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NECROLÓGICA: FEDERICO VERVOORST

A l cumplirse un año del fallecimiento del Dr. Federico Vervoorst, nuestra


revista ha querido recordar al apreciado Maestro. La especial personalidad
del Dr. Vervoorst, en la que destacaba su reconocida erudición, su gran capa-
cidad de encarar los amplios y disímiles problemas de la botánica y su gene-
rosa entrega intelectual, nos ha dejado en lo científico, en lo humano y en lo
anecdótico una rica y variada herencia de reminiscencias. Por ello la Editora
de Lilloa ha invitado a dos científicos de nuestra institución para que, desde
sus experiencias, recuerden a quien ha dado tanto a las Ciencias Naturales de
esta parte del continente.

Hombre bondadoso,
conocimiento enciclopédico

Q uienes conocimos Ciencias Naturales, be-


y frecuentamos al Dr. Fe- cario Humboldt, miem-
derico Vervoorst no du- bro de la Academia Na-
daríamos en caracteri- cional de Ciencias, Ase-
zarlo por su rigurosidad. sor Honorífico de la
Tanto en lo profesional Fundación Miguel Lillo
como en lo personal, fueron algunos de los re-
este rasgo lo definía y así conocimientos a su la-
lo transmitía en sus in- bor. Poseía también sóli-
vestigaciones. Prueba de dos conocimientos de
ello fue el mapa fitogeo- varios idiomas e incluso
gráfico de Tucumán, un con un fuerte interés en
insumo básico para cual- el “quichua”, a tal punto
quier estudio de base, que entre sus tareas se
que él publicara por la necesidad de otros hallaba la de agregar palabras a un diccio-
colegas, pues si de él hubiera dependido es- nario “quichua-español” que siempre llevaba
toy seguro de que lo habría llevado a más con él. El abordaje de sus estudios es lo que
detalles. Su pérdida física significó no sólo hoy llamaríamos “Ecología del Paisaje”, es
que se fue un hombre bondadoso, sino el decir entendía que para explicar la distribu-
conocimiento enciclopédico que poseía de la ción de vegetación espacial y temporalmente
vegetación de muchas áreas del mundo y en era necesario conocer el sustrato físico, el
especial del Noroeste Argentino. Detalles de clima y el uso de la tierra, entre otros. Sus
la flora, geología y hábitats en Tucumán estudios con el International Biological Pro-
fueron su pasión. Geólogo de formación, en gram (IBP) en la zona de Pipanaco, en la
su carrera docente cubrió distintos cargos década de 1970, lo convirtieron en una refe-
hasta llegar a Profesor Titular en lo que fue- rencia en ese tipo de abordaje. Su prepara-
ra la Escuela de Ciencias Naturales, y que ción le permitía abordar temas microscópi-
posteriormente se convirtiera en Facultad de cos, como el estudio de los granos de polen,
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hasta temas macro, como el mencionado en ción. Sin duda un grande que extrañaremos
Pipanaco o la distribución de la vegetación y que en su paso por “el Lillo” sembró el
en diferentes pisos altitudinales. Tampoco amor a la ciencia y a la verdadera amistad
descuidó las colecciones botánicas y ellas como lo hacen pocos.
pueden dar prueba de su rigurosidad con
sólo leer los detalles de los sitios de colec- JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

Federico Vervoorst... un recuerdo

U n día de junio del año costear con mis escasos in-


pasado, mientras caminaba gresos de auxiliar estudiantil,
por los cerros tucumanos, un acudió a mi lugar de trabajo
dilema que el paisaje me pre- y alcanzándome dinero me
sentó me trajo a la memoria dijo: “Tome para su viaje y no
a Federico Vervoorst y pensé: me lo devuelva a mí, sino
hace mucho que no visito al que cuando usted pueda haga
doctor y —acoté para mis lo mismo con otros estudian-
adentros— esto puede ser tes”. Así era el doctor.
una excelente excusa para ir En las escasas salidas de
a verlo. El dilema en cuestión campo que tuve suerte de
quedará así, ese lunes al lle- compartir siempre estaba
gar al Instituto me enteré de adelante el maestro, el que
que había fallecido. El doctor, como con res- no sólo impartía conocimiento sino que exi-
peto no exento de cariño lo llamábamos los gía de sus circunstanciales acompañantes
que tuvimos la suerte de frecuentarlo, era la atención y observación, sobre todo observa-
persona a la que invariablemente acudía- ción.
mos para despejar cuestiones de campo rela- Hace unos pocos años, retirado él ya de
cionadas con nuestro oficio o simplemente la actividad lilloana cotidiana, ante una in-
para deleitarnos con relatos y descripciones vitación que le hice para un viaje en vehículo
geográficas que su vasto conocimiento y pro- a la alta montaña, su entusiasmo inicial se
digiosa memoria pintaban de nuestro no- vio truncado por la recomendación médica
roeste. que no lo aconsejaba. Ahí caí en la cuenta
Su carácter severo encerraba un ser sensi- de que lo perdíamos.
ble con mucho de niño, tan acertadamente Su desaparición física seguro que no la
descrito por su esposa Marta en su cuento “Ta- sentimos sólo nosotros, también la sentirán
ficillo”. Tenía agendadas —no sé si en papel o con más pesar su “Gustavito” (como familiar-
en mente— las fechas especiales de sus alum- mente llamaba a su pequeño auto), el “pino
nos más cercanos, a los que en tales ocasio- del cerro” devenido “maitín” de su jardín y su
nes sorprendía generalmente con un libro de- jardín mismo.
dicado. Recuerdo el día que casi sin conocer-
me y ante un viaje de campo que planeaba HUGO AYARDE (“El Hugo”)

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