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JUAN RODRIGUEZ FREYLE EL CARNERO PROLOGO Por ESTE amplio ventanal que la BIBLIOTECA avacucHo ha abierto en momento oportuno sobre el ancho solar de Ja cultera hispancameri- cana, se asoman ahoxa, reclamando atencién en un mds vasto escenario que aquel en que aparecieron por primera vez, un autor y una obra que presentan caracteristicas tan peculiares, que bien pudieran califi- carse de curiosas, En efecto, el autor es un improvisado e insular escritor colombiano del siglo xvir, de cuya vida es muy poco Io que en verdad se sabe: apenas cuando fue bautizado; que lo tonsuraron en una crisis de escasez de clérigos; que, como “soldade razonable”, combatié contra los pijaos; que, siendo mozo, viaié a Espafia, y nada mds que valga la pena de ser tenido en cuenta, ni siquiera como simple anécdota. Tampoco nadie sabe cudndo y en dénde murié, y de sa linaje parece que no queda ni el menor vestigio. “Huérfano de oidor pabre”, dijo de él mismo cuando guedé solo en Espaiia, a Ia muerte de su protector el licenciado Alonso Pérez de Salazar. Parece que cxpresién tal es la sintesis mas cabal que de su casi ignorada vida puede hacerse. En cuanto a su obra, si bien algo conocida antafio en Colombia, y no mucho en los tiempos presentes, es desconocida fuera de ella. Los que la han comentado no saben en qué género literario deben matricularla: si es historia, si es crénica, si es un Jibro de memorias o uma historia anovelada, o eso que Huizinga denomi- naba “historia perfumada”, o sea, mezcla de autobiografia, de relate fan- tastico y de historia documental. Tampoco nadie ha acertado a explicar a ciencia cierta por qué, en lugar del extensisimo y prolijo titulo original que el autor le dio a su obra, la posteridad la concce mds bien con el peregrino nombre de El Carnero. De estas peculiares caracteristicas de tal obra y de su autor procuraremos tratar en el curso de este prélogo, en el cual acaso podr4 encontrar algo el lector desprevenido, que pueda darle alguna luz sobre esa obra y ese autor. Ix PADRES DE RODRIGUEZ FREYLE Hablando de sus padres, dice don Juan: “A principios del aio de 1553, cntrd en este Nuevo Reino el sefior obispo don fray Juan de los Barrios, del Orden de San Francisco, el cual trajo consigo a mis padres. Fn este tiempo habia una cédula en la Casa de la Contratacién de Sevilla, por la cual privaba Su Majestad el Emperador Carlos V, nuestro rey y sefior, que a estas partes de Indias no pasasen sino personas espafolas, cristianos viejos, y que vinicsen con sus mujeres” (Cap. IX, pdgs. 103-104, ed. 1955). Con estas palabras quiere ef autor mostrar cémo sus padres vinie- ron al Nuevo Reino arrimados a la sombra de un buen arbol y casados como Dios y su rey mandan, y provistos de las cédulas que confirman su condicién de cristianos viejos, ranciosos e hidalgos de solar canacido, Si Icemos con atencién una detallada carta que, con fecha 15 de abril de 1553, dirigid, desde Tamalameque, fray Juan de los Barrios a Jos miem- bros del Real Consejo de Indias, para informarles sobre las incidencias y peripecias de su viaje, desde el dia en que salié de Ja barra de Sankicar de Barrameda hasta su arrtbo a dicho Tamalameque, podremos darnos cuenta cudn accidentado fue cl viaje de los esposos Freyle-Rodriguez, compafieros de ruta del sefior obispo de los Barrios. Don Juan y defia Catalina debieron de salir de Aleal4 de Henares, para encaminarse a Sanlitcar, en los postreros dias de octubre de 1552. Antes de continuar, permitasenos aqui una breve digresién para aclarar una suposicién de don José Maria Vergara y Vergara, sepiin Ja cual, los padres de Rodriguez Freyle “tal vez conocieron y trataron al manco de Lepanto en sus nifieces, porque ademés de ser contempordncos eran del mismo pueblo”. No fue posible tal trato y conecimiento, porque cuando los Freyle-Rodriguez salieron de Alcalé para venir a Indias, don Miguel de Cervantes era entonces apenas un nifio de cinco afios. Llegan éstos a Sankicar apenas comenzado noviembre. Ef 4 se encuentran con dl cbispo Barrios y se embarcan en la misma flota, pero no sabemos si en el mismo navio. El 18 Megan a la isla de Gomera y descansan alli hasta ef 21. Al dia siguiente prosiguen todos el viaje. En csta travesia los sorprende un recio temporal que dura seis dias y obliga a la flota a retroceder 60 Ieguas abajo de las Canarias. Entretanto, los piratas fran- ceses, sometidos al doble comando del catélico Frangois Leclerc. apodado “Pata de palo”, y del luterano Jacques de Sores, atracan y saquean uno de Tos barcos que habia quedado zaguero y hunden otros. Diez o doce navios siguen Ia costa de Berberia hasta arribar a Cartagena antes que el resto de los galeones, reducido entonces a 33 barcos, Cuando ccsa el vendaval, éstos prosiguen su ruta hacia Jas Canarias y se detienen dos leguas antes de Iegar a ellas. Por serles los vientos contrarios, navios y pataches se ven obligados a permanecer alli un mes, Tampoco pudo acudir en su auxilio el general de Ia flota, que con dos o tres navios habia alean- zado Wegar a la Gran Canaria, por temor a los franceses que en esas x aguas merodeaban sin perder a los espafoles de vista. Estando unos y otros considerando cémo podrian salir del aquel apuro, cuatro navios ligeros franceses embisten a la flota y hubieran podido disparat contra ella, porque sus barcos iban tan pesados como desprovistos de suficientes defensas, Pasado este peligro, la armada puede por fin llegar a las anhe- Jadas islas Canarias, el 20 de diciembre del dicho afio de 1552, donde permanece hasta ef 24, cuando reanudé su navegacién; pero con tan mala suerte, que al cabo de dos dias de navegacion se ve obligada a regresar al punto de partida por no serle el viento favorable. Fi 30 de diciembre logran los galeones salir por fin de la Gran Canatia, pero el 12 de enero de 1553 se incendia la nave capitana y perecen trescientas personas, entre ellas Garcia del Busta, que venfa a encargarse de la go- bernacién de Popaydn, su esposa, cuatro hijos y algunos hermanos de él y otros que lo eran de su consorte. Sélo se salyé uno de los hermanos def gobernador, don Pedro Hernandez del Busto, porque se arrojé a] mar y nadando pudo Hegar hasta el batel en que habia podido escapar el general de los galeones, Carrefio, junto con dieciocho marineros. A ese caballero lo acogié ¢l obispo Barrios y Jo Ilevé consigo hasta Santafé. Después de tan azaroso viaje, desembarcan por fin en Santa Marta, el ilustre prelado con sus compaiieros de travesia, los esposos Freyle- Rodriguez. El dia de arribo fue precisamente el 6 de febrero de 1553. Don Fray Juan de los Barrios permanece dos meses en este puerto espe- rando un navio que lo Ilevara, ya a Santo Domingo, ya a Cuba, con el objeto de prestar ante el obispo de una de esas dos didccsis cf juramento a que estaba obligado, en virtud de mandato expreso en cédula real, de defender y favorecer la iglesia, de no conspirar contra cl Papa y hacer la visita a los limina apostolarum cada dos afies. etc. Fspera en vano su ilustrisima, porque no hay navio que se comprometa a viajar a aquellos puertos por temor a los corsarios franceses, Dicenle que por Riohacha es posible hacer tal ruta, Encaminase a ese lugar el senor de Jos Barrios y en el camino se informa de un alzamiento de los indios de Buritica. muy pacificos de suyo. La causa de tal levantamiento se atribuye al capitin Pedro de Urstia, sobrino de] presidente del Reino, licenciado Miguel Diez de Armendériz, y nombrado por la Real Audiencia como capitén y justicia mayor de Santa Marta, comisionado para pacificar a los indios de Ja Sierra de Tairona. En cfecto, Urstia ha enviado adelante a algunos espafoles bisofios, personas a quienes por serlo, Itaman en estas tierras chapetones. Estos, por ignorar la lengua indigena y desco- nocer las costumbres, obvian estos inconvenientes entregindose a ejecu- tar en los indios toda clase de atropellas: vejarlos, obligarlos a menesteres contrarios a la dignidad humana y robarles sus tierras y mantenimientos. EI senor obispo ruega, exhorta y aun requiere al guapo capitan navarro, sefior de Urstta, para que prescinda de hacer a tierras de los taironas Ja entrada punitiva que venfa preparando. Ursta persiste en su empeno y el sefior obispo, descorazonado, regresa a Santa Marta, se embarca x1 en el Magdalena y sube al Nuevo Reino y hace escala en Tamalameque, desde donde le escribe a su rey para darle cuenta de las peripecias de su viaje y de las vejaciones inferidas por Jas tropas de Urstia a los naturales de Buriticd. A todas estas, nos quedamos sin saber cud] fue la suerte inmediata que cortieton les padres de Rodriguez Freyle apenas Hegaron a Santa Marta. Si nos atenemos a Jo que éste dice en su crénica, o sea, que “fue mi padre saldado de Pedro de Urstia (...), aumque no se hallé con él en este Reino, sino mucho antes, en las jornadas de Tairona, Valle Dupar, Rio de la Hacha, Pamplona y otras partes” (Cap, 2), cabe entonces supo- ner, primero, que don Juan Freyle y su esposa, dofia Catalina Rodriguez, no acompariaron al obispo de les Barrios en su viaje a Santafé de Bogots: y segundo, que don Juan opté por quedarse en Santa Marta y entrar, en calidad de chapetén, al servicio de Ursa, quien entonces, al decir del redicho sefior de los Barrios, se preparaba a intentar una nueva entrada a dominios de los taironas, Antes de continuar, creemos conveniente hacer muy a la Jigera el recuento de algunas de las actuaciones de Urstia en el Nuevo Reino, anteriores a su expedicin pacificadora a algunas provin- cias de la gobernacién de Santa Marta. Fn el aiio de 1547, después de haber ejercido Ursua el gobierno del Nuevo Reino, como sustituto improvisado de su tio, el licenciado Diez de Armendariz, cargo que por cierto desemperid a gusto de sus stbditos, a pesar de sus verdes afios, trata aquél con éste acerca de realizar su sofiada jornada det Dorado, en Ja cual también soiiaron antes tres alema- nes: Spira, Alfinger y Hutten. Su compariero en la aventora es Orttin ‘Velasco. Salen ambos de Tunja en 1548. Presumen que su Dorado acam- pa alla por los fades de las Sierras Nevadas venezolanas, y hacia alli enca- minan su paso con escalas sucesivas en las provincias de los laches y de los chitareros, en el valle del Espiritu Santo, donde ambos fundan la cindad de Pamplona, cuando discurre el aio de 1549. Precisamente es aqui adonde queriamos egar, porque Rodriguez Freyle dice que su padre acompaié a Pedro de Ursiia en la jornada de Pamplona, y esto no puede ser cierto porque en dicho afio de la fundacién de esta ciudad, 1549, don Juan Freyle andaba atin por sus tierras alcalainas con Ja mente embargada quizds por pensamientos muy distintos del de emprender un viaje de aventuras a esta parte de las Indias Occidentales. Cuatro largos afios después de fundada Pamplona por Urstia, Hegé don Juan a Santa Marta, donde precisamente Jo estaba aguardando, sin conocerlo, cl man- cebo gentil a quien el hado tenia predestinado ya a mori en una tene- brosa encrucijada del Marafidn, a manos de los esbirros del tirano Aguirre. En 155], Urstia hace dos entradas sucesivas a la provincia de Ins Muzos. En la segunda contiende, ademés, con panches y colimas; pero en ambas no logra doblegar Ja resistencia indomable de estos indios astu- tos come la vulpeja, ligeros como el venado y valientes como el toro de casta. xIt En 1552, Is Real Audiencia lama, una vez mds, a Urstia para confiar- le la conquista y pacificacién de los naturales de Ja provincia de Santa Marta, empresa en la cual han fracasado succsivamente don Rodrigo de Bastidas, Rodrigo Alvarez Palomino, Garcia de Lerma, cl doctor Rodrigo Infante, don Pedro FernSndez de Lugo y el propio tio de Ursila, el licen- ciado Miguel Diez de Armenddziz. Cuando don Juan Freyle entra a su servicio, Ursia ya ha recorrido las tierras y sierras de los bodigua, bonda, jiriboca y zaca, aliados de los taiconas, Ya entonces est4 de vuelta de la Sierra Nevada de los Aruaco y ya ha esguazado el Gaira y el Piedras. Ya pasd Ia tremenda pesadilla de la batalla del Paso de Origuo o Paso del Rodrigo, en la cual lidié enfermo de calenturas, descalzo, famélico, des- nutride y con sdlo doce soldades para hacerle frente a més de 2.000 gandules, diestros tiradores de dardos enherbolados —tres heridas de flecha envencnada recibié Urstia en la contienda— y expertos, come los uxianos, susianos ¢ indos, que combatieron con Alejandro Magno’, en la tactica de ganar cumbres inaccesibles para desafiar desde alli ak enemigo a gue las escale, para destrozarlo y arrojarlo luego al abismo, echando a redar sobre él gigantescas piedras o galgas. Vencedor Ursia, regresa a Santa Marta, donde se rchace y prepara una nueva entrada contra los taironas y pocigiieicas. Seria entonces, discurria ya bien entrado el afio de 1553, cuando Juan Freyle ingresaria, en calidad de bisofio chapetén, a las fuer- zas expedicionarias de Urstia, A comienzos de 1554 regresa éste a Santa Marta, de donde pasa a Nombre de Dios y de aqui a Lima: punto de partida de la tristemente jornada de Omagua y del Marafién. No se sabe en qué afio pasaron de Santa Marta a Santafé los padres de Rodriguez Treyle. Incidentalmente su hijo nos cuenta que don Gonzalo Jiménez de Quesada fue compadre de sus padres por haber sido padrino de bautismo de una hija de ellos. (Cap. VII). No se sabe aun si, ademés de Juan y de esta nina, los Freyle-Rodriguez tuvicron otros hijos, coma se ignora también si fue esta nifia, 0 quizds otra, la que con e] andar de los aiios habria de casarse con cl napolitano Francisco Ocalla u Ocaglio, soldado que milité bajo las érdenes de Carlos V en la famosa accién de Argel, entre octubre y diciembre de 154], accidn en la cual las trepas espattolas sufrieron una tremenda derrota, Sea como sea, lo cierto es que nuestro autor tuyo un sobrino clérigo, el padre Antonio Bautista de Ocaglio, que precisamente estaba ejerciendo el curato de Une y Cucca, cuando su tio Juan Rodriguez Freyle estaba a punto de terminar El Carnero (Cap. XIV). Alli mismo cuenta nuestro cronista cémo su padre, don Juan Freyle, acompaiié a Jiménez de Quesada en su segundo viaje a F'spaia, empren- dido a su regreso de Ja infortunada expedicién al Dorade. Comenta Ro- driguez Freyle este viaje, lamenténdose de que st padre lo hubiera hecho, puesto que se marché con muchos y muy buenos ducados y regresé sin blanca. A este percance lo califica el autor como uno de “Jos descuidos” 1 Quinto Curcio Rufo. Historia de Alejandro Magno. Colec. “Obras Maestras”, Barcelona, Ed. Theria, S.A., 1960, pfgs. 84-85 y 193-195. XIE que tenia el Adelantado, el otro fue no haber escrito, siendo hombre de letras, los sucesos de la conquista. Comcntando estos reparos, escribié cl historiador Vicente Restrepo: “Otro de los descuidos que sin duda le achacaba, era el de que no se hubiera constituide en tutor de su compa- dre Rodriguez, para evitar que gastara el caudal que evd a Espana” CApuntes para la biografia del fundador del Nuevo Reino de Granada, Bogotd, 1897, p. 46). No he encontrada dato alguno —que segura- mente tiene que haberlo— sobre este segundo viaje de Quesada a Casti- Nia. De su jornada al Dorado regres6 en 1572, se encargé de Ja pacifi- cacién de los gualies en 1574, lucgo se retira a Mariquita, donde murié cn 1579. Segin estas cuentas, el unico aiio que le quedé disponible para viajar a Espaiia fue el de 1573. De aqui en adelante, don Juan no vuelve a mencionar a sus padres. Cae sobre sus vidas un pesado telén de silencio. Hasta hoy se ignora cuando y dénde murieron, BIOGRAFIA DE UNA SOMBRA Si alguna virtud debe encarecerse en don Juan, la de su discrecién debe serlo ciertamente, Muy de raro en raro encontramos un dato autobiogrd- fico, una alusién, asf sea indirecta, a su persona, alguna luz que nos permita vislumbrar esa sombra esquiva que, al deslizarse sobre Jas pigi- nas de su libro, sélo nos deja el leve rastro de unos intermitentes pasos suyos, tenues huellas que se pierden de pronto para no reaparecer jamds. Cuando més necesitamos saber un detalle de su vida, del cual apenas nos da intencionadamente un ligero indicio, el suficiente para alertar nuestra curiosidad, pasa a ocuparse de ciro tema, con el aire de quicn no ha insinuado nada. En cierto modo, Rodriguez Freyle es el precursor del recurso conocido con el nombre de subliminal en el mundo de la mo- derna publicidad y que consiste on dejar escapar una breve cxpresién en cl curso de un relato, expresi6n que aparentemente nada tiene que ver con éste, pero que repetida a ciertos intervalos, se va insinuando imper- ceptiblemente en el subconsciente del lector hasta convertirse en una obsesién, alld en los mds profundos meandros del alma. Por ahora basta consignar lo mucho que lamentamos la discrecién de nucstro autor, y que pudiera considerarse también como coqueteria literaria, que lo induce a asomarse lo menos posible por entre las celosias de su relato para ha- blarnos en primera persona. A pesar de esto, trataremos de cautivar algu- nas de sus instantaneas y espaciadas apariciones para intentar formar con cllas, eslabondndolas, un bosqueja de lo que pudo set su vida, ya que del cudndo y cémo de su muerte nada se sabe hasta el momento. En el Libro segundo del Bautisme de la iglesia arzcbispal de Santafé de Bogot4, afio de 1566, que se conserva en el archivo de la Parroquia de San Pedro de la hoy simplemente llamada Bogoté, se lee, en su XIV folio 3, la siguiente partida de nacimiento, que transcribimos con la orto- grafia y estilo de la época: “Juan, a 7 dias del mes de maio de 1566 baptize yo Juan descobar cura desta Sancta iglesia a juan hijo de juan Freile i de su legitima muger Catalina Rdz. Fue padrino AI? de Olalla i madrina Juana Lopes de Herrera hija del dicho Al? de Olalla Fueron testigos Lido de maiorga y Gonzalo Cilegible) i porques Vdad lo firmo de mi nombre, Jioan descobar", E] dia de su nacimiento nos lo dice eb propio Rodriguez Freyle en el capitulo II de su Carnero, donde escri- be: “C.. .) naci en esta ciudad de Santafé, y al tiempo que escribo esto me hallo con edad de setenta afios, que Jos cumplo Ja noche que estoy escribiendo este capitulo, que son los veinticinco de abril y dia de San Marcos del dicho afio de seiscientos treinta y seis”, El niio Juan cumple nucve afios, asiste a la escuela publica y acos- tumbra madrugar para “ganarse la palmeta”, o sea, para legar a la escuela antes que los demds nifios. Es asi cémo cicrto dia, el de Santa Lucia, que la iglesia celebra el dia 13 de diciembre, al llegar al pie del campa- nario pajizo de Ja iglesia mayor, ve y oye cémo una mujer se asoma a uno de los balcones de las casas reales y comienza a gritar: “jque se muere el presidente! jque se muere el presidente!”. A estas voces acuden don Hernando Arias Torero, a medio vestir, y en pos de él, don Antonio Cid, cantero de profesién, que desemboca a Ja plaza por Ja calic real. Todos tres, escolar, mayordoma de ohra y cantero, corven a cual més, por ver quién llega primero a la casa del presideme. Por Ja prisa que lleva, al sefior Cid se le cae la capa y le pide al escolar Redrigucz que la recoja y se la eve, Obedece éste y presto Ilcgan los tres al tiempo, traspasan el dintel, suben al segundo piso donde estA la aleoba del pre- sidente, entran, se acercan a su lecho y comprueban, alarmados, que el sefior presidente, don Francisco Bricefo, ya habia muerto. Corria enton- ces el afio de 1575. (Carnero, cap. X). Ota maiiana, precisamente la del 12 de julio de 1580, los nifios de la escuela de Segovia estaban en clase cuando, de pronto, pasé un tropel de gente que iba en pos del oidor y licenciado don Antonio de Ce- tina. El maestro al ver al oidor y el tumulto que Jo segula, pregunté que a dénde iban. Le contestaron en coro que a ver el muerto. Entonces el maestro “pidié la capa, fue tras el vidor, y los muchachos nos fuimos tras del maestro”. Esto Jo cuenta uno de esos discipulos de Segovia, que entonces frisaba en los 14 afios de edad, ciertamente un poco crecidillo para andar atin haciendo palotes en la escuela publica, Fl muerte, al que vecinos, curiosos, alguaciles y eseuelantes iban a ver en albcrotado en- jambre, era el chamatillero 2 quien, mientras vivid, Hamaban los vecinos Juan de los Rios. Hechas las averiguaciones del caso, desctibrense los asesinos: el doctor Andrés Cortés de Mesa y Andrés de Escobedo. Se les sigue el juicio del caso, se les condena a muerte y se les ajusticia publica- mente el 30 de julio de 1580. (Carnero, cap. XII). xv EL VISITADOR BURLADO Siguiendo el orden cronolégico que cn este capitulo nos hemos propues- to, con el fin de reconstruir, en cuanto sea posible, la vida de nuestra cronista, encontramos en su libro estas lineas autobiografieas: “Ilegaron un jueves al medio dia, que yo me hallé en esta sazén en casa del visi- tador. Desde el corredor los veia venir y decia “ya vienen alli”. Estaban jugando las barras en el patio; estdbamos mirando Juan del Villardén, que después fue cura de Susa, y yo, que entonces éramos estudiantes de gramatica [...]" (Carnero, cap. XIIL). Asi, escueta, la cita es sibilina. Precisa enmarcarla en sus anteccdentes y consecuencias para explicar su contenido autobiografico. Corria la segunda mitad de 1580, el mismo afo en que ocurrid la ejecucién del oidor Cortés de Mesa, mencionada en las lineas que anteceden. F] presidente Lope de Armendariz. se muestra desesperado porque cuantas cartas escribe al rey 0 al Real Consejo de Indias, doliéndose del mal trato que el visitador Juan Bautista Monzén ——su juez de residencia— le da, éste, valiéndose de no se sabe qué tretas, intercepta esas cartas. Un dia entra Juan Roldén, sin previo aviso, al despacho del presidente y lo sorprende doliéndose en voz alta de esta su mala fortuna. Roldén, sin pensarlo por segunda vez, le ofrece hacerle viables sus intentos de comunicarse con la Corte. Pidele a Armendariz que le dé dos pliegos aparentemente idénticos, con sus sellos y rabricas, pero diferentes cn su contenido; porque el uno ha de Hevar escrita la carta que él, Armendériz, quicre enviar, y el otro ha de evar sélo una hoja en blanco, Roldén toma este pliego, se lo ata fuertemente a Ja cintura desnuda con una toalla de manos y lo asegura luego con el cinturén de los pantaloncs. E] sobre escrito que contienc la carta de verdad, lo confié Roldan a otro mensajero, de quien nadie recelaba, el cual debia tomar una ruta disimulada que Jo Hevaria sin el menor riesgo ni tropiezo a Cartagena, donde deberfa entregarlo a la primera flota que saliera con destino a Sevilla. Roldén presumia o ya se habia informado de que en Honda Io estaban esperando alguaciles enviados por Monzén para apre- henderla, registrarlo y arrebatarle el pliego del presidente Armendériz. Todo salié tal como to habia planeado el astuto Rolddn; Mega a Honda, Ie intiman prisién, hay una cscaramuza de estocadas, se rinde, lo regis- tran, le arrebatan el pliego que Ilevaba pegado al pellejo. Rolddn se muestra amohinado, Los alguaciles lo consuelan, io invitan a almorzar, Ie ruegan que regrese con ellos a Santafé, donde cl visitador Monzén le brindaré casa y empleo. Roldén agradece las tentadoras ofertas, pero diceles a aquellos alguaciles alguacilados que si no les suena a mal, Je faciliten més bien una canoa y un poco de maiz para viajar a Remedios, donde piensa vivir retratdo sus ultimos dias para no regresar jamas a Santafé, Los alguaciles, condolidos, no sélo le dan Ja canoa que Roldan pide, sino también abundante provisién de bizcacho y cuatro buenos y cremosos quesos. Hechos estos aprontes, Roldan se despide, enternecido XYE y lloroso, de sus generosos benefactores; y éstos, no menos atribulados por Ja separacién, aunque un tanto consolados por las buenas nuevas que se prometian Hevar a Monzén, le descaron a aquél la mejor suerte en su viaje. Deseo que no les salié fallido, porque Roldan, apenas se vio solo, enrumbé su canoa hacia Cartagena en busca de la posta secreta que por otro camino habia enviado con la carta del licenciado Armendariz. Este largo cuento prolijo explica quiénes eran las personas con tanta ansie- dad esperadas por las gentes que oteaban a lo lejos, desde el corredor de Ja casa del visitador Monzén, entre las cuales se encontraban, en condi- cion de curiosos, dos estudiantes de Gramitica: Juan Rodriguez Freyle y Juan de Villardén, futuro cura de Susa. El remate de este cuento, ya se lo imaginar el lector, y con él, el chasco que se Hevaria ell licenciado Monzén y lo amohinados y corridos que quedarian los engatusados algua- ciles engaritados. Esta no fue la tinica ocasin en que Rodriguez Ereyle asistié como espectador eventual de la truculenta tragicomedia en que lo comprome- tieron sus ensafados compadres de la Real Audiencia, secundados taima- damente por prelados y cabildantes de la metropolitana local. Més adelante veremos otra episodio en el que, sin quererlo, se vio interviniendo como impensado testige. ENTRE LA CRUZ Y LA ESPADA Segin el orden cronolégico que venimos siguiendo con la acaso ingenua intencin de reconstruir, si no la vida total de Rodriguez Freyle, s! por Io menos algunas etapas de ella, nos encontramos con que éste dice que era estudiante de la escuela de Segovia, y como tal corrié con todos sus condiscfpulos a curiosear el lugar dende ocurrié la tragica muerte de Juan de los Rios, hecho que tuvo lugar en 1580. Luego anota que era estu- diante de Gramdtica cuando, con su condiseipulo Villardén, estuvo curioseando la egada de los alguaciles embaucados por Roldin, desde un corredor de la casa de Monzén, hecho que ocurrié también en el mismo afio de 1580. En orden a establecer el bagaje cultural de Rodri- guez Freyle, que autorice a dar como suyas las numerosas digresiones eruditas que alternan con la narracién de los hechos que constituyen el eje de su obra, cabe preguntar aqui si cn la escuela de Segovia, que al parecer era solamente fo que hoy se denomina “escucla publica”, en la cual sélo se imparte ensefianze primaria, se ensefiaba también entonces Gra- matica a alumnos mayores de 10 afios y de superior capacidad intelectual. Entendida, claro est4, la palabra Gramdtica en el sentido que en los sighs xv y xv7 se le atribufa, 0 sea, “cstudio de la lengua latina”, o como arte liberal integrante del trivio cl4sico: gramdatica, retérica, y dia- léctica, Ahora bien, esta pregunta se eslabona con otra que suscita la lectura de este texto, que sélo he hallado en Ja edicién de 1890: “Este xvIn Prelado (don fray Luiz Zapata de Cardenas), siendo yo estudiantillo, me ordenéd de corona y grados, y pluguiera Dios los hubiera seguido, pero sabe Dios dispomer lo mejor, que més vale ser razonable soldado, que caer en fama de mal sacerdote, y serlo” Ced. cit., pags. 178-179). Entonces, la pregunta que ahora ocurre hacer es ésta: gen qué afio recibié Rodriguez la orden sagrada de la tonsura? El hecho de ser estudiantillo, relacionado con el de haber recibido Ja “orden de corona y grados”, de manos del arzobispo Zapata de Cér- denas, lleva a Ja conclusién de que ambos hechos coinciden en el 4mbito del Colegio Seminario de San Luis, fundado en 1582 por el mismo arzo- bispo, quien de su peculio pagaba la alimentacién y vestuario de los seminaristas, “Y hubo maestros que leyeron a los colegiales que se eligieron y a los dems que querian ofr gramética y retdrica”. (Carta del arzobispo Zapata de Cardenas al Consejo sobre el abandono del Colegio Seminario por los colegiales e informaciones detalladas al respecto. Friede, Ob. cit., 325-338). Ahora bien, por esa época ya comenzaba a hacerse sentir la carencia de clero secular que supliera en la administracién de las parroquias y en las tarcas de adoctrinamiento a los religiosos de las distintas érdenes que, en virtud de disposiciones especiales, deberfan recogerse en sus conventos. Esta situacign se tornd critica en 1584, cuando “como solu- cién inmediata al problema de la falta de clero, el Arzobispo Zapata re- solvié ordenar a quienes se le presentaran, sin exigir al candidato mayores calidades; tal solucién no fue feliz, pues si aumenté el numero de sacer- dotes, el clero perdié prestigio y por muchos atios se sintieron los efectos de la precipitacién del arzobispo en ordenar candidatos ineptos”. (José Restrepo Posacla, Arguididcesis de Bogotd, t. 1, Bogota, 1961, pag. 19). En esta recursiva “emisién” de clérigos, acaecida en 1584, no pudo que- dar incluido Rodriguez Freyle, porque en ese afio ya él habia abandonado el claustro para alistarse, probablemente en 1583, en la expedicién envia- da por su amigo y protector, cl cidor Alonso Péxez de Salazar, a combatir a los pijaos en la provincia de Timana. Entonces cabe suponer que Ro- driguez recibié la tonsuca de manos de sw prelado al terminar el Semi- nario su primer afo lectivo, o sea, el citado afio de 1582, Para hacer esto, el serior arzobispo tendria en cuenta dos factores: primero, la prepa- tacién intelectual det ordenado gue, aunque no muy adelantada en las teologias dogmaticas y moral y en la ciencia escrituraria, con todo seria en mucho superior a la muy precaria —casi nula diriamos— que debian ofrecer los sacerdotes ordenados en 1584. El segundo factor, o mds bien impedimento, seria la menor edad del candidato: Rodriguez tenia enton- ces 16 afos apenas, edad que Jo inhibia de recibir las Grdenes mayores, pero no asi la de Ja tonsura. Fn 1586, cuando el Seminario se clausuré a consccuencia de una alborotada y original “huelga de sotanas”, ya Ro- driguez andaba por Espafia, a donde viajé “en busca del origen de sus nominativos”. xvnt SOLDADO RAZONABLE Rodriguez. Freyle dice en El Carnero que gasté los afios de su mocedad andando por tierras de pijaos para hacerles la guerra con algunos capi- tanes timaneses. No he podido determinar en qué ciclo de la interminable guerra de espafioles contra pijaos, y viceversa, intervino 0 participé don Juan. Veintiocho ajios antes de nacer, ya lidiaban a muerte conquistado- res y pijaos, natagaimas y coyaimas. Cuarenta y dos aiios largos después de haber nacido él, habria de continuar esta guerra a muerte hasta la casi total extincién de nacién tan bravia como indomable. Algunas pa- labras suyas y algunas circunstancias especiales nos inducen a conjeturar gue Rodriguez se alisié para guerrear contra los pijaos en wna accién de represalia contra ellos, organizada por el capitan Diego de Bocanegra en el afio de 1583. Tenia entonces nuestro cronista 17 afios. Ya acaba- mos de ver cémo a fines de 1582, siendo A estudiantillo, el arzobispo Zapata de Cardenas lo “ordend de corona y grados”. Posiblemente fue entonces cuando, después de pensarlo mucho, decidié “que més vale ser razonable soldado, que caer en fama de mel sacerdote, y serlo”. Estas palabras nos hacen pensar que ya entonces, apenas recibidas Jas primeras Srdenes sagrades, el joven Juan ya tenia en mente “ser razonable solda- do” para alistarse en algunas de Jas sucesivas jornadas emprendidas con el fin de ver la manera de acabar, de una vez por todas, con el ya casi insoluble “problema pijao’. Ahora bien, las posibles circunstancias que lo indujeron a alistarse en la mencionada expedicién de Bocanegra serian las que paso a exponer. Entrado ya el susodicho afio de 1583, el gober- nador de Popaydn, don Sancho Garcia del Fspinar, que habia venido a Santafé con el objeto de ventilar algunos negocios relacionados con su cargo, determina regresar a su provincia. Al Jlegar a la altura del Quindio, le salen al paso los pijaos, le matan gente de su escolta, indios y espaiio- les, y le roban cinco mil pesos del buen oro, muchas valiosas joyas y apreciable cantidad de plata labrada. Inmediatamente, el gobernador pide auxilios a la Audicncia de Santafé. Mientras estos Hegan, cl capitin Bocanegra, a quien, en cualquier momento que se necesite, se le encon- trar4 indefectiblemente pasedndose por tietras de pijao, acude a socorrer al gobernador payanés en