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Julio Bautista Las guerras son batallas

en las que nadie gana

L
a evaluación de estas luchas de poder en las que el hombre saca a relucir sus más fieros instintos,
impulsado por el miedo y la confusión, nos obligan a poner en tela de juicio el desmedido inte-
rés por la valoración de las pérdidas políticas y materiales.
Para entrar en discusión, tendremos que destacar que las apreciaciones mencionadas resultan
inútiles siempre que se les compare con las bajas humanas registradas en estos conflictos, tema al que
debemos un particular interés, pues éste es la clave que nos permitirá enfrentar nuestros verdaderos
pecados de guerra.
Grandes tomas gráficas y multimedia invaden los noticiaros para reportar luchas internacionales. Cadáveres,
escombros y grandes explosiones se muestran para revelarnos el nivel del conflicto en cuestión, pero ¿qué pasa más
allá de los números?, ¿cómo actúa y qué piensa la gente que no se ve a cuadro? y que, sin portar un arma, mata-
ría con sus propias manos para sobrevivir.

El puente (Die Brücke) La tumba de las luciérnagas

DIRECTOR: BERNHARD WICKI
PAÍS: ALEMANIA
(Hotaru no haka)
AÑO: 1959 DIRECTOR: ISAO TAKAHATA
PAÍS: JAPÓN
AÑO: 1988

S
in importar de
qué lado del

E
puente te encuen-
tres, el final es la sali-
da, pero el riesgo está
en quedarse justo en
medio, como lo com-
probaron un puñado
de soldados improvisa-
dos, quienes después
de jugar, sólo tuvieron
unos minutos para
enfrentarse a las cruel-
dades de la vida.
Sin saber cómo, ni
por qué, un grupo de
adolescentes alemanes harán frente a
“los enemigos de su patria”, enfrascán-
dose en medio de la noche en una tensa
18 ... 30 de noviembre / Número 9 ...
n el centro del conflicto, pero distantes de lo que puede
llegar a representar, los hermanos Seita y Setsuko enfren-
tarán una doble desgracia: la guerra y la orfandad,
comenzando así una lucha por mantenerse con vida, pelean-
do sin armas, pero en contra de los suyos, para quienes
vale más un nabo, un dulce o un plato de arroz que la vida
de estos niños a los que días antes daban cariño y la pro-
mesa de mantenerse como familia por los lazos de sangre
que los unían.
Hambrunas, robo, muerte y despertar sin esperanzas
representan las desgracias más asfixiantes que puede vivir
un ser humano, y es que durante los conflictos bélicos los
límites de la razón se mantienen sometidos como una
estrategia para hacernos abandonar nuestros propios valo-
res morales.
En la desgracia pareciera
que todas las conductas primi-

tivas tuvieran justificación y

batalla que librarán desde un puente
que sirve de acceso a su pueblo y que
representa un lugar desde el que podrí-
an atacar los enemigos.
Obligados a servir y madurar, este
grupo de jóvenes apostará sus vidas
por una libertad ficticia, perdida desde
la primera bala, quedando como los
protagonistas desconocidos de una
batalla que nunca fue de ellos, sino en
contra de ellos.
aunque en este caos, cada vez
más institucionalizado, existen
tratados internacionales para
reglamentar los enfrentamien-
tos, difícilmente estas normas
representan una máxima de
comportamiento y muestran
ser poco práticas cuando ha lle-
gado el momento de marcar el
territorio con sangre.