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PANCHITA Todo comenz con la apertura de un pequeo e insignificante comedor a unos pasos del acreditado restaurante Costa Brava,

propiedad de mi familia y el cual me honro en dirigir, con notable xito, por cierto, desde hace ms de treinta aos. La curvilnea y sensual propietaria, camarera y cocinera del Nauyaca no poda sino causar conmocin en un lugar, el mo, en el cual el gnero femenino es inexistente. Est claro que la intuicin falla cuando uno ms la necesita: a quien se le ocurre nombrar Nauyaca a un restaurante? A una serpiente gorda y venenosa, con el labio superior hendido. Primero fue un kilo de tomates que, no voy a negarlo, entregu personalmente a la apetecible vecina. Despus unos camaroncitos, un par de pimientos, media docena de huevos Acab, dos semanas justas despus de la inauguracin, haciendo el amor con ella en la azotea del predio vecino. Imperdonable. Lo s. Todo mi prestigio a la basura! El acoso de mi vecina comenz a hacer mi vida miserable. Me convert en su esclavo y en el hazmerreir de mis empleados. Las peticiones y favores se multiplicaron. Para mi fortuna el Nauyaca es un restaurantucho de poca monta que no cuenta con licencia para la venta de bebidas alcohlicas, de otra manera nada me hubiera salvado de la vergonzante quiebra. Panchita, que as se llamaba la malvada, paseaba impunemente por mi antao ordenado feudo ostentndose como duea y seora, mientras yo me esconda obsesionado por una nica idea: cmo escapar de mi vecina? A mis espaldas todos se carcajeaban de m y la apodaban la patrona. Habl con ella, trat de explicarle que los rumores corran, que mi vida matrimonial, ya de por s desdichada, terminara por derrumbarse si no ponamos fin a esta relacin. Llor, supliqu y, por fin, comprendi. Me dejara en paz siempre y cuando quedara intacta la vigencia de los pactos no escritos que habamos acordado respecto a compartir la carne, el pescado, las verduras, el pan, en fin, todos los insumos que yo compraba y pagaba. La paz retorn pero poco tiempo dur la alegra. Hoy, martes cuatro de junio, abro el cajn del pan y qu me encuentro? otra vez la vecina! S, ah, a la vista de todos, en mi respetable restaurante, un clsico segn las guas de restaurantes ms prestigiadas del pas, una foto a

todo color de la impdica Panchita, exhibiendo sus rollizas formas y una sonrisa que aterrorizara al mismsimo Belceb.

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