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CARLOS HIPOGROSSO
Carlos Hipogrosso
LICCOM – FHCE -IPA
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Este trabajo no hubiera sido posible sin la constancia de Matías Ferrari, alumno mío en el IPA. Desgrabó
mis clases y me cedió amablemente SU trabajo en formato electrónico
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
4) Principio del naturalismo. Dado que las clases de hechos se reducen al tipo
de hechos naturales, estos se pueden explicar por un conjunto de leyes. De esta forma,
los hechos de carácter social se podrían prever y calcular al modo de los
acontecimientos físicos. En los estudios del lenguaje surgen un conjunto de metáforas
biologicistas con fuerte carácter explicativo dentro del modelo: lenguas madres,
familias de lenguas, lenguas muertas, etc.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Agreguemos a estos cuatro puntos que intentan dar cuenta de dos visiones diferentes
un comentario del argentino Eliseo Verón. Este autor en su libro La semiosis social,
presenta a Saussure como un autor fundacional. En este sentido, podemos afirmar que en
el Curso de lingüística general ambos paradigma, el positivista y el antipositivista están en
conflicto. Esta es una de las causas de que su lectura se vuelva compleja.
Verón, a grandes rasgos, presenta dos posibles lecturas del Curso.
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“La materia de la lingüística está constituida en primer lugar por todas las
manifestaciones del lenguaje humano, ya que se trate de pueblos salvajes o de naciones
civilizadas, de épocas arcaicas, clásicas o de decadencia, teniendo en cuenta, en cada
período, no solamente el lenguaje correcto y el “bien hablar”, sino todas las formas de
expresión. Y algo más aún: como el lenguaje no está las más veces al alcance de la
observación, el lingüista deberá tener en cuenta los textos escritos, ya que son los únicos
medios que nos permiten conocer los idiomas pretéritos o distantes.”
Si bien as fuentes de este capítulo provienen del tercer curso que dictó Saussure, lo
que supone que el proyecto teórico del autor está bien avanzado se manifiestan ciertas
imprecisiones que, más adelante serán salvadas. Por ejemplo, la distinción entre lenguaje y
lengua no cobra en esta presentación mayor relevancia.
Por otra parte, este capítulo remite de manera necesaria al siguiente: “Objeto de la
lingüística”. En efecto, bajo la concepción positivista “materia” y “objeto” se definen uno
en relación con el otro. La materia constituye la realidad inordenada, lo que Saussure va a
entender como el lenguaje mientras que el objeto se define como el elemento ordenado y
homogéneo que permite clasificar y estudiar la materia.
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Historia Diacronía
Estos estudios son ambos necesarios pero distintos. De hecho, un estado sincrónico
se explica por una determinada evolución diacrónica. Un estudio sincrónico es el estudio de
una lengua en un momento dado, y un estudio diacrónico es el estudio de la evolución de
una lengua.
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Respecto de b), son dos las fuerzas que actúan de manera universal (es decir en
todas las lenguas) y de manera permanente: el tiempo y la coerción social. Constituyen las
condiciones necesarias para que una lengua sea una lengua. De ellas se explican la
historicidad, la arbitrariedad, la mutabilidad y la inmutabilidad. El resto es un postulado que
lo acerca a las posiciones fisicistas de los neogramáticos, sus maestros. En efecto, las
ciencias físicas intentan sacar las leyes generales a que se puedan reducir todos los
fenómenos particulares. Saussure va a intentar este cometido en la parte que dedica a la
lingüística diacrónica. Sin embargo, a los efectos de este curso dicho interés no nos resulta
relevante.
“La lingüística tiene conexiones muy estrechas con varias ciencias, unas que le dan
datos, otras que se los toman. Los límites que la separan de ellas no siempre se ven con
claridad. Por ejemplo, la lingüística tiene que diferenciarse cuidadosamente de la etnografía
y de la prehistoria, donde el lenguaje no interviene más que a título de documento; tiene
que distinguirse también de la antropología, que no estudia al hombre más que desde el
punto de vista de la especie, mientras que el lenguaje es un hecho social. Pero ¿tendremos
entonces que incorporarla a la sociología? ¿Qué relaciones existen entre la lingüística y la
psicología social? En el fondo, todo es psicológico en la lengua, incluso sus
manifestaciones materiales y mecánicas, como los cambios fonéticos; y puesto que la
lingüística suministra a la psicología social tan preciosos datos, ¿no formará parte de ella?
Estas son cuestiones que aquí no hacemos más que indicar para volver a tomarlas luego.”
Los estudios del lenguaje necesitan, por una parte, de ciertas ciencias y, por otra,
hacen aportes a otras.
Algunos ejemplos intentarán dar cuenta de este fenómeno.
El lingüista, por ejemplo, reconoce que hay un cambio de sonido entre “pala” y
“bala”, y que tiene consecuencias en su significado. ¿En qué consiste dicha diferencia? Los
sonidos /p/ y /b/ son diferentes porque en uno las cuerdas vocales vibran y en el otro no. Es
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el fisiólogo quien proporciona este dato al estudioso del lenguaje. En este sentido se puede
decir que la lingüística “toma” de otras ciencias.
Por otra parte, los estudios del lenguaje también aportan datos a otras ciencias. Por
ejemplo, es un dato relevante el que un texto aporta a la historia. La historia requiere de los
estudios del lenguaje para dar cuenta de la autenticidad de una posible fecha, de la
interpretación semántica, de las posibles lecturas de un documento.
El hecho de que los estudios del lenguaje estén tan relacionados con otras ciencias
no hace otra cosa que requerir, de una vez por todas, su especificidad.
Saussure comienza a dar cuenta de dicha especificidad en el hecho de que el
lenguaje (más adelante la lengua) es un hecho social. La convención social va a ser, para el
autor, un hecho esencial.
Su mecanismo de análisis le lleva a preguntarse por el hecho de que si lo social es
definitorio, la lingüística, ¿no debería formar, entonces, parte integrante de la sociología y
qué relación tiene la misma con la psicología social?
Dos precisiones al respecto. La primera, tiene que ver con el hecho de que Saussure
necesita deslindar la lingüística de la sociología en la medida de que solo así, se justificaría
como ciencia autónoma. La segunda, tiene que ver con un concepto que Saussure va
trabajar en todo el Curso: su interés no radica en lo psicológico individual, aquello que nos
hace totalmente diferentes. Su interés va a estar en aspectos psicológicos (lingüísticos) que
tenemos en común, es decir aquello que podemos definir, en algún sentido, como social.
Aunque esta cuestión no parece resolverse del todo en este capítulo, apuntemos aquí
algunas cosas. Frente a la pregunta ¿debe la lingüística formar parte de la sociología?, la
respuesta es no. No debe formar parte de la sociología porque esta toma de las instituciones
lo que tienen en común y deja de lado lo que tienen de particular. La sociología no puede
dar cuenta, según Saussure, de la especificidad que haría del lenguaje la materia de una
ciencia nueva.
La psicología social, por su parte, remite a los aspectos colectivos de orden
psicológico, del cual, el lenguaje es solo uno. Esto le permitirá, más adelante, proponer a la
psicología social como la ciencia marco dentro de la cual se insertaría la lingüística.
En efecto, de lo psicológico, lo único que le interesa a Saussure es el aspecto social
internalizado. En este sentido, para él hasta las manifestaciones materiales del lenguaje (los
sonidos, por ejemplo) son nada más que la posibilidad de confrontar lo que de común
tenemos con el otro.
Comienza entonces el verdadero proyecto teórico de Saussure: la lengua es forma y
no sustancia. Todos emitimos sonidos diferentes porque tenemos voces diferentes. Uno de
los problemas más profundos en la teoría saussuriana es la irrelevancia fónica. Las
consecuencias de este hecho solo se harán totalmente evidentes en la teoría del valor.
Tres cosas más deberían señalarse de este capítulo, una a modo de resumen y dos a
modo de conclusión:
1) es imprescindible fundar una ciencia nueva, la lingüística, porque las
ciencias que actualmente estudian el lenguaje, no lo estudian en sí mismo
sino a propósito de otra cosa. El lenguaje no ha manifestado, por lo tanto,
en el campo científico, su verdadera naturaleza.
2) la lingüística no es solo una ciencia nueva, es también una ciencia útil.
Todo aquel que trabaja con textos debe comprender su verdadera
naturaleza. Los textos están hechos de palabras. Comprender cómo
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funcionan las palabras, qué velan y qué descubren, nos permitirá una
nueva forma de abordar los textos.
3) el lenguaje es materia opinable. Todo el mundo habla sobre el lenguaje
pero nadie sabe cómo funciona. Por ser materia opinable, el lenguaje se
carga de prejuicios. La lingüística permitirá dar cuenta de dichos
prejuicios y, a partir de ellos, definir los aspectos más relevantes que,
como ciencia, deberá esclarecer.
§ 1. LA LENGUA; SU DEFINICIÓN
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Más adelante, como se verá, el autor dirá que la lengua es el instrumento del habla.
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¿Observarla?
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Otras ciencias operan con objetos dados de antemano y que se pueden considerar
en seguida desde diferentes puntos de vista. No es así en la lingüística. Alguien pronuncia
la palabra española desnudo: un observador superficial se sentirá tentado de ver en ella un
objeto lingüístico concreto; pero un examen más atento hará ver en ella sucesivamente tres
o cuatro cosas perfectamente diferentes, según la manera de considerarla: como sonido,
como expresión de una idea, como correspondencia del latín (dis) nudum, etc.
Esta formulación aparentemente plantea una diferencia entre las ciencias físicas y
las ciencias sociales. Las primeras trabajan con “objetos dados de antemano”. Para el autor,
el dato físico se impone. Sin embargo, lo único que trasluce esta observación es un
prejuicio fisicista. En realidad, el dato físico tampoco es abordado “tal cual es”, las distintas
ciencias de la naturaleza construyen distintos objetos a partir de la misma materia. La
posición del autor, no deja de mostrar su lado positivsta.
Reparemos, sin embargo, en las apreciaciones sobre el lenguaje.
Saussure parte de un ejemplo que le permitirá mostrar la heterogeneidad del
lenguaje. Las distintas posibilidades que presenta la palabra “desnudo”: entendida en tanto
conjunto de sonidos, como representación de una idea y mirada desde una perspectiva
histórica.
Estas “miradas” suponen la posibilidad de abordar un “punto de vista” que merezca
más atención que otros. Esta decisión no es inocente, supone un anclaje epistemológico.
De las palabras citada, dos cosas se deben destacar. En primer lugar, el punto
de vista crea el objeto de estudio. Lo que él llama “punto de vista” es un método de
abordaje. En segundo lugar, él admite también que el objeto de estudio es un constructo
teórico del investigador. Esto supone un método que permita deslindar 3 esta ciencias de las
otras.
“Por otro lado, sea cual sea el punto de vista adoptado, el fenómeno lingüístico
presenta perpetuamente dos caras que se corresponden, sin que la una valga más que
gracias a la otra. Por ejemplo:”
Para poder deslindar esta ciencia, Saussure va a recurrir a un método de análisis que
la bibliografía ha consignado como las famosas dicotomías saussurianas. Quizás tengamos
que reformular esta expresión y admitir un método explicativo basado en dos principios: la
oposición y la complementariedad.
Los editores evidencian la fuerza explicativa de esta metodología a través de
algunos ejemplos.
“1º Las sílabas que se articulan son impresiones acústicas percibidas por el oído,
pero los sonidos no existirían sin los órganos vocales; así una n no existe más que por la
correspondencia de estos aspectos. No se puede, pues, reducir la lengua al sonido, ni
separar el sonido de la articulación bucal; a la recíproca, no se pueden definir los
movimientos de los órganos vocales si se hace abstracción de la impresión acústica.”
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Cap. II de la Introducción
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“2º Pero admitamos que el sonido sea una cosa simple: ¿es el sonido el que hace al
lenguaje? No; no es más que el instrumento del pensamiento y no existe por sí mismo. Aquí
surge una nueva y formidable correspondencia: el sonido, unidad compleja acústico-vocal,
forma a su vez con la idea una unidad compleja, fisiológica y mental:”
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Esto que se presenta como normal para una lengua extranjera que desconocemos,
también tiene consecuencias en nuestra propia lengua. En efecto, si se escucha, en forma
descontextualizada la secuencia “alaimpedida”, ¿cómo se la puede interpretar?
Dos posibilidades nos asigna la lengua, es decir, el español:
1) a la impedida
2) ala impedida
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EL
LA
THE
LOS
LAS
Las reglas del español no son ni mejores ni peores que las del inglés, son distintas.
El español tiene una historia que generó determinadas reglas para la actual sincronía y el
inglés tiene otra historia que generó otras reglas.
Es más, puedo describir el español, sus reglas, sin hacer referencia a la historia que
las generó. Puedo también estudiar esa historia sin describir exhaustivamente cada estadio
del español. Es decir: historia (diacronía) y sistema establecido (sincronía) son
aprehensibles en forma independiente. Sin embargo, es completamente comprensible que
esta sincronía depende de una historia que la generó. Otra vez oposición y
complementariedad, son cosas distintas, pero una no se entiende sin la otra.
El párrafo se cierra con una reflexión sobre el origen y la adquisición del lenguaje.
Desde una perspectiva saussuriana, remontarnos al lenguaje infantil, por ejemplo, no
soluciona nada. En efecto, cuando se admite que un niño habla (por más “simple” que
dicho lenguaje parezca), las oposiciones planteadas por el autor, ya están dadas. Los
sonidos que se emiten son inteligibles por determinadas articulaciones que los hicieron
posibles, tienen relación con significados y los significados son vehiculizados por esos
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sonidos, dichos significados son el resultado de una convención social que se le impuso y
esa convención social tiene su historia peculiar, la historia de la lengua en la que empezó a
hablar y que se le impone.
“Así, pues, de cualquier lado que se mire la cuestión, en ninguna parte se nos
ofrece entero el objeto de la lingüística. Por todas partes topamos con este dilema: o bien
nos aplicamos a un solo lado de cada problema, con el consiguiente riesgo de no percibir
las dualidades arriba señaladas, o bien, si estudiamos el lenguaje por muchos lados a la vez,
el objeto de la lingüística se nos aparece como un montón confuso de cosas heterogéneas y
sin trabazón. Cuando se procede así es cuando se abre la puerta a muchas ciencias –
psicología, antropología, gramática, normativa, filología, etc.-, que nosotros separamos
distintamente de la lingüística, pero que, a favor de un método incorrecto, podrían reclamar
el lenguaje como uno de sus objetos.”
“A nuestro parecer, no hay más que una solución para todas estas dificultades: hay
que colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma
de todas las otras manifestaciones del lenguaje. En efecto, entre tantas dualidades, la
lengua parece ser lo único susceptible de definición autónoma y es la que da un punto de
apoyo satisfactorio para el espíritu.”
Para interpretar este párrafo hay que recordar lo planteado hasta el momento. En
primer lugar, hay varios aspectos en el estudio del lenguaje y esto supone plantearse qué
aspecto privilegiar para dar sentido, orden a lo que se nos presenta como inordinado: el
elenguaje. Como se ha dicho, a simple vista están en juego aspectos psicológicos,
sociológicos, físicos, etc.