apuros. Sale en pos de los asaltantes, a través de las provincias de Tamagala y Guano, donde les inflige rudo castigo. Pasa luego a Coyaima y sienta su real en el sitio donde en tiempo ya longincno prosperd la ahora extinguida ciudad de Santiago de la Frontera. Aguarda aqui Bocanegra el refuerzo de tropas santaferefias, prometido, desde un principio, al pillado gobernador de Popaydn por el oidor encar- gado entonces de la presidencia de la Audiencia, el licenciado Alonso Pérez de Salazar. Precisamente, este caballero es aquel de quien Redri- guez dice en el capitulo XV de su crénica, que “es de mi devocién, y a quien yo fui sirviendo hasta Castilla”. Estas palabras demuestran que favor que el uno le pidiese al otro, le seria atorgado sin dilacién. Y Rodriguez, RIX ni corto ni perezoso, le pediria a su oidor que Jo incluyera en el cucrpo de tropa que ya salia hacia los lados de ‘Timané, en misién punitiva. Pérez de Salazar, que en tan buen concepto tenia a su joven amigo y sarvidor, el sefior Rodriguez, sin tardanza accederia a io que éste le pedia. Ya lo tenemos entonces de “soldado razonable”, presto a entrar en accién. En los primeros encuentros del contingente de refresco con enemigo tan ducho como duro de pelar, algunos soldados mozos, de los que Haman bisofios 0 chapetones, desertan. Colman los vacios que éstos dejan, soldados enviados por e] entonces gobernador de Popaydn, don Juan de la Tuesta Salazar. Recordemos que nuestro autor dice que él signié esta guerra “con algunos capitanes timaneses” (Cap. XIX). Pues bien, con Bocanegra y algunos capitanes timaneses —que la historia tam- poco nombra—, el soldado bisoio Juan Rodriguez entraria a las provin- cias de Otaima, Cocaima, Bcuni y Mato. Bocanegra y su gente deshacen emboscadas, talan sembrados y persiguen al enemigo hasta sus dltimos reductos. Hecho el escarmiento, todos regresan a Chaparral y de aqui dan Ja vuelta a Santafé. Bien parece que a hacer estas casi rutinarias correrias, se limitaria la presunta participacién de Rodriguez Freyle en uno de los muchos episodios o ciclos de Ja guerra hispano-pijao. Ahora bien, si no fue en esta guerra de 1583 cuando nuestro caballero se inicié como “soldado razonable”, acaso por ser demasiado mozo, cabe entonces suponer que en la de 1592, porque ésta si fue ciertamente guerra comandada “por algunos capitancs timaneses”, que es Ja unica caracteristica que nos da para que nosotros averigiiemos quiénes fueron esos capitanes de Timand, qué accién de guerra comandaron y cuando. Efectivamente, en el afio de 1592, don Bernardino de Mojica y Gue- vara, vecino y encomendero de Tunja, pide a la Real Audiencia gue le confie la conquista de los pijaos, a cambio de que se le conceda la gober- nacién de Timand por dos vidas. Don Bernardino se obliga, ademés, a fundar tres ciudades y a formar su equipo de capitanes timaneses. Con este fin, comienza por ordenar a Diego de Bocanegra, el ineludible capi- tén en cualquier accién de guerra contra los pijaos, que salga de las tierras ahora confiadas a su dominio Cel de don Bernardino) y que no vuelva a poner los pies en Ja ciudad de Medina de Jas Torres, Bocanegra obedece. Mojica Mega a Ibagué, cabeza de su gobierno, con achenta soldados, algunos de ellos reclutados en Santafé. gNo seria Rodriguez, entonces de 26 afios, uno de los enrolados? Ciertamente ya no es un mozo, y menos atin un real mozo, porque es un tanto corto de talle y otro tanto regordete y un tantillo jorobado. Mojica sale de Thagué hacia la mesa de Chaparral, a una legua del sitio que ocupa Medina de las Torres. Alli se ocupa don Bernardino en dirigir obras defensivas y en hacer de Chaparral un fuerte, desde donde dirige las operaciones de conquista y pacificacién de la tierra. Al cabo de 20 dias, envia a su maese de campo y futuro capitan timanés, Pedro Jovel, a que con 30 soldados entre a la provincia de Ambeima. Simultdneamente despacha a su sobrino Francisco EX de Serna, con otro destacamento, a que penetre en Ja provincia de Maito. Animado el gobernador Mojica con los éxitos iniciales de su empresa, decide fundar una ciudad, a Ja cual da el nombre de San Miguel de Pedraza. Envia Iuego a Jovel a que inspeccione las provincias de Otaima y Cacaima. En esta ocasién la suerte le es adversa al sobrino de don Bernardino, porque cae en una emboscada que le han tendido los pijaos. Mueren dos de sus soldados: Andrés del Duero y Andrés Azpeitia. Hieren a Juan Velasco, capitén timanés. Los demas soldados huyen. Jovel logra escapar y corre hacia Chaparral. Tanto éste como Velasco piden a Mojica trasladar su cuartel a Neiva, “pues desde alli se podrian hacer con menos peligro las conquistas”. Mofica accede, regresa a Neiva y la reedifica. Reside alli seis meses. Padece trabajos inenarrables: la tropa deserta, los indios de servicio enferman, los soldados mueren, Mojica decide viajar a Tbagué. En cuatro balsas envia por el rio Magdalena cbjetos de su servicio personal, bastimentos, algunos soldados y armas. Hundense las balsas, ahogdndose el alguacil mayor y las indias de servicio. Los demés, desnudos y hambricntos, yerran a la aventura por arcabucos y desiertos. Deshecho, llega don Bernardino con su gente a Ibagué. Enfermo, renun- cia a sus empresas de conquista, regresa a Tunja y aqui muere. Timanéa, que en un principio pertenecié a la gobernacién de Popaydn, pasa Inego a la dependencia de la Real Audiencia de Santafé y termina por ser go- bernacién aparte, bajo el mando de Diego de Ospina, “capitan timanés” y amigo intimo de Francisco Ocallo (u Ocaglio), cufiado de Rodriguez Freyle. Finalmente, los pijaos, libres de huéspedes incémodos, redoblan sus brios y quedan muy ufanos de sus victorias. (Simén, V, 258-261). Viéndolo bien, rememorando esta infortunada aventura del bueno de don Bernardino de Mojica, que nunca ha debido abandonar sus barran- cas de Tunja para irse a tierras de pijaos en busca de pan de trastrigo, no vemos el menor rastro de nuestro “soldado razonable”. De habexse hallado don Juan en esta evaporada expedicién de Timand, nos hubiera dejado en su crénica algo més que esa su instantanea mencién de “que gasté los afios de mi mocedad por esta tierra, siguiendo la guerra con algunos capitanes timaneses”. DUDA QUE PERSISTE Haremos, sin desanimamos, un ultimo esfuerzo para intentar ubicar en el tiempo el aio en que don Juan Rodriguez Freyle anduvo por tierra de los pijaos haciendo su guerra con estos aprovechados alumnos del Cacique Calarcd. Hemos hallado en Ias Noticias Historiales de fray Pedro Simén un pasaje en el que se narra cémo el capitén Antén de Olalla cumplid una misién que le confié ef presidente Borja, cuando éste, en 1608, se puso al frente de las operaciones militares de ese afio dirigiéndolas desde el fuerte de Chaparral. En dicho pasaje hemos encontrado algunas coin- XXI cidencias con otro, ese si autobiografico, de Rodriguez Freyle, que nos han animado a intentar vado para ganar la otra orilla que nos propo- nemos. En efecto, el capitén Olalla, en cumplimiento de aquella misién, salié en busca de los indios natagaimas, que también eran pijaos, los cua les se dedicaban a imposibilitar el trénsito entre Timand y el Valle de Neiva, En esta ocasién Olalla recorrié, no sélo la provincia de los dichos natagaimas, sino también 1a de los cativas y otra en que se levantan unos altisimos y elevados riscos que Jaman Los Organos y que caen sobre el tio Saldafia. Cuando Olalla logré despejar el camino de Timand tomé, junto con los natagaimas, unos indios que parecian ser cautivos de éstos y a quienes Hamaban dukos (Simén, V. 316). Pues bien, Rodriguez también Hegé en sus andanzas belicosas por aquellas tierras hasta los pica- chos de Los Organos, que describe como un fendmeno de la naturaleza, y mos cuenta luego que una vez “nos sucedié que habiendo dado un albazo sobre el cercado del cacique Dura, a donde hallamos retirada la gente, porque nos sinfid 1a espia y les dio aviso, halldronse slo dos indias viejas que no pudieron huir, y un chiquero de indios duhos que los tenian engor- dando para comérselos en las borracheras”. (El subrayado es nuestro). Apiadado de estos indios, nuestro cronista y otros soldados los sacaran de alli, los emplearon como cargueros y, al cabo de algunos dias, huye- ron sin ser sentidos (Carnero, cap. XI, p. 301, ed. de 1955). Esos indios duhos y bahaduhos de que hablan tanto cf padre Simén como Rodriguez Freyle “eran la carne de monte de los pijaos, que salian 2 caza de ellos, como acd se sale a caza de venados’ (Carnero, loc. cit.). Segin el profesor Lucena Samoral, esta misteriosa nacién de los duhos es desco- nocida por Ia prehistoria y la antropologia americana (Ob. cit. vol. TIL, t. I, p. 99). Parece que los duhos y los bahaduhos habitahan en Ia gober- nacién del Valle de la Plata y su provincia o nacién Timitaba por el oriente con los pijzos, pasado el Magdalena. Fl Valle de la Plata se extendia desde Pasca hasta Timand, y estaba adscrito al Valle de Neiva y equidistante entre la nacidn pijac y Santafé. Finalmente, estas aparentes coincidencias topogedficas (las cumbres de Los Organos) y humanas Cel encuentro con Ios indios duhos y bahaduhos), amén de otras, mds bien anodinas, no autorizan para sefialar el afio de 1608 como aquel en que Rodriguez, ya hombre de 42 aiios, entrd a participar en Ja septuagésima contienda contra los pijaos. Quizds, si algin dia se encontraran las néminas o catalogos de Jos soldados que acompaiia- ron a Tos capitanes Bocanegra, Talaverano, Mojica, Salazar, Villanueva, Velasco, etc., etc., en sus respectivas jornadas en tierras de pijaos. quizds aparezca mencionado en tales documentos el nombre del “soldado razo- nable" don Juan Rodriguez Freyle. No descarto tampoco la posibilidad de que este dato ande por ahi, ya divulgado y confirmado, en libros o documentos que yo no conozco. Muy a vuclo de péjaro nos da nuestro autor una visidn de lo que fue esa contienda, desde que se inicié hasta el dia en que don Juan de Borja XXII la dejé a punto de terminar. Tanto Rodriguez como fray Pedro Simén quisieron escribir Ja historia pormenorizada de esta guerra desde sus prin- cipios hasta su terminacién, pero apenas pusieron manos en escribirla, se encontraron con gue ya estaba hecha y andaba manuscrita de mano. en mano, bajo el titulo de Guerra y conguista de los indios pijaos, Su autor era don Hernando de Angulo y Velasco, quien, por ser escribano de Ia Real Audiencia y secretario del presidente Borja, pado disponer de abundante documentacién de primera mano y fue, ademés, testigo presencial de no pocos encuentros entre espaioles y pijaos, por haber acompafiado a Borja en sus dos entradas: a Chaparral (1608) y a Tbagué (1607). Infortunadamente, de los manuscritos de esa obra no se logré conservar siquiera uno tan sélo. Igual suerte corrié el manuscrita de la Comedia de Ia guerra de los pijavs, obra del mariquitefio Hernando de Ospina, sobrino del capitén Diego de Ospina, de quien pasaremos a ocuparnos en seguida. UNA CONSPIRACION FANTASMAL Conviene retroceder aqui al afio de 1581, cuando acontecié un hecho al cual se refiere nuestro autor en forma autobiogrdfica para dar testi- monio de él. En dicho aiio culminan las dcsavenencias de la Real Audien- cia con el visitador Monzén. Circula en la ciudad fa noticia de la inter- ceptacién de un mensaje secreto enviado por don Diego de Torres, cacique de Turmequé, al visitador Monzén, en el cual Je daba a entender que si necesitaba hombres, él, Torres, haria de las espigas soldados. Los de la Audiencia Je dieron a este recado metaférico el significado que ellos entendian ser el mas apropiado al momento, o sea, que el Cacique y el visitador tramaban un alzamiento. Entonces, para debelarlo, enviaron propios a Mariquita con el objeto de que avisaran al capitdn del sello real, Diego de Ospina, que debia acudir con gente de tropa en auxilio de la Audiencia. Segin fray Alberto Pedrero, este Ospina era “un mozo de condicién inguieta con cualidades harto impertinentes al servicio de Vuestra Majestad” (Carta al rey, Pamplona, 29 noviembre de 1581, en Friede, Ob. cit. VIII, 73). Segim doiia Esperanza Galvez Pefia, “este tal Ospina era un condenado a galeras”. (La visita de Monzén y Prieto de Orellana al Nuevo Reino de Granada, Sevilla, 1974, p. 75). Avisado Ospina, ptisose en camino con 30 arcabuceros y el capitan Oliva, Iegaron a Tocaima, tomaron descanso en una venta Hamada La venta de Aristoy, “a donde habfamos Iegado poco antes, yo y un cufado mio Tamado Francisco Antonio de Ocallo, napolitano.. .” (Carnero, cap. XIV). Este y Ospina eran buenos amigos. Rodriguez y su cufiado iban a Tocaima en viaje de negocios. Ospina le pregunté a Ocallo u Ocaglio qué nuevas corrfan en Santafé. Contestéle el napolitano que alli todo anda revuelto a causa de Jo mal que se Ievaba el visitador Monzén con los sefiores de la XxI Audiencia. Ospina, al oir esto, le dijo a Francisco Antonio: “AJI4 voy (a Santafé), que me han enviado a llamar y para lo que se me ofreciesc llevo conmigo esta gente. En uno de los Sueiios de Luciano Pulgar, el intitulado “EL sued del si y el no’, sit auter, don Marcos Fidel Suarez, a propésito del origen de la palabra mosca, aplicada por ios espafioles a los mulseas, escribe lo siguiente: “Los nombres ‘mosca’ ¥ ‘muisca, denominacién gentilicia de tribus del Nuevo Reino, hicieron ‘pensar a Alguzos historiaderes primitives que habian sido impuestos a los sndigense por Ios espaioles, mirando a su muchedumbre, expresada por la palabra ‘mosca’. Si esto fuera asi, concordaria con un lugar de la profecia de Isaies, donde se dice que el Sefer Hamé a Ia mosca que esta cabe Jos tios de Egipto, aludiendo a los numerotos ejexcitos de esa tierra” (Marcos Fidel Sudrer, Obras, Suevios de Lsiclano Pulear, t. Il, Bogotd, Instituto Caro y Cuervo, 1966, p. 1.922). En este punto, el erudite, auto: rizado y tesonero anotador de estas Obras, el padre José J. Ortega Torres, glosa el pasaje transcrito asi: “Fste versiculo dice: “Ex érit in die illa: sibilabit Déminus ‘muscae, quac est in extrema fliminum Acpini et api quag est in terra Assur”. "Y acaecerd en aquel dia: Mamard con sitbido el Sefior @ la mosca que esté en el eabo de los rigs de Egipto, y a la abeja que exté en la tierra de Assur", En nota explica Scio: “Canocerd y moverd (el Sefior) los ejércitos de los egipcios y de los asizios, para que vengan a combatir a los judios. Llama moxcas a las primeros por su mulltitud, y abejas, a les segundos, porque iran armados de sactas v de lanzes, como la abeja de su aguijén. Ast San Jerénimo”. ¥ asi también los comentaristas modemos, aunque algunos cambian morcas por tdbanos”. En seguida, el sear Sudrez complementa su concepto asi: El Carnero de Bogoté explica ef origen de la palabra pot la frase musea puenunga, raucho gentic, que dizque formé la respuesta de unos indics a cierta pregunta de espafioles, los cua ereyeron oir mosca por muisca. Aqui el padre Ortega Torres anota este nasale, citando textualmente los pardgrafos segundo y tercero y parte del cuarto, de este capitulo V de El Carnero, a que ticitamente alude el seitor Suérez, y agregando: ‘No estin de acuerdo los cronistas en Jes palabras textuales de la respuesta de Jos indios; véase, por ejemplo, el relato del padre Simén, que parece més verosimil gue el de Rodriguez Freyle: “Viéndose pues nuestros conquistadores entre esta Babilonia y confusiin de lenguas, para irse desde lucgo entendiendo entre elles, iban poniendo nombre a los vailes y tierras mds sefiatadas por donde pasaban (.. .} pero como importaba tanto dar a ellas un nombre general que las significase, acordaron dirsele con une de los vocablos que cominmente ofan a los indios cuan- do comenzaron a entzar por la sabana y valle de Bogoté, aunque corrompiendo a!- unas Tetras para reducing a un wceblo espafol, ¥ fae de-esta manera: en Ts 1a de esta sabana o valle de Bogoté, lo que nosotros significamos con este vo- cablo hombre, significaban los indies con este vocablo muexca, de mancra que muexca en su lengua es Io mismo que hombre en la nuestra castellana, pues como nuestros conquistadores preguntesen por sus intérpretes a los indies si habia mucha gente en aquella tierra, respondian en su lengua muexca bien agen, que quicre 59 decir muchos hombres 0 mucha gente hay, y preguntando mds qué querfa decie muesea respondian que hombre o persona; lo cual visto por los nuestros y confe- tido entre si el vocablo, salié determinade entre todos de buen pléceme que, pues los indios eran téntos que andaban por los campos tan espesos como moscas sobre miel, y el vocablo con que ellos significaban tenia tanto parentesco en sus silabay con el de masca, que alli adelante se llamasen aquélios moscas y Ia tierra Ja pro- vincia de los moscas, y fue maravilla la traza, porque en la semejanza que tence este vocabla mosca con el suyo muexca, con aficiin o facilidad lo aprendieron los indios, como sucedi6, pues ellos con gusto se nombran los moscas cuando les pre- guntan en otra parte que de dénde son, si bien ellos no saben por qué se Naman asi, m4s que por haber ofdo a Jos castellanos Ilamarlos de aquella suerte. El cual vocablo y denominacién, que no tiene més fundamento que éste, ha venido a tomar tanta fuerza, que en toda esta tierra firme, y aun en todo lo descubierto de las Indias, se distinguen Jos indios de esta sabana o valle de Bogotd, y todos los que tenian el distrito y jurisdiccién de Tunja, de todos sus convecinos”. (Noticias his- toriales, 24 parte, noticia If cap. I, (Bogotd, Bibl. Aut. Col., 1953), pp. 260-261). EI padre Zamora es més breve: “Informéronse (Quesada y sus soldados] de fa Jengua general, a quien dijeron que se Mamaba muysca; y corrupto este nombre, y admirados de ja multitud de indios que habia en todos los pueblos y que encontra- ban por los caminos, los Hamaron moscas, v a ta lengua mosca”. (Historia de la provincia de San Antonio, lib. IT, cap. 6 (Bogotd, Bibl. Pop. Cult. Col, 1945), t. I, p. 236), Pero los cronistas no adoptaron una misma grafia para designar al pueblo que habitaba la altiplanicie andina del Nuevo Reino y la lengua que habla- ban: es mosca en Zamora, Simén, y Castellanos; mozca en Picdrahita; moxca en Aguado; muexca en Simén; muisca en Castellanos, Piedrahita y Rodriguez Freyle: tmuizea en Zamora. “Fuese lo que fuese, el pueblo y Ja lengua indigena de que nos ocupamos es el muisca, que no debe llamarse o escribirse muyzca, y menos cuando se trata de lingiiistica [...], pues lo menos que se debe hacer es seguir fa uotacién fonética internacional. Segin ¢] padre [Bernardo de] Lugo, que sus razo- nes tuvo para saberlo [lo mismo que el padre Simén), muisea significaba persona hombre, comprendiendo ambos sexos {...]. Las muiseas del Nuevo Reino de Gra- nada se consideraban los hombres por antonomasia, los tinicos seres humanos del mundo; a sus vecinos, despectivamente, y como cose natural, les negaban tal cuelidad. El hecho no es nico en Ia etnologia” (José Pérez de Barradas, Los meuis- cas antes de la conquista de América, vol. I, Madrid, 1950, parte 1, cap. 1, p. 144). En el Repertorio sucinto de voces, raices y bases del idioma mwiska, de Louis V. Ghisletti, encontramos: “Mwiska, ser humano, persona, gente (cf. mwin); Muwin, Idea de ‘empuje vital, fuerza, brillo, crecimiento, sabor, savia". Cen Los ‘mwviskas, una gran civilizacién precolombina (Bogotd, ed. Bib. de Auts. Cols., 1954), t. I. Apéndices, p, 497). Tal vez queden asi aclarades los vacablos muisca y mosca”. O.0.T) (Ob. ci, t. Tl, pp. 1950-1952). 2Vte.: “Acordé de volverse a artimar a fs cordillera...". #Vte.: “...habiendo de todo noticia y dindole a su general Nicolas de Federmin”. 4 Vte.: “donde el lector que lo quisiere saber lo podré ver" (Simén, I, 167-176). $ Vee: “...y donde a poco nacieron...”, ©En la Memoria gue escribié el Adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada para los descubridores y conquistadores que con él vinieron al Nuevo Reino de Granada Cposiblemente, redactada en 1576}, menciona éf cincuenta y un (51) personas. Sesenta afios después, Rodriguez Ereyle consigna en el manuscrito de su Carnero esta lista de ciento once (111) soldados que, segtin él, militaron bajo las érdencs de Jiménez de Quesada, lista en la cual solo menciona’treinta y siete (37) de los citados por el Adelantado en su relacidn. Los catorce (14) restantes, omitidos por Rodriguez en 1a suyz, son los siguientes: Juan de Ortega, Francisco de Figueredo, Gémez de Cifuentes, Domingo de Aguirre, Antén Rodriguez Casella, Francisco Rodriguez, Antonio de Castro, Juan Rodriguez Gil, Castit Blanco (Diego Lépez de Castilblanco), Alonso Hernindez de Ledesma, Pedro Lépez Monteagude, Diego de Torres y Juan de Salamanca. 60 EI lector curioso de conocer datos biogréficos més detallados tanto de los des- cubridores y conquistadores mencionados por Quesada en su Memoria como de algtin apatte de los soldados que aqui cita Rodriguez Freyle, puede consultar con mucho provecho a obra, en dos vokimenes, del ilustre historiador doctor Raimundo Rivas e intitulada Los fundadores de Bogotd, Bogot4, Editorial Selecta de Juan Casis, 1938. En efecto, en esta obra se dan, con base en una documentacién de primera mano y concienzidamente analizada, valiosisimos y pormenorizados. datos sobre la vida y hechos de los capitanes y soldados de Quesada y de algunos de sus herederos o sucesores, Esta obra rectifica y aclara no pocas de las anotaciones que, en [a lista de Rodriguez Freyle, acompaiian o siguen a la mencién del nombre de Jos gue €1 consideré haber sido soldades del descubridor del Nuevo Reino de ranade. 7 Vte.: Otvas ediciones agregan aqui: “...y se volvié sin hallario”. % Fecha exacta de la muerte de Quesada: 16 de febrero de 1576. 9 Informé don Alonso Luis de Lugo a la Corte sobre los abusos de poder, duro trato dado a los indios, muerte violenta del Zaque Aquimin ¥ otros actos delictuo- sos en que incurrié, semin aquél, Hernén Pérez de Quesada. La Corte, ateniéndose a tal informe, delegé en el Jicenciado Miguel Diez de Armendériz, Visitador v Juez de Residencia de Jas Gobernaciones de Santa Marta, Cartagena, Nuevo Reino de Granada, Popayin y Rio de San Juan, la averiguactén de los hechos imputados 2 Pérez de Quesada. Mientras informes iban y venian y los iucces substancisban Ja causa, Hernan Pérez y su hermano Francisco aguardaban en la cércel real de Santo Domingo a que sc Jes definiera su suerte, Decidié Ja Audiencia enviar a Espafia a Jos hermanos Quesadas para que alli se fallara sa causa, Embarcaron a los presos en una nave comandade por el vizeaino Juan Lépez de Archuleta y que debla Nevar a la Peninsula, con destino al Real Erario, oro y perlas de la Espafiola y Tierra Firme. En su ruta, la nave demoré en el Cabo de la Vela —y no en Santa ‘Marta, como lo da a entender el auter— para recoger Jos envios de perlas que desde alli se hacian, y con ellos, algunos pasajeros: fray Martin de Celatavud, ‘obispo de Santa Marta, y e! fundador de Tunja, el capitin Sudrez Rendén. Preva- rébanse ya para seguir a Cartagena, donde esperaban encontrar al juez Arménda- xiz, cuando un recio temporal se desaté sobre el Cabo de Ja Vela, obligando a Lépez de Archuleta a dilatar la espera mientras screnaba ¢l mat tiempo. Entre tanto, y para matar el tedio, los prisioneros, con ofros de los tripulantes, inicieron una partida de noipes. Sibitamente, un relémpago iluminé Ia nave y un xayo hirié de muerte a los hermanos Quesadas. La descarga eléctrica fue tan violenta gue, a consecuencia de ella, fallecié dos dias después el comandante de la nave, victima de fuerte conmocién, ¥ quedaron scriamente lesionados el fundador Sudrez y el obispo de Santa Marta. 1 Juan del Funco, oriundo de Asturias, mantuvo relaciones de cordia! amistad con el famoso eronista de Tndias don Gonzalo Fernandez de Oviedo, a quien comu- nicé informaciones de singular importancia sobre sus experiencias de expediciona- rio y conquistador en aquellas partes del Nucvo Mundo en que actué como tal. Concurris a la fundacién de Santafé y Tunta, donde fue uno de sus primeros re- gidores. En 1541 se encuentra de nuevo en Santo Domingo, de donde vino a Santa Marta, en 1535, con el objeto de auxiliar al doctor Roberto Infante, entonces Go- bernador de dicha ciudad, quien afrontaba a la sazén una dificil situacién, En Santo Domingo se inicia el ocaso de su vida militar. Alli contrae matrimonio con dofia Inés de Villalobos, hiia del oidor de la Real Audiencia de la isla, el licen- ciado Lucas Vasquez de Ayllén. Se ignora Ja suerte que alli corrieron sus hijes. 21 Antén de Lezcamer fue el verdadero nombre de este eclesiéstico, Algunos historiadores le dan el nombre de Juan y ofros, como Aguado, lo apellidan Lezeano. No es cierto, como lo asegura Rodriguez Freyle, que hubiera resresado a Esnaita en compaiiia’ de los tres generales. Lo cierto es que, por disposicién del arzobispo fray Juan de los Barrios, viejé a Mérida con el care de cura y vicerio de la iglesia mayor. Creen algunos historladores que murié alli, a edad muy avanzada. 61 “EL verdadero nombre de este dominicano fue el de Domingo y no el de Alonso. Acompafié a Quesada, desde Sompallén, donde sc le unié, hasta su llegada al Valle de los Aledzares. Celebré la misa el dia de la fundacién de Santafé, el 6 de agosto de 1538, y desde entonces fue cura de la ciudad hasta ef 12 de mayo de 1539, cuando salié para Espafia en la comitiva de Queseda, Benaledzar y Teder- mann. Cinco afios después de su regreso a Sevilla, murié fray Domingo en el con- vento dominicano de San Pahla. 13En su Memoria o Relacién de los descubridores y conquistadores del Nuevo Reino, el Adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada menciona al fundador de Tunja con estas sobrias palabras: “El capitin Gonzalo Sudrez es hombre de calidad, entrd conmigo por capitén en este reino y es uno de los ocho de este nombre, vive y tiene de comer en la ciudad de Tunja; tiene tres repartimientos Icabuco, Tiband y Gus- neca; tlene muy bien de comer”. El doctor Raimundo Rivas escribid, en su citada obra, uma minuciosa y bien documentada biogeafia del capitén Sudrez Rendén Ctomo TZ, pp. 341-374). Juan de Céspedes nacié en Argamasilla, en el afio de 1505, aproximademente, Cronistas historiadores se muestran acordes en considerar a este capitén como la primera Figura de Ia conquista del Nuevo Reino, después de Jiménez de Quesada. Hn efecto, brillante y multiple es la hoja de sus servicios militares, Procedente de Ja Isla Fspatiola, Megs Céspedes a Sante Marta en la expedicién de Rodrigo de Bastidas. El 29 de julio de 1525 asistid a la fundacién de dicha ciudad. Sitvid sucesivamente bajo las érdenes de los gobernadores Pedro Badillo y Garcia de Lerma, del bachiller Viana, de Jiméner de Quesada y su hermano’ Herman. Bérer de Quesada, de Alonso Luis de Lugo y Diez de Armendériz, y a todos ellos los acompané en diferentes expediciones, jornadas y entradas a tiecras de indios, dis- tinguiéndose siempre por su valor, don de iniciativa y conocimiento de los distin- tos medios en que le correspondié actuar. Quesada lo menciona en su Relacién asi: “El eapitén Juan de Céspedes es. de los que hay agora vives, uno de los que més trabajaron y sirvieron en este descubrimiento y conquista, y entré conmigo Por capitén de uno de ocho capitanes que meti con gente en este reino, y él tiene calidad; tiene tres repartimientos en esta ciudad de Santa Fe en que habrd mil y quinientos Indios poco més 0 menos amados los repartimientos Ubaque, Caqueza, Ubatoque, tiene bien de comer para en este rein”. EL capitén Céspedes fallecié a fines de 1573 0 comienzos de 1576, a la edad de 68 9 69 afios. Isabel Romero, una de las primeras mujeres arribadas a Santafé, y viuda del soldado Francisco Lorenzo, fue su esposa. Hijos suyos fueron Antonio, ¥ Lope de Céspedes. x5 Hernands de Prado fue medio hermano del capitan Juan de Céspedes por parte de su madre dofia Marfa de Rutz, casada en segundas upeias, Nacié en Castilla alrededor del ano de 1510. Llegé a Santa Marta como soldado de la ex- pedicién comandada por don Pedro Fernandez de Lugo. Posterlormente figura co- mo soldado de a caballo en el descubrimiento y conquista del Nuevo Reino, bajo Jas 6rdenes de Quesada, Con posterioridad a 1547 se encuentra residiendo en Tocaima, en cuya jurisdiccién recibié Jas encomiendas de Guanacapilla, Almiba, Guataqut y Ambalema. En 1567 aparece como duetio de una rancheria en el real de minas de Mariguita. Su muerte acaecié ya avanzada la segunda mitad de 1576, motive por el cual su nombre no figura en la Relacién de Quesada, fechada el 5 de julio del mismo afio. Francisco Prado, su hijo natural y mestizo, heredé la en- comienda de Tocaima. 18EI capitin Pedro de Valenzuela, o més precisamente, Pedra Fernandez do Valenzuela, al contrario de Jo que dice Rodriguez Freyle, sf dei memoria de si No se sabe en qué afio nacié en Ja cindad de Cordoba (l'spanie) y fue hombre ge noble linaje, $i damos crédito a Flérez de Ocariz, fue primo de los capitanes Yafiex Tafur, Juan Tafur y Herndn Venegas. Guerred en Italia bajo las banderas de Carlos V’y fue entonces cuando gené Jas insignizs de capitén. Pasé a Santa Marta en Ia Armada de don Pedro Fernandez de Lugo y luego acompané a Quese- da en las jornadas del descubritniento y conquista del Nuevo Reino. Liegados ya al Valle de los Aledzates, el Adelantado confia a Fernéndez de Valenzuela la mi siéa de marchar al descubrimiento de las minas de esmeraldas de Somondoco 62 (CFiérez de Océriz, Genealogias del Nuevo Reino de Granada, vol, 1, Bogoté, Prensas de Bibl, Nal. 1943, p. 158). El propio Quesada alude a don Pedro sin nombrarlo, cuando escribe en su Gran Cuaderno que “En el dicho valle de la Trompeta supa que estaba fla tierra de las minas] a quatro o cinco jomadas, y envié alld un ca- pitin con gente de pie y de caballo, y estuvo veynte dias, y volvié a cabo deste tiempo y hallé ser verdad lo que los indios decian de las minas, y vieron los chripstianos sacar las esmeraldas por medio de tos indios. Llamase el seior de aque- Igs minas Somindoco...” Ctranscripcién en Demetrio Ramos, Ximénex de Quesa- da cronisia, Sevilla, 1972, p. 239). En las jornadas en gue espafioles y stbditos de, Zaquesazipa se aliaron para combatir a los encarmizades panches, el capitin Ferndndez de Valenzuela, particips activamente. Luego, por delegaciin de Quesada, recorrié la Sabana de Bogota y eligié. el sitio de ‘Teusaquillo como sede adecuada de la ciudad de Santafé. Se cree que don Pedro salié del Nueve Reino en Ia comitiva que acompaiié a los tres Ge- nerales en su viaje de regreco a Espafia, Luego se establecié en Cérdoba, su ciudad natal, donde afics mds tarde recibié las érdenes sagradas. Al partir del Nuevo Reino, dejé et capitén Fernandez de Valenzuela dos hijos naturales: Isabel y Pedro de Valenzuela. 1 Juan fue ot nombre de este capitén Albarracin, yerno de don Pedro Fernindez dk Lio y euade del gobernador de Santa Marta, don Alonso Eas, como esposo que fue de dofia Ana de Lugo. Arribé a Senta Marta on la atmada de su suegro, cuya expedicion contribuyd a equipar, como lo dice Rodriguez Fresle, con caudales propios. Fue uno de los capitanes que, a érdenes de Quesada, partid “a descubrir él lo Grande por la banda de Santa Marta”, bergentines que en Sompellén dicron alcance por agua a las tropas que paralelamente marchaban por tierra. En Ta pri- mera entrada que se intents contra Jos panches, Albarracin compartié la brega con los capitanes Céspedes y San Martin, distinguigndose en la accién como uno de los mas babiles jinetes. Finalmente, acompahé a Quesads, a Benalcdzar y a Fe- dermann en su viaje de retorno a la Peninsula. Fn 1539, se encuentra Albarracin en Sevilla ¥ mantiene mansién en Jerez de la Frontera. Confirmando en parte y en parte sectificando lo cue aqui afirma Rocriguez Froyle, asegura el historiador Rivas que “EE capitan Albarracin no volvié al Nuevo Reino ni tuvo encomienda en Tunja; dejé si hijos, que perpetuaron Jos timbres de su casa”. (Ob. cit., vol. I, p- 165. Tales hijos fueron don Pedro y don Luis Eugo de Albartacin. 