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Las botas del General.

Apenas abri los ojos lo primero que pidi fueron sus armas, sus botas de montar y su caballo. El sudor mojaba su rostro pero l senta mucho frio. Ms que la fiebre, le devoraba la impaciencia por regresar al campo de batalla. -Hay que darse prisa, Coronado ya esta en Quecholac, tenemos que batirlo antes que se incorpore a los franceses. Usted Negrete, fuerza la lnea izquierda, y usted Berriozabal avance por el centro Como nadie le haca caso se puso triste y murmurando entre dientes se fue quedando dormido. Por la madrugada volvi a querer ponerse sus botas y correr al campo de batalla, regao a su asistente porque no le llevaban su caballo. Y como aun as no le haca el menor caso pregunto- Cmo, acaso estoy prisionero?,- Si seor, le respondi su ayudante, esperando que as Ignacio dejar de agitarse. Justo en ese momento pas por la calle una guardia y el corneta toco a marcha. Ya vienen a buscarme y me van a fusilar, est bien dij plido pero sereno, a mi hganme lo que quieran, pero cuidado con quin se atreva a tocar a mis oficiales. Nadie llego e Ignacio intranquilo se durmi de nuevo. Como un resorte se levanto, visti su viejo uniforme, sus lustrosas botas y sus armas. En el patio mont su caballo, el frio de la maana lo sacudi pero el escapo a galope. Las cargas de artillera sonaban cada vez ms cerca y una lluva fina empez a caer. Conforme se acercaba el humo de los caones, los ruidos, marchas y contramarchas, trompetas, todo se fue haciendo denso, de pronto, de la bruma surgio la boca de un

can, Ignacio afirmndose en los estribos, saco su espada, jal la rienda y corri haca la bala que en ese momento se dispar contra l. Finalmente, en la casa nmero ocho de la calle de la santsima expiro a las diez y veinticinco minutos de la maana del ocho de septiembre de mil ochocientos sesenta y dos. A los pies de su cama, sus botas de montar estaban todas llenas de lodo, su confundido asistente, fue regaando por ello.

Ral Madrid Gonzlez.

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