Para abordar este problema, aunque sin definirla aún, Saussure presenta la
lengua: la instaura como el elemento ordenador. Plantear “que es norma de las otras
manifestaciones del lenguaje” supone fundamentar la base sobre la cual construir toda la
teoría. La lengua va a satisfacer la pretensión del primer enunciado del capítulo: “¿Cuál es
el objeto a la vez integral y concreto de la lingüística?” La lengua es ese principio de
clasificación que va a permitir ordenar la materia.
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“He aquí lo que se puede responder. En primer lugar, no está probado que la
función del lenguaje, tal como se manifiesta cuando hablamos, sea enteramente natural, es
decir, que nuestro aparato vocal esté hecho para hablar como nuestras piernas para andar.
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Cabe aclarar que él no duda de que haya una zona del cerebro que gobierne el lenguaje, sino que él ataca la
idea de que ello sea genético, natural.
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Los lingüistas están lejos de ponerse de acuerdo sobre esto. Así, para Whytney, que
equipara la lengua a una a una institución social con el mismo título que todas las otras, el
que nos sirvamos del aparato vocal como instrumento de la lengua es cosa del azar, por
simples razones de comodidad: lo mismo habrían podido los hombres elegir el gesto y
emplear imágenes visuales en lugar de las imágenes acústicas. Sin duda, esta tesis es
demasiado absoluta; la lengua no es una institución social semejante punto por punto a las
otras; además, Whytney va demasiado lejos cuando dice que nuestra elección ha caído por
azar en los órganos de la voz; de cierta manera, ya nos estaban impuestos por naturaleza.
Pero, en el punto esencial, el lingüista americano parece tener razón: la lengua es una
convención y la naturaleza del signo en que se conviene es indiferente. La cuestión del
aparato vocal es, pues, secundaria en el problema del lenguaje.”
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dice en el sentido de que hay algo de cómodo en la voz, de conveniente; que no es el azar lo
que nos lleva a usarla, a elegirla entre las demás posibilidades de comunicación. La lengua
se explica por las convenciones y estas son independientes de la sustancia en que se
materializan (gráfica, textual, sonora, etc.).
Concluyendo este párrafo, la pretendida naturalidad del aparato vocal es,
cuando menos, cuestionable, y si es cuestionable lo social no pierde el estatus primordial
que la teoría le asigna.
A modo de resumen:
1. no hay nada de natural empíricamente probado en el aparato vocal
2. la desustancialización: la lengua constituye un orden propio, un sistema, con
independencia su materialización fónica, gráfica o gestual.
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Estas unidades no coinciden con las “letras” o “grafemas”. En realidad, en los sistemas de escritura
fonográfica, la correspondencia entre “letra” y “fonema” es siempre imperfecta.
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constituyen un orden cuya explicación no es otra que la historia que los generó. Las lenguas
son sistemas heredados y arbitrarios que se nos imponen por convención. Si esta
convención se materializa en gestos o en sonidos resulta indiferente.
En efecto, cuando se tiene un accidente (un golpe, un accidente vascular) que afecta
la zona relacionada con el lenguaje (el área de Broca), se produce una disfunción conocida
con el nombre de “afasia”. Se entiende como afasia, a grandes rasgos, una disfunción
cerebral que afecta el habla pero no la inteligencia ni los órganos fonatorios. La “afasia de
Broca” se caracteriza por la poca fluidez y un efecto de tartamudeo.
En esta afasia, sin extendernos en ella, la emisión se ve más afectada que la
comprensión. Esta afasia va acompañada también de problemas en la lectura y la escritura.
Hasta aquí la descripción de la patología. Lo más importante es el razonamiento del
autor. Saussure parece querernos decir lo siguiente: se podrá discutir la naturalidad del
lenguaje, pero para la escritura no hay discusión, la escritura es necesariamente aprendida.
Si la escritura es comandada por el cerebro (este se lesiona y aquella también) y si la
escritura es aprendida, no todo lo que tiene su asiento en el cerebro es natural. También las
cosas aprendidas terminan localizándose en alguna parte del cerebro. Es decir, el hecho de
que exista un “área de Brocca” no es razón suficiente para que el lenguaje sea “natural”,
porque esta área comanda lo aprendido como perfectamente lo demuestran las
perturbaciones de los afásicos en la lecto-escritura.
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§ 2. LUGAR DE LA LENGUA
EN LOS HECHOS DEL LENGUAJE
“Para hallar en el conjunto del lenguaje la esfera que corresponde a la lengua, hay
que situarse ante el acto individual que permite reconstruir el circuito de la palabra. Este
acto supone por lo menos dos individuos: es el mínimum exigible para que el circuito sea
completo. Sean, pues, dos personas, A y B, en conversación:”
A B
“El punto de partida del circuito está en el cerebro de uno de ellos, por ejemplo, en
el de A, donde los hechos de conciencia, que llamaremos conceptos, se hallan asociados con
las representaciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas que sirven a su
expresión. Supongamos que un concepto dado desencadena en el cerebro una imagen
acústica correspondiente: éste es un fenómeno enteramente psíquico, seguido a su vez de
un proceso fisiológico: el cerebro transmite a los órganos de la fonación un impulso
correlativo a la imagen; luego las ondas sonoras se propagan de la boca de A al oído de B:
proceso puramente físico. A continuación el circuito sigue en B un orden inverso: del oído
al cerebro, transmisión fisiológica de la imagen acústica; en el cerebro, asociación psíquica
de esta imagen con el concepto correspondiente. Si B habla a su vez, este nuevo acto
seguirá –de su cerebro al de A- exactamente la misma marcha que el primero y pasará por
las mismas fases sucesivas que representamos con el siguiente esquema:” (el destacado es
nuestro)
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a) Hay una parte interna que incluye lo fisiológico y lo psíquico, y una parte
externa en donde se coloca lo puramente físico
b) Pertenece a la parte psíquica la imagen acústica unida al concepto. Tanto lo
fisiológico como lo físico son no psíquicos.
c) Es activo todo lo que “hace” el hablante y pasivo todo lo que “pasa” en el
oyente. Sin embargo, se sabe bien que oír, no es un proceso puramente pasivo.
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este”, etc. y la última “blanco”). Podemos comprobar lo mismo para la última de las
unidades (“roja”, “grande”, “hermosa”, “pobre”, etc.).
De esta consideración se desprenden dos corolarios:
- las unidades que están en comprometidas en el sintagma no están
meramente yuxtapuestas, el cambio de una supone el cambio de las otras,
tanto desde el punto de vista sintáctico como semántico, son unidades
“coordinadas”
- el hecho de haber elegido unas supone el hecho de haber descartado otras
que pudieron haber estado en su lugar porque con ella se “asocian”
- como lo sugieren los ejemplos de a, b y c, el hecho de haber consignado
ciertas reglas de combinación en un caso, supone el haber descartado las
reglas consignadas en otro, no solo hay un acto de selección de unidades
sino de reglas que permiten “coordinar” esas unidades
“Pero para comprender bien este papel hay que salirse del acto individual, que no
es más que el embrión del lenguaje, y encararse con el hecho social.”
En efecto, este es un hecho que tiene cabal sentido en la medida en que el sistema
que se pone en juego tienen una dimensión social.
“Entre todos los individuos así ligados por el lenguaje, se establecerá una especie
de promedio: todos reproducirán –no exactamente, sin duda, pero sí aproximandamente- los
mismos signos unidos a los mismos conceptos.”
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porque quienes los producen o quienes los escuchan, son capaces de entenderlos. Es decir,
la dimensión individual está traspasada por la dimensión social.
Un promedio supone el hecho de que aproximadamente los mismos conceptos están
vinculados con, aproximadamente, las mismas imágenes acústicas. En efecto, la idea de
promedio intenta rescatar varias consideraciones que evidentemente inquietan a Saussure.
Los hablantes no tienen exactamente ni las mismas unidades, ni las mismas certezas
respecto de esas unidades, ni las mismas reglas combinatorias que las rigen. Es más,
unidades que un hablante puede tener en forma totalmente “activa”, otro las puede tener en
forma totalmente pasiva. Así, aunque en el léxico que un hablante montevideano de cierta
edad use no figure, por ejemplo, la palabra “toque”, no quiere decir que no la entienda
cuando ciertos jóvenes la usan. Lo mismo que ocurre con las unidades ocurre con las
reglas. Es decir, reglas que un hablante usa (cf. por ejemplo “habemos muchos que
pensamos distinto”, donde el verbo “haber” está usado de una manera no normativa para el
español) son entendidas por otro que no las realiza efectivamente. Hay por lo menos una
gradación efectiva en lo que los hablantes de una lengua comparten y lo que no. Si bien las
diferencias son notorias, estas no impiden la intercomprensión, porque el hecho de que no
la use, no implica que no la entienda.
Pero, ese promedio, ¿cómo se origina y cómo se manifiesta en el hablar? O, en las
palabras de Saussure:
“Cuál es el origen de esta cristalización social? ¿Cuál de las dos partes del circuito
puede ser la causa? Pues lo más probable es que no todas participen igualmente.”
Como se ve, el circuito del habla es capaz de dar cuenta de un hecho que está más
allá de su pura contingencia, la “cristalización” de un “hecho social”, es decir, la lengua.
Esta “cristaliza” ciertos lazos que hay entre los individuos. La lengua es una entidad que
está entre los individuos, los une y les da cohesión. Si esto es lo relevante, hay que dar
cuenta de aquel aspecto del circuito que, incluso en su realización puramente individual, es
capaz de revelar su relación con lo social.
“La parte física puede descartarse desde un principio. Cuando oímos hablar una
lengua desconocida, percibimos bien los sonidos, pero por nuestra incomprensión,
quedamos fuera del hecho social.”
“La parte psíquica tampoco entra en juego en su totalidad: el lado ejecutivo queda
fuera, porque la ejecución jamás está a cargo de la masa, siempre es individual, y siempre el
individuo es su árbitro; nosotros lo llamaremos el habla (parole).”
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Sin embargo el habla, hecho individual, es incomprensible sin el hecho social que lo
hizo posible. La realización individual no es otra cosa que la puesta en ejecución de
unidades y reglas que todos compartimos y podemos usar de manera original para producir
sentidos nuevos. Si se comprenden esas realizaciones individuales es porque quien las
escucha, reconoce en ellas sus propias unidades y sus propias reglas, reconoce que él podría
haber hecho también esas proferencias porque tenía los mecanismos para hacerla.
Reconoce, también, los sentidos que de ellas se pueden derivar. Lo psíquico, entendido
como puramente individual, es intransmisible, lo que se transmite está en relación con lo
psíquicamente compartido, es decir, lo social.
La lengua, que nos permite el habla (tanto proferir como comprender) es la parte
psíquica común a la masa.
“Lo que hace que se formen en los sujetos hablantes acuñaciones que llegan a ser
sensiblemente idénticas en todos es el funcionamiento de las facultades receptiva y
coordinativa. ¿Cómo hay que representarse este producto social para que la lengua aparezca
perfectamente separada del resto? Si pudiéramos abarcar la suma de las imágenes verbales
almacenadas en todos los individuos, entonces toparíamos con el lazo social que constituye
la lengua.”
“Es un tesoro depositado por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a
una misma comunidad, un sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o,
más exactamente, en los cerebros de un conjunto de individuos, pues la lengua no está
completa en ninguno, no existe perfectamente más que en la masa.”
El autor ofrece una de sus definiciones más importante de lengua haciendo uso de
una metáfora; identifica a la lengua con un tesoro. Esta idea de acumulación, en donde cada
una de las monedas o joyas que se fueron acopiando constituyen en el conjunto algo más
que la mera suma de ellas es la misma que pretende transmitir con la imagen de que la
lengua procede del cúmulo de manifestaciones individuales siendo mucho más que su mera
suma. La imagen del “tesoro” sugiere, además, la entidad que nos une y que nos da
sentido, es una imagen de la cohesión social. En este sentido, también, como en otros casos,
toda identidad supone una diferencia: nos identificamos por y en nuestra lengua y nos
diferenciamos de otras comunidades por dicha identificación.
Ese tesoro es, asimismo, reformulado luego como “sistema gramatical virtualmente
existente en cada cerebro, o, más exactamente .... la lengua ... no existe perfectamente más
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“Al separar la lengua del habla (langue et parole), se separa a la vez: 1º lo que es
social de lo que es individual; 2º lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos
accidental.”
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1º En primer lugar se expresa una definición de habla que conviene apuntar. “Las
combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua” son propias del
hablante y no están del todo exigidas por la institución.
Respecto de esta definición, hay que reparar en la palabra “código”. Saussure
asimila la lengua (por primera y única vez) a un código. Un código tiene de común con la
lengua el poseer unidades estables que se combinan por reglas también estables. Sin
embargo, el hecho de que Saussure no use nunca más la palabra “código” sugiere a los
críticos la idea de que esta asimilación no le gustaba demasiado. La palabra código
asociada la mayoría de las veces a la señalización marítima, a los sistemas de
comunicación vial, etc. suponen unidades altamente denotativas. Esto significa que no son
connotativos, que no existe en ellos la posibilidad de ambigüedad. Los “mensajes”, por así
decirlo, no están sujetos a la interpretación de quien lo recibe.
La palabra “código” no parece satisfacer del todo a Saussure ni a la
definición que pretende dar de lengua. Aunque sus posibilidades combinatorias están bien
determinadas, los significados del mensaje, de un acto de habla concreto, no son fácilmente
cancelables. Admiten siempre más de una interpretación. No es preciso ahondar mucho
sobre esta peculiaridad de las lenguas naturales. Cuando un hablante pregunta, testea, “qué
quisiste decir”, difícilmente aluda al hecho de que no oyó o no comprendió el sentido de
las palabras en uso. Lo más frecuente es que aluda al sentido que a estas se les deba dar. Es
decir, la posibilidad de que comporten más de un sentido es inherente a ellas. Esto no es
posible en los códigos de señalización por ejemplo: un cartel de “pare” no quiere decir otra
cosa que pare y si así no se interpretare, los accidentes serían todavía más frecuentes de lo
que hoy son. La asimilación entre una lengua y un código resulta a veces insuficiente.
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Una cuestión es relevante en este punto. Saussure la destaca muy bien. El autor ha
distinguido entre lenguaje, lengua y habla. Estas constituyen entidades que hay que tener
en cuenta, no hay que confundir, a la hora de estudiar una lengua concreta o a la hora de
hacer teoría del lenguaje. En este sentido aclara:
“Hemos de subrayar que lo que definimos son cosas y no palabras; las distinciones
establecidas nada tienen que temer de ciertos términos ambiguos que no se recubren del
todo de lengua a lengua. Así en alemán Sprache quiere decir lengua y lenguaje; Rede
corresponde bastante bien a habla (fr. parole), pero añadiendo el sentido especial de
‘discurso’. En latín, sermo significa más bien lenguaje y habla, mientras que lingua designa
la lengua, y así sucesivamente.
Ninguna palabra corresponde exactamente a cada una de las nociones precisadas
arriba; por eso toda definición hecha a base de una palabra es vana; es mal método el partir
de las palabras para definir las cosas.”
