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PROPUESTA :

ENSEÑAR VALORES EN EL AULA

MATERIA:

LA FORMACIÓN DE VALORES

EN LA ESCUELA PRIMARIA

Profra: Cecilia Sánchez

Alumna: Rosalía García Gutiérrez

Licenciatura en Educación Plan ¨94

cuarto Semestre

Grupo B

UNIVERSIDAD PEDAGOGICA NACIONAL

UNIDAD 211

Huauchinango Pue. a 30 de junio de 2007


INTRODUCCION

Los problemas a los que nos enfrentaremos en el siglo veintiuno, sea el medio
ambiente, las drogas, las pandemias (Enfermedad epidémica que se extiende a
muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región.) o el
desarrollo insostenible son problemas que atraviesan todas las fronteras.
Muchos de los hoy niños ocuparán una posición real de liderazgo a lo largo de sus
vidas en el servicio público, en la sociedad civil y en el sector privado. En este mundo
cambiante de nuevos retos, necesitamos más que nunca individuos dedicados y
talentosos que participen en el servicio público. Más que nunca, necesitamos gente
que escojan servir a la humanidad. Y hacerles conciencia de que la recompensa de
trabajar al servicio de la humanidad va más allá de las ganancias materiales; es la
recompensa de saber que una persona puede realmente hacer la diferencia. Darles
pautas para enfrentar con valentía el mal gobierno, hacerles ver que Valentía no
significa falta de miedo, sólo los tontos no tienen miedo; significa hacer las cosas a
pesar del miedo. Enfrentar esos miedos, tomar riesgos por lo que creen, sólo así
sabrán de lo que son capaces; descubrirán que aunque sus adversarios traten de
lastimarlos, nunca podrán doblegarlos.
Los valores tienen un rasgo de obligatoriedad y son convicciones duraderas
Ocupando un lugar importante en la personalidad y en la estructura cognitiva de las
personas. La escala o jerarquía de valores son los que determinan sus pensamientos
y conducta y controla, dirige las actitudes, creencias, en las personas moralmente
independientes.
Esto no podremos lograrlo si antes no los preparamos para la vida pero sobre
todo hacerles conciencia de ese servicio a la humanidad mediante los valores
porque son tentados por lo que hoy la sociedad ve normal “el hedonismo”. Los
valores que creo son medulares en la educación son los que veremos en las 5
unidades y que los podemos ver ya sea valiéndonos de ellos para crear situaciones
didácticas en los diferentes campos formativos o mediante talleres que traten
especialmente de los valores y se darían 2 veces por semana una hora.
Por esto la propuesta de cómo enseñar valores a los niños de preescolar, busca la
manera de dar una idea a las instituciones publicas de nuestros días para insertar
un área que trate especialmente de ellos. Como profesores debemos tener una meta
de enseñar el compartir, la cooperación, el amor, la humildad y el respeto hacia los
demás.
OBJETIVO: Tener elementos básicos para la enseñanza en valores para los niños y
niñas en el nivel preescolar. Que siempre sea buscar el logro de los valores dentro de
una clase.

El método es mediante la forma lúdica, los cuentos, videos, a traves de un


debate de juicio moral real o abstracto.
Aunque sabemos que no hay mejor enseñanza que la que se realiza mediante el
juego pero que este juego no sea solo competitivo sino que pueda disfrutarse porque
se tenga ganas de jugar o porque haya un desafío. Por esto un juego necesita
impulsos, también es cierto que los cuentos tienen eficacia para hacer reflexionar a
los alumnos y el debate ayuda a dar solución a distintos problemas y ha hacerlos
críticos. Los niños de 5 a 6 años presentan un rápido aprendizaje. Intelectualmente
están más maduros y pueden prestar atención por más tiempo, así como seguir el hilo
de una narración. La mayoría manifiesta un gran desarrollo del lenguaje y una viva
imaginación. Por tanto, este es el momento ideal para fomentar el acercamiento a los
libros y a la música ya que los niños de esta edad muestran gran entusiasmo por las
historias, las rimas y las adivinanzas etc. A nivel emocional, están volcados a los
compañeros de juego del mismo sexo. Empiezan a construir las primeras "pequeñas
amistades". También las primeras "enemistades". Les gusta jugar en grupos, pero de
vez en cuando necesitan jugar solos.
UNIDAD I
En esta unidad se pretende que el alumno conozca, interactúe, con sus compañeros
y haya una buena integración del grupo para trabajar en armonía.
a) FORMACIÓN DE GRUPO
-juegos de presentación:
- te gustan tus vecinos (juego)
-La doble rueda.
- cuento de La abeja reina (solidaridad)
-relajación
- Juego de: pueblo de Xicotepec y su presidente
b) Video de Spirit (sobre la libertad de un caballito)
-Juegos de conocimiento
-Cualidades y defectos propios
-Dibujar Mi árbol de cualidades
c) DERECHOS DE LOS NIÑOS
d) DEBERES DE LOS NIÑOS
-Juegos de Afirmación
Se favorecen la mayoría de los campos formativos.
Contenido Desarrollo o actividades tiem Recur Evalu
de Situación didáctica. pos sos ación
valores
Formación Se forman dos círculos de niños Juegos de
de uno dentro del otro, los que están
presentación Una - en la
grupo en el centro se toman de los -la doble -15 graba- Intera
brazos y los de fuera con las rueda min. dora ccion
manos.
Cantamos la canción de me
Música -partic
gusta correr, cuanto termine de
cantar los del centro dan media - te gustan 15 ipacio
vuelta y con el que les toque le tus vecinos min.
van a preguntar como se llama -dibuj
Y a que le gusta jugar. Cuento o
En la siguiente el que esta afuera - cuento 10
le pregunta al de dentro. Min.
En este juego trataremos de - ¿cuantos Hojas
recordar los nombres de nuestros personajes .
compañeros son? Pintura
*te gustan tus vecinos: en círculo
cada uno dibujara su casa y en
- dibujar a Plastili-
ella estará parado, un niño estará
en el centro y preguntara a quien los na
desee ¿te gustan tus vecinos? El personajes 30
responderá si si o no, si la mas Min.
respuesta es no, pregunta por importantes
quien los quieres cambiar y el dirá Ya sea con
los nombres de otros acuarelas,
compañeros, se cambiaran de pintura o que
lugar y el del centro tratara de los formes
ganar un lugar. El que se queda con plastilina
dirige.
-Se proceda a contar el cuento -Según el 15
de la abeja reina para cuento: ¿que Min.
enseñarles que es la entendiste
solidaridad o ayuda entre ellos. por
solidaridad?
-Juzgará la importancia de la Explicar.
solidaridad en el trabajo en su
grupo. En tu casa 30
¿se vive la Min
solidaridad?
¿Cómo?
represéntalo
con tus
compañeros
- y si no se
vive ¿como
les
enseñare-
mos a
vivirla?
UNIDAD II
Valorar la necesidad de confiar y que le tengan confianza.
Juegos de Confianza
-la doble carrera
a) cuento sobre la confianza
b) aprecio y menosprecio
c) DERECHOS HUMANOS
- cada pollo con su rollo
- dilo con mímica
- para lograr la comunicación afectiva y efectiva
-patitas de animales (juego de relajación)
-pió, pió. (Juego para confiar)

