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HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI Volumen 12 Los fundamentos del mundo moderno Fdad Media tardia, Renacimiento, Reforma LOS AUTORES Ruggiero Romano Nacié en Fermo en 1923. Es Ditector de Estudios en ta Ecole Pratique des Hautes Btuces (VI Seccién) de Patis, donde es titular dela cftedta de «Problemas y métocos de historia eco- némices, Entre sus numerosas publicaciones resaltamos: Le co merce de Royaume de Naples avec la France et les pays de PAdriattque ax XVUPme siécte, Pacis, 1951; Navires ef mar- chands a Pentrbe du port de Livourne (en colabotacién con Fernand Briudel), Parls,, 1991: Commerce et prix du blé ‘au XVIHEme sidcle, Paris 1956; Una economia colonial: Chile en ‘el siglo XVIII, Buenos Aires, 1965; Prezti, solari ¢ servi a Napali nef secolo XVIII, Milano, 1965; Cuestiones de bistoria econémica latinoamericana, Caracas, 1956; Colombo, Milano, 1966; I prezei i Europa det XIII secolo @ oggi, Torino, 1967. Alberto Tenenti Nacié en Viareggio en 1925. Es Director de Estudios en la ‘Ecole Pratique des Hautes Erudes (VI Seccién) de Parts, donde es titular de la eftedra de «Historia Social de Ja cultura . Entce sus obras, resaltamos: I senso delle morte ¢ Vamdre della vita nel Rinescimento, Torino, 1957, y Venezia ¢ 4 corsart, Basi, 1961. Marcial Suétez ‘misesio ne LA CUBIERTA Julio Silva Historia Universal Siglo veintiuno Volumen 12, LOS FUNDAMENTOS DEL MUNDO MODERNO Edad Mi tardia, Renacimiento, Refoema Ruggiero Romano Alberto Tenenti historia México universal Argentiva siglo Espada * sae qo a a : 7 Tercera edicién en castellano, diciembre de 1972 Cuarta edicién en castellano, octubre de 1974 inta edicién en castellano, diciembre de 1975 ta edicién en castellano, febrero de 1977, ‘Séptima edicién en castellano, septiembre de 1977 (México) Octave edicién en castellano, noviembre de 1978 Novena ediciéa en castellano, octubre de 1979 (México) Décima edicién en castellano, noviembre de 1979 Undécima edicién en castellano, octubre de 1980 SIGLO 2001 DE RSPAsA EDITORES, 5 4 Ne Plaza, 3. Madrid-33 En coedicién con © SIGLO XXL EDITORES, 5, A. Cerro del’ Agua, 248, México-20, D. F. © SIG XI ARGENTINA, $. A. Av, Peri, 952. Buenos Aires Primera edicién en slemén, 1967, revisads y puesta al dia por los gutores para la edicién espafole © wscrime mUCHEREI x. ., Frankfurt am Main Tienlo original: Die Grundlegung der modernen Welt, Spitmittel alter, Renaissance, Reformation DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY Impreso y hecho en Espafia Printed and made tn Spain ISBN: 8452501183 (0. C) ISBN: 84:323.0003.5 (Vol. 12) Depésito legal: M. 32.643 - 1980 i Closas-Orcoyen, $, L. Maztines Paio, 3. Madnd23 PREEACIO .. Indice L 1a acersis» DEL siGLo XIV .. I. La feactura demogeéfica, 31. Et cambio de la estroctura agricola, 9——ITT. Factores de la «crisisn agricola y sus consecuencias sociales, 19—IV. La nueva fisonomia de la actividad «industrials, 23— V. Los problemas de los intercambios, 28.—VI. Los reflejos politico-milicares de Is wetision, 33. 2, ESTANCAMIENTO ¥ EFERVESCENCIA: EUROPA DESDE 1380 @ M80 I. Introduccién, 40.—IT. El papado, 42—IM, EL imperio, 47—1V. Talia, 49—V. La Europa del Centro y del Este, 99.—VI. Inglaterra, 60 — ‘VU, Francia, 64.—VIII, La Peninsula Ibérica, 66. 3. LAS CREENCIAS CRISTIANAS I. Entroduccién, 71,—IT, La religin y sus dimen. siones cconémico-sociales, 73.—IIL, Firmeza y fallas Crisis filesstica, de Jas creencias: ef cisma, 77.1 n Oe wosoou0 we pero no jerérquica: de Occam a Torquemada, 81— ‘V. abs alld» y sensibilided, 85—VI. El «arte de motire, 88—VII. Repliegue mfstico y renovacién moral, 92—VIML. La erltica del sistema eclesiésti- 60, 97. HACIA UNA CULTURA NUEVA 1. Ef sentido de fa muerte, 104-11, El mito de la pforia, 110.-ITT. La funcién de las letras, 115— TV, Las tendencias artisticas, 121. 1. Humanismo y renacimiento, 128.11. El arte del ‘eQuattrocento en Italia, 133—I]. La visién hu- manistica del mondo, 142—1V. Las concepciones Gticas, 147—V. La Historia y la politica, 152. LA ESTRUCTURA CIENTIFICA ¥ TECNICA oes oss oes oo I, La medicina, 157—IL. Le astronomfa, 160—IIL. La interaccién de renica y ciencia, 163—1V. Caracteres del nuevo saber, 170, DESCUBRIMEENTO ¥ CONQUISTA DEL MUNDO T. Los problemias de los descubrimientos; 177.— II. La conguista de América, 180—IIL. BL asenta- 104 128 457 m7 miento hispénico en Amética, 183—IV. Caracteres de Ja colonizaciéa espatola, 187.—V. EI impetio portugués, 192, 8. RELIGION ¥ SOCIEDAD EN LA SEGUNDA MITAD DET, sien xv I. Papado y cristiandad, 196—IE Los males de la vieja Iplesia, 204—IIL Le Pretteforma, 208—IV, La sensibifidad popuiar, 213—V. El sentido de la Re- forma, 217. 9. La REFORMA ... J. La funcién de! humanismo, 226—II. Luteto, 234—IIL, Reforma y sociedad, 244—1V. Los des. acrolios de la Reforma, 249 10, IMPERIOS ¥ PRIMERA UNIDAD DEL MUNGO (1480-1560). I. Los imperios det siglo, xv1, 257—II. Hacia los estados madernas, 264.—IIL. El apararo buroctético, 270—1V. Reconstitucién demogrifica y ngrfeola, 274—V. La industria, 280--VI. Los tréficos, 285 — ‘VII. La revolucién de los precios, 291—VITI. La ptimera unidad det mundo, 294. CONCLUSION... ‘cRONDLOGIA BIBLIOGRAFIA ... .. INDICE DE KLUSTRAGIONES INDICE ALFABPEICO 2. cs. cic cee ve 196 226 257 236 301 303 317 a8 Prefacio En poco més de tescientes paginas, la hisiorie econdmica, cultural y politica de Europa, desde 1350 a 1550... Difculisd habitual de todos los manuales, que no recordamos aqui para solicitar la_comprensién, la solidaridsd y casi la complicidad del lector. En realidad, existen —y dese: hace mucho tiempo— excelentes manuales en Ios que no serfa dificil ampararse, Peto €l lector de 1971 épide fas mismas cosas que el Iector, ponge- mos por cjemplo, de hace veinte afios? ¢Esté verdaderamente interesado en conocer, en saber, cn acumular nociones? <¥ el joven histotiador de’ nuestro tiempo se plantea las mismas preguntas que sx muestra? 2O —eomo nosotros creemos— se he producida una ruptara, un cambio de estilo», que hoy nos obliga @ buscar algo mmevo? No se train de buscar lo nuevo or el gusto de la novedad. Pero, si las exigencias del mundo ue nos rodea han cambiado, zno es, en cierto modo, taicionar 44 propia funcién del intelectual el seguir hablando un lenguaje que 1a mayoria na siente como propio y actual? Estos son los problemas esenciales que los autores se han planteado y que, para mayor comodidad en su_ trabajo, han tratado de resumit en una sola pregunia: «Qué debe sex nuestro manual?» gSélo una simple exposicién de los resultedos conseguidos por Ja investigacién historiogrdfica, 0 03 posible presenta, en forma igualmente simple, la problemética que ani ma Ja investigacién histérica? En suma, gua manual debe ser tuna recopilacién de nociones (tecopilacién, en iltima insrancia, de ottes manudles), o debe ofrecer alga més que les puntos ya sstablecidos, y no sélo las luces todavta inclertas, sino incluso Jos primeros vishumbres de aguellas Iuces que mafiana sern fijas? Hemos clegido et segundo camino, convencidos de que el mejor en el plano cientifico y, ademés, el unico quc per- mite el tespeto intelectual que un autor debe siempre a los Por otra patte, cl problema de fa eleccién no se plantesha entte verdades adquiridas y verdades on discusién. . Una epidemia como las otras? Mucho més, Por primera vez desde el siglo vt, reaparece en Occidente !a peste bubénica: los vacios que crea son inmensos. Llegada del Medio Oriente, donde se habia extendido ya en 1347, akana ev 1348 4 una gran patte de Europa (Italia, Francia y parte de Inglaterral; se propaga en el 49 al resto de Inglaterta y Alemania; por dlkimo, en 1 50, lega @ los paises escandinavos. Estos mismos avos estén precedidas y acompafiados de catestias muy importantes: hecho grave, no s6lo por las tezones antes indicadas de debilitacién. fisiol6gica, sino también por otto fendmeno. Si In peste en las ciudades origina un movimiento migeatorio’ de las gentes aco- modadas (ehay que recordar Ja tertulia Zorentina del Decamerdn de Boconecio, puesta a salvo ante las primeras manifestaciones del mal?), Ia caresifa, por su parte, determina un flujo del ‘campo hacia las ciudades, donde las medidas administeativas de las aurotidades piblicas ‘permiten a los hambrientos encontrar remedio a las terribles exigencias del.hambre, En este movi miento de fuga y de aflujo, la poblacién de la ciuded supera su nivel normal; y a ese ambiente urbano superpoblado (con el consiguiente empeoramiento de las condiciones biginicas}, llega Js peste: los vacios que crea por todis partes, sin exclusién, son enormes, Es, desde luego, imposible determinar con pre- cisidn si las ciudades sufrieron