del Club de Roma Crisis ecolégica y lucha de clases... . . « El Comunismo como solucién « : La critica de las necesidades y el Comunismo de Babeut. Cartas a Freimut Duve Peer APENDICES: ‘Al Comité Central del Partido Socialista Unificado de Alemania. . Eee “,plena responsabilidad hacia las” generaciones futuras” Seer Final sin cambio - ieee {Limites del crecimiento de ta’ miseria?. |) |. : Sobre el debate en toro a las Centrales Nucieares SECC are Tros cartas @ «Die Weltbihnen .. Mensaje de selutacién a la Conferencia sobre “@Una politica socialista de proteccién al_medio ambiente?” Hee Europa, el Comunisma Espafiol actual ‘a revolucién ecolégico-social. .. Hae Le mujer en el Apocaiipsis. Nota sobre * Feminismo y Ecologia... . ss 4a 107 136 163 203, 243, 247 265 24 295 3A EN LA EDICION CASTELLANA DEL LIBRO DE WOLFGANG HARICH ¢COMUNISMO SIN CRECIMIENTO?* Esta es la tercera traduccién de W.H. al castellano. Las an- teriores, aunque informan acerca del principal motivo del pensamiento del autor durante estos Uitimos afios, son escri- tos cortos de poco desarrallo; “Europa, el comunismo espa- fio! actual y la revolucién ecolégico-social”, entrevista por Rolf Ubsseler para Materiales, aparecid en el n.° 6 de esta revista (nov.-dic 1977); “La mujer en el Apocolipsis. Nota sobre feminismo y ecologia” en el n.° 8 de Materiales (marzo-abril 1978). Ambos escritos, junto con otros, se dan en Apéndice al volumen ¢Comunisino sin crecimiento?, el cual contiene, pues, todo el Harich castellanizado hasta aho- ra. Lo primero que habrfa que traducir ahora de él, después de este urgente ¢Comunismo sin crecimiento? —que, por lo demas, ha tardado lo suyo en salir— es su ditimo trabajo grande de critica litereria, Jean-Pauls Revolutionsdichtung. Versuch einer nouen Deutung seiner heroischen Romane (La obra de Jean-Paul sobre la revolucién. Ensayo de interprete: cién nueva de sus novelas herdicas), Berlin (RDA) y Rein- * Rosoia aparecida an ol n.* 12 do Materiales. 10 WOLFGANG ManiCH beck bei Hamburg (RAI, 1974. Este libro erudito y etegante es un fruto maduro de la gormanistica de influencia lukéc- siana; sin ningdn animo impertinante hay que decir que el estudio de Harich tiene toda la solide cultural de Lukécs con una acribia filolégica particular y sin las simplificaciones filoséticas y les rudezas de método que et ambiente impuso © inspiré al, maestro hungaro. La dedicaci6n a J.P.F. Richter —que es herencia de familie, pues el padre de W.H. fue un apreciado bidgrafo de Jean Paul— habia producido ya antes un texto de menos impor- tancia filolégica, pero también interesante desde los puntos de vista critico y filoséfico: Jean Pauls Kritik des philoso- phischen Egoismus (La critica del egoismo tiloséfico por Je- an Paul), Frankfurt am Main, 1988. De las publicaciones aparecidas entre los dos trabajos men- ionados sobre Jean Paul tiene particular interés para el loc- tor del presente volumen Zur Kritik der revolutiondren Unge~ dufd, libro del que hay traduccién italiana: Critica del’ imper zienza rivoluzionarie, Milano, 1972. Leer en paralolismo ese texto y el presente ¢Comunismo sin crecimiento? es un ejer- Ciclo esclatecedor de las prosentes dificultedes del marxismo \de fas cificultades reales, no de las quisicosas de los litera- tos y fildsofos, de acuerdo con la oportuna distincién de Pa- ramio y Reverte en el n.° 24 de El Viejo Topo). En ts Critica de fa impaciencia revolucionaria W.H. entiende por comunis- mo, al modo tradicional marxista, un liberterismo de la abundancia; en eComunismo sin crecimiento? construye el comunismo come un igualitarismo de la escasez, luego de abandonar, por consideraciones ecoldgicas, aquella nocién cldsica. Pero de esto en su lugar. Ei Harich minimo o imprescindible se podria completar con las siguientes menciones: en 1955 nuestro autor publicé en Sinn und Form, \a principal revista literaria de la Republica Democratica Alemana, al ensayo “Uber die Emofindung des Schénen’" (Sobre el sentimiento do lo hermoso} que tiene, entre otros, el interés de documentar ya en esa fecha la li bertad de economicismo 0 sociologismo de Hatich. Por dit mo, como a menudo ocurre, la tesis doctoral de nuestro autor cantiene en gérmen més de lo que se tiende a esperar COMUNISIO SIN CRECIMIENTO? " de un objeto burdsrético. Aparecié en Berlin (RDA) en 1952 y versa sobre fin Kantmotiv im philosophischen Denken Herders (Un motivo kantiano en el pensamiento tilasdfico de Herder). Wolfgang Harich nacié en Kénigsberg