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PRÓLOGO

L
a vida de don Antonio Colao Granda nos impulsa
a decir: Sangre de España fecunda. Porque de
fecundidad puede gloriarse quien hace el número
cuatro entre los 13 hijos que tuvieron sus padres.
Y fecunda fue la familia de don Antonio: dos hijos de su
sangre —Fé y Antonio— y 250 niños y niñas que don Anto-
nio y su esposa doña Julia apadrinaron en la ciudad de Cara-
picuiba, en Brasil. Con toda justicia a don Antonio y a doña
Julia se les dio el título de Familia Ejemplar del Año.
Muy fecunda ha sido también la labor de don Antonio en
el campo de las letras. Desde su bautismo literario el año
1976 en el periódico Región hasta el día de hoy lleva publi-
cados miles de artículos en periódicos y revistas españolas
y americanas. Sus libros que versan en general sobre temas
religiosos se elevan ya —con este— a ocho volúmenes y
una novela.
En el orden espiritual don Antonio busca su santificación
y la de todos sus allegados. Y para conseguirlo se vale de los
sacramentos —comunión diaria y confesión quincenal—,
trato frecuente con Dios, a través de la Virgen María, y para
su santificación don Antonio se vale también del trabajo
profesional hecho a conciencia. No le gusta ofrecer a Dios
un trabajar chafallón. Su apostolado —ejercido principal-
mente entre familiares y amigos— es el fruto de su intensa
vida interior. Una sobreabundancia de su vida contempla-
tiva.

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El retrato moral que hago de don Antonio coincide con el
que hacían del duque de Guisa sus contemporáneos: “Hacer
el bien a todas manos y cuando no obra palabras, es cortés,
humano, honrador de todos, murmurador de ninguno”.
Sigue don Antonio la máxima evangélica: No juzguéis y no
seréis juzgados.
Este libro que tienes en tus manos, querido lector, es uno
de los hijos del espíritu de don Antonio. Se ha dicho —con
razón— que el estilo es el hombre mismo. Pues bien, este
libro tiene la frescura, la espontaneidad y la blancura del
espíritu del autor. Me atrevería a afirmar que es don Anto-
nio mismo.

FRANCISCO SÁNCHEZ DE MUNIAÍN Y GIL


Coronel del Ejército y Escritor

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EL PERIODISTA DON JULIO GONZÁLEZ
GARCÍA ENTREVISTA A ANTONIO
COLAO GRANDA.—

Antonio, ¿cuántos libros lleva publicados con éste?


— Este es el octavo que será publicado Dios mediante el
próximo mes. También terminé una novela profundamente
religiosa que no sé cuando la veremos impresa, pues
depende de las Ediciones Paulinas de Madrid. Y sólo me
darán la respuesta cuando terminen de examinar las novelas
y libros que preceden a la mía.

¿Cómo se titula la novela?


— La novela es autobiográfica y le di por título ovela
de un pastor con voluntad de triunfo.

Y eso ¿por qué?


— Porque los primeros trabajos que hice en mi vida fue-
ron pastorear vacas y ovejas, sin faltarme nunca la voluntad
de triunfo.

¿Pretende publicarla a nivel nacional?


— Esa es mi esperanza, pero las editoras no se juegan los
millones sin saber si los ganarán, y actualmente son muchos
los personajes famosos que les mandan originales con exce-
lente calidad. Un catedrático de Lengua y Literatura que me
escribió el prólogo me dice que la novela es un relato apa-
sionante y fantástico, pero me temo que la sintaxis no tenga
la calidad suficiente para que pueda competir con tantos
escritores como se presentan en las editoriales, y como la
espiritualidad de la novela es muy profunda, no se ajusta al
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querer de la mayoría de los lectores. Esperemos con pacien-
cia y después veremos lo que pasa.

¿Intentó publicar a nivel nacional alguno de los libros


que lleva publicados?
— No. Nunca lo intenté, pese a que me lo han recomen-
dado algunos amigos expertos en Literatura. Pero todavía
estoy a tiempo, porque mis libros se han vendido casi todos
en las misiones de América, y sólo algunos miles en España.
Como usted bien sabe yo no escribo para ganar dinero. Lo
hago con mucho gusto porque me parece un deber cristiano,
y me siento muy satisfecho con los resultados, sabiendo que
todas las ganancias obtenidas son para los hombres y niños
que tienen sed de pan y de Dios. Hace algunas semanas
estuve con el fundador de la unión sacerdotal Lumen Dei y
me dijo que siguiera escribiendo: “Escriba, escriba”, me
dijo. Después, el superior general que tienen en Argentina,
un santo sacerdote, me enseñó las felicitaciones que tenía
escritas en su agenda de los argentinos que compran mis
libros, y como Dios me ha dado esa vocación ardiente y ese
celo apostólico para ser un instrumento al servicio de Dios
y de las almas que viven en pecado mortal, cuando alguien
cambia de vida motivado por mis escritos, me siento feliz.

¿Tiene miedo a la muerte?


— No. La muerte para el cristiano no existe. Es pasar de
vida a vida. Lo que me preocupa es el juicio final. Y en el
supuesto de que Dios me lleve antes que a mi esposa y nues-
tra hija, me duele muchísimo el vacío que les dejo. Nos que-
remos demasiado. Cuando me operaron de cáncer en el
estómago nuestra hija prometió no cenar más si Dios me
salvaba la vida, y ya lleva dos años sin cenar. Mi buena

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esposa pasa noches enteras a los pies del sagrario adorando
al Santísimo en acción de gracias por mi salud. Especial-
mente cuando me toca pasar la revisión y hacer los análisis.
Y además del vacío que queda en los hogares cuando nos
falta un ser querido, tendrán que afrontar todos los proble-
mas que conllevan la administración de las propiedades que
tenemos alquiladas y los impuestos que vienen de Hacienda
motivados por la herencia; todo esto requiere una experien-
cia que mi esposa y nuestra hija no tienen. Algunas veces le
digo a la hija que se ponga al corriente de todo, pero no
quiere pensar en eso, y así están las cosas. Dios proveerá.

¿o le preocupan las enfermedades y achaques de la


vejez?
— Sí me preocupan. Especialmente si tengo que pasarme
meses o años sin poder trabajar. La vida para mí sólo tiene
sentido —en la tierra— a base de trabajo y oración. Reco-
nozco que la inactividad por deficiencias humanas también
tiene sus ventajas, porque nos lleva a la humildad y a la
reflexión, a pensar más en Dios y a prepararnos mejor para
la otra vida; todo lo que el Señor nos envía es muy positivo
para la salvación de nuestras almas. Pero esto sólo sucede
cuando no se duda de Dios-Padre.

¿Y los que no tienen esa fe?


— Los que no tienen fe no les sirve de nada. Supongo
que desearán morirse para quitarse el sufrimiento de encima
y descansar. Ignoran que ese dolor puede ser mucho más
intenso sin esperanzas de remediarlo. Por eso merecen toda
la compasión de los que creemos y sabemos que la muerte
corporal no es el fin de la vida, sino el principio de una vida
de gloria para los justos.

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Antonio, ¿cómo pretende titular este libro?
— La verdad es que no lo sabía. Pero al pedirle consejo
a un santo jesuita —P. Luis Outeiriño Núñez— que nos que-
remos como verdaderos hermanos, me sugirió que lo titu-
lara 160 ejemplos positivos para el más allá. Y así lo haré,
porque este señor con 90 años cumplidos e impedido de
andar es un hombre inspirado por Dios.

¿Pretende escribir más libros?


— Sí. Ya tengo varias páginas escritas para otro. Pero
sólo Dios sabe si lo terminaré. Estoy a punto de cumplir 72
años, y mi salud no es tan buena como quisiera. No obstante
le puedo decir que pretendo escribir mientras tenga capaci-
dad para hacerlo. Tengo verdadera vocación literaria. La
pena es que no pude ejercerme en la misma hasta los 48
años, y sólo aprovechando algunas horas libres, sin dejar el
trabajo hasta hoy, y siempre pendiente de los negocios; a
todo esto hay que adicionar los once años que me pasé en
Brasil hablando y escribiendo en portugués. Estos inconve-
nientes me han llevado a ser un escritor frustrado.

En sus libros aparecen muchas citas de personajes céle-


bres. Usted lee mucho, ¿verdad?
— No leo mucho porque me falta tiempo. Sólo tres horas
diarias, y treinta minutos más de lectura religiosa, conforme
al deseo del director espiritual. Lo que me lleva más tiempo
es la oración. Hago lo contrario que los escritores. Emilio
Romero nos decía en uno de sus artículos que leía doce
horas todos los días y que sólo escribía veinte minutos.

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Y usted, ¿cuántas horas escribe?
— No lo sé con exactitud. Digamos que tres horas diarias
quince días al mes.

¿Y por qué sólo quince días al mes?


— Pues mire usted, hay que descontar los días festivos,
hay que descontar los martes para darles una plática sobre el
Evangelio al grupo de fieles que vengo orientando desde
hace veinte años, hay que descontar las tardes que dedico a
la administración de nuestras propiedades, hay que descon-
tar el tiempo que me lleva la correspondencia con mis alia-
dos de Brasil, hay que descontar las visitas, y hay que des-
contar cuatro días más al mes para salir con los amigos y
andar unos kilómetros hasta llegar a la Virgen de la Provi-
dencia. Por eso calculo que sólo me quedan unas quince tar-
des libres para escribir unas tres horas cada tarde.

¿Y cómo no aprovecha más las tardes?


— No puedo aprovecharlas más porque duermo la siesta
hasta las cinco, y a las ocho me pongo a rezar hasta las
nueve. Luego veo el Telediario. Después cenamos, y a con-
tinuación me reúno con la hija y la esposa para dialogar y
hacer las novenas hasta las doce de la noche que nos acos-
tamos. Esto sucede cuando la hija termina la consulta a las
diez. Pero algunos días termina después de medianoche y no
la vemos hasta el día siguiente cuando almorzamos todos
juntos.

¿Y los nietos?
— Los nietos son encantadores, pero infelizmente les
dedico poco tiempo. Ellos bajan a vernos del octavo piso
donde viven al sexto en el que vivimos nosotros, y los días

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que no tienen colegio estamos todos juntos y comen cuando
nosotros.

¿Y el yerno?
— El yerno siempre está muy ocupado. Trabaja en la
Audiencia Provincial de Oviedo, y las horas libres las
dedica al ordenador. Le gusta mucho la informática y es un
gran experto en Internet. Habla poco y trabaja mucho. Creo
que eso es lo bueno. Tengo que agradecerle mucho el que
haya ofrecido no cenar si yo salía bien de la revisión que
pasé hace unos treinta días.

Antonio, le deseo mucho éxito con el nuevo libro y con


la novela.
— Gracias, don Julio.

Gijón, avidad 2000

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1.— MENTIRAS CRIMINALES

E
l doctor Bernard Nathanson ha descubierto en su
obra —El alarido silencioso— las mentiras más
criminales de todos los tiempos, después de prac-
ticar 75.000 abortos. Es verdad que posteriormente se arre-
pintió de las barbaries cometidas y fue bautizado cristiana-
mente en 1996. Ahora leemos en su libro cuál ha sido la
argucia empleada para cambiar las leyes que había en Esta-
dos Unidos en 1968 sobre la natalidad, sirviéndose de falsas
encuestas.
El doctor Bernard fue uno de los principales fundadores
de la Asociación Nacional para revocar las Leyes sobre el
Aborto en USA, sabiendo que una encuesta veraz hubiera
establecido el hecho de que la mayoría de los norteamerica-
nos estaban en contra de leyes permisivas sobre el aborto.
No obstante, cinco años después de su perversa gestión,
habían conseguido del Tribunal Supremo la legalización del
aborto en 1973. ¿Cómo lo consiguieron?: El primer logro
fue hacerse con los “Mass-Media”. Les convencieron de
que la causa del aborto favorecía a un avanzado liberalismo.
Pero este ex monstruo y sus colaboradores sabían que
presentando unas encuestas con más del 60% en favor del
infanticidio, la justicia que apoya a la injusticia, implantaría
la ley inicua del aborto. Y así fue la táctica de exaltar la pro-
pia mentira y conseguir un apoyo suficiente amañando el
número de abortos ilegales que se producían anualmente en
USA. Esta cifra era de 100.000 aproximadamente pero la
que reiteradamente dieron a los “Media” fue de 1.000.000,

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y como una mentira suficientemente reiterada la hace ver-
dad al público, nadie dudó.
Y el número de mujeres que morían anualmente por
abortos ilegales oscilaba entre 200 y 250. Pero consiguieron
“probar” con las falsas encuestas que continuamente
repetían a los “Media” la muerte de 10.000, y a pesar de la
criminal falsedad fue admitido por la mayoría de los norte-
americanos convenciéndoles de cambiar las leyes sobre el
aborto. Otro mito que consiguieron extender entre la
mayoría del público fue que el cambio de leyes solamente
implicaría los mismos abortos que se practicaban ilegal-
mente. Después, vieron que el número anual de abortos se
incrementó en un 1500 por 100, o sea quince veces más.
La segunda táctica fundamental fue jugar la carta del
anticatolicismo. Vilipendiando sistemáticamente a la Iglesia
Católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas, y
atribuyendo a su Jerarquía el papel de malvados, principal-
mente entre los opositores al aborto permisivo. Resaltán-
dolo incesantemente, los “Media” reiteraban que la oposi-
ción al aborto procedía de dicha Jerarquía, no de los
católicos; y una vez más, falsas encuestas “probaban” que la
mayoría de los católicos deseaban la reforma de las leyes
antiaborto. Entretanto, el hecho de que los grupos cristianos
católicos, y aún ateos, se declarasen Pro Vida, fue constan-
temente silenciado.
La tercera táctica fue la de negar cualquier científica
evidencia de que la vida comienza en el momento de la
concepción. “Ahora —nos dice el doctor Bernard—, des-
pués de saber todos los médicos que la vida comienza con
la concepción, me preguntan: ¿por qué algunos doctores
americanos se desacreditan practicando el aborto? La res-
puesta —nos sigue diciendo el doctor Bernard— es cues-

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tión de Aritmética: A 300 dólares cada uno, 1’55 millones
de abortos implican una industria que produce 500 millones
de dólares anualmente. De los cuales la mayor parte va a
los bolsillos de los doctores que practican el aborto”.
Como estamos viendo, el aborto es un hecho claro de
destrucción de vidas humanas a cambio de miles de millo-
nes de pesetas que reciben los facultativos perversos. Un
acto de mortífera violencia, del cual es el primer responsa-
ble el doctor Bernard, máxime si tenemos en cuenta que con
pequeñas diferencias, también se repitieron con éxito las
patrañas de sus falsificadas encuestas en el mundo Occiden-
tal. Ahora, arrepentido lo confiesa, pero el mal que ha hecho
en todo el mundo sigue el camino de Lucifer sin que nadie
le ponga freno. Que Dios les perdone a todos y les salve del
infierno. Así lo deseo de corazón.
Publicado en La Voz de Avilés 18-julio-1999

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2.— LOS TIEMPOS NO HAN CAMBIADO

C
uando los abuelos les dicen a sus hijas que los
nietos son demasiado modernos, las respuestas
son las mismas casi siempre: “¿no te das cuenta
de que los tiempos han cambiado mucho, papá?”. Esto es
una insipiencia por parte de las madres, porque los cam-
bios están en la mentalidad de las personas y no en el true-
que de los tiempos. Ahora estoy leyendo la biografía de la
Santa más célebre de los países escandinavos en la Edad
Media —Santa Brígida—, y estoy viendo que su vida entre
los años 1302 y 1373 siguió los mismos derroteros que los
santos de nuestra época.
Brígida se casó a los 14 años obedeciendo al querer de sus
padres para ser esposa del noble caballero Uif Guámarssen.
Ejerció benéfica influencia sobre él. Juntos socorrían a los
pobres, fundaron hospitales y erigieron muchas iglesias. Tuvie-
ron 8 hijos, y como no podía ser menos, entre ellos a Santa
Catalina, cuya vida estuvo íntimamente unida a la de su madre.
Al regreso de una peregrinación a Santiago de Compostela,
falleció santamente su esposo. Su muerte señala una vida de
mayor actividad para la Santa, pues al despedirlo en el cemen-
terio oyó una voz del Señor que le decía: “Tú serás mi esposa
y mi instrumento, y mi espíritu estará contigo hasta la muerte”.
Santa Brígida se alimentaba de las minucias que recibía con el
trabajo manual que realizaba después de medianoche. Y con
los donativos que recibían ella y su hija, construyeron el
monasterio de Vadstena para la Orden Mixta de San Salvador,
cuya regla escribió por mandato divino.

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Las amonestaciones que recibía del Señor fueron las carac-
terísticas más sobresalientes: “Yo hablaré por tu boca” le
había dicho Jesús, y con libertad y firmeza le habló al monarca
Magno, para que en la corte hubiera un ambiente menos mun-
dano. Asimismo fue la encargada por Dios de comunicar a los
Papas sus advertencias (Clemente VI, Urbano V, Gregorio
XI). Igualmente a los religiosos y sacerdotes los amonestaba a
vivir santamente. Le preocupaba cuanto se relacionaba con el
bien de la Iglesia, en una época sombría y relajada.
Su biógrafo nos dice que sus escritos constituyen la obra
capital de la literatura sueca medieval. Lo forman “Las reve-
laciones”, “La regla del Santísimo Salvador” y el “Sermón
angélico sobre la excelencia de la Virgen”.
“Las revelaciones”, menospreciadas desde su publicación,
fueron defendidas en el Concilio de Basilea por el futuro carde-
nal Juan de Torquemada, y han sido traducidas del latín a todas
las lenguas europeas. “No hablo para ti sólo, sino para la salva-
ción de todos los cristianos” (le dijo el Señor). Ciertamente,
según palabras de Benedicto XIV, “no hay que darles a dichas
revelaciones la misma fe que a las verdades de religión, pero
están fundadas en pruebas muy razonables para ser creídas”.
Escuchó al Crucificado poco antes de morir: “No te he
visitado con consuelos en este tiempo pasado, porque era el
tiempo de pruebas, pero ahora ven a Mí”.
Poco después de regresar de Tierra Santa, moría en
Roma, siendo el traslado de sus restos mortales a Suecia.
Una multitudinaria y auténtica procesión triunfal siguieron
su cadáver derramando lágrimas por el bien que había hecho
y el ejemplo que perdura 626 años después y se perpetuará
hasta el fin de los tiempos. Lo mismo ocurre con los santos
de hoy. Los tiempos no han cambiado.
Publicado en La Voz de Avilés 19-julio-1999

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3.— LAS ENFERMEDADES

P
ienso y creo que no pocas enfermedades se pueden
evitar haciendo un examen periódicamente para
prevenir lo que después no tiene remedio. La Pala-
bra de Dios ya nos dice que “Acude al médico y sigue sus
consejos, que también él es hijo de Dios y a veces le permite
acertar” (Eclesiástico 38, 12-13). Es necesario luchar contra
las enfermedades y no desfallecer nunca. Dios quiere ser-
virse de nosotros para darle a conocer y a amar, y cuanto
más podamos prolongar nuestra vida, mayor es el bien que
podemos hacer. No hay duda de que los médicos son queri-
dos por Dios para remediarnos el dolor. Y si queremos verlo
más claro después de lo dicho, es bueno recordar que uno de
los discípulos de Jesús era médico y evangelista, San Lucas.
Y ¿qué podemos hacer cuando no se puede evitar la
enfermedad y el dolor? El mejor lenitivo que me dictamina
mi experiencia es ofrecerle a Jesús todas mis tribulaciones
mórbidas, es decir, adicionar el sufrimiento a la Pasión y
muerte del Redentor para paliar nuestros pecados y los que
el mundo comete por la ignorancia religiosa y el despecho.
Cierto es que la Pasión de Cristo por nuestros pecados ha
sido completa, pero sí nos ha dejado las puertas abiertas
para añadirle nuestros méritos, pues por más que consiga-
mos ensalzarla para redimir los pecados del mundo, nunca
llegaremos al exceso.
Estamos viendo que tarde o temprano, todos nos encon-
traremos con el sufrimiento: enfermedades, vejez, desgra-
cias, guerras, pérdida de seres queridos. Este es el lado

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oscuro de la vida. El que revela nuestra fragilidad y es fruto
de nuestra limitación de criaturas. Es imposible evitar siem-
pre el sufrimiento. Sobre todo si amamos mucho. Pues
quien más ama, mayores motivos tiene de dolor. Lo expresa
bien el folklore popular cuando canta: “Corazón que no
quiere sufrir dolores, pase la vida entera libre de amores”.
Lo que nos da Dios es la posibilidad de que el dolor sea
fructífero, tanto más cuanto mayor sea el grado de santidad
en que vivimos. El hombre siempre tendrá dos purgatorios
por delante: el que podemos pasarlo en la Tierra sabiendo
que lo tenemos merecido —esto sucede con los “santos”—
, y el que forzosamente nos espera si no lo sufrimos aquí.
Por mi parte prefiero pasarlo en vida voluntariamente,
teniendo en cuenta los recursos que Jesús nos concede:
“Venid a Mí todos los que estáis cansados y afligidos, que
Yo os aliviaré, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”
(Mateo 11, 28 y 30), mientras el purgatorio que pueden
sufrir nuestras almas en la ultratumba, sólo puede ser miti-
gado con recursos ajenos: misas y oraciones de los que nos
sobreviven.
Y ¿por qué nadie se libra del sufrimiento? Ningún genio
en el mundo nos ha dado nunca una explicación. Sólo la
Palabra de Dios lo deja muy claro en el Antiguo Testa-
mento: La desobediencia a Dios de nuestros primeros
padres, Adán y Eva (Génesis 3, 16-19). Ese pecado lo
hemos heredado con los mismos derechos que tenemos a la
herencia de los bienes que nos dejan nuestros padres legíti-
mos. Y no existen argumentos válidos para decir lo contra-
rio.
Publicado en La Voz de Avilés 28-julio-1999

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.— EL PAPA Y EL INFIERNO

L
os académicos consideran al infierno como el
lugar destinado por la divina justicia para el cas-
tigo eterno de los malos; es decir, tormento y cas-
tigo de los condenados. Y la respuesta de los agnósticos
siempre es la misma: “Faltan al buen sentido los que evi-
dencian el infierno. No puede existir un castigo eterno para
expiar los pecados cometidos en esta vida efímera”.
Este razonamiento de los incrédulos puede ser muy sen-
sato para la ínfima categoría de nuestra mente. Pero no deja
de ser una osadía escudriñar y definir los designios de Dios,
negando lo que Jesús nos dice reiteradamente en los Evan-
gelios y excluyendo lo que Dios nos dice en el Apocalipsis:
“Estanque de fuego” (Apocalipsis 21, 8).
El doctor Vander nos dice que para gobernar una nación
es necesario tener un cerebro muy equilibrado, con un peso
de 1800 gramos. Si ahora intentáramos buscar la proporción
o armonía entre el gobierno de un estadista y el gobierno de
Dios, no sería exacerbado pensar —veamos a Dios como
hombre— que el cerebro de Dios es mucho más grande y
más pesado que nuestro Planeta. Y como se trata de un
Señor infinitamente sabio, poderoso y justo, infinito puede
ser —y lo es— el castigo que merecemos cuando vulnera-
mos sus santas leyes.
Juan Pablo II afirmó el pasado día 28 a una multitud de
jóvenes en la Plaza de San Pedro que “el infierno es real,
pero no sabemos quiénes están en él”. Pienso que el infierno
no es un castigo vengador infligido al hombre. Es la conse-

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cuencia de nuestra decisión, tomada libremente, rechazando
el amor y el perdón que constantemente nos ofrece. Jesu-
cristo ha venido al mundo para que todos nos salvemos.
Pero el que se lanza sobre el asfalto desde un sexto piso, no
puede culpar al pavimento de su muerte, sino a su voluntad
de suicidio.
Morir en pecado mortal sin el menor arrepentimiento, es
una oposición rebelde y rotunda contra la voluntad de Dios.
Y esto significa separarse de Él para siempre. Y este estado
definitivo de auto—exclusión es el que puede llevar a las
almas al infierno. Por eso dice el Papa que “la eterna con-
denación no se puede atribuir a Dios, ya que Él sólo quiere
la salvación de lo que ha creado, y el culpable es el propio
hombre”.
Conozco católicos muy expertos que niegan el fuego del
infierno y consideran que la gehena consiste en la separa-
ción eterna de Dios, porque allí no existe leña ni carbón,
ignorando que Dios no necesita combustible para que se
produzcan las llamas, y Jesús nos dice que “es el lugar
donde ni el bicho muere ni el fuego se apaga” (Marcos 9,
48). Y, ¿por qué Juan Pablo II les ha pedido a todos los
sacerdotes que “con sobriedad prediquen el infierno en las
homilías”, sino para que todos se salven?
Es de notar que se trata de un dogma de fe, y los dogmas
de fe son verdades inconcusas que un buen cristiano no
puede negar lo que Dios nos revela. Tengo muy claro que el
creyente que cree en el infierno está libre de condenarse,
porque el santo temor le impide morir en pecado mortal. Por
eso Jesús nos repite quince veces el infierno en los Evange-
lios. Sí, quince veces nos los advierte para que nadie se con-
dene. ¿Se puede pedir más?
Publicado en La Voz de Avilés 1-agosto-1999

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5.— ¿DESEA MORIRSE?

N
uestras vacaciones de ocho días las pasamos en
Fátima y en un funeral muy doloroso en Valen-
cia. Cuatro amigos/as nos acompañaron. Tam-
bién mi ahijado de 21 meses y un matrimonio —sobrinos—
con dos hijas párvulas. Los quince nos trasladamos en tres
coches con rumbo al Carmelo de Santa Teresa, en Coimbra.
Allí hablamos con una religiosa que salió para recibirnos
después de la llamada del timbre y decirle que era el Colao
de siempre. La Madre superiora deseaba verme para saber
de cerca cómo me encontraba después de la dolorosa opera-
ción que soporté, apoyado en las oraciones de Lucía y tan-
tas otras.
Entretanto, una señora asturiana bien conocida y famosa
en el Principado, junto con toda la caravana que nos acom-
pañaba, se quedaron en la portería del Convento. Allí surgió
un milagro espiritual: la excelsa señora salió del agnosti-
cismo en menos de treinta minutos. Dialogando con la
jovencísima religiosa que nos abrió la puerta y mirando a
sus ojos, se quedó prendada del espíritu y la gracia santifi-
cante que la irradiaba. Mis familiares íntimos y yo, marca-
mos encuentro con la Madre superiora para ver a Sor Lucía
siete días después a las once de la mañana.
Lo extraño en el camino que separa Coimbra de Fátima
—100 kilómetros— fue el silencio inflexible y dogmático
de la ingente señora. Pues todo parecía que había enmude-
cido. La sorpresa vino después: no perdió una sola noche sin
asistir a las procesiones con una vela encendida cantando la

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Salve en latín. Y al despedirnos en Fátima dos días antes de
nuestra salida para cumplir con sus urgentes obligaciones en
Asturias, nos entregó una carta cerrada para la religiosa
referida con una cruz de oro como obsequio de gratitud a la
santa monja que Dios había puesto a su lado como instru-
mento que habría de servir para su conversión. La religiosa
susodicha se quedó estupefacta después de leer la carta y
comprobar el milagro: “Son prodigios de Dios —nos dijo—
. Yo no soy nadie para atribuirme milagros. La cruz de oro
tiene que salir del Convento rápidamente. Aquí no acepta-
mos oro ni plata”. Y encarecidamente le pedí a la Madre
superiora que no dejaran de escribirle a la señora referida.
Al llegar el próximo sábado —día 24 de julio— llegamos
al Convento para ser recibidos por la vidente de Fátima (sor
Lucía). Eran las once de la mañana cuando salió a recibir-
nos. Sonriendo con sublime dulzura, nos mandó sentarnos y
les cogió las manos a nuestros nietos y a mi ahijado, mien-
tras sus padres estuvieron esperando dos horas en la capilla
del Convento. Dos horas también estuvimos dialogando con
Lucía, y tratando de cosas muy sencillas relacionadas con la
Iglesia, con la Virgen de Fátima y con Jesucristo y sus
Evangelios. Y como Lucía ha puesto fin a su Fé después de
dialogar tantas veces con la Virgen (fe es creer lo que no
vemos), se me ocurrió preguntarle si deseaba morirse:
“Nadie tiene ganas de recibir el castigo —nos dijo— que
nos espera después del pecado original. Pero como nadie
puede subir al Cielo sin antes pasar por la muerte. Es claro
que deseo sufrirla para llegar a la Casa del Padre. El pró-
ximo 22 de marzo cumpliré los 93 años y 55 de clausura en
este Convento”.
¿Continúa recibiendo tantas cartas como siempre? —le
pregunté. “Ahora recibo más que nunca —me dijo—. De

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todas las naciones recibo una media de cien cartas por día”.
—¿Las lee todas? “Todas son abiertas y leídas por mis cole-
gas, luego las seleccionan y me entregan las que tienen con-
tenidos más acuciantes y necesitan más de la caridad”. —
¿Las guarda todas? “Es imposible —me dijo—. Guardamos
las que tienen algún interés histórico y las otras se queman
en la huerta del Convento”.
¿Cómo ha dejado el Convento de las Doroteas donde dis-
frutaba de la libertad que ahora no tiene en esta clausura de
las Carmelitas? “Quien no duda de Dios y de su Santa
Madre debe de buscar siempre el lugar más sacrificado y
estricto. Es verdad que me dieron muchas vueltas antes de
conseguirlo. Los obispos de Portugal deseaban tenerme
cada uno en su diócesis y no me concedían permiso para
entrar en clausura, pero Pío XII, después de exponerle mis
razones, me envió una carta concediéndome el deseo que
tenía de retirarme del mundo. Creo que fue un gran acierto,
pues la contemplación vale más que la actividad, y juntas las
dos como lo hago aquí, se completan más las exigencias del
Evangelio”.
Hasta este punto todo había sido una felicidad en nues-
tras diminutas vacaciones. Pero ¡oh! qué poco dura la dicha.
Cuando nos despedimos de Lucía y bajábamos las escaleras
del Convento, suena el teléfono móvil de nuestro yerno para
decirle que su hermano —sacerdote, con tres licenciatu-
ras— había muerto en aquel instante. Salimos rumbo a
Valencia y hemos visto uno de los dramas más dolorosos de
nuestra vida. Su madre, con 84 años, pedía encarecidamente
a Dios que le llevara con su hijo queridísimo.
Dos horas estuvimos en el funeral presenciando una
ceremonia que nunca había visto tan sentida y multitudina-
ria. Unos 230 sacerdotes y siete obispos asistieron a la Misa

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de exequias. Los siete prelados abrazaron y besaron a la
pobre madre del sacerdote, y el arzobispo de Valencia, mon-
señor García Gasco, le dijo: “Puede estar tranquila, su hijo
se confesó, recibió la extremaunción y me dijo: “El mayor
dolor que llevo de este mundo, es el dolor de mi madre”. Y
esta señora tan dolorida le preguntaba a nuestro yerno
cuando introducían a su hermano en el panteón: “¿Habrá
infiltraciones de agua sobre mi hijo?”. ¡Oh, Dios mío!,
cuántas lágrimas en este mundo, cuánta tristeza, cuánto
dolor, y cuán necesario es todo para salir del pecado, para
salir del egoísmo y para mirar más al Cielo.
Publicado en La Voz de Avilés 5-agosto-1999

21
6.— RISA Y LLANTO

L
a sonrisa es la expresión del bien que se quiere
transmitir a nuestros semejantes, como recepción
noble de todos los defectos y virtudes que nos pre-
senta el que la recibe, ofreciéndole un aspecto alegre y
gozoso, mientras que la risa estrepitosa o carcajada es fruto
del ridículo que nos presenta el payaso o la extravagancia en
que éste sitúa a una tercera persona. Por eso a Jesucristo
nunca nadie lo vio reírse. Pues el placer que nos causa la risa
estrepitosa procede de actitudes que nos dejarían de ser
humillantes si por nosotros fuesen asumidas.
¿Quién no se ríe si una señora resbala, cae y nos pone al
descubierto las posaderas? ¿Quién no se ríe cuando un
cómico imita perfectamente a los tartamudos? ¿Quién no se
ríe de un borracho que va serpenteando las calles, vocife-
rando sandeces y parando a los coches? Es verdad que las
carcajadas pueden servir de terapia para la salud corporal,
pero nunca se librarán del pecado. Por eso los santos sonríen
a todos los vivientes y no se ríen de nadie, porque lo que no
quieras para ti, a nadie debes deseárselo. Esa es la perfec-
ción a la que todos los cristianos somos llamados.
Rabindranath Tagore nos dice que “cuando sonrió el
hombre, el mundo le amó. Cuando rió, le tuvo miedo”. Y
Jesús nos dice: “¡Ay de vosotros los que ahora reís; porque
gemiréis y lloraréis!” (Lucas 6, 25). Pero no hemos de con-
fundir el hombre que carcajea con el varón risueño que nos
muestra risa en su semblante, porque los hombres risueños
son sanos de corazón. Y la risa de un niño es como la

22
música de la infancia. Por eso dice Rubén Darío que “la
alegría inocente se desborda en una catarata. ¡Triste hogar
es aquél donde no resuena la amable sonrisa infantil!”.
El llanto puede ser el modo de expresar algo que con
palabras no se puede decir. Cuando encontramos una per-
sona llorando a nadie le pasa inadvertido, porque las lágri-
mas expresan una sinceridad incomparable. Es el humor que
sale del alma dolorida donde no existen fisuras hipócritas o
ficticias. Y esa verdad completa que nos propina el descon-
suelo nadie la desprecia, y toda persona normal se con-
mueve e intenta remediar la tragedia.
Cervantes nos ha dejado escrito que “por tres cosas es
lícito que llore el varón prudente: la una, por haber pecado;
la segunda, por alcanzar perdón de él; la tercera, por estar
celoso; las demás lágrimas no dicen bien en un rostro
grave”. También se suele llorar de alegría. Y cuando esto
sucede es que la dicha o felicidad es completa, pero la sin-
ceridad es la misma que brota del dolor. Por eso lo que más
nos une a los hombres es el dolor y la alegría mutua.
Y termino con una estrofa de Gabriel y Galán:
“Me enseñaron a rezar,
enseñáronme a sentir
y me enseñaron a amar
y como amar es sufrir
también aprendí a llorar”.
Permítanme dos renglones más de Emilio Castelar: “Una
vida en que no cae una lágrima es como uno de esos desier-
tos en que no cae una gota de agua: Sólo engendra serpien-
tes”.
Publicado en La Voz de Avilés 14-agosto-1999

23
7.— RESPUESTA AL PADRE PATAC
SOBRE EL INFIERNO

H
e leído con verdadera fruición la entrevista que le
han hecho (6-8-99) al ilustre jesuita don José
María Patac de las Traviesas. Y si el señor direc-
tor me lo permite, me gustaría disentir en algo tan serio
como son los dogmas de fe, haciéndolo con todo el respeto
y consideración que me merece: “El infierno no es tan terri-
ble del modo en que nos lo pintan; es estar ausente de Dios.
Lo que pasa es que la ignorancia religiosa es muy grande”,
nos dice. Y si el buen religioso me lo permite, le diré que esa
ignorancia religiosa lleva camino de serle atribuida al
mismo Cristo. ¿Por qué nuestro Salvador nos repite tantas
veces el fuego del infierno y no nos ha pronunciado una sola
palabra diciéndonos que la gehena consiste en la eterna
separación de Dios? Y, ¿por qué tantos religiosos y católi-
cos se empecinan en tergiversar lo que Dios nos afirma cla-
ramente? ¿Qué fundamento tiene negar la evidencia de
Dios?
También me hace pensar el Padre Patac que si en las cla-
ses impartidas a Fidel Castro le hizo saber que el infierno es
la separación de Dios, es claro que se haya separado de Él
para pasarlo estupendamente en la Tierra y vivir feliz en el
infierno con la misma distancia que ahora se encuentra del
Altísimo. Creo que no debemos olvidar el Evangelio del
rico Epulón y el pobre Lázaro (Lucas 6, 19-31) y fijarnos
más en todo lo que sigue:
La respuesta de los agnósticos siempre es la misma: “Fal-
tan al buen sentido los que evidencian el infierno. No puede

24
existir un castigo eterno para expiar los pecados cometidos
en esta vida efímera”. Este razonamiento de los incrédulos
puede ser muy sensato para la ínfima categoría de nuestra
mente. Pero no deja de ser una osadía escudriñar y definir
los designios de Dios, negando lo que Jesús nos dice reite-
radamente en los Evangelios y excluyendo lo que Dios nos
dice en el Apocalipsis: “Estanque de fuego” (Apocalipsis
21, 8).
El doctor Vander nos dice que para gobernar una nación
es necesario tener un cerebro muy equilibrado, con un peso
de 1.800 gramos. Si ahora intentáramos buscar la propor-
ción o armonía entre el gobierno de un estadista y el
gobierno de Dios, no sería exacerbado pensar —veamos a
Dios como hombre— que el cerebro de Dios es mucho más
grande y más pesado que nuestro Planeta. Y como se trata
de un Señor infinitamente sabio, poderoso y justo, infinito
puede ser —y lo es— el castigo que merecemos cuando vul-
neramos sus santas leyes.
Juan Pablo II afirmó el pasado día 28 a una multitud de
jóvenes en la Plaza de San Pedro que “el infierno es real,
pero no sabemos quiénes están en él”. Pienso que el infierno
no es un castigo vengador infligido al hombre. Es la conse-
cuencia de nuestra decisión, tomada libremente, rechazando
el amor y el perdón que constantemente nos ofrece. Jesu-
cristo ha venido al mundo para que todos nos salvemos.
Pero el que se lanza sobre el asfalto desde un sexto piso, no
puede culpar al pavimento de su muerte, sino a su voluntad
de suicidio.
Morir en pecado mortal sin el menor arrepentimiento, es
una oposición rebelde y rotunda contra la voluntad de Dios.
Y este estado definitivo de auto-exclusión es el que puede
llevar a las almas al infierno. Por eso dice el Papa que “la

25
eterna condenación no se puede atribuir a Dios, ya que Él
sólo quiere la salvación de lo que ha creado, y el culpable es
el propio hombre”.
Conozco católicos muy expertos que niegan el fuego del
infierno y consideran que la gehena consiste en la separa-
ción eterna de Dios, porque allí no existe leña ni carbón,
ignorando que Dios no necesita combustible para que se
produzcan las llamas, y Jesús nos dice que “es el lugar
donde ni el bicho muere ni el fuego se apaga” (Marcos 9,
48). Y, ¿por qué Juan Pablo II les ha pedido a todos los
sacerdotes que “con sobriedad prediquen el infierno en las
homilías”, sino para que todos se salven?
Es de notar que se trata de un dogma de fe, y los dogmas
de fe son verdades inconcusas que un buen cristiano no
puede negar lo que Dios nos revela. Tengo muy claro que el
creyente que cree en el infierno está libre de condenarse,
porque el santo temor le impide morir en pecado mortal. Por
eso Jesús nos repite quince veces el infierno en los Evange-
lios. Sí, quince veces nos los advierte para que nadie se con-
dene. ¿Se puede pedir más?
Publicado en La Nueva España 15-agosto-1999

26
8.— SANTA TERESA

C
uántos homenajes se habrán rendido a multitud de
personajes que sólo han hecho mal a la sociedad,
y cuán pocos se rinden a los que han inmolado
sus vidas en provecho de los más pobres y desamparados.
Esto sucede con los santos. Almas silenciosas y silenciadas
que pocos recuerdan. ¿Existirá algún escritor en España que
le rinda homenaje a Santa Teresa de Jesús Jornet el día 26
del actual mes, sabiendo que se cumplen 103 años de su
fallecimiento y no ignorando que 103 son las Casas—Asilo
por ella fundadas con millares de ancianos?
Sus biógrafos nos dicen que esta niña recién nacida en
Lérida fue bendecida por la Virgen de los Desamparados
para ser posteriormente el consuelo de millones de ancianos
—vivos y muertos— en esta vida terrena y la tabla de sal-
vación de tantas almas que volaron al Cielo después de con-
vertirse con los mejores ejemplos de su vida y la caridad que
su legión de monjas les dispensaban. Estas son las personas
que debieran de grabarse sus nombres en todas las calles y
plazas, porque el modelo a seguir para todos los hombres ha
de ser Jesucristo y los que han vivido literalmente sus Evan-
gelios.
De Teresa de Jesús Jornet, su mejor alabanza la hizo Pío
XII: “Alma grande y a la vez sencilla, humilde hasta igno-
rarse a sí misma, pero capaz de imponer su personalidad y
llevar a cabo una obra ingente: enferma de cuerpo, pero
robusta de espíritu, con fortaleza admirable... Amiga de toda

27
virtud, especialmente de la caridad, ejercitada en tantos vie-
jecitos...”.
Teresa de Jesús Jornet terminó la carrera de Magisterio
con el número uno en su promoción. Muy poco tiempo ejer-
ció su profesión en Barcelona. Su vida estaba jalonada por
la fidelidad al Señor, alimentada en la oración y los sacra-
mentos, hasta el punto de recorrer semanalmente 20 Kms.
para confesarse, después de agasajar a los ancianos que
tenía a su cargo. Es verdad que le ayudó mucho su tío, el P.
Francisco Palau, recientemente beatificado. Pero muerto el
beato, Teresa le pregunta al Señor: ¿Qué quieres que
haga?”. Después de la pregunta a los pies del Sagrario, su
imaginación se centra en la pasión y muerte de Jesús.
Ya tiene la respuesta: a partir de ese día comienza a ser
acrisolado con enfermedades, calumnias, humillaciones,
noches oscuras del alma, grandes inconvenientes para ser
aprobadas en Roma las Constituciones estrictas que deseaba
para sus fundaciones. Pues el contenido estaba implícito en
los párrafos más rigurosos del Evangelio, y la Santa Sede
entiende que el cumplimiento de las reglas será inaccesible,
pero el Papa León XIII firma el decreto de aprobación de las
Constituciones en 1887. Ya puede morir tranquila. Con la
paz de los santos, muere el 26 de agosto de 1896, dejando
como testamento espiritual para las Hermanitas: “Cuiden
con esmero a los ancianos, ténganse mucha caridad y obser-
ven fielmente las Constituciones; ahí está nuestra santifica-
ción”.
Publicado en La Voz de Avilés 18-agosto-1999

28
9.— EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

L
os jóvenes matrimonios que viven armoniosamente
sienten el temor de que sus hijos se disgreguen del
hogar prematuramente, lo que está sucediendo en
numerosas familias y son muchas las soluciones que tienen
para remediarlo. Las relaciones entre padres e hijos empie-
zan cuando el niño aprende a llamar a las cosas por su nom-
bre. Es entonces cuando los padres deben siempre darse a
respetar con autoridad y con mucho amor. Y no por las pre-
guntas que reiteradamente hacen los niños se debe mandar-
les callar y desoír el interés que tienen por saber.
Si los padres no rechazan las dudas de los hijos y les
ponen las cosas en claro viviendo cercanos a ellos, el
enlace de la confianza elabora una amistad sincera que los
hijos nunca podrán encontrar en la calle. Y esto hace que
los niños o adolescentes recurran siempre a sus padres para
solventar sus problemas. Es de tener en cuenta que cuando
llegan los problemas más serios en la adolescencia, como
pueden ser enamoramientos, fracasos en los estudios, amis-
tades poco decorosas, y un largo etcétera, si los padres no
se han granjeado la sincera amistad de los hijos, si no les
han escuchado, es claro que los hijos estarán cerrados en un
foco de angustia que les lleva al odio desatinado de todos
los vivientes.
En este aislamiento desesperado es cuando se juntan los
jóvenes que se encuentran en similares circunstancias y,
todos juntos, suelen recurrir a la droga y al alcohol, mientras
que los hijos que siempre han tenido confianza con sus

29
padres y que saben que ellos los atienden, seguro es que
recurrirán a sus progenitores y les contarán sus problemas
en busca del apoyo que necesitan con urgencia.
Los padres no deben asustarse cuando los hijos se pelean.
Esto sucede con alguna frecuencia, bien por incompatibili-
dad de caracteres, bien por adueñarse de los juguetes que le
pertenecen al otro, bien por celos y envidia (en todos estos
laberintos hay que reconciliarles pidiéndose mutuamente
perdón), y muy mal si los padres prestan más atención al
hijo que más gracia les hace. Son conflictos que los padres
tienen que resolver con mesura ecuánime y prestando siem-
pre la mayor atención al hijo que Dios ha favorecido menos
con carisma de independencia. Y no es bueno ponderar a los
hijos para evitar el engreimiento. Es necesario hacerles
saber que son chicos normales, tanto más cuanto más carez-
can del buen equilibrio y de la sensatez, sin dejar de corre-
girles las faltas y darles soluciones sensatas.
Y termino con unas palabras del Santo Padre: “Vosotros
queridísimos jóvenes, debéis de tener el ansia y el deseo de
ser portadores de Cristo a esta sociedad actual (aquí está la
clave de todo), más que nunca necesitada de Él, más que
nunca a la búsqueda de Él, a pesar de que las apariencias
puedan tal vez hacer creer lo contrario”.
Publicado en La Voz de Avilés 20-agosto-1999

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10.— REMEDIO PARA EL SIDA

L
a lucha por el poder puede llevarnos a la banca-
rrota. Las pensiones han salido a subasta en las
autonomías, suponiendo que el que más altas las
cotice, más electores tendrá a su favor. Los mandatarios
políticos tienen que saber que no todos los viejos hemos
perdido la memoria, y en nuestra retentiva ha quedado claro
que los que más ofrecen son los que menos dan y los que
mayores riquezas usurpan para ellos. Menos mal que con las
máquinas de hacer billetes y un poco de miseria todo se va
resolviendo después. Lo malo es el SIDA y la goma, que a
tantos jóvenes lleva al cementerio.
El Gobierno y la oposición están apostando a ver quién
se inclina más a la izquierda. Por eso están haciendo una
nueva campaña de prevención del SIDA con un presupuesto
de 450 millones de pesetas para que todos llevemos un pre-
servativo en el bolsillo, no sea que nos encuentre una ramera
en el camino y nos contagie. Pero nadie nos dice que con-
forme a los estudios médicos el 18% de los que van al coito
cubiertos con la goma, terminan también en el cementerio
después de una lucha titánica y los consabidos dispendios.
¿Quién escogería un tren que tuviera este índice de
siniestros? ¿Quién comería carne de porcino con la probabi-
lidad de morirse el 18%? ¿Quién elegiría una compañía
aérea para viajar sabiendo que el 18% pasarían a ser vícti-
mas del siniestro? ¿Ignoran ésto nuestras autoridades sani-
tarias? Creo que no. ¿Se puede tratar de competir con la
oposición, sabiendo que si no lo hacen pueden perder elec-

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tores y pasar el mando a las filas contrarias, acrecentando
así el paro, las enfermedades que proceden de la promiscui-
dad, el terrorismo, la droga, el aborto libre; subida de los
intereses, pérdida considerable de la economía que viene
creciendo lo que nadie creía, y un largo etcétera?
Pese a todo lo dicho, creo que los socialistas subirán nue-
vamente al poder, y en el mejor de los casos, dependeremos
siempre del presidente de la Generalitat. Volviendo a lo del
SIDA, muchos habrán visto en la televisión la inmoralidad
que nos propagan: una señora con buen porte, carácter grave
y preocupada le advierte a su hija de los peligros a que se
expone en sus salidas nocturnas. La bella joven, abriendo el
bolso le muestra el preservativo. Su madre, con sonrisa, ali-
vio y complacencia se queda tranquila creyendo que nada
malo puede sucederle.
El lector amable se dará cuenta de hasta qué punto de
corrupción moral puede llegar este mensaje, sabiendo que a
la madre no le preocupa la promiscuidad de su hija. Después
aconsejan a nuestros jóvenes que sean responsables en sus
relaciones sexuales, entendiendo que ser responsable es
recurrir al preservativo. No se habla de valores morales. Se
les incita al libertinaje sexual. Pero nadie se atreve a decir-
les que el único remedio para evitar el SIDA es la abstinen-
cia. Es decir, salir del pecado y entrar por la puerta estrecha
que nos lleva a la salvación (Mateo 7, 14).
Publicado en La Voz de Avilés 24-agosto-1999

32
11.— DELIZIA COSTA

L
os académicos nos dicen que milagro es un acto
del poder divino, superior al orden natural y a las
fuerzas humanas. Y esto ha sucedido a la joven
Delizia Costa en Lourdes. Después de diagnosticarle los
especialistas un sarcoma en la pierna izquierda, pensaron en
amputarle la extremidad, pero viendo que la metástasis se
había extendido por el cuerpo, la niña siciliana fue desahu-
ciada en el hospital y la llevaron sus padres a morir a su
casa.
De edificio en edificio y de puerta en puerta, fueron
pidiendo ayuda económica para llevarla a Lourdes. La chica
de once años no podía comprender el porqué la habían lle-
vado allí. Cuando la acompañaron hasta los baños de aguas
termales sintió pánico y se negó a tomarlos. La única capaz
de convencerla fue la hermana Catalina, que los tomó con
ella. Regresa a su pueblecito de Sicilia sin sentir mejoría
alguna. Pronto tuvo que meterse en la cama. Su peso había
quedado reducido a 20 kilos. Los médicos le dicen que le
quedan dos semanas de vida.
En el barrio reinaba la consternación. Sin embargo, todos
los vecinos seguían rezando y nadie perdía la esperanza. En
una gélida mañana, su madre —Gaëtana— preparaba el
desayuno cuando tuvo la mayor impresión de su vida: Deli-
zia había abandonado la cama y estaba en la puerta, relu-
ciente, alegre y hambrienta. Su madre la hizo sentarse inme-
diatamente y la niña comió con buen apetito. Sorprendida,
Gaëtana vistió a su hija y la llevó rápidamente al hospital

33
donde había sido desahuciada. Los especialistas que la
habían tratado afirmaron: la salud general de Delizia es
excelente.
La noticia de este auténtico milagro se extendió por toda
Sicilia y después por Italia. Los periódicos y la televisión
transmitieron el extraño acontecimiento. Después de varios
años, le dieron el informe al Comité Médico Internacional,
que reúne a alrededor de 30 médicos, neurólogos y psiquia-
tras de todas las nacionalidades, tanto católicos como ateos.
Tras un meticuloso estudio, estos especialistas reconocieron
el carácter inexplicable de la curación.
La opinión de la Iglesia: monseñor Luigi Bonmerito, arzo-
bispo de Catania, certificó el carácter milagroso de esta cura-
ción y su valor sobrenatural. Y el periodista Pierre Perrin le
pregunta al arzobispo el porqué existe un lapso de tiempo tan
prolongado entre el momento del milagro y su reconocimiento
por la Iglesia. Y el prelado responde: “Para que se haga una
idea, desde que la Virgen se apareció en Lourdes a Bernardette
Soubirous, en 1858, la Oficina Médica ha registrado más de
6.000 casos de curaciones excepcionales. La Iglesia sólo ha
reconocido como milagros 66”.
La niña que ha sido favorecida con el milagro —Deli-
zia—, cuenta actualmente 35 años. Después de lo dicho,
dedicó su vida a la oración y al estudio. Terminó la carrera
de enfermera hace diez años y consagró su vida al cuidado
de los enfermos. Vestida de blanco y con guantes del mismo
color, nos muestra un carácter transmisor de alegría y belleza
espiritual, irradiando el prodigio que la Virgen infundió en
su espíritu y se estremece en su corazón. ¿Crees en los mila-
gros, querido lector? Si crees en los milagros ya sabes que
Dios existe, maldice nuestros pecados y nos ama.
Publicado en La Voz de Avilés 25-agosto-1999

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12.— TERRIBLE INJUSTICIA

E
ntiendo por justicia dar a cada uno el premio o
castigo que se merece. Pero como el hombre es
injusto, frecuentemente estamos viendo veredic-
tos inicuos. Y esta terrible injusticia ha tenido que sufrirla
James Richardson. Un negro, pobre y analfabeto que cuenta
actualmente 52 años, y cuando aún no había cumplido los
30, le acusaron de haber dado muerte a sus siete hijos, sir-
viéndose de insecticida letal.
Sometido a un detector de mentiras, consternado e incon-
solable por la desgracia referida, iba respondiendo con vaci-
laciones y titubeos faltando a la verdad. Y por si todo esto
fuese poco, la policía encontró en su domicilio una tarjeta
que pertenecía al agente de seguros que le había propuesto
hacer una póliza para garantizarle la debida indemnización
por cualquier infortunio que le sucediera, y aunque el con-
trato no existía, los abogados contrarios al supuesto crimi-
nal, les hicieron ver a los jueces que se trataba de siete ase-
sinatos premeditados.
Los magistrados le condenan a la silla eléctrica. Los
periodistas se abalanzaron. Toda Florida (EE.UU.) estaba
conmocionada. Pero James ingresó en la prisión esperando
la fecha de su ejecución en la silla eléctrica que bien podía
ver continuamente encendida desde la galería de la muerte.
Allí permaneció veintidós años. Y como era un hombre de
fe, aprendió a leer y escribir sirviéndose del único libro que
le permitían tener en su celda: la Biblia. Sufriendo lo inde-
cible por lo sobredicho y también por el abandono en que le

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había dejado su esposa, adicionando a todo esto las humi-
llaciones y torturas de los carceleros y encarcelados, James
Richardson se quedó con la piel y los huesos. Pero conti-
nuaba manteniendo su fe y meditando siempre la pasión de
Jesús; llegando a prometer que si el milagro se producía y
salía a la calle, intentaría hacerse sacerdote para servir a
Dios hasta el último aliento.
La fecha para la ejecución de Richardson ya había sido
fijada. En esos días se produjo el milagro que James espe-
raba. Veinticuatro horas antes de ser electrocutado, el Tri-
bunal Supremo de Estados Unidos anuló todas las penas de
muerte y las conmutó por cadenas perpetuas.
Así las cosas, un abogado defensor de los negros, reco-
gió todas las pruebas, repasó el juicio, sacó a la luz todas las
omisiones, y consiguió dilucidar la verdad: a la niñera que
cuidaba de los siete hijos de James Richardson, le había sido
arrebatado su esposo por una prima de James y, como ven-
ganza, decidió darles insecticida entre el arroz a los siete
hijos de Richardson.
Comprobada la inocencia del condenado, lo pusieron en
libertad. Fue consagrado sacerdote e ingresó en la prisión
Bessy Reese, la asesina. Ahora vemos al nuevo sacerdote de
52 años sonriendo feliz sin el menor resentimiento o rencor
a nadie. “La justicia de Dios se ha cumplido —nos dice—,
y sólo deseo ir a Tierra Santa para darle gracias a Jesucristo
por no haberme abandonado”. Las injusticias que sufrimos
siempre han de ser triunfos retrasados.
Publicado en La Voz de Avilés 2-septiembre-1999

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13.— LOS PASTORES

T
odo parece que la soledad y el contacto diario con
la nobleza de los animales es una labor muy
fecunda para el espíritu del ser humano. Son
muchos los pastores que han tenido apariciones y revelacio-
nes divinas. No sólo en el último siglo, sino también en el
Antiguo Testamento y en los Evangelios. Nadie ignora que
los pastores fueron los primeros en saber dónde se encon-
traba el Niño Jesús en el momento del alumbramiento.
Advertidos por un ángel, abandonaron sus rebaños y se fue-
ron a Belén para adorarlo (Lucas c2, vv8-14).
He pensado en todo esto después de leer la vida de San
Juan Macías. Un niño extremeño que quedó huérfano con
cuatro años. Lo recogieron unos parientes y lo pusieron a
pastorear ovejas y cabras. A los siete años, mientras acari-
ciaba a los corderos, se le apareció San Juan Evangelista.
Esta visión fue decisiva en su vida y se justifica con las
obras que Juan Macías habría de realizar después del men-
saje de San Juan: “Yo soy Juan Evangelista, el querido
discípulo del Señor. Y vengo a acompañarte de buena gana,
porque el Señor te tiene escogido para sí. Te tengo que lle-
var a unas tierras muy remotas y lejanas adonde habrás de
recogerte en un templo”.
El niño se quedó estupefacto, y casi sin saber lo que
decía, profirió: “Hágase en mí la voluntad de Dios, que no
quiero sino lo que Él quiere”. Años más tarde abandonó el
oficio del pastoreo para ganarse el sustento con el trabajo de
sus manos. Luego pasó a Sevilla y se acomodó como depen-

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diente de un mercader. Transcurrido algún tiempo embarcó
con su patrón al Nuevo Mundo; tenía entonces 34 años. Lle-
garon a Cartagena de Indias, allí le despidió el patrón por no
saber escribir ni leer.
Juan emprendió el viaje por tierra hasta llegar a Lima.
Nuevamente se dedicó a cuidar el ganado de un vecino dis-
tinguido. El poco dinero que ganaba se lo enviaba a su her-
mana, dejando el diezmo para los pobres, y algo más para el
culto de la Virgen del Rosario. Buscaba siempre la soledad
para la quietud de su espíritu y para rezar. Empezó a pensar
en ser religioso, ofreciéndose para los trabajos de una
Comunidad, le aceptan. A la edad de 37 años recibe el
hábito de dominico en el Convento de la Magdalena en
Lima. Pasó el resto de su vida como portero del Convento.
Dedicó su vida a la oración y el sacrificio por las almas
del Purgatorio. También al servicio de los pobres que acogía
en la portería sirviéndoles de rodillas las raciones de comida
que les daba, sin que su olla —milagrosamente— se agotara
nunca. Dormía de rodillas ante la imagen de la Virgen de
Belén, apoyando la cabeza entre sus brazos: “Jamás le tuve
amistad al cuerpo —nos dice—, lo traté como al enemigo;
le daba muchas y ásperas disciplinas con cordeles y cadenas
de hierro...”.
Fue íntimo amigo de San Martín de Porres y Santa Rosa
de Lima. Enfermó de disentería y falleció con 70 años. Bea-
tificado por el Papa Gregorio XVI en 1837, fue canonizado
por el Papa Pablo VI en 1975. Lo que nos dice de San Juan
Evangelista queda bien justificado.
Publicado en La Voz de Avilés 9-septiembre-1999

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14.— MOISÉS EL NEGRO

L
a vida está rodeada de misterios totalmente inson-
dables para el hombre; todos conocemos a “bue-
nas personas” que viven separadas de la Iglesia y
no hacen mal a nadie. También conocemos a hombres diso-
lutos y guerreros que han sido iluminados por la fuerza del
Espíritu Santo para terminar siendo modelos de santidad,
como pueden ser San Agustín o San Pablo. Sobre este tema
me ha hecho meditar San Moisés el Negro, un ladrón per-
verso y depravado, y que desde hace siglos se encuentra en
los altares, celebrándose su festividad el 29 de agosto.
Moisés era originario de Etiopía. Fue el más pintoresco
de los Padres del Desierto. En sus primeros años era criado
y esclavo de un cortesano egipcio. Su amo se vio obligado
a despedirle a causa de la inmoralidad de su vida y de los
robos que había cometido. Entonces Moisés se hizo bando-
lero. Era un hombre de estatura gigantesca y de ferocidad
desmedida. Con esas cualidades atroces pronto organizó
una banda y se convirtió en el terror de la región.
En cierta ocasión, cuando se hallaba a punto de cometer
un robo, ladró el perro de un pastor. Entonces Moisés juró
matar al zagal. Y para llegar a donde éste estaba tuvo que
cruzar a nado el río Nilo con el cuchillo entre los dientes.
Entretanto, el pastor tuvo tiempo de esconderse entre las
zarzas. Y como no consiguió hallarle, Moisés le mató cua-
tro carneros, los cogió por las patas y los condujo al otro
lado del río. Enseguida descuartizó a las bestias, asó y

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comió las mejores porciones, vendió las pellejas y fue a reu-
nirse con sus bandidos compañeros.
Poco después se encontró con los solitarios del desierto
que adoraban a Dios, y viendo la paz en que vivían y el
amor sublime que reinaba entre aquellos monjes, envainó
el cuchillo solicitándoles que le aceptaran provisional-
mente en el grupo. El hecho es que se hizo monje en el
monasterio de Petra, en el desierto de Esqueta. Y un día,
cuatro bandoleros asaltaron su celda. Moisés luchó con
ellos y los venció. Luego les ató las manos y los llevó a la
Iglesia. Con voz fuerte llamó al superior y le dijo: “La regla
no me permite hacer daño a nadie. ¿Qué podemos hacer
con estos hombres?”.
Los bandoleros se arrepintieron y tomaron el hábito. Pero
Moisés aún no había conseguido vencer sus violentas pasio-
nes y, para lograrlo, fue a consultarle a San Isidoro. El
futuro santo —entonces abad— le condujo a la terraza del
monasterio cuando rayaba el alba, y le dijo: “Mira: la luz
vence muy lentamente a las tinieblas. Lo mismo sucede en
el alma”. Moisés fue venciéndose poco a poco, a fuerza de
rudos trabajos, de caridad fraterna, de severas mortificacio-
nes y de perseverancia en la oración.
Llegó a ser tan dueño de sí mismo, que monseñor Teó-
filo, arzobispo de Alejandría, le ordenó sacerdote. Después
de la ordenación, el arzobispo le dijo: “Ya lo veis, padre
Moisés, el hombre negro se ha convertido en blanco. Para
Dios no existen imposibles y, algunas veces, se complace
haciendo lo mejor de lo peor”. La voluminosa biografía de
San Moisés que terminamos de leer, ha sido escrita por un
monje calabrés, llamado Lorenzo. Es interesantísima.
Publicado en La Voz de Avilés 10-septiembre-1999

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15.— SEXUALIDAD EN LA BIBLIA

L
eyendo la Biblia se comprende muy bien el porqué
se encuentra este mundo tan desordenado como
todos lo vemos. En el Libro de Tobías se dan cita
todos los elementos positivos que constituyen el matrimo-
nio ideal en la larga trayectoria del Antiguo y Nuevo Testa-
mento. La fecundidad y el amor están implícitos como base
fundamental para la solidez y estabilidad de los cónyuges.
El final del diálogo que el ángel sostiene con Tobías (Tobías
c6, vv16ss) aparece en la Vulgata de la manera que sigue:
“Escúchame y te mostraré quiénes son aquéllos contra
los que puede prevalecer el demonio: son aquéllos que abra-
zan el matrimonio de tal modo que excluyen a Dios de sí y
de su mente y se entregan a su pasión como el caballo y el
mulo, que carecen de entendimiento. Cuando tú la tomes
por mujer y entres en el aposento, no te acerques a ella en
tres días y ocúpate sólo de hacer oración con ella. Y, pasada
la tercera noche, recibirás a la doncella en el temor del
Señor, guiado más del deseo de tener hijos que de la pasión,
para que consigas en los hijos las bendiciones del linaje de
Abraham.”
Terminada la cita predicha, bien sé que estaré haciendo
el ridículo ante los ojos del mundo en que vivimos. Pero si
meditáramos apaciblemente sobre lo que hacemos y lo que
debiéramos de hacer conforme a los preceptos de Dios, y
después analizáramos los resultados de las dos actitudes
completamente antagónicas, seguro estoy de que nos que-

41
daríamos con el consejo del ángel para terminar diciéndole:
“¡qué razón tienes!”.
La licitud del acto conyugal siempre ha sido admitida por
Dios y por la Iglesia. Pero dentro de unos planteamientos
morales que no impiden la procreación ni el amor, que se
ajustan perfectamente a la gracia santificante, y conse-
cuen—temente, a la indisolubilidad conyugal, a la armonía
hogareña y a la paz que todos buscamos y tanto bien nos
hace. Tertuliano aceptará esta legitimidad sólo después de
reconocer que “se trata de algo repugnante”, y sólo en
cuanto que es “necesaria para la procreación”.
San Jerónimo, mitigará este juicio, advirtiendo que “aun-
que no es una falta, es un estorbo para la oración”. Y en el
acto matrimonial, resalta San Agustín que se da un desor-
den, por eso el hombre se avergüenza de él; pero, como es
un desorden querido por Dios que se proyecta hacia fines
honestos no hay pecado en él. San Gregorio Magno escribe
que “tal acto es en sí bueno y querido por Dios, pero en la
práctica, es muy difícil que los esposos respeten su bondad,
ya que con frecuencia mezclan en él la concupiscencia. Por
lo que este acto siempre está manchado con una falta, de la
que los esposos habrán de pedir con frecuencia perdón a
Dios”. “Si los cristianos se casan —proclama San Justino—
es principalmente para tener hijos: la procreación es el fin
directo y la razón de ser del matrimonio”.
Publicado en La Voz de Avilés 10-septiembre-1999

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16.— CERRARON LOS MANICOMIOS

C
uando más falta nos hacían los hospitales para
locos, nos encontramos con que todos han
cerrado sus puertas. Existen numerosas familias
en España que viven realmente atormentadas con sus hijos
esquizofrénicos y locos. No me refiero únicamente a los
dramas que nos presentan en la televisión. Conozco una
familia avilesina que tienen un hijo esquizofrénico con más
de veinte años. Es un chico elegante con gigantesca estatura.
Ha sido un buen cristiano hasta llegar a la pubertad y perder
la razón. Sus padres siempre fueron felices al amparo de
Dios y su Santísima Madre.
Con sus tres hijos asistían a Misa todos los días. Horas
interminables se pasaban —y se pasan— en oración y peni-
tencia. Bien dirigidos espiritualmente por un sacerdote de
LUMEN DEI, no cesaban de trabajar por extender el Reino
de Dios, hasta que una demencia precoz se apoderó de su
hijo. Hablé sobre este tema al presidente general de la unión
sacerdotal Lumen Dei, y conseguimos que lo llevaran donde
se encuentran los drogadictos que son atendidos por esa
bendita Obra. Allí permaneció algo más de dos años.
Pero la falta de personal para reducirlo cuando de forma
peligrosa se alteraba, y la baja de un médico y sacerdote que
lo atendía, les obligaron a recogerlo nuevamente sus padres.
Cerrada esta familia en un piso de 60 metros cuadrados, la
vida se les hacía insoportable. No sólo por las intenciones de
suicidio que afloraban en su cerebro intentando tirarse por
el balcón, sino también por destruir todo cuanto en el piso

43
existía. Así las cosas, temiendo por la vida del hijo y las
amenazas que les hacía a sus familiares, decidieron buscar
un empréstito y comprar una casa semiderruida en una aldea
para evitar el posible suicidio del hijo y darle un poco más
de esparcimiento.
Pero todo ha mejorado muy poco. El chico le dice a su
madre que si la mata no tiene ningún delito. Y una hija her-
mosa que tienen, se encuentra sola viviendo en el piso de
Avilés por miedo a ser violada o muerta si convive con su
hermano. Y sus padres atemorizados con el hijo, tienen que
cerrar las puertas de su alcoba con llave para evitar el peli-
gro de muerte que les acecha cuando intentan dormir. Es
verdad que viene un médico y dos enfermeras una vez cada
semana, pero en la Residencia de Avilés sólo lo aceptan
unos días.
Intentando dar solución a este infierno que reina en la
casa de un matrimonio que yo considero “santos”, hablé con
varias clínicas privadas, y sin tener en cuenta los tratamien-
tos, me pidieron 450.000 pesetas mensuales, ascendiendo al
millón si tenemos en cuenta la asistencia médica continua.
Pudiendo comprobar la veracidad de todo lo predicho,
quiero apelar a las autoridades sanitarias para que por favor,
por caridad y por amor a Dios busquen una solución a éste
y tantos otros casos similares antes de que sea demasiado
tarde y surja una desgracia. Piensen en estos contristados
padres. Pónganse en su lugar y tengan un poco de concien-
cia.
Publicado en La Nueva España 14-septiembre-1999, La Voz de Avilés 19-sep-
tiembre-1999 y El Comercio 23-septiembre-1999

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17.— EL JUEGO

A
lgunas veces me pregunto el porqué se editan y
se leen tantos miles de libros que sólo sirven para
perder el tiempo y enseñarnos lo que nunca
debiéramos de aprender. Y después me pregunto el porqué
se editan y se leen tan pocos libros de los hombres más
ejemplares —e ilustres— de todos los tiempos. Qué busca
el ser humano si no es la paz, la esperanza sin término, el
progreso material, la familia dilecta y armónica, la salud y
el amor. Y poniendo un solo ejemplo para no alargarnos
demasiado: ¿Quién nos puede aleccionar e instruir mejor
para conseguir todo esto que el Duque de Gandía y Virrey
de Cataluña que terminó siendo San Francisco de Borja?
Este hombre hace su entrada en la Corte con dieciocho
años y rápidamente se hace querer y estimar mucho por el
Emperador Carlos V. Francisco también amaba la vida y las
buenas diversiones, como la música y la caza. Contrajo
matrimonio con doña Leonor de Castro. Dama predilecta de
la Emperatriz. Dios los bendijo con ocho hijos. Vivía ena-
morado de su familia; allí nada faltaba de todo lo que ahora
igualmente seguimos buscando los hombres: la felicidad. Su
lectura predilecta eran los Evangelios. También leía a San
Pablo y a San Juan Crisóstomo, sin perder el equilibrio entre
las exigencias de la nobleza y su conciencia cristiana.
Pero es de tener en cuenta que el “sarmiento que dé
mucho fruto, se le podará para que dé más” (Juan 15, 2). Y
como el joven Virrey estaba dando buenos y muchos frutos,
llegó el “Viñador” y le segó la vida de su esposa. Esto le

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llevó a participar de la cruz de Cristo y a oír con más fuerza
la voz de Dios. Contaba entonces 36 años, y San Ignacio de
Loyola lo admitió en la Compañía, continuando en el
mundo con el permiso de Paulo III y con mucho silencio.
“Por el momento no tienen orejas los hombres para oír tal
estampido”, le dice San Ignacio.
Casados sus hijos, y graduado en Teología, Francisco se
somete a la obediencia de San Ignacio. Ante el ejemplo de
este duque santo, renunciando a todas las grandezas, muchos
de sus conocidos y amigos se dispusieron a cambiar de vida.
Nada le preocupaba el qué dirán. Se entregó a la oración pro-
funda y meditada, examen de conciencia diariamente y mor-
tificación. El autor de su biografía nos dice que su santidad
era sencilla y gozosa, de trato encantador. Ya siendo jesuita,
es nombrado Comisario General de España y Portugal.
Sus muestras de excelentes virtudes y entereza le ensalzan
como Prepósito General de la Compañía de Jesús a la muerte
de su antecesor, padre Laínez. Y como General, contribuye
santa y eficazmente a la organización definitiva de la Com-
pañía. Da gran impulso a las misiones, aumentó el número
de jesuitas desde los 1000 que tenía hasta llegar a los 3500.
Del juego nos dice que se pierden cuatro cosas: “Tiempo,
dinero, devoción y a menudo la conciencia”. La clave de su
conversión: en plenitud de vida falleció la emperatriz Isabel,
y Francisco, impresionado, fue quien transportó el cadáver a
Granda. Al certificar días después que aquél rostro desfigu-
rado era el de la bellísima emperatriz, tocado por la gracia
exclamó: “No he de servir más a señor que se me pueda
morir”. Y como Cristo no muere nunca y su rostro se trans-
figuró en belleza resplandeciente (Mateo 17, 2), es a Él a
quien resolvió servir sin temor a perderle jamás.
Publicado en La Voz de Avilés 15-septiembre-1999

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18.— RAFAEL Y LA TRAPA

H
ace veinticinco años leí las obras completas del
beato Fray María Rafael. Confieso que nunca
había leído un libro con mayor complacencia y
fruición, y después de leerlo mi esposa, nos desplazamos a
Burgos para conocer la casa donde el trapense había venido
al mundo. Allí hicimos contacto con una tía del que veinte
años después sería beatificado por Juan Pablo II. Esta ama-
ble señora nos informó de toda la familia del futuro santo y
nos dijo que éste tenía un hermano en la Cartuja. Pasamos
la noche en Burgos, y al día siguiente llegamos a la Cartuja
de Valencia.
Nos abrió la puerta un religioso vestido de blanco con
mirada piadosa y sublime. Le expresamos el gran deseo que
nos llevaba a conocer al hermano de Fray María Rafael. Con
voz muy silenciosa nos dijo que no nos recibiría. Es una
pena —le dije—, pues queríamos darle una ayuda para cola-
borar con el proceso de beatificación de su hermano. “Yo
puedo decírselo”, profirió. Transcurridos unos minutos salió
el padre Fernando Arnáiz Barón sonriendo alegremente para
decirnos que allí no podían aceptar donativos para su her-
mano, y sí en la Trapa de Palencia.
Estuvimos dialogando con él algo más de una hora. Nos
informó de todo lo concerniente a su familia. Es verdad que
ya conocíamos su linaje a través del libro que habíamos
leido: su padre era ingeniero de Montes y abogado, su
madre había sido columnista del diario “Región”. Su her-
mana había muerto en olor de santidad siendo monja en las

47
Carmelitas de Oviedo. Su hermano Leopoldo vivía en
Madrid con doce hijos y su esposa. Su tía, la duquesa de
Maqueda, estaba en el Convento de Santa Teresa de Ávila,
con el hombre de Madre Clemencia. Y el que con nosotros
hablaba, se había pasado varios años estudiando la carrera
de ingeniero en Lovaina (Bélgica). También había sido
capitán cuando la Guerra Civil en España. Ahora cuenta 87
años y 17 operaciones, y vive en la Trapa por motivos rela-
cionados con el proceso de canonización de su hermano.
Fue recibido por el nuncio de Su Santidad en España y por
el Papa.
Nos ponderó mucho a la Madre Clemencia, después de
contarnos su vida familiar y el grado de santidad en que
vivía, nos sugirió que pasáramos por el Convento de Ávila
para conocerla y llevarle sus recuerdos. Este encuentro con
su tía nos dio lugar para obtener una amistad muy sincera y
muy espiritual. La visitábamos anualmente y nos relacioná-
bamos por carta. Pues aquella santa monja nunca dejó de
agradecernos una estufa que le ofrecimos para paliar el frío
que reinaba en el Convento con cero grados. Pero en una de
las cincuenta cartas que conservamos nos dijo que “no podía
beneficiarse de algo que no estaba permitido en el Con-
vento”.
Esta excelsa y santa familia se pueden considerar astu-
riana, pues vivieron en Oviedo la mayor parte de sus vidas,
y el beato Rafael no dejaba de visitar la Catedral un sólo día
para asistir a misa. Con un cilicio bien ceñido al cuerpo y
elegantemente vestido, dejó la carrera de arquitectura para
ingresar en la Trapa de Palencia. Allí le acometió una dia-
betes galopante, y en tres años hizo la “carrera” de santo.
Escribió el diario de su vida monástica y ha sido conside-
rado por los expertos como el mayor místico del siglo XX.

