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margen del directo y sus limitaciones. Será en adelante el soporte de todo el
material "enlatado" sobre el que se consolida la producción televisiva.
También en estos años se va configurando una alianza entre los mundos del
cine y la televisión, una simbiosis que se apoya en su dimensión
empresarial-industrial y que facilita las labores de producción, financiación,
intercambio de profesionales y de obras, etc.
Los años sesenta están dominados por la consolidación de una red de
satélites de comunicación, las agencias informativas audiovisuales, las
productoras de programas para televisión y el color. En los años setenta se
desarrolla el cable como vía de salida a la saturación del espectro
radioeléctrico. Es la época en que la programación se fragmenta en función
de la demanda, generando una producción diversificada.
En los ochenta, especialmente en su primera mitad, se desarrollan las
emisiones vía satélite en Europa -Sky Channel, Music Box, etc.- y también se
desarrollan los servicios de red que integran distintos medios de
telecomunicación; se avanza así hacia la red digital de servicios integrados
(RDSI). Aparecen en Europa con gran fuerza las cadenas de pago. En
Estados Unidos, Ted Turner pone en marcha la CNN y su concepto de
emisión continua y global de información, se multiplican las televisiones
privadas, se desarrollan los servicios del teletexto, y se consolidan los
grandes grupos multimedia.
En este sentido, desde mediados de los ochenta más que hablar de avances
tecnológicos, que los hay, hay que hablar de crecimiento del sector, de la
concentración de medios, de la globalización del mundo audiovisual como
un único mercado.
Desde mediados de los ochenta hasta la actualidad, la televisión viene
combinando un destino generalista para sus contenidos con otra vía más
fragmentada y dirigida no a un público masivo sino a sectores más
individualizados. Y esto tanto en el ámbito de las cadenas temáticas, como
en la programación segmentada en las cadenas generalistas. En la
actualidad, el elevado coste de las producciones y la gran cantidad de
agentes que están en juego en el mercado televisivo hacen que esté
cobrando un poder desmesurado la presencia publicitaria y la lucha por el
control de las audiencias a cualquier precio y con poca importancia
concedida al referente de la calidad.
El mundo audiovisual ha ampliado notablemente su espacio, y se están
generando simbiosis entre sectores antes independientes. En una sociedad
en que el consumo es el centro nuclear de sus configuraciones y
movimientos, también los medios de comunicación de masas, y la
televisión, se encuentra en ese escenario: en muchas ocasiones la
búsqueda de beneficios se lleva por delante las cuestiones relativas al gusto
o a la ética.
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No existe una clara definición que ayude a comprender con nitidez qué se
entiende por género o por formato televisivo. Los profesionales del medio,
los críticos, los investigadores no se ponen de acuerdo en una definición y
una clasificación cerrada. Algo que, por otra parte, parece lógico en un
medio tan cambiante como es la televisión. De todas formas, adelantaremos
algunas definiciones que nos puedan orientar, al menos, para saber
mínimamente de qué estamos hablando cuando decimos género o formato;
y lo haremos teniendo en cuenta que algunos autores y profesionales
apuestan por hablar más bien de tipos o familias de programas.
A esta confusión se suma una cuestión más. Y en ella parece que sí hay
consenso entre los distintos agentes del entorno de los programas
televisivos: en los últimos años una de las características más definitorias
de la televisión y sus programas es el carácter híbrido de los mismos. La
noción de mestizaje o hibridación convierte a la tarea clasificatoria en algo
cada vez más complejo e incluso en algo inútil.
Aquí no abordamos el estudio de los géneros exclusivamente con una
finalidad clasificatoria, sino más bien como el intento de recorrer distintas
maneras de entender la forma y el contenido de los programas televisivos.
Pero antes de entrar en los géneros más propiamente narrativos hemos de
apuntar algunas cuestiones generales sobre el género y el formato, así
como también debemos trazar un panorama general y amplio de los
diversos géneros televisivos, entre los que se encuentran las formas
narrativas.
El género es una etiqueta definitoria y clasificatoria que se adjudica a una
obra -programa- de modo que sirva para una rápida identificación de la
pieza por parte de espectadores, productores y creadores.
El hecho de establecer diferencias genéricas en el ámbito de las obras de
creación se ha dado en todas las artes y aún hoy sigue haciéndose en todas
las artes, mayores y menores. A pesar de todos los pesares, pues siempre
ha logrado, además de definir y clasificar, generar discusiones, disputas y
apelaciones a la totalidad.
El ámbito literario es quizá el espacio en que se ha desarrollado una
tipología genérica que ha servido de referencia especialmente para el cine
y, como consecuencia, también para la televisión; con todas las salvedades
que haya que hacer, que son muchas. Y no olvidemos la gran influencia del
medio radiofónico en la configuración de muchos géneros televisivos.
