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Cuando al cristianismo se le despoja de todo sectarismo lo que queda es una joya deslumbrantemente bella. Hela aqui descrita. Hasta donde puedo juzgar por las criticas en periddicos y revistas y por las numerosas cartas que me han escrito, este libro, cualesquiera sean sus fallas en otros aspectos, ha logrado presentar un cristianismo con el que todos han de estar de acuerdo, un cristianismo comGn, un cristianismo central, un “cristianismo ... jy nada mas!” Espero, sin embargo, que ninguno de mis lectores supongan que Cristianismo... iy nada mas! es presentado como una alternativa frente a los credos de las comuniones ya existentes... Es mas bien un gran salén con puertas que dan a varios cuartos. Si logro que alguien penetre en ese sal6n habré logrado lo que me propuse. Pero es en los cuartos, no en el salén, donde estan las estufas, las sillas y la comida. EI salén es un lugar de espera, un lugar desde el cual se llega a los cuartos, y no un sitio para vivir en él. El autor Clive Staples Lewis fue durante muchos afios profesor de literatura medieval y renacentista en la universidad de Cambridge, Inglaterra. Muri6 en 1963. En esta obra, al igual que en las Crénicas de Narnia, El problema del dolor y Los cuatro amores que esta editorial esta publicando, revela una firme y clara comprensi6n de la vida y de ese hombre. Cristianismo --jy nada mas! C.S. Lewis Cristianismo fy nada mas! (Mere Christianity) editorial caribe © 1977 Editorial Caribe 1360 N.W. 88 Ave. Miami, Fla. 33172, E.E.U.U. Titulo del original en inglés: Mere Christianity © Wm. Collins Sons & Co. Ltd. Traductor: Julio C. Orozco O. Library of Congress Catalog Card No. 77-85609 Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducci6n total o parcial de esta obra sin la autorizacién escrita de los editores. Printed in U.S.A. Impreso en E.E.U.U. Contenido Prefacio LIBRO II Lo correcto y lo incorrecto como pistas para hallar el significado del universo. 1. La ley de la naturaleza humana 2. Algunas objeciones 3. La realidad de la ley 4. Lo que hay detrds de la ley 5. Tenemos por qué sentirnos inquietos Libro II Lo que creen los cristianos 1. Las concepciones antagénicas de Dios 2. La invasion 3. La alternativa asombrosa 4. El penitente perfecto 5. La conclusién prdctica Libro II La conducta cristiana 1, Las tres partes de la moralidad 2. Las “virtudes cardinales” 3. La moralidad social 4. La moralidad y el sicoandlisis 5. La moralidad sexual 6. El matrimonio cristiano 7. El perdén 8. El gran pecado 9. La caridad 10. La esperanza 11.La fe 12.La fe Libro IV Mas alld de la personalidad: o los primeros pasos en la doctrina de Ja Trinidad 1. El hacer y el engendrar 2. El Dios tripersonal 3. El tiempo y mds alld del tiempo 4. Una buena infeccion 5. Los obstinados soldados de juguete 6. Dos notas 7. Supongamos que. . . 8. jEs dificil 0 facil el cristianismo? 9. Contemos el costo 10. Gentes agradables u hombres nuevos 11. Los nuevos hombres 133 136 141 151 157 162 167 172 176 179 186 191 196 205 Prefacio El contenido de este libro se transmitié primero por la radio y luego fue publicado en tres partes separadas con los titulos de The Case for Christianity (1943)*, Christian Behaviour (1943), y Beyond Personality (1945). En su forma impresa le hice unas cuantas adiciones a lo que dije por los micréfonos, pero el texto esencial no fue alterado. Pienso que una “char- la” en la radio debe ser en lo posible una charla, y no debe sonar como una conferencia lefda. Por ello usé en mis charlas todas las contracciones y modismos que de ordinario empleo en la conversacién. En la versién impresa reproduje esta forma de hablar; y cuando en mis charlas, para destacar la importancia de una palabra, puse cierto énfasis en la voz, esto lo destaqué en lo impreso empleando letras cursivas. Ahora casi me hallo inclinado a pensar que esto fue una equivocacion: un hibrido indeseable entre el arte de hablar y el arte de escribir. Quien habla debe modular la voz para dar énfasis porque este medio de expresién se presta para tal método; pero un escritor no debe utilizar cursivas con este mismo propésito. El escritor tiene sus propios y diferentes medios de destacar las palabras claves, y debe emplearlos. En esta edicién he reemplazado la mayoria de las cursivas dandoles nuevas formas a la frases, pero sin alterar, espero, el tono “popular” o “familiar” que intenté darles. También *Se publicé en Inglaterra bajo el titulo de Broadcast Talks. 