18 Nacié. Antonio Diaz Cardoso en la Villa de Santa Comba, en ¢] reino de Portugal. Fusron sus padhes, Dicgo Diaz y Marquesa Cardoso de ambos heredé nobleza e hidalguia, Sirviendo las armas de su rey y sefior, residié transitoriamente en la isla de San Miguel de Jas Terceras y alli conocid a Ja que con el tiempo ha- bria de ser sur esposa. No conciertan las diverses informaciones acerca de cémo Cardoso pasé a Indias. Piedrahita asegura que leg6 con Rodrigo de Bastidas a Senta Marta el dia 29 de julio de 1525 y que fue uno de los fundadores de la ciudad. Por su parte, Flérez de Ocariz afirma que arribé a Ja misma ciudad con el Gobernador Garcia de Lerma alrededor del afio de 1528. Sea como sea, desde el momento en que Ieg6 a Tierra Firme, su ectividad e¢ miiltiple, dindmica, bei- Iante, y dirfase que ubicuz. No conoce el descanso y no hay jornada, cxpedicién y entrada a tierra de indios en que él no participe: de Valledupar pasa al César, de aqui vuela al Valle del Coto para acudir luego a ticrgas de Eupari. De aqui pasa 2 Tamalameque, batalla, vence y acude a dominios de los caribes, donde nuevos trabajos le esperan y, venciéndolos, pasa a lo Provincia de las Argolles, luego al territorio de Mastcs, donde libra varias escaramuzas, para seguir en seguida a terras de los caciques del Pocigitieica y volar una vez m4s para someter a las bandas in- surregtas, En. este continuo batallar, acta Cardosn baio distintos v sucesivos co- mandos: el de Pedro de Lerma y el del gobernador Villalobos, cl de Garcia de Lerma ¥ ¢l de] doctor Infante, el de don Pedro Fernandez de Lugo y el de su hijo ‘Alonso Luis. Formando parte de una flotilla de bergantines, sube por el Magdalena pera dar alcance ole expedicién que por terra va al manda de Quesada. Navega 0 leguas, Nera a la Tora. Le pide a aquél autorizecién para, abandonar la navega- lon del ‘Magdalena y buscat por terre un camino por donde proseguir Ia _penosa Jomade, Quesada asiente. Cardoso escape por compaftero,a Albarsacin. ‘Ambos ex: ploran fas riberas del Rio Grande y hallan la desembocadura del Opén. Remonten 63 un trecho de este rio. Hallan indieios de una ruta que 10s indios asenderean para subir y bajar de la sicrra, ruta accesible, por consiguiente, a infantes y jinetes. Con Ia nueva de este hallazgo, Cardoso y Albarracin regresan al cuartel o real de Quesada. Este ordena que, siguiendo por dicho camino, salgan sucesivas expedicic- nes al mando, ya de San Martin, ya de Céspedes, ya de Lebrija, Su resultado no se hace esperar: e] Nuevo Reino ha sido descubierto. Ya en cl Vaile de los Alcdzares, comienza un nuevo ir y venir, un nuevo vager y trajinar del infatigable Cardoso, quien en sus escasas horas de holgar, tiene que fungir de cirajano, que algo de este atte se le alcanza, Acompafia a Fernéndez de Valenzucla en ef descubrimienta de los yacimientos de esmeraldas de Muzo, infortunadamente participa en el des- poje que de sus tesoros hace Quesada victima al Zaque de ‘Tunja. Acompafia a aquél a explorar el Valle de Neiva, secunda a Pérez de Quesada en Ja misién de ir a averiguat cudies son los propdsitos de Benale4zar y de Federmann con respecte al Nuevo Reino. Apenas fundada Santafé, Cardoso es nombrado Regidor Ye Ja ciudad y al ano siguiente lo nombra su Alcalde. En el primer reparto de la tierra, tecibe, en pago de sus servicios, las encomiendas de Suba y Tuna, consideradas como los mejores Tepartiratentos. So le da, ademés, un solar para edificar casa, 2 dos cuadras de Ia Plaza Mayor, en la calle de San’ Miguel, Mas tarde, engaiiado ¢ intimidado por Jerénimo Lebrén, decide viajar a Espafia. Prométele a aquél que viajar solo, sin necesidad de su compaiiia, para responder ante €] Rey o ante e] Consejo de Indias de los cargos de traicion al rey y desacato a su autoridad, cargos que le hacia Lebrén por haberse sumado a quienes con razén se habian opuesto a su necia pretensién de extender a todo el Nuevo Reino un mandato que sélo se limitaba a la gobernacién de Santa Marta, para el cual sélo habia sido nombrado. No le fue bien a Cardoso en Espatia. Cuando se presenté ante el Real Consejo de Indias, se ordend su pristin y confiscacion de sus bienes. Mientras tanto uno de sus més adictos amigos, ef contador Pedro Cohnenares, reclamé que se le transfixieran Jas antedichas cncomiendas de Suba y Tune. Pero Car- doso no se resignd a su adversa fortuna. Porfié y se defendid valientemente, Se le devolvié la Libertad, y con ella, sus bienes y encomicndas. Regres al Nuevo Reino, En_1562 le eligieron, una vez mds, alealde de Santafé. Fue eslenido en 1567 y 1572, Murié en esta ciudad con posterioridad al afio de 1573. La Real Audiencia acogié los cargos que contra él y su hijo Diego formularon tos indios de sus encomiendas, consistentes em imponerles a las malas gravosos tributos. Antes de pasar al Nuevo Reino, el capitin Diaz Cardoso habia contraido ma- trimonio, en Portugal, con dovia Felipa de Almeida Cabral. De esta unién nacie- ron dofia Marquesa y dofia Tsabel Cardoso. Com ellzs regresé de Espafia a Saniafé, con anterforidad a 1562. 2° Fue Juan de San Martin “burgalés complido”, como cl Martin Antolinez praveedor del Cid, hijedalgo de solar conocido _y vino a_nuestras Indias con el jobernador dc Santa Marta, don Rodrigo de Bastidas. Costeando de su propio peculio e] pago de expedicionarios y la compra de caballos, paxticipd en muchas jomadas y diversas guazabaras contra les indias sujetos a ‘la gobernacién suma- tia, actuando al servicio de distintos mandatarios. Envizdo por el Gobernador Garcia de Lerma, bajo las érdenes def sobrino de ste, don Pedro de Lerma, San Martin marché, en compaiia de otros capitanes, tales Gaspar Gallego Alonso Martin, a la pacificacién de la Ramada, sin mayor provecho en cuanto a la recoleccién de riquezas, En una segunda ocasidn, y baio el mismo comande de Lerma y en compania del misioncro fray Tomds Ortiz, el capitin San Martin hizo su entrada a la provincia de Jos belicosos caribes de ta cual él y sus gentes salferon no muy bien librados. A su regreso a Santa Marta, los expe- dicionarjos encontraron a la ciudad convertida en ruinas, a causa del incendio atizado por los natives el dia 26 de febrero de 1531. Otra expedicién en que interyino activamente San Martin fue aquella que, dispuesta por el susodicho Garcia _de Lerma, viajé hacia el sur, en busca de las cabeceras del rio Magda- Jena. El objeto de esta jornada fue el de evitar el descontento de Ia tropa, deses- perada con una prolongada permanencia en Santa Marta, cuando se acrecentaban los rumores de la existencia de inmensos y ricos territorios, considerados como una prolongaciéa del imperio del Pera, en cuyo descubrimiento debian apresu- rarse, no fuera que otras gentes se les anticiparan a hacerlo. Esta expedicién 64 tenfa como teniente del Gobernador 2] bachiller Viana y come caudillos de tropa a os capitanes Céspedes y San Martin, secundados por Santos Saavedra, A pocos dias de iniciada la jornads, falleclé el clérigo Viana, quedando como sucesores suyos Céspedes y San Martin. Después de muchas penalidades, los expedicionarios ilegaron a_la boca del Rio Cauca cuyas méargenes remontaron hasta dar con el rio San Jorge. Nueva expedicién sin éxito notorio. Lo enmara- fiado de la selva y lo anegadizo de las tierras obligsron a sus capitanes 2 regre- sara Santa Marta, no sin que antes de arribar a ésta, la tropa s¢_ dividiera, engolesinados los que sban con San Martin por las riquezas de ‘Tamalameque y for que formahan In, partida de Céspedes por Tes noticias de um santuario que on Jugar circunvecino debia encontrarse. No anduvo con suerte San Martin en esta incursin. Despues de desastrosos encuentras con Jos indios de Tamalameque y de haber perdido muchos de sus soldados, Hegd, al cabo de penosas jornadas, al pueblo de Sapatin, a donde Hegé Céspedes, noticiado oportumamente del desastre, 2 prestarle auxilio y romper el asedio hostil de los naturales. ‘Tras aio y medio de ausencia, regresaron Céspedes y San Martin a Santa Marta, pasando por La Ramada y cl Valle de Upar. Otra nueva expedicién emprendié San Martin a tierras de Jos indios bondas, por arden del entonces Gobernador de Sante Marta, el doctor Infante. Acompaiiado en esta ocasién, y nuevamente, por el capitén Céspedes, aquella entrada concluyé con una ctuenta victoria. En estas cuatro expediciones presté San Martin sefialados servicios y gané merecida fama de afortu- nado guerrero. Fue entonces, corriendo el_afto de 1532, cuando decidié regresar a Espafia para regresar a Santa Marta al afio siguiente. Bajo las érdenes del enton- ces Gobernador de Santa Marta, don Pedro Fernéndez de Lugo, participé San Martin en una campafia contra’el cacique de Bonda y sus stbditos, que tuvo funestos resultados. Luego, teniendo por comandante a don Alonso Luis de Lugo, hijo del Adelantado, emprendié San Martin otra al valle de Tayrona, de Ia cual salié mal librado, pues fue gravemente herido, Pasé luego, acaudillade por el mismo Lugo, a ticrras del cecique Marubare, donde éste fue apresada y despojado de sus riquezas, que cayeron todas en poder del hijo del adelantado Fernéndez de Lugo, quien terminé por desertar, Hevando consigo un cuantioso botin que por derecho propio correspandia q su padre. Después de estas jornadas, cumplidas todas en los dominios de la Gobernacién de Santa Marta, entra San Martin a formar perte de 1a oxpedicién de Jiménez de Quesada al Nuevo Reino, con el cardcter de capitin de una de las ocho compafiias en que el Adelantado dividié 51 tropa, Invaluables fueron los servicios que en esta adisea presté San Martin a Quesada, ya explorando nuevos caminos cuando los transitados se tor- naban intransitables, ya siguiendo el curso del Magdalena para descubrir rutas gue hicieran accesible Ja meta deseada, ya remontando el Carare hasta descubrir af paso de la Sierra del Opén, ya adetantindose al grueso del ejército para avizorar tierras desconocidas y retornar al real de Quesada con el fin de informarlo de sus providenciales hallazges e infundirle nuevos dnimos cuando ya todo parecia irre- mediable y el buen sentido aconsejabz un tegreso sin dilacién, Todo Jo vencieron, todo lo allanaron Ja bravura y ef coraje de San Martin, sin darse tregua un mo- mento, pues, cuando todos saludaban el advenimiento a Ja Gerra prometida, a la “tierra buena, tierra que pone fin a nuestra pena”, aquel bravo capitin tiene gue sostener varios y cada vez mds encarnizados encuentros con los panches, tiene que acompafiar a Quesada a explorar Tas minas de esmeraldas de Somondoco ¥ partic Juego a descubrir los ilimitados anos orientales, a los cuales silo alcanzs a vislumbrar. Un tanto desalentado, San Martin regresé al campamento de Que- sada, cuando éste ya habfa consumado —-con parva gloria para su nombre— el asalto al cercado del Zaque de Tunja. ‘No peraron agui las actividades de San Martin, porque mientras otros de sus compafieros se entregaban al deleitoso placer de disfrutar de las tierras y bienes conquistados, él continuaba moviéndose de un lugar a otro, ya para acompaiiar a Quesada al descubrimiento del portentoso templo de Sogamoso, ya para someter al Cacique de Duitama, y2 para persegulr y scosar al escurridiza Zipa Tisquesusa, Ya para intentar por segunda ver Ja entrada a los impenetrables Hanos crientales, ya para atravesar el Valle de Cerinza, ya para explorar —en compaiiia del mismo Quesada— ef valle de Neiva, etc., ete. 65 En la primera fundacion de Santefé (6 de agosto de 1538), San Martin fue desiguado Alcalde 0 Regidor de la ciudad, cargo que le fue confirmado en la segunda fundacién, en presencia de las expediciones de Quesada, Benaleszar, y Federmann. En las diligencias de reparto del borin de la conguists, intervino San Martin en su doble cargeter de epartidor elegido por los siete capitanes de la expedicién quesadine y de su cargo de Contador Oficial Real, encargado de perci- biz el quinto real. En este reparto le correspondieron a San Martin: cuatro partes a que Je daba derecho su grado de capitan, cien pesos oro por un caballo que se le ahogé en la jornada del Rio Lebrija y quince por un machete que sum nistrd para la expedicién. Suponemos que, a fuer de hidalgo, nuestro capitan debié sentir lastimado su punto de honra al recibir como retribucién el precio de un caballo y el de un vil machete, retribucién esta que él no ha debide recibir. Finalmente, San Martin abandoné cl Nuevo Reino para ir a Espaiia en com. paftia de Quesada, Benaledzar y Federmonn. Nos deié una magnifies relaciéa del descubrimiento del Nuevo Reino de Granada escrita “al alimén” con el capitén Antonio Lebrifa. De modo que, al contrario de lo que afirma Rodriguez Freyle, sf dejé memoria de si. Ademds. como apunta certeramente ef historlador Rivas. al final de la semblanza que de este ihustre capitan trazé: “Al haber permanceido en el Nuovo Reino, Juan de San Martin, cuya suerte ulterior se ignora, hublera geupado el puesto preeminente a que le’ daban derecho sus grandes. servicios al Rey, por més de diez afios, en el continente americano” (Ob. cit. vol. If, p. 324). Juan Tafur nacié en los albores del siglo XVI. Hijo legitimo de Juan Pérez de Jubera y de Isabel Diaz Tafur. Segim Florez de Ocdriz, no cumplides los diez y ocho afias pasé 2 Indias en Ia comitiva del Gobernador de ‘Tierra Firme, Pedro de los Rios. Particips entonces en el sometimiento de los naturales de Nombre de Dios y Panamé. Aptoximadamente en 1531, Hegé 2 Santa Marta y recorrié parte de esta Gobernacién, comprometido en la emptese de pacificar a los indigenas de clla. A las drdenes de Pedro de Lerma, sobrino del gobernador Garcia de Lerma, partié Tafur de Santa Marta, en compafia de los capitancs Lebrija, San Martin, Gespedes y Juan Muace, con diseccién al Valle de Upar, dando la vielta por 12 Ramada y el rio de Ia Hacha; de ahi, siguiendo el curso del César, Ilegaron a les riberas del Magdalena, y recorriéndolas con excesivos trabajas, dieron con el rio Lebrija. Aqui, el mal tiempo y lo 4spero y enmaraiado del camino obligaron a Jos expedicionarios a regresar a Santa Marta. (Aguado, Rec. Hist. vol. ¥, lib. 1, cap. EX, ed. Bogota, 1953, p. 174), Luego fur, siendo gobernador el doctor Infante, tomé parte en una expedicién punitiva ‘contra los indios bondas. El Mariscal Jiménez de Quesada da a Tafur en su memoria el undécimo puesto entre Jos cincuenta ¥ tes que cita, y de él dice: “El capitin Tafur, aunque no entré conmigo en este descubrimiento por capitan, sino solamente por hombre de a caballo, eg persona de calidad, y est? muy pobre porque no tiene de comer a causa que e] tepartimiento de Pasca que tenia se lo sacé por sentencia del real Consejo de Indias Montalvo de Lugo, que después murié en Espafia”. Tafur, en su calidad de hombre de a caballo, acompaié a Quesada en su expe- dicién de descubrimiento y conquista del Nuevo Reino. Por cierto que en Ja rata que de Sompollén conduce a La ‘Tora, yendo Tafur a caza de venado en com: paffa de un soldado apellidado Palacios, le ecacci6 la més extraordinaria aventura con un oso hormiguero. Este, al sentirse alanceado por Tafur, jinete en. brioso corcel, se le trepd a las ancas y estuvo a punto de dar buena cuenta de su heridor, y to Rubiere hecho, a no set por la oportuna y efectiva intervencién de Palacios, que se lo quits de ‘encima y de un certero lanzazo lo rematé, haciendo inego de 41 up festia en que no qued6 soldado sin la congrua racién de un buen tasajo de 930 hormiguero, CAguado, ob. cit., vol. I, pp. 227, 228) Tafur asistié a la fun- dacién oficial de Bogor y fae de ella un asiduo vecinc. En el curso de treinta aiios, comprendidos entre 1541 y 1577, desempeiié el honorifica cargo de Alcalde Ordinario ‘en seis perfodos distintos, A ‘partir de 1543 ojercid el cargo de vecdor de la Real Hacienda, como quien dice “ombudsman", vocablo de origen escan- dinavo muy de moda hoy entre nosotros y que designa a'una especie de alto com! sario encargado de proteger y defender los intereses de los administrados. No slo se le asigné a este capitén la encomienda de Pasca, sino que en el primer repar. timiento, y a instancias de Herndn Pérez de Quesada, se le adjudiceron las de 66 Usaque, Chipague, Itaque, Furacica y Capitanes de la Provincia de Quirasaque, en_jurisdiccién de Santafe. En su conducta con los indios, Tafur cometid actos indignos de ia nobleza que Je atribuye Rodriguez Freyle. En’ cfecto, reduje a prisidn al Cacique de Pasca, lo sometié a cruelisimos tormentos y después penmitié una invasién de los panches a sus dominios, quienes asolaron las sementeras de Pasca, tomaron_prisioncros a sus subditos, los asaron y se los comicron; al cacique de Chita Suge, Mamado Chivagoche, Io echd 2 los perros para que Jo, devoraran; estafS al Gobernador de Ponamé, vendiendo un navio que éste le habia prestado y defraudé los quintos reales, delito por el cual le sigaié causa el toniente Gobernador del Nuevo Reino, don Juan de Moscoso. 2. El capltén Martin Galeano nacié en Valencia (Espaiia). Ignérase la fecha de su nacimiento, En 1535 arribé a Indias en la expedicién de) Adelantado Pedro Fernandez de Lugo. Figuré luego a érdenes de Quesada como soldado de caba- lleria y fue uno de los .primeros descubridores y conquistadores det Nueva Reino. Cuando equel recibio dei capitan San Martin noticias de haber descubierto, a una distancia de 25 leguas subienda por el Magdalena, un camino ancho que ‘trepaba por la sierra del Opén y mostraba sefiales de ser trafagado por mucha gente, indicios casi seguros de que conduciria al interior del Reino, determiné el Ade- Jantado ir personalmente a reconocer tal camino, del cual y de otros sitios aleda- fios tan buenas nucvas |e traia su capitén. Al mismo tiempo ordend don Gonzalo que en este reconocimiento lo acompafiaran sesenta hombres, y entre éstos Martin Galeano (Piedrahita, Historia General del Nuevo Retno de Granada, vol. 1, Bo- gots, 1942, p, 192}. ‘Apenas Jiménez de Quesada pisd el Valle de los Alcdzares, procedié de inme- diato a levantar lista de Ja gente que habla sobrevivido a los penosos trabajos de la expedicién, y en ella figuraba “Martin Galeano, natural de Valencia, alférez de Lazaro Fonte marido que fue de Isabel Jaan de Meteller” (Piedrahita, ob. cit., vol, I, p. 226). Cuando Quesada se aprestaba a regresar a Espafiz, dispuso que el capitén Martin Galeano fuera a ‘Rindar un pueblo en tierras del sefior de Chipata, ale- defies al valle de la Grita. Galeano cumplié Jo ordenado mientras Herndn Perez de Quesada andaba en busca de Ja fabulose Casa del Sol. Fue asi como Galeano fund6 Ja ciudad de Vélez. “y en parte rase que les parecia ser para se poblar acomodada, trararon la ciudad que fue segunda de las que se fundaron en Ia tierra’. (Castellanos, Elegias, Canto X, p. 405 a). En efecto, fue Vélez la segunda ciudad que se fund6 en el Nuevo Reino, y su fundacién tuvo lugar entre el 3 y el 6 de junio de 1539, Em un corto lapso de tiempo, Vélez muds tres veces de sitio. Fundada Vélez, y asentada definitivamente, Galeano organizé una entrada a Ja provincia de Misaque con el objeto de someter a los cacigues de Agaté y Cocomé. En un comienzo, los indios de esta provincia opusieron tenaz. resistencia, mas luego, impresionades por el brio de los caballos y la arrogancia de sus jinetes, mudaron de conducta y se mostraron aseguibles, atin més, serviciales; pero no duré mucho tan benévola acogide y los indios no tardaron en tornar a su inicial insolencia, poniendo en grave aprieto a los escasos soldados gue comandaba Ga- Jeano. Para someter a los Misaques “,,.el Martin Galeano, conociendo cémo no convenian dilaciones en castigar aguel atrcvimiento, partié luego con gente descansada y algunos perros bravos y cebados en indios, que trajeron @ la tierra Jos que vinieron con el Benalcdzar, porque los otros antes no tenian €n uso coadjutores semejantes. . 67 Tego, como escarmiento general ordendé Galeano que los prisioneros fueran mu- los, para que con su presencia desfigurada pregonaren Ja tremenda suerte que les espetaba a quienes intentaran oponerse a los espafioles. Convencide de la inutilidad de esta crueldad, Galeano no tardé en mudar de parecer y de conducta. Fue asi como ordené de inmediato la libertad de los prisioneros agataes, no sin antes pedirles que, a dondequicra que fuesen, proclamaran que él a los métodos violentos preferia los de pacifica convivencia. Segiin Aguado, hechas las paces con los agatacs y sus aliados y vecinos, deter- mind Galeano salir a conquistar a Jas tribus de los guanes, el 20 de encro de 1540. Eran estos indios de buen talante y andaban vistosamente trajezdos, y en esto no Jes iban a la zaga sus mujeres. Guanentd era el jefe de esta tribu. Antes de topar con él, Galeano entré en tratos de paz con los eaciques de Poasaque y Pima o Poima h trabé combate con el agresivo Charalé, combate del cual no galié muy bien librado. Sobrevino Juego el encuentro con el cacique Macaregua, “cacique beliceso y hombre rico”. Para atacarlos, Galeano dividig su fuerza en dos contingentes: uno de infantes, auxiliado por los Indios yanaconas, y de jino- tes otro. Guerrearon los infantes, y ganaron la batalla. Con retardo llegs la caba- Neria, a causa del terreno fragoroso, que despeé las cabalgaduras, “que, por falta de hierro, las herraban con ‘herraduras hechas de oro bajo, porque sin elas, por ninguna via Pudieran caminar sin despearse, @ causa de ser suelo lapidoso”. (Elegfas, Canto IX, ed. cit, p. 414 a). Fatigado Galeano, desistié de una Segunda acometida, en vista de la superio- ridad numérica del adversario. Desplazados a otros sitios, los espanoles epelaron a estratagemas que les dieron mejores resultados, logrando finalmente una decisiva Victoria sobre enemigos tan tenaces y estratégicamente favorecidos, habida cuenta de las ventajosas posiciones que ocupaban. Vencidos los caciques Guanenté y Butaregua, los contrarios més temidos, a los nativos no les quedé otro camino que el de sellar la paz con los adversarios, siendo el primero en hacerlo el indémito Macaregua y a quien no demoraron en imitar fos caciques de Sancoteo, Catisco, Carahota, Becore, Uyamata y Xueguete. El mismo Aguado reffere que, mientras Galeano anduvo por ja provincia de los Guanes, Vélez se vio alterada por sucesivas insurrecciones de Jos indios, que pusicron en peligto la vida de los pocos espafioles que habian quedado enire- tanto en aquella ciudad. Para auxiliarlos acudieron sin demora los. capitanes Céspedes y Juan de Rivera, quienes sometieran a los insurrectos. Un dia después Negaria, procedente de Guane, el capitin Galeano; pero no terminaron aqui sus Tabajos ¥ contratiempos. Inmediafamente s¢ vio precisado a salir, en cam fila del capitin Sudrez Rendén, 2 una expedicién punitiva contra los indios de Tisquisoque, quieres se habian hecho fuertes en el Jugar denominade Rincén lez. Galeano compartié con, Pedro de Urstia la empresa de pacificacién de los irre- duetibles indios muzos, fortificades en la provincia de Pore, empresa que a la poate se mudé en serio revés para quienes la intentaron. Como drbitro, dirimié jaleazno —por encarecida recomendacién del visitador Armendériz— las dife- xencias entre Benalcézer y Heredia, originadas en competencias de jurisdiccién. ‘Mas tarde, el dicho Armendériz entablé a Galeano juicio de residencia, acusdn- dolo de maltratos a los indios adscritos e Ia provincia de Velez: los agetaes, los guanes, ctc. Detendiése acertadamente de cargos tales y se sobreseyé en su favor, Ulteriormente lo residencié una vez més el licenciade Zorita por injusticias cometidas en el repartimiento de encomiendas, crueldades en el trato de los indios y matanzas perpetradas en los mismos. Mas no pararon aqui los juicios de xesidencia contra Galeano, porque les ticenciados Galarza y Géngora le iniciaran un tercero por Jos excesos en que incurrié contra indios de su jurisdiccién, No se sabe a ciencia cierta dénde y cudndo murié Martin Galeano. Fiérez de Ocariz, dice que, cuando viajaba a Espafia a impetrar recompensa por sus servi- cios, dejé de existir a bordo de un navio de Ia flota comandada por el general Farfin, Rodriguez Freyle —coma se ve— asegura que fallecié en Vélez, de donde 68 era vecino, Galeano no tuvo hijos en su matrimonio con Isabel Juan de Mete- llier. Parece que Marina Galeano fue hija natural suya. Flérez de Ocariz menciona como hermanos de Martin a Pedro Galeano y a Angela Jiménez de Galeano. 2 Antonio de Lebrija nacié en la ciudad de Aledntara, de la provincia de Chceres (Espafia), en fecha atin no determinada, Castellanos cuenta cémo Que- sada, al descender de las fragorosas sierras del Opén a la tierra rasa conde con el tiempo se asenterie Ja, ciudad de Velez, levante Ja némina de, los capitanes, y soldados que hasta alii habian sobrevivido, y en ella cit a “un Lebrija def singular Antonio descendiente” (Historia del Nuevo Reino de Granada, T. L, Madrid, 1886, Canto segundo, p. 76). Con argumentos de mucho peso, el historiador don Raimundo Rivas pone en dada, e incluso nlega, cualquier parentesco ce Lebrija con el famoso humanista del ‘Renacimiento espaiiol, don Antonio Martinez de Cala, mas conocido en su tiempo con el nombre de Antonio de Lebrija (su pueblo natal), con que generalmente firmaba sus escritos en romance. En sus obras fatinas suele emplear el adjetiva Nebrissensis, identificando Lebriia con la Ne- brisca de los gedgrafos antiguos. El doctor Rivas recuerda a propésito, citando_al cronista Gonzalo Feméndez de Oviedo, que uno de les, smotmados que, spuna- Jearon al gobernador de Santa Marta, don Rodrigo Bastidas, fue el capitén Mon- tesines, éste si hijo del ilustre humanista espaiiol. F] texto pertinente, aludido por el historiador Rivas fue tomado de la Historia General y Natural de las Indias. Véase Biblioteca de Autores Espafioles, t. 119, Madrid, Ediciones Atlas, 1959, vol. IH, p. 71). Por su parte, fray Pedro de Aguado refiere que cuando los vecinos de Pam- plona pidieron a la Audiencia licencia para fundar una villa en el valle de San- tiago, les fue concedida, y se nombré para el efecto al capitén Juan Maldonado por ser “persona principal y tenida en mucha reputacién y estimacién, asi por cl valor y reparticién de su persona, que era mucho y digno de no sex menospre- ciado, como por ser tenido por caballero y de lineje ilustre y descendiente de una cepa tan principal y a quien no sola Espata, pero todas las universidades del aundo donde Ja ciencia se profesa y ensefie tanto debe, como fue el maese An- tonto de Lebrija, luz y esplendor de Ja gramética y latinidad” (Recopilactén His- torial, tomo Il, Bogotd, 1956, p. 346). Segiin e] mismo Aguado, Lebrija formé parte de la expedicién que, bajo el mando del capitin Pedra de Lerma, salié con 200 hombres y otros capitanes con direccién a Valledupar, y de aqui, siguiendo el curso del rio Sarare, Wegaron a las riberes del Magdalena, las que recotrieron venciendo grandes dificultades hasta arribar at rio que flamaron de Lebrija, de donde, a causa de la_crudeza del invierno y de obsticulos insuperable, se vieron obligados a regresar a Santa Marta, “donde se hallaron dentro de pocos meses que dieron la vuelta, con cantidad de oro que los indios del rfo grande y de otras provincias por do habian pasado, les habian dado de presente, y alguna parte de ello que habion tomade y ranchado en algunos pueblos”. (Ob. cit., t. I. lib. I, cap. IX, p. 174). Posteriomenie, salié Antonio de Lebrija en la expedicién de Jiménez de Que- sada con el titalo y condicién de capitén de una de las acho compaitias de infan- teria que partieron al descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo (Aguado, ob. cit. t- I, p. 210. Segim Fray Pedro Siraén, llegados los espafioles —ya en ruta al reing de los chibchas— a la provincia de Chimile, distante cuatenta leguas de Senta Marta, comenzeron a escasear las provisiones que Jlevaban, motivo per el cual ordené Quesada al capitan Lebrija que saliera a recorrer la comarca en busca de alimentos y en la compafia de ios capitanes Baltasar Maldonado y Suérez Rendén. Cuando Quesada entré ya al Valle de los Alcdzares, comisioné a Lebsija para que, en compafiia del_capitin Céspedes, marchara por la parte de dicho valle que cae hacia la cordillera y serrania de Jos Llanos Orientales, con e] objeto de ‘buscar el sitio mds aconsejable para vivienda de los espatioles y fundacién de la que habria de scr 1a capital del Reino. A su regrcso, los comisionados informaron 2 Quesada que, a su parecer, el sitio indicado para efectos tales era el mismo que hoy ocupa gots y Hemado en aquel tiempo Tensacd o Teusacd CAguado, ob. et, tT p. - 69 Enumerar las acciones en que tomé parte Antonio de Lebrija en ta primera etapa del descubrimiento y conquista del Nuevo Reino, casi equivale a repetir aquellas en que participaron Jos siete capitanes restantes, compatieros suyos con la expedicién de Quesada, En efecto, Lebrija acompaié a éste en la incursién al Vaile de Neiva, en Ja jornada contra Jos panches, en la cual se aliaron muiscas y espaitoles, como también en Ja exploracién de las minas de esmereldas de Muzo. Ademds, siguié a Pérez de Quesada en el recorrido por jas riberas del Magda- lena en bésqueda de Ja expedicién que, comandada por Benaledzar, habia entrado por el sur del Nuevo Reino, Finalmente, en su cardcter de Tesorero Oficial Real y en su condicién de capitin de una de las ocho Compafiias de infanteria que actuaron en la con- quista del Nuevo Reino, Antonio de Lebrija formé parte de la comitiva que acom- Pahoa los tres generales en su regreso a fa Peninsula, ci 8 de julio de 1539. Antes de partir Lebrija escribid con San Martin la famosa carta dirigida al Empe- sador, en ta que relatan detaliada y fielmente el descubrimiento del Nuevo Reino de Granada. Partido para Fspafia, nada se vuelve a saber de su vida y andanzas. Se casé? (Tuvo hijos? @Volvié a otra parte de nuestras Indias? o ése resignd a regresar a su Alcantara natural para evar una descansada vida de indiano? 