La mayoría de los contenidos y las formas televisivas se generaron en
Estados Unidos entre los años treinta y cuarenta; surgieron de la confluencia
de experiencias provenientes de la radio, la publicidad y el cine. De forma
más remota, trabajaron los referentes literarios, como en casi todas las
formas de creación contemporánea.
En la medida en que la televisión actual, la neotelevisión, se apoya más en
su carácter de flujo continuo, de hibridación y de interactuación con el
espectador, todas estas clasificaciones genéricas que se apoyan en el
concepto de programa como algo aislado resultan problemáticas y han de
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ser matizadas y actualizadas a la situación real de la televisión actual; una
televisión en la que el espectador también ha cambiado sus hábitos y sus
formas de consumirla y ello influye también como veremos en la cuestión de
los géneros y los formatos.
Tanto a los productores, como a los programadores y a los propios
espectadores desde siempre les ha interesado la diferenciación genérica de
los programas. Es algo con lo que se cuenta, son diferencias asumidas y
eficaces en la práctica diaria. En la medida en que los géneros funcionan
como etiquetas que permiten una fácil identificación, simplifican la
comunicación entre los distintos agentes del universo televisivo. Son
referencias que ayudan a la orientación.
Actualmente y más que nunca la televisión está concebida como un
negocio, como una empresa con la que ganar dinero. El modo en que esto
se consigue es a través de la inversión publicitaria que durante los últimos
años ha crecido considerablemente. La diferenciación de géneros y formatos
permite a los programadores distinguir a su vez los bloques de
programación (daytime, primetime…); cada uno de ellos está especializado
en unos géneros y formatos determinados, dependiendo del segmento de
población con que quieran conectar. De esa forma los anunciantes saben
dónde publicitar sus productos, a quién se quieren dirigir y con qué formato
pretenden vincularlos.
Esto no impide que en la televisión actual se esté buscando con frecuencia
la creación de programas híbridos, que funden y combinan contenidos y
formas tradicionalmente alejadas generando cosas como el infotainment,
dramadoc, factions, dramedies, etc. Hibridación que funciona más allá de
los géneros y que en apariencia, pero sólo en apariencia, van más allá de los
posibles moldes genéricos. Estos siguen funcionando de fondo, a modo de
referencia para la creación, aunque sea para ir contra ellos o subvertirlos. Y
las cosas parecen ser así especialmente en un medio como el televisivo,
muy centrado en grandes esquemas, en trabajos en equipo y en sistemas
de creación de programas, géneros o formatos que se apoyan en referencias
comunes y en los continuos cambios sociales más que en ideas y creaciones
personales o autorales.
Como señala Jaime Barroso (1996), se reconocen desde todos los ámbitos
como modelos identificables y diferenciables los siguientes géneros o tipos
de programas: informativos, documentales, deportes, seriales, variedades,
concursos, debates, dibujos animados, etc. Sin embargo la división en
géneros es algo bastante acrítico y confuso, no compartido de forma
universal en sus concreciones. Quizá pueda ser una causa la falta de
estudios rigurosos que aborden la cuestión de las relaciones entre géneros,
las deudas de unos con otros, las construcciones formales, etc.; pero
también entra aquí en juego el hecho de que a la propia dinámica televisiva
parece irle bien ese magma un poco confuso en que pueden prosperar
formas y contenidos no muy definidos.
El género televisivo, al igual que otros géneros creativos, no es algo estable
y universal, inamovible en el tiempo y el espacio. Los géneros nacen y
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mueren, y mientras viven se transforman. De esta manera, cuando estamos
aportando las características de un determinado género, de alguna manera
estamos entresacándolas de aquí y de allá, pero sería muy difícil aplicarlo
indiscriminadamente a todas las obras que a lo largo de los años y de los
distintos lugares han ido generándose. El género además, suele servir como
referencia a los creadores a la hora de desarrollar su trabajo; pero no
siempre se está actualizando la misma referencia en unos y otros creativos
cuando trabajan desde la perspectiva de uno u otro género. Y algo
semejante podemos decir desde la otra perspectiva, la del espectador: no
todo el mundo entiende lo mismo por western o por reality show. Por tanto,
la codificación y descodificación o la construcción y deconstrucción de las
referencias genéricas es algo complejo y va más allá de la configuración y
captación de unas marcas o estilemas claramente definidos. En este
sentido, la función de los géneros sería la de fundar un contrato entre
emisor y receptor, contrato que encuadraría las expectativas en cuanto a
los contenidos y las formas que se ofrecen y se esperan en los programas.
