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Editado por Anton Lichtenauer Coleccién «EL POZO DE SIQUEM» 158 Anselm Griin El libro del deseo Editado por Anton Lichtenauer Editorial SAL TERRAE Santander Esta traduccién de Buch der Sehnsucht se publica en virtud de un acuerdo con Verlag Herder (Freiburg i.Br.). Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicacién puede ser reproducida, almacenada o transmitida, total o parcialmente, por cualquier medio 0 procedimiento técnico sin permiso expreso del editor. Traduccién: Ramén Ibero Iglesias Titulo del original aleman: Buch der Sehnsucht © 2003 by Verlag Herder Freiburg im Breisgau wwwherder.de © 2004 by Editorial Sal Terrae Polfgono de Raos, Parcela 14-1 39600 Maliafio (Cantabria) Fax: 942 369 201 E-mail: salterrae @salterrae.es wwwsalterrae.es Con las debidas licencias Impreso en Espaiia, Printed in Spain ISBN: 84-293-1530-6 Depésito Legal: SA-1457-2003 Disefio de cubierta: Fernando Pen Fotocomposicién: Sal Terrae — Santander Impresion y encuadernacién: Grdficas Calima, S.A. Avda. Candina, s/n. — 39011 Santander INDICE Ce Prélogo 7 I El lenguaje del alma 11 II Como somos. Y como podriamos ser 17 it Afectados en lo més fntimo 65 Iv Mas grande que nuestro coraz6n 151 Vv Lo mas bello para el final 223 PROLOGO SB & & E, ningtin momento es més indémito el deseo que en la juventud. El primer amor, la gran amistad... y el cielo que se abre. Todo parece posible... ,algtin dia? No, ahora mismo. La vida tiene que ser fantastica y empieza inmediatamente detrés del horizonte. No hay nada que se le parezca. ZY después? Tennessee Williams convirtié un tranvia que cubria siempre el mismo trayecto en simbolo ocasional de la vida: A Streetcar named Desire. Esta pieza teatral sobre una vida bloqueada en la via del fracaso se titula en espaiiol Un tranvia llamado deseo. La parada final se llama «Cemetery» y, efectivamente, lleva al cementerio. La obra se ocupa de per- sonas que, atrapadas en un torbellino de deseos y ambiciones, anhelos e impulsos, terminan destruyéndose a si mismas. Su principal mensaje dice: «La antitesis de la muerte se llama deseo». Tanto el deseo de los j6venes como la desesperanza de los adultos rechazan la trivialidad. «Divinos son los amantes, los que escarnecen / divina es toda desesperaci6n, todo anhelo, y el que espera». Estas palabras de Gottfried Benns se conjugan con lo que Tennessee Williams dice en su obra teatral. Desesperacién y esperanza, cinismo y deseo son sentimientos estrechamente emparentados entre si, porque pretenden tras- pasar las condiciones dadas. Ese traspasar fronteras es preci- samente lo que le interesa a Anselm Griin del deseo. E] deseo aparece por doquier. Las columnas publicitarias de nuestras ciudades y los radiantes anuncios de las revistas 7 ilustradas dicen: «jCambia dinero por felicidad! Aqui y ahora, sin esperar, al contado». Uno no compra un coche, sino vita- lidad y prestigio. La tarjeta de crédito permite disponer de los suefios. El contrato de ahorro-vivienda es autorrealizacién. Una péliza de seguro, proteccién. Los cigarrillos simbolizan ordinariez o distincién, segtin la marca. Y el diamante, como regalo, promete amor eterno. EI! deseo malogra el placer de comprar y nubla la cabeza y el corazén. El seguro: se puede tener todo. Y lo que se puede tener es también todo. La mds limpia estafa al seguro. La mente del codicioso no descansa, se mueve cada vez més deprisa, impulsada por el deseo de tener siempre mas. El deseo tiene dos caras. O bien satisface, o bien consume y corroe. Puede dar calor al alma y también abrasarla total- mente. Y, en el pasado, el suefio de crear un parafso aqui en la tierra desat6 también, una y otra vez, una fuerza destructiva que acabé con todo. EI que siente una carencia conoce el deseo. Pero también el que ha vivido alguna vez la embriagadora felicidad: «Nunca se Ilega realmente arriba», dicen los alpinistas que, después de escalar una montafia, suefian con la siguiente cuando descienden en direcci6n al valle. Donde hay vacio, hay también deseo. Pero eso ya es deseo: una promesa flota en el aire, un suefio cautiva. El deseo apunta a la satisfaccién y promete proporcionar una meta, sentido y esplendor a la vida. Como el amor. Amor y deseo van juntos. También el amor quiere traspa- sar las fronteras que se han fijado al yo propio. De acuerdo con la mitologia griega, Eros es un demonio, un hibrido entre los dioses y los seres humanos. Penia, la pobreza, es su madre, y el dios Poros su padre. Eros puede mediar entre los dioses y los seres humanos porque participa de los dos mundos. Sabe que los seres humanos son indigentes: pobres y dvidos de 8 amor. Y mantiene despierto el deseo de amor. El deseo suefia con erradicar todas las barreras que hay en nosotros. Y en Eros vive el anhelo de una felicidad que no se extinga nunca: «Todo placer quiere eternidad». El deseo confia ofr de una vez para siempre, en medio de todo ruido invencible, la palabra decisiva que proporciona consuelo y seguridad. Vivir el momento pleno en medio del febril ajetreo de cada dia, en el que desaparece el tiempo. En todo placer encontrar el amor que me va. Anselm Griin nos dice que, si seguimos ese deseo en nosotros, encontraremos la huella de nuestra verdadera vida. Naturalmente, Anselm Griin conoce las dos caras del deseo. Aun asi, en su opinion, es la fuerza espiritual mas importante que hay en nosotros. Sefiala el camino para acce- der a la verdadera felicidad. Un mundo huérfano de deseos serfa una pesadilla; y tam- bién si la vida fuera s6lo la «tiltima oportunidad» de embutir- lo todo en uno mismo o de hacinarlo todo en el congelador del ego. Anselm Griin tiene otra idea de la felicidad: no dejar que se extinga el fuego del alma, sino avivarlo para que el mundo no se enfrie y se endurezca. Colocar lejos las metas y, asf, crear espacio para la esperanza y los suefios. Ensanchar el coraz6n, pues en nuestro deseo es donde primero encontra- mos un verdadero hogar. Buscar proteccién, pero no quedarse atascados en lo conseguido. Su consejo: no dejes que tus sue- fios se extingan poco a poco. Busca espacios en los que pue- das ser y devenir lo que eres. Vive unas relaciones que sean saludables. Abandona la rigida via de Ja rutina, permanece en camino, Indaga el origen de tu deseo y mantenlo vivo. A decir verdad, no otra cosa es la espiritualidad. Anthony de Mello, al que Anselm Griin gusta de citar a menudo, dijo en cierta ocasi6n: «Para triunfar en esa aventura Ilamada espi- ritualidad hay estar firmemente decidido a sacarle a la vida 9 todo lo posible. Muchas personas se conforman con nimieda- des como la riqueza, la fama, el confort o el prestigio social». Evidentemente, estos objetivos son demasiado insignificantes en comparacién con lo que se puede conseguir realmente. I Asi pues, jel deseo como estacién de destino? No, el EL LENGUAJE DEL ALMA deseo es el principio del saber vivir. Mas atin: el deseo es el principio de todo. ANTON LICHTENAUER 10 UNA EMOCION LLENA DE FUERZA L. palabra alemana Sehnsucht apenas si tiene equivalencia exacta en otro idioma. Ni siquiera el término griego del que procede posee la riqueza semdntica que este concepto ha adquirido en alemdn. La palabra griega epithymia significa realmente anhelo, apetencia. Se deriva de thymds, que perte- nece al dmbito de Jas emociones. Originariamente, thymds significaba aire, vendaval, lo que mueve y lo que es movido, la fuerza de la vida. Asi pues, de acuerdo con su origen, la palabra griega significa excitacién, un anhelo intenso en el que estd contenida toda la vitalidad del ser humano. Lucas lo utiliza cuando pone en boca de Jestis estas palabras: «Epithymia epeth?mesa = Con ansia he deseado [comer esta Pascua con vosotros]» (Le 22,15). Aqui habla Jestis de un deseo no sélo del espiritu, sino de toda su persona; un deseo lleno de fuerza y de excitacién del coraz6n. En la filosofia griega la palabra es utilizada a menudo en sentido peyorativo y presentada como una apetencia de la carne que repugna al espiritu. Y también en la Biblia se utiliza la mayoria de las veces de acuerdo con esa acepcién negativa, como algo peca- minoso, contrario a Dios. La palabra latina desiderium significa originariamente «apetencia, anhelo». Evidentemente, esté relacionada con sidus, que es «astro, estrella». Los autores latinos hablan del fuego del deseo o del deseo abrasador de algo que uno no tiene. Las estrellas se pueden ver, pero no alcanzar. En la filosofia estoica, el deseo es equiparado a menudo con el desiderium carnis, que es el deseo o la apetencia de la carne. Sin embargo, en Agustin esta palabra vuelve a cobrar 13 su sentido original. Viene a decir que, en tltima instancia, todo anhelo y todo deseo humano rebasan los limites de este mundo. Tomds de Aquino utiliz6 este concepto de Agustin para desarrollar con él la doctrina del desiderium naturale. El ser humano tiene un deseo innato de contemplar a Dios, de unirse con Dios. Por eso sdlo puede completar su tarea de Ile- gar a ser una persona cuando se hace uno con Dios. De acuerdo con sus componentes, la palabra alemana Sehnsucht nos dice todavia mas cosas. Esté formada por los dos componentes Sehne (tendén, cuerda) y Sucht (afan, adic- ci6n). Esto lleva a pensar en el mtisculo que se tensa cuando una persona se dispone a saltar, o en la cuerda del arco en el momento de disparar una flecha. El deseo tiene que ver, pues, con un estado de tensié6n interior. La persona espera con todas sus energias el momento de dar el salto para alcanzar aquello a lo que apunta su deseo o de efectuar el disparo que dé en el blanco. El diccionario Duden dice que el verbo reflexivo sich seh- nen sélo se usa en el 4mbito de la lengua alemana. No lo rela- ciona con Sehne (tend6n), sino con senen, palabra del voca- bulario alto aleman medio que significa preocuparse, desear amorosamente. Hay en ella una connotacién que remite a algo que causa dolor y lleva a pensar en un amor que atin no se ve satisfecho. El enamorado desea a su amada para cerciorarse de su amor. El deseo también puede causar dolor. E] enamo- rado se centra totalmente en la persona amada y espera que su amor sea correspondido. Tiene la sensacién de que moriria si su amor cayera en el vacio. La palabra alemana Sucht no procede de suchen (buscar), sino de siech sein, krank sein (estar enfermo). Sucht expresa, pues, una apetencia enfermiza, una dependencia morbosa. Pero deseo no es una dependencia de sustancias como el alco- hol o las drogas, y tampoco de prestigio o de fama. El deseo apunta a algo diferente, alpafs de origen, a la protecci6n, a la 14 felicidad, al amor, a la belleza, a la satisfaccién. Apunta a la plenitud. Pero, de la misma manera que a veces el ser huma- no enferma de amor, el deseo de eternidad en él puede ser también tan intenso que ya no encuentre gusto en las cosas de cada dia. Entonces es que est4 enfermo de deseo, de anhelo, de nostalgia. La combinacién de Sehnen y Sucht hizo que en el siglo XIX la palabra Sehnsucht estuviera mal vista. Se la relaciona- ba mas bien con algo enfermizo. Las personas se entregaban a su deseo o su apetencia de algo inalcanzable, en vez de plan- tearse los retos concretos del presente. El romanticismo estuvo Ileno de deseos, como nos lo demuestran Eichendorff y Novalis. Para ellos y para su tiem- po, el deseo es un sentimiento auténtico que debe verse como positivo y valioso. Sin embargo, asi que el deseo fue falseado e interpretado como evasién de la realidad, se eludié la pala- bra, que durante mucho tiempo no figuré en el diccionario de las emociones positivas. No obstante, en nuestro tiempo ha pasado a ser de nuevo una palabra primigenia. Los seres humanos perciben que la vida sin deseos es tediosa, pues se queda sin tensién, sin disposicién para el secreto, sin amplitud y sin vitalidad. Vivimos en la tensién entre la fuerza que hay en el misculo y la inercia morbosa de la adiccién. Cuando el ser humano vive sdlo en un polo —calma o tensién-, enferma. Quien sdlo busca la calma se hunde facilmente en la comodidad. Quien sélo cuenta con su miusculo, con su propia fuerza, se agota, su muisculo se desga- tra. Cuando alguien adquiere una adiccién, pierde su libertad. EI esfuerzo del anhelo debe desembocar en la actitud tensa, a la vez que relajada, del deseo. Y la adicci6n tiene que transformarse en la dindmica y la fuerza del deseo. Sdlo asi se puede curar. 15 Es posible que muchas de las adicciones que observamos hoy dia sean expresién de un deseo reprimido. Por tanto ya es hora ~y éste es un signo de realismo-— de que el ser humano formule de nuevo su propio deseo. Sélo si lo formulamos, lo U reconocemos y lo integramos en nuestra vida, podremos libe- rarnos de la adiccidn que nos tiene atrapados. COMO SOMOS El deseo no nos atenaza. Ensancha nuestro corazén y deja Y COMO PODRIAMOS SER que respiremos libremente. Otorga dignidad humana a nues- tra vida. a @ @ 16 EL GITANO EN EL SILLON A Anthony de Mello le gusta contar historias que nos expli- can nuestra realidad. En cierta ocasién dijo que los seres humanos estamos encerrados en la jaula de nuestras costum- bres, como el oso que se mueve arriba y abajo en su jaula de seis metros de largo. Cuando, después de varios afios, elimi- nan los barrotes, el oso contintia moviéndose arriba y abajo, abajo y arriba, como si la jaula siguiera estando intacta. Para el oso la jaula esta ahi. Su deseo se ha extinguido a causa de los largos afios de prisién. De Mello se sirve también del concepto de deseo en otros relatos cortos. En ellos nos muestra lo pequefio que puede mostrarse a veces el deseo de infinitud: «Después de treinta afios viendo la televisién juntos, un mari- do le dijo a su mujer: “;Por qué no hacemos esta noche algo realmente excitante?”. Al instante, ella pensé en pasar una noche en la ciudad. “jFantastico!”, exclamé. “Qué has pensado que hagamos?”. “Bueno..., podriamos intercambiar nuestros asientos”. Todo el deseo del marido consiste en cambiar de asiento. Segtin parece, no tiene deseos mayores, impulsos més ambi- ciosos. Los treinta afios de televisién han frenado de tal mane- ra su deseo que instintivamente tenemos que reirnos. Pero, jacaso no es cierto? ;Qué poca cosa es hoy el deseo de muchas personas! El humor nace de la tensién entre el mundo ideal y la rea- lidad. Las chispas saltan cuando el mundo tal como podria ser choca con la realidad tal como es justamente ahora. 19 Hay otro relato de Mello, extrafdo igualmente de la vida, que se titula «El gitano». «En una pequeiia ciudad fronteriza habfa un anciano que Ile- vaba cincuenta afios viviendo en la misma casa. Un buen déa sorprendi6 a todo el mundo mudandose a la casa de al lado. Los periodistas locales cayeron sobre él, ansiosos por saber las razones de la mudanza. “Supongo que se debe al gitano que hay en mi”, declaré el anciano con una sonrisa de satisfaccién». No hace falta mds comentario. Todo cuadra. De Mello ha descrito con pleno acierto nuestro deseo, un deseo empeque- fiecido y reducido por nuestro conformismo. Nos hacemos mas pequefios de lo que somos, Mucho mas pequefios. 20 LA ESTRELLA PERDIDA H,y una historia de Ernst Wiechert —La estrella perdida— que fue muy lefda en los afios que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. En ella se nos habla de un joven soldado ale- man que, después de permanecer prisionero en Rusia, regresa a casa rebosante de felicidad, pues por fin esta de nuevo en su hogar. Pero al cabo de algunas semanas percibe que en reali- dad no es asi. Habla de ello con su abuela, y los dos descubren que el hogar ha perdido su estrella. En la casa ya no hay secre- tos. Se vive inicamente en la superficie. Uno planifica, cons- truye, repara, se preocupa de que la vida funcione. Emprende mil y un proyectos, pero con ello reduce su vida. Ha perdido fo auténtico. La vida ya no tiene estructura interna ni ampfi- tud. La estrella del deseo se ha apagado. Cuando la estrella del deseo cae y abandona nuestro cora- zOn, ya no podemos sentirnos en casa. Estar en casa sdlo es posible cuando hay secretos. No se trata de alcanzar una meta lejana. No se trata de orientarse por algo que nos es extrafio 0 por algo que podriamos realizar y que nos haria importantes a los ojos de los demas. En nosotros mismos estd ese espacio en el que mora el secreto. Es un espacio de silencio. Ese espacio esté libre de los pensamientos ruidosos que nos condicionan, libre de las expectativas y los deseos de las personas que estan junto a nosotros. También esta libre de los dolorosos repro- ches, desprecios y acusaciones que nos hacemos a nosotros mismos. En ese espacio, en el que Dios mismo mora en noso- tros, estamos libres del poder de los seres humanos. Ahi nadie puede herirnos. Ahi estamos totalmente a salvo. Ahi somos plenamente nosotros mismos. Y ahi, donde el secreto mora en nosotros, podemos sentirnos en casa. El que se siente en casa 21 puede percibir su casa en todas partes. El hogar surge en torno a él. Si en la calma nos encontramos siempre y s6lo con noso- tros mismos, con nuestros problemas, con nuestros déficits, con nuestras represiones, con los complejos de nuestra psique, llegar4 un momento en que tendremos que huir de todo ello. Nadie puede enfrentarse inicamente a sf mismo durante mucho tiempo. Por eso es comprensible que mas de uno huya de su propia verdad. Pero si sé que por debajo de todas esas represiones y todas esas heridas mora Dios mismo en mi, entonces puedo aguantar estar conmigo, entonces descubro en mi un espacio en el que puedo estar en casa, pues el secreto vive en mf. Entonces también puedo tomar el cielo como punto de referencia. 22 LA RANA EN LA FUENTE U, refran mongol dice: «La rana que vive en un pozo mide las dimensiones del cielo por el brocal del pozo». Los mon- goles son un pueblo que ama la inmensidad de las estepas. Por la historia sabemos de su movilidad y su ansia de espacios abiertos. Estas cualidades caracterizan todavia hoy a las tribus némadas. El refran citado pone de manifiesto su sabiduria y su oposici6n a toda estrechez mental. A veces los seres humanos nos parecemos a la rana que mide las proporciones del cielo por el brocal del pozo. Sdélo vemos lo que tenemos delante. La rana nada en el agua y sdlo mira hacia arriba de vez en cuando. De manera andloga, noso- tros nadamos entre las muchas tareas de nuestra vida diaria. De vez en cuando alzamos la vista y vemos el cielo, pero no percibimos su inmensidad. Sélo quien lleva dentro el deseo de inmensidad puede percibir la inmensidad del cielo. Y justa- mente ahi hay una paradoja: sélo quien mira hacia dentro puede ver correctamente hacia fuera. Slo quien lleva dentro de si el deseo de un mundo que supera todo lo que hay en éste, puede percibir correctamente este mundo. Entonces este mundo ya no es todo para él. El deseo corrige lo que ve y hace que todo adquiera las dimensiones correctas. 