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LA TELEVISIÓN

Estatus técnico y cultural del medio


La televisión es un medio de comunicación que transmite imágenes y
sonidos a distancia por medio de ondas electromagnéticas que se propagan
a gran velocidad. Se trata de una invención técnica que consigue
materializar un mito, un deseo de la humanidad, la abolición de las
distancias en la percepción del mundo. En este sentido supuso un paso más
allá que el alcanzado por la radio, un paso importante ya que incorporaba el
importante universo de la imagen.
La televisión se fue insertando durante su desarrollo en el siglo XX entre
otros medios de entretenimiento, de difusión de una visión del mundo y por
tanto de poder. Se sitúa en un espacio compartido con la radio y el cine,
configurando poco a poco su propio lugar en el gran mundo de los medios
de comunicación de masas. Fue considerado pronto como una importante
herramienta por los agentes del poder político y económico. En su desarrollo
e implantación tuvo que luchar con las dificultades técnicas que fueron poco
a poco solucionándose, pero también con los marcos legales de cada país.
Su surgimiento en el seno de unos medios ya asentados hará que también
en su configuración concreta, en los contenidos y en las formas, viva de
unas tradiciones ya consolidadas. Sus géneros, por ejemplo, proceden del
cine, la radio, el teatro o la prensa escrita. En su desarrollo histórico fue
modificándolos y adecuándolos a sus posibilidades o al perfil que fue
generando en el marco de los medios: casi siempre su peculiaridad fue
orientándose a la dimensión de espectáculo que imprimió a sus productos.
Frente al cine, tiene el handicap de su peor calidad de imagen: la televisión
ha adaptado lo aprendido del lenguaje audiovisual del cine a sus distintas
posibilidades como en la utilización de planos más cortos, etc. Frente a otros
medios, la televisión potenciará su capacidad para la emisión en directo.
Los géneros televisivos, por tanto, en sus grandes áreas, la información, la
formación y el entretenimiento, derivaron de otros medios anteriores. Así,
los informativos bebieron de los boletines radiofónicos de noticias y de las
actualidades cinematográficas. En los primeros informativos televisivos no
había presentadores, sino mapas, fotos y filmaciones con una voz en off que
narraba las noticias, de forma semejante a los noticiarios cinematográficos;
no fue hasta los años sesenta cuando apareció la figura del presentador,
individualizando esa voz, llegando a crear también un star-system en el
ámbito de la información televisiva, que todavía hoy tiene gran relevancia.
En el ámbito del entretenimiento, el más transitado por la televisión, han
alcanzado gran relieve los programas de concursos, los espectáculos de
variedades apoyados en el género musical y especialmente las
retransmisiones deportivas. En lo referente a la formación, el cine
documental o los programas de divulgación cultural como las revistas de
cine, los debates, etc. han tenido también su sitio, aunque minoritario. A
medio camino entre el entretenimiento y la formación estaría el gran ámbito
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de la ficción en televisión: las emisiones cinematográficas, las cada vez más
escasas emisiones de obras teatrales, y las ficciones creadas para
televisión: tv movies, y, especialmente, el gran mundo de las series
televisivas.
Actualmente, la televisión ha adquirido una importancia y una dimensión en
la sociedad tal que se ha situado en el centro del sistema de comunicación y
de construcción social. La rivalidad que mantienen los distintos medios que
configuran la cultura de masas, se inclina casi siempre del lado de la
televisión, absorbiendo la atención de los públicos y, por tanto, de los
ingresos publicitarios que son actualmente el cimiento económico de las
industrias de la cultura.

Desarrollo técnico y evolución


Como cualquiera de los soportes visuales o audiovisuales que estamos
contemplando, la televisión ha tenido una fase experimental muy dilatada,
que arranca de las primeras experiencias del alemán Paul Nipkow en 1860,
quien patentó el "telescopio eléctrico", un sistema mecánico de transmisión
de imágenes. En 1925 será el escocés John Lodgie Bird quien consiga
transmitir la primera imagen. Se siguieron muchas pruebas y desarrollos del
sistema, en paralelo al desarrollo del cine sonoro. Todavía no estaba definido
el sistema que se quería adoptar.
Será en 1934 cuando se den importantes pasos en la consolidación de la
retransmisión televisiva: se emite en directo, por ejemplo, en las olimpiadas
del año 1936 en Berlín. Estas primeras emisiones en Alemania fueron vistas
de una forma colectiva: la comercialización de receptores fue lenta. En
Inglaterra en cambio, que también en el 36 consigue sus primeras
emisiones regulares, se tendió desde el principio a poseer televisores
individuales.
En los primeros años cuarenta son ya varios los países que emiten
regularmente imágenes televisivas: Francia, Rusia, Estados Unidos, Japón.
Son años en que se está definiendo la identidad de la televisión, a todos los
niveles: su espacio (cobertura), su receptor (equipos, costes y audiencias),
su calidad (normas de emisión), su programación y contenidos y el carácter
de sus emisiones (directo, en exteriores o en estudio), aspectos que se irán
completando con el tiempo, y adaptándose a otras realidades sociales,
económicas y tecnológicas del medio.
Pronto será Estados Unidos el país que se ponga en cabeza del crecimiento
del mercado televisivo: en pocos años, en 1954 alcanzan las 408 emisoras,
los 33 millones de televisores, mientras que en Europa son poco más de un
millón y casi todos en Inglaterra. Sin embargo, en la década de los
cincuenta va consolidándose como un medio de comunicación presente
activamente en todo el mundo. En 1956 se da un paso importante: la
creación del magnetoscopio, el Video Tape Recorder (VTR) que con la
posibilidad de grabar los productos televisivos permite una producción al

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margen del directo y sus limitaciones. Será en adelante el soporte de todo el
material "enlatado" sobre el que se consolida la producción televisiva.
También en estos años se va configurando una alianza entre los mundos del
cine y la televisión, una simbiosis que se apoya en su dimensión
empresarial-industrial y que facilita las labores de producción, financiación,
intercambio de profesionales y de obras, etc.
Los años sesenta están dominados por la consolidación de una red de
satélites de comunicación, las agencias informativas audiovisuales, las
productoras de programas para televisión y el color. En los años setenta se
desarrolla el cable como vía de salida a la saturación del espectro
radioeléctrico. Es la época en que la programación se fragmenta en función
de la demanda, generando una producción diversificada.
En los ochenta, especialmente en su primera mitad, se desarrollan las
emisiones vía satélite en Europa -Sky Channel, Music Box, etc.- y también se
desarrollan los servicios de red que integran distintos medios de
telecomunicación; se avanza así hacia la red digital de servicios integrados
(RDSI). Aparecen en Europa con gran fuerza las cadenas de pago. En
Estados Unidos, Ted Turner pone en marcha la CNN y su concepto de
emisión continua y global de información, se multiplican las televisiones
privadas, se desarrollan los servicios del teletexto, y se consolidan los
grandes grupos multimedia.
En este sentido, desde mediados de los ochenta más que hablar de avances
tecnológicos, que los hay, hay que hablar de crecimiento del sector, de la
concentración de medios, de la globalización del mundo audiovisual como
un único mercado.
Desde mediados de los ochenta hasta la actualidad, la televisión viene
combinando un destino generalista para sus contenidos con otra vía más
fragmentada y dirigida no a un público masivo sino a sectores más
individualizados. Y esto tanto en el ámbito de las cadenas temáticas, como
en la programación segmentada en las cadenas generalistas. En la
actualidad, el elevado coste de las producciones y la gran cantidad de
agentes que están en juego en el mercado televisivo hacen que esté
cobrando un poder desmesurado la presencia publicitaria y la lucha por el
control de las audiencias a cualquier precio y con poca importancia
concedida al referente de la calidad.
El mundo audiovisual ha ampliado notablemente su espacio, y se están
generando simbiosis entre sectores antes independientes. En una sociedad
en que el consumo es el centro nuclear de sus configuraciones y
movimientos, también los medios de comunicación de masas, y la
televisión, se encuentra en ese escenario: en muchas ocasiones la
búsqueda de beneficios se lleva por delante las cuestiones relativas al gusto
o a la ética.