En primer lugar se refiere a la lengua como un “objeto bien definido” por el hecho
de ser homogénea. Esta característica de la lengua es la que permite estudiarla, a diferencia
del lenguaje; las convenciones son siempre las mismas con independencia de la sustancia
(la voz de cada uno, por ejemplo) en que se materialicen. El “circuito” del lenguaje,
mencionado con anterioridad, supone un componente esencial, el psicológico, entendido
como “compartido” (es decir social).
En efecto, en seguida, y reafirmando lo que aquí se plantea, expresa su aspecto
social con la metáfora (¿dieciochesca?) del contrato: las convenciones sociales,
explícitamente o no, están convenidas (“si es social hay acuerdos”).
Por otro lado, el hecho de que el individuo no puede crear ni modificar la lengua
alude a que dichas convenciones se generan históricamente. Cuando el individuo nace
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Sin embargo, más allá de su formación, hay dos elementos en los que se apoya
Saussure para sostener la concreción de la lengua: la lengua es concreta porque los
hablantes operan con ella (hablan), la lengua es concreta porque existe como un conjunto
de convenciones homogéneas, un sistema que se puede observar y describir.
“Estos caracteres nos hacen descubrir otro más importante. La lengua, deslindada
así del conjunto de los hechos del lenguaje, es clasificable entre los hechos humanos,
mientras que el lenguaje no lo es.
Acabamos de ver que la lengua es una institución social, pero se diferencia por
muchos rasgos de las otras instituciones políticas, jurídicas, etc. Para comprender su
naturaleza peculiar hay que hacer intervenir un nuevo orden de hechos.
La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso comparable a la
escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a
las señales militares, etc., etc. Sólo que es el más importante de todos los sistemas.
Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno
de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología social, y por consiguiente de la
psicología general. Nosotros la llamaremos semiología (del griego semēion ‘signo’). Ella
nos enseñará en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. Puesto
que todavía no existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la
existencia, y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es más que una parte
de esta ciencia general. Las leyes que la semiología descubra serán aplicables a la
lingüística, y así es como la lingüística se encontrará ligada a un dominio bien definido en
el conjunto de los hechos humanos.” (los subrayados son nuestros)
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“Al psicólogo toca determinar el puesto exacto de la semiología; tarea del lingüista
es definir qué es lo que hace de la lengua un sistema especial en el conjunto de los hechos
semiológicos. Más adelante volveremos sobre la cuestión; aquí sólo nos fijamos en esto: si
por vez primera hemos podido asignar a la lingüística un puesto entre las ciencias es por
haberla incluido en la semiología.
¿Por qué la semiología no es reconocida como ciencia autónoma, ya que tiene
como las demás su objeto propio? Es porque giramos dentro de un círculo vicioso: de un
lado, nada más adecuado que la lengua para hacer comprender la naturaleza del problema
semiológico; pero, para plantearlo convenientemente, se tendría que estudiar la lengua en sí
misma; y el caso es que, hasta ahora, casi siempre se la ha encarado en función de otra cosa,
de otros puntos de vista.” (el destacado es nuestro)
Como se puede observar, Saussure plantea que una de las causas es el hecho de que
no haya aparecido hasta ese momento la lingüística. En efecto, es justamente la lingüística
la que permite dar cuenta de que existe el hecho semiológico. La lingüística pone en primer
lugar a la lengua, la lengua pone en evidencia al signo lingüístico, el más arbitrario de
todos los signos. Como consecuencia se pone en evidencia el hecho semiológico. Dicho
hecho consiste en que el signo, para ser signo, debe tener cierto grado de
convencionalidad.
Se desencadena entonces una segunda pregunta: ¿y por qué no ha surgido hasta
ahora la lingüística? He aquí su razonamiento.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
esfuerzo, ya que se trata de un tema esencial; todo el libro de Saussure está dedicado a
demostrar que la lengua no es una nomenclatura sino, por el contrario, un sistema de
signos.
Se puede ilustrar lo que es una nomenclatura con ejemplos más conocidos que los
que específicamente trata el autor.
La palabra “nomenclatura” es un término que se utiliza, entre otras cosas, en la
química. Para un conjunto de elementos, existe un conjunto de nombres que claramente los
designan. A este conjunto de elementos le corresponden, en una relación inequívoca, uno a
uno, un conjunto de nombres como las etiquetas a un frasco cuando queremos identificar
su contenido. Tómese en cuenta que los nombres, no designan en realidad los elementos,
sino una representación abstracta de los mismos. En efecto, el símbolo Li no designa este o
aquel litio, sino el concepto de litio. Dada una lista de elementos dados de antemano, hay
una lista de nombres con que se los identifica.
Quizás otro ejemplo, el nomenclátor de las calles de una ciudad, pueda ser todavía
más esclarecedor. Es altamente imprevisible que, dado un nombre al que se le quiere rendir
homenaje, el gobierno de una ciudad decida crear una calle para que tome dicho nombre y
sea recordado. En general el proceso es al revés: cuando surgen barrios nuevos (por
ejemplo en nuestro país), las calles son identificadas primariamente por nombres muy
generales (oficial 1, oficial 2, etc.) para luego, llevar el nombre de alguien que, para el
gobierno de turno, merece ser homenajeado y, por consiguiente, recordado. Este ejemplo,
como el anterior, trata de mostrar que las entidades (en el caso anterior conceptos, en este
cosas) están dadas de antemano y los nombres se les adosan como etiquetas a un frasco.
La concepción nomenclaturista del “gran público” no es azarosa. De hecho, en el
episodio bíblico en el cual Dios crea a los animales para que Adán les ponga nombre
(Génesis 2:19-20) presenta esta concepción que es, incluso, parafraseada en varios
episodios de la literatura universal (cf. la peste del insomnio y del olvido en “Cien años de
soledad” en donde Aureliano tiene que etiquetar las cosas para poder recordar qué son y
cuál es su utilidad, esfuerzo vano cuando olvide leer).
La concepción de la lengua como una nomenclatura supone, o bien que hay una
lista de cosas universalmente dadas para las cuales cada lengua asigna un nombre, o, en el
mejor de los casos, que hay una lista de conceptos universalmente dados para los cuales
cada lengua asigna un nombre. En consecuencia, los nombres serían algo así como
“etiquetas” de las cosas o “etiquetas” de los conceptos, de lo que se deduce que traducir
(llevar de una lengua a la otra) sería meramente un cambio de “etiqueta”. O sea, que la
relación que existe entre las “etiquetas” y las cosas sería una relación simple.
Esta concepción es, para el autor, totalmente equivocada. Allí donde el inglés dice
WENT, en el español puede decirse FUE o IBA. En el inglés hay sólo una posibilidad,
mientras que en el español hay dos. Es decir que traducir un texto supone interpretarlo, y
esto no sucedería nunca si las lenguas fueran una nomenclatura. Dicho de otra manera,
toda traducción es una interpretación.
Del mismo modo, las diferencias de género que hace el español, independientes de
las entidades sexuadas en el mundo real, son de total indiferencia para el inglés. No hay, en
ninguna lengua, nada dado de antemano. Cada lengua constituye un orden propio,
independiente del orden de otra lengua y del mundo.
Hay un problema que se le plantea al autor en relación con el concepto: en tanto
unidad de pensamiento los conceptos pueden ser los mismos para un chino, un hindú, un
jamaiquino, etc.; todos podemos elaborar los mismos conceptos desde el momento en que
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
tenemos la misma estructura neuronal, desde el momento en que somos seres humanos. Lo
que no podemos tener son los mismos significados si no tenemos la misma lengua. Es por
esta razón que Saussure termina cambiando el término “concepto” por la de “significado”.
En otras palabras, aunque exista el significado “árbol” en el español y el significado
“TREE” en el inglés, dichos significados no se constituyen como dos etiquetas
intercambiables para la misma entidad. En el español, “árbol”, entre otras cosas, supone la
idea de masculino, así como “rama” supone la idea de femenino. Se trata de un significado
gramatical de la palabra que no existe en el inglés. La intraducibilidad de estos significados
hace evidente el hecho de que una lengua no es una nomenclatura.
“Luego viene el punto de vista del psicólogo, que estudia el mecanismo del signo
en el individuo. Es el método más fácil, pero no lleva más allá de la ejecución individual,
sin alcanzar al signo, que es social por naturaleza.”
El punto de vista del psicólogo es, para Saussure, también insuficiente. Aunque el
autor refiera insistentemente a una “psicología social”, que tiene en cuenta aquello que
compartimos y no lo estrictamente individual (en el sentido actual, nuestra historia de
vida), el psicólogo está más pendiente de aquello que, aunque común, se manifiesta en
nosotros en tanto individuos. Lo social aparece desdibujado.
“O, por último, cuando algunos se dan cuenta de que el signo debe estudiarse
socialmente, no retienen más que los rasgos de la lengua que la ligan a otras instituciones,
aquellos que dependen más o menos de nuestra voluntad; y así es como se pasa
tangencialmente a la meta, desdeñando los caracteres que no pertenecen más que a los
sistemas semiológicos en general y a la lengua en particular. Pues el signo es ajeno siempre
en cierta medida a la voluntad individual o social, y en eso está su carácter esencial, aunque
sea el que menos evidente se haga a primera vista.”
El tercer gran impedimento que tiene la lingüística para aparecer es, entonces,
según Saussure, que aquellos que se han percatado de la importancia de lo social en la
lengua han equiparado a la misma con cualquier otra institución, y no han visto qué tiene la
lengua como institución peculiar. La lengua no es cualquier institución, es la más arbitraria
de todas, la única que no se puede cambiar a voluntad, porque es una institución que se nos
impone históricamente: históricamente se han generado determinados significados y no
otros, históricamente se han generado determinados significantes y no otros, e
históricamente se han generado determinadas relaciones y no otras. Cuando el individuo
nace ese proceso ya se ha dado y simplemente se le impone con la fuerza de aquello que lo
precede. Como se ha señalado, cuanto más arbitraria es una institución más semiológica es.
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costumbres, etc., como signos, estos hechos aparecerán a otra luz, y se sentirá la necesidad
de agruparlos en la semiología y de explicarlos por las leyes de esta ciencia.”
“Al dar a la ciencia de la lengua su verdadero lugar en el conjunto del estudio del
lenguaje, hemos situado al mismo tiempo la lingüística entera. Todos los demás elementos
del lenguaje, que son los que constituyen el habla, vienen por sí mismos a subordinarse a
esta ciencia primera, y gracias a tal subordinación todas las partes de la lingüística
encuentran su lugar natural.
Consideramos, por ejemplo, la producción de los sonidos necesarios en el
habla: los órganos de la voz son tan exteriores a la lengua como los aparatos eléctricos que
sirven para transmitir el alfabeto Morse son ajenos a ese alfabeto; y la fonación, es decir, la
ejecución de las imágenes acústicas, no afecta en nada al sistema mismo. En esto puede la
lengua compararse con una sinfonía cuya realidad es independiente de la manera en que se
ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos no comprometen lo más mínimo esa
realidad.”
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lengua, bastará siempre con consignar las transformaciones de sonidos y calcular sus
efectos.
Y esto que decimos de la fonación valdrá lo mismo para todas las otras partes del
habla. La actividad del sujeto hablante debe estudiarse en un conjunto de disciplinas que no
tienen cabida en la lingüística más que por su relación con la lengua.” (el destacado es
nuestro)
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en posición intervocálica. Por ende, el cambio del español al latín sería entonces un cambio
fonético. No obstante, Saussure dice que esto, pensado así, sería una verdad a medias. Lo
relevante para el autor, no es que en latín la palabra sea lupus y en español lobo. En
realidad, la palabra lupus del latín tiene doce realizaciones posibles según la función
sintáctica y el número, mientras que lobo, en español, tiene dos realizaciones posibles,
singular y plural (loba a, estos efectos, es otra palabra). Lo que cambió es todo un juego de
relaciones. Lo fonético se toma como una marca del cambio estructural y no al revés, dicho
cambio fonético (el de lupus en lobo) es un emergente de que ha cambiado todo el sistema.
Saussure ha dejando en clara que el sonido (uno de los aspectos del habla) es
irrelevante a la hora de definir la lengua. Sin embargo muestra que entre lengua y habla
hay una relación de implicación muy fuerte y que, desde cierto punto de vista, una no se
puede entender sin la otra
“El estudio del lenguaje comporta, pues, dos partes: la una, esencial, tiene por
objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del individuo; este estudio es
únicamente psíquico; la otra, secundaria, tiene por objeto la parte individual del lenguaje, es
decir, el habla, incluida la fonación, y es psicofísica.
Sin duda, ambos objetos están estrechamente ligados y se suponen recíprocamente:
la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos;
pero el habla es necesaria para que la lengua se establezca; históricamente, el hecho de
habla precede siempre. ¿Cómo se le ocurriría a nadie asociar una idea con una imagen
verbal, si no se empezara por sorprender tal asociación en un acto de habla? Por otra parte,
oyendo a los otros es como cada uno aprende su lengua materna, que no llega a depositarse
en nuestro cerebro más que al cabo de innumerables experiencias. Por último, el habla es
la que hace evolucionar a la lengua: las impresiones recibidas oyendo a los demás son
las que modifican nuestros hábitos lingüísticos. Hay, pues, interdependencia de lengua y
habla: aquella es a la vez el instrumento y el producto de ésta. Pero eso no les impide ser
dos cosas absolutamente distintas.” (el destacado es nuestro)
Saussure plantea, entonces, una la relación bastante singular entre lengua y habla.
En efecto, para el autor, es imposible pensar en un acto de habla que no responda a las
reglas de la lengua. Por más original que un hablante sea en el uso de la lengua, otro lo
entiende porque lo se dice podría, potencialmente haberlo dicho él. Es decir, si posee las
mismas unidades y las mismas reglas, estas se reconocen en el otro cuando habla. Por otro
lado, un acto de habla sin lengua no sería más que ruido, no transmitiría ningún significado
convencional y no sería interpretable.
Sin embargo, “el habla es necesaria para que la lengua se establezca.” Son los actos
individuales los que van formando la convención en todos. Esto permite que la lengua se
establezca en todos, aún cuando esta conlleve siempre un acto innovador. Basta que dicha
innovación se comience a utilizar socialmente para que el acto de habla referido se
convierta en lengua. A esto se refiere Saussure cuando dice: “el habla es la que hace
evolucionar la lengua”. Son las prácticas individuales de los hablantes las que van
formando la lengua aunque esas prácticas no serían posibles si la lengua no existiera.
Por otro lado, “históricamente”, el acto de habla precede siempre. Es una relación
de implicación muy fuerte. Este es un proceso no consciente. Es muy difícil que un
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hablante pueda prever que un cambio por él producido tenga aceptación social, es decir, se
convencionalice. Es decir, si esto sucede, es a pesar del hablante y no gracias a él. Es muy
probable que, por ejemplo, si un hablante produce un cambio que reconoce después en los
otros, piense que ese cambio ya existía y no lo haya escuchado antes.
