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El Pol Tico y El Cient Fico
El Pol Tico y El Cient Fico
Para ésta exposición quien nos interesa es el segundo pues, en este tipo de dominación se
arraiga, en su expresión más alta, la idea de vocación, en la entrega de los sometidos al
“carisma” puramente personal del “caudillo”. Más específicamente, el caudillaje político,
el cual surge primero en la figura del “demagogo” libre, aparecida en el terreno del Estado-
ciudad y, más tarde, en la figura del “jefe de partido” en un régimen parlamentario, dentro
del marco del Estado constitucional.
Estos políticos por “vocación” que luchan por el poder en la empresa política.
Para el mantenimiento de toda dominación por la fuerza se requieren ciertos bienes
materiales externos, al igual que una empresa económica.
Frente a los estamentos, el príncipe se fue apoyando sobre distintas capas sociales
disponibles de carácter no estamental, en un primer momento fueron los clérigos su cuadro
administrativo, quienes tenían la capacidad de leer y escribir; en una segunda encontramos
a los literatos con formación humanista, quienes poseían habilidades poéticas e
historiográficas; en una tercera capa aparece la nobleza cortesana, quienes se
caracterizaron por poseer un profesionalismo político y de índole diplomática; luego, en
una cuarta capa tenemos a la “gentry”, figura específicamente inglesa, que desempeñaba
los cargos de la administración local gratuitamente, en interés de su propio poder social; en
la quinta capa aparecen los juristas universitarios (propia sobre todo en el continente
europeo), que poseían la capacidad de transformar la empresa política y convertirla en
Estado racionalizado.
En ésta última capa visualizamos la relación que los abogados tuvieron en la constitución
de los partidos políticos. La empresa política llevada a cabo a través de los partidos quiere
decir, justamente, empresa de interesados, y la función del abogado es dirigir con eficacia
un asunto que los interesados le confían. El abogado posee la capacidad de hacer triunfar
un asunto apoyado en argumentos lógicos débiles, y en este sentido “malo”, convirtiéndolo
en un asunto técnicamente “bueno”.
La política actual se hace cada vez más de cara al público, por ende, utiliza como
instrumento la palabra hablada y la escrita, tarea central y peculiarísima del abogado; no
del funcionario que no posee grandes capacidades de demagogo, éste debe limitarse a
“administrar”, sobre todo imparcialmente, afirmación válida también para el funcionario
político, mientras no esté en juego la razón de Estado, es decir, los intereses vitales del
orden predominante.
Los partidos políticos son los conformados por los primariamente interesados en la vida
política, en el poder político, quienes reclutan libremente a grupos de seguidores, se
presentan ellos mismos o presentan a sus protegidos como candidatos a las elecciones,
reúnen los medios económicos necesarios y tratan de ganarse los votos. Están constituidos
por una jefatura y una militancia, los cuales representan a los miembros políticamente
activos, los militantes tienen por objetivo conseguir el apoyo del electorado pasivo y de esa
manera lograr la elección del jefe.
En un primer momento se manifestó como una lábil vinculación entre parlamentarios, con
un pequeño número de notables, con programas elaborados por los candidatos o por sus
patronos en cada distrito y para cada elección. Luego, la fuerza que impulsa el
establecimiento del partido es el interés de los parlamentarios por hacer posibles
compromisos electorales interlocales y por disponer de la fuerza que supone una agitación
unificada, un programa también unificado y conocido en amplios sectores de todo el país;
aunque continua siendo una simple asociación de notables, con círculos sociales dirigidos
por personas “bien vistas” o notables extraparlamentarios que disponen de influencia
paralela a la del grupo de notables políticos, que ocupan un puesto como diputados en el
parlamento. En consecuencia, la política era predominantemente una profesión secundaria,
relegada a la dominación de los notables.
Las formas modernas de organización de los partidos tienen como características que son
hijas de la democracia, del derecho de las masas al sufragio, de la necesidad de hacer
propaganda y organizaciones de masas, de la evolución hacia una dirección más unificada y
una disciplina más rígida. La empresa política está en manos de profesionales a tiempo
completo, los cuales se mantienen fuera del parlamento. Los candidatos se designan en las
asambleas de miembros de partido.
Para quienes están obligados a vivir “de” la política, se presenta la alternativa de ser
periodista, funcionario de un partido, funcionario de la administración municipal o de
organizaciones que representan intereses determinados.
Para el político son tres las cualidades decisivamente importantes: la pasión, en cuanto a
entrega apasionada a una causa se refiere; el sentido de responsabilidad, para con esa causa
como objetivo que orienta su accionar; y mesura, referida a la capacidad para dejar que la
realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir, para guardar
la distancia con los hombres y las cosas.
La fuerza de una personalidad política reside en la posesión de estas cualidades.
El “instinto de poder” también está entre sus cualidades normales, pero cuando esta ansia
de poder deja de ser positiva, el político empieza a pecar en contra de su profesión. Hay dos
pecados mortales en el terreno de la política, la ausencia de finalidades objetivas y la falta
de responsabilidad. La vanidad, la necesidad de aparecer siempre que sea posible en primer
plano, es lo que más lleva al político a cometer uno de estos pecados o los dos a la vez.
Lo importante es que siempre exista algún fin, alguna fe, cuando falta, incluso los éxitos
políticos aparentemente más sólidos, y esto es perfectamente justo, llevan sobre sí la
maldición del agotamiento.
El trabajo científico está inmerso en una corriente de progreso, todo “logro” científico
implica nuevas “cuestiones” y ha de ser superado y ha de envejecer.