Géneros y formatos televisivos

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No existe una clara definición que ayude a comprender con nitidez qué se
entiende por género o por formato televisivo. Los profesionales del medio,
los críticos, los investigadores no se ponen de acuerdo en una definición y
una clasificación cerrada. Algo que, por otra parte, parece lógico en un
medio tan cambiante como es la televisión. De todas formas, adelantaremos
algunas definiciones que nos puedan orientar, al menos, para saber
mínimamente de qué estamos hablando cuando decimos género o formato;
y lo haremos teniendo en cuenta que algunos autores y profesionales
apuestan por hablar más bien de tipos o familias de programas.
A esta confusión se suma una cuestión más. Y en ella parece que sí hay
consenso entre los distintos agentes del entorno de los programas
televisivos: en los últimos años una de las características más definitorias
de la televisión y sus programas es el carácter híbrido de los mismos. La
noción de mestizaje o hibridación convierte a la tarea clasificatoria en algo
cada vez más complejo e incluso en algo inútil.
Aquí no abordamos el estudio de los géneros exclusivamente con una
finalidad clasificatoria, sino más bien como el intento de recorrer distintas
maneras de entender la forma y el contenido de los programas televisivos.
Pero antes de entrar en los géneros más propiamente narrativos hemos de
apuntar algunas cuestiones generales sobre el género y el formato, así
como también debemos trazar un panorama general y amplio de los
diversos géneros televisivos, entre los que se encuentran las formas
narrativas.
El género es una etiqueta definitoria y clasificatoria que se adjudica a una
obra -programa- de modo que sirva para una rápida identificación de la
pieza por parte de espectadores, productores y creadores.
El hecho de establecer diferencias genéricas en el ámbito de las obras de
creación se ha dado en todas las artes y aún hoy sigue haciéndose en todas
las artes, mayores y menores. A pesar de todos los pesares, pues siempre
ha logrado, además de definir y clasificar, generar discusiones, disputas y
apelaciones a la totalidad.
El ámbito literario es quizá el espacio en que se ha desarrollado una
tipología genérica que ha servido de referencia especialmente para el cine
y, como consecuencia, también para la televisión; con todas las salvedades
que haya que hacer, que son muchas. Y no olvidemos la gran influencia del
medio radiofónico en la configuración de muchos géneros televisivos.
La mayoría de los contenidos y las formas televisivas se generaron en
Estados Unidos entre los años treinta y cuarenta; surgieron de la confluencia
de experiencias provenientes de la radio, la publicidad y el cine. De forma
más remota, trabajaron los referentes literarios, como en casi todas las
formas de creación contemporánea.
En la medida en que la televisión actual, la neotelevisión, se apoya más en
su carácter de flujo continuo, de hibridación y de interactuación con el
espectador, todas estas clasificaciones genéricas que se apoyan en el
concepto de programa como algo aislado resultan problemáticas y han de

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ser matizadas y actualizadas a la situación real de la televisión actual; una
televisión en la que el espectador también ha cambiado sus hábitos y sus
formas de consumirla y ello influye también como veremos en la cuestión de
los géneros y los formatos.
Tanto a los productores, como a los programadores y a los propios
espectadores desde siempre les ha interesado la diferenciación genérica de
los programas. Es algo con lo que se cuenta, son diferencias asumidas y
eficaces en la práctica diaria. En la medida en que los géneros funcionan
como etiquetas que permiten una fácil identificación, simplifican la
comunicación entre los distintos agentes del universo televisivo. Son
referencias que ayudan a la orientación.
Actualmente y más que nunca la televisión está concebida como un
negocio, como una empresa con la que ganar dinero. El modo en que esto
se consigue es a través de la inversión publicitaria que durante los últimos
años ha crecido considerablemente. La diferenciación de géneros y formatos
permite a los programadores distinguir a su vez los bloques de
programación (daytime, primetime…); cada uno de ellos está especializado
en unos géneros y formatos determinados, dependiendo del segmento de
población con que quieran conectar. De esa forma los anunciantes saben
dónde publicitar sus productos, a quién se quieren dirigir y con qué formato
pretenden vincularlos.
Esto no impide que en la televisión actual se esté buscando con frecuencia
la creación de programas híbridos, que funden y combinan contenidos y
formas tradicionalmente alejadas generando cosas como el infotainment,
dramadoc, factions, dramedies, etc. Hibridación que funciona más allá de
los géneros y que en apariencia, pero sólo en apariencia, van más allá de los
posibles moldes genéricos. Estos siguen funcionando de fondo, a modo de
referencia para la creación, aunque sea para ir contra ellos o subvertirlos. Y
las cosas parecen ser así especialmente en un medio como el televisivo,
muy centrado en grandes esquemas, en trabajos en equipo y en sistemas
de creación de programas, géneros o formatos que se apoyan en referencias
comunes y en los continuos cambios sociales más que en ideas y creaciones
personales o autorales.
Como señala Jaime Barroso (1996), se reconocen desde todos los ámbitos
como modelos identificables y diferenciables los siguientes géneros o tipos
de programas: informativos, documentales, deportes, seriales, variedades,
concursos, debates, dibujos animados, etc. Sin embargo la división en
géneros es algo bastante acrítico y confuso, no compartido de forma
universal en sus concreciones. Quizá pueda ser una causa la falta de
estudios rigurosos que aborden la cuestión de las relaciones entre géneros,
las deudas de unos con otros, las construcciones formales, etc.; pero
también entra aquí en juego el hecho de que a la propia dinámica televisiva
parece irle bien ese magma un poco confuso en que pueden prosperar
formas y contenidos no muy definidos.
El género televisivo, al igual que otros géneros creativos, no es algo estable
y universal, inamovible en el tiempo y el espacio. Los géneros nacen y
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mueren, y mientras viven se transforman. De esta manera, cuando estamos
aportando las características de un determinado género, de alguna manera
estamos entresacándolas de aquí y de allá, pero sería muy difícil aplicarlo
indiscriminadamente a todas las obras que a lo largo de los años y de los
distintos lugares han ido generándose. El género además, suele servir como
referencia a los creadores a la hora de desarrollar su trabajo; pero no
siempre se está actualizando la misma referencia en unos y otros creativos
cuando trabajan desde la perspectiva de uno u otro género. Y algo
semejante podemos decir desde la otra perspectiva, la del espectador: no
todo el mundo entiende lo mismo por western o por reality show. Por tanto,
la codificación y descodificación o la construcción y deconstrucción de las
referencias genéricas es algo complejo y va más allá de la configuración y
captación de unas marcas o estilemas claramente definidos. En este
sentido, la función de los géneros sería la de fundar un contrato entre
emisor y receptor, contrato que encuadraría las expectativas en cuanto a
los contenidos y las formas que se ofrecen y se esperan en los programas.
En la definición de un género entrarán en juego las cuestiones relativas al
contenido de esos programas, también a sus formas de construcción -a
todos los niveles, narrativa, realización, etc.-, así como también desempeña
una función relevante la dimensión pragmática: el receptor. El público o
audiencia actúa como referencia para el creador, con sus expectativas está
generando ciertas formas de construcción de los programas, las dinámicas
de la audiencia en tanto cuerpo social que siguen o rechazan ciertas
propuestas, etc.
En este último sentido, no debemos olvidar que la televisión depende
esencialmente de las audiencias, llegando actualmente a unas relaciones
que se podría calificar de enfermizas. Son las audiencias quienes, vía
publicidad, financian todo el sistema. Los altísimos costes de producción de
la programación televisiva de alguna manera deben ser protegidos por una
audiencia que responda y que mueva a la publicidad a insertarse en la
televisión y a pagar. Y aquí llega el espinoso y complejo asunto de si es
antes el huevo o la gallina: algunos creen que esta forma de funcionamiento
significa que las televisiones están produciendo y programando lo que los
espectadores quieren ver y serán éstos los configuradores finales de la
programación; para otros, son las propias cadenas televisivas las que toman
la iniciativa, aportan sus propuestas, generan los gustos y las necesidades y
configuran ellas tanto la programación como al espectador y sus deseos.
Una última cuestión general con respecto al género es su grado de
concreción. La diferenciación más básica apuntaría a tres grandes bloques:
ficción, entretenimiento e información-cultura. Pero el intento clasificatorio
puede etiquetar los programas insertos en cada una de esas grandes
categorías casi hasta el infinito. Por ejemplo, dentro de la ficción estaría la
ficción seriada, dentro la comedia de situación y dentro diversas opciones
surgidas de la producción estadounidense como: domcoms, kidcoms,
couplecoms, corncoms, ethnicoms, carecoms, etc., en la medida en que sus