UNIDAD III
Comprender que el debate mediante el respeto, facilita el intercambio de ideas,
que nos ayudaran al trabajo en cooperación.
a) cuento de un buey llamado hermoso
b) debate sobre lo bueno y lo malo de la actuación del amo del buey.
c) juegos de cooperación
-limón, limón (juego)
-Las sillas cooperativas
-trabajo en cooperación y equipo
- fila de cumpleaños. (se forman según su mes de nacimiento con mímica)
d) cuento de lazarillo
- juegos de comunicación
-control remoto (tapado de ojos, otro da indicaciones de lejos)
-lazarillo llevarlo con los ojos tapados explicándole lo que va observando a
su paso.
-conocimiento y participación
-exposición de fotos

UNIDAD IV MORAL

En esta unidad se pretende que los niños se conozcan así mismos y aprendan
a vivir en fraternidad por esto con los juegos los niños se socializaran con sus
pares.

a) Antifaz de los valores (un antifaz, escrito en el los valores jugar con un
dado)
-La cancha de los gustos
b) Cuento Arturo y clementina (valoración)
-splash (afirmación)
- roña cariñosa
-dictar dibujos de ideas clementinas y Arturos.
-cinta de prejuicios (etiquetar)
c) Cuento el lobo maligno (prejuicios)
d) Educación sexual.

UNIDAD V
ECOLOGIA
La ballena ecológica y sus amigos
Ecología: Descubre la importancia del medio ambiente y se pretende
encontrar caminos para colaborar en la preservación de este.

-Videos en donde se perciba el descuido de el agua, el medio ambiente etc.


-Láminas o paisajes
-Letreros
¿Qué es contaminar el ambiente?
¿Cómo evitar la contaminación?
Decálogo del ecólogo
1.- cuidar el agua
2.- separar el vidrio y el papel par reciclarlos
3.- compartir el automóvil
4.- no desperdiciar la luz eléctrica
5.- usar la luz y el calor del sol
6.- usar productos biodegradables
7.- no usar aerosoles contaminantes
8,- usar trasporte colectivo
9.- No usar pieles
10.- plantar árboles.

Nota: Para realizar este trabajo recurrí a la información en Derechos


humanos y algunos libros como la ballena ecológica, cuentos en Internet.

SOLIDARIDAD

La abeja reina

Tres hermanos habían partido, cada uno por su lado, en busca de fortuna. Los mayores eran
apuestos e inteligentes. El menor, llamado Benjamín, no tan guapo y un poco distraído.
Meses después se encontraron. Los grandes se rieron de Benjamín y le comentaron: “Si
nosotros, con todo nuestro ingenio no hemos podido salir adelante, ¿cómo quieres hacerlo
tú, siendo tan bobo?”
Andando, llegaron a un hormiguero. Los mayores quisieron revolverlo para divertirse
viendo cómo corrían los asustados insectos. Pero Benjamín intervino:
—Déjenlas en paz. No las molesten.
Pasos más adelante encontraron un lago con docenas de patos silvestres. Los
mayores propusieron apoderarse de un par de ellos para asarlos y comerlos. Pero Benjamín
se opuso:
—Déjenlos en paz. No los molesten.
Por último, en el tronco de un árbol, hallaron una colmena. Producía tanta miel que
ésta escurría por las ramas. Los hermanos mayores planeaban encender una hoguera para
hacer un espeso humo, expulsar a las abejas y comerse toda la miel. Pero Benjamín salió en
su defensa:
—Déjenlas en paz. No las molesten.
Cansados de caminar sin rumbo, llegaron finalmente a un pequeño pueblo donde, por efecto
de un hechizo, todos los animales y los habitantes se habían convertido en figuras de piedra.
Entraron al gran palacio. La corte y el rey habían sufrido el encantamiento de otra manera:
habían caído en un sueño profundo. Tras recorrer las galerías los tres hermanos llegaron a
una habitación donde había un hombrecillo de corta estatura.
Al verlos, éste no les dijo nada. Simplemente los tomó del brazo y los condujo a una
mesa donde estaban servidos ricos manjares. Cuando terminaron de cenar, sin pronunciar
palabra, llevó a cada uno a un confortable dormitorio. Los tres durmieron un sueño
reparador, y despertaron llenos de energía al día siguiente.
El hombrecillo fue por el hermano mayor y lo llevó a una mesa de piedra para darle
de desayunar. Sobre ella estaban escritas las tres pruebas que debía superar para librar al
pueblo del encantamiento.
La primera era ésta: en el bosque, bajo el musgo, estaban las mil perlas de la princesa.
Había que buscarlas todas antes de que el sol se pusiera y traerlas al palacio. Si no las
hallaba, él mismo se convertiría en piedra.
El mayor fue pero, a pesar de su esfuerzo, sólo halló cien, y se convirtió en piedra.
Al día siguiente, el segundo hermano realizó la prueba, pero sólo halló doscientas y
también se convirtió en piedra.
Llegó el turno de Benjamín. Éste llegó temprano y se puso a buscar en el musgo. Casi no
encontraba ninguna y se sentó en una piedra a llorar de aflicción. Pero por allí andaba el rey
del hormiguero que él había salvado. Venía acompañado de cinco mil hormigas para ubicar
las perlas. En muy poco tiempo habían encontrado todas y las juntaron en un montón.
Cuando volvió al palacio para entregarlas, Benjamín encontró que le esperaba la segunda
prueba. La llave de la alcoba de la princesa se había caído al fondo del lago. Era necesario
recuperarla.
Al llegar a la orilla vio a los patos que había protegido de sus hermanos. Todos se
sumergieron bajo el agua y, en cuestión de minutos, uno traía la dorada llave en el pico.
La tercera prueba era la más difícil. Entre las tres hijas del rey, que estaban
dormidas hacía meses, había que escoger a la menor, que era la más buena. El problema es
que eran muy parecidas. Sólo las diferenciaba un detalle. Las dos mayores habían comido un
terrón de azúcar, y la menor, una cucharada de miel. “¿Qué haré?” pensó Benjamín muy
apurado.
Pero entonces, por la ventana entró volando la reina de las abejas y se posó en la
boca de la que había comido miel. De este modo, Benjamín reconoció a la más buena.
En ese mismo instante se rompió el encantamiento. Los habitantes del palacio
despertaron y todas las figuras de piedra recuperaron su forma humana. Benjamín se casó
con la princesa más joven y, años después, llegó a ser rey. Sus hermanos, liberados también
del hechizo, se casaron con las otras dos hermanas.

