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Oe test LEO | oe \ COA | NY a * OC iE mente EDITORIAL ANDRES BELLO- Eis Jac eile fe. Bie) Ninguna parte de esta publicacién, incluido el disehio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada 0 transmitida en manera alguna ni por ningin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecinico, éptico, de graba- cin 0 de fotocopia, sin permiso previo del editor. iembre de 1994 Segunda edicién: abril de 1995 Titulo original: Catching the Light Edici6n original: Bantam Books, Nueva York, 1995 ‘Traduccién: CARLOS GARDINI Copyright © 1993 by Arthur Zajone ©EDITORIAL ANDRES BELLO. Av. Ricardo Lyon 946, Santiago de Chile Derechos exclusivos en lengua espafiola para América Latina Inscripcién N.* 91.382, 1994 Se terminé de imprimir esta segunda edicién de 2.000 ejemplares en el mesde abril de 1995 IMPRESORES: Antértica S.A. IMPRESO EN CHILE/PRINTED IN CHILE ISBN 956-131270-0 CONTENIDO 2 ELDON DELALUZ u 8. LALUZ ESCINDIDA: LUZ DIVINAY CIENCIA OPTICA 30 4, ANATOMIA DE LA LUZ Bo 5,_LALLAMA CANTARINA: LA LUZ COMO ONDA ETEREA 7 6. CAMPOS RADIANTES: VIENDO ALA LUZ DE LA ELECTRICIDAD 128 7, LAPUERTA DEL. ARCO IRIS 157 B._UNA CIENCIA CON ALMA: GOETHE Y STEINER 183 9,_LATEORIA CUANTICA A LA LUZ DE LAS VELAS 219 27 10. RELATIVIDAD ¥ BELLEZA L._MENOS LUZ: UNA CONCEPCION CONTEMPORANFA 12. VIENDOLALUZ Notas Agradecimientos Indice tematico 328 337 357 Sao Te contaré cémo el sol elevé una cinta por vez. Emily Dickinson Yo soy aquel que abre los ojos, y se hace la hw: cuando cierra los ojos, se cierne la oscuridad. El dios egiprio Ra, 1300 .a.C. Si Ia luz se eleva en el cielo del coravén -y en el purisimo hombre interior alcanza el resplandor del sol o de muchos soles-, entonces su coraz6n es tini camente luz, su cuerpo sutil es luz, su atuendo m terial es luz; su porte, su visidn, su mano, sti ext rior, su interior, son nada mas que hz. Najm Razi, 1256 Cincuenta afos de tenaz reflexion no me han bas- tado para responder a la pregunta “zQué son los cuantos de lw2”. Clare que hoy cualquier pillastre cree conocer la respuesta, pero se engafia. Albert Kinstein, 1951 1 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA Usa tu luz interior para recobrar la claridad natural de tu vision.’ Lao-r2u En 1910 los cirujanos Moreau y LePrince operaron a un nino de ocho afios, ciego de nacimiento, que padecia de cataratas.* Después de la operacion, ansiaban averiguar cémo veia. Cuando los ojos del paciente sanaron, le quitaron las vendas. Agitando una mano frente a sus ojos, que ya no tenfan ningun problema fisico, le preguntaron qué vefa. El murmuré: “No sé”. “¢No ves el movimiento?” “No sé”, repitié el nifio. Los ojos no seguian el lento movimiento de la mano. Sélo vefan un brillo variable. Cuan- do le permitieron tocar la mano, exclam6 con voz triunfal: “jSe mueve!” Podia sentir el movimiento e incluso, como dijo, “oir el movimiento”, pero atin debja aprender a verlo. La luz y los ojos no bastaban para darle la vision. Al atravesar la negra y limpia pupila de sus ojos, esa primera luz no suscitaba el eco de una imagen interior. La visién del nifio comenzé como una vista hueca, muda, oscura y sobrecogedora. La luz del dia lo Mamaba, pero la de la mente no respondia desde el interior de sus ansio- sos ojos abiertos. La luz de la naturaleza y la de la mente se entrelazan dentro del ojo y suscitan la visidn. Pero cada una de ellas por separado es misteriosa y oscura. Aun la luz mas brillante pue- de escapar a nuestra vista. ATRAPANDO LA LUZ Como parte de lo que denomino “Proyecto Eureka”, un ami- go y yo hemos disenado y construido un dispositive donde se ye una regién del espacio inundada de luz. Es un artefacto sencillo pero sorprendente que consiste en una caja disehada cuidadosamente y un potente proyector que arroja luz en su interior. Hemos procurado que la luz no alumbre objetos ni superficies dentro de la caja. Dentro de ésta s6lo hay luz pura en abundancia. La pregunta es qué se ve entonces. ¢Qué as- pecto tiene la luz cuando esta totalmente sola? Enciendo el proyector, cuya bombilla y lentes se ven a través de un panel de plexiglas. Por medio de elementos 6pticos, el proyector envia una luz brillante al interior de la caja. Acercando- me a un orificio, miro dentro y observo la luz que contiene. Qué veo? jOscuridad absoluta! Sdlo la negrura del espacio vacio. En el exterior de la caja hay una manivela conectada a una vara que puede entrar y salir de ella. Si tiro de ella, la vara penetra en ese espacio oscuro con un relampagueo y se ve en un costado, brillante e iluminada. Pero sin un objeto donde caiga la luz, sélo se ve oscuridad. La luz es invisible. Uno sélo ve cosas, objetos, nunca luz. Este dispositivo me recuerda una conyersacién que enta- blé con Rusty Schweickart, astronauta del proyecto Apolo, mientras cendbamos juntos. Hablando de su caminata espa- cial, le pregunté qué se veia en el vacio iluminado del espacio exterior. Respondi6 que era dificil mantener la nave espacial y otros artefactos iluminados fuera de la vista, pero cuando uno lo conseguia sdlo veia las negras honduras del espacio profundo consteladas con la luz de un sinfin de astros. La luz del sol estaba presente por doquier, pero no caia sobre nada y en consecuencia no se veia nada. Sdlo oscuridad. Oscuridad interior Dos luces alumbran nuestro mundo. Por un lado tenemos la del|sol, pero otra le responde, la del ojo. S6lo vemos median- 2 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA te su entrelazamiento; cuando falta una de ambas, estamos a ciegas. Uno de los casos mejor estudiados de recuperacién de ceguera congénita es el de S. B., investigado por los psicélo- gos Gregory y Wallace.* El 9 de diciembre de 1958 y el 1 de enero de 1959, un sujeto masculino ciego, de nacionalidad inglesa, recibis trasplantes de cérnea. Por primera vez desde que tenia diez meses pudo utilizar sus ojos. ¢Qué vio? Los tutores de S. B. lo habian anotado a los nueve afios en la Escuela para Ciegos Birmingham, donde aprendioé el oficio de zapatero. Gandndose el sustento con ese medio, llev6 una vida de inusitada independencia, por tratarse de un ciego. Por ejemplo, realizaba largos paseos en bicicleta apo- yAndose en el hombro de un amigo. Aficionado a la jardine- ria y las tareas manuales en general, era un hombre aplomado, jovial e inteligente. Un mes después de las operaciones, Gregory y Wallace lo examinaron y le preguntaron cémo habia sido su primera experiencia visual después de las intervenciones. S. B. respon- did que habia ofdo la voz de su cirujano frente a él y a un costado, Volviéndose hacia el sonido, vio un “borrén”. No sabia qué era el borrén, pero, habiendo oido la voz del médi- co, y sabiendo que las voces venian de las caras, razond que debia tratarse del rostro del médico. Los rostros “nunca eran faciles”, declaré el paciente, aun largo tempo después de la operacién. Y ahi no acababan sus dificultades. Las investiga- ciones de Gregory y Wallace (y otros estudios anteriores y posteriores) han demostrado que no resulta facil aprender a ver cuando se es adulto. Cuando S. B. obtuvo el alta en el hospital, Gregory y Wallace lo Nevaron a un museo de ciencia y tecnologia. Se interesaba en las herramientas y estaba emocionado ante la posibilidad de ver cosas que hasta el momento sdlo habia manipulado o cuya descripci6n s6lo conocia de oidas. Lo acercaron a un torno y le preguntaron qué era. Contrariado, no supo responder. Lo acercaron mis y le permitieron tocar- lo. Lo acaricié avidamente con los ojos cerrados, retrocedié 3 ATRAPANDO LA LUZ un paso, abrio los ojos y declaré: “Ahora que lo he sentido, puedo verlo”. En este caso, el pausado aprendizaje de la visién se pro- long6 dos ajios, hasta su muerte. La lentitud del proceso y la limitacién de los resultados le causaron una profunda desilu- si6n, como invariablemente ocurre con todos los afectados que se encuentran en ese trance. A menudo S. B. y pacientes similares prescinden de la vista; por ejemplo, dejan las luces de la casa apagadas y se desplazan del modo habitual en los ciegos. En muchos casos el esfuerzo es demasiado grande. Algunos desisten por completo, y a veces llegan al tragico extremo de quitarse la vida. En su estudio sistematico sobre sesenta y seis casos de recuperaci6n de la vista en ciegos de nacimiento, M. von Sen- den Ilego a la conclusién de que es preciso superar un sinfin de asombrosas dificultades para aprender a ver. Cuando el paciente despierta de la intervenci6n quirtrgica no ve un mundo de luz, colores y formas inteligibles. E] proyecto de aprender a ver conduce inevitablemente a una crisis psicol6- gica que puede terminar en el rechazo de la vista. Las nuevas impresiones amenazan la seguridad de un mundo que se ba- saba en las sensaciones del tacto y del oido. Algunos deciden que es mejor ser ciegos en su propio mundo que videntes en un mundo extrano.