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Geertz Clifford

39 EL PENSAR EN CUANTO ACTO MORAL: LAS DIMENSIONES TICAS DEL TRABAJO ANTROPOLGICO DE CAMPO EN LOS NUEVOS ESTADOS

Cuando trato de recapitular lo que, por encima de todo lo dems, he aprendido en mi esfuerzo por hacerme con la desmadejada prolijidad de la obra de John Dewey, me encuentro con la sucinta y escalofriante doctrina de que el pensamiento es conducta y debe ser juzgado moralmente como tal. No se trata de que la idea de que pensar es un asunto serio, idea por la que parecen distinguirse estos ltimos filsofos de Nueva Inglaterra; todos los intelectuales miran las producciones del espritu con cierta estima. Se trata del argumento de que la razn por la cual el pensar es serio es porque ste es un acto social y de que uno es por ello responsable de ste como de cualquier otro acto social. Acaso ms incluso, pues es, a la larga, el acto social de mayores consecuencias. Dicho brevemente; Dewey trae el pensar al mundo de lo pblico, donde el juicio tico puede acceder a l. Para algunos, esto parece degradarlo terriblemente, convertirlo en una cosa, un arma, una posesin o algo igualmente ordinario. Los moralistas revolucionarios -pues esto es lo que era en definitiva Dewey, pese a lo extrao de su expresin- no son nunca muy apreciados, especialmente por aquellos, en este caso usuarios de los mercados intelectuales, a quienes tan severamente llaman a cuentas. Casi siempre son tachados, como l lo ha sido, de socavar prcticas establecidas y de corromper a los jvenes. Con todo, para bien o para mal, normalmente tienen efecto:, si bien no del todo socavadas, si quedan, al menos, conmovidas; los jvenes, si no corrompidos, si al menos inquietos. A partir de Dewey, ha sido

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