—Adaptación de La abeja reina de los Hermanos Grima

RESPETO

Un buey llamado Hermoso

En Takkasila, hace muchos siglos, nació un tierno becerro. Fue adquirido por Amir, un
hombre rico, que lo llamó Hermoso. Lo atendía adecuadamente y lo alimentaba con lo mejor.
Cuando Hermoso se convirtió en un buey grande y potente, pensaba con gratitud: “Mi amo
me dio todo. Me gustaría agradecer su ayuda”. Un día le propuso:
—Mi señor. Busque a algún ganadero orgulloso de sus animales. Dígale que puedo
tirar de cien carros cargados al máximo.
Amir aceptó y visitó a un mercader.
—Mis bueyes son los más fuertes —comentó éste.
—No. El mío puede tirar de cien carros cargados —respondió Amir.
Apostaron mil monedas de oro y fijaron un día para la prueba.

El mercader amarró cien carros llenos de arena para volverlos más pesados. Cuando
comenzó la prueba, Amir se subió al primero. No resistió el deseo de darse importancia ante
quienes lo veían. Hizo sonar su látigo y le gritó a Hermoso:
—Avanza, animal tonto.
Hermoso pensó: “Nunca he hecho nada malo y mi amo me insulta”. Permaneció fijo
en el lugar y se resistió a tirar.
El mercader rió y pidió el pago de las monedas.
Cuando volvieron a casa Hermoso le preguntó a Amir:
—¿Por qué estás tan triste?
—Perdí mucho dinero por ti.
—Me diste con el látigo. Me llamaste tonto. Dime, en toda mi vida ¿rompí algo?, ¿te
causé algún perjuicio? —preguntó Hermoso.
—No —respondió el amo.
—Entonces ¿por qué me ofendiste? La culpa no es mía, sino tuya… Pero como me da
pena verte así, acude con el mercader y apuesta de nuevo: que sean dos mil monedas. Eso
sí: usa conmigo sólo las palabras que merezco.
El mercader aceptó pensando que volvería a ganar.
Todo estuvo listo para la nueva prueba. Cuando Hermoso tenía que tirar de los
carros, Amir le tocó la cabeza con una flor de loto y le pidió:
—Hermoso, ¿podrías hacerme el favor de jalar estos cien carros?
Hermoso obedeció de inmediato y con gran facilidad los desplazó.
Incrédulo, el mercader pagó las dos mil monedas de oro. Quienes presenciaron la
sorprendente muestra de su fuerza llenaron al buey de mimos y obsequios. Pero más que el
dinero, Amir apreció la lección de humildad y respeto que había recibido.

—Leyenda de Bután

CUENTOS SOBRE LOS VALORES.


Aún en medio de la tormenta y los tiempos difíciles es posible vivir en
paz ¿estás dispuesto a lograrlo?
Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar
en una pintura la paz perfecta.

Muchos artistas lo intentaron, el rey observó y admiró todas las pinturas, pero
solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.

La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se
reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un
cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura
pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.

La segunda pintura también tenía montañas, pero estas eran escabrosas y


descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso
aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso
torrente de agua. En todo esto no se revelaba nada pacífico.

Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, observó que tras la cascada había un
delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba
un nido. Allí, en medio de del rugir del la violenta caída de agua, estaba sentado
plácidamente un pajarito en el medio de su nido...

Sin dudarlo el Rey escogió esta pintura y explicó:


"Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin
dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas, exista
calma y serenidad dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la
paz."

AMISTAD

El labrador y el águila

A media tarde, en lo profundo del bosque, iba caminando Martín el labrador. Solía regresar a
casa a esa hora, cansado por el trabajo que desarrollaba en un huerto de duraznos jugosos y
aromáticos. Siguiendo el atajo que conocía para llegar a su hogar, escuchó un batir de alas
cerca del manantial.
Se volvió para ver de qué se trataba. Era un enorme águila de cabeza blanca, negro
plumaje y pico amarillo. Alguien la había atrapado y la mantenía sujeta de la pata derecha
empleando una cadena fija a un árbol. Daba tristeza ver sometido a un animal tan
acostumbrado a las alturas. Además, en el bosque estaba prohibido cazar…
Con gran decisión, Martín se acercó al árbol. De su mochila sacó algunos
instrumentos que usaba para su trabajo y separó la cadena del tronco. Sin embargo, el
águila no podía volar, pues el cepo pesaba mucho. Con cuidado y detenimiento (aun con el
riesgo de sufrir un picotazo) el labrador se lo quitó y el ave se elevó en el cielo, libre al fin.