En la definición de un género entrarán en juego las cuestiones relativas al
contenido de esos programas, también a sus formas de construcción -a
todos los niveles, narrativa, realización, etc.-, así como también desempeña
una función relevante la dimensión pragmática: el receptor. El público o
audiencia actúa como referencia para el creador, con sus expectativas está
generando ciertas formas de construcción de los programas, las dinámicas
de la audiencia en tanto cuerpo social que siguen o rechazan ciertas
propuestas, etc.
En este último sentido, no debemos olvidar que la televisión depende
esencialmente de las audiencias, llegando actualmente a unas relaciones
que se podría calificar de enfermizas. Son las audiencias quienes, vía
publicidad, financian todo el sistema. Los altísimos costes de producción de
la programación televisiva de alguna manera deben ser protegidos por una
audiencia que responda y que mueva a la publicidad a insertarse en la
televisión y a pagar. Y aquí llega el espinoso y complejo asunto de si es
antes el huevo o la gallina: algunos creen que esta forma de funcionamiento
significa que las televisiones están produciendo y programando lo que los
espectadores quieren ver y serán éstos los configuradores finales de la
programación; para otros, son las propias cadenas televisivas las que toman
la iniciativa, aportan sus propuestas, generan los gustos y las necesidades y
configuran ellas tanto la programación como al espectador y sus deseos.
Una última cuestión general con respecto al género es su grado de
concreción. La diferenciación más básica apuntaría a tres grandes bloques:
ficción, entretenimiento e información-cultura. Pero el intento clasificatorio
puede etiquetar los programas insertos en cada una de esas grandes
categorías casi hasta el infinito. Por ejemplo, dentro de la ficción estaría la
ficción seriada, dentro la comedia de situación y dentro diversas opciones
surgidas de la producción estadounidense como: domcoms, kidcoms,
couplecoms, corncoms, ethnicoms, carecoms, etc., en la medida en que sus
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protagonistas sean familias, niños, parejas, agricultores, latinos o negros,
profesionales…
En el ámbito televisivo desde hace algunos años se habla mucho de
formatos, noción asociada de alguna manera a la más clásica de género.
El formato vendría a ser una fórmula de construcción de programas; se
caracteriza por sus concreciones relativas a aquellos elementos que definen
un programa: tipo de producción -propia o ajena, seriada o única, etc.-,
procedimiento de emisión -directo o diferido-, soporte de la producción
-cine, vídeo, digital-, lugar y duración, público al que va destinado, etc.
Para Jaime Barroso (1996) "la noción de formato surge, aplicada con
especial empeño al medio televisivo, como complemento del concepto de
género frente a un despliegue de opciones tan amplio que indujo a reservar
el término género para designar a los grandes grupos surgidos desde la
clasificación por criterio temático o por el destinatario (ficción, información,
variedades, infantiles, divulgativos, etc.) y el término formato para designar
todas aquellas variaciones formales –de género- producto de la mixtura, la
transposición, la multicodificación, etc., propios del medio y de la actitud
contemporánea; pero también, por la necesidad de incorporar, en el caso de
los medios audiovisuales, a las características propias del género y
vinculadas al contenido, otras consecuencias o exigencias del criterio
constructivo (la forma), de la programación, las leyes del mercado
(comercialización) y la producción tales como la duración, soporte de
producción, técnica de realización, etc., que además de caracterizar al texto
en ciertos aspectos formales acaban por incorporarse como auténticas
marcas de género." (Barroso, 1996: 194)
Recientemente se ha publicado en España un libro con el significativo título
de ¿Qué es eso del formato?; en él Gloria Saló aporta algunas definiciones
de profesionales del sector que pueden servir para aportar una visión
caleidoscópica sobre lo que sea el formato televisivo y las posibles formas
de concebirlo. Algunas de ellas son las que hemos seleccionado porque
resultaban más clarificadoras:
"Un formato es el concepto o idea de un programa que tiene una
combinación única de elementos (escenografía, reglas, dinámica, temática,
conductores...) que lo hace único y lo diferencia claramente de los demás.
También debe poder adaptarse y aplicarse a distintos territorios y culturas
sin perder su esencia y fin". Diego Guebel de Cuatro Cabezas, citado por
Gloria Saló (2003: 15-16).
"Un formato para televisión es un concepto para un programa, el cual ha
sido desarrollado y puede ser vendido a terceros. Un formato parte de unas
reglas en las que define cómo se debe jugar, cómo se debe producir el
programa... El formato es el marco en el que se suman elementos para
hacer el programa adecuado para un país o mercado concreto." Paul Smith
de Celador Productions, citado por Gloria Saló (2003: 17).