més que el campo; por las razones antes indicadas, los célculos son. casi imposibles. En sfecto, muchos de los muertof de las ciudades no son més que campesinos de inmigtacién reciente —y, al menos en los pro- pisitos, temporal; es de creet, en cambio, que una parte de Jos muertos en el campo fuesen’«ciudadanoss que, en su aff de uit del contagio, bubieran abandonado Ia ciudad. Fste mecanismo, caracterittico de todos los sistemas de carestlaepi deinia hasta 4a iniciacién del mundo modetno, explica la inu- tilidad del sazonamiento mediante el cual se pretende que si, por ejemplo, la poblacién de una ciudad era en 1345 de 100.000 habitantes y de un censo de 1351 tesolta que esa misma ciudad tenfa 50.000 habitantes, la pérdida humana debe valorarse al rededor del 50 por 100. Célowlo estéril, potque, on realidad, es muy Ieito suponer que esa ciudad, en ef momento de la peste, pasaca de 100 a 120, 130, 140,000 habitantes y que pre- 6 cisamente en esa parte dle pchlacién adicionat fuese més alto el Indice de mortalidad. Tgualmente indtil es el efleulo de ln mortalidad de algunos distritos roreles, precitamenie porque el bajo mimero de maertes que a veces 5e encugntra en ellos se debe a que esd calculado en relaciém con Ja poblacidn ali fevistente antes de Ia carestfapeste, sin tener en cuenta que vas atte de aguella poblacién, en el momento de la epidemia, e:- tuba ausente det distrito y se habla refugiado en la chadad Una prucba mis —y, al mismo siempo, um complemento— de la existencia de este’ mecanismo se tiene en el hecho de «ue, muy a menudo, una epidemia no sélo es precedida, sino también scompafiada y seguéde de una carestia, por la evidente raaén de que, habiéndose refugiado Jos campesinos en Ja ciudad, faltan fen Tos campos los bea20s necesarios para los trabajos de Ia cosecha siguiente, ¢Qué valor tiene, entonces, decir que la po- blaciée urbana disminuys en Ia mitad o que ie poblacién rutal suirié de la peste menos que la ciudadana? Scrd mefor buscar medidas de otto género: por ejemplo, la reduccién del mimero de miembros de lo consejos municipales (en Spoleto, después de Ja peste de 1348, el niimero de Priares sc redujo de 12 8 6; Jos siniembros del comin, de 1.000 a 300} 0 de categories pro- fesionales. especificas (en Hamburgo, de 40 camniceros, murie. ron 18; de 34 panadetos, 12; de 50 funcionatios de la cia: dad, 27; de 21 consejeros de la misina, 16...). No hay duda, pues, de que Ja poblacién europes se vio fuer: temente reducida por la acumulacién de las catestiasepidemias desde 1315 9 1350: Ja peste negra, extendié paverosamente los vaclos que ya se habian producido. Y es de advertir que ef nivel general de la poblacién europea a comienzos del siglo x1v no volvié a aleanzatse hasta avanzedo el xvi, como demestran las cifras siguientes para el total de Ja poblacién europea: Aiios Ciftas (em millones) (segdn M. K, Benne} (segin J-C. Russel) 1000 42 322 1100 8 1200 61 6 1300 B 1340 B59 1330 31 1400 45 32 1500 “ 708 1600 89 7 Por otta pate, los datos més coneretos de que se dispone, slo respecto a Francia, Alemania © Inglaterra, confirman. esto impresién (sein W. Abel): 1200 1340 1470 162017401800 Francia m2 mM 4 a WF Inglaterra 2245 3 5 6 9 Alemania 8 34 10 16 1B (en millones) 22,239,527 2 Se trata, evidentemente, en gran parte, de apreciaciones, de valoraciones aprozimativas, sobre las que podria discutirse Jar- gamente {y no ha dejado de hacerse). Peto la impresién que de cllas se tecibe es, sin duds, vélida, y, cualquiera que sea Ja serie que se examine, el vacio demogrifico se wanifiesta clara mente entce los siglos suit y xv. Por Jo tanto, al margen de todo cflcule de precisiGn muy engafiosa, ¢# contraccién sigue siendo, respecto a ese perfodo, una de fas pocas cosas seguras due pueden afirmarse, No hay que dejarse atreer, sin embatgo, por la magia de las cifras, Mas frutos se Jograrén considerando que el hecho verda- deramente importante es 10 que podtiamos llamar Ja desorgo- fnizacién econémico-social de Europa. En efecto, los cambios ‘que se producen son cnotmes, En primer luger, una parte de los campesinos, que habian abandonado el campo a consecuen- cia de la carestia, nunca volvieron a él. No sdlo porque une pante de ellos muere en las civdades, sino porque Jos. super: vivientes tienen Ja posibilided de ocupar los pusstos —en todas las sentidos— de los ciudadenos muertos. Ademés, entre lox ccludadanos supervivientes, se asiste, por el simple juego de tas hietencias, a fendmenos de concentracién de forcunas que per- rmiten la’ renavacién de nuevas actividades a escala més am- tia. Pero ef campo se despucbla: Ja ciudad, con sus attactivos “tanto mis estimables después de haber sobrevivido a un au- téntico juicio de Dios, como lo es una peste a los ojos de los contemporfineos—, llama a tos hombres, que se eurbanizany, En efecto, efos enormes cataclismos que son las carestlasepi- demiss, eunque comsiderados en 1a opinign popular (y no sdfo ‘en Ja popular) como un castigo divino, por la corrupcién de las costumbres, los’ pecados, ef apartamiento del camino recto, ‘no originan una vida moral mds ctistiane, Si, por una parte, determinan movimicntos de gran intensidad espiritual (de la 8 auc, a veces, no esté ausente una dosis de histerismo: re cuéidese a Jos Flagelantes de Jos afios 1349 y siguientes, que Stravesaron una gran parse de Evtopa, «desmidos, con itigos, en fla como en procesién, gritando y cantasdo canciones adap- radas w sus ritoss), provocan, por otra, una relajacion general Yes comprensible: el sentimiento de fa incertidumbre de Ja vida, que puede ser destraida en un instente y de un modo atroz, engendra una sensacidn de provisienalidad, en Is que no puede construiise nada estable; Ia necesidad de huir de los contactos personales, por micdo 4 contagio, rompe los vincu. Jos familiares y, mds generalmente, sociales; los mil ejemplos de coburdia social (el més impcesionante y frecuente eel abandono de sus fieles, ante Ia muerte, por parte de los sacer- dores) acaban con a resistencia de los més; el concepto del Dios de amor, ante la enormidad de las muettes, se transforma en el concepto del Dias de jnsticia (que, ademés, fatimamente, tes sentida coma injusticia); Ia inracionalidad se impone y or: gina los «pogromsy: caza del judfo, caza del motisco, del ex. tranjero; odio de raza y aversiéa religiosa aparecen con acre- centada violencia, aunque no hay que olvidar que, a menudo, tras esos odios se ccultan ‘intereses econémicas concretos, «ue tansforman los epogroms» en verdaderas manifestaciones de odio de clase, De igual mado que, en el plano médicosccial, estas carestfas-epidemias determinan, como hemos visto, un ci clo infernal, en el plano mozalespititual introducen un cfteulo vvicioso: cada carcstiacpidemia, que al principio es considerada coma castigo divino, lentamente va engendrando una degrads- tiga de la conciencia social y moval. Ast, con la Hegada de ta calamided siguiente, los argumentos que invocan el principio del castigo divino reeparecen mis fuertes, pero, al mismo ties po, Ja calanidad sc sbate sobre una poblacién cvyos principios hhan sufrido yo, en el momento del flagelo anterior, una honda conmocién. Si nos atenemos de nuevo a la suposicida antes enuinciada de tuna Eutopa evitgen», en su optinam (econiémico, moral, social, demografico, biolégico), a finales del siglo xau, hay que reco- rnocer que, /hacis la mitad del siguiente, Ja situacién ha cam- bbindo de modo notable, Es precisamente ahora cuando se ‘el anténtico tema de este volumen. 