Respecto de cómo los cambios se imponen a pesar del hablante y no gracias a él es
interesante poner como ejemplo a los “puristas” de la lengua. En efecto, esta es una
posición frente al lenguaje muy particular. El estudioso se erige en juez y protesta frente al
cambio, trata de normativizar, de decir qué está bien y qué está mal. Sin embargo, basta
con observar este proceso con cuidado. Cuando la queja se hace presente es porque el
cambio se ha producido y se ha impuesto. El purista no escapa a esta imposición porque lo
rechaza. Si lo rechaza, es porque siente que se le ha impuesto y, aunque no haga un uso
activo del mismo, no lo “use” cuando habla, tiene un uso pasivo del mismo. Si lo rechaza,
es porque lo identifica, lo entiende.
En otras palabras, la práctica del habla va construyendo determinadas convenciones
que configuran la lengua. “Hay, pues, interdependencia entre lengua y habla: aquella es a
la vez el instrumento y el producto de ésta.” “Aquella”, la lengua, es el “instrumento”, lo
que hace posible el habla, pero, a su vez la lengua es el producto del habla porque de la
actividad de hablar procede la lengua.
Se confirma, entonces, que la separación entre lengua y habla es una separación
metodológica. No obstante, en los hechos, lengua y habla son inseparables.
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“¿De qué modo está presente el habla en esta misma colectividad? El habla es la
suma de todo lo que las gentes dicen, y comprende: a) las combinaciones individuales,
dependientes de la voluntad de los hablantes; b) los actos de fonación igualmente
voluntarios, necesarios para ejecutar tales combinaciones. No hay, pues, nada de colectivo
en el habla; sus manifestaciones son individuales y momentáneas. En ella no hay nada más
que la suma de los casos particulares según la fórmula:”
(1 + 1’ + 1’’ + 1’’’...)
Los elementos propios del habla serían entonces, en primer lugar, las
combinaciones individuales de cada hablante; y, en segundo lugar, los actos de fonación
propios de cada hablante. Por ende, no hay nada de colectivo en el habla, porque es la
suma de lo que todo el mundo dice. Esto queda expresado mediante una nueva fórmula que
es necesario interpretar. Algunas observaciones sobre la misma. La suma no tene signo de
igual ni resultado. Si los actos de habla son individuales, y por ende distintos, la suma
parece imposible, o por lo menos forzada. Es una representación de la heterogeneidad del
habla. Se puede observar, además, que esta suma está comprendida entre dos paréntesis:
parece querer sugerirse que es una suma forzada, si los miembros están contenidos, es a la
fuerza. Los puntos suspensivos parecen expresar, por su parte, que las emisiones
individuales, en una comunidad, ni siquiera son inventariables en su totalidad ya que son
innumerables.
Sin embargo, por más distintos y originales que sean los actos de habla, todos
proceden del modelo colectivo que es la lengua. En efecto, en la fórmula todos son “unos”
(“1 + 1 + 1...”). No hay nada tan original ni nada tan individual que ya no esté previsto por
las reglas de la lengua. Los “unos” representan lo que tienen en común dichos actos de
habla, aún siendo diferentes (“todos son actos de habla del español, o actos de habla del
japonés, etc.”). Todos se basan en las mismas reglas y en los mismos signos.
Por consiguiente, aclara el autor:
“Por todas estas razones sería quimérico reunir en un mismo punto de vista la
lengua y el habla. El conjunto global del lenguaje es incognoscible porque no es
homogéneo, mientras que la distinción y la subordinación propuestas lo aclaran todo.
Tal es la primera bifurcación con que topamos en cuanto se intenta hacer
la teoría del lenguaje. Hay que elegir entre dos caminos que es imposible tomar a la vez;
tienen que ser recorridos por separado.
Se puede en rigor conservar el nombre de lingüística para cada una
de estas dos disciplinas y hablar de una lingüística del habla; pero con cuidado de no
confundirla con la lingüística propiamente dicha, ésa cuyo objeto único es la lengua.
Nosotros vamos a dedicarnos únicamente a esta última, y si, en el
transcurso de nuestras demostraciones, tomamos prestada alguna luz al estudio del habla,
ya nos esforzaremos por no borrar nunca los límites que separan los dos terrenos.”
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
“Nuestra definición de la lengua supone que descartamos de ella todo lo que sea
extraño a su organismo, a su sistema, en una palabra, todo lo que se designa con el término
de ‘lingüística externa’. Esta lingüística externa se ocupa, sin embargo, de cosas
importantes, y en ellas se piensa sobre todo cuando se aborda el estudio del lenguaje.
Son, en primer lugar, todos los puntos en que la lingüística toca a la etnología,
todas las relaciones que pueden existir entre la historia de una lengua y la de una raza o de
una civilización (...)
En segundo lugar hay que mencionar las relaciones entre la lengua y la historia
política. Grandes hechos históricos, como la conquista romana, han tenido una importancia
incalculable para un montón de hechos lingüísticos. La colonización, que no es más que
una forma de conquista, transporta un idioma a medios diferentes, lo cual entraña cambios
en ese idioma (...)
Esto nos lleva a un tercer punto: las conexiones de la lengua con las instituciones
de toda especie, la Iglesia, la escuela, etc. Estas, a su vez, están íntimamente ligadas con el
desarrollo literario de una lengua, fenómeno tanto más general cuanto que él mismo es
inseparable de la historia política (...)
Por último, todo cuanto se refiere a la extensión geográfica de las lenguas y a su
fraccionamiento dialectal cae en la lingüística externa (...)”
Dos cosas queremos destacar al respecto. En primer lugar, el orden propio de una
lengua es tal, que ni las palabras que entran en préstamo pueden escapársele. El lingüista
tendrá que dar cuenta de este orden a través de la descripción de la lengua. En segundo
lugar, y como corolario de lo anteriormente expuesto, “lingüística externa” y “lingüística
interna” se corresponden, para el autor, en dos ciencias en tanto que sus objetos de estudio
y sus métodos difieren.
Veamos el caso de los préstamos. Palabras, signos, que a primera vista pueden
considerarse “externas” al sistema, dejan de serlo en la medida de que son constreñidas por
la lengua de arribo. En efecto, un ejemplo puede dar cuenta con más precisión de lo que
aquí se está hablando.
El español toma muchas palabras del inglés: chat, scanner, computadora, etc.
Muchas palabras provenientes del inglés, como es el caso de las citadas, ingresan al
español por un lenguaje técnico. Quizás los casos más notorios son los del fútbol y la
informáticas. Ambos, han tenido una aceptación los suficientemente general para que el
léxico se generalice, por distintas razones, muy rápidamente.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Dos cosas, por lo menos, pueden dar cuenta en ambos casos del orden arbitrario que
se le impone a estos términos.
En el nivel fonológico, dichos términos pueden ser, por su uso popular,
“absorbidos” por la fonología propia del español a tal punto que las reglas de escritura
terminan respondiendo a las de la lengua de arribo y no a las de origen. Es el caso
justamente de la palabra fútbol. Si se ha impuesto esta transcripción, es porque se la ha
aceptado como una palabra del español y las reglas ortográficas dan cuenta de ello: una
palabra grave terminada en cualquier consonante que no sea ni n ni s no lleva tilde. Es
indudable que si los ámbitos académicos han registrado esta forma de representarla por
escrito, es porque los hablantes del español la han sometido con anterioridad a un proceso
de fonologización arbitrario, el de su propia lengua. Este proceso está vinculado
inevitablemente al significante del signo en cuestión.
En el nivel del significado, los signos sufren también un proceso de transformación
que los somete a las reglas del español bajo las mismas restricciones de los términos
autóctonos. Por ejemplo, ni la palabra football, ni la palabra scanner, ni la palabra
computer tienen género en inglés por el hecho de que el inglés no hace distinción de
género gramatical. En efecto, mientras que el español distingue para el significado del
nombre el masculino y el femenino, el inglés no lo hace y esto se hace patente en la
ocurrencia de un único determinante: the. Sin embargo, estas palabras, al ingresar al
español, quedan sometidas a sus reglas y adquieren género: el fútbol, el escáner, la
computadora. Como se ve, además, la adjudicación del género en español es arbitrario: la
razón que dé cuenta de por qué la palabra fútbol adquiere en español el género masculino y
la palabra computadora el femenino no está a la vista ni de los hablantes ni de los
estudiosos de la lengua. Baste pensar en el hecho de que en otras variedades lingüísticas
del español computadora es ordenador y es una palabra de género masculino.
Estos ejemplos darían cuenta, entonces de los elementos internos y los externos de
la lengua. Es externo al español cómo fue que estos términos entraron y por qué se
generalizaron. Es interno, sin embargo, el hecho de que queden sometidos a reglas que en
la lengua de origen les eran ajenas.
Como decíamos, el aspecto interno y el externo de una lengua dan origen a dos
ciencias distintas.
“La mejor prueba es que cada uno de ellos crea un método distinto. La lingüística
externa puede amontonar detalle sobre detalle sin sentirse oprimida en el torniquete de un
sistema. Por ejemplo, cada autor agrupará como mejor entienda los hechos relativos a la
expansión de una lengua fuera de su territorio; si se estudian los factores que han creado
una lengua literaria frente a los dialectos, siempre se podrá echar mano de la simple
enumeración; si se ordenan los hechos de un modo más o menos sistemático, eso será no
más que por necesidades de claridad.
Para la lingüística interna la cosa es muy distinta: la lingüística interna no admite
una disposición cualquiera; la lengua es un sistema que no conoce más que su orden
propio y peculiar.” (el destacado es nuestro)
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
En efecto, un historiador puede dar cuenta tanto del contexto histórico en que el
juego surgió y cómo fue que se popularizó en Europa. Este conocimiento puede
perfectamente prescindir de las reglas internas del juego. No es necesario saber jugar al
ajedrez para dar cuenta del mismo. Del mismo modo, todos sabemos que hay excelentes
jugadores de ajedrez (los niños que han sido campeones locales o en ligas mayores) que,
aún conociendo perfectamente las reglas del juego, pueden desconocer su historia y su
origen.
Están en juego pues, dos “conocimientos” que, aunque se presuponen, son
independientes uno del otro y se pueden estudiar por separado y con métodos distintos.
Se agrega además, el problema de la sustancia, el cambio de una ficha por otra de
otra forma y material no afecta al sistema siempre y cuando se convenga que las reglas que
afectan a la sustituta siguen siendo las mismas que afectaban a la sustitudida. En rigor, nos
dice el autor, el problema de la sustancia es indiferente a la gramática del juego, es decir,
al orden interno que lo configura.
A propósito de lo antedicho, estudiosos del lenguaje posteriores a Saussure harán la
diferencia entre reglas regulativas y reglas constitutivas. Las primeras, dirán, traducibles a
una orden (no matarás) se pueden violar y en efecto se violan constantemente; las
segundas, interpretables como la descripción de un fenómeno constante (los sustantivos en
español tienen significado de género) no pueden transgredirse. Si en un momento
determinado del partido, un jugador de ajedrez empieza a mover sus peones en cualquier
dirección y su contrincante lo acepta, se dirá no que dichos jugadores están jugando mal al
ajedrez, sino que, en un momento del juego, dejaron de jugar al ajedrez aunque con las
piezas que materialmente lo representan.
La constante asimilación que el autor hace de la lengua con un juego ha sido
tomada por varios críticos para dar cuenta del orden interno de un sistema, entre ellos, el
francés O. Ducrot.
Los materiales que conforman este capítulo fueron tomados del tercer curso que
Saussure impartió en Ginebra y sobre él se pueden inferir datos de suma relevancia.
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PRIMERA PARTE
PRINCIPIOS GENERALES
CAPÍTULO I
: ARBOR : EQUOS
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Si los conceptos preexisten, ya están dados, la lengua no hace otra cosa que
“etiquetarlos”. Sin embargo, esta concepción ingenua, y peligrosa, no es real.
No hay nada de antemano que se imponga a la lengua. Cada lengua configura sus
propios significados y sus propios significantes con independencia de los conceptos y de
las cosas. Un ejemplo claro es el que se expuso respecto del inglés y el español. El hecho
de que el español, como significado del nombre, haga una distinción que el inglés no hace,
la distinción de género, es independiente del mundo y de lo que la gente piensa sobre él.
Estas distinciones se nos imponen de forma arbitraria a los hispanohablantes y no a los
angloparlantes.
He aquí uno de los problemas fundamentales del autor: el término “concepto”,
puede no ser fiel a dicha concepción. En efecto, nada impediría que, en tanto seres
humanos pertenecientes a una misma cultura, hispanoparlantes y angloparlantes,
pudiéramos tener los mismos conceptos. Es posible, entonces, considerar el concepto como
una entidad extralingüística. Saussure se decide por significado. Dos cosas están en juego
en esta decisión: los significados sí son impuestos como tales por cada lengua y se definen
con independencia de los conceptos y las cosas que existen fuera de ellas. Esta precisión es
presentada como parte de su esfuerzo de desustancialización de la lengua.
Desde el punto de vista del significante se da un proceso similar. En efecto, el
sintagma imagen acústica hace inevitablemente alusión al sonido. El término significante,
sin embargo, solo define una función con independencia de la materia en que se realice.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Esto puede ser ejemplificado con la más simple de las traducciones. Si las lenguas fuesen
nomenclaturas, la traducción podría darse término a término. Sin embargo, una pregunta
del tipo How old are you? no es traducible al español como ¿cuán viejo sos? De hecho, lo
que podría ser normal para un niño angloparlante de diez años, se vuelve casi
ininterpretable, o por lo menos jocoso, para un niño hispanoparlante de la misma edad.
“Hemos visto en la pág. ..., a propósito del circuito del habla, que los términos
implicados en el signo lingüístico son ambos psíquicos y están unidos en nuestro cerebro
por un vínculo de asociación. Insistamos en este punto.
Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, no es el sonido
material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la representación que de él nos da
el testimonio de nuestros sentidos; es imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla
‘material’ es solamente en este sentido y por oposición al otro término de la asociación, el
concepto, generalmente más abstracto.
El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece claramente cuando
observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios ni la lengua, podemos hablarnos a
nosotros mismos o recitarnos mentalmente un poema. Y porque las palabras de la lengua
materna son para nosotros imágenes acústicas, hay que evitar el hablar de los ‘fonemas’ de
que están compuestas. Este término, que implica una idea de acción vocal, no puede
convenir más que a las palabras habladas, a la realización de la imagen interior en el
discurso. Hablamos de sonidos y de sílabas de una palabra, evitaremos el equívoco, con tal
que nos acordemos de qué se trata de la imagen acústica.
El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras que puede
representarse por la siguiente figura:
Concepto
Imagen acústica
árbol
arbor arbor
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
La representación icónica del signo que aparece en el libro tiene, como se puede
apreciar dos flechas, una que va desde la imagen acústica al concepto y otra que va desde
el concepto hacia la imagen acústica. Esto se corresponde con la siguiente afirmación:
“estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recíprocamente”. Sin
embargo, en las fuentes manuscritas, la flecha que va desde el concepto a la imagen
acústica falta. Constituye un agregado de los editores.
