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“Del lado de los pobres.

Teología de la liberación”
RESEÑA SOBRE UN TEXTO DE TEOLOGÍA

“…amargado por tanto dolor en el mundo


la maldad de unos cuantos me hacía dudar;
y encontré en tu abrazo un bendito refugio
una nueva esperanza, que me hace soñar…” 1

Estando en Lima, durante el 2do Encuentro Intensivo del Programa de Formación Teológica MAGIS III, tuve una
experiencia que estremeció mi alma y me ubicó frente a frente con el dolor: YUYANAPAQ.

“Yuyanapaq” es una expresión quechua que en castellano equivale a: “Para


recordar”. Se trata de una exposición fotográfica, en el Museo de la Nación,
sobre el período de violencia social y política vivida por l@s peruan@s entre
los años 1980 y 2000, cuyo objetivo es crear conciencia entre la gente para
que no se olvide el daño sufrido por las víctimas del conflicto, con el fin de
que no se repitan los episodios de violencia y se afronten las situaciones
injustas que causan dichas reacciones de violencia.

Por lo menos en mí se logró ese objetivo. Hay tres cosas que siempre le
hablan a mi conciencia: las cifras, la música y las imágenes. En este caso, las
cifras fueron estremecedoras.

En el conflicto peruano fallecieron, de acuerdo con la Comisión para la


Verdad y la Reconciliación, aproximadamente 70.000 personas. De las cuales cerca
de un 70% son indígenas quechua, campesin@s, mujeres y niñ@s. Precisamente la gente que, antes del
conflicto, vivía en tal situación de miseria, pobreza, discriminación y marginación que fueron usados como
bandera para presionar al Estado en la búsqueda de cambios sociales y políticos. Sin embargo, la situación se
sale de control y la violencia se desata convirtiendo a los sujetos de las justas reivindicaciones en objeto de la
crueldad tanto de los grupos “revolucionarios” como de los cuerpos de “seguridad” del Estado.

Sin embargo, recorriendo las distintas salas con las diferentes fotografías a blanco y negro, y en algunos casos
audios y videos, fue que rompí a llorar… Creo que sentí un “chín” de la compasión, del coraje, de la indignación,
de la misericordia y de la impotencia que sentirá Jesús al ver a tant@s y tant@s sufriendo tantas y tantas
injusticias. Sólo pude (ll)orar diciendo: “Señor, ¿cómo es que podemos ser tan crueles?” “Perdónanos”,
“Perdónanos por nuestra infinita capacidad de hacernos daños unos a otros”, “Perdónanos” …Y vinieron a mi
mente los cuestionamientos de Job sobre los sufrimientos de los pobres:

1
“Creo en tí” – Rubén Blades
“…andan desnudos por falta de ropa
cargan el trigo y pasan hambre
exprimen el aceite en el molino
pisan la uva en el lagar, y pasan sed
en la ciudad gimen los moribundos
y piden socorro los heridos
y Dios no hace caso de su súplica…” (Job 24, 10-12)

¿Y… “de verdá, verdaíta”, Dios no hace caso de su súplica? Bueno los cristianos creemos que sí, pero uno de los
retos de la teología frente a dichos sufrimientos es “¿Cómo es posible hablar del amor de Dios frente a las
miserias de los pobres? ¿Dónde situar la esperanza de los pobres?” (pp. 10). Y cómo esta es una reseña sobre un
texto de teología, a éste me remito.

Se trata del libro: “Del lado de los pobres. Teología de la liberación”. Es una colección de seis artículos
presentados en forma de “contrapunteo”2 entre Gerhard Müller y Gustavo Gutiérrez, en el cual abordan el tema
de la pobreza desde la teología de la liberación, explicando el significado de dicha corriente para la teología en
general y la renovación que puede aportar a la vida de la Iglesia.

Inicia Gustavo Gutiérrez con el capítulo “La teología: una función eclesial”, en el cual expone la importancia de la
reflexión teológica como soporte de la acción evangelizadora y pastoral de la Iglesia, en particular la de América
Latina y el Caribe. Refiriéndose a la realidad de la pobreza en nuestro continente, Gutiérrez afirma que: “La
hondura del problema es tal que convoca, sin escapatoria, a toda la Iglesia a hacerle frente” (pp. 25) para que
así, el anuncio del Reino de Dios sea creíble y pueda sumar más voluntades a su causa. Del mismo modo
propone, siguiendo el texto y el espíritu del IV CELAM en Santo Domingo (1992), tres retos para la teología en
América Latina y el Caribe: 1) Evangelización nueva, “en sus métodos, en su ardor, en su expresión” según
palabras de Juan Pablo II 2) Promoción humana y 3) Inculturación del Evangelio, “en un continente de tan
grande diversidad racial y cultural. Las culturas y los valores de los diferentes pueblos indígenas y de la población
negra de América Latina constituyen una gran riqueza que debe ser apreciada y respetada por quienes tienen la
responsabilidad de anunciar el Evangelio” (pp. 26).