23 EL SABOR DE LA VIDA Aigunos llevan una vida tan asombrosamente rutinaria que resulta dificil creer que es la primera vez que viven». E] autor polaco Stanislaw Jerzy Lec, uno de los mas perspicaces criticos de nuestro tiempo, acierta plenamente, pues con ello no se refiere a la reencarnaci6n, sino a la impresién que esas personas le producen en la vida diaria. Para ellas, en la vida no hay nada que tenga el secreto, el aliciente de lo tinico. Son jOvenes, estan en la flor de la vida, maduran y llegaran a vie- jos. Y siempre viven como si hubieran vivido mil veces. No tienen sensibilidad para lo nuevo que cada dia trae consigo, para lo Gnico que cada edad de la vida esconde. Acttian como si ya lo supieran todo. En realidad no saben nada. La palabra alemana Wissen (saber) proviene del latin vidi, que significa «vi», Esas personas no ven nada. Viven en la ceguera. Su vida transcurre como en un teatro de marionetas. No viven por si mismas, son vividas. Son dirigidas desde fuera y ejecutan siempre, sin fantasfa, los mismos movimientos. No tienen suefios que infundan vida a su existencia. Pero se trata justamente de eso: de que cobremos con- ciencia de nuestra unicidad; de que rompamos la rutina moné- tona y captemos el sentido de Ja unicidad de Ja vida; de que percibamos qué significa: respiro, luego soy. Estoy aqui. Cada dfa saboreo de nuevo el sabor de la vida. Ningtn dia es igual a los demas. Cada uno de nosotros es tinico en su género y tinico en el tiempo. Dios se ha hecho de cada ser humano una imagen que s6lo cobraré realidad en ese ser humano. Nuestra tarea en la vida es dejar que esa imagen primigenia se haga visible en nosotros. 24 TEDIO E INQUIETUD Recientemente pronuncié una conferencia sobre la psicolo- gfa de los monjes y expuse lo que dijeron sobre el fenémeno de la akedia, que puede traducirse por «tedio» 0 «hastio». Concluida la conferencia, una sefiora se acercé a mi y me dijo que eso era exactamente lo que tenia su marido. Y describié su comportamiento. Cuando el cielo esta nublado, el hombre se pone insoportable. Va de una habitacidn a otra. Mientras ella trajina en la cocina, él lee el periddico. Pero tampoco lo aguanta. Se levanta, se vuelve a sentar, impulsado por una constante inquietud. El resultado de todo ello es que no hace nada. Si ella le pide que le eche una mano y le ayude en las tareas del hogar, le parece un abuso. Continuamente le for- mula deseos y no le deja realizar su trabajo. Despotrica con- tra el tiempo, contra la Iglesia, contra los politicos, contra el consejo parroquial, contra los vecinos. Todo esta en contra de él. Y él en contra de todo. Pero no sabe lo que quiere. Esta harto, cansado. En alto alemén medio, la palabra verdrissen significa «provocar hastio». Procede de una raiz més antigua que significa «cansar», «hacer incémodo». El que cae presa del aburrimiento siempre est4 cansado. Todo le cuesta un gran esfuerzo. Pero la akedia de que hablaban los antiguos monjes es algo mas que aburrimiento. Es desaliento, indolencia, insatis- facci6n, tedio, incapacidad de vivir en el momento. Es la con- secuencia de una apetencia frustrada y una mezcla de tristeza y resentimiento. Para Evagrio es el demonio mas peligroso, pues no se limita a atacar partes del alma, sino que puede paralizar incluso el alma entera. 25 Evagrio, un monje griego al que podemos Hamar «el psi- célogo» entre los primeros monjes cristianos, denomina al demonio de la akedia «el demonio del mediodia», pues apa- rece en torno a ese momento. Entonces se comia hacia las tres de la tarde. En la época de los grandes calores y en las horas anteriores a la comida, la vida resulta ciertamente fatigosa. El monje tiene hambre y no aguanta mds. Mira al sol para com- probar si ya es hora de comer. Pero el demonio del mediodia es también una imagen de la crisis de la mitad de la vida. En ese momento, muchas per- sonas tienen la sensacién de que ya no pueden aguantar mas. Se sienten desgarradas e inquietas. En ese estado de desgarro no se soportan a sf mismas ni a los demas. Por una parte, dese- an tener a una persona a su lado para no estar solos. Pero cuando llega alguien, no lo soportan. Y asi en su mente se afianza la idea de que el amor entre las personas ha muerto, de que ya no hay nadie que tenga tiempo para ellos. Para los monjes de los primeros tiempos del cristianismo el trato con las emociones y las pasiones era un tema central de la vida espiritual. La gris experiencia del aburrimiento, la pltimbea sensacién del hastio, la pesadez de estar enclaustra- do en uno mismo, no es algo que aparezca por primera vez en los tiempos modernos. Ha sido y sigue siendo una de las ten- taciones constantes del ser humano, 26 EL RINCONCITO E, mis conversaciones escucho constantemente la queja de personas que se sienten solas, que no tienen a nadie que las tome del brazo y con quien puedan hablar de sus asuntos. Como en esa queja percibo el deseo de proximidad y acogida, intento responder a su deseo y pregunto a mi interlocutor o interlocutora qué espera de la proximidad de otra persona. Entonces oigo explicaciones como: «Deseo tener a alguien que, simplemente, esté a mi lado, que hable conmigo, que me haga compafifa cuando las cosas no me van bien, que me com- prenda, que no me critique; una persona a la que no tenga que tener miedo. Es el deseo de tener a alguien que me acaricie carifiosamente, a quien pueda decir espontaneamente lo que hay en mi». Entonces suelo preguntar a la persona que habla asi: «,Se soporta usted a si misma? {Es usted capaz de ser carifiosa consigo misma? ,Es usted capaz de percibirse y aceptarse sin necesidad de criticar 0 condenar su propio com- portamiento? ,Es usted capaz de proporcionar bienestar al nifio herido que Ieva dentro?». Y a menudo me encuentro con que las personas esperan de otros Jo que antes deberian pro- porcionarse ellas a si mismas. Pero cuanto mayor es Ia inca- pacidad de una persona para soportarse a sf misma, tanto mayor es en ella el deseo de proximidad y acogida. Nadie puede satisfacer ese deseo por sf mismo. Todos necesitamos a personas que nos acojan. Y necesitamos la proximidad sanan- te y amorosa de Dios en la que podamos sentirnos acogidos. Pero si esperamos esa proximidad salvadora s6lo y exclusiva- mente de otras personas o de Dios, nunca la tendremos. Asi pues, tenemos que aprender algo absolutamente elemental: estar con nosotros mismos, soportarnos a nosotros mismos, 27 tratarnos amorosamente para que podamos disfrutar de la pro- ximidad y la acogida que recibimos de otras personas y de Dios. El deseo de ser bien acogidos no debe Ilevarnos a la pasividad. Mas bien debe ponernos en movimiento para acer- carnos y abrirnos a otras personas que ya estan cerca de noso- tros. Si nos acercamos a ellas, también experimentaremos su proximidad. Si nos sentimos abandonados y permanecemos en el rinconcito de nuestra soledad, ciertamente nadie vendra a nuestro lado. 28 INFELICIDAD ABSOLUTA Cuando era joven, el escritor austriaco Peter Handke escri- bid un libro titulado Desgracia impeorable. Es un informe de la vida de su madre que impresiona precisamente por su sobria descripcidn. La mujer se crié en un ambiente rural rigi- damente catélico y, tras un matrimonio desgraciado, se quité la vida ingiriendo una sobredosis de somniferos. Tenia cin- cuenta y un afios. El pequefio libro describe la vida de esta mujer de una manera absolutamente objetiva y, aun asf, con- movedora. Habia perdido todas las ilusiones, habia reprimido sus grandes esperanzas y, como ya no podia seguir mirando hacia adelante, se habia sumido en una depresién cada vez mas profunda. El desconsolador entorno de su existencia se caracterizaba por una plomiza monotonia: «El placer no esta- ba en no hacer nada, sino en trabajar. En cualquier caso, no le quedaba nada més. No tenia ganas de nada més. La curiosidad no era una caracteristica esencial, sino un vicio femenino o mujeril». No habia lugar para los suefios. Una cotidianeidad gris, desconsoladora. Uno se habia acostumbrado a todo. Se actuaba sin fantasia, sin ganas de superar la monotonia. Hasta los nifios habian sido despojados de sus suefios. Resultaba ridiculo —recuerda el hijo— expresar deseos en tono serio. Ni siquiera la Navidad aportaba novedades a este mundo: «Navidad: se empaquetaba como regalo lo que, de todos modos, hacia falta. Unos se sorprendian a otros regalandose cosas necesarias, ropa interior, medias, pafiuelos, y decian que eso era precisamente lo que querian». El hijo resume la des- cripcién de su madre en este mundo de pragmatismo sin sue- fios con estas palabras: «Rara vez, de alguna manera feliz y sin deseos; la mayorfa de las veces, bastante infeliz y sin 29 deseos», Cuando vuelve la mirada al pasado, el hijo incluso admira a su madre por su coherencia al «abandonar» aquella vida desconsolada. En su descripcion, Peter Handke capta no sdlo el modo de ser de su madre, sino también el nunca expresado sentimien- to vital de muchas personas. En alemdn existe la expresién wunschlos gliicklich sein (ser feliz a mds no poder o, mas exactamente, ser tan feliz que ya no se desea nada més). Cuando uno est contento consigo mismo, tal como es, y con su situacién en la vida, se cumple una premisa para la felici- dad interior; pero sélo se sentira feliz quien encuentre en si mismo una riqueza interior, la riqueza del espiritu. Quien no tiene ningtn deseo, porque no alienta esperan- zas de que algo cambie, es facil que se endurezca interior- mente. En esa situacién desesperanzada, unos se vuelven cini- cos, otros depresivos. En cualquier caso, la persona es total- mente desgraciada. No ha hecho las paces con su vida. Esta insatisfecha. Pero ya no le queda ni siquiera el recurso de sofiar con una vida vivida en plenitud. Se ha quedado incluso sin suefios. No tiene nada que le pueda ayudar a sentirse vivo. Todo ha quedado vacio. La obstinada monotonia fija y grava su sentimiento vital. Ya no tiene nada que oponer al drido mundo de los deberes y de la rutina. Ni siquiera le queda la posibilidad de procurarse un mundo alternativo, el mundo de la propia fantasia. Ni siquiera dispone de ilusiones para esca- par de su pequefio mundo. Ha perdido incluso el deseo de otro mundo. La vida conduce a una «infelicidad absoluta». 30 UN FONDO MAS PROFUNDO EB, nuestras sociedades, los especialistas en demoscopia preguntan constantemente a las personas cuales son sus dese- os, con el objeto de descubrir las causas mds frecuentes de los mismos. Un deseo no es algo estatico, pero, mas allé de todas las diferencias, tiene algo constante. Las encuestas de opinién demuestran efectivamente que —con otras formas de expresion y otras necesidades emocionales— los deseos también han cambiado en los tltimos afios. Dependen de la percepcién de la €época, mientras que su apariencia y su orientacién depen- den de la situaci6n politica y social. En una época con grave riesgo de una guerra apocaliptica, la gente anhela la paz. Quien presencia en la televisién acciones terroristas anhela seguridad y proteccién. En una época de disolucién de las identidades, las personas sienten un deseo atin mas profundo de hogar y acogida. En la desorientacién de la sociedad plural crece el deseo de claridad y sencillez. También el fundamen- talismo es expresién de un deseo de seguridad y estabilidad, deseo profundamente enraizado en el alma humana. En senti- do inverso, las personas que viven bajo dictaduras desean libertad, libertad de movimientos, horizontes amplios. Un periodista estadounidense explica que en su pais cada dia hay mds personas que emplean una gran cantidad de tiem- po y de energfas en indagar su drbol genealogico. También en Europa son cada vez mds numerosos los que se dedican a investigar su genealogia por aficién. Evidentemente, las personas desean conocer sus raices para estar seguras de su identidad y asi eludir la falta de una historia propia. Comprenden que no basta con preocuparse de 31 obtener reconocimiento y refrendo. En definitiva, con eso no se vive. Desean tener un fondo mas profundo. A pesar de las muchas formas del deseo, a pesar de las variadisimas apariencias que cobran en las culturas, en las situaciones sociales o en las relaciones de la vida, todas ellas tienen una cosa en comin: el deseo apunta a algo que esté «detras» de las realidades que se viven y experimentan. 32 JAUJA Avteuien ha dicho ingeniosamente que la publicidad des- pierta en el ser humano la necesidad de cosas de cuya exis- tencia antes no sabia nada. Esto se consigue «cargando» determinados articulos de consumo con determinadas emo- ciones y promesas. Para ello se explotan desvergonzadamen- te los deseos, en especial la apetencia de felicidad. Y se trans- mite la impresién de que la felicidad se puede comprar. El truco consiste en que la publicidad promete una felicidad inmediata. Se puede comprar aqui y ahora. Asi pues, también se capitaliza el deseo. No se transforma la adicci6én en deseo, sino al revés, pues, bien mirado, el objetivo de la publicidad es fomentar en los seres humanos la adiccién a las compras, 0 sea, un estado animico en el que una y otra vez intenten con- seguir la felicidad invirtiendo dinero y adquiriendo cosas. Sorprendente: la publicidad utiliza a menudo un lenguaje reli- gioso. Se promete el cielo en la tierra. Una estrella de cine que conduce un determinado coche es convertida en «diosa». Un nuevo reproductor de CDs promete a quien lo compre la posi- bilidad de ofr una musica «celestial». En ese lenguaje de imagenes se apela, pues, a un deseo arquetipico. Los especialistas en publicidad saben que quien consigue llegar al deseo que anida en lo profundo del incons- ciente del ser humano puede engaifiarle, tiene poder sobre su alma. El nico remedio contra ello es que contemplemos cons- cientemente nuestros deseos y nos preguntemos cual es nues- tro deseo mas profundo y cémo podemos satisfacerlo. Cuando los deseos solicitados permanecen inconscientes, resulta facil manipular a la persona. Por el contrario, cuando la publicidad 33 da con una persona que estd en contacto con su deseo, rebota, pues la persona descubre la falsificacién y 1a manipulacién de que es objeto. En definitiva, la publicidad va dirigida a dese- os pueriles. Es el deseo de vivir en Jauja, el deseo de ver satis- fechos todos los caprichos. Pascal Bruckner ha definido el infantilismo como una actitud tipica de nuestro tiempo. Infantil es quien cree que todo es posible y que la sociedad sdlo esta para satisfacer sus deseos de nifio pequefio. El deseo de un pais de Jauja no es propio de la persona madura y adulta. El deseo propio del ser humano maduro sobrepasa este mundo y apunta a una reali- dad que, en tltima instancia, s6lo el deseo puede colmar. 34 UNA SED INSACIABLE E. alcoholismo, la pasi6n por el trabajo, los celos, la droga- diccién, la obsesi6n de comprar, la anorexia, la lascivia, la avaricia, la ludopatia... La lista se podria prolongar indefini- damente. {Qué hay detras de todo ello? Que la adiccién tiene que ver con el deseo es algo que comprobamos cuando inda- gamos el fondo de nuestros deseos. Buscamos el absoluto y queremos atraparlo. Buscamos la felicidad y quedamos atra- pados en las obligaciones. Si mi optimismo se debe al alcohol, jes verdadero optimismo? {Es eso todo y para siempre? Se trata de pensar en nuestras adicciones hasta el fondo: si adquiero constantemente mas y mas cosas y me dejo arrastrar por la fiebre de comprar, ,estoy realmente satisfecho con aquello que he adquirido? ;Tendré bastante alguna vez? (Definitivamente y para siempre? Si no puedo separarme de mi escritorio, ;qué fin persigo realmente? ,Qué me fuerza a repetir algo constantemente? Aunque lo amontone todo, Ile- vado de un deseo insaciable, aunque cambie continuamente de pareja, buscando siempre la novedad, en medio de toda la abundancia persistira el vacfo interior, y el deseo se hard incluso mds fuerte. La apetencia no se satisface repitiéndola indefinidamente. {Es eso? {,O deseo algo mas? {No deseo una realidad completamente distinta? Mi gran objetivo se extingue constantemente. Nada terreno, ninguna cosa, ningtin éxito, ningtin ser querido puede calmar nuestra inquietud interior. «Spiritus contra spiritum», espiritu contra bebida espirituosa, dice el psiquiatra y psicoanalista C.G. Jung. Sélo la sinceridad con el espiritu puede vencer la dependencia. Jung escribié acerca de un paciente: «Su avidez de alcohol responde, a un nivel bajo, a la avidez espiritual de totalidad que tiene el ser 35 humano; en el lenguaje de la Edad Media, a la unién con Dios». Y una mujer que termin6 siendo alcohdlica escribié acer- ca de su deseo, que inttilmente trataba de satisfacer con el alcohol: «Por lo que recuerdo de mi infancia, siempre busca- ba algo que no era capaz de definir. Fuera lo que fuera, se cui- daba de que me sintiera bien, de que estuviera en casa, como si perteneciera a ella. Si lo encontraba, ya no estarfa sola. Sabria en qué consiste ser querida y aceptada y, por mi parte, también podria dar amor. Seria feliz, me sentiria satisfecha y en paz conmigo misma, con mi vida y con el mundo. Me sen- tirfa libre, desembarazada, abierta y llena de alegria». La btis- queda de esta mujer era, en definitiva, una busqueda espiri- tual. Pero se precipité al querer ahogar su deseo en alcohol. Cuando se curé de su enfermedad, reconocié que su impreci- so anhelo era, en ultimo término, una profunda avidez de tota- lidad. S6lo venceremos nuestra adiccién si la transformamos en deseo. 36 PEQUENAS HUIDAS «M. voy!». Esta es una decisién muy difundida hoy en dia. El escritor estadounidense Thornton Wilder da en la diana con su ingeniosa observaci6n: «Siempre se habla tnicamente de personas que quieren irrumpir violentamente en las casas. Pero en el mundo hay més personas que quieren salir de ellas». Como puede verse, estas palabras definen el estado animico de muchas personas que hoy sufren bajo la estrechez de la vida diaria y son victimas del panico: «jMe voy!». Quieren abandonar unas relaciones marcadas por la rutina, evadirse de un matrimonio que se ha extinguido. Desean libe- rarse de sus muchas obligaciones, obligaciones que siempre aumentan, nunca menguan, y tienen que Ilevar sobre sus hom- bros como una pesada carga. Esto es algo que deberfamos tomar muy en serio. Ahi esta la madre que cria a sus hijos por si sola y apenas se toma un momento de respiro para atender a sus propias necesidades. Ahi esta la hija que cuida de su madre enferma sin tener el reconocimiento de los de fuera. Ahi esta el abogado que se propone trabajar menos y al que, sin embargo, las relaciones externas presionan cada vez con mas fuerza para que entre en un sistema excesivamente com- petitivo. Todos desean eludir su responsabilidad, aunque a la postre no Io hagan. Pero jqué hacen los seres humanos con un deseo que no pueden calmar? {No resulta frustrante un deseo que no puede satisfacerse? En cualquier caso, se puede contemplar asi: su deseo —que no reprimen, sino que aceptan de hecho- también los exonera a ellos. Habria que verlo como expresién sincera de su estado de dnimo: en el deseo alienta la esperanza de una posible evasién futura. Al menos acrecienta la fantasia sobre cémo podria alguien intentar pequefias evasiones. 