El labriego siguió su camino. Comenzó a sentirse fatigado y pensó en hacer un alto. Pasos
más adelante encontró la barda de piedra situada al borde de la cañada. Decidió subir y
sentarse en la cima para reposar mientras disfrutaba la puesta de sol.

Una vez allí vio volar bajo al águila que había rescatado. De repente el ave planeó,
se le acercó a unos cuantos centímetros y, con el pico, le quitó de la cabeza el sombrero de
piel que portaba. Luego voló y voló.
—¡Hey! ¡Dame mi sombrero! —gritó Martín.
Cuando vio que el águila no regresaba, bajó de la barda y comenzó a correr tras
ella. Poco más allá, donde comienza el sendero que lleva al pueblo, el águila simplemente
dejó caer el sombrero. Martín lo recuperó entre las ramas de un árbol y pensó “Vaya con este
extraño animal. ¿Por qué habrá actuado así?”
Al día siguiente, muy temprano, cuando se dirigía al huerto, Martín notó que la barda
de piedra, humedecida por la lluvia de varias semanas, se había venido abajo. El águila
le había quitado el sombrero para hacerlo bajar de ella y salvarle la vida. Así
recompensaba la amistad de quien la había liberado.

FORTALEZA

De los Apeninos a los Andes

Marco tenía once años y vivía en Génova, Italia. Su padre trabajaba en una fábrica, pero no
ganaba suficiente y sus deudas crecían. Por esa razón, la madre decidió partir a Buenos
Aires, Argentina, para emplearse en la casa de una familia pues los sueldos que pagaban allí
eran buenos. Pensaba ahorrar alguna suma y luego regresar. Aunque le dio tristeza
separarse de los suyos, partió llena de esperanza. Por fortuna encontró un buen trabajo con
los señores Mequínez. Cada mes escribía a Génova y les enviaba todas sus ganancias.
En una ocasión les mandó una nota diciéndoles que se sentía enferma. Luego sus
cartas dejaron de llegar. Ellos le escribieron, pero no tuvieron respuesta. Trataron de
averiguar qué ocurría, mas nadie pudo informarles. La única solución era ir a buscarla hasta
Buenos Aires. Como ni el padre ni el hijo mayor podían abandonar su trabajo, Marcó se
ofreció.
—Iré a Buenos Aires. Estoy seguro de hallarla —dijo.
Aunque su padre no estaba convencido, le dio permiso. Con escasas prendas de ropa
y unas monedas, abordó el barco de un capitán amigo que se dirigía a Argentina.
A bordo del navío tenía miedo y tristeza. Se sentía solo, alejado de sus seres queridos y
rumbo a un destino extraño. Comenzó a dudar, quizá su madre ya no vivía…
El viaje duró 27 días. Al desembarcar se vio en una enorme ciudad llena de nombres
raros. Preguntando llegó a la dirección de su madre. Tocó la campanilla y una señorita abrió
la puerta.
—¿Vive aquí la familia Mequínez? —preguntó Marco.
—No, ahora somos otros los inquilinos —respondió ella.
—¿Dónde han ido? Mamá trabaja con ellos —inquirió Marco.
—Están en Córdoba.
La señorita y su padre le explicaron cómo llegar allí, aunque era difícil pues quedaba
muy lejos. Le regalaron algunas monedas y le desearon suerte.
Muy cansado, Marco abordó una barcaza de vela que transportaba fruta a lo largo de un río
enorme y peligroso. A veces pensaba en darse por vencido. Pero sus compañeros de viaje lo
animaban:
—¡Ánimo! Debes ser valiente y estar orgulloso de tu búsqueda.
La barcaza llegó a Rosario. Aún lo esperaba un largo camino por tierra hacia Córdoba.
Desesperado, se sentó a llorar en la calle. Entonces, por pura suerte, se encontró a un viejo
marinero que conoció en el viaje que lo había traído de Europa. Éste lo presentó con otros
camaradas genoveses que vivían allí, y entre todos reunieron el dinero para comprarle un
pasaje de tren.
En el vagón Marco se sentía mareado y muy débil. Lo asustaba estar tan lejos de
Génova. Creía que las fuerzas no le alcanzarían para llegar. Pero una vez más lo logró.
En Córdoba buscó la casa de la familia Mequínez, pero en ella le dijeron que se
habían ido a su estancia de Tucumán, a 500 leguas de allí.
¿Cómo ir tan lejos? Una buena mujer le informó que al día siguiente un comerciante
partiría rumbo a esa zona. Tal vez podría llevarlo consigo en la carreta tirada por dos grandes
bueyes.
El carretero era un hombre duro, pero Marco lo convenció y así comenzó su nuevo
viaje. A cambio de llevarlo le exigían un trabajo agotador: cargar forraje e ir por agua para
los animales. No lo trataban muy bien que digamos. La situación se prolongó casi por un
mes. No dormía, comía mal y en una ocasión hasta tuvo tantita calentura.
En un punto del camino le indicaron que se bajara, pues ellos no llegaban directamente a
Tucumán. El pequeño siguió el resto del trayecto a pie. Las plantas le ardían de tanto andar y
le parecía muy remota la posibilidad de hallar bien a su mamá.
No estaba tan equivocado, pues la señora llevaba varias semanas en cama, enferma y
angustiada por encontrarse lejos de su familia. A pesar de que los señores Mequínez la
cuidaban con mucho cariño nada parecía animarla y se resistía a la operación necesaria para
curarla.
Pero una mañana el pequeño Marco llegó a la casa donde se encontraba, casi descalzo y
con su ropa rota. Al verlo, su madre no podía creerlo. Llena de felicidad por estar de
nuevo junto a su pequeño, lo abrazó muy fuerte y le dio muchos besos. Admirando su
ejemplo de templanza y tenacidad decidió aceptar la operación.
Ésta fue todo un éxito. A los pocos días la señora se hallaba restablecida y feliz de tener
a su hijo al lado.
Marco se inclinó para darle gracias al doctor, pero éste le dijo:
—Levántate muchacho. Eres todo un héroe. Tú fuerza la ha salvado y la
aventura que viviste te dio el temple necesario para enfrentar la vida y sus desafíos.