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"Un formato es la concepción de una idea con reales posibilidades de
adaptación, sin modificar la esencia, espíritu y concepto de la versión
original." Roberto García Ramos de Telefé, citado por Gloria Saló (2003: 18).
"Es la nueva forma de llamar a lo que siempre se llamó idea de programa,
una idea fácilmente repetible en cualquier televisión, en cualquier otro
idioma y en cualquier otro lugar. La palabra formato se empieza a usar
cuando empiezan las productoras independientes. Vender un formato da la
sensación de vender algo que se puede tocar." José María Íñigo, citado por
Gloria Saló (2003: 34).
Gloria Saló se refiere al proceso de ideación, producción, realización y
difusión como el tour del formato. "El proceso creativo comienza con una
idea que necesita de un tiempo de desarrollo y de una inversión para poder
poner en imágenes el formato propiamente dicho. Para que este sea un
éxito alguien debe apostar por él y demostrar que puede convertirse en un
producto competitivo en el mercado, además de rentable por las ventas que
pueda proporcionar. Una vez que ha conseguido venderse llega el doloroso
proceso de la adaptación, que tan buenos formatos ha destrozado unas
veces y tan buenos resultados ha dado otras tantas." (Saló, 2003: 16). Es
decir, habría tres grandes formas de concebir y realizar un formato:
creación, compra y adaptación.
Creación de un formato: en esta fase ha de surgir una idea clara del
programa que se quiere hacer y de cómo se va a desarrollar, a quién se
quiere dirigir y en consecuencia qué lugar debería ocupar en la parrilla de
programación; se debe estructurar en orden el desarrollo de los contenidos,
a modo de escaleta; se irá buscando la densidad en el contenido, creando
secciones y perfilando la concreción del desarrollo; se definirá el tipo de
personajes, las acciones, las pruebas, los reportajes que incorpore, los
presentadores, el decorado, el papel del público; será necesario definir el
estilo de la realización, estilismo, iluminación, aspecto visual del programa;
etc. No debemos olvidar que la mayor parte de los formatos de
entretenimiento que han sido exitosos procedían de Estados Unidos; aunque
en los últimos años también algunas producciones europeas han triunfado,
como ¿Quién quiere ser millonario?, Supervivientes o Gran Hermano,
procedentes del Reino Unido, Suecia u Holanda.
Compra de un formato: se trata de hacerse con un programa por medio de
la adquisición de los derechos para poder producir y emitir un programa. Se
debe negociar el territorio de emisión, el número de pases, el precio por
programa producido, etc. Quien ha creado un formato puede venderlo
directamente o a través de un distribuidor. Suelen comprarse los formatos
de programas para contar con un producto ya diseñado y que ya ha sido
testado positivamente. Es necesario estar muy al día y en contacto con el
movimiento de las distintas cadenas y productoras mundiales para conocer
qué formatos están funcionando o pueden llegar a funcionar. Son los
grandes mercados internacionales donde se ponen en contacto los distintos
integrantes del mercado para ofrecer y comprar; sirven para tomar el pulso
a la oferta y la demanda.
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Adaptación de un formato: según Diego Guebel lo esencial al adaptar es
modificar solamente aquellos componentes que sea necesario cambiar para
atender a las diferencias culturales y sociales del territorio, sin perder el
concepto o idea del formato original. Hay factores locales que deben ser
tenidos en cuenta, hay factores universales que funcionarán en cualquier
lugar, hay características esenciales que configuran el formato -sean de
índole narrativa, de realización, de concepción, etc.- y que parece
conveniente respetar. Cuando se compra un formato siempre se adapta al
territorio en el que se quiere emitir. La adaptación de un formato sería un
subapartado de la compra.
Copia de un formato: desgraciadamente la falta de creatividad y la poca
ética profesional que impera en el mundo televisivo, hacen que esta
práctica sea bastante frecuente. Quien copia un formato cuida
escrupulosamente introducir elementos que lo hagan un poco diferente del
formato original para escapar así de las acciones legales que los
propietarios del formato original pueden emprender contra los que han
copiado su formato.
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Musicales. Incluye los programas en que la música es el elemento central y
no un mero añadido en un conjunto más variado. Incorporaría los siguientes
subgéneros: óperas, comedias musicales, operetas, zarzuelas, ballet,
música culta, música pop, videoclips, etc.
Deportivos. Los diversos programas centrados en la emisión de prácticas
deportivas, competitivas o no. Comprende los siguientes subgéneros:
acontecimientos deportivos, magacines deportivos, revistas y noticias
deportivas y otros.
