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<p>Realmente es poco popular esta forma de pensar, pero tal vez sea
la que deberíamos ir tomando para reorganizar nuestra conducta como
profesores, como personas y como padres comprometidos en la formación
integral de nuestros hijos. Muy raras veces nos concienciamos de que la
aparición de un Fracaso Escolar no es una situación que aparece de repente
y en un momento puntual, si perdura en el tiempo, ya que suele ser fruto de
errores cometidos al comienzo de la vida escolar y que ahora salen por
quedar fijado en el niño o la niña. Se convierte en un rechazo instintivo que
se prolongará a lo largo de los años siguientes si no se soluciona con la
suficiente inteligencia (emocional).</p>
<p>Ya hay suficientes profesionales que parten de la certeza de que
es engañoso estar de acuerdo con la aseveración que afirma que el alumno
tiene un fracaso escolar. El alumno/a fracasa porque se le hace fracasar; si
no consigue los objetivos pedagógicos marcados y su rendimiento es bajo,
habrá que buscar las causas, no tanto dentro del niño, sino fuera de él,
replanteándose qué se está haciendo para la adecuación de esos objetivos
con las capacidades particulares y circunstancias del niño que sufre ese
problema.</p>
<p>Ojalá fuera este un tema a tratar con facilidad con los padres y no
fuera espinoso y a veces hasta fruto de escándalo, pero los progenitores
podemos llegar a ser los primeros responsables del fracaso escolar de
nuestros hijos. Es fácil llegar a ver cómo parte de los conflictos que tiene el
niño o el adolescente en su casa es trasvasado a la escuela, seguramente
detestable por el psicólogo al hablar u observar el comportamiento normal,
cotidiano, del alumno en clase.</p>
<p>El problema puede ser el mismo para dos chicos distintos, pero
significativamente tendrá unos resultados distintos según sea el clima o el
ambiente familiar que uno u otro tengan. Obviamente hay situaciones en el
seno familiar que dejan huella facilitando o dificultando el desarrollo
integral del niño y su posición, activa o pasiva, ante el fracaso, retraso o
bache escolar. Es importante el socioeconómico y cultural de los padres.
Unos padres cultos y vigilantes ante la educación de los hijos pueden
advertir que a ciertas edades las tareas educativas y las presiones tienen ya
una incidencia bastante reducida y que debe darse a los hijos campo libre
para experimentar y vivir según sus criterios, para poder comprobar si son
válidos o no.</p>
<p>Rara vez lo que fue bueno para uno es bueno para otro, ya que no
solemos tener en cuenta lo diferente de la persona y mucho menos el
tiempo histórico y social en el que se vive. Repetir esquemas que fracasan
o fueron eficaces en otros y en circunstancias distintas, no sirve de ningún
modo.</p>
<p>Es raro pensar que unos padres no quieran educar y formar bien
a sus hijos, pero la realidad nos informa que muchos “dimiten” y otros no
aciertan cómo hacerlo, por no conocer la realidad que atraviesa y vive el
hijo; sus exigencias, etapas evolutivas, necesidades de cada fase, etc.
Nosotros maduramos y cambiamos, nuestros hijos también, y en ese
cambio cambia igualmente nuestras escalas de valores al igual que las
suyas. ¿Por qué no tratar de cohesionarlas? ¿Por qué no respetar también
sus individualidades? El objetivo es “hacer de la familia una sociedad
completa e insustituible”. (Gutierrez, M.)</p>
4. <p>CONCLUSIONES PERSONALES</p>
<p>En cuanto a la corresponsabilidad Familia-Escuela, podríamos
seguir manifestando con grandilocuencia, extensas parrafadas que no
harían más que ahondar en el círculo que ya hemos argumentado a lo largo
del trabajo. Nos parece acertado plasmar literalmente, por una parte, las
palabras de uno de los psicólogos contemporáneos más universales, Henri
Wallon, extraídas de su libro “La higiene psíquica y mental de la infancia”:
“En efecto, la escuela no es sólo el lugar donde el niño viene a recibir
unas migajas de instrucción; es toda la vida del niño. Una vez que el niño
se ha convertido en un escolar, todo el empleo de su jornada está
subordinado a la escuela. Por la mañana se levanta a la hora indicada
para ir a clase; sus comidas las toma en función del horario de la escuela;
todos sus intereses están dirigidos a la escuela; toda su vida pertenece a la
escuela. Hay que hacerse cargo de lo que significa para un alma infantil el
hecho de ir a la escuela. Yo os he hablado de los diferentes actos del día:
levantarse, comer, etc., yo os hablaba de los intereses del niño, pero
imaginaros también que la espontaneidad del niño está sometida a la
disciplina de la escuela. Hay ahí, por consiguiente una considerable
RESPONSABILIDAD de la escuela con respecto al niño. El educador no
puede desinteresarse de cómo es la vida del niño en general.”</p>