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La lámpara y el sueño 1

2 Eloisa Zamudio
La lámpara y el sueño 3

Eloisa Zamudio

La Lámpara
y el leño
4 Eloisa Zamudio

© Librería de la Paz 2009


Av. 9 de Julio 359. H3500ABD Resistencia. Chaco. Argentina
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ISBN 978-987-1224-XX-X
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forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cual-
quier otro, sin previa autorización del editor.
La lámpara y el sueño 5

Para rescatar del olvido en unos casos —ya que se trata de


una obra dispersa en los periódicos chaqueños de los años 1918
a 1934— y del desconocimiento en otros —puesto que no será
frecuente que las nuevas generaciones tengan ocasión de re-
currir a aquellas lejanas fuentes— la Sociedad Argentina de
Escritores (S.A.D.E.) Seccional Chaco ofrece la presente selec-
ción de poemas de María Eloísa Zamudio, hecha sobre una co-
lección de cuadernos manuscritos que atesora afectuosamen-
te su hermana política, la señora Rosa P. de Zamudio.
Eloísa, como la nombraban quienes fueron sus compañe-
ros de las primeras promociones de la Escuela Normal Sar-
miento, nació en el año 1896. Cuando la edad de Resistencia
podía compararse con la de su propia mocedad, tuvo la valen-
tía de poner al descubierto su vocación lírica a través de las
páginas de La Voz del Chaco. Según la escritora puertorrique-
ña Clotilde Betances, su casi total labor literaria se realiza des-
de 1920 a 1926, pero su voz, en verdad, no calló hasta 1934,
año en que aparecen sus últimas colaboraciones en “Estampa
Chaqueña”.
Ejerció el magisterio en nuestra ciudad; posiblemente la
enseñanza le haya aportado su vínculo más firme con la socie-
dad de entonces, que se encontraba a relativa distancia del
grado de evolución cultural alcanzado en las grandes ciudades
argentinas, donde aún resultábales difícil asumir su rol poéti-
co a mujeres de la talla de Alfonsina Storni. Alejada de la do-
cencia desde mucho antes, falleció en nuestra ciudad en el año
1967.
Debe suponerse que su formación literaria fue autodidacta,
enriquecida con la producción bibliográfica rioplatense, que
por entonces hacía conocer a Alfonsina, a Juana de Ibarborou
y a Gabriela Mistral. La relectura de sus versos nos hace adver-
tir la influencia rectora de Leopoldo Lugones, que constituía,
6 Eloisa Zamudio

en esa época, el máximo modelo de galas verbales. S.A.D.E.


tiene la certidumbre de que la magia de su poesía lucirá con
esplendor cuando el lector logre situarse emocionalmente en
la lírica de los años veinte.
De cualquier forma, no ha caducado en ella la inquietud
existente que lacera a todo ser creador, y que María Eloísa
Zamudio define en los siguientes versos: “…interrogar /a la
sombra que guarda el secreto divino /de nuestro insondable
y eterno avatar”. Y fulge como una aspiración inextinguible el
ansia de permanencia que la lleva a decir: “…y soy en los sen-
deros la lámpara y el leño / mientras cubre el invierno mis
huertos desolados”.
La lámpara y el sueño 7

Esperanza

En callado temor el alma mía


se teñía de aurora inusitada;
en la altura una estrella sonrosada
metodizando una canción surgía.

Alcé la frente, pálida, turbada,


al mirar que la sombra fenecía
y como despertando a un nuevo día
se me llenó de soles la mirada.

El mundo humanizóse dulcemente


al amparo de una íntima ventura
que se sintetizó sobre mi frente.

Y mientras dióse en fuga la amargura


amaneció la vida hacia mi oriente
como esfinge nimbada de hermosura.
8 Eloisa Zamudio

Amor

Vibró de asombro el cielo amplificado


ante el prodigio de mi anhelo interno,
y el corazón se hipertrofió cargado
con todas las estrellas del Eterno.

Derrochando un placer desmesurado


el universo sepultó su invierno
para abrazar mi cuerpo transformado
en carne celestial y alma de infierno.

