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GUÍA PRÁCTICA DE CULTURA CIUDADANA 1

1. Presentación y enfoque teórico

Introducción.

La innovación clave de Cultura ciudadana es asumir que un gobierno local puede, con el
fin de cambiar o de consolidar algunos comportamientos, intentar con éxito influir de
manera puntual sobre la cultura y la conciencia y no solamente sobre la ley y sus
mecanismos de aplicación.

Un gobierno busca cambiar algunos comportamientos con dos propósitos: 1) para hacer
cumplir la ley (recuérdese el juramento con el cual alcaldes y funcionarios públicos nos
posesionamos) o 2) para lograr bienes colectivos (evitar un racionamiento de agua,
reducir la congestión vial, reducir los niños quemados por pólvora). Muchas veces
ambos propósitos van juntos: por ejemplo, cuando se busca aumentar la disciplina en la
tributación.

A continuación se exponen primero los fundamentos teóricos de cultura ciudadana. Se


describe luego, de manera genérica la utilidad y pertinencia de los programas. Luego se
presenta una descripción general de los problemas y del impacto de las acciones de
cultura ciudadana y una descripción de las estrategias de planeación e intervención.

Enfoque teórico

Ley, moral y cultura son productos muy sofisticados de la historia que nos dan a los
seres humanos la posibilidad de autogobernarnos: la cultura, al sedimentar los ingentes
aprendizajes de siglos y milenios de experiencia y sentidos; la moral, al permitir
reconocer en el corazón de cada cual el sentimiento de que, si pretendo actuar
moralmente, mi acción moral debería también poder ser reconocida como tal por
cualquier ser humano; y la ley, al permitir reconocer en ella la forma más legítima de

1
Documentos construido para el Programa de gobernabilidad local-PNUD
regular de manera explícita, públicamente acordada, y según procedimientos
públicamente predefinidos, unos comportamientos muy básicos, ello con el fin de
facilitar la convivencia y facilitar la coexistencia de diversas opciones morales y
culturales. Construir ciudadanía es aprender a asumir las tensiones entre esos tres
sistemas reguladores para aumentar su convergencia por lo menos en lo más básico.

(I) ley, moral y cultura


1. Existen reglas informales que son un complemento inevitable a las reglas formales
(legales). Cuando en una sociedad hay armonía entre unas y otras los costos de celebrar
y cumplir acuerdos se reducen; cuando se contradicen o la evolución de unas no se
adecúa a la de las otras los costos de celebrar y cumplir acuerdos se incrementan
(Douglass North recibió en 1993 el premio Nóbel de Economía por haber desarrollado
estas ideas y haberlas aplicado con éxito para explicar por qué las sociedades se
desarrollan a ritmos tan distintos).