A continuación, Gerhard Müller expone cómo la teología de la liberación, en cuanto reflexión hecha sobre la
experiencia de la vida entre comunidades pobres, ha significado, para la Iglesia de Europa, un estímulo para
abordar la reflexión teológica desde nuevas ópticas y guiarla hacia nuevos horizontes. Así pues, Müller considera
la evolución que se gestó en la Iglesia con la celebración del Concilio Vaticano II y cómo éste (junto con las
conferencias del CELAM) inspiraron a la teología de la liberación; luego pasa a revisar la relación de dicha
corriente con el contexto europeo, para finalizar este capítulo “desde una perspectiva, más bien de nosotros,
Iglesia universal, al servicio del mundo” (pp. 31) superando la contraposición “nosotros en Europa” - “los otros
en Latinoamérica”.

Debido a la fuerte polémica que ha suscitado la teología de la liberación al interior de la Iglesia, e incluso en el
agitado mundo de los medios de ¿comunicación?, por sus confusiones con el marxismo, Müller aporta en dicho

2
Contrapunteo: En los llanos de Venezuela (y creo que también en los de Colombia) muchos cantantes populares improvisan versos que van cantando o
declamando en forma de desafío a otro cantante, quien responde a su vez cantando o declamando los versos que en el momento im provise,
devolviéndole el desafío y así sucesivamente; contando con un fondo musical, generalmente “joropo” (música típica ejecutada con arpa, cuatro y maracas)
artículo (titulado: “La experiencia de la liberación: Un impulso para la teología europea”) algunas aclaraciones
pertinentes para su mejor comprensión. Vale la pena citar dos ejemplos:

“La teología de la liberación no es sociología decorada con religiosidad ni un tipo de socioteología... Es teología
en sentido estricto… La fé cristiana significa entender, actuar y tomar parte en el proceso de cambios de la
historia que Dios ha dispuesto como obra definitiva de Jesucristo” (pp. 37). “Por eso, frente al quiebre del
sistema capitalista convencional y su mentalidad inhumana, la teología de la liberación mantiene toda su
actualidad.”3 “Lo que diferencia a la teología de la liberación tanto del marxismo como del capitalismo es lo que
en el fondo une a estos dos sistemas supuestamente enfrentados: una imagen del hombre y una concepción de
la sociedad donde se elimina el papel que cumplen Dios, Jesucristo y el Evangelio para la humanización
individual y social del hombre”4 (pp. 44)

“Teología de la liberación significa, dicho brevemente, creer en un Dios que es Dios de la vida y garantía de
salvación para todos los hombres y mujeres. Por eso lucha contra los ídolos que significan muerte precoz,
pobreza, miseria y degradación” (pp. 45)

Seguidamente, Gutiérrez esboza en “Situación y tareas de la teología de la liberación” los grandes temas que
dicha corriente ha podido “recordar y colocar en la conciencia de los creyentes” (pp. 52). Plantea que toda
teología, aunque parte de la revelación cristiana la cual en esencia siempre es la misma, surge como respuesta a
las inquietudes de determinados momentos y lugares históricos. Así, para la teología de la liberación, los
grandes retos a los cuales se espera que responda son, desde la perspectiva del autor: 1) la pobreza de las dos
terceras partes de la humanidad, 2) el mundo moderno y post-moderno y 3) el pluralismo religioso y el diálogo
interreligioso. “¡Una pelusa, casi nada pues!” nos toca afrontar también a nosotr@s, cristian@s del siglo XXI.

El cuarto capítulo, Müller lo titula “La teología de la liberación en debate” y en él aborda cómo dicha corriente,
partiendo de las mismas preocupaciones que originaron la Doctrina Social de la Iglesia, supera algunas
deficiencias de sus bases y aporta no tanto temas nuevos para la reflexión, sino más bien nuevas maneras de
hacer teología. Y expone cómo son esas nuevas maneras de hacer teología.