HONESTIDAD
Ping, el jardinero
Vivió en China, hace unos dos mil años, un niño llamado Ping. Su pasatiempo
favorito era el cultivo de las plantas. Gracias a sus cuidados en el jardín de su
casa habían crecido cientos de flores hermosas. La gente que pasaba por la
calle se detenía a admirarlas y él, a veces, les regalaba un ramillete.
El emperador de China también amaba las flores, pues pensaba que
expresan las cualidades de quien las cultiva. Como ya era muy viejo, estaba
buscando a una persona honesta que pudiera sucederlo en el trono. Se le
ocurrió hacer un concurso. Convocó a todos los niños del reino y les informó
que recibirían una semilla. El que volviera al cabo de un año con la flor más
hermosa heredaría el trono. Al llegar a su casa Ping la plantó en una maceta y
la colocó en el mejor lugar del jardín, donde recibía la luz del sol y el rocío de
una fuente cercana. Pero la semilla nunca germinó.
Transcurrió el año del concurso y cientos de niños se presentaron en el palacio
con sus plantas. En la fila destacaba un brillante colorido: rojo, morado, rosa...
Ping lloró al ver que su maceta sólo tenía tierra.
En el gran patio los niños se formaron para exhibir sus logros. El viejo
emperador, que caminaba con dificultad, veía una flor y otra. Apreciaba su
textura y matices o inhalaba su perfume sin hacer comentarios. Cuando llegó
frente a Ping, éste se asustó mucho, temiendo un regaño.
—¿Acaso no plantaste la semilla que te di? —le preguntó el emperador.
—La planté y por más cuidado que puse nunca brotó nada de ella —
explicó el pequeño.
El emperador siguió examinando las flores de los demás niños. Al cabo
de un rato informó que había tomado una decisión.
—Queridos niños. No comprendo de dónde salieron todas las flores que
he visto esta mañana. Las semillas que les entregué estaban hervidas y no
podían germinar. Ping es la única persona honesta entre todos ustedes, pues
tuvo el valor de traer la maceta sin planta alguna. He decidido heredarle mi
reino. Sólo un hombre honrado puede gobernar esta gran nación.
HUMILDAD
El don de las perlas

Una viuda tenía dos hijas muy bellas. Se parecían mucho pero tenían un carácter muy
distinto. Georgina, la mayor, era presumida e interesada. Pasaba días enteros mirándose al
espejo y pensando en casarse con un varón apuesto y rico. Eunice, la menor, había heredado
la bondad y dulzura de su padre.
Georgina y su madre vivían dándole órdenes a Eunice: “Lava bien esa pared”. “Dale
de comer a los animales”, “Calienta agua para el baño”. Eunice, siempre vestida con ropa
sencilla, obedecía cada una sin quejarse. Mientras tanto, Georgina se probaba costosos trajes
y ensayaba nuevos peinados.
Una mañana Eunice fue al pozo cercano en busca de agua. Iba cargando el cántaro
lleno cuando una anciana muy pobre y modesta en su aspecto le dirigió la palabra:
—Tengo mucho calor y deseo beber un poco de agua. ¿Podrías darme tantita de la
que llevas?
—Claro, señora. Beba usted la que guste —dijo Eunice.
La señora bebió varios tragos y le dijo:
—Tu alma es tan bella como tu aspecto. Mereces que cada vez que hables, salgan
perlas de tu boca.

Eunice volvió a casa. Su madre y su hermana la regañaron por haberse tardado, pero ella les
contó lo ocurrido. En cuanto empezó a hablar, de su boca brotaron docenas de perlas
brillantes y perfectas.
—¡Qué maravilla! —exclamaron a coro Georgina y su madre. De inmediato planearon
que ésta fuera por agua para recibir el mismo don. La chica se arregló más que de
costumbre. Antes de salir advirtió:
—Serán diamantes lo que salga de mi boca.
Pasos más adelante halló a la ancianita. Cuando ésta le pidió de beber, Georgina le
acercó el cántaro a la boca. La señora, sin querer, derramó un poco sobre el traje de seda de
la muchacha.
—Mira nada más —exclamó Georgina enfurecida—. Me ha arruinado mi hermoso
vestido. Es usted muy torpe.
—Y tú eres una soberbia. Hablas tan feo que de tu boca deberían salir sapos, pues
eso llevas en el corazón —afirmó la señora.
Georgina volvió a casa y narró lo acontecido. Mientras hablaba, de su boca
comenzaron a salir sapitos pequeños muy brillantes e inquietísimos. Se puso a llorar. Así
pasaron varios días, hasta que ella y su madre pidieron a Eunice que buscara a la anciana
para ofrecerle una disculpa.
Eunice obedeció. Caminó por cinco jornadas hasta encontrarla. Cuando le explicó el
cometido de su viaje y le rogó que levantara el hechizo de su hermana, la señora le explicó:
—La soberbia sólo se quita con la modestia. Perdono a tu hermana, si tú renuncias al
don de las perlas.
—De acuerdo —dijo Eunice.
Nunca volvieron a brotar perlas de sus labios. Pero tampoco salieron sapos de la
boca de Georgina. La experiencia les sirvió para reconciliarse y vivir con mayor armonía.

—Cuento popular de Europa central

LIBERTAD

Una lección para el gallo

Aunque nadie olvidaba sus obligaciones, la vida en el pajar era muy divertida. Vivían en él
doce gallinas con sus polluelos, y una pareja de ratones con sus crías. ¡Se la pasaban tan
bien! Las gallinas conversaban en voz alta, los polluelos corrían de un lado al otro y los
ratones desordenaban los montones de heno. Todos entraban y salían a su gusto.
El dueño de la granja era un hombre de buen carácter pero no aguantaba tanto
escándalo. Además, siempre se le hacía tarde para levantarse. Para resolver los dos
problemas decidió comprar un gallo. Cuando éste llegó al corral todos pensaron que con él
podrían divertirse aún más. Pronto se desilusionaron:
—No perdamos el tiempo —dijo el gallo. ¡A trabajar!
Exigió a las gallinas guardar silencio. Les prohibió a los polluelos salir a jugar y
expulsó a los ratones.
—¡Déjalos seguir viviendo acá! —pidieron las gallinas.
—No. Y yo soy el que manda aquí.