2 Los cronistas que se preocupan para indicar el Iugar de nacimiento del capitan Lézaro Fonte, no se mucstran acordes al respecto. Al paso que Piedrahita asegura haber nacido aquél en Cadiz, Aguado sostiene que vie la primera [uz en ‘Tenerife. Arribé a Santa Marta como expedicionario @ érdenes de don Pedro Ferndndez de Lugo e invirtié casi toda su hacienda en pertechar a una com- paiia de 150 hombres y em construir y aprovisionar una nave, Tan_pronto legs al Iugar de su destino, Lazaro Fonte participé en Ja pacificacién de los indios de Bonda y Tairona. Luego, cuando Quesada toma entre manos la empresa del descubrimiento del nacimiento del rio grande de la Magdalena, dispone la consiruccién de seis ber- fantines y barcos que debian navegar en compafiia, rio arriba, a tiempo que sitvietan de proteccién y auailio a la gente que paralelamente iba’ por tierra, para que de este modo se ayudaran y favorecieran los unos a los otros. Estande ya Barcos y bergantines a punto de navegar, el adelantado don Pedro Ferndndez de Lugo entreg5 a su teniente general, el ‘licenciado Quesada, ocho compaiias de infanteria, que en totel constaban de 800 hombres, aproximadamente ¢ iban al mando de otros tantes capitanes, entre los cuales figutaba Lizaro Fonte. El general Quesada, estando en la Tora, recibié del capitén San Martin Ia noti- cia de haber deseubierto, al subir por el’sfo grande de la Magdalena, un brazo de este rio de imposible navegscion pot ser “alll Ia ‘cortiente’ may. fumuliaoss, acrecida con las aguas del invierno reinante a la sazén. Ante obstaculo tan inven: cible, San Martin decidié detenerse alli, y cuando ya habia determainado regresar a la Tora, avizoré en tierra unos bobios. Ni corto ni perezoso puso alli pie en tierra y, Nevado de la curiosidad, ent en los bobles, donde eneontss cigunos panes de sal y unas cuantas mantas pintades, pero ao hallé persona alguna alli, ni en sus contornos. Este hallazgo Io animé y determiné a proseguir en su bus queda, ‘con tan buenos resultados, que ‘no tarl6, siguiendo ef derrotero que. aqui y alli, marcaban sucesivas y dispersos bohios, en descubrir una no muy ancha senda aug Hegeba hasta el pie de una serrania, y que este punto ascendia por Ia misma, Conturbado con el hallazgo, San Martin pens para si, y en esto no se engaiiaba, ser aquella la ruta que habria de conducir a] sonado ‘pais de la sal. Su primer impulso fue el de intentar el escenso de squella sierra, y a hacerlo lo incitabe el estrecho camino que por una de sus faldas ascendia. Pero la conside- raciéa de que se hallaba distante de la Tora unas treinta leguas y de que disponia de muy poca gente para hacer frente a un posible encuentro con numerosos ¥ bien provistos ejércitos de indios, le hizo desistir por Jo pronto de su emperio ¥ emprender cuento antes el regreso al alojamiento de La Tora, para lo cual le aci- cateaba el afin de Ievarle tan buenas nuevas a su general. Quesada alborozése al recibirlas y determiné de inmediato marchar con su gente por tierra hasta el sitio a donde Hegé San Martin. Tndecibles son los trabajos que el general y su tropa pasaron en esta nueva y azarosa jornada, Con tintas sombrias nos los’ des- 70 cribe el cronista Aguado. Llegados los espafioles al sitio predeterminado, comenzé a cundir el desaliento entre ellos. Fue entonces cuando Quesada decidié enviar a los capitancs Juan de Céspedes y Lazaro Fonte y a su alférez general Antonio de Olalla, en busca de gente que diese razin de las maneras y modo de Hegar al pais de Ia sal. Con veinte hombres partieron dichos capitanes en busca de lo que se les ordenaba y fue asi como, padecicndo penalidades sin cucnto y pasando muchos trabajos, transmontaron ta serranfa del Opén hasta Hegar al vaile del mismo nombre; ¥ de aqui, al cabo de tres jornadas, arriberon al valle det Alférez, Mamado asi por haber sido el alftrez Antonio de Olalla el primero en Iegar a 41. Tres dias después descansaban en el Valle de las Turmas, mds tarde llamado de la Grita, “por las muchas yoces y grita que dieron cuando después el general con toda su gente entrd en él”. Aguado, ‘ob. cit, t. I, p. 239). Al cabo de pocos dias, regresaron Fonte y Céspedes a dar cuenta de su exploracién a Que- sada; pero en el camino resolvié el primero, Fonte, quedarse en los primeros ohfos que al pie de la sierra habia encontrado el capitén San Martin. Quesada, una ver entrado al Valle de los Aledzares, se_propuso dar alcance al cacigne de Bogoti. de quien Je fama pregonaba ser dueno de fabulosos tesares. le Nemocén Jo persiguié hasta Iegar a Chia, De aqui desaparecié el cacique para _xeaparecer en Bogotd, en donde ordené a su gente @ieran guazabara a los espafioles mientras El se ponia a buen recaudo. Halldndose éstos en este suspenso, esperando a que los indios comenzaran Ja batalla, cuenta Aguado que “wn india bien _dispuesto se partié de entre los demas, con una lanza en la mano y arros- trando a los espafiotes dijo que si habla alguno tan osado que quisiera pelear alli con é] solo; lo cual visto por los de a caballo, uno de ellos llamado el capitin Lazaro Fonte, con consentimiento de los demés sus compaiicros, apresté su caballo, y sin que el indio tuviera lugar de aprovecharse de las armas, arremeti, y pasando junto a él, Je asté de tos cabellos, y sin detenerse, ni dejarle Hegar con fos pies en el suelo, lo trajo colgando del cabello a donde sus compaferos esta- ban; Jo cual visto por los demés indios que en el cercado estaban, comenzéronse a salir por diferentes puertes que cn él habia, y a huir cada cual como podia”. CAguado, ob. cit, . T. p. 267). Castellanos, en el canto tercero de su Historia del Nuevo Reino, refiere el mismo episodio, pero presentindolo mds como un reto deportivo que como un desafio belicoso. El indio provoch a Lézaro Fonte a que saliera al campo y correr parejas, ara probarle que él Hegarfa primero a la meta prefijada. (Cf. Fray Pedro Simén, jotictas Historiales, ed. cit., 2¢ N9 cap. XII, t. Il, p. 155). Otro episodio muy conocido de la vida de Lazaro Fonte es aquel que narran Jos mismos Aguado y Castellanos, y que puede compendiarse ‘asi; Habiendo per- dido Quesada y los ‘suyos toda esperanza de hallar tesoros del Sacresazipa, a quien no vaKieron tormentos que le obligasen a revelar dénde los ocultaba, prefi- riendo a todo la muerte, decidicron aquéllos, de comim acuerdo, hacer cl reparto de todas las riquezas hasta entonces adguiridas en toda la extensién del Nuevo Reino, teniendo en cuenta el cargo que cada quien hubiese desempefiado en la expedicién: peén, jinete o capitin. Previo el descuento del quinto real, la adju- dicacién se hizo de conformidad con las ordenanzas y disposiciones que regulaban tal repartimiento. Castellanos calcula en veinte mil ducados ol valor de esta parti- da. Al cabo de poco tiempo, determiné Quesada viajar a Espafia para dar parte ‘al rey de todo cuanto en su servicio habfan hecho él y sus gentes en estas partes del Nuovo Reino. Antes de partir, ordend a algunos de sus eapitanes buscar sia adecuado al asentamiento y poblacién de la que deberfa ser capital del Reino. Aguellos capitanes, dice Aguado, “vueltos de ver la tierra, les parecié que el mejor sitio para poblar era el donde al presente estd la ciudad de Santafé, poblada, que en aquell sazén era un Iugarejo de indios llamado Tensaca...”. (Ob. cit., t. Ip. 316). Hechos esta eleceién y asentamiento, Quesada, después de haber dejado en Santafé como reemplazo suyo y con el cardcter de justicia o alguacil mayor a su hermano Hernan Pérez de Quesada, emprendié el proyectado viaje a Espafia en compafifa de treinta hombres escogidos entre lo mejor de su gente, y Mevando consigo sus caudales, tasados en buenos y sonoros ducados. Dice Castellanos que el Adelantado tomé la derrota hacia el Rio de Oro con la imtencién de bajar por el Magdalena en balsas o canoas. E! padre Aguado refiere que don Gonzalo siguié 71 Ja vuelta del valle de la Grita y que “en el camino acordé yalver a Somondoco a ver si podia haber algunos engastes ricos de esmeraldas de las minas do se sacé ban”. Luego dividié su gente en dos contingentes: el uno, cargado con las riquezas taidas de Santaflé, se dirigid a Tinjaca, cacicazgo de la jurisdiceién de Tunja; y el otro se encaminé con el Adelantado a les minas de Somondoco, donde ie- zon buen acopio de esmeraldas, trabajo que les tomd varios dias. Quienes se quedaron en Tinjacé tuvieron noticia alli de la existencia, en la provincia de los indios Laches, de una casa “que por ser tan abundante de riqueza de oro, era damada la Casa del Sol” CAguado, ob. cit., t. 1, p. 318). Cuando Quesada regresé a Tinjaed, sus compaiieros y soldados le insistieron en que no debia perder aquella ocasion que se le presentaba de cobrar en esta nueva aventura no sofadas rique- zas, ¥ que para ello convenia aplazar él viaje a Espafta. Aquél accedié a halago tan tentodor y ordeng volver grupas a Santaté, Castellanos dice que le causa del xegzeso del Adelantado se debié al mal tempo y a los dsperos y malos caminos gue le salieron al paso, “o porque le dijeron al oido jurar et capitén Lézaro Fonte que despucs que Itegaren a la Costa, denunciaria ddl, porque sabia Uevar ocultas piedras esmeraldas en grande cantidad sin pagar quinto”. (Hist. del N.R. de Granada, ed. cit., I, 397). De vuelta a Santafé, Quesada, ya muy prevenido, por le dicho, contra Fonte, decidié buscar su perdicién, y fue asi como, segin Piedrahita, legs a insinuar a un soldado que denunciara al capitin, “diciendo haberle visto rescatar una esme- ralda de gran precio, después que por bando se habla prohibido con penas capi- tales que ninguno rescatase de indios esmeraldas, sin que fuese presente dicho general o la persona que nombrase, por que no fuese defraudada la real hacienda de sus quintos”, (Cf. Pedro Simén, ob. cit, t. H, cap. 38, p, 233). Basado en esta viciada denuncia, Quesada, sin der aides a Jos cescargos de su tan injusta- qmente acusado capitan, lo condend a iz pena capital. Tan iniewa como desme- sureda sentencia provecé una inmediata reaccion de los compafieros de Lézaro Fonte, a su favor. Cedié por fin Quesada a tan vehementes instancias y, en consecuenci2, suspendié la pena de decapitacion y la mud6 por la de_ destierro. Pregunté Suérez Rendén, en nombre de sus compaieros de armas, cudl seria eb lugar de ese cestierro, Quesada contests que tal lugar seria la provincia de los anches, Suirez protests que ello equivalia a condensrlo a morir en el cedalso, jada la ferocidad de los panches y su contumaz odio a la gente espafola. Fueron necesarios ruegos repetidos de los amigos de Lazaro para que el inflexible don Gonzalo accediera_& ellos, tan enceguecido estaba por cl rencor. Fue asi como eailié a Lazaro a Pasca, regién habitada por los moscas, quienes, aunque hostiles a los espafioles, no eran tan fieros y despiadados como los panches. Une india cuidé ameorosa y tenazmente de Lézaro Fonte en el mes que duré su destierro, Fue ella quien gané Ja voluntad y confianza de los suyos en favor del desterrado, y gracias a ella los dias de Fonte discurricron trenquilamente en Pasca hasta aquel en gue llegaron a esta provincia los primeros emisarios de Federmann, quien cruzando los Ilancs orientales y procedente de Venezuela, buscaba la entra. da al Nuevo Reino, Enterarse de esta nueva Lazaro Fonte y enviar un indio con un mensaje 2 Quesada, todo fue uno. Fl mensaje, segiin Castellanos, iba escrito “en cuera de yenado bien brufide con bermellén o bixa colorada” Tl, canto IX, p. 400). Tan pronto como Quesada ri sus capitanes Sudrez Rendon, Juan del Junco, Pedro Fernandez de Valenzuela y otros que salicran al encuentro de Federmann ¢ indagaran con €1 cudles eran los propésitos que traia y sus intenciones al respecto al reino descubierto y conquis- tado por Quesada. A dichos capitancs autorizé también éste para que pusieran en libertad a L4zaro Fonte y le dispensaran cuantos agasajos y consideraciones pudie- ran, ya que a ellos y muchos més lo hacia acreedor su mo desmentida lealtad, yalcrosamente demostrada en esta ocasién. “La reconciliacién del capitin Fonte —dice el historiador Rivas— con los Quesadas, a lo menos con Hernan, debié sex completa, pues fue uno de los que 72 m4s tenazmente se opusieron en e] Cabildo de Santafé a que se recibiese como Gobernsdor del Nuevo Reino a Jerénimo Lebrén, quien lo sindicé con otros sostenedores de la politica de Hernan Pérez de Quesada ante el Real Consejo de Indias” (Ob, cit., tI, p. 210). Fundada por segunda vez Santafé, Lazaro Fonte fue uno de sus primeros Regi- dores, Cuando se efectué el primer reparto de tierras, fue favorecido con una de Jas_més_apetecibles encomicndas, situada en Ja jurisdiccion de Santafé. Acom- paiié a Herndn Pérez de Quesada en Ja frustcada expedicién en pos del Dorado, y¥ de la cual salié arruinado, Pretendié luego desaguar la laguna de Guatavita, seducide por Ja leyenda de que en su fondo yacian los mas fabulosos tcsoros. Tnvirtié en esta empresa el resto de su hacienda, y no tardé en prescindir de Uevarla a cabo por falte de caudales. Cuando los’ Pizarros se insurreccionaron contra el Rey en el Peri, Lézaro Fonte atendiendo a un ilamamiento del presi- dente Gasca, acudié en su auxilio con el nombramiento de Alférez Real y al mando de 300 hombres del Nucvo Reino. Ya en camino hacia el Pert, asca dio la contraorden de que cuantos habian atendido a su Jlamamiento, regresaran @ su pais de origen, por no ser ya necesarios sus servicios. No obstante tal contra- orden, Lazaro Fonte continué su viaje al Peri, de donde regresé con Ja tropa a su servicio, en octubre de 1548, en virtud de provision real dada por el presidente Gasca, En su regreso, Fonte se detuva en Quito, donde con ejemplar probidad y a titulo gratuito desempeié el cargo de Contador de la Real Hacienda. Una ‘vez, més regres} a Lima para combatiz al insurgente Francisco Hernéndez Girdén. En esta acasién tomé parte en la batalla de Xucara, accién en la cual cayé prisio- nero aquél y luego fue ajusticiado, Lézaro Fonte contrajo matrimonio en Quito con dofia Juana de Bonilla, hija del gobernedor Rodrigo Niiiez de Bonilla. Previo levantamiento ce informacion sobre gus servicios y Jos de su esposa, solicité al Rey, por medio de la Audiencia de Quito, que se Je adjudicara uns renta de 4.000 pesos com que poder subsistir. Felipe II faculté entonces al Virrey del Pert para que accediese a tat solicitud, pero este funcionario alegé imposibilidad, dade la gran distancia que separa a Lima de Quito, Después reiteradas peticiones de renta en dinero o en incios ‘vacos y de otras tantas negativas, ya anciano Fonte y con muchos hijos, la Au- dieacia de Quite ie asigné, dentro de la jurisdiccion de esta ciudad, uma enco- mienda més una renta anual de 300 pesos de plata. Nada se sabe acerca de donde y cudndo terminaron los dies del que fue veleroso, leal y prudente gue- aero, como también se ignora la suerte que pudieron correr sus hijos. # Gémez del Corral viene a Indias con la Armada del Adelantado Pedro Fer- nindez de Lugo. Castellanos llamélo “persona seielada" y lo cita como a uno de Jos que con sus caudales contribuyeron al pettrecho y aprovisionamiento de Ja expe- dicién que, partiendo de Tenerife en 1535, llega a Santa Marta, después de 40 dias de mavegacién, Corrido el afio de 1536, toma parte en ia primera entrada a tierras del cacique de Bonda, en la cual participan también los capitanes Suarez Rendén, Juan de Tapias y juan de Céspedes, el alférez mayor Antén de lalla {toe capltanes Juen Ruiz de Orejuela 7 Juan de. San Martin. Bo esta oeasién, espafoles hallaron una tan_inesperada resistencia de los indios, que los deter” miné regresar a Santa Marta. Ya de vuelta al puerto, les salieron’en son de paz los indios de Bondigua y de Chamerra, quienes lo obsequiaron, ademés, con buenos presentes de joyas. No fue tan cordial 1a recepcién que a los espanoles Jes dispensara otra tribu de “hombres membrudos, sueltos, biendispuestos", quie- nes empefian con los intrusos feroz y encarnizado combate. Vicndose muy mal- trechos los hispanos, piden auzilio a don Alonso Luis de Lugo, quien se apresura a enviarles cahallos 'y peones, acaudillados éstos por Bartolomé Camacho. Con tal refuerzo, prosiguen su camino y penetyan on tierra de Tairona, donde gobicman Jos caciques de Arubare y Macubare, y a quienes pretenden sorprender desprove- nidos, para lo cual marchan emboscades, y fue cuando entonces “Estando pues los nuestros abscondidos al punto di hora que salir qucrian, un asno daba grandes rebuzni que los indios alli arriba tenian: 73 espantéronse todos los vidos de aquellos que la voz reconoctan: ¥ es porque alli después ni ante: nunca nacteron bestigs semejantes”. (Castellanos, Elegias, t. If, ed. cit. Eleg. IV, Canto segundo, p. 429%). Pronto trébase el combate, los caciques, duchos conocedores de sus propias tie- tras, se defienden ¥ atacan con inusitado furor, pero poco a poco van perdiendo ventajosas posiciones y don Alonso Lnis no tarda’ en tomarlos cautivos, adueréndoce de sus ricos tesoras, que exceden en valor de los “quince mil pesos de buen oro”, y de los cuales no da cuenta a su padre, el Adelantado de Canarias, ni menos ain Jos camparte con quienes bajo sus bandetss combatieron a bondas, taironas, man bares y yecinos de La Ramada. Regresando de este Jugar a Santa Marta, le aconte- cié a Gémez del Corral Jo que relata Castellanos en esta octava: “Y un peén estranjero que nombralle No sabe quien la pluma me gobierna, A Gomez del Corral maté un caballo Cortdndole gran parte de la pterna, Y debid de meterse por guisallo En alguna fondisima caverna, Porque después que hizo el desconcierto No parecid jamds vivo ni muerio”. (Blegias, t. TE, ed. cit, p. 432 b) Ton Pedro Ferninder de Lugo confié a Gémez del Corral el mando de uno de los bergantines que hacia parte de Ja segunda armada puesta al cuidado del Licenciado Luis Gallegos y que viajé a prestar ayuda a Quesada, que pasaba apuros en Sompallén, Cuando a La Tora Hegaron las nuevas de haber sido hallada la ruta que, a través de lag sictras del Opén, conducia al Nuevo Reino, Gémez del Cotral dejd el mando del bergantin confiado a su cuidado y se incorpord a la wopa de Quesada hhasta Iegar al Valle de lor Aleézares. En fa ocasin en que al general Quesada Jo desvelaban las noticias que 2 sus olds babian Iegado de las muchas riquezas que etesoraba el Zaque de Tunia, y la Gesesperacion de no haber dado, a pesar de las muchas diligencias hechas, con el paradera del tal Zaque, sucedié que por boca de un indfo se enterd segaamente donde podria encontrarlo, Ni corto ni perezoso, Quesada, scompaitade de diez y Sols finctes y teinta, peones, emprendié vie a "Tunja, La jornadle eva larga ¥ se vio obligado a dormir en las heladas cuchillas de un pdramo. Su gente se helaba y para evitarlo se prendicron hogueras, de las cuales los espafioles no querlan apartarse un solo momento. Cuenta el padre Aguado que “hombre hubo entre ellos, que fue un Gomez del Corral, que aunque la ropa que encima del cuerpo tenia y Te camisa pegeda a raiz de las carnes se le ardia, no lo sentia por tenerle el frfo comunicado y recogide en lo intrinseco de su cuerpo el calor natural, y fue nece- sarig proven de nuevos vestidos’. (Ob, ct ps 284, & 1). El cacique de Duitama, cuyo vasallaje pretendia afanosamente Quesada, le envié come respuesta 1a de que si dent de cineo dias no abundanabe sus dominios, acudiria a sacarlo por la fuerza, Al cabo del tiempo anunciado, se_presentd el Caci- que acompafiado de numeroso ejéxcito, En esta accién tomé parte Gémez del Corral, guien, con el capitin Céspedes, desbarataron uno de los escuadrones del Daitama, contribuyendo asi a su derrota, después de causar en sus filas una espantosa mor- tandad. Deseando Quesada, antes de emprender un primer viaje de regreso a la Penin- suia, dejar un sitio bueno y acomodado donde los espaiioles edificacan sus moradas ¥ pudieran proveerse de to necesario, decidié envier a algunos de sus capltanes para wwe buscaran y eligieran el Inger apropiado para funder alli le capital del Reino. ‘on este fin, dice Aguado, “los capitanes San Martin y Gomez del Corral fueron por parte del Valle y serranfa que cae hacia los Panches que es el occidente, y los capitanes Lebriia y Céspedes, fucron por la parte del valle que cae hacia la’ cord: Hera y serrania de los Hanos de Venezuela, que es al oriente” COB. cit., t. I, p. 316). 74 Luego Quesada ordend al mismo Gémez del Corral que con algunos soldados, caci- rues ¢ indios del Walle de los Alc4zares, construyeran “las. casas y viviendas que fucran necesaties para la habitacién y vivienda de los espaiioles” en el lugar esco- gido, o sea Tensacd o Teusacd. ‘Gomez del Corral secunde al capitin Suérez Rendén en la fundacién de Tunfa, y el Cabildo de la ciudad ordend inscribirla como vecino y asignarle un solar para Construir casa, Fue, ademas, encomendero de dicha ciuded y también su Regidor. En compatiia ded Gobernador Jeronimo Lebron, Gomez del Corral viajé a la Costa y por encargo de Pérez de Quesada Hevé a Espaiia piedras de gran valor. De Santa Marta vinjé a la Espanola, en compafia del capitén Juan del Junco, ¥ luego pro- siguié sola su viaje « la Peninsula. Nunca regresé al Nucvo Reino y se ignora eémo y donde transcurriecon los iiltimos afios de su vida. 25 Hornin Venegas Carrillo Manosalvas nacié en Cordoba en 1513. Fueron sus padres Diego Ruiz Manosalvas y dota Inés Venegas. Frisando en los veinte aiies Hlegé a Santa Marta, posiblemente en Ia Compafifa de cien hombres que el capitan Juan del Junco levanté y armé en Sevilla y otros lugares de Andalucie con el ‘objeto de acudir en auxilia de la Gobernacién de Cartagena de Indias, cuya plaza, defendida por muy pocos espafioles, corria Petigre por Ja sublevacién de Jos natu- rales. Al Hegar Junco 2 Santa Domingo, el Gobernador Fuenmayor fo convencié de que, dominada ya la grave situacién de Cartagena, acudiera a Santa Marta, donde el gobernador Infante afrontaba una seria situacién, Estando Venegas en Santa Marta, arribé a este puerto ta armada del Adelantado de Canarias, don Pedro Fer néndez de Lugo, bajo cuyas drdenes tomé parte en las jornadas de pacificacién de los indios de la Sierra Nevada v de otras tribus de la misma Gobernacién. Con Pérez de Quesada, Lebrija, Olalla, Maldonado, Aguirre y Velasco, el futuro Ma- iscal Venegas acompatia al General Jiménez de Quesada cuando éste, surcando el Magdalena en Fea bergantin, y después de penosos trabajos, se apadera del pue- blo de La Tora, donde encuentra abundantes provisiones con gue reparar las fuer- zas de sus ya cxtenuados expedicionarios, Refiere Castellanos (Historia del Nuevo Reine, tomo H, canto V, p. 375, b), que Juan de San Martin, perdida toda espe- ranza de encontrar Ja entrada a los Llanos Oricntales, en cuya bisqueda habia en- viado Quesada dos expediciones, una al mando del dicho San Martin y la atra, posterior, a las érdenes de Hernan Venegas, decidié desistir de su empemio y regresar, pasando por ciertas tierras pobladas del pais de los moscas, hasta llegar al valle Bagafiique, “después Hamado Valle de Venegas”, donde se alojé. Aguado dice He a a dicho valle lo Iamaron asi los espafioles “por haberlo descubierto Hernando negas, natural de Cordoba” (ob. cit., I, 282). En el canto sexto de su Historia del Nuevo Reino de Granada, dice Castellanos que “acontecié salir Fernén Venegas a@ buscar de comer en aquel valle de Baganique con alguna gente, y sagued las casas despobladas, entr'ellas una que era santuario, en la cual se hallaron oro fino sels mil pesos en joyas, ¥ ofras cosas”. (Ob, cit., p. 378 a. El ducfio de estos caudates, gobernante de aquel valle por delegecién del Zaque de Tunja, movida por el rencor que alimentaba contra éste por haberle dado muerte a su padre, determiné ofrecerse a Venegas como guia para ir en busca de la persona y los inmenses tesoros del Zaque- ortador de ests buen mueva y ansiceo de comunicarla a quien lo habia enviado en busca de ella, el capitin Venegas se encaminé a Ciénaga, donde aguardaba Quesada, informado éste, s¢ puso en camino con cincuenta soldados, siguiendo al guia, previamente disfrazado para no ser Teco- nocido, Entre fos jinetes que redearon y tomaron el cercado del Zague, el dia 20 de zgosto de 1537, figuraba indudablemente el capitan Venegas. Quesada menciona en su Relacién al capitén Venegas con estas palabras: "El capitan Herndn Venegas, augue no entré conmigo por capitin sino solamente por hombre de a caballo, después los que han gobernado lo han hecho capitin y es hombre de calidad, vive en Santa Fe, tiene muy bien de comer en un repartimicnto 75 principal gue tiene llamado Guatabita en que habrd dos mil indios poco més 0 amenes”. Ademas, er el repartimiento del botin de la conquista recibi6é dos partes como finete, amén de una mejora de cien pesos. Asistié Venegas a la fundacién de Santafé de Bogotd y a la de Tunja, y en ambzs fue nombrado Regidor. En la primera desempené el cargo de Tesorero de Ja Reat Hacienda. Cuando Jerénimo Lebron Ileg6 a este Nueva Reino con la pre- tensién de ejercer sohre él mando que legalmente no se le habia otorgado, Venegas fue uno de los que se opuso a tal pretensién, poniéndose de parte de Herndn Pérez de Quesada, quien a Ja sazén ejercia el cargo de Gobernador por delegacién ex- presa de su hermano, don Gonzalo, quien asi lo dispuso al regresar a Espafia. Esta adhesién a la Icgitimidad, le valid ser_acusado por Lebrén de desacato a drdenes reales, ante el Real Consejo de Indias. En los cargos que desempend se mostré come celoso guardién de! erario piiblico y el ponerse en dos ocasiones a las pretensiones de Hernan Pérez de Quesada de malversar los dineros confiados a su tutela y res guardo, le valié la animadversion de éste, que culminé en la orden de ser reducide ignominiosa prision y de negdrsele las encomiendas de Suba y Tune, que aquél ‘abfa_prometido, Cuando apenas se iniciaba la pacificacién del Nuevo Reino, Venegas tomé parte activa y decisiva en muchas entradas y jornadas. Asi, bajo el comanda de Jiménez de Quesada, batallé contra el Cacique de Tundama, en los Llanos de Bonza. Gue- xreé luego contra los panches al lado de Herndn Bérez de Quesada, quien presto desanimado de proseguir esta accién de guerra, regresé a Santafé, no sin antes re~ signar en su capitén Jos poderes para proseguirla hasta levarla a buen término. Coma hombre humanitario intercedié Venegas ante Pérez de Quesada en favor de Aquiminzaque, el casi adolescente sefior de Tunja, sin que sus muy justas razones fueran_atendidas. Cuando don Alonso Luis de Lugo Iegé al Nuevo Reino. come su Gobernador, aparenté buenas intenciones con el énimo de ganarse la voluntad de los capitanes y soldados descubridores y conquistadores de estas nuevas tierras, mas no tard6 en mudar su condicién primera, y, mostréndose gobernante arbitrario y codicioso, cometié mds de un desacato con quienes por razones de gratitad estaba obligado, Una de sus victimas fue el capitin Venegas 3 quien despojé, so la ame- naza de pena capital, de su Encomienda de Guatavita, que sdlo le fue restitutda aio més tarde, en_virtud de reclamacién presentada ante e! Visitador Miguel Diez de Armendariz. (Fray Pedro de Aguado, Recopilacién Historial, t. 1, Bogota, 1956, lib. V., capts. Ty UL, pp. 447-4535, Refiere el padre Pedro de Aguado que cuando el Adelantado Luis de Lugo, ya de asiento en Santafé como Gobernador del Nuevo Reino, silo tenia en mente la idea de procurarse la mayor cantidad de oro posible para regresar a Espaia, Je Hlegé la infausta nueva de que los franceses habian saqueado ¢ incendiado a Santa Marta, donde habian quedado algunos soldados suyos y gente muy obligada a é, de noble linaje y acrecidos caudales, en quienes habia puesto la esperanza de conseguir el oro anhelado para reintegratse cuanto antes a Ja Peninsula. Viendo entonces su ambiciGn cerrado este promisorio camino, acordé nombrar como su teniente general al capitén Juan Céspedes para que, dejando el proyecto de ir a Jas tierras de los indios panches a donde habia marchado con la comisién de poblarlas y pacificarlas, acudiera a marchas forzadas en anxilio de Santa Marta, en donde habia hecho sus primeras armas como soldado descubridor y conguis- tador de la comarca, ventajas estas que favorecieron su eleccién para la defensa de plaza tan importante. Enterado de esto el capitan Hernén Venegas. pidio a Lugo que transfiriera a su persona Ia comisiin inicialmente confiada a Céspedes, quien a su costa habia reunido sesenta soldados y adguirido pertrechos de axmes y caballos para la expedi . Gustoso accedid don Alonso Luis de Lugo a Ia solicitud de Venegas, conocedor como era de sus excepcionales dotes de caudillo valeroso, prudente, disercto y afable. Salié este capitan de Santafe en el aiio de 1546 Cray Pedro Simén, dice que en 1543) levando como capitanes a Martin Y4fiez Tafur, Saucedo, Salinas y Montero. Llegé a Yocaima, pucblo de Jos indios panches, donde permanecié dos dias. Mientras tanto, envié 2 Y4fiez Tafur a que tecorriera la tierra con un contingente de cuarenta soldados, concertara convenios de paz con los caciques de la provincia y buscara un sitio adecuado para fundar alli un pueblo. Martin Yanez. salié sin demora a cumplir lo ordenado por Vene- gas y mo tardé en llegar a una provincia donde moraban los indios Iamados 76 Guacanses, quienes salieron al encuentro de Jos espafioles en son de guerra; pero al ver que éstos los superaban en fucrzes y denuedo, optaron por la huida, de- jando on poder de los contrarias sus frégiles casas y no muy prociadas haciendas, Uespués de haber perdido a muchos de los suyos. En esta accién los cristianos tomaron muchos prisianeros de ambos sexos, y con ellos un apreciable botin de oro. Celebrando 1a victoria y satisfechos con Jos frutos del saquco o “rancheria”, que asi Hamaban con conveniente eufemismo al acto de hurter y despojar a la fuerza, los expatioles demoraron dos dias en el pueblo de los Guacanses, de donde regresaron elborozedos a dar cuenta a Venegas del buen sueeso. Este, con el Anima Gel gamarse Ta amistad y buena volunted dg Tos pemches, orden, poner en libertad a la mayoria de los prisioneros y darles de aldehala algunas dadivas de camisas jabradas, bonetes, espejos, cuentas y cascabeles, lo que fue parte a que éstos de buena voluntad se sometieran a servidumbre. Con el fin de que estas prometas de paz y servidumbre no se vieran estorbadas 0 echadas a perder por abusos de sus soldados, el capilin Venegas ordené pregonar un bando en el que se man- daba, so pena de la vida, que ningin soldado entrase en casa de indio, ni tomase nada’ de ella o de sus heberes sin consentimiento de su duefo, ni les infiriese agravio alguno. En vista de este primer éxito, el capitén Venegas insté a Martin Yéhez para que hiciese una nueva salida, esta vez con rumbo a la provinela de Jaquima uw Oiaima, con el objeto de traer a sus naturales a buenas términos de paz, evitando, cn cuanto fuera posible, hacer uso de la fuerza Transcurridos cinco dias despues de tal instancia, V§iez Tafur, en compatiia de cuarenta soldados tomé la derrota de Joquima, cuyos habitantes, ignorando el buen treto que Venegas habla dispencado ‘a los Guacanees y temiendo, por el contrario, que los espaficles venlan a atrasar sus terras, y a acabar con ellos por la fuerza de Ins armas, se alistaron a defender Io suyo a toda costa. Fue asi como recibieron a Tos espafioles én actited desafiante y con palabras ellaneras, que [os intérpretes o lenguas se ‘apresuraban 2 traducir a Tafur y a su gente para que éstos no se engefiasen acerca de las itenciones de los otaimas. Fueron vanos los intentos de Martin Vane para darles a entender a éstos que sus intenciones no cran las de hacerles dafio ni en sus personas ni en sus bienes, sino, muy al contrario, las de avenirse con ellos en paz y trabajar en pacifica convivencia. A razones tales no atendieron fos otaimes, y sin dilaciones cargaron recia y ferozmente contra los cristianos. Estos arremetieron con fmpetu y rabia contra los naturales a quienes infli- gicron la mis fulminante derrota, Ya un poco tarde se arrepintieron de no haber prestado oldos oportunamente a las prudentes advertencias de los espatioles, por- Que asi se habrian evitedo los daios que Jes sobrevinferon y de que ahora tardia- mente se dolian, Concertadas las paces, otaimas y cristianos se avinieron tan bien, que unos y ofros convivian en armonta, ayuddndose reciprocamente en sus facnas y trabajos. Una vez més, Venegas recibié plausiblemente 2 Yéfiez como mensa- jero de buenas noticias. Dias despnés, el capitén Hernan Venegas determing salir en busca de un luger apropiado para’ fundar y poblar una ciudad; pero Martin Yétiez Je sale al paso diciéndole no ser menester it a buscar lejos lo que a la mano se tiene, pues si de. fundar ciudades se trata, ninguna tierra tan a propésito para el caso como le que estén pisando, En efecto, Ia tierra en que se alojan muestra tener las cuali- dades apropiadas para asentar_ em ella una ciudad: ¢s Ilana, su temple es agra- dable, discurren por ella las buenas aguas del rio Bogotd, no dista mucho del Magdalena y desde alli se puede dominar el territorio de Jos panches y concentrat en ella provisions de facil distribucién en Ia comarca. Venegas halla buenas y atinadas Jas palabras de Tafur y determina fundar en aquel sitio, y con las coremonias del caso, Ia ciudad. Le da el mismo nombre con que los naturales conocen aquel sitio: Tocaima. Nombra regidores y alcaldes, y entre los soldados gue a stt asentamiento contribuyeron, hace los repartos legales. Después de cinco meses de ausencia, regresa a Santafé a dar cuenta de los resultados de le Comision que le confié don Alonso Luis de Lugo; pero yz éste no ocupa el cargo y se ha autentalo de Saniaté, To reemplazg aliora el gobernedor, Montalvo, de, Lugo, CMOS Pear Aguado, Recoplacldn Hisioral, tomo’ 1, Boxotty 1956, Eb. capts. Ty I, pp. 447-453). 