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La experiencia nos dice que las amistades fundadas en la
profundidad de la vida espiritual son indisolubles, y cuando
la muerte nos corta esas ligaduras humanas, el lazo espiri-
tual continua incólume por la fuerza de las oraciones que los
muertos queridos reciben de los vivos amados. Por eso Jesu-
cristo nos dice que “mi madre y mis hermanos son aquéllos
que hacen la voluntad de mi Padre Dios” (Lucas 8, 21).
Viene a colación todo esto viendo el amor que siento por el
padre Fernando Arnáiz Barón y por su tía, la Madre Cle-
mencia, cuando aún vivía y después de su muerte.
Veinticinco años de sincera amistad con el padre Fer-
nando, el pasado sábado nos desplazamos a la Trapa de
Palencia once personas para verle, entre las cuales se encon-
traba la doctora Marqués que me extirpó un cancro. Tam-
bién la doctora que atiende a nuestros nietos, y siendo tan
buena como es, aún le falta ese rayo de luz para dar el
último paso en dirección al Resucitado.
Algo más de tres horas estuvimos dialogando con el her-
mano del beato. La doctora Marqués nos dijo que se trataba
de un hombre muy inteligente, y los catedráticos Fidel
García y su esposa Juana Mari, lo consideraron como un
hombre de gran altura intelectual.
Entre los once que estábamos en torno al religioso,
alguien le preguntó el porqué de los sacrificios que hacen.
La respuesta fue contundente: “Si Dios ha querido sacrificar
a su Hijo por el amor que nos tiene, ¿cómo nosotros no
vamos a hacerlo para corresponder un poco a lo mucho que
le debemos?”. Un minuto de silencio y surge otra pregunta:
“Calderón de la Barca nos dice que la vida es un sueño,
¿usted qué dice? “La vida es una realidad con infinita
importancia, y el hecho de que algunos hombres no se la
den, puede ser una tragedia perpetua. El que busca la eterna

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felicidad, la encuentra, y el que la busca en esta vida por
caminos tortuosos con malas compañías y pecados, perdida
para siempre la tiene”.
Nuevamente le dicen: Yo no considero sacrificio todo lo
que voluntariamente se hace. Respuesta: “Yo amaba apa-
sionadamente a mi familia. La dejé para siempre al entrar en
la Cartuja y servir a Dios lo más santamente posible, y esta
vocación nunca ha conseguido eximirme del dolor que le
causé a mi madre y el que yo mismo padecía por no verla,
¿y no ha sido este un sacrificio voluntario?”. ¿Cuántas horas
tienen diariamente de oración?, le preguntaron. “Diez horas
dedicamos a Dios, siete al descanso nocturno y otras siete al
trabajo”.
También nos informaron de los mil quinientos litros de
leche que diariamente regalan en beneficio de los pobres, y
de las quince toneladas de alimentos que mandaron para el
Tercer Mundo. Y cuando nos reunimos para comer en un
salón que lo mismo se siente relajado un mendigo que un
rey, teniendo en cuenta la sobriedad centenaria de los mue-
bles y la frugalidad de la comida, al pedirles la cuenta, el
monje que nos servía nos dijo: “Es la voluntad”. Cada uno
de los comensales les dimos una limosna, y en paz.
Publicado en La Voz de Avilés 23 y 24-septiembre-1999

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19.— J. L. MARTÍN DESCALZO

H
ace poco nos visitó una religiosa de Avilés para
dialogar un rato con nosotros y regalarme un
libro de José Luis Martín Descalzo. Es el último
que escribió el ilustre y buen sacerdote, con el título “Tes-
tamento del Pájaro Solitario”. Este señor bien conocido
como periodista y como biógrafo de Cristo, siempre nos
movía a leerlo en los recuadros de ABC, pero a mí no me
convenció nunca. En sus escritos derrochaba felicidad, y tal
vez la tenía.
Acompañando a los Santos Padres en los viajes apostóli-
cos que hacían y enviándonos sus crónicas, le sonreía la
vida y casi nos juzgaba a todos por el mismo rasero. Parecía
no comprender el dolor y las penas que sufren tantas almas
en este valle de lágrimas. Y un amigo mío bien conocido en
Asturias por sus artículos y sus libros poéticos, Victoriano
Rivas Andrés, me dio su sincera “opinión” sobre José Luis:
“Es un oportunista”.
El concepto o parecer casi peyorativo que tenía sobre el
referido escritor lo fundamentaba en la supuesta artimaña
que tenía para ganar la voluntad y el afecto de los lectores.
Creo que a todos nos gustaría que nuestros escritos fuesen
muy leídos, pero me parece preferente la sinceridad a la
fama. Pues si los que no recibimos retribución alguna escri-
bimos en contra de nuestra voluntad, ¿qué nos queda para
nosotros si no es la vanidad estúpida que se desmorona para
dar salida a las depresiones?

51
Recuerdo perfectamente cuando en una tertulia televisual
le preguntaron al señor Martín Descalzo si el infierno
existía, y me pareció verlo ruborizado y nervioso cuando
respondió: “El infierno existe, pero es más difícil conde-
narse que ser santo”. Con este motivo le escribí una carta
diciéndole que no se ruborizara por repetir lo que Cristo nos
dice.
También le exponía mis razones sobre la felicidad que
tanto propalaba en sus artículos, y le anunciaba cómo algún
día cambiaría de parecer, y cómo para condenarse es sufi-
ciente pecar mortalmente y morir sin el mínimo arrepenti-
miento negando la existencia de Dios, y para ser santo...
¡oh! Sin mencionar mi nombre me contestó en uno de sus
artículos de forma humillante.
Ahora, al leer el libro predicho, cuando él estaba en los
umbrales de la muerte y sufría lo indecible, me encuentro
con un hombre lleno de fe, pletórico de humildad y rebo-
sante de sinceridad. Creo que es lo mejor que ha escrito en
su vida, porque la sinceridad no nos obliga a decirlo todo,
pero sí a decir lo que se piensa y se siente, y Martín Des-
calzo se dio cuenta que en pocas semanas tendría que com-
parecer ante el Tribunal de Dios, donde todos tendremos
que enfrentarnos con la verdad sincera y auténtica, y desdi-
ciendo todo lo que había dicho sobre la felicidad, le mues-
tro al amable lector una estrofa de su último libro:
“La condición del hombre es la tristeza,
una sucia tristeza que se ignora.
Recién nacido el hombre llora y llora
y se siente perdido en su torpeza”.
Publicado en La Voz de Avilés 27-septiembre-1999

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20.— LA MÉDICA DE AYER

A
yer fui a pedirle a la médica de la Seguridad
Social que me hicieran un análisis para saber
cómo andan mis triglicéridos y el hierro de mi
sangre. Estaba de vacaciones la que me atiende desde hace
algunos años, y en sustitución de la misma me encontré con
una cuarentona atractiva y chispeante. Le dije que me
excedía un poco con las grasas y la carne. Sonriendo con
mirada bufona y casi lujuriosa me dijo: “Hay que comer y
disfrutar de la vida, echar una cana al aire. ¿Si hacemos lo
contrario de qué nos sirve vivir?”.
Es necesario cuidarse —le dije— para servir al prójimo
y a Dios muchos años. ¿Usted no cree que tendremos otra
vida mejor en la ultratumba? “Yo sólo creo en lo visible y
lo tangible. La gente se muere y nadie nos remite dos letras.
La religión ha sido superada. Sólo un puñado de pusiláni-
mes siguen creyendo que resucitarán. Usted aproveche bien
esta vida y no escatime los placeres que nos ofrece”.
Ya veo que niega la existencia de Dios y, ¿cómo lo sabe?
¿Quién se lo ha dicho? ¿Cuál es su base fundamental para
negarlo? Si usted conociera una ínfima parte del universo,
distanciándose de la Tierra 7.000 millones de años—luz y
me dijera quién conduce aquellas bolas gigantes que supe-
ran a nuestro Planeta en volumen miles de millones de
veces, volando de forma equidistante a velocidades de
276.000 kilómetros por segundo, ya me daría algo en qué
pensar. Pero decir que Dios no existe sin saberlo, me parece
un sofisma.

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“Puede decirme cómo lo sabe usted?”. Lo sé porque la fe
me lo evidencia. Lo sé porque lo siento y lo veo con los ojos
del alma. Lo sé porque todo ha sido preanunciado por los
profetas 800 años antes de la venida de Cristo: su naci-
miento de una madre virgen en Belén, su muerte, su resu-
rrección. Lo sé porque tenemos más de 500 testigos que lo
vieron después de muerto y resucitado. Lo sé porque uste-
des —los médicos— han certificado miles de curaciones
milagrosas en personas que sólo Dios ha podido salvar de la
muerte.
Lo sé porque los placeres ilícitos que usted me reco-
mienda no favorecen a nadie al ser detestados por Dios, y
sólo sirven para deturpar la alegría de vivir y, en muchos
casos, para perder la salud. Como sucede con el hedonismo
que les lleva al SIDA, las bebidas que los alcoholizan, la
droga que tantos estragos viene haciendo, la gula que tantos
infartos ha provocado, y un largo etcétera. Ve, ¿ve cómo
Dios existe y la mejor forma de vivir y la que más felicidad
nos proporciona es seguir sus mandamientos? Medite todo
esto y busque la verdad.
—Antonio, eres un convencido. Cuando vengas a buscar
los análisis hablaremos más.
Publicado en La Voz de Avilés 1-octubre-1999

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21.— CATEGORÍA

L
a falta de categoría en las personas se nota rápida-
mente. Bien pueden maquillarse y pintar el rostro
con preparados artificiales. Vestirse de púrpura y
de lino. Ensortijar el pelo y cubrir con joyas el cuello, las
manos y los dedos; todo esto nos puede dar la mejor impre-
sión, pero en diez minutos de tertulia, la categoría que se
buscaba, se desmorona y aparece el sujeto revestido de col-
gajos por dentro. El primer trasunto que lo justifica es la crí-
tica deslenguada de las personas que envidia.
El hombre de categoría es ecuánime y tiene capacidad
serena de juicio. Detesta los embustes y es veraz en todo lo
que expresa. No juzga mal de nadie, sabiendo que le falta
capacidad para hacerlo. Tengo un amigo fiel y sincero que
ha sido cabo de la Guardia Civil, después abandonó el
puesto que tenía para hacerse comerciante en Gijón, consi-
guió darles carrera universitaria a las tres hijas que tiene
para jubilarse unos años después. Ahora administra sus bie-
nes y se dedica por completo a las obras benéficas.
Todos los martes comparece en el grupo de católicos que
me toca orientar. Siempre llega con dos horas de antelación
para adorar al Santísimo que tenemos expuesto en una
humilde capilla de la unión sacerdotal Lumen Dei. Los
lunes por la tarde vamos caminando y venimos a pie des-
pués de venerar a la Virgen de la Providencia. Son quince
kilómetros de recorrido. Algunas veces nos acompaña un
coronel de Caballería y rezamos algunos rosarios por el
camino y en la capilla de la Virgen predicha.

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Pero lo que más envidio de este hombre inteligente y sen-
cillo es la humildad. No se jacta de nada. No cuenta una
ventaja. Admira a determinadas personas que no le llegan ni
a la rodilla, y cuando por primera vez nos acompañó el coro-
nel referido, nos dijo con sumisión humilde y sincera:
“¡Quién me podría decir a mí que un día iba a salir a dar
paseos con un coronel, siendo cabo de la Guardia Civil en
un pueblo!”. Sonrió el coronel y le dijo: “Entre los hombres
que amamos a Dios y al prójimo no existen diferencias de
clases”.
Jesús Novoa es un hombre de Dios. Tiene unas ideas
clarísimas de la política y de lo transcendente. Su vida está
completamente orientada por los Evangelios. No le faltan
problemas muy serios ni los achaques propios de su edad,
pero nunca se queja ni pierde la sonrisa. Él siempre medita
la pasión de Jesucristo y el dolor de su Madre Santísima.
Hace pocos días descubrí algo que me dejó estupefacto: Un
colega suyo que también ha sido labrador en una aldea de
Galicia, me dijo que su vecino, Jesús Novoa, descendía de
familia de marqueses y condes. Y allí —en Galicia— está la
casa solariega con los escudos de la nobleza. Y en dieciséis
años de amistad íntima con él, jamás me ha mencionado la
grandeza de su linaje. Esta renuncia total a la vanidad y a la
pedantería, son virtudes que me empequeñecen, porque
estos son los hombres de categoría, como todos los santos.
Publicado en La Voz de Avilés 4-octubre-1999

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22.— TEMOR Y MIEDO

S
on muchas las personas que consideran el “temor”
y el “miedo” como sinónimos, cuando en verdad el
temor evidencia por parte de quien lo siente un
cierto respeto hacia una persona que le supera, mientras el
miedo nos incita a la huida. Por eso en los textos bíblicos no
se habla de “miedo a Dios”. Al contrario, con mucha fre-
cuencia oímos al Señor que dice a quien se acerca a Él: “No
temas”.
Dios quiere que el hombre que se dirige a Él se encuen-
tre a gusto (Gén. 15, 1; Jds. 6, 23; Dan. 10, 12). Si leemos
con atención el Deuteronomio veremos la constante equiva-
lencia que establece entre el temor y el amor, como si el
temor fuese condición del amor. El autor del Eclesiástico
(34, 16—18) dice: “Dichoso el alma que teme al Señor...
Los ojos del Señor están puestos sobre los que le aman”.
Temer a Dios es cumplir sus mandamientos. Es ser cons-
ciente de que nada puede escapar a su mirada. Es recordar
que Él no es indiferente al comportamiento de los hombres
y que un día pedirá cuentas a cada uno de nosotros.
También es esperar en su amor, tener confianza en su
justicia, estar siempre dispuestos a responder a su llamada,
estar atentos a lo que le puede agradar o desagradar; detes-
tar el mal que nos puede separar de Él, buscar el bien que
nos conduce junto a Él. Y saber que lejos de inspirar miedo,
tristeza o desesperanza, el temor de Dios suscita alegría,
confianza y optimismo. La Biblia no escatima elogios para

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quienes lo han entendido así, porque temerosos de Dios es
un simil de amigos de Dios.
“El temor de Dios es el principio de la sabiduría” (Pro-
verbios 2, 5). Quien no teme a Dios puede buscar su felici-
dad en los placeres pecaminosos y en la argucia, lo que esta-
mos viendo constantemente en la política y en las revistas
del corazón, y eso no es sabiduría, es sofisma. La sabiduría
es vivir respetando la Jerarquía omnipotente de todos los
elementos de la existencia. Es de tener en cuenta que el
temor de Dios nos protege contra el temor de los hombres y
contra el miedo a las enfermedades y a la misma muerte.
En el Magnificat, la Virgen canta el amor de Dios que
descansa en quienes le temen (Lucas 1, 50), y San Pablo, en
los Hechos de los Apóstoles, nos dice que la Iglesia primi-
tiva “andaba en el temor del Señor, llena de los consuelos
del Espíritu Santo” (Hch. 9, 31). Y San Juan de la Cruz, el
gran místico español del siglo XVI, resume así los puntos
fundamentales de esta tradición cristiana:
“Cuando el alma —escrite el santo— llega a poseer el
espíritu de temor en toda su perfección, posee también en su
perfección el espíritu de amor; este temor, que es uno de los
siete dones del Espíritu Santo, es un temor filial. Pero el
temor perfecto del hijo procede del amor perfecto del Padre.
Así, pues, cuando la Sagrada Escritura quiere representar-
nos a una persona que posee la caridad perfecta, nos dice
que teme a Dios”.
Publicado en La Voz de Avilés 7-octubre-1999

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23.— UN MAESTRO

U
n maestro me llamó por teléfono hace unas sema-
nas para decirme que viene coleccionando mis
escritos desde hace doce años. Me comentó que
deseaba conocerme personalmente para tratar de un asunto
muy importante. Marcamos encuentro en la delegación de
Lumen Dei el pasado día 15 de septiembre a las cinco de la
tarde. Allí me encontré con un joven muy humilde y sin-
cero. Después de dialogar algo más de una hora con él, me
pareció que estaba tratando con un “santo” especial.
Me pidió que leyera los dieciséis folios que le escribió al
obispo auxiliar, don Atilano, y me mostró la respuesta del
prelado. Me dio algunos puntos de referencia sobre lo que
deseaba y me dijo que volvería a verme una semana des-
pués para conocer mis impresiones sobre los dieciséis
folios. En el nuevo encuentro llegó con un obsequio para
agradecerme las atenciones que le prestaba. Lógicamente,
le agradecí el buen deseo que tenía y le pedí por favor que
lo llevara de vuelta, quedándome únicamente con una
estampa de la Virgen.
La preocupación que le atormentaba era la conversión de
un sacerdote que había sido su mejor amigo y compañero de
estudios desde la infancia hasta que el clérigo entró en el
Seminario. Y como yo había escrito un artículo sobre un
cura que dejara de ejercer su profesión y se reincorporó nue-
vamente con gran devoción después de relacionarnos por
carta y personalmente algunos años, el joven maestro quería
saber y leer el contenido de mis cartas para conseguir que su

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amigo dejara de ser “progre” y se inclinara por la misma
santidad que el referido maestro está viviendo. Le dije que
los hombres no convertimos a nadie. Sólo Dios puede hacer
esos milagros espirituales.
— Sí —me dijo—, pero el Señor se sirve de nosotros
para la conversión de los pecadores.
— Es verdad —señalé—, pero dime lo que has hecho
para que tu amigo deje de ser sectario y comulgue con el
Santo Padre.
— Le envío cartas y no me contesta, me odia.
— Reza mucho por él y haz algún sacrificio —le sugerí.
En ese momento me abrió su alma y me dejó estupefacto:
“Por la conversión de ese sacerdote que me odia he derra-
mado muchas lágrimas. Puedo decirte que rezo ocho rosa-
rios todos los días por él. Como sólo una vez cada 24 horas.
Asisto a Misa dos veces por día, y puedo enseñarle cómo
sólo llevo el cuello de una camisa vieja y el jersey sobre las
carnes, ¿se puede hacer más por esa conversión? Por eso
vengo a pedirle que le escriba usted y se ponga en contacto
con él. Piense que es mucho el bien que puede hacer un
sacerdote bueno, e infinito el mal que está haciendo este
hombre al tergiversar el Evangelio e ir en contra del Santo
Padre. La próxima semana volveré a verle”.
— Y ahora me pregunto: ¿qué puedo hacer por un sacer-
dote rebelde y por complacer a un “santo” obsesivo?
Publicado en La Voz de Avilés 10-octubre-1999

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24.— ESTADO ACONFESIONAL

U
n Estado aconfesional es algo así como la comida
mal cocida, sin grasa y sin sal. Sólo se puede
comer y digerir a fuerza de hambre. Y la Iglesia
sin la protección del Estado se estanca o decrece. No me
refieron únicamente a las contribuciones económicas, sino
al amparo que necesita en los medios de difusión, que tanto
daño le están haciendo actualmente. Y estamos viendo que
un Estado sin Iglesia se corrompe y envilece a la población.
Los dos Libros de los Reyes nos dan claro ejemplo de lo
que han sido los monarcas fieles a Dios y lo que han sido los
reyes que vulneraban sus leyes. Y un ejemplo ejemplari-
zante lo tenemos en San Fernando III. Un rey fiel cumplidor
de las palabras bíblicas: “Reina por medio de la verdad y la
justicia, y tu diestra te conducirá a obras maravillosas”.
Fernando era hijo de don Alfonso IX de León y de doña
Berenguela. Armado caballero a los dieciocho años, com-
prendió que su destino era ser “Caballero de Cristo”. Con
estos pensamientos que afloraban en su privilegiada inteli-
gencia, consiguió unir definitivamente las coronas de Casti-
lla y León. Tuvo todo cuanto podía apetecer a un rey santo:
una corte fiel y magnífica. Se casó dos veces y tuvo trece
hijos... todo fue provecho para aumentar su fé católica.
Deseaba llevar el mundo entero a los pies de Jesús.
Sólo combatía por su deber cristiano. “Señor —decía—,
tú sabes que no busco una gloria perecedera, sino solamente
tu gloria”. Y sólo aceptó las guerras bajo la razón de Cruza-
das cristianas y en legítima reconquista nacional, y cumplió

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su firme resolución de jamás enfrentar sus armas con otros
príncipes cristianos. Los Papas Gregorio IX e Inocencio IV
lo proclamaron “Atleta de Cristo” y “Campeón invicto de
Jesucristo”, por sus resonantes victorias: Baeza, Jaén, Cór-
doba, Murcia... Y el rey de Granada se hizo su vasallo por
tratarse de un hombre abnegado y justo.
“La entrada en Sevilla —nos dice— fue el triunfo de
Santa María”, considerándola victoriosa cuando caminaba
sobre su carro triunfal. San Fernando era devotísimo de la
Virgen. Rezaba en campaña el Oficio Parvo mariano y por-
taba, asido por una anilla al arzón de su caballo, una Virgen
de marfil —la Virgen de las Batallas— que aún se conserva
en Sevilla. Se mortificaba con cilicios y ayunos. Pero el pro-
ceso de santidad más considerado, ha sido el esfuerzo que
hizo de su vida totalmente entregada al pueblo por amor a
Dios, y por sus obras de santa caridad.
Su hijo Alfonso X el Sabio lo resumió magníficamente:
“No conoció el vicio ni el ocio”. Virtudes que alimentaba
con la oración. De noche velaba y repetía: “Si yo no velo
¿cómo podéis dormir tranquilos?”. Se granjeó el aprecio y
estima de sus mismos enemigos, hasta el extremo de que
algunos reyes moros abrazaron su fe cristiana. Encarnó, con
su primo San Luis IX de Francia, el derecho de caballero
santo de la época.
Impulsó la ciencia y el arte, protegió la música, empren-
dió la construcción de magníficas catedrales (Burgos, León,
Toledo, etcétera). Su muerte, relatada por uno de sus hijos
es conmovedora. Besando la cruz, lloraba sus pecados y
pedía perdón a todos los presentes. “Hijos —les decía—,
trabajad por ser buenos y haced siempre el bien”.
Los últimos latidos de su corazón fueron para Dios:
“Señor, te ofrezco mi alma”. Y mientras cantaba el Te

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Deum murió plácidamente. De San Fernando nos dice
Menéndez Pelayo: “El tránsito de San Fernando, dejó
pequeñas todas las grandezas de su vida”. El rostro de San
Fernando inspira gran devoción. Lo he visto en el Museo del
Prado pintado por Murillo.
Publicado en La Voz de Avilés 13-octubre-1999

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25.— PADRE NUESTRO

¿C ómo puedo decir Padre nuestro si no me com-


porto como un hijo fiel y solícito y vivo sumer-
gido en el egoísmo? ¿Cómo puedo decir que
estás en los cielos si lo que realmente me interesa son las
cosas terrenas? ¿Cómo puedo decir santificado sea tu nom-
bre si en todo momento lo estoy deshonrando? ¿Cómo
puedo decir venga a nosotros tu reino si jamás me preocupé
de extenderlo y lo confundo con el éxito material? ¿Cómo
puedo decir hágase tu voluntad si no acepto las tribulacio-
nes, desgracias y penas que me envía para corregirme y
substraerme años o siglos de purgatorio?
¿Cómo puedo decir danos hoy nuestro pan si cada día se
endurece en mis armarios y ni siquiera las migajas que
sobran las ahorro para enviarlas a los que se mueren de
hambre por faltarles lo que yo despilfarro y me sobra?
¿Cómo puedo decir perdona nuestras ofensas si yo estoy
deseando someter bajo mis pies a todos los que me han
ofendido? ¿Cómo puedo decir no nos dejes caer en la tenta-
ción si no dudo que seguiré pecando y ofendiéndole con mis
pensamientos, con palabras ociosas y sin amor al prójimo?
¿Cómo puedo decir líbranos del mal si no tomo partido
contra el mal que se extiende en el mundo y lo están
sufriendo mis hermanos, siendo éstos hijos adoptivos de
Dios como yo lo soy? ¿Cómo puedo decir Amén si vivo dis-
traído y nunca tomé en serio las palabras que Jesús nos
enseña en la oración predilecta de la Iglesia?

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¿Cómo puedo decir que soy cristiano —hombre de
Cristo— si sólo estudio lo que me exigen los profesores
para obtener éxito en el mundo mundano y me suena a
música profana lo que insiste en enseñarme el único Maes-
tro y el único Señor? ¿Cómo puedo censurar a los increyen-
tes siendo yo un inconsecuente con las obras y palabras que
profiero en desconexión con la religión que intento transmi-
tir a los que considero paganos?
¿Cómo puedo quejarme de los terremotos, huracanes,
guerras, injusticias, desgracias, hambre y enfermedades que
tantos sufrimos sabiendo que todo es fruto del pecado y se
hace imprescindible la corrección fraterna que Dios nos
envía para que examinemos nuestras vidas y comprendamos
que todo lo malo sale de nuestros corazones?
Termino con las palabras que Jesús le dijo a la beata Ana
María Taigi: “Te destino a convertir pecadores... De esa
muchedumbre que ves en la iglesia, apenas hay dos almas
verdaderamente sinceras. A las demás les da igual ir a la
iglesia que al teatro”.
Publicado en La Voz de Avilés 15-octubre-1999

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26.— VANIDAD

C
onforme a los académicos, la palabra “vanidad”
tiene varias acepciones que menosprecian al
hombre vanidoso y lo descalifican de forma casi
peyorativa. Y ahora leo en el Eclesiastés que “vanidad de
vanidades, todo vanidad” (cap. 1, vers. 2; cap. 12, vers. 8).
Es decir, que sólo algunos santos de gigantesca mística con-
siguieron huir de la vanidad. Es verdad que en muchos casos
hacemos por vanidad o por miedo lo que no haríamos por
deber. Pienso que si los millones de artículos que diaria-
mente se escriben en el mundo sin retribución alguna se les
impidiera a los autores sellarlos con su nombre, los rotativos
tendrían que pagar por todos los escritos que reciben o pre-
sentar los periódicos en blanco.
Y si vamos a los que escriben con seudónimos, nos
encontramos con refinada y redoblada vanidad, porque sue-
len ser éstos los que buscan que el lector los descubra y les
conceda más importancia de la que realmente tienen. He
leído poco en mi vida y tal vez me equivoque, pero, me
parece, que los libros anónimos que se han escrito se pue-
den contar con los dedos de las manos. Siendo así, ¿qué
pasaría si suprimiéramos la vanidad? ¿No se escribirían más
libros? ¿Se esfumaría la cultura?
¿Quién ostentaría el mando en la política y en las empre-
sas? ¿Quién se sometería al sacrificio de obtener varias
licenciaturas y doctorados en Roma sabiendo que nunca lle-
garía a ser obispo? ¿Quién inventaría las modas y los lujos
sabiendo que a nadie le interesaban? ¿Quién fabricaría las

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incómodas corbatas sabiendo que sin vanidad no tienen sen-
tido? ¿Qué sucedería con las perfumerías?
Miles de preguntas se podrían hacer en este sentido. Y
aunque todo parece que la vanidad es necesaria, no puede
ser verdad porque Dios la detesta y nos exige la humildad
para que practicando esa suma virtud todos los hombres
sean santos. Y en esa vida sencilla y piadosa encontremos la
felicidad eterna. Prometiéndonos el Señor que ya nos con-
cedería en la Tierra el ciento por uno (Mateo 19, 29).
Unamuno ya nos decía que “agradecemos más el que se
nos encomie el talento con que defendemos una causa, que
el que se reconozca la verdad o bondad de ella”. Es decir,
que estamos dispuestos a posponer el bien que hacemos si
nos lo compensan con la vanidad. Y todo esto me parece
fruto del complejo del hombre, porque no somos capaces de
resistir nuestra miseria.
No queremos comprender que grande sólo es Dios, y que
si algún éxito hemos conseguido en la vida, a Él se lo debe-
mos, porque el esfuerzo que hacemos también pertenece a
las energías que recibimos de lo alto. Y si hemos sabido
conducirnos bien la vida, ha sido fruto de unas conciencias
que nos han sido infundidas en nuestras almas. Y lo único
que hemos hecho ha sido no embotarlas, cumpliendo única-
mente con un deber sagrado, luego estamos viendo que la
vanidad y el orgullo hacen parte de las estupideces del hom-
bre. Bien pobre es aquel que se atribuye los éxitos a sí
mismo.
Publicado en La Voz de Avilés 16-octubre-1999

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27.— NO LO ENTIENDO

N
o entiendo que en los funerales se lea un evange-
lio que no tiene conexión alguna con la pena de
los familiares y con la esperanza sin término que
anida en la fe de los católicos. Excusas les pido a mis que-
ridos sacerdotes si estoy equivocado. Pero es tan grande el
influjo que actúa en el espíritu contristado el Evangelio de
Lázaro, Marta y María, que no encuentro razones para omi-
tirlo en un momento tan propicio para los tristes y afligidos.
Cuando se pierde un ser querido o queridísimo, sólo
Jesucristo puede consolarnos si tenemos fe, y el mayor ali-
vio que el buen sacerdote nos puede aportar, es el que lite-
ralmente se encuentra en las palabras que Jesús pronuncia a
Marta y María, diciéndoles que Él es la resurrección y la
vida y que Lázaro resucitará. En efecto: Jesús le llama con
voz fuerte y el que había muerto cuatro días antes, salió del
sepulcro, ligados con fajas pies y manos y el rostro envuelto
en un sudario. Jesús les dijo: Soltadle y dejadle andar (Juan
11, 38 a 44). Pocos años después, Lázaro fue obispo de
Milán. No es dogma de fe el obispado de Lázaro, pero así
nos lo describen algunos teólogos. Y es lógico que algo
tenía que hacer después de volver a la vida terrena.
Jesús amaba a los tres hermanos —Lázaro, Marta y
María—. Y, sin ninguna duda, ellas le correspondían con su
sincero cariño. Pero sus temperamentos eran distintos. He
ahí el modo de manifestar su simpatía y su amistad. Marta
era la mujer activa, se afanaba en los quehaceres domésticos
para atender y servir impecablemente a su invitado. María

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se extasiaba escuchando su doctrina, y la opinión de Cristo
se expresa de forma contundente: “Marta, Marta, tú te
inquietas y te turbas por muchas cosas, pero pocas son nece-
sarias, o más bien una sola. María ha escogido la mejor
parte, que no le será arrebatada”.
¿Podría interpretarse esta enseñanza como una canoniza-
ción de la vida religiosa frente a la seglar, o de la vida con-
templativa frente a la activa? Parece que no. Muchas formas
hay de servir a Cristo. Las hermanas Marta y María —tem-
peramentos diferentes, igual o parecida capacidad de
amor— representan dos de ellas. Marta es aquélla que se
preocupa porque el Señor se encuentre bien atendido, bien
servido.
María sabe que todo el bien que puede salir del hombre
“malo” tiene que ser infundido en el espíritu a través de la
gracia santificante que se encuentra contemplando al Señor.
Y como Dios ha roto el molde después de crear el primer
hombre para que jamás naciera otro igual a él, es posible
que Marta no estuviera tan necesitada de la gracia para
hacer el bien y la caridad. Pero nunca debemos olvidar que
la misión del cristiano en la Tierra es “ora et labora”.
Publicado en La Voz de Avilés 17-octubre-1999

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28.— NOS BENEFICIÓ LA ETA

H
ace algo más de veintinueve años regresábamos
de tierras extrañas para residir en Gijón. Después
de sufrir mil contrariedades como pobres emi-
grantes, conseguimos ahorrar unas pesetas que fuimos invir-
tiendo en modestas propiedades. Compramos un edificio
centenario con nueve inquilinos dentro. Las rentas oscilaban
entre las ochocientas y las mil trescientas pesetas mensua-
les. Unos meses después falleció uno de los arrendatarios
que vivía en el edificio predicho.
Entregamos las llaves de la vivienda a una agencia inmo-
biliaria para arrendarla nuevamente por dos mil pesetas. En
seguida nos llamaron diciéndonos que había unos jóvenes
interesados en alquilar el piso. Hablé con el dueño de la
agencia para que les exigiera un fiador. Y como lo más inte-
resante para el empresario eran las dos mil pesetas que
recibía al hacer el contrato, me dijo que se trataba de unos
chicos muy responsables que se dedicaban a pintar cuadros.
Y como el piso era grande para facilitar el trabajo y la expo-
sición de las pinturas, no tendría ningún problema con ellos.
Me dieron el contrato a firmar y lo encontré correcto.
Cada treinta días llegaba a nuestra residencia un joven silen-
cioso y prudente con las dos mil pesetas. Así transcurrieron
algo más de dos años. Pero un día nefasto suena el timbre de
nuestra casa reiteradamente. Era una de las señoras que
vivía en el edificio predicho. Estaba nerviosa y desesperada,
acusándome de haber alquilado un piso para la ETA. “Está
quemando el edificio —me dijo—. Allí están los bomberos

70
y la policía. El piso está repleto de bombas y dinamita.
Podemos morir todos. Venga usted inmediatamente. La
policía pregunta por usted”.
Cálmese, señora, —le dije—. Pronto llegaré. Y como en
este mundo no puede existir ningún suceso que no sea digno
de alabanza a Dios. Me retiré a nuestro dormitorio para ado-
rar un crucifijo muy grande que tenemos allí. Arrodillado y
en paz con mi conciencia, estuve dialogando un buen rato
con el Señor. Jesús —le decía— Tú sabes el esfuerzo que
me ha costado adquirir esa propiedad. Quémala si quieres.
Yo sé que todo lo que Tú dispones o permites es bueno si
sabemos aprovecharlo, pero si es posible, ten misericordia
de las vidas humanas. Tú sabes, Señor, que cuanto más me
empobrezcas, menos puedo contribuir con esos pequeñuelos
que se mueren de hambre. También le recé un rosario a la
Virgen de Fátima que tenemos dedicada por sor Lucía.
Salí muy confortado y tranquilo en dirección al edificio.
Cuando llegué había terminado el incendio. Felizmente, las
bombas y dinamitas consiguieron sacarlas antes que fuesen
inflamadas por las llamas. Dios también impidió que el
fuego se extendiera más allá del susodicho piso. Me lleva-
ron a la Comisaría de Policía y declaré espontáneamente
todo lo referido, incluso el porqué había demorado en llegar.
Y como no estaban convencidos del todo, me pidieron per-
miso para acompañarme a mi casa y entrar en mi residencia.
Pueden entrar y registrarlo todo, les dije.
Llegaron a casa. Se fijaron en una diminuta estatua que
tenemos del presidente Kennedy, en unas tallas de tamaño
natural de la Virgen, San José y el Niño Jesús en sus brazos,
me dieron la mano cortésmente para marcharse y me deja-
ron en paz. Pero se fueron sobre la agencia inmobiliaria para

71
saber quién había arrendado el piso y como el dueño había
fallecido, todo se quedó en agua de borrajas.
Pocos días después apareció un matrimonio preguntán-
donos si tenía algún piso libre para alquilar. Tengo uno, les
dije, pero está deteriorado por un pequeño incendio que
sufrió hace unos días. Si ustedes se comprometen a repa-
rarlo, les pongo una renta bien moderada con un contrato
por tiempo indefinido. Revisaron el piso. Restituyeron
todos los daños y alquilado se quedó por cinco mil pesetas
mensuales. Dios oyó nuestras plegarias y la ETA nos bene-
fició. Dicho esto, maldita sea esa banda criminal.
Publicado en La Voz de Avilés 18-octubre-1999

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29.— UN HOMBRE HONRADO

N
o hace muchos días venía diciendo que un Estado
aconfesional siempre termina por corromperse y
envilecer a la población. En estos días hemos
visto una prueba más (y vuelven a salir al camino de lo
mismo once personas del PSOE, entre las cuales se encuen-
tran los ex ministros Barrionuevo y Corcuera). El alcalde de
Sanlúcar de Barrameda queriendo salir venturoso de la
moción de censura que le esperaba el pasado día 19, intentó
comprar al concejal del PP —Manuel Ramírez— por 50
millones de pesetas, un puesto de trabajo y ser incluido en
las listas electorales del PSOE de la próxima legislatura.
Pero como se trataba de un hombre honrado, el concejal
del PP, como todos sabemos, se fue con el dinero al juzgado
y presentó la denuncia, saliendo adelante la moción de cen-
sura y dejando destituido de su cargo al alcalde socialista,
Agustín Cuevas. Esperemos que el nuevo alcalde del PP lo
haga mejor. Y esperemos también que este ejemplarizante
ejemplo les sirva a todos los políticos para saber lo que tie-
nen que hacer cuando alguien intente venderlos o comprar-
los. Pues con el dinero de fondos reservados y con los miles
de millones que salieron de contratas sucias, bien se podían
aumentar las pensiones y bajar los impuestos.
Ves, ves querido lector cómo es necesario y acuciante
investigar la conducta moral de los hombres que aspiran a la
obtención de un cargo político o administrativo, y cómo se
hace imprescindible votar a los menos corruptos para el bien
de toda la sociedad. Yo no puedo pensar que el alcalde refe-

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rido haya sido un hombre decente hasta el pasado día 19,
porque el comienzo de lo indecoroso empieza en la juven-
tud —o en la infancia— y lo más normal es que se proyecte
una vida entera. Asimismo ocurre con los hombres idóneos
y honrados, que suelen llegar a su fin con las manos limpias.
¿Sería descabellado decir que una buena formación reli-
giosa desde la infancia hasta finalizar el bachillerato nos
evitaría tanto latrocinio como estamos viendo en los hom-
bres que niegan la existencia de Dios? Dime, querido lector,
si alguna vez has oído que entre los 4.300 obispos que rei-
nan en el mundo has visto un solo prelado que se enrique-
ciera usurpando los millones que ingresan en sus respectivas
diócesis. Pues algo parecido ocurre con los cientos de miles
de sacerdotes —”progres” y conservadores— que se extien-
den por los cinco continentes.
Y, ¿sabes por qué sucede ésto entre los clérigos? Es muy
sencillo: El hombre, siempre cargado de tentaciones, nece-
sita un “vigilante” día y noche con la mano alzada para
corregirlo. Y Yahvé ve (Salmos 33, 13), premia, bendice y
condena. Y como todos queremos ser bendecidos y premia-
dos, posponemos el dinero, el hedonismo, el aborto, el
divorcio, la droga, la venganza, y hasta el orgullo, la sober-
bia y la gula; todo depende del grado de espiritualidad en
que nos encontremos. Es claro que no podemos pedirles
tanto a los políticos, pero sí un mínimo de decencia para que
no nos lleven a la inmoralidad y a la bancarrota.
Publicado en La Voz de Avilés 25-octubre-1999

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30.— SABER ESCUCHAR

P
ienso que mucha gente está sedienta de alguien que
la escuche. Son muchas las personas que se pasan
horas y horas parlando y no escuchan a nadie.
Ignoran que hablando mucho molestan al oyente y cada día
son menos atendidas. Pues nadie ha conseguido aprender
nada diciendo lo que dice. Y lo que resulta más incómodo
es el parloteo con palabras hueras que ni la persona que las
pronuncia se las cree. Es verdad que oír con paciencia es a
veces una obra de caridad. Muchos solitarios e infelices se
van más contentos de la atención con que escuchamos el
relato de sus penas que con nuestra aportación limosnera.
El que habla mucho difícilmente llegará a saber algo,
mientras que el que escucha está siempre aprendiendo.
Saber escuchar es conocer las palpitaciones del que nos
habla y adicionar lo que sabe a nuestro entendimiento.
Cuando dejó de existir nuestro Caudillo, numerosas fueron
las entrevistas que se hicieron a los más altos dignatarios de
España. Las respuestas fueron muy variadas, sin que nadie
dejara de elogiarle. Pero la más lacónica, concreta y con-
tundente fue la de don Manuel Fraga: “Era un hombre que
sabía escuchar”.
Narra Plutarco, en la vida del general ateniense Temísto-
cles, que en tiempos de la invasión de Jerjes I, rey de Persia,
a Grecia, surgió una disputa entre Euribíades —almirante de
Esparta— y Temístocles. Y como Euribíades hablaba
mucho y no se dejaba persuadir ni dejaba de golpear con el
bastón, le dijo Temístocles: “Golpea pero escúchame”.

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Euribíades, maravillado de tanto silencio, paciencia y man-
sedumbre, rápidamente razonó y evitaron la batalla que el
parlador estaba inflamando con tanta palabrería.
Juan Pablo II, que ostenta el récord de beatificaciones en
dos milenios de historia con un total de 938 santos y beatos,
elevó a los altares a seis “trabajadores de la Iglesia”. Los
últimos beatos del milenio fueron todos personas muy sen-
cillas, que vivieron en el siglo XIX y el actual. Y el personaje
más conmovedor es Fray Nicola de Gesturi. Un franciscano
conocido como “Fray Silencio”, porque no abría la boca y
se santificó escuchando los problemas de los demás en las
montañas de Cerdeña o en las trincheras de dos guerras
mundiales.
“En un mundo demasiado saturado de palabras —dijo el
Papa— hacen falta hombres y mujeres que recuperen la
capacidad de callar y escuchar”. Es necesario comprender
que por bien que uno hable, cuando se excede, termina
siempre por decir necedades. Pues Dios ya nos ha dotado de
dos oídos para oír y una sola boca para hablar. Sócrates ya
nos dejó escrito que: “Habla sólo en dos circunstancias:
cuando se trate de cosas que conoces bien, o cuando la nece-
sidad lo exige. Sólo en estos dos casos la palabra es preferi-
ble al silencio; en todos los otros casos es mejor callar”.
Publicado en La Voz de Avilés 30-octubre-1999

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31.— LA CONFESIÓN

P
ienso que no existe un sacramento más importante
que el de la confesión, después del bautismo.
Declarar el penitente al confesor los pecados que
ha cometido con minucioso contadero y sincero arrepenti-
miento, es tanto como santificarse para entrar por la puerta
estrecha que nos lleva a la salvación. Con la garantía de que
sólo Dios y el confesor conocerán nuestros secretos. El
sigilo sacramental es absoluto y sin excepción. Tiene una
misteriosa cualidad: no ha sido nunca violado. Si hubiese
sido destapado una sola vez, la noticia se divulgaría por todo
el mundo.
Me siento incitado a escribir sobre el tema predicho, des-
pués de leer la biografía de San Juan Nepomuceno. Este
santo, al que le dieron por nombre “limosnero” y fue
Capellán del rey Wenceslao IV y de su esposa Juana de
Holanda, sumido en la humildad, más de una vez le pidió
excusas al rey y al Santo Padre para declinar su consagra-
ción de obispo que le proponían, considerándose indigno
para un cargo tan elevado. Y aprovechando la buena dispo-
sición de su marido, la reina, que apreciaba tanto las cuali-
dades morales del susodicho Capellán, resolvió nombrarle
su director espiritual y confesarse siempre con él.
El rey Wenceslao se complacía en escuchar sus pruden-
tes consejos, y le ofreció dignidades y grandes prebendas,
pero el santo declinó todo lo que pudiera engrandecerle y se
ciñó a su ministerio de Capellán y limosnero. Su pobre apo-
sento era el lugar de cita de los más pobres y menesterosos.

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Pero esa “enfermedad” que se llama “envidia”, entró rápi-
damente entre los cortesanos, y le hicieron creer al rey que
su esposa le traicionaba con un personaje de la Casa Real.
El rey Wenceslao, desesperado, quiso saber a toda costa
si era cierto lo que tanto le atormentaba respecto de su
esposa, pretendiendo conocer la verdad del propio confesor.
Se suceden entonces los esfuerzos violentos para que le
manifestase los secretos revelados en confesión. El buen
sacerdote le responde: “Nunca jamás consentiré en la infa-
mia sacrílega que me proponéis. En cualquier otra cosa
podéis mandar y os obedeceré; pero en esto debo responder
ante Dios y no ante los hombres”.
Presentía el martirio: “Me veréis un poco de tiempo; mi
fin se aproxima y pronto moriré por guardar los manda-
mientos de Jesucristo y de su Iglesia”, señaló. A los pies de
Nuestra Señora de Buncel encontró la fuerza y la paz para
su alma. Una tarde le mandó Wenceslao comparecer en su
presencia, amenazándole con arrojarle al río Moldava si
persistía en guardar silencio. San Juan ya nada respondió.
Coherente con su deber sacerdotal, permaneció firme. Fiel a
nuestro Dios, no titubeó ante el sagrado deber del sigilo
sacramental. Y entre las sombras de la noche fue arrojado al
río sufriendo el martirio preanunciado por el rey. Estos son
los hombres que toman en serio las cosas de Dios y suscitan
la santa envidia que debiéramos tener todos los cristianos,
especialmente los sacerdotes.
Publicado en La Voz de Avilés 2-noviembre-1999

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32.— PATRONA DE LAS MADRES

N
unca había oído que Ana María Taigi era la
Patrona de las Madres. Sólo después de leer su
biografía me informé de que las madres tienen
una protectora santa. Es claro que Ana María fue una madre
excelente y una esposa fiel y solícita. Apenas sabía firmar,
pero el Señor le concedió un don extraordinario: desde su
conversión veía el pasado, el presente y el porvenir, las reu-
niones de los enemigos de la Iglesia y la suerte de los difun-
tos. Durante 47 años fue el oráculo de Roma: pobres, carde-
nales y embajadores acudían a su casa a pedirle consejo.
Jamás se dejó obsequiar con dádivas o limosnas; decía:
“Sirvo al más grande de los reyes, y Él sabrá recompen-
sarme espléndidamente”. Nació en Toscana (Italia). Su
familia se trasladó a Roma, y siendo una familia realmente
pobre, Ana tuvo que trabajar. Sirvió en un palacio, donde
conoció a su futuro esposo, Doménico Taigi. Se desposó
con él cuando sólo contaba 17 años. Ana era una joven bellí-
sima y le entusiasmaba la vida mundana. Cansada del
mundo, buscó consuelo para su insatisfacción en la piedad.
Encontró a un confesor —padre Ángelo— que le dió luces
para el camino de la santidad.
Después de tres años de casada, empezó una nueva vida:
se hizo Terciaria Trinitaria y se sometió a duras penitencias.
Castigó su cuerpo, sus antojos. Un buen día, Nuestro Señor
le hizo conocer el mal enorme del pecado. Le dijo: “Has de
saber que las almas caen en el infierno como copos de nieve,
y son las que viven buscando el lujo, placer, satisfacción y

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ambición”. “Te destino a convertir pecadores... De esa
muchedumbre que ves en la iglesia, apenas hay dos almas
verdaderamente sinceras. A las demás les da igual ir a la
iglesia que al teatro”.
Ella siguió fielmente los consejos que el Señor le reveló:
“Es más meritorio renunciar a la propia voluntad y some-
terse a la de Dios que las mayores penitencias corporales”.
“Sepas que por mucho que el hombre desee amarme, si no
se encamina por la vía de la verdadera humildad, siempre
me ofenderá... El hombre está lleno de soberbia. Los que me
quieren han de llevar siempre y en todos los sitios la con-
traria a su propia voluntad... Haz las cosas que no te gustaría
hacer, y no hagas las cosas que te gustan... Un sólo esfuerzo
en este sentido me agrada más que un año de las demás
penitencias”.
Dios también le prometió que por ella —por su amor—
salvaría a su marido y a sus hijos. Ana María sufrió dolores
por todo el cuerpo, burlas, difamaciones, muerte de varios
hijos, genio fuerte de su marido. Y así, fue purificando su
alma. En 48 años de matrimonio jamás tuvo una disputa con
su esposo. Murió en 1837. Es admirable cómo esta santa
supo unir la perfección a su deber de esposa y de madre.
Beatificada por Benedicto XV, es declarada Patrona de las
Madres de familia y su cuerpo descansa, incorrupto, en la
Basílica de San Juan Crisógono de Roma.
Publicado en La Voz de Asturias 3-noviembre-1999

80
33.— LA PACIENCIA

P
ienso que una vida sin paciencia es un purgatorio
alterado. El hombre de paciencia consigue un
señorío que nadie le puede negar. Infunde respeto,
admiración y confianza. No le mueven las zancadillas, las
calumnias ni los insultos. Disfruta de autoridad para sopor-
tar todo lo que viene. Es tan superior a todos los que le
rodean cuanto mayor sea su paciencia. Y lo más curioso es
que desconoce la paciencia que tiene y no se cree superior a
nadie. La verdadera autoridad sólo anida en los hombres
que no son conscientes de la misma, porque conocer las vir-
tudes que tenemos nos hace engreídos y hasta pedantes.
En el entorno en que yo vivo se respira un ambiente de
cristiandad donde todas las semanas recibo ejemplares testi-
monios. Pero entre unas veinticinco personas sólo conozco
una con verdadera paciencia. Se llama José Díaz Plaza. Die-
ciséis años lleva asistiendo a nuestro grupo y sólo abre la
boca para glosar el Evangelio. Ni la muerte de un hijo que-
ridísimo y famoso en España y en el extranjero, por ser uno
de los mejores pianistas del mundo —así lo han comentado
los periódicos—, ni los doce años que lleva su esposa atada
en una silla todos los días que amanece, ni los nietos que
tiene sin bautizar por ser hijos de padres incrédulos, ni la
ceguera casi total que le produce el glaucoma, ni los 85 años
que cuenta actualmente; nada ha conseguido turbar su santa
paciencia.
Es verdad que se trata de un verdadero santo. Sólo gasta
lo imprescindible, y todo lo demás nos lo entrega todos los

81
meses para los niños que se mueren de hambre en el Tercer
Mundo y para pagar la carrera de un seminarista. Y pal-
pando con las manos para no tropezar, aún consigue llegar
a la residencia donde tiene a su esposa para verla todos los
días, sabiendo que la pobre mujer no le reconoce. Y en su
residencia tiene a su cargo la consuegra en una silla de rue-
das. Es verdad que viene la empleada todos los días, pero él
es quien le ayuda a la madre de su nuera. Y cuando le vie-
nen más golpes encima y nos lamentamos, siempre nos res-
ponde lo mismo: “Son méritos para la otra vida”.
Por eso la Palabra de Dios nos dice que “más vale el
hombre paciente que el fuerte; más el que domina su
corazón que el conquista ciudades” (Proverbios 16, 32).
Cervantes también nos habla de la paciencia y dice: “Los
males que no tienen fuerza para acabar la vida, no la han de
tener para acabar la paciencia”. Y Santa Teresa de Ávila ya
nos decía que “la paciencia todo lo alcanza y sólo Dios
basta”. Es verdad que la paciencia comienza con lágrimas,
pero siempre termina sonriendo. Y no es que el hombre de
paciencia deje de ser sensitivo ni deje de quedarle grabado
en su sensibilidad el daño que le hacen. Una vez —siendo
jovenzuelo— arrojé una piedra en el lago de Covadonga. Se
formaron unas ondas concéntricas. Después volvió la calma,
pero la piedra quedó en el fondo.
Publicado en La Voz de Avilés 6-noviembre-1999

82
34.— LA CONFORMIDAD

Y
a que la felicidad completa nadie la puede conse-
guir, el primer trasunto para perseguirla es la
conformidad con todos los infortunios que la
vida nos va deparando a lo largo de los años, porque la dis-
conformidad es el mayor agravante de las desdichas. Y si
queremos escribir con un poco de acierto sobre este tema,
no podemos prescindir de Dios. ¿Cómo es posible confor-
marnos con la muerte de un ser queridísimo si creemos que
ha muerto para siempre y que jamás volveremos a tener
contacto con él? Es imposible.
Prescindiendo del caos que se formaría si Dios dejara
de existir esta noche, seguro estoy que la mayoría de los
católicos más fervientes que sienten la alegría de vivir sir-
viendo a ese Dios en el que han puesto todas sus esperan-
zas, casi todos terminarían en un suicidio colectivo. ¿Qué
podrían esperar las monjas de clausura en esta vida? ¿Qué
podrían esperar los misioneros en el Tercer Mundo
sufriendo el desprecio de los ateos, las persecuciones de
sus adversarios y los tristes inconvenientes que les deparan
los que se les mueren de hambre y enfermedades conta-
giosas en sus brazos?
¿Qué puede esperar en esta vida una señora viuda y
anciana que pierde al único hijo que tenía? ¿Qué puede
esperar un enfermo terminal sufriendo lo indecible si nada
espera después de muerto? He ahí la razón de los raciona-
listas apostando por la eutanasia. Es una razón sin razona-
miento cristiano. Es el sistema materialista que siempre ter-

83
mina desesperado porque erradica la esperanza sin término,
el resucitar que nos ilumina a los cristianos.
Y lo peor de la ley que concede la apertura a la eutana-
sia, es el desvarío que se engarza en la permisión de las
leyes, es decir, que una vez sancionada, no sólo se aplica a
los enfermos terminales que voluntariamente deseen poner
fin a sus vidas, sino que también son ejecutados los que
desean continuar viviendo a pesar de la minusvalía que
padecen.
Pero algunos médicos y familiares egocéntricos y racio-
nalistas entienden que no deben de soportar esa carga y sí
recibir la herencia que dejan lo antes posible. Algo parecido
estamos viendo con los tres supuestos del aborto. Se ha con-
seguido esta maldita legislación. Abrieron las clínicas pri-
vadas donde no existen más supuestos que la voluntad de las
madres y los beneficios económicos que éstas aportan a los
médicos ejecutores del crimen.
Volviendo a la conformidad, nos dice Winston S. Chur-
chill: “Contentémonos con lo que nos ha sucedido y demos
gracias por todo aquello de que hemos sido preservados.
Aceptemos el orden natural en que nos movemos. Acom-
pasémonos al ritmo misterioso de nuestros destinos, tal
como tiene que ser en este mundo de espacio y de tiempo.
Atesoremos nuestras alegrías, pero no deploremos nuestros
pesares. La gloria de la luz no puede existir sin las tinieblas.
La vida es un todo, y el bien y el mal deben ser aceptados
juntos.”
Publicado en La Voz de Avilés 9-noviembre-1999

84
35.— DON ENRIQUE PRENDES

S
iento profundamente la muerte de don Enrique
Prendes Díaz. Le conocí personalmente cuando
dirigía La Hoja del Lunes. Recién llegado de Bra-
sil como emigrante, escribí dos artículos sobre la pena de
muerte y las muertes sin pena, fui a la calle Marqués de San
Esteban —donde el periodista y director trabajaba—, me
recibió como si de un amigo o familiar se tratara, leyó mis
deficientes artículos y me dijo: “Se ve claro que viene de
hablar y escribir el portugués, tiene que fijarse más. Se los
corregiré y serán publicados. Puede seguir enviándome más
y los leeré con interés.”
Recibí una gran alegría, diciéndome por el camino: sólo
un padre puede hacer ésto con un hijo, este señor debe ser
muy católico. A partir de aquella fecha, todos los lunes me
publicaba un recuadro, corrigiéndome los errores que apa-
recían con menos frecuencia cada día. Nunca le llamé por
teléfono que no estuviera dispuesto para atenderme. Pero
hasta el último semanario que gobernó, nunca pude saber si
don Enrique era ateo o católico. Su imparcialidad como
Director era evidente.
Pero el 4 de octubre de 1982, al despedirse del periódico
y de los lectores, dejó patente su santo ideal con estas pala-
bras: “He sentido la presencia de Dios entre las linotipias,
rotativas y papel de periódicos, porque parafraseando a
Santa Teresa de Jesús, Dios también anda entre los puche-
ros.” Y queriendo dejarme el camino abierto para que
pudiera continuar escribiendo en el mismo rotativo, men-

85
cionó mi nombre calificándome de “hombre conservador y
prudente”.
Confieso que don Enrique me ha dado muchas alegrías.
No estoy capacitado para juzgarle como periodista, pero sí
como un señor de categoría, con esa personalidad que le
permite dar acceso a hombres tan insignificantes como yo.
Muestra de una religiosidad coherente con los preceptos de
Jesús, de la que nunca hizo alarde para no incomodar a los
colaboradores que detestaban todo lo que no fuese visible y
tangible.
Siento añoranza de aquel pasado, recordando a don Enri-
que y también los artículos que nos publicaba en la segunda
y tercera página de su Semanario a don Alfredo Muñoz, a
don Tomás Montero Entrialgo y a mí. Con don Tomás
estuve ayer hablando por teléfono, que también recuerda
con nostalgia y pena a don Enrique, pese a que bastante
tiene para él, pues impedido se encuentra en una silla, con
gran dificultad para abrirnos la puerta, después de sufrir
varios infartos y un derrame cerebral.
Terminaré dándole el más sentido pésame a la viuda de
don Enrique y a sus hijas, confiando plenamente en que un
hombre de su categoría espiritual, ya se encuentre en la pre-
sencia de Dios gozando de la gloria que nos espera cuando
en el Señor depositamos nuestra confianza y no dudamos
que nadie le puede ganar en generosidad. Por mi parte
puedo asegurarles a sus queridos familiares que no cejaré en
encomendarle en los rosarios que diariamente rezo. Des-
canse en paz, y hasta pronto.
Publicado en La Nueva España 11-noviembre-1999 y en La Voz de Avilés 11-
noviembre-1999

86
36.— PERSONALIDAD DIABÓLICA

P
ersonalidad diabólica es la que tiene el mandante,
cuando éste lleva a sus subordinados por caminos
indecorosos, pervirtiendo a las naciones o entida-
des que lidera, es decir, son los hombres que debieran estar
impedidos para el mando, porque la fuerza y autoridad que
tienen la emplean siempre en beneficio propio y en contra
del bien común.
Y como estos personajes abundan tanto en el mundo y
barajan perfectamente las patrañas y la argucia, es claro que
algunas masas ingenuas, que no son capaces de discernir el
bien que les proponen sus líderes del mal que van a sufrir,
los suben al poder. Y una vez que los mandatarios consi-
guen corromper a las bases que los apoyaron, ya tienen ase-
gurado el mando.
Y como “los hijos de las tinieblas son más avispados que
los hijos de la luz” (Lucas 16, 8), casi siempre —y en la
mayoría de las naciones— somos gobernados por hombres
inmorales que vulneran la ley natural y contraponen los pre-
ceptos de Dios. Esto no sucede solamente en las dictaduras
comunistas, también lo estamos viendo en las democracias.
Y nosotros —los españoles— lo estamos experimentando
desde hace años.
Después de asistir a unos ejercicios espirituales un gru-
pito de veintiocho personas —nueve avilesinos—, hemos
visto cómo un licenciado en Derecho y sacerdote de la
unión sacerdotal Lumen Dei, nos informó clarísimamente
dónde se encuentra la verdadera personalidad. El ejemplo

87
ha sido muy elevado, partiendo de la Santísima Trinidad. La
personalidad del Hijo estuvo siempre sometida a la voluntad
del Padre, porque siendo Dios la suma perfección y sabi-
duría, en nada era lícito que rehusara sus mandados, y aun-
que no era la voluntad de Jesús ser clavado en la cruz, como
su personalidad procedía del Padre, perdida la tenía si
dejaba de obedecer.
El resultado todos lo conocemos: la obediencia a tan
excelso superior, llevó consigo el mayor triunfo que ha reci-
bido la humanidad en todas sus generaciones. La remisión
de los pecados para todos los hombres, la resurrección que
nos espera y la eterna felicidad.
Siguiendo con la tercera Persona de la Santísima Trini-
dad, que procede del Padre y del Hijo, nos encontramos con
la misma obediencia, el Espíritu Santo, fiel a la obediencia
que le debía a Jesús, no titubeó en venir a nosotros, cuando
ésto le fue ordenado por su Superior: “Yo me voy, pero os
envío al Paráclito, para que os dé a conocer todas las cosas
(Juan 14, 26). Pues si hubiese desobedecido a Jesús el Pará-
clito perdería la personalidad y el poder que del mismo Dios
había recibido, y el caos de la humanidad sería insalvable.
Pues sin el Espíritu Santo nadie puede conocer a Dios y
menos aún creer en Él.
Es verdad que el Espíritu Santo no entra en las personas
que viven en pecado mortal. Sí pueden tener fe cargadas de
pecados graves, pero la fe “sin obras buenas es inútil, es un
cadáver” (Santiago 2, 17). Por eso, la personalidad auténtica
sólo es atribuible a los hombres que obedecen a Dios, con-
trariando esto sólo existen personalidades diabólicas. Muy
raras pueden ser las excepciones.
Publicado en La Voz de Avilés 17-noviembre-1999

88
37.— LA BOMBA DE HIROSHIMA

L
a ciencia que se distancia del querer de Dios, sólo
puede servir para usurpar el dinero que pertenece
a los pobres, para vulnerar la ley natural, para
acrecentar la vanidad de los científicos y para masacrar
vidas humanas. Un ejemplo bien claro lo tenemos en Hiros-
hima, donde la bomba atómica exterminó una ciudad entera
sin dejar apenas supervivientes. Allí estaba Hikoka Vana-
muri, catedrático de la Universidad de Tokio. Éste y el sar-
gento que le dio salida a la bomba fueron los que más pro-
vecho sacaron de la hecatombe.
El sargento, después de contemplar desde el avión lo que
había hecho, sintiéndose constantemente argüido por su
conciencia, decidió entrar en un convento de clausura para
pedir perdón a Dios hasta la muerte, acaecida hace tres años.
Hikoka Vanamuri —budista empedernido— se encon-
traba en Hiroshima ocupado en una investigación de datos
históricos. La explosión de la bomba le sorprendió en la
biblioteca. Consultaba un libro portugués y fijó su mirada
en una imagen de la Virgen de Fátima. Le pareció como si
se moviese, como si tuviera algo que decirle. De repente una
luz fulgurante —cegadora— le hirió las pupilas. Se quedó
estupefacto. Había sobrevivido al cataclismo. “El cielo se
había nublado —nos dice—. Una nube de polvo gris había
cubierto la ciudad. La biblioteca ardía. Los hombres ardían.
Los niños ardían. Hasta el mismo aire ardía”.
Pero a Hikoka no le había alcanzado, no tenía ni el más
leve rasguño. La señal del milagro era evidente. Vanamuri

89
sólo veía la imagen de la Virgen de Fátima resplandeciente
sobre las llamas. Sobre la barbarie de los hombres de cien-
cia. “Estaba solo —señala—, sin duda, para ser testimonio
de la Señora de Fátima por toda la tierra”. Ahí empezó a
creer en la belleza del amor. Aprendió el catecismo, y en su
corazón llevaba la imagen de la Virgen. El canto suave de
Fátima y las procesiones. Recibió al Señor en el bautismo,
en confesión, en la Eucaristía.
Compró una parcela de terreno en Fátima, y allí cons-
truyó la vivienda que no piensa abandonar hasta que le lle-
gue el momento de su última morada. Se pasa la vida en ora-
ción, estudio y reflexión. “No volveré más a Japón —nos
dice—. Después de varios años dedicados al estudio y a la
meditación, he comprendido que la atmósfera vivida en
Buda, ha venido a ser un amargo testimonio histórico de
paganismo vociferante y me he convertido a la religión
católica. He tomado esta decisión después de estallar la
bomba de Hiroshima”.
Y cuando los japoneses expresaban los odios y rencores,
las injurias y violencias hacia el enemigo, Hikoka Vanamuri
anteponía el perdón. Este santo varón comprendía que sin el
perdón sólo se consiguen revanchas encarnizadas. “En
Fátima —nos dice— he comprendido el verdadero sentido
de la existencia. Mi mayor aspiración ahora es rezar como
el último de los esclavos de la Virgen María”.
Publicado en El Comercio 22-noviembre-1999

90
38.— LA PEREZA

L
a pereza es el séptimo pecado capital. El hombre
perezoso no progresa nunca y siempre ha sido una
carga para los demás, y como camina tan despacio
enseguida le alcanza la pobreza. Después lo atribuye a la
falta de suerte y al mal comportamiento de sus patrones.
También suele entrar en la política para ganar mucho y no
hacer nada. Constantemente reclama derechos y se olvida
de los deberes. Sólo se siente bien cobrando el paro y en la
jubilación. Nunca toma conciencia de que no hacer nada es
el mejor camino para no ser nada y recibir la pensión
mínima.
Y lo malo de los perezosos es —también— que no saben
perder solos el tiempo y son un inconveniente para los que
tienen ocupación, porque la tendencia natural del hombre es
llevarlos a todos al mismo partido donde él se encuentra. Y
esto puede ser muy bueno cuando la coligación en la que
uno es partidario de la misma, sigue un camino benemérito.
Pero actualmente son tantos los que nos proponen asociar-
nos que no nos dejan en paz, y llueven los panfletos, cartas
y pasquines hasta rebosar los buzones.
El ocio del perezoso es peor que un reloj sin cuerda, pues
amén de no servir para nada, es una incitación al vicio y a la
maleantería, porque la desocupación sólo es buena después
de haberla ganado con la intensidad del trabajo. Hay un ada-
gio portugués que así dice: “El que quiera ferias tiene que
trabajar”. Acerca del ocio nos dice Cicerón: “Nunca estuve