2. Las reglas informales pueden clasificarse en dos grandes áreas: las morales y las
culturales.
3. Las reglas morales expresan básicamente principios interiorizados que cada persona
aplica “desde adentro” y que le provocan culpa en caso de violarlos y satisfacción moral
en caso de respetarlos. Las reglas morales se manifiestan a través de un sentido del
deber y de la capacidad de actuar obedeciendo a ese sentido (algo muy emparentado con
la propio-motivación o motivación intrínseca y muy-distinto de la hetero-motivación o
motivación extrínseca). Las pedagogías de la concientización (tan propias de
Latinoamérica y en general del Tercer Mundo) intentan influir sobre estas reglas,
buscando generar más solidaridad y cooperación especialmente entre desconocidos que
comparten una misma condición social.
4. La regulación cultural se expresa de manera más compleja. En primer lugar las normas
sociales cuya desobediencia lleva a la posibilidad de sanciones sociales (desde ver que
alguien frunce el ceño en señal de desaprobación o censura hasta ser excluido de un
grupo) que por lo general inducen sentimientos de vergüenza. La conformidad a las
normas sociales es premiada por reconocimiento e inclusión. En segundo lugar, la
cultura regula a través de una delimitación y una jerarquización de los significados que
contribuyen mucho al reconocimiento. A veces, a través de un curioso mecanismo
inductivo, el reconocimiento se traduce en confianza. La cultura también involucra
creencias, valores e ideales que (de una manera menos afín a la de las normas legales)
también orientan el comportamiento de las personas. Lo clave es que a través de
diversos mecanismos, en cada medio socio-cultural se logra una delimitación cultural de
comportamientos culturalmente bien considerados, comportamientos neutros y
comportamientos considerados (culturalmente) inaceptables.
5. Cabe entonces retomar el tema de consistencia regulatoria: lo que nos ordena la ley
puede ser consistente o no con lo que nos ordena la conciencia o con lo grupalmente
aceptado como válido. Además una misma persona puede pertenecer a grupos distintos
que no comparten una cierta norma (por ejemplo un grupo aprueba fumar el otro
rechaza fumar). Algo de tensión entre ley, moral y cultura puede ser útil para las tres,
pero el divorcio puede afectar gravemente la convivencia y la productividad de una
sociedad. ¿Cuándo hay armonía de ley, moral y cultura? Fundamentalmente cuando hay
aprobación moral y cultural hacia el cumplimiento de las obligaciones legales y censura
moral y rechazo cultural hacia las actividades ilegales.
6. ¿Cuándo hay divorcio entre ley, moral y cultura? Fundamentalmente cuando hay
aprobación moral y cultural a acciones ilegales y cuando hay indiferencia o
desaprobación cultural y moral al cumplimiento de obligaciones legales.
7. Un ejemplo: vía Constitución y ley los ciudadanos nos hemos obligado a colaborar con
la justicia y, en particular, a denunciar los delitos; sin embargo, en algunos medios
culturales, los criminales han logrado imponer la llamada ley del silencio que se
expresa, al menos en Colombia, con la expresión coloquial “no sea sapo”. Así se genera
informalmente una norma social que contradice y en parte neutraliza la norma legal, con
costos enormes para la sociedad.
8. El poder regulador de la cultura ha sido abordado desde disciplinas como la sociología,
la antropología, la psicología social y la economía. Los debates más recientes han
acentuado el carácter de permanente cambio e hibridación y el carácter reflexivo de la
cultura (hacen parte de la misma los instrumentos de auto-lectura y auto-crítica). Esto
favorece los acuerdos y los procesos conscientes de reorientación de la acción y ayuda a
comprender las conexiones entre cambio cultural y cambio legal (a veces uno de los dos
va adelante y ayuda a impulsar el otro).
(II) Acción colectiva

1. Hay bienes (por lo general públicos, que muchas veces no se pueden obtener
privadamente) y que sólo se obtienen si miles (o incluso) millones de personas
cooperan. Hay acción colectiva por ejemplo cuando toda una ciudad o un país ahorran
agua.

2. El llamado problema de la acción colectiva radica en que el óptimo egoísta se da cuando


un individuo no coopera pero se beneficia de la cooperación de otros (no ahorra agua
pero se beneficia de que los demás ahorraron agua al no sufrir racionamiento; no
cumple con la veda a la pesca en una laguna mientras otros vecinos si lo hacen). Para
que haya acciones colectivas exitosas se necesita mantener a raya ese comportamiento
de gorrón (o recostado, en inglés free-rider).
3. Y para iniciar una acción colectiva se necesitan altruistas o personas que siguen pautas
de conducta simplemente por el hecho de que sería bueno que todos las siguieran. Estos
iniciadores, first-movers en la literatura anglosajona, son cooperadores incondicionales
que resultan ser claves para llevar la cooperación hasta aquel nivel en que los beneficios
cubren los costos y entran a cooperar los cooperadores condicionales (gente que coopera
si ya hay un porcentaje suficiente de cooperadores o si ya se ve que la iniciativa va a
resultar o si ya va dando resultados tangibles, etc.).
4. La experiencia nos ha mostrado que resulta muy útil la información sobre el avance de
las acciones colectivas (comunicando entre otras el número de cooperadores, el valor de
indicadores que miden cuánto nos hemos movido en relación con la meta). Es relevante
compartir los argumentos tanto de utilidad como de moralidad. Y también comunicar de
manera explícita los caminos que el ciudadano puede decidir seguir (iniciador,
cooperador condicional, gorrón) haciendo énfasis en los de mayor cooperación. Poner
los reflectores sobre quienes cooperan y sus razones puede ser una buena alternativa a la
costumbre de fijarse primero y sobretodo en quienes no cooperan y sus razones.
5. La superación concreta de la desconfianza, la capacidad de actuar a partir de hipótesis
no pesimistas sobre los demás, ser capaz de suponer en las otras personas altruismo y
disposición a cumplir voluntariamente normas, conduce a la derrota de las estrategias
asociadas a la desconfianza y al pesimismo sobre el comportamiento del otro (“como
me va a defraudar, me adelanto a hacerlo yo”)
De hecho “ley, moral y cultura” y “acción colectiva” son enfoques que se relacionan. La
existencia de un actor especial central (el estado, el gobierno municipal) se justifica en
gran parte por la necesidad de resolver problemas de acción colectiva. Si no hubiera
normas legales para obligar a pagar impuestos o para regular el transporte en la ciudad,
el oportunismo de algunos tendería a generalizarse y difícilmente se alcanzarían las
soluciones óptimas. Inversamente el proceso de implantación de una norma legal (como
la que obliga a usar el cinturón de seguridad) puede verse como un proceso de acción
colectiva cuyo principal resultado final es la mayor seguridad vial expresada en la
reducción del número de muertos y heridos en accidentes de tránsito.

