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MANUEL UGARTE LA NACION LATINOAMERICANA PROLOGO MANUEL BALDOMERO UcarTE pertenece a la sacrificada “generacién argentina del 900”, es decir, a ese micleo de intelectuales nacidos entre 1874 y 1882 que conformaban al despuntar el siglo, una brillantisima “juventud dorada”. Sus integrantes eran Leopoldo Lugones, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Ma- cedonio Fernandez, Alfredo L. Palacios, Alberto Ghiraldo, Manuel Galvez y el propio Ugarte. Habfam nacido y crecido en ese tan cutioso petiodo de transicién que cubre el ultimo cvarto de siglo en la Argentina, cuando Ja vieja provincia latinoamericana parece hundirse pata siempre, con sus gau- chos y sus caudillos, sus costumbres austeras y su antiguo aroma espafl, sus suefios heroicos y su fraternidad latinoamericana. En su reemplazo, esos afios ven brotar una Argentina cosmopolita, con aires europeizados, cuyo rostro sélo mita al Atléntico, ajena al destino del resto de Jas provincias hermanas, con una clase dominante derrachadora, de jacqué y galera de felpa, que soslaya el frfo de los inviernos matchdndose a disfrutar ei verano parisino y un apa- rato cultural que difunde al dia Jas ultimas novedades de fa cultura europea. Tafluenciados por esas dos Argentines, la que parecia morir irremisiblemen- te y la que reclamaba el futuro con pretenciosa arrogancia, estos poctas, ¢s- critores, ensayistas, suffieron en carne propia el drama del pas y sus promi- sorias inteligencias, en vez de desarroliarse al cobijo de un clima favorable, se desgarraron tironeadas por dos mundos contradictorios. La tarea intelectual no fue entonces fructifera labor cteativa, ni menos simple divertintento como en otros micleos de pensadores, sino un penoso calvario frente al cual sélo cabfa hincar a rodilla en tierta abandonando [a cruz, trampear a Jos de- mas y a si mismos con maniobras oportunistas o recorretlo hasta el final costare Io que costare. Hasta ellos Icgaba Ia tradicién democrética y hasta jacobina de un Manuel Dostego 0 un Matiano Moreno y también la pueblada tumultuosa de Ia mon- tonera mientras frente a ellos se alzaban Jas nuevas ideologias que recorrfan Europa atizando el fuego de a Revolucién: el socialismo, el anarquismo. A x su vez, detrds, en el pasado inmediato, percibian una nacién en germen, una patria caliente que se estaba amasando en las guerras civiles y delante, sdto veian la sombra de los simbolos porque fa Patria Grande habia sido despe- dazada y las patrias chicas encadenadas colonialmente a las grandes potencias. La cuestién nacional y 1 cuestién social se enredaban en una compleja ecua- cién con que la Historia parecia complacerse en desafiarlos, Ricardo Rojas clamard entonces por una “Restauraciéa nacionalista”, rei- vindicaré “La Argentinidad” y buscando un vinculo de cohesién latinoameri- cana se desplazard al callején sin salida del indigenismo en Eurindia. Una y otra vez las fuerzas dominantes de esa Argentina “graneto del mundo” cerra- ran el paso a sus ideas y una y otra vez se verd forzado a clandicar, elogiando Sarmiento —él que de joven se vanagloriaba de su origen federal—, otor- gandole sdélo contenido moral a la gesta de San Martin —<€l, en cuyo “pais de Ia selva” estaban vivos atin los ecos de le gran campatia libertadora— para terminar sus dias en los bastiones reaccionarios enfrentando al pueblo jubiloso del 17 de Octubre. Leopoldo Lugones también indagaré desespetadamente fa suerte de su patria pero, con igual fuerza, intentard enraizar en estas tiertas ese socialismo que conmueve a la Europa de la segunda mitad del siglo xrx. Su militancia juvenil en el Partido Socialista va ditigida a lograr ese entronque: una pattia cuya transformacién no puede tener otro destino que el socialismo, una ideologfa socialista cuya tinica postbilidad de fructificar reside en impregnarse profun- damente de las especificidades nacionales. La frustracién de esa expetiencia Jo Ilevara al liberalismo reaccionario y luego al fascismo (de propagandista del presidente Quintana, liberal pro inglés, a redactor de los discursos del presidente Uriburu, cotporativista admirador de los Estados Unidos). ;Sin- gularmente trdgica fue Ja suerte del pobre Lugones! Fascista y anticlerical, enemigo de Ia inmigracién pero partidario de! desarrollo industrial, su_sui- cidio resulté la confesién de que habfa fracasado en la bésqueda de su “Gran- de Argentina”. También 41, como Ricardo Rojas, desfilé en la vereda anti- popular pero, al igual que a éste lo rescatan patcialmente su mejores libros, a Lugones lo ptotege del juicio lapidario de la izquierda infantil una obra literatia nacional, la reivindicacién del “Martin Fierro”. El libro de los paisajes, Tos Romances y esa dramdtica desesperacién por encontrar una patria que Je habfan escamoteado. También Alberto Ghiraldo —amigo intimo de Ugarte desde la adolescen- cia— intenté asumir las nuevas ideas del siglo sin dejar, por eso, de nutrir su literatura en Ia sangre y la carne de su ptopio pueblo. Anarquista desde joven, cultivé también Jos cuentos criollos y en sus obras de teatro reflejé ta realidad nacional. También él, como Usatte, denosté al monstruo devorador de pequefios paises en Yanguilandia barbara, pero las fuerzas a combatir eran tantas y tan poderosas que, en plena edad madura, opté por el exilio. Desde Espagia o desde Chile, Ghiraldo era ya apenas una sombra de aquel joven que tantas esperanzas hacia beotar en el novecientos. ¥ el poeta que hizo vibrat x

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