Informativos. Se trata de los programas destinados a informar de hechos de
actualidad e interés general. Incorpora diversos subgéneros: telediarios,
avances informativos, revista semanal, reportaje, coloquio, debate o
entrevista, información política, transmisiones parlamentarias, comunicados
de partidos políticos, magacines de actualidad, información meteorológica y
otros.
Divulgativos y documentales. Difunden conocimientos sobre algún aspecto
de la realidad en formas de revistas periódicas o documentales. Incorpora
los siguientes contenidos: arte, humanidades, ciencias, ocio, consumo y
otros.
Educativos. Programas realizados generalmente en colaboración con el
Ministerio de Educación u otras instituciones estatales. Incluye los
siguientes subgéneros: escolares o preescolares, universitarios,
postuniversitarios, educación adultos, institucionales y otros.
Religiosos. Desde la perspectiva de las diversas concepciones religiosas.
Engloba programas como: servicios religiosos, religiosos católicos, religiosos
no católicos y otros.
Presentaciones y promociones. Promocionan la propia cadena televisiva y
sus programas concretos. Incorpora piezas de continuidad, promos
genéricas y específicas.
Publicidad. Piezas o spots destinados a informar y persuadir sobre
productos. Incluye: publicidad ordinaria, pases profesionales, publi-
reportajes, publicidad institucional y propaganda política.
Programas de entretenimiento
En televisión suele decirse que todo programa debe incorporar el
ingrediente del entretenimiento. Pero existe una categoría genérica que
incorporaría aquellos programas centrados de forma más significativa en
entretener al espectador.
Suelen realizarse en plató; pero no es sí de forma exclusiva ya que basta
recordar que un formato como Supervivientes combina los momentos en el
plató con los espacios exteriores. Los programas de entretenimiento se
apoyan sobre la generación tres grandes resultados: emoción, suspense-
sorpresa y humor. La televisión busca la reacción emocional del espectador,
pues es una forma de implicarle en el programa; en la misma dirección
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actúa la creación de dinámicas de suspense y sorpresa; el humor es una de
las vías más eficaces de entretener al público.
Describiremos a continuación algunos de los subgéneros que conforman los
grandes bloques en que se estructuran los programas televisivos de
entretenimiento: concursos, reality-shows, magacines y galas.
Los concursos
Se trata de un tipo de programas con una importante presencia en la actual
oferta televisiva, procedentes históricamente de los concursos radiofónicos
y en sus orígenes tenían una intención educativa. Actualmente se inclinan
más a la búsqueda del entretenimiento y el espectáculo.
Son juegos de competencia en los que los candidatos a conseguir el premio
han de ir realizando diversas pruebas según unas normas establecidas. Se
ha comentado que el principal aliciente de estos programas es que
funcionan como un modelo reducido y simplificado de la vida misma,
representan en la pantalla las luchas que todo individuo ha de superar en el
día a día de su vida; pero lo hace de forma reducida, asumible,
comprensible y reduccionista.
Suelen requerir básicamente habilidades o méritos personales (capacidades
estratégicas, conocimientos de diversa índole, capacidades memorísticas,
etc.) o se apoyan en la suerte, el azar.
Los concursos de méritos buscan que el concursante demuestre sus
capacidades pasando por diversas pruebas. Habitualmente apelan al mérito
intelectual del concursante por medio de concursos temáticos en torno a
conocimientos de ámbito general, como es el caso de Saber y ganar, Cifras
y letras o ¿Quién quiere ser millonario?. En ocasiones se trata de pruebas
que han de ir superándose para pasar a las fases siguientes o acumulando
puntuaciones; las habilidades que se pueden ir demostrando serán de índole
física, de valentía, etc. Son programas como El gran prix. Los concursos de
artistas pondrán a prueba las habilidades artísticas de los participantes,
como en el caso de Operación triunfo, Menudas estrellas, aunque en el caso
del primero y siguiendo con la cuestión de que en televisión no hay
"compartimentos estancos" entre los géneros y los formatos, la parte de
reality era tan importante o más que la parte de concurso.
Los concursos de azar son aquellos basados en la suerte del concursante,
aunque incorporan en su desarrollo también la apelación a las habilidades
estratégicas y los méritos del participante. Algunos concursos temáticos o
de conocimiento incorporan la dimensión azarosa, como en La ruleta de la
fortuna: la ruleta indica la letra y desde ella se realizan las preguntas de
cultura general.
Los reality-shows
El reality-show es un formato que ha experimentado múltiples y complejas
transformaciones. Originariamente se trataba de programas que reflejaban
hechos reales pero buscando la espectacularización de los acontecimientos
y la implicación del público. Solía incorporar reportajes y dramatizaciones
sobre sucesos, generalmente en torno a crímenes, agresiones sexuales,
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errores médicos, procesos judiciales, etc. Mezclaba diversos géneros como
noticias, reportajes, dramatizaciones, conexiones en directo, entrevistas,
tertulias, etc. En España serían los casos del primitivo Reina por un día o
Quién sabe dónde, La máquina de la verdad, Lo que necesitas es amor, etc.