Reconocí mi espíritu en la nota


de la lira del mundo que cantaba
una armonía sideral remota;

y al tiempo que mi ser se idealizaba


recibí de la vida en una gota
toda la eternidad que me volcaba.
La lámpara y el sueño 9

Estatua

Andará por la senda más blanca de la vida


cansado de buscarme con ardor lacerante;
el encanto en los ojos, y la boca mordida
por la fiebre del alma que llamea anhelante.

Estatua en los caminos, sin gozo y sin herida,


seré mientras no llegue a mi plinto el viandante
que hace tiempo caldea su quimera aterida
con el leño divino de su fe alucinante.

En el turbado paso conoceré al que espero


y vestiré joyeles de ensueño ante sus ojos
para que olvide presto el rigor del sendero

que en las noches sin luna lo torturó de abrojos;


y ofreceré a sus labios sedientos de viajero
en copa de alabastro mi corazón de hinojos.
10 Eloisa Zamudio

Paz

Soñando en los enigmas de la muerte,


en la desnuda soledad del mundo,
yo soy como un peñón tranquilo y fuerte
batido por un piélago iracundo.

La postrera ilusión marchóse inerte


a dejarse morir en el profundo
sendero de verdades de la suerte,
marcándome la ruta en que me hundo.

Ya no tiene el temor de la esperanza


que yace sin edad, bajo la austera
sepultura de vieja remembranza.

Y siendo universal es extranjera


en la serena eternidad, que avanza
llenándome de paz la vida entera.
La lámpara y el sueño 11

La cima

Más alta que un destino, era la cima


de mi orgullo. Erguida bajo el cielo
de nieve de mi alma, yo, en su hielo
tejía
la gloria del silencio que en la cumbre
bebía.
Nítidamente, iluminada a lumbre
del sol naciente en el dolor
vivía.
Peregrinando en pos
de un sueño milagroso, como un dios,
dejé la cumbre que mi orgullo alzara
y el albo copo que en la nieve hilara
dulcemente fundióse entre mis manos
como una
inútil obsesión hecha de arcano
y luna.
Hoy me vuelvo a mi cima. Fue mi ensueño
como un ídolo falso, con la oscura
insensibilidad de la inconsciencia
de un mito antiguo reanimado en ciencia.
Impoluta en mi nieve adormecida
busqué en serenidad, altiva y pura
la huella
de ascensión a la cima abandonada
y la encontré en mi alma iluminada
a sol poniente y con fulgor divino
de estrella.
12 Eloisa Zamudio

Los poetas

¿Adónde van, cantando, con los ojos febriles


que no ven los caminos donde los pies avanzan?
¿Dónde van, que han dejado los humanos rediles?

¿Qué cantan con extraña tristeza en el semblante,


dolor en las pupilas y un gesto de amargura
en la boca anhelante?

¿Qué raza de extraviados


es ésta que en tus valles,
Señor, has olvidado?

Unos van consolando con palabras serenas


y las voces que dicen al pasar por la vía
son vendajes de seda en las llagas ajenas.

Otros van quebrantados, con la estrofa doliente


brotando como ruego de entre los labios tristes
y llevan el anhelo de morir en la frente.

Otros tienen un fuego voraz dentro del pecho,


y con la flor purpúrea de su canción candente
piden por sus hermanos heridos y maltrechos.
La lámpara y el sueño 13

¿Qué raza de extraviados


es ésta que en tus valles,
Señor, has olvidado?

¿No serán de este mundo porque están retardados,


o porque aún no es la hora de que hayan venido?
¿Por qué andarán inquietos y como abandonados?
14 Eloisa Zamudio

Fantasía lunar

Señala mi destino desde algún día


el portentoso árbol de las canciones;
y para hacer eterna su profecía
a su raíz doy savia de corazones.

No detengas tu paso, viajero iluso,


por escuchar al árbol del canto eterno,
que para darle vida, cual Dios dispuso,
mi corazón no tiene muerte in invierno.

Ni con el sueño vivo de tus intentos


nutriré las raíces de las canciones,
que si tú me otorgaras tus pensamientos
pedirías a cambio compensaciones,

y no tengo otra cosa para ofrecerte


que un impalpable copo de luz de luna,
talismán milagroso que no da suerte
ni abre las arcas de oro de la fortuna.