37 NOSTALGIA DE LA LEJANI{A L. nostalgia del hogar y el deseo de ser bien acogido son emociones con profundas rafces. Pero también existe un sen- timiento opuesto, un sentimiento que apunta a Jo nuevo, a la aventura. En el fondo, los incontables viajeros que cada afio se dirigen a paises lejanos son impulsados por una profunda nostalgia de la lejania. Esa nostalgia es el deseo de conocer algo completamente diferente. Quieren dejar el acostumbrado trajin de cada dia. En la lejanfa desean percibir la vida no fal- seada, la vida primigenia. Se ponen en camino, por autopistas abarrotadas de coches, en aviones, y buscan el paraiso lejos, en paises exdticos. Una persona inteligente ha observado que Ja nostalgia de la lejania y la nostalgia del terrufio estan estrechamente rela- cionadas entre si: «La nostalgia de la lejanfa no se remedia subiendo a un barco; en ocasiones no es otra cosa que una forma de nostalgia del terruifio; la nostalgia de lo desconocido o de lo atin no descubierto en nosotros mismos» (John Cheever). Muchos buscan en la lejania la patria que perdieron donde ahora viven. Pero, en realidad, han emprendido el camino hacia sf mismos. En la lejania buscan lo que, por cier- to, est4 muy cerca: el secreto de su propio corazén, el espacio interior en el que pueden sentirse verdaderamente en casa. 38 INTENTOS DE EVASION E, los meses de verano, la policia de Trdfico informa, a tra- vés de la radio, de las largas caravanas que de manera regular se forman en las carreteras los fines de semana. A veces, las caravanas llegan a tener 60 kilémetros. Parece como si todo el mundo quisiera escapar de la vida diaria para descansar en los paises meridionales. {Qué anhelan las masas humanas que cada afio se ponen en marcha? ,Unicamente recuperarse del trabajo de cada dfa? {Quieren huir del frio y disfrutar del sol meridional? ,O quie- ren sentirse en otro pais de una manera diferente de como se sienten en su estrecho mundo cotidiano? Los deseos que im- pulsan a las personas a viajar estén profundamente arraigados. Ernst Bloch habla del placer de viajar, que mantiene vivo al ser humano y le impulsa constantemente: «El placer del viaje contribuye a mantener el deseo». Las grandes epopeyas de la historia humana lo documentan. Las singladuras de Jasén y Odiseo son parte de nuestra cultura. También el romanticismo estuvo impulsado por el anhelo de una meta lejana, el deseo de vagar y viajar. Esto tomé cuerpo intempo- ral en poemas y novelas. Sin embargo, hoy en dia, cuando todo el planeta llega a nuestros hogares a través de los medios de comunicacién, cuando, en la era del turismo de masas, ya apenas quedan destinos inaccesibles, ese deseo se ha despla- zado. Muchos turistas alemanes viajan hasta lugares tipica- mente turisticos en los que vuelven a encontrar estrictamente su propio mundo: la cerveza, las comidas y las comodidades alemanas, con programas de televisién en aleman. Aunque viajen muy lejos, siguen siendo incapaces de acceder a lo extrafio y a lo desconocido. No buscan lo extraiio, sino lo 39 familiar. Incluso en las Hamadas «vacaciones de aventura», en paises exdticos, todo se reduce a un simulacro. Otros, en cambio, todavia hoy se ponen en camino impul- sados por la nostalgia de la lejania. Sienten algo del romdanti- co y atavico deseo de Jo nuevo y lo desconocido. Intuyen que alli, en el pais lejano y desconocido, podria irrumpir en ellos algo nuevo, que se podrian percibir a si mismos de una mane- ra nueva y diferente. Es el deseo de evadirse de lo habitual, de transformarse en un nuevo cuerpo, el deseo de amplitud, de nuevas posibilidades. Pero {qué hacen los turistas cuando las vacaciones no sa- tisfacen su deseo de obtener una nueva sensacién de vivir? {Cuando los miembros de una pareja se pelean constante- mente, porque cada uno de ellos ha depositado unas expecta- tivas diferentes en las vacaciones? {Cuando el hotel no da lo que el folleto de propaganda prometia? Aqui percibo dos reacciones: unos regresan a la vida coti- diana completamente decepcionados y rencorosos. No han descansado. Su intento de huir del triste mundo de su vida dia- ria ha sido un fracaso. Siguen fraguando su completa desdicha en el descorazonador trajin de la vida diaria. Otros intentan describir sus vacaciones con los colores mas vistosos. Muestran a sus amigos fotos y videos de sus vacaciones, para que éstos los admiren por lo que se han atrevido a hacer y han hecho. Tienen que encubrir la mediocridad de sus vacaciones describiéndolo todo como algo especial y extraordinario. Tratan de transmitir a sus oyentes la fascinacién que jamas vivieron. Y la verdad es que no siempre lo consiguen. También se producen decepciones cuando las personas permanecen encerradas en sus espacios imaginarios. He cono- cido a soldados que estuvieron destacados en Bosnia. Querfan contar sus aventuras a sus mujeres y a sus amigos, pero nadie estaba interesado en ellas. Una estudiante que vivid todo un afio en Perti para cumplir su servicio social trabajando con 40 nifios disminuidos tuvo que comprobar con amargura que nadie se interesaba por sus experiencias, a menudo dolorosas. En un mundo en el que nadie quiere sentirse inseguro y presionado, ni siquiera por las experiencias de otras personas, en un mundo en el que ya solo interesa el estado del tiempo y lo que se puede adquirir en el momento a buen precio, no ger- mina el gusto por lo nuevo y por lo diferente. Lo que germina es la soledad y el tedio. Ahi nuestro deseo nunca alcanza su meta. 4l LOS DESEOS DE LOS NINOS La nostalgia de la infancia no deberfa contemplarse tinica- mente en sentido negativo. «El sindrome de las personalida- des fuertes consiste en que no dejan entrar al nifio pequefio que hay en ellas». Lo que afirma la publicista canadiense Lise Bourbeau es confirmado por la psicologia y la normal expe- riencia de la vida. Las personalidades fuertes, las personas que se muestran seguras de si mismas exteriormente, que han llegado a ser algo en la economia 0 en la politica, no son real- mente las personas mds maduras. Y muchas veces no han aceptado las afioranzas del nifio pequefio que llevan dentro. Externamente se muestran fuertes, maduras, inteligentes, equilibradas. Y, no obstante, ocultan su lado oscuro. Su pro- blema: han reprimido al nifio pequefio con su deseo. Por eso les falta autenticidad, creatividad, vitalidad, ternura, com- prensi6n para captar la auténtica imagen de Dios en ellas que el nifio interior desea recordarles. Para ellas, la afioranza es algo infantil, algo que uno, en cuanto adulto, debe eliminar. Pero esta actitud las hace duras e inaccesibles. E] sindrome de su enfermedad acttia como una especie de lepra. Nadie quiere estar cerca de esas personas. De ellas emana algo que repele y repugna. Uno no se siente a gusto con esas personas. 42 {INFANTIL O MADURO? Si preguntdéramos a varias personas qué es lo que mas dese- an, muchas contestarian: un hogar acogedor, amor y ternura, paz y armonia, honradez y transparencia... y la época del mundo intacto de la infancia. En definitiva, en todos esos deseos no se manifiesta otra cosa que la nostalgia del paraiso. Para el psicoanalista Sigmund Freud esa nostalgia del paraiso es s6lo una forma de regresi6n infantil: la nostalgia del rega- zo materno. La psicologia considera que el ser humano sélo estd maduro cuando se desprende de sus nostalgias. Eso no es correcto. Naturalmente, hay suefios infantiles. Y, naturalmen- te, no hay que confundir el paraiso con Jauja, donde uno ya no tiene que preocuparse de nada. Sin embargo, la rigida actitud que Freud adopta como criterio es para mi poco atractiva. {Realmente s6lo es maduro el ser humano que se da por satis- fecho con la vida, sin esperanza y sin nostalgia, tal como es? {No hay un cielo por encima de nosotros? {Es todo tinica- mente proyecci6n? Para quien asi vive, la vida se convierte en una carga que tiene el regusto de la resignacién. Naturalmente, hay asimismo una nostalgia a la que el ser humano se acoge para huir de la realidad. Pero, en mi opinién, la nostalgia también mantiene vivo al ser humano. Que sea una nostalgia vivificante o represiva se percibe en el efecto que tenga en cada individuo y en la sociedad. La doble cara de esta emocién se pone de manifiesto no s6lo en el individuo, sino también en la sociedad. Elisabeth Noelle-Neumann, especializada en demoscopia, manifesté en cierta ocasi6n: «El deseo de proteccién es un constante peli- gro para la democracia». Con ello expresa el deseo de protec- ci6n infantil que uno espera del Estado como gran «super- 43 yo», deseo que merece ser tomado en serio. Pero el Estado democratico jamas puede proporcionar esa protecci6n. Por lo tanto, las personas exigen demasiado al Estado cuando le for- mulan su deseo de proteccién. Pero si reprimen ese deseo, el clima de la sociedad se vuelve frio e inhumano. El anhelo de tener un hogar pertenece a la naturaleza del ser humano. También la infatigable generacién que en noven- ta segundos circunvala la tierra con Internet «busca sentido, sostén y proteccién», como lo demuestra Horst Opaschowski, investigador del ocio: por lo tanto, se trate de lo que se trate, siempre existe la posibilidad de distinguir entre los senti- mientos que conforman nuestra vida y los suefios inmaduros, que son infantiles y peligrosos. PASADO Y NOSTALGIA E escritor Arnold Stadler publicé una novela de la que dijo que «la habia escrito siguiendo su deseo como si fuera la cadena que sujeta a un perro». El libro lleva también el titulo de Sehnsucht [Deseo]. De hecho, el deseo no tiene un plan y una meta, sino que le arrastra a uno hacia aca o hacia alla, bien hacia el pasado, bien hacia el futuro. Stadler habla de su infan- cia, recuerda la busqueda propia de la pubertad, las primeras experiencias con la sexualidad y otras experiencias «de la pri- mera vez», pero, a decir verdad, habla una y otra vez del encanto de un tiempo perdido, de una posibilidad que ya no existe. «El futuro era entonces mi deseo, de la misma manera que hoy el pasado es mi nostalgia». El narrador observa y des- cribe las pérdidas que trajeron consigo el tiempo y el preten- dido progreso. Este sentimiento culmina para él en la obser- vacién de que, mientras tanto, también han desaparecido muchas palabras y muchos valores. Stadler dice que la histo- ria que narra ha Hegado al mundo en un momento «en el que se ha desatado la esperanza de pasarlo bien y la apetencia de bienestar, el ser humano como consumidor, el deseo de estar en forma para divertirse, ]a existencia entendida como vivir mejor, pero no en mi casa». El ha permanecido fiel a si mismo y a su deseo, el «anhelo de que lo que yo tenia y vefa no podia ser todo». Hoy practicamente casi todos los miembros de la sociedad de consumo disponen siempre y en todas partes de productos que proporcionan placer. El ]6gico derecho a satisfacer todos nuestros deseos es un elemento de nuestra economia. Pero, segtin Stadler, el deseo no se deja aniquilar tampoco en nues- tra sociedad de consumo. Los anuncios de contactos son uno 45 de los lugares a los que hoy se ha trasladado el deseo. Esos anuncios estan Ilenos de deseos de amor, de reconocimiento, de presencia fisica. El autor de esta novela ve el deseo de amor y proteccidn también en el excesivo y ridiculo elogio de si mismo, en el «deseo del tesoro completo, del paquete com- pleto, del todo incluido». Arnold Stadler no glorifica a sus personajes, sino que los muestra también con sus aspectos ridfculos y tristes. El, que estudi6 teologia, dijo una vez que incluso como poeta acta teoldgicamente. De hecho, trata compasivamente a las figuras de sus novelas. La persona compasiva no tiene nada que condenar. Pero tampoco nada que justificar. Ni el deseo que se ha perdido ni el deseo que se ha extraviado. LA ANORANZA DE LA PATRIA EDoonce encontramos la patria? {Y cuando la buscamos? La experiencia demuestra que los sentimientos patridticos alcan- zan la m&xima intensidad cuando uno se ha alejado de ella. «Cuando uno empieza a pensar en la patria, interiormente esta lejos de ella», ha dicho el director de cine Edgar Reitz, que rod6 una serie cinematografica sobre el territorio de Hunsriick, un «pequefio mundo» que conocié, con sus gentes y sus tierras, cuando era joven, y que abandoné para dirigirse a la gran ciudad. En esta epopeya filmada, la patria es presen- tada como el lugar de donde uno proviene, el lugar que uno ha dejado a sus espaldas y al que quiere regresar. La pelicula es una rehabilitacién del concepto de patria, palabra que para muchos tiene un regusto de sangre y tierra. Por el contrario, el cantante pop Herbert Grénemeyer ya no entiende la patria como un espacio geografico concreto. En una de sus canciones dice: «La patria no es un lugar, la patria es un sentimiento». Es el sentimiento de saberse plenamente aceptado, de estar en casa, de poder reposar, de poder ser tal como uno es. «La patria son las personas a las que entendemos y que nos entienden». Asi lo percibié el escritor suizo Max Frisch. La patria esta alli donde me encuentro con personas a las que entiendo y por las que me siento entendido. La patria siempre tiene algo que ver con las experiencias de la infancia. Entonces no habia que trabajar. Entonces, sen- cillamente, uno era bien recibido. Muchos afioran Ja patria que vivieron como nifios. Pero cuando visitan la ciudad de su infancia, pronto observan que ya no es su patria. A menudo tampoco la casa paterna les parece ya parte de la patria. 47 «Uno sélo puede sentirse en casa alli donde mora el secre- to». Sdlo cuando entro en contacto con el secreto que marcé mi infancia, me siento en casa. En alemAn, secreto (geheim) es originariamente lo que pertenece a la casa, al hogar, lo que me es familiar. Para sentirme en casa necesito lo secreto, que no sdlo me es familiar, sino que también me rodea como algo que no puedo nombrar, pero que me Ileva al ambito que le es familiar a mi alma, en el que mi alma se ensancha. La patria no es sélo el lugar en el que pasamos nuestra infancia. Apunta también al futuro, a la patria que nos espera. Aqui tiene aplicacién lo que Pablo escribe a los Filipenses: «Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde espera- mos como Salvador al Sefior Jesucristo» (Flp 3,20). Esta idea abarca toda la vida. El escritor Heinrich Jung-Stilling ve una estrecha relaci6n entre la patria de la que venimos y aquella otra a la que nos dirigimos. «Las dos cosas més bellas son la patria de la que procedemos y la patria hacia la que vamos». Hermann Hesse ofrece consuelo en la patria incluso a aquel que ha perdido la nostalgia: «También la fuente de los suefios esta sellada. Pero ten fe. Al final del camino aparecerd la patria». La nostalgia de la patria, lejos de extinguirse, nos mantiene vivos en nuestro camino, un camino que a menudo nos lleva al extranjero, a un pafs desconocido, donde tenemos que sobrevivir. En el extranjero afioramos la patria. Sabemos que no podemos permanecer en ella. De lo contrario, nos con- vertiriamos en personas sedentarias y sin amplitud de hori- zontes. Slo quien se atreve a salir al extranjero adquiere sen- sibilidad para percibir la patria. Ese si siente nostalgia de la patria que ha perdido. Pero su tarea consiste en hacer patria en el extranjero, en crear un espacio en el que las personas se sientan como en casa. Donde hay amor, alli hay patria. 48 INSATISFACCION E INQUIETUD E mal humor como expresién de una profunda insatisfac- cién con uno mismo y con su vida conduce a una permanente inquietud y un constante vagabundeo. Uno no se pone en ca- mino para llegar a un destino, sino que se mueve de un lado para otro sin una meta fija. No presta afencién al camino. Sim- plemente, huye de si mismo. Tanto el espiritu como el cuerpo son inestables. La persona no tiene equilibrio. No puede per- manecer quieta, adoptar una postura. Sufre una inestabilidad interior. No tiene un lugar en el que poder descansar. Es una inquietud morbosa, a menudo sintoma de una depresi6én. La inestabilidad del alma se manifiesta en el permanente parloteo y en la curiosidad. El parloteo es la muerte de la con- versacién. En muchos Talkshows podemos observar el parlo- teo en su forma mas pura. Se habla mucho, pero no se esta- blece una conversacién, pues nadie escucha. Se cambia cons- tantemente de tema. No se presta atencién al otro. Sélo se le utiliza para decir algo con lo que uno pueda lucirse. La con- versacién gira en torno a nimiedades. El psicdlogo Wucherer- Huldenfeld ve en esa tendencia «una profunda degeneracién del lenguaje». El ser humano «percibe su interior como vacio, insensible y sordo; no tiene nada esencial que decir y oculta ese estado mediante un parloteo cada vez mas estruendoso. El parloteo hace creer que uno lo sabe todo y tiene altisimos inte- reses, pero en realidad carece de fundamento». En su famoso libro Ser y tiempo, de 1927, Martin Heidegger describe acertadamente la curiosidad, caracterizan- dola como «una impermanencia especifica en lo préximo», 49 como «inestabilidad dispersa». El curioso busca «lo nuevo solo para saltar una vez més de ahi a lo nuevo. No se trata de comprender y, comprendiendo, de estar en la verdad», sino de saltar de lo uno a lo otro. Pero, en realidad, todo es igual. A uno no le va realmente nada. La palabra alemana Neugier (curiosidad) expresa la idea de avidez. Uno esta avido de experimentar siempre algo nuevo, para asi eludir la propia verdad. 