77 Frey Pedro Simén, por su parte, es mds explicito en su relato acerca de cémo el Adelantado Luis de Lugo envié et capitén Herndn Venegas con el objeto expreso de descubrir unas minas de oro en tlerras de les panches y de pobler y fundar en elles una ciudad. En efecto, en nueve capitulos de sus Noticias Historiales, el padre Simén nos cuenta cémo le es casi imposible ocultar su ansiedad de buscar unas minas de oro en tierxas de Jos feroces panches, Ya Baltasar Maldonado le ha atizado el fuego de la codicia ] hablarle de un indio que tiene noticias ciertas de tales mings, insinudndole al mismo tiempo que envie gente a descubrirlas y que esta lleve como guia at indio del cuento. Sin dilaciones, ordené Lugo al capitan Hernin Venegas que, acompafiado de Cincuenta soldados de los més baquianos, fuera por donde el indio los guiase con ¢l fin de hacer un tanteo de esas minas. Sale Venegas de Santafé en los primeros dias de 1543. Conducido por e} indio-guia_y algunos “lenguas” o intérpretes de Zipacén, ilega al pueblo de Siquima, hoy llamado Juntas de Apulo, Sa'en term, trio de los temidos panches. Alli sale al encuentro de los espafioles un efército de 20.000 indios_armados de fanzas, flechas y macanas. Trdbase la batalla, y aquéllos, muy inferiores cn mimero,’ al verse en serias dificultades, acuden’ al cruel recurso de azuzar a los perros que se ceharon en los panches con tan espan- table encarnizamiento, que los obligaron a una fuga desordenada, Vencido el Siquima, pacta la paz con Venegas, y éste, com los suyos, prosigue su marcha y Tiega 9 las playes del Magdalena, donde se detiene en un pueblo edificado sobre unas barrancas, al que Haman Canoas, a causa de las muchas que alli se velan. Venegas y su gente vadean el rio y siguiendo hacia el occidente, rumbo sefialado or el guia de marcas, descubren Jas primeras minas de oro en el pueblo llamado lel Cacique y Ivego otras que iJemaron de los Bledos. A estas minas les mudaron mids tarde Jos nombres por los de Sabendijay Veuscilto y Mariquita. De ellas sace Venegas abundantes muestras del preciado metal y regresa a Santafé, pasando Por tierras de los indios Colimas, més feroces que los panches, hasta Hegar a la ‘que Iuego seria la poblacién de Ta Palma. Con frecuentes asaltcs hostigan los colimas a los espatioles, obligindolos a tomar otro camino de regreso. Al cabo de guatzo meses de penosas jornadas, arriba Venegas a Santafé, donde ansiosamente esperaba el gobernador Alonso Luis de Lugo, quien no disimulé su gozo al recibir tan favorables nuevas, y con ellas, tan halagadoras muestras de las riquezas encontradas. Ordend de inmediato que el hallazgo de aquellas minas se festejara con juegos de sortija y de cates, Pasados algunos dias, el gobernador Lugo, teniendo en cuenta que Jas minas se encontraban en territorio habitado por gente tan belicosa y hostil, el mejor medio para ascgurarse contra sus frecuentes revueltas e insurrecciones seria el de fundar y poblar dentro de sus términos uma ciudad que al propio tiempo sirviera de centro de aprovisionamiento y de escala para futuras y sucesivas entradas a las ficrras donde se pensaba gue habria m4s minas. Con el intento de ejecutar este Proyecto de fundacién, salié el capitin Venegas de Santalé, levando consigo 72 jombres de tropa. Corria ef aio de 1544 cuando aguél Megs a Siquima. Ente- rados los de esta parcialidad de los propésitos que trafan los espafoles de fundar en sus dominios una ciudad, que a elios por ningtin motivo les convenia, deter- minaron oponerse a tales propésitos apelando a la resistencia armada. Sin tardanza embistieron contra una avanzada de 40 soldados acaudillados por Juan Salinas. Viéndose éstos en apuros por Ia superioridad de los sfquimas, acudieron en su socorro las demds, comandados por Venegas, y con el refuerzo de perros cebados en indios hicieron tremenda cemiceria en fos panches, forzdndolos a rendirse y Geponer las armas. En esa accién, que tuvo lugar en {es Juntas de Apulo, pere- Geron 15.000 indios y quedaron gravemente heridos 15 espafioles. Repuestos éstos un tanto, pasan a la provincia llamada de ia Sabana, cuyo cacique Lachimi los recibe en jie de guerra. Venegas, valiéndose de los eficientes servicios de un indiecito de Zipacén, incorporado 2’la tropa espafiola desde e] dia en que por primera vez habfa pasado por alli en busca de las ambicionadas minas, logrd que Lachimi aplacara su furor belicoso y concertara con él pacto de alianza y de Paz, Gon gufas que le proporciond este cacigue, pasé Hernan Venegas 9 la pro- Yineia del cacique Eataima, donde encontré igualmente resistencia y naturales dispuestos a defender lo suyo con Ja fuerza de las armas. Una vez mds Venegas 78 acudié a los prudentes recursos de la diplomacia y a los comprometedores halagos de las dédivas, para aplacer a Lataima y conveuir con él acuerdos de paz. Ajusta- Gas Jas capitulaciones, diéle éste al futuro Mariscal del Reino paso libre por sus Herras para franqueer les de Tocaima, regidas a la sazén por el cacique Guacana con quien los espafoles tuvieron las taismas desavenencias y avenencias que con fos caciques Siquima, Lechimi y Lataima. Finalmente, en un despejado y grato descampado itrigado por el rio Pati o Bogoté, que desciende del Salto de Tequen- Gama, y en Una mafana del mes de abril de 1544, el capitin Hemén Venegas Garriild Menocalvas fund6 la ciudad de Tocaima, en nombre del, Emperador Garlos V y con el ceremonial en estos casos acostumbrado, Alcaldes de la ciudad fueron nombrados el_capitan Juan Salinas y otro apellidado Hinestrosa_y como Regidores Miguel de Gamboa Sayavedra, Juan Ortiz y Juan de Porras. Miguel de Oviedo jur6 el eargo de Alguacil Mayor, y Miguel Morales, el de escribeno. Pasado alsin tiempo, convoca Venegas a Lachimin para que aynde con su gente ala elificacion, de lz nueva ciudad. Con palabras ademancs insolentes, Squél ge néoge a obedecer y se declara en ablerta tebelin. Sale Venegas de To caima con 100 jinetes, G peones y sus ocasionales aliados, los sibditos de Gua- cana, que, pretdia cobratls a Lachimin clerts cucu pendientes fines de junio de 1544, espatoles y lachimies se treban en descomunal pelea. Estos resis- ten heroicamente y causan notables pérdidas a los tocaimas sin excusar a los espaiioles, quienes, para poner témnino 2 le feral contend, sueltan > azizan a los perzos carniceros y huego cargan con espadas, Tanzas y bellestas sobre el ya deshecho y vencido enemigo. Vengativa, el cacique Guanenté persigue implacable a Lachimi y los suyos, incendia sus bohios y asesina a mujeres, ancianos y nifios. Harto le pesa_a Venegas haber admitido como sliado a hombre de tan malas entraiias y trabajo le cuesta impedirle que siguiera adelante su espentable car- niceria. Sometido Lachimf y reducido Lutaima, que también pretendié rebelarse, procede Venegas a reducir a otro Faccioso y contumaz, el Calandaima, cecique de Ana- paima. Por su parte, el Cochima, euya provincia servia de frontera entre panches Yy moscas, se anticipa a ofrecer sus servicios a los espafioles. Tras de breve y casi Jncruenta esearamuza, el cacique Iqueima se somete a vasallaje y depone las armas, ‘Terminada 1a pacificactén de estas tierras, Venegas regresa 3 Santafé y de cuenta do su empress y buenos repoltados al gabernador Lugo, quien ya hehia procedida a hacer los repartimientos del caso en las nuevas tictras y¥ minas ganc- Gas por un pulado de valientes para la corona de Espafia. El capitin Venegas Carrillo recihié de los cabildes. del Nuovo Reino el nombramaiento de Procurador ants Ia Corona con et objeto de que demestrase los inconvenientes implicitos en Ta ejecucién de las recientes leyes que reguleban Ja adjudicacién de les Enco- miendes. La gestién de Venegas se apoyaba en los instancias que con ¢l mismo Dropésito fabian hecho ya, ante Ie Corts, los procuradores genetales de otres Feimos de Indies, con excepcitin del de Perd’ que, a les pacificos expedicntes de las Siplicas comedides al principe, prefiris las que se sustentan en los hechos. Despuds de muchas consultas, se resolvio favorablemente la solicitud a te modifieacién de ja ley de Encomiendas, presentada por el Lcenciado Pedro de Gasca, en repre- sentaciin del Peru, y por el capitin Venegas en nombre y representacién de los cabildes del Nuevo Reino de Granada. En efecto, a éste se Je dio carta de recono- cimiento de la sucesién de las encomiendas a los hijos y mujeres de los peticio- narios como también un despacho per el cual se revocaba la nueva ley en lo alanedero al modo.y manera como sc hacian los xepartimientos, ley que habla provocado le inconformidad y protesta tanto del Per como de la Nueva Espaiia. Raemas de esto, Venegas recibid una Real Cédula de roprensién a Miguel Diez de ‘Armendariz por haber designado al Meriscal Jarge Robledo como teniente general suyo en Anserma, Caztago 7 Antioquia, eiudades que deberian constderarse ads- eritas a 12 pobernacién de Popayén, poniendo asi término a la pretensién del gobernador de Cartagena, gue fas reclamaba como de su jurisdiceidn. Igualmente Jogré Veneges que se reconccleran Jas recompensas y beneficios a que por sus egregios servicios tenia derecho el Mariscal Jiménez de Quesada. Cumplida con tan singular eficiencia la comision que se le habia confiado, el capitin Venegas regres6 a Santafé. 79 Halléndose en Panam4 don Pedro de Gasca, por personas que del Peri bajaban turo noticia de que Pizarro se resistia a avenirse a las propuestas de paz que quel te habla hecho, prefirienda a todo un azreglo por la fuerza de las armas. En vista de tal obstinacién, Gasca escribié, desde la bahia de San Mateo, a Benal- cdzar y al visitador Armendériz para que lo socorrieran enviéndole el mayor nitmero de gente posible. Pese a la distancia de 600 leguas que separa a San- tafé de Lima, Armendiiriz determina prestar a Gasca ei auxilio demandado y ara Ja ocasién puso Tos, ojos en el capitin Venegas, confidndole el comando de licha expedicién. Después de algunes dilaciones, acasionadas por la conducta de Armendériz y que no es del caso enunciar aqui, nuestro capitén recluta “cien montados aventureros”, entre quienes se cuentan personas dc tan_reconocidos méritos en Ja paz y en la guerra, como lo son Pedro de Urstia, Juan Gomez Portillo, Pedro Ruiz Corredor, Francisco del Hierro y otros no menos conspicuos. Con ellos emprende Ia marcia por tan largo camino, pero encuentra en su tra- vesia tierras tan. fragorosas, cidnagas, pantanos y selvas que ponen en graves rlesgos a la expedicién. Lleva ya trafagadas més de 150 leguas cuando, por con- ducto de Martin Aguirre, recibe Venegas orden del presidente Gasca para que regrese a Santafé, porque ya en el Perti ha mejorado con mucho la situacion de los partidarios del rey. Corriendo ef mes de agosto de 1561, Megan, de Venezucla a Santafé, noticias de que el capitén vizcaino Lope de Aguirre ha arribado a Ia isla de La Marga- rita, donde ha saqueado lta ciudad y las arcas reales. En la capital corren al Tespecto los rumores mds encontrados y alarmentes y ha cundido la sospecha de que el tirano se apresta a regresar al Perit dando la vuelta por cl Nuevo Reino. Los oidores de la Real Audiencia, Grageda, Artiaga, Angulo y Villafaie convocan juntas con el propdsito de acordar medidas para la efensa. Grageda expone la situacién en una de esas juntas y concluye que es preciso alistar una expedicién integrada por 200 jinetes, 400 peones, 250 arcabuceros y buen mimero de rode- Jeros, hasta completar un centingente de 1.500 hormbres. Para comandarla, es elegida por unanimidad como Capitin General el Mariscal Gonzalo Jiménez de juesada, a quien debe acompafiar como Maese de Campo el capitén Hernan ‘enegas Carrillo. Como capitanes de Infanteria hon de ir Juan Ruiz de Orjucla Y Anton de Olaila u Olaya y como capitanes de caballerta Juan de Céspedes Cpor Santafé) y Gonzalo Sudrez Rendén (por Tunja). En dicha junta se discute acerca del sitio en que debe esperarse a Aguirre para darle batalla, Opinan unos fue fal lugar debe ser el Valle de Cerinza, y otros abogan por el Vaile de Cicuta. a exposicién de tan distintos pareceres discuere en un ambiente de serenidad y yeciproca comprensién, pero no tarda en caldearse la discusién y degenerar en tumultuoso yocerio ¥ hasta en desafios a duelo. Para poner fin a tamario athoroto, Quesada ordena echar bando con pena de muerte “para que sobre aquel punto no se hablase, hasta que con el segundo aviso se resolviese lo m4s conveniente” CPiedrahita, ob. cit., t. IV, p. 244). Pero después de tanto barullo, la tan prepa: rada expedicién no tuvo necesidad de salir, porque, corriendo la Pascua de Na- waged, llegé a Santafé la noticia de Ja derrota y muerte del tan temido Lope de guirre. E] capitin Venegas y el Adelantado Jiménez de Quesada interpusieron_ sus buenos oficios para aplacar fos dnimos en un motin de los capitanes encomenderos Y otros vecinos principales de Santafé contra el oidor Villafaiie por la manera como éste reglamenté una nueva tasa de las Encomiendas y el Hamad servicio personal de los indigenas, dispuestos en pragmiticas cédulas reales, a las cuales no se Jes habia dado cumplimiento hasta al dia en que el presidente de Ja Real Audiencia, don Andrés Diez Venero de Leiva, se determing hacetlas cfectivas. Por cierto que ¢l dnimo conciliatorio de Quesada y su capitan Venegas, provocé la animadversién de los encomenderos, quienes desde entonces no ocultaron su ene- mistad y mala voluntad con ellos. Distintas versiones de este tumulto dan el podre Aguado en su Recopilacién Historial (tomo Ul, cap. XXHL, ed. cit. pp. 431- 435) y Rodriguez Freyle en El Carnero (cap. X). Al quedar vacante el cargo de Mariscal can ocasién de haber sido promovido al titrlo de Adelantado ¢l fundador Jiménez de Quesada, para ocuparlo fue desig- nado el capitin Hernan Venegas, en virtud de Jo dispnesto por la Real Cédula expedida por Felipe II el dia 11 de abril de 1571, En 1579, a la muerte de 80 Quesada, fue designado Regidor para reemplazarlo. Posteriormente el Cabildo de fantafé se opuso a su nombramiento de Adelantado. En muchas atras ocasiones dia muestras el capitan Venegas de su juicio pru- dente ¢ imparcial y de su espirita conciliador: en fa pugna suscitada entre la Audiencia y el Visitador don Juan Bautista Monzén, en la controversia del Procu- rador General Rodrigo Pardo con el oidor Pedro Zorrilla, etc ete, Venegas contrajo matrimonio en Santafé, en 1569, con dofia Juana Ponce de Ledn, De esta unidn nacieron ocho hijos: Pedro, Luis, Alonso, Francisco, Maria, Juona, Inés e Isabel, Fuera de matrimonio tuva varios hijos. De éstos sélo hay noticias de Maria, Alonso, Isabel y Ferndn. A avanzada edad fallecié el Mariseal Herndn Venegas en Santafé, en febrero de 1583. Fue inhumado cn Ia capilla de Santa Lucia de la Catedral de la ciudad. 24 Antén de Olalia nacié en Bujatance en el Reino de Cérdoba, aproximada- mente en el afio de 1510. Fueron sus padres: Bartolomé Gonzdlez Soriano y Marfa de Olalla. Milité en Italia, en los efércitos del Emperador y con el grado de Alférez. Llegé a Santa Marta en la expedicién del Adelantado de Canarias, don Pedro Fernandez de Lugo y tom6 parte en las entradas en tierras de los indios_bondas. Luego, con el grado de Alférez General de la Infanteria, scompahé a Quesada, desde Santa Marta, en 1a expedicién de la conquista y descubrimiento del Nuevo Reino. Ganado por Ja fuerza el pueblo de La Tora, se instalé alli el real o cam- pamento, desde dande parti6, acompaiiado de los capitanes Lebriia y Céspedes, en busca de la ruta que conducia @ la tierra nueva. Cuando atravesaban las Sierras del Opén, acordaron Céspedes y Lebrija dejar en_un valle, el m4s cercano a la salida de dichas Slerzas, a los soldados mds cansados y que 2 duras penas podian caminar, por ir ya casi descalzos. Con esta gente qued6 el Alférez Olalle, con la orden de hacer el aprovisionamiento de alimentos necesario para alimentar a la tropa que luego debia de llegar al con Quesada. Estando a la espera de este arribo, los indios atacaron a Olalla y a su muy mermado y estropeado contin- gente, quienes se defendieron valerosamente hasta derrotar a sus numerosos ata- cantes. De esta refriege sali6 herido el Alférez y algunos otros de los suyos. En recuerdo de esta accién de armas se le dio a aquel Valle ¢] nombre de] Valie del Alférez. Esta jornada de las Sierras del Opén la narra muy detalladamente Que- sada en su Gran Cuaderno, de donde tomé Fernandez de Oviedo el relato que de la misma jornada hace. (Bibl. de Autores Espaioles, t, 119, Historia General y Natural dé las Indias, vol. II, lib. VIL, 2° parte, cap. XX, pp. 104b-106b). Olallz tomd parte en muchos de ios hechos que, marcaron el inicio de {a con- gee del Nuevo Heino. De ellos se mencionan sélo algunos: prisién del Zaque le Tunja; entrada a tierras de los panches, a érdenes hobs here de donde salié manco a causa de herida con flecha enherbolada; expedicién al Valle de_las Tristezas; guerra al Cacique de Guatavita, 0 mejor, matanza cobarde y safiosa agravada con saqueo y despojo de grandes cantidades de oro, ¢ incendio impla- cable de bohios y labranzes. Cargos que desempeid Olalla: capitén y jefe de Ia guardia de honor del gober- nador Alonso Luis de Lugo, Regidor del Cabildo en dos ocasiones (1541 y 1544), Alférez Mayor, Teniente Gobernador y Justicia Mayor de Santafé y Tunja, en ausencia del dicho Lugo. 'A su costa, Olalla hizo leva de tropas paya acudir al Perit a luchar contra Gon- zalo Pizarro, atendiendo a wna demanda de auxilio de Pedro Gasca. A mitad de camino regresé por haberse enterado de la muerte de Pizarro, Se apresté para combatir a Gonzalo de Oyén, primero, y Iuego a Lope de Aguirre, dos empresas, que, como Ja anterior, se vieron frustradas por circunstancias conocidas. Quesada lo cita en su relacién con estos términos: “Ei capitan Antén de Olalla vive y tiene de comer cn esta ciudad de Santa Fé; no ented pi capitin conmigo, pero fuélo despues y conmigo entro por alférez de infenterla: ternd ochocientos o mil Indios en un buen repartimiento llamado Bogoté, y asi_tiene bien de comer para en este reina y es hombre de calidad’. En 1552_pasé Olalla a la Peninsula y Fegresé sl Nuevo Reino cuatro afios después, En Fspafia contrajo matrimonio con dofia Maria Orrego Valdaya, “noble portuguesa”. Para su bacienda sabanera tro de all! gonade vacuno, yepias de tara, ve}es y semillas. Se Je acusé de dar rato rain a [os indios de su Encomienda. 81 Fue también Alcalde Ordinario de Santafé en diferentes periodos. Edificé casa rumbosa con escudo de armas, caballerizas y criados de librea. Para mantener el Boato de su mansién y atender al sustento de acho hijos y de numerosa servi- dumbre, pidié al rey otra Encomienda, porque la de Bogoté no le producia la renta necesaria, La Real Audicncia conceptud que no debia accederse a su peti- cign, a pesar de su brillante hoja de conguistador. El arbitrario y voluntarioso gabernador Alonso Luis de Lugo le arrebaté la Encomienda de Bosa a sus legi- timos duezios, Diego Romero y Juan de Torres, para darsela a lalla, Posterior. mente el Visitador Armendériz fallé a favor de aquéllos. Olalla cedié a favor del Rey los derechos que pudiera tencr en dicha Encomienda. Fl escribano Alonso Tallez termind siendo a favorecido en este Titigio. Olalla murié ciego y a ta edad de 70 afios, aproximadamente ocho afios le sobrevivié su viuda, dofia Maria de Orrego, Al morir ésta, dejé como heredera universal de sus bienes a su hija doha Jerénima de Orrego y Castro, uno de los tides més apetecidos del Nuevo Reino por los cuantiosos caudsles heredades. En primeras nupcias ¢asé con Fernando de Monzin, Este matrimonio fue ama- fiado fruto de un plan tramado entre Fernando y su padre, el visitador Juan Bautista. Monzén. Bara lograr su intento, ambos pusieron en juego tones, amenazes y sobornos. De este mal avenida matrimonio no_quedaron_hijos. En segundas nupcias, casé 1a viuda Jerénima con el Caballero Francisco Maldonado & Mendoza, emparentado con el Gran Cardenal de Espafia, don Pedro Gonzdlez loza. + Segiin Florez de Ocariz, Gonzalo Garcia Zorro nacié aproximadamente en el afio de 1500, en Guadaleanal, villa de Extremadura. Fueron sus padres Diego Alonso e] Zorro y Teresa Gonzalez de Sancha. A mediades de diciembre de 1535 arribé a Santa Marta en Ta Armada de don Pedro Fernindez de Lugo; y més tarde, a drdenes de don Alonso Luis de Lugo, tomd parte en las entradas que éste hizo a tierras de los indios de Bonda, Bondigua y Chairama, evanzando hasta la sierra de Tairona, donde fueron aprisionados los caciques de Marubare y Arubare, y dando Iuego vuelta por La Ramada, En la segunda parte de sus Elegias Geanto 111), Castellanos menciona a Garcia Zorro como tno de tos comandantes de los bergantines que, forzando las bocas del Magdalena, debian prestar auxilio a la expedicién de Jiménez de Quesada, que por tierra buscaba Ja entrada a to que més tarde se Wamarta el Nuevo Reino. Disiente et obispo Piedrahita de lo aftrmado por Castellanos cuando, en ¢] capi- telo guinto del libro tercero de su Historia General del Nuevo Reino de Granada, dice que el Adelantado de Canarias determing “que tos eaballos fuesen debaje. def estandarte real que llevaba Gonzalo Garcia Zorro, natural de Guadalcanal” COB. cit, t. I, Bogoté, 1942, p. 184). Asi corrobora Piedrahita lo anotado por Quesada en su Memoria de los descubridores y conguistadores que con él entraron al Nuevo Reino: "El capitin Gonzalo Garcia Zorro ene calidad, ‘y Sungue no entré conmigo por capitén, entré por alférez de a caballo; tiene razonablemente de comer en un repartimiento que tiene en la ciudad de Santa Fe llamado Fase fagusts em gue [habré quinjentos indios poco mds o menos”. Per su. parte, Juan lorez de Ocdriz en las Genealogias incluye, en su lista de descubtidores que acompzhiaron a Quesada, a Garcia Zorro como “Alférez General de los navegantes. Encomendero en Santafé” (Ob. cit., t. I, Bogotd, Prensas de la Biblioteca Nacio- nal, 1943, p. 168). Fray Pedro Simén, Aguado y Zamora no mencionan a Garcia Zorro en fa némina de comandantes de los bergantines que, en la primera salida de Ia flotilla, navegaban bajo el comando general de don Diego de Cardona, » en la segunda, a érdenes del licenciado Luis Gallegos. El padre Simén en. sus Noticias Histortales escribe: "'...se ordené fuesen par tierra con el General (...) Y por Alférez, a Gonzalo Garcia Zorro y Anton Glaila” (Ob cit, & He Bogoth 1891, 1 noticia, cap. XVIT, p. 59). ande {os espatioles Icgaron a la Sabana de Bogotd y se encaminaron a Zipa- los siibditos del Zipa de Bogotd, Hevando en andas Ins momias de sus reyes ¥ guerreros muertos, atacaron por la retaguardia a la tropa, por cierto no muy nurscrosa, det General Quesada. Fl capitan Garcia Zorro y otros capitanes acu- dieron con presteza a auxiliar a los suyos, y con tal fuerza y denuedo cargaron contra los contrarios, que éstos, desmoralizados, abandoneron las momias regias 82 y en su rauda fuga fucron a parar al gran cercado de Buzongote, lugar de refugio y descanso del Zipa en Caficd. A pocos dias de haberse ajustado la paz entre la gente de Sagipa y los espafoles, pidid aquél auxilio a Quesada para abrir campafia contra Ins panches, que en repetidas ocasiones habian penetrado en tierras de los muiscss [levindose muchos prisioneros. Al llegar a Tocarema, trdbase reco com- bate entre sauiscas y panches. Mientres tanto, los espatioles esperan, emboscades, el momento oportuno para entrar en accién y coger desprevenido al enemigo comin. Esta emboscada estratégica es planesda por Garcia Zorro y otros famosos capitanes de la conquista. Da ella el resultado esperado, y los panches, derrotados, emprenden desordenada y clamorosa fuga. (Castellanos, Historia del Nueva Reino, tomo If, ed, cit., Canto VIE, p. 390). Cuando Quesada funda a Bogat4, se construye la primera iglesia y a su primera capilla se le da el nombre del apostl Santiago y es dotada por el capitén Garcia Zorro. (Castellanos, ob. cit., t. II, p. 404 b). E] mismo capitin Garcia Zorro toma parte destacada en Jos sucesivos y encarni- zados combates que los espafioles libran para someter las igualmente sucesivas insurrecciones del cacique de Saboyé y de las poblaciones de Tiquisoque, Agata y otras, comprendidas dentro de los términos y en la jurisdiccién de la provincia de Vélez CAguado, Recopilacién Historial, t. I, ed. bogotana, 1956, pp 349 y ss.). E] capitén Garcta Zorro forma parte de la comitiva de Hernén Pérez de Que- sada cuando éste acude a Ja entrevista concertada con Jerénimo Lebrén, y que debe celebrarse en higar cercano a ‘Tunja. En aquelta expone Lebron las razones gue, segin él, lo acreditan como Gobernador legitima del Nucvo Reino. Hernan Pérez de Quesada le contrapone las suyas, y como no se llega a convenio alguna, se acuerda remitir el ciferendo a 1a decisién de los cabildos de Tunja_y Santafé. Estos desconacen los poderes alegades por Lebron en su favor. Garcia Zorro, como regidor de Santafé, hace causa comin con su cabildo. Esta actitud de sedicente insubordinacién te vale ser tenido como reo de desconocimiento de la autoridad regia y, en consecucncia, ¢s encausade por el Real Conscio de Indias, en primera instancia, y luego por el Gobernador Diez de Armendériz. Los panches no olvideron Ja afrentosa derrota que muiscas y espafioles aliados les habian infligido. De aquéllos, los que en su enfrentamienta con Quesada y Sagipa no hebjan jurado fidelidad at rey, deciden buscar el desquite. Es asi como otras naciones de los panches, tales como los ambalemas, sasaimas, anapoimas y guataguies, coaligados, irrumpen en los dominios de los muiseas, asolando la tierra y pasando a cuchillo a quienes encontraban @ su paso. Los rauiscas, inermes y aterrorizados, acuden entonces a Hernén Pérez de Quesada en demanda de auxilio. Este convoca a sus capitenes para tomar de ellos su conseio en le ocasién. Como es de comin ocurrencia en estos casos, hubo desacuerdos y discrepancias sobre la oportunidad y conveniencia de llevar adelante guerra tan ardua, habida cuenta de la ficreza de Jos panches y de su ventajosa posicién cstratégica. Acor- dados por fin tan desacordes parecerés, Pérez de Quesada alista doscientos infan- tes, treinte finetes y cuatro mil muiscas y designa a Garcia Zorro, junto con Céspedes y Olalla, conocedores de la tierra de los panches, para que comanden Jos distintos cuerpas en que divide su tropa. En repetidos encuentros, panches ¥ espaiioles compiten en denuedo y valor. Aquéllos aventajan a éstos en el conoci- miento del terreno y en el astuto aprovechamiento de sus posiciones estratégicas; ¥ éstos, en el diestro empleo de sus escasos contingentes, en le pericia y arrojo de sus jinetes, secundados por Ia sevicia y rabia con que atacan les perros ccbados en indios. Garcia Zorro se bate como quien es, impetucso alférez de finetes, sin que le yayan a Ja zoga los otros capitanes: Venegas, Cardoso, Céspedes y lalla. Al no lograr sus intentos de aplastar a enemigo tan fiero, sagaz, recursivo y tenaz, Pérez de Quesada, ni vencedor ni vencido, regresa, por Tocarema y Tena, a Santalé. Cuando a peticién de su hermano Hernén, enloguecido por Ja codicia de oro, don Gonzalo accede a seducir a prisién a Sagipa, ordena al capitin Garcia Zorro que, a su turno, proceda a llevar 2 efecto la ignominiosa exigencia de Pérez de Quesada, En consecuencia, Garcia Zorro intima prisién a Sagipa, quien es some- tido a sucesivas torturas con el fin de que entregue a los Quesadas los tesoros del Zipa de Bogotd. Sagipa niega saber nada acerca de éstos y rauere a consecuencia de los reiterados y crucles tormentos a que inhumanamente fue sometido. Fl 83 veredicta del historiador Piedrahits al respecto, es implacable, y éstas son sus palabras textuales: “Los mds culpados con el general, en la muerte del. Zipa, fueron Hernin Pérez de Quesada, Gonzalo Sudrez Rendén y Gonzalo Martin Zorro (sic), y los sucesos futures de todos cuatro manifestaron sv culpa, Basta saber por ahora, por si no hubiere Joga de referirlo a su tiempo, gue al capitén Zorro en un juego de cefas que se hizo en Ia plaza de Santafé’ Jo mats de un caitiazo Catravesdndole la adarga y las sienes) don Diego Venegas, nieto por parte de madre del cacique de Guatavita, en cuya hermana hubo a Sacrezazipa, aquel hermano de Nemequene que murié peleando en el pefiol de Ubague...” (Gb. cit., tH ed. 1942, p. 101), Por su parte, e) padré Zamora declara de qué modo expiaron sus culpas quic- nes fueron autores y emplices de la mauerte de Sagipa, modo que Picdrahita gpenas enuncia en perte al referirse solamente a la trégica muerte de Garcia Zorro. En efecto, Zamora dice que el asesinato de Sagipa clama al cielo y que cuantos participaron en él fueron castigados en vida por la Providencia. Asi, Quesada mucre pobre, desamparado y leproso en Mariquita; a Hernén Pérez, si Rermano, lo mata un tayo “estando en un navio para salir del Puerto del Rio de la Hacha” y “al capitin Gonzalo Garcia Zorro, también de los cémplices mis principales, estando en un fuego de cafias, que se hacian en fiestas de toros em la Ploza de esta ciudad de Santafe, Jo maté de un caitazo, que atravesando la adarga, le dio en jas sienes, com la violencia que se lo despidis don Diego Venegas, nicto or parte de madre del Cacique de Guatavita, y de Ja misma sangre real de ‘aquesazipa” (Zamora, ob. cit., tomo T, ed. 1945, p. 271). Rodriguez Freyle describe, con detaliade realismo, este frégico juego de cafias, casi al final del capitulo X ‘de esta obra (pp. 134-135, ed. 1955). Sometida Ia rebeliéin de Stmijaca y pueblos aledafios, no tardaron los de Oca- bita'y Lupackogue en eprestarse a ie suya, fiados en las Ventajas gute les deparaban Jas eminentes y encumbradas posiciones que ocupaban y contando de ribete con ser menor el nimero de guerreros de que por ef momento disponian los espa- oles, Estos determinaron cntonces hacer frente a los insurrectos, desalentar sus brios y poner a raya sus actitudes altaneras y desafiamtes. Con este fin acordaron confiar esta empresa. “Al Céspedes y at Zorro capitanes antiguos cursados en dar orden eémo con pocos riesgas se venciesen estas dificultades semejantes”. CCostellanos, Hist. del N. Reino, t. Il, ed. cit., » 470). Estos capitanes aceptaron la misién y con cien soldados armados de ballestas y, arcabuces selieron a] enenentro de los cacigues de Ocabita y Lupachogue, no sin antes intentar traerlos a la paz con buenas y comedidas razones. Indtil intento. Los insurgentes, a las prudentes invitaciones de allanarlo todo a jas buenas, contestaron con un alud de gigantescas galzas, desatado desde el alto pefdn que estratégicamente ocupaban, deleniendo el avance de los espafioles que con mil dificultades habian_comenzado a escalarlo. Descienden éstos a tierra tase, y, ani- mados por Garcia Zorro y Céspedes, varias veces intentan el ascenso del pean y otras tantas son rechazados por los astutos ctavites y lupachoques. Finalmente, desalentados_los espaiioles con el mal éxito de sus reiteradas intentos, deciden regresar a Tunja. Ya Garcia Zorro se ha retirado del servicio activo y entra a goxar de Ios rendi- mientos que Je produce su encomienda de Fusagasug4. Entonces a su retiro Iegan nuevas de que desde Mérida, ef capitén Pedro Bravo de Medina ha enviado cartas 2 los oidores de la Real Audiencia del Nuevo Reino, los licenciados Eran- cisco de Villafatie, Melchor Pérez de Arteaga y Alonso de Grajeda, cn las cuales informa que el tirano Lope de Aguirre se apresta, partiendo de Burburata, pene- trar en el Nuevo Reino. Sin pensarlo dos veces, los oidores alistan gentes, reunen Provisiones y se proveen de forteches para organizar una expedicién que al mando de Jiménez de Quesada debe salir al encuentro de Aguirre. Inmediata- mente Garcia Zorro abandona su sosegado retiro de Fusagasugé, y con dineros propios equipa voluntaries y compra armas, Con diligencla hace los prepara. 