91
menos ocioso que cuando holgué; nunca menos solo que
cuanto estuve solo”.
Y los santos nos dicen que una persona ociosa tienta al
diablo para que lo tiente. Por eso creo que la actividad vale
más que el dinero. Tengo un amigo que cuenta actualmente
67 años. Es un señor acaudalado y sin hijos. Vendió las
minas de caolín que tenía y se retiró del trabajo por com-
pleto. Unos meses después les pidió a los dueños que le die-
ran un trabajo cualquiera en una de las oficinas, y ahora está
de listero con un sueldo de ochenta mil pesetas. Le pregunté
cómo había sido posible ese cambio, y me dijo:
“Siempre he sido un hombre activo y no podía soportar
el ocio continuo. Si un día me dolía la espalda ya pensaba
en un cáncer. Si hacía mal una digestión con tanto reposo y
la cabeza me dolía, no descartaba la posibilidad de un tumor
maligno. Y viendo que la imaginación me enterraba en vida,
decidí trabajar. Tú sabes que soy católico y practico mucho,
pero sólo eso no basta. Es necesario trabajar. Ahora tengo
un trabajo fijo y no me duele nada. Me levanto a las siete de
la mañana, entro a las ocho, vengo a comer a las tres,
duermo la siesta, me paso unas horas en la iglesia, disfruto
de los fines de semana y me siento tranquilo y feliz porque
sigo siendo útil para los demás”. Convencido estoy que
nadie puede disfrutar bien de las vacaciones sin antes haber-
las ganado con el sudor de su frente.
Publicado en La Voz de Avilés 23-noviembre-1999

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39.— TORTURA Y DOLOR

M
e han entregado una carta que fue leída por el
autor en el primer encuentro internacional de
Sacerdotes, celebrado en Fátima, durante los
días 17 al 21 de junio de 1996. Un jesuita albanés nos cuenta
lo que le ha sucedido en Albania con la dictadura comu-
nista. Se trata de un superviviente entre los numerosos
sacerdotes que fueron martirizados. Un hombre que con-
juntaba la fuerza de su naturaleza con la que Dios le daba
en las pruebas horrorosas que le hicieron sufrir por ser
sacerdote católico.
“Humanamente hablando —nos dice— fui depredado
del derecho de vivir. Pero hoy, recorriendo con mi pensa-
miento mi propia existencia, me doy cuenta de que la misma
ha sido un milagro de la gracia de Dios, y me sorprende de
haber podido soportar tanto sufrimiento y tanta tortura, con
una fuerza que no era la mía, conservando una serenidad
que no podía tener otra fuerza que el corazón de Dios”.
Cuando lo arrestaron por primera vez, le hicieron perma-
necer nueve meses en un baño de tres metros cuadrados. Se
acurrucaba en el suelo sobre los excrementos sin lograr
extenderse completamente. La noche de la Natividad del
Señor —en aquel lugar—, le hicieron desvestirse y lo ataron
con una cuerda a una viga, de tal forma que sólo podía tocar
el suelo con la punta de los pies.
“Sentía el hielo que subía a lo largo de mi cuerpo —nos
dice—. Era como una muerte lenta”. Y cuando el hielo le
subía hasta el pecho, gritó desesperado. Corrieron los guar-

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dias, le golpearon y luego lo tiraron al suelo. Lo torturaron
con corrientes eléctricas. Le metían dos alambres en los
oídos. Le amarraron los pies y las manos con alambres. Y le
dejaron en un lugar oscuro lleno de grandes ratas que le
pasaban por encima sin poder hacer nada.
Y mostrando las cicatrices a sus compañeros en Fátima
en los pies y los puños, le dijo: “Recordaba entonces la vio-
lencia sufrida por Jesús cuando era interrogado delante del
Sumo Sacerdote. Este pensamiento y el que me recuerda el
Calvario, me confortaban de tal modo que parecía estar
anestesiado aunque a pedazos me cortaran”. Cuando le
hicieron salir de la prisión, le pusieron a trabajar como agri-
cultor en una Hacienda del Estado.
Se trataba de recuperar los pantanos. La falta de alimen-
tación y el trabajo fatigoso, les hacía desmayar a muchos de
los sacerdotes que también trabajaban allí, y sumergidos en
el barrizal, casi todos perecieron envueltos en el fango. A
pesar de lo dicho, el jesuita referido, conseguía celebrar
misa en la celda donde lo recluían al anochecer.
Y al enterarse que celebraba misa, le condenaron a
muerte el 6 de noviembre de 1979. Las acusaciones: sabo-
taje y propaganda antigubernativa. Pero dos días después, la
pena de muerte fue conmutada por 25 años de prisión. Die-
cisiete años duró el calvario del buen jesuita.
Y termino con las palabras de San Pablo: “Porque estimo
que los sufrimientos del mundo presente no son compara-
bles con la gloria que ha de manifestarse en nosotros, por-
que salimos vencedores gracias a Aquel que nos Amó”
(Rom. 8, 18—37).
Publicado en La Voz de Avilés 24-noviembre-1999

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40.— LUMEN DEI Y ANTENA 3

E
l pasado día 19, el programa de la señora Ana
Rosa Quintana, nos presentó a una persona —Sr.
Aníbal— que faltó a la verdad de forma insolente.
Se trataba de un disidente de la unión sacerdotal Lumen Dei.
Alguien que no ha tenido vocación para seguir el camino de la
religiosidad y consiguió la revancha que le propició la señora
predicha, sin tener la menor idea de lo que es y significa Lumen
Dei para los pobres, analfabetos y paganos. La difamación que
han hecho en ese programa es realmente lamentable.
Lumen Dei es una obra religiosa que se extiende por ocho
países del Tercer Mundo y tiene 12 Delegaciones en España.
Y en poco más de 20 años ha conseguido que nuestros
obispos les ordenaran más de sesenta sacerdotes. Aprobada
esta bendita obra por 48 diócesis en España y en América, ¿se
puede decir en la TV que se trata de una secta? Lumen Dei
también cuenta actualmente con 42 jóvenes seminaristas, de
los cuales se ordenarán siete sacerdotes el próximo año.
El señor referido también dijo en la pantalla que el sacer-
dote fundador los tiene hostigados a todos con castigos físi-
cos y morales, haciéndoles pasar la noche de rodillas en un
zulo y comiendo un mísero desayuno y una sola comida
cada 24 horas. Asimismo nos dijo que el fundador, Padre
Rodrigo Molina, era el Papa de la secta, un iluminado al que
él había servido como chófer. Cuando en verdad se trata de
un verdadero santo, del cual ha dicho el arzobispo de Cuzco
—monseñor Alcides Mendoza— que era “un enviado de

95
Dios”, después de haberle dado ejercicios espirituales a él y
a sesenta sacerdotes de su Diócesis en Perú.
Cierto es que este santo varón sólo come una vez cada
día, pero yo que estuve seis años como su secretario y dos
en el Seminario, puedo decir que en esa Obra no faltan los
alimentos suficientes para nadie. También estuve en los
Andes del Perú, donde diariamente distribuíamos gratuita-
mente nueve mil comidas entre los más pobres de los
pobres. Y confieso que no continué en la Obra por falta de
vocación. Actualmente estoy casado, soy padre de dos hijos,
y sólo me lamento no poder mandarlos al colegio Hispano
Inglés que tienen ubicado en Pozuelo (Madrid), porque la
distancia me lo impide.
Terminaré diciendo que la señora Ana Rosa Quintana
debiera distinguir entre lo que es una secta y una obra reli-
giosa que siempre está dispuesta a la obediencia que le exi-
gen los obispos y el Santo Padre, y no buscar la noticia fácil
basándose en embustes y patrañas. Pues lo único que se
puede decir del fundador y de sus subordinados es que
administran los donativos y limosnas de la forma más aus-
tera que alguien pueda imaginar, sabiendo que se trata de un
dinero que viene salvando muchas vidas humanas. También
les pueden acusar de predicar el Evangelio sin omitir una
sola palabra de cuantas Jesús nos predicó. Todo esto son los
motivos por los cuales entren millones en la obra. Los cató-
licos saben muy bien a quien entregan sus donativos.
Pascual Blanco (Gijón) — Licenciado en Ciencias Exactas
Publicado en La Voz de Avilés 25-noviembre-1999, en La Voz de Asturias 30-
noviembre-1999 y en El Comercio 20-diciembre-1999

96
41.— RESPUESTA AL SEÑOR ALMUNIA

C
on la oferta del señor Almunia queda muy clara la
situación moral en la que han dejado a España los
socialistas tras trece años de Gobierno, inten-
tando ganar electores a cambio de la sangre de los inocen-
tes. Nadie ignora que el candidato a la presidencia de la
Nación nos ha prometido que si consigue el poder tendre-
mos aborto libre. Esto ya tiene precedentes notorios con el
infanticidio de Herodes. Y por si alguien desconoce el sig-
nificado de la palabra “infanticidio” y cree que exagero, se
la transcribo del diccionario de la Lengua Española: “Infan-
ticidio: Muerte dada con violencia a un niño, sobre todo si
es recién nacido o está próximo a nacer”.
Ya sé que la barbarie que nos proponen le han dado uste-
des el nombre de “libertad y progresismo”. Pero, dígame
usted si la libertad de una madre consiste en la impunidad que
le conceden después de matar a su hijo. Y dígame usted si el
progresismo consiste en minorar progresivamente la juventud
de una nación y llevarla a la ancianidad en parecida propor-
ción. Si ya somos la nación más baja del mundo en natalidad,
¿le parece razonable el proyecto que ahora nos presenta?
Cambie usted ese nerviosismo o inquietud que le produ-
cen los logros que ha conseguido el PP en menos de cuatro
años, por el acierto que el pueblo español le exige en sus
manifestaciones, reconociendo que —lo dice Concepción
Arenal— “cuando se ha cumplido con el deber de respetar
la libertad todo lo posible, hay derecho de privar de ella todo
lo necesario”. Y piense que el día que sometamos nuestros

97
deseos a las exigencias de nuestra conciencia, todos sere-
mos libres sin revoluciones y sin guerras.
Cuando se encuentra embotada esa propiedad del espíritu
que usted parece desconocer, no solamente hacemos escla-
vos a los demás con nuestros desaciertos, sino que nosotros
mismos somos esclavizados por el desorden en que vivi-
mos. No hace falta ser psicólogo para ver en el rostro de los
líderes opositores el efecto de un fracaso tras otro. Es decir,
ese dominio que ejerce sobre ellos el camino tortuoso que
han emprendido para llegar al poder con todos los desatinos
que sean necesarios.
Permítaseme copiar literalmente los datos que nos envía
en una carta la presidenta de Unidad por la Vida, Pilar Gutié-
rrez Vallejo: El 64% de las mujeres que han abortado acaban
con tratamiento psiquiátrico. El 59% sufren problemas psi-
cológicos graves como secuelas del aborto en la mujer.
Entre esos trastornos figuran: depresiones e impulsos sui-
cidas, hostilidad entre parejas, agresividad y maltrato a sus
otros hijos, disminución de la capacidad laboral, nerviosismo,
agotamiento, esterilidad, abortos espontáneos y malforma-
ción en los hijos posteriores, alto riesgo de cáncer de mama,
infecciones y perforaciones de útero, inestabilidad conyugal,
destrucción de la familia; todo esto, acompañado de la droga
y del sida, lo han creado ustedes en trece años de poder, para
que hoy no pueda conocer España ni la madre que la parió”.
Los datos predichos proceden de los estudios norteame-
ricanos, y de la Real Academia de Obstetricia de Inglaterra.
Pues el señor Almunia debería saber que el aborto, lejos de
ser una solución, es una desgracia y un problema mucho
mayor para las mujeres. Reflexionemos todos sobre lo que
podrá suceder si empezamos el desmadre de nuevo.
Publicado en La Voz de Avilés 26-noviembre-1999

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42.— MERECE LA PENA

E
n esta misma página he visto cómo algunos pere-
zosos y enemigos del Santo Padre se retratan a sí
mismos. (Bien por la pluralidad de LA VOZ).
Pero no podemos olvidar que ese mismo reproche que le
hacen al Papa, también se lo hizo Judas a Cristo, por permi-
tir que se le perfumara con un frasco de trescientos denarios
(Juan 12, 5-6). Y sigo con lo mío.
Pasar la vida haciendo el bien, merece la pena. Devolver
bien por mal, merece la pena. Ser rico, crear puestos de tra-
bajo y dar de comer al hambriento, merece la pena. No ser
rico y compartir algo con los demás, merece la pena. Des-
pertar cada mañana y dar gracias a Dios por los beneficios
recibidos, merece la pena. Hacer el bien y no mirar a quien,
merece la pena. Recibir un pisotón y sonreír al distraído,
merece la pena. Perseverar en la oración sin comprobar el
resultado, merece la pena.
Luchar por una sociedad más humana y cristiana, merece
la pena. Ostentar un cargo público y servir honradamente al
pueblo, merece la pena. Ser famoso y mostrarse sencillo y
asequible, merece la pena. Estar enfermo o impedido y no
desesperarse, merece la pena. Ser honrado con todos —
incluyendo a los que quieren robarte—, íntegro y coherente
con tu ideal cristiano, merece la pena. Cumplir siempre con
tu deber aunque nadie te vea, merece la pena. Trabajar sin
chapuzas ni engaños, merece la pena. Esperar contra toda
esperanza, merece la pena.

99
Volver a empezar la buena obra emprendida, merece la
pena. Cumplir con las leyes de Dios aunque el diablo te
ponga en la cabeza que estás equivocado, merece la pena.
Casarte para vivir unido a tu esposo/a hasta que la muerte os
separe, merece la pena. Pensar bien y decir lo que piensas,
merece la pena. Ser humillado por los pecadores queriendo
sacarlos del pecado, merece la pena. Rezar por los que te
burlan y persiguen, merece la pena.
Dar gracias a Dios por las tribulaciones y el dolor que te
envía, merece la pena. Ser luz en un mundo que te ridiculiza
y vocifera desde las tinieblas, merece la pena. Confesar con
naturalidad tus enfermedades y dolencias públicamente para
que los buenos amigos recen por ti y disfruten un poco los
que te envidian, merece la pena. No quejarte nunca del
sufrimiento sabiendo que está implícito en la misericordia
de Dios y que la luz no podría existir sin las tinieblas,
merece la pena.
No envidiar nada de nadie sabiendo que Dios siempre
nos da lo que más nos conviene, merece la pena. Derramar
lágrimas haciéndote saber que con ellas respiran los ojos del
alma, merece la pena. Sonreír a la vida dolorosa sabiendo y
creyendo que el grano que muere copioso es su fruto,
merece la pena. Tener enemigos feroces por decir la verdad,
merece la pena. Ser amigo de todos por llevar la corriente,
puede llevarte a la desgracia eterna. Confiar en Dios sobre
todas las cosas, merece todas las penas de una vida eterna.
Publicado en La Voz de Avilés 29-noviembre-1999

100
43.— UN MILAGRO MÁS

L
os milagros están considerados como un acto del
poder de Dios, superior al orden natural y a las
fuerzas humanas. Y el martirio sólo tiene lugar
cuando se muere únicamente por haber dado testimonio de
la fe cristiana, aceptando la muerte y perdonando a los ver-
dugos. En esos casos —como los mártires de Turón—, la
beatificación sólo requiere la declaración evidente del mar-
tirio. Para la canonización, en cambio, es imprescindible un
milagro. Por eso, los hermanos de la Selle —en Turón, fue-
ron beatificados en 1990 sin otra causa que no fuese el mar-
tirio, mientras la canonización que ha tenido lugar el pasado
21 de noviembre, se detuvo hasta que fue comprobado el
milagro en la persona de Rafaela Bravo Gijón, en Managua.
Hoy quiero referirme al milagro que ha tenido lugar en
Palencia por intercesión del Padre Benito Menni, (fundador
de las Hospitalarias de San Juan de Dios en España), por
cuyo prodigio ha sido canonizado junto con los hermanos de
La Selle. La religiosa Sor María Nicolasa Vélaz, que actual-
mente reside en el Hospital San Luis de Palencia, llena de
vitalidad con sus 87 años, estaba desahuciada hace más de 2
lustros.
Un cáncer de vejiga le producía grandes sufrimientos y
se encomendó al Padre Benito Menni. Y una vez que el doc-
tor Paños, de Madrid, diagnosticó el cáncer, sólo restaba
una operación, no para curarla, sino para evitar los peores
sufrimientos. Y como no estaba claro que pudiera superarla,
rehusó la operación esperando morirse. Entonces se levantó

101
a dar un paseo, para meditar. Cogió la reliquia del Padre
Benito Menni, que vivía en Madrid, y le dijo: “Padre mío,
sólo tú me puedes valer. ¡Ayúdame!”.
Después, los médicos le diagnosticaron una total cura-
ción. “No encuentro palabras —nos dice— para describir lo
que sentí. Paz, alegría, asombro, pero, sobre todo, un
impacto tremendo que me hace decir solamente: ¡Gracias
Señor!”. Sor María Nicolasa, siempre había confiado en
Fray Benito Menni como enviado de Dios a España para
restaurar la Orden de San Juan de Dios y ponerla en su cuna.
Sor Nicolasa Vélaz nació en un pueblo navarro de Ariza-
leta, en el seno de una familia muy devota y piadosa, con
tres hijos y cuatro hijas. Hoy sólo vive su hermano Fortu-
nato, quien la acompañó a Roma para asistir a la canoniza-
ción del beato Menni. Acto en el que Sor Nicolasa ocupó un
lugar privilegiado al lado de Juan Pablo II. Negar la exis-
tencia de tantos miles de prodigios que Dios concede al
hombre para que éste atienda a sus llamadas, es un misterio
que nadie puede juzgar con acierto.
Los santos nos dicen que son las fuerzas demoníacas que
consiguen ensoberbecer al hombre, y encerrado en una con-
tumacia superior a su voluntad, y perseverando en los peca-
dos, se cierran las esclusas, y al no poder entrar el Espíritu
Santo, aunque todos los muertos resuciten, no tiene condi-
ciones de creer. Esto, tal vez, pueda ser el milagro de negar
la existencia de Dios. Es decir, el pecado.
Publicado en La Voz de Avilés 1-diciembre-1999

102
44.— TESTIGO DE ESPERANZA

E
ste es el título de la biografía de Juan Pablo II.
Escrita por el teólogo norteamericano George
Weigel. Este famoso escritor ha sido elegido por
el Papa para escribir su biografía. Sabiendo Karol Vojtyla
que serán numerosos los biógrafos que adulterarán los
hechos de su historia personal, y confiando en un hombre
capaz de conocer el enigma que impulsa las actuaciones de
los santos, le autorizó por escrito para que nadie dude de la
veracidad del biógrafo. Con este motivo, todo lo que otros
escritores puedan decir del Santo Padre, se quedará en
segundo plano, y en muchos casos como revancha de sus
enemigos.
“Testigo de esperanza”, es fruto de diez largas conversa-
ciones con el Pontífice, en un período de tres años y de un
conocimiento profundo para la persona de Karol Vojtyla
desde que fue elegido Papa, en 1.978. En este libro, Weigel
convierte a Juan Pablo II en el héroe más importante del
siglo XX, y augura que su figura será recordada durante
muchos siglos. “Es un hombre —nos dice— de intensa ora-
ción con Dios y que tiene un misticismo tan fuerte que estos
diálogos, literalmente, trascienden las palabras”.
George Weigel está convencido de que hay muchos
aspectos de la personalidad de su amigo que “están más allá
de la expresión verbal y del análisis”. Este hombre ha tenido
acceso para hablar con el Papa cuantas veces han sido nece-
sarias. También con sus íntimos colaboradores. Algo que
nadie había conseguido antes. En este libro aparecen las car-

103
tas inéditas con Leónidas Breznev, Mijail Gorbachev y
Deng Xiaoping, que demuestran, como luego reconoció el
propio Gorbachev, que el Pontífice representó un papel
imprescindible para acabar con la guerra fría y con el comu-
nismo en su país.
Narra George Weigel en su libro que “por primera vez,
hay una aproximación al Papa desde el interior. Juan Pablo
II no es una figura política que accidentalmente dice misa.
Es todo lo contrario. Su liderazgo político sólo puede ser
entendido desde el prisma de su profunda fe cristiana. Es un
discípulo de Dios”. Tres años de trabajo intensivo le ha cos-
tado escribir esta excelente biografía. Y después de llenar
dos mil folios, los ha ido extractando hasta resumirlos en
mil.
La jornada laboral del Pontífice en el Vaticano comienza
a las cinco y media de la mañana, y termina a la mediano-
che, a continuación celebra la misa. Como líder espiritual de
mil millones de personas, Juan Pablo II ha dedicado su vida,
según Weigel, a “restaurar la moral de los hombres”. Está
convencido de que la humanidad hace siglos que no afron-
taba un peligro tan serio como la actual falta de moral. “El
Papa piensa que la verdad moral es el alcance de la liber-
tad”, dice Weigel.
El 264 Papa de Roma está siendo, según su amigo y bió-
grafo, el más importante que ha tenido la Iglesia desde San
Pedro. Su argumento se basa en ocho logros incuestiona-
bles, que no podemos transcribir por falta de espacio. Pero
creo que merece la pena leer la biografía que —acaso—
puede ser una de las más interesantes de toda la historia.
Publicado en La Voz de Avilés 5-diciembre-1999

104
45.— LA INMACULADA

L
a Inmaculada Concepción es la única Mujer que se
ha visto libre del pecado original. Y fue elegida
para concebir al Verbo que trasciende a todo lo
creado. Los orígenes de esta fiesta se remontan a los siglos
VII/VIII en Oriente. Poco a poco fue penetrando en Occidente
y extendiéndose por toda la Iglesia, hasta que el Papa Pío
IX, el día 8 de diciembre de 1854, declaró como dogma de
fe que María —por un singular privilegio— fue preservada
de toda mancha de pecado original.
Por eso se celebra esta solemnidad en cada aniversario de
su definición dogmática. Transcribimos literalmente la
revelación divina que tuvo Pío IX de parte de Dios, y dice
el Santo Padre: “Mientras Dios proclamaba así el nuevo
dogma por la boca de este su indigno Vicario, Él daba tam-
bién a mi espíritu un conocimiento tan claro y tan profundo
de la PUREZA total de la Virgen, que me sentí como abis-
mado en aquel conocimiento... y por mi alma se desborda-
ban unas delicias inenarrables, delicias con las que no puede
compararse nada de este mundo... He de afirmar, sin la
menor vacilación, que de no haber sido asistido en aquellos
momentos por una gracia o ayuda muy especial, yo hubiera
muerto entonces de dicha y felicidad, bajo el impacto de
aquel reconocer contemplativamente la incomparable her-
mosura de la Virgen Inmaculada”.
Como hemos visto, el dogma de la Inmaculada Concep-
ción no ha sido una constitución o establecimiento que
ordena o forma el Papa consultando con los cardenales. Ha

105
sido una inspiración divina revelada por el mismo Dios.
Una gracia infusa que le ha permitido ver la excelsa hermo-
sura de la Virgen María. Es claro que el demonio puede
hacernos pensar que el Santo Padre era un refinado embus-
tero. Pero esa cerebración diabólica tendríamos que exten-
derla a los diez Papas que siguieron a Pío IX y a los cientos
o miles de cardenales que la aceptaron y creyeron, sin
excluir a los miles de obispos y a millones de fieles que lo
evidencian con sus testimonios de fe.
También tendríamos que englobar en la misma burlo-
nería a Santa Bernardette, si tenemos en cuenta la carta que
le escribió a Pío IX desde su lecho de muerte: “¿Qué podría
hacer, muy Santo Padre, para testimoniaros mi grande amor
filial? No puedo hacer más que rezar y sufrir... Paréceme
que cuando rezo por las intenciones de Vuestra Santidad, la
Santísima Virgen desde el cielo, debe miraros maternal-
mente, muy Santo Padre, porque la habéis proclamado
Inmaculada. Y me gusta pensar que esta buena Madre os
ama particularmente pues que cuatro años después, viene
Ella misma sobre la tierra para decirme: “Yo soy la Inma-
culada Concepción”.
Esto me recuerda uno de los milagros que ha tenido lugar
en Lourdes. Un paralítico que se encontraba en una silla de
ruedas, con fe inquebrantable en la Inmaculada, esperaba el
pasar del Santísimo para pedirle a Jesús Sacramentado el mila-
gro, y como no lo consiguió en el primer intento, gritó con
toda la fuerza de sus pulmones: “¡Jesús, le voy a decir a tu
Madre que no has querido curarme!”. Y cuando el Santísimo
venía de vuelta, nuevamente vociferaba: “¡Si no me curas se
lo diré a tu Madre!”. En ese momento el paralítico quedó
curado. Puede parecer un cuento, pero el hecho es histórico.
Publicado en La Voz de Avilés 8-diciembre-1999

106
46.— MATILDE, FUTURA REINA

S
er monárquico o no depende de lo que tenga
metido en la cabeza el Príncipe soberano de un
Estado. Pienso y creo que no puede haber un hom-
bre bien nacido que no fuese partidario del Rey Balduino,
actualmente en proceso de beatificación. Un Soberano que
no cejó en inculcarle la religión cristiana —después de fra-
casar en varios intentos de tener descendencia— al que veía
como futuro sucesor, actualmente príncipe Felipe, duque de
Bravante y heredero de la Corona. Un joven de 39 años que
desea ser como su tío.
Y todo parece que comienza muy bien. Su esposa —prin-
cesa de Bélgica y duquesa de Bravante —es un ejemplo en
la vida espiritual y un modelo de belleza. También han
comentado los diarios belgas que Matilde D’udekem —sin
pertenecer a la realeza— posee una auténtica “formación de
Reina”. Siempre aficionada a los idiomas, consiguió domi-
nar el francés, el neerlandés, el inglés y el italiano. Cursó
estudios de Logopedia obteniendo una brillante calificación.
Abrió en Bruselas un gabinete de logopedia, a la vez que
iniciaba estudios de Psicología.
De su corta biografía podemos destacar el acierto que
han tenido sus padres al internarla —con doce años— en el
instituto de la “Vierge Fidele” de Bruselas, donde una de sus
tías es religiosa. Allí fue donde recibió una sólida formación
moral y cristiana. Este grado considerable de espiritualidad
caritativa, lo venía demostrando en Lourdes como una sen-

107
cilla enfermera que trabaja todos los años en pro de
minusválidos y enfermos.
La próxima Reina de los belgas puede ser una segunda
Fabiola, pues nada puede hacer más semejantes a dos per-
sonas que la unión en Cristo, porque se trata de dos pensa-
mientos fusionados con los mismos fines. Por eso, cuando
esto sucede entre las parejas que se casan por la Iglesia, si
perseveran en ese sublime ideal, sólo la muerte los puede
separar. Entretanto, estamos viendo cuántos novios con-
traen matrimonio canónico y terminan divorciándose.
Esto que sucede con tanta frecuencia, se encuentra la
clave en el incumplimiento de los deberes cristianos, porque
el amor erótico —por sí solo— siempre termina en la repug-
nancia y, consecuentemente, en la separación. Hay que
tener en cuenta que, ante la convivencia diaria, no hay
pasión que resista. Disculpas le pido al lector por haberme
distraído del tema que debiera seguir.
La corta biografía de Matilde D’udekem nos dice que la
futura Reina de los belgas, con su candorosa sonrisa y con
su religiosidad, se ha granjeado la simpatía de las dos comu-
nidades —flamencos y valones— que tantos enfrentamien-
tos han tenido a lo largo de la Historia. Por eso el ministro
de Asuntos Exteriores belga ha dicho que “lo que nos
sucede es un regalo del cielo”. Máxime si tenemos en cuenta
que por primera vez en la historia de la joven Monarquía de
aquel país, tendrán una reina belga.
Publicado en La Voz de Avilés 18-diciembre-1999

108
47.— CHESTERTON

G
ilbert Keith Chesterton ha sido uno de los mejo-
res escritores del siglo XX. Esto es lo que se dice
en su biografía. Pero sus obras literarias no pasa-
ron a ser fecundas hasta que abandonó la doctrina de la igle-
sia anglicana. Eso de titubear en lo que se profesa nos
impide totalmente el profesarlo bien. El ánimo perplejo y
suspenso entre resoluciones y juicios contradictorios no
puede ser certero en lo que dice. Es necesario sentir viva-
mente la verdad para transmitirla a los demás, es decir, estar
convencido para convencer.
Chesterton no estaba convencido de su catolicismo angli-
cano, y un buen día asistió a una conferencia del jesuita
John O’Conor. Le impresionó mucho su vasta cultura y la
evidencia con que exponía la doctrina cristiana y la virgini-
dad de María. Y como este santo sacerdote era un hombre
simpático y muy cordial, con viva inteligencia y gran aper-
tura hacia los demás, Chesterton se convenció que la verdad
estaba en nuestra religión católica. Este fue el momento de
su conversión.
—Antes de pasar al catolicismo —nos dice— he deba-
tido mucho tiempo... Después de reflexionar mucho, llegué
a la conclusión que los males de que adolece Inglaterra son:
el capitalismo, el industrialismo, un crudo imperialismo,
una riqueza inicua y una disolución de la familia; todo como
producto de no ser Inglaterra católica. La teoría anglocató-
lica pretende que Inglaterra ha permanecido católica a pesar

109
de la Reforma, pero yo creo que eso es absurdo. Por eso me
he vuelto al único catolicismo verdadero: el romano.
Después de las declaraciones que anteceden, en todas sus
obras literarias se encuentra el jugo de las verdades que sólo
el Evangelio nos enseña. Lo mismo se puede ver en sus
novelas que en sus exitosos artículos en periódicos y revis-
tas, donde aparecía diariamente con su filosofía cristiana,
vertiendo siempre la alegría que lleva consigo el gozo de
vivir en gracia de Dios. Solamente dejaba de sonreír cuando
combatía los errores contra la santidad a la que son llama-
das las familias.
Chesterton fue un verdadero apologista del catolicismo
en tierra protestante o, como él decía, pagana. Admiraba
mucho a Santo Tomás de Aquino, del que resaltaba la racio-
nalidad, la obediencia y el sentido común.
La lectura de las obras del santo, le llevó a la conclusión
que sigue: “Todo es un fraude... excepto la única religión, la
romana. Las otras son una especie de colirio para no hacer
ver el pecado. Por el contrario, la religión Católica nos man-
tiene siempre en el pensamiento del pecado, y por eso la
gente la odia”. Y cuando Chesterton sintió llegar su fin,
pidió y recibió con gran fervor los últimos sacramentos.
Murió en 1936. Feliz el hombre que encuentra la verdad y
la vive. La evidencia es Cristo, y el acceso a Él todos lo
tenemos en nuestras manos.
Publicado en La Voz de Avilés 19-diciembre-1999

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48.— MÁRTIRES DE TURÓN

E
n todos los desmanes que provocan los hombres
desalmados, siempre existen los defensores y los
contrarios, pero la Historia termina poniendo las
cosas en su sitio. Un ejemplo claro lo tenemos con los már-
tires de Turón. Más de sesenta años han sido necesarios para
que todo el mundo comprendiera la inocencia y la santidad
de los que vilmente fueron asesinados. Y como “el grano de
trigo que cae en la tierra y muere, da mucho fruto” (Juan 12,
24), el mundo cristiano ya puede recoger las espigas dora-
das y alimentar su espíritu.
No sería cristiano condenar a los verdugos, sabiendo que
los mártires les han perdonado. Silverio Castaño —sirva
como ejemplo— fue quien los sacó de la prisión donde lle-
vaban cuatro días de arresto, para ser fusilados en la madru-
gada del 9 de octubre. Mientras caminaban en silencio hacia
el cementerio —donde les esperaba una zanja abierta—,
Castaño les dijo: “¿Saben ustedes a dónde van? ¡Pues uste-
des van a morir!”.
Unos meses después fracasó la revolución, y treinta días
más tarde, un hermano de las Escuelas Cristianas fue a visi-
tar a la cárcel a los asesinos para darles ánimo. Allí estaba
Silverio Castaño, quien relató entre lágrimas y sollozos
cómo le había impresionado el heroísmo de los mártires:
“Ninguno protestó —dijo—, ni pidió clemencia ni me diri-
gió ningún reproche”.
Y como para la canonización se hace necesario un mila-
gro. El de los diez nuevos santos tuvo lugar en América el

111
29 de abril de 1990, precisamente el día en que fueron bea-
tificados en la Basílica de San Pedro. Al otro lado del Atlán-
tico —en Managua—, Rafaela Bravo Gijón, tenía entonces
26 años y sufría un cáncer de útero imposible de operar por-
que estaba ya en fase necrótica, la filtración le llegaba al sis-
tema óseo y se había producido metástasis.
Consciente de la enfermedad irreversible que padecía,
Rafaela quiso terminar su novena a los mártires el mismo
día en que fueron beatificados, y al finalizarla —ese mismo
día—, la enferma expulsó un coágulo de sangre con el que
desapareció repentinamente el tumor, la metástasis y el
dolor.
Después de aquel día no ha quedado ni rastro del cáncer.
Y la señora Rafaela Bravo Gijón continúa ejerciendo la
docencia en Nicaragua. Este milagro ha sido reconocido por
el Papa, después de examinar el certificado de cinco médi-
cos. Entre los cuales se encontraban dos increyentes, los que
también declararon que la curación espontánea de la
paciente referida, trascendía al conocimiento de la ciencia
médica.
Publicado en La Voz de Avilés 28-diciembre-1999

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49.— EL NACIMIENTO DE CRISTO

N
o quisiera entristecer a nadie, al recordar una de
las fiestas más jubilosa de todo el año, pero
hemos de reconocer que el Nacimiento de Jesús
también es tiempo de meditación. Son muchas las reflexio-
nes que se plantean en nuestro cerebro. En primer lugar
viene la gratitud que nunca le pagaremos al Señor de los
señores, por haberse encarnado en el seno de una Madre
Virgen para ser uno más entre todos los hombres, con la
diferencia de no haber pecado nunca, y ser víctima y esclavo
de toda la humanidad. Fruto de un amor sin medida que se
manifiesta en cada uno de los hombres por habernos redi-
mido del pecado.
En la meditación también llegamos a comprender ¡qué
sería de nosotros sin el Nacimiento de Jesús! La Humanidad
estaba perdida sin conocer cuál era el camino a seguir para
nuestra salvación, para encontrar la paz, la paciencia, el
gozo de vivir, la esperanza de ser eternamente felices, la
unión amorosa de las familias; viendo el modelo que Jesús,
María y José nos han dejado en una casita subterránea de
Nazareth, ceñidos al trabajo, al diálogo, a la obediencia y al
amor.
Por eso el nacimiento del Señor y sus primeras manifes-
taciones —después de la celebración anual del misterio Pas-
cual de la Muerte y Resurrección de Cristo—, es lo que la
Iglesia venera con mayor devoción.
En la Navidad de 1992, Juan Pablo II, así nos decía:
“Jesús, Hijo del Padre, que entra al mundo en la noche de

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Belén, es el testigo más fiel —testigo “ocular”— del Miste-
rio Trinitario de Dios. Él, Hijo de la Virgen de Nazaret,
viene a ofrecernos a todos —a los hombres y a todas las
criaturas— la seguridad de que Dios ha amado al mundo, y
la medida de ese amor se manifiesta en el hecho de que “le
dio a su Hijo único” y por medio del Espíritu Santo se lo da
continuamente”.
Anteayer me decía la eminente doctora Marqués que
media humanidad se muere de hambre por falta de nuestra
caridad, y más de un tercio de los seres humanos se mueren
por exceso de alimentos. Pienso y creo que nadie puede
celebrar la Navidad con nutridos de turrones, bebidas y
mazapanes sin antes contribuir con los que nada tienen, y no
me refiero únicamente a los católicos que sabemos muy
bien cuánto nos exige Cristo en este sentido y en tantos
otros, sino también a los incrédulos. Pues a todos nos ha
sido dada una conciencia que nos señala dónde está el bien
y el mal. Y no dudo que algunos que se dicen ateos, tal vez
superen a muchos que vamos haciendo alarde de nuestra
religiosidad.
¿Cómo podemos disfrutar con glotonería el nacimiento
de Jesús, sabiendo que a los que más ama les falta un trozo
de pan y un vaso de leche para saciar el hambre? ¿Cómo
podemos negarle a Cristo las migajas que nos sobran vién-
dole a Él identificado con los que menos tienen? “Lo que
hicisteis con uno de estos pequeñuelos, conmigo lo hicis-
teis” (Mateo 25, 40).
Publicado en La Voz de Avilés 2-enero-2000

114
50.— PALABROTAS Y TACOS

N
uestra queridísima madre no era una señora
culta. Pero mis abuelos le habían inculcado reli-
gión y moral. También infundieron en su alma
un concepto de la honestidad y la honra que a los 13 her-
manos nos ha servido para salir adelante en la vida con el
pudor que ahora se conculca hasta en las esferas más altas
de la sociedad. La corporación en que vivimos —con ejem-
plos groseros— continuamente nos advierte que una cultura
sin moral puede darnos criminales inteligentes. En cambio,
una moral sin cultura no ceja en hacer el bien a la humani-
dad, porque son personas trabajadoras y honradas que
fomentan el progreso y la paz.
Afloran estas conjeturas en mi pobre cerebro después de
ver lo que sucede en el Congreso y en el Senado, donde los
más altos dignatarios de la nación arrojan palabrotas y tacos
que nunca había oído en la remota aldea donde me crié. Don
Felipe González, en la campaña de las últimas elecciones
europeas, dijo que “Aznar y Anguita son la misma mierda”.
Y hace pocos días, doña Enedina Álvarez, le dijo a Aznar en
el Congreso que era “un marrano”. Creo que los dos se han
retratado a sí mismos.
Pienso que estos dislates sólo favorecen al PP. Pues creo
que esa falta de urbanidad y esos arrebatos, son los impul-
sos que produce la impotencia cuando nos falta fuerza moral
para defendernos ante el que nos aplasta con buenos moda-
les y con un poco de verdad. Y en esa situación en que se
encuentra el perdedor, como acto de defensa propia, no

115
encuentra otro medio que no sea el insulto que le propina su
acritud. Y si los siete puntos de ventaja que le lleva el PP al
PSOE les parecen insoportables, es muy posible que en la
encuesta próxima tengan que sobrecargar ocho.
Si estas son las personas diplomáticas que quieren darnos
normativas para la buena educación de los alumnos, claro
nos parece que cada año que pasa tendremos una juventud
más aberrante, porque todo lo mejor que se puede aprender
está implícito en las clases de Religión que los socialistas
detestan. Se ha comprobado que el mayor pánico que le
atormenta al impío es la verdad que nos enseña el Evange-
lio. Es decir, la evidencia que nos hace libres. Pero que tam-
bién nos condena cuando pasamos a conocerla y la desoi-
mos para imponer nuestro egocentrismo.
Ayer me decía un catedrático de Lengua y Literatura —
también graduado en Teología— que los dos personajes
predichos estaban endemoniados. No sé si se podrá ir tan
lejos, pero estamos viendo que esta democracia que tanto
vienen propagando, los trae por el camino de la amargura.
Si por una vez el pueblo español les ha dicho en las urnas
que no los quería en el poder, reconozcan sus culpas y acep-
ten las reglas del juego, para que continuemos viviendo en
libertad. Pues querer perpetuarse en el poder es un acto dic-
tatorial. ¿Han defendido la libertad? Ahí la tienen, pero que
no se rasguen las vestiduras. Ves, ves querido lector cómo
en el fondo todos somos dictadores.
Publicado en La Voz de Asturias 7-enero-2000

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51.— SIGUE REINANDO

T
odos los imperios y reinados que existían en el
siglo I han ido desapareciendo. Sólo un recuerdo
histórico podemos encontrar en las bibliotecas
añosas. El tiempo es el destructor de todo lo que hombre
puede hacer o inventar. Lo nuevo se hace viejo, y lo viejo
termina desapareciendo. Las generaciones se van suce-
diendo unas a otras como las hierbas del campo y las plan-
taciones de las erías.
Sólo la substancia espiritual del hombre es inmortal, con
capacidad de entender, amar y sentir. En el lenguaje acadé-
mico es el alma la que informa al cuerpo humano y con él
constituye la esencia del hombre. Pero el cuerpo del hombre
es como la nada. Por eso A. France decía: “La nada es un
infinito que nos envuelve: venimos de allá y allá volvemos.
La nada es un absurdo y una certeza; no se puede concebir
y, sin embargo, es”.
De la nada ha sido creado todo cuanto existe en la Tierra
y en el universo. La omnipotencia del Espíritu Santo todo lo
hace posible. Reyes y emperadores son destronados, pero el
Rey de la creación es inmutable y sigue reinando. Hemos
entrado en el tercer milenio de la Era Cristiana y miles de
millones de hombres y mujeres nos vienen recordando la
estancia de Jesús—hombre en la Tierra. Porque “pasarán el
cielo y la tierra y mis palabras no pasarán” (Mateo 24, 35;
Marcos 13, 31; Lucas 21, 33).
¡Qué locura! Pero tú, Señor, que sabías muy bien las gen-
tes humildes que te rodeaban, te seguían y oían, sin lápiz ni

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papel, ¿cómo podías decir esas barbaridades? ¿Quién
tomaba nota de tus palabras para eternizarlas? Ya sé, ya sé.
El Espíritu Santo que Tú nos enviarías y nos daría a cono-
cer quién eras, le has encomendado que fuesen escritas y
divulgadas en todo el mundo. Y desde hace dos mil años y
hasta hoy, conocemos tus palabras y las repetimos en todos
los templos del mundo, en los periódicos y en todos los
medios de difusión.
¡No era locura, Señor! Era el poder infinito que te ha sido
otorgado por tu Padre. El misterioso poder que tantos miles
de millones te niegan porque no nos conviene que pueda
existir un Juez justo. Ya sé, ya sé que tus obras y palabras
se ven, se sienten, se palpan y se comprueban. Pero nadie es
más sordo que el que no quiere oír, ni más ciego que el que
no quiere ver.
Gracias por la pobreza en que has nacido y vivido para
que no seamos seducidos por las riquezas. Gracias por la
muerte cruenta que aceptaste para redimirnos del pecado y
hacernos eternamente felices. Gracias por los milagros que
has hecho para que todos creamos y nos refugiemos en Tí.
Gracias por tantas almas santas y buenas que se han ido
moldeando con tu ejemplo y tu gracia. Gracias te damos,
Señor, por prolongar nuestra vida hasta el año 2000 y con-
cedernos esta inconmensurable riqueza: la fe.
Publicado en La Voz de Avilés 7-enero-2000

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52.— EL SILENCIO

E
l silencio es muy bueno cuando los necios hablan
mucho, y mejor para fortificar las almas que pien-
san en Dios contemplativamente. También existe
el silencio intrigante. Ese mutismo autoritario que no
sabiendo qué decir ante la persona que lo supera, se encie-
rra en sí mismo para que nadie pueda descubrir su ignoran-
cia. Otra clase de silencio es la timidez y la prudencia, es
decir, el deseo de agradar y el temor de no conseguirlo.
También existe el silencio envidioso.
El poeta asturiano Victoriano Rivas Andrés, bien cono-
cido de todos por sus libros y artículos, poco antes de su
fallecimiento, dialogando los dos me dijo: “No he tenido
muchas satisfacciones en mi vida con la pluma. Llevo
sesenta años escribiendo y me desazona el silencio de los
lectores que me leen, me conocen y nunca se dan por aludi-
dos. Y lo curioso es que si una vez te equivocas, esos mis-
mos son los que vienen a corregirte”.
Esto me llevó a recordarle lo que a mí me había sucedido.
Se lo expliqué y se alegró mucho: cuando llevaba cinco
años escribiendo en “La Hoja del Lunes” sobre temas de
religión, muy contados eran los católicos que me hablaban
de mis escritos. Pero en uno de mis artículos escribí
diciendo que “Jesucristo nos mandó crecer y multiplicar-
nos”, y como eso no aparece en el Evangelio y sí en el Anti-
guo Testamento, rápidamente me llegaron varias llamadas
telefónicas ridiculizándome la ignorancia religiosa que
padecía.

119
Es verdad que no se puede hacer tabla rasa de lo predi-
cho. Existe gente muy buena que siempre están al tanto de
lo que escribes y se congratulan contigo. Son personas sin-
ceras que no envidian a nadie. Dicen lo que sienten con
humildad y admiran al que les dice lo que a ellos les gustaría
expresar.
Ayer, al llegar a casa, me dice mi esposa que me llama-
ron por teléfono. ¿Quién era?, le pregunté. “Es el jesuita
Luis Outeiriño”. ¿Qué quería?, le volví a preguntar. “Estaba
muy emocionado leyendo tu libro. Me dijo que le servía de
meditación. Que sigas escribiendo”. Es un hombre con 87
años que fue profesor de Literatura Francesa durante 44
años. Un verdadero ejemplo de humildad y buena intención.
Son las personas conscientes de su responsabilidad religiosa
que sienten la necesidad de incentivar a todo el que pretende
hacer el bien.
Pues lo mismo que la envidia es la alegría que una per-
sona siente con el mal de otra, el amor y la caridad es el pla-
cer que nos llega con el éxito decoroso de nuestros seme-
jantes. Y termino con unas palabras de Friedrich
Bodenstedt: “Dos cosas son perjudiciales para el que quiere
subir los peldaños de la fortuna: callar, si es tiempo de
hablar, y hablar si es tiempo de callar”.
Publicado en La Voz de Avilés 8-enero-2000

120
53.— FRAY DANIELE Y EL PURGATORIO

E
l relato que intentamos describir es un un extracto
del libro titulado “Omagio a Fray Daniele”, y ha
tenido la aprobación eclesiástica de Monseñor
Serafino Spreafico, Obispo capuchino. Fray Daniele era un
hermano lego capuchino. Un hombre que fue desenvol-
viendo su vida con el trabajo que le correspondía en la
Orden. Ejerció como portero, sacristán y cocinero. Con fre-
cuencia iba con la mochila en la espalda a pedir limosnas de
puerta en puerta. Él también hacía la compra todos los días
para el convento.
Siempre que compraba alguna cosa le hacían descuento.
Pero las pocas liras que recogía, en vez de entregárselas al
superior, las guardaba para la correspondencia y sus necesi-
dades. Inmediatamente después de la guerra, se encontraban
en San Giovanni Rotondo, en el mismo convento del Padre
Pío. Poco tiempo después comenzó a sentir dolores en el
aparato digestivo y se fue a consultar con un médico, el doc-
tor le diagnosticó un tumor maligno con metástasis.
Pensando en la evidencia de la muerte, se lo refirió todo
al Padre Pío. Y el que ha sido un taumaturgo y actualmente
es beato, le dijo bruscamente: “Opérate”. Fray Daniele per-
maneció confuso y reaccionando le dijo: “Padre, no vale la
pena. El médico no me ha dado ninguna esperanza. Ahora
sé que debo morir”. “No importa lo que te haya dicho el
médico. Opérate en la clínica Regina Elena, en Roma, con
el profesor Ricardo Moretti”. A la mañana siguiente
emprendió el viaje con destino a Roma. Y estando sentado

121
en el tren advirtió a su lado una presencia misteriosa: era el
Padre Pío que le había hecho la promesa de estar a su lado.
A las 7 de la mañana estaba en la sala de operaciones. Y
a pesar de la anestesia, permaneció despierto y se enco-
mendó al Señor con las mismas palabras que Él dirigió al
Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Comenza-
ron los médicos la intervención, mientras el paciente sentía
todo lo que decían. Sufría dolores atroces sin poder
moverse, pero no se lamentaba y estaba contento de sopor-
tar tanto dolor y ofrecérselo a Jesús. Momentos después se
quedó totalmente dormido. Cuando recuperó la conciencia
ya se encontraba en la otra vida.
“Me presenté delante del trono de Dios —nos dice—,
veía a Dios, pero no como un juez severo, sino como Padre
afectuoso y lleno de amor. Entonces comprendí que el
Señor había hecho todo por amor a mí, amándome como si
fuese la única criatura existente en la Tierra”.
Fue condenado a tres horas de Purgatorio. “¿Pero
cómo?” —me pregunté— ¿Solamente tres horas? ¿Y des-
pués podré quedarme siempre próximo a Dios eterno
Amor?” Dio un salto de alegría sintiéndose como un hijo
predilecto. Desapareció la Visión y pasó al Purgatorio. Las
tres horas de Purgatorio le fueron sentenciadas por haber
faltado al voto de pobreza ocultando las liras que le daban
como limosna. Nos sigue diciendo que los dolores en el Pur-
gatorio eran terribles, tal como los podemos sentir en nues-
tro cuerpo mortal.
“Cuando sólo habían pasado unos instantes con aquellas
penas —nos dice—, me parecía encontrarme allí una eterni-
dad. Lo que más me hacía sufrir en el Purgatorio no era
tanto el fuego —también muy intenso— sino aquel sentirme
lejos de Dios. Y lo que más me remordía la conciencia era

122
el haber tenido todos los medios a disposición para salvarme
de los tormentos y no haber sabido aprovecharlos”.
A pesar del estado en que se encontraba consiguió hacer
contacto con un hermano de su convento para pedirle que
rezara por él. El hermano quedó maravillado al oír su voz,
pero no lo veía y le preguntó: “¿Dónde estás porque no te
veo?”. Fray Daniele insistía, y viendo que no conseguía
hacerse visible, intentó tocarlo. Sólo entonces se dio cuenta
que no era posible porque le faltaba el cuerpo. “Pero
¿cómo? —se preguntaba— ¿No debería estar tres horas en
el Purgatorio? y han transcurrido ya trescientos años. Por lo
menos así me parecía”.
Cuando más atormentado estaba se le presentó la biena-
venturada Virgen María y él le suplicó insistentemente,
diciéndole: “¡Oh, Santísima Virgen, Madre de Dios, consí-
gueme del Señor la gracia de volver a la tierra para vivir y
trabajar solamente por amor de Dios!”. También acudió al
Padre Pío suplicándole que por aquellas benditas llagas que
llevaba en los pies y en las manos con tanto dolor, rogara
por él para librarlo de las llamas y concederle pasar el Pur-
gatorio en la tierra. Después se dio cuenta que el Padre Pío
hablaba con la Virgen.
Unos instantes después se le volvió a aparecer la Virgen.
Era Santa María de las Gracias. Inclinó la cabeza y le son-
rió. En aquel mismo momento volvió a tomar posesión de
su cuerpo. Se liberó de la sábana que le cubría en el lecho
donde velaban su cadáver. Los velantes, asustadísimos, se
precipitaron fuera de la sala a buscar enfermeros y doctores.
En pocos minutos la clínica estaba abarrotada de gente.
Todos creían que era un fantasma y decidieron cerrar las
puertas y desaparecer por cierto temor a los espíritus.

123
Unas horas después —Fray Daniele— se levantó de la
cama y se sentó en una butaca del hospital. A pesar de que
las puertas estaban cuidadosamente vigiladas, algunos con-
siguieron entrar y le pidieron explicaciones sobre lo suce-
dido. Les dijo que sólo se lo expondría al médico. Llegó el
doctor Ricardo Moretti, y al verle nuevamente con vida,
emocionado vertiendo lágrimas dijo: “Sí, ahora creo: creo
en Dios, creo en la Iglesia, en el Padre Pío y en la resurrec-
ción”.
Aquel médico que primero no creía en nada, también
confesó que después de certificar la defunción de Fray
Daniele, pasó toda la noche con una pesadilla que le turbó
el sueño totalmente, pensando que él estaba muerto tam-
bién. Se levantó nervioso y agitado. Un presentimiento le
decía que el muerto no era un muerto como los demás y, en
efecto, no se había equivocado.
Conclusión: después de esta experiencia, Fray Daniele
vivió verdaderamente el Purgatorio en la tierra, purificán-
dose a través de enfermedades, sufrimientos y dolores, con-
formándose siempre con la voluntad de Dios. Sólo mencio-
naremos algunas intervenciones que sufrió: de próstata,
colicistitis, aneurisma de la vena abdominal con relativa
prótesis; otras operaciones después de un incidente callejero
cerca de Bolonia, omitimos otros sufrimientos no sólo físi-
cos, sino también morales.
A la hermana Felicetta, que le preguntó cómo se sentía
de salud, Fray Daniele le confió: “Hermana mía, hace más
de 40 años que no recuerdo qué significa estar bien”. Fray
Daniele falleció el 6 de julio de 1994. Y mientras colocaban
convenientemente los restos mortales en la capilla de la
Enfermería del Convento de los Hermanos Capuchinos, en
San Giovanni Rotondo, y se recitaba el Rosario, algunos de

124
los presentes vieron a Fray Daniele mover los labios, como
queriendo contestar al Ave María del Rosario.
La voz se difundió tan rápidamente, que el superior,
Padre Livio de Matteo, para quedar tranquilo interiormente,
quiso cerciorarse de que no se trataba de una muerte apa-
rente. Por este motivo, hizo venir de la Casa Alivio del
Sufrimiento próxima, al doctor José Pasanella, asistente
también de Medicina Legal, los cuales hicieron un electro-
cardiograma a Fray Daniele y le tomaron la temperatura,
confirmando definitivamente su muerte.
Publicado en La Voz de Avilés 14, 17 y 18-enero-2000

125
54.— PERSEVERANCIA

P
ienso que sin la perseverancia no se hubiera hecho
ningún descubrimiento. Pues dejarían de existir los
genios, los buenos científicos y los escritores de
altura. Tampoco existirían los santos. Y hasta la salvación
de nuestras almas se vería en peligro. El Rey de la perseve-
rancia ha sido Jesucristo, para decirnos después de su ejem-
plo que “aquél que persevere hasta el fin, ése será salvo”
(Mt. 10, 22; Mt. 24, 13; Mc. 13, 13). Tengo para mí que
cualquier persona normal puede conseguir lo que se pro-
pone si sabe ejercer el control de la fuerza psíquica y perse-
verar en el trabajo que le conduce a la meta soñada.
El tesón vale más que la inteligencia, porque la inteli-
gencia sin constancia se queda postrada en el camino.
Conozco a un médico que era el último cuando estudiaba el
bachillerato. Año tras año repetía el curso, pero él quería ser
doctor como lo era su padre, y todos los días perseveraba
estudiando hasta la medianoche. Terminó la carrera con
veintinueve años y está obteniendo pingües beneficios con
la consulta repleta de gente. Compró un piso lujoso en el
centro de la ciudad y conduce un flamante Mercedes.
Hace pocos días salimos juntos en su coche, y cuando
llegamos al aparcamiento nos encontramos con el que había
sido su profesor en los cursos que repetía. El maestro, poco
delicado, y tal vez movido por la envidia, le dijo: “Pero, ¿tú
que has hecho con todos los suspensos que llevas encima?”.
“Soy médico —le dijo—, tenga esta tarjeta por si en algo le
puedo ayudar”. Se ruborizó el viejo profesor y se fue

126
moviendo la cabeza. Claro se ve que sólo conocía la torpeza
del alumno para los estudios y nunca se fijó en la perseve-
rancia.
Santa Catalina de Siena nos dice que “solamente la per-
severancia es coronada”. Alguna vez también he leído algo
que así decía: “¿Qué cosa más dura que la piedra? ¿Qué más
blando que el agua? Pues el agua blanda cava la dura pie-
dra”. Y Arturo Graf también nos dice que “la constancia es
la virtud por la que todas las otras virtudes dan fruto”. Es de
tener en cuenta que quien persevera siempre espera un
futuro mejor.
También creo que las depresiones se ceban más sobre las
personas que todo lo dan por resuelto, porque el ocio debi-
lita el cuerpo, mientras que el trabajo lo refuerza, aquél te
produce vejez, y el trabajo nos rejuvenece. Ser útil a los
demás estimula la vida. Siguen vivas las ilusiones. El doc-
tor Pozuelo nos ha dicho que no pudo curar a doña Carmen
Polo de Franco porque no quería perseverar en el mundo,
sólo deseaba morirse para vivir junto a su esposo. Es muy
bueno tener esa fe, pero estimar y cuidar la vida para hacer
el bien —junto con la fe— es mucho mejor.
Publicado en La Voz de Avilés 20-enero-1999

127
55.— POR CARIDAD

C
on fecha 20 del actual mes, he leido una carta que
me afecta directamente. Cierto es que llevo a la
sección “Cartas al Director” de su ilustre diario
temas de religión, ética y moral —lo que más falta nos hace
para paliar la corrupción, el hedonismo, la droga, el sida, y lo
que es peor: la muerte de los más inocentes no nacidos—.
Pero en ningún caso he cometido las barbaridades que me
imputa e inventa el replicante, como son: “Insultos, igno-
rantes, incultos, maleducados, blasfemos, groseros, irreve-
rentes, etcétera”. Comprendo que estas acusaciones que no
merecemos ninguno de los que defendemos el Magisterio de
la Iglesia, el Santo Padre y el Hijo de Dios, son fruto de un
hombre que promete estar desesperado.
Pero ha de comprender que el Magisterio de la Iglesia
está implícito en los Evangelios que proclaman la libertad
del hombre, la paz en la Tierra y la Buena Nueva para los
pobres. Y el Santo Padre es uno de los hombres más ingen-
tes y piadosos de todos los vivientes. Tampoco creo que
Jesucristo sea motivo de escándalo y desmoralización para
que nuestro adversario pida reiteradamente por “caridad”
que nos desalojen del periódico.
También comprendo que la verdad a todos nos pone con-
tra el paredón, pero mejor es aceptarla mientras podemos
defendernos con buenas obras practicando un poco de cari-
dad, que verla resplandecer en nuestras almas cuando éstas
se encuentren indefensas en el Purgatorio. Y para los que
todo ésto les suene a música profana y han defendido la

128
democracia y la libertad de expresión —como supuesta-
mente parece sucederle a nuestro estólido antagonista— tie-
nen que ser coherentes con el periódico más imparcial y
democrático de nuestro Principado.
Si LA VOZ le ha permitido a usted expresarse libremente
queriendo mandar más que el mismo director, diciéndole
donde tienen que escribir los católicos y cuál es el título que
ha de encabezar la página de los “sectarios”, permítales
también a ellos que sean liberales con los que no piensan
como usted. Pues nadie le obliga a leer las cartas que le tur-
ban o desesperan.
Humildemente me permito darle un ejemplo de lo que a
mí me sucede: considero que el medio de difusión más efi-
caz —para bien o para mal— que tenemos actualmente, es
la televisión, y como está plagada de programas maléficos e
inmorales, sólo veo el telediario de la primera cadena, lle-
gando siempre a las nueve en punto, pues si llego un minuto
antes nos presentan desnudos, y como soy un hombre hete-
rosexual, no me conviene ver lo que podría llevarme al ape-
tito desordenado de placeres deshonestos.
Asimismo hago con los periódicos, donde escriben per-
sonajes denuestos como Francisco Umbral, Cela, y otros
que aparecen en la primera página de un diario regional, no
los leo ni trato de corregir al director que los soporta. Si esto
le sirve para algo, espero comprenda que no se puede coar-
tar la libertad de expresión en un régimen democrático. No
sea usted dictador, pues el Cristo que le ha creado y le
ampara continuamente, no lo era.
Reciba un cordial saludo de un pobre pecador.
Publicado en La Voz de Avilés 22-enero-2000

129
56.— EL MIEDO

E
l miedo es enemigo del hombre. Con frecuencia le
hace sufrir inútilmente. Pero es necesario tener
miedo para no meterse en berenjenales. El hombre
que no tiene miedo puede arriesgar su vida en cualquier
momento. Creo que Dios ha puesto este instinto en las cria-
turas para que preserven su vida. Hay que distinguir el
miedo que a todos nos acecha con causas justificadas, al que
nos producen las ideas perturbadoras. Cuando esto sucede
es un problema que tienen que resolver los psicólogos o los
psiquiatras con el beneplácito del paciente.
El miedo debiera ser vencido con la razón iluminada por
la fe. Si creemos que Dios nos ama y que siempre está con
nosotros, sólo podemos temer cuando faltamos a las exi-
gencias de nuestra conciencia. Pues siendo amigos del que
todo lo puede es claro que nadie podrá con nosotros. Sólo
Dios conoce perfectamente al hombre y sabe cuáles son sus
debilidades. Por eso nos ha infundido el temor a Él y nos
dice cómo liberarnos del miedo: “No tengáis miedo a los
que pueden matar el cuerpo, temed más bien a los que pue-
den matar el alma” (Mateo 10, 28).
El que cree en esas palabras ya se ha liberado del miedo.
Pero no basta con decir “creo”. Es necesario un esfuerzo
constante con perseverancia indefinida. Leyendo las bio-
grafías de los mártires, se comprende el porqué llegaron al
martirio sin miedo. Hombres con gran coraje han subido al
patíbulo temblando. Religiosos ancianos y endebles han

130
aceptado la muerte cruenta con paz en el alma y sonrisa en
los labios.
El miedo al miedo es el más frecuente en algunos hom-
bres. Son personas que han sufrido mucho con el miedo y le
cogieron pavor. Una psicóloga de prestigio me cuenta algu-
nos casos de pacientes que no sé quiénes son ni dónde viven
porque sabe muy bien guardar el secreto profesional. Y al
pedirle explicaciones para saber cómo resolvía el problema
del miedo en los enfermos me dijo: “Les mando escribir en
varios folios todos los temores que tienen exagerando el
miedo que les producen los pensamientos negativos, hasta
llegar al extremo en que terminen sucumbiendo. Después,
en mi presencia, les pido que lo lean todo en voz alta y lo
grabo en un magnetofón, les requiero para que durante una
semana, tres veces por día, escuchen todo lo que han leído,
y cuando vuelven a la consulta me dicen que ya no les
impacta todo lo que les pueda suceder. Es verdad que en
casos muy graves necesitan de medicación y los mando al
psiquiatra. Pero esto sucede con muy poca frecuencia”.
Como vemos, para vencer al miedo —las personas que
no creen en nada— lo mejor es enfrentarlo hasta descubrir
lo que tiene de patológico cuando es infundado, y aceptarlo
cuando el motivo se justifica, sabiendo que es una cruz de
las muchas que nos vienen o nos pueden venir.
Publicado en La Voz de Avilés 26-enero-2000

131
57.— ANTONIO COLAO Y JULIA GARCÍA

S
eñor director: Desde hace años vengo leyendo con
verdadera fruición los escritos de Antonio Colao y
Julia García. No tengo el gusto de conocerles per-
sonalmente, pero me resulta admirable que puedan existir
seglares con tanto amor a la verdad, con tanta capacidad
para persuadirnos del bien que podemos encontrar y del mal
que nos presenta una sociedad casi descristianizada por
completo.
Y es lamentable que haya personas tan insolentes que se
atrevan a calumniarles y a pedirle a usted que nos prive de
leer lo que más nos interesa de su diario y de todos los rota-
tivos que se publican en Asturias. Absorbido por mi profe-
sión de matemático e informático, no tengo tiempo para
escribir en los periódicos ni me siento competente para
hacerlo. Pero vista la hipocresía con que detestan a Jesu-
cristo algunas personas, sin querer reconocer que se trata de
un Hombre que ha sido crucificado por amor a todos los
seres humanos, y que sólo Él —y nadie más— puede arre-
glar el mundo desmesurado en que vivimos, no puedo dejar
de enviarle estas letras para testimoniar cómo a mis com-
pañeros católicos y a mí nos duele que tan astutamente se
agrupen los detractores de la Religión para que su diario
siga el camino desquiciado de tantos otros, y con eso enfa-
tizar las aberraciones en que necesariamente tienen que
vivir los que les duele que se hable bien del Hombre más
prestigioso de todas las generaciones: Cristo. El centro de la
Historia más prestigioso, noble, compasivo, sabio, santo y

132
poderoso. No debiéramos de volver a los tiempos en que se
martirizaron a todos los que pensaban como Julia y Anto-
nio. Pues ha llegado el momento en que la libre expresión
sólo la detestan los que quieren el monopolio del poder para
amordazar a los que dicen verdades que pueden impedir la
tiranía.
Espero que lo anteriormente dicho sirva para reflexionar
y comprender que no puede existir un hombre bien nacido
que no se alegre con el bien que otros hacen o pretenden
hacer, como es el caso de Julia García y Antonio Colao.
Le saluda atentamente, Antonio Oliver.
(Carta publicada en defensa del autor, 27-enero-2000, en La Voz de Avilés)

133
58.— NO COMPRENDO BIEN EL AMOR,

P
ero como Dios nos ha dado a todos un poco de
imaginación para elucubrar, espero llenar este
folio hablando del verdadero amor. Cuando acom-
pañado de mi sobrina y ahijada —María del Pilar Colao—
regresábamos a la pensión después de asistir a una proce-
sión en Fátima, esta joven amable, cariñosa, sencilla e inca-
paz de guardar rencor a nadie, me dijo con preocupado sen-
timiento: “Tío, yo no amo a Dios”. Claro que lo amas —le
dije—. Verás: si te dijeran que esta misma noche tendrían
que fallecer tus hijos y esposo como única posibilidad de
conmutar la pena de muerte a la que Dios se encontraba sen-
tenciado para su ejecución en las próximas 24 horas, tú ¿qué
dirías? No lo pensó más, y espontáneamente me dijo: “Si
Dios muere de qué nos sirve vivir. Mejor es que muramos
todos y que viva Él”.
Pues bien, pienso que el amor también se encuentra
implícito en el grado de estima que sentimos por un ser que-
rido y por el mismo Dios. No lo sé ciertamente, pero mi
sobrina se quedó muy satisfecha con la respuesta. Aristóte-
les nos afirma que “Amar es querer el bien para otro”. Y si
mi sobrina, y yo, queremos todos los bienes del mundo para
Dios y Su Santa Madre, parece claro que los amamos.
Creo que no podemos confundir la afectividad con el ver-
dadero amor. Dios nos manda amar al prójimo como a noso-
tros mismos. Pero no puede pedirnos que sintamos el mismo
cariño por todas las personas como lo sentimos por los hijos
o padres. Pues si todos los sucesos criminales que diaria-

134
mente estamos viendo, nos afectaran como la desgracia de
un hijo queridísimo, entre lágrimas y sollozos ininterrumpi-
dos terminaríamos sucumbiendo en menos de una semana.
Una de las formas que me parece plausible para demos-
trar el amor al prójimo es compartir lo que tenemos con los
que nada tienen. Conozco a una familia de la clase media
que tiene apadrinados cien niños en los Andes del Perú;
todos sus ahorros ascienden a quinientas mil pesetas por
mes, y esa es la cantidad que les cuesta el sostenimiento de
los niños apadrinados, y cuando llegan las Navidades, hacen
un gran esfuerzo y les envían quinientas mil pesetas más
para gratificarlos y recordarles que Cristo los ama y les lleva
unos juguetes y golosinas para que ellos no dejen de amarle
a Él.
Hace unos días, el anciano matrimonio bienhechor, me
decía cómo le hacían llorar esos cien niños enviándoles car-
tas y fotografías, ofreciéndoles oraciones y pidiéndoles que
no los abandonen. Disfrutaba el anciano diciéndome cómo
están vestidos y calzados, cómo los catequizan los religio-
sos en sus guarderías, cómo les enseñan un oficio y cómo
son felices los niños y los padrinos. Creo que esto es amar
al prójimo, máxime si tenemos en cuenta la vida austera que
llevan estos señores. Por eso se ha dicho que “el amor vive
más de lo que da, que de lo que recibe”. Y por eso, también,
dice San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. No puedo
decir más del amor. Se terminó el folio.
Publicado en La Voz de Avilés 28-enero-2000

135
59.— LOS HIJOS QUE ABANDONAN A
SUS PADRES

E
s mucha la literatura que se vierte sobre la familia
y la educación de los hijos. Los padres culpan a
sus vástagos de haberse marchado de casa y dejar-
los solos. Excepciones hay en las que los progenitores tie-
nen mucha razón. Pero es necesario hacer una retrospectiva
y encontrar la clave de lo que sucede. Es curioso que cuanto
todo funciona con más rapidez y menos trabajo por los ade-
lantos de la mecanización y la ciencia, los padres se encuen-
tran absorbidos por una dinámica que les impide dialogar
con los hijos para conocerse mutuamente.
Se dice que los padres necesitan una orientación en este
sentido. Unos cursos, un asesoramiento, porque el hombre
actual no dispone de tiempo para atender a sus obligaciones
familiares. Y esto hace que los niños vivan en el colegio y
al pie de la televisión, como si fueran huérfanos, lo que les
facilita entrar en valores insospechados y peligrosos, sin un
ápice de afectividad familiar. Y a todo esto hay que adicio-
nar la recriminación que sufren cuando las notas son muy
bajas o insuficientes.
Cuando yo era pequeño, nuestra buena madre nada sabía
de orientación familiar. Pero sabía lo que había que hacer
con los hijos. Llena de amor a cada uno de nosotros, nos
cubría de besos y nos ponderaba las virtudes que teníamos
cada uno. Y cuando no hacíamos las cosas bien nos daba
fuertes nalgadas y nos privaba de caprichos. Siempre nos
exponía los buenos ejemplos de los hijos solícitos y cuida-

136
dosos con sus padres. Nos contaba cuentos muy valiosos
para edificar nuestra moral.
También nos contaba episodios de la Virgen y San José.
Diciéndonos cómo María había sido Virgen antes del parto,
en el parto y después del parto, y cuando algunos de los
mayores preguntaba cómo podía ser eso, nos respondía con
las palabras que todos conocemos: “Lo mismo que los rayos
del sol atraviesan un cristal sin romperlo ni mancharlo, así
salió Jesús del seno de la Virgen María”. Después nos
reunía a todos para cenar. Seguidamente pasaba la sala de
rodillas haciendo sus oraciones en voz alta para enseñarnos
a rezar. Sin más problemas ni bibliotecas; todo marchaba
muy bien.
Así consiguió morir rodeada de cariño dejándonos a
todos llenos de lágrimas y dolor. ¿Quién de todos sus hijos
podría concebir que nuestra madre fuese para una residen-
cia, cuando esa separación nos resultaría tan penosa como la
misma muerte que presenciamos? Ahora estamos viendo
que el amor se ha congelado. Los matrimonios se pasan la
vida viajando y trabajando. Los hijos sólo son paréntesis de
fines de semana.
Hay que dedicar tiempo a la familia. Los padres necesi-
tan conocer los problemas de los hijos. Darles cariño y
aliento; todos juntos tienen que mantener esa amistad íntima
y sincera, la que no se encuentra en el colegio ni en la calle,
y menos en la televisión. Si el progreso nos sirve para vivir
amargados, mejor sería retroceder.
Espero que el lector no se ofenda con la Palabra de Dios:
“La vara y el castigo dan sabiduría, los hijos mal educados
son la vergüenza de sus padres (Proverbios 29, 15; Ecle-
siástico 22, 3).
Publicado en La Voz de Avilés 6-febrero-2000

137
60.— DEFENSA DE LA VERDAD

E
ste aluvión de cartas promovidas por las verdades
que publican Julia García y Antonio Colao, parece
haberles sacado de quicio a los seudocristianos, a
los ateos y a los que dicen: “Creo en Dios pero que no me
hablen de los curas ni de la Iglesia”.
Más de una vez he leido cómo les acusan de aparecer en el
periódico un día sí y otro también. Pienso que si tienen capa-
cidad para hacerlo sobre temas de Religión siempre variados,
lo único que puede suscitarnos molestias es esta maldita envi-
dia que nos invade por nuestra incompetencia para presentarle
al director una columna diaria. Por otra parte también com-
prendo que los señores mencionados agudizan nuestras con-
ciencias cristianas y nos hacen ver cómo debe ser nuestra vida
religiosa. Si esto nos duele, dejemos de leerlos y en paz.
Lo curioso es que no somos sólo los católicos los que nos
deleitamos en leerlos, sino también los referidos anterior-
mente los vienen leyendo desde hace años. Uno de los auto-
res de esta revolución literaria, nos daba cuenta de una crí-
tica constructiva que Antonio Colao le había hecho al
reverendo padre Díez Alegría. Y esto ha sucedido hace
algunos años. Se ve claro que memorizan bien y les siguen
a los escritores que anteceden.
En una de las cartas publicadas el pasado día 31, les dice
una señora “que les hablan de una religión ajena a la realidad
social del país y sin ningún tipo de compromiso con los más
necesitados”, cuando en verdad, los referidos señores, reite-
radamente han salido en defensa de los pobres poniéndonos

138
ejemplos de la obligación que tenemos de compartir con los
menesterosos. ¿No podrán ser ellos los que más comparten?
Averigüémoslo. Y adaptar la religión a la realidad social de la
España de hoy, sería tanto como implicar a Cristo y sus Evan-
gelios en el hedonismo, en el divorcio, en la corrupción polí-
tica, la tortura que sufren muchas mujeres maltratadas por sus
esposos, y hasta en el crimen horrendo del aborto.
Quiero hacerle saber, mi respetable señora, que la Religión
no tiene que adaptarse a nadie ni a nada. Somos nosotros los que
tenemos que ajustarnos a los hechos, obras y palabras de Jesu-
cristo. Y uno de los males que sufre la Santa Iglesia procede de
los que buscan y quieren un Evangelio que se flexibilice y con-
cuerde con la vida empecatada que llevamos. También quiero
hacerle saber a la señora replicante, que los mensajes que nos
envían Antonio y Julia jamás se pasarán de moda, pese a que
usted reafirme lo contrario, porque como bien han dicho ellos,
copiando las palabras que salen de los labios de Jesús: “Pasarán
el cielo y la tierra y mis palabras no pasarán”.
Bien sé que para comprender a los señores referidos, es
necesario tener un poco de humildad y reconocer que todos
somos pecadores, tanto más cuanto más intentemos tergi-
versar la doctrina de Juan Pablo II y la de Jesús, porque las
dos se complementan perfectamente.
Los lectores se habrán dado cuenta de aquellas palabras que
ahora desoimos y que un día, no muy lejano, resonarán en nues-
tras almas: “El que me negare delante de los hombres, Yo lo
negaré delante de mi Padre Dios, y el que me confesare delante
de los hombres, Yo lo confesaré delante de mi Padre Dios”.
¿Será este el motivo por el cual Julia y Antonio lo vienen con-
fesando públicamente sin complejos y sin miedo al qué dirán?
Le saluda atentamente, Pascual Blanco.
(Carta publicada en defensa del autor, 7-febrero-2000, en La Voz de Avilés)

139
61.— ÁLVARO DOMECQ

C
uando la desgracia comienza a cebarse en una
familia, los infortunios se van sucediendo hasta
que la altanería y la vanidad se quedan por los
suelos. Estos sucesos enigmáticos, a primera vista, sólo se
pueden comprender a la luz del Evangelio, porque no los
sufren solamente las familias depravadas, y hasta parece
que tienen lugar con más frecuencia en hogares bien orde-
nados y cristianos, como en su día lo fueron los Kennedy y
actualmente lo son los Domecq.
Don Álvaro siempre ha sido un hombre cristiano y hon-
rado. Sin embargo, ha tenido que sufrir la muerte de su hija
Marisol cuando galopaba en uno de sus caballos, después
perdió cuatro nietos en un accidente de coche, y por último
Dios también le llevó a su queridísima esposa. Si en esto
que precede nos fijamos en la Palabra de Dios, es fácil des-
hacer el enigma: “Al que dé mucho fruto, se le podará para
que dé más” (Juan 15, 2).
¿Y cuándo esto sucede en familias empecatadas? No
dudando que Dios también las ama sin medida y se alegra
más por un pecador arrepentido que por 99 justos (Lucas 15,
7), tal vez por eso permite la corrección fraterna para que
suban la mirada hacia Él, desposeyéndolos del egocen-
trismo y haciéndoles reflexionar sobre la impotencia que
todos padecemos en confrontación con Aquél que todo lo
puede. Es verdad que los caminos de Dios no son nuestros
caminos, pero ¿quién puede abstenerse de conceptuar cris-
tianamente lo que nos sucede si somos católicos?