50 EL SUPLICIO DE TANTALO E, hombre rebelde es el titulo de una obra en la que el poeta y fildsofo existencialista francés Albert Camus habla de un mal que muchos seres humanos padecen y que consiste en que nunca tienen bastante. Camus los define como «extrafios ciu- dadanos del mundo, desterrados en su propio pais. Aparte de los radiantes momentos de plenitud, toda realidad es incom- pleta para ellos. Y también para ellos sus actuaciones se pier- den en otras actuaciones, regresan con una apariencia inespe- rada para realizarlas y se pierden como el agua de Tantalo en direccién a un punto desconocido. Conocer la desembocadu- ra, dominar el curso de la corriente, tomar en la mano la vida como destino: ése es su verdadero anhelo». El ser humano desea experimentar la belleza de este mundo en toda su pleni- tud. Desea apresar con ambas manos sus tesoros. Pero tan pronto como lo intenta, comprueba que el mundo retrocede. Camus alude a la leyenda griega de Tantalo, segtin la cual éste se encontraba en medio de un arroyo y, cada vez que se incli- naba para beber en sus frescas aguas, éstas se alejaban de él. Por encima de é] se extendfan ramas cargadas de ricos frutos que casi rozaban su cara; pero tan pronto como alargaba la mano, los frutos se alejaban y él se quedaba con las ganas. Asi perciben muchos seres humanos este mundo. Quieren disfrutar del placer de la existencia, pero tan pronto como lo intentan, el placer se aleja de ellos. Asf, el ser humano anhela dominar el curso del arroyo para poder beber en él cuando quiere, para mitigar su sed. Y también anhela apresar la vida en sus manos, pero —segtin Camus- este anhelo nunca se vera satisfecho. Sdlo en el fugaz momento de la muerte se cumple por un instante. «Ahi termina todo. Para estar una vez en el 51 mundo hay que abandonar para siempre el ser». Lo que aqui describe el filésofo ateo Albert Camus ya lo dijo Jestis hace dos mil afios. Pero Jestis no nos consuela diciéndonos que nuestro deseo se ver satisfecho en la muerte. Para Jestis, ya ahora estamos muertos al mundo. Si creemos en él, ya ahora «hemos pasado de la muerte a la vida» (Jn 5,24). Si abando- namos nuestra identificacién con el mundo —quiete decirse, si morimos para el mundo—, podemos vislumbrar ya ahora algo de la plenitud que anhelamos. Pero no podemos retenerla, Esté aquf en el instante en que nos olvidamos por completo de nosotros mismos, en que nos entregamos completamente a lo que se nos ofrece. Ese entregarse sin reservas es lo que Jestis quiere decir con la palabra «morir». S6lo quien se ejercita en ese morir experimentard una y otra vez momentos en los que —ya ahora- se ver satisfecho su deseo, pero no de manera definitiva. Esa satisfaccién provi- sional despierta en nosotros mas bien el anhelo de la satisfac- cién definitiva, que llegaré cuando nos dejemos caer en las manos de Dios y ya no nos aferremos a nosotros mismos, 52 DESEOS OLVIDADOS Nieestros deseos no cambian tinicamente con nuestra edad, sino también con las condiciones politicas y sociales. Ernst Bloch, que ha meditado como pocos sobre este tema, se ha ocupado también del deseo de las personas de edad y ha des- crito una forma muy concreta: «Un tiltimo deseo pasa por todos los deseos de la vejez, un deseo a menudo no menos perentorio, el deseo de tranquilidad». Realmente, en muchos casos no es la tranquilidad interior, el estar en armonia consi- go mismo, lo que la persona de edad anhela, sino la tranquili- dad como comodidad. El anciano no quiere que le molesten. Por eso no intenta nada nuevo. Esto es valido en lo pequefio y en lo grande. Las personas de edad no quieren pasar la noche en una cama extrafia. Necesitan lo que les es familiar. Han abandonado los deseos de la juventud. Entonces no se vieron satisfechos. Ahora, desde el punto de vista econémico, podrf- an satisfacer algunos de esos deseos. Pero, segtin Bloch, «la avidez de esas cosas ha menguado». «Cuando uno mismo se ha olvidado de la fuerza de los deseos, ya s6lo cuenta lo que hay. Pero a menudo uno tampoco esté satisfecho de lo habi- tual. Prefiere instalarse en lo viejo, con lo que esta desconten- to, antes que intentar lo nuevo. Podria ser atin peor. Tener que enfrentarse a lo nuevo hace todavia més grufiones a los viejos descontentos. Pero también existe la figura del viejo sabio. En él, los deseos han cambiado. Anhela la calma; la paz ‘interior, en la que se abrird al secreto del ser. C.G. Jung se dirigié a alguien que queria hablar con él a toda costa para decirle que cada dia tenia menos ganas de comunicarse: «Muy a menudo hablar se convierte para mi en un suplicio, y a menudo necesito un 53 silencio de varios dias para reponerme de la futilidad de las palabras. Estoy a punto de emprender la marcha, y sélo vuel- vo la vista cuando no hay otra cosa que hacer. Esa marcha es ya en si misma una gran aventura, pero no una marcha acerca de la cual uno desea hablar extensamente». En esas palabras se pone de manifiesto que Jung rehuye la conversaci6n, no por miedo a lo nuevo, sino porque desea algo diferente: escudri- fiar el secreto de la vida que se le ofrece de nuevo, justamen- te ahora, cuando est cerca de la muerte. El desea abrirse al Dios que satisface su anhelo mds profundo. 54 ENTRE LA AMBICION Y LA LIBERTAD Para muchas personas, el dinero est4 unido al deseo de li- bertad, a la posibilidad de disponer de cosas, de tener influen- cia. Parece que es el medio mas eficaz para alcanzar esos objetivos. El que tiene dinero puede permitirse ciertas liberta- des, «es alguien». Muchas personas lo desean. La avidez de dinero —o sea, la fijacién en este medio— es la variante con- vertida en adiccién de ese deseo. Quien sdlo busca el dinero y vive exclusivamente para enriquecerse, se limita y, en un tlti- ma instancia, perder4 la libertad y posiblemente quedara preso entre los muros de su patrimonio. Hay un dicho segtin el cual el dinero es un metal y, como tal, un buen conductor, pero también un buen aislante. A menudo se confunde el medio con el fin. «El dinero es un buen servidor y un mal sefior», dice la voz popular. Con harta frecuencia, el dinero se las da de sefior. Asi, habria que preguntarse siempre: {proporciona realmente el dinero esas multiples posibilidades en la vida? ,Proporciona en verdad libertad o conduce justamente a la dependencia y a la falta de libertad? Una maxima practica nos ensefia que el dinero no hace necesariamente feliz. Las investigaciones han demostra- do que las personas de los paises pobres se sienten subjetiva- mente mas felices que las personas de los paises ricos. Encuestas realizadas en Alemania durante largos periodos de tiempo han puesto de manifiesto que en las pasadas décadas ha subido claramente el bienestar, pero no la satisfaccién de las personas. En ultima instancia surge, pues, la pregunta de si entendemos el dinero como un medio para obtener otras cosas. Y cémo manejamos ese medio. Como administrador y responsable de la economia de una abadia benedictina, cada dia tengo que manejar dinero. Esto 55 me obliga a desarrollar la imaginaci6n y Ja creatividad; antes que nada, para obtenerlo. Y, después, para poder utilizarlo correctamente, pues muchas veces me he encontrado con que no tenia ni un euro para financiar proyectos que consideraba importantes. Para mf, desarrollar la imaginaci6n significa en este contexto, por una parte, ganar dinero mediante una pro- duccién que responda a las necesidades actuales; por otra, aprovechar los instrumentos de la actual economia financiera; 0 sea, ganar dinero mediante la actividad mental. La tarea més importante del dinero es servir a las perso- nas. Yo no gano dinero para hacerme rico. El dinero debe ser- vir a las personas, no al revés. Muchas empresas presionan y exprimen a sus empleados para que produzcan el maximo dinero posible. Eso es para mi una perversién del dinero. Quien maneja el dinero con ingenio puede compensar una mala época de la empresa sin necesidad de despedir inmedia- tamente a la mitad de los empleados y contratarlos de nuevo cuando mejoren las condiciones de la economia. No me es licito definirme sobre el dinero. No debo ser codicioso. Lo esencial es la libertad interior. E] dinero tam- bién puede desarrollar una dindmica propia que tenga como consecuencia la necesidad de ganar cada vez mas dinero. Cuando hablo de libertad, me refiero en primer lugar a la libertad interior: manejo dinero, pero no pienso constante- mente en él. Lo puedo dejar. Incluso perderlo. Pero no debe condicionarme interiormente. Para mi, personalmente, siem- pre es un importante criterio el comprobar si pienso en el dinero también durante la meditacién. Entonces sé que debo distanciarme interiormente de él. San Benito pide ante todo al administrador que tenga la justa medida. No debe ser mezqui- no, pero tampoco derrochador. Lo cual significa que no debo hacer todo lo que puedo. Justamente en los asuntos de dinero, tengo que fijarme unos lfmites. Si deseo crecer cada vez mas, entonces en algtin momento perderé la medida. Y con ella la libertad. Evidentemente, esto no cuenta slo para el adminis- trador de un convento de benedictinos. 56 I CAN’T GET NO SATISFACTION I can’t get no satisfaction, I can’t get no satisfaction / ‘Cause I try and I try and I try and I try I can’t get no, I can’t get no / When I’m drivin’ in my car, and the man come on the radio / He’s tellin’ me more and more about some useless information / Supposed to fire my imagination...» Asi empieza una cancién que dio la vuelta al mundo del conjunto de rock «Rolling Stones». En ella se expresaba un deseo ind6mito e irreductible de vida, un ansia de autenticidad y Satisfaccién. Los Rolling Stones no pasan por ser precisa- mente devotos, pero en esta canci6n transmiten algo esencial. Para millones de personas la cancién corrobora la expe- riencia de que nada puede satisfacer realmente; ni las prome- sas que se nos hagan ni la busqueda del éxito, de relaciones, * de dinero o de aplauso. Todo eso puede percibirse y propor- cionarnos alegria. Pero de ello no se puede vivir. No colma nuestro deseo. Quien crea que puede vivir del éxito y el aplau- so y s6lo busca esa satisfaccién, se hard adicto y con ello per- der su libertad interior. Bill Wyman, el bajista de los «Rolling Stones», que ya tiene 66 afios, confesé no hace mucho a un reportero aleman que la vida como estrella del rock no es en modo alguno tan radiante como algunos imaginan: «Nunca estas realmente en casa, vives como un pez en un acuario; hay demasiado alco- hol y demasiadas drogas. Eso destruye tu alma» (véase Stiddeutsche Zeitung, 15-11-2002). E] alma necesita otras cosas, pues la adiccién no propor- ciona la felicidad, sino una dependencia destructiva. También un cantante célebre que es vitoreado por el ptiblico puede sen- tirse perdido cuando esta en la habitacién de un hotel, solo y 57 desgraciado. Entonces comprende que no puede vivir del éxito. Todos necesitamos otra cosa, algo que no se extinga como los aplausos. Cada uno de nosotros necesita riqueza en su interior: una paz interior, una idea de su dignidad y de una absoluta libertad y seguridad. No en la lejania donde se mueye, no entre las candilejas que algunos anhelan, sino en él mismo esté lo que anhela més intensamente: autenticidad, seguridad, amor, libertad, dignidad, vida, verdad, transparen- cia y luz. 58 ETERNAMENTE ZARANDEADO DE ACA PARA ALLA em N, quiero alcanzar las metas de mis deseos. Me parece maravilloso anhelar algo que nunca puedo alcanzar. El deseo muere en el umbral de la consecucién». Son palabras de Udo Jiirgens en una entrevista al Siiddeutsche Zeitung. La estrella del rock, que ya ha cumplido 70 afios, es un cantante de mu- cho éxito, pues ha compuesto mas de 600 canciones, muchas de Jas cuales abordan el tema del amor y Jas emociones. Es asombroso. Algunos se lamentan y dicen que el deseo los pondria enfermos porque no lo pueden satisfacer. Udo Jiirgens considera una suerte que no se pueda satisfacer el deseo. El deseo nos impulsa a seguir buscando cada vez mas lejos, a ponernos en camino una y otra vez. El deseo nos man- tiene vivos. Ensancha el corazén. Es la fuente de la creativi- dad. Evidentemente, el deseo de lo que jamas se puede alcan- zar ha sido una fuente de la que el popular compositor y can- tante ha extraido los temas que ha compuesto e interpretado. Y tal vez es el mismo deseo que tantos seres humanos han sentido. «Mi alma esta partida en dos», dice el cantante al reporte- ro en la conversaci6n acerca de la tensién de su vida, aludien- do a una cancién que él mismo compuso y en la que Udo Jiirgens explica cémo vive y entiende é1 su vida: «Eternamente zarandeado de acd para alla, entre el deseo y la certeza. Aqui, lo que siento; allf, lo que sé. A riesgo de dafiarme en mis propias contradicciones. Aqui, demasiado frio, y allf demasiado calor». 59 La tension entre lo que sabe y lo que siente mantiene vivo al ser humano. Pero también puede destrozarlo y hacerle hun- dirse en sus propias contradicciones. Encontrar el equilibrio justo entre saber y desear: ahi radica, sin duda, el arte de vivir. Necesitamos ambas cosas: el saber y el deseo. Quien vive Gnicamente de su deseo puede morir abrasado en él. Para quien vive del saber, todo es frio. Necesitamos el deseo para que el calor penetre en el frio mundo de nuestro saber. SUCIO Y LIMPIO Y, en nuestro cuerpo experimentamos lo mucho que nos afectan las experiencias profundas. Cuando Ilegamos a casa cansados y empapados en sudor, deseamos tomar un bafio refrescante. Entonces nos sentimos limpios, liberados no sdlo de la suciedad externa, sino también de todas las inmundicias internas que se han acumulado en nosotros con los conflictos diarios. Esa sensaci6n de estar limpios despierta en nosotros el deseo de la verdadera limpieza. Se trata de una sensacién que va mucho mas alla de la mera experiencia corporal. No en balde se habla en sentido critico de «ropa sucia», que en este caso es tanto como hablar del lodazal ptiblico, de la ciénaga moral. Justamente en nuestro tiempo, en que a diario la opi- nion ptiblica se ve conmocionada por escandalos econémicos y casos de corrupcién, anhelamos integridad y pulcritud. Tenemos el profundo y certero convencimiento de que debe- riamos vivir de otra manera. Deseamos personas que sean en si claras y sinceras, que cumplan su tarea con dnimo puro, sin segundas intenciones, que no quieran enriquecerse de manera ilicita. Se dice que la suciedad es contagiosa. Al momento nos vemos arrastrados por la suciedad que nos envuelve exterior- mente. Nos dejamos contaminar por las emociones de los demas. Esto se pone de manifiesto en los detalles pequefios y en la vida diaria. Tan pronto como criticamos a un vecino 0 a un compafiero de trabajo, nos mostramos con nuestras ocultas emociones. E inmediatamente el encono ajeno se mezcla con el propio. Consecuencia: nos sentimos sucios. A menudo tar- damos en darnos cuenta de lo mal que nos va. Las emociones de los demas y las nuestras se superponen en nosotros como capas de polvo. 61 En tales situaciones anhelamos la limpieza interior y exte- rior. Los primeros monjes hablaban de la limpieza de corazén. Esa era su meta. Conocian el anhelo de un amor limpio y no mezclado con pretensiones de posesién, el anhelo de una bon- dad limpia que no calcula, el anhelo de una amistad limpia y no impuesta. Quien consigue tener un coraz6n limpio ve al ser humano tal como es, sin proyectar sobre él sus propios aspec- tos oscuros. Percibe las cosas como son, sin verter en ellas sus segundas intenciones. «Para los limpios todo es limpio» dice la Biblia (Tt 1,15). Anhelamos el coraz6n limpio que recono- ce en cada ser humano el anhelo de limpieza. Su limpieza irra- dia y hace que su entorno también sea limpio. 62 LIBERTAD QUE SE CONVIERTE EN ATADURA Seasin el jesuita indio Anthony de Mello, el deseo puede Ile- gar a ser una atadura. «Incluso el deseo de libertad es una ata- dura. Nadie que se preocupe de su libertad es realmente libre. Sélo los satisfechos son libres». Se trata siempre de encontrar la medida justa. Si siempre y inicamente ando girando en torno a mi deseo de libertad, el deseo se convertiré en preocupacién. Y si me preocupo de mi libertad, entonces no soy libre. Sélo seré libre si me acepto. Lo importante es que esté en paz conmigo mismo, tal como soy. El deseo auténtico conduce a la reconciliacién, incluso con mi fragilidad y mi limitacion. Por el contrario, el deseo empobrecedor y opresor traspasa mi realidad actual Incluso la desdefia. Sdlo se da por satisfecho cuando se realiza. Pero asi no me doy cuenta en absoluto de que sdlo lo tendré todo en el momento en que sea uno conmigo mismo y con Dios. Los antiguos entendian que el deseo no esta refiido con la experiencia de ser uno, sino que le infunde tensién interna. Mantiene viva la unidad y la protege para que no se convierta en una amalgama sin consistencia. 63 Ill AFECTADOS EN LO MAS [NTIMO LA PROPIEDAD MAS AUTENTICA E, una entrevista concedida al cumplir los 90 afios, Ernst Bloch dijo: «En mi vida he descubierto que el deseo es la Gnica propiedad auténtica del ser humano». Tiene raz6n: el ser humano puede mentir en todo. Podemos exhibir todas las virtudes y, aun asi, fingir. En todo se puede infiltrar algo falso, algo no auténtico. El amor puede no ser auténtico. La cortesia puede ser exclusivamente producto de la educacién. El pres- tar ayuda puede responder a motivos egoistas. Sdlo tenemos que observar sinceramente nuestras propias actitudes: nuestra justicia puede estar mezclada con la dureza; nuestra entrega a otra persona, con pretensiones de posesién; nuestra ayuda, con intereses de poder... S6lo hay una cosa que no podemos falsear: el deseo, pues el ser humano no puede manipularlo. El ser humano es su deseo. El deseo es realmente la propiedad mis auténtica de todas las personas: simplemente, esta ahi. Se agita en nuestro corazén, tanto si queremos como si no. Cuando una persona desea algo, entra en contacto con su corazén. Ciertamente, puedo fijar mi deseo en objetivos a corto plazo, como, por ejemplo, obtener el primer premio de Ja loteria o ver ganar a mi equipo de ftitbol. Pero incluso en ese deseo resuena siempre el deseo de algo mas, el deseo de éxito en la vida, el deseo de felicidad. Para Agustin, en todo deseo alienta, en Ultima instancia, el deseo de plenitud, del absoluto vivo. Y ese deseo es al mismo tiempo la confesién mas sincera de que, tal como soy, no he Hegado atin a la meta; de que el mundo, tal como es, atin estd en proceso de desa- rrollo; de que atin no ha Ilegado lo auténtico. El deseo no es sélo el sentimiento mas auténtico. También puede contribuir a la sinceridad frente a la vida propia. A 67 menudo conozco a personas que todo tienen que pintarlo con los colores més bellos. Si hablan de las vacaciones, éstas fue- ron absolutamente fantdsticas; si han asistido a un cursillo, fue la experiencia mds profunda que jamds hicieron. A veces tengo la sospecha de que esas personas tienen que baiiarlo todo en una luz color de rosa para encubrir su decepcién, pues en realidad su vida es como cualquier otra. Durante las vaca- ciones se produjeron muchos desacuerdos en el matrimonio. Pero con los demas hay que decir que fueron maravillosas. Uno tiene que demostrarse a si mismo que todo cuanto hace es correcto. Pero detras de la fachada la situacién es comple- tamente diferente. El deseo me permite contemplar mi vida con sinceridad. No tengo que exagerar. No tengo que demos- trar a los demas el profundo contenido de mis experiencias y los gigantescos progresos que he realizado en mi camino inte- rior. Me tomo a mi mismo tal como soy: una persona como tantas otras, pero que ademas busca, con éxito y sin éxito, una persona sensible e insensible, espiritual y, al mismo tiempo, superficial. Me es licito contemplar mi vida tal como es, pues mi deseo va mds alld de esta vida. En el deseo no manipulo. E] deseo esté simplemente ahi. Y s6lo ahi, donde esta el deseo, hay realmente vida. Sélo ahi, cuando me entrego al deseo, percibo Ja huella de la vida, descubro mi propia vitali- dad. Y en la huella de una vitalidad cada vez mds grande supero mi propia estrecha limitacién. 