31. EL GANBIO DE LA ESTRUCTURA AGRICOLA ePuede decirse, entonces, due Ix demogeafia es el deus ex machina de todo? éQue la nuevas fuentes de abastecimiento (excepto las regiones del mar Negro, pero aqui ef problema se complica mucho, por fa intervencién de factores geopoliticus y militares), Resulta, pues, que este aspecto comercial ifustra, © confirma incluso, algunas deficiencias estructurales de Ia agriculeura de In Europa Occidental, La segunda via puede servir para revelar, detris de estas carencias materiales, por Jo menos toda una gran parte de los, cambios y de Tas tensiones sociales que fueron consecuencia de squéllas, Es el camino de I2s revacltas campesinas, Los siglos x1v ¥ xv estén jalonados de motines. Sin hablar de fos importantes Jevantamientos de la Jacquerie francesa (1358) 0 de la revuelta inglese de 1381, debe tenerse en cuenta que estos dos siglos ¢stdn animados por un continuo sentido de rebelidn, soterrado © brutalmente manifesto, Los temas del desprecio ‘campesine der Baver ist an Ochsen statt, nur dass et keine Horner hat» [el campesino sustiraye a Jos bucyes de los que se diferencia por el hecho de no tener cuernos) 0 «Jacques (ee el campesina francés, genéricamente llamada Jacques) bon homme a bon dos, il souffre tour— estén yaa punco de sransfotmarse en temas de miedo: «A furore rusticorum, bera nos Domine! » Por otra parce, se manifiesta ahora un importante hecho nuevo: al compesino empieza a encontrar aliados en sus rebeliones. Es frecuente que coincidan cronolégicamente Jos alzamientos en ef campo y en las ciudades: Ta tevuela paristense de Etiente Marcet y ta jacguerie de 1358; Ja revuelta Iondinense de Wat Tyler y los movimientos campesinos de 1381... Se trata de un fenémeno muy importante en la historia social —p en Ja his- torla tout court— de Europa, Del mismo modo —y um poco 18 como anticipacién de cuanto luego se dird a propésito de las economias de las ciudades—, se asiste ahora a una simultane dad de las revoelas en los distintos paises europeos: los Ciampi en Florencia (1378), Philippe van Artewelde en Gante (4381), Wat Tyler en Londres (1381), Tuchins ea el Languedoc y Mailloting en Paris (1382). Integracién y simvlaneided de las revueltas son inmediatas manifestaciones de todas !as difi- caltades del momento econémico. ML, FACTORES DE 1A en af mismas: rep mos que Jos campesinos, en toda Europa, se habfan integrado siempre en el proceso de In industria textil, tanto produciendo tejidos para uso propio como hilando y'tefienda fibres textiles por cuenta de los productores de las ciudades; thora, en cam. bio, 1a industria rural, aunque contimia produciendo para su propio consumo, itabaja también pars una comercializacién. igual: mente propia, En Flandes, ya desde el siglo xiv, los drapiers raxales orgenizan un sistema propio de venta en Brujas, es de- cir, en la via del gran comercio internacional. En sum, en contraposicién con el declinar de la vieja pro- dxccién textil urbane, ne aprecia la consolidacién de la actividad artesana rural y de nuevos centros ciudadanos, que entablan su, didtogo con los trabajadotes del campo en términos nueves. de los cambios internos no se pre- seplan siempre con el misma carécter. En efecto, la politica de revalarizacién y desvalotizacién por parte de las avtoridades puede estar dictada par preocupaciones, tanto de orden fiscal 32 como econémice. Fn el caso de desvalorizsciones deverminadas Bor necesidades fscales (lo que, ¢n ottos términos, equivale a la necesidad de Te mutoridad de hacer frente a dificultades de tesorerfa: por efemplo, los cambios monetarios de Felipe Hermoso én Francia, de Luis de Mile en Flandes) es dificil admitir que hayan podido ener beneficiosos efectos sobre el conjunte econémico; en cambio, en el caso de desvalosizaciones inspiradas cn movimientos econdmicos, Ia accién positive es innegable. Pot lo tanto, la conclusién a que se puede legar es la de que, en la Europa del siglo xv, dos fenémenos de sentido ‘puesto reflejan ¢! mismo hecho: ef estancamiento y, en alguacs sos, la ruina econémica. La estabilidad monetaria italiana es tuna de sus expresiones, y las desvalorizaciones francesas y fla mencas, dictadas por razones de politica financiera, son otra. Por fo demés, promo se hacen notar los efectos de la ona y de las otzas. Las quicbres de las gtandes familias de banqueros italianos son un sintoma de ello. Los Ricciardi, en 1300; los Frescobaldi, en 1311; los Scali, en 1526; los Perwzi, Accisiuo- i, Bardi, las «columnas de la cristiandads, en 1338. Todas estas fechas sciialan puntos megros en la histotia ccondmica italiana, pero, dados Jos vineulos que unen a esas compaiifas con la vida sconmica de buena parte de Europa, también de tode el con- tinente. Ciertamente, aun después de mediados del siglo x1v se asiste a la afirmacién de algunas grandes figeras de comer ciantes, de grandes hombres de negocios: un Francesco Daiiai da Prato cs testimonio suficiente de la perernidad de Ja exis- tencia del «gran comerciante. Pero el hecho es que el «gran» comerciante Datini presenta pocos signos de progreso. en re lacién con sus predecesores. Entonces, ctambién en este aspecto bay estancamiento? Sélo en parte, En efecto, si durante et si glo x1v, como después en el xv, sobre una tendencia de fondo mercantil muy estancada, se asiste a] florecimiento de persona: fidades nuevas (como, repitémoslo, un Francesco Datini y ain és los Médicis, que, a pesar del gigantisme que les <8 propio, no parecen diferenciaise tanto de sus predecesores), es indudable que_ya_empiezan a abritse, camino profundos cambios. Es a partir del siglo xv cuando el sentido de los negocios se afina y casi alesniza una precision de ciencia. Que antes hubiera gran- des hombres de negocios, no puede ponetse en duda, pero es ahora cuando —probablemente como consecuencia de las difi- cultades, de las complicaciones, de la debilitacién. de la vida somescisl— empiezan a introducirse en la técnica de los nego- cios algunas ideas normativas: sentido Iaico del tiempo, sen- tido de le precisién y de le previsién, sentido de la seguridad. En este ispecto, en el seno de la «crisis» de hecho —y tal vee 3B en estrecho vineulo con ella— emmpiezz Ta labor conceptuat que produciel la renovacién de Iz estructura mental y técnica del comerciante, Cuando esta Tabor se cumpla, se tendsd el comet- ciante envevos, en el que puede, realmente, reconocerse el oo- merciante modeino. Por citar un nombre, demos el de Jakob Figger. De este rapidisimo esboz0 de la economia europea en el si- glo xv —trazado de un mode tal vex cheréticon, pues tai puede resultar para la histotiogeafia de hace s6lo diez ‘aos la enorme importancia attibuide agui a la agricultura— de este veloz apunte, qué resumtir, pues, para cl Sector? Se ha insistido mucho en les aspectos dnicos, unificados de Europa, descci- dando las excepciones. Como conclisién de su monumental informe at Congreso In- ternacional dc Estudios Histéricos de Roma, de 1955, los anicres (M, Mollet, P. Johansen, M, Postan, A. Sapori, Ch’ Verlinden} insistfan sobre Ta imposibilidad de reducir toda Europa a una unicidad absoluta_y i 22) Europa Oricatal (Rusia, Polonia y los pafses kéltices); 3.°) la Europa Occidental, incluida también «sur une étendue non encore précisée» la Europa Central, El escrépulo de los cinco estudiosos eta --y sigue siendo— ciertamente digno de todo elogio, Pera es posible disentir de él, pudo permanecer sdlidamente en pie dentra de un mundo occ! dectal en crisis, hay que sefielar que los estudios recientes demuesttan que la crisis no se detuvo en los Alpes. No vamos a hablar aqui de Rusia y de los pafses bélticos, pero, en cvanto a Polonia, investigaciones también zecientes han mos- trado Ja posibilidad de una insetcién, aunque matizada, en Jes posiciones genezales de? conjunto. europeo. Queda, sin duéa, el problema de algunas imprecisiones fronterizas en ef seno de la Europa Central, sunguc es de creer que, en ge- neral, pocas sorptesas pueden esperarse. Ciertamente, dentro del mundo econdmico occidental acaso baya excepciones, pero aqui el problema es Eutopa, ef bloque peninsular europeo en sa conjunte, Y, por ello, ¢cémo neger, después de la im ponente bibliograffa scumotada en los ultimos veinte afos, ‘que el siglo xrV supone una cafda con relacién al xm? 2Cémo snegar que esta caida se manifiesta ya a finales del siglo an- terior y a comienzos del xiv? ¢Cémo dudar que, aun a tra. vés de las breves fases de recuperacion, la tendencia genera! 5 negative? Diferente intensidad del fendmeno, sin duda; mo- vimientos pendulares de fases cottas, ciertamente. Peto, el’ signo negativo de toda Ia época es igualmente indiscetible. Sin em- M4 bargo, aun denita de tan sombtio cuadro, no deberén omitirse Tos fermeatos, los géemenes de cuanto foreceri después. De la sctisis» surgiré un mundo nuevo en muchos aspectos, peto 10 Novido det cielo. VI 08 REPLEJOS POLITICOMELITARES PE LA «cRISiS® Esta acrisisw econdmica europea —cuyos sasgos principales hemos tratado de presentar en las péginas precedences—, equé relaciones guarda con la vida politica? Ante todo, el siglo xtv esti dominado pot la guerra. La més importante de tndas es Ja guetta de los Cien Aftos (1339-1453); cincusnta y tres afios de guerra y scsenta y uno de paz teal o aparente, en un total de ciento catorce affos, Curioso conflicto que, con Ia dramética clatidad de su desacrollo, catacteriza todo un mundo. Tniciado como lucha feudal, sus fases sucesivas sevelan el carderer de Iucha nacional, Joana de Arco (14121431) con sus origenes humildes sus emotives impulsos (si bien de natataleza teligiosa) es buena muestra del cardcter popular, nacional, del momento fine! de ‘esta guerra, en la que, mientras en una primera fase el consejo ¥ Ja ayuda militar al soberano de Francia proceden del noble Bertrand Du Guesclin (1320-1380), en la segunda es 10 modesta Juana Ia animadora del