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d o que nos descubra escondidos secretos? Ser un nuevo continente que brote del inmenso mar que bafia nuestras costas? <Ser un astro benfico, o tal vez un hombre sin igual en el transcurso d e todos los tiempos? Ya puedo morir sin temor; porque se aproxima para la tierra, donde vivirn mis hijos y sus descendientes, una era d e trascendental y feliz renovacin. Ah! cun despierto me deja este convencimiento a permanecer con el odo alerta a todas las noticias que vengan desde el mas remoto confn; ,cunta acogida voy a prestar, desde este instante, a todo ser desconocido que se me acerque, hasta que no me convenza que no es l, sino otro, que aun no llega, el que trae o que encarna la buena nueva del mundo., Estos son, someramente expresados, los fundamentos de la doctrina de Diez. Ahora tratar d e explicar el por qu de tantos nombres estrambticos, como son los que existen en nuestra liturgia, agregando otros amables y regocijados comentarios. Mas, primeramente, ruego a los que estas confesiones escuchan, que guarden, por razones fciles d e comprender, el ms absoluto secreto. Diez> no forman ni una secta, ni una institucin, ni una sociedad. Carecen de disposiciones establecidas, y n o pretenden otra cosa que cultivar el arte con una libertad natural. Es requisito imprescindible para pertenecer a Diez,, estar convencidos que nosotros no encarnamos la esperanza del mundo; pero, al mismo tiempo, y de acuerdo con el sentido d e la oracin anterior, debemos observar con prolijidad todo nuevo ser que se cruce en nuestro camino, por si l encarnase esa esperanza, lo que no impide que, despus d e ese examen, ly nosotros nos riamos, con gran pesadumbre y bulliciosa algazara, de los continuos engaos que por este motivo nos ocurran. Diez> deben obedecer ciegamente al Hermano Mayor. que l diga, se har; pero no hay temor que diga cosa alguna, porque nadie sabe cul es el Hermano Mayor, y cada uno puede y debe creer que l lo es.

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