* En las uiltimas décadas, la investigaci6n de la visién en los animales ha permitido ampliar y corroborar los estudios sobre recuperacion de ciegos congénitos. Se ha confirmado, por ejem- plo, que un gato sera ciego para siempre si no puede distinguir formas durante el perfodo critico que va desde su cuarta semana hasta su cuarto mes, aunque esté en un dmbito iluminado. La salud 6ptica del Grgano ocular no basta para la visi6n. Durante los primeros meses de vida, el acto de ver configura estructuras en el ojo o el cerebro del gato. Sin el alimento de la visi6n de los primeros meses, estas estructuras decaen o se atrofian. Al cabo del cuarto mes, el daiio es irreparable.> E] desarrollo natural de la vision humana es muy similar. Durante un periodo critico de los primeros afios de vida, se 4 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA desarrollan aptitudes visuales, asi como muchas otras senso- riales y motrices tales como el hablar y el andar. Si se pierde esta oportunidad, es muy dificil compensar esta pérdida en un periodo posterior y, en general, el intento es infructuoso. En el caso del paciente de ocho afios del doctor Moreau, los padres del nifio lo obligaron a entregarlo a un instituto después de varios meses de labor. Al aio siguiente se perdid todo lo que habia aprendido con la ayuda del doctor Moreau. EI relato de éste trasunta el agotamiento y la decepcion de no haber conseguido mas efectos permanentes a pesar de consa- grarle toda su atencién. Una vez mas se impone la verdad que la visi6n requiere mucho mas que de un organo fisico funcio- nal. Sin una luz interior, sin una imaginacién visual y formati- va, somos ciegos. Moreau escribe: Seria err6neo suponer que un paciente que ha recobrado la vista mediante una intervenci6n quirtirgica esta en condiciones de ver el mundo externo. Los ojos, por cierto, adquieren la capacidad de ver, pero el uso de esta capacidad, la cual constituye el acto de ver, atin se debe adquirir desde el comienzo mismo. La operacién no cumple mas funcién que la de preparar los ojos para ver; la educacién es el factor mas importante... Devolver la vista a una persona congénitamente ciega es tarea de un educador, no de un cirujano.® El] nifio de Moreau se aferraba a los medios cognitivos que le resultaban familiares y tranquilizadores: el tacto, el oido, el olfato. Para actuar de otro modo, para ver, se reque- ria un esfuerzo sobrehumano. En muchos sentidos todos actuamos como este nifio. Las aptitudes cognitivas que posee- mos definen nuestro mundo, le otorgan sustancia y sentido. La posibilidad de crecimiento es también una posibilidad de pérdida, y no sdlo representa un don sino una amenaza. Uno debe morir para transformarse. Las aptitudes que adqui- rimos nos sumen en un tumulto de nuevos fenémenos psiqui- cos, y somos como Odiseo naufragando en un mar borrascoso. ATRAPANDO LALUZ Como él, nos aferramos tenazmente a la despedazada quilla del barco donde habiamos emprendido nuestra travesia, tini- co y Ultimo contacto con una realidad conocida. ¢Por qué abandonarla? :Tenemos la fuerza para renunciar, para cam- biar? :O las voces que nos incitan a aventurarnos en terreno desconocido pertenecen a las crueles sirenas? Asi cerramos los ojos y nos aferramos a lo conocido. Ademias de la luz exterior y el ojo, la vista requiere una “luz interior” cuyo resplandor complementa la exterior y trans- forma la sensacién pura en una percepcién dotada de senti- do. La luz de la mente debe conjugarse con la de Ja naturaleza para suscitar un mundo. Esto nos plantea un segundo interro- gante. Habiendo presentado la luz de la mente, gqué es en verdad la luz de la naturaleza? La oscuridad que es luz Mi “caja de luz” pone al observador frente a esta pregunta des- concertante: cual es la naturaleza de esa cosa invisible que lla- mamos luz y cuya presencia expone todo a la visién, con la excepcién de si misma? Con el tiempo, nuestra civilizacién ha dado muchas respuestas. La hemos llamado con nombres de dioses, o la hemos transformado en acto y atributo de lo divino. Aun cuando la ciencia occidental le otorg6 una naturaleza mas sustancial, siempre reflejaba nuestro asombro y capacidad imagi- nativa. A principios del siglo diecisiete, Francis Bacon se maravi- llaba de que se hubiera investigado tan poco la “forma y el origen de la luz”.” ;Por qué no se habia descubierto la naturaleza especi- fica de algo tan importante como la luz? Casi cuatrocientos afios después, atin sentimos, al igual que Bacon, una natural curiosi- dad acerca de su composici6n, tamafio y movimiento. En otras palabras, deseamos conocer su naturaleza fisica. En mi vida profesional, al principio procuré compren- derla por medio de investigaciones de laboratorio en 6ptica cuantica. En experimentos con laser realizados en institutos 6 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA. de Boulder, Amherst, Paris, Hanover y Munich, estudié la luz y el modo en que toca la materia. Cuanto mas aprendia sobre su teoria cudntica, tanto tedrica como experimentalmente, mas prodigiosa parecia. Aun munido con teorias tan afinadas, no vislumbro una conclusién para nuestra exploracién de la luz. Por el contrario, conserva todo su misterio. La teoria cuantica se ha hecho cargo de las concepciones simplistas y mecanicistas que ofrecia la ciencia del pasado y, sobre la séli- da base de la experimentacién, ha demostrado que son invia- bles. Las ha reemplazado por una nueva teoria que todo gran fisico moderno, desde Albert Einstein hasta Richard Feyn- man, ha procurado en vano comprender, como ellos mismos admitieron. Senti entusiasmo al entender que ~a pesar de los alcan- ces, la precisién y la belleza de la 6ptica cudntica— no sabemos qué es la luz. Sus viejos idolos cientificos han sido destruidos como efigies obsoletas, y los intentos de construir nuevos han fracasado. Nuestro dominio técnico ha abierto todas las puer- tas que una precipitada arrogancia cientifica mantenia cerra- das. No pude resistirme a explorar todos los pasadizos, viejos y nuevos, de la vasta mansi6n de la luz. Este libro cuenta la historia de lo que encontré alli. Ante todo, descubri que ha suscitado un sinfin de asocia- ciones artisticas y religiosas de extraordinaria belleza. Los fisi- cos la han abordado con un enfoque cientifico, los pensadores religiosos en forma simbélica, los artistas y tecnicos como algo practico. Cada cual expresa una parte de nuestra experiencia de la luz. Cuando se los oye en conjunto, todos hablan de algo cuya naturaleza y sentido ha sido objeto de atencién y veneraci6n humanas durante milenios. En los tres ultimos siglos, las dimensiones artisticas y religiosas de la luz han per- manecido aisladas de su estudio cientifico. Creo que ha llega- do el momento de reunirlas nuevamente para elaborar una imagen mas completa que la que puede ofrecer cualquiera de estas disciplinas. La luz toca todos los aspectos de nuestro ser, y en cada encuentro nos revela una nueva faceta. Una historia de estos ATRAPANDO LALUZ encuentros puede aproximarnos a su naturaleza e internar- nos en ella. Mucho antes de ser objeto de estudio cientifico, la luz, y especialmente sus fuentes, se veneraban como divi- nas, una imagen de la naturaleza de la deidad. En las mitolo- gias de todas las civilizaciones abundan las historias acerca del sol, la luna, las estrellas, el fuego, el arco iris y la aurora. También se relacionan con el ser de la luz, pues forman parte de la experiencia humana de ésta. En este libro hablaré tanto de la teorfa cuantica de la luz como de Ahura Mazda, su dios zoroastriano. La abordaré desde muchos dngulos, tanto miti- cos y espirituales como histGricos y técnicos. Sus multiples facetas han ejercido su atraccién sobre diversas épocas y di- versos pueblos. Mis estudios me condujeron a la conclusién de que las caracteristicas de una cultura se reflejan en la imagen que ha elaborado de la luz. Cada cual ha intentado develar a su manera su indole y sentido, y asf ha originado un relato sobre ella misma. Al narrar ese relato, una cultura reve- Ja tanto sobre si -sobre la luz de la mente de un pueblo— como sobre la luz de la naturaleza. Estos temas gemelos se entrelazan en torno del eje central de estas paginas, como las serpientes que se enroscan en el caduceo de Hermes, el dios de la comunicacién: la naturaleza cambiante de dos luces, la luz externa de la naturaleza y la luz interna de la mente. Estoy convencido de que ambas son inseparables. Al seguir su itinerario histérico, no sélo presenciamos las cambiantes ideas sobre la luz sino la cambiante conciencia humana que la estudia. Durante muchos anos hemos observa- do el semblante de la luz natural, preguntindonos qué es o quién es. Ha envejecido tanto durante esos milenios de obser- vaci6n, sus rasgos han cambiado, y el tierno rostro de su in- fancia esta oculto casi por completo. Exhibe ahora un semblante mas severo, mas utilitario y matematico, pero atin hoy otros rostros —artisticos, cientificos y espirituales~ comple- mentan el primero. :Cémo lucird majiana? A través de todas las épocas e imagenes, el mismo sol ha entibiado la tierra e iluminado el planeta. La luz, desde su nacimiento como idea hasta la forma que cobre al final del tiempo, habra presencia- 8 LUGES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA. do reinos enteros y nutrido praderas, 4rboles y flores. ¢C6mo hemos modificado esa cosa que llamamos luz por medio de las luces de nuestra conciencia? Del contacto de la naturaleza con la mente surge una comprensi6n de la vida de la luz. Este libro, pues, es una biografia de esa compajira invisible que no s6lo nos alumbra por fuera sino también por dentro. 