Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La actitud y el compromiso
En la formación de ese vínculo interviene ante todo la vocación del maestro, la que se traduce
en su actitud y compromiso frente a la labor docente. Esto implica que si el maestro no es
consciente ni consecuente con la magnitud y responsabilidad que exige el ser educador y su rol
se limita a cumplir un horario y desarrollar unos objetivos planteados a priori, perdiendo la
perspectiva del niño en toda su integralidad, difícilmente podrá aceptar y manejar el desafío
que supone la integración.
Otro de los aspectos que facilitará significativamente el desarrollo de esta relación tiene que ver
con el grado en que el maestro comparte una filosofía integradora y dispone de información
sobre los aspectos básicos de la discapacidad. Estos dos elementos se suman al conocimiento
específico del niño, en lo relativo a sus fortalezas, necesidades, intereses y preferencias,
personalidad, etc., así como la aceptación de que el niño tiene las mismas necesidades básicas
que los otros niños, que como ellos necesita que lo quieran y respeten, que lo oigan y lo
valoren.
A este nivel, es importante precisar que todos los alumnos, tengan o no discapacidad, son
diferentes, cada uno con sus propias fortalezas y necesidades. Además, se debe nuevamente
resaltar que al interior de una misma discapacidad existen grandes diferencias individuales, así
se comparta la misma condición biológica.
Muy ligado a los elementos anteriores se encuentra la claridad del docente con respecto a los
objetivos a corto plazo del alumno integrado y su proyección futura en el espacio escolar. Esto
significa que el maestro debe conocer el sentido y las metas concretas que se persiguen con el
niño y traducirlas en objetivos a corto plazo.
El hilo conductor que debe orientar el diseño de estos objetivos debe ser siempre el nivel de
aplicabilidad de los aprendizajes en la vida ordinaria del alumno. Por esta razón, se deberán
privilegiar los logros a nivel del desarrollo de habilidades y competencias sociales y
comunicativas sin olvidar que asímismo el alumno debe mostrar resultados a nivel
estrictamente académico.
Esta visión en perspectiva le permitirá igualmente al maestro identificar en el hoy las fortalezas
y necesidades del niño y la serie de aspectos que deberán trabajarse con miras al logro de las
metas propuestas. De la misma manera podrá identificar, con mayor facilidad, los recursos
humanos y físicos así como los espacios con que cuenta el colegio y ver la utilidad potencial
que pueden tener para el alumno en un momento dado.
Estos aspectos son aún más válidos si consideramos de un lado, la forma como un nivel de
expectativas bajo incide en la obtención de logros igualmente limitados y de otro, los efectos
nefastos producidos por unas expectativas desfasadas de las capacidades reales del alumno
con retardo mental o alguna otra discapacidad.
La experiencia nos ha mostrado cómo el hecho de tener objetivos ajustados a las capacidades
y necesidades reales del niño incide directamente en la calidad de la interacción entre el
maestro y el alumno; se baja la presión sobre el niño o se abandona la complacencia y
permisividad y el maestro logra situarse en el punto en que logra combinar la exigencia con la
afectividad.
Otra de las estrategias que favorece la interacción entre el maestro y el alumno se relaciona
con el manejo de la instrucción, lo que implica, de alguna manera, que la metodología utilizada
se debe necesariamente reestructurar.
El respeto por la diferencia en estilos y ritmos de aprendizaje son términos que están
íntimamente relacionados con la forma en que se imparte la instrucción y se refieren, en líneas
generales, a las diferentes modalidades en que puede procesarse la información y al tiempo
que toma este procesamiento, de acuerdo al tipo específico de contenido; ambos factores
varían enormemente de un individuo a otro. Aspectos tan elementales como el establecimiento
del contacto visual en el momento en que se da la instrucción o la identificación de cuándo el
estudiante requiere un apoyo adicional cobran especial vigencia en la interacción con el
alumno.
Asimismo, el maestro debe desarrollar la habilidad para ajustar y graduar el nivel de dificultad
de los contenidos de su currículo a las capacidades de todos sus estudiantes, incluso de su
alumno integrado, determinando los logros que el estudiante deberá obtener; éstos, a su vez,
constituirán los parámetros de evaluación de su desempeño.
Dentro de esta perspectiva, la cohesión entre los miembros que conforman el grupo y el
respeto de las diferencias individuales son condiciones indispensables en una clase. El
profesor deliberadamente estimula un ambiente donde se privilegia la cooperación sobre la
competencia y donde es tan importante el aprendizaje de conceptos académicos como el
desarrollo de destrezas, habilidades y valores sociales.
Estas son entonces algunas de las estrategias que hemos encontrado particularmente útiles en
el desarrollo de la interacción entre el maestro y su alumno con discapacidad, siendo evidente
también que su implementación es tan válida y necesaria en una población de alumnos sin
discapacidad.
Estos planteamientos no exigen el desarrollo de nuevos roles para el maestro pero sí requieren
que se afinen las habilidades existentes y que se revaloren y cuestionen las actitudes y
prácticas tradicionales y la finalidad de las mismas. Sólo a partir de esta reflexión podrán
empezar a darse los cambios.