Pero, si padecieras la atroz locura


de acrecentar tus arcas con ilusiones,
fuera el copo de luna —mi alma te jura—
lámpara que adivina en los corazones.
La lámpara y el sueño 15

Y por la ciencia extraña más prodigiosa,


encontrándote dueño de los destinos,
para encender tu lámpara maravillosa
tomarías del cielo fuegos divinos.

Poder incomparable, que en un momento


te diera un haz de lumbre sin pompa alguna,
hallado en mi palacio de encantamiento
que levanta sus torres allá en la luna.
16 Eloisa Zamudio

Renacer

Quita el ayer al corazón sin tiempo


para que viva hasta el postrer latido
la amanecida hora sin recuerdo.

Tras la noche que andas vendrá el día


y por verlo nacer, quédate insomne
cincelando vigilias.

Pídele al cielo su mejor estrella


para agrandar el universo de astros
que alumbrará tu fiesta;

y el callejón temido de hoscos cercos


abrirá enajenado sus portones
para dar paso al regocijo nuevo…

La tiniebla amanece y terminaron


los límites absurdos de la vida
dentro del corazón maravillado.

Hasta el silencio volcará palabras


en el raudal de la emoción sin nombre
que en lenguas de milagro se desata.

¡Huella de hostil sandalia


en vano marcará tu ruta clara!
La lámpara y el sueño 17

El silencio

Inarmónica el alma, ya no logra


sincronizar sus ritmos en un verso
y van sus voces sordas a perderse
en las desnudas calles del silencio.

Protegido por cómplices tinieblas


el corazón estranguló su acento
cuando herido, sin luz y sin caminos,
no encontró ni el refugio del recuerdo.

Vengadora se agranda en la vigilia


expectante y sin paz del pensamiento,
culpable, en su misión de sabio guía,
al dejar la emoción librada al viento.

Ya las manos expertas de la sombra


amortiguan la lámpara del sueño
y en ausencia de luz y de sonido
se abren las avenidas del silencio.
18 Eloisa Zamudio

Soneto del corazón

Asomado al vivir —fugaz espejo—


era tímido, triste y silencioso;
su latido sumábase, perplejo,
a todo el bien del mundo, fabuloso.

Luego, en días de altísimo cortejo


tornóse huraño, duro y orgulloso,
porque en virtud de algún milagro añejo
venció al destino, fuerte y poderoso.

Pero hoy, vuélvese en más, vaso encantado


como era otrora, transparente y puro;
llama sutil que el viento ha reanimado;

cristal que canta en el granizo duro,


lágrima azul de misticismo ahondado
y en el huerto de Dios, fruto maduro.
La lámpara y el sueño 19

Oyendo a Chopin

Un rayo inquieto de la luna huraña


buscando ruta a su celeste hastío,
llegó a mi frente que albergó una extraña
luz torturada por astral desvío.

Huésped divino en mi terreno albergue,


sueña el encanto del perdido cielo
y enajenado de ilusión se yergue
idealizando la materia en duelo.

Oh, chispa blanca de un esquivo mundo


que tedio de astros descansó en mi frente;
para hospedarte convertí en profundo
el terrón de la vida, locamente.

Si te perdiera en un oscuro trance


el corazón hoy dulce por tu llama
¿qué haría del dolor que en todo lance
tú lo conviertes en celeste drama?
20 Eloisa Zamudio

Elogio del corazón

Digo el elogio del capullo tenue


que guarda todo fundamento intacto
del lienzo tosco, del cendal suave,
la venda leve o refinado paño.

Celebro en alta voz al óleo antiguo


encerrado en el cofre de su grano
y que se brinda con unción secreta
en la envoltura de su copo blanco.

Cual corazón que otorga amor y ciencia


segrega aceite en generoso arcano,
para servir, con superior largueza
tal galardón, al que sembró esperando.

Alabo la cabal sabiduría


que en el negro terrón guarda el milagro
de la hebra blanca que será ropaje,
mantel o toca, en industriosas manos.