68 BAJO LA SUPERFICIE E, la mayoria de casos valoramos a las personas por lo que han conseguido. Preguntamos hasta dénde han Iegado en su profesién, cuantos conocimientos han acumulado, cuantas propiedades han adquirido. No obstante, eso no es més que la superficie de una persona. El escritor drabe Khalil Gibran pro- pone otra perspectiva: «Para comprender el corazén y la mente de otra persona no mires lo que ha alcanzado, sino lo que desea». Khalil Gibran dice con intuitiva claridad: Sélo mediante la contemplacién de su deseo podemos comprender realmente el corazén y la mente de una persona. Que el deseo nos permite echar una mirada al coraz6n de una persona, es algo que se comprende inmediatamente. Las posesiones con frecuencia enmascaran el corazén. Las personas que han ascendido en la escala profesional a menudo nos ocultan lo que las mueve en lo mas intimo. En su actividad apuestan por la pura racionalidad, y en sus relaciones con los demés por la seguridad propia; en su relacién con la realidad valoran mucho el principio de objetividad. Como funciona realmente el coraz6n de esa persona es algo que, a decir verdad, no sabe- mos. Pero si una persona s6lo desea tener, su coraz6n se sen- tira cada vez més inquieto e insatisfecho. Si una persona sdlo desea éxito, su coraz6n siente frio. En cambio, si una persona desea autenticidad, amor, justicia y bondad, su corazén se mantiene vivo. Todo esto se comprende inmediatamente. Pero Khalil Gibran va mas alld cuando dice que empezamos a compren- der la mente de una persona cuando miramos su deseo. Eso es lo sorprendente. Estamos absolutamente convencidos de que raz6n y deseo son antitéticos. Pero, de acuerdo con la pers- 69 pectiva del poeta, el objeto del deseo permite inferir la calidad de la raz6n. Si una persona s6lo atiende a la rapida satisfac- cién de sus necesidades y a las ganancias a corto plazo, su inteligencia es corta. Aunque tenga un alto coeficiente de inte- ligencia, su mente esta subdesarrollada. Sélo tiene realmente entendimiento quien fija su mirada en los bienes que real- mente pueden satisfacer su deseo. En Ultima instancia, sélo pueden satisfacer nuestro deseo aquellos bienes que trascien- den este mundo y apuntan més alld. Quien desea tener amor no desea tan sélo tener a una persona concreta que le quiera y a la.que pueda querer. En Ultima instancia, en el deseo de amor se esconde siempre la idea de un amor infinito que es mas que amar y ser amado. Es el deseo de ser amor. El que es amor tiene parte en la realidad del absoluto. Algo similar ocu- tre con la belleza. Quien desea belleza desea, en tiltima ins- tancia, perderse en la contemplacién de la belleza, participar de la belleza, ser él mismo bello. Esto es valido para todos los bienes, para la justicia, para la verdad, para la bondad, para la compasi6n, para la sabiduria. Todas esas actitudes estan abier- tas a una realidad infinita. Y nos Hevan a ella, mds alld de muestras limitaciones. Quien desea conocer esa realidad mds amplia es el verdadero sabio. Su entendimiento ve a través de lo que tiene delante de los ojos, y entonces comprende toda la realidad. 70 4ES REALMENTE TUYO? N. es pobre quien desea poco, sino quien desea siempre mas». Cuando, hace algtin tiempo, se hundié la bolsa de valo- res, un especialista en la materia trat6 de consolar con este antiguo proverbio chino a los espectadores televisivos cuyas cuentas bancarias se habjan arruinado subitamente. De hecho, esa idea, expresada hace mds de dos mil afios por un fildsofo de una cultura completamente diferente, tiene mucho que ver con nuestro tiempo, pues parte del conocimiento del corazén humano. Hoy también muchas personas quieren tener. Pien- san que, cuando tengan bastante, podran encontrar por fin la paz. El tener ejerce una peculiar atraccién. Pero suele ocurrir que al cabo de poco tiempo uno ya no disfrute con lo que tiene, que pasa a formar parte de la rutina de la vida diaria. Por eso siempre quiere tener ms. Lo poseido ya esta perdido. Ha perdido su atractivo. A diferencia de los objetos que se poseen, el deseo no parece ser algo sélido. Y, aun asi, podemos decir: «Sdlo lo que deseamos es propiedad nuestra. Lo que poseemos ya lo hemos perdido». Alfred von Harnack, a quien debemos estas pala- bras tiene raz6n: lo que deseo estd en mi coraz6n. Me perte- nece integramente, y no me lo pueden arrebatar. Ninguna persona codiciosa, ninguna inundacion y ningtin fuego pueden destruir lo que yo deseo. Esté en mi corazon. Es verdadera, realmente mio. 71 UNA PARADOJA | E idioma aleman relaciona la palabra Sehnsucht (deseo, anhelo, nostalgia) con Sucht (mania, adiccién), Krankheit (enfermedad) y Schmerz (dolor). Wilhelm Raabe ve el deseo desde otra perspectiva: «El corazén del ser humano alcanza su maxima felicidad cuando desea realmente», {Justamente cuando desea? {.Qué experiencia pudo llevar al poeta a esa idea? Naturalmente, quien desea algo no es feliz, en cuanto que feliz es aquel que ve satisfecho su deseo. El no tiene todo lo que necesita para vivir. No puede darse por satisfecho. Y, sin embargo, la persona que desea posee todo lo que necesita. Incluso en la mayor carencia, tiene el deseo de aque- Ilo que mas profundamente satisface a su alma. En el deseo supera el momento, le satisfaga o le decepcione. Es cierto. Quien desea algo es més independiente de los acontecimientos del dfa. Sile ha ido bien o no durante el dia, si ha recibido o no la visitaesperada, si los encuentros fueron venturosos 0 dolorosos, el deseo no se ve afectado por ello. El deseo participa de laparadoja del amor. Quien estd ena- morado se siente enfermo de amor, y al mismo tiempo no podria ser mas feliz. En cuanto que desea a la persona amada, percibe la felicidad del amor. Asi pues, el deseo transmite también una experiencia propia de la felicidad. Es la felicidad que nos corresponde, que 10s espera. Y esa felicidad que skseamos estdé en nosotros con el deseo. Es indestructible, precisamente porque atin no estd 72 aqui y porque, en definitiva, sdlo en Dios nos ser4 dada en toda su plenitud. Los Padres de la Iglesia hablaban de la alegria indestruc- tible, una alegria que no nos puede ser arrebatada ni siquiera por la enfermedad y la desgracia. En el deseo vive en nosotros algo de esa alegria in- destructible. 73 EL BIENAVENTURADO FUNDAMENTO DEL ALMA a 8 8 Aitgunos opinan que la tarea de la psicologia consiste en apartar a las personas de su deseo y Ilevarlas a la realidad. El terapeuta Klaus Renn propone otro enfoque. El ve en el deseo un camino para acceder a la plenitud de la vida, y escribe: «Si, detrés de tu vida diaria, sigues el deseo de una determinada manera, descubres la huella de la plenitud de tu vida. El ELLO se une, como por si mismo, con tu fuente de poder. Y en tu personal proceso de interiorizacién surgen por si mismas nue- vas representaciones y nuevas imdgenes sobre ti mismo que son provechosas y generan energia. El interior desea sencilla- mente alegria, jovialidad, placer..., tanto como auténtico do- lor..., verdadera ira..., y profundidad real... Y por debajo/por detras de todo ello espera en tu profundidad una alegria —sen- cillamente asf—, un bienaventurado fundamento». Si, como Klaus Renn, entendemos el deseo como camino para acceder al bienaventurado fundamento del alma, ello no significa una huida de la realidad, pues ese camino no se apar- ta de nuestra vida diaria, sino que pasa por ella. Si percibimos conscientemente nuestro quehacer diario, descubriremos el deseo que se esconde detrds de todo cuanto decimos, pensa- mos y hacemos. Nos libera de la fijacién en lo apariencial y nos permite mirar mds profundamente en nuestra propia alma. A través del deseo establecemos contacto con las fuentes inte- riores de nuestra fuerza. El nos Ileva a nuestra propia profun- didad. Y ahi, en la profundidad -los misticos hablarian del «fondo del alma-, nos encontramos con nuestro deseo de ale- gria, de sentimientos auténticos. El alma anhela lo primige- nio, lo no falseado, lo auténtico, lo que no esta enmascarado 74 por las convenciones ni desfigurado por las expectativas pro- pias 0 ajenas. Este es, en realidad, un camino terapéutico. Conduce a las fuentes de la fuerza que brotan en el fondo de nuestra alma. La fuente mds profunda en la que podemos beber es la alegria. Esté ya a punto, en el fondo de nuestra alma: un fondo biena- venturado que nos espera en la profundidad propia. También una persona que se siente inmersa en sentimien- tos depresivos puede percibir ese deseo y tomarlo como con- ductor. No debemos ignorar nuestros sentimientos depresivos, pero tampoco debemos hundirnos en ellos. Precisamente nuestra tristeza reclama el deseo que pueda Ilevarlos hasta ese fundamento, en el que nos esperan la alegria, la paz, el amor, la vitalidad y la libertad. Todo sentimiento al que seguimos hasta el fondo nos pone en contacto, mediante el deseo, con el fundamento bienaven- turado. Toda emocién que percibimos conscientemente en nuestro cuerpo nos pone en movimiento. Si nos dejamos mover, llegamos, a través de cada emocién, hasta el fondo propio, en el que somos plenamente nosotros mismos, somos uno con nuestra verdadera esencia, uno con Dios, fundamen- to de toda alegria, con Dios, fundamento bienaventurado. 75 NO EXIGIR DEMASIADO D. nada sirve huir de Ja realidad de nuestra vida y correr a refugiarnos en la irrealidad de un mundo imaginado a nuestra medida. El deseo puede perfectamente ser una ayuda para aceptar nuestra realidad, para no reprimirla. Si percibimos en nosotros un deseo de algo que pertenece al mundo del mds alla, a un lugar que trasciende este mundo, podemos reconci- liarnos con la realidad, a menudo trivial, de nuestra vida, sin tener que embellecerla ideolégicamente ni halagarla con boni- tas palabras. Entonces no nos sentiremos defraudados si el ser al que queremos no puede satisfacer nuestro mas profundo deseo de amor absoluto. Ni exigiremos demasiado a nuestro cényuge con expectativas que nadie puede cumplir. Una y otra vez observo que las personas esperan, de aquella otra a la que aman, que las salve, las redima, las libere y dé un sentido a su vida. Pero ésas son expectativas que ninguna persona puede satisfacer. El deseo relativiza las expectativas que hemos depositado en alguien, de modo que podamos verle tal como es y com- portarnos unos con otros como personas. Entonces no tene- mos que verlo como un valor absoluto y confundirlo con Dios, al que nunca podra igualar. 716 ADENTRARSE EN LA PROPIA IMAGEN E. el discurso de agradecimiento que Karl Rahner pronun- cié con motivo de los actos organizados en su honor al cum- plir los 80 afios en Friburgo de Brisgovia, su ciudad natal, cité estas palabras del fildsofo de la religién danés Séren Kierkegaard: «Anhelante saluda el que soy al que podria ser». En estas palabras del gran tedlogo resuena la melancolia, y también la modestia. Por eso impresionaron a los oyentes. Quien, después de ochenta afios y una vida infatigable, que ha producido una cosecha inusualmente abundante, puede confe- sar que atin no es el que desearia ser, pone de manifiesto su grandeza interior. Todos experimentamos esa divisién. Tenemos imdgenes de cémo queremos ser. Y deseamos convertir en realidad esas imagenes interiores. Queremos ser sosegados, amables, mo- derados, disciplinados, vitales, libres, abiertos... Deseamos estar llenos de amor. Pero entonces comprobamos con dolor, una y otra vez, que, como tantos otros, nos vemos zarandea- dos de aca para alld entre el amor y el odio, entre la discipli- na y la falta de disciplina, entre la amabilidad y el mal humor, entre la vitalidad y la apatia. Durante toda nuestra vida dese- amos crecer, madurar, estar mds contentos, mas equilibrados, ser mds amorosos. Uno puede pronunciar las palabras de Kierkegaard con resignaci6n. En ese caso, el anhelo correria el peligro de con- vertirse en autocompasi6n. Nos ahogarfamos en ella, conven- cidos de que nunca conseguiriamos ser lo que realmente dese- amos. Ese anhelo no nos permitirfa avanzar. Entonces, con- templar con mas detenimiento nuestra propia verdad seria como una huida. 77 Las palabras del filésofo danés también se pueden enten- der de otra manera. Si deseo ser el que podria ser, me proyec- to en pos de esa figura que veo en mi interior. El deseo es como un miisculo que se tensa y se estira, lo que a su vez me proporciona una nueva perspectiva: entonces, el deseo me ensefia el camino del crecimiento interior, de modo que pene- tre mds y més en la imagen que me he formado de mi mismo. A decir verdad, tengo que comprobar constantemente mi ima- gen y ver si corresponde a mi manera de ser 0 si, por el con- trario, es una ilusi6n con la que desearfa huir de la realidad propia. 78 LA DECEPCION NOS MANTIENE DESPIERTOS La decepciones forman parte de la vida. Nuestra familia nos decepciona, nuestra profesién nos decepciona. Estamos incluso decepcionados de nosotros mismos. Nos hemos hecho ilusiones acerca de nosotros y de los demas, y nos hemos equivocado. Reconocerlo es doloroso. Muchos prefieren igno- rar una verdad dolorosa. Pero eso tiene un peligro: se dedican a huir constantemente de sf mismos, no encuentran nunca la paz. Si reconocemos nuestro deseo, podemos reconciliarnos con nuestra profesién, que no satisface nuestras expectativas. Entonces estamos en paz con nosotros mismos, con nuestras faltas y nuestras debilidades. En modo alguno tenemos que estar satisfechos de nosotros mismos. Nuestro deseo va mas alla. La mas hermosa profesién no puede satisfacer nuestro deseo por si sola. El deseo relativiza todo lo que hacemos aqui. Con ello nos libera de la enconada lucha por un éxito y un reconocimiento cada vez mayores. Nos libera de la presién a que a menudo nos sometemos a nosotros mismos. Observo que muchas personas no estan en sf mismas sino en otro lugar, en lo que los demas esperan de ellas. Y como consideran que deben satisfacer esas expectativas, se someten a presién a si mismas. El deseo nos pone en contacto con nosotros mismos. Si lo percibo, es que estoy en mi corazén. Ahi los demas no tienen ningtin poder sobre mi con sus expectativas. El deseo me evita tener que reaccionar con resignacién a las decepcio- nes de mi vida. Por el contrario, la decepcién mantiene des- pierto mi deseo. En muchas conversaciones he podido comprobar clara- mente otro detalle: el deseo auténtico también me ayuda a ma- nejar mejor las decepciones de mi vida. El deseo de lo autén- 79 tico y del secreto de mi vida serd activado tanto por su reali- zacién como por la decepcién. Cuando disfruto de una con- versacién con un amigo, surge al mismo tiempo el deseo de una comprensi6n y una unidad totales. El deseo me ayuda a percibir toda la profundidad de la conversacién y a dejarme guiar por ella, mas alla de mi mismo. Cuando paso unas boni- tas vacaciones, anhelo absoluta libertad y vitalidad. El deseo no malogra mis vacaciones, sino que me permite vivirlas en su verdadera dimensién y en sus verdaderas expectativas. Entonces ya no tengo miedo a caer de nuevo en la depresién después de las vacaciones, pues el deseo que éstas han des- pertado permanece vivo y activo en mi. El deseo no es el ene- migo de la satisfaccidn, sino lo que me permite percibir el amor, la seguridad, el encuentro, la felicidad en su plenitud. Precisamente porque lo que Vivo no es todo, sino que apunta, més alld, a la verdadera plenitud, puedo disfrutar de lo que tengo ahora en libertad y alegria interior. No tengo que aferrarme febrilmente a los buenos momentos. Puedo desprenderme de lo ya vivido. Me ha afectado y, porlo tanto, ha despertado el deseo en mi. Eso permanece en mi. 80 CUANDO UNO NO PUEDE MAS a & @ Un y otra vez me encuentro con personas que se quejan de que la vida con sus congéneres es muy dificil. A unos les parece que su cényuge es poco comprensivo. A otros les pone nerviosos algtin compaiiero de trabajo. Y a otros la comuni- dad les decepciona una y otra vez con su mediocridad y su superficialidad. Conozco a personas que viven en una comu- nidad y se lamentan amargamente de que ésta es muy limita- da. Todo lo que hacen para que la vida colectiva sea mas viva fracasa. Se sienten frustrados y amargados. Naturalmente, debemos trabajar para que entre nosotros se cree un clima de comprensi6n y benevolencia. Pero a veces nos encontramos con nuestras limitaciones. La pregunta es: {debo luchar contra mis limitaciones o permitir que refuercen mi deseo? Entonces puedo reconciliarme con ellas, no por resignaci6n, sino por la certeza de que me mantienen vivo y me sumergen més profundamente en mi deseo, acercéndome a Dios. También puede ocurrir que me sienta decepcionado de mi trabajo, el cual es demasiado monétono o me exige demasia- das energias. Hay en él muchos vacfos y muchos absurdos, y percibo que estoy Hamado a otra cosa. En semejante situa- ci6n, me encuentro ante una verdadera, alternativa: puedo Jamentarme de que los demas coarten mi felicidad, de que mi situacién profesional me haga imposible tener paz interior, o puedo asumir conscientemente la decepcién, pues estimula mi deseo, me pone realmente en contacto con él. Entonces puedo contemplar sosegadamente mi vida. Estoy libre de la fijaci6n 81 en mis expectativas y pierdo el miedo a que éstas no se vean satisfechas. Al margen de lo que viene hacia mi, percibo el deseo en mi. Y el deseo me pertenece. Es mio. Me libera de la estrechez en que me sumen los conflictos cotidianos. Infunde alas a mi alma para que no sea presa de las fricciones y las decepciones de cada dia. 82 PLENAMENTE EN EL MOMENTO Cuando estaba en la carcel de Tegel, el tedlogo y defensor de la libertad Dietrich Bonhoeffer medité mucho sobre el sentido de la vida y el secreto de los seres humanos. Cuando le arreba- taron todo lo que tenia —su profesi6n, su libertad, su novia—, se vio frente a la verdad desnuda de su vida. Esto le condujo a una serie de nuevas percepciones que todavia siguen fecundando y planteando retos a la teologfa. En sus apuntes, publicados con el titulo de Widerstand und Ergebung [«Resistencia y sumi- sién»], observa: «Pero, a diferencia de lo inacabado, ,no perte- nece a la esencia del ser humano el que el mayor peso de su vida esté siempre justamente allf donde se encuentra, y que el anhelo de satisfaccién de sus deseos no consiga apartarle de donde se encuentra, de ser totalmente lo que es?». Dietrich Bonhoeffer piensa en la esencia del ser humano. Y descubre que éste acepta el momento actual con sus retos. Los deseos no le impiden tomar parte en lo que le correspon- de en ese momento. Por Jo tanto, el deseo no Je aparta de sus luchas diarias. Por el contrario, Je permite estar de Ileno en el momento y ser totalmente él mismo, defenderse a sf mismo y defender su verdad. Evidentemente, Bonhoeffer conoce también otro deseo que impide que el ser humano asuma lo ya conseguido: el deseo como huida de la realidad. Pero eso seria un deseo enfermizo, un deseo infantil que pretende eludir Ja realidad, en vez de construirla de manera activa. El deseo sano lleva al ser huma- no a estar plenamente alli donde esta y a afrontar lo que ha reconocido como necesario. En el deseo, el ser humano tras- ciende este mundo y cada momento, pero no para dejarlo todo tras de si, sino para formar este mundo desde una perspectiva superior y para asumir la responsabilidad sobre el mismo. 