84 tives logisticos del caso, Mas, pronto vuela la noticia de Ia muerte de Aguirre, y, n_consecuencia, tan aparatosos preparativos no pasaron de ser torres de viento. ET eapitén Cercia Zoro contrajo matrimouio con doaa Francsca Pimentel, casada en primeras nupcias con Alonso Gutiérrez de Iescas. De aque] matri- monio no hubo hijos, pero si des ilegitimos, nacidos de la unién extramarital con tina india de Tanja, de nombre Margarita. El mayor de ellos, Hamada Gonzalo como. su padre, fue sacerdote y come tal desempens los cargos de Macstxe ce Capilla, cura de ta Catedral de Santafé y canénigo de ia misma. El segundo hijo, de nombre Diego, fue Regidor de Santafé y padre de cuatro hijos naturales, 28 Juan Montalvo. Nacié_aproximadamente en el aio de 1515. De él dice Florez de Ocariz que “fue Teniente y Justicia Mayor de la ciudad de La Palma (dejando en Santaté la Encomienda gue tenia), adonde volvié, vivié y murid sin ella em el afio de 1597, stendo el ditimo de los primeros conguistadores que vivia; fue casado con Elvira Gutiérrez y no tuvieron hijos, y ambos estén ente- rrades en Ia iglesia del convento de monjas de la Concepcién, de Santafé; fueron Jos primeros casados que entraron en el Nuevo Reino de Granada por haber bajado el Montalvo a Ja costa por su mujer y_vuelto con ella, que era natural de la ciudad de Santo Domingo, de la isla Espafiola; hija legitima de Cristébal de Baeza, y él era natural de la ciuded de Toledo; hijo legitimo de Pedro de Mon- talvo y de dota Marfa de Galaz” (Genealogias, t. 1., Bogoté, 1943, pp. 169-70). Castellanos, al referirse, en un pasaje de su Historia del Nuevo Reino, a le esposa de Montalvo, le da el nombre de Eloisa Cy no Elvira, segin Ocdriz.): “Y la primera que sacd harina y dio primero pan perfeccionado, es Eloisa Gutiérrez, noble dueha, mujer det capitén Juan de Montalvo, cuyas presencias honrosas viven”. (Ob. cit., t IL, p. 427 a). Montalvo perticipa en las entradas que a territorio de los hondas y de los indios de La Ramada hizo don Alonso Luis de Lugo. En la accién en que fueron hechos prisioneros los caciques Arubare y Marubare, Montalvo con el sargento mayor Hernando de Salinas, al Hegar a un palenque construido en una empinada loma, descubrieton por sus rebuznes al llamadg primer asno de la conquista, al cual ayudaron a bajar, Castellanos refiere asf el triste fin de este burro famoso. “Llevdronlo también a la jornada, llamada por antiguos del do, que hizo Ferntn Pérez de Quesada, de do volvié después desharatado; y el padre fray Vicente Resaucjada, en tiempo que fue pasto regalado, el cuera le quité de tas costillas y convirtis las tripas en morcillas”. (Castellanos, Flegias, ed. cit., t. I. p. 430b) Montalvo, bajo las drdenes de Quesada y como rodelero de la escuadra de Juan Valenciano, participé en Ja expedicién gue por tierra salié de Santa Marta en busea de las cabeceras del rio Magdalena. Arribada la expedicién al sitio de La Tora, la tropa, en vista de los muchos trabajos y recias penalidades que ha sufrido en 1a jomads, sin resultado de provecho alguno, delesa al capitén San Martin para que pida’a Quesada regresar a Santa Marta. El Adclantado, lejos de acceder a tal instancia, elige a algunos de los swyos, entre ellos a Juan de Montalvo, pare que, marchando por tierra, se esfuercen en buscar el acceso al Nuevo Reino. Estos, después de trasmontar con dsperos trabajos y rigurosas dificultades las sicrtas del Opén, descubren Ia tan anhelada entrada a la tierra prometida. Asistié Montalvo al ceremontal de ta fundacién de Santafé de Bogoté y al repar- timiento que después de ella hizo Jiménez de Quesada. A mediados de agosto de 1541 salié en Ja jorada que Pérez de Quesada dispuso se hiciera a la provincia de los Lackes, donde, segim to pregonaba la fama, se asentaba Ja fabulosa Casa 85 del Sol. Esta empresa, como se sabe, fracasé lamentablemente. En su Memoria, Quesada se refiere a Montalvo cn estos términos; “...vive en Santa Fe, tiene alguna calidad, no tiene Indios de repartimientes porque unes poblemielos que tenia, se deshizo de ellos y los vendis”, Los “poblezuelos” a que alude e] Mariscal fueron los de Cucunubs 'y Bobota, de Is circunseripcidn de Santalé, Anos nds tarde, se le asignéd 2 Montalvo el repertimniento de Cogua, transferido Iuego a Pedro Lépez. En la primera incursién que espafioles y muiscas aliades hicieron a tierras de Jos panches, tom6 parte activa Montalvo, al lado de'los capitanes, Céspedes y Sen Martin. De uno de Jos muchos combates empefiados entre los dos bandos, doce espaitoles salicron matheridos, “Y de estos uno fue Juan de Montalvo, que con sa barba blanca y honrosa ay vive y autoriza real plaza’. (Castellanos, Hist. del Nuevo Reino, t, Il, ed. cit., Canto IV, p. 370 b). Para reducir a los indies que tesoneramente resistion en la fragorosa y_ casi inaccesible cima del pefiol o pefién de Suta y Tausa, el Capitan Céspedes Tamd en su auxilio al capitdn Juan de Arévalo, residente a la sazon en Suesca, Acudié éste con ‘Brisa, Con algunos soldados emprendié por cierta parte el ascenso del pefiol y al propio tiempo ordend a Juan de Montalvo, quien antes habia parti- cipado en la toma del pefién de Simijaca, que escalara la otra, Este, tras refriega momenténea, logré convencer a los sutas y tausas de que se aviniesen a términos de paz. Arévalo, por su parte, no consiguié con ia violencia lo que. Montalvo obtuve con fa cordara. Este, viendo la safia con que en la acasién Arévalo cargaba contra los natives, envidle carta con indio mensajero invitindolo a que se repor- tara y no causara tanto estrago. En medio del estruendo y confusion del combate no pudo el mensajero entregar a Arévalo aquella carta, que, de haber Megado oportunamente a su destino, hubiera evitado la cruel carniceria en gue termind aquella vergonzosa jornada. (Cf. Aguado, t. I, p. 358). En su larga vida, pues pasé de los ochenta, Montalvo desempefié diversos y seftalados cargos: Mayordomo de Santafé, Teniente Gobernador de La Palma, Alguacil Mayor de la ciudad, Alcalde Ordinario de la misma en_ tres ocasiones, Procurador eral y Tesorero Oficial Real. Poblé, ademés, el Valle del Espiritu Santo y a Santiago de Sompallén. Siendo Montalvo Alcalde de Santafé_ en 1582, interpuso su autoridad e influen- cia ante el Visitador Juan Prieto de Orellana para que fuera puesto en libertad ¢] ex-visitador Juan Bautista Monzén, acusado por el ambicioso Fiscal de Ia Audiencia, Miguel de Orozco, de organizer un alzamiento en connivencie con don Diego de Torres, cacique de Turmequé. La intervencién de Montalvo tuvo buen resultado, pues Prieto de Orellana ordené sin dilacién la libertad de Monzon y que fueran reducidos a prisién el Fiscal Orozco y el Oidor, para ser remitidos Juego a Espafia. Cuando era Presidente de la Audiencia el doctor Francisco Guillén Chaparro, recibié éste a noticia de que el corsario Francis Drake, después de haber asaltado y saqueado a Santo Domingo, se aprestaba a hacer otro tanto con la ciudad y puerto de Cartagena. Sin dilacién, el Presidente convoed a los capitanes descen- dientes de los primeros conguistadores, residentes en las distintas provincias del Reino, para que elistaran soldados, armas, pertrechos y provisiones, con ef objeto de acudir sin demora en auxilio de Cartagena, Castellanos, en su Discurso del Capitén Francisco Draque, canto tercero, hace una rainuclosa relacién de ios 2da- lides y milicias convocados para hacer frente a tan ardua emergencia, relacién que, guardadas las debidas proporciones, imita al famoso catélogo de caudillos y navios que a Troya fueron, detallado por Homero en el primer canto de La ditada. En dicho recuento Castellanos menciona a Juan Montalvo, el ultimo sobrc- viviente de los capitanes que Tegaron con Quesada al Nuevo Reino, y a la sazén casi octogenario: 86 “También fue capitén Juan Montalvo para tal ocasién vardn entero, honrado viejo, vencrable caivo y de descubridores el primero; sobréle merecer, faltd ventura para tones la vida mds segura”. (Castellanos, Ob, eif., t. Il, p. 318 a). Cuando en Santafé todes se entregaban a hacer diligentes preparativos beticosos y pomposas demostraciones de fuerza con destiles de arcabuceros, xodeleros y coraceros, bajo el desptiegue de los penuones reas y al son de clarines y tam bores, llega la noticfa de que en una noche de agosto de 1585, sir Francis Drake, apoyado por 2.000 hombres de tropa a los érdenes del gencral Carleill, y con una flota comandada por Martin Frobisher y Francis Knollys, tomé 2 Cartagena durante seis semanas y le impuso un rescate de 110,000 ducados. 29 Jerénimo de Inza. 9 de junio de 1538. Se lleva a cabo ol acts de reparticién del botin de la conguista, Para el avalio de los ceballos muertos en Ja expedicién desde Santa Marta, iveron designados por el Real de Nuestra Seitora de ta Espe- enzo asentado en la Sabana de Bogotd, los capitanes Jerénimo de Inza y et bal ler Diaz Cardozo, quienes proceden a hacer y presentar el inventario dei caso, bn el mismo acto cle reparticron, 1e correspondieron a inza tres partes de oro ¥ Piedras preciosas, y, dada su calidad de meritorio, se le doté de una mejora de 150 pesos, siendo el dnico de les conquistadores que rounia en su persona la doble condicién de capitan y meritorio, En ia segunda y por algunos llamada la auténtica fundacion de Santafé, llevada a cabo en abrii de 1539, Inza, junto con Pedro de Arévalo, fue distinguido con el honroso cargo de Aicalde de primer vora © primera vara, o sea la antitesis de los Iamados alcaldes de monterilla. Como capitin de macheteros, Inza forma parte de la vanguardia de la compa- iia que, al mando de Quesada, sale de Sante Marta en busca de las cabeceras det rio grande de la Magdalena. Es a éf a quien corresponde desbrozar la selva y des- pejar troehas a todo lo largo de las riberas del rio y hacer otro tanto para abrirse paso, mas adelante, a traves de lus serranias de Upon. Flérez de Ucariz precisa en sus Geneaiogias (t, 1., p. 156), cudl fue la misién que por Quesada te fue asignada a Inza a Ia primera etapa de Ja jornada conguistadora: “En Sarpallén dispuso el general Quesada una compaiia, como de gastadores, dandoie el nom- bre de macheteros, escogiendo los de més’ aliento y fuerzas; y por su caudillo y capitan a Jerénimo de fa Inza para que fuese abrindo camino, que no era de Jas menores dificultades que impedien, por ser arcabucos espesos y cerrados que no odian romper de otro modo que cortandy aybo.es y monte bilo, para hacer puentes a los rigs, con gue fueron prosiguiendo éstos y los navegantes que descu- brieron una poblacién de indios, y sin Megara ella dieron noticia al General, gue se adelanté con su hermano Hernan Pérez de Quesada, Antonio de Lebrija, Baltasar Maldonado, Antonio de Olalla, Hernan Venegas, Domingo de Aguirre y Pedro de Velasco en tres barquetas y descubrieron el pueblo de La Tora...”. EL mismo Florez, de Ocdriz_ incluye a Inza en la lista de los que consiguicron el descubrimiento del Nuevo Reino de Granade, con esta anotacién: “Capitan de Macheteros 0 gastadores, uno de los primeros ‘Alcaldes de Santafé; no paré en este Nuevo Reino” (t. I, p. 169). Refiere fray Pedro Simén que cuando Ios espafoles Megaron al Vaile de las ‘Turmas, en Ja primera noche que alli acamparon no pudieron dormir a causa de la gran griteria que armaron los indios gue peblaban cerros, cumbres y_laderas, razon por la cual 2 aquel lugar se le cambié el nombre por el de Valle de la Grita. “Al dia siguiente los indios Cecidieron probar sus fuerzas, y, sin pensarlo dos veces, zeometieron contra los espafioles, Entonces Inza salta sobre su caballo en pelo, y seguido de un soldado de nombre Juan Rodriguez Gil, hace tal estrago entre los indios, que estos. al verse tam acosados, se perdieron entre la montafia. ‘Tales indios, agrega el cronista, al ver jinetes por primera vez en su vida, “pensa- ban ser una misma cosa caballo y jinete”. Después de esta cscaramuza, Inza entrd con su gente, 2 mediados de enero de 1538, a Ja provincia del Cacique Hamado Sacrceuces, Hamada tuego de Chipaté y sitada no lejos del Inger donde hoy se levanta Ia ciudad de Vélez. 87 Al igual que al capitén Garcia Zorro (véase nota 27), a Jerdaima de Inza se le acusa de haber presionado insistentemente < Quesada, diese que a instanciss de sus compaiicros de armas, para que ordenara la prisidn del Zaquesazipa o Sagipa. El General termind por acceder a Jas instancias de Inza, quien no pard aqui en sus intentos, sino que luego pidid se atormentara al cacique, porque éste se resistia a revelar ‘dénde ocultaba el oro que habia pertenecido. a's. antecesor Tisquesuza. A causa de tales tormentos, murié el infortunado Sagipa. Inza regresé a Santa Marta, no se sabe si con Jerénimo Lebron, cuando éste vio defrandada su ambicién de ser Gobernador y Teniente General’ de estas tierras, 0 en compafifa de aquellos que abandonaron ef Nuevo Reino por no avenirse con Suarez, Rendén, cuando éste se hizo cargo del gobierno mientras Pérez de Quesa- da andaba en busca del Dorada. A comienzos de 1542, ef Adelanta Lugo, residente a Ja sazén en el Cabo de la Vela, prepara su expedicién al Nuevo Reino ¢ invita 2 Jerénimo de Inza, a Alonso Martin y al genovés Mateo Sinchez Rey, para que lo acompafien en esta nueva jornada al pais de los muiscas. Es- tando en estos preparativos, la muerte sorprende 2 Inza en Santa Marta. Alcanzdé a hacer testamento, designando como a herederos suyos a Alonso Martin y a Juan Ortiz de Zérate, Después de muchas peripecias y de mafioscs ardides, en los cuales era muy avezado el gobernador Lugo, la herencia de Inza vina a parar en manos de éste. Pero Lugo no pudo gozar de ella a sus anchas, como pretendia, porque se vio atrapado en una tan enmarafieda red de pleitos, que le fue imposible escapar. Finalmente, el Real Consejo de Indias, después de’ tres afios de litigios, confirmé la sentencia dicteda por Diaz de Armendiriz y ordend que Alonso Luis de Lugo pagara la suma de 8.000 ducados al unico heredero supéestite, el factor Juan Ortiz de Zérate, y al Provisor Garcia Matamoros, albaceas ambos del coheredezo fallecido, Alonso Martin. 3° Baltasar Maldonado fue hijo del caballero salmantino don Francisco Maldo- nedo, quien por algin tiempo estuvo al servicio de don Fernando Alvarez de Toledo, Duque de Alba. En sus mocedades, Baltasar fre paje del mismo Duque. En Santafé contrajo matrimonio con dona Leonor de Carvajal, dama que vino al Nuevo Reino con su hermana Maria, esposa sucesivamente cel Mariscal Jorge Robledo (con quien casé en Espafia), del ‘Tesorero Real don Pedro Bricefio y por ultimo del Oidor y Presidente de la Real Audiencia, don Francisco Bricefio. Hijos de don Baltasar y de dona Leonor fueron: Alfonso, Ana, esposa del capitén Francisco Avendafio, y Maris, espesa de Gabriel Limpias Feijoo. Dofia Leonor, al enviudar, contrajo segundas nupcias con cl capitin Pedro Patifio de Haro. Procedente de Espafia, llega Maldonado a la cindad de Santo Domingo, en fe- cha que no se ha podido precisar. De alli viaja a Santa Marta en el séquito del Gobernador doctor Rodrigo Infante, nombrado por la Audicncia de la Espafiela. A éste sucede en el cargo, el Adelantado de Canarias, don Pedro Fernandez de Luge, a cuyo servicio se adscribe luego Maldonado. A los pocos dias de haber desembarcado el Adelantado en Santa Marta, se da cuenta de que las provisiones se agetaban y de que las epidemias cundian diez mando su tropa y haciendo duros estragos en los vocinos, sus gobernados, Era preciso, pues, buscar los abastecimientos donde los hubiese, sustraer el mayor né- mero de personas al contagio y buscar oro para pagar los fletes de Jos buques en que Ja expedicién habla Megado a una citdad que no era ciudad, y que hacia exclemar a Castellanos: “aDénde esté la ciudad rica por fama Que Santa Marta dicen que se lama? Y¥ vosotros, vecinos sin proverbio, tComo podéis vivir desta manera? En chozuelas cubiertas con helechos, De que el vients menca la madera, Una pobre hamaca vuestro lecho, Una india bestial por compaiera, Curtido cada cual, seco, antarilic como tos que castiga Peralvilto”. 88 Para intentar ¢s0s empefios determina el Adelantado Fernéndez de Lugo ix en busca de Io que faltaba en terres donde todo ello sobraba. Y esas tierras eran pre- cisamente aquellag que habitaban los indios bondas, tan temides por los indefensos samarios. Hacia ella se encamina don Pedro con sus mejores adalides, ya probados en andanzas semejantes y diestros conocedores de los mas furtivos camines, tales los cupitanes Cespedes, San Martin, Diaz Cardoso y Manjarrés. Con éstos va Balta- sar Maldonado, soldado raso, que con su coraje cumple titulos de escalafon, si bieu ¢s hijodalgo de_ solar conocide y por mel de sus culpas fuc paje, en su juventud, de don Fernendo Alvarez de ‘Toledo, Duque de Alba, flagelo de flamencos y portu- gueses on épocas lugendas. No salen bien librados don Pedro y los suyos do esta entrada a tierra de 10s bondas. Prueba aguel otra jornada 2 dominios de los bondi- a8, de los chairamas —duros de pelar—, de loé taironas y de los guanebucanes, in esta expedicion, en la gue también participa Baltasar Maldonado, los resultados son alentadores: se recoge buen botin de oro y gran cantidad de albajes y_joyas. Pero estos tesoros vienen @ parer, en mala hora, cn las codiciosas garras de don Luis de Lugo, quien, birlindole a su padre, el Adelantado, lo que por ley le corres mndia, clude rogresar a Santa Marta y ‘socretomente se cmbarca con rumbo a spalia. ‘Mas tarde sale Baltasar Maldonado de Santa Marta con Quesada, formando parte de una de [as ocho compaiiias que van por tierra en busca de las cabeceras de] rio fgando de Ia Magdalena. Participin, ademés, en esta jornada, los egpitanes Sudrez endén, Juan del funco, San Martin, Cardoso, Lebrija, Juan de Cespedes, Valen- zuela, Lazaro Fonte (Castellanos, Elegias, tomo J, 2* parte, Elegie IV, Canto Il, p. 434 b). Fl Ucenclado Luis Gallegos, a quien Castellanos Hama Juan, es jefe de la flota de bergantines. Informa a Quesada que, en su ix y venir por ef rio, ha avistado un pobiezuclo y que la gente que sube por Werra, podria encontrar en él abriga y provisiones, de los que viene tan necesitads. Oido esto, Quesada ordeng aprestar tres barguetas o lefios y que en ellos naveguen, convenieniemente repartidos, Balta- sar Maldonado, Pérez de Quesada, Antonio de Lebrija y otros capitanes comanda- dos por Quesacle en persona. Salen todos en busca del pueblo entrevista or Callezos, que no era otro que La Tora, al que laman Barrancabermeja por el color rojizo de Jas orilles del rio. Alli esperan al resto de la gonte gue venia por las riberas del Magdalena, el cual turds seis afas en Hegar. (Castellanos, Elegias, somo I, 2* parte, Elegia 1V, Cento II, p. 444 b) y Florez de Qcdriz, Conealogias, t, 1, p. 156). Cuando Quesada, al llegar a Ia entrada del Nuevo Reino, cuenta a los clento sesenta y_scis sobrevivientes de Ja penosa jomada, mumera entre ellos a Baltasar Maldonado, quien, segén Castellanos, fue uno de los finetes que, valerosa pero im- prudentemente, arremelieron contra los indics de Zipaquiré cuando éstos preten- dieron atacar por Ja retaguardia a Quesada. Agrega el cronista que don Baltasar, por sus valerosos hechos, “merecia particular twactado” (Elegias, t. I, Canto IV, p. 452 2); Historia del Nuevo Reino, tomo Il, canto II, p. 356 b). En la encarnizada batalla que sostienen los espaiioles con Tes numerosas y bien apertechados mesnades del Cacique Duitama, en los fértles camper de, Bonzs, jespués del saquco de los cuantiosos tesoros del anciano Quemuenchatocha, por aquélles perpetrado, e! General Quesada estuva a punta de perecer. En efecto, con- tra toda prevencién se erapeia en lidiar solo contra ana partida de duitamas, con tan mala suerte, gue presto se ve rodeado de un gran nimero de gandules que Blanden contra él sus gruesas y nudosas macanas, Uno de ellos logrd acestarle un tan recio golpe en el musio que le hizo perder ¢] control de su cabalgadura y da con el General en tierra, Los gandules caen sobre él, que pronto se repone del golpe, se ineorpora y se defiende con su espada como puede, a fuerza de dobles y mandobies, Viendole Baltasar Maldonado en tan apurado trance, embraza sa rodela, pica espuelas a su montura y como una tromba atremete contra Jos alborozados gandules, sepuros ya. de tener en sus manos presa ten codiciada, Rando, el fiero soldado rescata al cabzllo y a su aporreado jinete, y luego ambos, don Gonzalo y don Baltasar, pelesndo hombro a hombro, salen airosos de tan inopinado pereance. (Ct. Piedrahita, ob. cit. t. TL, pp. 66-67). Ei General Quesodoy después de haber despojedo de. sus tesoos af caciaue de Tunja, resuclve reanudar sus incursiones en los dominios del Bogoté, con el fio de someterlo definitivamente y obligarlo a que le entregara sin mas dilaciones sus 89 fabulosas riquezas. De éstas ya le habia dado cuenta detallada aquel sedor de Tunja, aguijonedndole asi la codicia y avivandole ¢l desea de desquitarse de quien con reiteradas afiagazas y guazdbaras se habia burlado de ¢i hasta entonces. ‘lado esto Jo bacia el Bogota con miras a aplazar definitivamente la entrega de los prometidos tesoros de que era ducio, y que él estaba decidido a que nunca pasaran a avari- ciosas manos espaGolas, Para poner en prdctica esta determinacién, Quesada escoge tos mejores peones y jinetes de su tropa, y emprende con ellos uma larga jornada para sorprender al Bogot4, tomarlo prisionero y apoderarse de sus cusntiosas rique- zas, Pero el Zipa era un hueso duro de roer. A las reiteradas propuestas de paz de Quesada, responde siempre con ialsas promesas y continuas guazaharas, gue 1 di- rige desde un lugar tan retirado y escondido, que los espaioles nunca lograron dar con él, En uno de estos encuentros, aquel en que los espaficles, simulando haber sido derratados, se vuelven de repente y cargan cerradamente contra kos indios, obli- gdndolos a una confusa y dispersa fuga, Baltasar Maldonado y Lazaro Fonte sor- prenden a dos indios escondidos entre unos matorrales y los Levan al real del ge- neral Quesada, Este los acosa a preguntas pars que revelen el iugar donde esté esconditio su sefior. Los prisioneros se obstinan en su silencio. Entonces aquét ordena que sean sometides a tormento, Uno de ellos, por ser casi un anciano, no resiste las torturas y mucre a causa de ellas. EE otro, un mozo, termina confesando y se ol a Hevar a Quesada con Jos suyos al sitio adonde se habia retraido el Bogotd. Al amanecer del dia siguiente, cuando los espafoles guiados por ¢l indio traidor van en busea de? escondite del cacique, dan con un cercado dei cual sale en precipi- tada fuga un confuso tropel de indios. Los soldados de Quesada les persiguen y obran en ellos crudelisima carniceria. Un pedn y ballestero, de apellido Dominguez, atraviesa a un indio con su lanza y lo deja muerto, Dominguez prosigue su perse- cucidn contra el resto de los indios gue huyen, sin enterarse de que e] india a quien acaba ee alancear es el mismo cacique Bogotd. (Cf. Aguado, Recop. Hist. t. I, p. 302). Fundada la ciudad de Tunja, Hernén Pérez de Quesada procedié morosamente a hacer Jos repartimientos de indios entre los nuevos vecinos, y con manifiesta par- cialidad en favor de los peruteros © capitanes y soldados que con Benaledzar habian venido al Nuevo Reino. Estos, con lisonjas, obsequios y otras aiiagaras que puntual: mente enumeran Castellanos y Piedranita, logran ganarse 1a voitntad y los favores de Pérez de Quesada. Con tan inequitativo reparto no se muestran conformes, antes bien protestan contra él, los soldados que vinicron con Jiménez de Quesada y Fe- dermann. Baltasar Maldonado, acreditado entre los suyos como hombre valeroso y de consejo, protesta publicamente contra el desigual reparto de encomiendas hecho por Pérez de Quesada. Este, para acallarlo, determina cnviarlo a someter la rebelién del Sogamoso, que por aquellos dies habia estallado. Maldonado, bicn provisto de tropa, de pertrechas y vituailas, sale al encuentro de los insurrectos, acomete re- ciamente contra ellos y los vence, después de causar inauditos estragos on sus tierras. “Harte mis riguroso que clemente”, da inhumane trate al Sogamoso. Cumplida sa- fiosamente esta misién de guerra, apréstase Maldonado a ir en busca del cacique de Tundama, sometido a su vasallajc cn virtud de encomienda asignada por sus notables servicios en Jas jornadas de conquista y descubrimiento det Nuevo Reino. El Tundama, firmemente decidido a no someterse a la subordinacién de Maldonado, sienta su real en una amplia extensién rasa, rodeada por un pantano semicircular, cuya brecha, que da a una sierra, ordena cerrar haciendo cavar un feso que une Jos dos extremos de] pantano de circunvalacién, para impedir a los jinetes espafioles ‘el acceso al Ingar donde é] acampa con mas de 20,000 hombres, ya curtidos en encuentros con la_gente hispana, y acompariado de los caciques y sefiores de To- basia, Chitagota, Soaté y Cerinza, sus aliados. Por su parte, Maldonado acude al bélico encuentro con 40 jinetes, 60 infantes y 2.000 indios yanaconas. Bajo su mando actian Pedro Ruiz Corredor, Alfonso de Aguilar, Diego Montanez, Pedro Yaiiez, Diego Paredes Calderén, Miguel Sénchez, Gémez de Cifuentes, Pedro Mufioz de Cabrera y muchos otros més. Instalado su’ campo frente a frente con ol del Duitama, Maldonado, antes que empemarse en una lid, que é] sabe seré encarnizada ¥ penosa, prefiere intentar an avenimienta con el enemigo, y con este fin avanza prndentemente hacia su campamento hasta Hegar a un lugar desde donde pueda ser oido. Asegurado de esto, a grandes voces invita al Duitama a la paz con palabras ¥ razones persuasivas. Este, arrogante, grita que con él no valen palabras engafiosas 90 y que como bueno sabra defender lo suyo, Con la diltima palabra dispara su flecha, seal convenida para que sobre Maldonado y sw gente caiga tm pungente chaparrén de dardos y sactas. Al dia siguiente intenta Maldonado un ataque inicio! para forzar la entrada al campo det Duitama, Fscoge coma primer y central objetivo el foso que da a la sierra, sector defendido por “las tropas de los sefiores de Chitagota y Soatd, mencs ejercitadas en tierra pantanosa, por ser criadas entre pefias y montes”, como dice Piedrahita Ct. 11, p. 251). Ignoranda Maldonado que el foso tenia partes vadeables, qaiso su mala suerte que aventurase a sus jinetes por la parte ms hondable o profunda, poniéndolos en grave riesao de ahowarse. maxime cuando los indios car garon, al verlos en trance tan apurado, con un tan recio chubasco de picas y dardos, que les obligaron a volver grupas hacia su real. Ademas de acometer directamente, otro de los intentos de Meldonado fue el de cerrarles a los duitamas los caminos de aprovisionamiento, pata asi obligarlos a rendirse por inanicién, Vano empeno, porque los sogamosos y los paipas, tdcitos aliados del Tundama, por trochas y veredas sdlo de ellos sabidas, y a favor de Ia noche, le hactan ilegar a éste todo sénero ce avios v cuministros. Cuantas veces in- tenta desesperadamente Maldonado forzar el campo enemigo, otras tantas tiene que desistir ante la inesperada e inquebrantable resistencia del enemigo. Se le sugieze, entonces, pedir auxilio a Santefé y Tunja, Inutil sugerencia a quien, con menos gente que la que ahora comanda, ha logrado en otras ecasiones vencer a enemigos més numerosos que los que hey, altaneros, to retam y castigan. En sitracién tan desalentadora quiso fa suerte que un indio, deseoso de vengarse del Tundama Cpargue ¢ste lo habia mutilado per haberle aconsciado en alguna ‘ocasiém que hiciese In paz con os extranjeros), le informara a Maldonado que, vor haberle sabido él, el indio, de unos parientes suvos que contra su voluntad mi- litaban en las filas del Tundama, la parte mds vulnerable del cerco defensive det campo contrario era ta de! foso. En ¢fecto, por heber sido cavado éste a distintos niveles, la mayoria de sus partes era facilmente vadeable, menos aquella por donde sc habia aventurado imconsultamente Maldonado en su primer intento. Con este aviso, que don Baltasar diputa por providencial, al dia siguiente pone en practica un plan que habia madurado la noche anterior. Lanza al ataque una primera olea- da de infanterfa para franauear el foso por donde cstimé ser precticable, v, en pos de ésta, una segunda oleads de iinetes que, sizutendo os pasos franaueados por Jos infantes, ganan la otra orilla, defendida por eltes trincheras construidas, en una vasta extensién, con una sesistente amalgama de piedras, barro v cescedones. Mien- tras los infantes arzasan con picas y azadones estas trincheras, Ios jinetes, pasando nor las brechas que van abriéndose, dan una tremenda carga contra las avanzadas de los indios, que tratan de contenerla con fiereza tanta, que ponen en jaque a los cspaiioles, hirtendo a no poces de ellos. Pasada la primera sorpresa, no terdan mfan- tes y jinetes en concertar sus fuerzas y dar una segunda carga més a fondo ¥ mas encamnizada que Ja primers, y tanto, que logran que los duitamas se replieguen, sin dejar éstos de atronar el ambito con espantable griteria y con estruendoso retumbo de fatutos y tambores, disparando en su retirada forrentes de certeros_vena- bles y cnherboladas flechas, Bien caro pagan los hispanos su victoria. De los indios. perecieron 4.000 y otros tantos fueron heridos. A esta accién, bélica, cenrrida en diciembre de 1539, se le conoce con el nombre de ta “guerra del Pan- tano”. El Tundama es e] ultimo en retirarse con sus quardes y algunos de sus ca- ciques altades. Retraido a Duitama, pasa luego a Cerinza, donde trata de rehacer ‘su ejéreite con la ayuda que en el] caso le prestan los caciques de Gimeza y Bus- banzd. En tres 0 cuatro ocasiones pretende tm desquite, pero, desamvarado de Ja suerte, tiene que rendirse y someterse @ vasallaje. Envia misiones a Maldonado con ricos presentes. Este le corresponde con las consabidas baratijas con que las espafio- Jes pretendieron siempre deslumbrar a los indics. Concertadas !as paces, Tundama se obliga 2 pagar periddicamente un tributo a su encomendero Maldonado, hasta que llega el dfa en que _aquél, agotados sus tesoros. na puede cumplir to prometido. Maldonado reclama a Tundsma coléricemente. Este responde con altancria, Mal- donado, que lleva en la mano un martilla con el que acosturebra machacar el oro i jas joyas para convertirlos cn teios, le asesta con €] un tan fuerte golpe, que lo mata. 91 Por este delito, y el cometida en ta persona del Sogamoso, amém ce otros castigos que ejecuté con exeesivo rigor, fue acusado Maldonado posteriormente por el Go- berador Miguel Dez de Armendériz, y a causa de ellos fue privado de las enco- miendas de Duitema y Cetinza, en jurisdiccién de la Provincia de Tunja. Maldona- do, ereyéndose por eso injuriado, apele ante Pedro de Ja Gasca, gobernante del Perd a Ie sazin. Este lo exime de todo cargo, ie devuelve la libertad y le restituye sus encomiendas. (Cf. Piedrahita. t. Ul, ed. cit. lib, VIL, cap. V, pp. 245-259 y Castellanos, Historia del Nuevo Reino, t. Ii, ed. cit., canto XVI, p. 466). Era. casada ‘la primera comisién enviada por Pérez de Quesada a Lebron, cuando éste se hallaba en Vélez, en camino hacia Santafé. con el objeto de que se Je reconocie- ra como Gobernador del Nuevo Reino, sin titulos legales que Jo acreditasen como tal, comisién aquélle integrada por Antonio de Olalla y Guzmén de Avellaneda, resulvi6 e) Gobernador de Santafé enviar una segunda, integrada por Baleasar de Maldonado y el capitin Juan Cobrera, para que lograra lo que no alcanzé la pri- meta, 0 sea, que Lebtdn regresara a Santa Marta y na persistiera en su necio in- tento, Cabrera y Maldonado tampoco pudieron convencer a Lebrén y_regresaron de Vélez sin demora, con el objeto de informar de su fracaso a Pérez de Quesada Castellanos, Hist. N.R., t. I, Canto XVI, p. 466). Viendo Hernan Pérez de Quesada que ya en las ciudades de Santafé, Tunja y Vélez no habia encomiendas de indios suficientes para el sustento y mantenimiento de Ta cada vez mas creciente poblacién espafiola, decide enviar expediciones en busea de nuevos asentamientos, donde los ociosos pudieran ocuparse y ganarse el sustento. Desde Santafé, en los dias claras y despejados se alcanzaban a vislambrar, hacia el occidente de ta Sabana, unas sierras nevadas que, semin Aguado, “hoy Teman les de Cartago”. La gente crefa entonces que tode regién cubierta de nie era asaz rica, prospera y muy poblada, Pérez de Quesada, que comparte esta comin greencia, comisiona a Baltasar de Maldonado pata que con 150 hombres marche en direceién 2 aquelias sierras columbradas, con el fin de hacer los descubrimientos de tierras y riguezas deseados. Maldonado emprende In jornada sin dilacién, penetra por la tierra de los panches y Mega a una poblacién, Namada Jaquima por sus Propios moradores, Reciben éstos 2 los espafiales con guazsbaras, Anaciguados los natives, pasan los expedicionarios a otro pueblo que Ilaman de las Canoas y situa do en las riberas del Magdalena. De allf, crazando el fo, ladean a Honda, v con ayuda de guias erriban a las oriltas del rio Guarino, para penetrar, a corta distancia, a la provincia de los Palenques, asf llamada nor estar fortificada con palenaues o fuertes vallas o estacadas de madera construidas por los indios con «1 fin de de- fender sus personas y haciendas. A cierta distancia de umo de esos palenques, acempa Maldonado. Un indio sale de allf en actinud arrogante, y, dando altas voces, desafia a los espafoles. Maldonado con sesenta hombres arremete contra el pa- lengue para entrar él por Ja fuerza; pero los indios se defienden con tan inusitado coraie, que maten a diez de los asaltontes y obligan al resto a retirarse, Maldonado se rehace en umos bohios. Al dia siguiente intenta un scgundo ataque. que es igual- mente repelido por los nativos. quienes con Flechas enherboladas hieren v dan muer- te a otros diez soldados espafioles. Maldonado, determinado a vengar Ja muerte de los suvas va extermincr el feroz adverserin, imagina un exdid para Uevar_a cabo su resolucién. Ordena a un soldado, de origen Jusitano v Mamado Mateo Sanchez Reyes, que constraya una gran caja de madera provista de un eje con dos rucdas, una especie de carro o chirrién. Fabricado el artefacto. esnecie de caballa de Troya, ocho hombres se acomodan dentro de él y, haciéndolo rodar, se acercan #] palen: que. Los indios guarecidos en éste, esperan a que el chirridn esté a su alcance, v cuando ya lo tienen a sus puertas, cargan contra él con unos grucsos v Fuertes garfios hasta destruirlo totelmente; y con él, a la gente que dentro de él va. Viendo Maldonado el desastrado fin de su ardid v que después de cuarenta dias de asediar Jos palenques v de perder 2 muchos de los suyos sin que los indios, por su parte, hubiesen sufride una sola baja, ordena ta retirada y proseguir el descubrimiento de as sierras nevadas. Con muchos trabajos atraviesa Maldonado otras poblaciones de la provincia de log panches, entre ellas una llamada Mineima, por donde antes habia pasado Be- naleazar, y préxima a las sierras nevadas. Al na encontrar alli nada de lo que busca, el capitdn, dando vuelta por el rio Magdalena, regresa a Santafé, donde gobiorna en Ja ocasién Pérez de Quesada (Aguado, ob. cit. t. T, pp. 373-76). 