2 EL DON DE LA LUZ Oh sol, de este grandioso mundo ojo y alma. Minton Mientras se creaban las bestias de la tierra, el titan Epimeteo (cuyo nombre significa “pensamiento retrospectivo”) asumié la tarea de brindar a cada cual ciertas facultades para prote- gerse y sobrevivir.! Dio a la tortuga su duro caparaz6n, a la avispa su aguijén, a otros celeridad y astucia. Cuando llegé a la especie humana, ya estaban adjudicados todos los pode- res de la naturaleza; nada quedaba para el hombre. En pala- bras de Platén, éste permanecia “desnudo, descalzo, desprotegido y desarmado”. El abatido y desmafiado Epime- teo acudi6 a su sabio hermano Prometeo (cuyo nombre sig- nifica “pensamiento prospectivo”). Al ver el desamparo del hombre, Prometeo tuvo la osadia de robar a Zeus el don del fuego, y se lo llevé a la humanidad en un gigantesco tallo de hinojo, tal como los antiguos marineros a menudo llevaban rescoldos calientes. Con la lumbre del regalo de Prometeo, el ser humano ha encendido civilizaciones, culturas y tecnolo- gias. El fuego y la luz de Zeus se convirtieron en patrimonio de la humanidad. Prometeo recibié un cruel castigo por su generosidad. Fue encadenado a las montafias del Caucaso, donde cada dia un Aguila enviada por Zeus le arrancaba y devoraba el higa- do, asiento de la vida. Y la humanidad no pudo disfrutar en paz del regalo de Prometeo. Zeus, presa de la célera y la envidia, ordené a Hefestos, el contrahecho herrero de los il ATRAPANDO LA LUZ dioses, que creara a una seductora antémata, Pandora, quien ofrecié a Epimeteo una caja tristemente célebre. E] codicioso Epimeteo la acepté, y cuando vio su maligno contenido era demasiado tarde. Contra la voluntad del titén, Pandora vaci6 la caja y desaté la enfermedad, la pena y el dolor contra los hombres.” El don del fuego y todo lo que simboliza esta inva- tiablemente asociado con el lastre de la pesadumbre. Bajo el control humano, el fuego de los dioses quema ademas de entibiar, enceguece ademas de iluminar. La civilizaci6n occidental nacio hace tres mil afos con el can- to de un bardo ciego que, al componer la Iliada y la Odisea, dio voz a la imaginacién griega y a la poesia occidental. La ceguera infundia pureza y poder a las palabras de Homero. En las tinieblas de su mundo sensorial nacié un universo de portentos, y su memoria se extendi6 hacia actos arquetipicos y una eterna edad heroica. Hay Anforas griegas que muestran al poeta de pie, hama- cAndose mientras canta, aureolado por su gloria interior, es- cuchando una voz recéndita. Como Homero, los vates errantes del norte de Carelia, a orillas del mar Baltico, se mecian, cerrando los ojos, sentados en un banco de madera, estre- chando el brazo de un campesino, para entonar antifonal- mente su antigua gesta, el Kalevala. El Bhagavad-Gita o “cantar de Dios” es la melédica res- puesta del ministro y auriga Sanjaya a las preguntas del rey ciego Dhritarashtra. El rey, el ser mas poderoso de la tierra, es ciego. Ve por los ojos de otro, su auriga y conscjero, cuyos dones espirituales agudizan su visién. Cuando pregunta por los sucesos de un campo distante y sagrado donde sus seres amados se disponen a combatir, Sanjaya puede ver y oir la intima conversaci6n que entablan el virtuoso principe Arjuna y el divino Krishna, quien también ha cobrado forma de auri- ga. Aqui la facultad espiritual de la visi6n superior se encama en la persona del auriga. Se convierte en el bardo que canta ante un monarca ciego y mundano. El auriga, como el poeta, 12 EL DON DELA LUZ debe ver mas lejos que otros, y hablar y conducir de acuerdo con lo que ve. gEs mera coincidencia que el mas célebre profeta de la antigiiedad, Tiresias, fuera ciego desde los siete afios? Habia perdido la vista por haber sorprendido a la diosa Atenea du- rante el bano, es decir, por ver a una deidad desnuda. Este tema es eterno. La luz del dia cede paso a la de la noche, la de la ceguera a la visidn interior. Como escribi6 Platon: “El ojo de la mente comienza a ver con claridad cuan- do se enturbian los ojos exteriores”.* E] poeta romantico No- valis comprendié plenamente el poder de las tinieblas. Sus Himnos a la noche comienzan con una antitesis sublime: “Qué ser viviente y sensible no ama ante todo las portentosas mani- festaciones que lo circundan, la gloriosa luz...” ¥ sin embargo él mismo nos cuenta que, a pesar de la belleza del dia, se vuelca hacia “la sacra, inefable, misteriosa noche”. En la oscu- ra soledad de la pérdida nacen la luz y la voz del poeta. En medio de la oscuridad externa, de la ceguera, una luz interior alumbra un paisaje imaginario dotado de belleza y realidad. Con su canto, el aedo ciego vuelca sus visiones en el corazén de sus oyentes, para que por una velada también ellos olviden las cuitas de este mundo y disfruten la belleza de un mundo interior. ¢Cual es la fuente de luz poética que alumbra la noche de la ceguera de Homero? Es su imaginacién, que también es im- portante para la vista comun. La luz de la imaginaci6n tendra un papel protagénico en nuestra exposicién, dada su trascen- dencia en el mundo antiguo y la poesia y en el mundo actual y la ciencia. Por brillante que sea el dia, nos volvemos figura- da y literalmente ciegos si carecemos del poder artistico y formativo de la fantasia. La visi6n requiere una luz interior ademas de la luz diurna y exterior: poética o cientifica, subli- me 0 vulgar. Como veremos, la vista induce una actividad mental in- tensa e inconsciente que crea y recrea sin cesar el mundo que 13 ATRAPANDO LA LUZ vemos. Participamos en la vista. Las estructuras que nos per- miten ver se fijan en los primeros afios de vida. Aun los actos mas simples y “objetivos” de conocimiento requieren nuestra participaci6n. Ademiés, la indole de ésta es propia de cada cultura y periodo histérico. Una botella de Coca-Cola arroja- da desde un avién a una sociedad de bosquimanos puede significar muchas cosas, pero nunca un recipiente de refres- cos. La conciencia humana ha cambiado con el correr del tiempo y difiere seguin la cultura. En la antigiiedad, nuestra participacién en la visién, en el otorgamiento de sentido al mundo sensorial, se notaba con mayor agudeza que hoy; la luz interior estaba mas cerca de la conciencia. A diferencia de los antiguos griegos, vivimos habi- tualmente en una visién cientifica del mundo que a menudo considera que nuestra intervencién en el conocimiento es prescindible o ilusoria. Pero para ver, para ofr, para ser hu- mano, se requiere, atin hoy, nuestra participacién incesante y activa. Reforzaremos este argumento con un ejemplo: el cu- rioso fenémeno de la visi6n del color entre los griegos. El oscuro mar color vino de la antigiedad El sol se elevé sobre el placido y rebosante mar hacia un cielo broncineo resplandeciendo por igual para dio- ses y mortales en labrantios desbordantes de grano.' Homeno, Odisea La atmésfera y el paisaje de la Grecia homérica parecen muy similares a los nuestros, pero son profundamente disimiles. El sol atin se eleva sobre labrantios desbordantes de grano, pero al despertar ya no vemos un cielo broncineo iluminado por dioses inmortales. Mientras recorria las orillas de una isla, cautivo de la hermosa ninfa Calipso, Odiseo oteaba con anoranza el “vino- so) mar”, ansiando regresar a su nativa Itaca y a su amada 4 EL DON DE LALUZ esposa Penélope. Hoy, de pie a orillas del Egeo, no veo un vinoso mar ni un cielo broncineo, sino un mar y un firma- mento espléndidamente azules. Entre los muchos epitetos con que Homero describié el cielo y el mar, ninguno puede interpretarse como “azul”, se- gun los lingiistas. El cielo se define como “férreo” o “bronci- neo”, el mar como negro, blanco, gris, rojo o vinoso, pero nunca azul. ¢Los antiguos griegos carecian de la experiencia del azul, o sufrian de ceguera parcial al color? ¢O acaso ve- mos aqui otro ejemplo de la presencia de una luz interior, de la actividad de la visi6n? Desde 1810, cuando Goethe senalé por primera vez la llamativa falta del azul en el uso griego, los intrigados eruditos han analizado ésta y otras ausencias en las alusiones cromaticas de la antigua poesia griega.