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REGRESO AL «CAMPO DE BATALLA» Pedro Fernéndes Liria En junio de 1975, con ocasién de su doctorado, Althusser resumia asi ante un tribunal de la Universidad de Picardie (Amiens) el sentido y la intencién de su polémica «intervencién teériea» en el escenario politico de los aitos sesenta: «Cogidos en las grandes luchas de clase de la historia contempori- nea, nos hallsbamos comprometidos en los combates de! movimiento obre- 10 y queriamos ser marxistas. Ahora bien, no era fil ser marxistae identi- ficarse con la teoria marxista vigente, incluso después del XX Congreso [del Partido Comunista}, porque el dogmatismo anterior subsistia junto con cl contrapunto de las charlatanerias filosdficas ‘marxistas’ acerca del hombre. YY como tales charlatanerias se apoyaban sobre la letra de las obras de juven- tud de Marx era necesario volver a Marx para aclarar un poco el pensa- miento obmubilado por las pruebas a que lo sometia Ia historia. No insistiré acerca del caricter politico de mi proceder: tuvo la originalidad —que no le han perdonado jamas— de criticar al dogmatismo no desde las posiciones de derecha de la ideologia humanista, sino desde las posiciones de izquiet- dda del antihumanismo tedrico, del antiempirismo y det antieconomicismo. [Lo] Se trataba de reintegrarle a la teoria marxista —usada por el dogmatis- ‘mo y el humanismo marxista como la ideologia de turno— parte de sus titu- los de teoria y de teoria revolucionaria. En el Prefacio de El capital, Marx expresé el deseo de tener ‘lectores capaces de pensar por si mismos’. Para intentar pensar aquello que Marx habia pensado, fo menos que podiamos hhacer era volver a él intentando ‘pensar por nosotros mismos” aquello que él habia pensadoy! 4 Pedro Ferndndez Liria Lo cierto es que munca agradeceremos to suficiente a Althusser haber saeado al marxismo del estado de extrema miseria te6rica en el que se encontraba a principios de los aflos sesenta. Sélo por haber logrado sustraer al pensamiento marxista de la funesta inercia ala que el «dogmatismoy sta- linistay la pura pereza intelectual le habian suelo durante décadas, nuestra deuda con Althusser es ya incalculable. En una época en la que ef marxismo se comportaba en lo te6tieo como una «doctrina» felizmente acabada, Althusser venia a preguntar con la impertinencia ¢ ingenuidad de un Sécrates redivivo: qué significa en reai- dad ser marxista?; 0, lo que es lo mismo: jen qué consiste verdaderamente Je aportacién tebrica de Marx? ‘arias generaciones de marvistas hemos aprendido con él a entender a Marx y a descubrir—a menudo contra nuestros propios prejuicios y expee- tativas-, la naturaleza, el sentido y el alcance de la «revolucion teérica» temprendida por éste en Das Kapital. Entre 1965, fecha en que aparece Pour ‘Marx, ¥ 1980, aio en que Althusser consuma el homicidio de su mujer, sus escritos distiutaron de unsa enorme difusion entre comunistas € intelectuales de izquierda de todo el mundo y se convirtieron en objeto de encendidas polémicas que obligaron al movimiento comunista internacional a salir de su letargo tedrico y a ponerse a pensar. Durante algiin tiempo, escribe alguien que fe conocis bien, «todos fuimos althusserianos —o antialthusse- rianos, que, al fin, es lo mismo—. A favor o en contra de sus andlisis, todos pasamos a través de aquella contundente maquina de trturar convieciones inmediatas y lugares comunes adquiridos a lo largo de varias décadas de eclipse tebrico»?. Pero el 16 de noviembre de 1980 todo cambio. El estrangulamiento de su _mujer convirti de manera fulminante a Althusser en un autor maldito y pro- porcioné a todos sus detractores una coartada para eludir sus argumentos y olvidarle defintivamente3. Una prudencia instintiva por parte del movi- ‘miento comunista europeo contribuyé a consumar este olvido. Althusser fue intemado en el sanatorio de Sainte-Anne, donde permane~ ceria confinado hasta junio de 1981, cuando fue trasladado a la clinica de Soisy-sur-Seine, en cuyo pabell6n 7 residiria hasta julio de 1983. En mucho tiempo, no volveria a escribir. Pero a partir de julio de 1982, Althusser Regreso al «campo de batalla» cemprende un inesperado regreso al «Kampyplatz» files6fico, con una serie de textos que, en unos tiempos en los que el pensamiento parecia congratu- larse de su propia manifesta «debilidady, caerian sobre nuestras mentes como agua vivificante. Sin embargo, estos textos apenas han sido objeto de consideracién fucra de Francia y, ain all, lo han sido s6lo por un reducido circulo de intclectuales que se han sentido obligados a referirse a ellos por considerarse en deuda con el autor de Pour Marx y Lire «Le capital» Por nuestra parte, hemos de decir que una primera lectura répida de dichos textos —tres de los cuales presentamos en el presente volumen— nos caus6 cierta desazén. En 1982, Althusser parece no haber abdicado todavia de su antiguo € initil empeiio de encontrar la «filosofia» que «opera» 0 «funciona» en la obra «cientifiea» de Marx y que éste, sin embargo, no llegé nunca a formula’. Asi, Althusser nos habla de un ««materialismo del encuentro» (0 «materialismo aleatorio») que seria algo asi como la «corriente subterranea» que habria atravesado la historia del ponsamicnto desde Demécrito y Epicuro hasta Heidegger, pasando por Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Spinoza y Marx, y que, en esta ocasién, Althusser parece dispuesto a considerar como la auténtica «filosofia» 0 ‘«postura filoséfica» de Mar. Pero pronto descubrimos la preocupacién que subyace a tan vano empe- ‘io; preocupacién que es la misma que dio lugar a los escritosalthusserianos recogidos en Pour Marx y Lire «Le capital, casi veinte aos ats. En rea- lidad, el objetivo de Althusser fue siempre el mismo: poner de manifesto el aleance y la naturaleza de la revolucién tebrica de Marx. Y desde el princi- Pio, Althusser se percat6 de que la nica manera de aleanzar este objetivo, dd hacer inteligible la aportacion de Marx, era hacer justamente lo contrario de lo que se venta haciendo hasta e! momento de su decisiva «intervencidn aislar el pensamiento de Marx del de Hegel, poner al descubierto en toda su dimension ta brecha que separa a Marx de Hegel, en lugar de dedicarse a ‘char tierra de una forma u otra sobre ella hasta hacerla imperceptible, como desde dentro y fuera del marxismo se habia hecho tan a menudo. «La meta de mis ensayos —escribe Althusser en un andlisis retrospectivo de su propia obra — consistia en descolocar a Marx respecto de Hegely”. Y, en efecto, lo que tanto Pour Marx como Lire «Le capital» venian a

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