conflicto. Por lo demés, las vicisitudes de los otros palses curopeos muestran coa toda evidencia la conso- lidacién de estas reatidades nuevas. Realidades que no en todas partes tienen rasgos ten clatos, pero que existen. Donde este pro- ceso de crecimiento y de unin de lus distintas unidades se mani fiesta més clatamente ex en el acuerdo de 1291 entre fos ites cantones de Uti, Schwyz y Unterwalden, a los que se sumaron, en el curso del siglo xrv, Lucerna (1332), Zoich (1351) y Berna (1353), Igvalmente clara es Je tendencia de Ia casa de Austria en este siglo. Los Habsburgo apuntan Ja fottmulacién de una politica que hari suya durante siglos: la unién de los palses alpinos y danubianos con Hungria, Bohemia y oon el pais de los Sudetes hasta el mar, La conquista de Trieste en 1582 es elocuente, En este siglo stormentade, bajo In sorprendeme diversidad de las condiciones locales,’ rivatizan cn toda Europa reinos, princi. pados y ciudades en pos de In ampliacién, de sus territorios Este movimiento de dilatar fronteras, que se pexfla ch toda Euzopa —incluso en Italia, aunque con menor intensidad—, no se presenta en Alemania: sllf se instauta una canarquia de forma monétquican. Esta monarquia, después de 1273 (eleccién de Rodolfo. de Austria), no tiene otta funcisn real que te de set el sftmbolo del Imperio, pero un Tmpetio que es sélo nostal: 35 “ot i sar.oe Qoreerr Fig. 2. Le situacién politica en Is Europa central enue 1279 y 1347, smc FeINO 96 Acaaon 4 gia y mito, catente de fuerza real, si se excluye el paréntesis de 1346 a 1378 representado por Carlos IV, cuyss generosas y felices tentativas desembocatin ripidamente on la nada, Venecia con la guerra de Ferrara (1308-1309); Luis el Grande (1342. 1382) en Hungrfa, con su politica matzimonial con fos Habsbur- 0, los Laxemburgo y los Piast; €l comtenido nacional (en cuante a Francia) y el de expansién (en cuanto a Inglaterra) de la gucera de los Cien Aifos; Ja transformacién en Seaorias de los Coneunes italianos: todas son simamas evidentes de aquella tendencia de las unidades politicas a ampliar sus tetri- tories. En el fondo, el problema, para expresarlo répidamente, fs sencitlo: una aristoctacia que pierde su fuerza econémica, Y¥ Que trata de procurarse compensaciones en otras segiones y ea otras sectores. Ciertamente, como su fuerza econémica ha dis- minsido, ya n0 puede entregarse a grandes empresas (4n0 es curfoso ver , lo que confrmaba la ftagmentacién de éste, Un primer freno, aunque indirecto, a esta fragmentacién fue impuesto por el emperadar Federica TIE, el cual, en vide atin, hizo elegit a su hijo Rey de Romanos, creando asf las condiciones de una premincisn de hetencia, que cn realidad serd splicada siempre. Otra limitaciéa, si bien relativa, seté la de Maximiliano T de Austria, quiea, raedinte la ereaiéo, en a Dicia, de Worms (1495), de une ‘Céroaca Imperial de Justicia, que debfa intervenir en todos ‘cas05 ‘ete puso fin —al menos, inmediatamente— a los conflictos entre 1os diversos sefiores. | Paralela a esta lenta estratiicacion de acontecimientos, ven- a 4. EL Imperio germénico y Europa Gentes, si no a estructurar, al menos 4 reducir la descomposi- cidn, del imperio, se desertolla fa habit y aforiunsda politica imattimonial de [a Casa de Austria, Fue iniciada por Fedeti- 0 TIT, que hizo casar a su hijo Maximiliano (el futuro Maxi- no T) con Marla de Borgatia, Ast, a los estados patrimo- Estiria, Carintia, Carniola, Tirol y Alsicia Me- afadieron Flandes, Paises Bajos, Brabante, Luxem- y el Franco Condado, Primeto y considerable ‘paso. El decisive fue el matrimonio del hijo de Maximiliano '=-Felipe el Hermosc— con Juana la Loca, hija y heredera de Femando ¢ Isabel —los «Reyes Catélicoss—, De este matri- monio nacerd el que después seré el gran Carlos V (1500-1558}. Si una de sus divisss fue Plus Ulira, hay que reconocer que comenz6, hereditariamente, sobre bases ‘extremadamente armplias. Se encontts a la cabezs de aquel extruordinario conjunto de coronas, que le politica matrimonial realizada por la Casa de Austria’durante casi un. siglo Je pteparé, y de un imperio ger manico que, aun sin cepresentar un todo orgénico, era, de todos modos, algo més compacto que dos siglos antes. Ast habia ido ptepardndose, Jentamente, 1a plataforma del que, después de Carlomagno, serfa el més grande soberano de Europa. Tv. ITALIA A finales del siglo x11 se habia producido uo gtan aconte- cimiento en Italia, El tunes de Pascua de 1282, en Palermo estallaba Ja revuelea contra la monarqufa angevina, y ol rey de Aragén era proclamado rey por el Parlamento siciliano. Dutante veinte aifos, Ja guetra estarla presente en el mar, en Ia isla, en Calabria, en Atagén. Lucha confusa, en la eval fa isla era la spuesta de on juego mucho més amplio entre la monarqula angevina, el rey de Aragén y el papado. Aiédase a esto Ia notable reduccién de las posibilidades de intervencién del imperio en las vicisitudes ialianes, y se tendré un pa norama un poco més complcto del desorden de la peninsula, Pero esto no lo es todo win, porque, empefiades los grandes (Estado pontifcio y reinos de Sicilia y de Népoles) en Ja luch: Tos «pequefioss (slo en el sentido territorial, en algunos casos, y en todos los sentidos, en otros) se encontraron con plena libertad de accién. En itima instancia, esta libertad de eccién no significé més que el despliegue de viejos antagonismos: allanzas, guertas y paces se sucedieran con un ritmo, con una frecuencia extraordinatia, Cada vee se hace més frecvente cl recurtir a los exttanjeros para resolver los problemas internos, 0 4 z 3 2 i Fig. 5. Italia y los Balcanes en el s. xv. Pezrarca, entre otros muchos, desunciaba ef estado castico, el desotden, el sometimiento: «¢¥ hasta cuindo, miserables de nosotros, tendremds que vet que sc pide ayuda a los barbaros pata poner ef yugo a Italia? g¥ hasta cusndo, hombres de Tualia, pagaremos a los que vienzn a desttozar alos italianos? Que si esto os disgustase a vosottos, principes de Tas cosas pi blicas, como me disgusta a mf, hombre privado y_solitati ifeliz Ttalia! Ella mandaria con pleno poder ett sus provin- cias, cuando ahora no es cast més que wna esclavas. Con estas palabras recogia el eco de los versos dantescos: Ay, sierva Italia, moreda de dolor, ~ nave sin piloto en gran tempesiad, no sefiora de provincias, sino burdel Sin embargo, algunas Hineas esenciales comienzan a dibajarse Ltegado el sistema comunal al paroxitmo de la fragmentacién andrquica (jn0 se piense s6lo en los esplendores monuments Tes!) eta inevitable que se produjesc una especie de movimiento tendenciaimente ad unum, Es Jo que se conoce, en la historia de Tsalia, como el paso de ta época communal a la de la Sefforia, Esencialmente, y ptescindiendo de Jas muchas diferencias y ms- tices que serfa fécil registrar, se trata de un movimiento cuyo tigen mismo es conttadiotorio: un régimen absoluto que recibe su sunciéo de Ia aprobacién popular. Esta contradiccisn fue superada muy pronto, porque los verdaderos Seores bus- caron y consiguicron un teconccimiento de su condicién, de Jes dos inicas autoridades —en ta dptica del riempo— que podian darselo: imperio y papado. Fucron muchas las familias ‘gue recibieron la consageacién de su condicién serial del emperador o del Papa: en Mantua (1433), Este en Médena y Reggio (1452), Montefeliro en Urbino (1443), e1c. Pero con estos reconocimientos y con 1a consiguiente supresion del pacto con él pueblo, la Seoria se transforma et Princi- pedo: et pueblo, que habia sido elector, se convierte en sib- dito; el seftor elegido, en soberano, Simultdneamente con estos cambios empieza a perfilarse una cierta tendencia a la concen- traci: concenteacién, integracién, pero ya no tendencia uni- tatia, Los polos (y el simple hecho de que haya que hablar de polos, en plural, ¢s extremadamente significative) de este fe- ‘ndmeno fueron Roma, Florencia, Milin y Venecia, Esta ‘iltima, con una primera guerra, habfa reducido a los ‘Scala_—que se habian apoderado de casi todo el Véneto— al solo dominio de Verona.y Vigsiza (1336-1342); de estas dos cu dades, los Scala fucton” sacesivamente expulsados en_1387 por Misconti_de Mili. Venecia, en 1404, afiade a su dominio Ef Vicenza, Verona en 1405 y Padua en 1406. Posteriormente, Brescia, Bérgomo, Legnano, Udine... La base territorial de Ja Potencia veneciana sc hocia asi coda ver més extensa, inte grando armdnicamente les posesiones de ultramar. Por otra par- fe, si es cierto que Ia posterior consolidacién del Turco en <1 Mediterrineo seducia una parte de sus posesiones fuera de Lialia, también es cierto que aquella misma consolidecién taba aiin mds considerablemente la fuerza de los tradicionales adversatios de los venecianos: los genoveses, Era, pues, tn Fefuctzo muy considerable ent el plano italiano, pero en cl cuadro mediterréneo general Ja presencia del Turco representabe tena inedgnita, que muy pronto se revelarta cargada de teales amenazas, En el plano interno, desde finales del siglo xu, habia ve ido manifestindore ya una evolucién bacia una forma decid damente oligérquica. En 1297, con Ia «clausuta del Consejo Mavoro, ce establecls que a esta mogistratura —verdadera base del poder—. sélo podian pertenecer los que hubieran formado parte de ella en los cuatro afios precedentes o los que la Se. Soria juzgase oportuno amar. De esta forme, el poder zesul taba absolutamente inasequible pata las clases inferiones, pero hay que teconocer que la cstabilidad politica se hellaba, al Imenos, asegurads, Tal estabilided, una cierta base territerial italiana y la pessistencia de bases ultramarianas permititfan a Venecia, primero, tesistir incluso a coaliciones poderosas, gomo en 1509 contra ies potencias de la Liga de Cambrai, ¥. después, convertirse, durante todo ef siglo xvz, sobre la base de su fuerza naval, en clemento importante —de igual a igual de Ja acciéa de Jos grandes soberanos europeos contra la po- tencia otoman No puede decirse Jo mismo En ia ciudad tor cana el conilicto entre los divetnos gripos que, con més o me- os justo titulo, aspiraban al poder dus muchisimo diempo, Iegando a estallar abiertamente, como en el caso de la te. Wuelta de_los Ciompi de 1378.’ Hasta 1382 el poder no se centra definitivamente en manos de las ciudadsnos més ricos; Sus adversarios se reagraparon en torno a una fomilia de baie corigen, legada a gran fortuna, Jos Médici, y, en 1434, Florencis: se entrega que se imité @ asumir el poder efectivo, renunciando a sus aspectos extemos, Hay que afedir que is politica de Césimo, a pesar de los ox{genes de su familia y de los spoyos populares que habfa recibido pata escular el poder, Ro fue muy distinta de la de sus predecesores; €l poder fue un privilegio de camaritlas, sélo que sus micmbros, no todos, fueron loi misimos de antes. A pesar de los espléndidos flore, cimientos humanisticas el estado siguid siendo frégil,y, en 32 Ud24con Ia Hegada de los franceses a Toscana, Jos Médici fue. ton-sxpulsados. En su luger, Gizolamo Savonatola aspitd a una Repiiblica de Cristo, tan anacrénica como inconsistente. En 1512, ici ‘pero ya la accién que Florencia habria’ podido desarraliar a continuscién se vefa muy Timitada tn el plano de le. politica internacional; ssio alguncs floren- tines —hombres de negocios— pudieron, a titulo estrict mente personal, hacer sentit su peso. Y esto, a pesar de que, durante el siglo xv, la base territorial del dominio de Florencia se habia ido extendiendo progresivamente, El momento més im: Pottante habia sido el de 1406, cuando haba conquistado is, coronando asi cl viejo svefio de une salida directa al tar, Pero esto no sporé gran foctzs 2 la estructural debilidad cde aquet estado. La historia del estado _milanés e8 més sencilla: sonii, entre ‘agrups bajo su dominic, ademds de Miléo, a Como, Bérgamo, Lodi, Crema, Piacenza, Brescia y Vercelli; a éstes se afiadieron, bajo sus sucesores, Parma, Novara, Alessandria, Pavia y también Bolonia, Genova, Padua, Piss, Siena, Perugia y Aste, Uegando incluso 2 amenacar « la misma Florencia, De modo que ef poder de la Seforia de los Visconti habla Ucgado 2 disponer de una amplia base terri torial, la mas sblida, sin duda, de todas as de reciente for macién que habian ido constituyendo en Italia, Pero esto, precisamente, suscité las preocupeciones y la consiguiente apo sicién de Venecia, de Florencia y de otros potentados. A la Visconti, en 1402, se desmoronaba el eri ee ido formindose, y Ia Seforfa de los Vis conti se vela obligada a limiter ou poder, mis 0 menos, sélo @ Lombardia, Allf, por otra parte, al extinguirse de hecho aguella familia iron los os que no. les quedaba mis que defender to que habian recogido de los Visconti; defenderio a cualquier precio, incluso apelando 4 los ‘extranjeros, como hi i La historia posterior lin —objeto de rivalidad entre Francia y Espaba— representa, aceso mejor que cualquier otra, la pos- tracién italiana. En el centro de Italia, el Estado pontificio, méximo obs- téculo, aunque no el nico, para fa unificacién italiana. Cuen- dose adopts la decisién del retorno del. papado de Avifién a Rome, el cazdenallegido Atbotnoz acudié a reunir los mem bra disiecta, La obra pot él realizada fue, desde el punto de vista interno de la historia pontifcia, admirable: la res ‘taaracién de Ja autotidad papal sobre ciudades y sefiorfas que, sprovechando la ausencia del papa, se hebfin creado una vide auténoma propia, El estatuto de estos territories y ciu- 3B dades teinstaurados en el orden papal se configuré en un cuer- po legal, las Constitutiones Acgidiande (1357), por el que se rigieton, hasta 1816. Aunque él papado, después de su regteto 4 Roma, no reconstituys ya plenamente su valor en el plana internacional —tanto espitirual como politico—, cansiguid, en cambio, una enorme impottancia en les acontecimientos’ in- ternos italianes. Una prucba de ello nos la oftece ta historia de Sicitia y del seino de Népoles; convertide la primera, ‘como hemes visto, en objeto de Ia rivalidad angevino aragonesa, tampoco el segundo escaps a la lucha de Ins dos coronas En 1442 Népoles pasaba de las manos de los angevinos 9 las de Jos aragonetes. Los Anjou siguieron considerindose sober nos del reino, y el tltimo de ellos, Renato, cederé sus derechos (mejor serfa decit sus pretensiones) « Luis XI. En 1494 Car los VILE intentaré, entre otras cosas, hacet valer aquellas pre tensiones, en el momento de su campafia en Tralia. Las lineas maestras de Ja historia de Italia, que pueden de- ducisse de cuanto se ha dicho hasta aqui, se reducen a: 4) en primer lugar, simplificacién del mapa geopoliico (en el Norte y en ef Centro de Ja peninsula); 4) definitiva consolidacién territorial de viejas situaciones (a partir del Centro: Estado pontificio, reinos de N& poles y Sicilia), Evidentemente, el fenémeno més. importante es el primero, porque en él se basaba, tedricamente, 1a posibilidad de un mo. vimiento unificador general de! pats. Esa posibilidad no se realiz6, y, ante cada movimiento, por relative que fuese, que pudiera hacer prever su eventusl realizacién, se crearon in ‘mediatamentg Jeyes y contraleyes para hacerlo abottar. Y més ain: con la paz de Lodi de 1454, que tesolvia el problema de la sucesin’ para el Milanesado, se sancioné el principio de Ia politica de equiliézio. Establecidas y aceptadas algunas po- siciones de fuerza, se considera que éstas son definitivamense, iemutables. De shf el inmovilismo, que bloqueard toda posi- bilidad de evolucién en el interior de la peninsula, Simos hemos devenido mucho en la exposicién del caso its. iano, no ha sido sélo para tratar de presentat con suficiente detalle un problema extremadamente inttincado, La verdadcra naxén es que hemos quetide mostrar cdma Tralia legs a finales del siglo xv en condiciones tales, que sélo podta ser el ebjcto de los més violentos conflictos intetnacienales. Franceses y es. pafioles, emperador_y rey de Francis, soberanos extranjezos ¢ italianos se encontraron en el suelo de Tealia. Toda la penin sola se verd agitada durante més de medio siglo, En Marie 34 snano (1515) y en Pavia (1525), 1o que en tales batallas se dis- cutid fue también ef dominio de Italia, Su destino se con. somd en 1530, tras la «guerra de Florencia», Excepto Venecia, Ttalia se habia sometido definitivamente al exttanjero, y por mucho tiempo, aunque en algunos estades se conservara Una independencia sparente, Precia que una admirable civilizacién urbana pagaba a los tiempos nuevos, tiempos de «impcrioss, por no haber sabido adaptar sus estrucruras a las nuevas ex! sencias. ¥. LA EUROPA DEL CENTRO ¥ BEL ESTE También en la Europa central y oriental se producen fend- menos de concentracién, En Polonia, la monarquia de ios Piast, desde el siglo x al xv, especialmente al principio y al final de este perfedo, habia abordado su tarea con toda energia ¥ con buenos resultados, haciendo de aquel pais la més i: Portante de las unidades esiaiales eslavas. La tarea no era ficil, si se piensa en Tes complicaciones derivades de la. pre- sencia en parte del tertitorio de Ia Orden ‘Teuténiea, ep las {conteras comunes con el reino de Bohemia, con tartaros lieuanos. La coronacién de ta obsa se produjo, en una primera fase, con Casimiro ILL el Grande (1333-1370). La siguiente fran fase es ta de la dinastfa de los Jagellon, Ledisleo It leva a cabo Ia unin de Polonia con Lituania, en entendimiento con su primo Witold, gten dugue de Lituania; en 1410 ambos