83 ARMONIA Y TENSION Todos y cada uno de nosotros conocemos el deseo de armo- nia. Los conflictos castigan. A muchos les cuesta soportar una atmésfera de peleas y desavenencias. Las personas que en su infancia tuvieron que vivir constantemente los conflictos entre sus padres no soportan las peleas cuando Ilegan a la edad adulta, porque inmediatamente les evocan las traumaticas experiencias de su infancia. Tienen miedo de que el suelo desaparezca bajo sus pies. Para ellos, los conflictos son una amenaza. Para poder sobrevivir cuando eran nifios, cerraron los ojos ante los conflictos. Y ese modelo de vida les acom- pajia todavia hoy. Su deseo de armonia es comprensible. Les permite sobrevivir. Pero si estas personas heridas no superan los conflictos de su infancia, caen inevitablemente, una y otra vez, en conflictos que suponen otras tantas amenazas para sus vidas. No deben utilizar -erréneamente- el deseo para eludir conflictos. Como toda actitud, el deseo también tiene algo dual. Me puede impulsar a crear en torno a mi una atmésfera de comprensién y armonja. Pero también puede Ilevarme a alejarme de todos los conflictos y a esconder todos los pro- blemas debajo de la alfombra. Entonces sdlo se produce una armonia aparente. A quien busca armonia el deseo debe moverle a trabajar en la correcta solucién de los problemas. Entonces el deseo se convierte en una bendicién no slo para esa persona, sino también para las de su entomo, El deseo de armonja es ambivalente. Puede conducir a la huida de la realidad, pero también convertirse en el motor capaz de hacer que personas enemistadas entre si se sienten a una misma mesa, comenten abiertamente sus problemas y 84 busquen una solucién. Con ello se demuestra que personas con diferentes opiniones pueden dialogar abierta y honrada- mente sin encubrir las contradicciones. Aun asi, el deseo de armonia no debe llevar a ignorar las contradicciones de la propia alma, todas las cuales nos son conocidas: las contradicciones del amor y la acrimonia, el deseo de paz y el impulso hacia fuera, introversién y extra- versiOn... Aprecio de los sentimientos propios y desprecio del cuerpo, tristeza y alegria, confianza y miedo, soledad y com- paiifa... A menudo son tan fuertes que destrozan a la persona. Pero también pueden generar vida a raudales, pues sin tensi6n no hay vida. No se trata de eliminar precipitadamente la tensién del coraz6n 0 sacrificar el deseo de armonia, sino de hacer que ambos fructifiquen. Busca, pues, la tensién que la vida y el amor hacen afluir hasta ti, para que de ti fluya la vida hacia las personas de tu entorno. 85 A TODO GAS e au @ Avathony de Mello ve también en el deseo un peligro. Uno puede sumergirse en su deseo hasta el punto de eludir la vida que Dios le tiene asignada, El deseo sano me permite decir «si» a mi vida, a pesar de su trivialidad y mediocridad. Pero todavia hay otro deseo, un deseo que nunca esta satisfecho y siempre quiere mds. De Mello dice acerca de él: «Muchos creen que, si no tuvieran deseos, serfan como un pedazo de madera. No obstante, en realidad sdlo perderfan su tensién. Libérete de tu miedo a fracasar, de la tensién que supone la obligaci6n de triunfar, y pronto serds ti mismo, sin tensién. Entonces ya no conducirds a todo gas». El deseo del que esté hablando De Mello aleja al ser humano del momento en el que ocurre lo decisivo. Algunas personas, en lugar de vivir en el presente, se proyectan con su deseo hacia el futuro y alli buscan la vida. Sin embargo, si no encuentro en el momento lo que constituye la vida, tampoco lo percibiré en el futuro. 86 LA SABIDURIA DE TAGORE Mis ojos han visto mucho, pero no estén cansados. Mis ofdos han ofdo mucho pero piden atin més». El fildsofo y poeta indio Tagore, al que pertenece este pensamiento, viajé mucho por el mundo. Aun asi, sus ojos no se cansaban de con- templar su belleza. Esta claro que tenia una sensibilidad espe- cial para la belleza y para lo secreto de este mundo. En todo lo que veia descubria algo de la belleza de Dios. Y en los ros- tros de las personas vislumbraba sus experiencias y sus dese- os. En sus construcciones, en su cultura, vefa el secreto del coraz6n humano. El que sabe mirar de manera que se hace uno con el mirado, de manera que incluso se olvida de si mismo en el mirado y ve lo invisible, ese nunca sentird los ojos cansados. A veces nos tapamos los ofdos para no oir el ruido que se produce alrededor de nosotros. O cuando algunas personas nos cuentan sus problemas y consideramos que ya hemos oido bastante. No queremos ofr mas. Tagore oy6 mucho en sus via- jes. Escuch6 a las personas que conocié. Y nunca le parecié demasiado. Siempre queria oir mas. ;Tenia curiosidad? Creo que no. Hay personas que quieren oir constantemente historias escandalosas. En tal caso, el ofr no hace ningtin bien. Sus oidos perciben lo que de ningtin modo hemos querido decir. Tagore escuchaba de otra manera. Al ofr, prestaba atencién a lo inaudible, a lo que resuena en las voces de Jas personas, a los matices, al deseo que sus palabras delatan. El que asf oye pide mas y escucha el secreto de la vida. Y ésta es tan rica que nunca Ilegamos al final. 87 CONTAGIADO DE LA BELLEZA aw f& Ei deseo hace que todo florezca». ; Qué experiencia puede esconderse detras de esta frase del escritor francés Marcel Proust? Si anhelo el amor, una rosa me recuerda el amor que me ofrecié la persona amada. Y la rosa ya florece para mi de otra manera. El robusto 4rbol que cautiva mis ojos también despierta en mi el anhelo de persistencia, de solidez, de auto- confianza y de fuerza. El deseo me permite contemplar el rbol con otros ojos. No hace mucho, pasé mis vacaciones anuales en la Tos- cana. Un dia me senté en una colina y me puse a contemplar el amplio paisaje. No me cansaba de mirar. No miraba mon- tafias o pueblos concretos. Sencillamente, estaba sentado y miraba. Percibja que el paisaje me hacfa bien. La tranquilidad que me envolvia Ilenaba mi corazon. A través de la vista y el oido establecfa contacto con mi anhelo de belleza, paz, hogar e inmensidad; el anhelo de estar inmerso en la creaci6n. Y percibi la diferencia: si hubiera contemplado aquel pai- saje inicamente con ojos deseosos de saber dénde est deter- minada montafia o determinada ciudad, me habria levantado al cabo de poco tiempo. Habria satisfecho mi curiosidad, pero el paisaje habria permanecido muerto para mi. En cambio, como me dejé contagiar de su belleza y su inmensidad, el paisaje adquirié otra cualidad para mi. Empez6 a florecer. Sentf paz, plenitud, inmensidad. El paisaje me hizo bien. Me proporcio- né paz y felicidad. Percibila calma en la que resonaba lo inau- dible. Miraba y miraba, yno me cansaba de mirar. No miraba cosas concretas, sino la inmensidad, lo idflico, lo tranquiliza- dor, el misterioso encanto que emanaba de aquel paisaje. Puedo imaginar que cerés de las palabras de Marcel Proust se esconden experiencias similares. Cuando él miraba las cosas con los ojos del deseo, étas empezaban a florecer ante sus ojos. 88 FUEGO DEL ALMA E tedlogo y psicélogo holandés Henri Nouwen se sentia espiritualmente emparentado con su compatriota Vincent van Gogh. Percibfa en sf mismo algo del desgarro del gran pintor. Pero, al mismo tiempo, le atraia el fuego que vefa en las pin- turas de su compatriota. Acerca de ellas, el pintor habia dicho exactamente: «No hay que dejar que se extinga el fuego del alma, sino avivarlo». Vincent van Gogh era una persona apasionada y un bus- cador de Dios. Se sentfa profundamente unido a los pobres y a los marginados. Y sofiaba con «expresar la esperanza me- diante una estrella, el deseo de un alma mediante una radian- te puesta del sol». Nunca dejé que se apagara el fuego que ardia en su alma, sino que, por el contrario, lo avivaba cons- tantemente, incluso cuando le Ilevaba al borde de la desespe- racién. Durante su vida, nadie quiso sentarse junto a esta «estufa» para calentarse. Su hermano Theo sélo consiguié vender un cuadro suyo cuando Van Gogh atin vivia. Sin embargo, hoy, en opinion de Henri Nouwen, muchas personas se toman el tiempo necesario para estudiar sus cuadros, pues intuitivamente perciben en ellos el fuego que Hena de calor sus frios corazones. Y asf también en ellos empieza a arder el fuego que se ha apagado a causa de la agitacién de sus vidas. El fuego que Van Gogh llevé durante toda su vida en el alma arde todavia en sus cuadros. La «chispa» que salta de ellos tiene su fundamento en el calor y el fuego humanos del artista. Sdlo quien tiene fuego en si puede inflamar a otros. Quien contempla hoy los cuadros de Van Gogh y se sumerge en ellos, establece contacto de inmediato con el deseo de amor, con la fuerza que impulsaba al apasionado artista a pintar y a dejar que también otros participaran del fuego que Je abrasaba y que habia en sus cuadros. 89 PALABRAS MAGICAS U, canto duerme en todas las cosas Que aqui suefian y suefian sin descanso, Y el mundo se pone a cantar. Tan sélo tienes que dar con la palabra magica» Este poema de Joseph von Eichendorff se convirtié en una especie de himno identificador del romanticismo. Aun asi, transciende el tiempo de su creacién y el ambito de la poesia. Todo aquel que desea expresar algo a través del lenguaje, todo escritor, desea encontrar la palabra justa, esa palabra que es como una lave que abre el secreto del mundo. Yo experimen- to lo mismo cuando escribo. Me duele que las palabras no expresen lo que siento en lo mds intimo y lo que deseo decir. Escribir es una lucha por dar con palabras que afecten al cora- zon y lo abran a aquello que desea en lo més profundo. Algunos opinan que los poetas y los escritores ya han dicho todo lo que hay que decir. Y yo mismo hace ya mucho tiem- po que dije todo lo que hay en mi. Entonces, ,por qué seguir escribiendo? Escribir es el intento de dar con el secreto que anida en todas las cosas. Eichendorff expresa de manera insu- perable ese deseo de dar con la palabra justa. El est conven- cido de que la palabra justa hace que el mundo cante, pues en todas las cosas duerme un canto. Es el canto del deseo de auténtica belleza que anida en todas las cosas, el deseo de amor que impregna todas las cosas, el deseo de vida que en la creacién fluye hacia mi y me vivifica. Si encuentro la palabra magica, la palabra clave, el mundo se pone a cantar, y enton- ces resuena el verdadero himno en honor de quien creé este mundo y esta vivo en todo cuanto existe. En todo cuanto 90 vemos duerme lo oculto, en lo cual, a su vez, se oculta el mismo Dios. Asi pues, toda lucha por dar con la palabra justa pretende realizar el descubrimiento de lo oculto, poner de manifiesto lo invisible, convertir en palabra lo indecible. Aunque muchos poetas nos han abierto los ojos para que veamos el secreto que anida en todas las cosas, las diferentes €pocas necesitan constantemente nuevos poetas que nos rega- len las palabras magicas con que podamos abrir el secreto infinito y siempre insondable que esta presente en todo. 91 SUENOS PELIGROSOS woe Coaando éramos nifios, todos tenfamos nuestros suefios so- bre lo que queriamos ser en la vida. Muchos adultos rechazan sus suefios infantiles como si fueran simple espuma. Prefieren adaptarse a la realidad. Pero con ello su vida se hace a menudo insulsa y vacia. Funcionan, pero no viven. Los suefios forman parte de la vida. Sin suefios que trasciendan el quehacer diario, perdemos nuestra vitalidad y nuestra fantasia. «Si es peligroso sofiar un poco, el remedio no consiste en sofiar menos, sino en sofiar mas, incluso sofiar todo el tiem- po». Esto lo dijo Marcel Proust. El autor de En busca del tiempo perdido, una de las grandes novelas sobre el recuerdo y el deseo, cuando habla de suefios peligrosos, no se refiere a los suefios que nos invaden de noche, sino a los suefios que nosotros mismos construimos durante el dia. Marcel Proust reconoce que los suefios son peligrosos. De hecho, desestabi- lizan las relaciones. Los tiranos siempre han abominado de los suefios, pues los seres humanos suefian con la libertad inclu- so en la mayor de las tiranfas. Y en sus suefios se sienten libres. El tirano s6lo puede controlar sus relaciones exteriores, pero no su alma, que en los suefios de inmensidad y libertad se inventa sus propios espacios. En los suefios se hace visible que nuestra alma no se deja encerrar en ninguna jaula, ni en la de un tirano ni en la de las obligaciones diarias. Marcel Proust nos da un consejo que parece paraddjico: sofiar durante todo el tiempo. {No es un consejo exento de realismo? {No significa una huida a un mundo imaginario? Obviamente, el escritor francés no nos dice que debamos refu- giarnos en los suefios para eludir las exigencias de cada dia. Para él se trata mds bien de sofiar contra la tiranfa de lo apa- 92 riencial, de arrebatar su poder al comportamiento superficial. Hay algo mas que el trabajo y la pura supervivencia. Esta el mundo de la fantasia, en el que entramos en contacto con las posibilidades de nuestra alma, con la riqueza interior que Dios nos ha regalado. Quien en sus suefios descubre el tesoro de su alma, puede ocuparse también de lo trivial de cada dia sin por ello ser él mismo trivial. El psicélogo y gran conocedor del alma humana C.G. Jung dijo que las personas enferman a causa de la trivialidad de sus vidas. Se perciben a si mismas tinicamente como patronos 0 empleados, como contribuyen- tes de la seguridad social 0 como pensionistas. No son otra cosa que lo que dicen de ellas las estadisticas. Eso hace que el alma enferme. En los suefios el alma puede respirar, expla- yarse y experimentar su propia inmensidad. Y un alma gran- de hace que el cuerpo estrecho y limitado en el que vive se vuelva sano. 93 NO ESTAMOS ENCERRADOS Lis suefios son la mejor prueba de que no estamos tan encerrados en nuestra piel como parece». Con estas palabras ha formulado el poeta Friedrich Hebbel algo que podemos experimentar todas las noches: los suefios nocturnos nos Ile- van a otro mundo. Nos demuestran que nuestra vida es mds variada de lo que podemos ver en el trajin de cada dia. En los suefios no rigen las leyes de la naturaleza. En ellos, los ani- males se transforman en seres humanos. En ellos, arrebatamos su fuerza a la fuerza de la gravedad... y volamos. En ellos, incluso los hombres quedan embarazados y las mujeres ancia- nas tienen hijos. Los suefios no s6lo me dicen cual es mi situacién. A menudo me indican también los pasos que debo dar para avanzar en mi camino. Y el suefio me remite a las posibilida- des que hay en mf. Si suefio con un nifio, entonces sé que en mi quiere nacer algo nuevo, que estoy a punto de establecer contacto con mi verdadero Self. En los suefios, el mundo se dilata para mi. Me sumerjo en un fondo de raices divinas, veo detrés del mundo, desaparece el secreto del mundo. Pero no hay sélo suefios nocturnos. Todo ser humano tiene sus suefios. Cuando era niiio, tal vez sofiaba con triunfar, con cambiar el mundo. Estos suefios no son en modo alguno pom- pas de jabén. A decir verdad, muchos adultos renuncian a los suefios de su vida y viven sencillamente al dia. Su vida se hace entonces vacia y superficial. 94 S6lo de aquel que est4 en contacto con los suefios de su vida puede emanar algo que transforme este mundo. Sélo quien todavfa tiene suefios puede mover algo en este mundo. Somos algo mas que ese cuerpo delimitado por nuestra piel. En nosotros viven suefios que pueden ensanchar nuestro corazon y poner en movimiento este mundo. 95 VIDA AUTENTICA Matos buscan un consejero que les diga qué camino deben emprender y cémo deben recorrerlo. Y buscan guias espirituales que les puedan ayudar en esa tarea. También el poeta debe ser para ellos un compafiero de viaje. Hermann Hesse —para muchos lectores, a buen seguro, uno de esos compafieros de viaje— se rebela contra esa expectativa y dice: «La misi6n del poeta no es mostrar el camino, sino ante todo despertar el deseo». De manera similar piensa Paul Celan cuando exige al poeta el arte de traducir en palabras lo indecible. Detras hay una comprensién comparativamente alta del arte. Si el poeta menciona lo indecible, permite que se haga visible lo invisi- ble, abre el corazén humano al amplio horizonte del infinito. Para mi, donde mas claramente se ve esto es en la novela Narciso y Goldmund, de Hermann Hesse. Alli el autor descri- be la nostalgia de Goldmund por su madre. Una nostalgia que le Ileva a buscar constantemente nuevas relaciones con muje- res, hasta que finalmente se cansa e ingresa en el convento de su amigo Narciso. Aqui empieza a esculpir una Virgen en la que plasma la nostalgia de la madre que perdis, La primera lectura de Narciso y Goldmund despert6 en mi el deseo de una protecci6n que trascendia la superficial acep- tacidn por parte de los seres queridos. También cuando lef El lobo estepario, estableci contacto con mi deseo. Es verdad que después de leer el libro no sabia qué debia modificar concretamente en mi vida, pero mi cora- z6n se habia ensanchado. En é] habia espacio para todo. Y el coraz6n deseaba vida auténtica, éxtasis, sosiego, la levedad de la mésica de Mozart. 96 PROHIBICIONES, PRESENTIMIENTOS L. que una persona desea, siempre dice algo acerca de su alma. Hay deseos —por ejemplo, el de quien desearia vivir en Jauja—- que demuestran que uno querria seguir viviendo en el vientre materno. Y hay deseos muy concretos de amistad, de unas vacaciones reparadoras, de una buena comida, de un mejor clima laboral... Uno desea escalar una montafia; otro, nadar relajadamente... Todos estos deseos nos sacan de la pasividad. A través de los deseos establecemos contacto con las facultades que hay en nosotros. Quien se da por satisfecho con lo que hay nunca descubrird de lo que es capaz. Los dese- os despiertan nuestras facultades. Nos llevan més alla de las fronteras que hemos levantado y nos demuestran de qué somos capaces. «Los deseos son presentimientos de las facul- tades que hay en nosotros, anticipaciones de lo que estaremos en condiciones de llevar a cabo» (Johann Wolfgang von Goethe). 