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be/OfIfzVf8t6E

Caminando furioso por calles emponzoadas con oxgeno maduro de perpetuas exhalaciones. Con el corazn podrido de veneno. Con las manos preparadas para el engao, la trampa, el hurto y la degollina. La fila de incautos se incrementa al ritmo del deseo acuciante del mal que camina sobre brasas hacindolas crujir. El fro metal del pecho, con costillas como barrotes, oculta un latido txico y profundo. Su rastro de azufre impregna cada recoveco, cada grnulo, cada partcula, cada desaparicin cruzando el azul extremo. Un mendigo arrodillado pide monedas para perfeccionar la ruina, vino de brik para disolver los sentidos y una cuchilla oxidada para completar la descomposicin. El caminante pasa a su lado sin prestar atencin. Sabe que no necesita esforzarse, que sin su intervencin todo seguir el curso debido. El resto del recorrido es igual de frtil. Una chica apenas adolescente se asoma al mundo a travs de la ventana de un sptimo piso. Un hombre enfermo de odio trama liberarlo, no necesita ayuda, se bastar a s mismo. Una ambicin hecha de carne y hielo se arrastra por el siguiente srdido callejn

buscando despojos. Una lluvia desatada, inflama de agujas el cielo que al caer precipitadamente se clavan en nuestros corazones derramando veneno en vez de sangre. El caminante se evapora como una sombra, triste y fracasada, porque simplemente ha sido un intil espectro fruto de la locura. De nuestra locura encerrada entre barrotes y veneno.

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