Misterio de la vida, que bendice


la tierra torturada de los campos
devolviendo el trabajo del labriego
en bálsamo y vestido transformado.
La lámpara y el sueño 21

Alabanza al que siembra, bajo el signo


de la fe y del amor, regocijado,
y olvida la fatiga en la promesa
que renueva su afán todos los años.

Ante la luz ardiente, se levanta


del surco oscuro, inmaculado lampo,
como si fuera, en el confín terrestre
el claro algodonal, místico canto.

Digo mi verso, por la vida humilde


y desasida del que labra el campo
para que Dios pueda mirar la tierra
transfigurada en renacido manto.
22 Eloisa Zamudio

El invierno

Un extraño dolor agranda el mundo


y las palabras vanas desvanece;
el camino es más largo y más profundo
y el paso se hace lento y desfallece.

La incógnita del alma el cielo encierra


en signos indecisos como rastros
y se oye, en el silencio de la tierra,
que el corazón de Dios late en los astros.

Mustia, mi vida, como harapo leve,


a la honda eternidad tiende la mano
comprendiendo por fin su ánimo breve
que va en la oscuridad, sin un hermano.

Ladran los perros tristes a la luna


enloquecidos del misterio eterno,
y en la tragedia de la noche bruna
exprime lienzos blancos el invierno.
La lámpara y el sueño 23

Los caminos

I
Extraños a mi vista se abrían los caminos
enigmáticos todos, dijéranse divinos
caminos: del amor, del deber, de la muerte.
Así habló el corazón antes de echar la suerte:
que si es amor, él sea canto, ansiedad o herida,
la inquietud del ensueño, y el alma de la vida.
Y, si es deber, que él sea el más alto y más duro
para que purifique todo deseo impuro.
Que la muerte implacable, si llega prematura,
tenga para mi alma un poco de ternura.

II
Yo era entonces inerme, de soledad y miedo,
temía a los caminos, mi paso era muy quedo.
Me interné en una senda, como un ave sin nido
que vuela a la ventura, temblando a cualquier ruido.
Y lo que había soñado, mirando las estrellas,
es el amor, decía; es el amor, rezaba
y ante Dios milagroso, todo el ser se humillaba.
Pero llegó una noche que duplicó mis horas,
una noche muy larga que nunca tuvo aurora.
Y se perdió el camino del amor en mi vida…
El alma me sangraba como una estrella herida.
24 Eloisa Zamudio

III
Marchando en las tinieblas, hallé una vía nueva
como premio divino después de la cruel prueba.
Como premio divino, puro, infinito, eterno,
todo el dolor y el gozo: el cielo y el infierno.
Era el deber soñado, llenándome la vida.
Comprendí que esa senda para mí fue elegida.

IV
Mi juventud humilde es impoluta y fuerte;
puedo seguir serena la vía de la muerte.
La lámpara y el sueño 25

Pedrería

Gloria de amor y lágrima de estrella,


la mirada de Dios, y la canción
de todas las auroras en la huella
de un divino dolor, mi corazón.

ESMERALDA
Ilusión en la vida, pensamiento
vivaz de juventud, amor y ensueño
de un ramo de laurel, cálido acento
alzado a un nuevo sol, mi primer sueño.

RUBÍ
Latir de corazón, brasa y herida,
la lucha del vivir, odio y amor,
sangre de sol, tortura de suicida,
un grito de pasión y mi dolor.

ÓPALO
Clamor de eternidad en la oración
de la sombra y la luz, tormenta y calma
en un rayo de sol, la comunión
del fuego y la ceniza, mi propia alma.
26 Eloisa Zamudio

Sembradores

El pensamiento de Dios sembramos


en todo surco que abre el azar;
no es nada nuestro lo que dejamos
en las fatigas del caminar.

¿Por qué dolerte, si en el granero


hay tanta espiga que desgranar?
¡Ay de ti, hermano, si en su tributo
te manda el dueño no cosechar!

Alto designio es tu siembra, ¡oh, alma!


que vas sembrando sobre espinar;
no desazones ni pierdas calma
si no hay cosecha para guardar.

Sembrando vamos a todo viento…


El mundo es surco para sembrar;
Sembrando vamos el pensamiento
de Dios, que un día ha de cosechar.
La lámpara y el sueño 27

La muerte

Asiste a cualquier hora, la Bendita,


tan piadosa, tan dulce, tan serena…
¡Cómo sabe que el mundo necesita
el beso blanco de su boca buena!