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protagonistas sean familias, niños, parejas, agricultores, latinos o negros,
profesionales…
En el ámbito televisivo desde hace algunos años se habla mucho de
formatos, noción asociada de alguna manera a la más clásica de género.
El formato vendría a ser una fórmula de construcción de programas; se
caracteriza por sus concreciones relativas a aquellos elementos que definen
un programa: tipo de producción -propia o ajena, seriada o única, etc.-,
procedimiento de emisión -directo o diferido-, soporte de la producción
-cine, vídeo, digital-, lugar y duración, público al que va destinado, etc.
Para Jaime Barroso (1996) "la noción de formato surge, aplicada con
especial empeño al medio televisivo, como complemento del concepto de
género frente a un despliegue de opciones tan amplio que indujo a reservar
el término género para designar a los grandes grupos surgidos desde la
clasificación por criterio temático o por el destinatario (ficción, información,
variedades, infantiles, divulgativos, etc.) y el término formato para designar
todas aquellas variaciones formales –de género- producto de la mixtura, la
transposición, la multicodificación, etc., propios del medio y de la actitud
contemporánea; pero también, por la necesidad de incorporar, en el caso de
los medios audiovisuales, a las características propias del género y
vinculadas al contenido, otras consecuencias o exigencias del criterio
constructivo (la forma), de la programación, las leyes del mercado
(comercialización) y la producción tales como la duración, soporte de
producción, técnica de realización, etc., que además de caracterizar al texto
en ciertos aspectos formales acaban por incorporarse como auténticas
marcas de género." (Barroso, 1996: 194)
Recientemente se ha publicado en España un libro con el significativo título
de ¿Qué es eso del formato?; en él Gloria Saló aporta algunas definiciones
de profesionales del sector que pueden servir para aportar una visión
caleidoscópica sobre lo que sea el formato televisivo y las posibles formas
de concebirlo. Algunas de ellas son las que hemos seleccionado porque
resultaban más clarificadoras:
"Un formato es el concepto o idea de un programa que tiene una
combinación única de elementos (escenografía, reglas, dinámica, temática,
conductores...) que lo hace único y lo diferencia claramente de los demás.
También debe poder adaptarse y aplicarse a distintos territorios y culturas
sin perder su esencia y fin". Diego Guebel de Cuatro Cabezas, citado por
Gloria Saló (2003: 15-16).
"Un formato para televisión es un concepto para un programa, el cual ha
sido desarrollado y puede ser vendido a terceros. Un formato parte de unas
reglas en las que define cómo se debe jugar, cómo se debe producir el
programa... El formato es el marco en el que se suman elementos para
hacer el programa adecuado para un país o mercado concreto." Paul Smith
de Celador Productions, citado por Gloria Saló (2003: 17).

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"Un formato es la concepción de una idea con reales posibilidades de
adaptación, sin modificar la esencia, espíritu y concepto de la versión
original." Roberto García Ramos de Telefé, citado por Gloria Saló (2003: 18).
"Es la nueva forma de llamar a lo que siempre se llamó idea de programa,
una idea fácilmente repetible en cualquier televisión, en cualquier otro
idioma y en cualquier otro lugar. La palabra formato se empieza a usar
cuando empiezan las productoras independientes. Vender un formato da la
sensación de vender algo que se puede tocar." José María Íñigo, citado por
Gloria Saló (2003: 34).
Gloria Saló se refiere al proceso de ideación, producción, realización y
difusión como el tour del formato. "El proceso creativo comienza con una
idea que necesita de un tiempo de desarrollo y de una inversión para poder
poner en imágenes el formato propiamente dicho. Para que este sea un
éxito alguien debe apostar por él y demostrar que puede convertirse en un
producto competitivo en el mercado, además de rentable por las ventas que
pueda proporcionar. Una vez que ha conseguido venderse llega el doloroso
proceso de la adaptación, que tan buenos formatos ha destrozado unas
veces y tan buenos resultados ha dado otras tantas." (Saló, 2003: 16). Es
decir, habría tres grandes formas de concebir y realizar un formato:
creación, compra y adaptación.
Creación de un formato: en esta fase ha de surgir una idea clara del
programa que se quiere hacer y de cómo se va a desarrollar, a quién se
quiere dirigir y en consecuencia qué lugar debería ocupar en la parrilla de
programación; se debe estructurar en orden el desarrollo de los contenidos,
a modo de escaleta; se irá buscando la densidad en el contenido, creando
secciones y perfilando la concreción del desarrollo; se definirá el tipo de
personajes, las acciones, las pruebas, los reportajes que incorpore, los
presentadores, el decorado, el papel del público; será necesario definir el
estilo de la realización, estilismo, iluminación, aspecto visual del programa;
etc. No debemos olvidar que la mayor parte de los formatos de
entretenimiento que han sido exitosos procedían de Estados Unidos; aunque
en los últimos años también algunas producciones europeas han triunfado,
como ¿Quién quiere ser millonario?, Supervivientes o Gran Hermano,
procedentes del Reino Unido, Suecia u Holanda.
Compra de un formato: se trata de hacerse con un programa por medio de
la adquisición de los derechos para poder producir y emitir un programa. Se
debe negociar el territorio de emisión, el número de pases, el precio por
programa producido, etc. Quien ha creado un formato puede venderlo
directamente o a través de un distribuidor. Suelen comprarse los formatos
de programas para contar con un producto ya diseñado y que ya ha sido
testado positivamente. Es necesario estar muy al día y en contacto con el
movimiento de las distintas cadenas y productoras mundiales para conocer
qué formatos están funcionando o pueden llegar a funcionar. Son los
grandes mercados internacionales donde se ponen en contacto los distintos
integrantes del mercado para ofrecer y comprar; sirven para tomar el pulso
a la oferta y la demanda.
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Adaptación de un formato: según Diego Guebel lo esencial al adaptar es
modificar solamente aquellos componentes que sea necesario cambiar para
atender a las diferencias culturales y sociales del territorio, sin perder el
concepto o idea del formato original. Hay factores locales que deben ser
tenidos en cuenta, hay factores universales que funcionarán en cualquier
lugar, hay características esenciales que configuran el formato -sean de
índole narrativa, de realización, de concepción, etc.- y que parece
conveniente respetar. Cuando se compra un formato siempre se adapta al
territorio en el que se quiere emitir. La adaptación de un formato sería un
subapartado de la compra.
Copia de un formato: desgraciadamente la falta de creatividad y la poca
ética profesional que impera en el mundo televisivo, hacen que esta
práctica sea bastante frecuente. Quien copia un formato cuida
escrupulosamente introducir elementos que lo hagan un poco diferente del
formato original para escapar así de las acciones legales que los
propietarios del formato original pueden emprender contra los que han
copiado su formato.