140
Volviendo a don Álvaro Domecq, me admira la fe y la
paciencia que lo acompañan. Por eso nos ha dicho que “para
tener esta conformidad, la fe es lo más importante, muchas
veces no nos agarramos a ella. Yo he estado, algunas veces
sin agarrarme. Ahora la fe es mi vida. Con ella, las mayores
calamidades, aunque te emocionan, te acercan a Dios. Él es
el que te da y te quita. Te da para el efecto del amor y te
quita para que mejores. El deseo de Dios es que vayas a Él.
Esa es la vida”.
Estas declaraciones tan sublimes, se quedan cortas si nos
referimos a su primo Pedro Soto Domecq. Un intelectual
que se retiró del mundo para morir en la soledad de una
celda en la Cartuja de Valencia. Era licenciado en Ciencias
Económicas y abogado. Hizo la carrera diplomática y ter-
minó siendo sacerdote. Estuvo en varias embajadas y fue un
importante colaborador de don Alfonso XIII, quien le con-
cedió el título de Conde de Puerto Hermoso.
Como estamos viendo, la religiosidad en esta excelsa
familia les viene de casta. Por eso don Álvaro Domecq nos
sigue diciendo que “me siento feliz. Lloro de emoción y no
de pena. Es cuestión de darle a la vida, a cada hombre, lo
que tiene de humano y lo que tiene de divino. Todos, hasta
los que lo niegan, somos humanos y divinos. Humano es lo
que se le antoja al cuerpo; divino lo que se le antoja al alma.
A los hombres nos da vergüenza hablar de lo divino, es
decir, de lo único que vale la pena”. Y sigue diciendo: “Las
cornadas de la vida me han hecho aprender a dejar lo
humano y agarrarme a lo divino. Por decirlo a mi manera:
agarrarme bien a esa garrocha larga, larga, que sube y sube
hasta el cielo”.
Publicado en La Voz de Avilés 15-febrero-2000

141
62.— EL ROSARIO

“E
l Rosario —dice Juan Pablo II— es mi oración
preferida. Os ruego a todos de corazón que la
recéis”. Y si a alguien le parece poco el exce-
lente líder de la moral y la religión para recomendarnos
cómo debe practicarse la vida ascética, no podemos olvidar
que Nuestra Señora de Lourdes se apareció a Santa Bernar-
dette con el Rosario en las manos, pasando las cuentas
mientras la vidente lo rezaba de rodillas mirando a la Virgen
que estaba en la gruta.
Pero hay más: En Fátima la Virgen les pidió a los tres
pastorcitos que rezaran el Rosario todos los días para alcan-
zar la paz del mundo y el fin de la guerra. Y si es verdad que
el Padrenuestro es la oración más perfecta que tiene la Igle-
sia, en sólo una parte del Rosario se reza cinco veces. Tam-
bién en esta oración repetimos varias veces las palabras que
la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel.
Es de tener en cuenta que en la profundidad de la Palabra
“Ave María” pasan ante los ojos del alma los episodios más
importantes de la vida de Jesús. Al mismo tiempo, en las
decenas del Rosario, nuestro entendimiento puede recoger
todos los hechos que componen nuestra vida, de la familia,
de la nación, de la Iglesia y de la humanidad. Hechos per-
sonales y del prójimo y, en modo especial, de aquellas per-
sonas a las que más queremos. Por eso la oración del Rosa-
rio sigue el ritmo de todas las dificultades de nuestra vida y
nos ayuda a santificarnos.

142
Y yo me pregunto: ¿Si la Virgen lo ha pedido con insis-
tencia y Ella aparece como abanderada de esta oración —
”Soy la Virgen del Rosario”—, qué tendrá el Rosario?
Rezar el Rosario es rezar con la Virgen a Dios, porque el
Rosario une a las familias como las cuentas aparecen inse-
parables sujetas por una cadena. La familia que reza unida,
permanece unida. Y el que no lo crea puede experimentarlo.
Creo, ciertamente, que no puede existir un hogar en el
mundo donde la familia se encuentre disgregada, si antes de
llegar ese infortunio, todos unidos rezan el Rosario diaria-
mente.
Todas las adversidades que puedan surgir entre padres e
hijos durante el día, pasan a la reconciliación, a la calma, al
mutuo amor y al arrepentimiento, cuando el día anochece y,
todos juntos, se reunen para rezar el Rosario. Bien merece
la pena arrodillarse veinte minutos para vivir unidos y en
paz. Y si alguien lo sigue dudando que se lo pregunten a los
cientos de hombres y mujeres que diariamente lo rezan en
todas las iglesias de Avilés antes de comenzar la Santa
Misa.
Publicado en La Voz de Avilés 17-febrero-2000

143
63.— LA MAFALLA

L
a Mafalla es mi pueblo natal. Nueve casas consti-
tuyen el poblado con menos de cuarenta habitan-
tes. Este pueblo se encuentra situado en la meseta
de una montaña. Allí no existen bosques ni árboles frutales.
Los cuatrocientos metros de altitud sobre el nivel del mar
sólo le permiten la criación de ganaderías y cereales. Allí
pasamos los fines de semana con nuestros amigos de Avilés,
Oviedo y Gijón. Catedráticos, médicos, enfermeras y abo-
gados se quedan prendados de aquella belleza natural des-
lumbrante.
La falta de contaminación, el verde de los campos en la
primavera, la vista panorámica que domina todo lo que
nuestros ojos pueden alcanzar. Las montañas nevadas que
circundan Grado y San Román. El pico Bufarán, la Dego-
llada, las cordilleras que enlazan las montañas entre sí; todo
hace desaparecer el estrés de la población. Allí no existen
ladrones ni salteadores. Nadie conoce la droga, y nadie ha
pensado nunca en divorciarse.
Hay cuatro granjas de ganado con una producción de dos
mil litros de leche por día. La doctora Marqués y su colega
Marina Novoa, en compañía de los catedráticos Fidel
García, Juana Mari, Rosario Rendueles y Conchita Carreño,
han entrado en una de las granjas para ver cómo ordeñan la
leche mecánicamente a las vacas, para venderla íntegra y
fresca a 40 pesetas el litro.

144
Vamos a comer la paella que se enfría —les dije—.
“Déjanos ver la nieve de las montañas y contemplar el hori-
zonte. Esto es un regalo de Dios”.
Allí siempre ha veraneado nuestra familia Colao, de
Avilés y de Oviedo. Pero como los años no pasan en balde,
las casas que tanto disfrutaron se han quedado vacías. Y el
que bien podría hacerlo por la buena salud que disfruta —
Ramón Colao— se encuentra absorbido por la responsabili-
dad que le exige la Duro Felguera para continuar acre-
centándola hasta conseguir el progreso que nadie esperaba,
sin faltarle los adversarios que sólo les interesa la maman-
durria.
La Mafalla pertenece al municipio de Candamo, parro-
quia de San Juan de Ventosa. Sólo catorce kilómetros la dis-
tancian de Avilés. Nadie la encontrará en los mapas o dic-
cionarios, sólo en la Enciclopedia Universal Ilustrada
aparece. Allí no llegan periódicos ni revistas, pero no falta
la televisión basura para escandalizar al pueblo sencillo y
humilde que se pasa la vida trabajando para que no nos falte
la manteca, la carne, la leche, las patatas y el pan.
Y cuando se celebra la fiesta de Santa María Magdalena,
y la sacan en procesión desde la capilla que fuimos constru-
yendo y que se encuentra ubicada en el solar de la casa
donde yo nací, sólo La Voz de Avilés nos envía un perio-
dista para hacer el reportaje correspondiente.
Publicado en La Voz de Avilés 22-febrero-2000

145
64.— VA DE CUENTO

E
n un áureo trigal en su tierra, el sol iba dorando las
mieses. Una espiga arrogante crecía, cargada de
granos y ensueños. Era esbelta, gallarda y muy
alta, y tan buena que todo su anhelo lo cifraba en crecer y
adentrarse, junto a Dios en el cielo. El Señor que sus sueños
veía, la miraba benigno y risueño, y le daba su firme pro-
mesa, de acogerla algún día en el cielo. Y la espiga crecía y
crecía, esperando saciar sus deseos. Y una tarde de sol y de
estío se presenta en el campo un labriego, con la hoz afilada
y sañuda fue segando el precioso elemento.
Alarmada —¡A mí no! —le decía, la inocente espiguita
del cuento. ¡A mí no!, porque estoy destinada a elevarme en
mi tallo hasta el cielo. Pero el hombre —tal vez distraído—
la derriba de un golpe certero, destruyendo con él la aven-
tura y la dulce ilusión de sus sueños. ¡Ay, Señor!, clamó
entonces la espiga, ¡mira, mira, mi Dios lo que has hecho!
¡Ya no puedo llegar a tus brazos! ¡Sálvame, sálvame, que
me muero! Y el Señor, cual si nada escuchase, le responde
con tan sólo el silencio.
El labriego, tomando la espiga, a las eras la transporta
luego. El caballo arráncose con brío y los granos bajo el tri-
llo crujieron, como sarta de perlas deshechas por las eras
rodaron maltrechos. ¡Oh granitos que el cielo anhelaban!
Los demonios dijeron: “¿De qué os sirve haber sido tan
puros si a salvaros no viene el Eterno? Y en su angustia, los
granos clamaban: ¡Padre nuestro que estás en los cielos!

146
En la cárcel oscura de un saco, al molino lleváronlos
luego, y los granos dorados y hermosos a finísimo polvo
volvieron. Y los granos lloraban, gemían, y al Señor supli-
caban sus ruegos. ¡Y allá arriba seguían callando! ¡Y acá
abajo seguían moliendo! ¿Y por qué el Señor callaría? ¿Y
por qué les negaba el consuelo? ¿Por qué siendo tan puros e
inocentes les dejaba en tan puro tormento?
Pero ved qué pasó: Con la harina una hostia bellísima
hicieron, que era tenue cual brisa de mayo, y era blanca cual
luna de enero. Su blancura brilló sobre el ara y los cielos al
verla se abrieron. Y Dios mismo y su gloria bajaron, y en la
Hostia feliz se fundieron. Y así en tierno coloquio de amo-
res, a la espiga le dijo el Cordero: “Yo quería tenerte en el
cielo, y mis brazos brindarte por lecho, pero escucha mi
bien, ¡a mis brazos sólo puede llegarse sufriendo!
Publicado en La Voz de Avilés 29-febrero-2000

147
65.— SUCEDIÓ EN LOURDES

C
onforme a la comisión médica—científica insti-
tuida por la Santa Sede, más de cien enfermos ter-
minales y paralíticos han sido curados instantáne-
amente en Lourdes después de las primeras apariciones de
la Virgen a Bernardette, actualmente —como todos saben—
canonizada. Pero ahora nos dan cuenta del primer milagro.
Pierre Bouriette, minero de las canteras de Pic du Jer,
había quedado ciego del ojo derecho en 1838 —veinte años
antes de las apariciones— a causa de la explosión de un
barreno. Y veinte años después —en 1858—, cuando en
todas partes se comentaba que el agua naciente que manaba
al lado de la gruta por mandato de la Virgen, curaba a los
enfermos, Pierre Bouriette, como era su costumbre, se fue a
la consulta del doctor Dozous para que le recetara las gotas
habituales, una medicación que le servía para evitar la infec-
ción del ojo que le quedaba.
Después de coger la receta, se atrevió a preguntarle:
— Doctor, ¿es cierto que el agua de la pequeña Bernar-
dette cura a la gente?
— Vete a la fuente de Bernardette, y si vuelves con vista
en ese ojo, creeré.
Pierre Bouriette era hombre de poca fe, y con más curio-
sidad que esperanza fue. Se lavó el ojo ciego en las aguas
turbias del manantial, y cuando terminó, viendo con más
claridad, se cubrió el ojo sano con los dedos y comenzó a
gritar:

148
— ¡Veo, Virgen Santísima, veo con el ojo que tenía
ciego desde hace veinte años!
Corrió gozoso a la casa del doctor Dozous. Y cuando lo
vio le dijo a voz en grito:
— Doctor, ¡estoy curado! ¡Estoy curado! ¡Veo con el ojo
que tenía perdido! No es usted quien me ha curado. Ha sido
el agua de Bernardette.
— ¿El agua de Bernardette? —replicó sonriendo el doc-
tor—. No creo nada de eso. Espera.
Se volvió de espaldas y revisó el diagnóstico que llevaba
20 años guardado en el fichero, con la siguiente anotación:
“Pierre Bouriette tiene una amaurosis incurable. No puede
ver ni verá jamás”. El doctor tapó con la mano el ojo sano
del minero, y le dijo:
— ¡Anda, léeme esto!
El minero lo leyó seguro y sin pestañear. En ese
momento, el escepticismo del doctor había terminado, y
desde aquella fecha no dejó de visitar la gruta de Masabie-
lle todos los días festivos.
Esta fue la primera comprobación médica de una cura-
ción milagrosa en Lourdes.
Publicado en La Voz de Avilés 2-marzo-2000

149
66.— LAÍN ENTRALGO

S
i algo envidio en esta vida es a los intelectuales que
no se distancian de Dios, y más que a estos, a los
que han llegado a la cima de la santidad, porque la
vida es muy efímera y pasa pronto, pero el bien que se hace
a los menesterosos se va engarzando en lo que pudiéramos
llamar “espíritu sin cuerpo” y vive eternamente.
Aflora este preámbulo en mi mente después de leer el
libro de Pedro Laín Entralgo, titulado: Quién es el hombre.
Si tuviéramos que describir el currículum vitae de don
Pedro, estrecha nos vendría una página entera de La Voz.
Comenzando por los estudios de Ciencias Químicas y Medi-
cina, catedrático de Historia de la Medicina, y miembro de
la Real Academia de la misma. También pertenece a la Real
Academia de la Lengua. De esta última fue director entre
1982 y 1987. Y... ¿para qué seguir?
Después de leer su libro y conocer el contenido entre la
fe y la ciencia, no sería exagerado decir que Pedro Laín
Entralgo, a sus 91 años, puede ser el último gran intelectual
español del siglo. Y como antropólogo nos deja muy clara
la ciencia que trata del hombre, física y moralmente,
haciendo engarzamiento entre la moral y la religión. Por eso
nos dice: “La religión lleva consigo la exigencia y la admi-
sión del sentido de la humanidad en el curso de su historia.
La salvación se realiza históricamente en el tiempo, y eso
afecta a cada hombre y a todos los hombres del mundo. La
visión del curso de la acción histórica de la humanidad
como camino de salvación, eso es propio del cristiano”.

150
Durante la guerra se afilió a la Falange. Pero desilusio-
nado muy pronto de las actividades políticas, se alejó de la
misma. Un hombre tan cristiano como él no podía vivir
envuelto en las patrañas que diariamente oímos en los míti-
nes y en el Congreso, tal vez por eso sigue apostillando:
“Vivir cristianamente en el mundo en cualquier época, pero
más concretamente en ésta, es una cuestión problemática
que hay que resolver”.
Don Pedro sabe muy bien que la Religión tiene incondi-
cionales amigos y enemigos feroces. Y tanto más cuanto
mayor sea el grado de espiritualidad del creyente, porque
esos hombres que se han entregado totalmente a Dios, nos
comprometen a todos con sus palabras y con sus obras, y lo
curioso es que el daño que pueden hacer a sus adversarios
no termina con la muerte del santo: “El justo muerto, puede
condenar al impío vivo” (Salmos, 37).
Y qué nos dice don Pedro Laín Entralgo acerca del
aborto: “Toda manipulación del ser humano en su evolución
desde el óvulo fecundado hasta la constitución de un ser ine-
quívocamente humano, como es un feto a término, toda
intervención en ese proceso para alterar su capacidad de
actuación libre, no es lícita”.
Son muchas las preguntas que nos hace don Pedro:
“¿Cómo ha venido el hombre a existir? La creación del
mundo, la intervención de Dios en el curso del mundo, con-
duce a esa visión de la historia propia de la religión”.
Publicado en La Voz de Avilés 8-marzo-2000

151
67.— LO QUE YO PIENSO Y LO QUE
DIOS DICE

T
odos los creyentes sabemos que los pelos de nues-
tra cabeza están contados, y ninguno puede des-
prenderse sin que Dios lo permita (Lucas 21, 18).
¡Qué sucederá con nuestros pecados de omisión. De los que
nunca se nos ocurrió arrepentirnos ante Dios! Lógico es que
todos aparezcan en la hora definitiva, máxime si los hemos
cometido deliberadamente o, al menos, con frivolidad, indi-
ferencia, ordinariez, descuido culpable y voluntario.
Nada nos puede extrañar que algunos santos sintieran
pavor cuando llegaron al estado preagónico, sabiendo las
inmundicias que sumergimos alegremente en el bosque del
olvido. Las que necesariamente aparecerán de nuevo ante
nuestros ojos en el juicio particular y ante la faz del mundo
en el juicio universal. Pocos son los que piensan que ante
nosotros funciona día y noche una cámara cinematográfica
que recoge fidelísimamente todo cuanto hacemos, bueno y
malo, y todo cuanto deberíamos hacer y omitimos por negli-
gencia culpable.
En esa película de nuestra vida filmada imborrable-
mente en la mente divina, aparecerá todo cuanto pensamos,
decimos, hacemos y dejamos de hacer culpablemente. ¡Qué
sorpresa cuando esa película se proyecte ante nuestros ojos
en el juicio particular, y qué confusión cuando se proyecte
ante el mundo en el juicio final! Horas brillantes, horas
oscuras, obras buenas, obras malas, sacrificios, oraciones,
victorias y fracasos: todo absolutamente ha sido recogido
en la película de nuestra vida, filmada en la mente de Dios,

152
que nada olvida ni puede olvidar de cuanto ocurre en el
mundo creado por Él.
La Sagrada Escritura nos lo recuerda en multitud de tex-
tos: “Porque Dios ha de juzgarlo todo, aún lo oculto, y toda
acción buena o mala” (Eclesiastés 12, 14). “¿No está Él
mirando mis caminos y contando mis pasos?” (Job 31, 4).
“Los ojos de Dios observan los caminos de los hombres, y
tiene Él contados sus pasos. No hay oscuridad ni sombra
donde pueden esconderse los malhechores” (Job 34, 21-22).
Es verdad que Dios perdona setenta veces siete al peca-
dor arrepentido, y es evidente que los pecados confesados
con dolor de contrición pasarán al monte del olvido después
de ser expiados o reparados con la penitencia. He ahí el bien
que nos pueden hacer las enfermedades y el dolor. Pues en
todos los males que sufrimos se manifiesta la misericordia
de Dios, porque lo peor que nos puede pasar es que nuestras
vidas sean colmadas de ilícitos placeres y felicidad injusta,
dejando todas las deudas contraídas con Dios para el juicio
final.
“Yo juro, dice el Señor Dios, que no quiero la muerte del
impío, sino que se convierta de su mal proceder y viva. Vol-
veos, volveos de vuestros malos caminos. ¿Por qué os
empeñáis en morir?” (Ezequiel 33, 11).
Publicado en La Voz de Avilés 10-marzo-2000

153
6 8 . — D E SPU É S DE MUE RT A L O
C O NSI GUI Ó

D
espués de leer la biografía de Elisabetta Canori,
estoy más convencido de que todo es posible
para el que tiene fe. Tengo para mí que no exis-
ten personas destinadas a la perpetuidad del mal si los que
con ellas conviven les hacen el bien y les perdonan todo.
Esto es lo que ha hecho Elisabetta Canori con todos cuantos
la rodearon, y muy especialmente con su inmoral esposo.
Con motivo del Año de la Familia, el Papa Juan Pablo II,
beatificó esta esposa y madre de familia. La que ha sopor-
tado las mayores dificultades conyugales haciendo honor al
sacramento del matrimonio y a las responsabilidades que de
él se derivan. Siempre constante en la oración, en la peni-
tencia y en la entrega heroica a la familia, supo educar cris-
tianamente a sus hijas y obtuvo la conversión de su marido.
Elisabetta pertenecía a una numerosa familia campesina.
Gozaba de buena posición económica, pero por reveses y
contratiempos vinieron a menos. Así va creciendo hasta
hacerse una mocita ejemplar. Contrae matrimonio con el
abogado Cristóbal Mora. Los dos esposos están sumamente
compenetrados, pero vienen las pruebas y radicalmente
cambia la situación. Ella está convencida que siendo esposa
y madre, ha cumplido perfectamente su vocación cristiana.
Ama tiernamente a su esposo, y cuando éste incurre en gran-
des infidelidades uniéndose a otra mujer, y llevando una
vida escandalosamente disoluta, el amor conyugal de Elisa-
betta se hace paciente y comprensivo.

154
Pese a todo, continua manifestándole su ternura para
conquistarlo de nuevo. Lo perdona de todo corazón, y
temiendo por su salvación, reza día y noche para que se con-
vierta y salve su alma. No lo logra en vida y exhorta a sus
hijas a un generoso perdón. La ruina económica, la enfer-
medad, el intenso dolor moral y las humillaciones, la van
purificando, abriendo su corazón sensible hacia todos, y
más en particular a las personas que tanto le habían hecho
sufrir a ella y a sus hijas queridas.
Elisabetta, muy enferma, ya sabe que su infiel esposo
sólo se convertirá cuando pasen los años y ella deje de exis-
tir. Muere el 5 de febrero de 1825, con tan sólo 50 años. El
marido regresa del entierro con sus hijas, y al ver cómo llo-
ran la muerte de su esposa las personas que bien la
conocían, proclamándola santa, empieza por confesarse y
hacer penitencia.
Dos años después, pide su admisión en la Orden de los
Hermanos Conventuales. Viste el hábito en 1827, después
se ordena sacerdote, dedicándose a la enseñanza de los jóve-
nes estudiantes de la Orden. Visita a todos los matrimonios
infieles que le solicitan, y les transmite la triste experiencia
del mal que le hizo a su esposa y también a sus hijas, dicién-
doles:
“He martirizado a mi esposa con los placeres inmorales
que buscaba y sólo espinas encontré en ese camino”. Y
leyendo el diario de su esposa derramaba lágrimas. Sobre
todo cuando encontraba párrafos como éste: “¡Cuánto pido
al Señor encontrarme en el cielo con la amante de mi
marido! Confío en que un día también ella pueda gozar de
los bienes celestiales por la misericordia infinita de Dios.
Publicada en La Voz de Avilés 13-marzo-2000

155
69.— SAN JOSÉ

“Q
uerría yo, persuadir a todos fuesen devotos de
este Santo, por la gran experiencia que tengo
de los bienes que alcanza de Dios. No he
conocido persona que de veras le sea devota y haga particu-
lares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud.
Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me cre-
yere”. Santa Teresa de Jesús.
Pienso que ningún santo puede alcanzar mayor dignidad
que San José. Y no me refiero a las prerrogativas que le han
concedido los Papas, como “patriarca” o “patrono de la
Iglesia Universal”. Lo que realmente dignifica de forma
preponderante a San José es el haber sido elegido para
esposo de la Virgen María y padre adoptivo del Hijo de
Dios, con el empleo de sostener, educar y custodiar a la
Sagrada Familia.
En un tiempo determinado, José se encuentra en un
dilema que sólo Dios puede iluminarlo para optar entre dos
proposiciones contrarias: desposado con María después de
hacer el voto de castidad, se encuentra con que a su novia le
ha sido engendrado un hijo, y conforme a la ley en aquellos
tiempos, era obligación el denunciarla para ser lapidada a
pedradas. José sabe que la Virgen está embarazada, pero no
lo puede creer ni tampoco lo puede dudar.
Pasmado y sumido en el dolor, resuelve repudiarla en
secreto. Pero, ¿quién se hace responsable del estado de ges-
tación en que se encuentra su prometida? Este es otro con-
flicto que sólo Dios puede resolver sin que María sea víc-

156
tima de su mismo secreto. Así vemos cómo se corresponden
los dos: él sin querer hacerle daño ni desestima. Ella sin
dejar de amarlo y quererlo, confía en que Dios es testigo de
todo lo que sucede y sabe que Él resolverá. Así es la fe.
Pero Dios no lo resuelve de forma visible y palpable.
Sólo le revela en sueños lo que realmente sucede. Pero los
sueños, sueños son. Y muy raras veces se ajustan a la reali-
dad. Sin embargo, José, lo acepta como una realidad, y con-
forme con el misterio, los dos conviven como hermanos en
la paz de Dios, sin el menor atisbo de celos.
Lo mismo le ocurre a José poco antes del infanticidio de
Herodes. Sólo en sueños le fue revelada la huida que nece-
sariamente tendrían que emprender a Egipto para que su
hijo no fuese degollado como lo están siendo ahora los
nonatos. Y siguen los sueños para decirle cuándo tiene que
regresar a Nazaret. Y José, siempre sumiso y obediente a su
Dios, vuelve a coger el jumento y a consagrar su vida al tra-
bajo y a la oración.
Y como el corazón de la Virgen sería atravesado por una
espada (Lucas 2, 35), tiene que presenciar la crucifixión de
su Hijo. Pero si el dolor de María ha sido más lacerante que
el de su esposo, también ha sido mayor su gloria en el cielo.
Esto sólo sucede cuando buenamente aceptamos el sufri-
miento y lo consideramos como el mejor premio que nos
puede tocar. El dolor envuelto en rebeldía, sólo sirve para
hacernos sufrir inútilmente.
Publicado en La Voz de Avilés 17-marzo-2000

157
70.— PERDÓN POR LOS PECADOS DE
LA IGLESIA

E
l perdón nace en el corazón del hombre cuando el
Espíritu Santo ilumina su conciencia. Y lleva con-
sigo la remisión de la pena merecida. Por eso Juan
Pablo II ha pedido perdón por las culpas de la Iglesia, dando
al mundo un ejemplo de concordia y de paz. Es claro que
muchos católicos se preguntarán el porqué no nos piden
perdón a nosotros por las persecuciones y crímenes que
lleva sufridos la Iglesia en los 2000 años de existencia. La
razón es clara: Si la Iglesia corresponde al mal que le hacen,
tiene que cerrar el Evangelio y, con él, todas las puertas de
los templos.
Al perdón hay que adicionarle también un acto de sincera
humildad, que lleva consigo el desplazamiento del amor
propio, del rencor, de la altanería, del orgullo y de la sober-
bia. Y como nada de esto anida en el cerebro de Su Santi-
dad, ni puede habitar en el corazón de los santos como él, ha
tenido la humildad suficiente para postrarse ante un cruci-
fijo conmovedor y gigantesco pidiendo perdón a Dios por
las culpas de dos mil años de historia de los seudocristianos.
Todo ha sido mencionado en presencia de siete cardena-
les y muchos arzobispos en los más altos cargos de la curia
romana. Es un hito histórico en el que se palpa el peso del
pecado, la valentía del Papa y la gran esperanza de reconci-
liación con otras religiones. La extraordinaria ceremonia
comenzó con muchas plegarias frente a la Piedad de Miguel
Ángel. Y a las siete peticiones de perdón el Papa añadió
cinco que transcribimos a continuación:

158
“¡Nunca más! para el futuro de la Iglesia: Nunca más
negaciones de caridad en el servicio a la verdad; nunca más
gestos contra la unidad de la Iglesia; nunca más ofensas a
otros pueblos; nunca más el recurso a la violencia; nunca
más discriminaciones, desprecio de los pobres y de los últi-
mos”. Después de todo esto lo vemos en la instantánea
besando el crucifijo. Este era el deseo del Santo Padre: puri-
ficar la Iglesia en el Tercer Milenio.
El Santo Padre sabe muy bien que los seudocristianos
han cometido un sinnúmero de infidelidades al Evangelio de
Jesús, y esto le venía pesando —indirectamente— en su
conciencia como Vicario de Cristo y como líder espiritual y
moral de los mil millones de católicos que rezamos por él.
Es de notar que los métodos de intolerancia con otras reli-
giones a todos nos alejan del mandamiento del amor. “Amar
a los enemigos y rezad por los que os persiguen” (San
Mateo 5, 44; San Lucas 6, 27).
Si Dios nos ha concedido la inconmensurable riqueza de
la fe, gratuitamente, es claro que debiéramos esforzarnos en
transmitirla a los que no la tienen. Esto no es sólo un pen-
samiento individual, es un precepto de Jesús: “Gratis lo
habéis recibido, dadlo gratis” (San Mateo 10, 8). Esta es la
misión de los seglares, y tanto más se acentúa cuanto mayor
es la escala jerárquica a la que pertenecen los consagrados a
Dios.
Publicado en La Voz de Avilés 21-marzo-2000

159
71.— LA CASTIDAD

L
a castidad es la virtud que se opone a los deseos
carnales. Y actualmente parece estar en quiebra.
También la infidelidad conyugal parece una epi-
demia, dando lugar entre hombres y mujeres al tópico de
“los malos tratos”. El ser humano busca el placer desorde-
nado intentando conjuntarlo con la felicidad que todo ser
humano desea. Después vienen todos los males juntos. Creo
que si las cosas se hicieran dos veces, terminaría el hedo-
nismo y el pecado. Son muchos los que hacen oídos sordos
a lo que nos viene exhortando el Magisterio de la Iglesia.
La gente no se fija en el rostro que nos presentan las ver-
daderas religiosas y religiosos. Ese candor angelical que nos
transmite paz y alegría. Tampoco observan los matrimonios
canónicos y religiosos que vienen unidos haciendo de los
dos una sola carne, siempre acompañados de sus queridísi-
mos vástagos, dándoles a éstos el amor y felicidad que sólo
pueden dar los padres legítimos. Algo que influye en los
pequeños para toda la vida, salvando las raras excepciones,
que en todo las hay.
Tengo para mí que no pasarán muchos años antes de que
la juventud venga de vuelta. El aforismo de que “nadie
escarmienta en cabeza ajena” no se ajusta a la realidad. Son
muchos los que observan cómo el desorden nunca nos con-
duce a nada bueno. En Washington está repuntando algo
que viene al unísono con lo predicho.
Un buen número de jóvenes anuncia que quieren mante-
nerse vírgenes y castos antes del matrimonio. La generación

160
del 68 —sus padres— no se lo pueden creer. Ellos se batie-
ron en su juventud estudiantil, diciendo: “Haz el amor y no
la guerra. La virginidad da cáncer. Vacúnate”. Hoy, sus
hijos declaran sin complejos que es hermoso esperar hasta
encontrar a la persona de tu vida. La revista “US Magazine”
ha publicado una lista de jóvenes estrellas que han optado
por vivir la castidad hasta el matrimonio.
Entre los que anuncian con orgullo esta decisión se
encuentra el jugador de baloncesto A. C. Green, uno de los
hombres clave de Los Ángeles Lakers, la joven tensita rusa
Ana Kournikova, Léele Sobieski, de 17 años, protagonista
de la miniserie Juana de Arco, y Jonathan Jackson, también
de 17 años, que actúa como “Lucky” en la serie “General
Hospital”.
Y Enrique, el cantante e hijo del mítico Julio Iglesias, se
ha sumado a esta declaración. Quiere probar otros caminos
que eviten a sus hijos la propia experiencia del abandono
materno y paterno. El anuncio de Iglesias—hijo, con
récords de ventas en todo el mundo, tal vez ha sido la mayor
sorpresa, al haber declarado: “Soy virgen y quiero seguir así
hasta el matrimonio, y cuando lo menciones, por favor, no
lo hagas en tono de broma”.
Aunque las cifras de precocidad sexual en todo el Occi-
dente no hacían prever un movimiento contracorriente
semejante, los clubes de castidad van incrementando sus
adeptos. Dios quiera que se acuerden de Él y comprendan
que es el único Maestro y el único Señor que nos enseña
todo lo bueno en esta vida y nos concede la eterna felicidad.
Publicado en La Voz de Avilés 23-marzo-2000

161
72.— CARTA A AZNAR

S
eñor Presidente: Admiro las buenas obras que
usted y su Gobierno han conseguido hacer en el
breve periodo de cuatro años, por cuyo motivo les
hemos confiado una legislatura más al frente del Ejecutivo,
con mayoría absoluta. A pesar de lo dicho, parece probable
que no disponga de la moral suficiente para modificar la
legislación actual que despenaliza el aborto en España. Es
una verdadera lástima, porque la consecuencia es que se han
producido —tan sólo el pasado año— 53.000 asesinatos
sobre seres humanos no nacidos.
Soy consciente de que algunos se arrepentirían de haber-
les votado si ustedes decidieran abrogar esa ley inicua. Pero
usted es un hombre católico y no puede olvidar que una obra
humanitaria de tanta envergadura y trascendencia encon-
traría recompensa en un plazo muy breve. Pues abolida esa
ley, cuando ustedes llegaran al final de la legislatura que
ahora empiezan, más de 200.000 niños habrían nacido en
España, mientras las pobres madres que los hubieran abor-
tado, se sentirían muy felices de ver a sus hijos sonriendo en
la cuna, unos, y otros jugando en los jardines. Entonces
verían que usted había conseguido el mejor de todos sus
aciertos.
También podrían legislar de manera eficaz para ayudar a
las señoras y chicas solteras que no desearían abortar, pero
que se ven abocadas a ello por motivos diversos: en casos
reducidos son factores económicos, en otros vienen las pre-
siones sociales o familiares; y en mayor escala vienen las

162
madres que buscan la comodidad incómoda. Y digo incó-
moda porque así les resulta pasados los años, pues nadie se
olvidará jamás del crimen que comete ni de cómo sería el
hijo que no han dejado nacer.
Por todo lo dicho, creo que el Estado tiene el deber de
organizar alternativas reales al aborto. Lo mismo que hay
centros que ayudan a los enfermos de sida, lo mismo que
hay asilos para ancianos o lugares donde reciben asistencia
los niños de familias rotas, también debería haber una red de
centros dedicados a madres solteras. En realidad, estos exis-
ten, pero son muy pocos, y corren a cargo de instituciones
eclesiales que tienen mucho mérito y muy pocos recursos.
También se pueden facilitar los trámites de las adopcio-
nes. Es absurdo que tantas parejas tengan que irse al extran-
jero —a veces con riesgo de vida— para adoptar un niño,
mientras que aquí se sacrifican más de 50.000 cada doce
meses.
Y que nadie me venga con ese cuento de los tres supues-
tos. Los hospitales del Estado se equivocan con bastante fre-
cuencia. Sirva como ejemplo: Tengo un nieto de siete años
que no ha traído en sus exámenes ni un solo notable, todo
han sido sobresalientes. Pues bien, la doctora que examinó
el embarazo de nuestra hija le propuso el aborto diciéndole
que era subnormal. Lágrimas que le hizo derramar a nuestra
hija, pero jamás abortará y el niño es perfecto. Si alguien lo
duda que lo pregunten en el Colegio Los Robles.
Si vamos a las clínicas privadas, ya sabrá usted que nadie
les pregunta por los tres supuestos ni les preocupan los
meses que llevan de gestación; todos tienen un precio; de
tres meses 50.000 pesetas, de seis 80.000 pesetas, y de
nueve no lo sé. Y digo esto porque me lo ha confesado una
psicóloga católica, informada de lo mismo en sus consultas.

163
Terminaré diciendo que los niños son el mayor bien —
incluso económico y social— que alguien se puede imagi-
nar. Un bien que cualquier Gobierno justo e inteligente debe
de proteger.
Aznar, Aznar, “de qué nos sirve ganar todo el mundo si
perdemos nuestras almas” (Lucas 9, 25).
Cordialmente le saluda.
Publicada en La Voz de Avilés 25-marzo-2000

164
73.— LA DEVOCIÓN A MARÍA

U
n general de Brigada nos cuenta una anécdota
enternecedora. Una niña musulmana —huérfana
de madre con siete años— estudiaba en un cole-
gio de monjas católicas en Rabat. Algo muy normal en paí-
ses musulmanes del norte de África. Pues los colegios cató-
licos tenían —o tienen— mucho más prestigio acerca de la
buena educación y enseñanza. Y aquella niña, siguiendo las
normas del colegio, mientras sus compañeras cristianas
asistían a las clases de religión, se entretenía haciendo sus
deberes al final de la clase. Desde allí, a veces, se enteraba
de las pláticas que la buena monja les daba sobre la Virgen
María.
Al cabo del tiempo, la niña le preguntó a su padre: “Papá,
¿por qué nosotros no tenemos una Virgen María y una
madre en el cielo como tienen los niños cristianos?”. El
padre, que era culto y conocía lo suficiente la religión cató-
lica como para saber algo del papel de la Virgen en ella, no
supo contestarle.
Ahora pensando en esta anécdota, me doy cuenta del
gran privilegio que tenemos todos los devotos de María.
Pienso que después de la Eucaristía, Dios no podría haber
inventado nada mejor que darnos a María por madre. Lo que
la Virgen significa para un buen católico, es algo que nunca
podremos agradecer bastante a la bondad infinita de Dios.
Así lo han entendido, desde hace dos mil años, muchísimos
millones de personas, desde teólogos cultísimos hasta los
hombres y mujeres más sencillos, a veces éstos mejor que

165
nadie. Basta visitar cualquier santuario de nuestra geografía
española y contemplar los exvotos que recibe por las gracias
o milagros que alcanza de Dios.
Precisamente, ayer me llamó por teléfono —desde
Cuenca— la delegada del Ejército Azul de Nuestra Señora
de Fátima —Isabel Garrido— para decirme que saldría con
tres autobuses cargados de peregrinos para asistir a la cere-
monia religiosa, que tendrá lugar el 13 de mayo en la plaza
del santuario de Fátima, en la cual el Papa Juan Pablo II,
acompañado de Sor Lucía, beatificará a Jacinta y Francisco.
También me dijo que a pesar de solicitar hotel con dos
meses de antelación se vio apurada para encontrar hospe-
daje, pues ya estaban comprometidas todas las plazas hote-
leras; lo mismo en Fátima que en Lisboa. Asimismo me
comentaba que calculan en 3.500.000 el número de peregri-
nos que asistirán al mayor evento espiritual de toda la histo-
ria de Fátima.
Y fue la misma Virgen quien lo predijo en ese canto
maravilloso, ejemplo de sublime humildad: “Desde ahora
me llamarán bienaventurada todas las generaciones porque
el Señor hizo en mí cosas grandes” (Lucas 1, 48—49). Esto
parece haberlo intuido aquella niña que siendo huérfana de
madre, deseaba tener a la Madre de Dios como madre suya
en el cielo, sabiendo que nunca ha dejado de venir a la Tie-
rra en multitud de naciones y pueblos, para visitarnos y
decirnos lo que tenemos que hacer con la mira puesta en la
vida celestial. ¿Conocemos los mensajes de María recono-
cidos por la Iglesia? ¿Les hacemos caso? ¿Seremos obe-
dientes a las penitencias que nos recomienda? ¡Ojalá que no
nos lamentemos cuando nuestros corazones dejen de
moverse!
Publicado en La Voz de Avilés 3-abril-2000

166
74.— HA MUERTO MI HERMANA

A
ngelina Colao ha muerto en Avilés el pasado día
dos. Ha sido una sorpresa muy dolorosa para su
esposo, para sus tres hijos y para los once her-
manos que seguimos viviendo. Pero a todos nos conforma
muchísimo el saber que murió santamente. El sacerdote y
rector del Seminario de Cáceres era su hijo y su director
espiritual. Un joven de treinta años que irradia santidad a
cuantos dialogan con él. Pero no es una excepción en la
Unión Sacerdotal Lumen Dei, a la que pertenece, pues allí
se vive el Evangelio literalmente.
Los 60 sacerdotes que han sido ordenados por nuestros
obispos y los 42 seminaristas que van camino del sacerdocio,
visten la sotana cuando hacen el compromiso, y siguen con
ella puesta cuando los meten en el ataúd. Un pequeño ejército
que vive misionando y saciando el hambre de los más pobres
entre los que menos tienen. Sólo en los Andes de Perú, distri-
buyen diariamente nueve mil comidas gratuitamente, y todo
es costeado con las limosnas de fieles bienhechores.
Nuestra queridísima hermana se había entregado a Dios
por completo. Todas las semanas la llamaba por teléfono
para saber cómo estaba y hablar de Dios. Se levantaba bien
temprano, asistía a misa todos los días, efectuaba todas las
labores domésticas de forma bien escrupulosa, y las siete
horas que le quedaban libres las dedicaba a Dios íntegra-
mente: meditación, lectura de los mejores santos y oración.
— Hermano —me decía—, estoy enamorada de Dios, de
la Virgen y de los santos. Los hermanos pueden pensar que

167
no los visito porque no los quiero bastante. Pero yo sé muy
bien que en mi vida contemplativa les puedo ayudar mucho
más que perdiendo el tiempo en reuniones y palabras ocio-
sas. Y como mi hijo me da la razón, así continuaré. Y a
pesar de las tribulaciones y el dolor de mis achaques, soy
feliz. Tú conoces bien el Evangelio y sabes cómo Dios nos
advierte que estemos siempre preparados, pues “no sabemos
cuándo llega el ladrón” (San Mateo 24, 43-44).
Y así fue. Cuando su hijo Juanjín (como ella le llamaba)
llegó a su casa y abrió la puerta del oratorio, allí la encontró
muerta con todas sus novenas, biografías de santos y el rosa-
rio en sus manos. También es de notar que se confesaba
todos los meses, coincidiendo haberlo hecho con los PP.
Franciscanos el día antes de su muerte. Y sabiendo que sus
achaques no revestían gravedad y que sólo contaba sesenta
años, fue necesario hacerle la autopsia para conocer el
motivo de su fallecimiento. El médico forense nos ha dicho
que fue un infarto con derrame interno.
La homilía predicada por su hijo —P. Javier Mahía
Colao— a la multitud de gente que se agolpaba en la Iglesia
de San Juan de Ávila (Colegio San Fernando), fue muy
comentada por la efusión del Espíritu Santo que llevaban
todas sus palabras.
Sin incluir a los familiares íntimos, fueron bastantes las
personas que derramaron lágrimas, oyendo lo que el hijo
decía de su madre y cómo enfatizaba en el Evangelio de
Lázaro, pese a que había pasado toda la noche en vela junto
al féretro de su madre, postrado de rodillas sin cenar y sin
beber en toda la noche. Para decirnos después: “No pido por
mi madre. Sé que está en el cielo. Pido para que interceda
por nosotros”.
Publicado en La Voz de Avilés 7-abril-2000

168
75.— SÓLO PARA XUAN VENTOSA

A
migo Xuan: Aunque te desconozco por completo
y no sé dónde vives, me permito tratarte de
amigo. Pues bien sé que eres de los nuestros.
Recuerda cuando los apóstoles de Jesús le prohibieron a un
señor echar los demonios en su Nombre por no ser éste de
la compañía del Señor, y Jesús les dijo: “No se lo estorbéis,
pues el que no está contra vosotros está con nosotros” (San
Lucas 9, 49-50). Me gustaría que leyeras a los que antes de
convertirse pensaban como tú: San Agustín, San Pablo, San
Ignacio de Loyola y un sinnúmero de santos gigantes y
sabios. También te recuerdo al apóstol Santo Tomás. Aquel
hombre que no consiguieron convencerlo sus compañeros
después de ser testigos oculares de la presencia de Jesús
resucitado.
Pero transcurrida una semana, Tomás estaba en el cená-
culo, y cerradas las puertas, entró Jesús y le dijo: “Alarga
acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en
mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel” (San Juan 20, 26-
29). Y Tomás, el que no compartía en lo más mínimo con
mis escritos, no tuvo más remedio que rendirse ante la evi-
dencia y reconocerlo como Dios y como hombre resucitado:
“¡Señor mío y Dios mío!”, le dijo. Yo sé, amigo Xuan, que
nada te dice todo esto. La fe es un don de Dios que sólo
excepcionalmente la consiguen algunos incrédulos presen-
ciando milagros, porque los milagros sólo los hace Dios a
través de los hombres de fe.

169
Pero quiero hacerte una proposición sincera: Te invito a
que pases tres días en los cursillos de Cristiandad que patro-
cina la diócesis de Oviedo. Después de salir, te convido a
hacer una semana de ejercicios espirituales con el fundador
de la Unión Sacerdotal Lumen Dei, P. Rodrigo Molina; todo
costeado por este servidor, y si después de hacer lo referido
me dices que no estás de acuerdo conmigo, de mis deficien-
tes y explotados ahorros, prometo gratificarte con cien mil
pesetas, (y posiblemente tengas más que yo), sin dejar de
ofrecerte mi sincera amistad. Si quieres ponerte en contacto
conmigo, desde las 17 horas —de miércoles a viernes—
hasta las 24 estoy en el teléfono 34 40 33. Yo no puedo lla-
marte porque los seudónimos no tienen teléfono.
Viendo que conoces mi segundo apellido, que has tenido
raíces familiares en mi pueblecito natal —La Mafalla—, y
que reiteradamente has venido a desearme lo mejor en mi
operación y en el sentir de la muerte de mi queridísima her-
mana, la intuición me dice que tal vez nuestros familiares
hayan sido los mismos en alguna época, porque las cartas en
las que me has aludido destilan afecto consanguíneo y sin-
ceridad.
Si analizas a fondo la propuesta que queda escrita, com-
prenderás que sólo deseo llevarte a la inconmensurable
riqueza que Dios me ha concedido: la fe. La que también
Dios ha querido infundir en algunas personas sirviéndose de
medios materiales. Dicho esto, espero sepas perdonarme.
“No tengáis miedo a Jesucristo, abridle las puertas de par en
par” (Juan Pablo II).
Recibe un cordial saludo
Publicado en La Voz de Avilés 17-abril-2000

170
76.— LE SALVÓ LA VIDA

C
uando el hombre engarza seriamente su vida en el
Evangelio ya no puede ser malo. Esto le ha suce-
dido a Juan Pablo II. Desde hace más de 56 años,
sus pensamientos y su forma de proceder con los hombres
—especialmente con los más débiles— sigue siendo la
misma.
Pienso que la visita del Papa al Memorial del Holocausto
de Jerusalén fue uno de los momentos más emocionantes de
toda su peregrinación a Tierra Santa. Allí le esperaba Adith
Zirer. Una mujer judía de 69 años. Quería agradecerle el
hecho de haberle salvado la vida.
Esta señora judía vive en Haifa desde hace décadas, pero
nació en Polonia, y se acuerda perfectamente de todo lo que
le sucedió en la segunda guerra mundial. Era una niña de
trece años, sola, enferma, débil. Había pasado tres años en
un campo de concentración alemán, a punto de morir, y
Karol Vojtyla le salvó la vida. Le dio de beber y de comer,
y después la llevó en sus espaldas unos cuatro kilómetros
zanqueando entre la nieve, hasta llegar al tren de su salva-
ción. Adith Zirer narra el episodio como si hubiese sido
ayer. Era una mañana fría de primeros de febrero de 1945,
nos dice.
La pequeña judía, que todavía no era consciente de ser el
único miembro de la familia que sobrevivió a la masacre
nazi, se dejó llevar en los brazos de un seminarista de 24
años. Ahora tiene dos hijos y vive en una hermosa casa ubi-
cada en las colinas del Carmelo, en la periferia de Haifa.

171
Reconstruyó su vida en Israel, adonde llegó en 1951,
cuando todavía padecía las lacras de la tuberculosis y los
fantasmas de la guerra alteraban sus sueños.
El 28 de enero de 1945 los soldados rusos liberaron el
campo de concentración de Hassak, donde había estado
encerrada unos tres años trabajando en una fábrica de muni-
ciones. Llegó cerca de una estación ferroviaria entre Czes-
tochowa y Cracovia. Esperaba llegar al final de su viaje,
pero se echó por tierra, en un rincón de una extensa sala
donde se encontraban decenas de prófugos que en su
mayoría aún vestían los uniformes con los números de los
campos de concentración. Entonces, el actual Papa, la vio.
— Vino con una gran taza de té —recuerda Adith—, la
primera bebida caliente que había podido probar en las últi-
mas semanas. Después me trajo un bocadillo de queso,
hecho con pan negro polaco, divino. Pero yo no quería
comer, estaba demasiado agotada. Él me obligó. Después
me dijo que tenía que caminar para coger el tren. Lo intenté,
pero me caí al suelo. Entonces me tomó en sus brazos, y me
llevó durante mucho tiempo. La nieve seguía cayendo.
Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me
reveló la muerte de sus padres, de su hermano, la soledad en
que se encontraba, y la necesidad de no dejarse llevar por el
dolor y de combatir para seguir viviendo. Su nombre se
grabó indeleblemente en mi memoria. Él me salvó la vida.
Publicado en La Voz de Avilés 23-abril-2000

172
77.— LA ENSEÑANZA

S
irviéndome de los datos que nos facilita la Comi-
sión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, me sor-
prende que el 78 por ciento de los estudiantes opta
por la Religión en los colegios públicos. Y en los centros de
titularidad eclesial el número de inscritos en las asignaturas
de Religión asciende a más del 98 por ciento, mientras que
en los privados de titularidad civil, la media de alumnos de
todas las etapas que han optado por la Religión es del 85 por
ciento.
Pienso que los datos se pueden calificar de muy positi-
vos, si tenemos en cuenta los problemas por los que ha
pasado la asignatura de Religión. Y lo que hace esto más
palpable es que no son los padres los que eligen en la mayor
parte de los casos. Son los hijos, que comprenden la igno-
rancia que llevarán consigo una vida entera si desconocen
por completo la Historia Sagrada. Ese conjunto de más de
70 libros que componen la Biblia conjugan la moral y la
ética como nadie puede enseñarlas fuera de los mismos,
porque todos los profesores —y nosotros también— somos
granos de arena en la inmensidad de las playas que se
extienden en nuestro planeta, si comparamos el saber
humano con la sapiencia de lo divino.
Si a la buena voluntad de estos alumnos adicionamos la
discriminación que reciben por parte de nuestros gobernan-
tes y de algunos colegas, el mérito de los educandos es
admirable. Pues para ayuda del mal ejemplo que reciben en
materia de religión, se les dice que esas asignaturas no son

173
evaluables. Es decir, que la cultura de lo más importante
para el hombre, se desprecia y conculca. Para Modesto
Romero, responsable de la citada comisión, “la Iglesia está
haciendo un esfuerzo para conseguir una educación en valo-
res éticos y morales, propios de una sociedad democrática”.
“La diócesis —añade— está trabajando mucho para que la
enseñanza religiosa esté presente en todas partes, formando
un profesorado de calidad”.
El hombre necesita saber quién le ha dado la vida, para
qué ha nacido, adónde tiene que ir, por qué sufre, para qué
envejece, para qué y por qué tiene que morirse. Y todo esto
sólo se puede comprender estudiando la ciencia que trata de
Dios y de sus atributos y perfecciones. La ética y la moral
poco nos dicen de todo esto, y para mayor ridículo intentan
sustituir la asignatura de Religión con juegos malabares.
Entretanto, cada día tienen que aumentar más los centros de
rehabilitación para los jóvenes que destrozan sus vidas.
“Al permisivismo moral van unidas la crisis de la verdad
en las relaciones interhumanas, la falta de responsabilidad
al hablar, la relación meramente utilitaria del hombre con el
hombre, la disminución del sentido auténtico del bien
común...”. (Juan Pablo II, Dives in misericordia, 12).
Publicado en La Voz de Avilés 27-abril-2000

174
78.— JUSTICIA Y DROGA

“C
iertamente no sería razonable oponer la com-
pasión a la justicia; la cual debe castigar
incluso cuando es constreñida a compadecer, y
no sería justo ni siquiera condonar las penas de los culpables
con el dolor de los inocentes” (Manzoni).
L’Osservatore Romano publica un llamamiento enterne-
cedor dirigido a los traficantes de droga. Un padre que ha
perdido a un hijo a causa de los estupefacientes, escribe una
carta que está siendo considerada como el mejor fruto que
dieron los santos. En las palabras de este hombre no existe
el menor odio o resentimiento. Sólo ese dolor lacerante e
inmenso que produce la muerte de un hijo, y con más
motivo cuando lentamente los van perturbando y matando
los narcotraficantes.
“Escribo esta carta —les dice a los narcotraficantes—
para invitaros a un examen de conciencia. No quiero juzga-
ros ni condenaros: es algo que no me corresponde a mí, sino
sólo a Dios”. A los asesinos de su hijo (así pueden ser con-
siderados) les invita a pensar profundamente en las conse-
cuencias negativas que su actividad está produciendo en la
sociedad. “Pensad sobre todo en esos muchachos, privados
de la voluntad de ser personas”. Él sabe cómo la droga
quema el cerebro. Les arranca de los afectos familiares y
personales.
Por eso les pide: “Con el corazón en la mano: dejad de
distribuir esa sustancia que destruye todo y no sirve de nada
para nadie y mucho menos para vosotros”. ¿Qué puede

175
hacer este hombre, herido íntimamente, aunque sí paciente
y no desesperado?
“Pediré al Señor para que os ayude a tomar esta decisión
sabia. ¿Os gustaría que le sucediera algo así a vuestra fami-
lia o a vuestros seres queridos? Creo que no. Personalmente
no os lo deseo. El único sentimiento que nos hace grandes
en la vida es el amor; amarse para poder amar al prójimo”.
La carta llega a su fin con la nobleza y el espíritu de un
santo. El lector puede pensar que esgrimir argumentos como
estos es algo que está pasado de moda. Algo totalmente inú-
til. Pero el padre a quien la droga le ha llevado el hijo, no
comulga con nosotros. Él conoce el valor de la Eucaristía y
las últimas palabras de Jesús: “Perdónalos Dios mío, porque
no saben lo que hacen” (San Lucas 23, 34). Por eso termina
diciendo: “Estoy convencido de que en vuestros corazones
tenéis amor. Pienso en vosotros y os recordaré siempre en
mis oraciones.
Admirable nos parece el sentimiento espiritual de este
padre, pero esto no quiere decir que no ame la justicia,
sabiendo que ésta consiste en dar a cada uno lo que realmente
le pertenece. La justicia es un atributo de Dios, que con su
divina disposición arregla todas las cosas en número, peso y
medida —en esta o en la otra vida—, castigando todas las cul-
pas y concediendo el premio que cada uno se merece.
No podemos esperar que los legisladores codifiquen
todas las leyes con acierto, ni que todos los jueces las inter-
preten con sana conciencia. En la política estamos viendo
con meridiana claridad una revolución de leyes que pocos
comprenden y casi nadie cumple. Por eso nos ha dejado
escrito el papa Gregorio VII: “Amé la justicia y aborrecí la
iniquidad, por eso muero en el destierro”.
Publicado en La Voz de Avilés 30-abril-2000

176
79.— PARA SER FAMOSO

A
ctualmente, para ser famoso en la acepción
común sólo es necesario ser muy singular profi-
riendo extravagancias. Son muy pocos los que
llegan a la popularidad siguiendo el camino moralizador que
tanto nos beneficia a todos. ¿Quién más famoso que Arza-
llus a causa del desvarío que profiere en sus agresivos dis-
cursos o mítines? ¿Quién es el español o extranjero que no
conoce a Roldán o a Mario Conde?
También hay personas —toreros, boxeadores y alpinis-
tas— que por pasar a la historia se juegan la vida cada dos
por tres. Cuando estaban reunidos un grupo de maleantes en
Washington, J. Vilkes Booth, fanático frustrado por su inca-
pacidad, les dijo a sus compañeros: “No veo una oportuni-
dad más propicia para pasar a la historia que no sea termi-
nar con la vida del presidente Abraham Lincoln”. Y así fue:
Cuando el presidente asistía a una obra de teatro con su
esposa y dos amigos, Vilkes Booth le disparó un tiro en la
cabeza, y luego exclamó: “Hágase siempre así con los tira-
nos” (siendo Lincoln el que acabó con la tiranía que sufrían
los esclavos).
El asesino logró huir, pero alcanzado al día siguiente en
una granja donde pretendía ocultarse, fue muerto de un tiro
por la policía. Lincoln también murió al día siguiente y le
hicieron unos funerales magníficos, calculándose en un
millón seiscientas mil personas las que los presenciaron. La
verdad es que no comprendo el porqué los hombres pueden
sentir tanto interés en pasar a la historia, ni como buenos ni

177
como malos, pues los que creen que todo termina con la
muerte, de nada les sirven los monumentos ni las plazas o
calles que lleven sus nombres, porque de nada se van a
enterar.
Y los que creemos en la resurrección gloriosa de nuestros
cuerpos, nada debieran interesarnos los juicios que puedan
hacer de nosotros los que nos sobrevivan ni tampoco el qué
dirán mientras vivimos, sabiendo que Dios está presente en
todos nuestros actos y pensamientos, y que sólo Él ha de dar
a cada uno su merecido. Y si se admite que no existe
infierno ni pecado, surge la pregunta: ¿Por qué el hombre se
siente insatisfecho con su conducta?
Haciendo una retrospección en coherencia con el título,
hace pocos días apareció en la televisión un teólogo que se
ha hecho famoso por sus extravagancias y despropósitos.
Esta vez sólo le oí decir que Juan Pablo II tenía que dimitir
lo antes posible, como si el Santo Padre no supiera lo que
tiene que hacer y lo bien que lo hace. Pero hace algunos
años, en una entrevista televisiva, una presentadora pícara,
le preguntó al referido teólogo: “¿Cree usted que el aborto
es compatible con la religión?” —Por supuesto, respondió
el hereje.
Todo esto es lo que hay que hacer en la actualidad para
ser famoso sin ser benemérito.
Publicado en La Voz de Avilés 1-mayo-2000

178
80.- EL PAPA NOS ANIMA

D
espués de andar unos kilómetros a pie para vene-
rar a la Virgen de la Providencia, llegué a casa
despernado, y como era Viernes Santo, encendí
la televisión. Allí estaba Juan Pablo II. Eran las últimas esta-
ciones del Vía Crucis en el Coliseo. Y aunque un grupo de
jóvenes llevaba por él la cruz de madera, y el cardenal Ruini
y monseñor Martini estaban solícitos a su lado, nadie podía
ayudarle a llevar la de su propia fatiga.
Durante un buen rato no fui capaz ni de sentarme. Me
quedé allí de pie ante el televisor, viendo su rostro marcado
por una mueca de dolor mientras subía una escalera. Su
cabeza estaba hundida en el pecho y su cuerpo encorvado
parecía un Cristo decrépito subiendo al Calvario. Cuando
me repuse y me senté, apenas pude escuchar sus palabras de
despedida del Vía Crucis. Estaba como extasiado, mientras
él hablaba -con la voz del traductor ocultando la suya-, mi
cansancio se me convertía en vergüenza, y mis tentaciones
de desánimo -no consentidas-, empezaban a pesarme como
si en ellas hubiese caído.
Me acordé de aquel himno tan apropiado para el Viernes
Santo:
“En esta tarde,
Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma
pero al verte mis ojos van y vienen
de mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza...”.

