Pellerin cerca de Nantes, Francia, 21 de mayo de 1759 - Trieste en esa época Austria, actualmente Italia, 25 de diciembre de1820) Stefan Zweig nació en Viena el 28 de Noviembre de 1881, en el seno de una familia de buena posición social y de origen judío. La privilegiada condición social de que disfrutaba su familia le permitió recibir una esmerada educación. Como escritor se desarrolló dentro de la corriente neo-romántica. Su conocimiento de la historia lo llevó a hacerse una idea del mundo y de la humanidad acorde los valores eternos, aquellos valores por los que el hombre había luchado, conforme a los cuales había vivido y que formaban el acervo moral de la humanidad. Atendiendo a estos valores, Zweig se declaró partidario de la paz y se opuso a la Primera Guerra Mundial de una manera activa en compañía de escritores entre los que destaca Herman Hesse. Stefan Zweig y Emil Ludwig están son considerados los dos mejores biógrafos del siglo XX. A su decir sobre la biografía novelada: “La biografía aderezada a manera de novela, donde se mezcla a capricho lo verdadero con lo inventado, lo documental con lo falsificado, donde se iluminan grandes figuras y grandes hechos desde una psicología privada personal y no desde la inexorable lógica de la historia. En estas biografías con pretensiones de novela, el artificio consiste en borrar con el retoque los llamados ‘pequeños’ rasgos y reforzar los heróicos y los interesantes; de esta manera se logran carteles y no retratos anímicos en el sentido de los grandes maestros”. Su máxima respecto al relato vitalicio: “La biografía fiel no inventa nada, sólo interpreta lo que existe”. Para Zweig, la poetización que contiene toda biografía no es artificio o invento, sino la consecuencia lógica de entender la historia. Zweig asistió a la dolorosa llegada al poder de Hitler y a la persecución que el nazismo llevó a cabo contra sus compañeros de raza. Vio cómo su país y su querida ciudad caían prematuramente bajo la cruz gamada. Sus obras fueron prohibidas por ser judío. En 1934 abandonó Austria para residir en Londres y posteriormente, en 1940 decide vivir en América. Pese al duro proceder de su existencia, caso peculiar, la fama le llegó en vida. Sus obras fueron traducidas a varios idiomas, consolidándose así como uno de los escritores predilectos de los círculos intelectuales de París a Moscú. En 1942, en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, contempla desde la distancia del resguardo brasileño,un mundo lleno de catástrofe, muerte y desolación. Las noticias sobre el duro puño Nazi cayendo sobre Europa llegaron a infiltrarse en su corazón que tan bien había comprendido la historia. Todo parecía sin sentido, perdido, y en efecto… algo se perdió: se suicidó envenenándose al haber concluido su autobiografía intitulada: El mundo de Ayer. Un mundo que Stefan creyó perdido para siempre. Pensó, como Rilke: “Cada cual debe aceptar su propia muerte y no dejar que nadie la arrebate” Como escritor intenso y de prosa prodigiosa, de tal características son los personajes de sus biografías noveladas, entre los que desfilan: Roland, Magallanes, María Estuardo, Mermes, Américo Vespucio, Erasmo, Verhaeren, María Antonieta; y su obra maestra: Fouché. Este último personaje es la materia prima del presente ensayo. El trabajo de investigación y redacción, que realizó Zweig para este ser en el que se percibe un reto literario, son inmejorables. El interés que despierta este individuo que bailó a complacencia sobre las movedizas arenas de la política, que brincó convulsivamente sobre la fidelidad y la traición, quien nunca perdió de vista sus intereses, aquel que como caía se levantaba… para volver a caer. Toda la pasión que envuelve su loca carrera diplomática es el motivo para que sea Fouché, el genio tenebroso un libro de obligatoria lectura para aquel interesado en la periferia de la revolución francesa. Siendo justos, cada nación tiene un Fouché: En el caso específico de México, tal papel no quedaría holgado para Antonio López de Santa Anna, el seductor de la patria. Que, como Fouché, ajustó las velas de las circunstancias para siempre salir, de alguna manera, victorioso. Un lazo más los une: la intoxicación del poder. No saber que todo logro tiene sus límites, y que