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Biografía autorizada de Mauricio García.

(Nunca expliqué quién soy. Creo que fue por el apuro de arrancar con el
laburo. Y como hablar de uno es bastante tedioso (me conozco bien y sé que
me aburriría de mí mismo) rescaté un viejo perfil elaborado por un ignoto
escritor de costados, a quien nadie le conoce el rostro. Que sirva entonces a
modo de presentación)

Por Damián Díaz, biógrafo de estrellas (ya lleva contadas como 272).
Mauricio García. Periodista. Cronista, en realidad (y dice que a mucha honra).
Experto opinólogo, especialidad que adquirió de joven -y olvidó con el tiempo-
cuando supo hacer extensas ponencias sobre la conveniencia de ubicar el opi
más acá o más allá de las lecheras. Siempre tuvo dudas acerca de si el opi era
“hopi” u “opi” a secas. Optó por la segunda: estaba seguro que “opinólogo” no
iba ni con H ni h; es decir, ni larga ni corta.
Cronista de diario y de radio: labura todos los días y siempre en la misma zona.
Desestudiante universitario crónico. Hace como 10 años que no estudia
sistemáticamente, ¡y qué elegante manera de disimular!.
Entrevistado en una oportunidad por una revista -pidió especialmente evitar
que se recuerde cuál fue esa oportunidad y esa revista- (N de la R: igual nadie
se acuerda de ninguna de las dos) confesó ser un rocker frustrado que jugaba
de cinco, aunque a veces lo mandaban al arco. Algo gordito, pero ni tanto como
para ser el dueño del balón.
Hace un tiempo también se le dio por creerse surfer, pero para evitar una
nueva frustración se refiere en tono místico al asunto: habla de una actividad
que lo engrandece “desde adentro”. Se refiere al mar, no a su espíritu: siempre
se queda bien adentro del agua porque si avanza hacia la rompiente se parte el
marote con la punta de la tabla.
Nacido en Mar del Plata, malcriado en diversos barrios de la misma ciudad, de
adolescente vivió en San Martín de los Andes, donde cursó sus estudios
secundarios y se aprendió la mitad del Himno de Neuquén sin repetir ni soplar.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos realizados, nunca logró memorizar el
de Sarmiento ni la versión original de Aurora que, dicho sea de paso, siempre
le pareció muy vacuna. Sólo logró cantar la parte de “pobre aguilucha, le pegué
en la trucha”.
De paso sin cañazo por su estadía en los Andes, aprendió a esquiar de joven,
hizo un curso de instructor (el más fácil y cortito) y trabajó algunos años en la
Escuela de Esquí del Cerro Chapelco. Después se dio cuenta que debía
capacitarse y profesionalizarse, por lo que huyó espantado del trabajo sobre
tablas, hasta que cayó en la cuenta que podía combinar periodismo+nieve. La
idea le gustó mucho, y en eso sigue todavía, como se habrán dado cuenta.
Alumno modelo (modelo ’74 con papeles originales, nunca taxi) fue escolta de
ocasión, más precisamente en una sola ocasión, cuando el pibe que jugaba de
titular se enfermó justo antes de uno de los actos patrios).
Siendo adolescente tardío, quiso ser locutor: se fue a Buenos Aires en
búsqueda del conocimiento, pero se volvió en bondi a la cordillera con una
confusión de carácter casi lingüística: se le lenguaba la traba cuando intentaba
pronunciar palabras raras como “inventio” o “dispositio”. Tras mudarse a 1.700
km. de su casa para aprender palabras raras, ya en Buenos Aires le explicaron
que la carrera se trataba de otra cosa. Dice que todo fue una gran confusión, y
que en el ISER nunca lo entendieron: él pensaba que locución hacía referencia
a “elocutio”, la tercera de las operaciones retóricas en la constitución de los
discursos. Pero le erró y se volvió a la Cordillera.
También regresó por un amor que había dejado cobijado entre las montañas y
el agua del Lácar, y al otro año se lo llevó consigo (es sólo una manera de
decir, porque ambos se mudaron al Alto Valle; digamos que fue una manito que
les dio la suerte). Ambos, Carolina y Mauricio, viven juntos en Neuquén felices
y comen pollos; no perdices porque la caza de aves silvestres les da como
impresión.
Tienen una hija que se llama Martina, de un año y medio, a la que aman más
que a Boca, el surf, la nieve, el esquí, los Stones, los Beatles, los cuadros de
Miró y todo eso junto. Dicen que no tiene comparación, y se declaran inmensa
y completamente felices con sólo verla dormir a la noche o cuando baila y se
ríe moviendo la cabeza por todo el comedor.
Mauricio atraviesa actualmente su propia década infame (tiene 34 años) y dice
que cuando sea grande se va a vengar de todos y va a ser rocker y surfer a la
vez, además de papá de nuevo, aunque primero quiere ver si madura.
Promete no abandonar nunca el periodismo, aún en la eventual situación en la
que el periodismo y algunos medios de comunicación se pongan de acuerdo y
decidan hacerlo a un lado (otra N de la R: aparentemente, no se trataría de un
auténtico amor por el oficio, sino de la imposibilidad de ganarse la vida por
otros medios).
De momento, trabaja en uno de los móviles de una radio de Neuquén capital,
LU5, desde donde robó historias con las que supo llenar un blog que se llamó
“Con las patas llenas de polvo”. Ahora insiste, pero con la nieve: junto a Virginia
Pirola son los responsables del programa de la temporada invernal de la
emisora y editores del blog Esquí Patagonia (esquípatagonia.blogspot.com),
además de realizar diversos proyectos periodísticos vinculados con la nieve y
el turismo invernal.

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