El corral se volvió un lugar triste. No se permitían visitas, charlas o juegos. Todos se


despertaban de madrugada. El orgulloso gallo salía a eso de las cuatro, se encaramaba en un
palo y desde allí cacareaba “Quiquiriquí, quiquiriquí” hasta ponerles las plumas de punta.
Poco a poco fue creciendo el disgusto.
—Es un tirano —comentaban en voz baja las gallinas.
Aprovechando un agujero en la esquina del pajar, se pusieron de acuerdo con los ratones.
Cada quien dio su opinión y tramaron un plan. Una noche, cuando el gallo dormía, uno de los
ratones untó con goma el palo donde se subía a cantar.
Como todas las madrugadas, el gallo se trepó: “Quiquiriquí, Quiquiriquí”. Pero al
querer bajar no pudo mover las patas: las tenía pegadas.

Los habitantes del pajar reanudaron su vida de antes. El gallo pasó varios días a la
intemperie, pegado a la percha, hasta que una noche les preguntó:
—¿Para qué me hicieron esto?
—Para que ves lo desagradable que es que alguien te imponga su voluntad —
respondieron.
Tras pensarlo, el gallo les pidió perdón. Entre todos lo ayudaron a bajar de la percha
y desde entonces nadie da órdenes en el pajar: los habitantes (incluyendo al gallo) se ponen
de acuerdo para trabajar —y divertirse— juntos.

—Fábula popular.

PERDON

La ballena herida

Las islas Orkney se encuentran al norte de Escocia. Son un lugar frío donde casi siempre
llueve. La gente anda muy abrigada y vive de la pesca gracias a las especies de sus aguas
transparentes. En ellas suele haber grandes ballenas, a las que llaman “selkie”. Los niños las
quieren, y les gusta contemplarlas. Pero para los pescadores no resultan tan simpáticas.
Uno, en especial, las odiaba porque cada vez que echaba sus redes al agua, las ballenas las
rompían sin querer, o mordisqueaban los peces y el hombre no podía aprovecharlos.
Durante una temporada la situación se volvió más difícil: no había un solo día en que
la red quedara en buenas condiciones. Y tampoco había peces qué llevar al mercado. Furioso,
el pescador decidió solucionar al asunto. Una mañana tomó un filoso cuchillo y se subió a su
barca vestido sólo con pantalón corto. Entonces vio venir a una ballena. Se puso el cuchillo
entre los dientes y se echó al agua. Su juventud y el cuerpo atlético le permitieron nadar
hasta el enorme animal.
Sin pensarlo más, la hirió. La ballena, adolorida, se movía con gran fuerza. El cuchillo
escapó de las manos del pescador, y se hundió hasta el fondo del mar. Al mismo tiempo, la
ballena lastimada se alejaba. “Perdí mi cuchillo”, pensó, “pero por lo menos las ballenas
dejarán de molestarme.”

Al día siguiente llegó a la costa, se embarcó y tendió sus redes. Cuando las sacó del agua
estaban intactas, pero vacías. La situación se repitió a lo largo de siete días seguidos, en los
que no pudo conseguir un solo pez. Había caído sobre él “la maldición de Selkie”. Sentado en
la playa estaba pensando en la difícil situación cuando escuchó que alguien le hablaba por
atrás.
—Amigo, tal vez puedas ayudarme. Me interesa conseguir pieles de ballena —le dijo
un hombre con el rostro envuelto en una bufanda.
—Todo lo que sea contra las ballenas me interesa, ¿cuánto me vas a pagar?
—Eso ya lo platicaremos. Sólo sígueme.

Caminaron hasta un acantilado. Desde la cima el mar se veía en calma. De repente, el


desconocido empezó a pronunciar unas extrañas palabras en voz alta: “¡Hey dun dar! ¡Ho
dun dar!”. En un momento aparecieron docenas de ballenas. Sorprendido, el pescador trató
de retroceder, pero el desconocido, que se había convertido en ballena, dio un coletazo y lo
empujó hacia el mar. Ambos se sumergieron en las aguas.

Cuando recuperó el conocimiento, el pescador se hallaba en el fondo del mar. El desconocido


tenía de nuevo forma humana. Al verlo despertar éste le señaló el cuerpo de un joven,
recostado sobre una piedra. Parecía muerto, excepto por el color rojo intenso de una herida
en el muslo.
—Es mi hijo. Y éste es tu cuchillo —le explicó mientras se lo mostraba.
—Me has traído hasta el mundo de las ballenas para vengarte ¿verdad? De seguro
piensas matarme con mi propio cuchillo —dijo el pescador.
—No, no te traje para eso. Podría vengarme, pero eso en nada nos ayudaría, ni a ti,
ni a mí, ni a mi hijo. Te traje aquí porque sólo la mano que hizo la herida puede curarla.
—¿Cómo?
—Pon tu palma sobre el muslo de mi hijo y piensa que preferirías no haberlo
lastimado.
El pescador colocó su mano en el punto exacto de la herida. Ésta comenzó a
cerrarse, sin embargo, por el brazo del pescador subía un intenso frío que le llegó hasta el
corazón. Se volvió tan fuerte que sintió que pronto terminaría para hundirse para siempre y
perdió la conciencia…

Lo despertó el brillo del sol. Le dolía todo el cuerpo, pero estaba vivo y sano, tendido sobre la
arena de la playa. A su lado vio un montón de redes. Eran todas las que habían dañado las
ballenas. Pero ahora estaban remendadas, completas, listas para usarse. Y entre ellas estaba
el cuchillo. La pesca fue mejor que nunca por aquellos días. De vez en cuando alguna red
salía rota del agua. El pescador pensaba: “Ah, fueron las ballenas. Pero ellas, como yo,
también tienen que vivir”.