¿Qué sería sin ella tanta cuita


que nadie quiere oír? ¿En qué alma ajena
volcar toda la sombra que gravita
sobre la soledad de torva pena?

¿Qué fuéramos sin ella, sin la Pura,


que tiene inmensa compasión del alma
prisionera en arcilla sin ventura?

¿Qué hacer, sin la que siempre nos acoge,


sin su profundo corazón de calma,
sin su mano de amor que nos recoge?
28 Eloisa Zamudio

Calla la musa

Para qué más versos. Seguiré el camino


que siguen los simples, sin interrogar
a la sombra que guarda el secreto divino
de nuestro insondable y eterno avatar.

Ni a la rubia estrella, ni a la noche bruna


le hablaré en estrofas de fraternidad;
ni me iré a tertulias de la blanca luna
a tener coloquios con la eternidad.

Que pase la vida sin que yo comprenda


su música interna como una canción;
con mis propias manos ataré la venda
sobre los latidos de mi corazón.

Para qué más versos. Inútil intento


de encontrar la ruta que nos dé la paz,
si a cada pregunta que extravía el viento
el sendero mudo se oscurece más.

Y la musa calla su canción inerte


que con hondo hechizo de dolor la viste;
es que ella bien sabe del encanto fuerte
que fluye del rictus de su boca triste.
La lámpara y el sueño 29

El destierro de la luna

No mires aquí abajo, amiga Luna,


prodigando tu místico tesoro:
tu romántica lumbre le importuna
a tanto mercader que oculta su oro.

En los dominios de la tierra bruna


que alumbran las estrellas de tu coro,
impera hasta en los cánticos de cuna
áurea estridencia de metal sonoro.

Desterrada ya estás, ¡oh, pobre amiga!


por todas las tinieblas del planeta,
como una cosa vana y enemiga;

y sólo ha de llorarte algún iluso,


el corazón transido del poeta
o el triste pensamiento del recluso.
30 Eloisa Zamudio

El corazón

Me cerqué de vallas. Alcé un alto muro


junto a mi dominio. Mi castillo oscuro
no tuvo portales, y en mi torre enhiesta
no daba acogida ni a duelo ni a fiesta.

Llegaron enviados hasta los umbrales


de mi indiferencia; opuse a los males
de toda tristeza, de toda alegría,
mi torre elevada y mi coraza fría.

No escuché sus voces, ni seguí sus pasos,


para siempre libre de terrenos lazos…
Cuando —inesperada— una voz secreta
así habló en mi torre con palabra inquieta:

¿Para qué esta torre, si allá en el sendero


florecen las rosas bajo el sol trovero?
¿Para qué esta torre, si en aquellos yermos
precisan consuelo los tristes y enfermos?

Que se abran las puertas a los peregrinos


que llegan cansados por largos caminos,
que han visto otros soles en tierras lejanas
do fueran en busca de almas hermanas.
La lámpara y el sueño 31

Que se abran las puertas; yo iré en pos del triste


que en clamor inútil su dolor insiste.
¿No hallará una mano bajo el hosco cielo
para venda suave de su desconsuelo?

Conocí de pronto el corazón que hablaba


y dejé la altiva torre que habitaba,
para ser tan sólo por la senda inquieta
corazón que canta su amor de poeta.
32 Eloisa Zamudio

El canto íntimo

La canción que brota, desflorando el labio,


misteriosa y tenue como una oración,
en el alma deja cálido resabio
de cosas que un día soñó la ilusión.

La canción que nace, sonora y ardiente,


quemando la entraña que le diera el ser,
enciende en la noche, milagrosamente,
la lámpara sagrada del amanecer.

Pero, hay otro canto supremo, en el alma


que nutre el misterio con sangre de amor;
a veces ahonda en silencio la calma
y a veces, caldea con fuego el dolor.

Y jamás la lengua pronuncia el acento


que canta sus notas en el corazón:
¿Habrá bajo el cielo, otro mayor tormento
que esta silenciosa carga de emoción?
La lámpara y el sueño 33

Así me haga tu mano

Mediante sus criaturas, habla Dios a las almas,


engendrando tormentas o produciendo calmas.

