Está en la página 1de 2

El domingo estaba agonizando como la posibilidad de colocar el pellejo en el mercao, como la ocasin desesperada por huir de la soledad.

Sus ojos agonizaban por culpa de unos alrededores anodinos; igual es espolvorear sal sobre el ocano, echar una flor sinttica a la tapa de un atad, comer pan con gachas o buscar tu nombre en una lista de desaparecidos. Si recargas lo cargado te sale una bonita joroba barroca, l lo saba y quiso poner remedios paliativos, aunque tambin saba que no todo depende de uno. Bien cenado, bien duchado y bien dispuesto sali a la calle, inquieto e inseguro pero decidido a conocer otras almas con hlices, o sin ellas, que tampoco era cuestin de ponerse muy tiquismiquis. La esperanza no era su fuerte, ni el optimismo, ni el up, ni la seguridad en s mismo. Pero mira t por donde, ese domingo casi gastado venci a su obligada muerte sin necesidad de desfibrilador. Desde entonces, el dolor, la tristeza, el desencanto, la desesperacin, la soledad y los domingos que agonizan, tienen sentido. Tiene sentido hasta el sufrimiento si alguna vez unas hlices de ngel te laminaron el corazn. Cuando las rodajas han salido extremadamente finas se

trata de un signo de sofisticacin.

También podría gustarte