Cultura ciudadana busca, pues, realizar unas acciones con el fin de conservar y
fortalecer algunos comportamientos y cambiar otros con dos fines: lograr por vía
pedagógica el cumplimiento de la ley y/o impulsar acciones colectivas para lograr
bienes públicos. Cualquier cambio de comportamiento y de definición cultural sobre
qué es aceptable y qué no, así como la construcción de la costumbre de censurar a quien
actúa contra la ley y de otorgar reconocimiento y confianza a quien la sigue, son de por
sí tareas complejas que suelen requerir la confluencia de varias acciones de gobierno de
muy diverso carácter.

A su vez muchos de los cambios buscados adquieren sentido y visibilidad racional si


hacen parte de programas.
Utilidad y pertinencia de los programas y acciones de cultura ciudadana.

La utilidad y pertinencia de los programas y las acciones de cultura ciudadana se han


manifestado principalmente en los campos de seguridad y convivencia, obediencia a
normas cuya infracción no es, o no se considera, violenta, sentido de pertenencia y
corresponsabilidad. Más que hacer depender el buen comportamiento del temor a
sanciones, se generó un cambio de expectativas y se asociaron normas a pertenencia e
identidad.

En Bogotá, la consolidación, entre 1998 y 2000, de muchas mejoras en materia de


espacio público e infraestructura se articuló de manera armónica con los avances en
materia de comportamiento.

Recordemos cómo se formuló en dos ocasiones el objetivo de cultura ciudadana:

En 1995 se enunció que la primera de seis prioridades del Plan de Desarrollo era
“fortalecer la autorregulación ciudadana: cultura ciudadana”. Y más adelante se
definía: “por cultura ciudadana se entiende el conjunto de costumbres, acciones y reglas
mínimas compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia
urbana y conducen al respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos
y deberes ciudadanos”.

La estrategia para desarrollar la cultura ciudadana (calificada además como “eje central
del plan”) consistía en “desencadenar y coordinar acciones públicas y privadas que
inciden directamente sobre la manera en que los ciudadanos perciben, reconocen y usan
los entornos sociales y urbanos y cómo se relacionan entre ellos en cada entorno.
Pertenecer a una ciudad es reconocer contextos y en cada contexto respetar las reglas
correspondientes. Apropiarse de la ciudad es aprender a usarla valorando y respetando
su ordenamiento y su carácter de patrimonio común”.

Esta estrategia comprendía cuatro formas de acción:


a. modificar ciertos comportamientos individuales y colectivos que riñen fuertemente con
la vida social de la ciudad (mediante autorregulación ciudadana, capacitación de
funcionarios y construcción de algunos espacios urbanos donde interactúan ciudadanos
o ciudadanos con funcionarios);
b. construir colectivamente una imagen de ciudad compartida, actual y futura, y buscar que
la comprensión y el respeto de las reglas confiera identidad ciudadana y sentido de
pertenencia;
c. impulsar lo que tradicionalmente se reconoce como cultura, la cultura popular y las
manifestaciones artísticas que puedan contribuir a generar sentimiento de pertenencia a
la ciudad.
d. Propiciar la participación comunitaria y la regulación de la Administración por parte de
la ciudadanía.

Las metas en cultura ciudadana, en versión ligeramente resumida, fueron:


a. Más ciudadanos aceptan y cumplen las normas de convivencia ciudadana
b. Más ciudadanos ayudan a través de medios pacíficos a lograr el cumplimiento de las
normas
c. Más capacidad ciudadana para concertar y dirimir conflictos en el marco de una visión
compartida de ciudad
d. Enriquecer las posibilidades de los ciudadanos para expresarse, comunicarse e
interpretar, a través de la recreación, el arte y el deporte.