Sé luminoso —dicen, brillando, las estrellas—


y serán por tu lumbre todas las sendas bellas.

Sé diáfano —proclama el río cristalino—


y un día acaso calmes la sed del peregrino.

—Perfuma alegremente, aunque sangre tu planta—


dice la rosa bella al ave que le canta.

¡Oh, Dios! Así, tu mano que alienta toda cosa


me haga como la estrella, el raudal, o la rosa.
34 Eloisa Zamudio

Amanecer

Pensamiento celeste de mil soles


que siembran sobre el mundo su luz clara;
alegría de pájaros que nunca anidan
en la rama sutil de la esperanza;
árbol ferviente que contempla el cielo,
astro que vence noches con su llama;
calle abierta al destino en el milagro
de mano amiga que se tiende franca;
maravilla de azul ilusionado
en el nuevo temblor de la mirada;
cordialidad de corazón inquieto
que puede dar al viento sus dos alas;
viva emoción de cantos que se aprestan
a embanderar los pórticos del alma;
turbada quietud de sol absorto
que halló a la tierra en Dios purificada,
es este amanecer del claro día
que anuncia al mundo la canción sin lágrimas.
La lámpara y el sueño 35

La lámpara y el leño

Se agrandan las preguntas de todos los destinos


ante el enigma eterno que guarda el universo…
Sobre todas las vidas soplan vientos divinos
como si Dios dijera su milagroso verso.

Mi pensamiento tiembla en los fríos caminos


junto al viajero triste que marcha bajo el cierzo,
abrevando en la copa de los amargos vinos
que hacen al alma sabia y al corazón perverso.

Prendiendo luz de gracia, como faro de ensueño


que orienta rumbos ciertos a los extraviados,
me enciendo con los astros en prodigioso empeño

cada vez que anochece por sobre los vallados


y soy en los senderos la lámpara y el leño
mientras cubre el invierno mis huertos desolados.
36 Eloisa Zamudio

Sabiduría

Propicia entre las manos la seña hospitalaria


que ya no da otra gracia con su ademán inerte,
que la sabiduría de la dulce plegaria,
única ciencia acaso, que en la verdad acierte.

Vi cómo toda ruta regresa solitaria


cuando se ven cordiales los signos de la muerte,
revelados en toda la sombra milenaria
de las noches sin alba que aparejó la suerte.

Y fui como un abstracto profeta de la vida,


con la tristeza blanca del que no halló un secreto
para la llave sabia de su alma envejecida
por psíquicas edades, que alumbraron el seto
de su solar terreno, con lumbre recogida
en la canción alada del corazón inquieto.
La lámpara y el sueño 37

Nochebuena

Las campanas anuncian con júbilo sereno


a las almas cristianas que nació el Nazareno.

Porque fuiste el humilde y el triste y miserable,


y por predestinado a la cruz del culpable,
por tu blancura diáfana de lumbre sobrehumana,
y tu corona trágica, sangrienta y soberana;
por tu bondad sagrada, ¡oh, Maestro Divino!
eres el Dios que busco como al propio destino.
Yo tengo mi fe pura con pureza de niño
y tengo el alma blanca con blancura de armiño;
pasé por el crisol supremo de la vida
y estoy purificada como nieve dormida.
Mira cómo mis manos desprecian los tesoros
que los demás disputan, a veces, sin decoro;
mira mis labios trémulos que te nombran sonrientes
en la oración purísima que clama dulcemente;
aparta de mi senda toda forma de mal
y seré transparente como un claro cristal
llevando, milagrosa cual divino blasón,
una estrella clavada dentro del corazón.

Sonoras las campanas anuncian Nochebuena


porque nació el ungido del dolor y la pena.
38 Eloisa Zamudio

Casa de auroras

(En el cincuentenario de la Escuela de Niñas)

Cimientos fuertes de verdad te alzaron


remota casa siempre amanecida,
porque en eterna aurora maceradas
están tus salas de sabiduría.

Cuando inmóvil, en calle limitada


miro adelante y no avizoro guía,
regreso hacia tus puertas, como antaño,
y me miro en tus bancos, todavía.