Consiguen na aplastante victoria contra Ia Orden Teuténica, Pero Jos frutos de esta victoria no se recogicron inmediate. mente, Serd Casimiro, gran duque Ituano desde 1440 y rey ée Polonia desde 1477 (y que, en consecvencia, llega a reunit em su cabeza las dos coroiws), el que en 1466, con la victoria de Thos, conquistaré la Pomerania, con Danzig, Kulm, parte de Prusia con Elbing y Marienburgs ei Gran Masstre’ de la Orden Teutdnica conservaba parte de Prusia, pero s6lo coma feudo polaco. El problema de a frontera seprentrional segufa, pues, pare cialmente inresuelte, aunque Polonia reconquistaba, después, de siglo y medio, Ia salida al mar. Pero lo que vetdederamente interesa es la falta de unidad de las fronteras, pues la masa tertitorial que ya Ie dinastia de los Jagelion ocupaba era suficiememente importante, El verdadero defecto de a mo- narquia polaca fue que, frente @ las Dietas provinciales y mas satin ante Ia Dieta general, a0 accedié nunca a yn poder po. litico sufcientemente sélido. La nobleza polaca”y ta lituana no consintieron nunca ¢ los sobecancs polacos elercitar una 35 Fig. 6. La Europa Oriental en et s. xv. accién nacional, y et estado polaco, a pesar de los talentes de Jos iiltimos dos Jagclion, Segismundo 1 el Viejo (1506-1548) y Sexismundo IT Augusto (1548-1572), estaba destinado a dex Tizarse hacia la anarquia, Un caso aparte —y, a su modo, revelador— es el de Hungtia, En efecto, a pesar de Jos que podian set interpretados como muy buenos auspicios, la unificacién territorial y Ja centralize. cin del poder, que parecen totslmente realizedas en ciertos momentos, no Iegan a afirmarse en profundidad, La subida af trono de Hungrfa de la dinastia angevina, con Carlos Roberto (1307-1342), representé para aquel pas un momenta de fun. damental importancia. Entretefié una vasta red de relaciones con otros pafses de la Europa Occidental y ered las condi, clones para el gigantesco proyecto de Luis el Grande (L342. 1582) de Megat a la uniée de las coronas de Hungr{a, Polonia ¥ Népoles. Aungue el soberano logrd realizar slo le unién finguro-polaca, y wo ta de Nipoles, cconsiguié, sin embargo, evar 4 cabo una afortunada politica de conquista sobre i, cesta, délmata. Al Indo de esta potitica territorial se. perfile iambién una politica interna que leve a sustituir a la vieje- atistocancia ligada con Ia dinastia anterior de los Arpad, con pha nueva aristocracia, mas adicta a le volunied del sobecane Pero esta conducta politic, que presenta toda und serie de Gazacteres positivos, estaba amengzida pot una fuerza exterior Sumamente peligrosa: los nrcos, Ciertamente, hacta ya tiempo due 1a corona Fiingara ven{a scsistiendo contta los turcos, peso, en realidad, 1a fuerza propulsive turca impuso, 2 Ie large on fasto demasiado grande, hasta el punto de que inclus’ dun Tante ¢l reinado de Matias Corvino (1458.1490), a pesur de terdos los esplendores que lo envolvieron, Iz prevencia de. lee farses {sebre todo, en Bosnia) signifi’ un fuerte elemento de cortorién, Belgrado caer en 1521; en 1526, en Mohacs, cl ciétcito héngaro suftié una derrote decliva ‘peta su pes, Tine largo ‘tiempo, buena parte de Hungrla iba a converting en escenario de violentas luchas entre ejércitas conteatios, Este sépido bosquejo nos parece suficiente para mostrar foo, @ Pesar de Te inneguble presencia de fuersas internas oe una fuetea inconmensurablemente mayor. Hi ‘asesinato de Wenceslao IIT cn 1306 seiiala ef final de Ja dinastia de los Premislidas. Tras un cono pettodo de luches jnrernas sube al trono Juan de Luxemburgo (1310-1346), al que sucede Carlos 1 (1333-1378), Estos dos soberanos legaron a can Plar IaS dimensignes del pais, conquistando los principados, de 7 Silesia, el Brandeburgo y otros numerosos feudos. Le acciéa de Carlos F fue especialmente importante, pues eta, al mistao tiem- po, emperador con ef nombre de Carlos IV, y_si bien Bohemia Je servia como sabe de spoyo para su poder imperial, 9 claro que tembién urliaé el poder imperial en favor de la corona bo- hhemia, como cuando, en 1344, hizo elevar el obispado de Praga a arzabispado. Pero no fue més ell de la extensién de Ia superficie de territorio del estado, pues In _preporencia feudal permanccié intacta y profundamente arzaigada y actuante, haste el punte de impedit que se hiciese piblico el cédigo Mefostes Carolina, El defecto miximo que ya hemes indicado respecto al. Tmperio se manifesta, pues, tambitn en la historia de Bohemia y fuc, sin duda, uy elemento que contribuys a que se extendicsen Tes violentas y crucles guerras hussitas (cfr. cap. IIT, 8), Estas despicrtan el. sentimiento nacional de Jas checos. La guerre movida por Jan Ziska (1 1424), antes, y pot Andreas, Prokop, después, Mevé los hussitas al interior de Alemania y hasta kas cfillas del Béltico. Pero, al mismo tiempo, la apsriciin de as- pectos sociales (especialmente en le secta de los taboritas, inte- grada, sobre todo, por campesinos) ademds de religiosos, pro dojo una fractura en Ia propia unided hussits, impulsando a burgueses y nobles, tras haber derrotado a los taboritas en Jn batalla de Lipan (1434), a buscar un compromiso. Pero las disensiones, las discordias y los conflictos continvaron wniéndose 1 fos motivos religiosos, politicos, sociales, y minando cada vex més el conjunto del estado. Et reinado de Jorge Podiebrady (1457-1471) representa una tentative —feliz, ‘pero breve— de cposicién @ aquel movimiento de disgregacién. Las ulteriores vidsitudes de Bohemia, que la levaron hasta Ia unifn con la corona de Hungrfa con el catélico Ladislao de Polonia (1474- 1516} no podfan reforzar Je estructura del estado. La consti- tucidn de 1300, al sancionar La prepotencia de la nobleza bo hhemia facilité el movimiento de disgregacién todavia més. En 1526, a Ja muerte de Luis IT (15161526), el trono de Bohemia cae bajo el control de la casa de Habsburg. Se producird en tonces una teduccién de Ia anarqufa feudal, pero, simulténea- mente, el pais perderi por mucho tiempo toda teal y efectiva autonome. La invasién de los“tértaros en el siglo xn detavo, innege- bblemente, el proceso de formacién de Rusia, cuyo primer sin- roma se aprecié a partir de) siglo xm con el desplezamiento Gel centro desde Kiev a Mosc. Y es precisamente de Moscit de donde parte 1a cleada progresiva de Uberacién del pais. ‘AL principio fue una oleada lenta, metédica, configurada por pe- quefios movimieatos. En 1329, ef ducada de Mosc se trans & 8 forma en gran ducado; eo Kulikovo, en 1380, Dimitri (1359- 1389) conduce # Jos-moscovitas a una gran victoria, aunque meramente simbélica, sobre 1os tértaros. Lentamente, Mosc em- pieza a identificarse con Rusia. La aceleracién de este movimiento se ptoducitd a finales del siglo xv con Ivén TIT el Grande (1462-1505). A A se debe [a liberacidén de Rusia de los mon- goles, la centralizacién del poder y la apertura de Rusia hacia el zauado de Ia Europa Occidental. Fl hijo de Ivén, Basilio TIT (1505-1533}, continué ta obra de su gadre. Las conquistas realizadas durante el reinado precedente se consolidan, las rela- clones con el Oceidente se amplian ¢ intensifcan. Ademés, es en el segp del mundo ortodoxo donde el prestigio ruso st afima, y Mosct, capital del wnieo estado ortodoxo indepen- dente, se convierte en el mito de la aterceia Roman, Sobre Ia base de Jos resultados obtenides durante estos dos teinados se etige el de Tvin IV el Terrible (nacido en 1530, coronado en 1347 y muerto en 1584), Forma parte de los cow dros habituales de cierta historiografia el presentar_ a Ivin como, tun foco, presa, de cuando en cuando, de isis de misticismo y de accesos de delirante crueldad. El ejemplo més clisico que suele citarse de esto ultimo es el de la institucién de la Oprichning, verdadero cuerpo de pretorianos, que disponia de un tertitorio propio, de donde partian en expediciones de ‘castigo contra los boyardos reacios a la voluntad de Ivin. Expe- diciones de castigo que, sin duda, ocasionaban estragos y ace ‘baban con fa incorporaciéa al territorio de la Oprichning de Tos bienes de los bayardos «castigadose. Pero hay que reco- nocer que no podia ser otro el precio para llegar a una cen- rwaiacién del poder que es fo que Ivén consiguid. E1 ediicio que él acaso crigicra con excesiva urgencia se vacla @ su ruerte, y Rusia serd presa de trastomos, de revuelias, de com juras: todo se derramba para mucho tiempo. Los casos hasta aqui presentados corresponden a paises que no Degan « rcestructurarse de una forma modems, que no Ie gin a extender orginicamente sa base territorial, o, si flegan y cuando Hegan, no Jogran constituir pleno poder interno uni- ficadot, centralizador. Por lo demés, cqué deberia signficat ateestructuratse de una forma moderna»? Un