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Misterio en el Cabo Polonio «| MiSteRTe en el
Helen Velando
Nacié en Montevideo, Uruguay, en c (Ca DO Polonio
1961. Es escritora, actriz, directora
teatral, dramaturga, tititera, y ‘ Helen Velando
compositora y vocalista de la banda
de blues La trapecista, Public6, entre
otros libros, Detectives en el Parque prsracanes
Rodé (Alfaguara, 1998) del que ya se Cares D Perez
realizaron cuatro ediciones.
Bruno, obligado a pasar quince dias
en el Cabo Polonio, vera que la
obligacién se transforma en una
aventura fascinante. Conocera nuevos
‘amigos, con los que investigaré por
qué unas extrafias personas quieren
robarle al Beto un cofre con monedas
antiguas y un mapa, descubrira el
‘amor, y entre inmensas dunas y
aguas transparentes aprendera a vivir
‘con la sencillez de los pobladores del
lugar.
“ess
Ai)iYO NO VOY NI LOCO!
CABO POLONIO
Plano de Ubicacién
Ni loco! ;Yo no voy ni loco! ;Adén-
de dijiste? Al Cabo Polonio? —pregunteé
mo para estar seguro de que no estaba aluci-
nando. Pero mi tia lo volvid a repetir como
508 avisos de la tele que te dicen la marca co-
mo dos mil quinientas veces y al final se ce
queda grabado en el cerebro: al Cabo Polonio.
—Te vas a la casa de mi primo Beto,
son solo quince dias. Yo no puedo Hlevarte
conmigo, es un viaje de negocios: tengo que ir
a reuniones, conferencias... no te puedo llevar,
Bruno, no puedo...
La vor de la tia seguia resonando en mi
cabeza. Ahora ya no me importaba nada, tenia
el pasaje en mi mano y no podia creer que ella
se deshiciera as{ de mf, por quince dias. Des-
pués de que mamé murié la tfa Inés me llevé
a vivir con ella; mi papé estaba lejos, muy le-
jos, en Canada, y lo vela una vez por afio, mas
‘0 menos, porque mis padres estaban separ
desde que yo tenia cinco afos. Por eso la
Inés le dijo a papd que lo mejor era que yo me
a 710
quedara con ella, ac tenia a mis amigos, mi
barrio, mis cosas...
Avveces lo extrafiaba y corrfa al teléfo-
no; luego de charlar un rato con él me olvida-
ba de todo, mi pap siempre me ponia de
buen humor. La tia Inés era igual. Ella decfa
que el abuclo Joaquin siempre estaba hacien-
do chistes y que ellos dos habfan heredado su
alegria, ;Pero ahora la traidora me haefa esto!
iNo podia creerlo!
Subi cortiendo la escalera y me meti en
mi cuarto, el tinico lugar de la casa en el que
siempre me sentia a salvo. Miré la foto del
portarretratos y le pregunté a mamé por qué
se habia ido asi, sin avisar; ella no respondié,
me miraba sonriendo... y yo apenas le llegaba
al hombro. Yo también me reia en aquella fo-
to, a lo mejor era porque no tenia idea de lo
que iba a pasar despues, a lo mejor era porque
en ese momento con ocho afies no sabia lo
que significaba el dolor. Y ahora ella no estaba
para evitar que ocurriera aquello.
Prendi la computadora y empecé a cli
quear buscando cualquier cosa que me entre-
tuviera.
Al rato de navegar en Internet me senti
mejor y me olvidé de todo, pero entonces su-
bié lla, la traidora,tia Inés. Apenas golped,
=
u
pero yo aproveché que tenia puestos mis disc-
man y me hice el distraido.
—Bruno, estd pronta la cena; digo, si
querés bajar... hice lasafia. Te espero abajo,
chiqui.
{Traicién! ;Traicién! Y ademds utilizaba
cl viejo truco de la lasafia, sabiendo que yo no
podia resistirme. Esto era lo mds bajo, lo més
—Si, le puse mucha, como a vos te
gusta! —se escuché desde abajo.
“Esti bien, no es debilidad, no es debi-
lidad, lo mio es simplemente hambre”, pensé
y bajé corriendo.