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Primer Premio de Creación Literaria
«Miguel de Cervantes»
para Jóvenes
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JESÚS EGUÍA ARMENTEROS
3
©Universidad de Alcalá. Facultad de Filosofía y Letras
© Jesús Eguía Armenteros
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Los sonetos del gusano
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I
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II
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III
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IV
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V
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VI
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VII
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VIII
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IX
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X
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XI
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XII
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XIII
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XIV
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XV
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XVI
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El olvido
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XVII
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XVIII
Intentaste arrancarlas
como quien el otoño
clava fiero en el tronco:
algunas resistieron.
Impusiste la lluvia,
el frío y la aspereza:
debajo de la almohada
escondiste las alas.
Un álamo sereno
enfrente a mi ventana,
con despertar de escarcha,
dice adiós a la risa.
Adentro de tu vientre
sepultaste mis besos.
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XIX
En la nevera tengo
ensalada de col.
Quizá venga la niña
cuando despierte el Sol.
En la nevera queda
ensalada de col.
La lluvia de la tarde
su cuerpo dibujó.
En la nevera triste
ensalada de col.
La niña se ha olvidado
y el Sol ya se apagó.
25
Les adieux
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(A Sergio)
XX
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(A Rafael González “Falín”)
XXI
28
(Al Maestro Miguel Medina Vicario)
XXII
29
Tendremos en un mapa las galaxias
y el corazón profundo de los átomos,
pero en el fondo no tenemos nada.
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(A la Tata)
XXIII
Caramelos violetas
para endulzar dolores!
Caramelos violetas
para endulzar azotes!
Caramelos violetas
para endulzar amores!
Caramelos violetas
para endulzar rencores!
Con la cara bien alta
cortaba, si hacía frío,
hipotecas y troncos
para sus cien mil niños.
31
Caramelos violetas
que la dejasteis sola.
La mirada de escarcha
y totalmente a oscuras:
perdida la palabra.
Un momento cualquiera.
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Y mientras la ventana
era un sol de recuerdos,
con la mano vacía
se nos marchó en silencio.
Caramelos violetas
que la dejaron sola.
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(A mi perro Jazz)
XXIV
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El nacimiento
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XXV
Llega
mi padre
al medio de sus años,
al equinoccio de su eclíptica
probablemente.
Mi padre
cruza de primavera hacia el otoño
o de su otoño hacia su primavera,
según se mire.
Yo,
en mi mañana de las 8 en punto,
retrocedo entre números de calles y ciudades,
de portales caídos y otoños superados,
para traer del fondo de los ríos
aquellas hojas secas, esas flores
caídas al baúl de los recuerdos
de las estaciones.
Encuentro
una presencia joven, de irradiante alegría,
con Madrid a su espalda
y la mirada puesta en Roma.
Nosotros, sin pensarlo,
haciéndonos mayores.
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Mi padre
ha cruzado por fin la carretera
con el odioso claxon de los coches
y se dispone ya,
bajo sapiencia de sus botas,
a escalar la montaña verde y fresca.
Y a mi padre,
en su nuevo camino le pregunto
cómo se ven los pasos ya pisados
y con qué ojos
las huellas a lo lejos.
Y le pregunto
sobre el asfalto y mi batalla,
sobre sus ilusiones y las botellas rotas
y como no dejar pegada
la suela del zapato al alquitrán.
Y le pregunto,
con un pie en el sendero junto al río,
¿cómo se ve el pasado
y con qué ojos, con qué ojos?
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Mi padre ya ha cubierto su tierra de manzanos
y es hora hoy de recoger los frutos.
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(Para Alejandro Arribas Sáez, recién llegado.)
XXVI
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Proyectarás miradas como rayos,
con el espíritu extendido al mar:
pura visión lejana de Alexandro.
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Y volverás, sin darte casi cuenta,
otra vez a la orilla transparente:
las manos enredadas en tu barba,
empapado y cubriéndote de arena
finísima tu cuerpo endurecido.
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y allí habrás construido continentes.
Porque el único puerto es tu caída,
el único es tu muerte, compañero
de esta vida azotada de alegría.
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