en 1923. (No viene 2 suento, pero todo filésofo debe protester, cada vez que se acuerda de ello, de que hoy la ciudad de Kant se llame Kali ningrado y no sea alemane. Cumplo con esa obligacién). En 1940 era estudiante de filosofia y germenistica en Berlin, donde oy6 @ Nicolai Hartmann y Eduard Spranger. Harich ha contado que at fue quién sugirié Lukacs la lectura de Hartmann que es visible en la Estética. El indiscreto, pero informade, Fritz Raddatz, que en otro tiempo compartié in- tereses y empefios con Harich, antes de convertirse en Elsa Maxwell de la emigracién alemana oriental, ha negado que Harich tuviera nada que ver con la resistencia alemana al nazismo. Pero, por otra parte, el mismo Raddatz alude @ los intentos de desercién de Harich durante la guerra mundial {los cuales implicaban un considerable riesgo de fusilamiento) y la circunstencia de que ® nombre de nuestro autor figuraba en la lista de antifascistes que llevaba, al entrar en Berlin con el Ejército Rojo, la direccién del Partido Comunista de Alemania. En cualquier caso, Harich era muy activo en las Juventudes Comynistas y en el Partido ya el mismo afo en que scab6 la guerra, 1945. Entre esa fecha y el final de sus estudios en 1948 publicé criticas teatrales y I terarias. €1 48 es docente en la Universidad Humboldt de Berlin. Sus primeros articulos filos6ficos son de 1950, y su doctorado de 1951 ‘Los trabajos filoséficos de Harich aparecieron en le Deutsche Zeitschrift far Philosophie, cuyo ‘efe de redaccién era desde 1950. La revista tenia una redaccién pequefia, pero memora- ble: los filésofos Ernst Bloch (discipulo del cual se conside- raba a Harich) y Arthur Baumgarten, Karl Schréter, uno de los légicos alemanes mas dotados del siglo (es el Schréter autor de Ein allgemeiner Kalkiibegritf) y Harich, Este tue cobrando una influencie politico-cuitural creciente y despro- Porcionada con su poder administrative. Durante mucho tiempo, como es sabido {aunque 2 menudo se olvide), el 12 WOLFGANG HARICH gobierno sovistico intent6 evitar que la divisién de Alemania se hiciers definitiva, pera fracasé ante la energia voluntad norteamericane de asegurarse una frontera muy beneficiosa econémica, militar, politica y propagandisticamente para el bando capitaliste en la guerra fria incipiente 0 en desarrollo. La percepcién del fracaso determiné en la potencia ocupante —con la influencia, también, de las grandes dificultades de la reconstruccién en el Este —un endurecimiento que reper- cutié directamente en el modo de gobierno de la Alemania oriental. En el ambiente opresivo y empobrecedor de la vida intelectual alemana, los escritos filoséficos y literarios de Ha- rich, su actividad docente, su estilo intelectual de filésofo prusiano bien puesto en su tradicién —enriquecida con los injertos de Bloch y Lukdcs—, incluso sus salidas e imperti encias mundanas (Raddatz cotillea que el fildsofo se decla- '6 a la actriz Hannelore Schrott con la notable formule “Vi- vo sélo para Stalin y para 11") y, sobre todo, el coraje de su critica politica y social, mucho més natural para él —al fin y al cabo joven y militante comunista— que para sus maduros amigos y colegas, alguno de ellos —Schréter— siempre sin partido, fueron haciendo de Harich un punto de referencia de la oposicién al creciente autoritarismo del régimen. Eso puede sorprender al tector espafiol que sélo conozca los tex tos de Harich publicados hasta ahora en castellano, con su enérgico rechazo del “eurocomunismo" y su profesién de fe en la URSS, considerada Nueva Arca que ha de salvarnos el diluvio industrial destructor de la naturaleza, Pero asi fue. Uno de los ecos més serios y valerosos que tuvo al Ie- vantamiento del 17 de junio de 1953 en Berlin-Este fue el articulo critico que publicé Harich, menos de un mes des- pués, el 14 de julio, en la Berliner Zeitung. La situacién se prolonga y complica hasta el XX Congreso del PCUS y la insurreccién hingara de aquel afio. Y enton- ces hace crisis, El intento de renovacién del estado y del partido, indeciso entre le autocritica y ei paternalismo y tan ‘oportunista como el mismo estalinismo —no fue menos falli- do en la RDA que on la URSS, sino caso més. Por enton- ces empezé en Berlin una escaramuza filosofica detras de la cual se percibia bien la batalla politica. La cosa empez6 con :COMUNISMO SIN CRECIMIENTO? 