Protección de tu lámpara distante


que alumbró la lección adormecida
de mi niñez —ausente sin retorno—,
que en huir para siempre persistía.

Y el corazón, colmena aletargada,


se abre en pródiga miel para la vida:
premio que fuera por sutil milagro
flor marchita en tu luz reverdecida.

Entonces siembro con amor mi grano,


con esa ingenua sencillez perdida
del alumno de Dios que gana altura
cuando más infantil parecería.
La lámpara y el sueño 39

Por eso vuelvo al banco de la escuela,


como a segura suerte que me guía,
cuando junto a la cumbre o al abismo
espero la lección de la alegría.

Y a mi infinita pequeñez increpo:


—¿Qué sabes de la noche más temida?
—¿Qué de la playa opaca que te espera?
Todas las rutas son desconocidas.

El ave, el árbol y la estrella, intuyen


su destino de amor y de armonía;
tan sólo tú preguntas a tus nieblas
en qué puerto tu barca amarrarías.

Oh, banco de la escuela, tan lejano


y tan cerca del alma todavía…
atisbo de horizontes infinitos
y asimismo la sed y la fatiga.

Regreso a aquel camino de esperanza


que ya anduve con pasos de alegría…
y canto tu canción, casa de auroras,
en la fiesta de amor para tu vida.
40 Eloisa Zamudio
La lámpara y el sueño 41

Poemas en prosa
42 Eloisa Zamudio
La lámpara y el sueño 43

Poema de amor

¿Quién dijo que hay que andar ásperas cuestas donde yo veo la
suavidad de un camino ilimitado?

¿Qué noches desconocidas advirtió la prudencia, cuando el sol


eterniza los días en los campos del cielo y de la tierra?

¿Por qué hay lenguas que hablan de los polos del cansancio,
ante el panorama de la ventura sin término?

¿Dónde está el ventisquero de la tristeza en esta armoniosa


perspectiva de jardines regocijados?

Yo no llamé al olvido y no veo dolor en el pasado.

Bajo esta claridad de mediodía, todos los caminos conducen a


tu recuerdo.
44 Eloisa Zamudio

Poema del árbol

Infinita clemencia de tu raíz que se hunde en la tierra, para que


nunca desampares los caminos en anhelo de total ascensión.

Nobleza suprema de tu copa, que vive en los cielos para ayu-


dar a Dios.

Protector: las aves te llaman padre, y el camino te dice herma-


no.

Serenísimo: tu brazo tendido a la eternidad, se hizo copa de


ofrenda al sentirse libre de toda sed.

Árbol: fruto que maduró el cielo, para cosecha de la tierra.

Si voy tan segura en la ignorancia de mi destino, es porque


están arboladas las calles de mi alma.

No temo al viento que hoy no puede sorprenderme en un de-


sierto de arena.

Ni temo al cansancio porque voy por un camino de árboles


hasta la ternura de su recuerdo.
La lámpara y el sueño 45

La lágrima

Más misteriosa que la muerte y más absurda que la vida.

La comprendiera, cayendo temblorosa de tristeza, o si el dolor


la arrancara desventurada y ardiente, o desprendida en éxta-
sis de esperanza, o en fiebre de ansiedad.

¿Y si fuera la gema inefable del pensamiento, que vela un verso


cautivo, en la mortaja de una quimera?

¿O el agua turbia, brotada del oscuro interior de la conciencia,


en el socavón de la duda?

¿O más bien, la gota lenta y amarga de la desesperanza?

Acaso…Pero, inquietante y pertinaz, hallaríase su arcano más


que en la vida, en el silencio de la eternidad.

Porque no es llanto que apacigua clemente, ni el sollozo que


me conmueve efímero; el corazón la llamaría la congoja deso-
lada del universo.

La derramó el poeta en la impotencia trágica de su ensueño, la


comprendió el rebelde en la exaltación de su tremenda inquie-
tud, la sufrió el suicida enajenado de desventura, y el paria y el
bohemio, y el prisionero y el huérfano, y todos los seres sensi-
bles y débiles, al romperse el corazón contra la roca inconmo-
vible de la vida.
46 Eloisa Zamudio

Poema de la primavera

Regocijo del sol que logró besar el corazón de la tierra.

