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Cura de Ars: Guardián de las almas
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Cura de Ars: Guardián de las almas

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Descubre la vida extraordinaria de San Juan María Vianney en "Cura de Ars. Guardián de las Almas", una obra cautivadora que narra los momentos más emblemáticos del santo más venerado por su devoción sacerdotal. Escrito por Imanol Santos y publicado en exclusiva por Ediciones Genus Dei, este libro ofrece una mirada íntima a los desafíos, milagros y la inquebrantable fe del Santo Cura de Ars.

 

Desde su humilde origen en Dardilly, Francia, hasta convertirse en el pilar espiritual de la pequeña aldea de Ars, San Juan María Vianney transformó la vida de miles con su compromiso incondicional hacia la salvación de las almas. Su legado como confesor, exorcista y guía espiritual es explorado a través de relatos conmovedores y testimonios que resaltan su profunda empatía y su incansable labor pastoral.

 

"Cura de Ars. Guardián de las Almas" no es solo un libro sobre la vida de un gran santo, sino un testimonio de la lucha eterna entre la fe y la adversidad, mostrando cómo un solo hombre, armado con la gracia divina, puede cambiar el corazón de una comunidad y del mundo. Este libro es una invitación a todos aquellos que buscan inspiración en la fe y en la fuerza del Espíritu para enfrentar las pruebas de la vida.

 

Sumérgete en las páginas de esta obra y permite que la historia de San Juan María Vianney renueve tu fe y enriquezca tu espíritu. Un relato imprescindible para todo aquel interesado en la historia de la Iglesia, la santidad cotidiana y el poder transformador de la devoción verdadera.

LanguageEspañol
Release dateMay 21, 2024
ISBN9798224872121
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    Cura de Ars - IMANOL SANTOS

    INTRODUCCIÓN

    ––––––––

    La vida del santo cura de Ars es un ejemplo luminoso para todos y, de modo especial, para los sacerdotes. Por ello, la Iglesia lo ha nombrado patrono de todos los sacerdotes. Él vivía su sacerdocio de modo eminente, agradeciendo cada día a Dios ese gran don inmerecido e inmerecible. Decía que el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús. En su parroquia se esforzó cuanto pudo por hacer a todos adoradores eucarísticos. La Eucaristía era el centro de su existencia. Ante Jesús sacramentado se pasaba las horas disponibles, cuando no se lo impedían sus obligaciones pastorales, especialmente las confesiones. En los últimos años confesaba unas quince horas al día, y a veces más.

    Fue un mártir del confesionario, un adorador perpetuo de la Eucaristía y un amante de la Virgen a toda prueba. A los santos los tenía como amigos y los trataba con la familiaridad de quien los conoce y los ama, especialmente a la santa de sus amores: santa Filomena.

    Para su iglesia, quería los ornamentos y objetos de culto más hermosos y preciosos. Todo le parecía poco para dar realce a la celebración eucarística, a las procesiones o a las ceremonias litúrgicas.

    Y Dios le concedió muchos dones. Según testigos, parece que veía a Jesús en la Eucaristía casi todos los días. La Virgen, santa Filomena y otros santos se le aparecieron con frecuencia. Tenía el don de discernimiento de espíritus para conocer el corazón de los penitentes que se acercaban a él. Rezaba mucho por la conversión de los pecadores y por las almas del purgatorio.

    Su vida fue un milagro de Dios, pues durante muchos años apenas comió casi nada. Ayunaba frecuentemente a solo agua. Se daba disciplinas y oraba intensamente por la conversión de sus feligreses y penitentes, pudiendo así transformar su parroquia y decir: Ars ya no es Ars.

    Que su ejemplo sea un estímulo para todos en el camino de la santidad y podamos imitarlo en su amor a María y a Jesús Eucaristía.

    Ediciones Genus Dei 1

    1.- AMBIENTE SOCIAL

    La Revolución francesa, con todas sus nefastas consecuencias para la Iglesia y para los católicos, marcó la historia de Francia e influyó directamente en los acontecimientos de la vida de nuestro santo. El 14 de julio de 1789, con la toma de la Bastilla, comienza simbólicamente la Revolución, que ya se había gestado años antes. Su lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad darían alas a todos los desórdenes que se siguieron. Los saqueos y asesinatos estaban a la orden del día. Los campesinos se armaron y asaltaban castillos y se apoderaban de los bienes de los señores feudales.

    El dos de noviembre fueron confiscados todos los bienes de la Iglesia. El 19 de diciembre se pusieron a la venta todas las propiedades eclesiásticas. Los que se beneficiaron, como siempre, no fueron los pobres, sino algunos terratenientes ricos, seguidores de la Revolución.

    El 13 de febrero de 1790 quedaron abolidas las Órdenes religiosas. El 26 de noviembre de 1790 se proclamó la Constitución civil del clero, de modo que todos los sacerdotes y obispos debían jurar fidelidad a esta Constitución según la cual se declaraba odio al rey y se aceptaba que los obispos debían ser elegidos por el poder político, pues el Papa sólo tendría autoridad sobre cuestiones teológicas.

