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Pablo Neruda El ro

YO entr en Florencia. Era de noche. Tembl escuchando casi dormido lo que el dulce ro me contaba. Yo no s lo que dicen los cuadros ni los libros (no todos los cuadros ni todos los libros, slo algunos), pero s lo que dicen todos los ros. Tienen el mismo idioma que yo tengo. En las tierras salvajes el Orinoco me habla y entiendo, entiendo historias que no puedo repetir. Hay secretos mos que el ro se ha llevado, y lo que me pidi lo voy cumpliendo poco a poco en la tierra. Reconoc en la voz del Arno entonces viejas palabras que buscaban mi boca, como el que nunca conoci la miel y halla que reconoce su delicia. As escuch las voces del ro de Florencia, como si antes de ser me hubieran dicho lo que ahora escuchaba: sueos y pasos que me unan a la voz del ro, seres en movimiento, golpes de luz en la historia, tercetos encendidos como lmparas. El pan y la sangre cantaban con la voz nocturna del agua.

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