—Relato popular de las Islas Orkney

PERSEVERANCIA

En busca del tesoro

Dos hermanos tenían algún dinero ahorrado y pensaban cómo emplearlo para asegurar su
futuro. Al recorrer un camino que no conocían vieron un plantío de vides que estaba a la
venta. Parecía abandonado. Llamaron a la puerta de la casa contigua y conversaron con el
dueño.
—¿Por qué lo vende? —preguntaron.
—Lo compré hace tiempo porque decían en el pueblo que aquí estaba escondido un
tesoro. Lo busqué pero no lo encontré. Me aburrí, me quedé sin dinero y ahora quiero irme a
probar fortuna en otra parte, allá cruzando las montañas.
—¿Si compramos el plantío y lo hallamos será nuestro?
—Dudo que aparezca, pero hagamos el trato.
Los hermanos llevaron la suma y, a cambio, recibieron la propiedad. Cuando
tomaron posesión de ésta, todas las plantas estaban marchitas. La tierra que las rodeaba era
seca, lisa y compacta.
—Bueno, manos a la obra —exclamaron y se pusieron a trabajar desde el primer día.
Comenzaban cuando salía el sol, y acababan cuando éste se ponía.
Retiraron toda la basura y hojas secas acumuladas. Humedecieron la tierra para que se
aflojara. Después empezaron a cavar con sus palas. En los primeros dos meses abarcaron
apenas la mitad. El tesoro no aparecía y ellos siguieron buscando.
Pasó más tiempo sin que tuvieran éxito. Pero notaron que algo estaba cambiando. Por una
parte, se habían vuelto más fuertes. No experimentaban la fatiga de los primeros días,
además, sus brazos y manos ya eran poderosos. Por otro lado, al recibir agua suficiente y
extender sus raíces por la tierra floja, las vides comenzaron a dar grandes racimos de uvas.

Había transcurrido un año. Un día se les ocurrió llevar las uvas al mercado y lograron
venderlas bien. Pronto todos buscaban su fruta para preparar jaleas y mermeladas.
Recuperaron el costo del plantío, y siguieron ganando más a lo largo de los años. Con el
tiempo supieron cuál era el tesoro oculto en aquel terreno: la recompensa al esfuerzo
continuo.

—Cuento tradicional

TOLERANCIA

El patito feo

Era verano y todo florecía. Una pata estaba empollando sus huevos y esperaba que sus
polluelos rompieran el cascarón. Pronto así ocurrió. De cada uno comenzó a salir un pequeño
pico y poco a poco fueron surgiendo las diminutas aves, que más bien parecían bolas de
algodón dorado.
—¡Qué crías tan preciosas! —comentó una vieja pata vecina que pasaba por allí.
—Todas se parecen a su padre —respondió orgullosa la pata.
Sin embargo, aún faltaba por romperse un cascarón: el del huevo más grande de
todos. Al cabo de una horas salió de él un patito negro y grandullón.
—Está muy feo —opinó la vecina.
—Es diferente a todos, pero yo lo encuentro hermoso. Como mi pequeño que es lo
educaré junto con sus hermanos y lo llevaré a conocer a los demás patos —sostuvo la
madre.
Pero sus hermanos, los otros patos y hasta algunas otras aves de corral lo rechazaban.
Según ellos era tonto y no debía pertenecer a su grupo. Las cosas empeoraban cada día.
Finalmente el patito decidió huir y buscar más suerte en otra parte.

Estuvo en una granja donde tampoco lo trataban bien, pasó el invierno con mucho frío y sin
alimentos suficientes. Al cabo de meses llegó la primavera y él siguió buscando su fortuna.
Una mañana pasó cerca de un lago y vio a un hermoso conjunto de cisnes que
nadaban en él, bajo las ramas de los árboles en flor.
—¿Me puedo meter al agua con ustedes? —les preguntó.
—Claro que sí. Eres uno de los nuestros —respondió el mayor.
—No se rían de mí, ya se que soy bastante feo.
—No es burla, mira tu reflejo en el agua.
El patito no podía creer lo que estaba viendo. En el curso del invierno se había
transformado en un cisne tan blanco y elegante como los que estaban en el lago. Así pues,
se echó a nadar con los otros.
Los niños que vivían por allí lo miraron emocionados:
—¿Ya vieron al nuevo cisne? Es el más hermoso de todos —opinaron.
Cuando los patos lo vieron se dieron cuenta que toda criatura viviente guarda,
secretamente, su propia belleza y está llena de dignidad. Lamentaron no haberlo reconocido
a tiempo.
Él no podía creer lo que estaba ocurriendo. Mientras lo elogiaban pensó para sí:
“Nunca soñé tanta felicidad cuando era el Patito feo”.

—Adaptación del cuento de Hans Christian Andersen

BONDAD

El ruiseñor

Hace miles de años vivió en China un emperador sordo. Como no podía escuchar las voces
de los pájaros ordenó que fueran castigados todos aquellos que no tuvieran un hermoso
plumaje.
Un día, su hija Litay Fo estaba en el jardín y se emocionó mucho al oír a un ruiseñor que
cantaba desde las ramas de un durazno.
—Querido amigo, no debes estar aquí, pues te aguarda un fuerte castigo —le dijo.
—No importa, de cualquier forma con estas noches tan frías no podré vivir demasiado —
respondió el ruiseñor.
Litay Fo decidió llevarlo consigo a sus aposentos para cuidarlo y gozar con sus trinos. Pero
una mañana, sin aviso, el emperador entró a la habitación de la pequeña y descubrió al
pájaro.
—¡Huye para salvar tu vida! —gritó Litay Fo para proteger a su mascota.
El pajarillo la obedeció.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la pequeña empezó a debilitarse por la tristeza de su
ausencia. El emperador hizo traer a un médico.
—No podemos hacer nada por ella —afirmó éste.
El padre recibió la noticia con gran preocupación pero, aprovechando la visita del doctor, le
preguntó por su propia sordera.
—Para ésa sí hay una cura: consiste en aplicarle al oído el corazón caliente de un
ruiseñor —indicó el médico.
—¡Que busquen uno de inmediato! —ordenó el rey.
Los hombres que trabajaban con él le llevaron, precisamente, al amado pajarillo de
Litay Fo. Éste entró volando a la habitación.
—Disponga usted de mi vida. Estoy seguro que su hija se sentirá feliz si usted
recupera el oído —ofreció el pajarillo al emperador, a través de uno de los súbditos que
escribía el mensaje para que éste lo leyera.
Emocionado por la bondad de la pequeña ave, los ojos del emperador se arrasaron
de lágrimas.
—De ninguna forma. Prefiero seguir siendo sordo que hacerte daño —indicó.
El ruiseñor siguió viviendo en el palacio. Litay Fo se recuperó muy pronto de su
tristeza y el emperador supo que aquel pajarillo era el más hermoso de todos, no por su
canto, ni por su plumaje, sino por el bondadoso corazón que había salvado una vida y siguió
latiendo por muchos años.