Podemos conjeturar que, como se verá en el capítulo referido al valor, lo que a
Saussure le interesa es la función sígnica, es decir, la capacidad de un significante de
evocar un significado: esta relación intrasígnica será conocida más adelante con el nombre
de significación.
Por otra parte, su manifestación es acorde con el concepto de arbitrariedad de la
lengua. Los hablantes asumen dichos signos como si fueran la única realidad posible. No
nos cansaremos de repetir que, aprender una lengua extranjera, consiste en someternos a un
orden que registramos como ajeno. De ahí, su dificultad.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
“El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, puesto que
entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un
significado, podemos decir más simplemente: el signo lingüístico es arbitrario.
Sí, la idea de sur no está ligada por relación alguna interior con la secuencia de
sonidos s-u-r que le sirve de significante; podría estar representada tan perfectamente por
cualquier otra secuencia de sonidos. Sirvan de prueba las diferencias entre las lenguas y la
existencia misma de lenguas diferentes: el significado ‘buey’ tiene por significante bwéi a
un lado de la frontera franco-española y böf (boeuf) al otro, y al otro lado de la frontera
francogermana es oks (Ochs).”
Se expresa en este principio que no hay nada del significado “sur” que tenga que
ver con el significante “sur”.
Algunas precisiones, sin embargo, son relevantes.
En primer lugar, los editores, en forma desprolija, vuelven a hablar de “idea” y de
“sonidos” con total indiferencia de las precisiones hechas en el apartado anterior. Es
justamente este tipo de desprolijidades lo hace del Curso un libro de muy difícil lectura. Es
probable que los alumnos, fieles a las palabras del maestro hayan tomado ejemplos que
desde el punto de vista didáctico estaban claros en el transcurso de una clase y no así
cuando quedan por escrito.
En segundo lugar, el ejemplo, tal cual es presentado por los editores, también es
malo. En efecto, el mismo nos sugiere que para tres significantes distintos, bwéi, böf y oks
hay un único significante, bwéi dado de antemano. Esto rebatiría todo lo dicho antes ya que
presentaría las lenguas como nomenclaturas. Este ejemplo, sin embargo, es a su vez
rebatido por los que presenta en su “teoría del valor” donde demuestra claramente que las
lenguas no son nomenclaturas. Pensemos en él como en un recurso didáctico que los
editores no supieron obviar.
Las conclusiones, sin embargo, son de la mayor importancia. Este principio
fundamenta, efectivamente, la existencia de las distintas lenguas.
Ahora bien, intentemos desarrollar este punto. De todos los significados que el
español podría llegar a elegir, por ejemplo, y, de todos los significantes que el español
podría tener (que en teoría son infinitos), el español se quedó con unos y descartó otros
tantos. ¿Por qué? Hubo un proceso histórico que así lo determina. Los hispanohablantes
operamos con los signos estaban al nacer. Estos se nos imponen de forma arbitraria. Para
Saussure históricamente se generan determinados significantes, históricamente se generan
determinados significados e históricamente se generan determinados lazos entre
significantes y significados. Nada está dado de antemano. Este proceso es totalmente
arbitrario.
En una lengua son arbitrarios los significantes, los significados y las relaciones que
hay entre ellos. Algunos autores, parafraseando al mismo autor, afirman que para Saussure
el signo lingüístico es radicalmente arbitrario.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
“El principio de lo arbitrario del signo no está contradicho por nadie; pero suele
ser más fácil descubrir una verdad que asignarle el puesto que le toca. El principio arriba
enunciado domina toda la lingüística de la lengua; sus consecuencias son innumerables. Es
verdad que no todas aparecen a la primera ojeada con igual evidencia; hay que darles
muchas vueltas para descubrir esas consecuencias y, con ellas, la importancia primordial
del principio.”
Encontramos una extraña afirmación en este pasaje. Saussure dice que este
principio no está contradicho. En principio, esta afirmación no es real. Platón, por ejemplo,
en uno de sus diálogos, El Cratilo supone una relación fuerte entre la palabra y la cosa. Es
dudoso que el ginebrino no conozca, por lo menos, a Platón. Tenemos que atribuir a este
pasaje una de las tantas lagunas que dejan las fuentes manuscritas. Es decir, probablemente
no estuviera contradicho por nadie este principio, en el contexto en que se estaba
desarrollando el curso que dictaba.
Sin embargo, parece mucho más relevante lo segundo: el lugar que Saussure le da
al principio. Domina toda la lingüística de la lengua. Es, entonces, el principio
estructurador de toda su teoría.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
arbitrario (aunque posiblemente explicable) el hecho de que los chinos se posternen nueve
veces y no una.
El signo lingüístico por el contrario, es el más arbitrario de todos, no tiene otra
razón de ser que el de la convención que lo generó y esta, por su lado, solo es posible por
el proceso histórico que lo genera.
Si no hay ninguna razón por la que un significante evoque un significado y no otro,
el signo lingüístico, al ser el más arbitrario de todos, es el que pone de forma más evidente
la relación sígnica por excelencia: la arbitrariedad. El signo lingüístico es, entonces, el más
signo de todos los signos.
Como habíamos mencionado, entonces, en anterior oportunidad, la semiología
tendría como signo modelo al signo lingüístico. Si bien la lingüística es una subdisciplina
de la semiología, es a su vez su modelo porque en ella se da el hecho semiológico por
excelencia: la total arbitrariedad.
Por otra parte, Saussure tiene necesidad mostrar a qué se refiere con
“arbitrariedad” y para ello opone signo a símbolo.
“Se ha utilizado la palabra símbolo para designar el signo lingüístico, o, más
exactamente, lo que nosotros llamamos el significante. Pero hay inconvenientes para
admitirlo, justamente a causa de nuestro primer principio. El símbolo tiene por carácter no
ser nunca completamente arbitrario; no está vacío: hay un rudimento de vinculo natural
entre el significante y el significado. El símbolo de justicia, la balanza, no podría
reemplazarse por otro objeto cualquiera, un carro, por ejemplo.”
Una balanza con dos platos a la misma altura evoca, en ciertas culturas la idea de
justicia. Es decir, es posible explicar porqué se ha elegido la balanza y no otra cosa. En el
símbolo hay un motivo por el cual yo elijo el significante. Un símbolo, entonces, no es
arbitrario como un signo.
Saussure restringe entonces, el significado de la palabra “arbitrario”. En efecto, esta
palabra tiene, a criterio del autor, cierta peligrosidad. Arbitrario podría interpretarse de otra
forma de la que él pretende. Es decir, si la relación entre significante y significado es
arbitraria, podría llegarse a entender que un hablante, para un significado dado, podría
elegir, arbitrariamente (caprichosamente), el significante que quisiera. Sin embargo, esto
no es así, la libertad, ya lo vamos a ver, está acotada por la historicidad y arbitrario quiere
decir en la teoría saussuriana algo bien definido:
“La palabra arbitrario necesita también una observación. No debe dar idea de que
el significante depende de la libre elección del hablante (ya veremos luego que no está en
manos del individuo el cambiar nada en un signo una vez establecido por un grupo
lingüístico); queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitrario con relación al
significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural.” (el destacado es
nuestro)
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Saussure da dos tipos de argumentos que intentan avalar su teoría, los que
podríamos llamar argumentos débiles y los que podríamos llamar argumentos fuertes
Respecto de los primeros son dos: 1.las onomatopeyas son pocas en todas las
lenguas y 2. no son elementos orgánicos de la lengua.
En relación con 1, comentaremos que el hecho de que las onomatopeyas sean pocas
en una lengua no impide que el primer principio se vea cuestionado. En efecto, si como
ha planteado Saussure, este es un principio que domina “toda la lingüística”, su jerarquía es
tal que no podría haber, se supone, ningún signo capaz de violarlo. Se entienden que todas
las consecuencias de la teoría se derivan de él y, por tanto, quedarían invalidadas.
En relación con 2, diremos que lo que se intenta decir es que no existe una
categoría de palabras a las que podamos llamar “onomatopeyas”. En realidad, este es un
efecto que se produce en la relación significante – significado que es capaz de atravesar
toda la lengua. Así como existen sustantivos onomatopéyicos (tictac), también existen
verbos (ronronear) y bien podrían existir adjetivos. Con esto, Saussure, está ya previendo
el carácter arbitrario de las onomatopeyas en la medida de que no podemos prever en qué
palabra se va a presentar el fenómeno ni por qué.
Ahora bien, hay además palabras, y empezamos con los argumentos fuertes, que
casualmente han sido interpretadas como onomatopeyas en el devenir histórico. Uno de los
ejemplos que pone el autor, fouet (látigo) puede dar cuenta de este fenómeno. Esta palabra
deriva del latín clásico, fagus. El desgaste fonético que va permitiendo el paso del permite,
a su vez, una asociación del significante con el sonido del látigo en los franceses que
responde a circunstancias fortuitas. Es decir, no hay ninguna relación necesaria entre el
significante de dicho signo y el sonido que efectivamente hace el látigo al golpear. Esta
asociación es totalmente convencional y, por tanto arbitraria, y si se les impone a los
hablantes del francés es por efecto de la historicidad del término.
Respecto a las onomatopeyas auténticas, se deben tomar en cuenta varias
consideraciones. En primer lugar, no existen las mismas onomatopeyas en todas las
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lenguas y, las que coinciden, difieren de una lengua a otra. Esto es un argumento en favor
de la arbitrariedad. Es decir, por qué se convencionalizan en una lengua determinadas
onomatopeyas y no otras es ya un hecho arbitrario. En inglés, por ejemplo, existen verbos
onomatopéyicos, “to ring”, “to click, intraducibles al español. A lo sumo, el segundo de
ellos constituye para nosotros un préstamo, clickear, que respeta más una onomatopeya
propia del inglés que del español. Si la relación existente entre significado y significante
fuera motivada, lo sería para ambas lenguas y podríamos, en ambos casos, encontrar
ejemplos perfectamente paralelos y eso no sucede.
Por otro lado, cuando las onomatopeyas tienen tal grado de generalidad que existen
en más de una lengua, su convencionalización es distinta para las diferentes lenguas. Por
ejemplo, la onomatopeya que representa el ladrido de los perros difiere para el español
(guauguau), el inglés (bow wow) y el francés (ouah-ouah). Lo mismo ocurre para el canto
del gallo como bien lo aclara Amado Alonso en nota a pie de página: quiquiriquí para el
español, coquerico para el francés y cock-a-doodle-do para el inglés.
Cada lengua elige los significantes que tiene a su disposición para producir estos
efectos. Cada lengua tiene a su disposición unos significantes y no otros: estos han sido
heredados e impuestos en cada comunidad y, este hecho, ya es arbitrario.
Por último, las onomatopeyas sufren, como cualquier otra palabra, la acción del
cambio fonético. Es decir, palabras que hoy son onomatopeyas pueden dejar de serlo. La
palabra “pigeon” del francés, proviene de una onomatopeya del latín. Si el simbolismo de
las onomatopeyas fuera tan radical como parece, estos cambios no se producirían.
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barco, es una de las tantas palabras que en algunas variedades del español se asocia al
órgano sexual masculino.
Probablemente, todos estos sentidos perduren, aunque de manera no consciente, en
la variedad rioplatense. Sin embargo, la mayoría de los hablantes carecerían de argumentos
si se les preguntase por qué es esta una “mala palabra” o por lo menos una expresión
bastante fuerte y propia de la lengua coloquial. Se impone como tal a los hablantes de
forma totalmente arbitraria.
El autor concluye este apartado con la conclusión de que el carácter
pretendidamente simbólico de las onomatopeyas y de las exclamaciones es, por lo
argumentado, por lo menos cuestionable.
Los editores nos remiten a la pág. 207 del libro. En ella se presentan las
relaciones sintagmáticas. Cuando se comienza a hablar de estas relaciones, lo primero
que hace Saussure es recordar este principio.
Ahora bien, las relaciones sintagmáticas son relaciones de los signos previstas
por la lengua, aunque, como veremos, para el autor hay sintagmas que pertenecen a la
lengua y sintagmas que pertenecen al habla.
Si las relaciones sintagmáticas son relaciones previstas para los signos por la
lengua, probablemente estas se puedan interpretar como la potencial combinabilidad de
los signos. Jakobson, en este sentido, preferirá hablar del “eje de la combinación”. En
este sentido, se puede entender que esta combinabilidad está reglada por la lengua, y
numerosos ejemplos pueden dar cuenta de ello.
6
En este sentido habría dos cocepciones de tiempo en Saussure, el tiempo de la historia de una lengua o
diacronía y el tiempo del discurso.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
En tercer lugar, Saussure opone los significantes acústicos a los visuales porque,
mientras los acústicos necesariamente son sucesivos (una palabra viene
necesariamente después de la otra: o hay sucesividad en el tiempo –habla- o en el
espacio –escritura-, los significantes visuales pueden ser simultáneos.
Veamos un ejemplo:
En esta señal, que quiere decir universalmente “no fumar”, vemos dos
significantes visuales superpuestos. Si estuviera el cigarrillo solo querría decir “zona
para fumadores”. Sin embargo, la barra que lo atraviesa significa negación. Lo mismo
podría pasar con un letrero para peatones.
Sin embargo, aunque los editores se hayan detenido en la simultaneidad de los
elementos, lo fundamental sigue siendo el hecho de que la combinación esté reglada.
En efecto, la barra de negación está convencionalmente aceptada en un lugar del
círculo que atraviesa y en una dirección. Los signos que están en juego –el círculo, el
cigarrillo y la barra- no admiten una combinación cualquiera. Esta combinación está
fuertemente regulada y esta regulación es convencional y, por tanto, arbitraria.
Nuevamente se ha partido de una peculiaridad del signo y se ha arribado,
inevitablemente, a una particularidad de la lengua.
CAPÍTULO II
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
§ 1. INMUTABILIDAD
“Si, con relación a la idea que representa, aparece el significante como elegido
libremente, en cambio, con relación a la comunidad lingüística que lo emplea, no es libre,
es impuesto.” (el destacado es nuestro)
El comienzo del primer párrafo es sumamente importante porque presenta los dos
aspectos de la arbitrariedad. En primer lugar, el significante es presentado libremente
respecto de la significado que evoca, siendo que podría haber evocado cualquier otro. En
segundo lugar, si bien en potencia cualquier significante podría haberse unido con
cualquier significado, para el hablante o la comunidad lingüística la elección ya está hecha,
esta se impone como consecuencia de la historicidad. Ambos elementos no son otra cosa
que la arbitrariedad.
Saussure usa una expresión propia del francés para mostrar cuán fuerte es la
convención: la carta forzada. Se alude aquí a una de las particularidades del
prestidigitador respecto del juego de cartas. En efecto, en este juego de ilusiones, el
espectador que se somete al juego cree elegir una carta que ya está elegida
previamente por el ilusionista.
La metáfora del juego trata de explicar la idea de que la elección se da sobre algo
que ya está dado para el hablante. Acá Saussure retoma el tema de que la convención
lingüística no es como cualquier otra convención, sino que es mucho más arbitraria. Esto
recuerda obviamente la objeción planteada a Whytney, la lengua es una institución pero no
como cualquier otra, es la institución más arbitraria de todas.
