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Aprender a respirar

Luis de la Herrán Gascón


http://www.cop.es/colegiados/E-0...
Director del <>

Nuestros pensamientos y nuestras acciones están


íntimamente relacionadas con nuestros
sentimientos. Lo que hacemos y pensamos tiene que
ver directamente en cómo nos sentimos y en nuestro
estado de ánimo. No podemos separar nuestro
organismo físico de nuestras creencias y de nuestras
emociones.

Un ejemplo clarísimo de esta unión lo encontramos en la


respiración. Una respiración adecuada nos da la clave para
manejar, en cierta medida, nuestros "nervios y agobios". A través
de una acción (respirar) controlamos un sentimiento (ansiedad).
Existen otras técnicas para manejar la ansiedad, pero son dominio
de la psicoterapia y de un contacto cara a cara del terapeuta con el
cliente; sería estéril explicarlas en el papel.

Ese ejercicio tan cotidiano y a veces tan inadvertido como es coger


aire y explusarlo, puede convertirse, si nosotros lo decidimos, en
un elemento decisivo para rebajar nuestras tensiones diarias
acumuladas.

Respiramos desde que nacemos, y el hecho de respirar se


convierte en algo monótono y automático al que prestamos poca o
ninguna atención.

Para aprender a respirar de una manera más adecuada a como lo


suelen hacer la mayoría de las personas, es necesario conocer
primeramente dónde se acumula gran parte de la tensión muscular
que acarreamos durante todo el día. Me refiero al estómago y sus
alrededores. Al rededor del abdomen se concentran multitud de
nervios sensibles a la ansiedad, a la angustia y a "los nervios" de
cada día (valga la redundancia).

El estómago y sus alrededores son, por tanto, diana fácil de las


tensiones diarias.

Lo siguiente que hay que conocer para utilizar la respiración como


relajante, es que podemos respirar con varias zonas de nuestro
tórax. Claro está que siempre será con los pulmones, pero los
pulmones son muy grandes y se distribuyen en una zona muy
amplia de nuestro cuerpo. Podemos respirar solamente con el
pecho (como hacen los niños cuando se les pide que tomen el
máximo de aire que puedan). También podemos respirar con el
abdomen (cuando estamos muy cansados o dormidos). Por último
podemos respirar con ambas partes a la vez.

El tercer aspecto que debemos tener presente a la hora de


aprender a respirar es caer en la cuenta de cómo lo venimos
haciendo hasta ahora. ¿Respiramos con la tripa, con el pecho o
con las dos zonas a la vez? ¿Con qué zona cogemos más aire?
Las respuestas a estas preguntas nos revelan nuestro punto de
partida para aprender a respirar.
Si comenzamos a hacer algo nuevo, algo a lo que no estamos
acostumbrados, necesitamos fijarnos en todos los detalles y poner
los cinco sentidos en nuestra nueva tarea. Lo mismo pasa cuando
aprendemos a respirar de una manera distinta a como lo hacemos
normalmente.

La inmensa mayoría de las personas utilizan más el pecho y la


parte alta del tórax para coger aire que la parte del estómago y del
bajo vientre.

Por último, y para terminar estas cuestiones previas a aprender a


respirar, debemos saber que todo aprendizaje, sea del tipo que sea
(la respiración no es una excepción) requiere de algo fundamental:
práctica. Es necesario practicar una y otra vez aquello que
acabamos de aprender para que se convierta en algo habitual en
nuestro comportamiento. Después será necesario poner atención y
concentración en nuestra nueva manera de respirar, para no caer
en el hábito de respirar como lo hacíamos habitualmente. La
voluntad y el empeño son también condiciones "sine quae non"
para que tanto éste como cualquier otro aprendizaje se mantenga
en el tiempo.

A continuación voy a proponer unas sencillas pautas de acción al


alcance de niños, jóvenes, adultos y mayores.

Antes de comenzar es conveniente que no nos apriete ninguna de


las pendas que vestimos: cinturón, reloj, corbata, etc. Si estamos
solos o acompañados de personas de confianza, mucho mejor, ya
que será más fácil que olvidemos el ambiente que nos rodea y nos
centremos en la propia respiración. Sentémonos en una silla
cómoda, sin cruzar las piernas y cerremos los ojos. Coloquemos la
palma de una de nuestras manos a la altura del ombligo, como si
estuviéramos palpando la tripa de una embarazada y quisiéramos
notar los movimientos del niño. La otra mano la colocaremos en el
pecho, a un palmo de distancia de la barbilla. Comencemos a
respirar.

Cogeremos aire por la nariz o por la boca, por donde nos sintamos
más cómodos, y lo expulsaremos también por el lugar que más
cómodo nos resulte. A continuación comprobaremos qué mano es
la que se mueve más al entrar y salir el aire de nuestro cuerpo. No
se trata de coger gran cantidad de aire, sino una cantidad normal,
sin forzarnos. La hiperventilación (inspirar y expirar gran cantidad
de aire durante un tiempo) podría marearnos y producirnos una
pequeña bajada de tensión, como cuando inflamos varios globos
para una fiesta infantil.

Se trata de comprobar, poco a poco, qué utilizamos más: la tripa o


el pecho; e ir utilizando progresivamente más la tripa y menos el
pecho.

La mano que está cerca del ombligo debe moverse con la tripa al
coger aire y al explusarlo. Lo ideal es que la mano del pecho se
mueva lo menos posible; es decir, no utilicemos el pecho para
respirar. Puede ayudarnos pensar que somos como un gran globo
que se hincha y se deshincha a medida que inspiramos y
expiramos.

Al respirar con la tripa y el bajo vientre estaremos actuando


directamente sobre esos nervios que antes comentaba que
confluyen alrededor del estómago y donde se acumulan las
tensiones diarias. Inspirar y expirar destensa esos nervios y los
relaja.

El pensamiento también puede poner su granito de arena para


acabar con la ansiedad. Hasta ahora hemos respirado (acción),
para disminuir nuestra ansiedad (sentimiento) ;pero podemos, a la
vez que respiramos con la tripa, pensar en algo agradable y
placentero para nosotros (pensamiento) y recrearnos en ello.

Repetir estos ejercicios muchas veces a lo largo del día, hará que
no sea necesario colocar las manos en el tórax mientras
respiramos. Esto lo hacemos al principio para tomar conciencia de
la zona que utilizamos para respirar.

Aprender a respirar, al contrario de lo que pueda parecer, no es


una tarea fácil; requiere sobre todo concentración y práctica.

Si nos habituamos a respirar con la tripa y el bajo vientre durante


todo el día (mientras desayunamos, andamos por la calle o vemos
la televisión) estaremos contribuyendo a que nuestro organismo
rebaje su nivel de ansiedad a lo largo de todo el día. Esto nos
posibilitará sentirnos mas tranquilos, tomar decisiones más
calmadamente, enfrentarnos a los asuntos cotidianos con menos
ansiedad y en definitiva ser un poco más felices.
Sobre el documento y el autor

Este artículo apareció en "Hoy y Ayer". nº 179,


invierno 1998

Luis de la Herrán Gascón es Psicólogo


Consultor y Psicoterapeuta Especialista en
Niños y Adolescentes, y Director del Centro
Delta Psicología

lhgdelta@correo.cop.es
Colón de Larreátegui 26, bajo b.
48009 - Bilbao. Tel: 944 241 960
http://www.cop.es/colegiados/E-
03497/index.htm

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