    Esto dividió a la Iglesia francesa. Los juramentados fueron casi la mitad de los sacerdotes y siete obispos. Era como dividirse entre los obedientes al Papa o al poder civil, con la diferencia de que los no juramentados serían perseguidos a muerte.

    El párroco de Dardilly, el pueblo de nuestro santo, padre Jacques Rey, que llevaba 39 años en el lugar, juramentó y lo mismo hizo su sucesor. La familia Vianney, al principio asistía a misa, ya que todo parecía seguir como antes, pero, al darse cuenta de la real situación, dejaron de asistir y sólo asistieron a la misa de algún  sacerdote  perseguido  que  celebraba  a  escondidas  en

    Ediciones Genus Dei   2

    pajares, establos o graneros. La casa de los Vianney se convirtió en lugar de acogida para muchos perseguidos.

    El rey Luis XVI fue ejecutado el 1 de enero de 1793 y ese mismo año lo fue también la reina María Antonieta. Desde octubre de 1793, en 15 meses de Terror, cayeron en París 2.596 cabezas y se supone que sólo fue el 15% de lo que sucedió en otras partes de Francia. Miles y miles fueron hechos prisioneros y muchos otros asesinados. Sólo en la región de La Vendée masacraron a 120.000 por oponerse a las ideas revolucionarias.

    En los cementerios se colocaba la inscripción: La muerte es un sueño. Se suspendieron los entierros cristianos y se prohibió todo culto religioso. Las imágenes sagradas eran derribadas y quitaban toda señal religiosa de las plazas, calles o edificios. El 10 de noviembre de 1793, la catedral de Notre Dame (Nuestra Señora) de París fue convertida en templo de la diosa Razón. Esta profanación  despertó  tal  entusiasmo  que  casi  inmediatamente

    2.345 iglesias fueron transformadas en templos a la diosa Razón. La situación pareció tranquilizarse un poco en 1799, cuando

    Napoleón Bonaparte dio un golpe de Estado y asumió el poder,

    pero pronto se le vieron sus intenciones de querer servirse de la Iglesia y someterla. Tomó al Papa Pío VI prisionero y lo llevó a Francia, falleciendo en Valence ese mismo año. El siguiente Papa Pío VII quiso arreglar la situación y firmó en 1801 con Napoleón un Concordato en el que se hablaba de libertad religiosa, pero Napoleón añadió unos artículos orgánicos sin haber consultado ni informado al Papa, tratando de aprovecharse de la religión católica para sus fines políticos. Sólo reservaba al Papa las cuestiones teológicas.

    Según estos artículos orgánicos añadidos por su cuenta, no se podían publicar ni imprimir documentos papales sin autorización gubernamental. La educación era competencia exclusiva del Estado. Y para dirigir todos los asuntos eclesiásticos nombró una Comisión encargada de los asuntos religiosos, dirigida por un director no eclesiástico. A pesar de todo, buscando la reconciliación, el Papa coronó en 1804 a Napoleón como emperador en París.

    Sin embargo, el orgullo del emperador iba cada día más en aumento. Y por negarse el Papa a abandonar la neutralidad política

    Ediciones Genus Dei   3

    y no aceptar el bloqueo contra Inglaterra, el ejército francés invadió los Estados pontificios en 1808. El 16 de mayo de 1809, el emperador decretó la anexión de los Estados pontificios. El Papa Pío VII lo excomulgó el 10 de junio de 1809, pero fue arrestado y deportado a Savona hasta 1812, año en que fue transferido a Fontainebleau, donde permaneció hasta enero de 1814. Este año los ejércitos aliados entraron en París y obligaron a Napoleón a abdicar, recluyéndolo en la isla de Elba. Allí estuvo Cien días, volviendo a París y siendo derrotado definitivamente el 18 de junio de 1815 en la batalla de Waterloo. Lo internaron en la isla de santa Elena y allí murió en 1821.

    2.- SUS PADRES

    Pertenecían a familias cristianas que le transmitieron la fe con el ejemplo. El abuelo Pedro Vianney recibía en su casa a los pobres que no tenían dónde dormir y les daba alimento. Uno de los acogidos en 1770 fue el que sería san Benito Labre (1748-1783), quien desde Roma les escribió una carta de agradecimiento. El santo cura hablaba frecuentemente de esta carta que más tarde regaló a una persona que se la pidió¹.

    Esta tradición de acoger a los pobres la vivió él en su propia casa. En tiempos de la Revolución, en que había muchos perseguidos, había por las noches en su casa alrededor de veinte necesitados. Se les alojaba y se les daba sopa. Cuando no había suficiente sopa para todos, su padre, que servía a los pobres, decía: Yo puedo pasarme sin la sopa².

    En invierno su padre hacía un buen fuego para calentarlos y cocer patatas para comerlas todos juntos. Después acompañaba a los pobres al lugar donde iban a pasar la noche y cuidaba de que estuvieran bien abrigados. A continuación, llegaba a casa y limpiaba los restos que habían dejado³.

    Margarita Vianney, hermana de

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