Clasificaciones genéricas de los programas televisivos


Los criterios para clasificar los programas televisivos dentro de unos moldes
genéricos pueden ser muy diversos; habitualmente se tiene en cuenta los
contenidos y la forma del programa, las características de su producción o el
público al que va dirigido.
Como apuntábamos anteriormente, la gran clasificación establece
diferencias entre información y cultura, entretenimiento y ficción. Pero no
olvidemos que hoy, esas grandes áreas también se mezclan y adquieren
una difuminación en sus fronteras.
Jaime Barroso (1996) apunta la siguiente clasificación general de los
programas televisivos, descendiendo un poco más en la concreción y
apoyándose básicamente en sus contenidos temáticos:
Ficción y largometrajes. Se trata de reconstrucciones de acciones,
interpretadas por actores que recrean hechos históricos o imaginados.
Dentro de la ficción se clasifican múltiples subgéneros, como veremos más
adelante: telenovela o culebrón, series, teleteatro, telecomedia, comedia de
situación, telefilmes, largometrajes cinematográficos, cortometrajes, etc.
Variedades. Engloba los programas centrados en el entretenimiento,
generalmente son programas-espectáculo que alternan números diversos:
musicales, coreografías, circo, etc. También se consideran dentro de esta
categoría los concursos, tertulias o talk shows, programas de humor,
entrevistas, etc. Desde hace unos años han surgido numerosos programas
que , en el entorno del humor, hacen un barrido por los distintos programas
de distintas cadenas seleccionando lo más interesante y divertido para la
audiencia. Son programas de bajo coste y tienen flexibilidad para ser
emitidos en cualquier bloque de la parrilla de programación.

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Musicales. Incluye los programas en que la música es el elemento central y
no un mero añadido en un conjunto más variado. Incorporaría los siguientes
subgéneros: óperas, comedias musicales, operetas, zarzuelas, ballet,
música culta, música pop, videoclips, etc.
Deportivos. Los diversos programas centrados en la emisión de prácticas
deportivas, competitivas o no. Comprende los siguientes subgéneros:
acontecimientos deportivos, magacines deportivos, revistas y noticias
deportivas y otros.
Informativos. Se trata de los programas destinados a informar de hechos de
actualidad e interés general. Incorpora diversos subgéneros: telediarios,
avances informativos, revista semanal, reportaje, coloquio, debate o
entrevista, información política, transmisiones parlamentarias, comunicados
de partidos políticos, magacines de actualidad, información meteorológica y
otros.
Divulgativos y documentales. Difunden conocimientos sobre algún aspecto
de la realidad en formas de revistas periódicas o documentales. Incorpora
los siguientes contenidos: arte, humanidades, ciencias, ocio, consumo y
otros.
Educativos. Programas realizados generalmente en colaboración con el
Ministerio de Educación u otras instituciones estatales. Incluye los
siguientes subgéneros: escolares o preescolares, universitarios,
postuniversitarios, educación adultos, institucionales y otros.
Religiosos. Desde la perspectiva de las diversas concepciones religiosas.
Engloba programas como: servicios religiosos, religiosos católicos, religiosos
no católicos y otros.
Presentaciones y promociones. Promocionan la propia cadena televisiva y
sus programas concretos. Incorpora piezas de continuidad, promos
genéricas y específicas.
Publicidad. Piezas o spots destinados a informar y persuadir sobre
productos. Incluye: publicidad ordinaria, pases profesionales, publi-
reportajes, publicidad institucional y propaganda política.

Programas de entretenimiento
En televisión suele decirse que todo programa debe incorporar el
ingrediente del entretenimiento. Pero existe una categoría genérica que
incorporaría aquellos programas centrados de forma más significativa en
entretener al espectador.
Suelen realizarse en plató; pero no es sí de forma exclusiva ya que basta
recordar que un formato como Supervivientes combina los momentos en el
plató con los espacios exteriores. Los programas de entretenimiento se
apoyan sobre la generación tres grandes resultados: emoción, suspense-
sorpresa y humor. La televisión busca la reacción emocional del espectador,
pues es una forma de implicarle en el programa; en la misma dirección