En el 2001 la formulación del objetivo fue: Aumentar el cumplimiento voluntario de


normas, la capacidad de celebrar y cumplir acuerdos y la mutua ayuda para
actuar según la propia conciencia, en armonía con la ley.

Las estrategias para desarrollar el objetivo para el periodo 2001-3 fueron tres:
1. Optimizar los esfuerzos del Distrito orientados a proteger la vida y asegurar el
cumplimiento de normas
2. Propiciar cultura democrática
3. Propiciar la comunicación y la solidaridad entre las personas mediante el uso de los
espacios públicos
Para optimizar los esfuerzos del Distrito orientados a proteger la vida y asegurar el
cumplimiento de normas se establecieron los siguientes programas:
• Apreciar las normas.
– Difundir normas y propiciar su acatamiento voluntario; evidenciar su fundamento
democrático y los beneficios de su cumplimiento.
– En campañas de difusión, enfatizar normas de seguridad y convivencia, tránsito,
tributación, urbanismo y ambiente.
• Vida sagrada.
– Propiciar desarme y otras acciones para reducir muertes violentas.
– Fomentar modos de vida saludables.
– Generar confianza, seguridad y tranquilidad para el ejercicio de los derechos y
libertades.
• Aportar de buena gana.
– Aumentar la conciencia sobre beneficios colectivos de tributación; reducir la evasión.
– Propiciar renuncia a subsidios no merecidos.
– Fomentar la responsabilidad individual y colectiva en la preservación y ampliación del
patrimonio de la ciudad.

Para propiciar cultura democrática se desarrollaron los siguientes programas:


• Procedimientos para decidir.
– Propiciar el uso de procedimientos democráticos para cambiar disposiciones legales.
– Ampliar y cualificar la discusión pública, haciendo visible su utilidad para aclarar las
diferencias, dirimir conflictos y celebrar acuerdos.
• Organizarse para influir y para aprender.
– Reconocer las organizaciones y potenciar su capacidad de construir nexos de
solidaridad y de representar a los ciudadanos y ciudadanas en las decisiones de la
ciudad, la localidad y la zona.

Para propiciar la comunicación y la solidaridad entre las personas mediante el uso de


los espacios públicos se desarrolló el programa
• Comunicar vida y jugar limpio.
– Fomentar arte, cultura y esparcimiento en espacios públicos para potenciar las
capacidades inventivas, creativas y comunicativas de los actores culturales y de los
ciudadanos y aumentar el disfrute colectivo de la ciudad.
– Ampliar el conocimiento y la apropiación social de la ciudad mediante proyectos de
investigación y medios de divulgación masiva.

Algunas de las metas establecidas para los anteriores programas fueron:

1. Incrementar significativamente el grupo que acata las normas básicas de convivencia (el
Concejo de la ciudad exigió una línea base y la fijación de metas cuantitativas
detalladas, lo cual dio origen al diseño y las aplicaciones de las encuestas de cultura
ciudadana).
2. Reducir el número de muertes violentas hasta lograr la tasa promedio latinoamericana.
3. Aumentar nivel de rechazo social y acción policiva contra la explotación sexual infantil.
4. Reducir 25% el número de delitos de mayor impacto social: hurto sobre personas,
asalto, hurto de automóviles, residencias, bancos y establecimientos comerciales.
5. Aumentar 30% la percepción de seguridad entre los ciudadanos.
6. Aumentar la confianza en los procedimientos democráticos; percibir los derechos como
derechos, no como favores.
7. Aumentar el porcentaje de ciudadanos que no justifican transgresiones a la ley.
8. Aumentar la capacidad de celebrar y cumplir acuerdos.
9. Ampliar y democratizar el acceso de las personas a la oferta cultural, recreativa y
deportiva de la ciudad.
10. Aumentar conocimiento y confianza en el uso de impuestos

La autorregulación ciudadana se entendió de dos maneras: la personal (por


convicción o por temor anticipado a las sanciones sigo las normas) y la interpersonal –
también descrita como mutua regulación–. Esta última frecuentemente es implícita. Sin
embargo su carácter explícito y voluntario fue acentuado en el segundo Plan con la
expresión “mutua ayuda para actuar según la propia conciencia, en armonía con la
ley”.