® A partir del atento anilisis de los vocablos que designan los colores en griego antiguo, y de nuestro conocimiento moderno de la ceguera al color, se han elaborado convincentes argumen- tos para refutar la hipotesis de que los griegos poseian ojos fisicos diferentes de los nuestros. Pero ya hemos comprobado que la vista supone algo mas que un 6rgano fisico saludable. Al analizar los siguientes ejemplos de visién cromatica en la Grecia homéri- ca, tengamos en cuenta el significativo polo interior y psicolégico de la vista. De esa manera, tal vez desentrafiemos el enigma que ha desorientado a tantos. Quinientos afios después de Homero, Teofrasto, el gran discipulo de Arist6teles, escribi6 un tratado sobre minerales donde describia una piedra llamada kyanos, la cual ahora iden- tificamos con la piedra preciosa azul que denominamos cia- nea o lapislazuli. Cuando encontramos kyanos como adjetivo, es natural pensar que se refiere al azul (emparentado con la raiz cian- que empleamos en palabras como cianea, cianosis y cianuro). Aunque la asociacién parece natural, sus aparicio- nes en Homero desmienten esta interpretacion. Enfurecido y apenado por la muerte de su amigo Patroclo, Aquiles mata a Héctor, perfora los tobillos del noble hijo de Priamo y mancilla su cuerpo arrastrandolo doce dias por las planicies de Troya: “una polvareda se elevaba donde Héctor 15 ATRAPANDO LA LUZ era arrastrado, y su cabello kyanos caia en derredor”.® gHemos de entender que Héctor tenfa cabello azul? Para detener esta desaforada afrenta contra un digno principe y guerrero, Zeus envia a Iris al fondo del mar para que visite a Tetis, la madre inmortal de Aquiles. Iris, “con pies de tormenta”, se zambullé en el mar y le pidié que se reuniera con Zeus. Intimidada por ese encuentro con los dioses, Tetis “se pone su velo kyanos, y no hay prenda mas oscura’, y sigue a Iris al Olimpo.’ Estos y muchos otros ejemplos nos ensefian que kyanos significaba oscuro, no azul. Sin embargo, no existia otra palabra para denominar el azul en cl griego homérico. Homero y otros poetas antiguos carecian de un término que significara azul. Para ellos no era un color en el sentido que le atribuimos nosotros, sino la cualidad de oscuro, ya fuera para describir el cabello, las nubes o la tierra. Lo mismo sucede con chloros, el vocablo que los teéricos griegos posteriores definen como verde. En la Iliada, la miel es chloros, en la Odisea, también lo es el ruisenor; en Pindaro, el rocio es chloros, y en Euripides lo son las lagrimas y la sangre. Ello nos indica que no significa verde sino himedo y fresco, vivo. Aiin usamos el verde para referirnos a la inma- durez o la falta de experiencia. Para los antiguos griegos, estas connotaciones constituian la acepcién primaria. Esta- ban tan distanciados de la percepcién externa del color que la cualidad psicolégica de “frescura” u “oscuridad” podia con- vertirse en el atributo percibido. Veian verdor en la himeda frescura de las lagrimas. Decimos metaf6ricamente que al- guien se pone “rojo de furia”. Sugiero que el uso de estas expresiones en el mundo homérico no se entiendan metaf6- rica sino literalmente. Ni la luz del sol ni sus ojos eran dife- rentes de los nuestros. En cambio, la luz interpretativa de su imaginacién antigua cambiaba su manera de ver, tal como una luz similar continda modelando nuestra manera de ver en la actualidad. Hallamos un ejemplo mis reciente en el “caso del pintor que no veia los colores”, expuesto por Oliver Sacks y Robert 16 EL DON DE LA LUZ Wasserman en 1987;5 Jonathan I. habia sido un pintor de éxito hasta que, a los sesenta y cinco afios, tuvo un accidente automovilistico. Padecié una conmocién cerebral y ¢l trauma que suele asociarse con dichos accidentes, pero no sufrio le- siones duraderas, Sin embargo, qued6 totalmente incapaz de ver los colores, un estado repentino, persistente e inexplica- ble que se produjo con el accidente. Veia el mundo, en sus propias palabras, como “una pantalla de televisién en blanco y negro”. Es un caso tragico y conmovedor. Un artista que habia vivido su vida entera por intermedio del color era ciego a los colores. Oftalmélogos y neurdlogos, entre ellos Sacks y Wasserman, sometieron a I. a toda suerte de andlisis médicos infructuosos. La causa de su ceguera al color atin es un miste- rio. Sacks y Wasserman sintetizan su estudio declarando: “Los pacientes como I. nos muestran que el color no es algo dado sino que se percibe merced a un proceso cerebral extraordi- nariamente complejo y especifico”. Mas atin, aunque conti- ntien los cémputos fisiolégicos, la visi6n del color “es infinitamente mas; se eleva a niveles cada vez mas altos, se mezcla inextricablemente con nuestros recuerdos visuales, ima- genes, deseos, expectativas, hasta convertirse en parte inte- gral de nosotros mismos, de nuestro mundo vital”. El “mundo vital” de Homero en las costas de Troya era profundamente diferente del nuestro. Sus recuerdos, asocia- ciones, deseos y expectativas eran distintos de los que noso- tros Ilevamos al campo de batalla. El 6rgano mental de la vista que utilizaba el bardo ciego era un lugar comuin de su cultu- ra, pero diferia profundamente de nuestra disposici6n men- tal actual. Nosotros tendemos a pensar que nuestros ojos son cAmaras y nuestros cerebros procesadores informaticos que generan el equivalente de la conciencia. Los capullos de la percepcién florecen a partir de una unién mucho mis rica y autorreflexiva de las luces mentales y naturales. Los casos de S. B. y de I. presentan situaciones donde las personas no podian ver algo que todos convendriamos en decir que “existia” ante sus ojos. Se produce la situacién con- 17 ATRAPANDO LA LUZ traria cuando alguien ve algo que para nosotros “no existe”. Normalmente calificamos dichas experiencias de alucinacio- nes. Surgen cuando el estado psicoldgico de un individuo es tan fuerte como para producir una experiencia similar a la que producen los sentidos. ;Acaso los antiguos griegos aluci- naban el color de su vinoso mar? Los estudios lingiisticos sugieren que no, pues de lo contrario tendriamos que imagi- nar toda una cultura entera sufriendo alucinaciones colecti- vas. Sin embargo, en cierto sentido, sus emociones interiores © su etapa de desarrollo “coloreaban” el mundo que veian. E] estudio de otros grupos lingiisticos, como los chinos 0 ame- rindios, respalda la interpretacién de que otras culturas ven el mundo, aun en sus texturas y colores, de modos profunda- mente diferentes de los nuestros.® A través de los milenios, la luz de la naturaleza y la de la mente han interactuado para presentar diversos mundos a distintas épocas. Como trovadores ciegos a quienes se otorga la visién, atin tenemos dificultades para aprehender con la imaginacién el modo antiguo de comprender la luz solar y el ojo dotado de vista. Al principio parecen extrafas y aun ab- surdas. Pero esa extraiieza puede reflejar la proyeccién de nuestra imaginacién moderna en experiencias antiguas. En cada época deberemos imaginar nuevamente el universo, par- ticipar activamente para oir el épico cantar de la luz. La magnifica estatua de bronce de Poseidén, que se res- cat6 del Egeo y hoy agracia el Museo Nacional de Atenas, s6lo tiene huecos oscuros en vez de ojos. En el 450 a. C., gemas incrustadas cubrian esas cuencas vacias, brindando vida cog- nitiva a esa figura esbelta y poderosa. Cuando cayé del pedes- tal y se derrumbé en el mar, Poseidén perdi6 los ojos. El dios que antano gobernaba el mar, ahora ciego, fue depuesto. Nuestra historia de la luz comienza con la comprensi6n anti- gua y sagrada del ojo. Empédocles, médico y semidiés, de- vuelve las gemas al rostro de Poseidén. Mas tarde otros se las quitaran. EL DON DE LA LUZ Poseidén. El farol y el ojo Los ojos son como una lampara para el cuerpo; asi que si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendré luz; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estard en oscuridad. ¥ si la luz que hay en ti resulta ser oscuri- dad, ;qué negra seré la oscuridad misma! Marto 6:22-23 En Vidas de los fildsofos ilustres, Didgenes Laercio cuenta la historia de una pestilencia que atacé la ciudad siciliana de Selino en el siglo quinto a. C.'