179
Todo esto me hizo recordar algo que había leído sobre el
Papa poco antes. Siendo arzobispo de Cracovia había
escrito un poema titulado “Stanislaw”, en honor a un pre-
decesor suyo en aquella sede polaca -San Estanislao- que
murió asesinado por un rey en defensa de la libertad de la
Iglesia. Juan Pablo II había escrito entonces, evocando la
figura de aquel santo: “La palabra no convirtió, la sangre
convertirá”.
Viendo la escena y su sufrimiento me convertía, me ani-
maba, me mostraba un camino. Pues el que estaba viendo,
más que un Pontífice casi crucificado, era Cristo. Él estaba
ante mí y ante todos. Ante cada uno de los hijos dolientes de
esta Humanidad donde tiene amigos tan leales y enemigos
feroces. Y también me acordé de lo que Jesús dijo antes de
morirse: “Cuando sea elevado a lo alto atraeré a todos a mí”
(Juan 12, 32). Entonces me sentí nuevo y convertido.
Y cuando el Papa había terminado su Vía Crucis, me fui
a mi habitación a darle gracias al Cristo que preside nuestro
dormitorio, es decir, al Cristo del madero. Y a pedirle que
no deje de enviar a la tierra hombres como Juan Pablo II,
que sabe amar y que sabe sufrir.
Pues sublimado el dolor
nos sirve de redención,
agiganta nuestro amor
y nos da la salvación.
Publicado en La Voz de Avilés 8-mayo-2000

180
81.- CONTRARIEDAD

L
os suecos han modificado las leyes que les
impedían la proliferación de las familias. Pasando
de ser uno de los países del mundo con menos
natalidad a ser actualmente una destacada nación en este
ámbito. Supieron aprender del error. Y aunque lo hayan
hecho demasiado tarde, se dieron cuenta de que si no crecía
una nueva generación que pudiese trabajar en el futuro, las
pensiones entrarían en quiebra. Así suelen ser los batacazos
que nos vienen cuando conculcamos la Ley Natural y el
Derecho Divino.
Contrariedad nos parece la aprobación de la RU-486 en
España, en el momento en que en toda Europa y en diversos
países del mundo -incluso en España-, se ofrecen a dar una
subvención económica a quien tenga un segundo hijo. Cin-
cuenta y cinco mil pesetas mensuales durante un año, y a los
que tengan un tercer hijo, esta cantidad durante tres años,
contradiciendo de esta forma la necesidad de esta píldora
que mata antes y mejor, y que viene siendo costeada por
todos los españoles que coticen en la Seguridad Social.
Me gustaría saber qué sentido tiene la aprobación de una
píldora que sólo sirve para matar al hijo incipiente y dismi-
nuir el índice de natalidad, en una nación donde ya tenemos
el relevo generacional más bajo del mundo. Estas crasas
contradicciones y dislates que cometen un sinnúmero de
políticos, son el fruto de los desmanes que vemos en la tele-
visión, comenzando por esos cuarenta mil niños que se
mueren de hambre todos los días. Y que conforme a las

181
estadísticas, la producción mundial de comestibles, supera
lo necesario para todos en un 10 por ciento.
A todo lo dicho hay que adicionar las guerras estúpidas y
el coste de las mismas. Asimismo los arsenales de arma-
mento que tienen reservados para matar a todos los que se
subleven contra las injusticias. Después nos dicen que
luchan por la paz, ignorando -o queriendo ignorar- que la
paz nunca será posible si a ésta le falta la justicia, porque “la
justicia y la paz se besan” (Salmos 85, 11). Y mientras no
hagan caso de lo que dice Dios, el mundo seguirá siendo un
caos donde los más débiles e inocentes serán, unos víctimas,
y otros esclavos de los poderosos.
Cuán grande ha sido la oposición contra el aborto en
España y qué poco se ha conseguido. Ni los cientos de miles
de firmas que se reunieron en el mes de septiembre contra
los tres supuestos, ni las manifestaciones en 20 provincias
han servido de nada. Como de nada sirve que la Constitu-
ción Española proteja el bien jurídico de la vida, ni sirven
las Declaraciones de Derechos Humanos y del niño. En
España no sirve de nada la ley ni la razón ni la voluntad
popular. Pues de nada ha servido que los representantes del
pueblo español avalaran este sentir popular con sus votos en
el Congreso, rechazando la ampliación del aborto, porque
esa monstruosidad continúa creciendo sin justicia y sin ley.
Publicado en La Voz de Avilés 11-mayo-2000

182
82.- VLADIMIR PUTIN

V
ladimir Putin, actual Presidente de la Federación
Rusa, ha dado un salto de gacela para subir a la
atalaya donde le miran y le pueden ver todos los
humanos. Si nos fijamos en su fisonomía veremos que no
promete tanto como la excelsa estampa de su antecesor
Yeltsin. Pero como las apariencias engañan, y lo que manda
en el hombre es el equilibrio mental y el temperamento
flemático y sereno, es bien posible que a este hombre flacu-
cho —Vladimir— le haya dado Dios esas cualidades y nos
sorprenda a todos como lo viene haciendo el señor Aznar.
Vladimir Putin ha confesado recientemente que de chico
quería ser espía, y un día entró en un local de la KGB a pedir
trabajo. Un hombre recio y sesentón le estuvo escuchando
un buen rato y le dijo: “En primer lugar no admitimos
voluntarios, y en el segundo, seleccionamos a la gente
cuando sale del Ejército o se gradúa en la Universidad”. En
ese momento Vladimir Putin se interesó por saber si tenían
preferencia por alguna materia. Y le respondió: “Derecho”.
Y Derecho fue lo que después estudiaría el actual Presi-
dente.
Este hombre que hoy ostenta uno de los cargos de mayor
responsabilidad que hay en este mundo, ha tenido la gracia
de ser bautizado secretamente cuando apenas contaba unos
meses de vida. Y se ha hecho un verdadero creyente cuando
sus hijas, Masha, de catorce años, y Katya, de trece, salva-
ron la vida en un incendio. Es verdad que su madre era muy
católica, y el crucifijo que Putin lleva siempre ceñido al cue-

183
llo, se lo dejó a su madre para que se lo bendijeran en Tie-
rra Santa cuando ésta se fue a visitar los Santos Lugares.
Pero el abuelo de Vladimir era totalmente escéptico,
hasta el punto de granjearse la simpatía de Lenin y de Sta-
lin, de los que fue cocinero hasta que fallecieron los dos. Y
es de suponer que Putin haya pasado su juventud negando la
existencia de Dios. ¿Cómo se puede explicar que lo envia-
ran a Alemania del Este, donde durante cinco años llevó a
cabo una misión especial en los Servicios Secretos de la
URSS, cuando en verdad, para los tiranos que gobernaban
en aquélla época todos los hombres de confianza eran ateos
perdidos?
Creo que con el ascenso de este hombre se hace más
patente el mensaje de Fátima. No sólo porque nos encontra-
mos con que en Rusia ya existe libertad para adorar a nues-
tro Dios, sino porque ahora, el máximo dirigente, es un buen
creyente y practicante. Y cuando al cabeza de una nación lo
vemos postrado de rodillas con las manos en posición supli-
cante —como lo estamos viendo a él en fotografía—, el
pueblo sencillo recibe el mejor ejemplo de su líder y se
vuelca para seguir al que sigue, al que todo lo puede y todo
lo perdona: Jesús de Nazaret. La Virgen de Fátima no nos
engañó: “Rusia se convertirá” —nos preanunció.
Publicado en La Voz de Avilés 14-mayo-2000

184
83.- UN SOLO REBAÑO

N
o pocos estarán enterados de que las iglesias cris-
tianas han rendido el primer culto común a los
mártires del siglo XX. El pasado día siete del
actual mes, Juan Pablo II recibió el fraternal abrazo de
treinta líderes de las iglesias cristianas. Ante el Coliseo de
Roma todos confesaron la fe común en Jesucristo. “El
heroico amor a Jesucristo -señaló el Papa-, manifestado por
millones de mártires en este siglo, es más fuerte que los fac-
tores de división”.
Estupefactos se quedaron los católicos al saber que la
iglesia ortodoxa rusa -la más martirizada en este siglo-,
sufrió el fusilamiento de 130.000 sacerdotes y monjes. Tam-
bién fueron asesinados 250 obispos, todos durante el
periodo de 1917 a 1941. Estas cifras horrendas superan a las
grandes persecuciones contra la iglesia católica en España y
en México. Juan Pablo II también comentó en su homilía
que el Coliseo nos recuerda a los primeros mártires que fue-
ron devorados por las fieras.
Entre la inmensa multitud de cristianos que escuchaban
al Papa, se derramaron muchas lágrimas por las injusticias
que fueron enumeradas. Es claro que allí estaban muchos
familiares de los mártires.
Como bien ha dicho el Secretario General de las Nacio-
nes Unidas, Kofi Annan, “el siglo XX ha sido la época más
homicida de la Humanidad”. El Papa también refirió su pro-
pio testimonio de la persecución nazi en Polonia y añadió

185
que “mi sacerdocio tuvo su origen en el sacrificio de tantos
hombres y mujeres de mi generación”.
El corresponsal Vicente Boo nos asegura que los doce
mil documentados hasta ahora son sólo una muestra, pues
los historiadores calculan en veintiséis los millones de már-
tires que han sido fusilados a causa de la fe cristiana, en el
siglo XX. Como hemos visto, se trataba de un exterminio
masivo, como lo fue el de cien mil refugiados católicos cro-
atas, asesinados por los partidarios de Tito en mayo de 1945
cuando intentaban refugiarse en Austria.
Lo que viene intentando Juan Pablo II con heroica perse-
verancia, es la unificación de todas las religiones cristianas,
y aunque todavía dista mucho de conseguirlo, sí viene
alcanzando logros que nadie esperaba en tan poco tiempo.
Él sabe que antes de que llegue el fin de los tiempos, tiene
que haber “un solo rebaño y un solo pastor”, pues así nos lo
asegura Jesucristo (Evangelio de San Juan capítulo 10,
versículo 16). Y estos encuentros donde el mismo dolor une
a tantas iglesias, son los que pueden hacer despertar en el
hombre la unión en una sola fe.
Porque lo mismo que la alegría destierra el estado mor-
boso del alma y une a los que también la disfrutan, las
penas, por igual entre las personas, hacen posponer las dis-
crepancias y aunar todas las afinidades. Y esta sangre que
han derramado los mártires de treinta iglesias, no tiene des-
perdicio para bien del ecumenismo.
Publicado en La Voz de Avilés 15-mayo-2000

186
84.- UN RELATO APASIONANTE

A
ntonio Colao es un escritor veterano y apasio-
nado, autor de varios libros y colaborador en
numerosos diarios. Poeta y agudo observador de
la vida religiosa, moral y política de la España actual.
Con Novela de un pastor con voluntad de triunfo nos
ofrece una nueva faceta de su vocación literaria: La de
narrador. Reto que supera con innegable acierto.
Se trata de un texto sólido en el que lo biográfico, lo
aventurero, lo fantástico, lo maravilloso, lo onírico confor-
man una estructura narrativa dinámicamente desarrollada en
un tiempo y espacio plurales.
La unidad temática y narrativa de la novela gira en torno
a Pepito —su protagonista—, que cautiva por su sinceridad
y verdad: Mezcla de pícaro, aventurero y santo. Si nos sor-
prenden sus sueños de santidad futura, no menos nos llaman
la atención su infancia y su juventud-madurez emprendedo-
ras y triunfadoras.
El proceso novelístico se desarrolla de forma cronoló-
gica; quizá, por eso, pueda parecer, en una lectura superfi-
cial, que nos encontramos sólo ante una simple sucesión de
aventuras interesantes hábilmente contadas. Tal impresión
no se corresponde con la verdadera dimensión de la obra,
claramente testimonial. Su autor es un hombre humilde con
una gran voluntad de lucha y nos presenta un personaje tan
luchador o más que él mismo. Pepito es su hijo literario, en
él ha volcado sus ilusiones y sus sueños, y también sus limi-
taciones.

187
Todo está contado desde la perspectiva del narrador en
tercera persona. Algunas manifestaciones de introspección
psicológica nos recuerdan al monólogo interior y aproximan
la novela al género autobiográfico. Con lo que el narrador-
actor camufla sus diferencias y acentúa sus semejanzas e
identidad.
Con un estilo llano, natural y espontáneo, Antonio Colao
nos hace atractiva la lectura de su novela. Su escritura es
una conversación con un amigo que nos va contando todo
aquello por lo que ha vivido y ha luchado. Eso es Novela de
un pastor con voluntad de triunfo, un relato entrañable y
verosímil.
Fidel García Martínez
Graduado en Teología
Doctor en Filología Románica
Catedrático de Lengua y Literatura
Carta sobre un libro del autor, publicada en La Voz de Avilés 20-mayo-2000

188
85.- SOR LUCÍA Y CAMPMANY

E
l pasado día 15 del actual mes, don Jaime Camp-
many ha escrito un artículo despropositado. Me
parece lamentable que un periodista ilustre como
él pudiera sembrar confusión entre los veintitrés millones de
socios que formamos el Ejército Azul de Nuestra Señora de
Fátima en todo el mundo, diciéndonos que “hizo bien la
Iglesia en recluir a sor Lucía en una clausura severa para
evitar que pudiera formar un zipizape en la Cristiandad
hablando o escribiendo una profetisa analfabeta”.
Hace 25 años que me relaciono con sor Lucía. Personal-
mente una media de dos horas cada año, y por escrito puedo
contar con más de 150 cartas y tarjetas suyas. Misivas que
conservo como reliquias de una futura santa.
El porqué ha salido de las Doroteas nos lo ha contado con
toda claridad: Era constantemente importunada con las visi-
tas que le hacían en el Convento y las preguntas que le for-
mulaban en la calle. Casi todos los obispos de Portugal
querían llevarla para los conventos de sus respectivas dió-
cesis. En estas circunstancias, y siendo su vocación contem-
plativa, con cinco horas diarias de oración, lectura bíblica y
meditación, le escribió una carta a Pío XII solicitándole per-
miso para entrar en las Carmelitas de clausura de Coimbra;
recibió el beneplácito del Papa y allí se quedó para siempre.
Es verdad que sor Lucía era una niña analfabeta como lo
hemos sido todos, pero ha sido bien educada en colegios de
religiosas, y nos deja dos libros escritos que han sido tradu-
cidos a numerosos idiomas. También lleva escritas un

189
sinnúmero de cartas, pues recibe de todas partes del mundo
una media diaria de setenta a cien, y va contestando a todas
las que merecen respuesta y encuentra tiempo para hacerlo.
Ha recibido en el locutorio a personajes tan ilustres e
importantes como Juan Pablo I cuando era cardenal, Hum-
berto II, ex rey de Italia, Salazar de Portugal, don Juan,
conde de Barcelona, Franco y su esposa, don Alfonso XIII
cuando todavía estaba sor Lucía en Pontevedra, y un tan
largo etcétera que rebosarían muchos folios. Hombres que
sabían que “Dios revela estas cosas a los humildes y
pequeñuelos y las oculta a los sabios e inteligentes” (Lucas
10, 21; Mateo 11, 25 y 30).
¿Quién puede dudar del prenuncio que le hizo la Virgen
a sor Lucía, diciéndole que a Jacinta y a Francisco los lle-
varía al cielo en breve, y que ella se quedaría en la tierra por
más tiempo para divulgar la devoción a su Corazón Inma-
culado?
Sor Lucía es una figura histórica que será recordada y
venerada por todas las generaciones hasta el fin de los tiem-
pos. Y usted, don Jaime, cuando transcurra un año de su
fallecimiento, sólo lo recordarán sus familiares íntimos, por-
que no escribe un sólo artículo en el que no falte a la verdad,
y sor Lucía, no ha dejado escrita una sola frase que no se
corresponda con el querer de Dios y de su Santa Madre.
Estas son las personas -como santa Bernardette y el indio
beato Juan Diego- que pasan a la historia sin término y tie-
nen lectores en todo el mundo y hasta el juicio final que a
todos nos espera. Y usted debiera de saber, don Jaime, que
la Iglesia no recluye a nadie. Acepta la reclusión de los que
lo solicitan, y éstos recobran la libertad mundana cuando les
place.
Publicada en La Voz de Avilés 29-mayo-2000

190
86.- COINCIDENCIAS EXTRAÑAS

M
ientras la agencia ACI digital informaba de
cómo un grupo de abortistas irrumpía en la
catedral de Montreal para cometer uno de los
peores actos de vandalismo registrados en el país, atacando
a la Iglesia por defender los derechos de los no nacidos, más
de veinte activistas entraron a gritos en la catedral María
Reina del Universo, para quemar crucifijos, pintar los alta-
res, pronunciar a fuerte voz blasfemias, arrojar por los pasi-
llos preservativos y tratar de abrir el sagrario para clamar
por el derecho al aborto. Un testigo afirmó que el ataque fue
organizado por un grupo de feministas, que “celebraban” el
Viernes Santo.
Y ese mismo día coincidían con los fieles que el Viernes
Santo por la mañana hacían fila para confesarse en la Basí-
lica de San Pedro del Vaticano, llevándose una gran sor-
presa. El sacerdote que les escuchó sus pecados y en nom-
bre de Dios les impartió la absolución era el mismo obispo
de Roma, Juan Pablo II.
El Santo Padre se presentó en torno al mediodía y allí
confesó durante dos horas a once personas de varias nacio-
nalidades. Entre ellos, un policía y un soldado. Se trata de
una costumbre que el Santo Padre ha repetido durante todos
los años de su pontificado en el Viernes Santo.
Con ello, además de cumplir con su ministerio sacerdo-
tal, el Papa quiere mostrar personalmente la importancia de
este sacramento a los sacerdotes de todo el mundo. Él
mismo considera en su exhortación apostólica “Reconcilia-

191
ción y penitencia”, que se trata “sin duda, del más difícil y
delicado, el más fatigoso y exigente, pero también uno de
los más hermosos y consoladores ministerios del sacer-
dote”.
Visto lo que antecede, les rogaría a mis adversarios que
contrasten los hechos y me digan donde se encuentra la
razón y la urbanidad. Y esto me hace pensar que cuando el
número de depravados supera al de los hombres idóneos y
pundonorosos, existiendo el régimen menos malo, la demo-
cracia, es claro que tendremos gobernantes corruptos y
vandálicos, capaces de volver a quemar las iglesias y pros-
tituir la juventud. Y no digo capaces de legitimar la muerte
de los niños incipientes, porque eso ya lo estamos viendo y
haciendo.
¿Remedio? Fomentar la enseñanza religiosa, desterrar
los programas televisivos que atizan contra la moral, no per-
mitir anuncios nocivos en la prensa, y los columnistas inmo-
rales que vayan a poner columnas o mojones en los campos.
De no hacerlo así, ya veréis, jóvenes, lo que os espera.
Publicado en La Voz de Avilés 28-mayo-2000

192
87.- UNA VIOLACIÓN MÁS

H
ace menos de un año sucedió en México. Un
ladrón asaltó la residencia de una familia en la
Baja California. En la casa sólo se encontraba
una joven -Paulina- de 14 años. El maleante consiguió vio-
lar a la chica y se fue con el dinero que tenían en casa. La
muchacha se quedó embarazada. La madre de la joven
obtuvo una orden judicial para que se le practicara el aborto,
pero el director del Hospital General de Mexicali, Ismael
Ávila, se negó a practicarlo por razones morales y religio-
sas, y envió a dos miembros de la organización antiabortista
Pro Vida para convencer a Paulina y a su madre sobre la
necesidad de tener el bebé.
El caso llegó hasta el fiscal de Justicia del Estado, Juan
Manuel Salazar. Y este buen señor, en lugar de aplicar la
ley, llevó a la adolescente ante un sacerdote para que le
explicara que abortar es un pecado mortal.
Con los motivos que quedan expuestos, Paulina decidió
esperar el normal alumbramiento, que ha tenido lugar el
pasado mes de abril. La joven madre y el recién nacido se
encuentran en perfecto estado, porque parir y no abortar es
conceder la vida a una criatura inocente que sale de las
entrañas de su madre.
En el Derecho Romano ya se decía que “por ser el parto
el alumbramiento o nacimiento de una persona individual,
tiene una gran importancia en el orden jurídico, y como el
nacimiento determina la personalidad con todas sus conse-
cuencias de transmisión de derechos al nuevo ser y por

193
medio de él, se comprende que las leyes hayan adoptado
precauciones para evitar partos supuestos y castiguen
éstos”.
La joven de 14 años, razonablemente, optó por dar en
adopción al niño y disfrutar de su juventud, pero los abue-
los decidieron tener un hijo más acogiendo al niño y dán-
dole sus apellidos. Pues han pensado que nadie lo podría
adoptar con más amor que los de su propio linaje. Este acto
moralizador lleva consigo una gran felicidad para todos. La
verdadera madre del niño tiene un “hermano” más, un
“hijo” de sus padres y un hijo suyo que siempre la querrá
como hermana y como madre.
Por eso es tan necesario estar siempre preparados para
soportar las pruebas que Dios nos envía o permite que lle-
guen a nosotros, sabiendo, inequívocamente, que si las
aceptamos con todo el orden y respeto que se merece el
Señor, nunca nos faltará su ayuda para salir adelante con la
felicidad y la gracia que reina hoy en el hogar de Paulina.
Pues si hubiese abortado, amén de sufrir una dolorosa ope-
ración, siempre llevaría consigo -en su conciencia- el peso
de un crimen y el recuerdo de un hijo que no le había per-
mitido vivir por encubrir la “deshonra” que ahora le propina
pundonor y honradez.
Publicado en La Voz de Avilés 10 junio 2000

194
88.- MARIAM Y EL CÁNCER

L
a hija del duque de Suárez —Mariam— nos da
una lección magistral con el libro que ha publi-
cado, Diagnóstico: cáncer. Una vez más nos
muestra —como tantos otros— que el dolor y las tribula-
ciones vienen de lo alto para purificarnos en la medida que
Dios nos lo exige. Pero esto sólo lo pueden comprender los
creyentes que han sufrido mucho. Los que creen que no
tiene sentido el dolor pierden lo más preciado de la vida
para lo trascendente.
Cuando a la hija de Adolfo Suárez le diagnosticaron un
cáncer de mama con metástasis en el pulmón, en el hígado
y en el cerebro, y en Houston le dieron dieciocho días de
vida y en la clínica de Navarra tres meses, se dio cuenta que
sólo Dios podía hacer el milagro de salvarle la vida a ella y
al hijo de cinco meses que llevaba en su seno. Ahí comenzó
el momento de plegarias y rogativas, tanto suyas como de su
madre y de su padre, y éste en el prólogo que escribe en el
libro referido nos dice:
“Como católico practicante creo en el poder de la oración
y lo he sentido. No se trata de la petición del milagro —que,
a veces, sin embargo, se solicita—; se trata de saber que
Dios te escucha y que te escucha con un amor y una aten-
ción infinita; se trata de tener la conciencia de que Dios no
envía el mal ni la enfermedad, aunque se sirve de ellos para
probar al ser humano; se trata de confiar, de esperar contra
toda esperanza; se trata de Alguien que a mí me sostiene en
la vida”.

195
También es de notar que la madre de Mariam —Amparo
Llana— le pidió a Dios encarecidamente que le diera el cán-
cer a ella y le salvara la hija. No podemos certificar que
Mariam esté libre del cáncer definitivamente, sabiendo que
el 22 de marzo de 2000 ha tenido que sufrir una operación
más, de nueve horas de duración, pero el cáncer que solici-
taba su madre para ella intentando reemplazarlo por el que
su hija padecía, no le faltó y lo está sufriendo con gran ente-
reza y esperanza. Quiera Dios que esa distinguida familia
encuentre la salud, la alegría y la paz.
Pienso y creo que ningún médico es bueno cuando no le
dan esperanzas de vida al paciente. El enfermo sólo debe
saber lo que desea oír con gusto. Hay que dejarle siempre
una puerta abierta, una esperanza, una posibilidad. Y esto lo
relata muy bien Mariam en su libro: “Si me hubieran dicho
la verdad desde el principio —como yo pedía—, no habría
luchado con la misma alegría, ni con el mismo tesón. Si me
hubieran llegado a decir que me quedaban dieciocho días de
vida, o tres meses, me habrían quitado toda la esperanza”.
Es bien posible que en la cabeza del paciente radique el
50 por ciento de su curación. La fuerza psíquica que todos
tenemos concentrada en el cerebro, sólo debe servirnos para
convertir el dolor en voluntad de triunfo. Esto lo mismo lo
pueden conseguir los creyentes que los agnósticos. Es claro
que los que confían en Dios y se aferran a Él, siempre
encuentran la corona merecida.
Publicado en La Voz de Avilés 14-junio-2000

196
89.- CONTRADICCIÓN

D
esde hace unos meses, algunos medios de comu-
nicación han afirmado que el infierno no existe.
Y para reafirmarlo, han puesto como testigo al
Santo Padre. Ellos saben muy bien que nadie tiene más
autoridad que el Papa para impugnar el Evangelio; lo que
parecen ignorar es que Juan Pablo II se dejaría quemar en
una hoguera antes de negar lo que Jesucristo afirma quince
veces en la Buena Nueva. Pero les tiene sin cuidado contra-
decir a Karol Vojtyla. Y para llegar a esta conclusión me
remito a algunos párrafos textuales del Papa.
“Dios es Padre infinitamente bueno, pero, por desgracia,
el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede ele-
gir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renun-
ciando así a la comunión gozosa con Él. Precisamente esta
trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana
cuando habla de la condenación o infierno (Efesios 6, 8). El
infierno, más que un lugar, indica la situación en la que
llega a encontrarse quien, libre, se aleja definitivamente de
Dios. Por eso, la condenación no se ha de atribuir a la ini-
ciativa de Dios, sino que es la criatura la que se cierra a su
amor, y por ello la condenación sigue siendo una posibili-
dad real...”.
Contradecir lo que Dios dice es una herejía sin más ate-
nuantes que la ignorancia religiosa. Y no creo que nadie
defienda la existencia del infierno por complacerse en que
lo haya. ¡Cuánto nos alegraría que no existiera la condena-
ción eterna!, sabiendo que nadie puede estar poseído de la

197
incolumidad suficiente para obtener un seguro que nos
garantice la impunidad.
El que está poseído de su eterna salvación lleva consigo
uno de los mayores pecados: la soberbia. Esa altivez y ape-
tito desordenado de ser preferido a otros humildes. Por eso
San Agustín nos decía que “la soberbia no es grandeza, sino
hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no
está sano”. Y yo digo que el principio de la soberbia del
hombre es apostatar contra Dios, y creo que esto mismo lo
aprendí en el Eclesiástico.
Suele acontecer con frecuencia que aquellos que tienen
un espíritu más mezquino, son los más arrogantes y sober-
bios. Asimismo, los hombres con espíritu de nobleza son los
más modestos y humildes, los que nadie desprecia sino
aquellos que están embebidos en la soberbia. Ese orgullo
que divide los hombres, y hasta los matrimonios y familias.
Y es que para ser humilde se necesita una fuerza que muy
difícilmente la consigue el hombre por sí mismo, tiene que
bajar de lo alto.
Termino con una cita de San Pío X: “Desconfía siempre
de tí mismo, ama la virtud de la humildad y tendrás siempre
contigo las bendiciones del cielo”.
Publicado en La Voz de Avilés 30-junio-2000

198
90.- 50 x 15

N
uestra hija salió decepcionada después de ver
una parte del programa “50 millones por 15 pre-
guntas”. Pues cuando el concursante llevaba
ganados seis millones de pesetas, le hicieron una pregunta
más con la posibilidad de doblar el dinero, y a pesar de ser
un dato bien conocido en todo el mundo, el interrogado no
llegó a ganar seis millones más por no saber responder. Le
preguntaron cómo se llamaba la persona a quien se le apa-
reció la Virgen de Guadalupe.
Le dieron opción para responder entre cuatro nombres, y
el concursante se quedó enmudecido, ignorando una de las
historias más bellas y transcendentes que tiene la Iglesia
acerca de las apariciones marianas. Y lo curioso es que hace
poco más de dos años fue beatificado el indio Juan Diego
que tantos contactos tuvo con la Virgen María de Guada-
lupe, y que ha sido divulgado en todos los medios de difu-
sión y tal vez en el mundo entero.
La falta de cultura religiosa en España es algo desver-
gonzado por parte de los Gobiernos. No se trata de ser cre-
yente o ateo. Es el modernismo con una afición excesiva a
las cosas modernas con menosprecio de la religión. Don
Agustín Izquierdo Alberca, profesor de Historia y doctor en
Filosofía -que se declara ateo- decía en un artículo publi-
cado en la revista “Escuela Española”: “¿Podemos entender
y explicar la historia de Europa, sus manifestaciones artísti-
cas, sus peripecias políticas o su desarrollo institucional, sin
el conocimiento de la Biblia? Creo que no”.

199
Pienso que para conocer la cultura de un pueblo, es
imprescindible el conocimiento de su religión. Sabemos que
a los que cursan Lengua Árabe les obligan a conocer per-
fectamente el islamismo. Asimismo, el estudio sistemático
de la Religión es imprescindible para profundizar en las
Humanidades. No es extraño que intelectuales no creyentes
opten por el estudio de la Religión Católica para sus hijos,
porque en ésta se transmiten también muchos valores huma-
nos. Con razón, en casi toda Europa se imparte cultura reli-
giosa a los jóvenes y a los niños.
Por la utilidad académica de la enseñanza religiosa y por
su amplia demanda por parte de los padres, me parece dic-
tatorial no contemplar este asunto sin prejuicios anticlerica-
les trasnochados. Los Hechos de los Apóstoles -que nadie
debiera de ignorar por su calidad histórica, moral y espiri-
tual- son obra de San Lucas, escritos en Roma cuando
estaba para ser fallada favorablemente la causa de San Pablo
(60-62).
San Lucas nos demuestra cómo, según la promesa de
Jesús, el Espíritu Santo, que descendió sobre los apóstoles
el día de Pentecostés, es el principio de vida de los discípu-
los, mudándoles en otros hombres e impulsándoles a propa-
gar por todas partes el nombre de Jesús.
Es lamentable observar cómo personas doctas en otros
campos, desconocen lo que significa el hecho religioso y no
saben lo que es ser cristiano. Ser cristiano es seguir a Cristo,
ser otro Cristo. Un estilo de vida, un nuevo mandamiento, el
del Amor. Pero todo esto no me hace perder la esperanza.
Hay auténticos cristianos en todo el mundo. Son sal y leva-
dura. Son los que no hacen ruido y sólo viven para hacer el
bien.
Publicado en La Voz de Asturias 1-julio-2000

200
91.- EN RECUERDO DE UN AMIGO

E
s verdad que cuando se escribe sobre los muertos
casi siempre lo hacemos para exaltar sus virtudes,
pero José González Díaz-Plaza se merece una bio-
grafía para ser candidato a los altares. Cuántos habrán sido
beatificados con menos méritos que este hombre. En los
veinte años que llevo moderando un grupo de estudiosos del
Evangelio, todas las semanas, jamás había faltado don José
González para glosar la Buena Nueva, con tal mesura y
acierto que a todos nos dejaba estupefactos oyendo sus pala-
bras.
José González era profesor de Música y se había jubilado
de la Orquesta Sinfónica de Asturias. El calvario de su vida
comenzó cuando ninguno de sus buenos hijos decidió adhe-
rirse al catolicismo, y sus queridos nietos se quedaron sin
bautizar. Aquéllos, dotados de gran inteligencia y con bri-
llantes carreras, todos optaron por independizarse de sus
padres. Del primero de sus tres hijos -Jesús González Alonso-
, se ha dicho en periódicos y revistas que era uno de los mejo-
res pianistas del mundo. Pero afectado por esa enfermedad
que todos conocemos, falleció con menos de 40 años.
Su pobre madre -Gloria Alonso- no cesaba de llorar la
muerte de su queridísimo hijo, buscando el consuelo en ver
los videos que le transmitían las entrevistas que le habían
hecho en la televisión y los homenajes que recibía cuando le
concedían los premios merecidos en España y en otras
naciones. Y así, obsesionada, contemplando vivo al que
estaba muerto, llegó a la enajenación total. Con alguna fre-

201
cuencia desaparecía de su casa, encontrándola su santo
esposo a los pies de la sepultura de su hijo.
En estas circunstancias que cada día se agravaban más,
don José González la ingresó e una residencia donde hasta
hoy se encuentra atada en una silla. Y a pesar de no recono-
cer a su esposo ni a nadie, José González la visitaba todos
los días, pese a que se encontraba casi ciego debido al glau-
coma que padecía desde hacía años, y tal vez por este
motivo fue arrollado y muerto por un coche el pasado día 9,
cuando salía de ver a su esposa.
La paciencia y la paz con que llevaba todas las cruces era
tan admirable que nadie de nuestro grupo dudaba de que
estábamos al lado de un verdadero santo. Hombre de misa y
comunión diaria, hombre de oración, hombre de penitencia,
hombre limosnero. Pues todos sus ahorros eran para los
pobres. También pagó la carrera a un seminarista, y cuando
éste fue consagrado sacerdote, comenzó a pagar los estudios
de otro. Era bienhechor de varias obras religiosas. Y un piso
que vendió por unos millones, no se quedó con un sólo cén-
timo, todo el dinero me lo entregó para la unión sacerdotal
Lumen Dei, destinada a los más pobres entre los que menos
tienen. Y cuando nos lamentábamos de tantas cruces como
le venían encima, siempre nos respondía lo mismo, con afa-
bilidad y dulzura: “Son méritos para la otra vida”. Que en
paz descanse y que goce del cielo.
Publicado en La Voz de Avilés 2-julio-2000 y El Comercio 3-julio-2000

202
92.- CONTROL CEREBRAL

E
stos días me invitaron para unos cursillos sobre la
respiración. La doctora Marqués, en sociedad con
nuestra hija, psicóloga, los viene dando desde
hace unos meses. Sólo son dos horas diarias durante cuatro
días. Jamás había pensado la importancia que tiene el saber
respirar, y el bien que nos hace la oxigenación de las vísce-
ras, y muy especialmente en el cerebro, la regulación del
ritmo cardíaco y la circulación sanguínea.
Con las técnicas de la respiración que nos ha dado,
mejora la capacidad de concentración, disminuye el estrés,
aumenta la energía vital y el optimismo. Se puede hacer
relajación en cualquier lugar. El secreto está en conocer la
actitud correcta y practicarla todos los días, tanto cuando
estamos trabajando como saliendo de paseo a la calle. Por
eso hay un proverbio chino que dice así: “El que controla la
respiración, controla la mente. El que controla la mente lo
controla todo”.
Después de una relajación que nos hizo perder las nor-
males tensiones que la vida moderna nos depara, sometién-
donos a respiraciones profundas y lentas por la nariz, casi
nos quedamos durmiendo el grupo entero. Y cuando ya
estábamos de pie, nos contó una anécdota la excelente ciru-
jana y atleta: Un hombre intentaba colocar un cuadro en la
pared, pero se dio cuenta de que le faltaba el martillo para
clavar el clavo. Entonces pensó en el amigo carpintero que
vivía un poco distanciado.

203
No dudó en servirse del mismo para obtener prestado el
martillo, y al salir de camino para buscarlo, dio rienda suelta
a las ideas perturbadoras: La semana pasada -se decía- el
amigo carpintero me saludó con cara larga y poca atención.
¡Qué se creerá él! Es un estúpido. Si tiene mucho que se lo
guarde. Yo no le debo nada. Es un grosero. ¿De qué pre-
sume? Yo soy listero, más que él, y no presumo de nada.
Con estos pensamientos diabólicos, llegó hasta la casa del
carpintero. Llamó a la puerta y le dijo: “Métase usted el
martillo en... donde le quepa”.
Esto es lo que puede suceder con la falta de control cere-
bral. Pero si el lector me lo permite sin ofenderse, yo le diré
que tengo una “técnica” mucho mejor que todos los psi-
quiatras y psicólogos:
Cuando me hacen críticas algunas personas a quien he
favorecido mucho y lejos de agradecérmelo van sembrando
cizana y maleando a otras personas que antes me querían
bien, y siento la normal desazón y hasta rabieta, me postro
de rodillas ante el confesonario, le doy cuenta al sacerdote
de lo que me ocurre por no ser santo y recibo la absolución.
Sé que Cristo me ha perdonado, recapacito sobre las injus-
ticias que Él ha sufrido y perdonado, y el odio o inquina que
llevaba en mi cabeza, se me convierte en amor y perdón.
Es verdad que me distancio un poco de las personas des-
lenguadas y egoístas que me turban, pero no las desprecio y
pido por ellas. Y esa paz y equilibrio mental que Cristo nos
concede, no la pueden dar ni psicólogos ni psiquiatras.
Publicado en La Voz de Avilés 4-julio-2000

204
93.- GRAN HERMANO

C
on alguna frecuencia vengo leyendo sobre el pro-
grama “Gran Hermano” que lidera Mercedes
Milá, emitido en la cadena Tele 5, infringiendo en
numerosas ocasiones la normativa actual sobre TV sin Fron-
teras, especialmente en lo que se refiere a la protección de
la juventud y la infancia.
A los pocos días de su estreno, Tele 5 ofreció hasta cinco
desnudos de los participantes, varios de ellos en pleno hora-
rio infantil. La dosis de morbo, vulgaridad e indignidad va
aumentando en la medida en que pasa el tiempo. Y lo que es
peor, otras cadenas ya han anunciado que están preparando
espacios similares para competir con Tele 5. Nos parece
escandaloso y preocupante que, según datos de la consultora
Sofres, el perfil de espectadores que siguen el programa es
mayoritariamente de jóvenes, cuyas edades oscilan entre los
10 y 24 años.
Por un parte estamos viendo -al menos aparentemente-
un gran interés por parte del Gobierno en exterminar todo lo
que puede ser nocivo para los ciudadanos españoles, y por
otra se presenta muy clara la contradicción. ¿De qué les
puede servir legislar leyes que penalicen lo indeseable si los
medios de más amplia difusión propagan lo pernicioso para
la sociedad en general y les dan una escuela de violencia a
través de películas salvajes, como si este fuese el natural
modo de proceder.
Cada día que pasa se permuta con más celeridad el “dios
dinero” por el Dios que nos enseña el camino paciente de la

205
vida, el amor, la urbanidad, la concordia, la equidad y la jus-
ticia. Y no digo la eterna salvación para que no se sientan
enojados los increyentes. Pero es justo reconocer que de
poco nos ha de servir obtener una economía boyante si en
nuestros hogares nos falta el amor y la paz.
El dolor de los padres viendo a sus hijos envueltos en la
droga y el latrocinio. El dolor de los hijos viendo a sus
padres camorrear diariamente hasta que llega la separación.
Las jóvenes que llegan a sus casas embarazadas pidiendo
dinero para abortar. La hija que encuentra a su madre con un
hombre extraño en la cama y llama a la psicóloga buscando
una solución para encontrar una salida que no existe mien-
tras no hagan las paces con Dios; todo en suma, es fruto del
desorden que nos enseña la televisión y algunos rotativos. Y
a todo esto hay que adicionar las cruces, medallas y home-
najes que se les rinden a personajes que viven continua-
mente en contubernio, y que a muchas personas les sirven
como ejemplo para alcanzar el dinero y la fama. Y así, no
pocos van buscando la felicidad donde sólo existe desven-
tura, desgracia, tristeza, desencanto y fracaso.
Publicado en El Comercio 7-julio-2000 y La Voz de Asturias 11-julio-2000

206
94.- LO QUE NOS CONVIENE

L
o que más nos conviene casi siempre lo reprocha-
mos, y lo que menos nos conviene casi siempre
nos causa alegría. ¿Quién no se alegra con el
éxito? ¿Quién no se alegra con disdrutar de buena salud?
¿Quién no se alegra con un premio de lotería, tanto más
cuanto mayor sea el número de millones que nos han
tocado? Del éxito nos dice Vicki Baum con toda su expe-
riencia que “La fama trae la soledad. El éxito es tan frío
como el hielo y tan poco hospitalario como el Polo Norte”.
La buena salud fácilmente se engarza en la autosuficien-
cia y en el egocentrismo, mientras la enfermedad casi siem-
pre trae consigo sentimientos e ideas que no tendríamos
jamás mientras estamos bien; y nos hace ver mejor muchas
cosas de la marcha de la vida que la buena salud nos
impedía ver.
De la riqueza nos dice Aristófanes que “Los hombres
deben mucho más a la pobreza que a las riquezas: Las rique-
zas los hacen gordos, ventrudos, gotosos, pesados; y la
pobreza los hace ágiles, ligeros, sutiles de ingenio y de
cuerpo, temibles para sus enemigos”. Si pudiéramos enu-
merar las almas que se han salvado gracias a la pobreza, a
las enfermedades y tribulaciones de todo tipo, cambiaría la
mentalidad de todos los humanos y la equidad reinaría en el
mundo.
Sara Pérez, madre del español condenado a muerte en los
EE.UU., nos viene dando un ejemplo del bien que nos hacen
las injusticias, pues esta familia escéptica que nunca había

207
practicado el catolicismo, viendo que su hijo podía ser eje-
cutado en cualquier momento, se adherieron a Dios en
busca de justicia, y todo parece que la han conseguido. Por
eso nos dice Sara Pérez: “Dios ha sido quien ha movido los
hilos para que Joaquín José pueda salir del corredor de la
muerte. Rezo constantemente y le agradezco a Dios que
todavía me tenga con vida para que pueda ver a mi hija en
libertad”.
Y Santa Paulina ha subido a los altares gracias a las
penas que la llevaron al cielo. Pues según nos dice San Jeró-
nimo, esta señora tenía una gran inclinación a las tristezas y
melancolías, y en la muerte de sus hijos y marido fue tanta
la tristeza y sentimiento, que terminó muriéndose de pena.
Es verdad que la pena es una imperfección, y no pecado,
por cuanto obra en contra de nuestra voluntad. Acerca de lo
mismo nos dice San Francisco de Sales: “Hay algunos que
de su natural son fáciles, otros tardíos, otros duros en reci-
bir las opiniones ajenas, otros inclinados a la indignación,
otros a la cólera, otros al amor; y en suma, se hallan muy
pocas personas en las cuales no pueda señalarse alguna
suerte de imperfecciones”. Y yo digo que esas pocas perso-
nas son las que han cumplido con el Evangelio literalmente.
“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”
(Mateo 5, 48).
Publicado en La Voz de Avilés 12-Julio-2000

208
95.- UNA ESPAÑOLA VITORIANA SERÁ
CANONIZADA

C
reo que nada puede honrar tanto a las naciones
como los beatos y los canonizados. Y aunque no
me lo hubiesen pedido las Siervas de Jesús de la
Caridad, desde Avilés, igualmente me hubiera gustado
escribir algo sobre la fundadora de las mismas, beata María
Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, venerable
desde el día 7 de septiembre de 1989, y beatificada el día 27
de septiembre de 1992. Esta santa será canonizada por Juan
Pablo II el próximo día 1 de octubre en la Plaza de San
Pedro.
El heroísmo de los santos y, sobre todo, el poder sobre-
natural que ejercen en el mundo, se puede comprobar por las
obras que dejan hechas, a base de miles de millones que dis-
tribuyen entre los más pobres y en la construcción de fun-
daciones imprescindibles para poder atender a los más nece-
sitados. ¿De dónde viene ese dinero? María Josefa nunca
tuvo negocios ni retribución alguna por sus exhaustivos tra-
bajos.
Todo le ha sido dado del cielo a través de las oraciones y
penitencias que diariamente hacía, para mover los corazo-
nes de cuantos la rodeaban y conocían el elevado grado de
santidad y pobreza en que vivía. Y así, a la hora de su
muerte, acaecida el 20 de marzo de 1912, dejó 41 casas en
España y en Chile. Pero lo que más conviene meditar no es
precisamente lo que los santos han hecho hasta la hora de
sus muertes. Es, sí, la proyección de un flujo espiritual que
permanece hasta el fin de los tiempos.

209
En el caso que nos ocupa, sor María Josefa continua viva
y con mayor pujanza que cuando residía en la tierra. Esto
resulta muy claro si tenemos en cuenta que las Siervas de
Jesús que la siguen y veneran, han conseguido extender su
obra en 13 naciones con un total de 93 casas. En España las
tenemos en casi todas las provincias y en numerosas ciuda-
des, como pueden ser Madrid, Barcelona, Sevilla, Alicante,
Murcia, Castellón, Burgos, León, Ferrol, Lugo, Vigo, Vito-
ria, Tortosa, Irún, Bilbao, Avilés, Gijón, y un largo etcétera
que rebosaría muchos folios.
Del Corazón de Jesús -raíz y fuente de su verdadera
vocación- recibió María Josefa la más ardiente devoción
para consolar los enfermos en sus casas durante la noche, en
clínicas, hospitales y sanatorios, a los ancianos en residen-
cias, y a los niños en guarderías. Alguien que no considera
todo esto como un verdadero milagro, nos puede decir que
un señor multimillonario también lo podría hacer a base de
sueldos y vigilancia, pero siempre le faltaría la corona del
amor y el meollo de la caridad.
Es de tener en cuenta que las obras filantrópicas que no
se hacen por amor a Dios, dejan de prevalecer cuando el
filántropo fallece, o poco después. He ahí donde podemos
distinguir muy bien lo que procede de la materia y lo que
nace del espíritu. Termino con un solo ejemplo: Hace 1700
años que falleció San Agustín y, tal vez más que nunca, con-
tinúa haciendo el bien hasta hoy. Entretanto, hombres incré-
dulos que han sido buenos y han hecho el bien, todo ha ter-
minado con sus muertes o poco después. Esto sucede
porque el poder de Dios es eterno y lo demás todo pasa.
Publicado en La Voz de Avilés 13-Julio-2000

210
96.- TERCER SECRETO

A
ntes de darse a conocer el tercer secreto de
Fátima, Juan Pablo II quiso cerciorarse de que la
interpretación que él hacía del mismo –que se
había cumplido con su atentado y que si no había muerto,
como decía el secreto, se debía a una intervención especial de
la Virgen– era compartida por Sor Lucía. Para ello, envió a
monseñor Bertone, secretario de la Congregación para la Doc-
trina de la Fe, a visitar a la religiosa en el Carmelo de Santa
Teresa, en Coimbra, donde vive desde hace más de 50 años.
Al prelado vaticano le acompañó el obispo de Leiria-
Fátima, a fin de que hiciera de testigo en la importantísima
conversación. La religiosa confirmó la interpretación del
Papa y dejó claro que es a él a quien compete hacerla. Es
verdad que el “secreto” preanunciaba la muerte del Papa por
arma de fuego, pero hemos de tener en cuenta que también
estaba predestinado que Jesucristo no haría el primer mila-
gro en las bodas de Caná de Galilea, y la Madre de Jesús
consiguió impedir lo que Dios había proyectado y el mila-
gro se hizo, convirtiendo el agua en vino (Juan 2, 3-5).
La cita de Sor Lucía con monseñor Tarcisio Bertone,
encargada por el Santo Padre, y de monseñor Serafín de
Sousa Ferreira da Silva, tuvo lugar el 27 de abril. Sor Lucía
estaba lúcida y serena vertiendo alegría por el viaje del Papa
a Fátima para la beatificación –que ella tanto esperaba
haciendo oraciones y penitencias– de Jacinta y Francisco. El
obispo de Leiría-Fátima leyó la carta autógrafa del Santo
Padre que explicaba los motivos de la visita.

211
Sor Lucía se sintió honrada y la releyó personalmente,
diciéndole estar dispuesta a responder francamente a todas
las preguntas. Llegado a ese punto, monseñor Tarsicio Ber-
tone le presentó dos sobres, uno externo y otro dentro con la
carta que contenía la tercera parte del “secreto” de Fátima,
y ella dijo inmediatamente, “es mi carta y mi letra”. La
vidente estuvo de acuerdo en la interpretación, según la cual
la tercera parte del secreto consiste en una visión profética
comparable a las de la Historia Sagrada.
También reiteró Lucía que la visión de Fátima se refiere
sobre todo a la lucha del comunismo ateo contra la Iglesia y los
cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de las víctimas de
la fe en el siglo XX. A la pregunta: “El personaje principal de la
visión, ¿es el Papa?”. Sor Lucía respondió de inmediato que sí,
y recordó que los tres pastorcitos estaban muy apenados por el
sufrimiento del Papa, y Jacinta repetía: “Pobrecito el Santo
Padre, y me da mucha pena de los pecadores”.
Sor Lucía continúa: “Nosotros no sabíamos el nombre
del Papa, la Señora no nos ha dicho el nombre del Papa, no
sabíamos si era Benedicto XV o Pío XII o Pablo VI o Juan
Pablo II, pero era el Papa que sufría y nos hacía sufrir tam-
bién a nosotros”. Por lo que se refiere al pasaje sobre el
obispo vestido de blanco, esto es, el Santo Padre –como se
dieron cuenta inmediatamente los pastorcitos durante la
visión– que es herido de muerte y cae por tierra, Sor Lucía
está completamente de acuerdo con la afirmación del Papa:
“Una mano maternal guió la trayectoria de la bala, y el
Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte” (Juan
Pablo II, a los obispos italianos, 13 de mayo de 1994).
Pues Sor Lucía, antes de entregar al entonces Obispo de
Leiría-Fátima el sobre lacrado que contenía la tercera parte del
secreto, había escrito en el sobre exterior que sólo podía ser

212
abierto después de 1960, por el Patriarca de Lisboa o por el
Obispo de Leiría, monseñor Bertone le preguntó: “¿Por qué la
fecha de 1960? ¿Ha sido la Virgen quién ha indicado esa
fecha?”.
Sor Lucía respondió: “No ha sido la Señora, sino yo la que
he puesto la fecha de 1960, porque según mi intuición, antes de
1960 no se hubiera entendido, se habría comprendido sólo des-
pués. Ahora se puede entender bien. Yo he escrito lo que he
visto, no me corresponde a mí la interpretación, sino al Papa”.
Finalmente, se mencionó el manuscrito no publicado que
sor Lucia ha preparado como respuesta a tantas cartas como
recibe de devotos de la Virgen y de peregrinos. La obra
lleva el título “Os apelos da Mensagem de Fátima” y recoge
pensamientos y reflexiones que expresan sus sentimientos y
su límpida y simple espiritualidad en clave catequética y
parenética. Le preguntaron si le gustaría que la publicaran,
y ha respondido: “Si el Santo Padre está de acuerdo, me gus-
taría, si no, obedezco a lo que diga el Papa”.
Sor Lucía desea someter el texto a la aprobación de la
Autoridad eclesiástica, y dice tener la esperanza de poder
contribuir con su escrito a guiar a los hombres y mujeres de
buena voluntad por el camino que conduce a Dios. El colo-
quio entre los prelados y Sor Lucía, concluyó con un inter-
cambio de rosarios: Sor Lucía recibió el que el Santo Padre
le obsequió. Y ella, a su vez, les entregó algunos rosarios
confeccionados por ella misma. La bendición impartida en
nombre del Santo Padre concluyó el encuentro.
P.D.: Sor Lucía ha escrito un libro en el que se exponen
los mensajes de la Virgen y la espiritualidad a ellos ligada.
El Vaticano ha dado permiso para publicarlo. Lo leeremos,
si Dios quiere, con gran ilusión.
Publicado en La Voz de Avilés 16 y 17-julio-2000 y en La Voz de Asturias 20-
julio-2000

213
97.- ANÉCDOTAS DE LA VIDA

F ui a Hacienda para comprar unos impresos.


Intenté entrar por la puerta más ancha.
- No, por aquí -me dijo el policía.
Sonó la alarma: piiii...
- ¿Qué lleva? -me preguntó.
Serán las llaves -le respondí.
- Pues deje aquí las llaves.
Sí, señor, tenga las llaves.
- Vuelva a pasar -me dijo.
Vuelvo a pasar y, piiii...
- ¿Qué más lleva? -me preguntó.
Será un crucifijo que me dieron en los cursillos de Cris-
tiandad hace cuarenta y dos años.
- Pues deje el crucifijo aquí y vuelva a pasar.
Sí, señor, tenga el crucifijo.
Vuelvo a pasar y, piiii...
- ¿Qué lleva? -me preguntó con un poco de acritud.
Será el rosario, señor.
- Pues deje aquí el rosario y vuelva a pasar, la gente está
esperando.
Sí, señor, tenga el rosario.
Vuelvo a pasar y, piiii...
- ¿Qué más lleva? -me vuelve a preguntar con nervio-
sismo acentuado.

214
Serán estas monedas con las que pretendo pagar los
impresos.
- Pues deje aquí las monedas.
Sí, señor, tenga usted las monedas.
- Vuelva a pasar ahora -me dijo fatigado.
Sí, señor.
Paso nuevamente y, piiii...
- Esto no termina más -me dijo- ¿Qué lleva?
Puede ser un cilicio que llevo en el muslo.
- ¿Qué es un cilicio? -me preguntó.
Son unas cadenillas con puntas de hierro para hacer un
poco de penitencia.
- Y, ¿para qué hace usted penitencia?
Porque Jesucristo nos dice que si no hiciéramos peniten-
cia igualmente todos pereceremos.
- Pues, muéstreme usted ese cilicio.
No puedo bajarme aquí los pantalones, señor, vamos al
servicio.
- ¡Pase, pase ya y no vuelva más aquí con todo ese tin-
glado!
Gracias, señor.
Publicado en La Voz de Avilés 19-julio-2000

215
98.- JOSÉ MELCHOR

E
stoy leyendo la vida de San Pío X y me admira
cómo este hombre siempre aparecía como el
reverso de la presunción y de la opulencia. Y lo
curioso es que descendía de una familia pobre y humilde, lo
que en muchos casos suele motivar complejos que nos lle-
ven a la pedantería y al sueño de ser y tener.
San Pío X era hijo de un cartero. Su madre, después de
realizar sus labores hogareñas, cosía las ropas que le con-
fiaban para ganar unas monedas y poder sostener los 10
hijos que tenían. José Melchor Sarto (San Pío X) era un niño
muy inteligente, pero tenía que andar 16 kilómetros todos
los días para poder asistir a la escuela, y como su madre le
había comprado unos zapatos nuevos, los llevaba en la
mano para no verlos envejecer, y pagaba la comida al hote-
lero con las clases que les daba a sus hijos.
Años después obtuvieron una beca para él, en virtud de
la cual pudo asistir al seminario de Padua; por dispensa
especial, se le ordenó sacerdote a la edad de 23 años y,
desde aquel momento, se entregó por completo al ministe-
rio pastoral y a los pobres. En 1884 fue consagrado obispo
de Mantua (importante provincia de Italia), donde viajó en
un tren acompañado de un sacerdote para tomar posesión
de la diócesis.
Y como a monseñor Sarto le gustaba andar sin insignias
episcopales, enfundado en su abrigo negro, nadie le podía
reconocer como obispo, y como cardenal después. En estas
circunstancias, viajaban en su departamento dos caballeros

216
ilustrados. Y aprovechando la presencia de los dos sacerdo-
tes para opinar sobre Roma y el Papa, los nuevos obispos, la
política y la Iglesia. El uno, abogado de Mantua, plantea el
caso de Monseñor Sarto, como incompetente para el cargo
que el Papa le había confiado. Este obispo camuflado
detiene con una mirada inteligente el movimiento de su
acompañante, y asiente a la conversación del abogado:
- Cierto, cierto. Parece mentira, para una ciudad de la
categoría cultural y aristocrática de Mantua, donde nació
Virgilio, donde tuvo sus raíces el espléndido árbol de los
Gonzaga, nido familiar de San Luis, que hayan elegido
obispo a un pobre diablo de cura rural, coadjutor y párroco,
canónigo de Treviso. Hay que acabar con estas pretensio-
nes. Que los curas de pueblo sigan predicando a los aldea-
nos y que dejen libres los puestos selectos a los hombres
cultos, preparados.
El abogado mantuano estaba encantado. Bajó al andén a
despedir a los sacerdotes. “Pocas veces -dice el abogado- he
tratado una persona de ingenio tan agudo, tan certero”.
Detiene un instante al otro sacerdote:
Por favor, ¿quién es este bravo sacerdote? -El acom-
pañante de Sarto no puede contenerse. Hace horas que la
andanada le brinca en la lengua, y le responde: “Monseñor
Sarto. Obispo de Mantua”. Esto también sucede ahora
cuando hacemos juicios infundados sobre la Iglesia.
Publicado en La Voz de Avilés 20-julio-2000

217
99.- DIÁLOGO CON UNA CIRUJANA

L
a doctora Marqués es una excelente cirujana. Poco
antes de extirparme un tumor maligno, muchos
pacientes de la misma dolencia envidiaban mi
suerte, sabiendo que sería operado por ella. También se
caracteriza por el optimismo que infunde en el ánimo de los
enfermos. Siempre está dispuesta a servir al prójimo sin otro
interés que no sea el de hacer el bien. A mí me conoce mejor
que mis propios hermanos. Ha leído cinco de mis pobres
libros y muchos artículos.
Con frecuencia nos visita y cena con nosotros, pero como
no practica la religión, jamás le saco a relucir este tema. No
quiero incomodarla. Sólo bendecimos la mesa antes de
cenar, y como es una señora bien educada se santigua
cuando nosotros y responde al Avemaría. Fácilmente se le
nota que tiene inquietud religiosa, pero no se determina en
un sentido ni en otro. Cuando entra en el quirófano, tres o
cuatro veces cada semana, siempre se encomienda -nos
dice- a esas energías superiores que la ayudan.
Este silencio que encuentra en nuestra casa acerca de la
religión, parece haberle inspirado viva curiosidad, y cuando
estábamos cenando hace unos días me dijo: “Es que el nom-
bre de Dios a mi no me va. Algunas veces, en contacto con
religiosas místicas y en el claustro de los conventos, siento
que tengo espíritu, pero no creo que sea inmortal”.
Observa -le dije- cómo las obras de caridad que se prac-
tican en nombre de Dios prevalecen perpetuamente. Tú
sabes que niños tan ingenuos y sencillos como los pastorci-

218
tos de Fátima, no sólo han pasado a la historia universal,
sino que se han inmortalizado para siempre, y ya son más de
cinco millones de personas los que visitan Fátima todos los
años, pidiéndole que intercedan por todos los males que
sufrimos los peregrinos.
-¿Y sólo por ver a la Virgen los han subido a los altares?
-No. Los han beatificado por el heroísmo que demostraron
y por los milagros que se les atribuyen y que vosotros, los
médicos, habéis certificado como curaciones inexplicables
para la ciencia médica. Como puede ser la señora que lle-
vaba 24 años paralítica en una silla de ruedas, y esta misma
señora, con gran habilidad, caminando con sus propios pies,
se acercó al Papa para besarle la mano y mostrarle cómo
había quedado perfectamente bien después de hacerles una
novena a Jacinta y a Francisco.
-Eso de pasar a la historia -me dice- es muy relativo.
También han pasado a la historia, hace más de dos mil años,
Sócrates, Virgilio Marón, Arístides, Aristófanes, y tantos
otros.
Sí, es verdad -le dije-, pero sólo se les recuerda por
alguna máxima, proverbio, aforismo y poco más; mientras
que el bien que hacen los hombres de Dios -los santos-
nadie lo puede evaluar porque Dios lo proyecta y lo engarza
hasta lo infinito.
- Es que tú -señaló- todo lo ves de Dios. -Felizmente sí,
querida doctora. ¿Vamos a Fátima en agosto? -Vamos, sí -
me dijo sonriendo.
A todos nos besó para marchar y se fue muy contenta.
Espero que en las procesiones de Fátima termine cambiando
el nombre de esas energías superiores que le ayudan por el
santo nombre de Dios.
Publicado en La Voz de Avilés 22-julio-2000

219
100.- EL PAPA Y LOS GAYS

H
e conocido a un abogado homosexual que ha
sido un buen ejemplo toda su vida. En dos oca-
siones me defendió paladinamente con talento y
ahínco, hasta conseguir el cobro de una deuda que tenían
conmigo dos inquilinos morosos y avispados. Era un caba-
llero inteligente e impregnado de dignidad. Profundamente
católico, diariamente asistía a la primera misa de madru-
gada, y allí le ofrecía al Señor la cruz que le había dado,
sabiendo que otras mayores las viene sufriendo gran parte
de la humanidad sin remedio posible.
Él sabía que satisfacer sus pasiones era una monstruosi-
dad aberrante. Y así, nació virgen y virgen se fue para la
vida eterna. Conocía perfectamente el Evangelio y decía:
“Si un ciego conduce a otro ciego, los dos juntos caerán en
el hoyo” (Mateo 15, 14). Estos señores tan dignos y respe-
tables, actualmente empequeñecen con su ejemplo a la
inmensa mayoría de los heterosexuales que vulneran la ley
de Dios, sembrando el concubinato y la lujuria con el orgu-
llo de sentirse donjuanes. Sin medir nunca las consecuen-
cias que vienen después con el sida y los llamados “malos
tratos”.
Cuando la vanagloria nos dicta la manera de pensar y
actuar, seguro estoy de que viene lo peor. Esto es lo que ha
ocurrido a través de la famosa marcha del orgullo gay,
cuando en el colmo del ridículo, han intentado procesar a
Juan Pablo II por parte de un grupo de homosexuales holan-
deses. Hace falta ser perversos y malintencionados, sin un

220
mínimo de sentido común para acusar al Papa de incitar al
odio contra los homosexuales. Si alguien ha dicho palabras
cristianas de comprensión y ayuda a los sodomitas, ha sido
precisamente Juan Pablo II.
El Santo Padre siempre se ha mostrado a las personas que
sufren, incluyendo, precisamente, en este caso, a los homo-
sexuales, pidiendo que dejen de ser marginados y que se
tenga en cuenta la dignidad de la persona. Pero no, por
supuesto, a quienes desfilan exhibiendo una insoportable
altanería para la práctica legal de aberraciones. Esto sucede
cuando se parte del error de que todo da igual y que cada
persona puede hacer de su cuerpo y de su espíritu lo que le
viene en gana.
Todos y cada uno de los seres humanos, sean cuales fue-
ran nuestras limitaciones y condicionamientos personales,
somos iguales en dignidad a los ojos de Dios. Pero en nues-
tras ideas y en nuestras acciones todo no da igual; hay ideas
y acciones dignas y respetables, otras carentes totalmente de
dignidad. Y la verdad y la moral que son las que nos hacen
libres, son las que son, por muchas manifestaciones y desfi-
les que hagan quienes piensan lo contrario. El hombre ha
sido llamado a pensar y actuar como su creador: Cristo. Y
mientras no se someta a sus preceptos, siempre irá cami-
nando con una cruz arrastre y otra sobre los hombros. Esto
es lo que los padres tenemos obligación de enseñar a nues-
tros hijos; todo por el bien de sus cuerpos y de sus almas.
Publicado en La Voz de Avilés 25-julio-2000

221
101.- SANTA MARTA

E
l día 29 del actual mes de Julio se celebra la festi-
vidad de Santa Marta, hermana de Lázaro y de
María. Esta señora -Marta- abnegada y activa
vivía en Betania con sus hermanos. Una ciudad pobre que
tuvimos el gozo de conocer en una peregrinación a Tierra
Santa. Dista unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cer-
canías del Monte de los Olivos. Jesús había vivido en Gali-
lea al principio de su ministerio público, pero al tercer año
de su predicación se trasladó a Judea y acostumbraba enton-
ces a visitar, en Betania, a sus discípulos.
El Hijo del Hombre también era sociable y afectuoso.
Necesitaba el cariño y el calor de sus amigos, y los tres her-
manos predichos le querían apasionadamente y le recibían
con júbilo en aquel hogar piadoso y santificado con la pre-
sencia del Señor. San Juan nos dice que “Jesús amaba a
Marta y a su hermana María y a Lázaro”. Según parece
Marta era mayor que María, pues ella se encargaba de la
dirección de la casa. San Lucas refiere que, cuando el Señor
iba a Betania, Marta le atendía con gran solicitud y se afa-
naba mucho por servirle. Entretanto, María se sentaba a los
pies del Maestro para escuchar sus palabras y contemplar al
Santo de los Santos.
Sin duda que Marta amaba tanto a Jesús que todo lo que
hacía le parecía poco, y hubiese querido -como todos los
santos- que todos los hombres empleasen las manos, los
pies, el corazón y todos los sentidos y facultades en el ser-
vicio del Creador del mundo que se había hecho hombre

222
para redimirnos del pecado. Por eso Marta pidió al Salvador
que reconviniese a María para que la ayudara. Nuestro
Señor se complacía ciertamente en el afecto y devoción que
le profesaba Marta, pero encontró más digno de alabanza el
celo tranquilo con que María se consagraba a la única cosa
realmente importante, que es la atención del alma en Dios:
“Marta, Marta -le dijo-, te afanas en muchas cosas, cuando
sólo una es más necesaria, María ha elegido la mejor
parte...”.
En la vida activa, el alma se dispersa con alguna fre-
cuencia y pierde de vista el fin principal; en cambio, en la
vida contemplativa se concentra en Dios y se une a Él por la
adoración y el amor. La vida contemplativa es una especie
de noviciado del cielo, pues la contemplación es la ocupa-
ción de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo
alabó la elección de María y afirmó que nunca cesaría en la
contemplación, y todavía añadió: “Sólo una cosa es necesa-
ria”. Eso significa que la salvación eterna debe ser nuestra
única preocupación.
Diariamente estamos viendo cómo nuestros contemporá-
neos -y muchos jóvenes también- inexorablemente, despo-
seídos de todo lo terreno se van al tribunal de Dios para ser
juzgados por el bien y el mal que hayan hecho en el corto
periodo de vida que nos fue concedido en la tierra, donde
tanto hemos luchado para evitar las penas y vivir lo mejor
posible, despreocupados, tantas veces, de lo que a todos nos
espera: despedida y muerte.
Publicado en La Voz de Avilés 29-julio-2000 y en El Comercio 8-agosto-2000

223
102.- SANTIAGO APÓSTOL

U
n poco tarde se me ocurre escribir acerca del
Apóstol Santiago. Ha pasado la fecha que corres-
pondía para hacerlo, pero no ha pasado la histo-
ria de un hombre que ha convivido con Jesucristo y ha sido
el primero en seguir al martirio del Señor. El Apóstol San-
tiago es el único discípulo de Jesús que llegó a España para
decirnos lo que el Mesías le había dicho personalmente. La
historia nos dice que predicó en Oviedo, en Zaragoza, en
Iria Flavia (actualmente El Padrón) y en otras provincias de
España.
Santiago era hermano de San Juan Evangelista e hijo de
Zebedeo. Originario de Galilea. Con su padre y su hermano
practicaba el oficio de pescador. Pero un día, cuando Jesús
paseaba por la orilla del lago de Genezaret, vio a Pedro y
Andrés que pescaban y les llamó para convertirles en pes-
cadores de hombres. También llamó entonces a otros dos
jóvenes, Santiago y Juan, que estaban en la barca, con su
padre, remendando las redes y ambos abandonaron la tarea
y siguieron al Maestro. Pues los dos estaban bien informa-
dos por Pedro de que Jesús era el Mesías esperado.
Santiago tuvo la dicha de presenciar -junto con San
Pedro- la curación milagrosa de la suegra del Príncipe de los
Apóstoles y la resurrección de la hija de Jairo. Jesús les dio
el nombre de “Hijos del trueno”, a causa del temperamento
impetuoso de los dos apóstoles. En efecto, cuando en la
población de Samaria se negaron a admitir a Cristo, ambos
hermanos le sugirieron al Señor que hiciera bajar fuego del

224
cielo para exterminar la ciudad, hasta que el Señor les hizo
comprender que las verdaderas armas de la conquista eran
la mansedumbre y la paciencia: “No sabéis cuál es el espí-
ritu que os guía. El Hijo del Hombre no vino a destruir a las
almas sino a salvarlas” (Lucas 9, 54).
Pero la enseñanza y el ejemplo del Maestro no cambia-
ron la mentalidad de los hermanos impetuosos. Esto sólo
sucedió cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos y les
dio a conocer la verdadera misión de todos los cristianos:
mansedumbre, amor y perdón. Virtudes que antes no
conocían. En efecto, la madre de los dos apóstoles, conven-
cidos de que Cristo iba a fundar un reino temporal, le pidió
al Señor que Santiago y Juan se sentaran a gobernar con Él,
uno a la derecha y otro a la izquierda. Al hacerlo así la
buena mujer interpretaba el sentimiento de sus hijos. Por
eso Cristo respondió a los dos apóstoles, diciéndoles que no
sabían lo que pedían, porque los mejores puestos de su reino
no estaban reservados para los ambiciosos, sino a los más
humildes, trabajadores y pacientes.
A pesar de las reprensiones que Cristo les hacía a los
hijos de Zebedeo, no por ello dejó de escogerlos para que le
acompañaran en los momentos más importantes de su vida.
Pedro, Santiago y Juan fueron los únicos que presencia-
ron la Transfiguración de Cristo en el monte Tabor, y los
únicos que le acompañaron de cerca durante la agonía y el
sudor de sangre en Getsemaní. Y después de la Ascensión
de Cristo a los cielos, Santiago Apóstol, con el beneplácito
de la madre de Jesús, entró en las tierras de España, donde
viajó con algunos discípulos que había conquistado en
Oviedo. Y junto con ellos, en Zaragoza, predicó Santiago
algunos días tratando del reino de Dios, y por la noche,
recorría las riberas el Ebro para tomarse algún descanso, y

225
allí oyó voces de ángeles que cantaban “Ave María, gracia
plena”, y vio aparecerse a la Virgen de pie sobre un pilar de
mármol.
Por aquellas fechas -en el año 40- todavía vivía la Virgen
en carne mortal. Y ha sido en esa aparición cuando Ella,
sobre la columna de mármol le pidió a Santiago Apóstol que
construyera una iglesia en torno al pilar donde se apoyaba,
al mismo tiempo que le decía: “Permaneceré en este sitio
hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre
portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que
en sus necesidades imploran mi protección”. Es claro que la
primera iglesia en honor de María la tenemos los españoles,
y ha sido consagrada por el Apóstol con el título de Santa
María del Pilar.
Cuando Santiago regresó a Jerusalén muy satisfecho del
bien que había hecho en España, el rey Herodes Agripa I
desencadenó en Jerusalén la guerra contra los cristianos.
Clemente de Alejandría, cuyo testimonio repite Eusebio
diciendo el valor y la constancia con que el Apóstol soportó
el martirio, convirtieron al hombre que le había entregado,
quien fue condenado a morir con él. Cuando llegaron al sitio
de la ejecución, el traidor arrepentido pidió perdón al Após-
tol por haberle entregado. Santiago se volvió hacia él y le
abrazó, diciéndole: “La paz sea contigo”. En seguida le dio
un beso.
Ambos fueron decapitados al mismo tiempo. La Sagrada
Escritura dice simplemente que Agripa “mandó matar por la
espalda a Santiago, el hermano de Juan” (Hechos 12, 2). El
Apóstol fue sepultado en Jerusalén, pero, según la tradición
española que data aproximadamente del año 830, el cuerpo
de Santiago fue más tarde trasladado en un barco a Iria Fla-
via (Galicia) y después a Compostela. El santuario que

226
todos conocemos, y que ha sido construido en honor de San-
tiago Apóstol, nos dicen que llegó a ser desde la Edad
Media, uno de los más famosos de toda la cristiandad.
Las reliquias del Apóstol allí las tenemos hasta hoy. El
Papa León XIII, en 1884, las calificó de auténticas en una
bula. Visto con los ojos de la fe, esta afirmación se hace evi-
dente si tenemos en cuenta los millones de peregrinos que
han llegado a Santiago de Compostela con los pies desolla-
dos, después de recorrer cientos de kilómetros para ofre-
cerle al Apóstol las penitencias heroicas que practican, es
decir, algo así como un flujo luminoso que baja del cielo
diciéndonos donde está la verdad y cómo debemos de ser-
virla para que pueda adentrarse en nuestras almas, sin exi-
gencia de ciencia ni cultura.
Publicado en La Voz de Avilés 2 y 3-agosto-2000

227
103. - A L SEÑ OR AL CAL DE DE L
AYUNTAMIENTO DE CANDAMO

S
eñor Alcalde: No tengo el gusto de conocerle per-
sonalmente, aunque los dos hemos nacido en las
tierras amadas de Candamo. He conocido a su
abuelo cuando era jovenzuelo y siempre recordaré los bue-
nos consejos que nos daba. También me tocó alguna vez
acompañar a su padre caminando desde Ventosa hasta
Grado con las vacas que llevábamos a vender, él como tra-
tante de ganado, yo como humilde labrador.
Estas personas laceradas por el sol, el frío y la lluvia, con
las manos bien encallecidas por el duro bregar en las faenas
del campo, son las que mejor ejemplo nos dan para agrade-
cerle a Dios el progreso que hemos experimentado desde
aquellas fechas hasta hoy. Y pienso que usted también ha
sabido aprovechar esa coyuntura como modelo a seguir para
convertir las caleyas de La Mafalla y otros pueblos limítro-
fes en carreteras donde las almadreñas ya se han quedado
atrás, pudiendo ahora pasear con zapatos brillantes.
Arguye este preámbulo en mi mente después de ver el
comportamiento ejemplar que ha tenido -usted y su Corpo-
ración Municipal- con el pueblo de La Mafalla, mis queri-
dos convecinos, concediéndonos los materiales suficientes
para restaurar la ermita de Santa María Magdalena, sin fal-
tar la asistencia del competente aparejador que usted nos
envió para dirigir la obra.
El ilustre catedrático de Lengua y Literatura, don Fidel
García Martínez, ha publicado una carta en La Voz de
Avilés con sana intención, y se lo agradezco, pero me sentí

228
ruborizado viendo que me consideraba como el protagonista
de dicha obra, cuando en verdad sólo hice colaborar con
unas pesetas para la mano de obra. Entretanto, los vecinos
de La Mafalla, todos contribuyeron -en la medida de sus
posibilidades- para costear los bancos y embellecer la
ermita con imágenes de santos y con la Santina de Cova-
donga.
Por eso quiero dejar constancia del bien que han hecho
todos los vecinos a la hermosa Capilla, sin excluir a los que
han emigrado para Avilés, Oviedo u otras ciudades, pues
todos visitan su pueblo natal con verdadera fruición y el
recuerdo imborrable de tiempos que no volverán. También
se postran todos a los pies de Santa María Magdalena para
venerarla con verdadera unción, seguros de que siempre nos
aliviará las penas y tribulaciones que a todos nos visitan con
alguna frecuencia.
Espero, señor Alcalde, que no deje de visitarnos en La
Mafalla cuando tenga a bien el pasar por el pueblo que usted
ha mejorado tanto. En nuestra residencia -los fines de
semana- tendremos el gusto de saludarle y tomar un café en
honor de la Santa predicha.
Le saluda cordialmente, el más humilde servidor,
Publicado en La Voz de Avilés 4-agosto-2000

229
104.- EL PODER DESATADO

E
ncendí la televisión cinco minutos antes del Tele-
diario y me metieron un gol. Una señora o seño-
rita (Dios sabe lo que son ahora) hizo unas decla-
raciones con la mayor naturalidad y sencillez: “Llevaba diez
años de matrimonio y no teníamos de qué hablar. Quiero un
matrimonio limpio. El amante que tengo ahora es muy sen-
cillo y sensible. Me gusta que sea así y por eso le quiero. Él
está conmigo y yo con él porque queremos estar juntos. Sólo
deseo darle el mejor regalo, un hijo. Eso de estar sujetos por
papeles es absurdo. El amor tiene que salir de dentro. No
puede ser hasta que la muerte nos separe”.
Estas lecciones morbosas que nuestros gobernantes
pagan muchos millones por ellas, son las que van formando
un conjunto de cosas que terminan configurando el estado
patológico de una nación, porque el egoísmo excesivo es
una enfermedad crónica. Y la señora predicha le importa un
bledo que los hijos lloren por su madre o por su padre. Se
olvida que la falta de afectividad en los niños los deja mar-
cados por secuelas que no las conseguirán borrar hasta que
la muerte los separe de la vida.
Aznar nos ha dicho desde el poder que España va bien.
Si se ha referido a la economía, al empleo y al descenso de
la corrupción, esta sentencia o aseveración es aceptable.
Pero no puede ignorar que los medios de difusión que con-
trola el Gobierno, muy sutilmente nos ofrecen la muerte de
los nonatos como solución a los problemas del paro. Tam-
bién es de tener muy en cuenta el crecimiento de la inesta-

230
bilidad conyugal, destrucción de la familia, droga, sida...
que los gobiernos democráticos han creado.
Todo parece que los mandatarios políticos están desin-
formados, pues deberían saber que el aborto no es una solu-
ción sino un problema mucho mayor para las mujeres: el 64
por ciento de las señoras que han abortado acaban en trata-
miento psiquiátrico, según estudios norteamericanos, y la
Real Academia de Obstetricia de Inglaterra anuncia un 59%
de problemas psicológicos graves como secuela del aborto
en la mujer.
Entre estos trastornos figuran: depresiones e impulsos
suicidas, frigidez y hostilidad entre las parejas, agresividad
y maltrato a sus otros hijos, y disminución de la capacidad
laboral, nerviosismo y agotamiento, esterilidad, abortos
espontáneos y perforaciones de útero. Y a todo esto nos
dicen que el aborto es progresista, queriendo ignorar que la
solución política del exterminio ya tiene precedentes noto-
rios, desde Herodes hasta los hornos crematorios en la Ale-
mania de Hitler donde asesinaban los “indeseables”, gracias
al poder desatado.
No sé cuando, pero este desmadre ha de terminar: “Todo
poder cae a impulsos del mal que ha hecho. Cada falta que
ha cometido se convierte, tarde o temprano, en un ariete que
contribuye a derribarlo” (Concepción Arenal).
Publicado en La Voz de Avilés 5-agosto-2000

231
105.- MUJERES HUMILDES

C
on frecuencia sucede que las mujeres humildes
comenzaron su adolescencia con la sana inten-
ción de casarse y formar un hogar feliz con el
hombre soñado y los hijos que pudieran tener. En esa etapa
de la vida se maquillaban un poco y salían al paseo llenas de
ilusión y elegancia, con el atractivo femenino que tanto les
seduce a los hombres. Las madres que han dejado atrás esas
experiencias se ilusionan viendo a sus hijas llenas de belleza
y disfrutando de la juventud.
Así llega el momento del noviazgo y los consabidos
comentarios en el hogar y entre las amigas. Las relaciones
siguen adelante y crece el amor. Entonces las madres
comienzan a ver el peligro lujurioso y no dejan de preocu-
parse hasta no verlos desposados. La joven humilde se pre-
ocupa del marido y de la prole que va saliendo a través de
los años. Su cuerpo y su semblante se van desluciendo con
el trabajo ajetreado del hogar y los hijos.
El esposo que tenía un puesto modesto en la empresa, se
va superando en el trabajo y subiendo escalones hasta con-
seguir una jefatura que nunca había soñado. A esa altura
comienza a mariposear con las secretarias perfumadas y
jóvenes. Y como su santa esposa está desfasada por haber
consagrado su vida al trabajo cotidiano del hogar y al cui-
dado de su esposo, éste, en vez de agradecérselo y darle
pruebas constantes del amor que le debe, la desprecia y
humilla sin consideración ni piedad, hasta que resuelve -
después de maltratarla- divorciarse y dejarla triste y abatida

232
adulterando con otra joven que terminará apropiándose de
sus ganancias y buscando alguien más joven cuando pasen
unos años y el adúltero ya no le sirva.
Estas son las normales consecuencias de las separaciones
y el divorcio: Vejación para la esposa fiel y solícita. Tristeza
y soledad para su legítimo esposo. Desesperación para su
concubina. Frustración y desencanto para los hijos. Escán-
dalo para las personas pundonorosas e infelicidad para
todos. Entretanto, los que saben apreciar la fidelidad de su
esposa y la abnegación continua en beneficio del hogar, dis-
frutan del amor familiar, de la paz, de una conciencia limpia
y, por último, Dios los acoge en el cielo por haber respetado
sus santas leyes.
Publicado en La Voz de Avilés 12-agosto-2000

233
106.- MASTAI FERRETTI

S
e dice que la causa de beatificación de Pío IX
(Mastai Ferretti) es una de las más largas y difíci-
les de la historia de la Iglesia. Fue puesta en mar-
cha por Pío X, el 11 de febrero de 1907. Después fue relan-
zada por Benedicto XV. También se interesó por la misma
Pío XI, y tras la segunda guerra mundial Pío XII ordenó que
fuese agilizada. Con Pablo VI experimentó importantes
avances, pero los detractores de la Iglesia, como Hans
Küng, Edward Schillebeeckx, J. B. Metz y el español John
Sobrino, aseguran que el pontificado de Pío IX “estuvo mar-
cado por serias crisis teológicas y políticas”.
Conforme a lo que ha publicado el diario “El Mundo”,
una veintena de teólogos que colaboran en la revista “Con-
cilium” han publicado un comunicado en el que rechazan la
beatificación de Pío IX por “antijudío, absolutista y ene-
migo de la libertad de conciencia y de expresión”, pero el
milagro que ahora se le atribuye a Pío IX, verificado por la
Consulata de médicos el 15 de enero de 1986, es la curación
milagrosa de una religiosa francesa, desahuciada por los
médicos.
Este prodigio ha dado lugar a Juan Pablo II para que el
año 2000 sea beatificado Pío IX, el mismo día en que tam-
bién lo será Juan XXIII. Es bueno recordar que el Papa Mas-
tai fue quien proclamó el dogma de la Inmaculada Concep-
ción de la Virgen María, y el de la infalibilidad pontificia.
Reconoció la veracidad de las apariciones en Lourdes, y ha
sido hostigado por la masonería.