92 A principios de septiembre de 1540, Herndn Pérez de Quesada, dejando en su reemplaza al capitan Suérez Rendén, sale de Sentafé para emprender la famosa ex- pedieién del Dorado. Entee otros capitanes, leva consigo a Baltasar de Maldonado, quien de su propio peculio costea la compra de algunos caballos y Ja manutencién y sostenimiento de un pequefio contingente de soldados. La expedicién sale por los Llanos, sigue en parte Ja yuta ya trafagade por Federmann, con muchos trabajos trasmonta los paramos de Pasca, arciba al pucblo de Nuestra Sefiora, no muy lejano de los Manos venezolanos, cruza los ries Guaviare y Papamene, penetra en tierras de los indios choques hasta [legar al promontorio de Finisterra, Después de muchas penalidades que cuestan la yida a no pocos expedicionarios, arriba Pérez de Que- sada a un pueblo, al que dan el nombre de Guaz4bara por e} refido encuentro que alli tiene e] capitin Maldonado con Jos indios de la regién, y del cual salen éstos mal librados. Saliendo de GuazAbara, se redohlan tanta Jes aflicciones y tra- bajos, que Pérez de Ouesada esté a punto de desistir de su empexio y regresar; pero convencido por algunos de los suycs de que era empresa més ardua retorner que proseguir, se decide a continuar avanzando. Lega al rio Bagre, Jo vadea, y luego, vencienda muchas dificuitades, logra cruzar el tio Olmeda, Mamado ast por haberse ahogado en él uno de los més valerosos soldados de la jornada, Jorge de Olmeda, con su caballo y una india que flevaba en ances. Al Megar a la Fragua, Pérez de Quesada ordena a Baltasar Maldonado que, mientras é] descansa alli, siga adelante por yer si descubre lugares mds poblados y de mejores cultives que aquellos desha- bitados y montafiosos por donde con tantisimos e indecibles riesgos han tenido que trafagar. Mientras Maldonado cumple lo que se le ha ordenado, Pérez envia otra tropa de gente, al mando del capitan Martinez, ees por otra via vaya en busca de caminos més cortos y accesibles, porque los halfados por Maldonado no Te pa- recen ser los convenientes para aliviar la pesadumbre de la jornada que hasta alli han llevado. Esta avanzada, la comandada por Martinez, da can un pequefio caserio bien provisto de alimentos, situado en la banda de un rio y al que ponen el nombre de Valladolid. Martinez regresa 2 dar cuenta de su hallazgo a Pérez de Quesada. Entre tanto Maldonado se adelanta y Ilega a Ia ribera donde se asienta aque] caserio de Valladolid. Intenta pasar el rio, pero se lo impiden Ios indios que, apestados en una lenqua de tierra que entra en el rio, reciben a los espafioles con una copiosa Muvia de darsos y de flechas. Sélo al anochecer del dia siguiente, mientras los indios se han ido a recogerse en sus bohios, logra el capitan Baltasar vadear el rio con su gente, haste llegar a uma jista, donde se emboscan para sorprender a los indies por Ia csnalda. en caso de que reannden Ta guazdbara que habia quedado en suspenso ¢] dia anterior. Les cosas suceden como les habian previsto los espa- fioles. Salen los indies de sus bohios en busca de Maldonado y los suyos. A su turno, salen éstos de su emboscada y cargan sobre los naturales con tan extremado rigor que Ia mavoria de ellos, mortalmente heridos, se ahogan en el caudaloso rio. La gente de Maldonado repasa en canoas el rfay se aposenta en Valladolid, donde hallow provisiones suficientes para desquitarse de las hambres pasadas. Transcurri- do algtin tiempo, les expedicianarios contintian la marcha, siguiende ¢l curso del rio hacia arriba. Esta marcha es harto penosa y lenta por scr muchos los enfermos cue es necesario atender y ayudar a transportar en guandos y hamacas, para tal fin_improvisades. Desorientados y extraviados, Ilegan Pérez v su tropa a Mocoa y de alli ascicnden a un lugar montanoso y més poblado, donde halon comida suficiente. En tal sitio se alojan v Pérez encomienda una vez més al canitén Mal donado la misién de ir a descubrir un camino por donde pudieran salir de aquellas tupidas montafias y fragorosas sierras. Don Baltasar, perdido ef rambo, camina du- rante tres dias, al cabo de Ios cuales, después de trasmontar una empinada cordi- Tlera, da con un valle muy poblado, que [lamaban de Sibundoy. Este valle esta precisamente dentro de 1a circunscripcién de Ja provincia de Pasta y es, por consi- guiente, de la jurisdiccién de Popayén. Por aquellos dias andaban por él gentes de Benaleézar en misién pacifieadora. Maldonado, ignorante de todo esto, regresa a dar cuenta de st hallazgo a Pérez de Quesada, quien sin demora alista su gente y se apresta a recorrer el ultimo jalén de su penasa jornada. Ya en Sibundoy, no tardan en encontrarse algunas capitenes de Benalcdzar —-Molina, Cepeda y otros— con Hernan Pérez y Jos restos de su infortunada expedicién. Estos son bien acogidos. Pérez vende a buen precio las joyas que le quedan, y con el dinero recibido dota a los suyos, dejéndolos en Hhertad para que cada uno siga el camino que a bien 93 tenga. Luego de esto, mercha a Cali con el objeto de entrevistarse alli con Benalcd- zar. El precio de esta frustrada jornada del Dorado fue ta vida de mas de cien espaiioles y de cerca de ocho mil indios de ambos sexos, sin contar la de la mayor parte de los caballos, CAguado, Ob. cit., t. 1, pp. 381-86). Cuando Bensledzor se pronone poblar a Neiva, Alonso Luis de Lugo, que habia Uegado como Adelantado del Nuevo Reino en vez de su descubrider y conquistador Jiménez de Quesada, le escribe para disuadirlo de su intento, alegando que habia sido gente suya, la de Lugo, quien habia descubierta les tierras que ageél ahora se propane poblar. Benalcdzar contesta a Lugo en forma airads. El Adelantado de- cide entonces envier como mensaiero de paz 2 Baltasar Maldonado, m4s con el propésito de deshacerse de éste, celoso def mucho aprecio en que la tienen los suyos, que de aplscar el enojo de Benalcézar (Castellanos, Historia del Nuevo Reino, t. 11, canto XX, p. 477) A principios de 1541, regres Benaledzor de Espafia, Viene con los titulos de Adelantado y Gobernedar vitalicia de Ponavén. Intima a’ Andagoya, que a Ja sazin ejercla el cargo de Gobernador y Adelantado del rio Son Juan y’s¢ habia hecho reconocer como Gobernador de Popayan y Cali, que abandone. esta iiltima gober- nacién por no corresponderle. Andagoya se niega, es encausado por el delito de usurpacién_ y encarcelado, Luego, en calidad de prisionero, pasa a Quito con el Visitador Cristéba] Vaca de Castro, y de alli a Espafia, donde murié. El primer acto de gobierno de Benaledzar es organizar una expedicién para somcter @ los in- dios paeces que, engrcidos con sus triunfos anteriores, impedian Ya comunicacién entre las ciudades del Valle, y amenazaban incistentemente a Popaydn. En esta jornada, que termina con la’ derrota do Benaleiz-r en el petin de élasa, toma Parte el capitén Baltasar de Maldonado al fado del capitin Garefa de Tovar, quien Ferecié en ta infausta jornada, del capitin Mertin Nieto v su hifo Francisco, y de Gon Diego Parcdes de Calderon. (Castellanos, Historla de Popuyén ed. ol, tomo I canto TX, pp. 182-189 a). Fatigado de tanto Hidiar en diversas y numerosas expediciones, jornadas y entra- das em tierras de muiscas, duitomas, panches, pantigores, palengues y paeces, se halla entregado don Baltasar Maldonado al descanso en Santafé. Viene entonces a perturbar su reposo una comprometedora carta del Virrey del Pert, don Blasco Ni- fez Vela, on Ja cual Ie insta a que Je ayude a Iuchar contra la rebelion encaberada por Genzalo Pizarro, quien acaba de despojarlo de su cargo de Virrey. Pese 2 gue su situacién econémica no es muy bovante a la sazén, a su costa Maldonado con- trata esclavos y compra armas y caballos, para acudir sin tardanza al requerimiento del Virrey en apuros. Unese a éste en Pasto y con él hece el camino hesta Otavalo. Alli Néiez considera que tas fuerzas que lleva reclutadas no bastan para contender con el usurpador. Decide entonces retroceder a Popayan en compafiia de don Bal- tasar; pero éste, enfermo y agotado, ya no puede valerse por s{ mismo. Los negros a su servicio tienen que transortarlo en una hamaca; y halldndose a dos dias de distancia de Pasta, cae en poder de las gentes de Pizarro, que lo Hevan_prisionero a Quito. Entre tanto, Neiiez de Vela, que ha Mogado a Popayan, urge » Benaledzar ara que lo auxilie con tropas y pertrechos en el ardue aprieto en que se_ halla, Ronaledzar accede, equina una expedicion de 400 hombres ¥ como Tentonte General el Virsey parte con ot hacia el sur para someter a los inpurrectos. Bp las inmeia- ciones de se traha Ja batalla de Afiaquito, Benaledzar es herido, y estuvo a punto de morir, el Virrey perece y triumfa la revolucién, Gonzelo Pizarro, vencedor, consiente en que Benaledzar reerese a Povayén. Después de ocho meses de cautive- tio en Quito, Maldonado es también puesto en libertad y tiene que hacerse cargo de recoger I2 retaguardia de un ejército quebrantade y deshecho. La fundacién de Pamplona, levada 2 ténmino el 1° de noviembre de 1549, no terda en atracr @ ella gran numero de aventureros, tentados por la rigueza de sus minas de oro y plata, Para el laboreo de estas minas se contratan muchos indios de Ja provincia que son explotados inmisericordemente por los maleantes que de todas partes acuden. Para impedir tan inicua como inhumana explotacién, la Real Audiencia acuetda a Pamplona con amplios poderes al capitén Baltasar Maldonado. Los afectrdos con las medidas precautelativas tomadas por éste con tal fin, disgustan naturalmente a los interesados en enriquecerse a costa de los indios de las minas. En consecuencia, acusan 2 Maldonado de faltas, nunca concretadas. cometidas en el] descmpeito de su misién. El joven Oidor de ja recién establecida Real Audiencia 94 del Nuevo Reino, Beltrén de Géngora, fe toma residencia a don Baltasar, y no ha- Handg motives de encausamiento, lo absuelve mediante auto fechado el 2 de junio le 1552, De los capitanes del descubrimiento y, conquista del Nuevo Reino, muy pacos fueron los que se libraron de verse acusados por actos de desmesurada codicia y de mel trato a los indios. En 1553 legs a Santafé el sombria Oidor y Visitador Juan Montafio y procede a tomarles residencia a los acusados de aquellas faltas y delitos. Entre éstos fiquran Baltesor Maldonado, Suarez Rendén, Céspedes, Galeano, Garcia Zorro y muchos otros. Liega entunces'2 Santafé la noticia de ta sublevecién de Ovén, ocurrida on el cur det pais. Montafio suspende inmediatamente el juicio contra Maldonado. En cl primer momento piensa, junto con el Oidor Bricciio y una junta de guerra convocada al efecto, en ef Mariscal Quesada para que vaya 2 Ia cabeza de tropes contra el insurrecto, pero luego prefiere asignarie tal mision a don Baltasar. Sale éste con gente bien armada en direccién al Valle de Neiva Al mismo tiempo Montafio marcha, como Capitin Gencral, a la defensa de Pop yan. Por la via de Quindio se encamina a Cartago y a Cali, pero cuando llega a la primera recibe noticia de que Ja sublevacién ha sido debelada. Esta misma nueva Ie Mega a Maldonado apenas llega 2 Tocaima. Uno y otro, cada uno por su lado, regresan @ Santafé, Fueron muchos los cargos que en su vida desempefé el capitén Baltasar de Maldonado. Entre otros, mencionamos los siguientes: Alguacil Mavor de Santafé, cuando asistié a la segunda fundacién de la ciudad en abril de 1539; Gobernador de Ja ciudad y provincia de Tunja, en reemplazo del capitin Sudrez Rendén; Visi- tador de Indios del Nuevo Reino: en virtud del desempefio de este empleo, y cn asacio del Arzobispo fray Juan de los Ramos, empadroné a los indios avecindades on Santafé, y les fij6 tasa para efectos de le asignacién de tributos y encomiendas. E] $ de mayo de 1551, el Emperador expidié real cédula que autorizaha a la Real Audiencia el otorgemfento a Maldonado del titulo de Alcalde Mayor de la, ciudad y provincia de Santafé. En calidad de testigo, concurrié a la fundacién de Tunia, + doce dias después cl Cabildo cle dicha cindad ordené que su nombre se inseribiera en el conso de vecinos. Semin Piedrahita. la Rent Audiencia comisioné » Maldonado para que efectuara Ja divisién y reparticién de los términos entre Tbagué, Mariquita. La Victoria y Tocaima. Baltasar Maldonado 1m *1 El hecho de que se cite a Juan de Madrid como encomendero de Pesca. pueblo de Ja provincia de Tunja, suscita algunas dudas, cttyos fimdamentos trataré de ex- plicar, basado en Ios datos que acerca de este personaje dan los cronistas que tratan de Ja primera etapa del doscubrimiento y conquista del Nuevo Reino. En primer luger, el padre Aguado dice en su Recopilacién Historial (t. I, p. 210) que Juan de Madrid fue capitan de una de Tas ocho compafifas que, al manda de Quesada, salieron de Santa Marta al descubrimiento de lot nacimientos del rio grande de 1s Magdalena, Fray Pedro Simén cn sus Noticias Historiales Ct, IL p. 59), Fernéndez de Piedrahita en su Historia General det Nuevo Reino de Granada Ct. 1, p. 184) vy Flérez de Ocdri2 en sus Genealouias (t. I, p. 154) estin de acuerdo, al respecto, con lo dicho por el padre Aguado. En segundo lugar, Jos cronistas mencionados coinciden cuando anotan, en los respectivas pasajes arriba citados, que Juan de Madrid murié en el camino antes de llegar a] Nuevo Reino. En torcer_luger, el padre Simén (ob. cit. t. I, p. 270), Ocdriz (ob. cit. tT, p. W171) y Rodriguez Freyle (en el pasaje que motiva esta nota) ineluyen al capitén Juan de Madrid en ja némina de tos capitanes y soldados que permanecicron en ¢] Nuevo Reino cuando a Espafia viajaron fos generates Quesada, Benalcdzar y Federmann. Cabe observar agui que, mientras que Sim6n se limita a [a mencién escueta del nombre de Madrid, Qcariz y Rodriguez Freyle anoten, casi con las mismas palabras, su calidad ¥ con- dicién de encomendero de Pesca. De lo exptesto aqui, fécilmente se deduce que el Juan Madrid que salié a la jornada del descubrimiento_y conquista de} Nucvo Reino con Quesada y murié en el camino, no es el mismo Juan Madrid que Rodri- guez Freyle menciona como encomendero de Pesca y quedé en el Reino cuando Jos tres Generales viajaron a Espaia. Ahora bien, tanto Piedrahita como Fidrez de Ocdriz dicen que Pedro Daza de Madrid fue hijo del capitén Juan Madrid que acompaié a Quesada como jefe de 6 a comienzos del afio de 1564, 95 una de las ocho compaiifas de la cxpedicién que de Santa Marta salié en buséa del pais de Ios muiscas. Al respecto dice el doctor Raimundo Rivas: “Dudamos que Pedro Daza de Madrid, Hamado generalmente Pedro de Madrid, fuera hijo del Capitan Juan de Madrid, por la razén de que los descendientes del primero, al hablar de los méritos de sus progenitores, encomian los servicios de Pedro en la conguista del Nueva Reino, pero nada dicen respecto de personaje tan seiialado como debié de ser el capitan Juan de Madrid cuando Figurabs con el mismo grado que guerreros tan notables como Sudrez Rendon, Céspedes, San Martin y Fonte. Probablemente ¢l padre de Pedro Madrid se amo también Juan, y de ahi la con- fusién del autor de la Historia General de la conquista del Nuevo Reino (Cf. Los fundadores de Bogotd, t. Il, pp. 29-30, n. 3). El error de que aparezca un Juan Madrid como encomendero de Pesca —en Ju- ger del verdadero duefio de esta encomienda: ef capitin Pedro Daza de Madrid, 0 simplemente Pedro de Madrid—, se debe posiblemente a que Rodriguez Freyle, guidndose por la lista de conquistacores residente en el Reino de fa partida de Quesada para Fspafia, elaborada por fray Pedro Simén, incluyé el nombre de Juan de Madrid en lugar del nombre de Pedro de Madrid, que es ef que originalmente cita Quesada en su relacién, y que a Ja letra dice: “Pedro de Madrid, vive en Tunja, tiene muy buen repertimiento de indios y muy provechoso; terné el repar- timiento sciscientos Indios poco mis o menos”. Cierto que fray Pedro Simon no menciona a Juan de Madrid como encomendero, sino que se limita a dar solamente su nombre y grado militar. En cambio, Rodriguez Freyle es més explicita al respecto: ‘Suan de Madrid, disereto y valeroso, encomendero en Tunja; fue suyo el pueblo ic Pesca”. A su turna, Ocariz, que debid cenocer algin manuscrito del Carnero, transcribe casi literalmente a Rodriguez, asi: “Juan de Madrid, valeroso y discreto, Encomendero de Pasc2, en Tunja”. (Genealogias, t. 1, p. 171}. Sin embargo, Oca riz, alvidindose de su transcripcién inicial, anota mds adelante: “Pedro Daza de Madrid, Encomendero de Pesca, en Tunja” (Ob. cit., t, I, p. 173). En resumidas cuentas, donde Rodriguez Freyle escribe “Juan de Madrid”, debe Teerse “Pedro de Madrid”. Este, en realidad, participé en la Conquista y descubri- miiento de] Nuevo Reino como soldado de caballeria. Asistid a la fundacidn de Santafé y Tunja. En ésta se le asigné un solar para construir casa. Participé en el sometimiento de Ia llamada “rebelién de tos petioles”, suscitada por los indios de Suta, Gucunuhd y Tausa, secuncleda Juego por los naturales de Ocabita v Lupe- chogue. Posteriormente tomé parte activa en Ja pacificacién de los valles de Garagoa y Tumangua, Onzaga y Tona. Sefialada fue su accién en las guazdbaras del Hamad Rincén de Vélez, Acudid a los sucestvos Hamemientos que se le hicieron pata some- ter la insurteccién de Alvaro de Oyén y para salir al encuentro de la anunciada incursién de Lope de Aguirre al Nuevo Reino. En ambas ocasiones tuvo que devol- verse a mitad del camino, al tener noticia de la muerte de uno y otre. Como re- compensa de sus sefialados servicios a la causa de la conquista de estas ticzras, se le adjudicaron a Pedro de Madrid las encomiendas de Pesca, Bombasa y Toquecha y otras, ubicades en jurisdiccién de la Provincia de Tunja. Se ha dicho, no se sabe con qué fundamento, que Pedro de Madrid legé 2 Santa Marta en le expedicion de don Pedro Ferndéndez de Lugo, pero si nos atencmos a Castellanos, Madrid ya se encontraba viviendo en aquelta ciudad cuando el Ade- Jantado de Canarias arribé con su flamante v abigarrada milicia, En efecto, ct cronista alanisense nos cuenta cémo los desmirriados espafioles, que ya residian en aquella ciudad, hicieron barla y mofa de tos recién desembarcados expedicionarios luc ante ellos desfilaron al son de pifanos, clarines y tambores, luciendo jubones le seda y grana vy empenzchndos cascos relucientes. Entre los que hacen tamana checota a sus paisanos acabados de desenfardelar, menciona Castellanos a Pedra Madrid, que a la sazén frisaba en los 22 afios, hombre de ingeniosa mordacidad y muy acertado en poner remoguetes; pero mejor es cede Ja palabra 2 don Juan: “Uno decia y acudian todos, Picando cada cual con su facecia Por satiricos y dolorosos modos, De que en las Indias cada cual ‘se precia, ¥ Pedro de Madrid con sus apodos Cuya dicacidad nada fue necia: 96 ¥ en dichos repentinos escelente. Hombre de guerra fue y hombre de plaza, Pero yo digo que sus apolemas i lengua torge no los despedaza Bien merecen tener sillas supremas; Hoy posee su hijo Pedro Daza Sus suertes que no son de las estremas.” (Blegias, ed. cit., t. I, p. 421 a). Pedro Daza de Madrid casé con dofia Marfa Magdalena de Alcdntara en_1575 y de esta unién nacieron dos hijos: Pedro Daza y Magdalena Daza de Eraso. El pri- mero contrajo matrimanio con doa Inés Mejia, criunda de Alcantara, y dofia Magdalena fue la espose de Bartolomé Alercén Océn, natural también de Alcdntara. El capitan Pedro Daza de Madrid, gencralmente Hamado Pedro de Madi, y no Juan Madrid, nombre que da erréneamente Rodriguez Freyle, fallecié a la edad aproximada de 6] afos, en la primera mitad del afio de 1575. Su hijo Pedro Daza heredé las encomiendas de Pesca, Tobasia y Bombasa, y cedié a su hermana las de Moquecha y Tuquecha, segin consta en el Archiva de Bogota (Encomiendas X1). 3¢Juan de Olmos llegi a Santa Marta antes de 1532, cuando era gobernador de la ciudad el burgalés Gareia de Lerma, en virtud de nombramiento expedido por cédula reat del Emperador Carlos V. Apenas liegado a Ja ciudad, se ofrecié Olmos 2 tomar parte, bajo el mando de don Alonso Luis de Lugo, en a pacificacién de las muches fribus de indios que vivian en tierras sujetas a ta jurisdiccién sama- ria: taironos, coronados, darcinos, bondas, argollas, chairamas, chimilas y aruacos. Es posible que Olmos hubiese acompanade a don Pedro de Lerma, sobrina del Go- bernador, en Ja continuacién de la exploracién del Valle de Upar hasta Iegar a Jas riberas del después Hamado ria Tebrija. Mas de cuatro afios sitvié Olmos cn estas jornadas paciticadoras. ‘Mis tarde, cuando Quesada salié en busca de los nacimientos del rio grande de la Magdalena, que culminé cn cl descubrimiento y conquista de! Nuevo Heino, Olmos se_alistS en su expedicién. Algunos historiadores dicen que entonces se enrolé como rodelero on la escuadra del capital Juan Aroche, otros, como Piedrahita y Zamora, Io incluyen entre quienes se embarcaron en la primera flotilla de tos ber- gantines que salieron de Santa Marta con intencién de dar alcance a Quesada, que iba por tierra. Por haber encallado Ja mayoria de csos bergantines, salio una segun- da flota, uno de cuyes bergantines abordé Olmos, segim Aguado y Pedro Simin, Pasamos shora a tratar mds a espacio de este asunto, En otra de estas notas se refirié detalladamente cémo el Adelantado Pedro Fernandez de Lugo envid desde Santa Marta uma Flota de cinco bergantines v dos carabelas, con el fin de dar aleance y prestar auxilio a la gente que iha por tierra a érdenes de Jiménez de Quesada. Alli mismo se recordd el desastroso fin que tava la mayor parte de esta flota, a causa de uma violenta borrasca que la sorprendio cuando intentaba forzar Ja entrada al rio grande de la Magdalena. Sélo dos bergan- tines, por venir zorreros, logtaron selvarse, Los demés fucron encallande sucesiva- mente en Tos ancones y promontorios de Morrohermoso, La Arbeleda, Zamba_o Galerazamba, Icacos. El bergantin que comandaba Diego de Urbina (Juan de Ur- bina, dice Picdrohita), y en cf que viajaba Juan de Olmos, fue erroiado por la tempesiad a un paraje Wamado La Arboleda cuando ya habia caido la noche. Am- parados por ésta, Urbing, Olmos y el resto de la tripulacién lograron escapar de Ja furia de los caribes que en gran numero vivien en esa zona costera. Después de muchos trabajos y de caminar cerca de dos dias, llegarcn a Cartagena. ATly —cuenta fray Pedro Simén (t. IL, p. 65)—- que los capitanes Manjarrés v Diez Cardoso dieron sus bergantines a Juan de Olmos, quien tenia ademds otro de su propiedad. Viéndose éste en cl dilema de seguir al Pert en compaiiia de Diego de Urbina, Diego de Cardona y otros, o de tomar el rumbo de Santa Marta, opté por lo se- gundo. En efecto, aparejé su bergantin y al enterarse de que Ferndndez de Lugo se aprestaba a enviar una segunda flota para suplir le primera, ida a pique, Olmos puso el suyo y su persona a disposicién del Adelantado, guien mucho se to agra: decié por ver asi suplida la falta de bergantines que en'la ocas{n se hacia sent Simon califica esta accion de Olmos como “hecho de hombre gcncroso ¢ hidelge”’. 97 Acerca de esta oferta, el padre Aguado la explica diciendo que al legar a Carte- 2 los bergantincs averiados por la borrasca que los sorprendis cuando pretendian forear ja entrada del Magdalena, el capitan Diez Cardoso dio el bergantin cuc comandaba a Juan de Olmos, y que éste, para hacer méritos de los cuales esperaba recompensa, “Se vino con ef bergantin 2 Santa Marta, y se ofrecié con él al servicio det Adelantado, el cual se To agradecié mucho...”, (Ob. cit, t. I, p. 215). Por su parte, Elérez de Océriz da una versién un poco distinta del caso cuando dice que "Juan de Olmos, que padecié su naufregio en el bajel de Diego de Urbina y hall6 un amigo que fe dig otro bereantin para tise al Peru, y se embarcé en él con cinco camaradas, volviéndose a Santa Marta, donde fue recibido con agradecimien- to” (Ob. cit., t.'t, p. 155). El padre Zamora relata lacénicamente el desastre de los bergantines y termina diciendo que “Algunos soldados volvieron a Santa Marta con Hortin Velasco, Antonio Diez Cardoso, Juan de Olmos, y Luis de Maniatrez (sie,) Dieron noticia al Adelantado, y estimando ta fineza, envié otros bergantines con nuevos saldados, y para General al Licenciado Gallegos* (Ob. cit., tI, p. 229). Soluctonado el pleita de dos presumtos derechos que asistian a Jerénimo Lebron para declararse Gobernador del Nuevo Reino, determiné Hernan Pérez de Quesada Cen ausencia de su hermano, que habia marchada a Espafia delegando en él sus poderes y facultades de mando), emprender su famosa jornada en. busca de la quimérica Casa del Sol. A mediados de agosto de 1541, salié Hernan de Santafé con 200 soldados y 400 indins, Mevendo como capitanes a Juan de Olmos, Lope Montalvo de Lugo y otros. Como ya se ha dicho, después de ingentes trabajos y de la pétdida de muchos de Tos suyos, sin haber lograda granjear el oro y las ganancias que movieron su codicia, Herndm Pérez aleanzo a llegar a las tierras de los chi- fareros, en les cuales més tarde habria de funderse la ciudad de Pamplona. A la realizacién de esta fallida jornada de Ja Casa del Sol contribuy Olmos con el sostenimiento de un contingente de soldedos y. Ia compra de armas y cabalzaduras con fondos de su propia peculio. Desalentados y casi arruinados, regresaron Santafé Pérez de Quesada y los expedicionarios sobrevivientes. Los oidores Grateda, Arteaga, Angulo v Villafafie, después de haber consultado el parecer del Adelantado Jiménez de Quesada v de otros copitanes avezados en Ia Iucha contre los piiags, decidieton designar a Domingo Lozano, vecino de Ibagué. y experto conocedor de las tiercas qne por Jos Iados del valle de Neiva habitaban aquellos indios, para que organizcra una expedicién pacificadora y de paso fundara un pueblo que a en tiempo sirviese de centro de aprovisionamiento de la gente de tropa reclutada para la pacificacién y constituvese como el contra de operaciones desde donde pudiera controlarse ef desarrollo de Ia misin de apaciguamiento en- comendada a Lozano. Este procedié de inmediato a alistar soldados y a proveerse de srmas, municiones y abastecimientos, teniendo a Ibagué como centro de sus actividades, Luego envié a su hijo, de} mismo nombre que el suvo, a Tocaima, para que aqui hiciese otro tanto y tomara después con su gente 1 ruta hacia un lugor aledaito al rio Saldafa, donde, al cabo de algunos dias, deberien encontrarse y reu- nirse las miliciss de uno y otzo. Esta primera etapa de la expedictn se ejecuté tal como Domingo Lozano, el padre, la habia planeado. Los efectivos ascendian a 170 soldados, 25 caballos de guerra, 60 rocines de carga, 20 arcabuces y una razonable cantided de Fanzas, espadas, rodelas y otras armas ofensivas y defensivas. Entre los capitanes que acompaiiaron a Lozano en esta jornada, figuraba Juan de Olmos, va entonces muy ¥iejo, ¥ a quien, como anota Aguado, la necesidad y la pobreza obli- gzton a tomar parte en esta entrada a tierra de pijaos, pues sdlo de esta manera podia allegar algunos recursos para sostener a su mujer y a sus hijos, ue a la sazén vivian en Santafé en mny precaria situacién econémica. A pesar de los afios, casi los mismos del prudente Néstor, Olmos, por sus brios y resistencia en a recia brega de los combates, era un vivo ejemplo de temple humane gue zeconfortaba a Tos soldados mozos y suscitaba su admiracién. Lozano, Olmos y su gente partieron de las riberas del rio Saldafia y durante muchos dias caminaron sin hallar resistencia. En el trayecto dicron con algunos pucblecillos de indios, ruines y destartalados, donde apenas encontraban provisiones ‘que les permitian continuar la marcha. En una de estas poblaciones descansaron los expedicionarios veinte dias, para Inego atravesar una cordillera que [os Ievé a lo alto del Valle de Neiva. Dice Aguado que “era tan dspera fa subida y bajada de esta cordillera donde los espatioles estaban atojades, que los antiguos descubridores nunca 98 jamds pudieron subir ni bajar caballos por ella, y por su agreza y compostura de eGascos era Mamade este lugar los “6rganos de Neiva”. Por orden de Lozano, salié Jean de Olmos con, cuarenta soldados a hacer un reconocimiento de laters a donde habian Hegado. Después de algunas escaramuzas con pequefias bandas de pijaos, logré Oimos, gracias @ las seiaies que Je dio un indio, descubrir un camino por donde podian subir y bajar las cabalgaduras sin ninguna dificultad. Descen- diendo por este camino los espatioles, al cabo de cinco dias Jlegaron