8/Cristianismo. . . jy nada mas: he afiadido o suprimido cosas donde pensé que alguna parte de mi tema lo entendfa mejor ahora que hace diez afios, o en donde me di cuenta que la versién original habfa sido mal interpretada. El lector debe entender desde ahora que no ofrezco ayuda alguna para quien est4 vacilando entre dos confesiones cris- tianas. No sabrd por mi si debe hacerse anglicano, catdlico romano, metodista o presbiteriano, Esta omisin es intencio- nal (y aun al mencionar estas confesiones religiosas me he cefiido a su orden alfabético). No existe misterio alguno en cuanto a mi propia posicion. Soy un simple feligrés laico de la Iglesia de Inglaterra (anglicana), sin ningdin énfasis particular en ninguna de las tendencias teoldgicas y liturgicas de tal iglesia. Pero en este libro no estoy tratando de convencer a ninguno para que abrace mi propia posicién. Desde que me hice cristiano he pensado que el mejor, y quizds el unico servicio que puedo prestar a mi préjimo que no cree, es expli- car y defender la fe que ha sido comtn a todos los cristianos de todos los tiempos. Me asiste mds de una raz6n para pensar en esta forma. En primer lugar, los asuntos que dividen a los cristianos a menudo tienen que ver con puntos de teologia avanzada o aun de historia eclesidstica, cosas que nunca deberfan ser tratadas sino por verdaderos expertos. Tales aguas son demasiado profundas para mf; en ellas tengo mds necesidad de ser ayudado que capacidad para prestar ayuda. Y en segundo lugar, creo que debemos reconocer que la discusién de estos puntos que se debaten no son los mds apro- piados para inducir a alguien que se encuentre fuera a que entre al redil de Jesucristo. Mientras nos mantengamos escri- biendo o hablando sobre ellas, es mds probable que estemos haciendo que se arrepienta de integrarse en cualquiera de las comuniones cristianas que induciéndolo a entrar en la nues- tra. Nuestras divisiones no deben ser discutidas sino sdlo en presencia de los que ya han creido que existe un solo Dios y que Jesucristo es su unigénito Hijo. Finalmente, tengo la impresién de que hay mas autores, bien calificados por Prefacio / 9 cierto, empefiados en asuntos controversiales que ocupados en la defensa de lo que Baxter llama “Cristianismo y nada mds”. Esta parte de la Ifnea donde pensé que pod{fa prestar mis mejores servicios es también la parte mds débil. Y a ella naturalmente acudi. Hasta donde sé, éstos fueron mis tinicos motivos, y me sentirfa muy feliz si no sacaran conclusiones fantdsticas de mi silencio sobre ciertos temas en disputa. Por ejemplo, tal silencio no significa necesariamente que yo me halle mirando los toros desde la barrera. Algunas veces asi es. Hay asuntos y divergencias entre los cristianos para los cuales no creo tener la respuesta. A algunas de estas cosas puede que nunca Ilegue a encontrarle la respuesta. Si pregun- to, aun en un mundo mejor, es muy probable que reciba la respuesta que alguna vez recibid un interrogador mucho mayor que yo: “;Qué te importa a ti? Sigueme ti”. Sin embargo, hay otras cosas acerca de las cuales estoy definiti- vamente al otro lado de la cerca, y aun asf no digo nada. Porque no estoy escribiendo para exponer algo que podria llamar “mi religién”, sino para exponer el cristianismo “y nada mas”, el cual es lo que es y era lo que era mucho antes de que yo naciera, me guste o no me guste. Algunos Ilegan a conclusiones sin fundamento alguno por el hecho de que yo no digo mas en cuanto a la bienaventura- da virgen Maria que lo que tiene que ver con el nacimiento virginal de Cristo. La razén por la que procedo asi, jno es obvia? Si me atreviera a decir mds, esto de inmediato me harfa penetrar en regiones altamente controversiales. Y entre los cristianos no existe controversia que necesite ser tratada con mayor delicadeza que esta. Las creencias catélicas romanas en cuanto a este asunto son sostenidas no sdélo con el fervor ordinario que lleva consigo toda sincera creencia religiosa, sino también, y en forma muy natural, con la sensibilidad caballeresca de un hombre cuando se pone en juego el honor de su madre o de su amada. Es muy diffcil disentir del tal sin aparecer ante sus ojos como un grosero y

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