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actúa la creación de dinámicas de suspense y sorpresa; el humor es una de
las vías más eficaces de entretener al público.
Describiremos a continuación algunos de los subgéneros que conforman los
grandes bloques en que se estructuran los programas televisivos de
entretenimiento: concursos, reality-shows, magacines y galas.
Los concursos
Se trata de un tipo de programas con una importante presencia en la actual
oferta televisiva, procedentes históricamente de los concursos radiofónicos
y en sus orígenes tenían una intención educativa. Actualmente se inclinan
más a la búsqueda del entretenimiento y el espectáculo.
Son juegos de competencia en los que los candidatos a conseguir el premio
han de ir realizando diversas pruebas según unas normas establecidas. Se
ha comentado que el principal aliciente de estos programas es que
funcionan como un modelo reducido y simplificado de la vida misma,
representan en la pantalla las luchas que todo individuo ha de superar en el
día a día de su vida; pero lo hace de forma reducida, asumible,
comprensible y reduccionista.
Suelen requerir básicamente habilidades o méritos personales (capacidades
estratégicas, conocimientos de diversa índole, capacidades memorísticas,
etc.) o se apoyan en la suerte, el azar.
Los concursos de méritos buscan que el concursante demuestre sus
capacidades pasando por diversas pruebas. Habitualmente apelan al mérito
intelectual del concursante por medio de concursos temáticos en torno a
conocimientos de ámbito general, como es el caso de Saber y ganar, Cifras
y letras o ¿Quién quiere ser millonario?. En ocasiones se trata de pruebas
que han de ir superándose para pasar a las fases siguientes o acumulando
puntuaciones; las habilidades que se pueden ir demostrando serán de índole
física, de valentía, etc. Son programas como El gran prix. Los concursos de
artistas pondrán a prueba las habilidades artísticas de los participantes,
como en el caso de Operación triunfo, Menudas estrellas, aunque en el caso
del primero y siguiendo con la cuestión de que en televisión no hay
"compartimentos estancos" entre los géneros y los formatos, la parte de
reality era tan importante o más que la parte de concurso.
Los concursos de azar son aquellos basados en la suerte del concursante,
aunque incorporan en su desarrollo también la apelación a las habilidades
estratégicas y los méritos del participante. Algunos concursos temáticos o
de conocimiento incorporan la dimensión azarosa, como en La ruleta de la
fortuna: la ruleta indica la letra y desde ella se realizan las preguntas de
cultura general.
Los reality-shows
El reality-show es un formato que ha experimentado múltiples y complejas
transformaciones. Originariamente se trataba de programas que reflejaban
hechos reales pero buscando la espectacularización de los acontecimientos
y la implicación del público. Solía incorporar reportajes y dramatizaciones
sobre sucesos, generalmente en torno a crímenes, agresiones sexuales,
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errores médicos, procesos judiciales, etc. Mezclaba diversos géneros como
noticias, reportajes, dramatizaciones, conexiones en directo, entrevistas,
tertulias, etc. En España serían los casos del primitivo Reina por un día o
Quién sabe dónde, La máquina de la verdad, Lo que necesitas es amor, etc.
Podríamos clasificar los realities actuales según la siguiente tipología:
El reality-magazine o talk-show. Es el más cercano al modelo originario:
muestra tragedias y escándalos de personas anónimas, personas que
buscan desnudar su intimidad ante las cámaras de televisión. Un
presentador, con frecuencia presentadora, entrevista a un grupo de
personas en un estudio que desvelan aspectos de su vida privada buscando
lo morboso y lo espectacular. Tratan sobre problemas sexuales, relaciones
familiares o laborales, etc. Una modalidad es la tertulia en la que se busca el
enfrentamiento violento, a veces con violencia física, entre los participantes.
Ejemplos famosos son The Oprah Winfrey Show y El programa de Cristina o
El diario de Patricia.
El reality-magazine también puede apoyarse en el tratamiento de
cuestiones polémicas por parte de periodistas o especialistas en un
determinado tema, con la intervención del público o de los afectados. Se
busca la polémica y las posiciones extremas; todo el programa destila un
aire de ser algo previamente preparado y pagado.
El reality-magazine también puede estar protagonizado por famosos,
personajes conocidos popularmente o generados y ensalzados desde el
propio medio televisivo. Han creado todo un submundo social que goza de
gran seguimiento por parte de ciertas audiencias. Algunos adoptan una
estructura de informativo como "Aquí hay tomate", en el que una pareja de
presentadores introducen con agilidad e ironía vídeos polémicos con
entrevistas, imágenes robadas, etc. Otras veces adquiere la forma de
debate en el que se enfrentan un grupo de famosos y un grupo de
periodistas, moderados por un presentador; buscan desvelar y debatir sobre
los entresijos de la vida de los famosos. Es el caso de Tómbola o la ya
desaparecida Salsa rosa, formato copiado y reconvertido en un nuevo
programa llamado Dolce Vita.
El reality-concurso es una variante del reality que ha adquirido gran
presencia en las parrillas de la actual televisión. Se trata de programas en
los que compiten un grupo de personas y la peculiaridad es que
supuestamente se emite y se muestra al espectador la vida diaria de estos
concursantes. y que ofrecen supuestamente la realidad absoluta de sus
participantes. Aquí encuadraríamos Supervivientes, Gran Hermano o La isla
de los famosos. En ocasiones son famosos los que participan, en otras
personas anónimas que, tras el programa, suelen pasar a engrosar las filas
de los famosillos nacionales. Pasan por diversas pruebas físicas y
psicológicas, muestran sus caracteres, sus habilidades para la convivencia,
sus miserias... Es el público el que decide quién sigue adelante en el
concurso y quien ha de irse. En la realización se conjuga una parte desde el
plató con un presentador y unos comentaristas o amigos y familiares, y otra
desde el lugar en que estén los concursantes. Programas como Gran
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Hermano u Operación triunfo crearon canales temáticos exclusivos para el
seguimiento en continuidad de todo lo relativo al concurso; durante 24
horas de programación ofrecían repeticiones, castings, etc.
Los magacines
Son programas que se estructuran, como su nombre indica, a modo de una
revista: incorpora muy diversas secciones pertenecientes a distintos
géneros, sean informativos, concursos, actuaciones, etc. En España es
frecuente que sea una mujer presentadora quien conduzca el programa y
que éste se base y se defina por el estilo de su presentadora estrella. Serían
los casos emblemáticos de Mª Teresa Campos o Ana Rosa Quintana.
Los magacines suelen incorporar entrevistas, conversaciones entre los
invitados, a modo de tertulia o talk-show, etc.
Las galas
Son programas que tienen un gran seguimiento en la actual televisión. Se
apoyan en varios presentadores, masculinos y femeninos, de forma
distendida y humorística presentan y dan paso a diversas actuaciones
musicales y coreográficas.
El estilo en la realización de las galas suele acentuar las dimensiones
glamurosas, con fuerte y marcada iluminación, vestuario sofisticado, etc.
Se intenta con las galas reunir a las estrellas mediáticas del momento, con
ocasión de algún homenaje a un cantante, la presentación de la
programación televisiva de la temporada, el homenaje a una región de
España, entregar premios, etc. Su emisión suele ser en el prime time.
Durante los últimos años este tipo de programas no han funcionado bien en
las cadenas por lo que su emisión cada vez es menor.