a to Iano del valle de Neiva. Olmos y los suyos fucron informados por una india de que los pijacs hablen descendido al valle y prendido gran cantidad de gente a Ja que lieva- ton cautiva a ia pone de la cordiiera donue agueLios teman su asiento, con ef feror, designio de descuartizarla y satisfacer su antropofagia. Los castellanos, en un Timer momento, no prestaron atencién a las suiplicas de la india y continuaron deando la cordillera por el velic, pero més tarde, cambiendo de parecer, deternai- naron escaiar 1a Uamada “loma de las carnicerias", donde cargaron can tanto impeta contra los pijaos, que dieron muerte a muchos de clios y obligaron al resto a em- prender la fuga. Viendo Jos castellanos que aquel lugar era propicio para recibir auxilio oportano de los comarcanos y provisiones de los pueblos de Timand, Neiva ¥ la Plata, decidieron senter alli su real, Los vecinos de estos pueblos sélo esperaban Ja entrada del capitén Lozano para sumarse a su gente y salir fuego al descubri- amiento de Jos pécz. No fueron pocos los trabajos y penalidades que Lozano, Olmos ¥ su gente tuvieron que soportar cuando penetraron en tierras ue éstos. Guanaca, Ja Plata, el Puente de Jas Piedras, Avirama, marcaron otros tantos hitos de Jas jor- nadas de Lozano y sus va muy desmedradas huestes. Llegeron por fin a un lugar apacible y de buen temple, donde acordaron funder y poblar uma ciudad, a la cual dieron el nombre de San Vicente de Péez. Alli comenz6 a sentir Lozano que esca- seaban las provisiones y a ver que, a causa de Jas bajas de muchos de los suyos ocasionadas por los pdez, estaba 2 punto de fracasar su empresa de descubrimiento y pecificacién. Em trance tan apurado, Lozano envié a Popayan a Juan de Olmos ‘en compania de los soldados Francisco y Melchor Alvarez, con el fin de que equella Gobernaciéa le prestara auxilio de gente, armas, municiones y vituallas. Gobernaba por entonces a Popayan don Pedro de Agreda, quien, celosa de tas conguistas de Lozano en tierras de tos pdez, tierras y pobladores que él, Agreda, crefa que eran de su exclusiva jurisdiccién, se negé a prestarle la ayuda que de’ él se solicitaba. Afortunadamente Ileg6 en ese tiempo a Popayan el licenciado Garcia de Valverde, fiseal de la Audiencia del Nuevo Reino, investido de plenos poderes para tomar residencia @ Agreda, acusado, con 9 sin razin, de malos manejos y de actuaciones arbitrarias, Informado Valverde de los riesgos y aprietos por que pasaban Lozano ¥ los suyos, fue entonces Juan de Olmos, con Ia ayuda del cacique Calambar, Hamado Diego vor los castellanos, acopié grandes cantidades de maiz que fueron ‘transpor- tadas por cuatrocientos indios, hizo leva de numeroso contingente de indios de guerre y represé @ San Vicente de Péez. Al ver los piez 0 paeces que sus tierras eran asoladas y sus gentes exterminadas, no tanto por los espatioles como por los indios guambies, sthditos del cacique Ca Jambar o don Diego, y por otros de una tribu llamada’ demisa, indios todos que habien vendo, como ques dicho, con Jucn de Olmos en aunilio del eapitén Lozano, pidieron a Calambar que les sirviese de intermediario ante el capitan Lozano para que se aviniese con ellos, los paeces, en términos de paz. Calarabar, que deseaba corresponder a los paeces ciertos favores que de ellos en otro tiempo habia recibido, insté a Juan de Gimos, que entonces desemperiaba el cargo de Alcalde de San Vicente de Péez, a que convenciera a Lozano de que debia aceptar las Propuestas de paz espontincamente bechas por aquellos. Olmos [e comunicé a Lozano la ins- tancia gue le haeia Calambar, pero entre tanto surgieron desavenencias entre los guambies 7 los demisas que reclamaban cada uno para si el favor de los espafioles ¥ el derecho exelusivo de castigar al enemigo comin. A esta desavenencia de los indios aliados, se sumé la peticién a Lozano del mancebo Itavita, hijo del senior de Abieama, de que no permitiese a guambies ni a demisas que continuaran sem- brando el terror y la desolacién en sus dominios, amparados en su condicién de favoritos de ia gente castellang. ltavita secundé su peticién invitando ¢ Lozano 2 que fuera a Abirama para que se convenciera del buen acogimiento que le dispensa- qian log suyos. El capitén acepté, pero no fue directamente a Abitsms, sino Ts Joma de Taravira, donde efectivamente los indios del lugar Ie dispensaron una 99 cordial acogida, Ya Lozano no sabia qué hacer para solucionar los encontados con- flictos de la gente india. A sacarlo de su perplejidad acudié entonces Calambar, quien se comprometié a ofrecer um banquete, cuyos gastos correrian exelusivamente Por su cuenta y en el cual se sentarian o montcles guambias, demisas, aviramas, paeces y castellanos para ditimir sus contiendas y concertar un comin tratado de paz. Aceptado undnimemente el ofrecimiento del gran cacique, Hezs el dia conve- nido para la cclebracion def espléndide festin. El lugar en que ste habia de tener lugar fue escagido previamente por Calambar, Este pidié a los castellanos que, como gentes de mayor experiencia en la organizacién y disposicin de estos actos y ceremoniales de cortesia, decorasen ef lugar elegida con frondosos arboles y plan- tas de muy diversas flores, en cuyas ramas revolotearan péjaros de los més diversos géneros y los més varios y encendides colores. Dispuesto el ambiente propicie para crear un clima de paz con tan singular acierto y previsin, que mucho hubiera en- Vidiado el mas experto y avisado diplomético europeo, se procedié luego a la clec- tien y Droparacion. de Jos manjares. gue habrian Ge servinse cares Ge Tebre, de venado y de las ms distintas aves, excelentes panes y boranas de la tierra y muy gentiles vines de Espafia. Los cocineros y mozos de servicio fueron escogido: entre Jos mas expertos que oftecié la soldadesea espatiola, El cacique Calambar fungié desembarazada y diplomaticamente de maestro de ceremonias. El puesto de honor Jo asignd al capitin Lozano y reservé para sf mismo el segundo. Luego, en orden alterno, colocé a los caciques de las distintas tribus en conflicto y a los capitancs castellanos, entre los cuales se contaba Juan de Olmos, de cabellos en buena plata cendzados y de bellida barba. ¥ asi, entre el paladeo y regusto de los excelentes manjares y cl trasiego de tos espiritasos vinos de Hispania, la paloma de la paz descendié albisima, frayendo en su pico la anhelada rama de olivo, “Y acabado el convite, dice el padre Aguado, por fruta de postre hizo don Diego que se echara sobre la mesa mucha cantidad de pescade seco, que hzbia hecho traer de su tierra, que es en este provincia cosa muy estimada a causa de no haberlo ni matarse en ella” (Ob. cit., t. TL, p. 540), Olmos fue nombrado por la Real Audiencia Juez para que tomara residencia al capitan Luis Lancheros, fundador y Justicia Mayor de la ciudad Trinidad de los Muros, acusado por los vecinos de dar muerte y trato inicuo a los indios comarca- nos. Previendo que su permenencia alli seria por mucho ticmpo, pues iba investide ademas con la autoridad y atribuciones de justicia Mayor, resolvié Olmos invertir fondos suyos en la compra de una gran cantidad de ganado para atender a la ma- nutencién de sus nucvos gobernades. Con muchas dificultades cumplié ta delicada amisién que Je fue conflada, pues Ja ciudad se dividié en dos bandos enconados, los Partidarios de la faccién de Lancheros v su Teniente Francisco Morcillo, ¥. sus opo- sitores; pero la pradencia y discreto juicio del ya anciano juez Olmos todo lo pu- dieron: tomé residencia a Lancheros, aprisioné a éste y a su cmplice, y los envio a Ta Audiencia para que ésta dictara fallo definitive. Resultado: Olmos’ fac euspendi- lo de su cargo y sustituide por don Lope de Orozco, caballera cordobés, valeroso y discreto. No se le reconociercn los ingentes gastos hechos con dineros de sus ha- ciendas, y, para ganerse la vida, tuvo que salir uma vez mds, y en compania del Capitan Domingo Lorano, a luchar contea los indios paeces, s pesar de sie mauchios afios, dolencias y achaques de su edad (Cf. Aguado, t. II, pp. 283-85). Después de tres décadas de servicios constantes a Ja ingrata causa de ta conquis- ak ‘muerte sorprendié a Juan de Olmos en la mayor pobreza y cargado de leudas, Don Antonio de Toledo, alealde de Mariquita, sale cl 11 de noviembre con Juan de Olmos y otros conspicuos vecinos de aquella ciudad, con el objeto de efectuar una entrada a la provincia de los Calimas. Después de varias escaramuzas y guaza- baras con tos naturales, en une de las cuales fue heride ef alcalde Toledo, xesolvié éste, viendo el mal suceso de su empresa, regresar 2 su real, donde fundé la cindad de Nuestra Sefiora de Ja Palma, sujeta a Mariquita. Olmos concurrié a esta funda- cin y contribuy6 con ‘Toledo al nombramiento del Cabilde que debla gobernar_y acministrar la nueva ciudad (Pedro Simén, t. TIL, Séptima Noticta, cap. XXIV, pp. 225-26). Comisionado el Corregidor de la Villa de la Palma, don Alvaro Cepeda de Ayala, por ef Presidente Venero de Leyva para someter a los naturales de la villa que se negaban obstinadamente a que sus personas, bienes y propiedades fuesen entregados 100 a los espafioles, vecinos del lugar, a titule de encomienda, determin’ agudl cumplir cuanto antes Ja misidn que Ie fue asignada. Como primer paso, Cepeda de Ayala ordend, a su turno, a Diego de Montalvo salir con gente de tropa a correr la tierra y atemorizar a los indios para obligarlos a concertar términos de paz y obligacién de servicio a los castellenos. Montalvo hizo lo suyo, pero como subsistieran atin algunos focos de resistencia, para dcshacerlos, el Corregidor Cepeda delegé poderes en Juan de Olmos. Salié éte con un pequefio contingente de soldados, recorrié tos valles de Murea y Terama y anduvo por las tierras de indios que no alcanzé a su- jetar Montalvo. Los indios, lejos de mostrarse hostiles, acogieron a Olinos con de- imostraciones de paz y le prometieron servir de buena gana a los vecinos. Aqui co- menta Aguado: “... y con este buen suceso se volvieron los espafioles al pueblo muy contentos por parecerles que con esta paz cesarian por algunos dias el andar de carro en cerzo ¥ de coliado en coilado con Jas armas a cuesias tras los indios como quien anda a cazar fieras...” (t. II, p. 468). Cuando en tiempos distintos ocurrieron las rebeliones de Gonzalo Pizarro, Alonso de Oyén y Lope de Aguirre, Juan de Otmos fue uno de los primeros veteranos de la conquista que acudié, con armas y caballos adquirides a su casta, a los corres- pondientes Ilamamientos que la Audiencia del Nuevo Reino hizo para hacer frente a tales insurrecciones. En estas tres ocasiones, Olmos tuvo que regresar a mited de camino por haber recibido noticias de que en el entretanto habian sido debeladas tales rebcliones y muertos sus candillos. En Ia ndmina que de los conquistadores que lograron Iegar con vida al Nuevo Reino, hace Piedrahita en su Historia General mencién de Olmos con estas palabras: “Juan de Olmos natural de Portillo, en el condado de Benavente, que caso con doi Maria Cerezo de Ortega” (t. I, p. 227). Ya antes lo habia incluido en Ja su: Jiménez de Quesada, asi: “Juan del Olmo vive en Santafé, y tiene mediana calidad y la misma medianfa tiene en el repartimiento, porque aunque tiene dos, el uno llamado Nemocén y Tasgata y el otro Tivité, en que en todos habré cuatrocientos indies, no son muy buenos ni tampoco malas cn el proyecko”. Fueron hijos de Olmos: Juan y fray Luis de Olmos, Bernardino de Salazar, fray Francisco de Olmos, Catalina Ortega de Salazar y fray Melchor de Olmos. Juan de Olmos desempené los cargos de Alguacil Mayor (1563-1395) y Alcalde y Procurador de Santafé. En un documento fechado el 8 de mayo de 1953, figura como fiador de las personas 2 quienes se les encomend6 la obra de carpinteria de Ta Catedral de 1a misma Santaté. Juan de Olmos nacié en Portillo, Espafia, aproximadamente en cl aio de 1518 y murié en Santafé entre los afios de 1577/2 1579. 58 Juan de Ortega, Hamado “el bueno”, naeié en Jos primeros afios del siglo XVI en la aldea de La Toba, situada en los iérminos de la villa de Gadraque, adscrita ésta al Qbispado de Sigienza. Fueron sus padres Ortin Lopez de Ortega y Maria dc Morais, ortundos de! mismo lugar; refiriéndose a él, dice Flérez, de Océriz en sus Genealogias: “Y el Diego de Ortega tuvo por hermano a Juan de Ortega, que entré on la provincia de Santa Marta en tiempo del Gobernador Garcia do Lerma, y se ocupé de la pacificacion de equella tierra hasta que el General don Gonzalo Jiménez de Quesada subié al descubrimiento y conguista del Nueva Reino de Gra- nada continuanda en todo lo que se obré en aquel, tiempo y en remumeracin se le dio en la primera reperticién de encomiendas fa de Gotaica y Zivaquird, Sudtica y Tenemenquird; y el Gobermador Miguel Diez de Armendariz le proveyé la de Nocaima en los panches; fue mayordomo de le ciudad de Santafé on el aito de 1547, y su alcalde ordinario los de 1577, 1570, 1573 y 1576, y por no haber casado iy sucedié en Yas encomiendas su hijo natural el mestizo Francisco de Ortega” (Ob. cit., t IL, p. 196). A lo dicho por Océriz, cabe observer que Diego Ortega no fue hermano de don juan, sino sobrino, quien luego habria de ser su heredero universal. En segundo lugat, que don Juan no sélo sirvio a la pacificacién de la provineia de Santa Marta durante la gobernacién de Lerma, sino también en Jos periodos de las administraciones del doctor Infante y de Fernéndez de Lugo. En cuanto 2 las En- comiendes, parece que no le fucron adjudicadas todes Jas que menciona Océriz, sino Unicamente las de Zipaquir, Guateque y Pacho. Sobre el particular es mas precisa Ja mencién que hoce Quesada en su Memorial de conquistadores: “Juan de Ortega y Francisco de Figueredo son dos hombres a quien con mi conciencia no me atre- veré a dat ventaja mds al uno que al otro, ni a ponello primero y asi los pongo por 101 iguales aungue vaya primero cl uno: Juan de Ortega en esta cludad de Santafé; es hombre rico y tiene alguna calidad, eritré por de a caballo, tiene de comer en indios menos que medianamente, Némase su separtimiento Cipaquird, y otro mis adelante llamado Pacho, en que habr4 poco mds o menos wescientos o cuatrocientos indios”, Ortega junto con, Lézaro Fonte, otras de los primctos descubridores y congul tadores del Nuevo Reino, fue victima de la insaciable codicia de Alonso Luls de Lugo, cuando por segunda vez vino a estas tierras, y en esta ocasién con el titulo de Gobernador del Nucso Reino. Declaré nulos los repartimientos y encomiendas asignadas a rafz de la fundacién de Santafé, so pena de que quienes desacatasen su mandamiento perderian sus bienes, y con ellos, la vida, Cuando Diez de Armen- dériz Tlegé al Reino como Juez de Residencia, Ortege apelé ante él para que se le hiciera justicia y se le restituyeran los bienes y dineros de que Lugo jo habia in- consideradamenie ‘despojado. Diez de Armendariz fellé en favor del demandante Ortega, pero Lugo eludia fa sentencia hayendo a Espana. Sin embargo, Ortega per- sistid en su xeclamacién, por modio de apoderedo, ante 1a justicia de la Corte Real; pero el avisado Lugo logré, come buen intrigante que era, que el negacia prescribiesc. Pordeipd Ortega en la'expedicion a Ia provincia llamada de los Palongues, en tierras de los panches, expedicién comendeda por el capitén Baltasar Maldonado y ordenada por Herndn Pérez de Quesada. De esta jornada ya se traté detalladamente en nota anterior referente a Maldonado. No debe confundirse a este Juan Ortega, el bondadoso, con su homénimo Juan Ortega, quien perecié en un asalto que los indios sujetos al cacique Agrazava dieron a un Pequefio campamento de espafoles, en las immediaciones de la reconstruida villa de San Juan de Rodas, cuya jurisdiecién y gobierno disputsba 2 ta Goberna. cién de Popayén el aventurcro Andrés Valdivia, quien se habia hecho nombrar Gobemador de una provincia llamada de Los dos ries (nombre dado all territorio comprendido entre lot rios Cauca y Magdalena). Castellanos describe asi la muerte de este Juan de Ortega, oriundo de Ubeda, en fa provincia de Jaén: “Joan de Ortega, de Ubeda, vonia ion pasos presurosos, sin rodela; Pero volante piedra que de honda Yenia por los aires impelida Le quebranté las stenes, y los ojos Pordieron luego Ia virtud visiva: E! cuerpo se tendié por aguel suelo, Y despedida él el atma huye”, (Elegtas, t. II, p. 242). Viose envuelto Ortega, muy a pesar de su titulo de Buene, en un encarnizado eto con los herederos del viejo Juan Olmos, duefios ellos de las Encomiendas de ‘Tibité y Nemocén. Estos culpaban a aguél de instigar a los indios de su Encomien- da de Zipaquiré a que incendiaran y saquearen las de los Olmos, antes mencionadas. Las cosas Hegaron entonces a ial punto, que la Real Audiencia tuvo que intervenir para apaciguar los encendides émimos de {os litigantes y contendores, mediante ba conminacién de aplicar disposiciones coercitivas. ‘Al morir, casi octogenario, Juan de Ortega nombrd, como a heredero universal de sus enantiosos bienes, a su sobrine Diego de Oriegas y en su testamento fij6 legados para sus hermanos Francisco, Alonso, Maria de Morales y Francisea Rojas, madre ésta de Diego, No se olvidé Ortega, en sus iiltimos momentos, de la aldea’ donde nacié, La Toba, a cuyos vecinos legé le suma de 600 ducados. Su hijo natural Francisco de Ortega heredé, con permisin de 1a Real Andiencia, las Enco- miendas de Zipaguird, Guateque y Pacho. De les dems que menciona Océriz, nada quedé dicho en su testamento. En obediencia a su postrera voluntad, don Juan fue sepultado en 1a capilla principal de la Iglesia de Son Francisco. Fray Pedro Aguado fue doctrinero de las Encomiendas de Juan de Ortega CZipaquir y Pacho), y éste dio ademés testimonio del celo misionero y desprendimiento del cronista franciscano, quien por cierto no lo menciona en su Recopilacién Historia. + Pedro de Colmenares nacié en Mélaga. Fue sw pace Pedro de Colmenares, oriundo de Carrién de los Condes, muy pagado de las quisicosas de linajes y titulos nobiliarios. Se dice que Pedro —el mozo— sirvié de paie a don Gaspar de Avslos, Arzobispo de Granada. 102 Desembarcé Colmenares en Santa Marta con Ja flamante y vistosa expedicién del Gobernador y Adelantado Pedro Fernindez de Lugo, la cual fue recibida con mofa y chacotas de los veteranos castellanos que muchos afos Ja habian antecedido, No pudo elndir ef zecién Hegado, el obligatorio curso que tenfan que seguir los bisofios en la escuela de las guazabaras y escaramuzas con las tribus comarcanas de bondas, tairongs y otras muchas que zesistian someterse al vasillsje expafiol: jormadas ¥ entradas estas comandadas sucesivamente por don Pedro, su hijo Alonso y e] doctor Tafante, Hecho este forzoso aprendizaje, pass Colmenares a alistarse como soldado de a caballo en Ie expedicién que, bajo'el mando del general Jiménez de Quesada, solié ol descubrimiento y conquista det xeino de los muiscas. Suando Tisquesusa, Zipa o sefior de Batacé, se enterd de Ja invasién espafiola @ sus dominios, envié salir a su encuentro a mds de quinientos guerreros escogidos, quienes Hevaban a la vanguardia las momias de quienes habian sido sus mds cons- picuos guerreros. Los sitbditos del Bogoté, previamente excitados por una proclama de su caudillo y sefior, arremetieron contra la retaguardia de Quesada que s¢ enca- minaba 2 Zipaquird, retaguardia en Ja que sélo venian soldados enfermos y listados, defendidos apenas por seis jinetes. Uno de éstos exa Pedro de Colmenares, quien con sus compafieres hizo frente al enemigo, la desbaraté y obligé a buscar refugio gn Ja forraexao cereado de Busangote, que tenis el Zipa en Cajicd (CE Fray Pedro Simén, Ob. cit., t. IL pp. 135-369. Segim Castellanos, Pedro de Colmenares fue uno de los capitanes que acomps- fiaton a Herndn Pérez de Quesada en Ja misin que su hermano Gonzalo le confié para inquirir qué clase de gente era aquella que, segin noticias recibidas por el Adelantade, habla penetrado a sus dominies y ahors acampaba on el Valle, del Magdalena, precisamente en la confluencia del rio Sabandijas. Colmenares, Juan Frias y Juan Rodriguez fueron los primeros en llegar al campamento de Benalcdzar, jefe de la incégnita tropa que tan intrigados y desconcertados traia a don Gonzalo y sus veteranos (Cf. Castellanos, Ob. cit., t. If, p. 147). Asistié Colmenares a In segunda fundacién de Santaté, a la cual concurrieron Jos tres generales: Quesada, Benaledzar y Federmnn. En esta acasiém, al igual que a otros eapitanes, se le asigné a Colmennres el cargo de Regidor, dignidad que todavia cjercia en los afios de 1541, 1543 y 1546. Cuando desempefiaba el cargo de Contador Real, Colmenares construyé la primera casa de teja de la capital del Nuevo Heino (Cf, Castellanos, t. I, 404 y Ociriz, Ob. eit t. Lp. 354). Tre. sencid, igualmente don Pedro la fundacién de Tunja, el 6 de agosto de 1539, y fue nombrado Regidor de ella junto con Juan del Junco, Gémez del Corral, Hemén Venegas y otros soldados de la conguista (Ocariz, t. I, p. 3679. Varios cargos desempefié Colmenares en los aiios inicieles de 1a Colonia: Alcalde de Santafé (1547), Contador de la Real Hacienda del Nueva Reino (circa, 1539), Vissador General de lor Indios, Procurador General del Reino ante la Corte (1548 y . Cuando Jerénimo Lebrén pretendié que su nombramiento de Gabernador de la Provincia de Santa Marta insplicaba también el de Gobernador del Nuevo Reino de Granada, y con ¢l fin de hacerse reconocer como tal, viaié al interior haciendo sucesivas escalas en Vélez y Tunja, uno de los que m4s tenazmente se opuso en el cabildo de Santafé a tal reconocimiento fue cl entonces Contador Real Pedro de Colmenares. Esta actitud le gané el favor y Iz confianza de Pérez de Quesada, hasta tal punto, que Io dejé como su reemplazo y con ef titulo de Teniente General guando se ausents de la capital para Ievar a cabo la que habia de ser malhadada y desastrosa jornada del Dorado. En 1548 viajé Colmenares @ Valladolid, donde entonces residia la Corte, con el cardcter de Procurador General de las cludades del Nuevo Reino, Alli actué muy eficazmente en favor de los intereses que por delegacién expresa representaba y fue_asi como obtavo la expedicién de muchas y may importantes cédulas reales. Don Pedro se enarzé en un prolio y enfadeso pleito con el Capitin Diaz, Car eso, litigic en el que ambes se disputsban el dominio de la muy lauta Encomienda de Sub y Tuna, pleito del cus) salié muy mal parado Colmenares en virtud de fatlo adverso del’ Real Consejo de Indias, En resarcimiento, se le otorgé el repar- timiento de Bosa, Soacha y Tena, del cual no alcanzé a fora por mucho tiempo, pues al cabo de breves dias murié, dejando a su viuda, dofia Maria de Nave Olt vares y Coalla, en muy precaria ‘situacién econémica. Hijo tmico de don Pedro 103 fue el capitin de Infanterfa Luis de Colmenazes, defensor de Cartagena cuando ol corsario inglés Francisco Drake la saqued, Alcalde Ordinario de Santafé en ocho ocasiones, Regidor, Alguacil Mayor, Procurador General, Alférez Real de la misma cimdad y'encomendero de Bosa y Soacha, Una de sus hijas, doiia Isabel de Col- menares, fue la esposa del Presidente don Juan de Borja, bajo cuyas drdenes milité Rodriguez Freyle en la dilatada guerra contra Jos pijaos. 8 En selacién con Francisco Gémez hay una confusién que el historiador don Raimundo Rivas aclara muy preeisamente al tratar de él en su obra Los furda- dores de Bogoré (tomo I, p. 259, n. 1), En efecto, Fiorez de Ocariz, al hablar de él en el Preludio de sus Conealogias, le da, en las dos ocasiones que lo cita, el nombre de Francisco Gémez de Feria; pero cuando le hace su érbal genealo- co, o Mama Francisco Gémez de Ja Cruz. Por su parte, cl obispo Fernandez ‘edrabita, en la némina que hace de los conquistadores que Uegaron con Que- sada al Nuevo Reino, menciona lisa y lsnamente a Francisco Gémez de Ia Feria Ct. I, p. 226) y més adelante cita 2 “Francisco Gamez de la Cruz, que cas6 con Catalina de Quintanilla” (tbidem. p. 227). Por el nombre de Ia esposa, se deduce que éste es la misma persona 2 que alude Rodriguez Ereyie. En la lista de conquistadores que trae en sus Noticias Histo- riales fray Pedro Simén, sélo nombra a Francisco Gémez de la Cruz Ct. I, 270) @ incidentelmente alude a Gémez de la Feria en otra parte de su obra Ct. II, p. 224), como encomendero de Nowma, pueblo situado en ticrras de los indies calimas. Ni Gémez de la Cruz. ni Gémez de la Feria aparecen en las obras. de Aguado ni_en Jas de Castellanos. En todo caso, el individuo Hamado Francisco Gomez de la Feria, que legs a Santa Marta en el séquite del Gobemador Rodrigo de Bastidas, que asistié a 1a fundacién de aquelia ciudad y que participo en Ja fornada contra Jos taironas bajo ¢) mando de Bedro de Lerma, no puede ser, scgim el_historiador Rivas, el mismo Francisco Gémez gue vino en la expedicién del Adelantada de Canarias Fernéndez de Lugo y fue soldado arcabucero en una de las compaiiias que entraron con Quesada a tierras de los muiscas. Concluye el doetor Rivas que, para evitar confusiones y en atencién a lo antes dicho, él se abstiene de Hemar Gomez de Feria a nuestro conquistader, y solo lo Mamard Francisco Gémez. Cuanto se sabe acerca de Francisco Gémez es tomado, en la mayor parte, de su Informacién de servicios, fechada en mayo de 1562, y que reposa en el Archivo de Indias. Ya antes se dijo cudn poco, casi nada, se ocuparon él Aguado, Castellanos, Simén y Fernéndez Piedrahita. Seguin squelfa infor- macién, Francisco Gamez necié en Ia ciudad de Cordoba, legs 2 Santa Marta en la expediicion de don Pedro Ferndndez de Lugo. A rdenes de éste, primero, ¥ luego bajo el mando de Alonso Luis, bijo del Adelantado, Gomez participé en as dos primeras entradas que se hicieron a ticrres de los bondas y_ taironas sin resultados satisfactorics. Cuando el licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada rect- bid de Fernandez de Lugo el nombramiento de General de la fuerza destinada 2 escubzir les cabeceras del rio Magdalena, Francisco Gomer entrd formar varte de esta expedieién como soldado de infanteria y arcabucero de una de las ocho compafiias que la constituien. Ya en el Nuevo Reino, asistié a la fundacién de Sentaié. Quesada, en st relacién de los descubridores, conquistedores y encomen- deros que entraron con él al Nuevo Reino de Granada, lo menciona asi: “Fran- cisco Gémez vive en Santafé, tiene alguna calidad y tiene bien de comer en dos repartimientos, el uno y el principal [lamado Tibacuy y el otro Cueca, que habrd en ambos cuatrocientos Indios poco mds o menos, pero buenos y de provecho” CCE. Joaquin Acosta, Compendia histérico del desenbrimienta y colonizacién de la Nueva Granada, Paris, 1848, p. 401). Seguin Ocariz, Comez £7, ademas de estas encomiendas situadas dentro de fos términos de Santafé, de otras adscritas al valle de Fusagasugd 7 de ses ms en juridiecin de Je provincia de Piterma, euros titulos de propicdad te fueron revalidades por el Gobernador Miguel Diez de Armendériz, en 1547. Bajo el comando del capitin Hernén Venegas, Gémez tomé parte activa en las dos jamadss que so hicieron 4 terres de los indios marauitonts, panches y coli mas, en busea de las minas de oro que alli habfa en abundancia, jomada que culminé con le primere fundacién de Tocaima en un spacible [ano bafiade por 104 re Pati o Bogoté, fundacién esta que tuvo lugar cn los ultimos dias de abril 1544. Cuando el Virrey del Pera, don Blasco Niifiez de Vela, pidié auxilio al Nuevo Reino para someter la insurreccién de Gonzalo Pizarro, Gémez fue uno de los primeros en acudir a su Mamamiento, 3,508 este fin adquirié armas y caballos a su costa. Al llegar a Tocaima la expedicién de socorro, se recibid Ja noticia det desastre de la batalla de Afaquito (en los alrededores de Quito), en Ja cual perecié el Virrey y triunfé la revolucién, [gual conducta observé Gémez cuando Alvaro de Oyén se declaré en abierta rebeldia contra Ja autoridad del rey y de sus representantes en el Nuevo Reino. En Santafé se tuvo noticia de la insurrec- cion por el Gobernador de Villavieja que logré escapar. A la cabeza de tropas contra los alzados salid el Oidor Juan Montafio por una parte, y el capitan Bal- tasar Maldonado por el Valle de Neiva. Se ignora si Francisco Gémez se incorpord a las fuerzas de Montafio o a las de Maldonado: to tmico que se sabe es que uno ¥ otto regresaron a Santafé poco después de sus salidas, al entererse de a muerte de Oyén y del fracaso de su rebelion. En su vida, desempené Gémez tres cargos: el de Mayordomo de Santafé (1549), el de Procurador General (1553) y el de Regidor del Cabildo santafereiic De los ultimos y melancélicos afios de su existencia nos habla ¢] historiador Rivas en su obra citada: “Pobre y adeudado, con numerosa familia de mujer ¥ seis hijos, levantd informacién de sus servicios en mayo de 1562, en solicitud de que se le concedieran mil pesos de renta a fin de atender decorosamenie a sus necesidades. Provisto ya de esta informaciin, emprendié viaje a Ja Corte Fran- cisco Gomez, a pedir al Rey mercedes, y a su regreso al Nuevo Heino fue muerto en la mar por los franceses, dejando a su familia en Ja pobreza, pues slo tenia el xepartimiento de Tibacuy, que_hered6 el hijo primoginito”. (Ob. cit, t. 1, P, 261). Alrededor det afio de 1548, Francisco Gémez casé con dofa Catalina de Quintanilla, una de las primeras mujeres que subieron af Nuevo Reino con Ja expcaicion de Jeronimo Lebron. #] matrimonio Gomez-Quintanilla fue el segundo que se celebré en Santafé. Hijos de esta unin fueron: Francisco Gémez de la Cruz, Francisca, Mariana y Catalina de Taboada, Inés Aries de Salas y otra, cuyo nombre se ignora y que murié en temprana edad. Hijos ilegitimos: Jos pres" biteros Francisco Gomez de la Cruz y Hernan Gémez de Ia Cruz. Al enviudar, dona Catalina contrajo matrimonio con Andrés Vasquez de Molina, uno de los primeros conquistadores del Nuevo Reino. se Francisco de Tordehumos es citado por Flérez de Ocdriz en sus Genealogias Ct. Tp, 168) como “natural del lugar de su apellide, Encomendero de Cota, en_el distrito de Santafé, en que por no haber tenido hijos le sucedié su mujer dofia Maria de Santiago, hermana de la anteccdente”. La “antecedente” es doua Eufrasia de Santiago, esposa del encomendero de Cipacén, don Francisco de Figue- redo. Tordehumos nacié ‘aproximadamente en el afio de 1513 y Hegé a Santa Marta con la expedicién del Adelantado de Canarias don Pedro Fernandez Lugo. AIM se inicié en las entradas a tierras de indios de la comarea, bajo el comando de los distintos capitanes que en ellas intervinieron. Fue uno de los més i6venes arcabuceros en la jornada de] descubrimiento y conquista del Nuevo Rei- no, Mevada a cabo por el licenciado Jiménez de Quesada. De Tordehumos narran Jos cronistas Castellanos, fray Pedro Simén y Zamora, un hecho del cual él fue su protagonista. Cuando comenzaban los espafioles a ascender la empinada, nebli- nosa y pluvial sierra de Atin (nombre este gue aquéllos le dieron por Jo anegadizo de sus muchas trochas y tortuosos caminos, lo cual los hacia sentir como el atin, que sélo en el agua pucde vivir), el general Quesada determiné proseguir equella infructuosa ruta con Jos soldados que en la ocasién se encontraban en las me- jores disposiciones de salud y de dnimo, dejando los enfermos y los caballos al cuidado de su hermano Herndn Perez de Quesada. A éste le ordend que, apenas encontrara camino © trocha por donde pudieran andar los dolientes y maldis- pcstos y. trepar Jas cabalgsduras, Jo siguicra; pero en el caso de que esto no uese posible, que alli, en Atin, aguardara, mientras él, don Gonzalo, pudiera darle aviso de haber encontrado tierra mds accesible y provista de mantenimicntos. Al cabo de scis dias, al Megar el Adclantado a tierra habitada y abundosa en provisiones, envié tres hombres a Uamar a su hermano Hemin y a la gente que 105

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