Podríamos clasificar los realities actuales según la siguiente tipología:
El reality-magazine o talk-show. Es el más cercano al modelo originario:
muestra tragedias y escándalos de personas anónimas, personas que
buscan desnudar su intimidad ante las cámaras de televisión. Un
presentador, con frecuencia presentadora, entrevista a un grupo de
personas en un estudio que desvelan aspectos de su vida privada buscando
lo morboso y lo espectacular. Tratan sobre problemas sexuales, relaciones
familiares o laborales, etc. Una modalidad es la tertulia en la que se busca el
enfrentamiento violento, a veces con violencia física, entre los participantes.
Ejemplos famosos son The Oprah Winfrey Show y El programa de Cristina o
El diario de Patricia.
El reality-magazine también puede apoyarse en el tratamiento de
cuestiones polémicas por parte de periodistas o especialistas en un
determinado tema, con la intervención del público o de los afectados. Se
busca la polémica y las posiciones extremas; todo el programa destila un
aire de ser algo previamente preparado y pagado.
El reality-magazine también puede estar protagonizado por famosos,
personajes conocidos popularmente o generados y ensalzados desde el
propio medio televisivo. Han creado todo un submundo social que goza de
gran seguimiento por parte de ciertas audiencias. Algunos adoptan una
estructura de informativo como "Aquí hay tomate", en el que una pareja de
presentadores introducen con agilidad e ironía vídeos polémicos con
entrevistas, imágenes robadas, etc. Otras veces adquiere la forma de
debate en el que se enfrentan un grupo de famosos y un grupo de
periodistas, moderados por un presentador; buscan desvelar y debatir sobre
los entresijos de la vida de los famosos. Es el caso de Tómbola o la ya
desaparecida Salsa rosa, formato copiado y reconvertido en un nuevo
programa llamado Dolce Vita.
El reality-concurso es una variante del reality que ha adquirido gran
presencia en las parrillas de la actual televisión. Se trata de programas en
los que compiten un grupo de personas y la peculiaridad es que
supuestamente se emite y se muestra al espectador la vida diaria de estos
concursantes. y que ofrecen supuestamente la realidad absoluta de sus
participantes. Aquí encuadraríamos Supervivientes, Gran Hermano o La isla
de los famosos. En ocasiones son famosos los que participan, en otras
personas anónimas que, tras el programa, suelen pasar a engrosar las filas
de los famosillos nacionales. Pasan por diversas pruebas físicas y
psicológicas, muestran sus caracteres, sus habilidades para la convivencia,
sus miserias... Es el público el que decide quién sigue adelante en el
concurso y quien ha de irse. En la realización se conjuga una parte desde el
plató con un presentador y unos comentaristas o amigos y familiares, y otra
desde el lugar en que estén los concursantes. Programas como Gran
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Hermano u Operación triunfo crearon canales temáticos exclusivos para el
seguimiento en continuidad de todo lo relativo al concurso; durante 24
horas de programación ofrecían repeticiones, castings, etc.
Los magacines
Son programas que se estructuran, como su nombre indica, a modo de una
revista: incorpora muy diversas secciones pertenecientes a distintos
géneros, sean informativos, concursos, actuaciones, etc. En España es
frecuente que sea una mujer presentadora quien conduzca el programa y
que éste se base y se defina por el estilo de su presentadora estrella. Serían
los casos emblemáticos de Mª Teresa Campos o Ana Rosa Quintana.
Los magacines suelen incorporar entrevistas, conversaciones entre los
invitados, a modo de tertulia o talk-show, etc.
Las galas
Son programas que tienen un gran seguimiento en la actual televisión. Se
apoyan en varios presentadores, masculinos y femeninos, de forma
distendida y humorística presentan y dan paso a diversas actuaciones
musicales y coreográficas.
El estilo en la realización de las galas suele acentuar las dimensiones
glamurosas, con fuerte y marcada iluminación, vestuario sofisticado, etc.
Se intenta con las galas reunir a las estrellas mediáticas del momento, con
ocasión de algún homenaje a un cantante, la presentación de la
programación televisiva de la temporada, el homenaje a una región de
España, entregar premios, etc. Su emisión suele ser en el prime time.
Durante los últimos años este tipo de programas no han funcionado bien en
las cadenas por lo que su emisión cada vez es menor.