Programas culturales
La programación cultural suele ocupar un escaso espacio en el gran
universo televisivo. A pesar de que la televisión buscara originariamente
desempeñar tres funciones: formar, informar y entretener, parece que se ha
volcado todo o casi todo en esta última dirección. En la medida en que son
contenidos dirigidos a públicos específicos y marginales, no resultan
rentables para la industria televisiva. Por esta razón, al no atraer a la
publicidad, su emisión suele relegarse a las franjas horarias marginales. Son
generalmente las televisiones públicas las que mantienen una programación
cultural digna, por el servicio público que deben aportar, por el plus de
prestigio que otorgan a la cadena.
En términos generales podemos distinguir a aquellos programas
divulgativos y educativos no documentales de los programas documentales
o reportajes.
Los primeros pueden adoptar diversas formas: magacines, revistas que
divulgan contenidos relativos a literatura, arte, cine, artes escénicas;
retransmisiones de conciertos o actuaciones; agendas culturales, etc.
Algunos ejemplos de programas de este tipo serían La mandrágora, Negro
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sobre blanco o Estravagario: éste último se emite en La 2 de Televisión
Española, tiene el formato de revista dedicada al mundo de los libros y
contiene una charla entre el presentador y los invitados sobre una cuestión
literaria concreta, recomendaciones de lecturas, entrevista a un autor cuya
obra esté por algún motivo de actualidad, una actuación musical. Otro
programa de La 2 es Metrópolis que tiene una dirección de veinticinco
minutos, se emite semanalmente, desde el año 1984; aporta contenidos
sobre las últimas propuestas artísticas y culturales en el ámbito audiovisual
o escénico con un formato siempre innovador y muy creativo y por medio de
programas monográficos sobre algún tema o artista.
En el caso de los reportajes o de los documentales suelen clasificarse en
función de su carácter seriado o de obras únicas. Existen programas
contenedores que emiten estas obras como es el caso de Documentos TV
en Televisión Española. Es más frecuente que lo que se emita en televisión
sean reportajes de tipo periodístico; sin embargo, en los últimos años está
acompañando al desarrollo del documental cinematográfico y de creación
una mayor presencia de éstos en las parrillas televisivas.
Los documentales se emiten tanto en las cadenas generalistas como en
aquellos canales temáticos especializados en ellos y son el formato más
potente que acoge la presencia cultural en televisión. Entre los canales
temáticos especializados en documentales podemos destacar los
estadounidenses Discovery Channel y National Geographic Channel -desde
hace unos años contamos con la versión española de ambos canales en la
plataforma de pago Digital Plus- o los franceses Odyssée, Paris Premiere o
Planète o el italiano Cult Network Italia. Algunas artes disponen de canales
especializados: ballet, ópera, música culta, música pop, etc. El canal franco-
alemán Arte nacido en 1992 se ha asociado con otras televisiones públicas
europeas, también con TVE que emite alguno de sus contenidos a través del
programa La noche temática. En el caso español, Televisión Española tiene
el canal Grandes Documentales–Hispavisión, dedicado a la cultura y a los
movimientos sociales de raíz hispana, que se distribuye en Europa y en todo
el continente americano; a través de esta señal es posible ver series
documentales producidas por TVE, como Al filo de lo imposible, 2.Mil, Esta
es mi tierra, Redes o Mil años de Románico.
El documental es un modo de representación de la realidad nacido en el
cine, adaptado también a la televisión y que actualmente, con la
indefinición creciente entre las distintas ventanas audiovisuales, tiene
campo libre para desarrollarse con gran potencialidad y creatividad. Sin
embargo, la mayor parte de los documentales emitidos en televisión
corresponden al documental divulgativo, que busca ofrecer a un público
amplio y con diferentes niveles de conocimiento unos conocimientos
expuestos de forma atractiva, clara, sencilla y entretenida. A pesar del
abaratamiento en los costes de producción logrado por las nuevas
tecnologías en muchas ocasiones es necesario invertir grandes sumas de
dinero para obtener piezas de calidad.

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Es frecuente establecer subgéneros entre los documentales atendiendo a
las distintas disciplinas artísticas o científicas que traten: históricos, de
naturaleza, políticos, musicales, etc. Y las formas de construcción de estos
documentales también pueden ser variadísimas: estructuras narrativas y no
narrativas, entrevistas, voz en off, imágenes y sonidos de archivo,
reconstrucciones dramatizadas, etc.
La realización del documental supone una importante inversión en medios
humanos y creativos, en dinero, en tiempo e infraestructura.
La realización de un documental es una laboriosa empresa que
generalmente requiere muchos meses de preparación, filmación y
posproducción. La producción de documentales suele ser sostenida por los
canales de televisión potentes estadounidenses o por las grandes
televisiones públicas europeas como es el caso de la BBC. También se
frecuenta la vía de la coproducción en colaboración con instituciones,
organismos, ong's, etc. A un nivel menos potente cuantitativamente, las
productoras especializadas también producen obras documentales.
En los últimos años estamos asistiendo a un renacimiento de los trabajos
documentales: se estrenan en las salas cinematográficas, las cámaras
digitales facilitan la realización, la distribución a través del Dvd o de Internet
facilita que lleguen al público, etc. Con todo ello parece estar
desarrollándose esta forma de producción audiovisual.

Programas de ficción narrativa


La ficción es uno de los pilares de la televisión que se apoya en el la relación
esencial entre el hombre y las narraciones como forma esencial de
comprender su vida y de acompañarla; los relatos acompañan la vida del
hombre, sean éstos orales, escritos, dibujados, cinematográficos, televisivos
o en cualquier otro soporte material. La ficción televisiva se apoya en los
mismos fundamentos que otros medios destinados al relato de historias:
literatura, cine, cómic, mito, etc.
Este género abarca los programas de ficción narrativa, originales o
adaptados, que implican la intervención de actores representando acciones
determinadas, sean éstas improvisadas o proyectadas con anterioridad por
medio de guiones; lo más habitual es que un equipo de guionistas prevea
las situaciones y acciones, las tramas y estructuras, los diálogos, etc. de
forma que se pueda prever y estructurar la labor de producción y
realización. Los programas de ficción, salvo contadísimas excepciones, son
productos "enlatados", es decir, realizados y editados con anterioridad a su
emisión y archivados en una "lata" o el soporte vigente en ese momento.
La emisión de películas es un gasto importante para las cadenas que, para
recuperarlo, tienen que hacer numerosos cortes publicitarios, lo que en la
mayoría de los casos, se vuelve en contra del resultado de las audiencias. El
cine es en muchos casos cuestión de prestigio y de marca. Cada vez menos
gente consume grandes títulos en televisión, pero las cadenas -a excepción
de Tele 5 que claramente se ha desmarcado de esta tendencia- necesitan
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títulos fuertes para afianzar su posición y su nombre -en ese sentido cabe
destacar la campaña de on-air que hace Antena 3 cada vez que estrena un
título como Spiderman y es que intrega su logo en la película-. En cambio,
hay títulos como Pretty Woman que se ha puesto infinidad de veces en casi
todas las cadenas de televisión y que siempre da buenos resultados de
audiencia independientemente de los numerosos cortes publicitarios que
tenga. Como siempre en televisión, nunca nadie tiene las claves.
Por otro lado, la ficción posibilita mejor que cualquier otro género el
fenómeno de la repetición. Bien con reposiciones de series completas, como
de episodios concretos – siendo el caso más paradigmático la emisión de
Los Simpsons en Antena 3.
De Estados Unidos procedía la mayor parte de la ficción presente en las
cadenas televisivas en nuestro país. Y actualmente parece que hay un
resurgir de esta tendencia debido a la excelente calidad de los productos
que exportan los americanos (Lost, Desperate Housewives, House, Prison
Break,…) pero no hay que olvidar que la producción local es muy fuerte en
nuestro país y que es un gran competidor para todo lo que venga de otros
países. Bien cierto es que a mediados de los años 90 del siglo XX, se produjo
un boom del producto nacional y se estrenaron en los horarios de máxima
audiencia un gran número de series de producción propia. Actualmente
existe toda una normativa comunitaria sobre emisión de producto europeo:
las televisiones están obligadas a cumplir unas cuotas.
No existe un perfil de televidente concreto para la ficción televisiva. Salvo
excepciones como los formatos claramente dirigidos público infantil, el resto
de producciones suelen ir dirigidas a todos los públicos, siendo buena
prueba de ello algunas de las series españolas más exitosas de los últimos
tiempos como Médico de Familia, Cuéntame, cómo pasó o Aquí no hay
quien viva protagonizadas por un entorno familiar con miembros de todas
las franjas de edad.
Para el público en general, hablar de ficción en televisión es hablar de cine y
de series. El cine sería un producto creado para un medio diferente pero que
ya se ha incorporado a la cultura general como algo para ser visto en otras
pantallas, también la televisiva; la serie sería así el género o subgénero más
específicamente televisivo en el entorno de la ficción.
En España y en la actual oferta televisiva, las series de ficción son buscadas
por los programadores, entre otras razones para fidelizar a las audiencias y
para crear señas de identidad de la cadena reconocibles por los
espectadores. El objetivo es que los espectadores asocien Cuéntame..., Aquí
no hay quien viva o Los Serrano sin sombra de duda con TVE 1, Antena 3 o
Tele 5. Las series españolas suelen compartir algunas características en su
concepción y forma de construcción. Estos son algunos de sus parámetros:
Están apoyadas en un grupo reducido de personajes fijos; es más, la gran
mayoría de las series, con independencia de que sean comedias o dramas,
están protagonizadas por una pareja, incluso cuando su apariencia formal
sea coral, algo que se evidencia mucho más en las telecomedias nacionales.
Quimi y Valle en Compañeros, Diego y Lucía en Los Serrano. La tendencia
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de los últimos años ha sido la de producir series para todos los públicos por
lo que a la pareja protagonista siempre la han rodeado secundarios que
cubran todas las generaciones de audiencia; niños, adolescentes, jóvenes,
adultos y ancianos.
La acción se desarrolla sobre el trasfondo de unos pocos decorados. Con ello
se logra un notable ahorro. Todos ellos están realizados en estudio, lo que
conlleva un absoluto control de los efectos, la iluminación o el
posicionamiento de las cámaras.
La estructura de las tramas se amolda a los cortes publicitarios. Mientras en
Estados Unidos las líneas dramáticas están claramente definidas para que al
introducir los cortes se mantenga en vilo al espectador tras los comerciales,
en nuestro país es muy habitual que los cortes de las series extranjeras se
hagan arbitrariamente, en ocasiones incluso pisando frases de los
personajes. Además la gran diferencia entre Estados Unidos y España es
que allí los cortes publicitarios son muy breves, a diferencia de España que
duran una media de 15 minutos.