mundo que se organiza sobre una base nacional (aungue el principio de na- eién, en el sentido moderno, todavfa no estd claramente forma: lado); un mundo en que el poder s¢ centra cada vez més en Jas manos de un solo saberano, que consigue establecer el orden mondrquico frente al desorden feudal; un muodo en que, si bien de modo y forma limitados, el soberano comienza a apo- yar su poder no sdlo em las altas clases aristocréticas —que, ademés, deben aceptar Ia disciplina que él impone—, sino ” también en Ja aportacién de energlas mis frescas, que pueden egarle de la butguesta. A este mundo que el clero habia establecido se concretd especialmente, entre Ios si- slos av y xv, cn la codificacién y en Ia imposicién progresiva de le préctica de Ia confesién auricular, Esta perfeccionada forma de dominio, eleanzada por aquel grupo social, sin duda hizo también que, si bien no deliberadamente, el clero no intervie niese para corregir y replantcar las mencionadas tendencias de ls sensibilidad colectiva. Esta ultima, sin embargo, ol configu. a tarse de exe modo, se hacia, sin darse cuenta, vletima de una vasta sujecién extetior: Ja teligién consagtaba el destino de ta pasividad civil y de Ia mincrfa mental en aquellos que se dejaban inducit a conccbirla de aquel modo. La aversién de las cortientes misticas a estas tendencies de la religiosidad parece muy justificada. Pero no Io serd menos le reeecién de quienes —como los humanistas— buscaron cn otto sector del patri- monio cultural de Occidenie una raxdn de vide activa, 0 de Jos que —bajo el aspecto de una reformi— sometieron a te visién Las creencjas de In época y trataton de dar al ctistianis- smo una estructura nueva. ‘Ast, entre Jos siglos x1v y xv, aparcce le forma quiz més pice de la religiosidad de esta época: ef arte de morit. Hacia mediados del xv se difunde primero, en ejempleres xilogré- ficos, y después en optisculos impresos— una obrita titulada precisamente Ars toriendi. Pero no en este axpecto tipogtéfico del fenémeno lo que més importa, sunque se trate de una de Jas producciones mds frecuentes entze los inconables. Mucho ‘mds interesante es sefialar que el «arte de mority es un autén too género de Ja literatura piadoss del siglo xv. El opisculo citado no es mds que su versién més difundida y popular. Tnicialmente, aparece en micleos del medio y bajo Rhin, en el segundo cuatto del siglo. Pero sobre el tema se habjan esctito fotros tratados y tratadillos, y continuarfan escribiéndose en todos los pafses de Europa, desde Francia a Alemania, desde Italia a Espafia, Aunque las atribuciones individusles son, a veces, muy incier- tas, hay un hecho sorprendente. Sus autores verdaderos, pro- ables 0 presuntos son personalidades que forman parte de la lite eclesiésticn de la época y muy conocidas tanto por su rigor disciplinaria como por su ferviente espfritu religioso. Baste nombrar_a Mateo de Crecovia (m. 1410), a Joan Gerson {m, 1429), a Juan Nyder (im, 1438), a Domingo Capranica (qo. 1458), a Jacobo de Jnterbog (ro. 1465). Si a composicién de sus obras no ¢s anterior 4 comiensos del 2v, su concepcién y Ja sensibilidad que revelan se remontan, sin dude, @ los dl- tdmos decenios del siglo anterior. Todos estos escritores, més ue tecoger Ja intwicién del mistica alemin Scuse, que hacia de Ia idea de 1a muerte uno de los accesos seguros a la vida ineetior, plasman una préctica para bien morir, redactando con tal objeto plegarias, describiendo las tentaciones a las que el caeyente debe resistir y la forma en que debe vencerlas. Pero, sobre todo, !a muerte es ptesentada como el acontecimiento central de la vide del cristiano, como el nico momento ver dadetamente decisivo para su’ salvacién, y, progresivamente, como fa inspiradora y la guia sdmoniteria de Ia conducts. Ast 90 se acentia la conviccién de que el alsa que hay que salvar pertencce al més allé, de donde resulta claramente dlsminuida Ia imporancia de sus funciones tetrenales y la esencialidad de sus compromisos cotidiancs De este modo el anhelo de salvacién individual, que era el lado més vivo de la zeligiosidad de aquel tiempo, se frusita en ef plono de la piedad colectiva, A esta exigencia el clero esponde, tras baber impuesto prdcticas y fSsmulas, con un Planteamicnto de apariencia ascética, pero sustencialmente la xists, en una forma putamente pedagégice y monitoria, que, en Kiger de activar, agosta la vitalidad de las creenciss. Orien- tacdo Ja scasibilidad del creyente hacia el drama de su agonia y encimindadola a Ia contemplscién de la mueste, la Iplesix no podia, clertimente, pretender lever las costuinbres de los fieles o infonditlas un poderoso impulso moral. Al ser € mismo incapar de todo eso, el clesa se contentsha con un compromise implicito: que el cristiano viviera a su guisa, terrenamente, y notmalmente ocupade en sus problemas mundanos, pero que recordase que cl més alld Ie esperaba y que acumiulase, previ- soramente, una cierta dosis de mézltos. La buena muerte harla todo lo dems: Ja Iglesia acogeria sus restos, teligiosamente, y Dios —acaso tras algunas dificulrades— le admitirfa en su patafso. Con estas formulas no sc pretende dar la definicidn exacte de las creencias de la Evropa occidental en este pericdo, sino s6lo ttazar algunas ness principales. Mientras el gobierno eclesiéstico se ocupa més del manteniiniento y de Ia consoli- dacién de su poder ecendmicojuridica que de la cura de las simas, la vida cristiana contimia desenvolviéndose como por inercia, mas © menos en lo huella de Ia tradicién, peto acen~ tuando slguncs de sus catacteres y asumniendo aspecios nuevos. Ast podria recordarse Ja tansicién —que s¢ produce, preci samente, entre cl siglo xlV y el x¥— de una representacidn coral del Juicio Universa! 9 otra mis intima y sencilla. Ya interesa coda ver menos ta gran escena del epilogo final que cerrard toda bumana vicisitud, y sc representa con frecuenc! ctecieate el momento del jvicio Mamado particular, es deciz, de Ta sentencia que se supone que Dios cmitird, inmediaumente después de Ja muerte, sobre el proceder del’ elma, En estes ‘composiciones —y baste citar la de Roger Van der Weyden ‘en Beaune suelen reflejarce el dramatismo det sentido del pecado y el espanto ante la condenacién. Podrian sefialerse también fenémenos de penitencia colectiva, permanente, come en Jas coftadizs de los Fagelamtes y de los Disciplinantes, o exporidica, como en Ja oleada que invadié @ Tualia en 1399, paralizends y dominando toda actividad. Y tempooo hay que a olvidar Ja creencia en Ta venida del Antictisto, Tras haberse agedizado a Jo largo del siglo xtv, fas convicciones escatcld- leas tienen atin fulgurances sesplandores a comienzos del xv, aunque empieran a dejar paso a ottas formes. Gracias tam. high at Cisma, se reafitma cada vez con mayor insistencia que el Anticsisto es el mismo jefe —antipapa o papa— de le Iglesia corrompida, Pero no sisinpze se deduce de ello que el fin del mundo sca inminente: se piensa también que hay que pre- pararse para él, con un perfodo muy largo de reforma y de Incha, es decir, de una vida morel més severa. TL REPLIEGUE NISTICO Y RENOVACION MORAL Las controversias teokigicas de los siglos xav y xv, en com. paracién con las de la Alsa Edad Media o del siglo xvz, pueden ‘considctarse como conflictos menores. Ademés de no tocar casi ‘unca problemas fundamentales, cstos debates ticnen unas com secuencias no proporcionadas # su importancia. As{ el problema de Ja inmacolada concepcién, es decir, de la inmunidad de la Virgen al pecado original, alcanza una intensidad y una res: nancia pot le menos igual al de Ie presencia teal de Cristo en las especies eucarfsticas, Sin embargo, no faltan las polé. micas mAs apasionadas, que adquieren, desde luego, dimensin seoldgice. Pero su tema predominante no son cusstiones te6ricas © dogmdticas. Mucho més frecueniemente, se trata de cosas pricticas, refetemes a fa orgunizacién eclesidstica como 1a violenta disputa sobre Ja simonfa— o las formas de [a piedad las indulgencias por ejemplc. Semejante desplazamiento de la problemética doctzinal ‘era, sobre todo, consecuencia de la es fructuracién de la Iglesia como osganizacién mundana, sobre fo que ya bemos insistido. Desde comicnzos de! siglo xav se acennian, dentto de ia tensibilidad colectiva cristiana, auténticas tendencias cenitifr ‘gas, en las que se manifiesta Ia crisis y la reaccién de las conciencias. La historia teligiosa de Te segunda mitad de! si glo xxv y de principios del xv es la historia de una reforma frusteeda. No e= que antetiotmente no se hubiera ya deseado intentado reformar Ia Cristiandad, peto Ja fisonomia que tal exigencia edopte en estos decenios es muy distinta de la gue tenfa en Ja época