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September 15

EDIFIQUEMOS (Neh_2:9-20)
Entonces les declar cmo la mano de mi Dios haba sido buena sobre m. . . Y dijeron: Levantmonos y edifiquemos. As esforzaron sus manos para bien. (Neh_2:18). Con corazn dolorido. . . [Nehemas] mir las defensas arruinadas de su amada Jerusaln. Y no es sta la condicin en que los ngeles del cielo ven a la iglesia de Cristo? Como los moradores de Jerusaln, nos acostumbramos a males existentes y a menudo nos conformamos y no hacemos ningn esfuerzo para remediarlos. Pero, cmo son considerados esos males por los seres divinamente iluminados? No miran ellos, como Nehemas, con corazn apesadumbrado los muros arruinados y las puertas quemadas con fuego? (SDA Bible Commentary, tomo 3, pg. 1136). Nehemas haba trado un mandato real que requera a los habitantes que cooperasen con l en la reedificacin de los muros de la ciudad; pero no confiaba en el ejercicio de la autoridad y procur ms bien ganar la confianza y simpata del pueblo, porque saba que la unin de los corazones tanto como la de las manos era esencial para la gran obra que le aguardaba (Profetas y Reyes, pg. 470). Hay necesidad de [muchos] Nehemas en la iglesia hoy: hombres que puedan no slo orar y predicar, sino hombres cuyas oraciones y sermones estn corroborados por un propsito firme y anhelante. . . El xito que acompa los esfuerzos de Nehemas muestra lo que la oracin, la fe y la accin enrgica y sabia pueden llevar a cabo. . . El espritu manifestado por el dirigente ser reflejado en gran medida por el pueblo. Si los dirigentes que profesan creer las verdades solemnes e importantes que van a probar al mundo en esta poca no manifiestan ardiente celo en preparar a un pueblo para que permanezca firme en el da de Dios, debemos esperar una iglesia descuidada, indolente y amante de los placeres (SDA Bible Commentary, tomo 3, pg. 1137). Nehemas era un reformador, un gran hombre suscitado para una ocasin importante. Cuando entr en contacto con el mal y toda clase de oposicin, surgieron un nuevo nimo y un celo renovado. Su energa y determinacin inspiraron al pueblo de Jerusaln; la fuerza y el valor tomaron el lugar de la debilidad y del desaliento. Su santo propsito, su elevada esperanza, su jovial consagracin al trabajo, eran contagiosos. El pueblo se contagi del entusiasmo de su dirigente: en su esfera, cada hombre se convirti en un Nehemas y ayud a fortalecer la mano y el corazn de su vecino (Ibid.). 265

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