Clasificación o categorías dentro de los programas de ficción:


Recogemos aquí con algunas modificaciones y actualizaciones la
clasificación aportada por Jaime Barroso (1996):
1. Por su naturaleza, atendiendo a la dicotomía clásica en el tratamiento de
la ficción según la cual la representación ficcional se inclinará hacia el
drama, construyendo acciones y situaciones dolorosas que muestran
conflictos humanos o bien acercándose a la comedia cuando en el relato
predomina la dimensión placentera, festiva o humorística.
Ficción seria o drama. Sus manifestaciones oscilan entre la comedia
dramática -dramedia- y la tragedia -drama de pasiones y consecuencias
desmesuradas-. Según el tono: tragedia, drama, tragicomedia, melodrama.
Ficción ligera o comedia. La televisión ha incorporado casi todos los
subgéneros o variantes de la comedia: ficción cómica o comedia cómica, de
costumbres, de caracteres, de enredo, etc.
2. Por su origen o procedencia: invención original o recreación.
Adaptaciones literarias, procedentes de la novela, el cuento, el teatro...
Adaptaciones de otros medios, como el propio cine, el cómic, el videojuego,
la radio...
Originales televisivos, creaciones narrativas realizadas expresamente para
la televisión. Han generado multitud de subgéneros: telecomedias,
telenovelas, comedias de situación, culebrones, telefilmes, series, seriales,
especiales, etc.-
Historias esqueje o spin-off, consistentes en ficciones que surgen de una
historia precedente: se considera que un determinado personaje, una línea
de la trama o algún elemento puede funcionar de manera independiente en
una ficción autónoma. De esta forma se logra explotar el éxito de una obra
anterior.
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Historias basadas en un hecho real -factions-, que se sitúan entre los
docudramas y los reality. Suelen explotar ciertos sucesos de gran impacto a
la vez que procuran un modelo de producción económico -historias
contemporáneas, de gente anónima, de dramas personales-.
3. Por su contenido. Se pueden establecer subgéneros, que vienen a ser
concreciones de la primera consideración en dos grandes bloques: series
dramáticas o comedias.
Teleteatro. Procede casi exclusivamente del medio teatral; hay algunos
casos de narraciones convertidas al formato de la dramaturgia teatral para
su producción en el medio televisivo.
Telecomedias. Obras originales para la televisión, basadas en la dramaturgia
teatral, que se producen en estudio, en directo, con pocos escenarios y
pocos personajes. Tienen su origen en los breves sketches escritos para los
magacines para el lucimiento de sus presentadores. Sus historias se centran
en las relaciones personales y están muy apoyadas en los diálogos. Son de
programación diaria o semanal, según responda su estructura narrativa al
modelo serial o a la serie de episodios autónomos.
Comedias de situación. Herederas de las telecomedias, generalmente
actúan en tono de humor y clave de serie, aunque algunas se presentan en
formato serial. Su finalidad es el entretenimiento, aunque en ocasiones
incorporan la crítica o la moralización social, familiar habitualmente
aludiendo a las cuestiones que están en ese momento tratándose en el
ámbito de la opinión pública. Sus personajes responden al estereotipo de
gente corriente y los conflictos giran en el entorno doméstico-laboral. Su
programación más habitual responde a la frecuencia semanal.
Habitualmente son historias con pocos personajes, las tramas se van
cruzando en unos pocos escenarios interiores. Suelen desarrollar situaciones
centradas en algunos de sus personajes que son fijos en los distintos
episodios en un entorno fijo de amistades, familiar o laboral. Algunos
ejemplos de comedias de situación: Friends, Siete vidas.
Seriales. Se trata de una variación de la serie televisiva, consistente en un
extenso relato que va mostrándose a la audiencia de forma fragmentada, en
unidades consecutivas, no autónomas. El orden de emisión y su seguimiento
por el espectador es importante para el sentido de la historia. Su modo de
programación habitual responde a la frecuencia diaria o semanal de sus
episodios en entregas trimestrales.
Culebrones. Es una variante del serial; su peculiaridad primordial es el
carácter melodramático de sus tramas y situaciones personales:
exageración de los sentimientos y las pasiones; presentación de personajes
muy buenos y muy malos; búsqueda del recurso emocional más fácil y
directo; recursos de suspense potenciado por la estructura narrativa no
recurrente, sin final, de sus episodios, que suspenden la solución del
conflicto hasta la próxima entrega. Surgen en la década de los cincuenta,
siendo sus antecedentes la radionovela o serial radiofónico de los años
veinte y treinta. Su emisión suele ser diaria, en horario de sobremesa.
Tradicionalmente eran de procedencia latinoamericana pero en los años
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ochenta se produjeron algunos en Estados Unidos como Dallas o Falcon
Crest.
Especiales tv, estrenos tv, En este gran bloque, Jaime Barroso (1996) incluye
todo un conjunto muy variado y heterogéneo de trabajos: desde los pilotos
de presentación de las series a los docudramas, pasando por las
producciones de prestigio realizadas para una emisión autónoma. Como
referente formal en su producción está el modelo del denominado cine
clásico de Hollywood, es decir, privilegio del sistema formal de continuidad y
estructuras lineales en tres actos; desde la técnica de producción están
cerca de las películas de serie B: rapidez de rodaje, guión férreo, aplicación
de la técnica de rodaje por máster, actores de reparto, etc.
Telefilmes. Las tv movies son películas realizadas directamente para su
emisión en televisión. Presentan diferencias con respecto a las películas
cinematográficas, como son las siguientes: su duración que oscila siempre
entre la hora y media y las dos horas, la realización es más sencilla y busca
adecuarse a lo específico de la imagen televisiva, se prevén los cortes
publicitarios, suelen seguir a rajatabla el modelo de estructuración narrativa
convencional, con tres actos, puntos de giro estratégicamente situados...; la
producción es más modesta y el tiempo de realización también; las tramas
son sencillas y los temas proceden con frecuencia de la realidad en relatos
que se muestran como "basados en hechos reales" a los que se ha dotado
de un carácter melodramático. Este tipo de producciones son generalizadas
en Estados Unidos, mientras que en España son infrecuentes aunque
algunas cadenas están fomentando últimamente su realización,
especialmente en los ámbitos autonómicos. A raíz de la nueva legislación en
torno a la cuota europea todas las televisiones generalistas han iniciado
rodajes de tv movies durantes los dos últimos años.
Series dramáticas. Son producciones narrativas de alto nivel, con frecuencia
realizadas cinematográficamente, y realizadas para una emisión s seriada.
Su modo de programación más habitual es la periodicidad semanal de
programación trimestral, trece capítulos de una hora de duración. Cada uno
de los episodios es autónomo y conclusivo, aunque la serie desarrolla una
narración de conjunto. Se ha recurrido con frecuencia a las adaptaciones de
la literatura para el desarrollo de estas ficciones, pero no es así
necesariamente. Se originan en los años sesenta y no han hecho más que
evolucionar y crecer en influencia y calidad, en muchos casos. Actualmente
se está alcanzando un altísimo grado de calidad en este tipo de obras,
desde el punto de vista de la realización, de la creación, de la narración...
Puede resultar significativo que la cinéfila y exquisita revista franceas
Cahiers du cinéma dedicara a las series dramáticas uno de sus números
especiales -centrándose en los casos de - o que en los congresos
internacionales sobre cine se estén analizando este tipo de piezas,
llegándose incluso a decir que una de las líneas con futuro y con un
desarrollo creativo prometedor para la narración audiovisual está en este
campo. Citamos algunas de las más relevantes: Policías de Nueva Yor, Twin
Peaks, Star Trek, Urgencias, Doctor en Alaska, Expediente X, C.S.I., Mujeres