transgredir esos límites significa la inmediata destrucción de la obra laboriosamente forjada. El precio de tal vaivén es alto… al final, no hay nada, nada forjado, la vida se resume a lo reaccionario de una situación que exigía tal o cual cosa. La falta de abanderamiento es lo que produce en Fouché una crisis de identidad que en el ocaso de su existencia se vuelve tenebrosamente evidente. No tiene a dónde ir, para él no existen los amigos… y toda su obra, cada martillazo certero sobre el duro mármol de la estrepitosa Francia, desaparece en un velo justificado: Nadie sabía con certeza quién era El Duque de Otranto. Tener enemigos poderosos es fácil, no así vencerlos, añádase astucia al vencerlos con sus propias armas. Haciendo una lista de los personajes e instituciones que cometieron el grave error de confiar en la amistad o enemistad de Fouché, se encuentran: Los girondinos, jacobinos, terroristas, termidoristas, la República, el consulado; Robespierre, Barras, Collot, Napoleón, Luis XVIII, Chaumette, Babocuf… entre otros. Para Freud, el peor error de la humanidad consiste en repetir en vez de recordar, y como si los titiriteros de la Francia de la transición del siglo XVIII al XIX no tuvieran memoria, cayeron y volvieron a caer en la trampa humana de nombre Fouché. La danza siniestra del genio tenebroso no fue inmune a los severos ataques, algunos de ellos exitosos, contra sus excesos. Tal fue el caso de Lyon: Las masacres cometidas contra los burgueses –sitio que después ocuparía con gran comodidad- serían recordadas a la hora de lo que fue para él el juicio final. Como padre del espionaje moderno, supo sacar provecho de las culpas de otros políticos tan terribles como él. Todo lo sabía, y todos le temían. Hizo del temor a ser descubierto el arma mortal con la que podría conseguir todo lo que quisiera, y así fue. Máscaras eclipsaron su crueldad y maleabilidad. Máscaras humanas que pagaron la grave equivocación con la vida. Fouché nunca actuó dando la cara, siempre fue un segundo papel, de menor porte, pero de mayor importancia, el protagonista detrás del protagonista en la cruel tragedia que fue su obra, y la ácida comedia que fue su vida. Uno a uno cayeron los velos… hasta que el hombre de las mil máscaras quedó con su desagradable rostro al mundo… tan sólo para descubrir que no era nadie… que nadie le reconocía. La sucesión del poder en la etapa de Francia que el perverso brazo de Fouché abarca quedaría resumida así: Luis XVI -> Robespierre -> Napoleón -> Luis XVIII -> Napoleón -> Carnot -> Fouché -> Luis XVIII. Con todos estuvo, y de todos sacó provecho. Mientras caían, el genio tenebroso más se alzaba en la bruma densa del poder oculto. “A un hombre como yo le tiene sin cuidado la vida de un millón de seres”, dijo Napoleón enceguecido por el estúpido juego de la guerra. Para Fouché no hicieron falta un millón de seres, bastó con someter al más poderoso, valerse de artimañas, traiciones y corrupción para develar por completo la personalidad macabra de alguien menos siniestro que él mismo. El genio tenebroso pasó como el perfecto traidor, y lo fue. Traicionó todo lo traicionable: A la monarquía, la república, la burguesía, el comunismo (del cual es autor del primer tratado)… pero jamás se traicionó así mismo, por la sencilla razón de que no había una idea qué traicionar… Y aún con todo, no deja de ser absolutamente admirable. Pocos hombres han plasmado su firma de manera tan indeleble como Joseph Fouché. Los dos movimientos franceses que han marcado la historia de la humanidad: La ilustración, y la Revolución Francesa, han impulsado a numerosas naciones a exigir el mundo utópico que les está negado, han motivado a remover el gobierno perverso e injusto. Tal fue el fervor que los franceses motivaron, que se olvidó mirar la otra parte de esa historia… La parte en que la utopía se transforma en distopía. Y ha sido más que un crimen… ha sido una equivocación.
Bibliografía/Cibergrafía
1.- Fouché El genio Tenebroso, STEFAN Zweig. Editorial Época,
2.- 24 horas en la vida de una mujer, STEFAN Zweig. Editorial EMU pp.: 14-21
(111) (Libros Hiperión) Heinrich Von Kleist (Prólogo, Traducción y Notas de Jorge Riechmann)-_Sobre El Teatro de Marionetas_ y Otros Ensayos de Arte y Filosofía-Ediciones Hiperión (1988)