8 una ofensiva de los profesores de filosofia més préximos al gobierno contra la tendencia, caracteristica de Bloch y Lu- kécs, a alimentar el pensamiento marxista con una perma- nente reasimilacién de filosofia clasica, en particular de He- gel. £1 limo Stalin —esto es, la politica cultural zdanovista— habia roto con la muy hegeliana tradicién del Lenin maduro —el de los Cuadernos filoséticos—, pronun- ciando una condena explicita de Hegel e insistiendo en la vaciedad —heredada del peor Lenin filosofante, el de Mare- rialismo y empirio-criticismo— de que la historia de la filosofia se reduce a la “lucha entre el materialismo y el ideatismo". Harich interviene en defensa de la linea histérico-filoséfica de Bloch y Lukécs en el célebre n.° § de la DZPh, nimero secuestrado por el gobierno, El arranque de su intervencién es la posicién de politica cultural comunista que probable- mente era lo Unico que los tres hombres tenian sin reparos en comin: “(...) en la actualidad nos esforzamos por volver a dar un semblante a la figura de Hegel, partiendo de Marx y de Lenin, y por limpiarla de los falsos juicios sectarios de la era estalinista.” El sentido de ese esfuerzo esta heredado del Bloch de Subjekt-Objekt y del Lukécs de toda la vida “$élo nosotros”, escribe Harich, “los marxistas, podernos arrancar la gran tradicién del pueblo aleman a la ideologia de la burguesia imperiaiista.” El contexto inicial de la discu- si6n, situada entre la historia de las ideas y le pugna politica, parece empujar a Harich a proclamar su propio” gado”: “Nuestra formacién ideolégica ha sido particularmen- te influida por el camarada Gyérgy Lukécs. Bertolt Brecht ha estado hasta su muerte préximo a nuestro grupo, en el cual vela las fuerzas sanas dol partido.” G. Zecchi (E Bloch, utopia y esperanza en ef comunismo, trad. cast. de J.M. Ivars en prensa pata Eds. Peninsulal cree poder afirmar que la intervencién de Harich en el n.° § de la DZPh rechaza la intorpretacion de la historia de la filosoffa como lucha entre idealismo y materialismo. Por lo menos, eso esta verosimilmente implicado en el articulo. En cuslquier caso, éste robasa el marco de la polémica filo- séfica y se situa en ol “gran proceso de clarficacién que “4 WOLFGANG HARICH tiene lugar en la Unién Soviética después de la muerte de Stalin y que se acrecienta con el XX Congreso en un nuevo periodo de florecimiento de la vida cultural soviétice.” Harich usa entonces léxico toglisttiano, hasta el punto de proponer una “via slemana al socialism” hecha de una lista de reformes del régimen: reforma de le produccién pare corregir el pesadismo, reduccién del absnico salarial (con una enérgica critica de los privilagios de los intelectuales y los funcionarios|, introduccién de incentivos materiales y de consejos de fébrica, reconocimiento de la subsistente necesi- dad do un sector privado en la produccién, instauracion de las libertades civiles (en particular le de pensamiento), aban- dono de la hostilidad 2 las iglesias, cambio del sistema de gobierno en un sentido democratizador; y el punctum sal- tens: autonomia internacional, aunque sin abandonar la alianza socialista. “'La URSS", se lee en el documento, “es cl primer estado socialista del mundo, 2 pesar del estalinis- mo. Pero el sovialismo soviétice no puede pretender ser el modelo de todos los demés paises, cuando es ya discutible en la misma Unién Soviética. En el estadio actual obstaculi- 2a ol ulterior desarrollo socialista de la URSS". El 29 de noviembre de 1956 [a Policia Estatal de Seguridad detiene @ Wolfgang Harich. Se le juzga bajo la acusacién de “formacién de un grupo conspirativo enemigo del estedo”, 80 le condena a diez afios de presidio y se le expulsa del partido {entonces ya SED, Partido Socialista Unificado de Alemania). A los ocho afios de encarcelamiento sale en Ii- bertad por indulto (1964). Desde 1965 Harich trabaja para la editorial de la Academia de las Ciencias, No ha vuelto a la Universidad. Padece una seria enfermedad cardiaca, que es la principal causa de la accidentada forma de entrevista que tiene este Comunismo sin crecimiento? En ef repaso de las obras de Harich salta a la vista el apa- sionado forcejeo del autor con las contradicciones que la evolucién de su pensamiento le obliga 2 trabejar. La més lla- mativa de las cuales (aunque quizé no la mas profunda) se {COMUNISMO SiN CRECIMIENTO? 