—Adaptación del cuento homónimo de Hans Christian Andersen

BONDAD

El rico y el pobre

En algún lugar del norte de Europa vivía el conde Walsegg, dueño de una enorme fortuna:
entre sus bienes se contaban casas, tierras y animales. Sus negocios lo obligaban a viajar
con frecuencia y solía llevar consigo una bolsita con una importante cantidad de monedas de
oro. Una vez se le perdió en el camino, pero como llevaba mucha prisa no se detuvo a
buscarla.
A la orilla de ese camino vivía Roderick, un hombre muy pobre, dentro de una
modesta choza en la que apenas tenía lo necesario. Una mañana que salió a buscar algunas
hierbas para comer, se encontró la bolsita llena de relucientes monedas. En el pueblo
cercano preguntó si no sabían quién era su dueño, pues quería devolvérsela. No logró
saberlo.
Esperó varios meses a que apareciera el propietario. Como nadie llegó a pedírsela,
después de un año pensó que podía usar las monedas sin sentirse culpable por hacerlo. Con
ellas compró una granja y le regaló su chocita a un pobre hombre que no tenía dónde dormir.
Mediante su esfuerzo la finca fue prosperando poco a poco. Llegó a ser una de las más
hermosas y productivas de la región: contaba con lechones, pollitos y vacas que producían
abundante leche.
Pasaron muchos años. Una tarde el conde Walsseg andaba por el mismo camino. Como se
hacía de noche se acercó a la finca y preguntó si podía quedarse allí. Roderick lo invitó a
pasar, le asignó una habitación y le propuso que cenaran juntos.
Animados por el calor de la fogata y una jarrita de vino comenzaron a charlar. El
visitante, admirado por el orden y riqueza de la finca, le preguntó cuándo y cómo la había
comprado.
—La adquirí hace varios años gracias a una pequeña bolsa de monedas de oro que
encontré en el camino. Nunca pude hallar a su dueño —explicó Roderick.
—¿Cómo era esa bolsa? —preguntó el visitante.
—Pequeña, de piel marrón, con un lazo… ¡Espere! ¡Voy a buscarla para mostrársela!
Al verla, el conde reconoció que era la bolsa perdida años atrás y se lo informó a su
anfitrión.
—Entonces toda esta finca le pertenece a usted. Con gusto se la puedo entregar —
dijo Roderick.
—No querido amigo. Eres un hombre trabajador y honrado que supo aprovechar bien
ese hallazgo y se merece lo que tiene. Disfrútalo —asentó Walsseg antes de despedirse.

—Cuento tradicional nórdico.

JUSTICIA

La fiesta del rey

El rey de un país lejano era admirado por todos los súbditos que reconocían su
generosidad y voluntad de ayudar. Si alguien no tenía ropa, podía acudir a su palacio —
en la cima de una montaña— y recibía prendas cómodas y abrigadoras. Si los padres no
tenían qué dar de comer a sus hijos, les ofrecía sopa caliente.
Muchos de los súbditos se hallaban en el palacio cuando uno de los lacayos les
dijo que éste planeaba organizar una fiesta de cumpleaños. Estaban invitados. Cuando la
fiesta terminara cada uno recibiría un regalo. Sin embargo, les pedía un favor. Como
sería necesario lavar más trastes de los acostumbrados, y el agua que subía a la montaña
no era suficiente, tenían que llevar un recipiente lleno de ese líquido para depositar su
contenido en el estanque del palacio.
Todos se entusiasmaron. Al día siguiente se les veía subir con sus recipientes
llenos de agua. Algunos eran de buen tamaño. Otros, sólo para salir del compromiso,
llevaban apenas un dedal. Unos más ni siquiera se molestaron en cargar algo. “El rey es
tan bueno”, pensaron “que no va a pedirnos nada”. Cuando llegaron, vaciaron sus
recipientes en el estanque y los dejaron a un lado.
La comida fue espléndida: lechones horneados, papas cocidas en el jugo de éstos, jarras
de vino, fruta fresca, queso, nueces garapiñadas y turrones. Después de escuchar la
alegre música de panderos y guitarras, el rey y su corte se pusieron de pie para retirarse.
Los invitados, que esperaban el regalo, se inquietaron. Si el rey se iba ya no
habría regalos. Cuando desapareció por la escalera que conducía a los aposentos reales
murmuraron. “Ya ves que tonto eres —decía un hombre a otro— de nada te sirvió
cargar ese recipiente gigante. Yo no cargué nada y comí bastante bien.”
Cuando la gente comenzó a dispersarse hombres y mujeres caminaron hasta el
lugar donde habían dejado sus recipientes y los hallaron repletos de monedas de oro.
Entre más grandes eran, más monedas contenían. A los dedales apenas les cupo una y a
quienes no habían llevado nada, nada les tocó.
—Agua tengo suficiente —les dijo el rey desde el balcón. Quise ponerlos a
prueba y mostrarles que la justicia consiste en darles lo que les toca según su esfuerzo.

—Leyenda popular

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