La primera experiencia de corresponsabilidad vía regulación cultural consistió en


la distribución de 350.000 tarjetas ciudadanas entre conductores de la ciudad con la
invitación a usar la cara blanca con el pulgar hacia arriba (y la leyenda “Bogotá
coqueta”) para reconocer comportamientos conformes a las normas y usar la cara roja
con el pulgar hacia abajo para sancionar comportamientos indebidos.
De esta manera los ciudadanos se involucraron en la mutua regulación y aún quienes no
lo hicieron se reconocieron como corresponsables. Al enfrentar transgresiones pueden
no quedarse pasivos, pueden intentar corregirlas pacíficamente.

También el uso localizado de mimos para controlar el tránsito, muy divulgado por los
medios, ilustró la idea de que un gobierno local puede tener una agenda pedagógica y
preparó el terreno para la liquidación de la Policía de Tránsito local que tenía fama de
estar dominada por la corrupción.

Los mimos sirvieron para ilustrar cómo parte de la agenda pedagógica podía involucrar
arte. Pero al mismo tiempo estas intervenciones fuera de lo común se relacionaron con
indicadores:

La ciencia social reciente ha llamado la atención sobre los fenómenos de cooperación


masiva donde cientos, miles o incluso millones de ciudadanos llegan a colaborar. Son
acciones donde si no hay un número suficiente de cooperadores el esfuerzo se pierde, no
tiene efecto, y los que cooperaron aportaron a veces más de lo que recibieron. Algo que
socava las acciones colectivas es un pesimismo cuantitativo (mi aporte no hace
diferencia) y el hecho de que lo óptimo para un individuo sería que los demás colaboren
y el sea el único que no lo haga (el gorrón). Obviamente cuando uno cree que los demás
van a ser gorrones es “natural” que uno tienda a adelantarse a ser gorrón. Inversamente
un mejoramiento de las expectativas recíprocas puede tener efectos dramáticos a favor
del crecimiento de la cooperación. Así mediante ahorro voluntario de agua no solo se
evitó un racionamiento de meses sino también la gente aprendió a ahorrar agua y ver los
efectos en la factura. De 1996 a 2003 el consumo por familia por mes se redujo de 28
metros cúbicos a 18 (casi un 40%).

En menos de quince días hubo unos cuantos crímenes atroces contra taxistas y de
taxistas contra ciudadanos. Apareció una tensión extrema que hacía necesaria la
intervención de la Alcaldía. Se le pidió informalmente a los funcionarios de los edificios
centrales de la administración que cuando tomaran un taxi evaluaran tres aspectos: si el
conductor saludaba, aceptaba sin regateos ir a la dirección solicitada y daba los vueltos
completo. Al conductor que satisfacía los tres criterios debían pedirle nombre y
teléfono. En dos semanas, con el listado así confeccionado se hizo una reunión con 150
taxistas ejemplares, una reunión que nos cambió a los presentes el imaginario del taxista
bogotana. Si en tan poco tiempo y tan artesanalmente habíamos podido encontrar 150
cuántos miles no habría entre los 60.000 de la ciudad. Los declaramos “caballeros de la
cebra” y a cada uno de ellos se les dio diez juegos de distintivos (calcomanía y cebrita
para colgar del espejo) para que los entregaran a diez colegas que a su juicio merecieran
hacer parte de los caballeros de la cebra. Luego conjuntamente se trabajó en el diseño de
acciones de capacitación.

Una acción colectiva en el terreno tributario fue el programa del 110% con Bogotá:
63.000 hogares o entidades pagaron 10% adicional de impuesto predial, escogiendo
cada cual a qué proyectos entre 15 querían destinar su aporte voluntario.

La desconfianza ante la propuesta de aumentar la productividad del transporte público


mediante turnos (para reducir exceso de oferta) y sobre todo el temor a que los colegas
asumirían comportamientos de gorrón llevó a un fenomenal paro de taxistas que
coaguló el tránsito de la ciudad durante dos días de agosto de 2002. Fue un paro
totalmente pacífico con muchas muestras de solidaridad hacia los niños. Ahora el
sistema de turnos funciona en gran parte por autorregulación y control mutuo de los
transportadores
La encuesta de cultura ciudadana nos llevó a aprender a medir el control social. Por
ejemplo a finales del 2003 de 100 ciudadanos 48 vieron a un vecino dejar los
excrementos de su perro en espacio público. De 100 que estuvieron en esa circunstancia
71 no hicieron nada, ninguno agredió físicamente, uno acudió a autoridad, tres
agredieron verbalmente y 25 corrigieron cordialmente al trasgresor. De estos 25
trasgresores corregidos, 17 lo tomaron mal y 8 lo tomaron bien. En este último caso
funcionó bien el modelo de mutua regulación. Nótese que (seguramente por la levedad
relativa de la infracción) fue 8 veces más frecuente que acudir a autoridad.