anterior, mucho més audaz en sus forma laciones —cusi idénticas, muchas veces, a las ulteriores de los protestantes—, y apoyadas, como en Inglaterra y sobte todo ca Bohemia, por revucltas de notables proporciones. Sin em- fargo, en ia Iglesia apenas se ponen en préctica los ptincipios de reforms, Los tepetidos Concilios se mmesttan impotentes 92 ¢ lnadecondos ene, propio; lo slgunos,pelbeipes. ote vienen ular ciertos aspectas de la- vida eclesidstica de Ios etador, Le crstianded eccdental no logta sacadie el ai ema de gobierno clerical qie ef papado, én gran parte, habla contribuida a arraigar, y no trata de modificarlo sustancialmente, sino de pslitio, de renovarlo. No se propone més que ca amr bientes restringidos 1a abolicién del celibato de los sacerdotes, la reconstinucién de una verdadera cormnidad de ficles cn la que laicos y eclesidsticos 0 se distingan y contrapongen ya en cuanto cristianos, Ia destruccién del sistema de gobierno que sostiene la jerarquia. En cembio, van preparéndose Tentamente lis condiciones para_una escisién teligiosa profunda entre el eatolicismo mediterrinsd, de tipd romano, y el cristianisme nérdico. Europa, en sua, chtze los siglos xiv y xv, tiene la sensacién de un profundo mulestar espiritual, pero no tiene la fuctza, ni los medios morales y econdmicos para construit algo yerdaderanente mucvo. Los signos de ctisis, que se mul tiplican hacia 1350, no tienen como consecuencia ua replan- teamiento, sino en algunos sectores una paralizacién, en al sgunos otros la desbandada y Ia confusién, y en otros incluso un repliegue. Unt forma vistone de repliegne religiogo es el forecimiento mistico, Aunque los mistices renanog:---desde Eckhart (mm, 1327) a Seuse (m. 1366), desde Tauler (m, 1361) a Ruysbroeck (mm. 1381}— sean los méximos representantes de tal fenémeno, Ste no se halla ciscunserito a sa zona geogréfica. Los visionarias, Jos exviticos, los predicadores espirituales, los ascetas carac- tetizan esta época también en el resto de Europa, especial mente en Inglaterra, en fa Europa central y en Italia, La «vi- sién» ee un género Literario amplismente cultivado por estos hombres paca expresar sus efusiones, como la predicacién es ‘el medio més empleada para comunicaries. No puede decirse ‘que este aspecio de Ia sensibilidad det siglo xrv haya sido su ficientemente estudiado, sobte todo en st conjunto, No bay duds de que algonss de sus motivaciones doctrinales pueden encontrarse ent la tradicién neoplaténica en el propio tomismo, Eckhart, Seuse y Tauler son dominicos —sobre los cuales, pot a demés, ha sido mayor la influencia de Alberto Magno. que la de Tomis de Aquino—. Sin cinbargo, es muy conveniente subzayar, ante todo, el carécter de esta tendencia que mejor traduce fa temperaivra religiosa del siglo sav: la busqueda de tuna experiencia ética mas personal y de un comtacta directo con 1o divino. Se ha definido la mistica como un signo de repliegue, porque muchos cristianos de esta época se sienten inclinados a reple- gare en sf mismos, aparténdose en sociedades propias y sepa: B zindose, al menos en parte, de Ja vida normal de la Iglesia, para vivir sus creencias de wn modo mas pleno y adecuado, Esta activud representa, sin duda, una reaccién ante Ia proli- ferecién de las ptécticas piadosas, cada vex més numeross, menos elevadas y excesivemente reglamentadss pot el clero. Desde el siglo xtv se percibe bastante claramente, en los am bientes que se inspitan co el fervor mistico, una desvaloriza. cién de las obras en cuanto tales, y, sobre todo, una aversién 8 consideratlas como el signo primero y acabado de Ja fe. Ya se ha aludido a 1a buroctatizacin de Ia vida ctistiana en este perfodo, que se corresponde muy bien con la estracturacién juridico-cconémica de la sociedad europea cn genecal y de la eclesidstica en particular. En ottas palabras, las manifesta. clones del culto divino vienen a semejar —cuando no se mo- delan precisamente sobre ellis las de {as relaciones socieles, sungue su_fundsmento y sus motivaciones ‘pretenden set muy intos. El cristiano expresa su fidelidad a Dios con tributos semejantes a los que Ic cxige el poder terrenal: diezmos, ho- menajes cn especie, etc, El cleto, a pesar de las dificultades econémicas, es Ta clase sds favorecida, porque tiene dos fuentes ce ingresos: Ia procedente de sus posesiones directas y la que se deriva de sus funciones. En efecto, el clero, ademés de los Bienes materiales an importantes que le pertenecen, administra uur ingente patrimonio «espizituels, En un mundo jerS:quico en que toda actividad humana no esté concebida como un derecho, sino come una concesién —un privilegio— que es preciso alean. zar con una conteapartida, al fiel, en genezal, no le repugne pagar y recompensar la propia actividad de. su cuite « Dios. Fi interés del elero hace también que estos tributes sean con: siderados meritorios en s{ mismos, Hetnados piadasos aunque los disfrme un grupo socialmente casi parasiterio. Ast los eclesiés ticos, después de haber vendido sus oraciones, sus cetemonias Y sus exorcismos duranie toda la vida de un cristiano, heredan, —por iiftimo, una parte de su hacienda «para la salud de su alma. El papado petfecciona un sistema crediticio de capital infi aito porgue esté garantizado pot la sangre de Cristo, cuvas ac- iones se venden con el nambre de indulgencias, Los miembros del cleco se erigen en administradotes discrecionales de la cle- mencia divina, que —ellos lo ascguzan— no podré ser negada # aquellos actos de piedad por ellos establecidos y fiiados, y entee Jos que se encuentran las inversiones en dinero EL sacrificio teal que asi cumplign Jos files, Is. innegeble privaciéa de bienester que de él se les seguia, no podfan me. ros de conttibuir a convencerlos de que tales actos eran verda- dcramenie metitorios. Atddase « eto que el ejetcicio del culto divino, el prestigio y la consideracién pabtice, los. precedentes o rudinatios, 1a organizacién juridico-socia! en eae ey poder vodo lis sstcido por te fot Gable fuerza econéinia, hacian del clero un guia gue era muy dik ‘no dite 9, no seguir Hasta en Jo fs into, de, ia coneiencia, Lo que los cbispos y los curas exigise Reals que set, desde luego, la verdadera forma de fidelidad exi sida por Dios. Tanto més, cuanto que Is Iplesia ocokabs saue Tas sus intensificadas exigencias fscales bajo la continua ofr. imaciéa de los valores consagrados como cristianos: Ia caridad, pot elemplo, qze ne se interpretaba como simple palstivo s0- Eal y como instrumento de conservacién, sino como gest fraternidad expistusl. ‘Todo conmibuta, pues, a hacer de las abzas y de Tos prétics externas una forma cabeda de rel siosidad, Por eso se hacian més aumerasas y s¢ complicaban: fos sacramentos y a las limosnas, se afiadian las ftendas pat- ticulaves, las peregrinaciones y los legados. Ezra un sistem fe cundisimo, no s6lo en ei plano de Ja psicolagts colectiva, sine también en ef de Ia individual, porque cada uno se vela es: timulado, para mejor manifestar sa propia creencia ante Dios y ante la sociedad, a distinguirse de los demis en la medida de ns sentienen, pero tambign de sur gereses 3 bien sabido una de las més imp jormas de 1a ae cecal 9 seligio al. mismo iempo, de la Edad Media «a Te de Ine coftadtas. Se formaban casi returalmente en un faundo subdividido en grupos ccondmicos y profesionales. So- thre todo en les ciudades eran, en gran medida, la proyeccién del otdenamiento corporativo, Entre Iss coftadias laicas y los verdaderes conventos vienen situatse, frecuentemence, com nidades mixtas, sociedades en las que se tata de realizar ‘que se considera verdadcra piedad cristians. Les tendenciss mis- ticas, y espititualistas se desasrallaron, expecislimence, en estos ambientes, y trataron de servirse de clos pata tomar cuerpo. Era, precisamente, un modo de leptimar el propio apartamienco fo 1a no adhesién intima al sistema de culto y al conjunto de Yes précticas piadosas. Las simultdneas y renovades rentativas ide mejotar 1a disciplina de este 0 de aquel monssterio origi- naban también una actitud de emulacién y, al, misma tiempo, ide imitacién en los ambientes laicos. Son cada vez més im- portantes las agrapaciones inspiradas en un ideal cristiano més severo y més serio que el corriente, en una zona un tanto mar- ginal de la sociedad cristiana, Los que forman parte de ellas no Fretenden afmar ninguna posicién doctrinal nueva, ni ponet fen duda alguna de las consagradas. En general, ni siquiera pre- terden negat la sutorided o la fegitimidad de la jerarcia ecle- sifseica, Pero recuttiendo a doctrinas y & temas espirituales ya incorporades af sistema cultural cristiano —aungue runca pre 9

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