234
Estos ataques a un Papa, no pueden sorprender a quienes
conocen lo que opinan los que ahora protestan. Olvidan los
acusadores del futuro beato, que empezó su gobierno con
una amnistía para los presos políticos. Olvidan que los libe-
rales intentaron acabar con él y sólo pudo huir, para refu-
giarse en Gaeta, gracias al embajador de Baviera. Olvidan
que cuando regresó a Roma, encontró los templos saquea-
dos para pagar con obras de arte a los masones ingleses que
habían financiado la guerra.
Pienso que lo que de verdad le molesta a Hans Küng y
compañía, es el que Pío IX fuera el Papa del dogma de la
infalibilidad pontificia. Eso es lo que no pueden perdonarle
y por eso, tal vez, arremeten contra él, buscando entre sus
errores humanos los medios que más eficaces consideran
para impedir que sea beatificado, porque en los hombres
que suben a los altares se intensifica la evidencia de todo lo
que han dicho y hecho.
Es verdad que el dogma de la Inmaculada no necesita de
más ratificaciones. La misma Virgen de Lourdes le dijo a
Bernardette: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Esto
sucedió unos años después de ser proclamada Inmaculada
por Pío IX, lo que nos deja muy claro que tampoco le han
faltado inspiraciones divinas al que este mismo año lo vere-
mos en los altares, tal vez el 3 de septiembre.
Publicado en La Voz de Avilés 13-agosto-2000

235
107.- CIENCIA, RAZÓN Y FE

H
ace algunos años me fue dedicado un libro que
lleva más de dos millones de ejemplares vendi-
dos, sólo en España. Se titula “Para Salvarte”, y
ha sido escrito por un hombre de Ciencia, Jorge Loring, S.I.
En este volumen se demuestra que sólo un 2% de los cientí-
ficos niegan la existencia de Dios. Esto me recuerda a Sal-
vador de Madariaga cuando decía: “Los hombres más emi-
nentes de la Ciencia no vieron nada en su actitud científica
que les impidiera creer en Dios”.
Sirviéndome de algunos datos del libro predicho, empe-
zaré por Alexis Carrel, muerto en 1944, Premio Nobel de
Medicina, dice: “Yo creo todo aquello que la Iglesia Cató-
lica quiere que creamos. Y, para hacer esto, no encuentro
ninguna dificultad, porque no encuentro en la verdad de la
Iglesia ninguna oposición real con los datos seguros de la
Ciencia”. El Premio Nobel Paul Sabatier, muerto en 1941,
ha dicho: “Contraponer la Ciencia con la Religión es cosa
de gente poco experta en uno u otro tema”.
El P. Manuel M. Carreira, Doctor en Ciencias Físicas y
Profesor de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de
Cleveland (EE.UU.), dice: “Ni por ser sacerdote he tenido
que viciar un razonamiento científico, ni fue preciso nunca
que cerrara mis ojos a la Ciencia para mantener la fe”. El
Doctor Juan Oró, nacido en Lérida, que fue uno de los más
prestigiosos bioquímicos de Estados Unidos y que trabajaba
para la NASA, afirmó: “Para mí no hay contradicción entre
Fe y Ciencia”.

236
La contradicción que existe entre la Ciencia, la razón y la
fe, es cuando el conocimiento científico se emplea en con-
tra de las leyes divinas, como ha sucedido en Hiroshima,
donde los 8.437 km2 fueron desolados con la explosión de
la primera bomba atómica que pusieron en marcha los nor-
teamericanos, con un saldo de 78.150 muertos y 13.000
desaparecidos, sin contar más de 10.000 heridos graves y las
secuelas que ha dejado para cientos de miles de personas
con las emanaciones radiactivas.
Lo único bueno que se puede decir de este hecho mons-
truoso es que el sargento que le dio salida a la bomba desde
el avión, cogió miedo al infierno y se retiró del mundo para
vivir en un convento de clausura hasta su fallecimiento hace
dos o tres años. ¿Quién podrá negar que estas hecatombes
sólo las cometen los hombres que no aceptan los dogmas de
fe revelados por Dios, pues no puede rechazarse ni uno? No
se puede ser “casi católico”, lo mismo que no se puede estar
“casi vivo”, porque eso es estar muerto.
La fe no nos separa de la razón, pero la razón por sí sola
no engendra la fe. Cuando uno niega la existencia de Dios -
siempre indemostrable- se siente inclinado a encontrar más
y más dificultades, y a no parecerle satisfactorias las solu-
ciones que se le dan. La fe no es consecuencia de un razo-
namiento, pero debe ser razonada. El Concilio Vaticano I
dijo: “La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que
Dios es principio y fin de todas las cosas, puede ser cono-
cido con certeza y por la luz natural de la razón humana par-
tiendo de las cosas creadas”.
No intento juzgar de soberbio a nadie, pero sólo cuando el
corazón humano se rinde a la gracia en un acto de humildad y
sencillez es cuando nace la fe. La razón tiene que ir acom-
pañada de oración humilde. Es preciso tener un corazón lim-

237
pio para que Dios escuche nuestras súplicas. Nunca debemos
de olvidar que Jesús sólo se manifiesta a los humildes.
Con la fe profundizamos en el conocimiento de la Reli-
gión y vemos cosas insospechadas para el que no la tiene.
San Pablo nos dice que “lo invisible de Dios, desde la crea-
ción del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de las
obras”. Dice el P. Carriere, S. I., Profesor de Física y Astro-
nomía en la Universidad de Cleveland (EE.UU.): “Tenemos
una perfecta concordancia entre la ciencia moderna y la idea
bíblica y cristiana de la creación. El universo comienza por
creación. El concepto de creación está en perfecto acorde
con la Física y la Astrofísica moderna”.
El Premio Nobel de Medicina John C. Eccles en el prólogo
de “Las fronteras del evolucionismo” nos dice que “cada
alma es una nueva creación divina. Me permito decir que nin-
guna otra explicación es sostenible”. Y la Iglesia siempre ha
insistido en el hecho de que siendo espiritual el alma humana
sólo puede existir por haber sido creada, y no tiene sentido
que proceda de un animal inferior por evolución.
Pío XII en la Encíclica “Humani Generis”, nos ha dejado
escrito: “La fe católica nos obliga a retener que el alma
humana ha sido creada inmediatamente pro Dios”. Y les
dijo a los mejores científicos del mundo, reunidos el 22 de
noviembre de 1951, que “la Ciencia de hoy ha confirmado
con la exactitud propia de las pruebas físicas, que nuestro
Universo es obra de UN CREADOR”.
En el XXI Congreso de Premios Nobel celebrado en Lin-
dau (Alemania), habló el Profesor de la Universidad de Cam-
bridge, Paul Dirac, Premio Nobel de Física, y afirmó que “es
necesario admitir la existencia de Dios en la creación del Uni-
verso, pues atribuirlo a la casualidad, no es científico”.
Publicado en La Voz de Avilés 16 y 17-agosto-2000

238
108.- ¿SABÍA USTED QUE...?

¿S abía usted que el número total de estrellas del


Universo se calcula en 200.000 trillones? ¿Sabía
usted que fuera de nuestra galaxia la nebulosa de
Andrómeda está a dos millones de años-luz. Coma de Virgo
a 200 millones de años-luz y el Cúmulo de Hidra a 2.000
millones de años-luz? ¿Sabía usted que el astro más lejano
que se conoce hasta el momento —Quásar PKS— dista de
la Tierra 15.000 millones de años-luz?
¿Sabía usted que el radiotelescopio de Arecibo (Puerto
Rico) tiene 305 metros de diámetro, y que desde él se lan-
zan todos los años señales al espacio buscando civilizacio-
nes extraterrestres, sin ningún resultado positivo? ¿Sabía
usted que la Tierra es una bola de 40.000 kilómetros de perí-
metro, y que el sol es 1.300.000 veces mayor que la Tierra?
¿Sabía usted que en la estrella Antares, de la constelación de
Escorpión caben 115 millones de soles? ¿Sabía usted que
Alfa de Hércules, que está a 1.200 años-luz, y es la mayor
de todas las estrellas conocidas, es 8 billones de veces
mayor que el sol?
¿Sabía usted que la mayor radio-estrella conocida hasta
hoy es DA-240 que tiene el fabuloso diámetro de 6 millones
de años-luz, y que el diámetro de esta radio-estrella es
sesenta veces mayor que el diámetro de nuestra galaxia, la
Vía Láctea? ¿Sabía usted que para mantener nuestro sol la
temperatura actual necesitaría consumir una tierra como la
nuestra con todos sus mares cada sesenta segundos?

239
¿Sabía usted que la Tierra avanza a una velocidad de
100.000 kilómetros por hora, y el sol va a 300.000 kilóme-
tros por segundo hacia la Constelación de Hércules, y la
Constelación de Virgo se aleja de nosotros a 1.000 kilóme-
tros por segundo? ¿Sabía usted que hay estrellas que se ale-
jan de nosotros a 276.000 kilómetros por segundo? ¿Sabía
usted que la cola del cometa Halley tiene una longitud de 50
millones de kilómetros, y que pasó junto a nosotros en el
año 1910, y que volvió a pasar cerca de la Tierra en 1986, y
que los jóvenes lo volverán a ver en el 2.062?
Todo esto nos muestra la precisión exacta con que reco-
rren la trayectoria que tienen designada por la omnipotencia
de Dios y su infinita inteligencia. ¿Qué sucedería si los
millones de coches que hay en España se quedaran sin chó-
fer en las carreteras? Y, ¿qué sucedería si ese número infi-
nito de bolas gigantes se quedaran sin su Conductor?
Publicado en La Voz de Avilés 23-agosto-2000

240
109.- HABLAR DEL PAPA

H
ablando del Papa con la Madre Superiora del
Convento de las Carmelitas de Santa Teresa, en
Coimbra, nos dijo lo que todos los religiosos de
la más alta esfera piensan sobre el Santo Padre: “Con
motivo de sus viajes a Fátima, y habiéndonos pedido que no
faltara Sor Lucía a su lado, he tenido el gozo de dialogar con
él algunos minutos. Esta última vez -cuando vino a beatifi-
car a los pastorcitos- le pedí permiso para que Sor Lucía
pudiera ver los lugares donde pastoreaba sus ovejas, para
entrar en la Basílica y ver a sus primos -Jacinta y Francisco-
en los altares, para ver el sepulcro que le tienen preparado al
lado de Jacinta en la Basílica y para despedirse de sus fami-
liares. El Papa nos dio el beneplácito sonriendo y nos dijo
que pronto nos encontraríamos en el cielo disfrutando eter-
namente de las bienaventuranzas”. Y añadió la religiosa:
“El Papa es un santo gigante, un regalo de Dios, un hombre
con imán”.
Y es que a nadie se le escapa la gran atracción que ejerce
también el Santo Padre, con su magnetismo. El Papa atrae y
convence a los jóvenes, con los que sintoniza en la rebeldía
ante las injusticias y en la actitud de sólida esperanza. Atrae
y convence a los niños, a quienes se acerca con su natural
sencillez y alegría. Atrae y convence a los enfermos, él que
lleva impresa la huella de tantos achaques. Atrae y con-
vence a los obreros, él que ha trabajado duramente en las
canteras. Atrae y convence a la gente generosa, él que en el
servicio a los otros ha curtido hasta la piel de su espíritu.

241
Atrae y convence a los líderes de otras culturas y religiones,
él que sabe valorar lo que hay de bueno en ellas. Atrae y
convence a los que tienen vida interior, él que alcanza la
cima de la sabiduría mística. Atrae y convence a los perse-
guidos a causa de la justicia, él que ha experimentado en sus
carnes los efectos del totalitarismo en el siglo XX.
Asimismo atrae y convence a gobernantes, este hombre,
regalo de Dios, que con el aliento del Espíritu Santo guía
primorosamente a la Iglesia. ¿Será esto por lo que tanto
estorba a algunos como Pontífice máximo, pues su coheren-
cia atrae y convence poderosamente? ¿No es verdad que
temen su alta autoridad moral y la fuerza de su santidad?
Recordamos su respuesta indirecta para los que se preocu-
pan excesivamente de su salud y piden su dimisión espe-
rando que llegue un “progresista” a sustituirle. Respuesta:
“Dios no pide nunca nada más allá de nuestras fuerzas. Él
nos da la fuerza de cumplir todo lo que se espera de noso-
tros”. A pesar de lo dicho, les ha dejado una carta manus-
crita a sus íntimos colaboradores para que puedan sustituirlo
inmediatamente en el supuesto de que sus facultades menta-
les llegaran a deteriorarse. Karol Vojtyla, hasta lo imprevi-
sible tiene previsto.
Publicado en La Voz de Avilés 25-agosto-2000

242
110.- ENSEÑANZA RELIGIOSA

S
i prescindimos de las revistas católicas y de lo que
nos dice continuamente el Santo Padre, apenas nos
enteramos del por qué sufrimos tantos males en
España. Se protesta con justa razón de los crímenes de ETA,
se protesta por la subida de los carburantes, se protesta por
las víctimas que tanto abundan entre las parejas de hecho, y
en algunos casos también entre matrimonios canónicos. Se
protesta porque son bajas las pensiones -yo recibo cuarenta
y dos mil cuatrocientas pesetas-. Y todo esto me parece
bien, pero ¿quién protesta por faltarnos lo que todo esto
puede amenizar los desmadres predichos?
Los organizadores del sistema educativo actual elucu-
bran con sus privilegiadas mentes para obstaculizar -no
sabemos si de forma consciente o inconsciente- la
enseñanza de Religión, dan toda clase de facilidades para
que el alumno elija todo menos la Religión. Y yo me pre-
gunto: ¿Es que la cultura de nuestros pueblos, la raíz de
nuestra existencia, el fundamento de nuestras tradiciones, el
principio vital de muchas de nuestras costumbres, no tienen
una base sólida en la Religión Católica?
Además, es evidente que Dios es tan sumamente impor-
tante que bien merece un hueco en la educación de nuestros
jóvenes. Los ideales que emanan del cristianismo son de tal
calibre que los jóvenes deben, al menos, conocerlos para
poder valorarlos. Es cierto que la Religión no se debe impo-
ner, pero tampoco se puede imponer el silencio religioso;
teniendo en cuenta que la Religión es fundamentalmente

243
una “ciencia” que prolonga su existencia hasta abarcar el
apasionante mundo de toda una eternidad.
Privar al hombre de valores eternos, de virtudes, de ide-
ales nobles y trascendentes, de normas para que evite su
destrucción, es una osadía irresponsable. Dios es un compo-
nente fundamental de nuestra Historia, tanto para creyentes
como para los que no lo son. Achicar el horizonte infinito de
nuestras vidas, olvidar que existió Jesús y sigue actuando en
numerosos millones de almas es una insensatez. A menos
que, con ello, se pretenda educar a los jóvenes en un clima
totalmente ausente de verdades fundamentales.
Bien por las protestas que quedan expuestas. Gritamos
contra los que ponen bombas y matan a bocajarro, y aún
más si la víctima de la injusticia y la violencia es un niño o
un recién nacido. Pero si ese recién nacido hubiese sido ase-
sinado sólo cuatro días antes, en el seno de su madre, a
nadie le hubiera importado: No tiene derecho a vivir, es peor
que un delincuente. 49.578 abortos fueron realizados en
nuestra nación durante 1997 (datos del Ministerio de Sani-
dad). Casi cincuenta mil niños, en un año, han sido des-
cuartizados o envenenados en el seno de sus madres. Y se
hace el silencio en España. Nadie grita por ellos. A lo sumo
algún comentario sobre el índice de natalidad. ¡Cuánta hipo-
cresía y cuánta cobardía! Si esta plaga de crímenes viene de
la justicia que rige en España, ¿dónde se queda nuestra
fuerza moral para terminar con ETA? ¿No estaremos
pagando las injusticias que todos cometemos?
Publicado en La Voz de Avilés 2-septiembre-2000

244
111.- OCHO DÍAS EN FÁTIMA

E
l proyecto de unas vacaciones siempre lleva con-
sigo una ilusión incontestable, pero la holganza o
carencia de trabajo no ha sido hecha para la felici-
dad del hombre. Es necesario moverse en pro de nuestro
espíritu y en razón del bien que se puede aportar a los
demás. No es lo mismo ir de fiesta que regresar después de
festejar. El regocijo desordenado produce sequedad y hasta
depresión, y esa turbación sólo desaparece después de unos
días dedicados a la vida cotidiana y al trabajo, y con más
celeridad si la persona es creyente y se reconcilia con Dios
a través del sacramento de la penitencia.
Las vacaciones peregrinas en Fátima, siguiendo los cánti-
cos gregorianos en las misas y procesiones, pasando la plaza
de rodillas y haciendo oración a los pies del Santísimo que lo
tienen expuesto las 24 horas del día, nos dejan un remanso de
paz y alegría que nos acompaña en el retorno de las vacacio-
nes y nos produce el deseo de repetirlas lo antes posible.
Una persona de gran prestigio en Asturias por el éxito
que tiene en el arte de la cirugía, después de acompañarnos
unos días en Fátima y sentir los efectos de la gracia santifi-
cante que allí se respira, no ha podido contener las lágrimas
viendo el fervor popular de todas las peregrinaciones que
llegaban de múltiples países. Pero lo que más le ha conmo-
vido fue ver la gente arrastrándose por el suelo y cargando
con niños pequeños sobre la espalda, dándole gracias a la
Virgen por el bien que les había hecho al restaurar la salud
del hijo querido que llevaban a cuestas.

245
Después, en el claustro del Convento de las Carmelitas -
donde se encuentra Sor Lucía-, la pusimos en contacto con
una monja que se puede ver a Dios en sus ojos y en la
mirada paciente y sublime que tanto halaga a los buenos y a
los malos por el amor que desparrama, amando al prójimo
más que a sí misma. Desde allí nos fuimos a Cáceres para
ver por dentro el Seminario de Lumen Dei, donde 43 semi-
naristas duermen en el santo suelo y viven felices pensando
en el día que puedan consagrarse a Dios para siempre a
través del sacerdocio.
Nos recibió el rector del Seminario, Padre Javier Mahía
Colao, avilesino, y se alegró mucho al vernos y recibir como
obsequio una imagen de la Virgen de Fátima para trasla-
darla a Perú, donde hay tantas gentes humildes y muy
sedientas de tener una representación de María para vene-
rarla con verdadera unción.
Allí, la doctora indicada, le dijo al rector del Seminario
que deseaba y quería consumir los 20 días que le quedan de
vacaciones en los Andes de Perú para atender a los pobres
campesinos que se encuentran enfermos, y practicar las ope-
raciones que sean necesarias. El rector del Seminario le dijo
que pondrían un facultativo anestesista a su disposición y
todos los instrumentos necesarios que han importado de
Alemania para que pueda salvar muchas vidas cortando y
cosiendo por lo sano.
También le ofreció alimentación y albergue en la llamada
“Casa del Campesino”, si bien los gastos del viaje serán por
cuenta de la doctora indicada. Esto sucede, querido lector,
cuando un corazón humilde se abre a la gracia divina, donde
está la fuente de la caridad, la que sobreabunda bajo el
amparo de la Virgen de Fátima.
Publicado en La Voz de Avilés 7-septiembre-2000

246
112.- MADRE MARAVILLAS

T
ermino de leer la biografía de la Madre Maravillas
de Jesús. Seiscientas treinta páginas nutridas de
fecundidad apostólica. Su vida y sus obras nos
demuestran el bien que una persona puede hacer cuando
decididamente resuelve seguir por la senda estrecha que
Jesús nos señala y el Espíritu Santo nos ilumina, nos guía y
nos fortalece para cumplir su santa voluntad.
La Madre Maravillas era hija del marqués de Pidal y de
doña Cristina Chico de Guzmán. Leyendo su biografía y
una síntesis biográfica de sus padres, no sabría decir si la
beatificación que le fue concedida por Juan Pablo II a la
Madre Maravillas no sería adjudicataria también a los mar-
queses de Pidal. Su ilustre padre, un santo varón que fallece
cuando apenas su hija había llegado a la adolescencia, les
dejó un vacío tan grande y una pena tan profunda que sólo
encontraban consuelo sobrenatural a los pies del Sagrario.
Y para mayor inri, la hija queridísima que amparaba a su
santa madre, le solicita permiso para entrar de Carmelita
Descalza en El Escorial. Allí permanece desde el 12 de
octubre de 1919 hasta el 19 de mayo de 1924, cuando sale
para hacer la fundación del Cerro de los Ángeles. Dos años
después es nombrada priora de la comunidad por el señor
obispo de Madrid-Alcalá. La fama de santidad de la Madre
Maravillas se va extendiendo por España y otras naciones.
Tanto es así, que el 15 de septiembre de 1932, monseñor
Arena, obispo de Vijayajuran (India), le pide una fundación
en su diócesis.

247
Un año después hace la fundación en la India, enviando
ocho religiosas de su comunidad. A ella sus superioras no la
dejan ir y la obligan a salir del convento. Se va con su comu-
nidad a las Ursulinas de Getafe. Treinta días después derri-
ban la imagen del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ánge-
les. La comunidad es perseguida por los milicianos, y se
refugian en un piso de la calle de Claudio Coello, 33,
Madrid. Los milicianos entran en dicha residencia para dar-
les muerte, los recibe la Madre Maravillas de Jesús con la
sonrisa en los labios y una serenidad sobrehumana.
El sargento que lideraba los soldados entra en diálogo
con la religiosa. Ésta le hace ver cuál es su misión y sus
fines. Le deja muy claro el valor de lo trascendente y el bien
que se hace a los pobres desamparados cuando sólo se vive
para servir. Las palabra de la religiosa le conmueven y las
dejan en paz.
La Madre Maravillas sigue trabajando con el mismo
ahínco. Sus viajes en pleno siglo XX nos hacen recordar los
de Santa Teresa. Cuántas veces ha recorrido en tartana la
distancia que separa Duero de Mancera en días de nieve,
heladas; a veces, embarrancada en el camino tiene que
bajarse y continuar el viaje luchando contra el viento, la llu-
via y el fango. Otras veces en el pasillo de un vagón de ter-
cera, o apretujada en “La Pava”, el prehistórico coche de
línea que iba de Linares a La Carolina.
Entre las 2.178 cartas que dejó manuscritas aparecen
fragmentos acerca de sus andanzas: “Hicimos nuestra ora-
ción, rezamos nuestro rosario, y vinimos calladitas, pen-
sando y amando al Dios mío, Rey mío, Redentor mío...”.
Fiel hija de Santa Teresa, de aquella audaz reformadora que
restauró la observancia del Carmelo para prestar su mejor
colaboración a la obra de la Iglesia.

248
También la Madre Maravillas fue conducida por Dios a
una grande empresa espiritual, siempre en beneficio de los
pecadores y los menesterosos. La ganancia espiritual que ha
dejado para la Iglesia continúa acrecentándose hasta el día
de hoy, y lo seguirá haciendo hasta el fin de los tiempos,
porque si el mal que hacemos se va extendiendo como el
agua sobre el pavimento sin límite de tiempo por el influjo
de Satanás, el bien que practicamos en el corto periodo de
nuestras vidas, rápidamente es adicionado al sacrificio del
Señor y no dejará de evolucionar hasta que termine la última
generación humana.
Nadie ignora que los milagros son actos del poder divino,
superiores al orden natural y a las fuerzas humanas, y en la
biografía de la Madre Maravillas son muy numerosos los
prodigios que nos detallan, pero sólo hemos de exponer el
que ha colmado el vaso para que Juan Pablo II decidiera
beatificarla:
A finales de 1987, ingresaba en un hospital de Perú un
niño, hijo de un médico. El estado del pequeño era tan grave
que tenía los días de vida contados, pues había caído desde
una escalera y tenía los riñones destrozados. Los médicos
perdieron toda esperanza viendo que ni siquiera había posi-
bilidades de un trasplante.
Una de las religiosas que lo atendía, invocó a la Madre
Maravillas y le colocó sobre el pecho del niño un escapula-
rio de la Virgen del Carmen, y en su ropa una estampa de la
Madre Maravillas. Al día siguiente fue operado por fuerte
hemorragia; al explorarle, encontraron dos riñones destro-
zados y dos riñones más, sanos, limpios, como recién colo-
cados, que funcionaban a la perfección.
Actualmente cuenta 25 años, ha terminado la carrera de
médico y dedica su vida al servicio de los más necesitados.

249
Y dos de las enfermeras que le atendieron y tres médicos, se
convirtieron al catolicismo y estuvieron en Roma cuando la
Madre Maravillas fue beatificada, habiéndonos dejado la
beata nueve fundaciones más en España y la referida en la
India. Claro nos parece que la labor de los santos comienza
en la Tierra y culmina en el lugar sagrado de la eternidad.
Publicado en La Voz de Avilés 10 y 11-septiembre-2000

250
113.- NECESITO ESCRIBIR

S
on las cinco de la tarde. Terminé con mis obliga-
ciones laborales y no tengo nada que hacer. Las
señoras y señoritas en la playa me suscitan apetito
desordenado. La mar es buena y la natación mejor, pero lo
bueno se hace malo cuando entramos en libertino desorden.
Mi director espiritual me dice que las playas se han hecho
escandalosas con los biquinis y el nudismo. Cuando era
joven creía que los septuagenarios ya se habían liberado de
lo sensual (3ª acepción). Ahora compruebo que la tendencia
a la lujuria sólo nos deja después de muertos.
La mayoría de las mujeres tienen un encanto natural al
que los hombres nunca podremos renunciar. Y la mejor
forma de no caer en tentación es huir de las que más nos
atraen. No se puede llevar una vela encendida donde existe
material combustible. El instinto más dinámico que Dios ha
puesto en el hombre es el que nos lleva a preservar la vida, y
al que a éste lo sigue es el apetito sexual, y ésta también se
hace necesario para la procreación. Por eso Dios, después de
crear el mundo, vio que todo era muy bueno (Génesis 1, 31).
Cuando rezamos el “Señor mío Jesucristo...” propone-
mos firmemente nunca más pecar, y el resultado siempre es
el mismo: dos semanas después tenemos que volver al con-
fesor para decirle que no hemos conseguido enmendarnos,
volvemos a hacer la promesa y seguimos igual. Bien es ver-
dad que Dios no se cansa de perdonarnos, pero tampoco es
menos cierto que nosotros no nos cansamos de pecar. Y así
morimos casi todos en pecado grave o venial, sabiendo que

251
en el purgatorio la confesión no existe, y que sólo el fuego
o el dolor nos purificarán para ver a Dios cuando nuestra
pureza sea resplandeciente.
Y, ¿cómo evitar el pecado? En primer lugar huyendo de
todo lo que nos pone en peligro de cometerlo y viviendo
siempre en presencia de Dios, sabiendo que sus leyes se
cumplirán inexorablemente sin que les falte una sola tilde
(Mateo 5, 18). Pienso que los pecados más frecuentes entre
los católicos son los que cometen nuestras lenguas. Es muy
difícil pasarse unas horas de tertulia sin incurrir en pecados
graves o veniales. Me estoy apoyando en el Evangelio
donde Jesús nos dice que “Por vuestras palabras seréis juz-
gados justos o condenados, y que de toda palabra ociosa
habremos de dar cuentas a Dios” (Mateo 12, 36-37).
Y si por todo lo que precede me dicen que soy un rigo-
rista, yo les puedo decir que no tanto como Cristo. Pero
hemos de fijarnos en la sencillez del Evangelio y en lo
“fácil” que resulta llegar al cielo sin ser sometidos a juicio:
“No juzguéis y no seréis juzgados” (Mateo 7, 1; Lucas 6,
37). Es claro que para no murmurar en perjuicio de un
ausente, es necesaria esa sensatez y mesura que difícilmente
se consigue si no nos viene de lo alto.
Se terminó el folio. No fui a la playa. En este momento
me siento satisfecho. Necesitaba escribir.
Publicado en La Voz de Avilés 13-septiembre-2000

252
114.- LO QUE TODOS PODREMOS SABER

V
ivimos rodeados de misterios, algo inaccesible a
la razón y que deben ser objetos de fe. Los mis-
terios que abarca la Religión es algo que todos
llegaremos a saber después de muertos. Lo que nos dice la
Ciencia que no se ha divorciado de la Iglesia es que hubo un
tiempo en que sólo existía Dios y nada más, y como de la
nada nada puede salir, todo ha sido creado por Él. La Natu-
raleza también es un misterio que sólo se puede comprender
apoyándonos en un Creador que le ha puesto unas leyes
indiscutibles.
Admirar la naturaleza e ignorar a Dios sería algo así
como asombrarse de un ordenador por la perfección de su
funcionamiento e ignorar la inteligencia del ingeniero que
ha hecho posible la computadora. Por eso la Biblia dice que
los que no conocen a Dios a través de la Naturaleza son
unos necios. “Dice el necio: No hay Dios”. Y en otro lugar:
“Los cielos cantan la gloria de Dios. Él se ha hecho visible
a través de sus obras, por eso quienes no le glorifican no tie-
nen excusa”.
Tengo una casita en Candamo con un diminuto jardín;
todas las plantas se alimentan de la misma tierra. Unas pro-
ducen flores, otras peras y otras limones, ¿quién puede dilu-
cidar el porqué de la diversidad de sus frutos? ¿De dónde
extraen las peras el azúcar para ser dulces, de dónde extraen
el color y el licor colonial perfumado las flores? ¿De dónde
extraen el ácido los limones, pues todo sale de la tierra insí-
pida? ¿No es esto un misterio?

253
Estos secretos insondables para el ser humano, todos
serán descubiertos y comprensivos después que nuestras
almas abandonen el cuerpo. Es bueno recordar que la Biblia
cuenta la creación del primer hombre: De su cuerpo mate-
rial y de su alma espiritual e inmortal. Por eso no se puede
decir que el hombre viene del mono. Es necesario admitir la
intervención de un Creador. Es claro que el cuerpo ha evo-
lucionado, pero no el alma, que es espiritual, y los mejores
científicos del mundo coinciden en que nunca el espíritu
puede venir por evolución de la materia.
El salto de la materia al espíritu sólo puede darse por
intervención de Dios. Entre el mono y el hombre –nos
dicen- hay un abismo. Este abismo es la inteligencia. Y la
inteligencia es de orden espiritual. Volviendo a lo que todos
podremos saber, quiero recordar lo que nos dice Sor Lucía
en sus Memorias: Cuando le preguntó a la Virgen dónde
estaban dos de sus amigas difuntas, le dijo que una estaba en
el cielo, y al preguntarle por la otra –Amalia- le anunció que
estaba en el Purgatorio hasta el fin de los tiempos.
Esto nos hace pensar que siendo la Virgen hija de Joa-
quín y Ana, engendrada por sus padres como nosotros, no
ignora nada de todo cuando existe en la tierra y en el Uni-
verso. ¿Cómo podía saber quién era Amalia entre los miles
de millones de seres humanos que han fallecido y dónde
estaban? Esto nos muestra claramente lo que la Biblia nos
dice: “Seréis como Dioses” (Génesis 3, 5). Si tenemos fe,
¿no sería lógico ilusionarse un poco con la muerte para
exterminar la ignorancia que llevamos encima y conocer
perfectamente todos los misterios que nos rodean y nos con-
funden?
Publicado en La Voz de Avilés 18-septiembre-2000

254
115. - TE R ESA DE CAL CUT A SE RÁ
B EAT I F I CADA

A
unque después del fallecimiento de un religioso
se hacen necesarios cinco años para incoar el
proceso de beatificación, Juan Pablo II que tiene
poder para atar y desatar en la Tierra, ha tenido a bien que
la causa de santificación de la Madre Teresa de Calcuta se
agilice sin pérdida de tiempo. Y la investigación diocesana
sobre la vida de la religiosa, en su primera fase del proceso
de beatificación, es posible que termine este mismo año. Lo
ha afirmado sor Nirmana, sucesora de la religiosa albanesa
en la guía de las Misioneras de la Caridad.
“Esperamos que la investigación se concluya para finales
de año”, afirmó la religiosa al hablar con un grupo de perio-
distas, al final de una misa celebrada en la casa de las Misio-
neras de la Caridad de Calcuta, en el tercer aniversario del
fallecimiento de la Madre fundadora. La superiora de las
Misioneras, es decir, de la congregación religiosa fundada
hace poco más de 40 años por la misma Madre Teresa, tam-
bién dijo que no está preocupada por el ritmo del proceso.
La comisión de investigación, explicó, ha tenido que
examinar “una cantidad de material enorme”, en gran parte
cartas de fieles de todas partes del mundo que testimonian
el haber recibido milagros después de haber recurrido a la
intercesión de la Madre Teresa. Las Misioneras de la Cari-
dad están tratando de llenar el vacío dejado por la Madre
“con la oración, la penitencia y la ayuda de la gente”, con-
cluyó sor Nirmana.

255
Juan Pablo II recibió a siete mil misioneras de la Caridad
que se encontraban en Roma para el Jubileo el día que se
cumplió el tercer aniversario de la muerte de la Madre
Teresa. Les recordó a esta excepcional hija de la Iglesia que
se entregó completamente a la caridad: “Recordamos su
sonrisa –dijo-, su mirada profunda, su oración. Todavía nos
parece verla en camino por el mundo, a la búsqueda de los
más pobres entre los pobres. Sabemos bien cuál era su
secreto: Se había llenado de Cristo y por eso miraba a todos
con los ojos y el corazón de Cristo”.
Nadie con buen sentido puede negar que la Madre Teresa
ha conmovido a muchos millones de cristianos en todo el
mundo, y ha convertido al catolicismo a un sinnúmero de
almas paganas. Y, ¿cómo lo ha hecho? Cumpliendo literal-
mente el Evangelio. Esto nos demuestra que con paz, con
amor y sin armas, se puede cambiar el mundo. El secreto
está en subordinar nuestros juicios, nuestras decisiones y
afectos propios al que todo lo puede y todo lo sabe: Cristo.
Y mientras esto no se haga, sólo tienen derecho a quejarse
los que lo hacen y los que le ignoran por negligente sober-
bia de los gobiernos.
Publicado en La Voz de Avilés 19-septiembre-2000

256
116.- LA CIENCIA NO SABE

L
a sangre de San Genaro volvió a licuarse en la
catedral de Nápoles. Desde hace unos cuatrocien-
tos años la licuefacción de la reliquia hace enmu-
decer a los científicos. Al principio intentaron atribuir el
milagro a los altibajos de la temperatura ambiental, pero al
ver que la licuación permanecía con sólo cinco grados de
temperatura y se conservaba sólida por encima de los 30
grados, los estudios de la ciencia no han podido explicarnos
nada, porque los actos del poder divino no tienen explica-
ción científica. Hace treinta años el Diccionario de la Real
Academia Española decía que un milagro es “un acto de
poder divino, superior al orden natural y a las fuerzas huma-
nas”. Y la última edición dice que es “un hecho no explica-
ble por las leyes naturales y que se atribuye a la intervención
sobrenatural de origen divino”. Es decir, que ahora sólo se
le “atribuye”.
Toda la fama universal del santo radica en ese milagro
permanente. La reliquia consiste en una masa sólida, oscura
y opaca, que llena hasta la mitad una redoma de cristal sos-
tenida por un relicario de metal. Unas veces llena la cápsula
y otras deja vacía una tercera parte. Su peso ha llegado a
variar en 27 gramos.
Esta vez el milagro ha tenido lugar a las diez de la
mañana, en medio de una multitud de gentes que vienen de
diversos países. También estaban presentes las autoridades
de la ciudad de Nápoles. La sangre del mártir que fue deca-
pitado en el año 305 durante las persecuciones de Diocle-

257
ciano, suele cambiar de estado tres veces al año. El cardenal
Michele Giordano estuvo observando con satisfacción el
relicario con la sangre líquida del santo.
Cuando llega la fecha en que debe producirse el milagro,
al cabo de un lapso de tiempo que varía entre dos minutos y
una hora por regla general, el prelado o sacerdote agita el
relicario con la redoma, lo vuelve cabeza abajo y la masa
que era negra y sólida y permanecía seca, adherida al fondo
del frasco, se desprende y se mueve, se torna líquida y
adquiere un color rojizo, a veces burbujea y siempre
aumenta de volumen.
Ninguno de los milagros o hechos sobrenaturales com-
probados ha sido estudiado con mayor detenimiento, ni exa-
minado por gentes de opiniones más opuestas, que este caso
de la licuefacción de la sangre de San Genaro, y se puede
afirmar, sin temor a dudas, que ningún investigador o perito
con experiencia, por racionalista que sea, se atreve a decir
ahora que no sucede lo que se asegura que ocurre. Y como
la ciencia nunca ha encontrado trucos ni puede dar otra
explicación que no sea el milagro, se puede decir que el
saber científico, respecto de lo sobrenatural, nada sabe.
Publicado en La Voz de Avilés 28-septiembre-2000

258
117.- LA VERDADERA RELIGIÓN

H
ace unas semanas, el cardenal Joseph Ratzinger
publicó un documento sobre el carácter único y
universal de la salvación en Cristo y la Iglesia,
tal vez en respuesta a los teólogos católicos, quienes afir-
man que las religiones son caminos igualmente válidos de
salvación. Con justa razón nos dice Ratzinger que “la Igle-
sia católica es la única verdadera”. Y aunque la ortodoxa
también es una Iglesia, ese término no se puede aplicar con
propiedad ni a luteranos ni a anglicanos. Y esta afirmación
ha causado un gran revuelo en las confesiones cristianas.
El purpurado alemán no niega la salvación a nadie,
sabiendo que el mismo Concilio Vaticano II ha dejado las
puertas abiertas para la salvación a todos los creyentes que
se encuentren en otras religiones, cuando en verdad actúen
de buena fe, creyendo, sin dudas, que la religión que practi-
can es la verdadera, y cumpliendo con los preceptos que les
imponen sus doctrinas y sus superiores, pero esto no les
excluye de buscar la verdad cuando la menor duda les
acompañe.
Es de tener en cuenta que la Iglesia católica ha sido fun-
dada por Cristo. La única que ha sido fundada por el mismo
Dios, todas las demás iglesias y religiones han sido funda-
das por hombres. La perpetuidad de la Iglesia católica es un
verdadero milagro. Es un milagro porque un pobre aldeano
como era Jesucristo sin más ayuda humana que doce pesca-
dores ignorantes, sin armas de ninguna clase, transformara
un imperio tan poderoso como el Imperio Romano, derri-

259
bara a sus ídolos falsos, acabara con sus costumbres y con
sus vicios, y lo hiciera caer de rodillas adorando a un judío
ajusticiado en un patíbulo.
No existe en el mundo nada más grande y verdadero que
la Iglesia católica. A pesar de las terribles persecuciones que
ha padecido, en los dos mil años que lleva existiendo, siem-
pre ha triunfado. No ha habido religión más perseguida, ni
tampoco más victoriosa. Los grandes imperios y los crueles
perseguidores han pasado, pero la Iglesia sigue en pie, por-
que Cristo le prometió que duraría hasta el fin del mundo y
que los poderes del infierno nunca podrán vencerla. Muchos
perseguidores de la Iglesia han afirmado que acabarían para
siempre con ella. Sin embargo, ellos fueron los que acaba-
ron; no la Iglesia.
Pero no podemos olvidar lo que nos dice el Concilio
Vaticano II: “El cristiano, lejos de juzgar o condenar a los
que están fuera de la Iglesia, deberá ofrecerles su ayuda y su
amor. Si es feliz por encontrar la salvación dentro de la Igle-
sia, también está seguro que la bondad de Dios salva, por
Cristo, a todas las almas generosas y de buena fe que, sin
pertenecer visiblemente a la Iglesia, siguen lealmente los
dictados de su limpia conciencia”.
Publicado en La Voz de Avilés 1-octubre-2000

260
118.- OBREROS Y RICOS

C
uando esto escribo estamos viendo nuestro país
envuelto en conflictos sociales. Las huelgas son
necesarias cuando el derecho de los obreros o
funcionarios se conculca, pero antes de llegar a ese extremo
debiera de haber un diálogo razonable. Seguro estoy de que
ni el Gobierno se encuentra en posesión de toda la verdad ni
los huelguistas tampoco, y es en esa búsqueda de la justicia,
la verdad y la razón donde todos tienen que profundizar
hasta encontrar la clave de la solución. Esa es la única forma
de evitar un mal que a todos nos afecta. ¿Cuándo se termi-
nará el antagonismo entre ricos y pobres?
Jesucristo tiene palabras durísimas contra los ricos que
no cumplen sus obligaciones sociales:
- Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno. Porque tuve
hambre y no me disteis de comer... Estuve desnudo y no me
vestisteis...
- ¿Cuándo te vimos, Señor?
- Lo que hicisteis con el más pobre de mis hermanos,
conmigo lo hicisteis.
Jesucristo se identifica con los necesitados. Quiere que el
rico trate al necesitado como lo trataría a Él en persona. Por
aquí estamos viendo que las obligaciones de los ricos son
gravísimas. Es verdad que hay ricos muy buenos que escu-
chan la palabra de Dios y la ponen en práctica. Pero son
muchos los que se apegan a su dinero y viven como si no
conocieran el Evangelio, pese a que asisten a misa y se atre-
ven a comulgar.

261
Y si alguien cree que estoy en contra de la riqueza se
equivoca. El edificio donde yo vivo tiene 360 viviendas, lo
que supone más de mil millones de pesetas. Era necesario
construirlo y lo hicieron dos socios. ¿Cómo habría sido
posible construirlo sin disponer de una fortuna? El que un
día fue leñador y consiguió llegar a la presidencia de los
EE.UU. –Abraham Lincoln- (el amigo de los pobres),
cuando una multitud de obreros le pidió que terminara con
los ricos, les dijo: “Si terminamos con los ricos ya no podre-
mos dar de comer a los pobres”.
Los obreros también tienen obligaciones muy graves:
Trabajar con empeño, diligencia y fidelidad, no malgastar
materiales o energía, cuidar los instrumentos de trabajo y
emplear bien el dinero que ganan, no aprovechar la baja que
les conceden los médicos cuando la dolencia es muy leve y
en nada les impide el seguir trabajando, porque esto sería
usurpar un salario a la Seguridad Social y a las empresas, y
consecuentemente, un pecado grave.
A veces se oye a un obrero quejarse de que no gana lo
suficiente. Y muchas veces tiene razón, pero también habría
que preguntarle: “¿Crees tú que el empeño que pones en el
trabajo merece más salario?”. Es cierto que debe recibir un
salario justo. Pero también es cierto que para que tú puedas
en justicia quedarte con un salario, es preciso que lo hayas
merecido, porque a veces se trabaja con tanta negligencia y
desgana que difícilmente se justifica la aspiración de un
salario mayor.
Publicado en La Voz de Avilés 9-octubre-2000

262
119.- LA TV ES PERNICIOSA

E
l medio de difusión más eficaz -para bien o para
mal- es la televisión. Un valioso instrumento para
distraer, informar, comunicar y formar las con-
ciencias conforme a los programas que nos transmiten. Pero
como los programadores y guionistas -en su mayoría- tienen
las conciencias embotadas y buscan el éxito en lo perni-
cioso, y como el Gobierno consiente y autoriza, el resultado
de la televisión es nefasto para muchos millones de españo-
les. Después nos dan los datos de los que roban, de los dro-
gadictos que tenemos, de los que violan o matan, de las
mujeres que son torturadas por los esposos o viceversa.
Y contra estos males que los mismos gobiernos fomen-
tan -consciente o inconscientemente-, endurecen el Código
Penal. Es decir, primero te pervierto, y después te castigo,
por las perversiones que cometes.
Volviendo a la TV, como todo en esta vida, si no se uti-
liza en su justa medida es claro que resulta maléfica. Y he
llegado a la conclusión que la “justa medida” debe ser
rayando la nulidad, porque nos roba sutilmente parte de la
vida y nos hace imposible el diálogo familiar y la conviven-
cia amorosa y pacífica que debiera reinar en todos los hoga-
res. Va modificando nuestra manera de pensar. Socava len-
tamente nuestras creencias. Supone una contaminación
mental en toda regla. Y frente a eso casi todos estamos com-
pletamente indefensos.
Es difícil que la mayoría de las personas tengamos el
hábito de recordárnoslo todos los días. De ponernos alerta

263
ante tanto estímulo bochornoso. Son muchas las personas
que se tragan inmisericordemente las escenas más nocivas
de la TV, reforzando y arraigando los tópicos, modas, len-
guajes y estilos de vida que nos sugiera la televisión
“basura”.
El cardenal Martín de Milán, sabio biblista y gran inte-
lectual, aconsejaba hace pocos meses a sus diocesanos sobre
la necesidad de reducir el consumo televisivo: “Por un día,
apagad la televisión”. Comentaba el purpurado. “No hemos
de ser esclavos de los medios de comunicación -señalaba
Martín-, sino que debemos saber utilizarlos con libertad y
responsabilidad y con sentido crítico. Por eso os propongo
un gesto simbólico: un día sin televisión de cuando en
cuando, una jornada de ayuno de imágenes fílmicas, deci-
dido por toda la familia”.
Y añadía más: “Un gesto no de condena o realizado por
obligación, sino un gesto de libertad y alegría, un gesto para
sustituir la red de la televisión por la red de las relaciones
humanas directas”. Es de tener en cuenta que lo que más ha
descristianizado España es la televisión, y cuando nos falta
un ideal cognoscitivo y sublime casi siempre sucede lo que
está sucediendo, salvando las excepciones, que en todo las
hay.
Publicado en La Voz de Avilés 12-octubre-2000 y en La Voz de Asturias 17-
octubre-2000 y en El Comercio 20-octubre-2000

264
120.- SOR LUCÍA REZÓ EL ROSARIO
PARA MIL QUINIENTOS OBISPOS Y
OCHENTA CARDENALES

M
il quinientos obispos y ochenta cardenales de
todo el mundo estuvieron reunidos en su jubi-
leo, concentrados en la basílica de San Juan de
Letrán, en Roma. El Santo Padre ha querido congregar el
mayor número posible de sucesores de los Apóstoles para
este acto penitencial a los pies de la Virgen de Fátima,
transportada desde la capilla de las apariciones de Cova
de Iría hasta la Plaza de San Pedro, por expreso deseo de
Juan Pablo II, quien no duda que Nuestra Señora de
Fátima le salvó la vida cuando sufrió el atentado que
todos conocemos.
Es verdad que han faltado bastantes prelados, si tenemos
en cuenta que el número total de obispos asciende a 4.439.
Pero también hay que tener en cuenta los ancianos que no
tienen condiciones de viajar, los obispos de países en guerra
o de sedes particularmente lejanas y pobres. De nuestra tie-
rra han llegado un total de 39, incluidos los cardenales
Rouco Varela, Carles y el emérito de Toledo, González
Martín. Juan Pablo II los recibió en el Vaticano. Y al atar-
decer del día 6, todos con el rosario en la mano, lo fueron
desgranando al ritmo que lo profería monseñor Giovanni
Battista Re.
Terminado el cuarto misterio, Sor Lucía –la última
superviviente de los tres videntes-, pese a los 93 años que
cumplirá el próximo 22 de marzo, dirigió el rezo del quinto
misterio mediante un enlace televisivo en directo con el
Carmelo de Coimbra. Al final, tres “pastorcillos” deposita-
265
ron ramos de flores ante la imagen bajo la mirada, feliz y
conmovida, del Papa. Al término de la ceremonia, la imagen
de la Virgen la llevaron desfilando entre una multitud de
gentes por el mismo trayecto donde el Papa aquel día 13 de
mayo de 1981 fue derramando sangre, a causa de los tres
tiros que le disparó el turco Ali Agca.
Juan Pablo II siempre nos viene dando lecciones de lo
que el buen cristiano debe de hacer. En primer lugar nos
deja patente el valor de la oración y la devoción a la Virgen
María. Por eso aprovechó la festividad de Nuestra Señora
del Rosario para una ceremonia sin precedentes, consi-
guiendo el encuentro más numeroso desde la clausura del
Concilio Vaticano II, en 1965, y consagrando el mundo a la
Virgen al amanecer del Tercer Milenio, momento culmi-
nante del Jubileo de los Obispos.
Es claro que la voz de Sor Lucía no podía faltar en los
altavoces del Vaticano. Pues en la segunda aparición de la
Virgen de Fátima, el 13 de junio de 1917, la Virgen le dijo
a Sor Lucía: “Quiero que vengáis aquí el 13 del mes que
viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a
leer. Después diré lo que quiero además”. Y el 13 de julio,
Sor Lucía le pregunta: “¿Qué es lo que quiere de mí?” –
“Quiero que vengáis aquí el 13 del mes que viene, y conti-
nuéis rezando el rosario todos los días en honor de Nuestra
Señora del Rosario, con el fin de obtener la paz del mundo
y el fin de la guerra”. ¡Cuántos rosarios habrá rezado Sor
Lucía desde los seis años hasta los 93! Y ¡quién podrá eva-
luar el bien que lleva hecho en el mundo y hasta el fin de los
tiempos!, y después en la eternidad, ¡quién fuera Sor Lucía!
Publicado en La Voz de Avilés 13-octubre-2000

266
121.- CUANDO PASEN CIEN AÑOS

T
odos los disparates que registra la Historia en los
siglos que fueron pasando, han sido condenados
por muchos gobiernos y por los historiadores que
vinieron después: el nazismo de Hitler, el infanticidio de
Herodes, los hombres esclavos, la marginación de las muje-
res, la inquisición, las torturas salvajes, el martirio de los
santos, y un largo etcétera que todos conocemos. Y como la
Historia termina siempre imponiéndose a las injusticias, las
barbaridades que ahora se cometen, también tendrán un jui-
cio justo cuando pasen cien años, más o menos.
El pasado día 1 del actual mes, Juan Pablo II ha querido
hacer justicia a los mártires de China, subiéndolos a los alta-
res y poniendo al descubierto lo que ha sucedido desde el
año 1648 hasta 1930. El primer mártir de China nació en
1607 en la localidad palentina de Baquerín de Campos, y
fue decapitado en China 41 años después. Los delitos come-
tidos por este hombre son los mismos de todos los mártires:
predicar el Evangelio y dar de comer a los hambrientos. Y a
su causa de canonización se han unido las de 87 hombres,
mujeres y niños (cuatro de ellos menores de trece años de
edad), así como la de otros 32 misioneros y misioneras,
mártires a lo largo de los siglos, hasta el año 1930.
Es claro que el Gobierno de China ha protestado porque
la persecución religiosa continúa con el régimen de Pekín,
haciendo correr la misma suerte a los misioneros que pier-
den la libertad –y la vida- por hacer el mismo trabajo que los
anteriores. Pero hemos de tener en cuenta que la verdad y la

267
justicia son implacables y, como actualmente están siendo
conculcadas en todo el mundo y produciendo fobia a gran-
des multitudes de personas, y desesperación a quienes prac-
tican la iniquidad o la fomentan, esa desesperanza o desco-
razonamiento, pasado el tiempo necesario, cuando vean que
no se puede pasar una vida entera en el barrizal, resolverán
tomar baño en la piscina de Siloé y decir: no más manipula-
ción de embriones, no más eutanasia, no más violencia
sexual, no más prostitución, no más pederastia, no más por-
nografía, no más droga, no más guerra, no más racismo, no
más aborto, no más divorcio, no más anticonceptivos, no
más ETA, no más pecados.
Yo confío en que la conciencia histórica haga el honor
que se merece Juan Pablo II. Y entonces se dirá con asom-
bro: Hubo un tiempo en que el hombre se volvió loco. Su
conciencia se volvió contra el hombre mismo. Y empezó a
hablar de vidas “inútiles” o “no deseadas”, y a destruirlas. Y
en esos momentos de locura San Karol Vojtyla, enfrentando
la locura del mundo se puso incondicionalmente a favor de
la vida de todo hombre y de toda mujer, de los niños y de
los ancianos; de los sanos y de los enfermos; de los negros
y de los amarillos; de los pobres y de los ricos; todo esto
sólo será posible a través del dolor y las cruces que Dios nos
envíe para que lo busquemos.
Publicado en La Voz de Avilés 14-octubre-2000

268
122.- LAS ADOPCIONES

C
onozco a un matrimonio gijonés que no han con-
seguido tener hijos. Los dos son profesores y
catedráticos. Los dos son católicos ejemplares.
Los dos poseen la ternura suficiente para adoptar niños y
educarlos en el mejor ambiente familiar. Pues bien, estos
señores se cansaron de dar vueltas en España para adoptar
un hijo y no lo consiguieron por razones que no tienen nin-
guna razón. Después de perder la esperanza y relegar a la
ilusión de tener un hijo adoptado, leyendo mis escritos en
los periódicos, se interesó por conocerme el esposo.
Marcamos el encuentro en nuestra residencia, y después
de comentar los artículos que divulgaba él y las cartas que
yo venía publicando, me expresó las decepciones que había
llevado con la sana pretensión que tenía de conseguir un
hijo adoptivo. Le dije que lo conseguiría fácilmente a través
de una obra religiosa de la que me honro en ser delegado.
No dudó un momento en seguir el itinerario que yo le soli-
citaba. Un año después consiguió adoptar a un hermoso
niño en el extranjero. Aquel bebé cuenta tres años actual-
mente y es la felicidad de un hogar donde nada falta. Ahora,
felices los padres, están pensando en cuál será el mejor cole-
gio para educarle muy cristianamente y librarlo de tantos
males como sufren muchos jóvenes por el ambiente nocivo
que nos propician los gobiernos.
Mientras todo esto está sucediendo con las adopciones,
que tan necesarias se hacen para disminuir el aborto y acre-
centar el índice de natalidad, se están debatiendo en el

269
mundo leyes tan aberrantes como pueden ser las adopciones
entre parejas homosexuales. Entremos con nuestra imagina-
ción en uno de esos hogares en el que dos lesbianas o dos
gays hayan adoptado un niño y veremos qué pronto se dará
cuenta de que “sus padres” no pueden ser sus padres, y que
“su familia” no es como las demás.
Si es un niño adoptado por lesbianas, desconocerá el
modelo de hombre que le hubiera ayudado a ir formándose
como hombre, y si es una niña adoptada por dos gays no
podrá recibir de estos “varones” la imagen femenina que
precisaría para su correcto desarrollo como mujer. Por otra
parte, ¿quién nos asegura que ese niño o esa niña no van a
ser educados con las mismas inclinaciones de sus “padres”
adoptantes? Pero hay más: siendo malos como somos todos,
¿cuántas serían las humillaciones que los “hijos” de lesbia-
nas o gays recibirían en los colegios y las marginaciones
que tendrían que sufrir desde la más tierna infancia?
Es de tener en cuenta que las adopciones no consisten en
dar los niños a unos padres que no pueden tenerlos, sino en
dar unos padres adecuados a un niño que los necesita. Y que
unos padres homosexuales no son lo que los niños necesitan
nos lo dice, sin dejar duda alguna, la Asociación Española
de Pediatría: “Un núcleo familiar con dos padres o dos
madres de sexo distinto al correspondiente a su rol, es,
desde el punto de vista pedagógico y pediátrico, claramente
perjudicial para el armónico desarrollo de la personalidad y
adaptación social del niño”.
Publicado en La Voz de Avilés 18-octubre-2000

270
123.- EL SUFRIMIENTO

C
uando pulsamos el automático de la televisión
para recibir noticias e imágenes, y constatamos el
dolor que asola algunas naciones de África que-
damos sobrecogidos. Las guerras en otros países también
nos espantan. Los accidentes de carretera nos conmueven.
Los crímenes de ETA nos aterran. Pero este sufrimiento no
se produce por azar ni porque Dios lo quiera. En algunos
casos es fruto del desorden. Dios ha creado al hombre
dotado de una conciencia que solicita sus leyes, y le ha dado
toda libertad para cumplirlas o rechazarlas.
La mayoría de los males se producen por las injusticias,
es decir, el afán de poder que tienen unos pueblos sobre
otros. Muchas veces nos sorprenden las noticias de catás-
trofes naturales, pero tampoco se producen por casualidad,
ni porque Dios lo desee, es algo que el hombre necesita para
reflexionar, es decir, comprobar que nada tenemos que no
sea perecedero, y ver que la naturaleza también se desborda
cuando Dios lo permite. Él es su creador, le ha puesto unas
leyes indiscutibles que obligatoriamente tiene que cumplir.
San Antonio María Claret nos ha dicho algo que merece
la pena considerarlo: cuando era obispo de Cuba y surgieron
los grandes terremotos, sin dejar de pedirle a Dios que cesa-
ran, se iban extendiendo en una ciudad casi pagana, y tuvo
que dejar de auxiliar víctimas por las aclamaciones de gran-
des multitudes que le exigían les reconciliara con Dios, las
colas de gentes en los confesonarios eran interminables, y

271
su apostolado nunca había sido más eficaz que después de
aquella devastación.
Respecto de muchos sufrimientos que pueden atribuirse
a nuestra negligencia y limitación, no nos queda otra alter-
nativa que aceptarlos, a la vez que tenemos la obligación de
mitigarlos con la participación activa en el desarrollo cientí-
fico-técnico y la práctica de la solidaridad humana. Desde la
perspectiva externa, nuestra respuesta al sufrimiento no
puede ser otra, pero, interiormente, ¿cuál es el sentido del
sufrimiento? Los cristianos creemos en la encarnación del
Hijo de Dios. El Evangelio nos enseña que Jesús ha sido
más humano en aquellos momentos de su vida en que más
ha sufrido.
Durante la pasión, el Evangelio lo presenta en su rostro
más humano. Pilato, ante Jesús azotado y coronado de espi-
nas, exclama: “¡Aquí tenéis al hombre!”. Jesús sufre injus-
tamente, pero sabe transformar el dolor en amor y a favor de
todos. Podríamos decir que el sufrimiento le da a Dios un
grado más de misericordia, porque estando clavado en la
cruz, lejos de sentirse enojado, le pide a su Padre el perdón
para los verdugos, atenuándoles la abyección execrable con
estas palabras: “Perdónalos Padre mío, porque no saben lo
que hacen”.
Pienso que debemos de hacer todo lo lícito y posible para
evitar el sufrimiento, pero, cuando nos toca, aceptémoslo
como un bien mayor al que nosotros anhelamos, pues no
existe otro medio mejor para mitigarlo.
Publicado en La Voz de Avilés 19-octubre-2000 y en La Voz de Asturias 21-
octubre-2000

272
124.- HOMILÍA DE UN MISIONERO

A
unque no siempre resulta provechoso decir toda
la verdad, a los que no nos afecta directamente
nos congratulamos con los que tienen el coraje y
la sinceridad de decirla, y un misionero que ha venido a
España después de misionar veinte años en la China, ha
puesto de relieve cómo debe ser la unidad de los católicos y
la obediencia al Papa, pues él ha vivido entre los que son
fieles al Santo Padre y entre los que se adhieren al Gobierno
de Pekín.
¡Ya está bien -nos decía- de adhesiones retóricas al Papa
por parte de algunos obispos y de los superiores de congre-
gaciones religiosas! La velocidad se demuestra andando y el
amor con obras y no con besamanos. Los obispos tienen un
deber muy concreto, que es el de gobernar la Iglesia dioce-
sana a ellos confiada como sucesores de los apóstoles. No
son delegados del Papa en esos territorios, pero tampoco
pueden gobernar al margen de la doctrina de la Iglesia.
Si no están en unidad con el Santo Padre, su autoridad
deja de existir inmediatamente, porque si ellos no están en
comunión con la cabeza del cuerpo, entonces no tienen
derecho a reclamar esa misma unidad con ellos por parte de
los sacerdotes y de los fieles. Esa unidad -continuaba
diciendo-, no puede ser sólo de palabras. Hace falta que sea
de hechos. ¿Cómo puede un obispo que está en comunión
con el Papa mantener al frente de una parroquia a un cura
que predica contra el Papa y contra las enseñanzas de la
Iglesia?