18 refiere a su actitud respecto del “socialismo real” de los petses de la Europa central y oriental. Entre el documento de 1966, que le valid la cércel, y [a actual posicién de Ha- rich hay un abismo que él se dedica, ademés, a realzar pro- vocativamente. Es verdad que también intenta rellenarlo con argumentacién, El lector de ¢Comunismo sin crecimiento? podria creer que Harich ha cambiado de opinién sobre los paises de la Europa del Este a causa de la desoubierta ur- gencie del punto de vista ecolégico-social, pues el autor le dice: “...) caracteristicas de la Repiblica Democrética Ale~ mana, como del campo socialista en general, en las que os tébemos acostumbrados a ver desventzjas, resultan ser exce- lencias en cuanto que las medimos con los criterios de la crisis ecolégica {...!". Desde ¢Comunismo sin crecimiento? repite Herich esa argumentacién. Asi, por ejemplo, en una de sus publicaciones en Materiales: "(...) mi creencia en la superioridad del modelo soviético de socialismo se ha hecho inquebrantable desde que he aprendido a no considerario ya desde el punto de vista de la —por otra parte absoluta— competencia econémica entre el Este y el Oeste, sino 2 juz- gatlo, ante todo, segin las posibilidades que ofrece su estructura para sobreponerse a la orisis ecolégica, para el mantenimiento de la vida en nuestro planeta, para salve- cién de la humanidad.” Pero esas palabras pueden resultar més racionalizacién que razonamiento. Para que fueran convincentes habrie que ester seguros de que la reserva ecolégica soviética —la “nueva ‘Arca de Noé" en que piensa Harich— es efecto de una estructura social, y no consecuencia imprevista y transitoria de su mal funcionamiento (malo desde el punto de vista de lun designio no diverso en esto del capitalstal. No se ve por qué los “Volksfiatovich” fabricados en Togliattigrado han de contaminer menos 0 ser més comunistes que los Fiet hechos en Tutin 0 os Volkswagen de Wolffsburg. Mientras eso no se demuestre, hay derecho @ seguir pensando que el ‘Asno del Apocalipsis es igual de siniestro si se llama “Seat” que si se llama “Trabant”, y que el quinto jinete que lo ca- baige es un pobre hombre tan alienado en un caso como en otro. 16 WOLFGANG HARICH No es sdlo que falta la imprescindible prueba aludida, Ocurre, ademas, que Harich habla cambiado de opinin an- tes de llegar a su presente pensamiento ecolégico-social. En la Critica de fa impaciencia revolucionaria habla escrito esta reflexion, impresionante en la pluma del presidiario de 1956: “aNo nos preguntaremos (...) qué direccién habrian tomado Jas ‘Instituciones transitorias’ hingaras de 1956, luego de ha- ber aprobado, como lo hicieron, el terrorismo blanco, de no intervenir et Ejétcito Rojo? {Qué fuerzas de clase se habria impuesto en semejante parlamento hingaro? Hay que ser fa- néticos irealistas para hacerse ilusiones @ ese respecto.” No es posible explicarse esa actitud de Harich (en el sypues- to de que no satisfaga la que 6! mismo da) apelando a una caida en el dogmatismo. Harich no me parece nada dogmé- tico, ni ahora ni antes, pase a la contraria opinin de Rad- datz. El gusto de Hatich por la provocacién, hasta por la mera boutade, auede confudir ai que se tome en serio tal 0 cual retérica proctamacién de los rimbombantes filosofemas de ia escoléstica materialiste-dialéctica, Pero su modo de ra- zonar, ldgicamente pulcro y sensatamente empirico, esté libre no s6lo de dogmatismo, sino también de la especula- cién metafisica mas 0 menos imaginative que es la homofilia roja, la enfermedad hereditaria de las mejores familias mar- xistes. El estilo discursivo de Harich revela un claro buen sentido cientifico. Un elegante ejemplo de esa cualidad es su refutacién de los poblacionistas marxistas, que se creen obli- gados —por herederos del ataque de Marx a Malthus— 2 seguir tolerando a llegada anual del angel exterminador sobre Ios nifios de muchos paises neocolonizados. "Si digo que Ia limitacién social” (de la poblacién en una sociedad), observa Harich, “no es la limitacién natural —y eso es Io gue, en cuanto al sentido, han dicho Marx y Engels contra Malthus—, no puedo esperar légicamente que con la aboli- cién de la limitaci6n social” (por el socialismo) “caiga tam- bién eo ipso la limitacién natural. Si lo espero asi, es que yo también identifico ambas limitaciones.” Mas vale, pues, no buscar la explicacion de Ja afirmacion por Harich de la superioridad del modelo soviético en un dogmatismo que en realidad no profesa. En algunes oca- LCOMUNISMO SIN GRECIRAENTO? v7 siones da fa impresién de que no haya tal conviccién, sino que fingirla sea para Harich una especie de argucia “esépica” tendente 2 influir en su gobierno y en el soviético, A veces, en efecto, parece estar siguiendo le con- ducta de los astutos padres que elogian en cualquier caso a sus hijos, con razén o sin ella, para reforzer en ellos con- ductas afines con ideales paternos. “Mi hijo estucia mucho, eS muy sensato, no transnocha, etc.” Un padre asi parece Harich cuando intenta convencemos —za nosotros?