Mediciones similares se realizaron para más de una decena de normas.

Varios estudios y publicaciones permitieron documentar los avances de Cultura


Ciudadana en Bogotá. Fueron útiles las Encuestas de Cultura Ciudadana (IDCT,
Bogotá: 2001 y 2003) y Bogotá cómo vamos, un programa de la Cámara de Comercio
en alianza con la Fundación Corona y con la casa editorial El Tiempo que monitorea
más de 200 indicadores trimestralmente y realiza una amplísima encuesta anual.

Pero los resultados más espectaculares se dieron en Protección de la vida en reducción


de homicidios (de 80 por 100.000 habitantes por año a 23) y la reducción de muertes en
accidentes de tránsito (de casi 1.400 a comienzos de los 90 a menos de 600 en el 2003).
La restricción al alcohol (ley “zanahoria”) fue una de las primeras medidas en esta
dirección y fue objeto de una intensísima campaña en diciembre de 1995 (“diciembre
zanahorio”).
Protección a la vida
Reducción de muertes en accidentes de tránsito
Cambio policía

Mimos y ley zanahoria


(restricción a alcohol)
1341 1387
Mejor atención
1400 1284 1260 1301
pre-hospitalaria
1200 1089

1000 931 914 878


834
No. muertes

745
800 697
585
600

400

200

0
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

En 2003, en conjunto con el Fondo Nacional de Prevención Vial, se señalizaron con una
estrella en forma de cruz, negra y con borde amarillo, 1500 lugares en la ciudad donde
en los últimos cinco años habían fallecido peatones atropellados. La mano en forma de
signo de interrogación intentaba remplazar el pulgar hacia abajo con un mensaje más
suave, más sistémico: ¿”Qué nos pasa?”.

Los progresos en materia de protección a la vida fueron también el resultado de los


cambios de la Policía colombiana, de capacitación a funcionarios públicos y de diversos
avances técnicos (como el sistema unificado de información sobre violencia y
delincuencia) y que lograron implantarse sin perturbar el optimismo constitucional,
pedagógico y religioso: “todos tenemos remedio”.

Algunos de los progresos en armonización entre ley, moral y cultura pudieron medirse
muy claramente:
0% 5% 10% 15% 20% 25%

Ciudadanos para los cuales se


justifica desobedecer la ley cuando
es la única manera de lograr los
objetivos

Ciudadanos para los cuales se


justifica desobedecer la ley cuando
hay gran provecho económico 2001
Ciudadanos para los cuales se
justifica desobedecer la ley cuando
2003
es lo acostumbrado

Ciudadanos pro porte de armas para


protegerse

ii. Seis principios generales reconstruidos después de la experiencia


Los programas de cultura ciudadana desarrollan este enfoque usándolo para resolver
problemas percibidos por la ciudadanía y/o el gobierno como problemas de alta
prioridad (principio de pertinencia). “Hágalo con cultura ciudadana” tal vez sólo vale la
pena si se espera que hacerlo así conduce más fácilmente y más eficientemente o más
sosteniblemente a unos resultados esperados (principio de utilidad). Por lo general los
programas “desatascan” situaciones donde una aproximación simplemente normativa y
represiva sería insuficiente o incluso contraproducente. La versión simplificada de este
impasse se resumía en Bogotá hace diez años así: “Cójanlo. Cójanlo” gritar la gente
cuando el raponero corría, consumada su acción. Pero apenas la Policía lograba
detenerlo la gente pasaba a gritar “Suéltenlo, suéltenlo”. Se buscó y se logro construir
coherencia entre la acción de gobierno y las (re)acciones ciudadanas (principio de
corresponsabilidad). Para ello fue clave la mediación de los medios de comunicación en
la construcción de la narrativa (que introducía una dimensión dramática en la secuencia
de eventos con preguntas como ¿qué pasará, sí responderá la gente a la propuesta, si
merecerá la confianza? ¿Qué hará si “no le hacen caso”?) y también en el seguimiento
técnico-racional (divulgación de metas, indicadores y resultados) (principio de
publicidad, significación y condensación). También fue clave crear experiencias micro
para explicitar (confesar) las dificultades de auto-aplicación de las propuestas (principio
de implicación en el cambio).

No siempre los seis principios mencionados fueron aplicados con igual energía y
conciencia. Muchas veces se omitió alguno, afectándose la eficacia del proceso.

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