° Las estancadas y contamina- das aguas del rio propagaron la enfermedad y la muerte entre los selinuncios. Al enterarse de la tragedia, el noble médico, cientifico, estadista y poeta Empédocles acudio desde la veci- na localidad de Acragas vestido con su rica y purpurea ttnica, cefida con cintur6n de oro. Llevaba sandalias de bronce, y una corona de laurel en la cabeza; le seguia un cortejo de efebos que atendian sus necesidades. Al descubrir el origen 19 ATRAPANDO LA LUZ de la pestilencia, Empédocles hizo reencauzar dos rios cercanos para mezclar sus aguas limpias y caudalosas con las aguas putre- factas del rio de Selino, liberando a los habitantes de sus males. La historia es totalmente crejble, teniendo en cuenta el alarmante estado de los rios en los centros urbanos de la actualidad. Paris, encaramada en torno de la Ile de la Cité, ya era famosa en su periodo romano por la fetidez del Sena; el Mar Baltico, otrora un magnifico recurso natural, se ha con- vertido en ponzonoso sumidero de la Polonia industrial. El acto de Empédocles merece nuestros aplausos, pues fue quien identificé la causa de la enfermedad, elaboré un plan y luego costed la excavaci6n de un canal para diluir las hediondas aguas de Selino. No nos sorprende que luego sus habitantes lo alabaran y adoraran como a un dios. Si nos sorprende que, en respuesta a sus plegarias, se arrojara al fuego, al parecer sin causarse dano, para confirmar su divinidad. En Empédocles no sdlo encontramos a un notable cienti- fico antiguo cuyas ideas sobre la visién nos resultaran de inte- rés, sino también al ultimo y tardio ejemplo de un tipo humano que desaparecié de Grecia con su memorable muerte, cuan- do se esfumé en el crater volcdnico del monte Etna, con sus sandalias de bronce. No sdélo era un médico y un cientifico sino un poeta y un chaman que escribié, ademas de su pene- trante tratado Sobre la naturaleza, un desconcertante texto es- piritual y religioso, Purificaciones.'' S6lo nos quedan fragmentos de estas dos obras, pero aun asi nos permiten formarnos una opinion sobre el temple de la personalidad y el pensamiento de Empédocles. En las Purificaciones, habla de su origen divino, diciendo que ha sido condenado a “vagabundear tres veces diez mil estaciones lejos de la compariia de los benditos, habiendo renacido durante ese periodo en toda clase de formas morta- les”.!? Es un dios sentenciado a vivir como un pajaro, un mor- tal, y en un sinfin de otras formas por la espantosa transgresién de haber comido la carne humana del sacrificio. Al estudiar sus comentarios sobre la vista, recordemos la paraddjica mez- cla de chaman y cientifico en la Grecia del siglo quinto, me- 20 EL DON DE LALUZ nos de cien anos antes de Platén. El mundo de Homero, de los dioses, de los misterios religiosos y los ritos secretos de iniciacién no esta lejos de la ciencia de la Grecia arcaica. Un cosmos espiritual cobij6 el nacimiento de las ciencias natura- les. Segtin Empédocles, la divina Afrodita, diosa del amor, modelé nuestros ojos con los cuatro elementos griegos tradi- cionales —tierra, agua, aire y fuego-, uniéndolos con rema- ches de amor."* Luego, “asi como un hombre, pensando en realizar una excursi6n nocturna, prepara un farol”, encen- diéndolo en el ardiente hogar y protegiéndolo con paneles de vidrio para resguardarlo de los vientos, asi encendié la diosa la llama de los ojos en el fuego primordial del universo, confinandolo con los tejidos en la esfera del globo ocular.'* Marayillosos pasajes se insertaron en él, permitiéndole trans- mitir un rutilante fuego interior que atravesaba el agua del ojo para salir al mundo, dando origen a la vista. Esta pasaba del ojo al objeto visto; los ojos irradiaban su propia luz. Cuando el evangelista Mateo, unos siglos después de Em- pédocles, escribié “el ojo es la luz del cuerpo”, no sélo pensa- ba metaforica sino cientificamente. La imagen del ojo como farol era un lugar comin de la cultura y la ciencia cuando Mateo escribié su evangelio. La luz del sol desempefiaba un papel secundario en la empresa de desentranar el misterio de la vista. Empédocles reconocia la existencia de la luz solar, como lo comprobamos en fragmentos tales como “la tierra provoca la noche al inter- ponerse en el camino de los rayos [del sol]”,!® una observa- ci6n sagaz para la época. Sin embargo, consideraba que la luz del sol sdlo era una parte del proceso, y reconocia que algo mas se requeria para la vision, algo esencial aportado por el hombre: la luz del cuerpo. 21 ATRAPANDO LA LUZ Vision platénica Platén, como Empédocles, pudo estudiar las doctrinas secre- tas de Pitagoras, al menos hasta que traicioné (al igual que Empédocles) sus ensefianzas al develarlas a los no iniciados por medio de sus escritos. La explicacién platénica de la vi- si6n es, previsiblemente, similar a la de Empédocles, aunque mas completa. Cuando se fusionara con la tradicié6n geomé- trica posterior, iniciada por Euclides y la médica codificada por Galeno, la elucidaci6n platonica persistiria casi mil qui- nientos anos. En esta tradici6n, la luz del ojo desempefiaba un papel tan protagénico como la luz del sol. Segtin Plat6n, el fuego del ojo hace que éste emita una luz suave. Esta luz interior se fusiona con la diurna —lo seme- jante con lo semejante-, formando asi un cuerpo tinico de luz homogénea. Ese cuerpo, un matrimonio de la luz interior y exterior, forja un eslabon entre los objetos del mundo y el alma. Se convierte en un puente por donde circulan los suti- les movimientos de un objeto externo, causando la sensacién de la vista.!7 En esta perspectiva, dos luces —interior y exterior— se unen y acttian como mediadoras entre el hombre y un mundo externo oscuro y cavernoso. Una vez que se ha forjado el eslab6n de la luz, el mensaje puede pasar, al igual que Iris, la diosa mensajera homérica, de un mundo al otro. En el ojo y el sol Platén percibe una armonia profunda que atin seria apreciada por el poeta aleman Goethe cuando, en la intwoduccién de su propia Teoria del color (1810), escribid el poema: Si el ojo no perteneciera al sol, gc6mo contemplariamos la luz? ‘Si el poder de Dios y el nuestro no fueran uno, gc6mo podria Su obra fascinar nuestra vision ?!* Una vez mas, el ojo de la mente no es pasivo, sino que desempenia un papel importante en el acto de ver. La imagen de un fuego ocular interior capturaba vividamente el sentido 22 EL DON DE LA LUZ antiguo de ese acto, en forma tan convincente que domin6 la filosofia durante mil quinientos anos. En gran medida conocemos el mundo por intermedio de la vista. Naturalmente, Platén utilizaba la visi6n como me- tafora de todo el conocimiento, denominando “ojo del alma” u “ojo de la mente” al 6rgano de percepcién de la psique.'” Nuestra palabra “teoria” deriva del vocablo griego theoria, que significa “contemplar”. Saber es haber visto, no pasiva sino activamente, por medio de la accién del fuego ocular, que se extiende para apresar, para aprehender el mundo. Nuestra actividad, presente en la visi6n y el conocimiento, es un ele- mento integral de la comprensi6n platdénica de la visi6n. La vista compromete al vidente en un acto esencial y formativo de creaci6n de imagenes, o imaginacidn. Para gente como el nino de Moreau o para S. B., el esfuerzo de ese acto construc- tivo era un recordatorio constante y extenuante de su pasada ceguera. Para los que vemos, el mundo casi siempre resulta inteligible al instante y sin esfuerzo. Miremos la figura de la pagina siguiente. Es una de mu- chas “figuras ambiguas”. Juguemos con ella. Al principio slo aparece una anciana o una joven. Sin el menor cambio en la pagina impresa “objetiva”, la delicada barbilla de la joven se convierte en la nariz deforme de la anciana. Evaluemos la transicién de una imagen a otra. Ocurre totalmente en nues- tro interior. Con un poco de practica incluso podemos con- trolar lo que vemos. No existe diferencia fisica entre una y otra imagen, mien- tras que la “distancia psiquica” entre ambas es enorme. ;Qué ha cambiado? Nuestra propia actividad; el caracter de nuestra participaci6n se puede modelar y remodelar, y podemos sen- tirlo. Con cada acto de percepcién, participamos inadvertida- mente en la confeccién de un mundo dotado de sentido. En respuesta a la luz exterior, una luz interior parpadea, derra- mando inteligencia. Es la que no alumbraba los ojos del nino de Moreau cuando los abri6 para ver sus primeras luces. 23 ATRAPANDO LA LUZ | ’ zAnciana o jovencita? | Tiempos de transicion En el Bhagavad-Gita, en Homero, en Empédocles y Platén, la visi6n supone una actividad humana esencial, un movimiento ue va desde el ojo hacia el mundo. Después de Platén se rodujo un desplazamiento gradual que sdlo alcanzé su con- lusi6n con René Descartes, en el siglo diecisiete. Los intere- s de la ciencia cambiaron durante este largo periodo. La influencia de Platén y Aristoteles prevalecié hasta el medioe- vo, y entretanto la visi6n, mas que fisica, era un proceso del alma y del espiritu. Sin embargo, en el siglo dieciséis, madu- ran las condiciones para un cambio profundo. Los filésofos le la naturaleza como Kepler y, en mayor medida, Galileo, se interesan menos en el proceso de traduccién mediante el Teal el alma convierte un estimulo externo en una percep- ién dotada de sentido, y se detienen mas en la fisica del ojo, ncarado como un instrumento fisico inanimado. E] cambio no es universal, rapido ni uniforme, pero los cientificos que trastabillan en la arriesgada vanguardia de la investigacién cruzan una divisoria de aguas. La vista se convierte en tema de la mecanica mas que en la actividad espiritual tan caracte- ristica de tantos pensadores anteriores. | 24 EL DON DE LA LUZ La transici6n es reveladora y decisiva. La hallamos pri- mero en la evoluci6n de la experiencia visual del hombre. La descubrimos de nuevo cuando estudiamos la luz misma. Lo que comienza como una vivida experiencia espiritual, tratése de la luz o de la vista, se ateniia, se clarifica y se divide en Optica y psicologia. Mas que un interesante dato histérico, este cambio de perspectiva constituye una alteracién de la conciencia, un hito en la historia de la mente. Como la figura ambigua, la naturaleza se presenta con ropajes indefinidos. Nuestro modo de verla depende tanto de ella como de nosotros. Sdlo la conjuncién permite el surgi- miento de imagenes mundanas dotadas de sentido. Al