— de que el Partido Socialista Unificado de Alemania no desea una competicién productivista con el capitalismo. “ZCémo, sino, se habria impuesto a si mismo y, por lo tanto, @ to- dos los érganos directores de nuestra economia, la obliga cién —tal como figura en el nuevo programa aprobado en 1976 en el IX Congreso, Io que constituye un elemento pionero en Ia historia de ta totalidad de los programas de partido que hasta ahora se ha dado el movimiento pro'etario revolucionario intemacional— de utilizar los recursos nature: les sélo desde la plena conciencia de la responsabilidad res- pecto de las generaciones futuras?” No es malicia suponer que esas palabras se dirigen més a la direccion de la SED que a los j6venes socialistas que eran formaimente sus desti- natarios en 1977. Otas veces entra la sospecha de que, més que admiracién por el modelo ruso, Harich sienta desprecio por la laxitud telectual de autores y politicos que propugnan una utopia reformiste inconfesada o inconsciente, © por la nebulosa ide- olégica de los ereyentes en perspectivas insurrecionales ochocentistas en Europa. En la Critica de fa impaciencia re- volucionaria, por ejemplo, Harich expone (pags. 70 y ss. de la edicién italiena) una critica del caracter ilusorio de lo que alli lama “el anarquismo prematuro”. La critica es objetive, poro al final Harich le afiade un poco de ironla despectiva: “La aceptacién de le violencia revolucionaria, predominante ‘en el movimiento anarquista, demuestra que sus seguidores no son, en realidad, tan nobles como para renunciar a me- dios innobles en la lucha por fines nobles. Lo que pasa es que son tan impacientes y, ademés, tan roménticos que sélo les gusta la violencia de la aventura fugaz, del atentado, de 8 WOLEGANG HaniCH Jos dos o tres dias de batalla en las barricadas, con fotogé- nicos vendajes en las cabezas abolladas. Pero puestos ante la prosdice tarea de construir al servicio de la revolu- cién un mecanismo preciso de represin sistomatica y la de mantenerio. en funcionamiento, mientras la correlacién de fuerzes entre las clases haga de la actitud de los adversarios internos un peligro real, su entusiasmo se apega como ho- guera de pajas. Eso es todo."” EI intento de condicionar a su propio gobierno y el despre- cio aristocrético del democratismo plebeyo o populista de bastantes antiestalinismos (motivaciones ambas tal vez de- masiado ingénuas) son explicaciones parciales del optimismo de Harich respecto de la situacién y las perspectives de los poderes de la Europa centrel y oriental. Por otra parte, nuestro autor se quita de vez en cuando Ia careta provoca dora, renuncia a salidas agresivas y resulta mds cauto y convincente cuando habla de las disputas entre los partidos procedentes de la Ill.? Internacional. En la entrevista con Ussseler, Harich ha dejado caer la siguiente franqueza (cursi- va mia): “Esté bien, no quiero andarme con rodeos en nin- guna de sus preguntas |...) la critica de Carrillo a la URSS asa completamente por alto las més urgentes tareas de su propio partido y los presentes problemas de la clase obrera espafiola. Por otra parte, también desearia, como es natural, que fos comunistas soviéticos comprendieran que estarian en condiciones de responder a esas criticas con menor iritacién, mayor sorenidad y mas segura salvaguerda de su destino y de su crédito si no se calleran pudorosemente de- terminadas circunstancies —por lo demés sobradamente conocidas— y se decidieran a aplicar la metodologia marxis- 12 al anélisis critico de su propia historia de partido.” Desde hace unos cinco afios san muy visibles corrientes de pensamiento comunista marxista que coinciden en una revi- si6n del modo o 1a medida en que los clésicos del marxismo toman como simples datos ciertas caracteristicas de la civili- zacidn capitalista, en particular el crecimionto ilimitado de (as {COMUNISMO SIN CRECIMIENTO? 