Fiesta de colores bajo la luz.

Un desequilibrio de la naturaleza perturbó la tierra, multipli-


cada en el milagro de una infinita creación.

Encantamiento de los caminos que se ensanchan de felicidad.

Ya no hay recelos solitarios.

Las voces, alegres como nidos, endulzan los labios y encien-


den las pupilas.

Un sentimiento nuevo tiembla en cada cosa, que las manos


sienten estremecidas cual si palparan un corazón.

Abre sus pétalos de estrellas la flor de la noche, perfumando


los orbes.

El pensamiento arrulla como una canción de cuna.

Diríase que la justicia y la verdad alejaron el mal de sobre la


tierra.

Y no es más que el tiempo que pasa, marcando la esperanza


del mundo.
La lámpara y el sueño 47

Poema de la Nochebuena

Por el blanco camino de una estrella va la esperanza de los


hombres.

Luz profetizada que conduce al amor.

Locura eterna de los corazones que arriesgan a vientos de aven-


tura sus flotas ilusorias.

¿Qué hazaña portentosa festejan las almas?

Los pies andan sin cansancio mientras los labios musitan pala-
bras extrañas.

Dicen que vino al mundo quien arrasará el solar del rencor y


secará el cauce de la codicia.

Dicen que limpiará la tierra de las marañas enredadas de oscu-


ras intenciones.

Y romperá el límite del egoísmo, la llanura infinita del amor.

Perturbación de los destinos que sufren el sortilegio de la pala-


bra de abstracción eterna: fraternidad.
48 Eloisa Zamudio

Poema del Año Nuevo

Cerró la vida los sombríos arcones del tiempo, que guardan


los días realizados.

La gracia nueva del sol prodiga panoramas de esperanza en


las mamparas del amanecer.

Se despiertan los caminos intactos como ilusiones


candorosas.

La infancia del pensamiento inicia su primera experiencia.

Limpieza de corazones recién nacidos a la emoción.

Un don de felicidad tiembla en las manos que se tienden ge-


nerosas.
La lámpara y el sueño 49

Poema de la dicha

Canta la dicha sus razones a los vientos amigos.

Porque el mundo tiene el color de su imagen y la emoción de


su recuerdo.

Porque la vida es una aurora alegre cada vez que digo su


nombre.

Y su lejanía es su realidad más cercana.

Porque todas mis horas lo conocen como a la presencia de


Dios.

Y su corazón madura con la miel de mi alma.

Porque un día, cuando yo llegue a mi muerte, hablará en su


recuerdo tan dulcemente como un eco del cielo.
50 Eloisa Zamudio
La lámpara y el sueño 51

ÍNDICE

Esperanza .............................................................
Amor .....................................................................
Estatua ..................................................................
La cima .................................................................
Los poetas ............................................................
Fantasía lunar ......................................................
Renacer ................................................................
En silencio ............................................................
Soneto del corazón ..............................................
Oyendo a Chopin .................................................
Elogio del algodón ...............................................
El invierno ............................................................
Los caminos .........................................................
Pedrería ................................................................
Sembradores ........................................................
La muerte .............................................................
Calla la musa ........................................................
El destierro de la luna .........................................
El corazón .............................................................
El canto íntimo .....................................................
Así me haga tu mano ...........................................
Amanecer .............................................................
La lámpara y el leño ............................................
Sabiduría ..............................................................
Nochebuena .........................................................
Casa de auroras ....................................................
52 Eloisa Zamudio

Poemas en prosa

Poema de amor ....................................................


Poema del árbol ...................................................
Poema de la lágrima ............................................
Poema de la primavera .......................................
Poema de la Nochebuena ....................................
Poema de Año Nuevo ..........................................
Poema de la dicha ................................................
La lámpara y el sueño 53
54 Eloisa Zamudio
La lámpara y el sueño 55

Se terminó de imprimir en los


Talleres Gráficos de José Solsona
Argensola 1942 - Tel/Fax (0351) 4723231
En el mes de enero de 2009
Córdoba - Argentina
56 Eloisa Zamudio

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