cruzar la divisoria de aguas, pues, no atravesamos la frontera entre ignorancia y sabiduria, sino que afrontamos el ambiguo tran- sito de la nina a Ja anciana. Por ende, al leer la historia de la ciencia, debemos tener presentes a los individuos que la im- pulsaron. Sus ojos veian, sus corazones ansiaban conocimien- to, y de su modo de ser nacian, florecian y perecian mundos. Un modo de ver era por un tiempo el modo de muchos, hasta que aparecia una visi6n mas lozana y més atractiva. Los delicados comienzos de la transicién hacia una con- cepcién mecanica de la visidn se manifestaron en el 300 de nuestra era en los estudios dpticos atribuidos al gran matema- tico alejandrino Euclides. En su libro Optica nos presenta un brillante tratado geométrico de la vista. Continuaba creyendo que un rayo visual era esencial para el proceso de la vision, y propuso varios argumentos sensatos a favor de esa posicién. Por ejemplo, a menudo no vemos las cosas, aun cuando las miramos. Si se nos cae una aguja, sugiere Euclides, al buscarla en el suelo nos preguntamos por qué no la vemos de inmediato. Nuestro campo visual, por cierto, incluye la aguja. En términos modernos, la aguja esta reflejada en la retina, pero permanece invisible. Inesperadamente, la vemos. Si la visi6n dependiera solo de una luz externa que alumbrara los objetos y luego viajara al ojo, la veriamos de inmediato. Evi- dentemente la luz se reflejaba en la aguja y viajaba al ojo mientras buscabamos, razona Euclides, asi que la visién no 25 ATRAPANDO LA LUZ puede depender tinicamente de la luz externa. Sin embargo, el acertijo se resuelve si adoptamos la doctrina del rayo visual. Al buscar la aguja, el rayo visual del ojo barre el suelo. ;Sdlo vemos la aguja cuando el rayo la alcanza! El rayo visual de Euclides presenta importantes diferen- cias con la luminosa y etérea emanacién de Platén y Empédo- cles. Euclides convierte la rutilante emanacién en una linea recta, un rayo visual que se presta a la légica deductiva y la demostraci6n geométrica. Sus extensos estudios matematicos rindieron muchos frutos y constituyen el fundamento de in- vestigaciones arabes posteriores, asi como del descubrimiento de la perspectiva lineal en Brunelleschi, Alberti y Durero, siglos mas tarde. Pero la abstraccién matematica cobré su precio. Distancié al hombre de la experiencia anterior y mas inmediata que se reflejaba en la perspectiva platénica de la vision. No debemos subestimar la importancia de la abstraccién matemiatica. Sin abstraccién, la ciencia tal como la conoce- mos no puede existir. Pero el andlisis supone una suspension de la experiencia, una representacién del objeto de estudio mediante pensamientos de claridad cristalina, tales como los conceptos matematicos. Esto fue lo que hizo Euclides. A tra- vés de él, el elusivo y etéreo puente de luz platénico entre objeto y ojo se conyirtié en una geometria de rayos visuales, conos y medidas angulares. Se desarrollaron todos los ele- mentos necesarios para el estudio de la dptica geométrica, pero en el proceso detectamos un importante distanciamien- to respecto de la experiencia subjetiva de la visién. Las meti- culosas argumentaciones matematicas de Euclides reemplazan el poético tratamiento de Empédocles y Platén. Como bien sabe todo fisico, las elegantes formulas matematicas opacan facilmente la confusa agitacién de la experiencia, y con el tiempo reemplazan los fenémenos que originalmente debian describir. El enfoque de la luz en Euclides prefigura la cre- ciente separacién entre la vista en cuanto experiencia vivida y en cuanto objeto formal de investigacion. La historia de la luz ha doblado un recodo, y con ello el misterio de la vista ingre- 26 ELDON DE LA LUZ sa en una nueva etapa, la cual florecié inicialmente en tierras arabes para culminar al fin en la obra de otro gran geometra y matematico, René Descartes. La conexi6n arabe Hacia el final del Imperio Romano las circunstancias propicia- ban nuevos desarrollos en la historia de la mente. Cuando Justiniano cerré la Academia Platénica en el 529 de nuestra era, la presencia helénica se eclips6 en Occidente, anuncian- do los albores de la Edad Oscura. Durante muchos siglos, la Academia habia sido un santuario donde florecieron las ideas de Platén y sus adeptos. Con el avance del cristianismo, empe- ro, el pensamiento pagano corria peligro de ser erradicado. En el 389 una turba cristiana destruyé la gran biblioteca de Alejandria, con su medio milldn de pergaminos. Al instituirse la iglesia como religion oficial de Roma, los platonistas, que atin reverenciaban los dioses paganos, fueron perseguidos como herejes peligrosos. Cuando los soldados de Justiniano irrum- pieron en la Academia platénica, los tiltimos discipulos de Platén tuvieron que huir de Atenas. Los siete grandes sabios de la Academia se marcharon con sus preciosos libros a Per- sia, donde el emperador Khurso I los recibid gracilmente en su suntuoso palacio de verano de Jundishapur (cerca de la actual Dizful, Iran).?° En la corte de Khurso I, y en la ilustre Academia de Jundishapur, florecieron la literatura, las artes, la ciencia y la filosofia. Los refugiados atenienses encontraron alli una at- mésfera cosmopolita de notable tolerancia. Las religiones na- tivas del zoroastrismo y el maniqueismo se conjugaban con el pensamiento religioso oriental, asi como con influencias pa- ganas, cristianas y judaicas. Jundishapur fue fundada en el 260 de nuestra era por Shapur I, como campamento de pri- sioneros, después de la derrota del emperador romano Vale- riano. En el siglo sexto se habia convertido en el mayor centro cultural del mundo, y contaba con un notable observatorio 27 ATRAPANDO LA LUZ astronémico, una escuela de medicina y el primer hospital del mundo. Durante siglos fue famosa por sus médicos y sus sabios consejeros. El ascenso del Islam redujo su influencia, pero los dirigentes de su Academia constituyeron el niicleo donde se centraron la erudici6n y la cultura del Islam. Con el ascenso del Islam en el siglo séptimo, una revolu- cién cultural sin precedentes se produjo en la peninsula ara- biga. Una vez que Mahoma establecié la nueva religién y se consolid6 un sistema de gobierno para el vasto imperio gana- do mediante guerras santas, los eruditos musulmanes se con- sagraron activamente a coleccionar y traducir manuscritos griegos. La Bagdad del siglo nueve, bajo la égida del erudito y traductor Hunayn ibn Ishaq, se convirti6 en un gran centro cultural, y la ciencia y los cientificos arabes pronto cobraron mayor importancia. Mientras los pensadores occidentales cam- biaban las inquietudes del helenismo por los interrogantes religiosos, especialmente el tema de la salvacién, los fil6sofos y médicos del Cercano Oriente musulman, bajo la influencia de Jundishapur, procuraban dominar, comentar y profundi- zar los conocimientos de la antigiiedad. El famoso filésofo, matematico, astr6nomo y 6ptico Ibn al-Haytham desempené un papel preponderante en este pro- ceso.” Por su intermedio, la historia de la vista se alej6 atin mas de la perspectiva espiritual o psicoldgica para acercarse a una teoria matemiatica y fisica de la visi6n. Nacido en Basora (Iran) en el 965, [bn al-Haytham, o Alhazen, como llegé a ser conocido en Occidente, se convir- tid en el mayor éptico de su época. En su infancia y juventud habia procurado alcanzar el conocimiento de la verdad por medio de las ciencias religiosas islamicas de su época. Cons- ternado por la elusividad de su meta y por el encono que vefa entre las sectas religiosas opuestas, decidid abocarse a una “doctrina cuyo asunto fuera sensato y cuya forma fuera racio- nal’.” Consideraba que la verdad era una, y durante las décadas siguientes conservé la determinacién de evitar las divagaciones propias de las ciencias espirituales. Redacté gran 28 ELDON DE LA LUZ cantidad de tratados sobre temas matematicos y cientificos, entre los cuales el mas influyente fue su Optica. Ciento cin- cuenta anos después de su muerte, acaecida en 1040, esta obra se tradujo al latin y se convirtié en fundamento de las futuras investigaciones dpticas. Dos aspectos de ella nos inte- resan especialmente: el reemplazo de la teoria platénica de la vision por una teoria muy diferente, y el estudio de la camara obscura. Ambos reflejan una nueva imagen de la luz. La perspectiva griega de la visién destacaba la actividad inte- rior del vidente. Como hemos visto, esto se tradujo en la idea de que un fuego puro, esencial para la vista, residia dentro del ojo y se proyectaba, como rayos solares, para iluminar el mundo. Esta perspectiva se ensené de diversas maneras en Occidente hasta el siglo doce. El gran maestro Guillermo de Conches, por ejemplo, la expuso en las escuelas de las cate- drales de Chartres y Paris. Profundo estudioso de Platén, tam- bién tomé de Galeno la idea de que la comida, en una serie de etapas, se transformaba en luz espiritual. La primera trans- formacién acontecia en el higado, donde se convertia en “vir- tud natural”, y al fin se desplazaba al cerebro, donde se refinaba en un viento luminoso que animaba los 6rganos de los senti- dos y brindaba al ojo su rayo interior.” Otra importante escuela griega sostenia que la visi6n acon- tecia mediante la transmisi6n de patinas o formas (eidola o simulacra) del objeto al ojo. Los atomistas griegos creian que peliculas o imagenes se desprendian de los objetos -o que éstos las proyectaban en el aire— y se precipitaban hacia el observador para entrar en el ojo. El diminuto reflejo del mun- do que vemos en la oscura pupila del ojo de nuestros seme- jantes se consideraba prueba de estos eidola. Evidentemente esta teoria presentaba ciertos problemas. ;Cémo, por ejem- plo, una patina del tamafo de una montafia se empequene- cia para entrar en el ojo?’ Esta perspectiva también tuvo su reflejo en la Edad Media, pero por el momento la dejaremos de lado para regresar al mundo arabe. 29 ATRAPANDO LALUZ En el Cercano Oriente se estaba desarrollando un enfo- que de la visién que era complementario de la perspectiva platénica que se ensefiaba en Chartres. Enfatizaba la luz ex- lerna, y cobr6 especial impetu en el mundo arabe. Alhazen elabor6 una serie de argumentos légicos para respaldar la idea de que la vista no derivaba parcial sino totalmente de la luz que entraba en el ojo desde los objetos circundantes. Hizo el siguiente razonamiento. No podemos mirar largo tiempo el sol sin gran dolor. Si la luz fluye desde el ojo, :c6mo puede haber dolor? Sin embargo, si existe una emisi6n que va desde el sol hacia el ojo, su abrumadora accién sobre éste explicaria esa incomodidad. Otro de sus argumentos aludia a las pos- imagenes que permanecen en la retina. Miremos una luz brillante o una ventana durante treinta segundos y cerremos los ojos. Una clara impresi6n sensorial flota en la vista con el mismo contorno que el original, pero habitualmente mostrando colores complementarios de las lu- ces que hemos visto. Alhazen veia en ello otra prueba de que algo afecta los ojos desde fuera, impresionandolos con tal fuerza que el efecto persiste aun cuando se ha extinguido la luz. Estos y muchos otros fenémenos se articularon con cuida- dosos argumentos para refutar las teorias visuales de Plat6n y otros. Concedia que para los matematicos podia ser util trazar “rayos visuales” del ojo al objeto para el estudio geométrico de la luz, pero al hacerlo “sélo usan en sus demostraciones lineas imaginarias... y es falsa la creencia de quienes suponen que realmente algo mana del ojo”. Asi se apagan los rayos del fuego interior de Empédo- cles. En cambio Alhazen ofrece una escrupulosa teoria de rayos fisicos y exteriores que se pueden combinar con el pre- ciso lenguaje matematico de Euclides para ofrecernos una imponente versién cientifica de la visi6n. El ojo, otrora sede de un fuego solar y divino, pronto se convirtié en una camara obscura que aguardaba una fuerza exterior que le diera luz. 30, EL DONDE LA LUZ Visi6n en una camara obscura En esa época un ingenio conocido como “cémara obscura” afect6é en tal medida la imaginacién cientifica que en el siglo diecisiete se habia convertido en e modelo del ojo. Aunque existen antecedentes previos, su primera descripcién clara apa- rece en los escritos de Alhazen.”* En un dia brillante, entremos en un aposento oscuro. Abramos un orificio del tamario de esta letra “o” en una corti- na opaca que cubre una ventana de la habitacion. Afuera hay un mundo brillante; adentro, un aposento a oscuras; sélo estan conectados por la luz que atraviesa una pequena aber- tura. En la pared que esta frente al orificio aparece una mara- villosa y detallada imagen invertida de la escena exterior. En su estudio de la camara obscura, Alhazen dispuso varias velas en hilera en un costado, y sus imagenes fluctuantes luego aparecian en una fila similar pero invertida en la pantalla. Si uno sostenia la teoria de las “patinas”, todos debian pasar por el mismo orificio sin interferir entre si. De alguna manera la luz de cada vela pasa simultaneamente por el mismo punto sin oscurecer la imagen. Asombrosamente, un paisaje entero, con su plétora de colores y detalles, puede entrar en la cama- ra obscura a través de un pequefo orificio. Mas atin, si el agujero es demasiado grande, la imagen, aunque mas brillan- te, se vuelve borrosa. La conexién de este experimento con la visién tendria que esperar cuatrocientos aios, hasta que el genio renacentis- ta Leonardo da Vinci hizo la extraordinaria sugerencia de que el ojo mismo es una camara obscura donde se proyecta una imagen del mundo. En los primeros afios del siglo diecisiete, el matematico y astrénomo Johannes Kepler desarrollé una explicacién geomé- trica integral de la cAmara obscura, y brind6 una detallada y fructifera explicaci6n de la 6ptica del ojo y la vision. Como en la cémara obscura, el mundo exterior se proyectaba en una pantalla interior del ojo. Declaré que “la visién acontece cuan- 31 ATRAPANDO LA LUZ do la imagen de todo el hemisferio del mundo que esta de- lante del ojo... se fija en la superficie concava, blanca y rojiza de la retina”.*’ Pero Kepler, como muchos cientificos anterio- res, estaba profundamente perturbado por un factor: jla ima- gen de la pantalla de una camara obscura esta invertida! ¢Cémo es posible que la imagen de la retina esté cabeza abajo cuan- do vemos el mundo cabeza arriba? Se habian inventado anto- jadizos argumentos para rectificar la imagen, pero los razonamientos geométricos de Kepler eran tan precisos que, aun en ausencia de observaciones directas, no habia modo de rehuir esa conclusién: la imagen retinal tenia que estar inver- tida. Kepler acept6 esto y dejé que otros explicaran cémo se podia enderezar la imagen. Hoy hallamos la solucion de este problema en la mente, asociandolo con la psicologia de la vision. En palabras de Kepler, En cuanto al modo en que la imagen o figura es compuesta por los espiritus visuales que residen en la retina y el nervio 6ptico, y en cuanto a si es obligada a comparecer ante el alma o el tribunal de las facultades visuales por un espiritu que reside en las oquedades del cerebro, o bien por la facultad visual... dejaré que los fisicos [filésofos] discutan sobre ello. Pues el arsenal de los 6pticos no los lleva mas alla de esa primera y opaca pared que se encuentra dentro del ojo. En este punto termina la 6ptica y debemos hablar de la luz del cuerpo; es decir, para ver el mundo al derecho se necesita la actividad del alma. Descartes La verificacién experimental de las deducciones de Kepler fue emprendida por René Descartes, cuyos estudios dpticos contienen una reveladora ilustracién del sistema visual que inadvertidamente retrata no sdlo la perspectiva cartesiana so- 32 EL DON DE LA LUZ nO Anilisis 6ptico de Descartes. El filésofo contemplé el mundo a través de un ojo de buey al cual se habia quitado la parte trasera para que fuera trasparente, Vio una imagen invertida. bre la anatomia del ojo y la 6ptica visual, sino también su filosofia de la percepcién.” A cierta distancia de un enorme ojo hay tres objetos geométricos: un circulo, un diamante y un tridngulo. Irradian 33 ATRAPANDO LA LUZ rayos que atraviesan la lente del ojo, y se focalizan en la reti- na. Las membranas posteriores del ojo se han eliminado con el objeto de que el filésofo (zDescartes mismo?) pueda ver las tres imagenes proyectadas en la superficie posterior. El mun- do externo que se describe en la parte superior de la figura se muestra a la luz; la parte inferior que rodea al observador esta a oscuras. Al igual que para Alhazen, para Descartes el mun- do es brillante y el ojo oscuro. El rayo o fuego que iluminaba el interior se ha extingui- do. Sin embargo, el filésofo francés atin sostiene una teoria de la visi6n en dos etapas. En la primera, la luz (que él consi- dera material y mecanica) se desplaza por el 6rgano fisico de la vista a un sensérium comin del cuerpo. Para él, pues, los estimulos mecanicos son “percibidos” por un principio espiri- tual que se halla dentro del hombre. El mundo de la exten- sion, de la sustancia —la res extensa~ penetra en el cuerpo pero no puede completar por si mismo el proceso de la vision. Aun se requiere un principio espiritual —la res cogitans-, la mente 0 alma. Como el filésofo de la ilustracién, que observa las fluc- tuantes imagenes retinales desde su oscuro mirador, la mente inmaterial observaba los embates mecanicos del mundo con- tra el sensérium. Aunque la luz ocular que infundia sentido a las toscas sensaciones se habia retirado del cuerpo, permanecia en la posicién dualista de Descartes como un espiritu descarnado, un vestigio del pasado. Pero ni siquiera este languido eco del legado griego durarfa demasiado. La moderna fisiologia de los sentidos Tarde 0 temprano llegaremos a un equivalente mecé- nico de la conciencia. THomas Huxisy El tiltimo acto del drama evolutivo de la luz (y debo excluir muchos detalles) se represent6 en nuestro siglo. A principios 34 ELDON DELALUZ del siglo veinte, la neurofisiologia y la psicologia de la vision habian realizado avances extraordinarios. Los detallados co- nocimientos