19 fuerzas productives materiales, la ricardiana “produccién por la produccién” en la que Marx vio en algan momento ta i- namica basica de la libertad. Esas corrientes, que difieren bastante entre elias en cuanto a sus métodos y estilos inte- lectuales y se cruzan con nuevas reflexiones econémicas, incluyen, por ejemplo, un trabajo de critica detallada, parti- cular, protagonizada por cientificos y técnicos, que estudia los efectos de determinados procesos de produccién {o incluso de investigacién aplicada 0 pura) en el marco de un andlisis de clase y de una lucha propagandistica explicita contra el imperialismo; a este patron responden, por ejemplo, los esoritores de la parte marxista de la revista nor- teamericana Selence for the People, aunque no todos. Pero también hay que conter aqui con la “escuela de Budapest”, la cual trabaja filoséficamente en la definicién de un sistema de valores comunitarios, en la identificacién de un sistema de “necesidades radicales” (Agnes Heller) que se contrapone al sistema de necesidades propio del capitalismo y difundido por los persuasores ocultos al servicio de la valorizaci6n; os ta cortiente, de forma mentis més especulativa, supone on lima instancie una humanidad esencial, una “esencia hu- mana" contrapuesta a la impropia existencia capitalista. De ahi que el audaz trabajo de Gyorgy Markus que, agarrando el toro por los cuernos, se proponia definir dicha “esencie humana”, sea el texto fundamental de esa corriente, Y también Harich cuenta entre esas corrientes. £l se carac- teriza por poner en el centro de una revisi6n marxista revo- lucionaria el problema ecolégico, el problema de la relacién hombre-naturaleza:” (...) nada hay més conforme ala época”, dice Harich en su entrevista al Extra-Dients (19771, “que este lema de Rousseau: ;Vuelta a fa naturaleza! Aun- que hay que puntualizar que Rousseau no fue un raméntico pasadista, sino un eminente pensador revolucionerio, por lo que, en realidad, ese lema suyo deberis transformarse, para permanecer fiel @ su sentido, asi: ;Adelante a la naturaleza!” Harich piensa que las fuerzas productivas materiales han al- canzado un estadio de desarrollo que ya no se puede reba- sar sin consecuencias destructivas irreparables, de modo que "a pattir de ahora el proceso de acumulacién de capital cho- 20 WOLEGANG HARICH ca con al limite Ultimo, absoluto, detrés del cual estén ya ol acecho los demonios de la aniquilacién de la vida, de la autoaniquilacién de toda vida humana.” En este punto interviene el andlisis marxista pera eviter una caida en el error en ol que lamentablemente esté incurriendo, empujada por el ambiente filoséfico-titerario de “crisis del marxismo y, sobre todo, por la evidente sumi- sién de los estados y partidos sedicentemente socialistas 0 comunistas a la ldgica de la “produccién por ta produccién", una parte del movimiento ecologista. Todavia en el Gitimo nimero de Mazingira (n.° 5, 1978) Paul Thi baud presenta la problematica ecolégies francesa como cosa independiente de la opcién entre capitalismo y socialismo. Y, entre nosotros, Juan Capdevila, cuya interpelacién al po- der {Carta abierta al presidente del gobierno, ministros, dipu- tados..., Barcelona, La Gaya Ciencia, 1977) es tan enco- miable cuanto oportuna, digna del apoyo de toda persona que no sea ciega para con la situacién de la relacién de la sociedad espatiola con la naturaleza, opina simplisticamente que “para el hombre esclavizado por el ritmo de la maquina poco importa que la plusvalia de su trabajo vaya integramente al Estado o parte al Estado y parte al bolsillo del capitalista’, y cree que s@ puede salir de nuestro infierno megalopolitano "“fomentando las pequeitas empresas fami- liares, como si no fuera precisamente le dinamica del mun- do de las pequefias empresas privadas lo que llavé de modo clasico al gran capitel, a la produccién itreparablemente depredadora. Harich no pasa eso por alto, naturalmente, y advierte que sin destruccién del capitalismo no tiene sentido ni siquiere ta austeridad més estricta, ya que “la limitacion del consumo fen condiciones capitalistas favoreceria la expansién de la produccién, y eso es precisamente lo que se trata de impe- dir.” La tesis de Harich segin le cual ta revolucién comunis- ta (no ya socialista) esta a la orden del dia en los paises in- dustrializados se basa en dos argumentos complementerios: uno econémico, que es el recién apuntado e implica el anéli- sis marxista de le reproduccion ampliada y de las crisis inlicas; y ofa ecolégico, que es la consideracién de que no ch COMUNISMO SiN CRECIMIENTO? 