273
¿Cómo pueden seguir siendo párrocos sacerdotes que
notoria y públicamente dicen que están dando absoluciones
colectivas? ¿Cómo se pueden seguir manteniendo en los
Seminarios diocesanos o en los Seminarios religiosos a for-
madores y profesores que explican cosas contrarias a las
enseñanzas de la Iglesia? En esos detalles, importantísimos,
es donde se pone de manifiesto la verdadera unidad de los
obispos con el Papa y, por lo tanto, su catolicidad.
Se me podría objetar –continuó diciendo- que hay intere-
ses de oportunidad pastoral que aconsejan dilatar una acción
drástica. Se me podría decir que si se quitan a todos los
curas que no son fieles a la Iglesia, muchas parroquias que-
darían vacías, así que es un mal menor que sigan ahí. Pero
más vale una parroquia sin cura que un cura que engaña a la
parroquia. La oportunidad pastoral, por supuesto, es respon-
sabilidad del obispo o del superior religioso. Pero no
entiendo -agregó- cómo se puede conjugar esa oportunidad
con una dejación casi eterna de las responsabilidades que
permite la difusión de errores que dañan gravemente al pue-
blo y, consecuentemente, a la Iglesia.
Publicado en La Voz de Avilés 22-octubre-2000

274
125.- LA DOCTORA MARQUÉS EN LOS
ANDES DE PERÚ

H
ace unas semanas viajamos a Madrid 32 perso-
nas en un autobús alquilado. La unión sacerdotal
Lumen Dei nos había invitado para asistir a la
ordenación de tres sacerdotes de dicha Obra. Una multitud
de gente se agolpaba en uno de los templos del Cerro de los
Ángeles para asistir a misa y presenciar la consagración de
los tres seminaristas al sacerdocio. El obispo ordenante era
monseñor Golfín, de Getafe. Los ordenandos eran tres jóve-
nes americanos que se convirtieron al catolicismo a través
de los ejercicios espirituales que dan los sacerdotes de
Lumen Dei en América.
Al día siguiente -domingo- asistimos a las tres misas que
celebraron por primera vez los nuevos presbíteros. La doc-
tora Marqués que todavía no practica ninguna religión,
estaba visiblemente emocionada prestando atención a las
homilías que predicaron con verdadero fervor y con mucho
acierto. También nos acompañaba la excelente pediatra de
Gijón, Marina Novoa. Médica de cabecera de nuestros nie-
tos, y aunque tampoco practica la religión, no ha querido
ocultar el deseo que tiene de tener fe.
Y como el deseo de tener algo es una forma de conse-
guirlo, esperamos que muy pronto le llegue ese rayo de luz
que ilumina a todo hombre, pues quien busca a Dios ya lo
lleva consigo, y la luz es el símbolo más hermoso de la vida
cristiana, porque los cristianos somos llamados hijos de la
luz. Las luces son símbolo de la divinidad. Dios habla al
hombre a través de la creación visible: la luz, el viento, el

275
fuego, el agua... hablan a la vez de la grandeza y proximi-
dad de Dios. Desde estos elementos materiales, la luz es el
más espiritual y misterioso.
La Iglesia pronto incorporó la luz material a sus ceremo-
nias, para manifestar con ella los misterios de la luz espiri-
tual. El simbolismo de la luz lo vemos con abundancia en la
Sagrada Escritura. El arco iris, franja maravillosa de luz, es
símbolo de la concordia entre Dios y los hombres. Mala-
quías anuncia el advenimiento del sol de justicia. David pre-
anuncia una luz para los justos.
Distraído con la luz he dejado el título sin sentido. Y lo
más curioso es que la doctora Marqués, después de haber
vivido su infancia y juventud en un hogar asistido por doce
sirvientas y doncellas, se encuentra en las misiones de los
Andes de Perú, curando las llagas de los campesinos y rea-
lizando 2 ó 3 operaciones cada día que amanece. La película
que les pusimos en el autobús sobre las enfermedades y la
“lepra blanca” que sufren aquellos desheredados indigentes,
le hizo verter lágrimas en el susodicho viaje a Madrid.
Después de regresar nos pidió una copia del video para
exhibirla a sus familiares, colegas y amigas, y consiguió
recaudar unas quinientas mil pesetas para darles unas miga-
jas de pan a los que ahora la rodean. La llamamos por telé-
fono ayer y le preguntamos cómo se encuentra.
- Estoy contenta. Trabajo mucho. Opero 2 ó 3 veces por
día. Atiendo a los enfermos que vienen llagados, hago dre-
najes y voy soportando los tres grados bajo cero por la
noche y los 30 grados de temperatura por el día.
- Y las comidas, ¿qué tal?- Sin comentarios, cuando lle-
gue veréis los kilos que estoy perdiendo.
Publicado en La Voz de Avilés 29-octubre-2000

276
126.- LA CASTIDAD

L
a castidad es una virtud que tiende a desaparecer;
todo depende del concepto que cada uno tiene de
la virginidad. Si la entendemos como represión
nos puede parecer un comportamiento negativo y una acti-
tud desnaturalizante. Siendo así no puede ser un valor. Pero
sabiendo que Dios nos ha pedido que seamos castos, es
necesario profundizar mucho en ese precepto para encontrar
el bien que Jesús pretende para sus amados hijos. Hacién-
dolo así, encontraremos que se trata de un ordenamiento de
la potencialidad sexual del hombre, en consonancia con su
condición específica de persona racional, inteligente y auto-
determinativa.
Ser un esclavo de los instintos en el campo sexual casi
nos convierte en animales, pues nos desnaturaliza de nues-
tra condición de personas. Actualmente son contadísimas
las parejas que llegan al matrimonio sin haber tenido rela-
ciones sexuales, pero estos cónyuges siempre nos mostrarán
distinción y alegría. Su matrimonio ha de ser estable, amo-
roso y mutuamente solícito, y los hijos, educados en esas
condiciones, serán abnegados con sus padres y los colmarán
de satisfacciones jubilosas. Cierto es que en todo puede
haber excepciones, pero en este caso son rarísimas.
Una señora que diariamente encuentro en la iglesia a los
pies del sagrario, me presenta a su hija adolescente, y ésta
me dice:
Con la castidad yo pienso que aprendemos a respetarnos
a nosotros mismos y a no hacernos animales. Los animales

277
lo hacen todo por instinto. Si nosotros no tuviéramos un
principio regulador, un medio para dominar nuestros instin-
tos nos haríamos como ellos. Es bonito que aprendamos a
valorar algo que nosotros tenemos y ellos no tienen. Es una
satisfacción disfrutar de algo adquirido por tu esfuerzo, por
tu decisión, por tu voluntad. Eso creo que tiene su belleza y
su valor.
- ¿Te es fácil vivir la castidad a tus 17 años?
- En principio me cuesta, como creo que les cuesta a los
demás. Pero debo confesar que a mí me es fácil vivirla.
- ¿Por qué te es tan fácil?
- En primer lugar, me doy cuenta de que no merece la
pena perder la castidad por el placer sexual de un momento.
Pero acaso me cuesta poco por la educación que he recibido
desde niña.
- ¿Encuentras valores en la castidad?
- El de saber que nuestro cuerpo tiene un destino superior
al de dejarlo aquí en la tierra. Los planes de Dios sobre los
hombres nos hablan de una glorificación de nuestro cuerpo
en la vida futura. Aparte de la glorificación corporal donada
por Dios, tiene que ser también un don de ese cuerpo, el
haber sabido conservarlo íntegro, inmaculado, como Él nos
lo dio. ¿Si quiere le presento mañana una joven madre sol-
tera que termina el próximo año la carrera de Medicina?
- Con mucho gusto nos veremos aquí. Gracias.
Al día siguiente me encontré en el lugar señalado con
cuatro personas: la joven virgen y su madre, la madre sol-
tera y un hijo de dos años. El pequeño de carita redonda, con
pelo rubio y los ojos azules, me da un beso cuando me
inclino para besarle. Su madre también me besó amable-
mente. Después comenzamos a hablar y le pregunto: ¿Me
podrías decir cómo ha sido tu adolescencia?

278
- En realidad no ha sido la castidad mi fuerte. Para mí
prácticamente no ha existido. No he sido casta. Pero hoy,
que me he dado cuenta, la considero maravillosa. Para mí la
castidad no ha entrado en mi vida, por el hecho de haberme
apartado de Dios. Hoy creo que la encontré y la veo feno-
menal.
- ¿Te atreverías a decirme por qué no has sido casta?
- Sí. No he sido casta por el hecho de no pensar, por vivir
al margen de todo. Tal vez por una comodidad, que no
encontré. Por dejadez te dejas llevar por cualquier impulso.
- ¿Cuándo encontraste el camino?
- Al mes de dar a luz tuve la oportunidad de estar solo,
pensar mucho, y me di cuenta de que había algo más que
todo aquello que había vivido. Y vi claro que aquel Dios que
mis padres y mi colegio me habían enseñado, existía real-
mente y era algo verdadero... Si amo ahora la castidad es
porque le amo a Él... Dios importa mucho para mi vida.
- ¿Qué otros valores crees que tiene la castidad?
- Creo que hay otros valores. Antes, que no era casta, que
me dejaba llevar por los impulsos, no era libre. En cambio,
ahora que tiendo más a ser casta, me siento más libre, me he
liberado de mis impulsos. Al dejar esos impulsos a un lado,
el mismo cuerpo gana serenidad, dominio, salud, belleza y
dignidad, porque el cuerpo no debe ser sólo un instrumento
de placer, sino un medio para realizarse en la vida cum-
pliendo una misión. El libertinaje sexual tiene consecuen-
cias lamentables, como son las violaciones y las madres
adolescentes. También las enfermedades venéreas, y no
digamos el SIDA.
- Gracias por tus ejemplares declaraciones. ¿Tienes algo
más que añadir?

279
- Sí. La experiencia me dice que quien se deja esclavizar
del apetito sexual se degrada, se envilece, termina por inca-
pacitarse para amar. A fuerza de instrumentalizar al otro
buscando sólo tu egoísta satisfacción, terminas por no poder
amar a nadie. Ni siquiera a una persona excepcional de la
cual desearías enamorarte con toda tu alma, pero que ya no
puedes, porque se ha secado el corazón. Las aventuras
sexuales de las que has disfrutado sin freno te han incapaci-
tado para la mayor felicidad natural que hay en el mundo,
que es el amor de un matrimonio y unos hijos que dan a la
persona ilusión para la vida. La sed de placeres sexuales te
deja defraudada. Esta decepción va minando tu psiquismo,
produciendo un hastío de la vida tal que llegas a perder la
ilusión por vivir.
Así ha terminado nuestra contertulia después de su mal-
dita experiencia.
Publicado en La Voz de Avilés 2 y 4-noviembre-2000; en La Voz de Asturias 3
y 4-noviembre-2000 y en El Comercio 4 y 5-noviembre-2000

280
127.- TOMÁS MORO

J
uan Pablo II, siempre tan oportuno y certero, ha
nombrado a Santo Tomás Moro patrono de los
gobernantes. Un mártir de la Iglesia anglicana y a la
vez santo de la Iglesia católica. Es claro que todas las pro-
fesiones necesitan un modelo a seguir y un protector celes-
tial, y la de los políticos tal vez sea la más acuciante,
teniendo en cuenta el riesgo que corren y las responsabili-
dades que les confían los pueblos y naciones. La historia nos
dice que Tomás Moro fue estadista, historiador y teólogo.
Después de desempeñar importantes cargos políticos con
gran fidelidad al servicio del rey Enrique VIII, le llegó el
momento en que tenía que conjurar con el rey y hacer deja-
ción de la Iglesia católica, pero Tomás Moro le dijo al
monarca que Dios es más importante que todos los reyes, y
se negó a firmar el decreto de anulación del matrimonio del
rey con Catalina de Aragón. También públicamente se negó
a reconocerle como jefe de la Iglesia de Inglaterra. Esta acti-
tud sincera y fiel a los preceptos de Jesús le llevó a la pri-
sión, y dos años más tarde (1535) el criminal monarca les
dio órdenes a sus vasallos para que Tomás Moro fuese deca-
pitado. La misma suerte corrieron dos de sus esposas: Ana
Bolena y Catalina Howard. Las dos decapitadas por man-
dato del rey jefe de la Iglesia anglicana.
En nombre de la Cámara de los Lores, Lord David Alton
manifestó al Vaticano el orgullo de sus colegas y compa-
triotas por el nombramiento del primer Lord Canciller laico
como patrono de los políticos. Moro, también humanista y

281
abogado brillante, fue siempre leal a Enrique VIII, pero
como no se puede servir a dos señores, Santo Tomás Moro
le dio a Dios la primacía absoluta.
Según Juan Pablo II, “el ejemplo de Tomás Moro brilló
con luz intensa precisamente en los derechos de la concien-
cia” que le impedía aceptar al rey como jefe de una iglesia
cismática, separada de Roma. Moro no buscaba el martirio
y, como buen abogado, invocó la ley en su defensa sin igno-
rar que todo sería en vano.
Podía haber salvado la vida doblegándose a Enrique
VIII, pero Tomás Moro -como todos los santos-, sabía muy
bien que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si
pierde su alma. Y así, nos ha dejado una estela luminosa que
seguirá encendida hasta el fin de los tiempos. Y entre tantos
políticos como hay en el mundo, es claro que no han de fal-
tar algunos que lo pongan siempre como intercesor para
obtener el éxito decoroso que tanta falta nos hace a los que
no vivimos de la política y dependemos de la misma para
vivir en libertad y en paz.
Publicado en La Voz de Avilés 6-noviembre-2000

282
128.- CUMPLEAÑOS FELIZ

P
ienso que el cumpleaños feliz lo mismo puede ser
para los niños que para los hombres añosos. Pero
estos últimos sólo encontrarán ese grado de felici-
dad cuando hayan cumplido con su esfuerzo el deber que
nos exige una conciencia bien formada y limpia. Y nadie
mejor que Juan Pablo II ha podido sentirse satisfecho en el
22 aniversario de su Pontificado, acompañado de seis mil
compatriotas polacos, pues él ha dejado atrás una de las
obras más ingentes que un hombre puede realizar en el
periodo de su vida.
Pese a que siempre le han acompañado el sufrimiento, las
injusticias y la soledad, su rostro denota dulzura, compren-
sión y amor; mientras esboza una sonrisa de buen humor. En
él se hace patente la promesa de Cristo: “Venid a Mí todos
los que estáis cansados y afligidos, que Yo os aliviaré, por-
que mi yugo es suave y mi carga ligera”. Y ahora, sirvién-
dome de los datos que nos facilita Internet, veamos si el
balance de su papado no tiene suficiente motivación para su
feliz cumpleaños de Pontífice.
Juan Pablo II ha realizado 92 viajes fuera de Italia, en los
que ha visitado 123 países, muchos de ellos en varias oca-
siones. Ha realizado 138 viajes pastorales dentro de Italia y
291 visitas a parroquias de Roma. Ha creado 157 cardena-
les, de los cuales sobreviven 118, pero sólo quedan 86 con
derecho a participar en el cónclave por tener menos de 80
años. Ha consagrado 2.900 obispos, dos tercios de los 4.439
que hay en todo el mundo.

283
En 22 años de Papado ha publicado un Catecismo de la
Iglesia Católica, un Código de Derecho Canónico, 13 encí-
clicas y 83 grandes documentos apostólicos. Ha beatificado
a 994 personas y ha canonizado a 447 mártires de la fe en su
inmensa mayoría. Ha reanudado la costumbre de convocar
en Roma al colegio de cardenales y ha presidido 14 sínodos
de obispos, 6 de ellos continentales.
Poco antes de cumplir los 80 años, el pasado mes de
mayo, el Papa replicó a un amigo: “¡Yo no soy viejo!”.
Otras veces bromea afirmándolo, justo para provocar la
cariñosa protesta de sus interlocutores. Juan Pablo II fue el
primer esquiador, y su naturaleza robusta le ha permitido
superar sucesivamente el atentado de 1981, el tumor intesti-
nal de 1992, la operación de fémur de 1994 y el avance lento
de la enfermedad de Parkinson que no le ha disminuido en
absoluto sus facultades mentales.
Hace un año, cuando se le presentó el intenso calendario
del Gran Jubileo, un coro de voces aseguraba que “no lo
resistiría”. El resultado es que tanto los viajes a Tierra Santa
como los continuos encuentros con multitudes de peregrinos
le hacen sentirse mejor a Juan Pablo II. Y es bien posible
que en el próximo año convoque un consistorio más para
crear nuevos y santos cardenales. Y así, el próximo Papa
será santo también.
Publicado en La Voz de Avilés 7-noviembre-2000

284
129.- DOS DÍAS DE EJERCICIOS

S
on muchos los católicos que nunca han hecho Ejer-
cicios Espirituales, y más los que creen que no
ignoran nada concerniente a la Religión. Cuando el
presbítero Ángel Casabón Vicente –santo varón y universi-
tario- intentaba convencer a un joven creyente, que cursaba
la carrera de Derecho, para hacer ejercicios espirituales, el
joven elegante e “inteligente” le dijo: “Padre, ya lo sé todo”.
–Todo no, hombre, casi todo –le replicó el buen sacerdote.
Estas aseveraciones las he tenido que oír muchas veces a
personas que parecen juiciosas y ostentan títulos universita-
rios, y no digamos a los que carecen de cultura y quieren
aparentar que la tienen. Pues no se dan cuenta de que los
cardenales asisten a ejercicios espirituales, el Papa los hace
todos los años, y muchos obispos con más frecuencia.
Llevo 42 años trabajando en movimientos apostólicos.
Primero en Acción Católica de Avilés, después en los Cur-
sillos de Cristiandad, y actualmente en la unión sacerdotal
Lumen Dei. Y entre los muchos resultados adversos que me
han hecho sufrir los que no comprenden que sólo deseas
hacerles un bien a fondo perdido, también he conseguido
–por la gracia de Dios y a través de ejercicios espirituales y
cursillos de cristiandad- la conversión de muchas almas,
incluyendo delincuentes y criminales cuando vivía en Bra-
sil como emigrante.
Los pasados días 4 y 5 del actual mes, conseguimos que
27 personas asistieran con nosotros a los ejercicios espiri-
tuales que nos vino a dar un sacerdote de Lumen Dei, desde

285
Madrid. Siete ejercitantes se desplazaron desde Avilés hasta
el Convento de las Esclavas del Sagrado Corazón, en Lato-
res (Oviedo), dos eran de Nava, otros de Oviedo y Gijón;
todos han quedado sumamente agradecidos por haber hecho
los ejercicios, y lo curioso es que las personas que más se
conmovieron fueron dos monjas Ursulinas. No sabían como
agradecernos, rogándonos que no dejáramos de invitarlas
para los próximos ejercicios.
Es verdad que el joven sacerdote recién ordenado es un
verdadero maestro en todo lo que se refiere a las almas que
viven como si Dios no existiera, y a las que se pegan como
la lapa a los preceptos de Jesús. Diez conferencias nos ha
dado sin el más mínimo desperdicio. Su voz persuasiva y
potente, su convencimiento en lo que decía, no ha dejado a
nadie sin convencer.
Se levantaba a las seis de la mañana, después de dormir
en el suelo, para hacer oración por nosotros. Sólo comía una
vez al día. Las misas se prolongaban algo más de una hora,
con esa delicadeza y sumisión que el Rey de los reyes se
merece: Jesús. El silencio que nos imponía nos hizo enmu-
decer las 48 horas. Dios -nos decía- no se hallaba en el terre-
moto ni en el huracán, sólo en el susurro de una brisa se
encontraba. Guarden silencio, mediten y hagan oración.
¡Qué pena que tantas personas desconozcan el fruto de
los ejercicios espirituales que viene dando Lumen Dei en
España y en tantas naciones extranjeras! Por algo tiene 42
seminaristas y viene dando nueve mil comidas gratuita-
mente todos los días a los más pobres del Tercer Mundo.
Publicado en La Voz de Avilés 9-noviembre-2000

286
130.- PESIMISMO Y OPTIMISMO

E
l pesimismo es un sistema filosófico que consiste
en atribuir al mundo la mayor imperfección posi-
ble, y el optimismo es otro sistema filosófico que
consiste en atribuir al universo la mayor perfección posible.
Esto es lo que dicen los académicos. Creo que sería bueno
prescindir de las dos opciones extremistas y optar por la rea-
lidad, sabiendo que el mundo en que vivimos dista mucho
de ofrecernos un panorama pacífico y amoroso. Y sin pecar
de catastrofismo, podemos afirmar que vivimos sin la
menor luz esperanzadora, al menos a corto plazo.
Por todas partes hay signos de inestabilidad y violencia.
Apenas hay refugio seguro frente a la avalancha que se nos
viene encima y que sufrimos día a día: guerras, terrorismo,
muertes violentas, infanticidios, aborto, violaciones, con-
culcación de los derechos humanos en todas partes, paro,
droga, sida, prostitución, inmigración, explotación del hom-
bre por el hombre, injusticias, marginación, inundaciones,
hambre, degradación moral, deterioro imparable del medio
ambiente, etc.
Dios ha puesto el mundo y el destino personal en nues-
tras manos. El hombre ha usado y sigue usando muy mal su
propia libertad. No aceptamos más normas de comporta-
miento que el propio placer y capricho. Ciegos por nuestro
orgullo y autosuficiencia, nos hemos ganado la esclavitud
que conllevan los vicios y pasiones. Y todo esto sucede por-
que la mayoría de los humanos viven como si Dios no exis-

287
tiera. Se ha desplazado a Dios de las leyes humanas de la
sociedad y de la convivencia pública.
Para muchos –incluso cristianos- ha desaparecido el
temor al pecado mortal. Pisotean los mandamientos de la
Ley de Dios, justificando el mal que hacen con seudo razo-
nes. Ley del aborto, del divorcio, de la eutanasia, de las
parejas de hecho, del ejercicio de la homosexualidad, de la
manipulación genética, permisión pública de la pornografía,
de la prostitución, exaltación del amor libre, de la infideli-
dad matrimonial, etc.
La manipulación genética se considera un éxito. Para sal-
var la vida de la niña Molly, trasplantándole las células
sanas procedentes del cordón umbilical con el que ha nacido
su hermanito Adan. ¡Pues qué bien!, pensamos. Pero pocos
conocen el reverso de la historia. Pues el embrión del que ha
nacido Adan fue seleccionado entre 15, todos ellos fecun-
dados como él “in vitro”, antes de que el elegido fuese
implantado en el útero materno; por consiguiente fueron
descartados 14, los que sobraban, y que terminarán en el
cubo de la basura.
¿Cuál habría sido hoy el destino de Beethoven, sabiendo
que los antecedentes familiares no podían ser peores? Si
hubiese sido engendrado hoy, se habría impedido su naci-
miento y la humanidad no tendría la “Quinta Sinfonía”.
Pero, además, si la salud es un argumento, el derecho a la
vida es mucho mayor. Su reiterada negación justifica la
durísima calificación que Juan Pablo II ha hecho de la lla-
mada “cultura de la muerte”. Esto es lo que sucede, sin opti-
mismo y sin pesimismo.
Publicado en La Voz de Avilés 8-noviembre-2000, en La Nueva España 11-
noviembre-2000, en El Comercio 24-diciembre-2000 y en La Voz de Asturias
28-diciembre-2000

288
131.- UN AMIGO CRISTIANO

D
on Tomás Montero Entrialgo ha fallecido el
pasado día 6 del actual mes. Nuestra amistad sur-
gió a raíz de una réplica que le hice en LA HOJA
DEL LUNES hace unos quince años, cuando nos decía que
“la descendencia numerosa era una reminiscencia zooló-
gica, y en la China Continental se les concedía un premio a
los matrimonios que sólo contaban con un hijo”. Al día
siguiente me contestó diciendo que no tenía nada en contra
de las familias numerosas. Después nos encontramos perso-
nalmente y debatimos mucho sobre religión.
Nuestros encuentros continuaban con alguna frecuencia
y me contaba sus múltiples experiencias. Era un hombre
polifacético: periodista veterano y avispado, profesor del
Seminario de Oviedo, coronel de la Cruz Roja, procurador
y presidente del Colegio. A pesar de todo lo dicho, le faltaba
la clarividencia. Su forma de interpretar las cosas era con-
fusa. Los Sagrados Textos para él eran como una novela
apocalíptica y fantástica. Si Dios existe es un cruel –me
decía.
Y a pesar de nuestro antagonismo, los dos nos alegrába-
mos al encontrarnos en el paseo de Begoña. Yo admiraba su
sinceridad y comprendía su inclinación en defensa de la
humanidad (3ª acepción). Pero él no quería reconocer los
pecados, y cuando un día le dije que la masturbación era
pecado llegó a blasfemar en contra de Dios. Don Tomás
deseaba ardientemente morirse. Y con alguna frecuencia me

289
decía: “Si tocando ahora con la mano en el pecho me
muriera, ahora mismo lo hacía”.
Antes tienes que arrepentirte de tus pecados y confesarte.
¡Confiésate, Tomás, y cambiarás de vida! Dios es bueno con
todos. Ya te ha dado un derrame cerebral y un infarto, ¿qué
esperas para prepararte? Aquel día subió a nuestra casa y le
fui dando los siete libros que tengo publicados. Los leyó
todos uno a uno. Después intenté darle biografías de santos,
pero no las quería. Sólo me decía: “Yo no tengo esa fe”.
Confiésate, le repetía con amor. “Ya lo pensaré”, me decía.
Al día siguiente sonó el timbre en la puerta de nuestra
casa. Se abrazó a mí y me dijo llorando: “Vengo de confe-
sarme con el párroco de San Lorenzo, que ha sido alumno
mío. Estoy en gracia de Dios. Tú me has sacado de la incre-
dulidad”. Después de todo aquello nos amábamos como
hermanos. Treinta días más tarde le dio otro derrame cere-
bral y nuevamente se recuperó. Le visitamos don Francisco
Sánchez de Muniaín y yo varias veces, y nos decía: “Tengo
miedo a Dios. Pero me falta la contrición, sólo siento atri-
ción. Rezo continuamente, incluso en el servicio”.
En estas últimas semanas le llamé por teléfono para visi-
tarle, pero nadie me cogía el teléfono. Es claro que estaba
internado. Continúo llamando estos días y nadie me res-
ponde. Pues don Tomás me ha dejado el testamento autó-
grafo para que se lo entregue a su hijo Felipe. Espero que
venga a recogerlo después de ponerse en contacto conmigo
a través del teléfono, 985344033. Terminaré diciendo que
don Tomás era un hombre honradísimo y ha muerto como
un buen cristiano. En mis pobres oraciones le encomiendo
todos los días, tal y como él nos lo pide en la esquela que ha
dejado escrita.
Publicado en La Voz de Avilés 12-noviembre-2000 y en El Comercio 20-
noviembre-2000

290
132.- LOS DIVORCIADOS Y LA COMU-
NIÓN

E
s claro que me estoy refiriendo al escrito que han
publicado Hortensia García Suárez, Delfín Álva-
rez Fernández y Eugenio Cristóbal González Caso
en La Nueva España el pasado día 10 del actual mes de
noviembre. Comprendo la situación patética que están
sufriendo como expiación del pecado. Pero no pueden res-
ponsabilizar a monseñor Atilano ni a nadie. El único res-
ponsable de que no puedan comulgar es Jesucristo. “Lo que
Dios unió no lo separe el hombre”. “Habéis oído que se dijo:
No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una
mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón. Si,
pues, tu ojo te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque
mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que
todo tu cuerpo sea arrojado a la gehena” (Mateo 5, 27 a 32).
Por eso en la manifestación que ha hecho monseñor Ati-
lano, está cumpliendo con el deber que tiene como pastor en
comunión con el Santo Padre y con Jesús, y al mismo
tiempo les está librando de una pena mucho mayor: “El que
come mi cuerpo y bebe mi sangre indignamente, come y
bebe su propia condenación” (I Corintios 11, 27). Es verdad
que Dios perdona todos los pecados de los hombres setenta
veces siete, pero es imprescindible un acto contrito de arre-
pentimiento, y en caso de usurpación, ha de restituir el daño
cometido antes de que pueda recibir la absolución.
Es verdad que Dios es infinitamente misericordioso, pero
es justo también, y todas sus palabras se cumplirán: “Porque

291
en verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que
falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cum-
pla” (Mateo 5, 17 a 19).
Juan Pablo II comprende muy bien el dolor y aflicción de
los divorciados que desean reconciliarse con Dios, pero no
puede abrogar la Ley que Dios Padre y Dios Hijo han
dejado legislada en el Antiguo y Nuevo Testamento. A
pesar de todo, el Santo Padre les ha pedido a los divorciados
que no dejen de asistir a misa y confiar en la misericordia de
Dios. No obstante, si el divorciado se arrepiente y pasa a
vivir la castidad, es claro que podrá obtener el perdón y
comulgar todos los días.
La Iglesia en la Salve ya nos dice que la vida es un valle
de lágrimas. Es necesario siempre mirar el sufrimiento que
reina en el mundo para comprender que ustedes y yo somos
privilegiados. Pensemos en los que se mueren de hambre, en
los que pierden a su esposa e hijos en accidentes de tráfico,
en los que padecen enfermedades irreversibles, en los que
encuentran a su cónyuge con otro/otra en la cama y se reti-
ran a un convento para obtener más gracia de Dios y conse-
guir fuerzas para llevar la cruz que a todos nos promete
Jesús, si queremos seguirle.
Y esa sarta de gentes que ustedes citan preguntando si
pueden comulgar, es claro que no lo pueden hacer mientras
no se arrepientan y renuncien a sus fechorías, pero tengo
para mí que les falta la fe que tienen ustedes y les importa
un bledo la comunión, la misa y la Iglesia.
Por otra parte es claro que la Iglesia no puede controlar e
inspeccionar todos los desmadres que los hombres cometen,
antes de excomulgar a una persona es necesario comprobar
que vive en pecado mortal. Ustedes recordarán cuando el
Cardenal arzobispo de Toledo, monseñor González Martín,

292
le negó públicamente la comunión a la nieta de Franco, no
obstante, ella sigue su rumbo con el tercer marido. ¿Qué
puede hacer la Iglesia? Dios juzgará.
Termino deseándoles la mejor suerte a todos los divor-
ciados, y rogándoles me perdonen si en algo les he ofen-
dido.
Publicado en La Voz de Avilés 14-noviembre-2000

293
133.- ISABEL LA CATÓLICA

M
uy poco he leído sobre las historias de los
reyes, pero ningún monarca me ha causado
tanta adhesión, simpatía y respeto como Isabel
la Católica. El próximo día 26 del actual mes, se cumplirán
496 años de su fallecimiento en Medina del Campo. Era hija
de Juan II y de su segunda esposa Isabel de Portugal y her-
mana de Enrique IV, rey de Castilla. Nació en Madrigal de
las Altas Torres (Ávila) el 22 de abril de 1451, y falleció 53
años después.
Leyendo su biografía, parece un poco extraño que no
haya sido canonizada hasta la fecha de hoy. Es verdad que
la apertura canónica del proceso Causa de los Santos
comenzó el día 20 de noviembre de 1972, pero se nota un
prolongado silencio en todo lo concerniente a Isabel la
Católica, pese a los milagros que se le atribuyen: Un sacer-
dote con gran devoción a la Sierva de Dios, sufrió una
hemorragia cerebral, de la cual no podía ser operado, que-
dando en estado de coma, sin esperanza por parte de los
médicos, viendo que no había posible recuperación. A los
tres días de coma, los canónigos de la Capilla Real de
Granda, celebraron una misa sobre la tumba de Isabel la
Católica, solicitando su intercesión, especialmente para el
caso referido.
A las dos horas de celebrarse la Santa Misa, el sacerdote
salió del coma, recuperándose rápidamente hasta la fecha de
hoy, diciendo los médicos que le atendieron que se trataba

294
de un hecho extraordinario, considerando la recuperación
del cien por cien. Esto sucedió en enero de 1994.
Omitimos otros milagros para no disminuir el espacio y
poder describir la sabia dirección que practicó en su reinado
con las acciones morales y religiosas que fue consiguiendo
como Reina de España.
Ha sido hija fiel de la Iglesia Católica. También esposa
fiel y madre de familia numerosa. Impulsó la cultura en los
tiempos difíciles de la docencia. Promocionó a la mujer
que siempre estuvo marginada, especialmente en aquellos
tiempos. Moralizó las costumbres, empezando por custo-
diar el Orden Público. Unificó España gobernando su
reino con justicia. Reformó conventos. Patrocinó el Des-
cubrimiento y evangelización de América. Prohibió la
esclavitud. Defendió heroicamente a los indios. Promovió
los verdaderos Derechos Humanos y fundó Hospitales con
bancos de sangre.
Estos personajes que han dejado una estela luminosa en
todo lo que queda expuesto, son los que los profesores
tenían que matizar más en los colegios para bien de los
alumnos y de la sociedad en general. ¿Qué podemos apren-
der del crimen y el hedonismo de Enrique VIII, de las bar-
baries de Nerón o de las atrocidades de Hitler? Pienso y creo
que todos los ejemplos que nos moralizan y nos enseñan a
vivir con paz y con amor, son los que merece la pena cono-
cer en profundidad, sabiendo que la vida es corta y nos falta
tiempo para estudiar todo lo bueno que existe en el mundo.
Publicado en La Voz de Avilés 16-noviembre-2000

295
134.- RUIDO Y SILENCIO

E
l ruido es enemigo del hombre. En las guerras y en
los atentados el ruido es imprescindible. Es el
mejor obstáculo para no concentrarse en nada y
vivir a lo loco. El ruido estentóreo de las discotecas es un
aliciente para consumir alcohol y deleitarse con la droga.
Miles de millones se gastan los inquilinos y propietarios de
bajos comerciales en la insonorización para aislar los ruidos
que salen al exterior, y los que consiguen más ruido en el
interior del “pub” y se libran de las denuncias de los veci-
nos, son los que salen triunfando con el negocio. El ruido
estropea la convivencia pacífica.
Buena parte de la juventud ignora que el ruido en las dis-
cotecas les altera el buen sentido y les provoca un estado
subliminal, y con esas percepciones sensoriales se desmoro-
nan las razones del psiquismo sin que el sujeto llegue a
tomar conciencia del daño que recibe. “Los ruidos monóto-
nos –nos ha dejado escrito Amado Nervo-, como la oscila-
ción del péndulo en una estancia, o el cri-cri de los élitros
del grillo y la cigarra en el campo, subrayan maravillosa-
mente el silencio; son cómplices del no pensar y provocan
esos deleitables estados semiextáticos, en que el alma se
asoma al más allá”.
El silencio es la excelencia de la educación. Contemplar
el silencio es contemplar a Dios. Saber escuchar es recibir
lecciones en todo momento. Hablando no se aprende nada.
Para mí tengo que los verdaderos sabios se encuentran en
las cartujas, en las trapas y en los conventos de clausura,

296
donde reina el silencio, el amor y la paz. Allí reciben las lec-
ciones del único Maestro y del único Señor: Jesucristo.
“Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere;
quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien
no trabaja por Cristo, no sabe lo que hace”. Estas palabras
de San Felipe Neri, las subrayó el Papa en L’Osservatore
Romano, el 13 de octubre de 2000.
Cuando un conferenciante se extiende demasiado en el
discurso, el gentío del auditorio comienza a recoger hacia
arriba las mangas y a mirar el reloj, y si el discursante con-
tinúa ruidoso en el tema, el espectador se levanta y se va.
Sólo algunos cubanos soportan más de tres horas los discur-
sos de Fidel. Esta verborrea del dictador puede ser un sín-
toma de querer convencer a los demás de lo que el necio no
está convencido.
Benavente ya nos decía que “nada fortifica tanto las
almas como el silencio; que es como una oración íntima en
que ofrecemos a Dios nuestras tristezas”. Y Calderón de la
Barca sentenciaba que “cuando tan torpe la razón se halla,
mejor habla, señor, quien mejor calla”. No recuerdo el nom-
bre del autor, pero con algunas imprecisiones he memori-
zado lo que decía: No creáis que el silencio es la sabiduría
de los tontos; es, en tiempo y lugar, el honor de los sabios,
que no tienen la debilidad, sino la virtud de callar.
Publicado en La Voz de Avilés 19-noviembre-2000

297
135.- RELIGIOSIDAD POPULAR

C
on una religiosidad popular, superficial, descom-
prometida y a veces sólo sentimental, se cubren
las apariencias de que los bautizados –que igno-
ran la Palabra de Dios y no frecuentan los sacramentos- ya
tienen lo suficiente para sentirse cristianos y hasta llamarse
católicos. Cuando en verdad la gran masa de bautizados no
está preparada para contrastar sus creencias y conocimien-
tos de los Sagrados Textos con los miembros que nos inva-
den de las sectas. Por eso se hace tan necesario que los
seglares católicos y especialmente los sacerdotes, asuman la
responsabilidad que les corresponde para impedir la igno-
rancia religiosa que tanto abunda entre la mayoría de los
creyentes.
A pesar de las claras enseñanzas del magisterio pontifi-
cio, poniendo a todos los católicos en guardia sobre los peli-
gros del relativismo moral, podemos afirmar que es una de
las claves del desmoronamiento y flojedad de la vida espiri-
tual de los católicos. Cada uno se ha hecho su propia reli-
gión, sus normas morales, hace lo que le parece más conve-
niente y el Papa que siga escribiendo y perorando con sus
alocuciones y encíclicas. Tal vez nunca en tiempos pasados
ha tenido la Iglesia un magisterio tan amplio y completo
como el de este Papa, pero dudo que nunca como ahora el
pueblo de Dios ha vivido más ajeno a esta enseñanza.
El Papa es considerado por amplios sectores de la Iglesia
como algo anacrónico y que no está al día. He ahí que gran
parte de sus enseñanzas caen en el vacío. La norma que
siguen muchos creyentes es la de su propia conciencia, tan-

298
tas veces embotada por los pecados y la ignorancia. Y así,
tanto para creyentes como para los que no lo son, el objetivo
prioritario de sus vidas no es otro que conseguir ser felices
como sea. Esta “felicidad” no es, ni mucho menos, trascen-
dente, espiritual o evangélica, sino pronta, experimentable e
inmediata. Es decir, todo lo que contribuye a hacerme feliz,
a sentirme bien en el aspecto físico lo considero bueno y al
contrario: lo que me impide gozar del placer gratificante e
inmediato será malo, lo diga quien lo diga.
Esta es la norma suprema de ética o de moral que impera
en la mente y en la vida de un sinnúmero de creyentes. Al
arrinconar al único Dios vivo y verdadero, otros diosecillos
e ídolos de toda clase se han instalado en el alma y en el
corazón de muchas gentes: La técnica, la ciencia, el pro-
greso, el culto al dinero, el ansia de triunfar, de gozar, de
poseer bienes materiales, de dominar la informática o los
medios de comunicación, etc., son las nuevas metas a con-
seguir.
El infierno que Jesús nos predica en los Evangelios
quince veces, y es un dogma de fe, lo han convertido en una
quimera. Es decir, un monstruo imaginario que los curas
han inventado para amedrentar a los fieles, y son muy con-
tados los sacerdotes que se atreven a predicarlo, ignorando
que los que creen en el infierno ya están libres de padecerlo
por el santo temor que les infunde y, consecuentemente,
antes prefieren la muerte que cometer pecados mortales. Tal
vez por eso, Nuestra Señora de Fátima no haya tenido
reparo en mostrárselo a tres niños de siete, ocho y nueve
años. Si no fuese bueno tener conocimiento de este abismo
tenebroso y eterno, ni Jesús ni su Madre nos lo hubiesen
revelado.
Publicado en La Voz de Avilés 21-noviembre-2000

299
136.- AMOR Y FELICIDAD

P
ienso que el mayor grado de felicidad que se puede
alcanzar en la tierra es a través del amor, y no pre-
cisamente en el amor-lujuria, sino en el amor espi-
ritual. El amor brota de lo bueno. Lo mismo se puede amar
a un familiar que a un amigo. Dos almas se hacen insepara-
bles cuando no encuentran obstáculo en sus relaciones, es
decir, que se entienden perfectamente porque son recíproca-
mente solícitas y diligentes la una con la otra. Esto sucede
cuando nos apena el mal que padece un amigo, y el gozo
que sentimos cuando todo le va bien. Pero si la envidia nos
acomete todo está perdido, porque la envidia es una contra-
posición al amor, es la tristeza o pesar que nos produce el
bien ajeno.
Me arriesgo a decir que las personas que no aman a
Cristo no pueden conocer el verdadero amor. Sí pueden
tener una estima muy considerable por la necesidad que
sienten del sujeto, pero en ese ser querido no dejarán de ver
sus errores y sus defectos. Algo que no sucede entre dos
almas que viven minuto a minuto en presencia de Dios y le
sirven en todo momento conforme a los deseos del mismo.
He ahí donde las tribulaciones pueden ser superadas con el
amor desinteresado. En consecuencia, estas personas son las
que consiguen rozar la felicidad.
Es de tener muy en cuenta que el hombre ha sido hecho
para el cielo. Por eso aquí en la tierra nadie encuentra la feli-
cidad completa que busca. Goethe afirmaba de sí mismo:
“Se me ha ensalzado como a uno de los hombres más favo-

300
recidos por la fortuna. Pero en el fondo de todo ello no
merecía la pena, y puedo decir que en mis 75 años de vida
no he tenido cuatro semanas de verdadera felicidad. Ha sido
un eterno rodar de una piedra que siempre quería cambiar de
sitio”.
Los ricos y los pobres, los de arriba y los de abajo; todos
los hombres en sus momentos de sinceridad, reconocen que
no encuentran la felicidad que los harte, aunque hayan
tenido de todo y hayan gozado de todo. Y la felicidad del
cielo nadie la puede comprender con verdadero acierto. Es
como hablarle a un ciego de colores o a un sordo de música.
Ya lo dijo San Pablo: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha conce-
bido jamás el corazón humano lo que Dios tiene preparado
para los que le aman” (I Corintios 2, 9).
La razón iluminada por la fe, nos revela muy claro que la
felicidad completa, verdadera y definitiva está en el cielo.
Por eso la salvación eterna es el problema más importante
que el hombre tiene que resolver en esta vida. No es un
asunto fácil, pero es necesario esforzarse para que nos salga
bien. Si nos sale mal, nos hundiremos para toda la eternidad.
He ahí la motivación de los mártires y de los santos. Se han
jugado la nada para ganarlo todo. Esos son los sabios.
Permítame, señor Director, enviarles un cariñoso saludo
a las Siervas de Jesús y a los Franciscanos, pues me han
dicho que leen mis escritos con agrado. Que Dios les acom-
pañe siempre.
Publicado en La Voz de Avilés 26-noviembre-2000

301
137.— ME CONTARON UN CHISTE

E
ntra el señor Arzalluz en un Banco para cobrar un
cheque extendido a su nombre, pero no lleva
ningún documento que le identifique. El cajero le
exige identificación, a lo que él responde que se le ve clara-
mente quién es. El cajero le sugiere: “Plácido Domingo tuvo
el mismo problema para cobrar un talón, pero cantó unas
arias y nos demostró quién era. Demuestre usted que es y
quien dice ser”. Arzalluz le dice: “¡Esto es muy difícil!”, y
comienza a pensar. Pasa el tiempo y comentan, primero el
político y luego el cajero: “Ahí va, pues, llevo cinco minu-
tos pensando y no se me ocurren más que estupideces”. Muy
bien, señor Arzalluz, ¿lo quiere en efectivo o lo ingresamos
en su cuenta...?
Terminado el chiste, me permito decir que todos los que
están en connivencia con ETA, son semejantes a los que
aprisionaron al Padre Carrascosa, junto con otros compañe-
ros y seglares, en la ermita de los Dolores, en Toledo, donde
algunos reclusos que le acompañaban y salvaron la vida,
dieron testimonio de lo que hicieron con el referido Padre.
Refiere un testigo haber visto un día llevar al franciscano
hasta la sacristía para propinarle allí una durísima paliza,
forzándole a que profiriese injurias contra la Virgen María.
Consta también que quisieron obligarle simultáneamente al
Padre Carrascosa a que renegara de su madre terrena,
llamándola mala mujer e hiciese otro tanto con la Santísima
Virgen. La frase con que respondió se ha hecho famosa:

302
- Mi madre pudo serlo; no lo ha sido, bien lo saben uste-
des; más la Santísima Virgen ni lo fue ni pudo serlo; fue
siempre Inmaculada, como la proclamó Pío IX y lo con-
firmó Bernardette. “Yo soy la Inmaculada Concepción”, le
dijo en una de sus apariciones.
Algunos de los presos le aconsejaron que cediese a los
deseos de los milicianos, profiriendo materialmente las
palabras que le pedían, pero sin poner intención en ellas. El
Padre rechazó el consejo y aceptó con plena conciencia su
calvario. Le hicieron tragar una vela de cera y le provocaron
quemaduras por el cuerpo. Al fin, el 17 de octubre de 1936
fue fusilado cerca de Tembleque, en Toledo, dando su vida
en testimonio de su amor a la Virgen María.
Estos eran los “etarras” de antes, consanguíneos de los
etarras de hoy, y de todos los conniventes y confabulantes
con los que perpetran el crimen. Y mientras no existan leyes
adecuadas al delito, todo continuará lo mismo o peor, por-
que los etarras van reclutando jóvenes y acrecentando el
número de criminales. No sé por qué tenemos que esperar a
que surjan cincuenta, cien o doscientos muertos más para
hacer lo que se hace imprescindible.
Publicado en La Voz de Avilés 29-noviembre-2000

303
1 3 8. — Ú LT IM A ORACI ÓN DE UN
C O N D EN ADO A MUE RT E

“P
adre, quiero darte las gracias por todo lo que has
hecho en mi vida, por la manera en que has
abierto mis ojos, y suavizado mi corazón. Gra-
cias por la manera en que me has aleccionado, por la manera
en que me has enseñado a vivir, por todos los males que me
has enviado en la vida, por todas las cosas buenas que me
has dado.
Te doy gracias por las maravillosas promesas que nos
haces con Tu Palabra y por haberlas recibido con Tu Gracia.
Gracias Padre, por sacarme del brazo de la muerte y por lle-
varme a Tu Casa”.
He aquí un hombre en el que ha sido invadida su alma
por la gracia santificante. Esto me recuerda al Buen Ladrón.
Los dos han tomado conciencia de los crímenes que habían
cometido. Supieron reconocer el daño que habían hecho, y
el abuso imperante de la libertad que a todos los hombres
nos ha sido concedida por nuestro Creador y Señor. A los
dos ha llegado la razón y el sentido de la justicia. Esto no
quiere decir que no hayan expiado sus pecados. Uno ha
sufrido la tenebrosa muerte de cruz, el otro ha vivido meses
o años en el corredor de la muerte.
En su soledad silenciosa ha reflexionado. Ha meditado el
sufrimiento de la víctima. Se ha dado cuenta del dolor que
ha dejado en el hogar donde habitaba la persona que fue
presa de sus garras como lo son los pájaros cazados por el
halcón y otras aves de rapiña.

304
Lo malo no es ser malo. El mal está en no reconocerlo.
Aquí es donde juegan dos elementos: la humildad y la
soberbia. La humildad es la verdad que nos lleva a conocer-
nos y nos inclina a la justicia. Y esta equidad es la que Dios
quiere de nosotros. Sólo en ella podemos encontrar la sal-
vación. El perdón de Dios está siempre sobre la cabeza del
hombre. Sólo es necesaria la contrición por el mal que se ha
cometido. La expiación del mismo puede ser de dos formas:
la penitencia voluntaria que ha “destrozado” el cuerpo de
tantos santos, y la maceración dolorosa que Dios nos envía.
Las dos son eficaces para el humilde. Y cuando las dos son
insuficientes, todavía nos queda el purgatorio.
La soberbia nada entiende de todo esto. Lleva consigo
esta altivez y apetito desordenado. Sólo se satisface en el
envanecimiento por la contemplación de sus fechorías, e
incluso condenado a muerte el soberbio grita desesperado y
blasfema contra Dios, tal es su engreimiento y contumacia
que muere dando puntapiés contra el aguijón. La soberbia
no le deja rendirse jamás. Es como un diocesillo que se
impone a Dios. Esto es lo que hizo el príncipe de los ánge-
les rebeldes, Lucifer. Quería ser semejante a Dios. Su
pecado consistió en un deseo desordenado de la bienaventu-
ranza y sobre todo en el amor propio, que llegó hasta el odio
a Dios, complaciéndose en su propia excelencia.
Publicado en La Voz de Avilés 1-diciembre-2000 y en El Comercio 21-diciem-
bre-2000

305
139.- LA EUTANASIA

Y
a no es noticia decir que en el Parlamento
holandés ha sido aprobada una ley por la que se
legaliza la eutanasia activa. No les faltan “razo-
nes” para hacerlo. Cuando se niega la existencia de un alma
inmortal y se cree que todo termina con la muerte corporal,
la vida nos invita a pasarlo lo mejor posible y al mínimo
sufrimiento. Pero aún prescindiendo de lo trascendente, es
necesario analizar las consecuencias: de momento exigen
requisitos muy humanos para que pueda hacerse efectiva la
eutanasia, como puede ser la voluntad expresa del paciente,
los certificados médicos de una enfermedad terminal, el
sufrimiento insoportable del moribundo y tal vez el beneplá-
cito de la familia. Si todo esto se cumpliera, ¿quién puede
rebatir a los parlamentarios ateos los argumentos esgrimi-
dos?
Sabemos que existen muchísimos médicos católicos con
una conciencia limpia e incapaces de vulnerar un solo pre-
cepto de lo que dicta la legislación que queda expuesta. Pero
nadie puede dudar que también existen otros criminales
capaces de darle muerte a cualquier anciano que no lo desea
y que aún puede vivir muchos años, y familiares conniven-
tes capaces de sobornar al doctor para obtener una herencia
o quitarse una carga de encima. Recuérdese cuando la nuera
y el hijo dejaron al padre anciano en una gasolinera prome-
tiendo recogerle inmediatamente. Y allí se quedó solo y
abandonado, mientras el hijo y la nuera se fueron de vaca-
ciones.

306
Esto nos demuestra que la eutanasia legalizada ha de lle-
var consigo muchos crímenes abominables que los legisla-
dores debieran de prever y reconocer. Pues todos los ancia-
nos que son despreciados en sus hogares, cuando les llegue
el momento de ser internados en una residencia sanitaria, se
sentirán horrorizados cada vez que llegue una enfermera a
ponerles una inyección, pensando en que ya tienen encima
la eutanasia, la muerte.
Con fecha 26 de febrero de 1983 le escribí una carta a
don Juan Carlos I exponiéndole razones sobre lo que suce-
dería si el Monarca firmaba la ley del aborto que había sido
aprobada en el Ejecutivo, y también lo que podría suceder si
él no la firmaba. Y el 2 de marzo del mismo año recibí la
respuesta que transcribo a continuación:
“Su Majestad el Rey, ha quedado enterado de su sentir
con respecto a la modificación del Código Penal remitida a
las Cortes, en la que se incluye la despenalización de la inte-
rrupción del embarazo en determinados casos. Al comu-
nicárselo, quedo suyo atento y afectísimo. Firmado: Sabino
Fernández Campo”.
Ahora estamos viendo que eso de “determinados supues-
tos” se ha convertido en agua de borrajas. Las clínicas pri-
vadas no preguntan por ningún supuesto, abortan a todas las
jóvenes que llegan, cobrando proporcionalmente conforme
a los meses de gestación, de tres meses cobraban 40.000
ptas., de seis 80.000 ptas., y así sucesivamente. Lo sé por
una psicóloga que me ha explicado las que llegan a su con-
sulta con esos problemas cuando les remuerde la conciencia
por lo que han hecho. ¿No ha de suceder algo semejante con
la eutanasia?
Publicado en La Voz de Avilés 2-diciembre-2000, en La Nueva España 5-
diciembre-2000 y en El Comercio 28-diciembre-2000

307
140.- EL OCIO

E
l ocio o inacción total puede desencadenar en un
estado patológico. El conjunto de los caracteres y
funciones del orden psíquico mantienen una con-
tinua actividad desde que despertamos hasta que nos queda-
mos dormidos. Estas energías son las que favorecen al hom-
bre cuando las aprovecha para un fin eficaz y conveniente.
Y es de tener en cuenta que las ideas perturbadoras afloran
en el hombre tanto más cuanto menos actividad tiene. Santa
Teresa de Jesús le dio por nombre a su cabeza “la loca de la
casa”. Por eso pasó su vida en el trabajo y la oración.
El vicio de no trabajar, perder el tiempo o gastarlo inútil-
mente nos conduce rápidamente a la decrepitud y a la
muerte. Cuando el hombre ya no se siente útil para servir al
prójimo y coadyuvar con sus familiares, se hace víctima de
su propio cerebro. En esta situación sólo pueden salir ade-
lante las personas que todo lo esperan de la otra vida, dedi-
cando el tiempo a la vida de piedad: virtud que inspira por
el amor a Dios tierna devoción a las cosas santas, y por amor
al prójimo, actos de abnegación y compasión.
Tengo un vecino que ha quedado solo, sin esposa y sin
hijos. Se levanta a las siete de la mañana, hace el aseo per-
sonal, desayuna y asiste a misa de nueve. Se queda una hora
en la iglesia leyendo los salmos y haciendo oración. Cuando
sale pasa por el quiosco para comprar los periódicos; a las
doce prepara su comida. Se acuesta dos horas para dormir la
siesta. Después del descanso, se pasa la tarde caminando
hacia las residencias de ancianos para darles aliento y obser-

308
vando cuál será la morada u hogar donde puede recluirse
cuando le llegue el momento de su invalidez.
Este hombre cuenta actualmente 83 años, y lejos de abu-
rrirse mantiene la ilusión de vivir. No permite que las ideas
perturbadoras aniden en su cerebro. La oración y el trabajo
lo refuerza. Y cuando le pregunto si le entristece el terminar
en una residencia, me dice: “No. Pienso en instalarme en
una residencia de religiosas donde se celebra misa todos los
días. Ayudaré a las monjas mientras pueda, y cuando no
pueda levantarme, pasaré las cuentas del rosario pidiendo a
Dios por mi esposa y mis hijos fallecidos para encontrarme
con ellos cuando Dios me llame a su casa”.
“Nunca estuve menos ocioso que cuando holgué; nunca
menos solo que cuando estuve solo”. Esta frase que exalta
las ventajas de la meditación y de la soledad para elevar el
espíritu, es de Publio Escipión, el africano, según nos dice
Cicerón. Y Richard Kingston nos dice que “una persona
ociosa tienta al diablo para que lo tiente”. Pienso que la acti-
vidad vale más que el dinero. Y el que todo lo da por hecho
ha terminado con su vida. Después tenemos las personas
que no saben perder solas el tiempo y son el azote de las
prudentes que están siempre ocupadas.
Publicado en La Voz de Avilés 5-diciembre-2000

309
141.- EL CONDE DE LATORES

D
on Sabino Fernández Campo fue llamado al
sacerdocio cuando estudiaba la carrera de Dere-
cho. Su abuelo era profundamente cristiano y
quería ver a su nieto en las gradas del altar celebrando
misas. Pero su vocación militar y sus continuos ascensos le
abrieron las puertas del palacio de La Zarzuela, donde tra-
bajó 17 años al servicio de la Casa Real.
Escribir sinceramente sobre un personaje es poner de
relieve sus virtudes y sus defectos. Cuando sólo se men-
ciona lo bondadoso y caritativo de una persona caemos en
la lagotería o adulación. Don Sabino no es un santo de mi
devoción. Es posible que me haya distanciado de la admira-
ción que me infundía debido a las lenguas viperinas que
tanto han hablado de sus amoríos. Pero lo importante en el
día de hoy es que se encuentra casado como Dios manda y
es un buen esposo y un caballero.
Sirviéndome de los datos que aparecen en la entrevista
que le ha hecho doña María Abarca, puedo decir que el 18
de marzo de 1993, la Casa de Su Majestad el Rey anunciaba
el retiro de don Sabino Fernández Campo, que el día ante-
rior había cumplido 75 años. “Su inteligencia, capacidad de
trabajo, prudencia, discreción y amor a España, entre otras
virtudes, hacen que sea una persona insustituible”, resalta-
ban los Reyes en el cariñoso comunicado oficial, sin que
apareciera el menor defecto.
Al preguntarle si es un hombre religioso, la respuesta es
contundente y sincera: “Sí, aunque siempre creo que no soy

310
lo suficiente. Y lo soy no por temor; no lo hago por si acaso.
Dios es una ayuda y un fin. Incluso tengo mis manías, pero
no son peligrosas. Ayudan a vivir y se convierten en obli-
gaciones respetables. Por ejemplo, procuro no salir de casa
sin besar este crucifijo -señaló a un Cristo de plata que pre-
side su despacho- y alguna vez he vuelto desde el portal por-
que me había olvidado de hacerlo. No es nada perjudicial”.
Don Sabino no menciona la muerte de la esposa que
tanto le amaba y que terminó con la separación, pero no
puede ocultar la muerte de sus dos hijos con el dolor lace-
rante que le causaron, máxime si tenemos en cuenta que uno
murió en accidente de tráfico. Pero no ha pensado en ningún
momento que Dios le había dado la espalda. Y por eso nos
dice: “Ignoramos muchísimas cosas y no estamos en condi-
ciones de desvelar los supremos secretos. ¿Cómo la volun-
tad de Dios va a descender para perjudicarnos? ¡Eso no se
puede concebir!”.
Claro que nos parece que este señor es un hombre de fe.
¡Ojalá que siempre haya sido consecuente con la misma!,
porque “la fe sin obras es inútil, es un cadáver” (Santiago 2,
26), y esto es lo que sucede a la gran mayoría de los cre-
yentes. Cuántas veces han venido a desahogarse conmigo
personas que me habían comprado un inmueble en Brasil -
cuando era agente de la propiedad inmobiliaria- para
decirme: “Senhor Antonio, meu advogado esta me rou-
bando. Deus me perdoe, porem vou matar éle”. Y no
habiendo forma de persuadirle, la muerte del abogado era
un hecho. Esto puede ser una parcela dolorosa de la fe sin
obras.
Publicado en La Voz de Avilés 6-diciembre-2000

311
142.- DEDUCCIONES JUSTAS Y PATRAÑAS

D
on Eugenio Simón Acosta, catedrático de Dere-
cho Financiero y Tributario, en la Universidad de
Navarra, ha hablado sobre Familia e impuestos,
en las jornadas sobre política familiar organizadas en aque-
lla Universidad, y ha hecho una propuesta justa: “Quienes
asumen cargas familiares desarrollan una función social
indiscutible, y no es justo que el Estado, a la hora de deter-
minar el deber de contribuir, trate igual a personas con la
misma renta y con distintas cargas familiares, ya que, aten-
der a un hijo o a un anciano, o a otro familiar necesitado,
limita la capacidad de pagar impuestos”.
Me adelanto a decir que no tenemos ninguna carga fami-
liar en nuestra residencia, pero debería deducirse de la renta
económica para determinar la cifra gravable por el
impuesto. Nunca ha sido tan urgente como ahora el prestar
atención y colaborar con las familias numerosas. La falta de
relevo generacional, a largo plazo, puede ser una sorpresa
caótica para todos los jóvenes que ahora están pagando la
Seguridad Social. Pues ellos son los que hacen posible que
nosotros cobremos las pensiones. Pero si a éstos les falta el
relevo en sus trabajos y profesiones ¿quién les retribuirá lo
que actualmente pagan?
Algunos personajes políticos ya nos han dicho que en el
2020 no existirán pensiones. Y lo más triste de todos los
desmanes que se avecinan, es que nadie toma conciencia de
los mismos si no es la Iglesia Católica. Y mientras el Papa
predica sobre los anticonceptivos y el aborto, los políticos

312
nos quieren convencer de que la píldora “del día después”
es un anticonceptivo, faltando a la verdad en cuestiones de
hecho que son evidentes, indiscutibles y perfectamente
conocidas incluso por aquellos que propagan la desinforma-
ción.
¿Por qué ese afán, ese interés en decir una y otra vez que
se trata de un método anticonceptivo más, si actúa precisa-
mente una vez que ha tenido lugar la concepción? Un anti-
conceptivo es aquello que impide que tenga lugar la fecun-
dación, la concepción. Las píldoras a las que se alude
impiden que el óvulo fecundado se implante en el útero
materno para que continúe el embarazo, es decir, provocan
que lo que ya ha iniciado su vida, sea expulsado y muera.
¿Por qué se oculta la realidad? ¿Por qué aparece en la tele-
visión un ginecólogo extranjero diciendo que la citada píl-
dora impide que se produzca la fecundación?
La libertad de pensamiento no se puede invocar para que
la gente no piense y se trague todo lo que digamos, aunque
sea manifiestamente falso. Si quieren, que defiendan que se
puede suprimir una vida en momentos tempranos de su
desarrollo, pero que no mientan, que no manipulen el len-
guaje. ¿Es que después de defender por activa y por pasiva
el aborto como si fuera un derecho, ahora se pretende decir
que una píldora no es abortiva para salvar su licitud? ¿Los
que creen en Dios se darán cuenta de que todavía estamos
demasiado bien con el sida, con “las vacas locas”, con la
droga, con las mujeres que son víctimas de los hombres y
con la ETA?
Publicado en La Voz de Avilés 14-diciembre-2000

313
143.- LA NAVIDAD

L
a Navidad nos hace recordar los orígenes de nues-
tra fe. Es un motivo de alegría especial para los
cristianos. ¡Qué sería de nosotros sin Jesús! Todos
los vivientes contamos un año más de vida en la tierra. Pero
los incrédulos y pesimistas suelen apenarse porque les quedan
doce meses menos para morirse. No les convencen los qui-
nientos testigos que han visto a Cristo resucitado después de
derramar toda su sangre en la cruz para que todos pasemos de
“¡vida a vida!”, como nos ha sentenciado Juan Pablo II hace
unas semanas.
Es necesario vivir el Adviento con la mirada puesta en
las alturas de lo trascendente. Ni la ancianidad ni la decre-
pitud pueden turbar la alegría del hombre que vive para ser-
vir al Señor a través del prójimo. Una confesión minuciosa
y bien hecha rae todos los pecados e imperfecciones acu-
muladas una vida entera. Una limosna generosa para el
necesitado siempre termina en las manos abiertas del Señor,
para restituírnosla con réditos que nadie los paga tan eleva-
dos en la tierra.
“Para la vida eterna sólo se comercian las buenas obras:
si las hacemos, amigos, hallaremos crecida ganancia; y
advertid que ningún cadáver queda pobre, si el alma va
rica”. Así respondió el gran Teodosio a sus ministros,
cuando éstos querían persuadirle para que se ahorrase las
excesivas limosnas que hacía.
La Navidad nos estimula a seguir adelante sin cansancio.
La mirada puesta en un futuro de gloria es lo típico de nues-

314
tra fe. Hace dos mil años nació este río gozoso de la salva-
ción de Cristo, pues nació el Salvador; toda una enorme
esperanza. Una vez más vamos a anunciar, celebrar y vivir
que en nuestra vida humana se hace presente el Señor.
No podemos disipar el beneficio espiritual que recibimos
con la Natividad del Señor. Tampoco podemos olvidarnos
de los bienes pacíficos y materiales: hasta los guerreros san-
guinarios se conceden treguas mutuamente para descansar y
vivir en paz unos días, y algunos gobiernos conceden indul-
tos y amnistías a los condenados. Los beneficios materiales
se extienden en el mundo entero: gratificaciones a los pen-
sionistas y trabajadores de todas las profesiones. Premios
lotéricos, banquetes o comidas espléndidas en los hogares.
Numerosas reconciliaciones con amigos y familiares.
Todo lo que antecede es fruto del Nacimiento de Jesús, y
qué pocos lo reconocen. ¡Cuántos hay que disfrutan de todo
lo predicho sin pensar un momento de dónde les viene!
¡Cuántas sorpresas gozosas o aterradoras nos vamos a
encontrar cuando nos llegue el momento del óbito! Feliz
Navidad les deseo a todos los humanos, especialmente a mis
familiares, amigos y conocidos, y cómo no, al paciente y
humilde lector que lee las chapuzas de este escribidor infa-
tigable.
Publicado en La Voz de Avilés 20-diciembre-2000, en La Voz de Asturias 20-
diciembre-2000 y en La Nueva España 22-diciembre-2000

315
144.- MUCHAS DECEPCIONES CON EL PP

E
s de tener en cuenta que la mayoría de los votan-
tes optamos por Aznar para obtener un cambio
moralizador inspirado en el humanismo cristiano,
y nadie puede dudar que han llegado al poder gracias a los
millones de votos católicos. Se habían depositado muchas
esperanzas de cambio a mejor, en el aspecto religioso-cris-
tiano. Tras obtener la mayoría absoluta en las últimas elec-
ciones, sin saber el porqué, si por miedo a ejercer el rodillo
parlamentario, si por acoso de la oposición o por no apare-
cer como la derecha y querer ganarse la complacencia de
algunos votos de izquierda.
El caso es que se está ignorando, hasta la fecha, los
deseos apremiantes de sus votantes. Esta decepción no sólo
afecta a la Jerarquía de la Iglesia Católica, sino también a
los católicos de a pie. No nos basta con la propaganda de
que “España va bien” por el abrazo de una Europa corrom-
pida, por los indiscutibles logros económicos, ni porque
ahora supuestamente se hayan dejado de usurpar miles de
millones. Nosotros vemos con desilusión creciente, cómo
no sólo se mantiene la injusta ley de la despenalización del
aborto. Pues aunque Aznar ya nos había dicho que conti-
nuaría con los tres supuestos, nos prometió que no sería un
coladero.
Y el Gobierno sabe muy bien que prácticamente tenemos
el aborto libre. La única diferencia que existe es que si lo
llegan a legalizar, nosotros, los católicos y los que no lo son,
tenemos que costear los crímenes que ahora se cometen

316
“clandestinamente” con nuestros impuestos. La dueña de la
Residencia Santo Amaro, en Fátima, nos decía cómo la
izquierda de Portugal hacía hincapié en despenalizar el
aborto por encima de los tres supuestos que ahora tienen,
aludiendo a que las señoras y señoritas portuguesas vienen
a abortar a España y dejar el dinero fuera de aquel país, por-
que allí no se permite el coladero que tenemos los españo-
les.
Entretanto, en España, se ha legalizado la píldora abor-
tiva RU-486, se ha facilitado en comunidades autónomas
(Madrid) la propaganda y material gratuito proabortivo a
jóvenes y adolescentes, y se está preparando el terreno para
la “píldora del día después”. Se ha quitado la clase de Reli-
gión en el 2º curso de bachillerato; la ayuda a la familia no
se ve por ninguna parte, se ha aprobado en algunas comuni-
dades autónomas la ley de parejas de hecho, y se ha puesto
al frente del Ministerio de Sanidad a una ministra pro-abor-
tista, que tendrá que decidir la suerte de miles de embriones
congelados...
El panorama moral en España es asolador, bajo el
Gobierno del católico señor Aznar; todo esto pasa mientras
el Santo Padre proclama desde Roma al universo entero que
todos los políticos aprendan de Santo Tomás Moro, gritando
a oídos sordos que la conciencia está muy por encima de
cualquier interés. Ahora que me digan a mí en qué se dis-
tingue la izquierda española de la derecha, y en qué se dife-
rencian los políticos católicos de los que no son.
Publicado en La Voz de Avilés 22-diciembre-2000, en La Nueva España 2-
enero-2001 y en El Comercio 3-enero-2001

317
145.- MISIÓN DEL SEGLAR

L
a mayoría de los seglares cristianos tiene un pare-
cer acerca de su cometido que no corresponde a la
realidad. Se olvidan que todos los creyentes
hemos sido llamados a ser “fermento, sal y luz” para los
hombres, pues gratis lo hemos recibido y gratis tenemos que
aportarlo. Pensar que por no ser sacerdotes no tenemos que
abogar en nuestra vida pública a favor de la fe cristiana, es
un craso error. La verdad es que por la fe que nos ha sido
concedida, la tarea de convencer a nuestros hermanos
agnósticos, recae sobre todos los cristianos.
El Concilio Vaticano II nos dice que “todos los discípu-
los de Cristo tienen el deber de dar testimonio de Cristo en
todo lugar, y a quien se lo pidiere han de dar también razón
de esperanza que tienen en la vida eterna; todos los fieles
tienen el deber de trabajar para que el mensaje de salvación
alcance más y más a los hombres del orbe entero”. Imagi-
nemos cómo sería el mundo si cada uno de los 1.300 millo-
nes de católicos consiguiéramos convertir a dos paganos.
Qué pronto se formaría una progresión geométrica capaz de
cristianizar al mundo entero.
Los simples creyentes, en sus diarios contactos con sus
semejantes, fueron los que difundieron de una manera
espontánea el mensaje cristiano en su medio ambiente. Esto
se puede comprobar en los primeros siglos del cristianismo.
Todos los cristianos somos discípulos de Cristo, y a todos
nos exige el proselitismo. Es un error creer que sólo los
sacerdotes tienen la obligación de conquistar el mundo. Al

318
contrario, todo adulto cristiano debería de comprometerse a
sí mismo con celo apostólico y misionero por la causa de
Cristo.
Ya sabemos que el trabajo misional es, de hecho, incum-
bencia específica de las órdenes religiosas, congregaciones
y otras actividades misioneras, pero la responsabilidad
misional recae sobre toda la Iglesia. Por eso, todo cristiano
tiene la obligación de apoyar el sacrificado trabajo de los
misioneros, así como de sus obras y de sus múltiples nece-
sidades. Se puede coadyuvar de múltiples formas, pero las
fundamentales son tres: La limosna es imprescindible para
costear los gastos perentorios de los religiosos y poder
saciar el hambre de los indigentes antes de hablarles de
Dios. La oración es básica para incentivar las buenas obras
que desearíamos hacer y proyectarlas en el mundo, y la
coherencia de nuestra vida con el Dios que anunciamos es
la clave primordial.
Si consiguiéramos la supresión de los gastos superfluos
en nuestras vidas, y ese dinero lo dedicáramos a los pobres
del Tercer Mundo y de España, y así fuese considerado y
practicado en todos los países desarrollados, terminaríamos
inmediatamente con la sed que tantos niños y hombres tie-
nen de justicia y de pan. Pero estas obligaciones que tene-
mos no aparecen en la televisión. Y pese a que tanto se
habla de la libertad de expresión, son muy contados los rota-
tivos que las admiten, pero un día -no tan lejano- unos y
otros, cuando pueda ser tarde, se arrepentirán.
Publicado en La Voz de Asturias 24-diciembre-2000 y en La Voz de Avilés 22-
enero-2001

319
146.- INDEPENDENCIA

E
l hombre se hace independiente cuando se da
cuenta de que todo depende de Dios. Para hacerse
una vida independiente se necesita el arte superior
que Cristo nos enseña en sus Evangelios. El ser indepen-
diente también implica vivir las propias experiencias. Hacer
el ridículo muchas veces y fracasar, puede ser un triunfo
retardado, sólo depende de la sensibilidad del sujeto. El
egocéntrico y el necio pasan la vida tropezando siempre en
la misma piedra. No se convencen de que están equivocados
y se hacen dependientes de cualquier ídolo.
El hombre que ha creado en su interior un ideal cognos-
citivo y sublime ya no depende de formas externas. Se ríe de
las leyes que legislan los hombres, y sólo cumple las que no
se distancian de Dios. No se rebela contra los códigos que
gobiernan la sociedad, pero procura evadirlos escurrién-
dose. Pues siendo católico no puede olvidarse de lo que sen-
tencia San Agustín: “Las leyes que están mal hechas no se
deben cumplir”.
El hombre que actúa con nobleza, desinterés y generosa-
mente, es libre en todas partes. El que piensa de una manera
baja, egoísta y vilmente es en todas partes esclavo, porque
no ha sabido caligrafiar su propia constitución.
Ser independiente no es vivir aislado. En el entorno en
que yo me muevo todos somos independientes, y en nues-
tras tertulias no existe la disparidad. Nos complementamos
con gratitud y firmeza. Es una unión hipostática que propi-
cia la unión a los que no dudan de Cristo. Estos son los inde-

320
pendientes que han puesto su confianza en el Señor, lo
mismo en la vida que en la muerte.
Juan Pablo II así ha sentenciado en su Carta a los Ancia-
nos: “Encuentro una gran paz en pensar en el momento de
la muerte, cuando el Señor me llame: ¡de vida a vida!”.
¿Quién no piensa alguna vez en la muerte? ¿No deberíamos
mirar nuestro óbito como un horizonte luminoso que pro-
yecta su luz hacia la vida?
Los no independientes se preocupan mucho de pomposos
funerales. Ataúdes de refinada ebanistería. Coronas y más
coronas de flores. Ostentosos panteones y muchos sacerdo-
tes para celebrar una sola misa. Después se olvidan del alma
del difunto -lo único importante- hasta el funeral del pró-
ximo año. No piensan en la necesidad que esa ánima puede
tener de responsos y misas cada día que amanece, y lo que
menos falta le hace es lo que queda expuesto, es decir, que
la inversión de todo lo superfluo puede estar reclamándola
para los sufragios que necesita. Y este vanidoso desacierto
es lo que no puede hacer un cristiano independiente de todo
lo mundano.
Publicado en La Voz de Avilés 26-diciembre-2000

321
147.- SI TODOS SUPIERAN

S
i todos supieran lo bueno que es Jesús. El amor que
ha demostrado por nosotros y nos sigue teniendo.
Si todos supieran que lo llevamos dentro de nues-
tra conciencia adherido a nuestras almas con celo apostólico
para que nadie deje de promover las buenas obras. Es decir,
ese amor extremado y eficaz a la gloria de Dios y el bien de
las almas, cómo podríamos recibir el ciento por uno en la
tierra y después la gloria eterna. Pero, fatalmente, cada día
nos olvidamos más de lo trascendente, considerando que la
actitud creyente es más propia de tiempos que han pasado.
Qué pocos se dan cuenta de que Jesucristo es Camino, Ver-
dad y Vida.
Qué pena que el hombre no siga ese camino. Qué castigo
se impone negando esa verdad. Qué desconcierto tenebroso
intentar englobarlo todo en esta vida efímera sin pensar que
somos seres animados con ánima inmortal. Adoptar una
actitud negativa de Dios es poseerse el sujeto de ser él dios
mismo. Es como descubrir todos los misterios y llegar a la
omnisciencia. Es decir, al conocimiento de todas las cosas
reales y posibles. Y volviendo a rizar el rizo, diremos que es
apropiarse de un atributo exclusivo de Dios.
Cuántos jóvenes y adultos han recibido una formación
religiosa en sus casas y colegios, pero al llegar a la adoles-
cencia, influidos por sus amigos mundanos, han dejado de
asistir a Misa, han dejado las oraciones, se olvidaron de los
sacramentos, han caído en pecados graves, se han embotado
sus conciencias, han pasado a una vida disoluta. Se han

322
casado por lo civil, se han divorciado, se han vuelto a casar,
y nuevamente se separan para vivir en concubinato. ¿Y los
pobres hijos?
Los hijos a quienes les faltó el amor primordial de sus
legítimos padres, no pueden amar ya a nadie. La situación
en que les han puesto sus progenitores es asoladora. Se des-
truye la conciencia y brota la rebeldía. Es decir, esa insu-
bordinación que les lleva a la delincuencia, al crimen, a la
droga; a buscar algo que casi les pertenece por la herencia
perniciosa que han heredado de sus padres. ¿Y los padres?
Los padres siempre terminan asqueados de la vida. A
cambio de placeres fugaces y momentáneos se han labrado
una vida tal que algunas veces llegan hasta el suicidio, ¿y
después?
Hace unas semanas, el famoso cantante brasileño
Roberto Carlos, que ha pasado su vida por los vericuetos
que dejamos expuestos, nos decía en la TV que todos los
días lloraba por el abandono en que lo había dejado la
última jovencita y amante que con su voz melódica con-
quistó. Este artista sincero y dócil, lo confiesa pública-
mente, pero aún lloran más los que el orgullo les impide
hacerlo. Pues bien, todo esto que sucede es por no guiarnos
por Aquél que nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida” (Juan 14, 6). ¡Qué pena!
Publicado en La Voz de Avilés 27-diciembre-2000 y en La Voz de Asturias 28-
diciembre-2000

323
148.- NUEVO CONSISTORIO

E
l próximo mes de febrero se celebrará en Roma el
nuevo Consistorio. Esta es la octava vez que Juan
Pablo II creará nuevos cardenales. Veinticinco
purpurados más serán príncipes de la Iglesia católica. Si
tenemos en cuenta que de todos los que han sido nombrados
por Karol Vojtyla aún sobreviven 118 con menos de 80 años
y, consecuentemente, con derecho a participar en el pró-
ximo cónclave, veremos que 143 cardenales han sido elegi-
dos a dedo por él. Esto es importantísimo para la Iglesia.
No podemos olvidar que la doctrina del Santo Padre no
se distancia un solo ápice de los Evangelios, lo mismo que
han hecho todos los santos en el cumplimiento de su deber
cristiano. Y cuando una persona vive intensamente la santi-
dad, sabe muy bien quiénes son los que tienen espíritu de
santimonia. Este conocimiento que Dios le ha dado a Juan
Pablo II es el que le concede inspiración para saber elegir
cardenales santos, con lo cual, casi nos asegura que el pró-
ximo Papa ha de seguir la misma línea que el actual Pontí-
fice.
Hay centenares de candidatos al cardenalato, y como no
faltan los que piensan mucho en acrecentar su carrera, el
Papa, rompiendo la tradición de no recriminar en público,
incluyó en su mensaje navideño a la curia romana palabras
muy fuertes contra quienes se obsesionan por su carrera y
compiten con otros prelados por los cargos eclesiásticos.
Por eso les dijo: “La Curia Romana debe ser un lugar donde
se respire santidad. Un lugar donde deben ser profunda-

324
mente ajenos a la competición y al carrerismo, donde debe
reinar sólo el amor a Cristo, quien no vino a ser servido sino
a servir”.
Juan Pablo II sabe muy bien que quienes no posponen
toda mira personal al servicio de Dios y del prójimo, poca
distancia les separa de los políticos. Si a los papas se les
concede el título de Santidad, es claro que todos debieran de
ser santos. Y los santos son los que viven lo que San Igna-
cio de Loyola ha dado en llamar “indiferencia religiosa”. Es
decir, lo mismo me da salud que enfermedad, riqueza que
pobreza. Ser zapatero o emperador me tiene sin cuidado.
Quiero de mí lo que Dios de mí quiere. Estos son los verda-
deros santos. Y esto es lo que todos pedimos en el Padre
nuestro: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el
cielo”. Pero casi todos queremos que se haga la nuestra.
Termino con otro ejemplo que Juan Pablo II les ha dado
a todos los prelados: “El ministerio de Pedro no se apoya
sobre la capacidad y las fuerzas humanas sino sobre la ora-
ción de Jesús, quien pide al Padre que no decaiga la fe de
Simón. Es una experiencia que siento cada día, y en el Año
Jubilar he notado más fuerte la presencia de Cristo. El tra-
bajo ha sido, como se preveía, más duro de lo habitual pero,
con la ayuda de Dios, todo ha salido muy bien”.
Publicado en La Voz de Avilés 30-diciembre-2000

325
149.- ¿DÓNDE ESTÁ EL INFIERNO?

