Ojo que no ve, Complemento que no Existe.

Una pupila y un iris, un Ojo que careca de sentido, no tena la belleza tan perfecta y deseada por la vida misma, buscando una razn de existir, vagando de constelacin en constelacin, de nebulosa en nebulosa, sin excusa de ser feliz, no encontraba su esencia. En Venus encontr unos labios, que no paraban de hablar de s mismos, de lo bello de la palabra, del cuento, de la metfora. El Ojo no saba de lo que hablaba, claro est, l no poda ni escuchar, ni oler, ni hablar, no poda ni siquiera calcular la profundidad de las bellas palabras de los labios. Se march educadamente para seguir con su viaje. En Marte conoci a unas orejas, tan grandes como la misma angustia, un silencio estremecedor la rodeaba, pero en sus curvas se notaban todas las historias oscuras y alegres de todos los tiempos, pero aun as, no era lo que quera el Ojo, quizs en Mercurio Mercurio, un pequeo mundo incomprendido, nico habitante, una nariz, quizs en su memoria se encuentren los olores ms particulares y exquisitos del universo, el aroma de una estrella, de un vaco, de la estela que deja un meteorito, pero tampoco, el Ojo no poda ver su cometida en tan pequeo y basto planeta. Rendido y sin esperanza alguna, ir al sol seria su ltima parada, sucumbir ante aquellos clidos y brutales rayos amarillo-blanquecinos. Pero extraamente, el calor no funcionaba, ms bien, no se senta, que seria, hasta que de pronto, dentro de esos destellos, una paz infinita, una calidez interior que no poda compararse con nada conocido, solo un ser puro poda despedir tal esencia. Un alma gemela, una mitad faltante dentro del Ojo Otro Ojo, al fin!, la razn que tanto haba esperado, la vida misma justificada, al fin podr ser uno solo, completo y feliz todo lo que le faltaba al Ojo, era su otra mitad, como todo ser vivo dentro de este, y todos los universos. El sol que nos da calor para poder crecer y completar un ciclo, una nueva vida que debe empezar, que todos debemos empezar algn momento del tiempo.
Lars Obrist Olate