2 existe ninguna positlidad ecolégicamente admisible de ex- pansionar el producto en los paises adelantados, porque “la nueva tecnoiogia no basta’, por causa del consumo energé- tico que supone en cualquier caso, en particular si se re~ cure a un reciclaje @ gran escala. Puesto que ni la nueva tecnologia conservadora basta, “hay que complementarla con otras soluciones: la limitecién del consumo y la limita- Cién de la poblacién, cosas ambas |...) que, como el mismo reciclaje, se pueden realizar del modo més facil y més hu- mano en una sociedad socialist, mas propismente comunis- ta, que es la Unica que permite combiner las medidas nece- sarias” —por ejemplo, el racionamiento— “con el principio de igualdad-(...1". Pero e803 ergumentos no basterian para construir de un modo coherente ie tesis de Harich si éste no diera un paso imprescindible: la redefinicién de la nocién de comunismo, 2 la que nuestro autor procede sin vacilar. El siguiente paso de ¢Comunismo sin crecimionto? presenta una sintesis de la reflexion de Harich: “Considero posible el paso inmediato al comunismo en el estadio ya alcenzado del desarrollo de las juerzas productivas; y, a la vista de la crisis ecolégic, el paso al comunismo me parece urgentemente necesario. Pero ya no creo que vaya a existir nunca una sociedad comunista que viva en sobreabundancia, una sociedad comunista que viva de una plenitud material como era aquella 2 Ia que los marxistas hemos aspirado hasta ahora. En este punto nos tenemos que corregir.”” La correccién del comunismo de la abundancia por un co- munismo sin crecimiento, homeostético (en equilibrio), acerrea una rectificacién de gran trenscendencia: obliga a cambiar la nota esencial del concepto, dosplezando el acen- to del libertarismo al iguatitarismo. En el mismo lugar en que por primera vez invoca a Babeuf, el comunismo ascétic autoritario, Harich dice: ““Comunismo significa distribucién justa, resizada consecuentemente, radicalmente.” Y aplica el voncepto con su acostumbrada coherencia radical: en un momento de la entrevista Harich dice que “el automévil_ de propiedad privada es (...) un medio de consumo antisocial y, en cualquier caso, anticomunista’”. Duve, que es un sefior 2 WOLFGANG HARICH del partido socialdemécrata —el de las leyes de emergencia, el decreto contra los radicalas y el negocio nuclear— se da entonces el gustezo de representar la ortodoxia marxista: "@Consumo anticomunista?” Harich no se deja desviar por la pequefie provocacién y prosigue la construccién de su con- cepto de comunismo utllizzndo una especie de “imperativo categérica”” ecolégico-igualitario, interesante desde e! punto de vista metodolégico: “‘Liamo anticomunista @ un valor de uuso que en ninguna circunstancia social, cualquiera que ésta fuera, podria ser consumido por todos los miembros de la sociedad sin excepcién. Nuestro autor no evita siquiora la formulacién més éspera de sus conclusiones, En el mensaje de 1977 a los jévenes socialistes de la RFA esi "la igualdad comurista para todos sélo se podré conseguir me- diante una igualaci6n por abajo.” El lector de la entrevista a Rolf Uesseler para Materiales se entera, quiz con alguna sorprese, de que los espefioles es- tamos particularmente maduros para el comunismo, de que estamos més cerca que otros de le “revolucién ecologico-so- cial”. Harich, que escribe e50 conociendo datos sobre con- taminacién de las grandes ciudades espafiolas que los espa- fioles ignoran a menudo, y recordando los muertos de Eren- dio, piensa que “en Espatia coinciden los sufrimientos y los horrores. —apenas superados todavia— de casi cuarenta afios de opresin fascists con los efectos de un proceso de industrializacién a toda maquina desarrcileds de un modo extrgordinariamente répido en la ditima década, un proceso de consecuencias sociales y ecolégicas mucho més catastré- ficas que en cualquiera otra parte de Europa. A la luz de todo ello creo que puede afirmarse no sélo que Espafia esté sobradamente madura para la realizacion inmediata del co- munismo, sino también que, sobre la base de sus condi- ciones internas, est precisamente llamada a convertirse en deionante de ese revolucién en toda Europa Occidental.” No deben de ser muchos los espafioles dispuestos a creerse es0. Pero, aparte de agradecer @ Herich su incitante version del “Spain is different”, podemos recoger del contexto es- pafiol de nuestro autor algunas precisiones o insistencias Gti- les para perfilar su concepto de comunismo: “para ef comu- -COMUNISMO SIN CAECHAENTO? 