Programas culturales
La programación cultural suele ocupar un escaso espacio en el gran
universo televisivo. A pesar de que la televisión buscara originariamente
desempeñar tres funciones: formar, informar y entretener, parece que se ha
volcado todo o casi todo en esta última dirección. En la medida en que son
contenidos dirigidos a públicos específicos y marginales, no resultan
rentables para la industria televisiva. Por esta razón, al no atraer a la
publicidad, su emisión suele relegarse a las franjas horarias marginales. Son
generalmente las televisiones públicas las que mantienen una programación
cultural digna, por el servicio público que deben aportar, por el plus de
prestigio que otorgan a la cadena.
En términos generales podemos distinguir a aquellos programas
divulgativos y educativos no documentales de los programas documentales
o reportajes.
Los primeros pueden adoptar diversas formas: magacines, revistas que
divulgan contenidos relativos a literatura, arte, cine, artes escénicas;
retransmisiones de conciertos o actuaciones; agendas culturales, etc.
Algunos ejemplos de programas de este tipo serían La mandrágora, Negro
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sobre blanco o Estravagario: éste último se emite en La 2 de Televisión
Española, tiene el formato de revista dedicada al mundo de los libros y
contiene una charla entre el presentador y los invitados sobre una cuestión
literaria concreta, recomendaciones de lecturas, entrevista a un autor cuya
obra esté por algún motivo de actualidad, una actuación musical. Otro
programa de La 2 es Metrópolis que tiene una dirección de veinticinco
minutos, se emite semanalmente, desde el año 1984; aporta contenidos
sobre las últimas propuestas artísticas y culturales en el ámbito audiovisual
o escénico con un formato siempre innovador y muy creativo y por medio de
programas monográficos sobre algún tema o artista.
En el caso de los reportajes o de los documentales suelen clasificarse en
función de su carácter seriado o de obras únicas. Existen programas
contenedores que emiten estas obras como es el caso de Documentos TV
en Televisión Española. Es más frecuente que lo que se emita en televisión
sean reportajes de tipo periodístico; sin embargo, en los últimos años está
acompañando al desarrollo del documental cinematográfico y de creación
una mayor presencia de éstos en las parrillas televisivas.
Los documentales se emiten tanto en las cadenas generalistas como en
aquellos canales temáticos especializados en ellos y son el formato más
potente que acoge la presencia cultural en televisión. Entre los canales
temáticos especializados en documentales podemos destacar los
estadounidenses Discovery Channel y National Geographic Channel -desde
hace unos años contamos con la versión española de ambos canales en la
plataforma de pago Digital Plus- o los franceses Odyssée, Paris Premiere o
Planète o el italiano Cult Network Italia. Algunas artes disponen de canales
especializados: ballet, ópera, música culta, música pop, etc. El canal franco-
alemán Arte nacido en 1992 se ha asociado con otras televisiones públicas
europeas, también con TVE que emite alguno de sus contenidos a través del
programa La noche temática. En el caso español, Televisión Española tiene
el canal Grandes Documentales–Hispavisión, dedicado a la cultura y a los
movimientos sociales de raíz hispana, que se distribuye en Europa y en todo
el continente americano; a través de esta señal es posible ver series
documentales producidas por TVE, como Al filo de lo imposible, 2.Mil, Esta
es mi tierra, Redes o Mil años de Románico.
El documental es un modo de representación de la realidad nacido en el
cine, adaptado también a la televisión y que actualmente, con la
indefinición creciente entre las distintas ventanas audiovisuales, tiene
campo libre para desarrollarse con gran potencialidad y creatividad. Sin
embargo, la mayor parte de los documentales emitidos en televisión
corresponden al documental divulgativo, que busca ofrecer a un público
amplio y con diferentes niveles de conocimiento unos conocimientos
expuestos de forma atractiva, clara, sencilla y entretenida. A pesar del
abaratamiento en los costes de producción logrado por las nuevas
tecnologías en muchas ocasiones es necesario invertir grandes sumas de
dinero para obtener piezas de calidad.
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Es frecuente establecer subgéneros entre los documentales atendiendo a
las distintas disciplinas artísticas o científicas que traten: históricos, de
naturaleza, políticos, musicales, etc. Y las formas de construcción de estos
documentales también pueden ser variadísimas: estructuras narrativas y no
narrativas, entrevistas, voz en off, imágenes y sonidos de archivo,
reconstrucciones dramatizadas, etc.
La realización del documental supone una importante inversión en medios
humanos y creativos, en dinero, en tiempo e infraestructura.