que hoy poseemos de la estructura y las funcio- nes del cerebro, de la anatomia neural del ojo y las sendas visuales, son realmente apabullantes. Imbuidos del entusias- mo que naturalmente acompana a un siglo de descubrimien- tos, muchos creen tener en las manos “el equivalente mecdénico de la conciencia” de que hablaba Thomas Huxley. David Hubel, bidlogo de Harvard y premio Nobel, habla en nombre de muchos cientificos cuando afirma que el cere- bro es una maquina “que realiza sus tareas de un modo que congenia con las leyes de la fisica, un objeto que en tiltima instancia podemos comprender tal como comprendemos una imprenta”.” Mas aun, a diferencia de Descartes, no necesita- mos apelar “a fuerzas vitales misticas, ni a la mente” para explicar la percepcién, el pensamiento ni la emocién. Son pura y simplemente estados del cerebro fisico. Hubel reconoce con justeza las profundas implicaciones de esta concepcién para todos nuestros actos. Nuestra ima- gen de la mente influye en todo, desde la educacién hasta las relaciones amorosas. Seguin este cientifico, una vez que en- tendemos que la mente es una ilusién y que el cerebro es la Unica realidad, podemos reestructurar nuestros sistemas de educaci6n e instituciones sociales para ponerlos al servicio de éste, y no de una trasnochada noci6n de “espiritualidad”. En el lenguaje tradicional, es idolatria el reemplazo de una realidad espiritual por una imagen puramente material y sensual. En un sagaz optisculo, Saving the Appearances, Owen Barfield sugiere una relacién entre la exhortacién biblica con- tra la idolatria y la veneracién de ciertos modelos, tan comin en la prdctica cientifica moderna." Sin duda estos modelos cientificos son legitimos y necesarios, :pero cuando un para- digma se convierte en {dolo, es decir, cudndo deja de ser tal para convertirse en “realidad”? El modelo del dtomo como sistema planetario en miniatura solo es util mientras no se tome literalmente. La fisica cudntica descubri6é hace tiempo 35 ATRAPANDO LA LUZ los peligros de la idolatria. Los neurofisidlogos atin no han aprendido esta leccién. Muchos han hecho una deidad del cerebro, transformandolo en la quintaesencia del hombre. Esta adulacién encierra un sinfin de peligros. La imagen que poseemos de nosotros mismos es un factor muy podero- so; moldea nuestros actos, y en consecuencia el mundo que creamos para nosotros y nuestros hijos. Es importante, pues, discernir cuidadosamente entre el idolo y la realidad. No estoy abogando por un simplista y rom4ntico retorno al pasado. No hay regreso. ¢Pero estan en lo cierto Hubel y las legiones de cientificos que le dan la raz6n al reducir nuestra humanidad a las funciones cerebrales? La respuesta es, lisa y Nanamente, no. El cerebro que describe Hubel es una ima- gen artesanal y deslumbrante, nacida de los frutos de la inves- tigacién cientifica, llena de apreciaciones inteligentes, pero no se lo debe confundir con algo que no es eso. 2Es posible abrazar los frutos de la ciencia sin caer en semejante idola- tria? Si, pero quizd sca el maximo desafio de nuestro tiempo. Nuestro futuro depende en gran medida de nuestra capaci- dad para elaborar una ciencia no id6latra. Atizando el fuego del ojo Los movimientos que hemos seguido semejan una armonia contrapuntistica donde una melodia contrasta con la otra. Al palidecer la luz del ojo, resplandece la del mundo. Con el gradual repliegue del faro del ojo, el poder de la luz solar se proyecta con creciente hondura en el ser humano hasta que las emanaciones etéreas de Platén, y aun el espectador carte- siano, desaparecen de la concepcién cientifica occidental. Pero algunos datos y desarrollos cientificos indican la posibilidad de una perspectiva “posmoderna” del sujeto y de la visi6n que deje margen para la luz del ojo. En ellos, ¢l rayo interior puede hallar nuevamente un sitio, aunque con owo ropaje. 36 ELDON DELALUZ Hemos aprendido que nuestra conciencia no es inmuta- ble. Nuestros habitos mentales se convierten en percep- ciones, y a pesar de su potencial no son universales ni “verda- deros”. Debemos aprender a responsabilizarnos de ellos. ¢Con- cuerdan con nuestras intenciones mas profundas, con el bien de nuestra sociedad y del planeta? sO debemos “reimaginar- nos” a nosotros mismos y nuestro mundo? En este sentido, la observacién de Mateo cobra mucho sentido: “pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estard en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, jqué negra sera la oscuridad misma!”. Nuestra luz, una luz de sentido, modela un mundo, lo configura a partir de la luz del dia. Si nuestra luz es oscuri- dad -si es maligna— levamos oscuridad y mal al cuerpo, tanto al personal como al social. Si es luz ~si es benigna— la salud entra en nosotros y en el mundo. La luz ocular de Platon era una luz de la interpretacion, de la “intencionalidad”, como dirian los fenomendlogos modernos; una luz que otorga sentido. El conocimiento supone dos caras: el mundo se presenta, pero nosotros debemos “re-presentarlo”. Nos incluimos, con nuestras facultades y limitaciones, en la presenta- cién del mundo, con el propésito de darle forma, figura y senti- do a ese contenido. Las bellas y productivas imagenes que elaboramos a partir de la experiencia son sdlo eso, imagenes, frutos de la imaginacién. No por ello son menos verdaderas. Si olvidamos esto en nuestra exaltacién, las representaciones devie- nen idolos que exigen sacrificios en sus altares. Estas reflexiones no deben inducirnos a abandonar la senda del conocimiento, pues plantean una filosofia de crecimiento y desarrollo. Nuestros 6rganos de percepcidn no son fijos ni limitados, sino maleables y expansivos. De ahf la importancia de integrar las distintas per- cepciones de la luz que nos ofrecen las disciplinas artisticas, espi- rituales y cientificas. 37 3 LA LUZ ESCINDIDA: LUZ DIVINA Y CIENCIA OPTICA ¢Cual es la naturaleza de la luz? Diversos pueblos han dado dis- tintas respuestas a la pregunta que nos hacemos desde el comien- zo de este libro. Para los egipcios se vinculaba con la relaci6n entre el hombre y el dios Ra. Buscaban una respuesta moral 0 espiritual, no mecanicista. En cambio, nosotros procuramos ex- plicar su naturaleza rastreando haces de luz en intrincados siste- mas 6pticos. Indagamos las leyes fisicas y matematicas de la luz. Esta secuencia de palabras —jqué es la luz?- no significa siempre lo mismo. La respuesta egipcia es totalmente distinta de la cudntica, ¢pero estén necesariamente en conflicto? ;O el egipcio anhela conocer una parte distinta del ser expansivo de la luz? Tengamos en cuenta que las preguntas esenciales que se han planteado en el pasado o se plantearan en el futuro acer- ca de la naturaleza pueden ser muy diferentes de las que planteamos hoy. Como escribid C. S. Lewis en su fascinante libro The Discarded Image, no se trata de que nuestra compren- si6n actual carezca de fundamento, pero debemos entender que “en general la naturaleza ofrece pruebas acordes con las preguntas que hacemos”.' Las preguntas que hacemos, pues, asi como las respuestas que estamos dispuestos a aceptar, re- flejan nuestro temple mental. Una época puede desechar las imagenes de otra no sélo porque ha realizado nuevos descu- brimientos sino porque tiene otras prioridades ¢ interrogan- tes que reflejan un cambio de la psique. 39 aa You have either reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing limit for this book. LA LUZ ESCINDIDA: LUZ DIVINAY CIENCIA OPTICA El ojo solar de Egipto. Tomado de un papiro funeral, 1000 a. C. indica que antes de la luz individualizada de la teoria visual de los griegos, la solar misma se sentia como una emanaci6n de un ojo, el ojo del dios-sol Ra. En ninguno de ambos casos era una sustancia ni una cosa, sino que se sentia como el poder de la vista. Ver era iluminar. Para Empédocles, el ojo humano era como un farol encendido en la Ilama primordial de la creaci6n. Al abrirse, derramaba sus rayos en el mundo y el hombre veia. Para el sacerdote egipcio, el sol mismo era un ojo que al abrirse traia el dia y al cerrarse la noche. El paren- tesco entre el ojo y el sol se sintid hondamente durante muchos siglos, desde el antiguo Egipto hasta los misticos me- dievales. En las mitologias griega y persa reaparece una ima- gen idéntica: el sol y la luna son los ojos de los dioses que moran en el firmamento.? La primera respuesta a nuestra pregunta —zqueé es la luz?— debe ser pues la siguiente: es la vista de Dios. La humanidad, formada a partir de las lagrimas de Ra o por intermedio de su visi6n, participa en cierto grado de su naturaleza, como si fuéramos dioses caidos.*En tiempos de los filésofos griegos, nosotros, al igual que los dioses, iluminabamos el mundo con nuestra mirada. La visi6n de Ra ilumina el cosmos; la vista del hombre ilumina el mundo. EI paso de la iluminaci6n universal y del ojo divino al humano esté bellamente contado en la historia egipcia del “ojo perdido” de Horus o Ra, que aparece con muchas varia- 41

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