Al amanecer, Jess estaba en la orilla, aunque los discpulos no saban que era l.

Jess les dijo: "Muchachos, tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". l les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarn". Ellos la tiraron y se llen tanto de peces que no podan arrastrarla. El discpulo al que Jess amaba dijo a Pedro: "Es el Seor!" Cuando Simn Pedro oy que era el Seor, se ci la tnica, que era lo nico que llevaba puesto, y se tir al agua. Esta fue la tercera vez que Jess resucitado se apareci a sus discpulos. Juan 21:4-7,14

Cuando Jess se presentaba ante sus discpulos despus de haber resucitado, de inicio no era reconocido por ellos. Esto es algo que me llama la atencin: Ser posible que a pesar de haber vivido con l durante tanto tiempo, ahora, das despus, ya no lo puedan reconocer? No es de extraar, por lo tanto, que a mi me pase igual. Yo conozco a Jess desde mi bautizo. Muchas veces en mi vida, experiment su presencia y su misericordia, y sin embargo, otras muchas no fui capaz de reconocerlo. Nuestra naturaleza humana es sin lugar a dudas imperfecta, y la soberbia nos ciega, afecta nuestra memoria espiritual, e impide que le demos a Jess el lugar preponderante que le corresponde en nuestra vida. Somos ingratos, volubles, incondicionalmente y su y convenencieros. Pero para nuestra no tiene lmite. Siempre lo fortuna Jess no es as. l es fiel a su promesa, nos ama paciencia encontraremos a la orilla de la playa para indicarnos el camino y para que al llegar, podamos sentarnos a su lado y disfrutar de su divina presencia en nuestros corazones.

La Pascua del Seor es el tiempo perfecto para reflexionar sobre la presencia de Jess Resucitado en mi vida: Ser capaz de reconocerlo y seguirlo?
Religious leaders, priests, ministers, rabbis, and imams can be admired and revered but also hated and despised. We expect that our religious leaders will bring us closer to God through their prayers, teaching, and guidance. Therefore, we watch their behavior carefully and listen critically to their words. But precisely because we expect, often without fully realising it, to be superhuman, we are easily disappointed or even feel betrayed when they prove to be just as human as we are. Thus, our unmitigated admiration quickly turns into unrestrained anger. Let's try to love our religious leaders, forgive them their faults, and see them as brothers and sisters. Then we will enable them, in their brokenness, to lead us closer to the heart of God.