“Veamos, pues, cómo el signo lingüístico está fuera del alcance de nuestra
voluntad, y saquemos luego las consecuencias importantes que se derivan de tal fenómeno.
En cualquier época que elijamos, por antiquísima que sea, ya aparece la lengua
como una herencia de la época precedente. El acto por el cual, en un momento dado, fueran
los nombres distribuidos entre las cosas, el acto de establecer un contrato entre los
conceptos y las imágenes acústicas, es verdad que lo podemos imaginar, pero jamás ha sido
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comprobado. La idea que así es como pudieron ocurrir los hechos nos es sugerida por
nuestro sentimiento tan vivo de lo arbitrario del signo.”
“De hecho, ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la lengua de otro modo
que como un producto heredado de las generaciones precedentes y que hay que tomar tal
cual es. Esta es la razón de que la cuestión del origen del lenguaje no tenga la importancia
que se le atribuye generalmente. Ni siquiera es cuestión que se deba plantear; el único
objeto real de la lingüística es la vida normal y regular de una lengua ya constituida. Un
estado de lengua dado siempre es el producto de factores históricos, y esos factores son los
que explican por qué el signo es inmutable, es decir, por qué resiste toda sustitución
arbitraria 7 .”
“Pero decir que la lengua es una herencia no explica nada si no se va más lejos.
¿No se pueden modificar de un momento a otro leyes existentes y heredadas?
Esta objeción nos lleva a situar la lengua en su marco social y a plantear la
cuestión como se plantearía para las otras instituciones sociales. ¿Cómo se transmiten las
instituciones? He aquí la cuestión más general que envuelve la de la inmutabilidad.
Tenemos, primero, que apreciar el más o el menos de libertad de que disfrutan las otras
instituciones, y veremos entonces que para cada una de ellas hay un balanceo diferente
entre la tradición impuesta y la acción libre de la sociedad. En seguida estudiaremos por
qué, en una categoría dada, los factores del orden primero son más o menos poderosos que
los del otro. Por último, volviendo a la lengua, nos preguntaremos por qué el factor
histórico de la transmisión la domina enteramente excluyendo todo cambio lingüístico
general y súbito.” (el destacado es nuestro)
7
Es necesario destacar que aquí, la palabra “arbitraria” significa “caprichosa”. Es decir, no tiene el
significado específico de la teoría: esos factores son los que explican por qué el signo es inmutable, es
decir, por qué resiste toda sustitución caprichosa.
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Saussure precisa este concepto: las lenguas cambian, en efecto. Si esto no fuera así,
nunca habría podido postular la mutabilidad. Lo que es imposible es que la lengua sufra un
cambio “general y súbito”. Más adelante dirá que es imposible un cambio “revolucionario”
en la lengua. Lo que es empíricamente improbable para Saussure, y así lo creemos
nosotros, es que una comunidad lingüística se levante un día hablando una lengua
totalmente distinta a la que hablaba la noche anterior. Esto se da por varios motivos que en
el capítulo se van a detallar. Primero los presenta en forma de una introducción general al
problema y luego, a forma de resumen y sistematización, los ordena en cuatro puntos.
“Para responder a esta cuestión se podrán hacer valer muchos argumentos y decir,
por ejemplo, que las modificaciones de la lengua no están ligadas a la sucesión de
generaciones que, lejos de superponerse unas a otras como los cajones de un mueble, se
mezclan, se interpenetran, y cada una contiene individuos de todas las edades.”
Como se puede apreciar, el lingüista usa una comparación muy ilustrativa: las
generaciones no se suceden como los cajones de un mueble (un cajón sigue a otro, los
límites son precisos e incluso existe algún elemento que los separe definitivamente para
que estos puedan deslizrse); las generaciones, por el contrario, se mezclan y se
interpenetran.
Dos cosas hay que destacar de esta observación. Un estado sincrónico no es, para
Saussure, un plano. Tiene un espesor ya que en él coexisten individuos de varias edades,
coexiste el cambio mismo. Por otro lado, estos individuos se entienden entre sí, es decir, el
cambio no es tal que impida la intercomunicación generacional. La propia condición social
de la lengua impide que esta sufra un cambio “general y súbito”.
“Y aunque fueran conscientes, tendríamos que recordar que los hechos lingüísticos
apenas provocan la crítica, en el sentido de que cada pueblo está generalmente satisfecho de
la lengua que ha recibido.”
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Hay un “sentido de pertenencia” que una lengua da a los individuos respecto del grupo y es
raro que los hablantes se cuestionen su forma de hablar.
No dejemos de observar, insistamos, en que si bien Saussure empezó hablando de
la inmutabilidad del signo, está considerando, sin duda, el fenómeno de la
inmutabilidad en las lenguas. Como decíamos, la parte lleva al todo y el todo a la parte.
Cuatro son los argumentos que sistematizan los editores al final del capítulo. Estos,
se supone, son de especial relevancia, aunque como se podrá apreciar, muchos de los
factores que allí se consideran, ya estaban contemplados en las reflexiones anteriores.
“1. El carácter arbitrario del signo. – Ya hemos visto cómo el carácter arbitrario
del signo nos obligaba a admitir la posibilidad teórica del cambio; y si profundizamos,
veremos que de hecho lo arbitrario mismo del signo pone a la lengua al abrigo de toda
tentativa que pueda modificarla. La masa, aunque fuera más consciente de lo que es, no
podría discutirla. Pues para que una cosa entre en cuestión es necesario que se base en una
norma razonable. Se puede, por ejemplo, debatir si la forma monogámica del matrimonio es
más razonable que la poligámica y hacer valer las razones para una y otra. Se podría
también discutir un sistema de símbolos, porque el símbolo guarda una relación racional
con la cosa significada (ver. Pág. 131); pero en cuanto a la lengua, sistema de signos
arbitrarios, esa base falta, y con ella desaparece todo terreno sólido de discusión; no hay
motivo alguno para preferir soeur a sister o a hermana, Ochs a boeuf o a buey, etc.”
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En este sentido se puede afirmar que “la masa es un factor de conservación” no por
una resistencia social a los cambios sino porque frente a la lengua no hay otra opción. Está
en la condición misma de la lengua la imposibilidad de una cambio revolucionario.
“Estos dos hechos son inseparables. En todo instante la solidaridad con el pasado
pone en jaque a la libertad de elegir. Decimos hombre y perro porque antes que nosotros se
ha dicho hombre y perro. Eso no impide que haya en el fenómeno total un vínculo entre
esos dos factores antinómicos: la convención arbitraria, en virtud de la cual es libre la
elección, y el tiempo, gracias al cual la elección se halla ya fijada. Precisamente porque el
signo es arbitrario no conoce otra ley que la de la tradición, y precisamente por fundarse en
la tradición puede ser arbitrario.” (el destacado es nuestro)
Este apartado termina con una formulación que sintetiza la relación entre
inmutabilidad, historicidad y arbitrariedad: “Decimos hombre y perro porque antes que
nosotros se ha dicho hombre y perro. En efecto, la lengua es inmutable porque es arbitraria
y es arbitraria porque es histórica. La historicidad acota la libertad de elegir. Se dice elige,
pero elige esto y no otra cosa. Esta continuidad asegura, por otra parte, que reconozcamos
en esa historicidad una misma lengua a pesar de los cambios.
§ 2. MUTABILIDAD
El tiempo es sin duda otra de las formas que tiene Saussure de referirse a la
historicidad. Todo lo que está sometido al tiempo está sujeto a cambios. La mutabilidad es,
por consiguiente, una de las características a la que está sometido el signo.
“En último análisis, ambos hechos son solidarios: el signo está en condiciones de
alterarse porque se continúa. Lo que domina en toda alteración es la persistencia de la
materia vieja; la infidelidad al pasado sólo es relativa. Por eso el principio de alteración se
funda en el principio de continuidad.”
El tema está centrado en un aspecto fundamental: para reconocer que ago cambió,
ineludiblemente hay que reconocer, también, que desde algún lugar sigue siendo lo mismo.
Este aspecto es de fundamental importancia. Tratar de dar cuenta de que las lenguas aun
cuando cambian siguen siendo las mismas no es una tarea fácil para Saussure. De alguna
manera esto está siempre presente: ¿cómo dar cuenta del hecho de que el español que
hablamos en este momento no es el mismo del siglo XIV y sin embargo no dudamos en
decir que es español?
El problema de Saussure está en ver qué hay de igual y qué hay de diferente cuando
un cambio lingüístico se produce. En efecto, ¿hasta qué punto podríamos decir que la
palabra ómnibus del latín tiene relación con la palabra ómnibus del español? La
persistencia de la materia vieja, de lo fónico nos permite vincular dos signos entre sí en
dos instancias temporales distintas. La sustancia, irrelevante desde un punto de vista
sincrónico se vuelve relevante desde un punto de vista diacrónico.
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“La alteración en el tiempo adquiere formas diversas, cada una de las cuales daría
materia para un importante capítulo de lingüística. Sin entrar en detalles, he aquí lo más
importante de destacar. Por de pronto no nos equivoquemos sobre el sentido dado aquí a la
palabra alteración. Esta palabra podría hacer creer que se trata especialmente de cambios
fonéticos sufridos por el significante, o bien de cambios de sentido que atañen al concepto
significado. Tal perspectiva sería insuficiente. Sean cuales fueren los factores de alteración,
ya obren aisladamente o combinados, siempre conducen a un desplazamiento de la relación
entre el significado y el significante.” (el destacado es nuestro)
omnis, -e
SINGULAR PLURAL
Como se puede apreciar, según el caso (la función sintáctica que cumple) y el
género del sustantivo con el que se combine, este adjetivo tiene diez y ocho formas
posibles.
En español, sin embargo, el signo ha cambiado por dos razones: es un sustantivo y
su posibilidad de ocurrencia es única. Justamente por las reglas que rigen al sustantivo en
español, éste en particular es igual en singular y en plural. Si distinguimos cuál es su
número ha de ser por el contexto situacional o lingüístico: el ómnibus, los ómnibus.
Es decir, el juego de relaciones que tiene ómnibus en latín no es el mismo que el
que tiene en español. En este sentido podemos afirmar que SON dos signos distintos. Su
identidad es nada más que material, ya que la relación significado – significante se ha
desplazado y forman parte de estructuras completamente distintas. Al desplazarse dicha
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tolerable intolerable
posible imposible
legal ilegal
Este ejemplo trata de ilustrar, al igual que el anterior, que tanto in- como im- como
i- son variantes contextuales de UN MISMO prefijo. Es decir, no es que existan en español
tres prefijos distintos de negación sino que el mismo se presenta de distintas formas según
reglas combinatorias muy específicas en la lengua. Independientemente de que no
describamos aquí cómo son esas reglas, es muy fácil entender que la relación que hay ente
tolerable e intolerable es la misma que hay entre posible e imposible y la misma que hay
entre legal e ilegal. Insistiremos con este hecho cuando nos ocupemos del valor.
1.
“Veamos algunos ejemplos. El latín necāre ‘matar’ se ha hecho en francés noyer
‘ahogar’ y en español anegar. Han cambiado tanto la imagen acústica como el concepto;
pero es inútil distinguir las dos partes del fenómeno; basta con consignar globalmente que
el vínculo entre la idea y el signo se ha relajado y que ha habido un desplazamiento en su
relación.”
“Si en lugar de comparar el necāre del latín clásico con el francés noyer, se le
opone al necare del latín vulgar de los siglos IV o V, ya con la significación de ‘ahogar’, el
caso es un poco diferente; pero también aquí, aunque no haya alteración apreciable del
significante, hay desplazamiento de la relación entre idea y signo.”
2.
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“El antiguo alemán dritteil ‘el tercio’ se ha hecho en alemán moderno Drittel. En
este caso, aunque el concepto no se haya alterado, la relación se ha cambiado de dos
maneras: el significante se ha modificado no sólo en su aspecto material, sino también en su
forma gramatical; ya no implica la idea de Teil ‘parte’; ya es una palabra simple. De una
manera o de otra, siempre hay un desplazamiento de la relación.”
3.
“En anglosajón la forma preliteraria fōt ‘pie’ siguió siendo fōt (inglés moderno
foot), mientras que su plural *fōti ‘pies’ se hizo fēt (inglés moderno feet). Sean cuales
fueren las alteraciones que supone, una cosa es cierta: ha habido desplazamiento de la
relación: han surgido otras correspondencias entre la materia fónica y la idea.”
Este ejemplo puede ser el más claro ya que de una evolución fonética surge un
nuevo tipo de plural para el inglés. Palabras que han surgido en otros estadios del inglés
siguen, por analogía, la misma regla: foot / feet, tooth / teeth. Es decir. Es sistema se
reestructura en la medida de que surge una forma nueva de hacer plural en inglés.
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Para hacer ver bien que la lengua es pura institución, Whitney ha insistido con toda
razón en el carácter arbitrario de los signos; y con eso ha situado la lingüística en su eje
verdadero. Pero Whitney no llegó hasta el fin y no vio que ese carácter arbitario separa
radicalmente a la lengua de todas las demás instituciones. Se ve bien por la manera en que
la lengua evoluciona; nada tan complejo: situada a la vez en la masa social y en el tiempo,
nadie puede cambiar nada en ella; y, por otra parte, lo arbitrario de ss signos implica
teóricamente la libertad de establecer cualquier posible relación entre la materia fónica y las
ideas. De aquí resulta que cada uno de esos dos elementos unidos en los signos guardan su
vida propia en una proporción desconocida en otras instituciones, y que la lengua se altera,
o mejor, evoluciona, bajo la influencia de todos los agentes que puedan alcanzar sea a los
sonidos sea a los significados. Esta evolución es fatal; no hay un solo ejemplo de lengua
que la resista. Al cabo de cierto tiempo, siempre se pueden observar desplazamientos
sensibles.
Tan cierto es esto que hasta se tiene que cumplir este principio en las lenguas
artificiales. El hombre que construya una de esas lenguas artificiales la tiene a su merced
mientras no se ponga en circulación pero desde el momento en que tal lengua se ponga a
cumplir su misión y se convierta en cosa de todo el mundo, su gobierno se le escapará. El
esperanto es un ensayo de esta clase; si triunfa ¿escapará a la ley fatal? Pasado el primer
momento, la lengua entrará probablemente en su vida semiológica; se transmitirá según
las leyes que nada tenen de común con las de la creación reflexiva y ya no se podrá
retroceder. El hombre que pretendiera construir una lengua inmutable que la posteridad
debería aceptar tal cual la recibiera se parecería a la gallina que empolla un huevo de
pato: la lengua construida por él sría arrastrada quieras que no por la corriente que
abarca a todas las lengua. (el destacado es nuestro)
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vista. sin duda la psicología colectiva no opera sobre una materia puramente lógica; haría
falta tener en cuenta todo cuanto hace torcer la razón en las relaciones prácticas entre
individuo e individuo. Y, sin embargo, no es eso lo que nos impide ver la lengua como una
simple convención, modificable a voluntad de los interesados: es la acción del tiempo, que
se combina con la de la fuerza social; fuera del tiempo, la realidad lingüística no es
completa y ninguna conclusión es posible.