L
os Sagrados Textos nada nos dicen del espacio o
lugar donde se encuentra el infierno, el purgatorio
y el cielo. Pero, lógicamente, todos los creyentes
nos imaginamos que los tres lugares de destino para los bie-
naventurados y réprobos, se han de encontrar en alguna
parte del cosmos sin término, y sin querer faltar a un solo
ápice del Magisterio de la Iglesia y menos aún a las alusio-
nes y revelaciones que aparecen en el Antiguo y Nuevo Tes-
tamento, me acomete la idea de que el infierno se encuentra
en el interior de la Tierra.
Me anticipo a pedir disculpas si los sabios y doctores de
la Iglesia consideran que estoy equivocado al exponer los
cinco puntos que me hacen pensar en lo sobredicho:
1º. Cuando la Virgen de Fátima mostró el infierno a los
tres pastorcitos de Fátima, Lucía nos dijo que lo vieron en
un abismo de gran profundidad en la Tierra.
2º. Desconozco el porqué se dice en el Credo que Jesu-
cristo “descendió a los infiernos”. ¿Se puede relacionar ese
descenso al sepulcro con el infierno en la Tierra?
3º. María de Jesús de Ágreda (monja fundadora) famosa
en el mundo por las revelaciones divinas que ha tenido, en
la página 36 de su conocida obra titulada Mística ciudad de
Dios, nos dice: “Y al mismo instante fue la determinación
de crear el Cielo empíreo, donde se manifestase su gloria y
premiase en ella a los buenos, y la Tierra y lo demás para
otras criaturas, y en el centro y profundo de ella el infierno
para castigo de los malos ángeles”.

326
Y sigue diciendo en la página 49: “Y creó Dios con el
Cielo empíreo la Tierra juntamente, para formar en su cen-
tro el infierno; porque en aquel instante que fue creada, por
la divina disposición quedaron en medio de este globo
cavernas muy profundas y dilatadas, capaces para el
infierno”.
4º. En el Evangelio del rico epulón y el pobre Lázaro,
vemos cómo el rico epulón le pide a Abraham que tenga
piedad de él, y le refresque la lengua con una gota de agua
porque le atormentan las llamas, y después de justificar la
negativa que todos conocemos, le dice: “Además, entre
nosotros y vosotros hay un gran abismo, de manera que los
que quieran atravesar de aquí a vosotros no pueden, ni tam-
poco pasar de ahí a nosotros” (Evangelio de San Lucas capí-
tulo 16, versículo 26). ¿Se pueden relacionar este abismo
con el pozo de la Siberia occidental? ¿Se puede relacionar
en la erupción de los volcanes el fuego que sale de las
entrañas de la Tierra con el infierno?
5º. Un grupo de científicos que ha perforado un pozo de
14.400 metros en la Siberia Occidental, intentando estudiar
el desplazamiento de las placas masivas en el interior de la
tierra, ha descubierto un infierno. El respetable diario fin-
landés Ammenustatia, cita al geólogo soviético Demetrio
Azzakov, quien ha dicho que una criatura terrible, provista
de alas, abandonó volando el pozo, vomitando maldiciones
antes de que fueran descendidos los micrófonos al hueco de
la perforación.
Según el Dr. Azzakov, al introducir la mecha para son-
dear el pozo, de repente empezó a girar con velocidad
desenfrenada, indicando de esta manera que había alcan-
zado un hueco grande o alguna caverna, y los sensores tér-
micos indicaron un incremento dramático del calor, ya que

327
la temperatura ascendió hasta 1.075 ºC. Después de quitar la
mecha -nos dice el doctor Azzakov- pudimos ver con nues-
tros ojos a una repugnante criatura con garras y enormes
ojos malvados, cómo apareció en la nube de gas y chilló
como una fiera salvaje antes de desaparecer.
Una parte de los ingenieros y obreros presentes escapa-
ron, pero los que se quedaron con nosotros pudimos apren-
der algo más. Hemos bajado por el pozo un micrófono des-
tinado a registrar los sonidos relacionados con el
movimiento de las placas litosféricas. Pero en lugar de per-
cibir el sonido del desplazamiento de las placas escuchamos
una voz humana en la cual se sentía el dolor. Gritos, clamo-
res y sollozos de millones de hombres los hemos podido oír
claramente y los tenemos bien registrados en la cinta
magnética. Y termina diciendo el doctor: “Como comunista
y ateo no creo en el cielo ni en la Biblia, pero como cientí-
fico, ahora creo en el infierno”.
Cada creyente que saque sus conclusiones.
Publicado en La Voz de Avilés 31-diciembre-2000, en La Nueva España 4-
enero-2001 y en El Comercio 5-enero-2001

328
150.- EL DOLOR DE LA VIRGEN

C
onozco algunas personas altaneras que sólo se
puede tratar con ellas cuando están sometidas al
dolor y a las penas. Y es que de las penas y el
dolor brota la sinceridad humilde y desaparece la prepoten-
cia. Es decir, la persona se queda en su sitio. Es la que es.
Nos invita a la compasión y al amor, mientras el soberbio
nos incita a la antipatía, y si no hay suficiente docilidad por
parte del ofendido, la aversión puede terminar en odio. Tal
vez por eso nos resulta tan difícil amar al prójimo como a
nosotros mismos; también por eso tiene tanto mérito amar
profusamente sin distinción de caracteres. Algo que a duras
penas sólo lo han conseguido los santos, pese a que así lo
preceptúa Jesucristo para todos los hombres.
Distraído con esta filosofía barata, se ha quedado el título
sin sentido, cuando en verdad sólo me interesa poner de
relieve el dolor y las penas de la Virgen. Muchas eran las
adolescentes y señoras de Jerusalén que soñaban con ser
madre del Mesías que los profetas preanunciaron. Pero nin-
guna había prometido a Dios conservar íntegra la virgini-
dad. Era inconcebible ser madre sin perder la pureza. Sólo
la humildad de María era capaz de evitar el sueño de tan
altos vuelos. Jamás se le ocurrió pensar en ser madre, y
todavía menos madre del Salvador.
Pero Dios se había fijado en la humildad de su esclava, y
con su omnipotencia consiguió que fuese esposa y madre
sin faltar al voto de castidad que María había hecho. He ahí
el misterio que tantos no aceptan. Pero no podemos olvidar

329
que las penas y el dolor sobre los cristianos guardan perfecta
relación con la grandeza espiritual del hombre.
El sufrimiento de María se agudiza con el embarazo. Ella
tiene que continuar las relaciones amorosas con José
pasando por una joven casquivana. No debe decirle lo que
ha sucedido. Es obra del Altísimo y es el mismo Dios quien
tiene que resolverlo. Entretanto, a Ella sólo le resta cargar
con la cruz esperando que puedan victimarla a pedradas. Así
era la ley en aquella época. El problema se resuelve como
todos sabemos, y dejando de lado el sacrificio de tener que
alumbrar a su hijo en un establo, nos llega el momento de
pensar cuánto habrá sufrido cuando se entera de que el hijo
de dos años que tanto amaba es condenado a muerte por el
Rey Herodes, con tal ferocidad que este decide matar a
todos los niños con tal que muera Jesús.
María y José, obedeciendo al mensaje del ángel, aparejan
el borrico y salen con el niño en busca de la frontera para
entrar en Egipto. Nadie sabe cómo habrán pasado los días y
las noches. Nadie sabe dónde habrán encontrado posada en
Egipto. Nadie sabe cómo habrá podido abrirse paso José
para darle sustento a la familia. Pero todas las madres saben
el cuidado que necesitan sus bebés, en medicación, higiene
y alimentación; y nadie puede ignorar los sobresaltos y el
miedo que habrán pasado recorriendo la distancia entre
Nazaret y Egipto, sabiendo que podían ser detenidos para
atravesarles a su hijo con una espada.
De vuelta a Nazaret, después de rehacer la vida normal,
se supone que habrán vivido con los normales problemas
que todos tenemos, y un poco más agudizados porque los
santos siempre han sido marginados y perseguidos por los
incrédulos y por muchos creyentes también. Ocho años des-
pués de llegar a Nazaret, cuando Jesús había cumplido los

330
doce años, sus padres se fueron con Jesús a la fiesta de la
Pascua en Jerusalén. Pero el niño desaparece. El miedo y los
sobresaltos vuelven sobre los padres.
¿Habrán asesinado a nuestro hijo?, se preguntarían, ¿lo
habrán secuestrado? Angustiados con estos pensamientos,
se pasaron tres días y tres noches buscando a Jesús, hasta
hallarlo en el templo aleccionando a los sabios y doctores
hasta dejarlos estupefactos, y es cuando la Virgen le dijo:
“Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Y Jesús le res-
ponde: “¿No sabíais que es preciso que me ocupe de las
cosas de mi Padre?”. Es decir, llevo doce años con vosotros,
sabéis por las Escrituras la misión que tengo que cumplir y
cuándo, y habéis dejado volar vuestros pensamientos como
si fuese un niño despistado y travieso.
Todo parece que la vida de José y María vuelve a nor-
malizarse hasta la muerte de su esposo. Este sufrimiento
para la Virgen y su hijo lo conocen muy bien todas las viu-
das, pero cuando Jesús cumple los treinta años, comienza a
predicar el Evangelio. Ahora empieza el verdadero y conti-
nuo sufrimiento de María. Pocos son los que defienden a su
hijo y muchos los que le persiguen para matarlo. Tres años
de zozobra y dolor.
Finalmente es condenado a la muerte más ignominiosa
que alguien pueda imaginar, y su madre tiene que ver a su
hijo -mil veces santo- clavado en la cruz sin poder acercarse
a él hasta que muere pidiendo perdón a Dios para sus ver-
dugos. Y así, viuda y sin más hijos, aún se preocupa de
hacer apostolado, dándole el beneplácito a Santiago Apóstol
para venir a España y predicar el Evangelio.
Como hemos visto, la gracia de Dios y el dolor es lo que
han hecho posible que María sea la Reina de cielo y tierra.
Es decir, la “secretaria” de Dios. No despreciemos nunca el

331
dolor si queremos tener una mansión suntuosa en el cielo.
Dios no puede enviarnos las tribulaciones y el dolor por fas-
tidiarnos. Nos ama hasta el extremo y siempre nos manda lo
mejor y lo que más nos conviene. Pero esto sólo se com-
prende con la FE.
Publicado en La Voz de Avilés 2 y 3-enero-2001

332
151.- EDUCACIÓN

L
os padres con buen tino sienten una gran preocu-
pación por la educación de sus hijos. Es normal.
Las escenas pornográficas en la televisión, la
droga, las parejas de hecho, la promiscuidad y el juego, les
hacen pensar cuál es el futuro que les espera a sus hijos
menores. Exceptuando muy contados colegios que no están
al alcance de economías modestas, los que son costeados
por el Estado les falta ese recato que tanto anhelan los
padres para sus hijos. Pues allí se encuentran con los prime-
ros estupefacientes, con terminachos o palabrotas que luego
pronuncian en casa, y un largo etcétera.
Ayer me decía un matrimonio modesto y circunspecto
cómo han cambiado sus hijos en los pocos años que llevan
de colegio, encontrándoles “porros” en los bolsillos y revis-
tas pornográficas debajo del colchón, amén de lo dicho -me
decían- también discuten profiriendo “tacos” que jamás han
oído a sus padres. Yo les pregunté si les habían instruido en
la Religión.
- No -me dijo la señora-. Somos católicos pero no practi-
camos.
Entonces, ¿qué esperan? -le dije-. Si ustedes viven en
pecado grave sin confesarse, sin ir a Misa y omitiendo los
mandamientos de la Ley de Dios, es claro que sus hijos
hagan todo lo que ven en el colegio. Los cristianos hemos
de estar alerta y reforzar nuestra fe ante la adversidad del
mundo que nos persigue para ganar adeptos. No busquen
otra solución.

333
Pónganse ustedes en gracia de Dios. Recen por sus hijos
y enséñenlos a rezar. Piensen que sólo Dios puede guiarles
por el buen camino que ustedes desean para ellos. ¿Qué
edad tienen sus hijos? -les pregunté.
- Doce y trece años -me dijo la buena señora con sumisa
humildad.
Es una edad todavía tierna para conseguir de sus hijos la
docilidad y la obediencia. Llámenlos a la convivencia fami-
liar con mucho amor e invítenlos a rezar el rosario, indicán-
doles que todos juntos lo ofrecen para que saquen las mejo-
res notas. Piensen que por las malas sólo conseguirán que
todo continúe cada día peor. Siendo ustedes católicos como
me ha dicho, no pueden dudar que para Dios nada hay impo-
sible.
¿Quién les mandó venir a mí? -Un jesuita que le conoce
mucho y ha leído un libro que usted publicó, ¿nos lo puede
vender? - Los venden en la Librería Diocesana. Yo no los
tengo. Pero les advierto que por ahí tienen que empezar:
leyendo libros de religión, asistiendo a Misa, rezando el
rosario en familia y siendo muy devotos de la Virgen. Si se
proponen hacer todo esto el cambio será radical. Cuando
Dios les puso en contacto con un buen jesuita, algo muy
bueno tiene guardado para ustedes.
- Le agradecemos mucho todo lo que nos dice y vamos a
comprar ese libro.
Publicado en La Voz de Avilés 4-enero-2001

334
152.- VICENTE SOLER

“N
adie tiene mayor amor que el que da la vida
por sus amigos” (Juan 15, 13), en consecuen-
cia, este heroísmo que Dios infunde en algu-
nos hombres es patrimonio de los que padecen la muerte por
amor a Jesucristo y en defensa de la religión cristiana. Esto
es lo que ha hecho el beato Vicente Soler. Un sacerdote
humilde que pertenecía a los Agustinos Recoletos. Él no
dudaba que la vida es la primera y última oportunidad que
Dios nos concede para hacer un bien interminable y ganar el
cielo prometido por el que no puede engañarse ni engañar-
nos.
Del 25 de julio al 15 de agosto de 1936, siete agustinos
recoletos y un sacerdote diocesano entregaron su vida por
Cristo en las calles Motril (Granada). El Padre Vicente
Soler era uno de ellos: hombre sencillo y piadoso, consa-
grado a su ministerio y sin más aspiraciones que su propia
perfección y la salvación de las almas. Nació en Zaragoza el
4 de abril de 1867, en una familia hondamente cristiana.
Bien dotado de sentido social y muy amante de los pobres,
dedicó su vida al cumplimiento de la justicia y de la paz que
Jesús nos ordena en sus alocuciones evangélicas.
Se ordenó sacerdote en Filipinas el 4 de agosto de 1893
y se estrenó en el ministerio parroquial. En 1906 regresó a
España. Durante cinco años dirigió la orden como superior
general. En Motril dio vida a los Talleres de Santa Rita,
fundó el Círculo Católico de obreros y abrió una escuela

335
nocturna. Su apostolado rezuma unción sacerdotal y mucho
amor a la Virgen María.
Desde la proclamación de la Segunda República
Española, el 14 de abril de 1931, hostil a la Iglesia, la comu-
nidad de Motril vive con gran inquietud. Y con el triunfo del
Frente Popular en 1936, la inquietud aumenta. En los días
que preceden a su martirio, al pueblo impide el culto en su
iglesia, y una turba de siete mil personas se agolpan a las
puertas del convento en son de amenaza, insultando y
cacheando, pistola en mano, a los fieles que salen de la Misa
dominical.
El 16 de julio son clausuradas todas las iglesias de la ciu-
dad. Con este motivo, el Padre Soler les advierte a las mon-
jas recoletas el peligro de muerte que se avecina, y les dice:
“Caeremos y seremos mártires, pero después de Viernes
Santo viene la Resurrección”. Al día siguiente, por la
mañana, entre burlas, mofas y escarnios, ametrallaron al
Padre Vicente Soler, mientras gritaba dando vidas a Cristo.
Uno de sus ejecutores era el mismo que tantas veces había
sido socorrido por el mártir predicho.
El Padre Vicente Soler fue beatificado el 7 de marzo de
1999 con sus compañeros mártires. Juan Pablo II cumplió,
una vez más, con la justicia divina. Todo esto me recuerda
lo que nos ha dicho sor Lucía de Fátima: “El hombre es peor
que las fieras, porque éstas matan para poder sobrevivir,
pero algunos hombres lo hacen inútilmente y con sadismo”.
Publicado en La Voz de Avilés 5-enero-2001 y en La Voz de Asturias 12-enero-
2001

336
153.- UN EXDROGADICTO

C
uando salí de la iglesia se acercó a mí un joven
que también se había quedado un poco más des-
pués de recibir la Santa Comunión.
- Le conozco -me dijo-. Usted ha tenido más suerte que
yo.
- ¿Por qué lo asegura? -le pregunté.
- Porque en su juventud no había drogas. Yo soy exdro-
gadicto, pero gracias a Dios estoy recuperado.
Después me acompañó hasta el portal y me contó una
historia escalofriante: llevaba tres años andando por los más
ásperos vericuetos. Comenzó con los porros y terminó con
la heroína. Sus padres y sus cinco hermanos no querían ni
verlo. Estaba hundido. Nada le hacía ilusión. No tenía
ningún proyecto de vida. Estaba metido en un túnel oscuro
y sin salida. Vivía desesperado y sin esperanza. Poco a poco
iba muriendo por dentro y por fuera. La droga que le había
prometido ser su amiga le había dejado solo, sin familia y
sin amigos.
Su continua necesidad de dinero había arruinado a su
familia. Les robó todo lo que pudo, vendió algunos muebles
familiares. Estafó a sus hermanos y, encima, utilizó la vio-
lencia contra su padre. Su madre estaba en tratamiento psi-
quiátrico por las continuas depresiones que le ocasionaban
sus tropelías. Por eso no querían saber nada de él. Ya no le
quedaba nadie en el mundo a quien pedirle un remedio.
Se acercaba la Navidad en el año 1985. Otra nochebuena
solo, durmiendo a la intemperie. Lo había tenido todo y

337
ahora no tenía nada. Hasta el cariño de los suyos se había
transformado en odio. “¿Puede haber en el mundo alguien
más desgraciado que yo?” -se decía. Se sentía tan mal que
no se atrevía a pedirle al buen Dios que le escuchara. No se
sentía digno de ser ayudado. Sólo quería morir como un
perro. Era la única forma que veía para remediar todo el mal
que había ocasionado: no dar más problemas a los suyos. No
dar más atracos ni más conflictos con la policía. No entrar
más en la cárcel de Villabona.
Pero llegó aquella Navidad. “Un año más solo -se decía-
. No puede ser. Entraré en una iglesia y allí me quedaré
hasta que Dios me perdone o me muera”. Y entró en una
iglesia a primera hora. Allí estuvo asistiendo a las cuatro
misas que celebraron. Confesó sus innumerables pecados
con un sacerdote vertiendo lágrimas como perdigones. Des-
pués llamó a su hermano pequeño y le pidió una última
oportunidad. “Encended todas las luces de casa a las 12 de
la noche -le dijo-, será la señal de que queréis que vuelva
con vosotros. Necesito vuestro cariño. Necesito comer algo
caliente. Os prometo que nunca más volveré a la droga. He
pedido perdón a Dios y me ha perdonado, perdonadme
vosotros”.
Faltaban cinco minutos para las 12 de la noche. La casa
de sus padres estaba situada en un sexto piso de un edificio
de diez plantas. Apenas había luces encendidas. Faltaban
dos minutos para las 12 de la noche. En ese momento las
luces de todo el edificio se encendieron. Era la señal para
regresar el hijo pródigo. “Esa noche -me dijo-, sólo pude
llorar y pedir perdón. Mis padres y hermanos me habían per-
donado. Ahora soy feliz. Quien a Dios tiene nada le falta”.
Publicado en La Voz de Avilés 7-enero-2001, en La Nueva España 11-enero-
2001 y en La Voz de Asturias 12-enero-2001

338
154.- LA CONVERSIÓN DE MÉXICO

D
esde hace muchos años me venían porfiando
para que leyera el libro titulado Mística Ciudad
de Dios, con 1.508 páginas. Finalmente, el libro
referido me ha sido obsequiado por Angelina González,
madre de una monja y delegada del Ejército Azul de Nues-
tra Señora de Fátima, en Asturias. El libro ha sido escrito
por María de Jesús de Ágreda. Una taumatúrgica que des-
cribe la vida de la Virgen María como nadie lo puede haber
hecho en toda la Historia, no sólo porque los taumaturgos
son inimitables, sino porque la sintaxis es de una perfección
que no he visto en los mejores escritores.
La idea de preparar una edición de Mística Ciudad de
Dios surgió con ocasión de la celebración del tercer cente-
nario de la muerte de su autora, la Venerable Madre Sor
María de Jesús de Ágreda (1665-1965). Para la celebración
de dicho centenario se constituyeron un Patronato de Honor
y una junta ejecutiva. Su excelencia el Jefe del Estado
aceptó gustosamente la presidencia del Patronato de Honor
y se interesó personalmente en promover y ayudar econó-
micamente la edición.
En una ciudad de Soria llamada Ágreda vivía en el siglo
XVII una monja llamada María Coronel (sor María de
Jesús). Entre los años 1620 y 1665 esta franciscana vivió
una serie de experiencias místicas, entre las que destacan
especialmente las bilocaciones. Estas religiosa viajaba, sin
salir del convento, desde España hasta las entonces inexplo-
radas tierras de Nuevo México para evangelizar a las gentes.

339
Tras convertir su propia casa en el convento de la Purí-
sima Concepción, Catalina de Arana, madre de sor María de
Jesús de Ágreda, inició la vida contemplativa junto con sus
dos hijas. Este fue el punto de partida de la vida monástica
de la monja de Ágreda. Hoy se puede ver, en el exterior del
actual convento, una estatua de tamaño natural de la reli-
giosa referida. También se puede ver el sepulcro donde se
encuentra su cuerpo incorrupto.
Allá por los años 1635-1640, más de cincuenta francis-
canos viajaron hasta Nuevo México para evangelizar a los
nativos de estas tierras. Era un lugar completamente desco-
nocido para los europeos, eso era lo que pensaban los mon-
jes. El cometido no era sencillo, teniendo en cuenta que
otros religiosos de la Compañía de Jesús habían tenido gran-
des problemas con los indígenas en las montañas de Sonora,
ya que éstos atacaban y rechazaban la evangelización. Sin
embargo, cuando este grupo de franciscanos arribó a las tie-
rras de Nuevo México, encontró que numerosos indios en
las áreas de Quiriva y Yumanes, no sólo conocían el signo
de la cruz, sino que incluso pedían ser bautizados.
El padre Benavides descubrió que alguien les había ini-
ciado en la fe de Cristo. Aunque no pudo obtener una expli-
cación racional al respecto, Benavides consiguió averiguar
a todas luces algo muy extraño. Los indios hablaban de la
existencia de una “dama azul” que se les aparecía durante el
día y les daba a conocer las enseñanzas de Jesucristo. Al lle-
gar la noche, la misteriosa mujer desaparecía sin que nin-
guno de los indios conociese su paradero. Lo cierto es que
la intervención de la “dama azul” fue decisiva a la hora de
las conversiones.
Gracias a las enseñanzas de la misteriosa mujer que se
bilocaba desde el convento de Ágreda hasta Nuevo México,

340
los franciscanos consiguieron establecer en poco tiempo
cerca de veinticinco misiones para la evangelización de
noventa poblados. Antes de finalizar el año, las misiones
alcanzaron más de cincuenta mil conversiones. Como es
lógico, los misioneros deseaban obtener más datos sobre la
“dama azul”. Mostraron a los indios un retrato de la madre
María Luisa de Carrión (una conocida monja española de
aquella época), pero los indios aseguraban que, aunque los
ropajes eran similares, el rostro no correspondía a la persona
que les había enseñado.
Poco después, el padre Benavides regresó a la Corte de
Felipe IV, y allí relató lo sucedido en tierras americanas.
Muchos y muy diversos debieron de ser los detalles que
comentara Benavides, pues, desde allí, fue enviado a la
localidad soriana de Ágreda, lugar en que habitaba una
joven, perteneciente a su misma orden, que estaba siendo
protagonista de situaciones similares desde hacía más de
diez años. Dichos fenómenos consistían en bilocaciones,
levitaciones, telepatías y otros extraños sucesos que con-
vertían a sor María de Jesús en la posible protagonista de lo
acontecido en Nuevo México.
Al llegar Fray Benavides a Ágreda, acompañado del Pro-
vincial Fray Sebastián Marcilla y el confesor del convento,
Andrés de la Torre, el grupo se encontró con una gran sor-
presa: en interrogatorio, sor María de Jesús no sólo admite
ser la persona que ha estado viajando –sin moverse del con-
vento-, sino que, además, da todo lujo de detalles sobre
lugares, paisajes, nombres de los indios... Descripciones que
resultaron completamente exactas. De hecho, en una carta
que Benavides envió a sus superiores, les explica lo
siguiente:

341
“Son tantas las particularidades que de esta tierra me
dijo, que ni yo mismo me acordaba y ella me las traía a la
memoria. Y preguntándole que por qué no se dignaba que
allá la viésemos, pues los indios la veían, respondió que los
indios tienen necesidad y nosotros no, y que todo lo dis-
ponía el Señor Jesús”.
Desde que se produjese la visita de Benavides a Ágreda,
los “viajes” de la monja a América disminuyeron hasta
extinguirse por completo. Fue un periodo que abarcó, apro-
ximadamente, once años, entre 1620 y 1631. Su misión
parecía haber concluido. La religiosa calculaba que sus via-
jes habrían sido unos ¡quinientos!
Lo más curioso del caso de sor María de Jesús es que -al
contrario que otros casos de bilocación- ella sí recordada sus
desplazamientos y aportaba minuciosos detalles de ellos.
Por ejemplo, explicaba en sus recuerdos extremos increí-
bles. Aseguraba que no sólo viajaba ella, sino que, en varias
ocasiones, portaba objetos materiales. Esto sólo se explica
creyendo que para Dios nada existe imposible.
La noticia de los sucesos protagonizados por la monja de
Ágreda no pasó inadvertida para la Inquisición que, ante
tales hechos, deseaba conocer qué había de cierto en todo lo
que se contaba sobre su persona. El Santo Oficio de
Logroño fue el encargado de llevar a cabo el proceso en
1635, aunque las interpelaciones tendrían lugar hacia 1650,
momento en el que sor María de Jesús se encontraba grave-
mente enferma. Pese a todo, fue sometida a un exhaustivo
interrogatorio que duró sesenta y tres horas.
Recordemos que sus viajes a Nuevo México habían fina-
lizado en 1631, por lo que existían algunas lagunas en sus
recuerdos. La Inquisición decidió no actuar contra sor María
de Jesús por ser gran cumplidora de los deberes cristianos.

342
Es verdad que desde niña había tenido experiencias místi-
cas, tal como le había ocurrido a su propia madre, Catalina
de Arana. La vida de la familia de sor María de Jesús ha sido
excepcionalmente religiosa. Sus padres decidieron tomar
los hábitos y fundar un convento de clausura cuando conta-
ban con más de sesenta años y cuatro hijos.
Su madre había vivido también experiencias que la ayu-
daban a salir adelante cuando atravesaba momentos de debi-
lidad. Es posible que sor María de Jesús hubiese heredado
alguna capacidad específica de su madre, si tenemos en
cuenta que una vez fallecidas, los cuerpos de ambas han
quedado incorruptos. Y durante los años de incesante acti-
vidad mística, sor María de Jesús recibió de forma reiterada
un encargo divino: el de escribir la vida de la Virgen. A par-
tir de esta petición nació la primera versión de una obra titu-
lada Mística Ciudad de Dios, en la que describe majestuo-
samente el más allá y los reinos divinos. Esta versión,
escrita entre los años 1637 y 1640 fue quemada por mandato
de un sustituto del confesor de la Orden, que no veía con
buenos ojos que en la Santa Iglesia las mujeres escribieran.
El dolor y las tribulaciones de la monja referida son ate-
rradores. Para comprenderlo es necesario leer las 1.508
páginas de su obra titulada Mística Ciudad de Dios. Es de
notar que en el convento de Ágreda aún se conservan los
instrumentos con los que se mortificaba la monja: una cruz
de hierro de cincuenta kilos de peso, o los cilicios y cotas de
malla con los que se castigaba físicamente.
Por otra parte, no dormía las horas adecuadas ni comía lo
suficiente, por lo que no es de extrañar que alcanzara el más
alto grado de misticismo. Pues la vida tan especial de esta
religiosa hizo que el propio Felipe IV se desplazase en 1643
hasta Ágreda, a fin de conocer en persona a sor María de

343
Jesús. Por aquel tiempo, el monarca se hallaba en una situa-
ción muy difícil, porque estaba embarcado en la Guerra de
los Treinta Años y las campañas militares le habían obli-
gado a decretar medidas fiscales que le hicieron perder
popularidad entre el pueblo.
Por eso, al llegar a Ágreda, Felipe IV encontró a una fiel
consejera en la figura de sor María de Jesús. Con ella inter-
cambiaría más de trescientas cartas. En dichas misivas, ella
le daba consejos religiosos y directrices para la buena tra-
yectoria de la política española, hecho que provocó un gran
escándalo. No se veía adecuado que el rey aceptase conse-
jos de una monja que en su vida había salido del convento,
al menos físicamente.
Pese a las críticas, la correspondencia sólo se vería inte-
rrumpida con la muerte de ambos en 1665. Fue precisa-
mente en los últimos años de su vida cuando sor María de
Jesús vivió un mayor número de experiencias, algunas del
todo desconcertantes como la ocurrida en 1653, que ella
misma escribió del siguiente modo: “Lleváronme unos
ángeles, a mi parecer a la región del aire cerca del cielo,
donde me dijeron tantas cosas, amonestándome, reprendién-
dome por mis faltas y dándome a entender cuán injusta cosa
es ofender a Dios...”.
No deseando cansar a los lectores -aunque ya lo habré
hecho-, les recomiendo mucho leer el mencionado libro. En
él encontrarán una biografía de la Virgen que sobrepasa
todo lo que se conoce de María en los Evangelios, sin faltar
en nada a la Historia Sagrada que narran escuetamente los
evangelistas.
Publicado en La Voz de Avilés 10 y 11-enero-2001

344
155.- NUESTRO MATRIMONIO

E
stá llegando el cuarenta aniversario de nuestro
matrimonio. Absorto me quedé cuando don Ángel
Garralda nos dijo en la iglesia de Llaranes, des-
pués de desposarnos: “Vendrán días en que el huracán ende-
moniado querrá separar lo que Dios ha unido en este
momento. Pero los dos tenéis a Cristo para que el viento
cese y reine la calma”. Esto me parecía imposible cono-
ciendo el carácter apacible y sereno de mi mujer, pero el
sacerdote sabía más que nosotros.
Los supuestos diálogos que había mantenido con otros
cónyuges en el confesonario le propiciaban una experiencia
que los novios no tienen, y más de una vez tuve que recor-
dar lo que nos había dicho. Cierto es que el viento de
Satanás no deja de soplar en ninguna parte para conseguir
sus propósitos. Mi esposa vivía estupendamente soltera. Era
la única mujer que había en su casa rodeada de cariño y bien
amueblada económicamente. Pero yo siempre he sido un
poco ambicioso y muy exigente conmigo mismo.
Este afán de superación innata propiciaba un hervidero
en mi cabeza. Es decir, me incitaba a correr una aventura
que, felizmente, ha sido afortunada. Después de disfrutar
unos días de la luna de miel en Madrid, viajamos en avión -
por primera vez- hasta Bilbao, y aprovechando aquel viaje
tan placentero y bello, le propuse a mi esposa solicitar un
año de excedencia en la Empresa Nacional Siderúrgica,
donde trabajaba yo, y marcharnos a Brasil. Ella me ofreció
toda la resistencia que pudo para que no lo hiciera, pero ter-

345
miné persuadiéndola de lo bien que nos iría, y allá nos fui-
mos.
Como es lógico, las familias no han querido favorecernos
en nada. Estábamos bien en España y les parecía una locura
lo que yo pensaba. Y así, llegamos a Sao Paulo con diez mil
pesetas y sin saber hablar una palabra en portugués. Los pri-
meros seis meses fueron terribles. Llegamos a dormir en el
santo suelo de una chabola. Entretanto hice de todo: trabajé
de jardinero para el famoso escritor Paulo Duarte, corté
delantales, vendí máquinas de coser, detergentes, mandiles,
lavé ropas en una lavandería... y pasamos hambre los dos; a
todo esto hay que adicionar las desavenencias que me pro-
pinaba mi esposa con justa razón. Pero en la chabola donde
vivíamos no faltaba el rosario todas las noches. Tampoco la
misa y comunión diaria. Esto era lo que calmaba el huracán
que nos había anunciado don Ángel Garralda.
Después de seis meses de verdadero suplicio, comencé a
vender solares para una agencia que pertenecía a un propie-
tario ladrón, que sólo por miedo me iba pagando algunas
comisiones. Esto fue mi salvación económica, pues necesa-
riamente tuve que instalarme por mi cuenta. Me denuncia-
ron por no ser agente de la propiedad y tuve que hacer opo-
siciones. Conseguí sacar el aprobado y todo fue bien.
Es de notar que cuando estábamos rodeados de hambre y
miseria, salíamos los domingos deambulando por las calles
de Sao Paulo y le animaba a mi mujer mostrándole los últi-
mos modelos de coches que exhibían en los escaparates,
diciéndole que pronto llegaríamos a España con una de los
mejores. Seis años después viajamos en el Monte Umbe con
un Chevrolet de último modelo, para disfrutar nuestras
vacaciones en España. Y en acción de gracias a la Santina,
fuimos caminando a Covadonga siete veces. Siempre abra-

346
zados a Cristo y a su cruz, Satanás no consiguió nada. Y
ahora, la novela autobiográfica de nuestra vida se encuentra
en una editora y si Dios quiere será publicada en breve. Don
Ángel Garralda tenía toda la razón: Satanás destruye los
matrimonios, Cristo los edifica y los une.
Publicado en La Voz de Avilés 13-enero-2001

347
156.- TELEDIARIO

N
o tengo tiempo para ver la TV, y si lo tuviera no
lo perdería viendo frivolidades repletas de inmo-
ralidad. Sólo me interesa el Telediario para saber
cómo se organiza y pervive un mundo sin Dios. Lo que más
me conmueve es el despilfarro de billones de pesetas que en
el mundo se derrochan, y que pertenecen íntegramente a los
que se mueren de hambre. También me mueven a compa-
sión los emigrantes que mueren en la mar buscando el peor
de los trabajos que tenemos en España para saciar el ham-
bre que padecen ellos y los familiares que dejan en sus res-
pectivos países.
¿Cuándo llegará el día en que se hable menos de solida-
ridad y se practique más? Justas nos parecen las catástrofes
naturales que Dios nos envía. Bien merecida tenemos una
epidemia que nos impida comer tanta carne mientras vemos
a niños y hombres descarnados por falta de los más peren-
torios alimentos. ¿Cuándo nos convenceremos de que “la
justicia y la paz se besan” (Salmos 85, 11).
Han rehusado ayudar al Tercer Mundo con el 0,7% del
PIB y llevamos perdido más del 1% entre catástrofes natu-
rales y “vacas locas”, ignorando que en las matemáticas de
Dios, quien más da más tiene. Y el que todo lo suyo quiere
todo lo de Dios pierde.
¿Cuándo aprenderán y pondrán a disposición de los edu-
candos las encíclicas de los Papas, como la Veritatis Splen-
dor (n. 50), donde se demuestra que la vida moral y el dere-
cho natural se sustentan en la dignidad sagrada de la persona

348
humana, compuesta de cuerpo y alma? Pues si no fuésemos
más que materia, podríamos ser utilizados como medio de
nuestras pasiones, y no sería posible ni la moral ni el dere-
cho.
No podemos olvidar que Dios ha creado directamente el
alma de cada hombre, porque, como nos ha dejado escrito
Santo Tomás, “el ser espiritual no se puede dividir ni engen-
drar”. Es esta una verdad mantenida por el Magisterio actual
en cinco documentos, de los que destacan el Catecismo de
la Iglesia católica (n. 366). Por eso, si se suprime a Dios,
creador directo del alma, el hombre no es más que un ani-
mal. Con esto no queremos negar que hay ateos con princi-
pios morales, que mantienen por su sensibilidad o educa-
ción, pero queda claro que, como decían los obispos
españoles en el documento La verdad os hará libres:
“Cuando se elimina a Dios, todo pasa a ser provisional: el
cuerpo, la familia y los principios éticos, al menos hablando
en general”.
Por otro lado, el cristiano sabe que sin la ayuda de Cristo
es imposible cumplir todas las normas morales. ¿Por qué
sucede tanta inmoralidad en el mundo si no es por falta de
religiosidad? ¿Qué sentido tiene abstenerse de tantas ape-
tencias corporales si nos falta el santo temor del que tanto
nos hablan los Sagrados Textos? Cristo, Alfa y Omega de
toda la creación, es también el que sostiene nuestra vida
moral, dañada por el pecado original. Y mientras todo esto
no se transmita a nuestros hijos y se consolide en los cole-
gios, estaremos cada día peor.
Publicado en La Voz de Avilés 15-enero-2001 y en La Voz de Asturias 28-
enero-2001

349
157.- E L SR . Á LVARE Z P É RE Z Y E L
SR. COLAO

S
eñor director: Soy asiduo lector de las cartas que se
publican en su diario, especialmente las de Julia
García y Antonio Colao, las que siempre les doy a
leer a mis hijos. Pues además del grado cultural y teológico
que nos enseñan, siempre aparece el homenaje reverente
que le tributan a Dios. Y me consta que el famoso psiquia-
tra Guillermo Rendueles Olmedo, comunista y creyente, les
entregaba también a sus hijos los artículos que publicaba el
Sr. Colao en la extinta Hoja del Lunes de Gijón. Pues nadie
puede darnos una doctrina más perfecta que la redactada por
Jesucristo en sus Evangelios.
Comprendo que don Benjamín Álvarez Pérez puede ser
un joven modernista al que le parece plausible el aborto, la
promiscuidad, la pornografía, el divorcio, las parejas de
hecho y tal vez la liberación de las drogas, y tiene todo el
derecho a pensar así, pero no debiera de recriminar a los que
piensan distinto ni ridiculizar a los que tenemos un crucifijo
presidiendo nuestro despacho, pues a nadie como a Dios le
pertenece la presidencia de todo lo creado.
Y aunque para él no sea Dios ni Hijo de Dios mismo, no
puede ignorar que ha sido el Hombre más noble, sincero,
sabio, justo y defensor a ultranza de los más pobres y des-
validos. Por eso merece el estudio y respeto de todos los
hombres de bien. Y como ha demostrado ser Dios por los
milagros que ha hecho y por testificarlo su Padre (“Este es
mi Hijo amado, escuchadle”), es lógico que le adoren en

350
todo el mundo 2000 años después de su nacimiento y poste-
rior muerte y resurrección, como lógico nos parece que
Antonio Colao esté enamorado de Él y le defienda siempre
en sus escritos.
También se mofa don Benjamín por los buenos consejos
que Antonio dio a un matrimonio que acudió a solicitárse-
los, especialmente por los rosarios que les manda rezar uni-
dos en familia. Y así como don Benjamín dice ignorar los
mandamientos de la Ley de Dios, también desconocerá
cómo Jesús nos manda orar para no caer en tentación.
Le pido disculpas al señor director por la deficiencia lite-
raria de mi humilde carta, pues aunque tengo estudios uni-
versitarios, no tengo talla literaria para escribir en los perió-
dicos. Y a don Benjamín le pido disculpas si en algo le he
molestado.
Carta escrita en defensa del autor por Antonio Oliver (Avilés)
Publicada en La Voz de Avilés 15-enero-2001

351
158.- 233 NUEVOS MÁRTIRES ESPAÑOLES

J
uan Pablo II ha firmado el Decreto por el que se
reconoce el martirio de 102 nuevos mártires de la
persecución religiosa que tuvo lugar durante la gue-
rra civil española. El Papa prepara para el próximo 11 de
marzo la beatificación más numerosa de toda la historia:
estos 102 nuevos mártires serán beatificados junto a otros
116, ya reconocidos en diciembre del año pasado, y otros
quince reconocidos en fechas anteriores. En total, serán 233.
Entre los futuros beatos hay 42 laicos de Valencia; todos
fueron asesinados en los primeros meses de la guerra civil
de 1936. Hasta ahora, Juan Pablo II ya había beatificado a
230 mártires de la persecución religiosa en España.
Nadie ignora que en todos los partidos políticos existen
numerosas personas que sólo pretenden hacer el bien a sus
pueblos. Ese es el ideal político más común. El craso error
consiste en los medios que se usan para llevarlo a la prác-
tica. Me acomete la idea de pensar que hasta los mismos
verdugos que hicieron posible los martirios que quedan
expuestos, lo hacían pensando que se hacía necesario para el
bien de nuestra nación.
La falta de ética, la ausencia de moral y la ignorancia
religiosa, sumadas a la villanía que todos heredamos de
nuestros primeros padres, convierten al hombre en el peor
de las fieras. Pero como Dios siempre saca provecho de
todos los males, ha llegado el momento de santificar a los
hombres perfectos y libres de toda culpa, lo que no podemos
juzgar es la heterodoxia religiosa de los verdugos, porque

352
los católicos nunca sabremos el porqué se nos ha dado gra-
tuitamente el don de una fe que nos lleva a refrenar las
pasiones. Es decir, cualquier perturbación o afecto desorde-
nado del ánimo.
Me parece bueno recordar estos dramas de la guerra civil
en España para que todos aprendamos de los crímenes que
se han cometido. Pues alguien con gran autoridad nos ha
dicho que el que no aprende de la Historia corre el riesgo de
repetirla, y vuelve a acometerme la idea de pensar que
ningún partido político de los que ahora tenemos desea vol-
ver a ver una España en ruinas y un millón de muertos entre
vencedores y vencidos.
Volviendo a reanudar con los mártires, diré que todos
tenemos que sentirnos honrados sabiendo que entre los
españoles siempre ha sobreabundado la nobleza y la religio-
sidad, porque España es tierra de santos. Y actualmente,
miles y miles de misioneros han dejado estas tierras de paz
y opulencia, de amor familiar y de amigos para alimentarles
el cuerpo y el alma a los que, en el Tercer Mundo, carecen
de todo, se mueren de hambre e ignoran a Dios. Alegrémo-
nos sabiendo que la Iglesia nos autoriza y pide que se les dé
culto universalmente a los 233 nuevos beatos. Pues lo único
que puede apenarnos a los cristianos, es la decadencia reli-
giosa que venimos sufriendo desde hace varios años, hasta
que llegue el día en que no podamos soportar el peso del
pecado y volvamos a Dios.
Publicado en La Voz de Avilés 16-enero-2001, en La Nueva España 17-enero-
2001 y en La Voz de Asturias 26-enero-2001

353
159.- MUERE EL PADRE TEÓFILO

H
e tenido oportunidad de conocer al monje cister-
ciense Teófilo Sandoval; confesando con él se
comprendía que era un hombre de Dios. Entró en
la Trapa de Palencia con 13 años. Allí vivió encerrado 85,
sin conocer otra prenda de vestir que no fuese el hábito cis-
terciense. Siempre dormía vestido con él hasta llevarlo a la
sepultura, y en su celda se acostaba sobre una tabla, cubierta
por una finísima esponja y encima de su cuerpo una manta.
El obispo de Palencia, monseñor Rafael Palmero, presidió la
celebración exequial, y dijo: “Ya tenemos un santo más en
el cielo”.
El padre Teófilo siempre quedará en el recuerdo por
haber sido director espiritual y confesor del actual beato
Fray María Rafael Arnáiz Barón, a quien pidió que escri-
biese todo lo que pasaba por su alma. Él así lo hizo en unas
hojas sueltas y numeradas, las que aparecieron en una car-
peta con el título: “Dios y mi alma”. Estas notas de con-
ciencia y otros cuadernos estaban guardados para quemar-
los, como suelen hacer cuando un monje se muere. El padre
Teófilo consiguió librarlos de la hoguera y entregárselos a
la madre de Rafael, Mercedes Barón. Esta señora de alta
aristocracia y escritora sobre temas de cine y teatro que tam-
bién publicaba en el diario “Región”, consiguió componer
el libro titulado: “Vida y escritos de Fray María Rafael”.
El éxito de la Obra fue tan magno y considerable entre
los lectores que nadie puede comenzar a leerla sin llegar
hasta el fin. Por eso han salido 13 ediciones en España, y ha

354
sido traducida a múltiples idiomas. Motivado por lo predi-
cho, el padre Teófilo, vio la conveniencia de solicitar la
apertura del Proceso de beatificación y canonización de
Fray María Rafael. De tejas abajo se puede decir que gracias
al padre Teófilo tenemos un beato más en los altares.
Después de las primeras ediciones del libro referido,
comenzaron a escribir al monasterio cisterciense de San Isi-
dro de Dueñas (Palencia) numerosos lectores solicitando
reliquias de Rafael y, posteriormente, expresando los favo-
res que les había hecho y los milagros que lo subieron a los
altares, después de ser comprobada científicamente su
autenticidad.
Cuando leímos el libro referido, mi esposa y yo, hace
unos 20 años, nos fuimos a la Cartuja de Valencia para
conocer y dialogar con el hermano de Rafael, el padre Fer-
nando Arnáiz Barón. Nos agradeció la visita y nos expresó
cómo había sido su vocación: “Cuando yo era capitán del
Ejército, Rafael me dijo que yo terminaría siendo cartujo.
Llegó un momento en que no podía vivir en el mundo, y
hastiado de todo y recordando lo que mi hermano me pre-
dijo, le pedí a nuestro chófer que me llevara a la Cartuja, al
llegar a la puerta le entregué el mechero y los cigarros. Me
despedí del mundo y aquí estoy contento y feliz. Y hay una
máxima de mi hermano que nunca olvidaré: Fernando -me
decía-, busca a Dios y lo encontrarás”.
Nuestras relaciones con el padre Fernando, personal-
mente y por carta, terminaron el pasado año, cuando falle-
ció, después de sufrir 17 operaciones y cumplir 87 años.
Publicado en La Voz de Avilés 23-enero-2001

355
160.- LA TERCERA EDAD

H
e renovado el carné de identidad y me han
puesto: “Validez permanente”. Es decir, que mi
rostro se podrá reconocer sin más renovación
hasta llegar a la meta final. Me alegré al entregármelo y
comprobar que ya no tengo que volver a los fotógrafos y a
la policía. He pasado de la tercera edad y me siento en la
cima. Atrás se han quedado muchos errores, despropósitos
y pecados que difícilmente vuelva a reincidir.
He pasado la vida escalando la montaña para ver con más
claridad la luz de lo trascendente desde la meseta luminosa.
Nada más triste que descender a las faldas del macizo y vol-
ver a escalarlo. No deseo morirme en ningún momento.
Haré todo lo posible para continuar en la tierra hasta que
Dios disponga lo contrario. Me siento muy útil para hacer el
bien. Amo apasionadamente la familia y me consuela la
correspondencia mutua que me dispensan.
Un señor que no ha sido santo de mi devoción nos ha
dejado escrita una plegaria donde parece entristecido al
entrar en la tercera edad, y como han de ser algunos los que
aclaman la plegaria, me permito transcribirla: “Señor,
enséñame a envejecer como cristiano. Convénceme de que
no son injustos conmigo los que me quitan responsabilidad;
los que ya no piden mi opinión; los que llaman a otro para
que ocupe mi puesto. Quítame el orgullo de mi experiencia
pasada y el sentimiento de sentirme indispensable. Pero
ayúdame para que siga siendo útil a los demás, contribu-
yendo al entusiasmo de los que ahora tienen responsabilida-

356
des y aceptando mi salida de los campos de actividad, como
acepto con naturalidad la puesta del sol. Finalmente, te doy
gracias, pues en esta hora tranquila caigo en la cuenta de lo
mucho que me has amado. Concédeme que mire con grati-
tud el destino final que me tienes preparado. ¡Señor, ayú-
dame a envejecer así!”.
Creo que nadie debiera ver la tercera edad como sima en
la que se depositan todas las miserias dela vejez, debemos
esforzarnos por reconocerla como cima, desde la que con-
templamos la vida con la serenidad que nos dan los años y,
sobre todo, esperando con gratitud la Vida que nos espera:
con mayúscula.
Lo que no me disgusta del texto trascrito es lo que tiene
de superación una actitud que él considera exclusivamente
pasiva para proponer la activa de quienes así pueden coope-
rar al bienestar de los demás; principalmente, descubriéndo-
les el panorama que sólo desde la cima se puede contemplar.
He ahí que nunca debemos sentirnos en la clase pasiva de la
vida. Dios ha concedido al hombre la posibilidad de ser útil
y feliz en una silla de ruedas, ofreciéndole a Él su invalidez
y profundizando continuamente en la oración, y meditando
el bien que nos ha hecho Jesús con el dolor y las humilla-
ciones. “La edad avanzada -ha dicho Juan Pablo II- es un
tiempo de gracia que invita a una unión más intensa con el
misterio de Cristo y a una participación más profunda en su
proyecto de salvación”.
Publicado en La Voz de Avilés 27-enero-2001

357
161.- LOS PECADOS DE ZAQUEO

Zaqueo llega a convertirse en un recaudador del tributo


judío a favor de Roma. La intuición nos dice que siempre
había sido pobre, bueno como el pan y claro como el agua.
Sencillo como las palomas, servicial y humilde como la
contrición. Pero sediento de riqueza para exterminar la
pobreza en la que siempre había vivido. Con su carácter
vivaracho y sincero alguien le habría recomendado para ser
jefe de publicanos sin la menor oposición. Ahora ya puede
hacer dinero. Así es como Zaqueo se ha enriquecido.
Se supone que disfruta de una casa amplia y suntuosa, al
estilo de los nuevos ricos. Pero no tenía la conciencia tran-
quila. Los comentarios que muchos hacían sobre un hombre
llamado Jesús, los milagros que se le atribuían, la expecta-
tiva de una ciudad que espera la venida del Mesías; todo en
suma, le propinan una reacción concienzuda. Zaqueo com-
prende que no le pertenece todo lo que tiene. Han llegado a
él las alusiones que Jesús les hace a sus seguidores diciendo
que no se puede extorsionar a nadie.
Zaqueo ya no duerme tranquilo en la ostentosa casa que
pertenece a los pobres usurpados por él. Necesita un consejo
del Enviado, del profeta, o del Mesías, o del Cristo, o del
Hijo de Dios. En verdad él no sabe quién es, pero sabe que
es un Santo admirable. Un hombre que pasa haciendo el
bien a manos llenas, un sabio, y Zaqueo quiere verle de
cerca. Es difícil. Bajito de estatura, en medio de la multitud
que le seguía, no conseguiría verle. Pero Zaqueo es avis-
pado y no le importa el qué dirán. Él sabe por dónde ha de

358
pasar Jesús al día siguiente. Examina bien el camino. Se fija
en un sicómoro y se dice: “Si consigo trepar a este árbol
podré ver a ese hombre sin ser visto por él”.
Se levanta de madrugada y consigue trepar al sicómoro.
Se sienta en la bifurcación del árbol oculto por las ramas. Se
siente nervioso. Es mucho el deseo que tiene de ver el ros-
tro majestuoso de aquel personaje que tantos denigran y
pocos glorifican. Jesús venía delante mientras el gentío le
seguía. Zaqueo continua oculto entre la fronda del sicó-
moro. Pero ante Dios nadie puede ocultarse. Jesús sabe que
Zaqueo está allí. Levanta la vista y le llama: “Zaqueo, baja
pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa”. Zaqueo bajó
a toda prisa lleno de alegría.
El gentío protesta por alojarse en la casa de un hombre
pecador. No comprenden que Dios perdona todo al que con-
tritamente se arrepiente, y Zaqueo está completamente arre-
pentido de los bienes usurpados por él. “Señor -le dice-,
daré la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he
defraudado en algo, le devolveré el cuádruplo”. “Hoy ha
venido la salud a tu casa. Pues el Hijo del hombre ha venido
a buscar y salvar lo que estaba perdido”.
Confesemos los pecados cometidos, restituyamos lo
adquirido sin licitud, y esperemos con alegría el juicio que
a todos nos espera.
Publicado en La Voz de Avilés 31-1-2001 y en La Voz de Asturias 2-2-2001

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Índice general

Prólogo .................................................................................................1
El periodista don Julio González García entrevista a Antonio Colao Granda...3
1.- Mentiras criminales .......................................................................9
2.- Los tiempos no han cambiado.....................................................12
3.- Las enfermedades ........................................................................14
4.- El Papa y el infierno ....................................................................16
5.- ¿Desea morirse?...........................................................................18
6.- Risa y llanto.................................................................................22
7.- Respuesta al padre Patac sobre el infierno..................................24
8.- Santa Teresa.................................................................................27
9.- Educación de los hijos.................................................................29
10.- Remedio para el sida ..................................................................31
11.- Delicia Costa...............................................................................33
12.-Terrible injusticia.........................................................................35
13.- Los pastores ................................................................................37
14.- Moisés el negro...........................................................................39
15.- Sexualidad en la Biblia...............................................................41
16.- Cerraron los manicomios............................................................43
17.- El juego.......................................................................................45
18.- Rafael y la Trapa ........................................................................47
19.- J. L. Martín Descalzo .................................................................51
20.- La médica de ayer.......................................................................53
21.- Categoría.....................................................................................55
23.- Un maestro..................................................................................59
24.- Estado aconfesional ....................................................................61
25.- Padre nuestro ..............................................................................64
26.-Vanidad........................................................................................66
27.- No lo entiendo ............................................................................68
28.- Nos benefició la Eta ...................................................................70
29.- Un hombre honrado ....................................................................73
30.- Saber escuchar ............................................................................75
31.- La confesión ...............................................................................77
32.- Patrona de las madres .................................................................79
33.- La paciencia ................................................................................81
34.- La conformidad...........................................................................83
35.- Don Enrique Prendes ..................................................................85
36.- Personalidad diabólica................................................................87

360
37.- La bomba de Hiroshima .............................................................89
38.- La pereza.....................................................................................91
39.- Tortura y dolor............................................................................93
40.- Lumen Dei y Antena 3 ...............................................................95
41.- Respuesta al señor Almunia .......................................................97
42.- Merece lapena.............................................................................99
43.- Un milagro más ........................................................................101
44.- Testigo de esperanza.................................................................103
45.- La Inmaculada ..........................................................................105
46.- Matilde, futura reina .................................................................107
47.- Chesterton .................................................................................109
48.- Mártires de Turón .....................................................................111
49.- El Nacimiento de Cristo ...........................................................113
50.- Palabrotas y tacos .....................................................................115
51.- Sigue reinando ..........................................................................117
52.- El silencio .................................................................................119
53.- Fray Daniele y el Purgatorio ....................................................121
54.- Perseverancia ............................................................................126
55.- Por caridad................................................................................128
56.- El miedo....................................................................................130
57.- Antonio Colao y Julia García ...................................................132
58.- No comprendo bien el amor .....................................................134
59.- Los hijos que abandonan a sus padres......................................136
60.- Defensa de la verdad ................................................................138
61.- Álvaro Domecq.........................................................................140
62.- El rosario...................................................................................142
63.- La Mafalla.................................................................................144
64.- Va de cuento .............................................................................146
65.- Sucedió en Lourdes ..................................................................148
66.- Laín Entralgo ............................................................................150
67.- Lo que yo pienso y lo que Dios dice........................................152
68.- Después de muerta lo consiguió...............................................154
69.- San José ....................................................................................156
70.- Perdón por los pecados de la Iglesia ........................................158
71.- La castidad................................................................................160
72.- Carta a Aznar ............................................................................162
73.- La devoción a María................................................................165
74.- Ha muerto mi hermana ............................................................167
75.- Sólo para Xuan Ventosa ..........................................................169
76.- Le salvó la vida .......................................................................171
77.- La enseñanza ...........................................................................173
78.- Justicia y droga ........................................................................175

361
79.- Para ser famoso .......................................................................177
80.- El Papa nos anima ...................................................................179
81.- Contrariedad ............................................................................181
82.- Vladimir Putin .........................................................................183
83.- Un solo rebaño.........................................................................185
84.- Un relato apasionante ..............................................................187
85.- Sor Lucía y Campmany...........................................................189
86.- Coincidencias extrañas ............................................................191
87.- Una violación más ...................................................................193
88.- Mariam y el cáncer ..................................................................195
89.- Contradicción...........................................................................197
90.- 50 x 15 .....................................................................................199
91.- En recuerdo de un amigo.........................................................201
92.- Control cerebral .......................................................................203
93.- Gran hermano ..........................................................................205
94.- Lo que nos conviene................................................................207
95.- Una española vitoriana será canonizada..................................209
96.- Tercer secreto ..........................................................................211
97.- Anécdotas de la vida ...............................................................214
98.- José Melchor............................................................................216
99.- Diálogo con una cirujana.........................................................218
100.- El Papa y los gays...................................................................220
101.- Santa Marta.............................................................................222
102.- Santiago Apóstol.....................................................................224
103.- Al señor Alcalde del Ayuntamiento de Candamo..................228
104.- El poder desatado ...................................................................230
105.- Mujeres humildes ...................................................................232
106.- Mastai Ferretti.........................................................................234
107.- Ciencia, razón y fe..................................................................236
108.- ¿Sabía usted que...? ................................................................239
109.- Hablar del Papa.......................................................................241
110.- Enseñanza religiosa ................................................................243
111.- Ocho días en Fátima ...............................................................245
112.- Madre Maravillas....................................................................247
113.- Necesito escribir .....................................................................251
114.- Lo que todos podremos saber.................................................253
115.- Teresa de Calcuta será beatificada .........................................255
116.- La ciencia no sabe ..................................................................257
117.- La verdadera religión..............................................................259
118.- Obreros y ricos .......................................................................261
119.- La TV es perniciosa................................................................263
120.- Sor Lucía rezó el rosario para 1.500 obispos y 80 cardenales.....265

362
121.- Cuando pasen cien años .........................................................267
122.- Las adopciones .......................................................................269
123.- El sufrimiento .........................................................................271
124.- Homilía de un misionero ........................................................273
125.- La doctora Marqués en los Andes de Perú.............................275
126.- La castidad..............................................................................277
127.- Tomás Moro ...........................................................................281
128.- Cumpleaños feliz ....................................................................283
129.- Dos días de ejercicios .............................................................285
130.- Pesimismo y optimismo .........................................................287
131.- Un amigo cristiano .................................................................289
132.- Los divorciados y la comunión ..............................................291
133.- Isabel la Católica ....................................................................294
134.- Ruido y silencio......................................................................296
135.- Religiosidad popular...............................................................298
136.- Amor y felicidad.....................................................................300
137.- Me contaron un chiste ............................................................302
138.- Última oración de un condenado a muerte.............................304
139.- La eutanasia ............................................................................306
140.- El ocio.....................................................................................308
141.- El conde de Latores ................................................................310
142.- Deducciones justas y patrañas ................................................312
143.- La Navidad .............................................................................314
144.- Muchas decepciones con el PP...............................................316
145.- Misión del seglar ....................................................................318
146.- La independencia ....................................................................320
147.- Si todos supieran.....................................................................322
148.- Nuevo consistorio ...................................................................324
149.- ¿Dónde está el Infierno?.........................................................326
150.- El dolor de la Virgen ..............................................................329
151.- Educación ...............................................................................333
152.- Vicente Soler ..........................................................................335
153.- Un ex drogadicto ....................................................................337
154.- La conversión de México .......................................................339
155.- Nuestro matrimonio................................................................345
156.- Telediario................................................................................348
157.- El Sr. Álvarez y el Sr. Colao ..................................................350
158.- 233 nuevos mártires españoles ...............................................352
159.- Muere el padre Teófilo ...........................................................354
160.- La tercera edad .......................................................................356
161.- Los pecados de Zaqueo ..........................................................358
_____

363
160 EJEMPLOS POSITIVOS
PARA EL MÁS ALLÁ

A ntonio Colao, fiel a la cita


con sus lectores, ofrece
un nuevo libro, fruto de su
ha oído hablar; testimonios
apasionantes de personas de
relieve social, religioso o polí-
colaboración en distintos tico. Además, él escribe desde
medios de comunicación. una espontaneidad y naturali-
Escritos que se publican, espe- dad ajenas a cualquier preten-
cialmente, en Asturias. sión que las mediatice. Sus
fuentes de inspiración, según
S on artículos breves, casi
sentenciosos, en los que va
ofreciendo sus puntos de vista
confesión propia, son la plega-
ria y la lectura continuas, buen
en clave de Fe sobre los pro- bagaje para el trabajo cons-
blemas de actualidad, que pre- tante de este escritos vocacio-
ocupan y ocupan a tantas per- nal y testimonial que es Anto-
sonas. A todos esos problemas nio Colao.
quiere dar una respuesta desde
la visión católica del mundo y
del hombre.
E n un mundo como el del
periodismo en el que pri-
man la rapidez e inmediatez de
la noticia, es reconfortante leer
E stos escritos se pueden
calificar como epistolares.
En efecto, son cartas amisto-
las colaboraciones de Antonio
Colao, que transmiten tranqui-
sas y a veces críticas por las lidad y serenidad. El lector
que se vislumbra la sinceridad tiene ahora la posibilidad de
de su autor sin que le hagan disponer en un nuevo libro -
callar ni las críticas negativas bien estructurado y legible- de
de sus adversarios, ni los para- las colaboraciones aparecidas
bienes de sus seguidores. en diferentes periódicos.

C omo escritor hecho a sí


mismo, son difíciles de D eseo que este nuevo libro
de Antonio Colao llegue
lejos y haga bien a los que lo
encuadrar los que nos ofrece
en este su nuevo libro. Se pue- lean.
den leer testimonios persona- FIDEL GARCÍA MARTÍNEZ
les; confesiones anónimas de Graduado en Teología
hombres y mujeres a las que el Doctor en Filología Románica
autor ha conocido o de quienes Catedrático de Lengua y Literatura.

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