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http://www.youtube.com/watch?v=QcBuanAIGnY los enemigos desde el jergon El funeral dur seis aos y un da.

Tiempo suficiente para dejar al difunto en los huesos. Cuando sali tuvo que aprender a respirar, a elegir el men diario, a mirar al horizonte, a caminar sin rotondas. Cada maana necesitaba ms que una ducha y un caf para volver a ejercitar los msculos atrofiados de una voluntad somnolienta, deshecha, vencida. Un mundo extrao y hostil ms que antes si cabe, obstrua su raciocinio. Se encorvaba al sentir el peso de las nubes. Con el alivio que le haba proporcionado creer que ms all del techo haban unos cmplices de algodn. Tena lo que tanto anhel y en cambio aoraba no tenerlo. Se reconoca vivo al pensar en aquellas cartas que escriba a diario; en el sufrimiento por aquel amor interrumpido cuando ms necesitaba extenderse; en el regocijo de la desesperacin; en la falta de expectativas; en la seguridad de un orden exacto. Le espantaba el bullicio de cualquier calle concurrida y le tranquilizaba pensar en la cantinela inanimada y redundante del funcionario en el recuento. El luto se instal como un inquilino con renta antigua imposible de desahuciar. Dnde se aloj la bala perdida en su carne de can? Quin abri sus

cartas antes de recibirlas? Quin recuper sus dividendos tras la estafa? El sueo le abandon al cumplirse. La celda lo capturaba. Y al salir del presidio revent como lo hacen las pompas de jabn al tocar el suelo. El funeral no dur lo que dict un juez. Dur toda una vida. La carne de can es para las balas perdidas.

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