“¿Dónde dormirán los pobres?” se pregunta Gutiérrez en el quinto capítulo, y me viene a la mente esta canción:

“¿Dónde diablos jugarán


los pobres niños? ¡ay, ay, ay!
¿En dónde jugarán?
se está pudriendo el mundo
5
ya no hay lugar…”

3
Ojo, nótese que este artículo se escribió en el 2005, todavía mucho antes de la crisis de las hipotecas subprime y el quiebre de varios bancos en Estados
Unidos (Lehman Brothers, Merryl-Lynch, Bank of America, etc.), rápidamente auxiliados y estatizados durante el 2008, en pleno centro del cerebro que
mueve la “mano invisible” del mercado y “escribe en piedra” los principios neoliberales, que entre otras cosas rechazan la intervención del Estado en la
economía.
4
De acuerdo con Müller, ambos sistemas adolecen de una antropología deficiente. Del comunismo dice que tenía que fracasar porque: “idealizó
exageradamente al hombre y pasó por alto su natural egoísmo. Puso de lado la búsqueda espontánea de Dios por parte del ser humano y con eso ignoró la
realidad del pecado y la posibilidad de una vida cuya fuente es la justicia que viene de Dios ”. Pero el capitalismo no se queda atrás cuando de deficiencias
en sus bases se trata ya que: “cree que puede concebir al hombre sin Dios y construir una sociedad sin recurrir a la palabra de Dios y su gracia”. Ambos
sistemas convergen en la creencia de que las “fuerzas” del ser humano son suficientes para la ordenación de la sociedad, bien sea dándole primacía al
colectivo (comunismo) o al individuo (capitalismo).
5
“¿Dónde jugarán los niños?” - Maná
Precisamente porque los temas planteados son los desafíos de este “siglo fascinante y cruel”6 que apenas
empieza: globalización, neoliberalismo económico, ética y economía, desarrollo tecnológico, desequilibrios
ecológicos, migraciones, crisis de la modernidad, fragmentación del saber, etc. Luego de un paseo más o menos
profundo por estos temas tan complejos, finaliza este capítulo haciendo varias observaciones acerca de las
relaciones entre liberación y libertad, advierte algunos peligros de idolatría en la práctica cristiana, plantea la
dimensión del “otro”, la diversidad cultural y la ética de la solidaridad. Se trata pues de un largo y denso artículo
que, a pesar de lo abrumador que podría resultar la mirada al panorama actual y futuro, concluye resaltando la
esperanza en el Dios de la vida: “Una vez más nos parece que el compromiso con el pobre, en tanto opción
centrada en el amor gratuito de Dios, tiene una palabra importante que decir en este asunto. Ella se coloca en
(…) una tensión entre mística (amor a Dios) y solidaridad histórica (amor al prójimo). Esto es lo que realmente
me importa. Debo confesar que estoy menos preocupado por el interés o la supervivencia de la teología de la
liberación que por los sufrimientos y las esperanzas del pueblo al que pertenezco, y especialmente por la
comunicación de la experiencia y el mensaje de salvación en Jesucristo… De eso se trata, en efecto, de
proclamar la esperanza al mundo en el momento que vivimos como Iglesia.” (pp. 172)

“Una Iglesia y un futuro común: Solidaridad en Cristo”, de eso se trata, afirma también Müller, en continuidad
con Gutiérrez, en el último artículo-capítulo de este libro. Es una llamada sobre todo para que Europa, y el Norte
en general, se haga sensible a la situación de pobreza del Sur, apoyados en el Evangelio y en la teología de la
liberación: “Deseo que este libro contribuya a que venzamos la
indiferencia con que se mira el dolor y las necesidades de los
hermanos nuestros y las hermanas nuestras… Obrar la verdad nos
pone del lado de los pobres” (pp. 177 – 178)

Del lado de los pobres, ésa fue la opción de Dios al hacerse humano
en la persona de Jesús. Que seamos fieles a su mensaje y sepamos
ser solidarios con los pobres y construir con ellos
un mundo fraterno en el que Dios reine. Sólo así
podremos llevar el nombre de cristianos, ser
Iglesia y hablar de Dios (hacer teo-logia).

Denis Coronado Pineda, cvx


Venezuela

6
Frase del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias (ojo, no el “cantante”), citada por Gutiérrez, quien la interpreta de
esta manera: “Se ha abierto, en efecto, gracias al desarrollo de la ciencia y la técnica, una época fascinante… Como seres humanos y como creyentes no
podemos sino valorar y admirar esos avances… No obstante, el tiempo que viene será fascinante para las personas con cierto nivel social y participan en
los niveles de punta del conocimiento tecnológico… El siglo próximo será cruel, efectivamente para los “insignificantes” de l a historia. Su pobreza y su
marginación –si no hacemos un inmenso esfuerzo de solidaridad- aumentará, habrá una mayor miseria y serán más numerosos los que vivan en ella… En
otras palabras, el futuro inmediato no será, en verdad, fascinante y cruel para las mismas personas…” (pp. 123 – 124)

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