La realización de un documental es una laboriosa empresa que
generalmente requiere muchos meses de preparación, filmación y
posproducción. La producción de documentales suele ser sostenida por los
canales de televisión potentes estadounidenses o por las grandes
televisiones públicas europeas como es el caso de la BBC. También se
frecuenta la vía de la coproducción en colaboración con instituciones,
organismos, ong's, etc. A un nivel menos potente cuantitativamente, las
productoras especializadas también producen obras documentales.
En los últimos años estamos asistiendo a un renacimiento de los trabajos
documentales: se estrenan en las salas cinematográficas, las cámaras
digitales facilitan la realización, la distribución a través del Dvd o de Internet
facilita que lleguen al público, etc. Con todo ello parece estar
desarrollándose esta forma de producción audiovisual.
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desesperadas, Alias, Perdidos, Los Soprano, A dos metros bajo tierra, El ala
oeste de la Casa Blanca o 24...
Miniseries. Son narraciones fragmentadas o dosificadas en el tiempo de
emisión. Son relatos preparados para ser emitidos en dos o tres episodios.
Cada capítulo se ofrece como relato no autónomo de estructura no
recurrente; todos los episodios poseen una única trama principal que va
resolviéndose, episodio tras episodio. Se podría considerar como un
extensísimo largometraje. Suelen programarse diariamente durante tres o
cuatro días consecutivos o, más frecuentemente, en fin de semana. Desde
los contenidos, las miniseries pueden ser adaptaciones literarias como El
abuelo o La Regenta, historias de la vida real como Padre Coraje o biografías
de personajes célebres como Vicente Blasco Ibáñez, Miguel Hernández,
Josep Pla o Salvador Dalí. Los episodios suelen cerrarse con un clímax que
genere una expectativa en el espectador para engancharle al próximo
episodio. Algunas miniseries famosas son Fortunata y Jacinta, Cañas y
barro, La barraca, Yo Claudio, La vida de Leonardo da Vinci, Arriba y abajo,
Raíces.
El cine en televisión
El género de ficción más potente en televisión, por ahora, es un género
externo a ella: el cine, los largometrajes de ficción -los cortometrajes son
otra cosa-. Se trata evidentemente de un tipo de obras, de un género
pensado para otro medio pero que su pase por televisión se ha convertido
en algo natural e incluso consustancial. Las relaciones de amor-odio entre
televisión y cine, desde todas sus perspectivas y fundamentalmente desde
el ámbito de la producción son todo un mundo complejo pero de gran
influencia en ambos mundos.
En las mutaciones que se están produciendo en las formas de recepción o
consumo cinematográfico, la televisión tiene mucho que decir; así como el
dvd, internet, los proyectores caseros del home-cinema, etc.
La calidad de las producciones cinematográficas está por ahora y en
términos generales por encima de los demás productos televisivos; aunque
ya hemos señalado los casos concretos del gran valor que tienen algunas de
las series que se están realizando en la actualidad. Ese valor de calidad es
lo que pesa más en la consideración del cine por parte de los
programadores televisivos como una oferta de calidad. De todas maneras,
el valor estratégico de programar cine está variando: con la aparición de la
plataforma, el cable, etc., el cine no es un valor añadido para las
televisiones generalistas. El cine es algo que las televisiones consideran que
deben programar, aunque salga caro y, últimamente, poco rentable: por las
cifras millonarias que se pagan, por la necesidad de insertar anuncios
publicitarios, por la competencia del cada vez más potente mercado del
dvd, y también de la piratería y de internet. Adquirir los derechos de emisión
de una película para pasarla en horario nocturno supone un coste
elevadísimo que no siempre se amortiza.
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Lo habitual es que las cadenas emitan el cine en horario de prime time y
que dispongan de dos o tres emisiones cinematográficas a la semana en
estos horarios. Se suele emitir el cine más reciente, generalmente
estadounidense, dejándose las producciones nacionales o el cine familiar
para las tardes de los fines de semana. El cine más arriesgado o el cine
clásico sólo tiene cabida en la televisión pública, en La 2, y en los canales
temáticos.
Es frecuente en los últimos años la existencia de programas contenedores,
con un horario establecido y conocido por el espectador, que sirven para la
emisión en su interior de largometrajes cinematográficos: Cine de barrio,
Versión española, ¡Qué grande es el cine!, Off cinema, etc.
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
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2003.
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AA.VV. Revista Archipiélago nº 60. Sobre televisión y cultura
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Simpsons). Barcelona. Gedisa.
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Síntesis, 1996.
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televisión americanas, de C.S.I. a Los Soprano. Calamar Ediciones.
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Gedisa.
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Gedisa.
RODRÍGUEZ PASTORIZA, Francisco (2003) Cultura y televisión. (Una relación
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programa de televisión. Barcelona. Gedisa.
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