97 DESEOS QUE PERDURAN H,, deseos que se realizan. Si yo deseo un regalo muy con- creto en mi cumpleafios, probablemente lo voy a recibir. Rainer Maria Rilke, un poeta de las fuerzas del alma humana, medité mucho sobre los deseos. En uno de sus textos mas logrados dice: «Desear es algo que no debe abandonarse. Creo que no hay realizacién, pero hay deseos que duran tanto tiempo, durante toda la vida, que no podria esperarse su realizaci6n» Los deseos a que alude Rainer Maria Rilke van més alla que nuestros deseos cotidianos, relacionados con motivos muy concretos. Son deseos que ningtin regalo puede satisfa- cer. Son deseos que transcienden este mundo. La palabra alemana Wunsch (deseo) pertenece al grupo léxico-semdntico de gewinnen (ganar), que en alto alemdn antiguo significaba «acceder a algo mediante el esfuerzo, el trabajo o la lucha; conseguirlo, alcanzarlo, lograrlo». Al pare- cer, los germanos estaban convencidos de que uno puede satisfacer sus deseos, pero para ello tiene que esforzarse y luchar. La raiz indogermana subyacente apunta en otra direc- cién: «vagabundear, vagar, buscar o intentar algo». En un principio se referfa a la busqueda de alimento. Pero, segtin parece, para los germanos la busqueda de alimento era un simbolo de la btisqueda del alma. Hay que ponerse en camino 98 una y otra vez para seguir buscando. Nunca se encuentra ali- mento suficiente para toda la vida. Por eso tenemos que seguir buscando. No hay regalo que satisfaga nuestros deseos. No hay éxito que nos deje satisfechos para siempre. Rainer Maria Rilke nos anima a no abandonar nuestros deseos. Con ello se refiere a la tensién que caracteriza al deseo no satisfecho, un deseo que tal vez no se puede realizar, pues los deseos nos mantienen vivos. Es cierto que hay personas que son felices sin tener dese- os. Pero el peligro esta en darse por satisfecho precipitada- mente con lo que ya se ha conseguido. Los deseos cuya satisfaccién no podemos esperar traspa- san lo aparente. Apuntan a la verdadera felicidad, una felici- dad que no alcanzamos en esta vida, sino en la plenitud. LO IMPOSIBLE SE HARA POSIBLE Preias y humoristas ven la realidad de otra manera. Mues- tran la verdad y la paradoja. «Tui ves cosas y dices: ,por qué? Yo, por el contrario, veo cosas que nunca existieron en la rea- lidad y pregunto: {por qué no?». En estas palabras del gran satirico y «psicdlogo» George Bernard Shaw se evidencia el poder de la fantasia. Shaw pone en nuestro poder los suefios, incluso la utopia, con su capacidad para crear realidades. Ya es mucho no limitarse a aceptar sencillamente las cosas tal como son, sino preguntar por qué son asi. La pregunta me permite comprenderlas mejor. Pero G.B. Shaw es poeta. El ve cosas que nunca existieron. En su poesia no sélo reproduce la realidad tal como es, sino que ademas, y sobre todo, crea un mundo propio. Y cuando los criticos ponen en entredicho ese mundo, pregunta a su vez: {por qué no? {Por qué ha de exis- tir sdlo el mundo que vemos? ;,Por qué no debe tener nuestro deseo la misma realidad que nuestro encono y nuestra triste- za? Quien se atreve a ver cosas que no encuentra en la reali- dad, modifica el mundo. La fantasia, que delimita lo imposi- ble, prepara el mundo para que lo imposible se haga posible. Lo que imaginamos no son meras fantasmagorias. En las ima- genes que nuestra raz6n crea intuimos un mundo que cierta- mente no existe, pero que puede ser realidad. Las imagenes que surgen en nosotros son reales, aunque no sean tangibles. Las imagenes cambian el mundo. 100 MAS CERCA DE LO VISIBLE E. la poesia romantica de Friedrich von Hardenberg sale constantemente a nuestro encuentro, para iluminarnos, la flor azul que hace visible lo invisible, que permite pronunciar lo impronunciable. La poesia «transmite», como dice Novalis con estas palabras: «Estamos mas cerca de lo invisible que emparentados con lo visible». Detras de estas palabras hay una decisiva experiencia existencial. Desde la muerte de su querida novia, el joven Novalis se sintié mas cerca y mds vin- culado a lo invisible que a lo visible. El poeta pasé por la tie- rra como un forastero. Aun asi, en su camino experiment6 una y otra vez una indescriptible alegria cuando se le aparecia lo invisible y se abrfa el cielo sobre su cabeza. El interpreta su trégico destino como amante a modo de «llamada al mundo invisible». Su amada se Ilamaba Sofia. Para el poeta constituy6 una fuente de sabiduria y un puente tendido hasta el otro mundo, que en realidad era su mundo. En sus poemas nos lleva a ese mundo completamente diferente para despertarnos al mundo del amor divino, que en este mundo alumbra y se puede expe- rimentar en todas partes y en ninguna. Su andadura por este mundo fue impulsada por la certeza: «;Ad6nde vamos, pues? Siempre a casa». 101 TRANSFORMACION E deseo es el principio de toda transformacién. Y esto es algo complemente diferente de la alteracidn. La alteracién es cosa de agentes, planificadores y activistas. La transformacién no se hace: acontece. La transformacién no pretende contro- lar las cosas, eliminar lo defectuoso 0 evitarlo por la fuerza. Trabaja sin hacer ruido, reflexiva y suavemente. De hecho, lo que crece no hace ruido. Si aceptamos tranquilamente lo que es real y no reprimi- mos nada, puede ocurrir el milagro del que hablan muchas leyendas. Entonces experimentamos de repente, y sin colabo- racién por nuestra parte, la redencién, la liberacin, lo otro. Entonces la rana se convierte en principe, y la Cenicienta en princesa. Un joven se hace inmensamente rico de la noche a la mafiana. Una sencilla moza se convierte en una preciosa reina. El principe besa a la Bella Durmiente, que despierta de su suefio, y le regala una vida feliz. Los cuentos saben que no hay recetas para la vida. No estan descartados los extravios ni los rodeos. No hay ni pro- gramas ni planes. No podemos hacer nada. Otro actia en nosotros. La transformacién acontece en el encuentro, en el amor. La mirada benevolente de la otra persona nos transfor- ma. Cuando nos llega el amor, salimos renovados. Otra per- sona puede amar algo de nosotros que hasta entonces habia permanecido oculto. El amor despierta en nosotros una fuer- za que nos permite descubrir nuestro propio secreto. Pero también la Biblia esta Ilena de tales historias, que son otros tantos augurios: el mar se convierte en tierra seca y suelo firme; de pronto, el agua brota de una dura roca, y ésta se con- 102 vierte en fuente de nueva vida; stibitamente, el desierto flore- ce, y la zarza se convierte en lugar radiante de la presen- cia divina; nuestra miseria se transforma en imagen de la magnificencia. Ese prodigio no es obra nuestra. Dios lo realiza en noso- tros, que tan sdlo tenemos que seguir la huella de nuestro deseo —un deseo que nos arrastra hacia él- y entregarnos a él. Quien se pone en camino ver satisfecho su deseo, Conocerd la bendicién. 103 DEL AROMA DE LAS COSAS Casa cosa tiene su propio aroma. Cuando percibimos un determinado aroma, recordamos algo que una vez nos con- movi6 profundamente. El olfato es un sentido muy vinculado alas emociones. Yo lo experimento personalmente una y otra vez: cuando siento el olor a heno, pienso en las vacaciones. Si el olor es a incienso, me acuerdo de las Navidades y de los Reyes Magos, tal como lo celebrébamos cuando éramos nifios; ademas, percibo al mismo tiempo algo del secreto de lo divino, tal como me ocurrid, por ejemplo, en las iglesias del monte Athos, que estan Ilenas de humo de incienso. La palabra Sehnsucht (deseo) tiene que ver con Duft (aroma), Dunst (vaho), Luft (aire) y Tau (rocio), pues su equi- valente griego, epithymia, procede de la raiz thymés, que sig- nifica humo, aroma, viento. Pero también la experiencia nos muestra que el deseo (Sehnsucht) y el aroma (Duft) van jun- tos. Quien percibe, por ejemplo, el perfume de una mujer de la que esta enamorado siente crecer en él el deseo de tener a esa mujer 0, mas bien, el deseo de amor. Sin embargo, ni el amor ni el aroma son palpables. Mas alld de lo visible, de lo tangible, remiten a algo que ya no podemos aprehender. Esta experiencia sensorial dilata el corazén y nos transporta mas alla de lo concreto. El humo del fuego asciende al cielo. Cuando lo sigo con la mirada, percibo algo que me habla de inmensidad e infini- tud. Entonces surge en mi el deseo. También los poetas bibli- cos conocen esta experiencia. El salmista, por ejemplo, implo- ra: «Que mi oraci6n sea como incienso para ti» (Sal 141,2). El humo del incienso que sube al cielo es como una oracién que 104 me impulsa hacia lo alto. El humo se convierte en imagen del deseo, que me Ileva mds alld de este mundo. «El aroma de las cosas es el deseo que despiertan en noso- tros», escribe Christian Morgenstern. A decir verdad, Mor- genstern no habla del deseo de Dios, sino del deseo de las cosas. {Qué quiere decir con ello? Cuando huelo una rosa, su aroma despierta en mi el deseo de esa rosa. Pero no es el deseo de poseer esa rosa, de tenerla en mis manos 0 incluso de hacerla pedazos. Es mds bien el deseo de aquello para lo que ha sido hecha la rosa. El deseo de belleza, de amor, de pureza, de perfeccién. El deseo de aquello cuyo aroma perci- bimos no desea poseer el objeto, sino percibir la promesa que se esconde en ella. Todo lo que se nos ofrece en la naturaleza es simbolo de algo espiritual. No en vano, Jestis siempre expres6 lo que era valiéndose de imagenes basadas en cosas concretas: «Yo soy la verdadera vid. Yo soy la puerta. Yo soy e] buen pastor. Yo soy el pan de la vida. Yo soy el camino. Yo soy la fuente». El aroma que las cosas poseen despierta en nosotros el deseo de lo que aparece en todas ellas como ima- gen de la plenitud, como imagen de la verdadera vida. 105 UN CIELO ABIERTO . E, principito, de Antoine de Saint-Exupéry, no sdlo admira las estrellas, sino que, ademas, las ama, porque le recuerdan la rosa de la que est4 enamorado. Esta rosa crece en el plane- ta en el que mora el principito. Es cierto que desde la tierra no puede verla, pero las estrellas le permiten recordarla. Por eso las estrellas son tan bellas para él: «Las estrellas son tan bellas porque recuerdan una flor que uno no ve». Como remiten a su rosa, participan de su belleza. Desde tiempo inmemorial, las estrellas ponen a Jos seres humanos en contacto con su deseo. En el internado en el que vivi cuando tenfa diez afios, el director nos hablaba a veces de la época en la que estuvo prisionero en Africa. Pertenecfa a la generacién de hombres que hizo experiencias decisivas en la guerra. Cuando los prisioneros estaban en el campo de con- centracién y hablaban de su pais, a él le gustaba entonar la canci6n «Patria, tus estrellas». Al ofrla, aquellos curtidos sol- dados rompfan a llorar. Las estrellas permiten recordar que en este mundo estamos en casa en todo momento y lugar. Las estrellas que los soldados veian en el cielo de Africa eran vis- tas también por sus esposas, sus hijos y sus amigos. También brillaban en el cielo de su lejana patria. Asi, la visién de las estrellas transmitia la visién de la patria afiorada. A algunos esta melodia puede parecerles excesivamente sentimental. Pero cuando aquel hombre maduro nos cantaba esta cancién, nosotros, nifios, percibiamos algo del dolor y el deseo que puede relacionarse con el sentimiento de la patria lejana y, aun asf, préxima en el deseo. En la nostalgia, en la experiencia de la pérdida, la patria es imaginada como el lugar positivo donde uno es comprendido 106 y al que uno pertenece, como el lugar donde uno se encontra- ba a gusto; alli espera volver, allf anhela vivir de nuevo. En el pathos emocional de esta nostdlgica melodia, en la letra que intentaba superar la separacién, resonaba ese deseo. En él, el pasado vivido y el futuro afiorado se unen y se unifican. Los romanticos hablaban de la «flor azul». Para el poeta Novalis, la flor azul es la encarnacién del amor, del deseo y de la glorificacién. Azul es el color del cielo, simbolo del infini- to. El cielo azul, que se extiende sobre nuestras cabezas, nos recuerda esa inmensidad que abarca nuestra vida. A veces el cielo se cierne sobre nosotros, oscurecido por Iigubres nubes. Entonces anhelamos que se abra el cielo sobre nuestras cabe- zas. Este deseo también nos dice algo sobre la orientacién de nuestra vida. Sobre la direccién en la que podemos ir, como orientacién para llegar al verdadero lugar de la acogida defi- nitiva. El cielo abierto dirige nuestra mirada a esa realidad que nos supera, esa realidad que desde la infancia relacionamos con el cielo como lugar de la trascendencia divina. Las estre- llas nos remiten a la flor azul de nuestro deseo. Brillan en el cielo oscuro, que, de ese modo, adquiere un esplendor espe- cial. En él percibimos algo de aquel que Henard nuestra vida con esplendor divino. 107 UNA MESA QUE NUNCA QUEDARA VACIA N.: sentamos a la mesa para comer y vivir en comunidad. Cuando ha terminado la comida, se recoge la mesa. A veces la conversacién contintia. Aun asf, en un momento u otro nos ponemos en pie y nos vamos a trabajar. El poeta Novalis habla de la «mesa del deseo que nunca queda vacfa». El compara el deseo, no con el hambre, como hacen muchos, sino con los alimentos que podemos consumir. El deseo nos alimenta. Nos da fuerzas para el camino. Y el deseo une de la misma mane- ra que la comunidad promueve. Quien, a lo largo de una con- versacién, establece contacto con el deseo de otra persona se siente unido aella en el fondo de su coraz6n. El deseo de la otra persona le recuerda su propio deseo. Abre y ensancha su coraz6n. La comunidad en la mesa del deseo no tiene en sf nada de vinculante. Deja en libertad. Abre el cielo y crea un amplio horizonte. En el deseo percibo a la otra persona. Entonces percibo mds proximidad que a través de la coinci- dencia en temas politicos. El deseo me acerca més al corazén de la otra persona. Cuando percibo el deseo de la otra perso- na, percibo algo del secreto que la envuelve. Y el secreto crea hogar, un hogar en el que todos se sienten en casa. La mesa del deseo se convierte en casa del deseo, en la que vivimos y podemos estar. 108 ALIMENTO DEL ALMA E deseo —dice Arthur Schnitzler— es el que alimenta nues- tra alma, no la satisfaccién. El médico y escritor austriaco, dotado de una gran sensibilidad psicolégica y perspicaz observador de las situaciones animicas de la sociedad, no sabe tinicamente de qué se alimenta el cuerpo, sino que ademas conoce las necesidades del alma humana. Naturalmente, este hombre de la alta sociedad sabia también apreciar los ban- quetes y la buena vida. Pero era muy consciente de que eso no era todo en modo alguno. Los buenos alimentos sacian, infun- den fuerza y salud al cuerpo y proporcionan placer. Pero el alma necesita algo mas. Jestis habla de ello cuando nos dice que no vivimos sdlo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4). La palabra bienhechora y salvadora puede alimentar al alma. Segtin Arhtur Schnitzler, el deseo posee una cualidad andloga. Con el alma acostumbramos a relacionar los conceptos de inmensidad, libertad, vitalidad y espiritualidad. El alma quie- re respirar. El deseo es la respiracién del alma. Trasciende la estrechez de este mundo. Asi accede a lo que le es propio. Naturalmente, la experiencia de la satisfaccién es importante para el alma. El] alma necesita espacios en los que pueda gozar, en los que pueda vivir la experiencia de ser uno con todo cuanto existe. Pero el alma supera esa satisfaccién. El deseo es el que fa lleva mas alla, pues la unidad que en oca- siones percibe no es estable. Se le esfuma una y otra vez. S6lo después de la muerte se hard el alma plenamente una con Dios. Mientras viva aqui, necesita del deseo que la impulse, que la motive para seguir avanzando por el camino interior. El deseo es como el pan que llega del cielo para alimentar y for- 109 talecer al alma en su camino desde las depresiones terrenas hasta las alturas del cielo. En una experiencia similar a la descrita por Arthur, Schnitzler pensaba sin duda Erich Maria Remarque cuando dijo: «La satisfaccién es el enemigo del deseo». Anhelamos la satisfaccion, pero cuando nos sentimos satisfechos, se duerme el deseo y, con él, nuestra alma. No obstante, si no queremos retener la satisfaccidn, sino sencillamente disfrutarla, enton- ces despierta en nosotros un nuevo deseo. De eso se trata: de cémo tratamos la satisfaccién; si nos damos por satisfechos 0 si, por el contrario, dejamos que nos sefiale nuevos recorridos. 110 LA INMENSIDAD DEL MAR uien quiera realizar una gran obra necesita un gran talen- to organizativo. Pero no sdlo ni, sobre todo, en primer lugar. El poeta y aviador Antoine de Saint-Exupéry dice incluso que lo mas importante es lo que va mas alld de la obra concreta: «Si quieres construir un barco, no busques personas que trai- gan madera, preparen las herramientas, asignen las tareas y distribuyan el trabajo, sino infiindeles 1a nostalgia del mar inmenso». Estas palabras parecen contener una paradoja. A quien suefia con el mar inmenso, a quien lleva dentro la nostalgia de esa inmensidad, no se le conffa un trabajo duro. Y, no obstan- te, en la frase del poeta francés hay una profunda verdad. Quien cree saber lo que es un barco construird uno de los muchos barcos que ya existen. Se procuraré un plano para construir el barco y lo llevara a la prdctica fielmente. Sin embargo, s6lo llegar a intuir lo que es un barco si vive la nos- talgia de la inmensidad del mar. La nostalgia le muestra un barco que le lleva alli. Sdlo el barco que la nostalgia ha cons- truido percibe la inmensidad del mar. Que el artista necesita de la nostalgia para ser practica- mente creativo es algo que todos podemos entender. La obra de arte va mas alld de lo determinado por la finalidad. Al artis- ta le est4 permitido entregarse a su fantasfa y a su creatividad. Aun asi, un barco cumple una finalidad concreta. Tiene que ser funcional, tiene que navegar y brindar seguridad en los peligros del mar. Y, sin embargo, Saint-Exupéry afirma que también los objetos utilitarios de nuestra vida cotidiana nece- sitan de la nostalgia. Muchos inventores, al poner manos a la obra, han obedecido ante todo a su nostalgia. Sabian qué dese- 111 aban las personas. Y entonces construyeron algo que, si no satisfacia su deseo, al menos si le proponia algo que le resul- taba agradable. . S6lo tenemos que ver la publicidad de la televisién: c6mo se sirve de nuestros deseos. El detergente lava mejor, el per- fume difunde un aroma cautivador, el coche permite respirar con libertad... Para ello la publicidad, en razén de sus intere- ses, tiene que establecer contacto con los deseos de las perso- nas. Sdlo entonces podra fabricar productos que hablen a su corazon. 112 EN BUSCA DE UNA NUEVA LIBERTAD «La persona sensible no sufre por este 0 aquel motivo, sino Unicamente porque en este mundo no hay nada que pueda satisfacer su deseo». Esto lo dijo Jean-Paul Sartre, un hombre que levant6é ptiblicamente su voz, una y otra vez, em asuntos muy concretos y a menudo politicamente radicales, que de- nuncié en términos apasionados ciertas vulneraciones de los derechos humanos y protest6 clamorosamente cuantas veces crey6 presenciar una injusticia. Con todo, para el filésofo y escritor existencialista francés la pena mds profunda no es el dolor de las heridas y las decepciones de nuestra vida. Para él, el ser humano es por naturaleza un ser doliente, pues en este mundo no hay nada que pueda satisfacer su deseo. La imposibilidad de satisfacer el deseo pertenece a la naturaleza humana. Es, por asi decirlo, un componente basico de su existencia y de su vida. En todos nuestros padecimien- tos -falta de amor, incomprensi6n, soledad, rechazo, ofensas y lesiones por parte de aquellos de quienes esperamos recibir carifio y apoyo— se manifiesta, en ultima instancia, nuestra pena fundamental: que nuestro deseo de amor, de comuni- dad, de aceptacién, de acogida, de salud y de fuerza no se ve satisfecho. Pero tengo para mi que la intuitiva idea de Jean-Paul Sartre significa también algo mds: toda pena me recuerda que este mundo no puede satisfacer mi deseo. Si interpreto asf mi vida, todo sera llevadero. Dejo de hun- dirme en la autocompasién y la lamentacién egotista. 113 La pena se relativiza y deja de tener sentido para mi si le permito que me lleve desde este mundo hasta Dios, el nico que puede satisfacer mi deseo. Toda pena me recuerda mi deseo. A través del deseo se transforma el sufrimiento. EI deseo abre mi vida a una nueva libertad. 