Si se tomara la lengua en el tiempo, sin la masa hablante –supongamos un
individuo aislado que viviera durante siglos- probablemente no se registraría ninguna
alteración; el tiempo no actuaría sobre ella. Inversamente, si se considerara la masa parlante
sin el tiempo no se vería el efecto de fuerzas sociales que obran en la lengua. Para estar en
la realidad hace falta, pues, añadir a nuestro primer esquema un signo que indique la
marcha del tiempo:
67
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Vamos a ver este cuarto parágrafo del Cap. III simplemente con el fin de
explicar las diferencias y complementariedades entre sincronía y diacronía.
Dos ejemplos de Saussure nos parecen relevantes.
El primero es el del tallo de una planta. Se dice que en éste se pueden hacer dos
tipos de corte: uno transversal y otro longitudinal.
En el corte longitudinal se pueden ver los filamentos a lo largo del tallo, lo cual
representaría su historia, la evolución de ese tallo. Esto debemos trasladarlo a la lengua. El
recorrido de esos filamentos, sería el recorrido de los signos a través de su historia.
A su vez, un corte transversal en el tallo mostraría los diferentes estados
sincrónicos, “un diseño más o menos complicado”. Cada estado sincrónico de la lengua es
un dibujo completamente distinto formado por el dibujo que se forma en la superficie que
deja el corte transversal.
Si bien son dos cosas bien diferentes, una depende de la otra: oposición y
complementariedad. Es evidente que el “dibujo” que se forma por el corte transversal,
depende del recorrido de los filamentos hasta ese lugar, hecho que podríamos observar en
el corte longitudinal.
Si bien un momento sincrónico de una lengua yo se puede entender
independientemente de la historia que lo generó es evidente que es el resultado de esa
historia. Se puede entender la diacronía como un proceso: cada estado sincrónico (un corte
en algún punto de ese proceso) sería, a su vez, el resultado del proceso en dicho momento.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
“Pero de entre todas las comparaciones que se podrían imaginar, las más
demostrativa es la que se hace entre el juego de la lengua y una partida de ajedrez. En
ambos juegos estamos en presencia de un sistema de valores y asistimos a sus
modificaciones. Una partida de ajedrez es como una realización artificial de lo que la
lengua nos presenta en forma natural.”
69
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
inmutable, la regla de juego, que existe antes de iniciarse la partida y persiste tras cada
jugada. Esta regla admitida una vez para siempre existe también en la lengua: son los
principios constantes de la semiología.
Por último, para pasar de un equilibrio a otro, o –según nuestra terminología- de
una sincronía a otra, basta el movimiento y cambio de un solo trebejo: no hay mudanza
general. Y aquí tenemos el paralelo del hecho diacrónico con todas sus particularidades. En
efecto:
70
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
más que sobre un estado de lengua, y los cambios que intervienen entre los estados no
tienen en ellos ningún lugar.”
“No hay más que un punto en que la comparación falla: el jugador de ajedrez tiene
la intención de ejecutar el movimiento y de modificar el sistema, mientras que la lengua no
premedita nada; sus piezas se desplazan –o mejor se modifican- espontánea y
fortuitamente (...)” (el destacado es nuestro)
SEGUNDA PARTE
LINGÜÍSTICA SINCRÓNICA
CAPÍTULO II
“Los signos de que se compone la lengua no son abstracciones, sino objetos reales
(ver pág. 59); esos signos y sus relaciones son los que estudia la lingüística, y se les puede
llamar las entidades concretas de esta ciencia.
Empecemos por recordar los principios que presiden toda la cuestión:
71
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
§ 2. MÉTODO DE DELIMITACIÓN
“Quien posee una lengua deslinda sus unidades con un método muy sencillo, por
lo menos en teoría. Tal método consiste en colocarse en el habla, mirada como documento
de lengua, y en representarla con dos cadenas paralelas, la de los conceptos (a) y la de las
imágenes acústicas (b). Una delimitación correcta exige que las divisiones establecidas en
la cadena acústica (α, β, γ...) correspondan a las de la cadena de conceptos (α’, β’, γ’...):”
α β γ ...
a
b
α’ β’ γ’
...
72
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
a) Si yo la prendo
b) Si yo la aprendo
c) Si yo la aprehendo
¿Qué es lo habilita a realizar estos cortes y no otro cualquiera como siyol aprend o?
Evidentemente, estas tres posibilidades, y no la última, están habilitadas por los
significados del español con independencia de cualquier contexto.
Varias conclusiones se derivan de este fenómeno:
1) La cadena fónica habilita un conjunto de significados y no otros.
2) Los sonidos por sí mismos no son nada: son en la medida que los
significados le dan una forma, es decir, permiten hacer los cortes que señalamos.
3) Los cortes no son mecánicos, están mucho más allá de lo que se oye. Por
ejemplo la posibilidad de reconocer dos “a” en un corte como b) (si yo la aprendo)
cuando es muy posible que la realización fónica efectiva sea una sola “a”.
Este es otro de los ejemplos de Saussure para mostrar cuán sutil es el hablante en el
reconocimiento de las unidades. En español: “lafuerzadelviento” y “mefuerzablar” 8 .
¿Cómo hace el hablante para darse cuenta aquí de los cortes? ¿Cómo es capaz de darse
cuenta de que la misma porción de sonoridad responde a entidades diferentes?
8
Preferimos no hacer aquí una transcripción fonológica por el tipo de destinatario a quien va dirigido este
comentario.
73
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
ejemplos como “mefuerzablar”, donde podemos reconocer tres “a” donde materialmente
hay una: fuerza a hablar.
Pongamos un ejemplo en inglés similar al que Saussure pone en francés. Si
pensamos en los sustantivos “boy” y “boys” del inglés, podríamos tener la ilusión de que lo
que el angloparlante reconoce son dos unidades perfectamente delimitables como trozos de
una cinta: boy + ø (“ausencia de” que significa singular) en el primer caso y boy + -s (que
significa plural) en el segundo caso. Sin embargo, esta operación que parece ser
automática, no es explicable por este procedimiento en el par foot / feet. En efecto para que
este corte fuese automático, tendríamos que decir que la palabra es f t y que su singular es
oo y su singular es ee. Esto no responde ni siquiera a la intuición de un hablante ingenuo
del inglés.
La operación que el hablante hace se puede expresar como una relación
proporcional en la que boy como foot
boys feet
Es decir, reconoce que la relación que hay entre boy y boys es la misma que hay
entre foot y feet. Es decir, el hablante reconoce unidades más abstractas, más sutiles, que
las que se pueden obtener como resultado de un corte de una cinta.
En español pasa lo mismo. Cualquier hablante del español se da cuenta que “-aba”
en “cantaba es lo mismo que “-ia” en “comía”.
Saussure trata de demostrar que las entidades o unidades constitutivas de una
lengua son difíciles de delimitar (responden a procesos complejos) y, sin embargo, los
hablantes las delimitan. 9
(...) La lengua presenta, pues, el extraño y sorprendente carácter de no ofrecer
entidades perceptibles a primera vista, sin que por eso se pueda dudar de que existan y de
que el juego de ellas es lo que la constituye. Éste es sin duda un rasgo que la distingue de
todas las otras instituciones semiológicas.”
CAPÍTULO III
“La reflexión que acabamos de hacer nos coloca ante un problema tanto más
importante cuanto que en lingüística estática toda noción primordial depende directamente
de la idea que nos hagamos de la unidad, y hasta se confunde con ella. Esto es lo que
quisiéramos mostrar sucesivamente a propósito de las nociones de identidad, de realidad y
de valor sincrónico.”
9
A propósito de la dificultad de la delimitación de unidades de una lengua, permítasenos una anécdota. Un
niño jugando al conocido juego del “veo veo” con un adulto le propone una palabra que empieza con s y
termina con a. El adulto no la adivina y pide la respuesta. El niño contesta sotea. Es evidente que este niño de
aproximadamente seis años todavía no ha asimilado las reglas de escritura. Quizá oyera de su madre frases
como: “no vayas a la azotea” (novayasalasotea) de donde la delimitación “sotea”, es posible (“la sotea”). Esta
anécdota es real y solo intenta ilustrar que la delimitación no es tan fácil como parece. Es probable que con el
aprendizaje sistemático, haya corregido este primer acercamiento. La anécdota es real.
74
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
“A. ¿Qué es una identidad sincrónica? No se trata aquí de la identidad que une la
negación nada con el participio latino natam (rem natam = ‘cosa nacida’), identidad de
orden diacrónico –ya lo estudiaremos más adelante, ver pág. 290-, sino de esa otra, no
menos interesante, en virtud de la cual declaramos que dos frases como ‘no sé nada’ y ‘no
le digas nada de esto’ contienen el mismo elemento. Cuestión ociosa, se dirá: hay identidad
porque en las dos oraciones la misma porción de sonoridad (nada) está revestida de la
misma significación. Pero esta explicación es insuficiente, porque si la correspondencia de
los trozos fónicos y de los conceptos prueba la identidad (ver más arriba ‘la force du vent’ y
‘à bout de forċe’), lo recíproco no es verdadero: puede haber identidad sin esa
correspondencia.”
Para entender el planteo del autor analicemos sus ejemplos junto con dos más que
son de nuestra cosecha:
a) no sé nada
b) no le digas nada de eso
c) Juan nada muy bien
d) Cuidado con la manada
75
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Supongamos que en el desarrollo de una clase un docente usa tres veces la palabra
“señores” pronunciándola de tres maneras diferentes (ya que nadie puede emitir
exactamente igual los mismos sonidos dos veces) y con tres sentidos distintos (un saludo
inicial al comienzo, un llamado de atención, una forma de dar concluida la clase al final).
Es muy probable que a ningún hablante se le ocurra que se trate de palabras distintas.
Puede materializarse una palabra de diferente forma fónica y semántica, y aún así el
hablante sigue reconociendo la misma palabra.
Opóngase el ejemplo anterior al siguiente:
a) Leo este libro todos los veranos.
b) Libro este cheque para que pagues las cuentas de una vez.
Es obvio que, en este segundo ejemplo, el hablante reconoce ahora sí, palabras
diferentes.
¿Cómo es posible, se pregunta Saussure, que un hablante sea capaz de entender
cosas tan sutiles?
Un ejemplos más del propio autor: en “la flor del naranjo” y en “la flor de la
nobleza” se pone en evidencia que la nobleza no da flores como lo hace un naranjo. Sin
embargo, a nadie se le ocurre pensar, en este caso, que existen dos palabras sino que es un
uso distinto de la misma.
Un ejemplo más: un hablante reconoce que la “m” de “imposible” y la “n” de
“increíble” son equivalentes, pero también reconoce que la “m” de “mula” no equivale a la
“n” de “nula”.
Es obvio, entonces, que las identidades que reconoce no son materiales. En qué
consisten entonces.
Tres ejemplos (comparaciones) del autor con elementos extralingüísticos, van a
tratar de dar cuenta de este fenómeno (como ha recurrido en otras oportunidades al
ajedrez).
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
reconocerlo como ese expreso y distinguirlo de cualquier otro que una, por ejemplo,
Madrid-París o que tenga otro horario.
“Opongamos a los casos precedentes este otro –tan diferente- de un traje que
hubieran robado y que yo encuentro en la tienda de un ropavejero. Aquí se trata de una
entidad material, que reside únicamente en la substancia inerte, el paño, el forro, los
adornos, etc. Otro traje, por parecido que sea al primero, no será el mío. Pero la identidad
lingüística no es la del traje, sino la del expreso y de la calle. Cada vez que empleo la
palabra ¡señores! renuevo la materia; es un nuevo acto fónico y un nuevo acto psicológico.
El lazo entre los dos empleos de la misma palabra no se basa ni en la identidad material, ni
en la exacta semejanza de sentidos, sino en elementos que habrá que investigar y que nos
harán llegar a la naturaleza verdadera de las unidades lingüísticas.”
77
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
sitio en el sistema de la lengua y esté condicionado por ella? En una palabra ¿es una
realidad sincrónica? Esta suposición parece la probable, pero se podría defender la primera.
¿Es que en la frase francesa ‘ces gants son bon marché’ (‘estos guantes son baratos’), bon
marché es un adjetivo?”
El ejemplo del adjetivo bon marché (literalmente buen mercado, buen precio) da
cuenta de una clasificación general que no se ajusta a los comportamientos habituales de
los adjetivos en francés.
78
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Por lo tanto, lo que plantea Saussure es que esta clasificación es defectuosa, y que
se llegó a ella debido a la aplicación de una clasificación tan general de adjetivo que
cualquier cosa que complementa un sustantivo es un adjetivo.
Cerrando este punto, lo que es una realidad propia de una lengua no tiene porqué
serlo para otra. Cada lengua tiene un orden propio, su propia gramática. Toda lengua es
arbitraria, las lenguas no son nomenclaturas.
Saussure propone una “lingüística inmanente” que tome en cuenta las
características propias de una lengua sin tomar como modelo las de otras lenguas o las de
la lógica.
Por último, una identidad lingüística de una lengua es una realidad de esa
lengua y no lo es de otra.
“C. Por último, todas las nociones estudiadas en este parágrafo no difieren
esencialmente de lo que hemos llamado valores. Otra comparación más con el juego de
ajedrez nos lo hará comprender (ver pág. 158 y sigs.). Tomemos un caballo: ¿es por sí
mismo un elemento del juego? Seguramente no, porque con su materialidad pura, fuera de
su casilla y de las demás condiciones del juego, no representa nada para el jugador, y no
resulta elemento real y concreto más que una vez que esté revestido de su valor y haciendo
cuerpo con él. Supongamos que en el transcurso de una partida esta pieza viene a ser
destruida o extraviada: ¿se la puede reemplazar por otra equivalente? Ciertamente: no sólo
otro caballo, hasta cualquier figura sin semejanza alguna con él será declarada idéntica, con
tal de que se le atribuya el mismo valor. Se ve, pues, que en los sistemas semiológicos,
como la lengua, donde los elementos se mantienen recíprocamente en equilibrio según
reglas determinadas, la noción de identidad se confunde con la de valor y recíprocamente.”
El ítem C incluye la idea del valor. Para el valor Saussure pone el ejemplo de la
pieza de ajedrez. Esta podría ser sustituida por un botón de plástico, por ejemplo, con tal de
que en el juego valga como un caballo. Basta que los jugadores lo hayan “convenido”
previamente. No es la sustancia lo que da valor a la pieza sino la relación que esta tenga
con las del resto del juego.
De esta manera se puede concluir que el valor recubre, entonces la noción de
realidad y de identidad. Es por eso necesario detenerse en el problema del valor.
“He aquí por qué en definitiva la noción de valor recubre las de unidad, de
entidad concreta y de realidad. Pero si no existe diferencia alguna fundamental entre
estos diversos aspectos, resulta que el problema se puede plantear sucesivamente en varias
formas. Ya se intente determinar la unidad, la realidad, la entidad concreta o el valor,
siempre plantearemos y volveremos a plantear la misma cuestión central que domina toda
la lingüística estática.” (el destacado es nuestro)
79
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
CAPÍTULO IV
EL VALOR LINGÜÍSTICO
“Para darse cuenta de que la lengua no puede ser otra cosa que un sistema de
valores puros, basta considerar los dos elementos que entran en juego en su
funcionamiento: las ideas y los sonidos.”