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desesperadas, Alias, Perdidos, Los Soprano, A dos metros bajo tierra, El ala
oeste de la Casa Blanca o 24...
Miniseries. Son narraciones fragmentadas o dosificadas en el tiempo de
emisión. Son relatos preparados para ser emitidos en dos o tres episodios.
Cada capítulo se ofrece como relato no autónomo de estructura no
recurrente; todos los episodios poseen una única trama principal que va
resolviéndose, episodio tras episodio. Se podría considerar como un
extensísimo largometraje. Suelen programarse diariamente durante tres o
cuatro días consecutivos o, más frecuentemente, en fin de semana. Desde
los contenidos, las miniseries pueden ser adaptaciones literarias como El
abuelo o La Regenta, historias de la vida real como Padre Coraje o biografías
de personajes célebres como Vicente Blasco Ibáñez, Miguel Hernández,
Josep Pla o Salvador Dalí. Los episodios suelen cerrarse con un clímax que
genere una expectativa en el espectador para engancharle al próximo
episodio. Algunas miniseries famosas son Fortunata y Jacinta, Cañas y
barro, La barraca, Yo Claudio, La vida de Leonardo da Vinci, Arriba y abajo,
Raíces.

El cine en televisión
El género de ficción más potente en televisión, por ahora, es un género
externo a ella: el cine, los largometrajes de ficción -los cortometrajes son
otra cosa-. Se trata evidentemente de un tipo de obras, de un género
pensado para otro medio pero que su pase por televisión se ha convertido
en algo natural e incluso consustancial. Las relaciones de amor-odio entre
televisión y cine, desde todas sus perspectivas y fundamentalmente desde
el ámbito de la producción son todo un mundo complejo pero de gran
influencia en ambos mundos.
En las mutaciones que se están produciendo en las formas de recepción o
consumo cinematográfico, la televisión tiene mucho que decir; así como el
dvd, internet, los proyectores caseros del home-cinema, etc.
La calidad de las producciones cinematográficas está por ahora y en
términos generales por encima de los demás productos televisivos; aunque
ya hemos señalado los casos concretos del gran valor que tienen algunas de
las series que se están realizando en la actualidad. Ese valor de calidad es
lo que pesa más en la consideración del cine por parte de los
programadores televisivos como una oferta de calidad. De todas maneras,
el valor estratégico de programar cine está variando: con la aparición de la
plataforma, el cable, etc., el cine no es un valor añadido para las
televisiones generalistas. El cine es algo que las televisiones consideran que
deben programar, aunque salga caro y, últimamente, poco rentable: por las
cifras millonarias que se pagan, por la necesidad de insertar anuncios
publicitarios, por la competencia del cada vez más potente mercado del
dvd, y también de la piratería y de internet. Adquirir los derechos de emisión
de una película para pasarla en horario nocturno supone un coste
elevadísimo que no siempre se amortiza.

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Lo habitual es que las cadenas emitan el cine en horario de prime time y
que dispongan de dos o tres emisiones cinematográficas a la semana en
estos horarios. Se suele emitir el cine más reciente, generalmente
estadounidense, dejándose las producciones nacionales o el cine familiar
para las tardes de los fines de semana. El cine más arriesgado o el cine
clásico sólo tiene cabida en la televisión pública, en La 2, y en los canales
temáticos.
Es frecuente en los últimos años la existencia de programas contenedores,
con un horario establecido y conocido por el espectador, que sirven para la
emisión en su interior de largometrajes cinematográficos: Cine de barrio,
Versión española, ¡Qué grande es el cine!, Off cinema, etc.

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
AA.VV. (2003) Cahiers du cinéma. "Series, l’age d’or". Nº 581, julio-agosto
2003.
AA.VV. Anuario de Geca 2005
AA.VV. Revista Archipiélago nº 60. Sobre televisión y cultura
ÁLVAREZ BERCIANO, Rosa (2003) La comedia enlatada (De Lucille Ball a los
Simpsons). Barcelona. Gedisa.
BARROSO, Jaime (1996) La realización de los géneros televisivos. Madrid,
Síntesis, 1996.
CASCAJOSA VIRINO, Concepción (2005) Prime time. Las mejores series de
televisión americanas, de C.S.I. a Los Soprano. Calamar Ediciones.
CORTÉS, José Ángel (2001) La estrategia de la seducción. La programación
en la neotelevisión. Pamplona. Eunsa.
GARCÍA DE CASTRO, Mario (2002) La ficción televisiva popular. Barcelona.
Gedisa.
LACALLE, Charo (2001) El espectador televisivo. Los programas de
entretenimiento. Barcelona. Gedisa.
PALACIO, Manuel (2001) Historia de la televisión en España. Barcelona.
Gedisa.
RODRÍGUEZ PASTORIZA, Francisco (2003) Cultura y televisión. (Una relación
de conflicto). Barcelona, Gedisa.
SALÓ, Gloria (2003) ¿Qué es eso del formato?: cómo nace y se desarrolla un
programa de televisión. Barcelona. Gedisa.
http://recursos.cnice.mec.es/media/television/index.html

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