114 ELLENGUAJE DE LA TRANSFORMACION Benet Holmavist, critico literario sueco y amigo intimo de Nelly Sachs, titula El lenguaje del deseo su introducci6n a la obra de esta poetisa judifa, ganadora del premio Nobel de lite- ratura. El deseo es para él la clave de la comprensién de la poesia de dicha autora, un concepto que, efectivamente, aflo- ra en muchos de sus poemas. Esta palabra primigenia ha cobrado su verdadero significado en la mistica. Misticos como Jakob Béhme estén convencidos de que en todo lo cre- ado palpita el deseo profundo de llegar a ser uno con la causa primigenia que es Dios. El romanticismo fue una época del deseo. Sin embargo, en el siglo xix el concepto de deseo per- did su significado auténtico y mas profundo, adquirié un re- gusto negativo y paso a incluir entre sus acepciones el fraca- so y la huida de la realidad. Desde entonces, los poetas re- huyen esta palabra. Aun asi, Nelly Sachs se atreve a ha- blar una y otra vez del deseo. Y asf se dirige al angel de los suplicantes: «Bendice Ja arena, déjale que entienda el lenguaje del deseo, de ahi saldra algo nuevo por mano de nifio, Siempre algo nuevo!». El lenguaje del deseo es un lenguaje de transformacién. Nelly Sachs ve en todo lo creado el deseo de algo nuevo y no falseado, el deseo de lo primigenio. Incluso la arena debe comprender el lenguaje del deseo, pues también de la arena Dios crear4 algo nuevo, su mundo, tal como lo imagina. Para Nelly Sachs, objetos absolutamente cotidianos -el horno y la cuna, por ejemplo- son «acervo abandonado del 115 deseo». También en ellos anida el deseo de lo que realmente se busca. El horno significa el deseo de calor, hogar y comu- nidad. La cuna, en la que el nifio es mecido, lleva a pensar en. Ja proteccién que proporciona una madre. Con ello no se remite a un movimiento de retroceso o a una huida hacia el pasado. Mas bien, la cuna recuerda nuestro deseo de ser pro- tegidos por Dios aqui y ahora y de conocer la plenitud que en nuestra infancia s6lo podiamos percibir de manera incons- ciente: ser queridos sin reservas, sentirnos protegidos y poder mecernos en la levedad del ser. 116 EN LA NOCHE MAS OSCURA E. las conversaciones sobre el deseo, a menudo aflora una objeci6n: no es el deseo en sf mismo algo enfermizo, algo mérbido, algo que tiende a la muerte, un sentimiento con el que uno desearia huir de la realidad? Esta es, sin duda, una objecién justificada. Existe esa nostalgia enfermiza de la muerte. Como la vida no me proporciona lo que espero, anhe- lo la muerte. O como no soporto la realidad tal como es, huyo a otro mundo. Pero aunque yo llame a eso nostalgia romanti- ca, la actitud no cambia en nada mi vida. Mi vida sigue sien- do castica y confusa. Cuando el deseo se convierte en huida de la realidad, mds bien nos pone enfermos. El criterio mas importante para un deseo saludable es que emane de la reali- dad y me capacite para soportar el espesor de mi vida diaria con una mayor libertad y una mayor tranquilidad interior. Pero tenemos que tener presente la realidad. Entre los j6venes europeos de 15 a 20 ajios, el suicidio es hoy la segun- da causa de muerte. Por aterrador que resulte, el hecho es que muchos jévenes desean morir. Pienso especialmente en los jovencitos que no encuentran sentido a su vida y se aferran a la ilusion y Ja idealizacién. Esto se debe, en parte, a que ese grupo tiene unas expectativas de felicidad especialmente grandes y no consigue aceptar la realidad tal como es. Hoy todos tendemos a vivir en superlativo: hay que ser el mejor, hay que hacer las cosas mejor que nadie. {Qué hacemos con esos jovencitos amenazados de suici- dio? Intentamos llevar a esas personas, que a menudo viven exclusivamente en su vida intelectual, a saborear y sentir la vida: respirar, ver, ofr, moverse... ;No hay nada mejor que cui- dar el jardin y tener un horario fijo! Ese es el camino. Y cuan- 117 do el deseo de morir se debe a una situacién de desesperacién espiritual, tenemos que sefialarle otro camino, mostrarle que Dios es amor y puede ayudar a todos los seres humanos.. Incluso en la noche mas oscura, con el deseo de morir puede haber luz. Naturalmente subsiste la realidad de una noche metafisi- ca, el misterio del mal. Y, naturalmente, subsiste también el deseo de explicacién de las tiltimas y mds oscuras preguntas, que ninguna psicologia puede explicar o resolver. Las lesiones que las personas experimentan y se infligen reciprocamente no lo explican todo: gpor qué se odian los seres humanos unos a otros?; {por qué hay tanta violencia y tanta destrucci6n?; {por qué hay injusticia y miseria?... S6lo podemos constatar que el mal esta aqui, y tratamos de convivir con él: corruptio optimi pessima (la peor corrupcién es la de los mejores). Lo mismo dice la Biblia sobre Lucifer: el Angel de la luz —que lo serd en tanto esté junto a Dios— se convertira, tan pronto como se aparte de él, en angel de las tinieblas. El deseo de salvacién subsiste. 118 ENCENDER UNA LUZ H,, muchas personas viven una noche animica. Pero eso no es mas que una parte de la realidad. Yo lo percibo también en las personas que asisten a mis conferencias y seminarios. Algunas tienen problemas de relacién; otras estan enfermas ffsica o psiquicamente; otras, a su vez, tienen tanto miedo y se sienten tan reprimidas por un entorno agresivo que no encuen- tran su lugar en este mundo. Pero yo no creo en la noche com- pleta. En todos nosotros hay un deseo, una tendencia a buscar la luz. El hecho de que esas personas aguanten significa que todavia tienen un destello de esperanza, aunque teman ser completamente absorbidas por la noche. Personalmente, considero que en muchos seres humanos es muy fuerte hoy el deseo de iluminacién, es decir, el deseo de vitalidad, de verse libres de miedos y de acceder a la reali- dad. En las conferencias 0 en las conversaciones, me produce una gran alegria comprobar que, con el tiempo, los rostros de las personas se iluminan. Y gracias a la practica terapéutica y el asesoramiento espiritual de las personas, sabemos que, cuando una persona depresiva tiene un suefio luminoso, empieza a curarse. Quien enciende la luz en su vida y comprende el sentido de una existencia ahuyenta el miedo, expulsa sus desilusiones y enriquece su vida. Sobre este fondo de un pensamiento gra- fico adquiere sentido el que los primeros cristianos llamaran «iluminacién» al bautismo. La persona iluminada es una per- sona viva. El simbolismo cristiano no habla en vano de la luz de la fe. También el canto vespertino de los monjes utiliza ese simbolo: en las Completas encendemos la luz para que no nos engulla la oscuridad de la noche. 119 EN LA NOCHE DE NUESTRA ALMA E, Ja novela Hyperion, de Holderlin, el héroe escribe a su amigo epistolar Bellarmin y le habla de una profunda expe- riencia que probablemente el propio poeta ya habia tenido. Es una experiencia deprimente de la noche: «Hay un enmudecer, un olvidar toda existencia, que esté en nosotros como si lo hubiéramos perdido todo; una noche de nuestra alma en la que no hay resplandor de estrellas, en la que ni siquiera nos alum- bra el fuego de unos trozos de lefia podrida». Todos experimentamos la oscuridad. La noche a la que se refiere Hélderlin significa, en sentido literal, el oscurecimien- to. Es el encuentro con Ja idea de} exterminio, ja carencia de valor, la depresién, la desesperacién y la soledad. En una situaci6n asi, en la que ya no vemos, deseamos una salida, una luz. Sin duda que existe la experiencia de la noche en sentido negativo. Pero la noche no lo es todo. Yo distingo entre la noche y las sombras. Las sombras que nos torturan, los aspectos oscuros que descubrimos en noso- tros y que padecemos, no lo son todo. Las sombras son una parte de mi, una parte que no puedo dominar y con la que tengo que reconciliarme. Ni siquiera el odio —que pertenece realmente al aspecto oscuro que hay en nosotros— deberfamos negarlo. El odio también puede entenderse como sombra. Si aprendemos a contemplarlo y a comprenderlo, no se vuelve destructivo. Nuestras sombras tienen su justificacién. Por eso es peligroso separarlas de nosotros. Uno puede reconciliarse con su aspecto oscuro. Y esto se produce cuando uno empieza a reconocer que las sombras tie- hen su razén de ser, que en sf mismas no son malas. Si pre- 120 tendemos combatir directamente nuestras sombras, corremos el riesgo de agotarnos, pues las fuerzas que aqui concurren son mds poderosas. Lo que debemos hacer es integrar las sombras en nuestra vida, domesticarlas, hablar con ellas: {cuanto tiempo lleva aqui esa sombra?; {por qué?... Pero tam- bién puedo decirme a mi mismo en todo momento que, con todos mis aspectos oscuros, con toda mi envidia y con todas mis durezas, estoy en manos de Dios. 121 ACTIVOS O RESIGNADOS A menudo, las personas se sienten frustradas cuando des- cubren que su deseo mds profundo nunca se extingue. Se casan y, a la postre, suefian con otro cényuge. Se instalan en un bello lugar y pronto piensan que podrian estar en otro. Quieren a sus hijos, pero les gustarfa estar mas cerca de los hijos ideales que un dia esperaron tener. Tienen dinero, carre- ra y hogar: todo lo que siempre desearon; sin embargo, ello no basta para dominar el motor del deseo, que zumba constante- mente en algtin lugar del corazén. La experiencia aqui descrita de Thomas Moore —antiguo monje, hoy terapeuta y docente— resulta conocida. El deseo de amor tal vez nos impulsa a casarnos con el compaiiero queri- do, con Ja compajfiera querida. Pero pronto comprobamos que el matrimonio no puede satisfacer nuestro deseo. Deseamos una mujer més fascinante, un hombre més vital. Pero esto tampoco satisfarfa nuestro deseo. Podemos resignarnos y aceptar que la vida no nos dé mas, © sentirnos impulsados a buscar constantemente nuevas com- pafieras 0 nuevos compafieros. Hay una posibilidad de salir de ese dilema. Consiste en dirigir a Dios el deseo que el amor alumbra en nosotros. Thomas Moore ve una estrecha conexién entre nuestra sexualidad y el deseo: «Nuestra profunda sexualidad humana s6lo serd satisfecha si descubrimos que el amado que busca- mos es divino y no se puede hallar. Deseo y sexualidad vivi- da no son opuestos. El deseo no sustituye a la sexualidad, sino 122 que le da profundidad. Nos permite vivir la sexualidad de manera que remita al verdadero secreto de nuestra vida: a la dimensi6n divina». Thomas Moore llega incluso a decir que la cama es un confesionario, «un lugar de oraci6n fisica, inspi- rada en el deseo y transportada por la alegria. No hay altar mas santo». Con ello quiere decir que sdlo cuando nuestra sexualidad nos remite a lo numinoso no nos decepciona. sino que nos mantiene vivos en nuestro camino hacia Dios. 123 UNIDAD Y SIMPLICIDAD U, deseo primigenio del ser humano apunta a la unidad y la unificacién. El momento en que el set humano experimen- ta y desea hoy de manera més intensa ser uno tiene lugar en la unidn sexual. En este ambito, a veces consigue olvidarse de sf mismo y llega a unificarse completamente con la perso- na amada. La psic6loga Verena Kast opina que el deseo de ser uno con el Tt es siempre, en ultima instancia, el deseo de la propia totalidad, el deseo de la integtidad primordial. El filésofo griego Platén describié este deseo de unidad y unifi- cacién en una impresionante imagen: el mito del hombre bola, segiin el cual inicialmente el hombre era una bola, una unidad esférica; desde el momento en quela bola se partié en dos, el ser humano siente nostalgia de su estado inicial como totalidad. Otra imagen ideada por Platén es el simil de 1a caverna. El alma proviene de la esfera divina. Aqui encuentra desterra- da en la caverna del cuerpo. S6lo ve sombras que la luz pri- mordial proyecta en la caverna, pero eli anhela su hogar, donde puede ser plenamente ella misma sin verse impedida por el cuerpo. La filosofia desarroll6 constantemente este deseo de unidad, hasta el punto de queckboré una filosofia del Uno (to Hén). El deseo de unidad y unificacidn fuereogid@ por la mis- tica cristiana de la unidad, tal como la desitollaron los Padres de la Iglesia griega Gregorio Naciaweno y Dionisio Areopagita. El mistico se esfuerza en lkgar a sser uno con Dios. Si yo soy uno con Dios, soy tattién uo conmigo 124 mismo y uno con toda la creacién. Y estoy de acuerdo con mi vida y con todo cuanto existe. En tales momentos de expe- riencia de la unidad, mi deseo se satisface. Pero esa experien- cia no dura més que un instante. Después vuelvo a sufrir mi desgarro, mi aislamiento y mi soledad. Y el deseo cobra vida de nuevo. 125 PARADIS{[ACO & & & Oaio la soledad como Adan, cuando, anhelante y solita- rio, vagaba por el Paraiso terrenal». La poetisa sudamericana Gioconda Belli, a la que debemos estas palabras, ve en Adan a un ser solitario. Dios lo ha creado y lo ha colocado en el Paraiso, pero eso no le basta. Se siente solo. Dios se compa- dece de él y modela a Eva a partir de una costilla suya. Adan reconoce en ella a su compaiiera: «Esta sf que es carne de mi carne y hueso de mis huesos» (Gn 2,23). Anteriormente, Adan habia puesto nombre a todas las criaturas y las habia domina- do. Pero todo el poder y toda la belleza del mundo no le bas- tan. Siente en sf mismo un profundo deseo de plenitud. El hombre desea a la mujer, sin la cual se siente incompleto. Gioconda Belli conoce, evidentemente, esa soledad. A uno le puede ir muy bien exteriormente, pero si no tiene un amigo o una amiga, anda vagando de acd para alld, completa- mente solo y herido por el deseo. El deseo de un hombre por Ja mujer y el deseo de una mujer por el hombre es a veces tan fuerte que no se encuentra reposo. Ni la posesién ni el éxito pueden medirse con la satisfaccidn que el hombre experimen- ta a través de la mujer, y la mujer a través del hombre. El deseo insatisfecho impulsa al hombre a buscar a la mujer, y a ésta a elegir a un hombre. Sin embargo, tan pronto como es satisfecho el deseo, ambos comprueban que el amor despierta constantemente un nuevo deseo, y la otra persona nunca puede satisfacerlo completamente. Cuando me dirijo a casa por la noche, después de pronun- ciar una conferencia, a veces me pongo a escuchar la radio para no quedarme dormido y busco una emisora que emita misica clasica, pero la mayoria de las veces no la encuentro, 126 debido a la hora. Entonces no me queda mds remedio que escuchar las canciones modernas que emiten muchas emiso- ras. En general, son canciones que hablan del amor, pero, al mismo tiempo, del dolor que ocasiona el amor, del insaciable deseo de amor absoluto y de proteccién, de unidn con la otra persona, sin miedo a verse abandonado. Estas canciones nos dicen que el deseo de amor es el deseo mas fuerte que hay en el ser humano. Adan confiaba en que, con Eva, su vida habria de ser un verdadero paraiso, pero lo cierto es que, poco tiem- po después, ambos fueron expulsados de éste. Entonces se enteran de que su vida es fatiga, y que ellos dos no son mas que polvo, y en polvo habran de convertirse (Gn 3,19). Y el deseo sigue vivo. 127 ME MAREO, ME ABRASO ao & Soo quien conoce la nostalgia puede saber lo que sufro. Solitario y privado de toda alegria, miro a todos lados en el firmamento. jAh! El que me ama y me conoce esta en el mundo. Me mareo, me abrasan las entrafias. jS6lo quien conoce la nostalgia puede saber lo que sufro!». En este poema, uno de los mds conocidos de la literatura alemana, expresa Goethe la nostalgia de alguien que sufre la separaci6n de la persona a la que ama. Por eso mira al cielo, ora hacia aqui, ora hacia alli. Se marea de tanto mirar y se abrasa interiormente. Al describir su estado de dnimo, Goethe busca la complicidad del lector. jS6lo quien conoce la nostalgia puede saber lo que sufro! Evidentemente, la experiencia de la nostalgia es la premisa para que yo pueda entender a la persona enamoradas y que se sienten separada de su amor, a la persona que ama y cuyo amor no es correspondido, a la persona cuyo amor tropieza con incomprensiones que ponen en entredicho su sentimiento. Goethe no dice que yo tenga que vivir la misma experien- cia para comprender al enamorado y su afliccién. Basta con la nostalgia. Por la nostalgia sé lo que es amor, conozco la aflic- 128 cién de quienes, en su amor, se sienten solos y llenos de du- das: ges correspondido su amor? La nostalgia me acerca al que sufre. Cuando la experimento y percibo, yo también sufro con la division entre el deseo y la satisfaccién. Asi, en mi nostalgia, comprendo a todas las personas que sufren al no ver satisfecho su deseo, tal como aparece necesa- riamente en toda experiencia amorosa. 129 LA INFINITA ABUNDANCIA DEL AMOR E joven poeta Friedrich von Hardenberg, ideador de la flor azul, se llamé a si mismo Novalis, es decir, el que ara una tie- tra virgen. La obra de este poeta romdntico, muerto prematu- ramente, se caracteriza por una brillantez singular. Cuando, a la edad de veinticinco afios, perdié a su novia, interiormente se despidié de este mundo, y a partir de entonces anhelé seguir a su amada en Ja muerte. Su poesia estd impregnada de esa nostalgia del otro mundo: «Si los sobrios Lo hubieran saboreado alguna vez, Lo habrian abandonado todo Y se habrian sentado con nosotros A la mesa de Ja nostalgia Que nunca queda vacia. Conocerian del amor La infinita abundancia, Y ensalzarjan el alimento Del cuerpo y la sangre». Novalis invita, pues, a sus lectores a sentarse a la mesa del deseo, donde podran experimentar la infinita abundancia del amor. El amor es el que realmente confiere su verdadero esplendor a nuestra vida. Quien ha saboreado ese amor dejaa sus espaldas todo lo exterior, su profesién, sus Propiedades, para sentarse a la mesa del deseo. Quien lee los poemas y algunos fragmentos de las novelas de Novalis toma asiento a la mesa del deseo que él nos ha pre- parado para que participemos en su deseo de un amor que nos hechice y nos transporte al reino del amor infinito. 130 El deseo de ese amor resuena en muchas palabras que Novalis nos ha dejado como fragmentos. De los cuentos nos dice: «Todos los cuentos son tan sdlo suefios de ese mundo hogarefio que est4 en todas partes y en ninguna». El mundo hogarefio es el mundo del amor. En todo amor humano brilla el amor divino. Y sélo cuando ese amor divino brilla en el amor humano, hay hogar. En los cuentos sofiamos con ese mundo hogarefio. Un mundo que est4 en todas partes y en ninguna. Esta allf donde estamos nosotros. Nuestra vida se convierte en hogar cuando leemos los cuentos. Pero, al mismo tiempo, nuestro hogar no esta en ninguna parte. No podemos retenerlo. Escapa cons- tantemente de nuestras manos. Novalis no fue sélo un poeta; fue también un fildsofo que medit6 sobre muchos temas. Seguin él, «la filosoffa es en rea- lidad nostalgia de hogar, impulso a sentirse en casa en cual- quier parte». Como la poesia, la filosofia esté henchida de la nostalgia del hogar. Por eso Novalis define la filosoffa como impulso a sentirse en casa en cualquier parte. Cuando medito en el mundo, cuando descubro Io auténti- co en el pensamiento, entonces me siento en casa en cualquier parte. Alli donde, al pensar, se me revela el secreto, hay hogar, pues s6lo se puede estar en casa alli donde mora el secreto. 131

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