¿Qué quiere decir Saussure con valores puros? Que no importa la sustancia, el valor
es independiente de la misma.
“Cuando se habla del valor de una palabra, se piensa generalmente, y sobre todo,
en la propiedad que tiene la palabra de representar una idea, y, en efecto, ése es uno de los
aspectos del valor lingüístico. Pero si fuera así, ¿en qué se diferenciaría el valor de lo que se
llama significación? ¿Serían sinónimas estas dos palabras? No lo creemos, aunque sea fácil
la confusión, sobre todo porque está provocada menos por la analogía de los términos que
por la delicadeza de la distinción que señalan.
El valor, tomado en su aspecto conceptual, es sin duda un elemento de
significación, y es muy difícil saber cómo se distingue la significación a pesar de estar bajo
su dependencia. Sin embargo, es necesario poner en claro esta cuestión so pena de reducir
la lengua a una simple nomenclatura (ver pág. 127).”
Saussure analiza aquí dos cosas que son diferentes pero están relacionadas: el
“valor” y la “significación”.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
concepto, en los límites de la palabra considerada como un dominio cerrado existente por sí
mismo.
Significado
Significante
Supongamos que tenemos una lengua tan sencilla que dispone de sólo dos
signos. Para poder volver a armar la hoja no sólo tenemos que juntar los dos pedazos, sino
que lo tenemos que hacer con un orden.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Se insiste aquí en la teoría del valor. Como ya se había hecho notar, este concepto
proviene de la economía y es aquí donde se explicita con claridad.
Los elementos que están en juego en la economía son:
82
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
1. dos cosas desemejantes: con 5 pesos se puede comprar un pan, es decir, por un
lado dinero y por el otro un bien. En este sentido decimos que un pan vale $5.
2. dos cosas semejantes: comparamos también bienes con bienes y ponemos en
relación dinero con dinero. Para saber si ese pan es caro o barato necesito saber
cuánto gano (dinero) y que otros bienes podría comprar con esa cantidad.
El ejemplo que Saussure pone es, por un lado, el mismo que ya habíamos visto con
pez y pescado en relación a la palabra inglesa fish, pero a la inversa.
En este caso, tenemos dos significados en inglés (mutton y sheep) y uno en español
(carnero). Hasta acá no hay ningún concepto nuevo.
Sin embargo se agrega que mouton (del francés), mutton (del inglés) y carnero (del
español pueden tener la misma significación. Si se pone atención a lo trabajado hasta
ahora, se podrá observar que, según lo explicado, NO pueden tener la misma significación
porque es propia de cada signo.
Se concluye que aquí Saussure quiere decir otra cosa con la palabra “significación”.
Se entiende, habitualmente, que lo que se quiere expresar es que, a pesar de tener valores
distintos, pueden denotar las mismas cosas.
Si admitimos esta tesis, se puede decir que los hablantes de distintas lenguas
pueden llegar a denotar los mismos elementos del mundo (pueden hablar de lo mismo)
pero con distintos valores. Se puede preguntar por la edad de una persona tanto en inglés
como en español (How old are you? y ¿Qué edad tenés? respectivamente), sin embargo la
traducción literal es imposible. En efecto, preguntar en español a un niño ¿Cuán viejo sos?
resulta totalmente inadecuado.
Sin embargo, la traducción es posible y de hecho siempre ha existido.
Si admitimos esta tesis (que por cierto no todo el mundo admite), llegamos a una
importante conclusión: las lenguas no son sistemas totalmente cerrados (solipsismos) sino
que se abren al mundo cuando es necesario denotar; pero las lenguas tampoco están signos
que no tienen relación entre sí (nomenclaturas) y que solo son etiquetas de las cosas o los
conceptos. Las lenguas son sistemas de signos capaces de denotar, de abrirse al mundo.
Saussure vuelve al concepto de valor, luego de esta digresión, si lo es, para
centrarse en el hecho de que los signos se definen unos en relación a los otros. En la lengua
todo es relativo.
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
“Dentro de una misma lengua, todas las palabras que expresan ideas vecinas se
limitan recíprocamente: sinónimos como recelar, temer, tener miedo, no tienen valor
propio más que por su oposición; si recelar no existiera, todo su contenido iría a sus
concurrentes. Al revés, hay términos que se enriquecen por contacto con otros; por ejemplo,
el elemento nuevo introducido en décrépit (‘un viellard décrépit”, ver pág. 151) resulta de
su coexistencia con décrépi (‘un mur décrépi’). Así el valor de todo término está
determinado por lo que lo rodea; ni siquiera de la palabra que significa ‘sol’ se puede fijar
inmediatamente el valor si no se considera lo que la rodea; lenguas hay en las que es
imposible decir ‘sentarse al sol’.”
Por último, habrá que anotar que para Saussure, la significación (en su
primera acepción: relación significante / significado), es una relación positiva (un
significante efectivamente evoca un significado), el valor es una relación negativa
(opositiva) ya que un valor es lo que los otros no son.
CAPÍTULO V
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
§ 1. DEFINICIONES
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
a) es un la sostenido
b) la casa acaba de derrumbarse
c) no quiero verla
d) a este anillo le hace falta una perla
Estos cuatro ejemplos intentan mostrar que frente “la”, en español, puede estar
representando elementos bien diferentes. En los tres primeros ejemplos “la” es
efectivamente un signo, en el último, una sílaba. En el primer ejemplo es un sustantivo
(nombre de una nota musical), en el segundo un artículo y en el tercero un pronombre (en
función de objeto directo. Efectivamente manifiestan su valor en la combinación
sintagmática que realizan. Su identidad material, como ya se había mencionado en otras
oportunidades, es meramente casual e irrelevante para determinar el valor (o la identidad
sincrónica).
Por último, las relaciones sintagmáticas son relaciones im praesentia. es decir,
relaciones de signos copresentes.
Las relaciones asociativas, en cambio, se definen como relaciones in absentia.
Mientras que las relaciones sintagmáticas serán presentadas por Jakobson como el
eje de la combinación las relaciones asociativas constituirán el eje de la selección. Estas
últimas se conocen también como relaciones paradigmáticas.
“Por otra parte, fuera del discurso, las palabras que ofrecen algo de común se
asocian en la memoria, y así se forman grupos en el seno de los cuales reinan relaciones
muy diversas. Así la palabra francesa enseignement, o la española enseñanza, hará surgir
inconscientemente en el espíritu un montón de otras palabras (enseingner, renseigner, etc.,
o bien armement, changement, etc., o bien éducation, apprentisage); por un lado o por otro,
todas tienen algo en común.
Ya se ve que estas coordinaciones son de muy distinta especie que las primeras.
Ya no se basan en la extensión; su sede está en el cerebro, y forman parte de ese tesoro
interior que constituye la lengua de cada individuo. Las llamaremos relaciones asociativas.
La conexión sintagmática es in praesentia; se apoya en dos o más términos
igualmente presentes en una serie efectiva. Por el contrario, la conexión asociativa une
términos in absentia en una serie mnemónica virtual.”
Saussure plantea que dichas relaciones responden a una serie mnemónica virtual.
Este planteo, cuyo punto de vista, en principio, es psicologista, tendrá luego, una
presentación más estructural. Ya habíamos visto en “el mecanismo del habla” que elegir
unos signos implica descartar otros. Es decir, los que están presentes valen en función de
los que están ausentes. El decir y no decir son hechos que se involucran
irremediablemente. No importa, como ya habíamos advertido lo dicho sino por lo que se
calla.
Saussure trata de representar icónicamente estas relaciones con el siguiente
esquema:
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
ENSEÑANZA
enseña lanza
enseñemos balanza
aprendizaje templanza
etc. etc.
educación esperanza
etc. etc.
“Desde este doble punto de vista una unidad lingüística es comparable a una parte
determinada de un edificio, una columna por ejemplo; la columna se halla, por un lado, en
cierta relación con el arquitrabe que sostiene; esta disposición de dos unidades igualmente
presentes en el espacio hace pensar en la relación sintagmática; por otro lado, si la columna
es de orden dórico, evoca la comparación mental con los otros órdenes (jónico, corintio,
etc.), que son elementos no presentes en el espacio: la relación es asociativa.”
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
deshacer
descomponer hacer
destapar rehacer
etc. etc.
Es decir, se repiten con cierta regularidad, y con el mismo valor, tanto la unidad
“des-“ como la unidad “hacer”.
Otro ejemplo nos muestra que esto no es siempre posible. En “desidia”, por lo
menos en la actual sincronía, la inexistencia de la unidad “idia” me impide segmentar esta
palabra en dos unidades. Lo que permite reconocer una secuencia sintagmática en el primer
ejemplo donde “des-“ es una unidad claramente segmentable, no existe en el segundo
ejemplo por no encontrar una serie asociativa en la que la unidad “idia” se repita con cierta
regularidad.
§ 2. RELACIONES SINTAGMÁTICAS
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FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
“Hay, primero, un gran número de expresiones que pertenecen a la lengua; son las
frases hechas, en las que el uso veda cambiar nada, aún cuando sea posible distinguir, por la
reflexión, diferentes partes significativas (cfr. francés à quoi bon?, allons donc!, etc.). 11 Y,
aunque en menor grado, lo mismo se puede decir de expresiones como prendre la mouche,
forcer la main à quelqu’un, rompre une lance, o también avoir mal à (la tête, etc.), à force
de (soins, etc.), que vous ensemble?, pas n’est besoin de..., etc. 12 , cuyo carácter usual
depende de las particularidades de su significación o de su sintaxis.
Estos giros no se pueden improvisar; la tradición los suministra. Se pueden
también citar las palabras que, aun prestándose perfectamente al análisis, se caracterizan
por alguna anomalía morfológica mantenida por la sola fuerza del uso (cfr. en francés
difficulté frente a facilité, etc., mourrai frente a dormirai, etc.) 13 .”
“Y no es esto todo: hay que atribuir a la lengua, no al habla, todos los tipos de
sintagmas construidos sobre formas regulares. En efecto, como nada hay de abstracto en la
lengua, esos tipos sólo existen cuando la lengua ha registrado un número suficientemente
grande de sus especímenes. Cuando una palabra como fr. indécorable o esp. ingraduable
surge en el habla (ver. Pág. 267 y sigs.), supone un tipo determinado, y este tipo a su vez
sólo es posible por el recuerdo de un número suficiente de palabras similares que
pertenecen a la lengua (imperdonable, intolerable, infatigable, etc.). Exactamente lo mismo
pasa con las oraciones y grupos de palabras establecidas sobre patrones regulares;
combinaciones como la tierra gira, ¿qué te ha dicho?, responden a tipos generales que a su
vez tienen su base en la lengua en forma de recuerdos concretos.”
10
Esta afirmación responde a cierta tradición gramatical que no es la tomada en el curso de LENGUA ESCRITA.
11
(Adaptación de Amado Alonso) [En español tienen esta condición frases como ¡Vamos, hombre! arg. ¡salí
de ahí! como negativa en oposición al interlocutor; ¿y a ti qué?, etc. A. A.]
12
(Adaptación de Amado Alonso) [Frases de carácter equivalente en español: ganar de mano, arg. pisar el
poncho, romper una lanza, a fuerza de (cuidados, etc.), no hay por qué (hacer tal cosa), soltar la mosca (‘dar
dinero a pesar de la resistencia o repugnancia’). A. A.]
13
(Adaptación de Amado Alonso) [En español querré frente a moriré, dificultad frente a facilidad. A. A.]
89
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
Saussure reconoce también como propios de la lengua los sintagmas tipo. En este
sentido, se encuentran considerados en su razonamiento dos posibilidades de suma
importancia:
1. los que se expresan con el ejemplo de ingraduable: este sintagma no existe en la
norma del español, pero en la medida de que existen imperdonable, intolerable
e infatigable (entre otros), existe la posibilidad de construir cualquier adjetivo
que siga el tipo in- + verbo en infinitivo + -ble, como in- + pasear + -ble, es
decir, impaseable. Los sintagmas tipo, en este sentido, son lo que
posteriormente se van a reconocer como reglas productivas: reglas que nos
permiten formar palabras de manera regular en una regla.
2. la tierra gira y ¿qué te ha dicho? responden a dos tipos de oraciones diferentes
en el español, el tipo de las oraciones aseverativas y el tipo de las oraciones
interrogativas; en este sentido, están también en la lengua las reglas que nos
permiten formar todas las oraciones aseverativas y todas las oraciones
interrogativas (entre otras), que somos capaces de emitir efectivamente en el
habla (esta es, ni más ni menos, que una proto diferencia entre lo que luego va a
ser distinguido como la oración y el enunciado).
“Pero hay que reconocer que en el dominio del sintagma no hay límite
señalado entre el hecho de la lengua, testimonio del uso colectivo, y el hecho de habla, que
depende de la libertad individual. En muchos casos es difícil clasificar una combinación de
unidades, porque un factor y otro han concurrido para producirlo y en una proporción
imposible de determinar.”
Este apartado termina con una conclusión muy interesante: frente a un sintagma
concreto, es imposible distinguir cuánto hay en él de habla y cuánto de lengua. En efecto,
cualquier oración aseverativa que un hablante enuncie va a estar permitida por las reglas
que ya están previstas en la lengua. Por otro lado, cada vez que un hablante use, por
ejemplo, un refrán (el que fue a Sevilla perdió su silla), sintagma impuesto por la lengua,
lo va a enunciar en una situación histórica inédita y con un sentido específico para el
interés que le ocupe (hecho de habla, por cierto).
§ 3. RELACIONES ASOCIATIVAS
90
FERDINAND DE SAUSSURE PROF. CARLOS HIPOGROSSO
un orden (yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos) es con un fin mnemotécnico. Pero ni en el
conocimiento del hablante, ni en la lengua, tienen un orden fijo.
CAPÍTULO V
MECANISMO DE LA LENGUA
“Lo primero que nos sorprende en esta organización son las solidaridades
sintagmáticas: casi todas las unidades de la lengua dependen, sea de lo que las rodea en la
cadena hablada, sea de las partes sucesivas de que ellas mismas se componen.
La formación de palabras basta para probarlo. Una unidad como deseoso se
descompone en dos subunidades (dese-oso), pero no como dos partes independientes
juntadas una con otra (dese + oso). Es un producto, una combinación de dos elementos
solidarios, que sólo tiene valor por su acción recíproca en una unidad superior (dese [signo
de multiplicar] oso). El sufijo, tomado aisladamente, es inexistente; lo que le da un puesto
en la lengua es una serie de términos usuales tales como calur-oso, mentir-oso, verd-oso,
etc. A su vez el radical no es autónomo; sólo existe por combinación con el sufijo; en el fr.
roul-is el elemento no es nada sin el sufijo que le sigue. La totalidad vale por sus partes, las
partes valen también en virtud de su lugar en la totalidad, y por eso la relación sintagmática
de la parte y del todo es tan importante como la de las partes entre sí.”
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