23 rrismo en el que yo pienso no faltan en absoluto los presu- puestos materiales on Espafia. No estoy pensando en un co- munismo de la abundancia, sino en uno que excluya el ulte- rior crecimiento demografico y econémico, un comunismo de racionamiento de los bienes de uso que, con una radical nivelacién de las diferencias de renta existentes, garantice la igualitaria satisfaccién de las necesidades elementales de to- dos ios miembros de la sociedad y sintonice arménicamente con el mantenimiento y e\ robustecimiento de nuestra base natural actuaimente emenazada de muerte: 'a biosfera.” No es posible dejar de resefiar otros dos elementos muy im portantes de la reflexién y el programa de nuestro autor: la ausencia en su pensamiento de metafisica especulativa tradi- cional (pese a ocasionales truenos retéricos hegelianos) y su autoritarismo. El primero se puede ejemplificar comparando el tratamiento del concepto de necesidad por Agnes Heller con el que le da Harich. Por un lado, una apasionante bis- queca de lo humanamente radical, con la esencia humana como horizonte, Por el lado de Harich, una positiva clasifica- cidn de las necesidades en necesiiades satisfactibles y nece- sidades que hay que yugular (sin pretender saber sin son més 0 menos esenciales que otras) por sus consecuencias empiricamente registrables: Harich subdivide el segundo gru- po en cinco subgrupos: a) necesidades cuya satisfacci6n es héstil @ la naturaleza; b) necesidades cuya satisfaccién es hostil @ la vida social; c) necesidades cuya satistaccién es antisocialista; d) necesidades cuya satistaccién es anticomu- nista; e) combinaciones y transiciones de y entre a)-d). En el “examen diferenciedo” que Harich propone de todas las ne- # cosidades “se trataré de distinguir selectivamente entre nece- sidades que hay que mantener, que cultivar como herencia cultural 0 hasta que habré que despertar o intensificer, otras necesidades de las que habré que desacostumbrar a los hombres, a sar posible mediante reeduccién y persuasion ilustradora, pero también, en caso necesatio, mediante medi- das represivas rigurosas, como, por ejemplo, la peralizacion de ramas enteras de la produccién, acompariada por trata- mientos cn masa de desintoxicacién ejecutados segtin la ley.” En este punto, el realismo de Harich desemboca en cl otro 24 WOLFGANG HARICH rasgo_destacado de su programa ecolégico-comunista: el autoritarismo. E] paso al autoritarismo en la nocién de comunismo fue, na- turalmente, una cificultad central para el mismo Harich. Este punto de su rectificacién del concepto de comunismo muestra la contradiccién més llamativa en que se encuentra Herich con su obra anterior. Sin embargo, a veces el autor tarisme de Harich se presenta tan provocativamente que in- clta @ pensar que sus raices se bundan en una vieja tierra que no es el nuevo terreno de los problemas ecoldgicos. Cuando, por ejemplo, dice "A mi el pluralismo, la reivindica- cin de més libertad, etc. etc., no me dice, evidentemen- te, nada, al contrario”, Harich me recuerda inevitablemente el mundo cultural del que viene la insania zarista, 1a feroci- dad reaccionaria antiliberal de las dltimas revelaciones del profeta Solchenizin, que han movido a protestar incluso a escritores yanguis moderados, como Schlesinger. Pero hoy que sobreponerse a esa tentancién de caltibero Iibertario, porque el problema material (no s6lo e! moral) no es un in- vento, est planteado realmente y no se puede reducir a dis- posiciones culturales de Harich. Cualasquiera que éstas sean, esté fuera de duda que todo comunista que vea en el problema ecolagico el dato hoy bésico del problema de la Fevolucién [como 6s el caso de Harich) se ve obligado a re- visar la nocién de comunismo, Y una de las revisiones que se ofrecian més inmediatamente consiste, desde luego, en prescindir del elemento libertario y compensar la pérdida acentuando el igualitario. Esta es la solucién adoptada por Harich, las estaciones de cuya reflexion se pueden describir resumidamente como sigue. Todavia en la Critica de fa impaciencia revolucionaria, cuatro afios antes de ¢Comunismo sin crecimiento? Marich trabaia, como queda dicho, con la nocién de comunismo tradicional entre los marxistas. El capftulo segundo de aquel ensayo se titula, precisamente “La abolicién del poder, objeto final también del marxismo” (se sobreentiende, no sélo del anar- auismo), Harich hace alli un poco de filologia marxiana y Concluye escribienda que desde 1847", esto es, desde Misé- re de la Philosophie, “la doctrina marxista del estado ha

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